“La creatividad es ir por la vida pensando cómo mejorar las cosas”
Luis Bassat
“La creatividad es ir por la vida pensando cómo mejorar las cosas”
Luis Bassat
Publicitario
Creando oportunidades
“Lo importante de la vida es hacer algo por los demás”
Luis Bassat Publicitario
Las enseñanzas de vida de un abuelo a su nieto
Luis Bassat Publicitario
Luis Bassat
“La mejor herencia que un abuelo puede dejar a sus nietos es explicarles qué ha aprendido de la vida”, sentencia el creativo barcelonés Luis Bassat. Para este mítico publicitario español, la clave de la existencia se resume en que “lo verdaderamente importante es haber ayudado a los demás, especialmente a aquellos que no conoces”. A los 79 años, Luis Bassat está considerado uno de los mayores expertos mundiales en creatividad y una de las personas más influyentes en el ámbito de la publicidad en España, donde ha recibido más de 400 premios y distinciones, entre ellos el ‘Premio al Mejor Publicitario español del siglo XX’ y el ‘Premio Nacional de Publicidad’ en 2008. A pesar de todo su éxito, asegura: “Los valores humanos, como la lealtad y la honestidad, también son esenciales en la vida profesional”.
En 1975, Luis Bassat Coen fundó la agencia de publicidad Bassat & Asociados, que años más tarde se convertiría en el importante grupo de comunicación ‘Bassat Ogilvy’. Es coleccionista y promotor de arte contemporáneo, doctor ‘Honoris Causa’ por la Universidad Europea de Madrid y autor de casi una decena de libros de cabecera sobre publicidad y marcas, como ‘El libro rojo de la publicidad’ (1993) o ‘Confesiones personales de un publicista’ (2008). En 2020 publicó el libro inspiracional ‘Sueña como Luther King, habla como Obama, manda sin mandar y sé tú mismo’.
Transcripción
Mira, el diseño del escenario olímpico tenía cinco, estaba previsto que tuviera cinco enormes aros olímpicos, uno detrás de otro. Eran cinco aros que sobrepasaban la altura del estadio olímpico. Y por seguridad quisimos que nos lo montaran tres meses antes de las ceremonias, de prueba. Y luego ya los iban a desmontar y montarlos, pues el día antes o dos días antes de las ceremonias. Y los montaron. Una empresa suiza, la mejor empresa del mundo, especialista en grandes estructuras de madera, porque iban a ser de madera. Y recuerdo que lo estaban montando y me llamaron por teléfono a mi casa a las dos de la mañana y me dijeron: “Luis, corre, corre, corre, ven al estadio, que los aros olímpicos se están cayendo”. Efectivamente, los montaron y yo llegué a tiempo de ver como poco a poco, poco a poco, poco a poco se iban desplomando hasta que se cayeron los cinco. Y el empresario suizo dijo: “Mira, he hecho todo lo posible. Era un proyecto de ingeniería muy difícil y menos mal que lo hemos hecho ahora, porque no da tiempo de rehacerlo con toda seguridad. Por ahora hay que buscar otra solución”. En fin, fueron unas torres más convencionales, desde donde estaban los focos que iluminaban el escenario.
Bueno, ese día hubo una depresión tan grande en las ciento sesenta y cinco personas que yo decidí que íbamos a cenar todos juntos. Pedí un catering para los ciento sesenta y cinco y brindamos con una frase que me saqué de un viejo refrán de Oriente Medio que dice: “Si ha de pasar algo malo, mejor que pase ahora y no después”. Bueno, pues es lo que les dije. “Tenía que pasar algo malo y ha pasado. Pues muy bien. Tenemos tiempo de recuperarnos, vamos a construir unas torres y vamos a tener una iluminación estupenda. Quizá no será tan bonito como esos cinco aros olímpicos, pero bueno, lo hemos intentado”. Te prometo que tuve que poner todo el entusiasmo del mundo, porque la gente lloraba, la gente lloraba al ver que aquello había caído. Bueno, acabamos la fiesta contentísimos todos, brindando y sobre todo felices de pensar que algo malo ya había pasado. Que, si es verdad que siempre tiene que pasar algo malo, que en esta ocasión ya podíamos dejarlo de lado porque lo malo ya había pasado. El entusiasmo es pensar que puedes superar las dificultades y que, si pones toda tu fuerza, todo tu entusiasmo, las vas a superar.
El primero de ellos es que hablaban, algunos de ellos, hablaban de algo que no nos interesaba para nada a los miembros del jurado. Por tanto, hablar de lo que interesa a la gente es fundamental y hablar de algo que no interesa, pues quizá es que has escogido mal tu tema. Otro leyó la presentación y el lenguaje verbal es distinto que el lenguaje escrito. Cuando tú vas leyendo algo que has escrito previamente, verbalmente suena muy raro, suena falso, suena poco espontáneo. Estás leyendo. Y me acuerdo de que yo, habrían pasado dos o tres minutos, perdí la atención, o sea, dejé de prestar atención a lo que nos estaba leyendo. Otro se aprendió el discurso de memoria y pasó lo que pasa muchas veces: que empezó su discurso muy bien, muy bonito, con mucha fuerza. Palabras muy bien escogidas. Y de repente se le olvidó una palabra y se quedó cortado. Dijo: “Ostras, ahora mismo no sé cómo seguía lo que les tenía que decir”. Y avergonzado dijo: “Perdón, perdón”. Y ahí acabo. Es decir, no hay que aprenderse las cosas de memoria. Si tienes que hablar de diez temas, apréndete los diez temas de memoria. Apréndete los diez conceptos o escríbetelos en un papel. Pon una palabra por cada uno de los temas de los que tengas que hablar, de modo que solo con darle un vistazo al papel y ver la palabra, ya sabes de qué has de seguir hablando. Pero habla con tus propias palabras. Habla de lo que tú sabes. Explica esos diez puntos como tú creas que hay que explicarlos, pero no te los aprendas de memoria. Bueno, ya es igual. Todos hicieron los errores típicos que se hacen en el mundo de la comunicación, que por otra parte es muy fácil.
Yo trato de explicar en este libro ‘Sueña como Luther King, habla como Obama, manda sin mandar y sé tú mismo’, es muy fácil, muy fácil y ahí lo explico, lo que estamos haciendo ahora. Tú me preguntas y yo te contesto, no leo, no digo nada de memoria. Simplemente mi mente reacciona, piensa en la pregunta y te da la respuesta. Es lo mismo en una conferencia delante de mil personas, no hay, a lo mejor, preguntas, pero tú tienes que tener esas diez o doce ideas que explicarle a la gente y las has de explicar con tu propio lenguaje.
Con unas ilustraciones, con unas fotos absolutamente maravillosas en que se les dice o yo les digo a las personas cosas como, por ejemplo: “No te engañes a ti mismo, ni pretendas engañar a los demás”. Y es una de las primeras frases del libro, que está ilustrada con una imagen de Pinocho, de sus mentiras. ¿Por qué lo escribí? Bueno, pues para esto. Por suerte este niño tiene ya ocho años y ya puedo empezar a explicarle algunas cosas, pero si me muero antes de que sea un poco mayor, pues las podrá leer. Y de este libro se desprenden doscientos y pico pensamientos, entre los cuales me gustaría destacar el que… En la vida tienes que hacer las cosas, tienes que intentar ayudar a los demás. La vida tiene sentido si ayudas a las otras personas, si no, si vives solo para ti, la vida no tiene un gran sentido. Puede tener un sentido egoísta, pero este no es el mejor de los valores humanos. Lo importante de la vida es poder hacer algo por los demás. Y yo digo en el libro: sobre todo para los que no conoces. Porque está muy bien que por amor hagas algo por tu pareja o por tus hijos o por tus nietos, pero está todavía mejor si eres capaz de hacer algo por alguien que no conoces. Y de ahí la fundación que creamos con mi mujer hace ya años, donde básicamente ayudamos a niños que no nos conocen en Mozambique, donde hay mucha malaria, donde mueren muchos niños, donde los que sobreviven, muchos de ellos son huérfanos, donde hay una miseria terrible. Donde hay una escasez de todo tremenda. Y decidimos, con mi mujer, que ¿por qué no ayudar a esos niños en Mozambique?
Y en el año treinta y tres, escribió una carta a su padre, que había emigrado ya unos pocos años antes a Barcelona desde Estambul, diciéndole: “Mira, papá, está creciendo mucho en Alemania un movimiento que se llama el nazismo, que a mí me asusta mucho, me preocupa mucho”. Sobre todo, porque somos una familia de procedencia judía. Mi padre no era una persona religiosa, como yo tampoco lo soy, pero no cabe duda de que somos, somos de esta ascendencia. Y Hitler no miraba si tú eras religioso o no eras religioso. Simplemente se quería cargar al pueblo judío, como estuvo a punto de hacer. Y en el año treinta y tres mi padre le dijo a su padre: “Me da miedo y no quiero quedarme más en Alemania”. Había hecho la carrera ya, tenían ya una fábrica de hojas de afeitar en Solingen. Mi padre iba a ser el futuro director de esta fábrica porque el hermano de mi abuelo, que era el que la dirigía, no tenía hijos y, por tanto, adoptó a mi padre para que fuera su futuro director. Y el abuelo le dijo: “Pues de acuerdo, pero no te vuelvas a Estambul, vente a Barcelona, que hemos abierto ya o estamos a punto de abrir una fábrica de hojas de afeitar también en Barcelona”.
Y mi padre salvó la vida. Tenía una frase durísima, durísima que decía, mi padre: “Los judíos optimistas alemanes murieron en las cámaras de gas. Los judíos pesimistas alemanes ahora viven en Nueva York”. Es decir, él que siempre había sido un hombre optimista en aquel momento fue pesimista y pensó: “Esto del nazismo va a peor. No quiero estar aquí”. Y pudo escapar a tiempo y salvó su vida. Pero yo aprendí de él muchas lecciones, entre otras que alguna vez en la vida, por muy optimista que seas, alguna vez tienes que pensar que algo malo te puede pasar y tienes que estar preparado para afrontarlo.
Bueno, me tiré de cabeza. Y yo, que en la universidad no destaqué por mis éxitos, ahí saqué todo sobresalientes, dos matrículas de honor. Y el profesor de Marketing y el de Publicidad me ofrecieron trabajo. Es decir, me reconforté, pensé que esos los años universidad me habían servido, quizá para formarme, pero no para aprender ni derecho ni economía. Y en cambio ahí sí aprendí todo aquello que después he podido utilizar. Yo creo enormemente en la educación, sobre todo en la primera educación. Todos mis hijos y todos mis nietos, al terminar el colegio, eran plurilingües, hablaban perfectamente de forma bilingüe, cuatro idiomas. Que, después, todos ellos en la universidad y después de la universidad han aprendido uno o dos más. Mis hijos no han llegado al nivel de mi padre, que hablaba trece, pero prácticamente todos mis hijos, mis cuatro hijos, hablan de cinco a seis o siete idiomas. Y ahora igual con mis nietos. Es decir, yo insisto muchísimo en que, desde el principio de todo, los niños aprendan en varios idiomas. Que es bueno que, desde muy pequeños, cuando el cerebro tiene esa capacidad de absorción, que aprendan los idiomas fundamentales. Yo de niño hablaba castellano con mi padre, hablaba francés con mi madre porque tenía cultura francesa y hablaba italiano con mis abuelos, que eran de Corfú, una isla griega donde se habla griego y también un italiano… el véneto, que es un dialecto del italiano. Entonces mis abuelos conmigo decidieron hablar en italiano. Y yo en estos tres idiomas pienso, hablo, veo el cine sin necesidad de subtítulos.
En cambio del inglés y del catalán, que los aprendí de mayor… Pues con el catalán ya creo que soy totalmente bilingüe y del inglés también, he vivido dos años en Inglaterra, en total, en diferentes etapas. También dos años en Estados Unidos. Creo que hoy también puedo decir que soy bilingüe, pero no tan bilingüe como de los otros idiomas aprendidos de niño. Por esa razón intenté que mis hijos y nietos aprendieran idiomas desde muy pequeños. Y no solo idiomas, sino otras cosas. Que aprendan a escribir bien desde pequeños. No vale decir: “Ya aprenderé. Ya mejoraré mis faltas de ortografía de mayor”. No, hay que aprender a escribir muy bien. Y no solo no hacer faltas de ortografía, aprender a redactar muy bien desde que eres muy pequeño y aprender a comunicarte muy bien, si puede ser, también verbalmente. En los colegios españoles no se suele enseñar la comunicación verbal. Se enseña más la comunicación escrita. Y tiene su sentido. Pero los americanos, además de enseñar a escribir bien, enseñan a hablar bien. Tú ves niños en colegios americanos que hacen debates en la propia clase y gana aquel chico o chica que mejor ha sabido comunicar con los demás. Y eso es importantísimo para el futuro. Yo he trabajado en España y también en Estados Unidos y también en Inglaterra, y he visto cómo los americanos adultos se expresan verbalmente mucho mejor que el resto de la población mundial. Es porque ya los colegios les enseñan a comunicarse bien verbalmente. Es decir, estoy muy a favor de la educación. Creo que deberíamos, como país, invertir más dinero en educación, mejorar nuestra enseñanza pública y, especialmente, introducir los idiomas desde que los niños son niños.
Abrió los ojos. Los padres se pusieron a llorar de ver que yo había conseguido que aquel niño, que hacía tres días que le decían que abriera los ojos y que no los abría porque le dolían, pobre chico, abrió los ojos. No porque le mandé abrirlos, sino porque le motivé. Le di un motivo, una razón para abrir los ojos: ver esa nueva moto de montaña de color rojo que yo había comprado. Esto lo he usado tantas y tantas veces en mi vida… Saber que mandar no es ordenar hacer algo, sino dar un motivo a la gente para que lo haga. Y ha sido una lección que me ha servido durante toda mi vida. Y en este último libro explico experiencias de cerca de cuarenta personas que, con sus propias palabras, dicen en el libro cómo se han sentido mandadas por mí. Que todos ellos dicen que no se han sentido mandadas, se han sentido motivadas a hacer las cosas.
Cuando tengas diez páginas web muy bien hechas, de las que tú estés muy orgulloso, vete a ver ya a un cliente normal, de los que pagan, no estos a los que tú les has regalado tus páginas web y enséñale las diez páginas web que has hecho. Dile: “Mire, yo he hecho esto. Me gustaría hacer una página web para usted” y, seguramente, el cliente si le enseñas diez trabajos bien hechos dirá: “¿Por qué no? Pues hágame la prueba, hágame alguna propuesta para hacer una página web para mí”. Y por ahí se empieza. Es decir, yo cuando acabé este posgrado en la Escuela de Ingenieros y me ofrecieron trabajar en marketing con el profesor de Marketing y en publicidad, con el profesor de Publicidad, no acepté. Abrí mi propia agencia de publicidad, tuve esta capacidad de emprender yo y contraté a una secretaria y con ella abrimos mi agencia de publicidad. Y hasta hoy, vamos, o hasta hace poco, que ya me he retirado de la presidencia ejecutiva. Pero si tú quieres trabajar tú para tus clientes, empieza ya. No hace falta que vayas pasando por diferentes agencias de publicidad. Empieza tú con tu propia experiencia y sigue aprendiendo de los libros. Es decir, continuamente se siguen escribiendo libros que dicen cosas nuevas del mundo de la comunicación. Pues velos leyendo todos. Como no había carrera, yo leí los diecisiete libros que había publicados en aquel momento en el mundo de la publicidad. Bueno, pues en ese posgrado me dieron la bibliografía y en ese año me leí esos diecisiete libros y ahí empecé a aprender.
Y le esperé un año y le contraté, pero este valor humano de la lealtad o de la fidelidad me pareció tan importante, tan importante, que me esperé un año para contratarlo y luego resultó ser un director creativo absolutamente fuera de serie. Buenísimo. Estas son las cosas que intento transmitir a mi familia, a mis hijos, a mis amigos, a mis colaboradores, a las personas con las que he tenido el gusto de trabajar tantos años. Que hay cosas que son mejores que otras. Decir la verdad es mejor que mentir. En una ocasión me citó el presidente de Banca Catalana y tenía una reunión con todos sus directores, yo tenía que presentarle una campaña de publicidad y llegué diez minutos tarde y al llegar me excusé y dije: “Perdón por el retraso”. Y él dijo: “Uf, es que hoy el tráfico estaba fatal”. Le dije: “No, Alfredo, no. No ha sido por culpa del tráfico, es que he salido tarde de la oficina”. Y se dirige a sus colaboradores, y les dice: “¿Veis lo que me gusta de Luis Bassat? Que no te miente ni para ponerte una excusa del tráfico”.
Yo le dije: “Pero ¿por qué hay necesidad de mentir? ¿No es más fácil decir: ‘Es que no he podido salir antes’? O sea, he salido tarde y, consecuentemente, he llegado tarde”. Pues esta es una de las muchas cosas que intento que mis hijos, mis nietos, mis amigos, mis colaboradores practiquen, no solo que las aprendan, sino que practiquen. Cuando en la vida te das cuenta de que es mucho más fácil, mucho mejor, mucho más sencillo, decir la verdad que inventarse una mentira, dices: “Bueno, pues ¿por qué no?”. Cuando la Universidad Europea de Madrid me nombró doctor “honoris causa”, mi tesis, mi discurso fue: ‘La verdad en la publicidad’. Pues también en la publicidad decir la verdad es muchísimo mejor que mentir. A los consumidores no puedes engañarles. Los consumidores, si les engañas, no te vuelven a comprar. Por lo tanto, es mucho mejor decir la verdad bien dicha, con suficiente motivación para que se interesen por tu producto, pero siempre con la verdad por delante.
Y en 1968, mi mujer y yo compramos nuestro primer cuadro. Me acuerdo muy bien de que nos costó seis mil pesetas y como no podíamos pagarlas, el pintor que nos lo quería vender nos dijo: “¿No podríais pagarme mil pesetas al mes?”. Y nosotros, que entonces vivimos con once mil pesetas al mes. Bueno, pues decidimos vivir con diez mil, apretándonos más el cinturón. Y se lo compramos, pagándolo en seis meses. Desde entonces no he dejado de ver exposiciones de arte, galerías, museos… He tenido la suerte de que por mi profesión he viajado por todo el mundo, por los cinco continentes, y no he dejado de ver el museo de arte contemporáneo de cada una de las ciudades del mundo que he visitado. Por tanto, he ido acostumbrando mi ojo al arte contemporáneo. La gente dice, hay gente que dice: “Es que no lo entiendo”. Yo les digo: “Si no hay que entenderlo. El arte simplemente te ha de gustar”. Y les pregunto también: “¿La colonia que te pones la entiendes? O el perfume que te pones, querida mía, ¿lo entiendes? No, pero te lo pones porque te gusta, ¿no? Pues es que el arte es igual”. No hace falta entender nada, basta con que te guste. Y si te gusta, trata de disfrutarlo más veces teniéndolo colgado en tu casa. Yo tengo muchos amigos, muchos, que no tienen ni un cuadro en su casa y gente que podría tener, vamos, Picassos, si quisieran y no tienen ni uno. Pero qué pena, desaprovechar la vida viendo paredes blancas, cuando podrían tener obras que todos los días les inspiraran, les hicieran pensar, les hicieran reflexionar, les hicieran sentir.
El arte contemporáneo te hace pensar, te hace reflexionar, te hace sentir y te hace disfrutar. Y por esa razón, yo siempre que he podido, siempre que he ganado dinero en mi vida, lo he invertido en esto. No he tenido otro interés más en mi vida. Bueno, he tenido muchos intereses, pero ninguno tan potente como el de hacer una colección de arte contemporáneo, que hoy en día se enseña o se ve en un museo, en un edificio de Gaudí, en la ciudad de Mataró, al lado de mi casa, y que vamos exponiendo por el mundo. Es decir, exposiciones de nuestra colección se han hecho ya en Bulgaria, dos, se ha hecho en Nueva York una. Ahora, en septiembre inauguramos una exposición en Varsovia, que en noviembre irá a Cracovia. Por supuesto, por toda España. Y nos la piden constantemente, en diferentes lugares, se expone en diferentes museos. Y a mí me hace mucha ilusión compartir la colección de cuadros y esculturas que tenemos con otra gente, que las pueda ver otra gente, que las pueda disfrutar otra gente. Yo no… desgraciadamente, no lo puedo ver todo en casa porque no me cabe, pero por esa razón nos gusta ceder nuestras obras y nunca cobramos por hacerlo a otros museos y a otras ciudades para que más gente pueda disfrutar de ella.