Mamá Cata, la mujer que transforma vidas
Catalina Escobar
Mamá Cata, la mujer que transforma vidas
Catalina Escobar
Emprendedora social
Creando oportunidades
Comprometida con la esperanza, empujada por el coraje
Catalina Escobar Emprendedora social
Catalina Escobar
Perdió un hijo pero se forjó a pulso el título de madre de miles de mujeres. Cuando a la edad de año y medio su pequeño Juan Fernando cae por un balcón y muere, emerge el torbellino Cata Escobar - como le gusta que la llamen -. La emprendedora decide enfocar su propósito vital en romper el ciclo de pobreza que sufren muchas madres adolescentes y crea la Fundación Juanfe, en honor a su hijo. “La Juanfe es el mejor laboratorio de humanidad”, asegura Escobar, que ha convertido la organización en un referente internacional para erradicar la pobreza extrema mediante un modelo de economía de desarrollo.
Catalina Escobar estudió Administración de Empresas en Clark University, institución de la que es doctora honoris causa, y ha estudiado especializaciones en economía en Estados Unidos, Europa y Japón. Por su trabajo como emprendedora social ha sido condecorada con la Orden Nacional al Mérito en Grado Cruz de Plata en el 2011, y tiene el prestigioso reconocimiento CNNHeroes. También ha sido reconocida como Emprendedora Social Destacada del año 2015 por el Foro Económico Mundial y obtuvo el World of Children Humanitarian Award. Es cofundadora y miembro de la junta directiva de Women in Connection y encabeza el capítulo para Colombia de International Women’s Forum. En ‘Más Allá’, su primer libro, comparte su historia personal y su experiencia sobre liderazgo transformador. “Hay que tener la determinación de pararse ante las injusticias sociales. Quedarse callado no vale”, sentencia Escobar.
Transcripción
Pero, fíjate, unos días antes, en este hospital público, murió un bebé de unas dos semanas de nacido. Muere conmigo porque su mamá de 14 años no consiguió 20 euros para salvarle su vida. En ese momento en Colombia eran más o menos 60.000 pesos. Cuando la gente me dice: «Eso es imposible»… No, es posible. Es posible. Y eso es lo que hace que Cata Escobar, con determinación, diga: «Eso no lo puedo permitir». Porque a ninguno de nosotros, de los que estamos aquí, se nos muere un hijo por falta de recursos. ¿Cómo puedo poner yo mis talentos, mi energía, mi compasión al servicio de la humanidad, si no es a través de una buena parte académica? Yo me enorgullezco, además, de poder decir que soy una emprendedora social pura y dura. ¿Sabes qué significa eso? Que sé a dónde tengo que llegar, pero tengo que averiguarlo todos los días. Es abrir camino, es dar ejemplo. Y es gozar durante las batallas. Se nos olvida que la vida también es de gozo y la vida es de disfrutarla. Ah, ¿que te tienes que levantar temprano todos los días? ¿Que tienes que trabajar? ¿Que tienes…? Pero al final nosotros venimos al mundo a impactar. Nosotros no venimos a hacer daño. Si nosotros entendemos realmente el concepto de humanidad y de compasión, venimos a eso. La formación es maravillosa, pero, si no se tiene ni el carácter ni la compasión, no te sirve de nada. ¿Cuánta gente conocemos maravillosa profesional, pero almas frías? Pero también conocemos gentes muy compasivas y buenas. Pero necesitan también de una estructura para poder movilizar sus intervenciones y sus iniciativas e ideas. Yo todos los días trato no solamente de impactar a las personas, sino de ser una líder con propósito. Tenemos una gran crisis de líderes a nivel global. Si nosotros no desempeñamos un papel con propósito, vamos a pasar de aquí al otro mundo, como decimos en Colombia, sin dicha ni gloria. No, yo sí quiero, primero, morirme muy viejita. Significa que tengo mucho que hacer todavía. Y, segundo, quiero poder decir: «Hombre, le hemos transformado la vida a mucha gente». Y por eso vale la pena vivir, y por eso vale la pena trabajar para la humanidad.
Morían de 780 a 790 niños al año en promedio. 2,3 niños diarios. Y el 90 %, lo que se llama la mortalidad perinatal o las muertes evitables, eso me impactaba. Y te cuento una buena anécdota que vi. Yo dije: «¿Dónde está el hospital, en el hemisferio americano, que tenía la mortalidad perinatal más bajita?». Estaba en Anaheim, en California. Y esta de acá, en el medio de su locura… Estar loco es maravilloso. Cogí un teléfono y me fui a Anaheim. Dije: «Hey, mi nombre es Cata Escobar. Tengo una idea». Y llegué y los médicos me dijeron: «Ven, te enseñamos». Y encontré el modelo, y el modelo era equipos de alta tecnología, personal médico de alto nivel, protocolos médicos, pero un sistema que te pague las cuentas. Dije: «Esto me lo puedo llevar a Colombia, pero creo que no soy el sistema». Chicos, en tiempo récord… Montamos primero la unidad de cuidados intermedios neonatales en este hospital. Y, ojo, en este hospital nacía la mitad de los niños de la ciudad. O sea, sabíamos que, si hacíamos algo ahí, íbamos a crear un impacto. En el momento que montamos la unidad de cuidados intermedios, la pasamos a intensivos. Pero nos encontramos con lo peor del problema. El 66 % de los niños que llegaban ahí no hacían parte del sistema general de salud en Colombia. Y ahí fue cuando dije: «Tengo que convertirme en el sistema».
Ustedes no se imaginan lo que es sentarse a trabajar con los médicos, tener los números y que me hayan dicho: «Cata, el costo promedio ponderado de salvar a un niño no supera los 200 euros». En ese momento eran 450.000 pesos colombianos. Y dije: «Eso sí lo puedo conseguir». Ahora, les cuento esto porque es divertido. Resulta que iba a cenar a casas de amigos y la gente decía: «Ah, Cata, ¿cómo vas en tu corazón? Enterrar a un hijo es muy duro». Y yo: «Sí, sí, pero ¿cuántos hijos tienes tú?». «Dos». «Cada hijo tuyo me va a salvar uno mío». A los seis meses ya nadie me quería invitar a ninguna parte, pero a mí no me importaba. Yo caminaba en la calle y la gente saltaba a la otra acera porque claro… Pero el dinero ni siquiera iba para mí. Y, cuando tú haces consecución de recursos para las demás personas, hay un gozo interior muy grande, porque sabes que te puede funcionar. Y empezamos a salvar niños, salvar niños, salvar niños. Los primeros seis, siete años, bajamos la mortalidad infantil total de la ciudad en un 81 %. Salvamos a más de 4.460 niños. Se me murieron 57, porque uno a uno lo conté, y yo sé que son los que me protegen y andan conmigo trabajando, no me cabe duda, liderados por Juanfe. Y ahí empezamos. Luego montamos una clínica, un centro médico para que esos pacientes tuvieran un seguimiento, tuvieran vacunación, crecimiento y desarrollo, sus madres pudieran tener una atención también médica. Y empezamos también a trabajar con niños que se llamaban los niños IRA y EDA: Infección Respiratoria Aguda, Enfermedad Diarreica Aguda, que era además producto de la desnutrición.
Trabajamos con más de 21.000 niños, sacándolos de la desnutrición crónica severa a niños sanos. Y en este centro atendimos a 204.000 pacientes. Solos, sin política pública, de manera exitosa. Amigos, no nos costó más de un millón de dólares este impacto. Y nos volvimos supremamente exitosos en algo que les quiero enseñar, en el Pareto. Hay una cantidad de entidades sin ánimo de lucro en el mundo que hacen trabajo de 80, esfuerzo de 80, dineros de 80, para ganar un 20 de impacto. Yo dije: «Eso no debe funcionar así». Por eso, los conceptos empresariales de dineros de 20, equipo de 20, esfuerzos de 20… Claro que los esfuerzos parecen mil, pero no. Para generar un 80 de impacto. Y eso fue lo que hicimos. Y fíjate algo. Empezamos a ser exitosos en eso. Pero después decía: «No estamos haciendo el trabajo completo, porque no estamos yendo a la raíz del problema. Estamos salvando niños, pero realmente le estamos tapando la boca a un volcán. Al final la lava va para otro lado». Y dijimos: «Vamos a la etapa anterior. ¿Por qué vienen así? Sus madres. ¿Quiénes son sus madres? Jovencitas. Niñas. Ahí es». Entonces, fíjense, por eso hay que tener humildad. Éramos exitosos de un lado, y cuando dijimos: «Muy bien, vamos a erradicar pobreza en madres adolescentes que vienen de la miseria, de la pobreza extrema», empezó a fracasar Cata Escobar.
Yo soy de las personas que dicen que el fracaso no es opuesto al éxito. Es el paso anterior. Porque empecé a fracasar en el modelo, no había manera que las sacara de la pobreza. Llovía y no venía ninguna a capacitarse. Decía: «¿Qué es lo que pasa?». Y aprendí varias cosas. Primero, cuando se trabaja por la humanidad no es detrás del escritorio, es adentro, en las comunidades y en los barrios. Mis diálogos con las personas. Y les cuento algo. La única manera para entrar a las comunidades en Cartagena es a las 06:30 o 07:00, porque los que están delinquiendo están dormidos, porque estaban delinquiendo el día anterior en la noche. Yo entro a esa hora. Es donde me siento segura, aunque la comunidad me protege, me acoge porque me conoce por tantos años. Pero empiezo a enterarme de cómo trabaja la gente, por qué piensan como piensan, por qué toman las decisiones que toman. Y empecé realmente a sacar ese modelo, porque viene del alma y de la construcción de las mismas personas. Kevin, fracasé al principio. Era un ensayo, error, ensayo, error, ensayo, error. Toda la parte médica la dejamos hace diez años porque ya la ciudad y el Gobierno empezó, digamos, a tener su dinamismo. Y hoy en día, Kevin, nos dedicamos a erradicar pobreza en madres adolescentes, y es un modelo exitoso, está replicado en varios países, ha sido premiado. Literalmente no duermo y no descanso hasta que no diga: «una más, otra más, otra más, otra más, otra más…». Y así llevamos 288.000 personas. Pero debo decir algo. Me siento orgullosa de ser la jefe o la líder de 193 personas con las cuales trabajo. Me enorgullezco y soy muy feliz. Kevin, gracias.
“El fracaso no es opuesto al éxito, es el paso anterior”
Te voy a contar… Te voy a contar otra anécdota porque es, como suelo yo decir… Hace un par de años, nos vamos con unos amigos de «brunch» a un hotel, y estábamos en el hotel y tal y me atiende una gran chica y me dice: «¿Quiere otro juguito de naranja?». «No, muchas gracias». «¿Quiere un poquito más de café?». «No, mi amor, muchas gracias». Cuando después dice: «Mamá Cata, que si quiere un poco más de café»… Obvio, salto. ¡Qué alegría! Y le digo: «¿Quién eres tú, mi amor?». Y me dice: «Mamá Cata, yo entré a la Juanfe cuando estaba en el 2004». Y yo: «Anda, 2004, donde todavía ni el modelo funcionaba». Y me dijo: «¿Se acuerda de que yo entré de 11 años, abusada sexualmente por un vecino?». Y yo: «Ya me acuerdo de ella». Me dijo: «Usted me enseñó de algo. Primero, a valerme por mí misma. Segundo, a tener un propósito. Y mi propósito era y es ser una mujer que no me iba a victimizar, que iba a utilizar mi historia para poderla contar a los demás con valor y con entereza». Obviamente éramos todos en la mesa… «¿Y esta mujer de dónde apareció?». Y ahí supe, hombre, que hay que tocarle la vida a la gente. Bueno, te la encuentras 15 o 17 años después, o 20 años después, y dices: «Funcionó. Está funcionando». Por eso, María, trato todas las noches de acostarme a dormir… Bueno, además, pongo la cabeza en la almohada… Y al otro día estoy pensando: «¿Cuáles ideas? ¿Cuáles son las mejores ideas que puedo tener para enseñarles a ellas?». Y al final son ellas las que tienen las ideas, me las transmiten a mí, porque son ellas las que dicen: «No he superado tal». Entonces, ¿qué tenemos que hacer para que ella supere ese dolor? Nos cuestionan. Qué maravilloso es aprender todos los días y que se nos cuestione cómo podemos hacerlo mejor. Y, María, mira, nosotros no tenemos la verdad absoluta. Nosotros aprendemos como equipo, siempre, a poner la mejor versión de nosotros. Ellas nos obligan a eso. ¿Cómo puedo yo, como profesional, ser la mejor versión de mí misma? Y, al final, ¿sabes qué sucede? Tu alma se expande. Tu alma sonríe. Tu alma es una luz. Yo no me creo el glamur de mi cargo. Al contrario, yo soy una servidora. Yo vivo para servir. Dice el gran curso de milagros que venimos a tres cosas al mundo: a aprender, a amar y a ser felices. Y yo le pongo una cuarta: a servir.
Y la compasión es el medio más fantástico y el inmediato para que te lleve por esa vía de servir a la humanidad. Me han enseñado de otra cosa, que es una lección para todos al final. Ser generosos. El que es generoso no sufre. El que no es generoso es apegado y sufre. Está apegado. Que si le quitan algo… No, el que es generoso no sufre. Al contrario. Yo vivo muy desprendida. Cuido, obviamente, mis cosas, no es que ande como loca perdiendo todo, pero una persona generosa es una persona que transita por el mundo liviana, con sonrisa, con alegría, con propósito. Ellas son mis maestras. Y, además, me han enseñado a cuidar de mí misma. Porque, cuando una persona tiene problemas o enfermedades mentales, también es un espejo para mí de que debo cuidarme. Chicos, hacer dieta no es dejar de comer helado o chocolates, es ver a qué conversaciones entro, con quién me relaciono, con quién me rodeo, si me aportan a la vida. Muchas de las enfermedades mentales vienen de envenenarnos, de cierta manera de las redes sociales, de compararnos con otros. «¿Por qué no puedo tener ese cuerpo? ¿Por qué no puedo tener…?». ¿Sabes? Entonces, si nosotros logramos transitar limpios y transitar con amor, podemos pasar de esta orilla a la otra invictos. Me han enseñado de humildad, María. Cuando yo voy a las comunidades es muy duro lo que se ve ahí. Es muy fuerte lo que se ve ahí. Y te tienen que aterrizar todo el tiempo, porque, aunque la Juanfe tiene magníficos logros a nivel mundial, lo que decía, no nos podemos creer el glamur de la fama. Porque sé de dónde vienen ellas y sé además los fracasos que yo he tenido. Hay que guardar humildad. Otra cosa que me han enseñado ellas. De excelencia. Trabajar bajo la excelencia. Porque vienen unos recursos de donantes, vienen empresas, vienen gobiernos a hacerle una apuesta a la Juanfe. Y son ellas las que te dicen: «hazlo lo mejor posible», bajo la premisa de la excelencia. Porque es la manera donde las sacas más rápido adelante. Ellas son un espejo permanente para nosotros. Y no lo digo solamente yo. Mi equipo. Esos son los diálogos que tenemos en el equipo. Cómo ellas nos exigen a ser mejores bajo el concepto de la excelencia.
“El día que perdamos la compasión perdemos nuestra humanidad”
31:45 ¿Ustedes no han conocido la cantidad de personas en el mundo que pueden tener mucho dinero y poder, pero a la vez rotas en su alma? Yo prefiero gente que tenga muchas veces la escasez económica, pero rica en su corazón. Y eso es lo que hacemos nosotros, darles ese poder con unas herramientas que sean para ellas efectivas. Eso lo hacemos al primer semestre la mayoría del tiempo, y luego empezamos en ese semestre a trabajar toda la estructura técnica. Porque tenemos también que capacitarlas en unas herramientas técnicas para que tengan autonomía económica. Se gradúan de ese primer semestre. Eso es lo que nosotros llamamos las «victorias tempranas». Les hacemos una graduación, una ceremonia, porque nunca se han graduado de nada. Nunca han tenido un reconocimiento. Se gradúan y luego entran a una segunda gran fase que dura un año. Y ahí es donde empezamos a trabajar muy fuerte todas las capacidades técnicas. Desarrollamos unas carreras técnicas de acuerdo a lo que nos pide la ciudad. No nos vamos a inventar otra cosa diferente a lo que pide la ciudad en materia de demanda y oferta en el mercado laboral. Pero seguimos transversalmente toda esa parte emocional y psicosocial. Finalizan ese año y ahí hay una graduación con toga y birrete, porque además están certificadas para el trabajo.
Y luego llega la última fase, que es el Centro de Empleo y Oportunidades, porque tenemos que cumplir una promesa de valor, y es pasarlas de la pobreza extrema a la clase media, y solo lo hacemos a través del empleo formal. Amigos, en Colombia, el 58 % es empleo informal. No es posible. Y nosotros tenemos la vacuna contra la pobreza, porque las pasamos de la pobreza extrema a la dignidad en dos años, y cuando las entramos a los empleos formales ya empiezan de manera digna y maravillosa a ganar sus propios dineros para sostenerse. Pero eso no para ahí, Alejandra. Tenemos también la manera de que las que quieran seguir estudiando en la universidad… Tenemos becas. Yo me siento muy orgullosa de poder decir que, así como tenemos mucamas en hoteles que llevan siete años, que les va bien, ya tienen su casa, también tenemos chicas profesionales, psicólogas, administradoras de empresas, instrumentadoras quirúrgicas. Y cuando tú las ves que vienen… O me las encuentro, porque me las encuentro en todas partes. Me dicen: «Mamá Cata». A mí me dicen «mamá Cata» y yo ya como que tengo una autorrevolución de amor. Me dicen: «Ya tengo casa propia. Ya tengo una moto para mí». ¿Ustedes qué creen que siento yo? Soy la madre de muchas mujeres. Pero les digo algo que también me hace muy feliz. Cuando tú tienes una idea y la idea te funciona y puedes medir el impacto, lo único que quieres es que se replique en una cantidad de países, en una cantidad de poblaciones, porque este modelo les da tal vez la única oportunidad que ellas reciben en la vida. Y debo decirte algo, Alejandra. Nosotros somos proveedores de bienestar para ellas. Les pagamos su transporte, les pagamos su alimentación, les pagamos su capacitación. Y puede llegar el viernes y se entristecen, porque saben que el fin de semana no van a comer. Cuando vienen las vacaciones, se entristecen, porque saben que la Juanfe es su hogar, y tienen que ir a ese entorno agresivo y terriblemente nocivo. Pero eso va a ser parte del plan. Nosotros no tenemos hogares de paso. No, ellas vienen todos los días como si fueran al colegio. Este año, nuestro impacto va a ser 9.900 personas en Cartagena y en Medellín. Además, trabajamos con la población femenina, mujeres víctimas del éxodo venezolano. Imagínate. Pero mayores, de 22 a 44 años. Chicos, imagínense la alegría que es el modelo de la Juanfe para madres adolescentes, que rompe ciclos de pobreza, al servicio de otras mujeres. Entonces, Alejandra, el modelo es un modelo que sirve no solo para el embarazo adolescente y las chicas en extrema pobreza, sino funciona de manera amplia para otro tipo de mujeres.
Mi hijo mayor, de 26 años, una vez me dijo, fíjate: «Mamá, yo respeto infinitamente a las mujeres», pero ¿cómo es de increíble cuando uno quiere cortejar a una mujer y le abre la puerta del carro? O puedes invitarla a cenar». Hey, no perdamos eso. No perdamos esas buenas costumbres de caballero, ¿sabes? Pero sí podemos ser mujeres tiernas y a la vez tener voz. Podemos ser contundentes y a la vez acariciar. No se nos olvide nuestro lado femenino, como también tenemos nuestro lado masculino. Tú puedes ver una Cata Escobar absolutamente con carácter, liderando unos temas supremamente delicados en mi país y, a la vez, una mujer que abraza, que comprende, porque no podemos perder la compasión, Judith. El día que perdamos eso perdimos nuestra humanidad. El feminismo ha sido bueno, pero no hemos podido llegar ni avanzar en la velocidad que queremos, porque a veces entre nosotras no somos solidarias. Hay envidias. Y nosotras debemos aprender a sonreír más y a elevar el argumento, sin tener que usar la violencia o destruir las calles para tener nuestra propia voz. Yo he marchado. Yo he marchado varias veces en Colombia y en Estados Unidos, elevando mi voz, pero sobre todo elevando mi argumento. Los verdaderos cambios sociales que envuelven estos temas…
Es a través del consenso, cómo podemos trabajar las políticas públicas, cómo traemos a la mesa más y mayor conocimiento. Jamás vas a ver a Cata destrozando los bienes públicos. Que eso se desvirtúa. Quiero contarles algo muy divertido que me dijo uno de mis hijos. Me dijo: «Mamá, menos mal que no eres afgana, porque ya te hubieran fusilado y te hubiéramos perdido». Y le dije: «Mi amor, nos falta mucho por avanzar. La pandemia nos hizo perder el impulso que veníamos». Y te voy a contar una cosa. Esto lo dijo la gran Gloria Steinem, una líder feminista maravillosa americana. Dijo, porque todo se puede medir: «Si las mujeres americanas de Estados Unidos ganaran exactamente igual a los hombres en cargos idénticos, estarían ganando 400 billones de dólares». Se inyecta a la economía. De ese nivel es. Entonces… Mi Judith linda, debemos aprender a generar consensos por igual. Veo chicos acá que les agradezco inmensamente me escuchen. La madurez viene en tumbar los estereotipos, en romper los paradigmas, en respetar a las mujeres por lo que son y valorarlas por lo que son. O por lo que somos. Fíjense en algo. Como humanidad, hemos cometido muchos errores y tenemos un inconsciente colectivo que es dificilísimo. Cuando un padre le dice a la hija: «Es que el fútbol es para los hombres». O «las chicas van a la cocina». O «calladita te ves más bonita». O «no grites tanto». Y resulta que no es gritar, es dar nuestros argumentos. Y eso hay que tumbarlo. Nuestras madres también eran machistas. También nos decían: «Los chicos a la calle, a las niñas a la casa». No. En realidad todos convivimos en la misma naturaleza. El respeto, el amor, es fundamental.
“Mujeres y niñas somos el 51% de la población global, ningún país va a ser sostenible si dejamos a la mitad de la población atrás”
Fue la mejor alumna. Yo le dije: «Dani, mira que estamos aquí para ti». Ella dijo: «Tú nunca te vas a arrepentir. Nunca te vas a arrepentir de Daniela». Dani fue alumna distinguida. Fue la mejor. Se graduó. Entró a trabajar. Le cumplimos la promesa de valor. Primer empleo formal. Entra a trabajar en una cadena de restaurantes de pollos fritos. Dura siete años. Aplica a la carrera de Administración de Empresas. Y me escribe un día, me dice: «Mamá Cata, me quiero ir a Canadá a estudiar inglés, porque yo sé que si tengo el inglés me van a pagar mejor». La tenía clara. Hace seis meses, siete meses, se gradúa de administradora de empresas. Me manda un video hermoso y me dice: «Soy ciudadana canadiense. Estoy trabajando. Ya me gradué como administradora de empresas». Esas son las historias que digo yo: «Me puedo levantar todos los días feliz, en entusiasmo». Pero también te debo decir, Zoe, que la mayoría de las jóvenes tienen superbuenas historias de éxito, pero también hemos perdido otras. Y te voy a hablar de una también. Melissa, de Medellín, una chica que a los 12 años ya era habitante de calle, consumía drogas, había tenido dos abortos y toma la decisión de quedar embarazada y de retener un tercer embarazo. Adicta. Llega a la Juanfe. Me la presentan. Yo soy de las que trabajan casos muy particulares y los apropio. Empieza a trabajar con nosotros y ella ve una gran oportunidad. Pasa todos los ciclos. Los dos años de la Juanfe los pasa limpia. En el momento que empieza a hacer las prácticas empresariales, nos llaman sus jefes y nos dicen: «Tenemos que sacar a Melissa». Porque la ven consumiendo, raspando ladrillo e ingiriendo. La perdí. Ella dijo: «Vuelvo al bajo mundo». La perdí. La perdí. Es importante contar las historias bellas, pero también las historias duras, porque es la realidad de las mujeres y niñas del mundo. Gracias, Zoe.