La historia de un error que amenaza a nuestra civilización
Manuel Maqueda
La historia de un error que amenaza a nuestra civilización
Manuel Maqueda
Profesor de economía circular
Creando oportunidades
Hacia la economía circular: el legado de un buen ancestro
Manuel Maqueda Profesor de economía circular
Manuel Maqueda
Una botella de plástico puede tardar hasta mil años en descomponerse. Una, mil años. Y cada minuto se venden un millón de botellas de plástico en el mundo. Cada minuto, un millón. Unos datos vertiginosos que colisionan con el uso que le damos a este material y que se traducen en unos de los mayores problemas medioambientales a los que se enfrenta el ser humano. “Hay una cosa que una civilización inteligente jamás debería hacer con semejante material, con semejante tecnología, y es utilizarla para fabricar cosas diseñadas para convertirse en basura”, sentencia el economista Manuel Maqueda.
Licenciado en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y en Derecho por la UNED, Maqueda es el primer profesor de Economía Circular y Regenerativa en Harvard. Este experto en contaminación por plásticos es fundador de varias ONG y empresas sociales y también codirector de ‘Albatross’, un documental que expone la situación de estas aves marinas acosadas por la ingestión de la basura plástica en el océano Pacífico. En un mundo con excedente de información, el profesor apuesta por buscar soluciones desde el pensamiento sistémico y advierte de la aceleración silenciosa de los problemas a los que nos enfrentamos. “En principio, parece que no ocurre nada y, de repente, catapún. El cambio climático, la pérdida de biodiversidad… Todas las alteraciones que hay en los ecosistemas son funciones exponenciales”, avisa el experto.
Los esfuerzos de Manuel Maqueda se centran en dejar un mundo mejor a las próximas generaciones: “Mi trabajo, en la educación y en las ONG, tiene ese objetivo: ser un buen ancestro y hacer honor a este tiempo tan especial y tan importante que nos ha tocado vivir”.
Transcripción
En el año 2020, en plena pandemia, se vivió el momento en el cual todo lo fabricado por el hombre igualó en peso a lo fabricado por la naturaleza. Pero es que lo fabricado por el hombre se duplica en peso cada 20 años. Es decir, es una función exponencial. ¿Eso qué significa? Que la naturaleza va haciéndose cada vez más pequeñita, más pequeñita, más pequeñita, más pequeñita. Y dependemos de la naturaleza para existir. Es lo que llamamos «servicios de ecosistema». El 90 % de nuestra comida necesita ser polinizada por abejas y otros insectos, y algunos animales también son polinizadores. Sin ellos no comemos. Nuestra agua es infiltrada en el suelo. Fluye por un sistema hídrico. Bebemos. Nuestra agricultura depende de ella también. La comida depende del suelo, suelo fértil, etcétera. Es decir, nuestra existencia es muy precaria sin naturaleza y, si la naturaleza cada vez es más pequeña y, además, ¿cómo está esa naturaleza más pequeña?, estresada, pierde biodiversidad, cambio climático, eso es un problema muy grande. Entonces es cuando hay que hablar de economía regenerativa. No nos basta con mantener todo en uso y en un ciclo: hay que asegurarse de que regeneramos los sistemas vivos y ayudamos a la naturaleza, porque la naturaleza es lo único que sabemos que funciona durante miles de años en este planeta. De hecho, nuestro planeta es el único que conocemos en el universo que tiene vida y que está en desequilibrio…, que está en desequilibrio entrópico. Eso significa que la tendencia natural que tiene la materia a estropearse, a degenerarse, está rota por la vida, porque la vida vuelve a construirlo todo otra vez. Entonces, esa es la necesidad de una economía regenerativa, que es más allá. Pero es curioso: ¿dónde estamos hoy en la conversación? Estamos hablando de sostenibilidad. ¿Y sostenibilidad qué es? «Uy, esta bombilla incandescente consume mucho. Voy a quitarla y voy a poner esta que tiene como un churrito que consume menos. Uy, la del churrito tampoco es buena, voy a poner una de led». Es como hacer menos daño o tener menor huella. Eso es lo que nos dicen que es la sostenibilidad. Eso no es ni de lejos lo que necesitamos, que sería la circularidad, el mantener ese equilibrio, pero tampoco nos sirve. Necesitamos tener un efecto positivo en los seres vivos, en la naturaleza, en la biosfera y en la habilidad de esta biosfera para mantenernos vivos, para sobrevivir. Entonces, por eso os decía al principio que la conversación es un poco más complicada y más difícil de lo que nos cuentan. Hay que ir mucho más allá, mucho más allá de lo que nos están contando.
"La economía circular es dar valor: comer, beber, divertirse, todo lo que hacemos los seres humanos, sin extraer recursos y sin generar residuos"
Luego pensar también que el problema lo tienen los demás. Buscar enemigos. Nuestra sociedad es muy polarizada. En esta época que os ha tocado vivir, vosotros que sois más jóvenes, es todo enseguida la polarización, en qué campo estás. Entonces, esto es algo que nos debe unir en torno al amor por la salud de las personas y de los sistemas vivos de los que dependemos, por la idea de ser un buen ancestro. Quizá cuando eres adolescente, que alguien te diga: «Oye, hay que ser buen ancestro», dices: «Ah». Yo todavía lo estoy intentando interiorizar, pero es muy importante la idea de ser un buen ancestro, porque gracias a los ancestros estamos aquí. Entonces, el segundo aspecto es que no hay enemigos. Tenemos que ser nosotros los que hagamos el cambio. Cada vez que señalas a otro, hay tres dedos que te están señalando a ti. Entonces, cuando oigáis ese tipo de conversación, ya sabéis que esa es una conversación que no va a enriquecer, que no va a construir demasiado o todo lo que podría. Luego, cuando se habla de economía circular, por ejemplo, se habla mucho de reciclaje. ¿Vosotros recicláis? ¿Sí? Bueno, veo más caras. Más o menos lo intentamos. ¿Cómo os sentiríais si yo os dijese que nunca habéis reciclado nada? Espera, he dicho «si os dijese eso», no os lo he dicho, pero os invito a la reflexión. La persona que dice: «Yo reciclo», en realidad, ¿qué hace? ¿Tú cuando reciclas, qué haces? ¿Exactamente qué haces? ¿Cuáles son los actos que tú haces? Llevas unos objetos a un contenedor de un color determinado, ¿no? ¿Qué pasa con eso? No lo sabemos, es decir, tú no recoges, tú segregas, digo, tú no reciclas, tú segregas. Es un poquito donde tendríamos que pensar que no reciclamos. Pero es que el reciclaje, dentro de las estrategias que hay de economía circular, es la de menos valor, porque esas cosas, suponiendo que se reciclen, se van a reciclar solo si tienen valor y tienen pureza, suponiendo que se reciclen, lo único que obtienes de ellas es los átomos y las moléculas. Si tú tienes vidrio, lo fundes y fabricas nuevo vidrio. Cartón, lo deshacen, lo que sea, todos los procesos, lo limpian, le quitan las tintas y hacen nuevo cartón. ¿Qué pasa con todo el valor que tenía la caja de cartón? Tenía un diseño, tenía una forma, se había empleado mucha energía para fabricarla, para enviarla, había gente que había trabajado… El envase de vidrio igual. Todo eso se perdió. Nos hemos quedado con nada más que átomos y moléculas. Es decir, que hemos perdido casi todo el valor económico que eso tenía. Entonces, otro fallo que hay en la conversación actual de sostenibilidad es poner el reciclaje en el centro. El reciclaje es muy importante, pero es lo último, porque perdemos todo el valor, solamente nos quedamos con átomos y moléculas. Y es un proceso que es importante, funciona solo si hay diseño para que ocurra y si hay pureza y valor para que ocurra. Y la economía circular no es la economía el reciclaje. La economía circular no es la economía de reciclaje. Si alguien os dice: «¿Qué es la economía circular?», le podéis decir: «No es la economía del reciclaje». ¿Qué es? Todo lo que ocurre antes para mantener las cosas en valor como se hacía siempre. Ese es otro mito importante que hay que solucionar. Otra receta infalible para el fracaso de la sostenibilidad es este foco tremendo que hay en la huella, en la huella energética. Uh, la huella energética. Y, os digo, es muy importante la huella energética. Y en el carbono: hay que descarbonizar la economía. Muy importante. Hay que pasar a que todo sean coches eléctricos, etcétera. Entonces, imaginemos por un momento que tenemos una varita mágica fantástica de Harry Potter o la que sea y se la damos a Greta Thunberg o a quien sea, como el héroe de sostenibilidad, para que se hagan realidad todos sus sueños. Y diría: «Que todos los vehículos sean eléctricos y todos los medios de transporte del mundo mundial». Vale. ¿Cuántas emisiones habría? ¿Iríamos a cero emisiones si eso ocurre? No. De esa manera podríamos eliminar un poquito más de la mitad de las emisiones. Entonces, fijaos en que la otra mitad está fuera de la conversación. ¿De dónde sale el resto de las emisiones? De la fabricación de cosas. Nuestra economía extrae, fabrica y tira, extrae, fabrica y tira. Entonces, tú extraes, fabricas un montón de coches, diésel, gasolina, lo que sea, y luego los tiras. Vale, ahora los fabricamos eléctricos, extraes, fabricas y tiras coches eléctricos, paneles solares, turbinas…
¿Para eso qué necesitas? Cada vez necesitas más metales, cemento, acero, materiales plásticos, de todo tipo de cosas… Estás en la misma rueda de la que no vas a salir nunca. Lo único, que ahora estás fabricando cosas que tienen menor huella energética y de emisiones, pero sigues teniendo que emitir un montón para hacer eso y sigues generando un montón de residuos. Estás yendo en dirección contraria a donde tienes que ir. Eso es lo que no nos cuenta casi nadie. El coche es un buen ejemplo también de receta infalible o de malentendidos en cuanto a sostenibilidad, y es algo que me ocurre mucho a veces en mis clases o cuando estoy con gente como vosotros, que alguien me pregunta: «Oye, Manuel, ¿qué es mejor? ¿Un vehículo diésel o gasolina o híbrido o eléctrico? ¿Qué me compro?». Y, entonces, en mi clase siempre suele haber el listo que levanta la mano y dice: «Yo lo sé, el eléctrico es peor según sale de la fábrica. ¿Por qué? Porque para fabricar un vehículo eléctrico necesitas más emisiones, es más intensivo en energía, en recursos… Es peor, tiene más emisiones, pero, como lo vas a ir utilizando y tiene menos emisiones que el otro, va a llegar a un punto de equilibrio, ponle un año, dos años… Entonces, el coche eléctrico es mejor». Vale. Eso es como el nivel uno de compresión del problema. Pero llega otro alumno o alumna que está por ahí y dice: «Yo tengo algo que decir. El coche eléctrico, sí, eso es verdad, pero el coche eléctrico tiene un montón de electrónica y unas enormes baterías. Es un residuo electrónico con ruedas. Al final de su vida vamos a tener un problemón con ese coche, con todas esas electrónicas, con toda esa…». Vale. Y esta es la discusión habitual. Ahora os pregunto: ¿cómo veo yo ese problema? Porque yo no lo veo así en absoluto. Lo veo de otra manera completamente distinta. ¿Queréis saber cuál es? Yo hago la pregunta: vale, tanto el eléctrico como el otro, ¿cuánto tiempo están aparcados frente al tiempo que están conduciendo? Los coches de media están aparcados el 96 % del tiempo. O sea, que esa conversación que acabamos de tener, que nos la estábamos creyendo, estábamos apasionados, era sobre el 4 % del problema, porque durante el 96 % del tiempo ese coche es una escultura moderna que tenemos ahí, muy bonita a lo mejor, muy hortera, no lo sé, pero es lo que es. ¿Y cuál es la ocupación media de ese vehículo cuando se conduce? 1,3 personas. Un poco raro pensar en quién es el coma tres, pero es la media: 1,3 personas. Es más, si vemos ese 4 %, del 4 %, durante el tiempo que se usa, el 2,5 % es ir del punto A al punto B. Para eso tenemos coches se supone, para ir del punto A al punto B. El resto es buscar aparcamiento y estar en atascos. Y para eso gastamos casi la cuarta parte de nuestra renta disponible en Europa, para ser propietarios de coches. Entonces, es como: «¿Y nosotros somos la civilización, la especie más inteligente del planeta?». Usamos todos estos recursos para fabricar estos coches que no utilizamos, que nos cuestan una pasta y, cuando los usamos, estamos en un atasco y estamos nosotros solos. ¿Veis? Al hacer este planteamiento, ¿qué se abre ahora? El pensamiento exponencial. Decir: «¿Cómo podemos llevar a la gente del punto A al punto B sin toda esa locura de los vehículos? ¿Cómo podemos tener vehículos que se comparten?». En teoría, podríamos eliminar el 90 % de los vehículos que hay en la calle. Hemos cambiado de una conversación donde las posibilidades eran pequeñas a algo exponencial. Y eso es la conversación de economía circular y de economía regenerativa. Es un rediseño total de cómo se genera valor en la economía. Y la conversación de sostenibilidad no va por ahí. Es cómo podemos poner una tirita… La tirita tiene que ser de color verde, por supuesto, con una florecita. Pero es cómo ponemos estos parches y estas tiritas a la economía que tenemos, que es un diseño muy primitivo en el fondo. Entonces, esa es otra de las recetas fáciles. Y, hablando de diseño, fijaos en que todo lo que estáis viendo aquí, excepto nosotros… Bueno, nosotros no sé si somos diseño. Somos diseño evolutivo, ¿no?, los seres humanos. Pero todo lo demás ha sido diseñado por alguien. Nuestra ropa, nuestros objetos… Diseñado por alguien. Y vivimos en un mundo donde hay libertad de diseño y un principio de innovación que significa que cualquiera puede diseñar lo que quiera, como quiera y, si te inventas algo nuevo, que es una tecnología, un material nuevo, mejor, siempre y cuando no esté prohibido, ¿vale? Entonces, ese es el mundo en el que vivimos. Bueno, pues el 80 % de los impactos económicos, sociales, pero también ecológicos, de todo se determina en la fase de diseño. Por eso el reciclaje es un dolor de cabeza para todo el mundo, porque las cosas no han sido diseñadas para ser recicladas. El tipo que diseñó cómo se iba a embalar, yo qué sé, este reloj creó el embalaje, pero no pensó en su vida final y no se coordinó con los otros que están generando embalaje por todo el mundo. Entonces, no va a funcionar ningún esfuerzo de sostenibilidad si no vamos al diseño, y al ir al diseño nos encontramos un problema: el principio de innovación que yo decía antes. Hoy había traído una revista que tengo del año 1955 en la que se habla de innovaciones del futuro. Es muy gracioso ir a revistas de hace 50 años, 70 años, y ver su descripción del futuro. Pero en esta acertaron. Describían los objetos de usar y tirar de plástico. Se había inventado el plástico y, entonces, salía una familia muy feliz tirando todo por los aires, llenos de basura, llenos de cosas, «¡Bien!», felices. Y ponía: «Los objetos desechables van a aliviar las tareas domésticas». Este es el futuro, ¿no? Y en la siguiente página sale una mujer muy bien vestida que está cocinando en un hornillo desechable. Da ejemplos de objetos desechables del futuro. Es un hornillo desechable y pone: «Gracias al amianto no se quema». El amianto, no sé si lo sabéis, pero es algo cancerígeno que está prohibido, pero en esa época no se sabía. Como cuando se inventó el radio, que era un material radioactivo. Las primeras bebidas energéticas, el primer Red Bull, era agua con radio. Al tipo que la inventó lo tuvieron que enterrar en un ataúd de plomo porque estaba radiactivo. Se murió, claro.
Entonces, ¿qué ocurre? Que tenemos el principio de innovación. Todo lo que no está prohibido, todo lo que no se demuestra científicamente que causa daño, está permitido. Por esa razón, si yo hiciera un análisis de sangre a todos los que estáis aquí ahora mismo: 100 % positivo por bisfenol A, probablemente, ftalatos, sustancias perfluoroalcalinadas y también microplásticos. Justo esta semana ha salido en un nuevo análisis, un nuevo estudio científico, que los micro y nanoplásticos entran en el cerebro dos horas después de su ingestión. Es de la semana pasada. Yo esto no lo sabía. Estamos todos contaminados. Entonces, ¿qué ocurre? Que, si el bisfenol A es un problema, hay que poner científicos, dinero, gente a investigarlo para que se prohíba. En el momento en que se prohíba… Eso es un aditivo del plástico que lo hace brillante y bonito. Entonces, eso es algo interesante de lo que no se habla demasiado. Vivimos en un mundo de libertad de diseño y de principio de innovación. Lo contrario sería el principio de precaución, es decir, tú puedes diseñar e inventar por poner cualquier sustancia en el mundo, pero tienes que demostrar que es segura. Es importante recordarlo, porque nadie nos dice eso. Somos nosotros los que tenemos que educarnos, somos nosotros los que tenemos que ir a internet o a una charla que doy yo sobre toxicidad de plástico o lo que sea para enterarnos de cómo protegernos frente a estas cosas que son legales y que están funcionando y que, poquito a poco, vamos descubriendo que son nocivas y las vamos prohibiendo con un costo enorme, porque las cobayas somos nosotros. Entonces, es un poquito dura esa realidad, quizá preocupante, pero lo bueno es que os lleva a tener un espíritu crítico, que es otra cosa imprescindible y ausente de la conversación sobre sostenibilidad: la necesidad de pruebas y evidencias científicas de cualquier afirmación que se haga de que algo es bueno para el medioambiente. El otro día pasé al lado de una gasolinera. Tenía un letrero enorme que ponía: «Aquí cuidamos el medioambiente». O ves una bolsa de plástico que pone: «Nos preocupa el medioambiente». ¿Qué significa todo eso? Necesitamos pruebas científicas, estándares e información sobre qué significan todas esas cosas. Y eso es algo que yo estoy seguro de que en el futuro también va a escandalizar del mismo modo que nos escandaliza ver esta revista del año 55 en que estaban en contacto con amianto o que estaban tomando radio, un material radiactivo. Es una buena pregunta para hacerse: ¿qué estamos haciendo hoy que va a ser muy sorprendente dentro de, no sé, 20 años o a lo mejor antes?
"Aproximadamente el 90 % de todo lo que se crea en la economía en un año se tira"
Entonces, el plástico, todo lo que os voy a contar sobre el plástico es el plástico, pero es más que eso: es una historia de cómo los seres humanos nos fascinamos con las tecnologías y no le prestamos atención a cómo las usamos, a los riesgos. No tenemos ese pensamiento crítico y el pensamiento sistémico de la naturaleza, porque, si lo hubiéramos tenido, habríamos dicho: «Un momento. ¿Qué pasa si ese plástico se cae al suelo? ¿Qué pasa si se pierde en un bosque? Lo va a poder… No, es sintético». Entonces, el plástico es interesante, pero es también interesante porque, si no cambiamos nuestra forma de pensar, nos dice un poco lo que puede ocurrir con otras tecnologías exponenciales, como es la nanotecnología, como es la biología sintética, como es la inteligencia artificial, que las usemos del mismo modo incorrecto y potencialmente devastador para nuestro medioambiente, nuestra salud y nuestra vida. Entonces, para hablar del plástico, el primer punto que tienes que entender es que el plástico es un material que el planeta no puede digerir. La vida no puede digerirlo. Estas moléculas son tan gigantes que las bacterias, los microorganismos, no pueden hacer nada con ellas. Es como si a ti te dan de comer un bocadillo de jamón muy apetitoso, pero del tamaño del Titanic. Pues no me cabe en la boca. No me lo puedo comer. Es demasiado grande para los organismos que se dedican a reciclar la vida. Son moléculas enormes. Entonces, es un material que el planeta no puede digerir. No se biodegrada, pero se fragmenta, y esto es una de las cosas más extrañas y peligrosas del plástico. O sea, se rompe en trocitos cada vez más y más y más y más pequeños, incluso hasta a nivel microscópico, pero sigue siendo plástico. No se rompe en otras moléculas que pueden ser utilizadas por la vida, sigue siendo plástico. Entonces, un material que la Tierra no puede digerir, pero se fragmenta en millones y billones de partículas que lo contaminan todo, hay una cosa que una civilización inteligente jamás debería hacer con semejante material, con semejante tecnología, y es utilizarla para fabricar cosas diseñadas para convertirse en basura. Embalajes, por ejemplo. Si tú tomas un material así, úsalo para cosas duraderas, porque el material es superduradero. No lo uses para la cucharita de plástico, para la anillita que sale del tetrabrik de plástico, para todas esas chorradas. Es lo primero que no debes hacer nunca con ese material. Entonces, un material que la Tierra no puede digerir, pero se fragmenta. Se fragmenta en micro y nanoplásticos. Para que os hagáis una idea, una persona de media ingiere, bebe y respira entre tres y cinco gramos de micro y nanoplásticos cada semana. Eso es una tarjeta de crédito, ¿vale? Eso es lo que se estima. En realidad, la ciencia está empezando a entender esta realidad de los micro y nanoplásticos. Como os decía antes, ha salido un estudio que indica que pasan nuestra membrana y entran en el cerebro en cuestión de horas después de su ingesta. Han sido encontrados en la sangre, en la linfa, en distintos tejidos… No sabemos qué efectos tiene sobre la salud. Estamos empezando a descubrirlo. Nada bueno, desde luego. Entonces, se fragmenta. Otra cosa interesante del plástico es que es un secreto industrial. Me vais a decir: «¿Qué me dices? ¿El plástico es un secreto?». Sí. Todas las cosas de plástico que vemos por aquí, que vemos en nuestra casa… Dices: «Bueno, es plástico», sí, «debajo tiene un número de resina, esto es, yo qué sé, PVC o PET», vale, pero el plástico se fabrica con aditivos. Esas propiedades tan versátiles que tiene de dureza, resistencia, color, todo eso es con aditivos que le metes dentro. Hay unos 10.000 aditivos que se meten en el plástico, de los cuales unos 2.000 son peligrosos para la salud humana. ¿Dónde está la lista de ingredientes de cada plástico? Hay como 8.000 tipos de resinas en el mercado. Si yo soy fabricante de plástico y quiero hacer una cucharilla, pues hay unos fabricantes que me venden la resina, pero yo no sé los ingredientes exactos. No hay manera de saberlo. Dos mil y pico de esas sustancias, de esas 10.000, que se ponen como aditivos en el plástico son peligrosas para la salud humana. Entonces, una civilización inteligente ¿qué es lo que jamás haría con un material, una tecnología como el plástico, que no sabes exactamente qué contiene? Poner tu comida y tu bebida en ese material. Y eso es precisamente lo que hemos hecho: utilizar el plástico para alimentos. No sé si alguna vez, si tenéis tarteras de plástico en vuestra casa, por cierto, os recomiendo que os deshagáis de ellas, ¿habéis visto alguna vez que al poner tomate o curry y cosas de color se queda el plástico coloreado y cuesta lavarlo, ¿verdad? Ahí podéis ver que está habiendo una interacción entre la comida y el recipiente. El plástico es hidrofóbico, rechaza el agua, le gustan los lípidos, las grasas. También reacciona más con los ácidos, como el tomate. Pones salsa de tomate y tiene grasa, tiene ácido: hay una interacción, ¿no? Por eso estamos todos contaminados. Si hacemos un análisis de sangre, todos tenemos bisfenol A, por ejemplo. El bisfenol A dura en el cuerpo dos semanas, luego desaparece. Si toda la población lo tiene, significa que la exposición es constante. Bisfenol A y otros muchos aditivos. Otra muy interesante es las sartenes antiadherentes: el recubrimiento que las hace antiadherentes es un polímero, es un plástico, y tiene unas sustancias que se llaman perfluoroalcalinadas, PFA. Llevan flúor. El flúor es el enlace químico más persistente de la naturaleza. Se cree que dura cientos de miles de años. Se cree porque nadie ha vivido tanto como para decir que es verdad, pero es así de pertinaz. De hecho, los científicos que están investigando cómo nos afecta esta sustancia a la salud, para obtener sangre humana en sus estudios que no tenga PFA, están teniendo que ir a por sangre que está congelada de la guerra de Corea, porque desde entonces se popularizaron todos estos materiales. También los recubrimientos de la ropa impermeable. Cuando se forman esas gotitas en las cosas impermeables, esa es la capacidad que tiene esa sustancia. Son muy útiles, pero son muy tóxicas y duran para siempre. Entonces, es un material de contenido secreto y tóxico.
Otra realidad del plástico importante es que tiene una dimensión exponencial y esto es un poco difícil de comprender, pero sé que vosotros podéis. Lo que quiero decir es que la cantidad de plástico es tan grande que fabricamos, que nuestro cerebro no puede comprender las métricas que usamos para medir el plástico y para poder hacer algo al respecto. Por ejemplo, si yo os digo que se fabrican 450 millones de toneladas de plástico al año, decís: «Vale, parece mucho», pero ¿podéis visualizarlo? Yo no puedo. Pero, mira, sí se fabrican 450 millones de toneladas o más. Eso son datos de hace un par de años. Va creciendo exponencialmente. De los cuales aproximadamente un 40 % ¿se utiliza para qué? Para fabricar embalajes. Para cosas que están diseñadas para convertirse en basura. De las cuales un 30 % se calcula que terminan entrando en el medioambiente, donde se convierte en contaminación plástica, microplásticos y contamina todos los ecosistemas del planeta. De esos 30 millones de toneladas al año que entran, unos 8 millones de toneladas, hay quien dice 12, hay quien dice 14, usamos lo más conservador, 8 millones, ¿terminan dónde? ¿Dónde está cuesta abajo de todas partes y a sotavento todas partes? En el mar. En el mar. Son 8 millones de toneladas. Entonces, vamos a intentar visualizar ese trocito, ese fragmento. Hemos pasado de 450 millones de toneladas, el 40 % que se utiliza para embalajes, el 30 % de eso termina en el medioambiente y 8 millones de toneladas, un porcentaje de eso, en el mar. Vamos a visualizarlo. Quiero que imaginéis vuestra playa favorita, aquí, en Madrid, no hay muchas, pero habréis ido a la playa alguna vez, espero, y que os pongáis en esa playa. Ahora, ¿sabéis lo que es un metro de largo? Es como un paso, una zancada. En cada metro lineal de esa playa vamos a poner 15 bolsas de plástico, la típica bolsa de plástico de la compra, y cada bolsa va a estar llena de recipientes de plástico: de yogures, de champú…, de lo que sea. 15. O sea, que tenemos un metro y son cinco filas de tres bolsas, más o menos, en cada metro lineal, ¿sí?, por cada metro de playa. Y ahora vamos a extender eso por todas las playas de España. Y ahora, por todas las playas de Europa y del mundo. Eso son ocho millones de toneladas de plástico, y eso es lo que entra cada año en el mar. En Estados Unidos, que es el 3 % de la población mundial, en comparación con la población, más o menos… En Europa, la cifra será parecida, yo creo. Cada semana son 500 millones de botellitas de plástico las que se utilizan para beber. De nuevo, otra cifra. Dices: «Es muchísimo», pero ¿cuánto es? Entonces, hagamos un ejercicio. Cogemos una botella de plástico, la ponemos en fila con otra y otra y otra y hacemos una fila de botellas de plástico. ¿Sabéis cómo sería de larga? Durante una semana, solo Estados Unidos y solo agua. Daría la vuelta al mundo cinco veces. Cinco minutos de consumo de bebidas en botellas de plástico. No de aceite, no de champú, no de todas las millones de cosas que hay. Solo bebidas. Solo Estados Unidos. Cinco minutos. Serían ocho campos de fútbol cubiertos de botellas. Si habéis estado alguna vez en un campo de fútbol, imaginaos el doble. Esos dos campos de fútbol los haces dobles. Tienes cuatro. Esa extensión bien cubierta de botellas de plástico cada cinco minutos, solamente de bebidas. Entonces, hay un problema de comprensión de la magnitud del problema, porque nuestro cerebro se rebela ante estos datos, ante la magnitud. Por eso es por lo que todos los ecosistemas del planeta están contaminados. Porque dices: «¿Cómo es posible que haya microplásticos?». Están subiendo por las raíces de las plantas, los estamos inhalando, están en el agua de lluvia… En cualquier playa del mundo, si tomas arena aleatoriamente… Da igual dónde te vayas, a la Antártida, a una playa maravillosa a la que no haya ido nunca nadie, a un lugar tropical. Coges una muestra aleatoria de arena, la miras en el microscopio y… microplásticos. ¿Cómo es posible? Parece inconcebible. Es por la magnitud de nuestra adicción al plástico de un solo uso. Es por eso por lo que están las cosas así. Entonces, vemos que tenemos una sociedad adicta a usar y tirar, que ya es malo, pero, además, a usar y tirar recipientes de plástico y cosas de plástico, que es un material que el planeta no puede digerir, que es tóxico, con componentes desconocidos, que se fragmenta… Que lo hacemos a una escala bestial e incomprensible y que cuando lo hemos exportado a otros países pobres… Muchas veces vamos a esos países más pobres y decimos: «Pero ¡mira qué gente! Está todo lleno de plástico. No saben que no hay que hacerlo ahí, que hay que poner el plástico en la basura». Nos damos cuenta de que, en el fondo, es ese modelo de negocio de envasar todo en plástico, porque cuanto más se envasa y más pequeño es, sabes que más caro es, ¿no? El café en cápsulas, por ejemplo, es como 50 euros el kilo. Es una genialidad. El agua embotellada es el negocio más genial. ¿Sabéis que el agua embotellada cuesta mil veces más cara que el agua del grifo? Tú imagínate que te fueses a tomar un menú o un bocata y te pidiesen 5.000 euros. Y dices: «¿Qué?». Pero eso es lo que hacemos cada vez que tomamos una botellita. Bueno, pues todo ese modelo de negocio fantástico genera todos estos residuos. ¿Quién paga la gestión de ese residuo? Nosotros, las comunidades, los países ricos nos lo podemos permitir, pero en los países pobres no se lo pueden permitir. Si no tienen buenas escuelas, ni carreteras, ni infraestructuras, ¿van a tener que concentrarse en estos maravillosos sistemas de gestión de residuos? No funciona así.
No es solamente eso. Mucho del plástico que se pone en contenedores de reciclaje con buena fe aquí, en Europa, o en Estados Unidos termina siendo enviado a países en vías de desarrollo, donde se quema muchas veces o termina en el medioambiente. Y, globalmente, se recupera, no se recicla, se recupera un 14 % del plástico. Y no digo reciclar muy a propósito, porque ahí viene un engaño. Mucha gente dice: «El porcentaje de reciclaje es el 20 %». No. El 20 % termina en un contenedor. Es el primer paso. Reciclaje es cuando se ha convertido eso en otra cosa, si no, no hay reciclaje. Entonces, globalmente se recupera, no se recicla, el 14 % del plástico. Después de tantos años. Y nos dicen ahora que esa va a ser la solución. Bueno, hay porcentajes que se pierden directamente. Hay un 8 % de todo eso que directamente se convierte en cosas no reciclables de nuevo. Por ejemplo, la Copa del Mundo de fútbol. Dicen: «Los jugadores de la Selección de Alemania van con camisetas hechas con plástico reciclado». ¿Qué va a pasar al final de la vida de esas camisetas? Van a ir a la basura. Con ese tipo de reciclaje que no es en un ciclo, que no fabricas de un yogur otro yogur, etcétera, sino que fabricas una camiseta y la camiseta, al final de su vida, va a la basura, lo único que haces es retrasar la llegada al basurero. No es un reciclaje en ciclo cerrado. Solamente un 2 % se incorpora a objetos parecidos a los que teníamos al principio, a otras botellas, recipientes… Y digo «se incorpora», no «se convierte en». ¿Por qué? Porque el plástico pierde mucha pureza. Como está hecho de tantos aditivos… Y está hecho con química, no está hecho con física. Si estuviera hecho con física, como el vidrio… El vidrio lo fundes. Le das calor, se funde, vidrio fundido, fabricas una nueva botella. El metal, igual. El plástico, no. Si tú fundes plástico, tienes plástico fundido. Tienes un amasijo que no es de muy buena calidad. Va perdiendo calidad. Tienes que ponerle plástico nuevo. Es un proceso muy caro, muy ineficaz, mucho más complicado que usar plástico nuevo, plástico virgen. Entonces, hay razones económicas y técnicas, aparte de la logística, que hacen que el reciclaje de plástico no sea una solución sostenible ni eficaz, y no lo ha sido nunca. Y ese es un problema grande. ¿Cuál es la solución entonces? Pues tenemos que reservar el plástico para objetos duraderos y dejar de fabricar cosas diseñadas para convertirse en basura con plástico. Tenemos que pasar a materiales más saludables, materiales que se puedan reciclar de verdad. Y, si hay plásticos, además tienen que homogeneizarse, ser del mismo tipo de resina, con ingredientes conocidos, etcétera. Y sanos, saber que podemos poner ahí comida, bebida, nuestros cosméticos o lo que sea, y ahora mismo no existen esas garantías.
"El plástico es un material que la Tierra no puede digerir y se fragmenta en millones y billones de partículas que lo contaminan todo"
¿Cómo podemos meter eso en nuestra economía, en nuestras acciones, cada día, para que esté en el ADN de nuestra economía y de nuestra forma de ser y de habitar este planeta? Esa regeneración. No es el cuidado, no es el respeto, es el ser un aliado activo de los seres vivos. Firmar una alianza con ellos, con los sistemas vivos de los cuales somos parte. Pero hay algo que a mí me da esperanza y que yo he visto y comprobado una vez y otra vez. Y es que cambiar las creencias es difícil, pero se pueden cambiar los comportamientos, y si tú cambias los comportamientos, cambias tus creencias. Hay una relación bidireccional. Entonces, si empezamos a hacerlo, si empezamos a implementar estas soluciones en nuestra vida cotidiana, empezando por nuestros hogares, cambia nuestro sistema operativo. Si empezamos a ir a la naturaleza, empezamos a cultivar la tierra, empezamos a interesarnos por qué comemos, de dónde viene nuestra comida, cómo funciona el suelo, cómo funcionan los ciclos hídricos, cuáles son las plantas nativas del lugar donde vivimos… Ese tipo de cosas va a cambiar nuestras creencias, más que estudiarlas en un libro. Por eso toda mi enseñanza es siempre aplicada. ¿Cosas que me dan esperanza? Ayer, justo ayer, tuve la penúltima clase de mi curso de economía regenerativa en Harvard, que es la primera vez que lo enseño. Yo hace años que propuse en Berkeley un curso de economía circular. Me dijeron: «¿Eso qué es», y lo tuve que explicar. Bueno, vamos a ver… Y así terminamos sabiendo ellos y yo lo que era, y los estudiantes también. Y ahora estamos empezando una economía regenerativa, que es también un reto definir eso. Y es algo que también yo abordo con mucha humildad, porque tengo que aprenderlo yo primero. Esa es otra. ¿Quién sabe de estas cosas? Pues nadie. Estamos todos aprendiendo. Lo que os quería contar es que vinieron dos personas ayer a mi clase. Traigo a mucha gente de fuera a que venga a contar sus experiencias. Uno de ellos se llama Doug Tallamy. Ha escrito un montón de libros. Es un entomólogo experto en insectos. Y él se dio cuenta del papel que tenían, por ejemplo, las orugas. Las orugas dan un poquito de asco. ¿Os dan asco? A la mayoría de gente… También nos han educado nuestros padres con sus reacciones. A veces, ves a los padres con niños y la mamá hace: «¡Ah», y el niño aprende eso. Pues Doug Tallamy ha estudiado a las orugas. Una pareja de pajaritos anidando puede consumir fácilmente entre 6.000 y 9.000 orugas para sacar adelante un nido de pollitos. ¿Qué ocurre con los jardines, con los ajardinamientos que hacemos, en los que ponemos césped? Matamos las plantas nativas de los lugares. No es que las orugas puedan comer cualquier planta. Cada oruga, muchas de ellas tienen una sola planta que pueden comer. Entonces, colapsan las orugas, colapsan los pájaros, colapsan los ecosistemas. Y este hombre tuvo una idea: ya que la naturaleza está tan destruida y solo sobrevive en parques nacionales, ¿qué podemos hacer? Y a él se le ocurrió la idea de llevar los parques nacionales a los jardines de cada persona y crear un parque nacional que está hecho por millones de jardines. Y él te da herramientas para que en tu jardín pongas plantas nativas, vienen las orugas… Y él cuenta las especies. Él compró una finca y empezó a hacer esto, y ha traído miles y miles de especies a vivir ahí, en su casa. Increíble. Esa visión nueva de: «Si no podemos restaurar la naturaleza…». Pero ¿cómo podemos ser creativos para aumentar la biodiversidad y la biomasa de esa manera? El siguiente que vino a hablar se llama Ralph Chami. Esta persona fue director adjunto del Fondo Monetario Internacional. ¡Guau! Es como un gran organismo financiero. Es un economista financiero. Ni siquiera es un economista medioambiental, es economista financiero. Pero él tuvo una idea brillante con otros científicos. Él estaba de vacaciones en Baja California y estaba viendo ballenas. El típico barco con el que sales a ver las ballenas, qué bonito, haces una foto, te haces un selfi con la ballena, le dices a todo mundo que has estado con una ballena… Pero estaba él con unos científicos y empezó a hacerles preguntas sobre el ciclo de vida de las ballenas. Y les preguntó: «¿Las ballenas capturan carbono?». «Sí, claro, muchísimo». «¿Cómo que muchísimo?». «Sí, claro. La ballena, cuando come el plancton, luego se sumerge y, cada vez que se sumerge, hace caca. Y eso es imprescindible para que aparezca nuevo plancton, ese fitoplancton…». Empezaron a explicar los científicos cómo las ballenas capturan carbono. Y luego, ese cuerpo enorme de la ballena, cuando muere la ballena, se hunde. Cualquier cosa que se hunde en el mar más de mil metros queda capturada a perpetuidad. Es carbono capturado a perpetuidad. Entonces, dijo: «¿Y cuánto carbono es?». «No lo sé. Vamos a calcularlo». Entonces, se pusieron a hacer los cálculos. Y una vez que lo tuvieron, dijeron: «¿Cuál es el valor del carbono ahora mismo en los mercados?». Sabes que hay bonos de carbono. Una empresa que contamina un montón y no lo puede evitar puede comprar bonos de carbono. Se supone que alguien planta un arbolito o lo que sea para compensar ese carbono. Compras por tonelada de CO2. ¿Cuánto vale la tonelada de CO2 ahora mismo en el mercado? 60 dólares, lo que sea. Lo multiplicó y le salió tres millones y medio de valor de una ballena de media. Tres millones y medio de dólares. «Esto tiene que estar mal. Vamos a hacerlo otra vez». Repitieron varias veces los cálculos y ese era el valor correcto de una ballena en términos solo de carbono, no de los demás servicios que da al ecosistema.Le llamaron de África. «Oye, ¿y qué pasa con los elefantes?». Lo hizo para el elefante. Dos millones y medio por un elefante. Se dieron cuenta de que se podía hacer un mercado de carbono para salvar la naturaleza. Ahora están calculando el valor que tienen las praderas oceánicas. ¿Habéis oído hablar de las hierbas oceánicas, la posidonia? No son algas, son hierbas. El mayor experto del mundo es español. Se llama Carlos Duarte. Empezó a trabajar con Carlos Duarte. Se están dando cuenta de que, por ejemplo, Bahamas tenía más dinero y más posibilidad de ingresos económicos por el carbono de sus hierbas oceánicas que por el turismo. Y que, en lugar de construir más puertos deportivos y hoteles, lo que tenía que hacer era cuidar sus praderas oceánicas y empezar a recibir esos fondos. Fijaos en lo que pasa cuando metes en la economía un servicio de ecosistema, en este caso, uno nada más, que es la captura de carbono. Tuvieron el problema de cómo lo iban a medir, y se les ocurrió una idea genial. Las praderas oceánicas están visitadas por el tiburón tigre. El tiburón tigre va allí a cazar. Pusieron cámaras y sensores en los tiburones tigre y descubrieron más del doble de las praderas oceánicas que creían que tenían.
Hay mucho que se está haciendo. Lo que hay que hacer es conectar, crear masa crítica y poner esto como una prioridad encima de la mesa. Yo me acabo de mudar a España después de 25 años en Estados Unidos. Os voy a decir una cosa. Me apetecía mucho volver a mi país, me encanta, estoy aquí feliz, pero una cosa que me llevó a irme fueron los incendios forestales por el cambio climático. Yo vivía en una región en California con muchos bosques, y desde marzo hasta noviembre tenía que tener las maletas al lado de la puerta. En el coche llevaba extintores, una sierra mecánica, un cortador, una cizalla para cortar cadenas y candados, por si me tenía que meter con el coche por el campo escapando de incendios forestales. Llevaba varias radios profesionales. Me saqué el permiso para operar radio. Y vivía como en el apocalipsis zombi cada vez más. Estos incendios forestales, impulsados por el cambio climático de California, se extendían a 100 campos de fútbol por minuto, algunos de ellos. Las nubes se ven desde el espacio. Entonces, eso es lo que me impulsó a venir aquí, a España. Nuestro mundo está cambiando. Está cambiando, además, de forma exponencial. Y esto es algo de lo que no hemos hablado hasta ahora para nada en esta conversación. Hemos hablado del qué, cuál es el estado A, el estado B y el estado C del cambio, pero no cómo cambian. Y quería simplemente invitaros a que pensemos un momento en cómo es el cambio, cómo es el cambio ambiental, porque no es lineal, es exponencial. Os voy a explicar qué significa esto. Es un poquito más abstracto, pero me vais a seguir. Hay un tío fantástico en Estados Unidos. Se llama Albert Allen Barlett. Ya falleció, desgraciadamente. Este hombre era profesor de matemáticas, era físico. Descubrió que los seres humanos no entendíamos la función exponencial, y pensó que nos íbamos a extinguir por ese motivo. Se convenció. «No, no, de todos problemas que hay en el mundo, el problema es la función exponencial». Y dedicó su vida a dar charlas sobre esto. Y diréis: «¿Qué me estás contando?». A ver si lo pilláis conmigo. Yo también… A todos nos cuesta. A mí también. Os voy a explicar cómo es una función exponencial. Imaginemos dos piscinas, del tamaño que sean. Piscina olímpica… iguales, piscina A y piscina B. La vamos a llenar de agua, están vacías. Queremos darnos un bañito. Vamos a llenarlas. La piscina A la vamos a llenar con un tubo de agua que echa una cantidad de agua constante. Lo que sea, 100 litros al minuto, me da igual. Un chorro de agua, os lo imagináis, y se va llenando poquito a poco. Eso es una función lineal. La piscina A. La piscina B, que es igual de tamaño, vamos a llenarla con un gotero de esos que echan una gotita. Pero lo que vamos a echar es una sola gota. Pero con nuestra varita mágica le ponemos una función: que esa gota se duplique cada minuto. Primero tienes una gota, luego tienes dos gotas, luego tienes una cucharita, luego, dos cucharitas… ¿Sí? ¿Me estáis siguiendo? Entonces, os pregunto: ¿Cuál se va a llenar antes? Uf, ya son unas buenas matemáticas calcular cuál se va a llenar antes. Pero eso no es lo importante. Lo importante es cómo se van a llenar. Cuando quedan dos minutos para que esté llena la piscina A, ¿cuánta agua hay en la piscina A, más o menos? Está casi llena, ¿no? Voy a ir a cerrar el grifo de mi tubo, que me la ha estado llenando. Quedan dos minutos para que esté llena, pues está casi llena. Estoy esperando a que se llene un poquito más. Si yo me tiro, no me doy el cabezazo en el fondo, está llena de agua. Cuando quedan dos minutos para que se llene la piscina B, ¿cuánta agua tiene? Tiene la cuarta parte, porque se va a duplicar. Vamos a tener media, se va a duplicar y se va a llenar. O sea, que cuando faltaban dos minutos para que estuviese llena, no te puedes tirar porque te abres la cabeza. Parece que no está pasando nada en esa piscina, que no va a estar llena nunca, y te quedan dos minutos. A los dos minutos está llena y al minuto siguiente tienes dos piscinas. Te has inundado. Eso es una función exponencial. En principio, parece que no ocurre nada y, de repente, catapún. Casi todas las funciones que tienen que ver con lo que está ocurriendo en el mundo ahora: cambio climático, pérdida de biodiversidad… Todas las alteraciones que hay en los ecosistemas son funciones exponenciales. Cuando hay un cambio exponencial, tú no lo puedes cambiar con una mentalidad lineal. Necesitas una herramienta exponencial. La única herramienta exponencial que tenemos es la naturaleza. Esa es la herramienta exponencial. Por ejemplo, las praderas oceánicas, las hierbas oceánicas, crecen de forma exponencial. Muchas especies de insectos, de micelio, de bacterias crecen de forma exponencial, y al tiempo crece su capacidad de captura de carbono y de proveer servicios de ecosistema. Esto ya es para nota, pero creo que es muy importante cómo es el cambio, la naturaleza del cambio. Y ahora parece que no están cambiando las cosas, que no están tan mal, que tenemos tiempo. Y ese es otro de los grandes errores, también, de la gente que trabaja en la sostenibilidad. Decir: «Bueno, vamos paso a paso. Ahora sí, vamos a cambiar la bombillita y ya el año que viene…». No tenemos tiempo. No tenemos tiempo. Y, si no lo hacemos nosotros, nuestra madre nos va a obligar a que lo hagamos, de la cual dependemos cada día. Y eso va a ser un poco más difícil de digerir que si lo hacemos nosotros y hacemos una alianza radical y regenerativa con esos sistemas vivos.
Hace unos años hice un ejercicio con una de mis mentoras. Se llama Johanna Macy. Ella tiene 94 años ahora y sigue enseñando. Ha sido una de mis profesoras. El ejercicio era una meditación con una persona que no conocíamos. Es como si yo me pusiera delante de uno de vosotros, sentados uno frente al otro, en silencio, meditación con los ojos abiertos, mirándonos. Es un poco extraño. Te puede dar la risa, te puede dar vergüenza, pero una vez que lo superas y conectas con la otra persona, te relajas, ves que es un ser humano. Entonces, empieza a ser: «¡Guau! Aquí hay un ser humano». Entonces, Johanna Macy iba dando las instrucciones y dijo: «Bueno, todos los que estáis mirando para allá ahora vamos a imaginar que sois seres del ahora, gente que está viviendo ahora, y los que estáis mirando al revés sois personas de dentro de siete generaciones en el futuro. Descendientes vuestros». Entonces, facilitaba una conversación. Nos metíamos en esos personajes. En el personaje de quiénes somos ahora es fácil meterse, pero en el de dentro de siete generaciones… Y era esa conversación. Y era impactante, porque tenías delante a tu descendiente y te decía: «Oye, y tú, cuando supiste todas esas cosas, ¿qué hiciste?». Y esa es una de las preguntas para las cuales yo me preparo cada día. Si alguien del futuro me preguntase: «¿Qué hiciste?», quiero tener una respuesta. Nosotros hemos transformado el mundo, estamos transformando el mundo. El mundo es un mundo transformado. Ya no es el mundo de antes, es un mundo transformado, herido, que se deshace, que pierde su biodiversidad… Es lo que es. Nos rompe el corazón verlo. Tenemos que ver, no podemos escondernos. Hay que tener valor. Ese mundo transformado puede transformarnos. Si dejamos que nos transforme, evolucionaremos, sobreviviremos. Si lo negamos, por miedo, por lo que sea, si lo negamos y no dejamos que nos transforme, nos extinguiremos. O, si no nos extinguimos y la persona del futuro nos pregunta: «Oye, cando lo supiste, ¿tú qué hiciste?», pues nos echaremos a llorar. Y eso es algo que no quiero que me ocurra, y de ahí sale un poco mi trabajo. Mi trabajo, tanto si es de educación como de ONG, del plástico o lo que sea, tiene ese objetivo: ser un buen ancestro y hacer honor a este tiempo tan especial y tan importante que nos ha tocado vivir. Espero que os llevéis de hoy algunas pinceladas, algunas ideas, y que tengáis la voluntad y el honor de dejaros transformar. Muchas gracias.