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“El amor a mi hija Paula me ayudó a sanar”

Isabel Allende

“El amor a mi hija Paula me ayudó a sanar”

Isabel Allende

Escritora


Creando oportunidades

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Isabel Allende

Desde la publicación de su título más mítico, ‘La casa de los espíritus’ (1982), Isabel Allende ha conquistado el corazón y la mente de 80 millones de lectores en todo el planeta. En la actualidad, es la escritora viva más leída en español y su obra ha sido traducida a 42 idiomas. Durante más de tres décadas, sus libros se han convertido en un fenómeno literario mundial que la han consolidado como uno de los referentes de la literatura latinoamericana, y algunos de sus títulos también han sido llevados al cine y a la televisión. Heredera del realismo mágico, sus obras aúnan la memoria, la historia, el humor, lo mágico y lo cotidiano. Dueña de un humor burlón, irónico y sarcástico; pero también de una visión social y espiritual de la vida, a sus 82 años sigue defendiendo los ideales que marcaron su juventud en Chile: el feminismo y la lucha contra la desigualdad social. Dos objetivos que persigue desde la ‘Fundación Isabel Allende’, creada en homenaje a su hija: “La mayor lección de mi vida me la enseñó mi hija, Paula. Ella me enseñó que el amor, la generosidad y la compasión son las fuerzas más poderosas para cambiar el mundo”. En su última novela, titulada ‘Mi nombre es Emilia del Valle’ (2025, Plaza & Janés), Allende vuelve a sus raíces chilenas en un relato de amor, guerra, violencia, traición y redención.


Transcripción

00:04
Isabel Allende. Bueno, estoy feliz de estar aquí con ustedes. Muchas gracias por venir. Me llamo Isabel Allende y me dedico a escribir. Llevo 40 años escribiendo y no he aprendido nada. Sigo cometiendo los mismos errores de antes, pero me encanta lo que hago. He escrito creo que como 30 libros. Me acuerdo solamente del último, el que acabo de escribir. Todos los demás se me borraron. Pero mi trabajo es un trabajo solitario, callado, privado, maravilloso… Y, de repente, el libro se publica, sale al mundo y empiezan a llegarme los mensajes de los lectores. Cientos, miles de mensajes. Entonces, me doy cuenta del poder inmenso que tiene la palabra escrita, que llega a tantos. Y gracias a internet y al correo electrónico, me llegan de vuelta algunas impresiones que los lectores tienen de lo que he escrito. Y en general, ven en el libro lo que yo nunca intenté poner. Son otras cosas las que ven, pero, de todas maneras, el hecho de que me lean es maravilloso. Bueno, gracias por leerme.

01:28
Rebeca. Hola, Isabel. Soy Rebeca. En tu último libro, hablas de una mujer fuerte, luchadora y escribes acerca del amor, la guerra y de tu país de origen, Chile. ¿Qué te llevó a elegir esos temas y a escribir esa novela?

01:43
Isabel Allende. Mi última novela se llama «Mi nombre es Emilia del Valle». El origen, la semilla para esa novela fue la guerra civil que hubo en Chile en 1891. ¿Por qué me interesaba eso habiendo tantos otros hechos históricos? Porque tiene eco, o digamos, similitudes con lo que pasó 80 años más tarde en Chile, en 1973. En las dos oportunidades, hubo un presidente progresista que quiso incorporar al pueblo y hacer cambios fundamentales en el país y se encontró con una oposición cerrada de los conservadores. Esta oposición terminó por incorporar al ejército, las fuerzas armadas, que se dividieron. El ejército se fue con el presidente Balmaceda y la marina, con la oposición. Vino una guerra civil sangrienta, en la que murieron más chilenos en cuatro meses de batalla que en los cuatro años de la guerra contra el Perú y Bolivia. Unos 80 años más tarde, en Chile, hubo un presidente progresista, Salvador Allende, que quiso también hacer grandes reformas. Se encontró con una oposición cerrada de los conservadores y también intervinieron las fuerzas armadas. Pero en este caso, no se dividieron y hubo un golpe militar y tuvimos 17 años de dictadura. En ambas oportunidades, el presidente prefirió suicidarse antes que salir al exilio. Entonces, a mí me interesaba contar esta historia. No podía hacer el paralelo con lo que pasa después, porque la narradora en primera persona es testigo de lo que pasa en 1891 y ella no puede saber lo que va a pasar dentro de 80 años. Pero lo dejo ahí en el aire a ver si los lectores lo agarran.

03:39
Jorge. Hola, Isabel.

03:40
Isabel Allende. Hola.

03:40
Jorge. Un placer conocerte.

03:41
Isabel Allende. Gracias.

03:42
Jorge. Mi nombre es Jorge Urdiales, de Perú. Bueno, mi pregunta iba un poco acerca de la niñez: ¿qué historia o emoción recuerdas de tu niñez que nos quieras contar? ¿O alguna anécdota, tal vez?

03:57
Isabel Allende. Mi madre se casó muy joven contra la voluntad de sus padres con un señor que era 12 años mayor que ella, mi padre, y se fueron al Perú porque él era diplomático, donde nacimos mis dos hermanos y yo. Y mi padre abandonó a la familia cuando yo tenía menos de tres años. Mi mamá tuvo tres hijos… Uno detrás de otro. Cada 11 meses, tenía un niño. Entonces, mi mamá regresó sola con los niños a vivir en la casa de mi abuelo y yo me crie ahí con él, que era una figura… Un patriarca, una figura autoritaria. Después, se murió mi abuela y mi abuelo se vistió de negro, de pies a cabeza, durante ocho años. Pintó los muebles de la casa de negro. No había flores, ni música, ni postre… Todo lo que fuera alegre no existía en esa casa. Y así fue mi infancia y la imagen de mi abuelo, siendo, como te digo, severo y autoritario, era una imagen muy querible. Un hombre honorable, noble, decente, generoso, que me enseñó las cosas fundamentales que me han servido en la vida: no quejarme, no pedir nada, conseguirlo, trabajar… Si uno tiene, tiene que dar. Tanto como recibe, tiene que dar. Lo más importante de todo: el honor. La palabra «empeñada» es palabra sagrada. Todas esas cosas de mi abuelo me han servido a lo largo de la vida. Y creo que se quedaron conmigo para siempre y que, en cierta forma, me acompañaron en los momentos más difíciles, pero después empezaron a pesarme, porque llega un momento en la vida en que uno tiene que empezar a pedir y a decir: «Ayúdenme». El honor siempre sirve, pero no tiene que ser lo primero. Mucho más importante es el amor. Esas cosas las fui aprendiendo a lo largo del camino, pero todavía tengo a mi abuelo adentro, la voz de él adentro.

Isabel Allende, escritora:
06:00

Hay una parte del libro, de esta nueva novela, que sucede en el sur de Chile. La protagonista se va a la guerra como quien va a una aventura. Y se encuentra en el campo de batalla la sangre, la violencia, la muerte, el dolor… Y algo cambia en ella. Entonces, se va en un peregrinaje al sur de Chile en busca de su propia alma. Esa descripción del paisaje de Chile: los volcanes, los lagos, el bosque frío, el paso de la cordillera… Todo eso yo lo viví cuando tenía, más o menos, 10 años. Mi abuelo tenía ovejas en la Patagonia argentina y una vez al año, en la época de la esquila, tomaba el tren en Santiago y llegaba hasta el sur, hasta donde llegaba la línea del tren. De ahí para adelante en unas camionetas destartaladas y después había que cruzar la cordillera en mula y a caballo. Y al otro lado, esperaban unos gauchos argentinos para llevarlo a la hacienda. Y en una ocasión, yo lo acompañé. Y ese paisaje del sur de Chile, ese paso de la cordillera, que lo hice una vez con mi abuelo y lo he vuelto a hacer algunas veces, pero ya en tiempos modernos, no en mula, se me quedó para siempre en los huesos y ha vuelto en varios de mis libros. No tengo que investigarlo, lo tengo adentro: ese viaje maravilloso con él.

07:29
César. Hola, Isabel. Mi nombre es César. Crecí con tus libros gracias a mi madre y es un gusto estar aquí y conocerte.

07:36
Isabel Allende. Gracias.

07:37
César. Mi pregunta es… Sé que el 8 de enero es cuando comienzas siempre a escribir tus libros y me gustaría saber a qué se debe esto y si tienes algún ritual para iniciar todo el proceso creativo de tus obras. Gracias.

07:53
Isabel Allende. Mira, el 8 de enero de 1981, yo estaba viviendo en Caracas, porque después del golpe militar en Chile, me fui a Caracas con mi familia. Mi familia se reunió conmigo después y vivimos allí muchos años, pero no podía regresar a Chile. Y el 8 de enero, recibimos una llamada de que mi abuelo se estaba muriendo en Chile y yo no podía ir a despedirme de él. Entonces, comencé una carta que era como una carta espiritual para decirle que yo me acordaba de todo lo que él me había contado: todas las anécdotas familiares, la historia de la familia… En el fondo, yo creo que fue un ejercicio de nostalgia, de recuperar todo lo que había perdido en el exilio. Bueno, mi abuelo murió, yo seguí escribiendo y, al cabo de un año, tenía quinientas y tantas páginas en el mesón de la cocina. Esa fue mi primera novela, «La casa de los espíritus», que fue una novela muy afortunada porque, apenas se publicó en Europa, fue un éxito inmediato, lo que nunca ocurre con un primer libro, y se tradujo inmediatamente a varios idiomas. Pero yo vivía en Caracas y no sabía lo que estaba pasando aquí. Entonces, empecé mi segunda novela el 8 de enero, un poco por cábala, por superstición, pero también porque yo trabajaba en un colegio y eran vacaciones el 8 de enero. Entonces, eran unos días libres, era un buen momento para empezar. Después, empecé la tercera novela y ahora no me atrevo a cambiar, porque, imagínate, si cambio la fecha, eso va a ser un desastre. Pero también hay un factor de disciplina.

09:35

Yo no tengo jefe, nadie que me diga: «Siéntate a escribir». Tengo que disciplinarme yo y tener un día para empezar es buenísimo, porque me da estructura. Yo sé que para el 7 de enero tengo que tener todo listo: mi calendario limpio, tengo que estar libre, tengo que tener mi pieza ordenada, la investigación hecha… Eso me ayuda mucho. Nunca sé cuándo voy a terminar, pero a veces termino el libro, digamos, en octubre y ya tengo una idea para otro libro. Me espero hasta el 8 de enero, espero los meses que faltan, que me cuesta mucho esperar, porque estoy como esos caballos que están así, pero espero hasta el 8 de enero. Mis editores se molestan por lo mucho que escribo, porque no alcanzan a publicar un libro y hay otro en la puerta del horno. Pero así vivo, no tengo más vida que la escritura, los perros y mi marido, mi tercer marido, que no será el último digo yo. Nunca sabes.

10:37
Rosa. Hola, Isabel. Es un enorme placer saludarte. Me llamo Rosa. Para mí, tu primera novela, «La casa de los espíritus», es una obra maestra, es un libro lleno de magia y de familia. Me gustaría saber, Isabel, ¿cuánto crees que hay de ti entre sus páginas?

10:55
Isabel Allende. Mira, yo creo que yo no estoy en «La casa de los espíritus», pero está toda mi familia. Como te decía, la intención fue decirle a mi abuelo que yo recordaba todo, recordaba a cada uno de esos personajes. Mira, con una familia como la mía, no hay que inventar nada. Son todos lunáticos, maravillosos. Tenía una abuela fantástica, que era clarividente, psíquica y maravillosa. Entonces, muchos de esos personajes aparecen en «La casa de los espíritus». La novela empieza con Rosa. Rosa era la primera novia que tuvo mi abuelo y poco antes de casarse, días antes de casarse, ella murió envenenada. No se sabe qué pasó, si fue un remedio o algo que ella tomó. No se sabe… Fue muy misteriosa esa muerte. Muchos años más tarde, mi abuelo se casó con la hermana menor de la familia, que fue mi abuela, pero la fotografía de Rosa, la bella, estaba en el piano. Era una fotografía en sepia de una señora un poco gordita, que no sé por qué decían que era tan bonita y que era como una sirena. Y yo me imaginaba que las sirenas tenían el pelo verde. Por eso, en «La casa de los espíritus», aparece Rosa con el pelo verde. Pero muchos de los personajes son mis tíos, mis tíos abuelos, los parientes de mi abuela, la familia materna… Eran todos deliciosos. Y ellos están ahí, pero yo no, yo soy la narradora, pero no estoy en el libro. Y mira, en esta última novela, la gente que la ha leído me dice que la protagonista soy yo. Mira, de partida, es alta con las piernas largas. Olvídate. Y tiene 25 años. La única similitud es que ella no conoce a su padre y tiene un padrastro maravilloso, como me tocó a mí. En el fondo, el padrastro de Emilia en la novela es un homenaje a mi padrastro, que fue mi mejor amigo, un tipo formidable que nunca me juzgó y estuvo incondicionalmente a mi lado. Y se murió en mis brazos hace no mucho. Se murió de 103 años.

13:10
Natalie. Hola, Isabel. Soy Natalie, de Venezuela, donde viviste y muchos te admiramos. Gracias por tus historias. Isabel, el realismo mágico es un gran sello de identidad en la literatura. Para ti, ¿dónde reside en la cotidianidad la magia? ¿Dónde la encuentras para trasladarla al papel?

13:29
Isabel Allende. Mira, como te decía, tuve una abuela mágica. Entonces, me crie con la idea de que el mundo es muy misterioso, de que no tenemos una explicación para todo lo que sucede. Las casualidades, los sueños proféticos, las coincidencias y tantas otras cosas que suceden todos los días que no podemos explicar ni controlar. Incluso las emociones humanas, que a veces nos llevan a la guerra, nos llevan a hacer cosas extraordinarias y son emociones invisibles que, en el fondo, son mágicas también. Entonces, el realismo mágico, que aparece en la literatura latinoamericana entre los años 60 y 80 muy fuerte, no es un truco literario. Yo creo que es una manera de entender el mundo en que vivimos, especialmente en América Latina, sobre todo en Venezuela, diría yo. Fíjate que, en Venezuela, yo coleccionaba recortes de prensa de las cosas locas que pasaban… Locas. Entonces, escribí «Eva Luna» con los recortes de prensa. Son anécdotas que salían en los periódicos. Por ejemplo, que nace un niño con dos cabezas: una cabeza africana y una blanca. Y sale una foto, bueno, por supuesto, trucada. Pero hay que recortar eso porque es maravilloso. Imagínate lo que puedes hacer con eso en una novela. Después, hay una inundación y, flotando por la calle inundada, va un ataúd con una señora durmiendo adentro. Entonces, después se averigua que la señora siempre duerme en el ataúd porque se está preparando para la muerte. Entonces, esas cosas maravillosas no las tengo que inventar. Están ahí y son lindísimas. En mi vida privada, yo acepto el misterio de todo lo que pasa, pero no vivo pendiente de espíritus ni de fantasmas. Por ejemplo, siento que mi hija Paula está siempre conmigo, pero estoy consciente de que es un ejercicio de memoria y de amor por ella. No es que el fantasma de ella ande circulando por mi casa.

15:43
Vicky. Hola, Isabel, soy Vicky y quería comentarte que el libro que más me ha conmovido en mi vida ha sido «Paula». Admiro cómo, en unos momentos de tanto dolor y tristeza, has logrado poner amor para hacer una maravilla, una obra maravillosa como «Paula».

16:09
Isabel Allende. Mi hija estuvo en coma un año, en que estuve a su lado durante un año, y murió en mis brazos también. Y después de que ella murió… Ella murió el 6 de diciembre de 1992 y yo empiezo a escribir el 8 de enero, un mes después. Yo estaba con el corazón partido, te puedes imaginar, después de lo que había pasado. Y mi mamá vino de Chile, estaba conmigo y me dijo: «¿Qué vas a escribir el 8 de enero?». Y dije: «Nada, mamá. Siento que no puedo hacer nada». Y ella me entregó ciento y tantas cartas que yo le había enviado a ella desde Madrid, desde el hospital en Madrid, y desde California, cuando yo me llevé a Paula a California. Y me dijo: «Léelas. Están en orden cronológico y vas a ver lo que pasó». Y me sirvieron mucho las cartas porque para mí ese año fue una sola noche larga y oscura. No podía distinguir un día de otro. Me pareció que siempre fue lo mismo, excepto el viaje en avión para traerme a Paula en coma desde Madrid hasta San Francisco, con un cambio de avión en Washington. Eso sí me acordaba, pero de lo demás no. Y al leer las cartas, lo fui viendo paso a paso y comprendí que la única salida para mi hija era la muerte. Al leer las cartas y al empezar a escribir sobre esto, fue como una catarsis. Fue un libro escrito con lágrimas que me ayudó a comprender lo que había pasado, aceptarlo y también a transformar la rabia que sentía contra todo lo que había pasado, transformar eso en amor por Paula y tratar de vivir los años que me quedan como los habría vivido ella. Y Paula era una persona extraordinariamente generosa, compasiva. Pasó toda su vida trabajando como voluntaria, ayudando a la gente más pobre, a mujeres en circunstancias muy vulnerables… Entonces, dije: «Bueno, yo quiero el resto de mi vida hacer algo de la obra que ella habría hecho si hubiera vivido». Y de ahí, nació la idea de una fundación y la fundación prolonga en el tiempo la misión que ella se había propuesto muy joven.

Isabel Allende, escritora:
18:47
Miranda. Hola, Isabel. Un gusto. Mi nombre es Miranda. Junto a mi mamá, soy una gran fan tuya y he visto que en tus novelas las mujeres tienen una fuerza tremenda. ¿Tú de dónde sacas inspiración para estas mujeres? Y también, ¿cuáles mujeres reales te has inspirado y conoces y has plasmado en tus libros?

19:06
Isabel Allende. Siempre me preguntan por las mujeres fuertes en mis libros. La verdad es que no conozco ninguna que no lo sea. De manera que están por todos lados esas mujeres, no tengo que inventarlas. A través de mi fundación, conozco a mujeres que han pasado por todo, les ha pasado de todo lo peor, han perdido todo, incluso a veces los hijos, y, sin embargo, se ponen de pie y salen adelante de alguna manera y son capaces de seguir viviendo con generosidad y, a veces, con alegría. Y no solo a través de mi fundación, sino en programas que nosotros estamos en contacto en África, en Nepal, en Sudamérica, en muchas partes… No es que sean mujeres que yo escojo, sino que están por todos lados y ellas inspiran a los personajes de mis libros. Y, a veces, por la fundación, me cae la historia como un regalo, que no tengo que inventar nada. Lo único que tengo que hacer es relacionar cosas, armarlo como una historia. Un ejemplo es mi novela «El viento conoce mi nombre». A través de la fundación, conocí a una niñita ciega, una niña ciega de El Salvador, que la separaron de su mamá en la frontera con México, la frontera de Estados Unidos con México. La madre se perdió en la burocracia, la deportaron, pasó de todo… Y la niña ciega, sin hablar el idioma, sin saber dónde estaba, sin tener a nadie de su familia ni de su pueblo siquiera cerca, empezó a retroceder en edad y a comportarse cada vez más joven, más joven… Dejó de comer, no quería hablar. O sea, un caso, pero dramático. Un caso como ese no hay nada que inventarle, contarlo nomás. ¿Por qué? Porque cuando vemos en las noticias que existen 120 millones de refugiados en el mundo y que la mayoría son mujeres y niños, eso no significa nada: son números. Pero cuando conocemos un caso, sabemos el nombre, le hemos visto la cara, conocemos la historia, todo cambia. Porque esa niña puede ser mi hija, esa niña puede ser mi nieta. Entonces, la relación con el problema cambia completamente. Y ese es mi trabajo: encontrar esas voces silenciadas y ponerlas en la página.

21:38
María. Hola, Isabel. Me da mucho gusto conocerte.

21:40
Isabel Allende. Gracias.

21:41
María. Yo soy María, de México, y quería preguntarte sobre la memoria y el olvido, que creo que forman una parte muy importante de tu literatura. Me encantaría que nos contaras qué valor tú le das a los recuerdos y a cómo nos moldean.

21:57
Isabel Allende. Yo creo que la materia prima para la ficción o para la literatura en general… Hablo por mí y creo que por la mayor parte de los autores. La materia prima es la experiencia, la memoria, la gente que uno conoce, las cosas que a uno le importan… De ahí sale el impulso, la necesidad de escribir sobre algo determinado. «La casa de los espíritus» fue escrita en el exilio. Yo no sería escritora hoy sin esa experiencia de haberlo perdido todo y tratar de recordarlo, de recuperarlo a través de la palabra. A lo largo de estos 40 años que he estado escribiendo, muchas veces vuelvo a ese lugar sagrado que es la infancia: las memorias de la infancia, la casa de mi abuelo, el paisaje y la naturaleza de entonces. Creo que eso es lo más fuerte que queda con uno y de ahí viene todo el impulso para escribir, para hacer muchas cosas en la vida. Pero yo también he sido una eterna desplazada. Siempre me he estado moviendo de un lado a otro. Estoy de visita en la Tierra. Me parece que soy extranjera en todas partes. Entonces, para una persona como yo, que no tiene testigos de su vida, porque voy cambiando, es muy importante recordar. Ahora, el problema es que se me ha olvidado el 90 % de lo que me ha pasado y el 10 % que me acuerdo no pasó así, pero tengo las cartas que intercambié con mi madre durante toda una vida. Empezamos a escribirnos todos los días cuando yo tenía como 16 años y, desde 1987, empecé a juntar las cartas mías y de mi mamá y a ponerlas por año en orden cronológico.

23:56

Tengo 24.000 cartas. En cada caja, hay entre 600 y 800 cartas, porque son las de ella y las mías. Ahí está todo, ahí está la memoria perdida, ahí está el 10 % que me lo imagino de otra manera… Está todo. Y ahora estoy tratando de escribir una memoria, que es mucho más difícil que escribir ficción, porque en la ficción yo puedo mentir todo lo que quiera, yo soy una gran mentirosa, pero en la memoria tienes que tratar de llegar a la verdad y eso me cuesta mucho más, sobre todo la verdad de uno mismo. Y ahí está todo, en las cartas. Entonces, estoy revisando esa correspondencia con mi madre, voy sacando las cajas de los últimos años y voy viendo qué pasó año a año. Ahora, desgraciadamente, mi mamá murió muy viejita, pero murió en el 2018. Desde entonces, no tengo a quién escribirle y los días van pasando uno tras otro y se pierden en el olvido. Esto no me voy a acordar para nada, mañana me voy a haber olvidado de todos ustedes, ya ni voy a saber que existieron. Eso es lo terrible con la memoria.

25:06
Isaac. Hola, Isabel.

25:07
Isabel Allende. Hola.

25:07
Isaac. Una de tus armas más poderosas es el amor, ¿cuál crees tú que es el secreto para mantener viva la llama del amor?

25:15
Isabel Allende. Oye, te voy a decir que depende de la edad, porque, a la edad mía, ya no te quedan hormonas. Entonces, el amor cambia mucho. De joven, yo hice muchas locuras por amor, por pasión… Entre otras, me fui a vivir a los Estados Unidos, porque conocí a un gringo de paso y dije: «Bueno, voy a pasar una semana con él y me lo voy a sacar de la cabeza». Viví 28 años con el tipo. Ahora estoy casada por tercera vez con un anciano, te podrás imaginar, porque tiene mi edad el anciano. El amor ha sido la fuerza más poderosa en mi vida, lo que me ha mantenido de pie. Cuando todo lo demás se pierde, está el amor de mi mamá, el amor de mi padrastro, el amor de mis hijos, por los perros que he tenido y algunos maridos, no todos, pero algunos. Es la fuerza, yo creo, que mueve al mundo. Escribí una novela hace muchos años, mi segunda novela, «De amor y de sombra», y ahí hay una frase de la que me he arrepentido siempre. Hay una frase en que uno de los protagonistas dice: «La fuerza más grande que existe es el miedo. El miedo consigue todo». Me he arrepentido porque no es cierto. La fuerza más grande de todas es el amor. Nosotros no estaríamos aquí sin el amor de la madre, que hace que la especie exista no solamente entre los humanos.

26:51

Entonces, cuando me dicen que hay que tener cuidado con el amor en las novelas para no caer en lo sentimental… Bueno, no me importa caer en lo sentimental, porque creo que es poderosísima la fuerza del amor. Me separé de mi marido, del segundo marido, cuando tenía 74 años, y la gente me decía: «Pero ¿cómo, después de haber invertido 28 años en esta relación, te vas a separar ya vieja? Vas a estar sola». Bueno, mejor estar sola que mal acompañada, digo yo. Pasé un tiempo sola y, después, me cayó otra persona en la vida que no la estaba esperando: un tipo que me escuchó por la radio y que empezó a escribirme todos los días en la mañana y en la noche. Al cabo de seis meses, yo fui a Nueva York, que él era de Nueva York, y dije: «Bueno, vamos a conocer a este caballero». A las 24 horas, me había propuesto matrimonio, yo le dije: «No, matrimonio jamás. ¿O sea, otro marido? Ya tengo dos. Atrás. No». Pero me venía a visitar a California… Al cabo de un tiempo vendió su casa, regaló todo lo que tenía y se vino a vivir a California conmigo. Ahí nos pescó el COVID y yo vivía en una casa chiquita con un solo dormitorio, una cama nomás y dos perros y había que hacerle espacio al tercer marido. Nos ha ido bien. Fíjate que sobrevivimos los dos años del COVID encerrados en la casa y seguimos juntos. Así que el amor es muy importante a toda edad, pero ahora no hay pasión como la había antes. O sea, ahora no haría una locura por pasión, no saldría disparada detrás de Antonio Banderas. No, ya no.

28:42
Mujer 1. Isabel, mucho gusto de verdad. También soy venezolana y te puedo contar de haber partido de mi tierra viviendo ya toda la vida y ahora aquí. Lo que más me gusta cuando te leo es el humor que le pones y la ironía que usas en muchas ocasiones para tus libros. ¿Qué importancia tiene para ti en la vida real el humor?

29:07
Isabel Allende. Mira, yo creo que cualquier mujer necesita humor para sobrevivir en el patriarcado, así que no soy yo sola. El humor chileno es cruel, sarcástico. Yo tenía una columna de humor en Chile que era muy popular y cuando fui a Venezuela, traté de hacer lo mismo en Venezuela y no me resultó. El humor en Venezuela es mucho más gentil, mucho más amable… El sarcasmo se entiende como ofensivo y nunca pude hacer humor en Venezuela, pero allí aprendí ese otro humor, que es el humor que está en todos lados en la vida, en todo lo que uno hace. Las expresiones venezolanas son maravillosas, las cosas que la gente dice… Venezuela me cambió la vida, porque yo venía de un país sobrio, de una familia muy severa, católica, conservadora… Y de un país asustado porque estábamos viviendo en la dictadura. Llegué a Venezuela, que en esa época era el segundo país más rico del mundo por el «boom» del petróleo, y la gente alegre… Cualquier disculpa era buena para una fiesta, para bailar, para beber… Un goce de la vida. Uno iba a la playa: las mujeres más lindas del mundo, los hombres con unos taparrabos que no tapaban nada. Era otra vida… Del color, de la alegría, del humor… Todo es liviano. No había necesidad de sufrir, como en Chile, que sufrir es de buen tono. Estar alegre, bueno, quiere decir que no estás prestando atención a lo que está pasando.

30:53

Así que para mí el humor ha sido muy importante en la vida. Ahora como vivo en Estados Unidos, vivo en inglés y muchas veces el humor no se puede traducir. En los libros míos, yo veo que la mayor dificultad que tiene el traductor es la ironía y el humor, porque es muy local, es muy cultural, pertenece a una cierta parte en un cierto momento. De manera que es muy difícil traducirlo. Pero, como yo estoy casada con un americano que no habla una palabra de español, trato de traducirle al inglés algunas cosas que uno dice, se molesta terriblemente. Así que no funciona desgraciadamente. También trato de traducirle las cosas de amor que nosotros decimos, que en inglés suenan terriblemente sospechosas. Por ejemplo, si yo le digo: «Luz de mis ojos, light of my eyes». Se me queda mirando como si hubiera perdido la cabeza. Hay que tener cuidado con la traducción.

31:54
Cristina. Hola, Isabel. Soy Cristina y hoy cumplo un sueño compartido con mi madre, que fue la que me inculcó la pasión de los libros a través de tu lectura, de tus libros, de tu literatura… Así que muchas gracias. La pregunta que te quería hacer es… Tus libros sabes que impactan sobre millones de lectores en todo el mundo y seguramente han tocado el corazón de muchos, como el mío. Lo que quería preguntarte es si ha habido alguna historia de algún lector que haya impactado en el tuyo.

32:22
Isabel Allende. Tengo tantas historias que es difícil seleccionar una, porque me llegan, como decía antes, miles de cartas, miles… Ahora, antes que se inventara el correo electrónico, las cartas me llegaban en papel y se iban juntando cajones de cartas. Una persona que ha estado haciendo un documental y que está aquí ahora, que se llama River Finlay, vino a mi oficina y ella quiso ver material para un documental que está haciendo. Sacaron una carta de las de papel, que existían, del archivo y resultó ser una carta escrita hace 32 años cuando se publicó el libro «Paula». Una chica que estaba estudiando Medicina, que se llama Erin Coleman, me escribió dos páginas diciendo que, como estudiante de Medicina, ella aprendía a lidiar con enfermedades y que, al leer mi libro, todo cambió para ella, porque se dio cuenta de que su profesión es la gente, no la enfermedad. Por cada paciente, hay una familia, hay una esposa, hay una madre que está sufriendo más que el paciente. Bueno, una carta preciosa. Mi nuera, que es de origen siciliano, se le mete una cosa en la cabeza y no la suelta, me dijo: «¿Por qué no buscamos a Erin Coleman? Busquémosla». Habían pasado 32 años, seguramente se casó más de una vez, cambió el nombre… Qué sé yo. Pero Lori, como se le pone una cosa en la cabeza y no la suelta, la encontró y era un médico trabajando en Alabama. Por supuesto con otro nombre porque usaba el nombre del marido, pero la encontró. Entonces, la persona que está haciendo el documental, River, mandó una cámara a Alabama y otra acá y nos conectamos por Zoom y fue la cosa más emocionante que se puedan imaginar. Eso de ver el círculo de la palabra escrita, cómo una historia que es contada 32 años antes da una tremenda vuelta. Erin, hoy en día, trabaja con la gente más vulnerable en el estado más pobre de Estados Unidos. Entonces, eso que como anécdota es increíble que te pase. Cuando uno vive tan largo como he vivido yo, muchos círculos se cierran y uno alcanza a ver como la historia que empezó de alguna manera se desarrolla y termina. Y esa parte de ser vieja es muy linda.

35:01
Pablo. Hola, Isabel. Yo quisiera que nos hablaras de Chile, un país que tanto has descrito en tus novelas. ¿Qué es Chile para ti?

35:10
Isabel Allende. Mira, para mí, Chile es un país inventado, porque recuerdo al Chile que ya no es. Yo vivía en Chile de chica y, en realidad, he vivido muy poco tiempo en Chile, pero si tú me preguntas: «¿De dónde eres?». Yo te diría: «Chilena». No sé por qué. Porque la verdad es que he pasado casi toda mi vida afuera, pero hay algo en ese país, esa raíz que es la raíz de la infancia, que me identifica. Te digo que es un país inventado porque… Por supuesto, han pasado muchísimos años, décadas. Terminó la dictadura, han venido varias democracias, el país ha pasado por mucho y el mundo ha cambiado también y yo he cambiado. Entonces, yo tengo un país en el corazón y cuando voy a Chile, no lo encuentro. A veces, lo encuentro en el sur de Chile, en la provincia, pero en la provincia más lejana, entre la gente más retirada, más humilde… Ahí encuentro el Chile que yo recuerdo, que es un Chile modesto, comunitario. Pero lo que sí encuentro siempre en Chile es el acento de mi propia lengua y el humor, que, como yo decía, es muy particular el humor chileno. Ya no me queda casi nadie allá, me quedan tres o cuatro personas que quiero mucho, pero mis padres ya no están, mi familia se desparramó por el mundo después del golpe militar y nunca más nos hemos juntado. La única vez que estuve con mis dos hermanos fue cuando murió mi madre. Es la única vez, en años de años, que estuvimos todos juntos. Entonces, siento que Chile es mi territorio de la imaginación y de la literatura, pero no sé si yo pertenezco ahí ya. No sé…

Isabel Allende, escritora:
37:02
Leticia. Hola, Isabel. Qué maravilla tenerte aquí con nosotros. A mí me gustaría saber si pudieses definir el legado que te gustaría dejar, ya no solo como escritora, sino como persona, como ser humano. ¿Cuál sería?

37.14
Isabel Allende. ¿El «legado»? Esa es una palabra masculina. Las mujeres no piensan en legado. Los hombres creen que pueden controlar su imagen, su dinero y su familia desde la tumba. Las mujeres somos mucho más realistas y sabemos que nada de eso existe: te mueres y se acabó todo. Así que no me preocupa para nada el cuento del legado. ¿Cómo quiero que me recuerden? Yo espero que mi hijo me recuerde, tal vez mi nuera, pero nada más. Ya mi marido va a estar muerto para entonces y los perros también.

37:51
Mujer 2. Hola, Isabel. ¿Qué tal? Yo quería preguntarte… ¿Cuál dirías que es la lección más importante que te ha enseñado la vida hasta ahora?

38:01
Isabel Allende. Fíjate que la lección más importante me la enseñó Paula: uno solo tiene lo que da. Mientras más das, más recibes. Creo que la generosidad es lo que nos hace más felices. Hay una tendencia en la sociedad en que vivimos a acumular, a tener más… Y te digo, a mi edad, uno empieza a desprenderse de todo, porque sabes que no te vas a llevar nada contigo. Hay una gran liberación en eso, en que mientras más uno entrega, más uno da. No solo estás más libre y más alegre, sino que te empieza a llegar de vuelta, no cosas, sino que afectos, relaciones… La vida se hace mucho más linda dando y yo creo que esa es la gran lección que me enseñó mi hija. Tanto así que el mantra de la fundación es dar lo más que uno pueda. Solo tienes lo que das.

39:08
Hombre 1. Hola, Isabel. Encantado de estar aquí y conocerte. Dentro de esta larga trayectoria que llevas escribiendo, ¿cómo la tecnología ha ido avanzando para tu forma de escribir? Sé que el 8 de enero empezabas a escribir… Supongo que empezarías con pluma, papel… Pero, a día de hoy, ¿cómo has acabado? ¿O cómo vas a seguir?

39:28
Isabel Allende. Nunca escribí a mano, no soy tan antigua. Ya existían las máquinas de escribir cuando yo era joven. Fíjate una cosa: las máquinas de escribir antiguas, tú les tenías que dar bien fuerte a las teclas para poder escribir y yo todavía le pego a la computadora como si fuera una máquina de escribir. Cada tres meses más o menos, mi hijo tiene que cambiar el teclado, porque está destrozado. Cuando yo escribí «La casa de los espíritus», por supuesto, en una máquina de escribir portátil, había papel carbón. La única manera en que tú podías tener una copia de algo era meterle detrás un papel carbón, que era inmundo el papel carbón, te ensuciaba todo. Así que, de «La casa de los espíritus», yo tenía solo la copia… Una sola copia que era en la que estaba escribiendo. Para cortar y trasladar un párrafo, se cortaba con tijera y se pegaba con «scotch» en la otra página. Para corregir había un líquido que se llamaba típex, un líquido blanco. Pintabas la palabra y esperabas que se secara un buen rato y después lo tenías que volver a meter en el rodillo y escribir encima. Cuando escribí «La casa de los espíritus», mi mamá leyó el manuscrito y me dijo: «Pero por Dios, le pusiste el nombre de tu padre al villano». Yo le dije: «Mamá, no te preocupes, lo vamos a cambiar». «Sí, cómo no». Tuvimos que sentarnos toda la familia en la mesa del comedor y mientras uno… Nicolás iba con una regla, página por página, viendo línea por línea el nombre hasta que aparecía el nombre, entonces, otro lo pintaba… Paula lo pintaba con típex, mi marido lo secaba con el secador de pelo y yo, más allá, lo metía en el rodillo. Ese nombre tenía que tener una letra menos que el nombre original para que te cupiera en el espacio. Entonces, cuando se inventó la computadora, yo la usé por primera vez en «Eva Luna».

41:26

Cuando terminé el libro, había corregido tanto, porque la delicia de corregir sin tener que pegar con «scotch»… Lo leí y no era yo, era una cosa acartonada, formal, demasiado corregida, porque no conocía el medio todavía. Pero desde que existe la computadora, me cambió el trabajo absolutamente y ahora hay muchos recursos para la investigación que no había antes. Antes tú tenías que ir a una biblioteca, tenías que conseguir las cosas, leer mamotretos para poder obtener una frase que te servía. Hoy en día tienes, por supuesto, el internet, pero ahora tienes la inteligencia artificial, que yo todavía no la he usado, pero que me fascina la idea. Imagínate que yo le puedo decir a la inteligencia artificial: «Escríbame un libro sobre tal cosa». Y no tengo que hacer nada, firmarlo nomás. Fantástico, fantástico… Ese será mi futuro. Oye, pero me acaba de pasar una cosa con la inteligencia artificial que me da terror. En un programa de televisión en Nueva York, la persona que me entrevistaba me dijo: «Yo le pedí a la inteligencia artificial que me escribiera una carta de amor en el estilo de Isabel Allende». Ante mi horror, una carta en que habla de las mariposas que salen del alma y que las flores… Lo que yo no diría jamás, ni siquiera a Antonio Banderas. Entonces, el terror de que te atribuyan lo que tú nunca dijiste… Eso sí es un problema.

43:08
Esperanza. Hola, Isabel. Soy Esperanza. ¿Quién mejor que yo para hacerte esta petición? ¿Qué mensaje de esperanza darías para las generaciones venideras? ¿Cómo les ves con tanta polarización, tanta guerra? ¿Qué opinión te merece? ¿Y qué mensaje les lanzarías de esperanza?

43:27
Isabel Allende. Es muy difícil dar consejo o dar mensaje porque no me siento autorizada. O sea, no tengo la autoridad moral por último para darlo. Lo que te puedo decir es la experiencia. En los años de mi vida, yo he visto que todo cambia. Ha habido momentos en la vida y momentos en la historia de estos 80 años míos en que parece que todo está fijo para siempre en una situación mala. La dictadura, por ejemplo. 17 años de dictadura y la sensación de que eso no puede cambiar porque está todo controlado: está controlada la prensa, controlado el sistema judicial, no hay congresos, no hay partidos políticos, no hay sindicatos… ¿Cómo salimos de esto? Y salimos, salimos con una votación. Entonces, he visto los cambios. Pasé por los años 60, por ejemplo, por la época de los misiles en Cuba cuando parecía que el mundo iba a explotar en otra guerra mundial, por tantos asesinatos, tantas guerras, tantas ocupaciones… Y salimos cada vez. Entonces, lo que me mantiene a mí optimista, y soy muy optimista sin ser estúpida, es que veo que las cosas cambian y a veces parece que retrocedemos, pero el arco de la historia, el arco de la humanidad es hacia el progreso, hacia la evolución.

44:54

Ningún tiempo pasado fue mejor que el de ahora, por muy malo que este sea. ¿Por qué? Porque el tiempo pasado que fue mejor lo fue para muy poca gente, pero la gran mayoría de la gente está mejor hoy de lo que estaba antes. Hay más educación, más información, más salud, más comunicación, más progreso, más ciencia que la que había antes para más gente… Y eso es evolución. Yo nací en la mitad de la Segunda Guerra Mundial, en la época del Holocausto, de las bombas atómicas… Unos 50 millones de refugiados nada más que en Europa. No existían los derechos humanos, no existían las Naciones Unidas, el feminismo estaba en ciernes, los derechos de los niños, de la naturaleza… Todo eso ha venido en mi época, en los años de mi vida. Hay que mirar el futuro a largo plazo. Cuesta mucho porque uno vive en el presente. Bueno, a mi edad, yo siento que yo no lo voy a ver, muchas de las cosas que quiero ver, pero siento que soy una parte de un proceso, parte de una cadena… El aporte que yo haga no voy a ver el resultado, pero puede ser que lo vea mi nieta. Entonces, eso me mantiene andando. Yo creo que lo más importante es mantenernos informados, unidos y comunicados. Cuando uno está solo, se siente muy vulnerable, y la verdad es que uno es muy vulnerable cuando está solo, pero cuando estamos juntos, somos una fuerza tremenda. Esa sensación de que juntos podemos hacer cualquier cosa, eso es lo que me mantiene siempre optimista.

Isabel Allende, escritora:
46:44
José Antonio. Hola, Isabel. Encantado de conocerte. Soy psicólogo, vengo de México y estoy haciendo ahorita el doctorado. Hablas de cómo «Paula» fue una catarsis en tu proceso y, como psicólogo, sé que la escritura y la lectura son un proceso de sanación. Entonces, quisiera saber si para ti hay algún texto tuyo o de alguien más que haya sido esto para ti.

47:05
Isabel Allende. ¿Que haya sido qué?

47:06
José Antonio. Sanación.

47:04
Isabel Allende. «Paula». O sea, escribir el libro «Paula» me ayudó a sanar. Uno nunca olvida y el dolor de haber perdido una hija se queda bajo la piel para siempre y emerge con cualquier disculpa. De repente, veo a una niña que va caminando, de espalda la veo, y va con «blue jeans», una blusa blanca y una cola de caballo y es Paula. Entonces, eso está siempre ahí, pero uno va sanando con el tiempo y con el proceso creativo, que para mí ha sido muy importante. Dos cosas me ayudaron en ese momento y a lo largo de la vida. Una fue la escritura y otra la gente: el amor de la gente, la compañía, la compasión… Cuando uno sufre un dolor muy grande, uno se va para adentro, te encierras así, te pones como aconchado. Es lo peor que uno puede hacer. Si uno se abre y lo comparte con otros, hay consuelo, hay sanación… Ahí empieza la sanación. Pero también he encontrado en otros textos no tanto sanación, como me he visto reflejada. Cuando yo era adolescente, cuando era chica, cuando era adolescente, cuando era joven, tenía una rabia adentro, pero ciega, y no sabía cómo expresarla. Era una rabia contra la autoridad, contra el patriarcado. Yo veía que mis hermanos tenían muchas más opciones que yo. Yo estaba muy limitada y no sabía cómo manifestar. No sabía qué era esta rabia. Tanto que mi mamá creía que yo tenía un problema mental. Y en eso, leí un libro de la Germaine Greer que se llama «La mujer eunuco». Ese libro puso en palabras lo que yo sentía, lo explicó. Dije: «Resulta que no estoy loca, resulta que hay gente que piensa como yo, que hay un movimiento que se llama Movimiento de Liberación Femenina y que este es el idioma para expresarlo». Y todo me cambió. Entonces, a veces en un texto no es que uno cambio, sino que uno se encuentra reflejado. Encuentras una vía para expresar lo que sientes o para actuar y eso es una cosa maravillosa de la literatura. A ustedes. Gracias, gracias, gracias. Muchas gracias. Gracias. A ustedes.