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La historia de un error que amenaza a nuestra civilización

Manuel Maqueda

La historia de un error que amenaza a nuestra civilización

Manuel Maqueda

Profesor de economía circular


Creando oportunidades

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Manuel Maqueda

Una botella de plástico puede tardar hasta mil años en descomponerse. Una, mil años. Y cada minuto se venden un millón de botellas de plástico en el mundo. Cada minuto, un millón. Unos datos vertiginosos que colisionan con el uso que le damos a este material y que se traducen en unos de los mayores problemas medioambientales a los que se enfrenta el ser humano. “Hay una cosa que una civilización inteligente jamás debería hacer con semejante material, con semejante tecnología, y es utilizarla para fabricar cosas diseñadas para convertirse en basura”, sentencia el economista Manuel Maqueda.

Licenciado en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y en Derecho por la UNED, Maqueda es el primer profesor de Economía Circular y Regenerativa en Harvard. Este experto en contaminación por plásticos es fundador de varias ONG y empresas sociales y también codirector de ‘Albatross’, un documental que expone la situación de estas aves marinas acosadas por la ingestión de la basura plástica en el océano Pacífico. En un mundo con excedente de información, el profesor apuesta por buscar soluciones desde el pensamiento sistémico y advierte de la aceleración silenciosa de los problemas a los que nos enfrentamos. “En principio, parece que no ocurre nada y, de repente, catapún. El cambio climático, la pérdida de biodiversidad… Todas las alteraciones que hay en los ecosistemas son funciones exponenciales”, avisa el experto.

Los esfuerzos de Manuel Maqueda se centran en dejar un mundo mejor a las próximas generaciones: “Mi trabajo, en la educación y en las ONG, tiene ese objetivo: ser un buen ancestro y hacer honor a este tiempo tan especial y tan importante que nos ha tocado vivir”.


Transcripción

00:26
Manuel Maqueda. Hola. ¿Cómo estáis? Antes de nada, quiero haceros una advertencia. Yo soy conocido por hablar sobre temas de sostenibilidad de una manera distinta porque rompo muchos mitos, denuncio muchas mentiras, muchas historias que nos han contado, y esto hace que los que me conocen, los que estudian conmigo o lo que sea, a veces se vean transformados y su relación diaria con las cosas que tiene en su casa, con lo que comen, con lo que hacen, va cambiando. Entonces, antes de nada, advertiros y también pediros permiso para compartir con vosotros lo que sé sobre estos grandes cambios que están ocurriendo en este mundo, que nos están afectando tanto y que son un poco más profundos y complejos de lo que nos han contado, ¿no? Entonces, creo que es un primer paso importante el profundizar ahí, entrar ahí, pero hay que tener valor para hacerlo. Y os agradezco que estéis aquí para escucharme y estoy deseando también saber vuestras preguntas.  Me llamo Manuel Maqueda y he hecho muchas cosas, pero un punto de inflexión en mi vida fue un viaje a una isla muy remota en el océano Pacífico, que es el mayor océano del planeta, que se llama Midway. Es un pequeño atolón, es una isla, para que os hagáis una idea, de unos tres kilómetros. Te la recorres en un par de horitas. Y está rodeada de mar en todas las direcciones. Son 3.000 kilómetros al continente más cercano. Está entre California y Japón, entre Hawái y Alaska, ahí en el medio. Viajé allí hace ya bastantes años porque ahí hay una colonia de aves marinas, albatros, maravillosas que anidan, más de un millón, todos los años ahí. Y lo que están haciendo es que estas aves están confundiendo su comida por plástico. Se llenan sus buches de plástico. Vuelan a la isla donde tienen sus polluelos y los alimentan de plástico en lugar de comida. Entonces yo fui allí en una época en la que no se sabía mucho sobre la contaminación por plástico para documentar esto y tener un documento gráfico para compartir con el mundo. A partir de ahí empecé a profundizar más en economía circular, en economía regenerativa… He fundado un montón de ONG, empresas, y me he convertido en profesor. He dado clase en varias universidades y ahora doy clase de economía circular aplicada y economía regenerativa en Harvard. Y preparaos porque vamos a aprender un montón de cosas juntos.

03:14
Pablo. Hola, Manuel, tú que estás dando clases en universidades tan prestigiosas como Harvard y Berkeley, nos podrías hacer en pocas palabras, para aquellas personas que están entrando en estos conceptos, qué es la economía circular y regenerativa, y, si puedes, poner algún ejemplo, por favor.

03:36
Manuel Maqueda. Claro que sí. La economía circular es dar valor: comer, beber, divertirse, todo lo que hacemos los seres humanos, crear nuestra ropa, nuestros zapatos, todo eso, sin extraer recursos y generar residuos. Eso es. Lo que hacemos en la actualidad no es así. Nosotros extraemos una enorme cantidad de cosas del planeta, fabricamos cosas y las tiramos. Extraer, fabricar, tirar. Extraer, fabricar, tirar. Extraer, fabricar, tirar. Constantemente. Y medimos incluso el valor de la economía, no por el acceso a las cosas, sino porque esas cosas atraviesen nuestra vida, cosas de poco valor, cosas que son de usar y tirar, etcétera. Para que os hagáis una idea, aproximadamente el 90 % de todo lo que se crea en la economía en un año se tira. Es curioso que nuestra economía pensamos que es una máquina de fabricar valor: es una máquina, en realidad, de destruir valor. Si nosotros hacemos esto con los recursos finitos que hay en el planeta, se terminan acabando, ¿verdad? Y, si seguimos generando y generando residuos, nos ahogamos en ellos, ¿no?Entonces, la economía circular es hacer lo que se ha hecho siempre, que es mantener las cosas, cuidarlas, tener cosas de buena calidad, que le vas a pasar luego a tus hijos, reparar, mantener, todo eso. Y, solamente en el último caso, indeseable, en que algo ya es obsoleto o ya no nos sirve, entonces podemos hablar de reciclarlo o de separarlo en piezas, que deben estar diseñadas para servir para otras cosas. En el fondo es imitar a la naturaleza. Si imaginamos un bosque, por ejemplo… Un bosque es un lugar donde los que viven allí, millones de organismos, árboles, plantas, también hongos, insectos, bacterias, continúan recibiendo valor durante miles y miles y miles de años. El bosque ha sido diseñado para eso. Si, por ejemplo, un búho se muere en ese bosque, en cuestión de minutos, las bacterias, los insectos, todos los organismos que hay empiezan a darse cuenta de que hay valor, que hay recursos, y ese búho vuelve a convertirse en bosque. Es un ciclo de valor perpetuo. Inspirándose en la naturaleza, nuestra economía debería ser así porque vivimos en un planeta que, por cierto, es un concepto, se dice mucho, pero es alucinante, no sé si lo habéis pensado, que es superemocionante y retador: vivimos en un planeta, tenemos lo que tenemos. Entonces, cuando adquirimos esta visión planetaria, de civilización planetaria, nos planteamos una economía circular que mantiene todo en uso. Pero problemilla: los seres humanos tenemos unas tecnologías estupendas que nos permiten fabricar un montón de cosas muy complicadas: zapatos o edificios… Los edificios, los zapatos y otras cosas, la naturaleza no los puede digerir, no son como el búho, entonces, los economistas circulares dividimos todo, nuestra visión del mundo, tenemos como unas gafas que vemos el mundo en lo que es biológico y lo que es técnico. Biológico es todo aquello que es nutriente para la vida, seguro, no está contaminado. No sé, te comes una manzana y le quitas la piel. Eso cae en el bosque y se convierte en comida para el mundo, ¿no? Entonces, todo lo biológico, la naturaleza se ocupa de ello. La economía circular natural funciona, digamos. Pero ¿qué hacemos con todas las cosas que hemos fabricado los seres humanos? Ahí tenemos un problema. Porque eso es lo que nosotros tenemos que, primero, diseñarlas para que se puedan desmontar, para que se puedan reparar, para que se puedan mantener, para que se puedan reciclar. Y, si no lo diseñamos así, tenemos un problema. Yo os hago una pregunta. Imaginad que en una balanza gigantesca colocamos todo lo que es natural en el planeta: los arbustos, los árboles, las plantas de todo tipo, los musgos, los animales, del mar también, algas, bacterias, todo en un lado de la balanza y, en el otro, colocamos todo lo hecho por los seres humanos: el muñeco de Hello Kitty, las gafas, la consola de videojuegos, ¿qué más fabricamos los seres humanos?, nuestra ropa, todo. ¿Hacia dónde se inclinaría esa balanza? ¿Qué pesa más? ¿Lo fabricado por el hombre o lo fabricado por la naturaleza en el mundo? ¿Qué pensáis? A ver, que levanten la mano los que piensan que la naturaleza. Ahora que levanten la mano los que piensan que lo fabricado por el hombre. Ajá. Pues así es.

08:25

En el año 2020, en plena pandemia, se vivió el momento en el cual todo lo fabricado por el hombre igualó en peso a lo fabricado por la naturaleza. Pero es que lo fabricado por el hombre se duplica en peso cada 20 años. Es decir, es una función exponencial. ¿Eso qué significa? Que la naturaleza va haciéndose cada vez más pequeñita, más pequeñita, más pequeñita, más pequeñita. Y dependemos de la naturaleza para existir. Es lo que llamamos «servicios de ecosistema». El 90 % de nuestra comida necesita ser polinizada por abejas y otros insectos, y algunos animales también son polinizadores. Sin ellos no comemos. Nuestra agua es infiltrada en el suelo. Fluye por un sistema hídrico. Bebemos. Nuestra agricultura depende de ella también. La comida depende del suelo, suelo fértil, etcétera. Es decir, nuestra existencia es muy precaria sin naturaleza y, si la naturaleza cada vez es más pequeña y, además, ¿cómo está esa naturaleza más pequeña?, estresada, pierde biodiversidad, cambio climático, eso es un problema muy grande. Entonces es cuando hay que hablar de economía regenerativa. No nos basta con mantener todo en uso y en un ciclo: hay que asegurarse de que regeneramos los sistemas vivos y ayudamos a la naturaleza, porque la naturaleza es lo único que sabemos que funciona durante miles de años en este planeta. De hecho, nuestro planeta es el único que conocemos en el universo que tiene vida y que está en desequilibrio…, que está en desequilibrio entrópico. Eso significa que la tendencia natural que tiene la materia a estropearse, a degenerarse, está rota por la vida, porque la vida vuelve a construirlo todo otra vez. Entonces, esa es la necesidad de una economía regenerativa, que es más allá. Pero es curioso: ¿dónde estamos hoy en la conversación? Estamos hablando de sostenibilidad. ¿Y sostenibilidad qué es? «Uy, esta bombilla incandescente consume mucho. Voy a quitarla y voy a poner esta que tiene como un churrito que consume menos. Uy, la del churrito tampoco es buena, voy a poner una de led». Es como hacer menos daño o tener menor huella. Eso es lo que nos dicen que es la sostenibilidad. Eso no es ni de lejos lo que necesitamos, que sería la circularidad, el mantener ese equilibrio, pero tampoco nos sirve. Necesitamos tener un efecto positivo en los seres vivos, en la naturaleza, en la biosfera y en la habilidad de esta biosfera para mantenernos vivos, para sobrevivir. Entonces, por eso os decía al principio que la conversación es un poco más complicada y más difícil de lo que nos cuentan. Hay que ir mucho más allá, mucho más allá de lo que nos están contando.

La historia de un error que amenaza a nuestra civilización - Manuel Maqueda, profesor de economía circular
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"La economía circular es dar valor: comer, beber, divertirse, todo lo que hacemos los seres humanos, sin extraer recursos y sin generar residuos"

Manuel Maqueda

11:12
Pedro. Bueno, Manuel, dices que hay ciertas recetas sobre la sostenibilidad que son falsas. ¿Nos podrías decir cuáles son estas recetas que calan perfectamente en esta imaginaria sociedad y nos podrías hablar un poco de cuáles sí que calan y no deberían ser y cuáles deberían calar?

11:40
Manuel Maqueda. Sí, no, las recetas infalibles para el fracaso estrepitoso de la sostenibilidad, que son las que oímos repetidamente, ¿no? Una primera cosa que nos dicen es que tenemos que hacer cosas diferentes, tener productos diferentes, materiales diferentes, fuentes de energía diferentes, es decir, se pone un foco enorme en el qué. El problema es esto que hacemos los seres humanos, consumimos este producto o conducimos los coches, los coches son un problema… El problema no es las cosas que hacemos, sino cómo las hacemos. Dicen: «¿La carne? La carne es malísima. Debes comer tofu. El tofu es buenísimo». El problema no es ni la carne ni el tofu. Es cómo se produce la carne y cómo se produce el tofu. Y, de hecho, el problema, si vamos un poquito más profundo, no es las cosas que pensamos, sino cómo las pensamos. Fijaos, yo soy profe. Me viene un montón de gente. He dado clases, charlas, a gente de todas las edades, ¿vale? En prisiones, en colegios, por todo el mundo, gente con síndrome de Down, gente que no tenía educación formal, indígenas, en Harvard, mucha gente, ¿no? Mucha gente viene a aprender con la idea, sobre todo diría gente en el mundo desarrollado, de que quieren poner una «app» en su cerebro, que es el contenido que yo tengo. Como: «Manuel, dame el contenido para que yo me lo coloque en el cerebro». El cerebro es el teléfono, como te descargas una «app». «¿Economía circular? Manuel, cuéntamelo, que me lo quiero descargar». «Vale». Da igual lo que pongas ahí, va a ser el mismo teléfono. Lo que se trata es de jaquear el sistema operativo. Si tú piensas de la misma manera, da igual lo que hagas, que comas tofu, que conduzcas coches eléctricos… Tenemos un problema en nuestra sociedad en cómo pensamos. Si no entendemos cómo funcionan los sistemas naturales, si no tenemos un vocabulario adecuado para hablar de naturaleza, de sostenibilidad, de futuro, da igual todo lo demás. Entonces, ese es uno de los primeros problemas, que no es lo que hacemos, sino cómo lo hacemos. Tenemos que hablar de cómo hacemos las cosas y no es lo que pensamos o lo que creemos, sino cómo pensamos. ¿Cómo somos? Nuestros cerebros… Somos primates que hemos evolucionado. ¿Para qué? Para ser buenos cazadores recolectores. Nuestros cerebros son máquinas de etiquetar: «Esto es una chica. Esto es un chico. Tú tienes esta edad. Estás sentado. Esto es un enemigo. Esto es una presa. Me voy a aparear. No me voy a aparear». Así es como ha evolucionado nuestro cerebro, para eso: cortoplacista, rápidas decisiones, etiquetado. Para triunfar en sostenibilidad tenemos que pensar como un ecosistema. ¿Cómo piensa un bosque? Largo plazo. Interconexión total. El bosque tiene su internet, no sé si lo sabéis. Todos los árboles del bosque están interconectados con las hifas del micelio y envían información: dónde hay agua, dónde no la hay, dónde hay estrés, dónde hay problemas, probablemente hasta dónde se ha muerto ese búho. Hay que pensar en sistemas y hay que pensar a largo plazo. Entonces tenemos el verdadero problema que hay hoy en día en el mundo. No en el cambio climático ni en la biodiversidad ni en todo esto, es que todo esto está dejando claro que los seres humanos no somos capaces de solucionar esos problemas. Ese es el verdadero problema. Entonces, quizá me he perdido o he ido muy profundo en esa primera pregunta, pero creo que es muy importante. No es lo que hacemos, es cómo lo hacemos. No es lo que pensamos, sino cómo pensamos. Esa es una receta infalible.

 

15:22

Luego pensar también que el problema lo tienen los demás. Buscar enemigos. Nuestra sociedad es muy polarizada. En esta época que os ha tocado vivir, vosotros que sois más jóvenes, es todo enseguida la polarización, en qué campo estás. Entonces, esto es algo que nos debe unir en torno al amor por la salud de las personas y de los sistemas vivos de los que dependemos, por la idea de ser un buen ancestro. Quizá cuando eres adolescente, que alguien te diga: «Oye, hay que ser buen ancestro», dices: «Ah». Yo todavía lo estoy intentando interiorizar, pero es muy importante la idea de ser un buen ancestro, porque gracias a los ancestros estamos aquí. Entonces, el segundo aspecto es que no hay enemigos. Tenemos que ser nosotros los que hagamos el cambio. Cada vez que señalas a otro, hay tres dedos que te están señalando a ti. Entonces, cuando oigáis ese tipo de conversación, ya sabéis que esa es una conversación que no va a enriquecer, que no va a construir demasiado o todo lo que podría. Luego, cuando se habla de economía circular, por ejemplo, se habla mucho de reciclaje. ¿Vosotros recicláis? ¿Sí? Bueno, veo más caras. Más o menos lo intentamos. ¿Cómo os sentiríais si yo os dijese que nunca habéis reciclado nada? Espera, he dicho «si os dijese eso», no os lo he dicho, pero os invito a la reflexión. La persona que dice: «Yo reciclo», en realidad, ¿qué hace? ¿Tú cuando reciclas, qué haces? ¿Exactamente qué haces? ¿Cuáles son los actos que tú haces? Llevas unos objetos a un contenedor de un color determinado, ¿no? ¿Qué pasa con eso? No lo sabemos, es decir, tú no recoges, tú segregas, digo, tú no reciclas, tú segregas. Es un poquito donde tendríamos que pensar que no reciclamos. Pero es que el reciclaje, dentro de las estrategias que hay de economía circular, es la de menos valor, porque esas cosas, suponiendo que se reciclen, se van a reciclar solo si tienen valor y tienen pureza, suponiendo que se reciclen, lo único que obtienes de ellas es los átomos y las moléculas. Si tú tienes vidrio, lo fundes y fabricas nuevo vidrio. Cartón, lo deshacen, lo que sea, todos los procesos, lo limpian, le quitan las tintas y hacen nuevo cartón. ¿Qué pasa con todo el valor que tenía la caja de cartón? Tenía un diseño, tenía una forma, se había empleado mucha energía para fabricarla, para enviarla, había gente que había trabajado… El envase de vidrio igual. Todo eso se perdió. Nos hemos quedado con nada más que átomos y moléculas. Es decir, que hemos perdido casi todo el valor económico que eso tenía. Entonces, otro fallo que hay en la conversación actual de sostenibilidad es poner el reciclaje en el centro. El reciclaje es muy importante, pero es lo último, porque perdemos todo el valor, solamente nos quedamos con átomos y moléculas. Y es un proceso que es importante, funciona solo si hay diseño para que ocurra y si hay pureza y valor para que ocurra. Y la economía circular no es la economía el reciclaje. La economía circular no es la economía de reciclaje. Si alguien os dice: «¿Qué es la economía circular?», le podéis decir: «No es la economía del reciclaje». ¿Qué es? Todo lo que ocurre antes para mantener las cosas en valor como se hacía siempre. Ese es otro mito importante que hay que solucionar. Otra receta infalible para el fracaso de la sostenibilidad es este foco tremendo que hay en la huella, en la huella energética. Uh, la huella energética. Y, os digo, es muy importante la huella energética. Y en el carbono: hay que descarbonizar la economía. Muy importante. Hay que pasar a que todo sean coches eléctricos, etcétera. Entonces, imaginemos por un momento que tenemos una varita mágica fantástica de Harry Potter o la que sea y se la damos a Greta Thunberg o a quien sea, como el héroe de sostenibilidad, para que se hagan realidad todos sus sueños. Y diría: «Que todos los vehículos sean eléctricos y todos los medios de transporte del mundo mundial». Vale. ¿Cuántas emisiones habría? ¿Iríamos a cero emisiones si eso ocurre? No. De esa manera podríamos eliminar un poquito más de la mitad de las emisiones. Entonces, fijaos en que la otra mitad está fuera de la conversación. ¿De dónde sale el resto de las emisiones? De la fabricación de cosas. Nuestra economía extrae, fabrica y tira, extrae, fabrica y tira. Entonces, tú extraes, fabricas un montón de coches, diésel, gasolina, lo que sea, y luego los tiras. Vale, ahora los fabricamos eléctricos, extraes, fabricas y tiras coches eléctricos, paneles solares, turbinas…

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¿Para eso qué necesitas? Cada vez necesitas más metales, cemento, acero, materiales plásticos, de todo tipo de cosas… Estás en la misma rueda de la que no vas a salir nunca. Lo único, que ahora estás fabricando cosas que tienen menor huella energética y de emisiones, pero sigues teniendo que emitir un montón para hacer eso y sigues generando un montón de residuos. Estás yendo en dirección contraria a donde tienes que ir. Eso es lo que no nos cuenta casi nadie. El coche es un buen ejemplo también de receta infalible o de malentendidos en cuanto a sostenibilidad, y es algo que me ocurre mucho a veces en mis clases o cuando estoy con gente como vosotros, que alguien me pregunta: «Oye, Manuel, ¿qué es mejor? ¿Un vehículo diésel o gasolina o híbrido o eléctrico? ¿Qué me compro?». Y, entonces, en mi clase siempre suele haber el listo que levanta la mano y dice: «Yo lo sé, el eléctrico es peor según sale de la fábrica. ¿Por qué? Porque para fabricar un vehículo eléctrico necesitas más emisiones, es más intensivo en energía, en recursos… Es peor, tiene más emisiones, pero, como lo vas a ir utilizando y tiene menos emisiones que el otro, va a llegar a un punto de equilibrio, ponle un año, dos años… Entonces, el coche eléctrico es mejor». Vale. Eso es como el nivel uno de compresión del problema. Pero llega otro alumno o alumna que está por ahí y dice: «Yo tengo algo que decir. El coche eléctrico, sí, eso es verdad, pero el coche eléctrico tiene un montón de electrónica y unas enormes baterías. Es un residuo electrónico con ruedas. Al final de su vida vamos a tener un problemón con ese coche, con todas esas electrónicas, con toda esa…». Vale. Y esta es la discusión habitual. Ahora os pregunto: ¿cómo veo yo ese problema? Porque yo no lo veo así en absoluto. Lo veo de otra manera completamente distinta. ¿Queréis saber cuál es? Yo hago la pregunta: vale, tanto el eléctrico como el otro, ¿cuánto tiempo están aparcados frente al tiempo que están conduciendo? Los coches de media están aparcados el 96 % del tiempo. O sea, que esa conversación que acabamos de tener, que nos la estábamos creyendo, estábamos apasionados, era sobre el 4 % del problema, porque durante el 96 % del tiempo ese coche es una escultura moderna que tenemos ahí, muy bonita a lo mejor, muy hortera, no lo sé, pero es lo que es. ¿Y cuál es la ocupación media de ese vehículo cuando se conduce? 1,3 personas. Un poco raro pensar en quién es el coma tres, pero es la media: 1,3 personas. Es más, si vemos ese 4 %, del 4 %, durante el tiempo que se usa, el 2,5 % es ir del punto A al punto B. Para eso tenemos coches se supone, para ir del punto A al punto B. El resto es buscar aparcamiento y estar en atascos. Y para eso gastamos casi la cuarta parte de nuestra renta disponible en Europa, para ser propietarios de coches. Entonces, es como: «¿Y nosotros somos la civilización, la especie más inteligente del planeta?». Usamos todos estos recursos para fabricar estos coches que no utilizamos, que nos cuestan una pasta y, cuando los usamos, estamos en un atasco y estamos nosotros solos. ¿Veis? Al hacer este planteamiento, ¿qué se abre ahora? El pensamiento exponencial. Decir: «¿Cómo podemos llevar a la gente del punto A al punto B sin toda esa locura de los vehículos? ¿Cómo podemos tener vehículos que se comparten?». En teoría, podríamos eliminar el 90 % de los vehículos que hay en la calle. Hemos cambiado de una conversación donde las posibilidades eran pequeñas a algo exponencial. Y eso es la conversación de economía circular y de economía regenerativa. Es un rediseño total de cómo se genera valor en la economía. Y la conversación de sostenibilidad no va por ahí. Es cómo podemos poner una tirita… La tirita tiene que ser de color verde, por supuesto, con una florecita. Pero es cómo ponemos estos parches y estas tiritas a la economía que tenemos, que es un diseño muy primitivo en el fondo. Entonces, esa es otra de las recetas fáciles. Y, hablando de diseño, fijaos en que todo lo que estáis viendo aquí, excepto nosotros… Bueno, nosotros no sé si somos diseño. Somos diseño evolutivo, ¿no?, los seres humanos. Pero todo lo demás ha sido diseñado por alguien. Nuestra ropa, nuestros objetos… Diseñado por alguien. Y vivimos en un mundo donde hay libertad de diseño y un principio de innovación que significa que cualquiera puede diseñar lo que quiera, como quiera y, si te inventas algo nuevo, que es una tecnología, un material nuevo, mejor, siempre y cuando no esté prohibido, ¿vale? Entonces, ese es el mundo en el que vivimos. Bueno, pues el 80 % de los impactos económicos, sociales, pero también ecológicos, de todo se determina en la fase de diseño. Por eso el reciclaje es un dolor de cabeza para todo el mundo, porque las cosas no han sido diseñadas para ser recicladas. El tipo que diseñó cómo se iba a embalar, yo qué sé, este reloj creó el embalaje, pero no pensó en su vida final y no se coordinó con los otros que están generando embalaje por todo el mundo. Entonces, no va a funcionar ningún esfuerzo de sostenibilidad si no vamos al diseño, y al ir al diseño nos encontramos un problema: el principio de innovación que yo decía antes. Hoy había traído una revista que tengo del año 1955 en la que se habla de innovaciones del futuro. Es muy gracioso ir a revistas de hace 50 años, 70 años, y ver su descripción del futuro. Pero en esta acertaron. Describían los objetos de usar y tirar de plástico. Se había inventado el plástico y, entonces, salía una familia muy feliz tirando todo por los aires, llenos de basura, llenos de cosas, «¡Bien!», felices. Y ponía: «Los objetos desechables van a aliviar las tareas domésticas». Este es el futuro, ¿no? Y en la siguiente página sale una mujer muy bien vestida que está cocinando en un hornillo desechable. Da ejemplos de objetos desechables del futuro. Es un hornillo desechable y pone: «Gracias al amianto no se quema». El amianto, no sé si lo sabéis, pero es algo cancerígeno que está prohibido, pero en esa época no se sabía. Como cuando se inventó el radio, que era un material radioactivo. Las primeras bebidas energéticas, el primer Red Bull, era agua con radio. Al tipo que la inventó lo tuvieron que enterrar en un ataúd de plomo porque estaba radiactivo. Se murió, claro.

27:30

Entonces, ¿qué ocurre? Que tenemos el principio de innovación. Todo lo que no está prohibido, todo lo que no se demuestra científicamente que causa daño, está permitido. Por esa razón, si yo hiciera un análisis de sangre a todos los que estáis aquí ahora mismo: 100 % positivo por bisfenol A, probablemente, ftalatos, sustancias perfluoroalcalinadas y también microplásticos. Justo esta semana ha salido en un nuevo análisis, un nuevo estudio científico, que los micro y nanoplásticos entran en el cerebro dos horas después de su ingestión. Es de la semana pasada. Yo esto no lo sabía. Estamos todos contaminados. Entonces, ¿qué ocurre? Que, si el bisfenol A es un problema, hay que poner científicos, dinero, gente a investigarlo para que se prohíba. En el momento en que se prohíba… Eso es un aditivo del plástico que lo hace brillante y bonito. Entonces, eso es algo interesante de lo que no se habla demasiado. Vivimos en un mundo de libertad de diseño y de principio de innovación. Lo contrario sería el principio de precaución, es decir, tú puedes diseñar e inventar por poner cualquier sustancia en el mundo, pero tienes que demostrar que es segura. Es importante recordarlo, porque nadie nos dice eso. Somos nosotros los que tenemos que educarnos, somos nosotros los que tenemos que ir a internet o a una charla que doy yo sobre toxicidad de plástico o lo que sea para enterarnos de cómo protegernos frente a estas cosas que son legales y que están funcionando y que, poquito a poco, vamos descubriendo que son nocivas y las vamos prohibiendo con un costo enorme, porque las cobayas somos nosotros. Entonces, es un poquito dura esa realidad, quizá preocupante, pero lo bueno es que os lleva a tener un espíritu crítico, que es otra cosa imprescindible y ausente de la conversación sobre sostenibilidad: la necesidad de pruebas y evidencias científicas de cualquier afirmación que se haga de que algo es bueno para el medioambiente. El otro día pasé al lado de una gasolinera. Tenía un letrero enorme que ponía: «Aquí cuidamos el medioambiente». O ves una bolsa de plástico que pone: «Nos preocupa el medioambiente». ¿Qué significa todo eso? Necesitamos pruebas científicas, estándares e información sobre qué significan todas esas cosas. Y eso es algo que yo estoy seguro de que en el futuro también va a escandalizar del mismo modo que nos escandaliza ver esta revista del año 55 en que estaban en contacto con amianto o que estaban tomando radio, un material radiactivo. Es una buena pregunta para hacerse: ¿qué estamos haciendo hoy que va a ser muy sorprendente dentro de, no sé, 20 años o a lo mejor antes?

La historia de un error que amenaza a nuestra civilización - Manuel Maqueda, profesor de economía circular
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"Aproximadamente el 90 % de todo lo que se crea en la economía en un año se tira"

Manuel Maqueda

30:35
Carlos. Buenas, Manuel, eres autor de «Albatross», un documental que habla sobre las aves marinas y la basura plástica, cuyas imágenes han dado la vuelta a todo el mundo. ¿Podrías explicarnos un poco más sobre este tema y la problemática que tiene?

30:51
Manuel Maqueda. Muchas gracias por tu pregunta. Sí, yo fui cofundador y coproductor del documental «Albatross», que cuenta la vida de estas aves marinas, los albatros, que viven en el océano Pacífico. Para que te hagas una idea, son capaces de volar 500 kilómetros al día. Se van a comer desde Midway a México o a Japón. Son los amos del océano Pacífico. Viven hasta los 70 años, que sepamos, y mantienen su pareja de por vida. No tienen depredadores naturales. Entonces, cuando vas a esta isla, que el único momento en su vida en el que están en tierra una temporada es para anidar y tener sus polluelos. Entonces estás ahí en la isla y es como estar en el jardín del Edén, porque no tienen miedo, se acercan, te curiosean, te tocan con su pico, puedes acercarte a sus nidos, hasta tocar el huevo, te dejan. Es increíble la experiencia, y hay más de un millón, está todo rodeado de aves. Es un estruendo. Una fantástica explosión de vida. Estos animales, durante millones de años, han aprendido a turnarse el padre y la madre a volar sobre el Pacífico buscando comida. Y lo que encuentran flotando siempre ha sido comida. Ahora lo que encuentran es plástico. Entonces, cuando tienen sus buches llenos, regresan a la isla y lo regurgitan al pollo creyendo que es nutrición. Muchos de estos polluelos no llegan a la vida adulta. Mueren. Y cuando estas aves se marchan, después de su época de anidación, no queda ni una, o sea, la isla queda desierta de estas aves y lo que te encuentras son los cadáveres de los polluelos y, es un clima cálido, se descomponen y, entonces, puedes ver el contenido de sus estómagos. Esta jarra que tengo aquí contiene… Esto es el estómago de uno de estos albatros. Tiene tapones de botellas, un montón de fragmentos de plástico variados, muchos plásticos de un solo uso de los que encuentras en tu vida cotidiana. Mirar dentro de estas aves era una experiencia alucinante: cepillos de dientes, mecheros desechables, maquinillas de afeitar, aplicadores de tampones, pelotas de golf… Aquí tengo algunas curiosidades más: jeringuillas, aquí tengo… esto es como de un pegamento o algo así, esto es un rotulador de una de esas pizarras, una jeringuilla hipodérmica, etcétera. Todo lo que nos encontramos en nuestra vida cotidiana. Yo me acuerdo de regresar de ver aquello, bueno, y llorar a ríos en aquella isla, porque es mirarte al espejo. En el fondo es lo que hacemos nosotros. Nos ponemos un montón de cosas en nuestras vidas y en nuestros hijos que creemos que son buenas, ¿no?, confiando en que es nutrición y, en realidad, es basura. Esto tiene toda la metáfora que tú quieras: desde medios de comunicación, noticias, a literalmente la comida, etcétera. Y, bueno, fue una experiencia muy profunda. Y me acuerdo de volver y entrar en mi casa después de pasar un tiempo en Midway y entrar en el cuarto de baño y ver todo el plástico. Luego, ir a la tienda y digo: «Me voy a mi buena cooperativa ecológica». Y todo plástico. Y me acuerdo de la desesperación. Y fue el inicio de un trabajo que me sigue acompañando de intentar comunicar qué significa que hayamos construido esta relación con el plástico tan equivocada los seres humanos, que es una tecnología muy poderosa, pero la estamos usando muy mal. Y fruto de esos viajes, también, a lo largo de siete años, se produjo un documental que se ha enseñado en Naciones Unidas y todos los vídeos que hemos sacado en redes sociales han tenido muchas vistas. Entonces, os podría hablar del plástico, de por qué es un problema tan grande, ¿no? Pero también quería, antes de hacerlo, contaros una cosa, y es que el plástico es un ejemplo de una tecnología. Se inventó una manera de tomar cosas naturales o que tienen carbono e hidrógeno y polimerizarlas, hacer unas moléculas muy largas y muy resistentes, que es el plástico. Normalmente se hace con petróleo o se hace con gas natural, con hidrocarburos, pero se puede hacer con otras cosas, con patata, con cualquier cosa que sea orgánica, casi, se puede hacer el plástico. Entonces, el ser humano descubrió una forma de crear un nuevo material que el planeta no puede digerir, un material sintético, el primer gran material sintético, muy barato, muy versátil, puede ser duro, ligero, resistente, blandito, lo que queramos, ¿no? ¡Qué tecnología tan maravillosa!

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Entonces, el plástico, todo lo que os voy a contar sobre el plástico es el plástico, pero es más que eso: es una historia de cómo los seres humanos nos fascinamos con las tecnologías y no le prestamos atención a cómo las usamos, a los riesgos. No tenemos ese pensamiento crítico y el pensamiento sistémico de la naturaleza, porque, si lo hubiéramos tenido, habríamos dicho: «Un momento. ¿Qué pasa si ese plástico se cae al suelo? ¿Qué pasa si se pierde en un bosque? Lo va a poder… No, es sintético». Entonces, el plástico es interesante, pero es también interesante porque, si no cambiamos nuestra forma de pensar, nos dice un poco lo que puede ocurrir con otras tecnologías exponenciales, como es la nanotecnología, como es la biología sintética, como es la inteligencia artificial, que las usemos del mismo modo incorrecto y potencialmente devastador para nuestro medioambiente, nuestra salud y nuestra vida. Entonces, para hablar del plástico, el primer punto que tienes que entender es que el plástico es un material que el planeta no puede digerir. La vida no puede digerirlo. Estas moléculas son tan gigantes que las bacterias, los microorganismos, no pueden hacer nada con ellas. Es como si a ti te dan de comer un bocadillo de jamón muy apetitoso, pero del tamaño del Titanic. Pues no me cabe en la boca. No me lo puedo comer. Es demasiado grande para los organismos que se dedican a reciclar la vida. Son moléculas enormes. Entonces, es un material que el planeta no puede digerir. No se biodegrada, pero se fragmenta, y esto es una de las cosas más extrañas y peligrosas del plástico. O sea, se rompe en trocitos cada vez más y más y más y más pequeños, incluso hasta a nivel microscópico, pero sigue siendo plástico. No se rompe en otras moléculas que pueden ser utilizadas por la vida, sigue siendo plástico. Entonces, un material que la Tierra no puede digerir, pero se fragmenta en millones y billones de partículas que lo contaminan todo, hay una cosa que una civilización inteligente jamás debería hacer con semejante material, con semejante tecnología, y es utilizarla para fabricar cosas diseñadas para convertirse en basura. Embalajes, por ejemplo. Si tú tomas un material así, úsalo para cosas duraderas, porque el material es superduradero. No lo uses para la cucharita de plástico, para la anillita que sale del tetrabrik de plástico, para todas esas chorradas. Es lo primero que no debes hacer nunca con ese material.  Entonces, un material que la Tierra no puede digerir, pero se fragmenta. Se fragmenta en micro y nanoplásticos. Para que os hagáis una idea, una persona de media ingiere, bebe y respira entre tres y cinco gramos de micro y nanoplásticos cada semana. Eso es una tarjeta de crédito, ¿vale? Eso es lo que se estima. En realidad, la ciencia está empezando a entender esta realidad de los micro y nanoplásticos. Como os decía antes, ha salido un estudio que indica que pasan nuestra membrana y entran en el cerebro en cuestión de horas después de su ingesta. Han sido encontrados en la sangre, en la linfa, en distintos tejidos… No sabemos qué efectos tiene sobre la salud. Estamos empezando a descubrirlo. Nada bueno, desde luego. Entonces, se fragmenta. Otra cosa interesante del plástico es que es un secreto industrial. Me vais a decir: «¿Qué me dices? ¿El plástico es un secreto?». Sí. Todas las cosas de plástico que vemos por aquí, que vemos en nuestra casa… Dices: «Bueno, es plástico», sí, «debajo tiene un número de resina, esto es, yo qué sé, PVC o PET», vale, pero el plástico se fabrica con aditivos. Esas propiedades tan versátiles que tiene de dureza, resistencia, color, todo eso es con aditivos que le metes dentro. Hay unos 10.000 aditivos que se meten en el plástico, de los cuales unos 2.000 son peligrosos para la salud humana. ¿Dónde está la lista de ingredientes de cada plástico? Hay como 8.000 tipos de resinas en el mercado. Si yo soy fabricante de plástico y quiero hacer una cucharilla, pues hay unos fabricantes que me venden la resina, pero yo no sé los ingredientes exactos. No hay manera de saberlo. Dos mil y pico de esas sustancias, de esas 10.000, que se ponen como aditivos en el plástico son peligrosas para la salud humana. Entonces, una civilización inteligente ¿qué es lo que jamás haría con un material, una tecnología como el plástico, que no sabes exactamente qué contiene? Poner tu comida y tu bebida en ese material. Y eso es precisamente lo que hemos hecho: utilizar el plástico para alimentos. No sé si alguna vez, si tenéis tarteras de plástico en vuestra casa, por cierto, os recomiendo que os deshagáis de ellas, ¿habéis visto alguna vez que al poner tomate o curry y cosas de color se queda el plástico coloreado y cuesta lavarlo, ¿verdad? Ahí podéis ver que está habiendo una interacción entre la comida y el recipiente. El plástico es hidrofóbico, rechaza el agua, le gustan los lípidos, las grasas. También reacciona más con los ácidos, como el tomate. Pones salsa de tomate y tiene grasa, tiene ácido: hay una interacción, ¿no? Por eso estamos todos contaminados. Si hacemos un análisis de sangre, todos tenemos bisfenol A, por ejemplo. El bisfenol A dura en el cuerpo dos semanas, luego desaparece. Si toda la población lo tiene, significa que la exposición es constante. Bisfenol A y otros muchos aditivos. Otra muy interesante es las sartenes antiadherentes: el recubrimiento que las hace antiadherentes es un polímero, es un plástico, y tiene unas sustancias que se llaman perfluoroalcalinadas, PFA. Llevan flúor. El flúor es el enlace químico más persistente de la naturaleza. Se cree que dura cientos de miles de años. Se cree porque nadie ha vivido tanto como para decir que es verdad, pero es así de pertinaz. De hecho, los científicos que están investigando cómo nos afecta esta sustancia a la salud, para obtener sangre humana en sus estudios que no tenga PFA, están teniendo que ir a por sangre que está congelada de la guerra de Corea, porque desde entonces se popularizaron todos estos materiales. También los recubrimientos de la ropa impermeable. Cuando se forman esas gotitas en las cosas impermeables, esa es la capacidad que tiene esa sustancia. Son muy útiles, pero son muy tóxicas y duran para siempre. Entonces, es un material de contenido secreto y tóxico.

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Otra realidad del plástico importante es que tiene una dimensión exponencial y esto es un poco difícil de comprender, pero sé que vosotros podéis. Lo que quiero decir es que la cantidad de plástico es tan grande que fabricamos, que nuestro cerebro no puede comprender las métricas que usamos para medir el plástico y para poder hacer algo al respecto. Por ejemplo, si yo os digo que se fabrican 450 millones de toneladas de plástico al año, decís: «Vale, parece mucho», pero ¿podéis visualizarlo? Yo no puedo. Pero, mira, sí se fabrican 450 millones de toneladas o más. Eso son datos de hace un par de años. Va creciendo exponencialmente. De los cuales aproximadamente un 40 % ¿se utiliza para qué? Para fabricar embalajes. Para cosas que están diseñadas para convertirse en basura. De las cuales un 30 % se calcula que terminan entrando en el medioambiente, donde se convierte en contaminación plástica, microplásticos y contamina todos los ecosistemas del planeta. De esos 30 millones de toneladas al año que entran, unos 8 millones de toneladas, hay quien dice 12, hay quien dice 14, usamos lo más conservador, 8 millones, ¿terminan dónde? ¿Dónde está cuesta abajo de todas partes y a sotavento todas partes? En el mar. En el mar. Son 8 millones de toneladas. Entonces, vamos a intentar visualizar ese trocito, ese fragmento. Hemos pasado de 450 millones de toneladas, el 40 % que se utiliza para embalajes, el 30 % de eso termina en el medioambiente y 8 millones de toneladas, un porcentaje de eso, en el mar. Vamos a visualizarlo. Quiero que imaginéis vuestra playa favorita, aquí, en Madrid, no hay muchas, pero habréis ido a la playa alguna vez, espero, y que os pongáis en esa playa. Ahora, ¿sabéis lo que es un metro de largo? Es como un paso, una zancada. En cada metro lineal de esa playa vamos a poner 15 bolsas de plástico, la típica bolsa de plástico de la compra, y cada bolsa va a estar llena de recipientes de plástico: de yogures, de champú…, de lo que sea. 15. O sea, que tenemos un metro y son cinco filas de tres bolsas, más o menos, en cada metro lineal, ¿sí?, por cada metro de playa. Y ahora vamos a extender eso por todas las playas de España. Y ahora, por todas las playas de Europa y del mundo. Eso son ocho millones de toneladas de plástico, y eso es lo que entra cada año en el mar. En Estados Unidos, que es el 3 % de la población mundial, en comparación con la población, más o menos… En Europa, la cifra será parecida, yo creo. Cada semana son 500 millones de botellitas de plástico las que se utilizan para beber. De nuevo, otra cifra. Dices: «Es muchísimo», pero ¿cuánto es? Entonces, hagamos un ejercicio. Cogemos una botella de plástico, la ponemos en fila con otra y otra y otra y hacemos una fila de botellas de plástico. ¿Sabéis cómo sería de larga? Durante una semana, solo Estados Unidos y solo agua. Daría la vuelta al mundo cinco veces. Cinco minutos de consumo de bebidas en botellas de plástico. No de aceite, no de champú, no de todas las millones de cosas que hay. Solo bebidas. Solo Estados Unidos. Cinco minutos.  Serían ocho campos de fútbol cubiertos de botellas. Si habéis estado alguna vez en un campo de fútbol, imaginaos el doble. Esos dos campos de fútbol los haces dobles. Tienes cuatro. Esa extensión bien cubierta de botellas de plástico cada cinco minutos, solamente de bebidas. Entonces, hay un problema de comprensión de la magnitud del problema, porque nuestro cerebro se rebela ante estos datos, ante la magnitud. Por eso es por lo que todos los ecosistemas del planeta están contaminados. Porque dices: «¿Cómo es posible que haya microplásticos?». Están subiendo por las raíces de las plantas, los estamos inhalando, están en el agua de lluvia… En cualquier playa del mundo, si tomas arena aleatoriamente… Da igual dónde te vayas, a la Antártida, a una playa maravillosa a la que no haya ido nunca nadie, a un lugar tropical. Coges una muestra aleatoria de arena, la miras en el microscopio y… microplásticos. ¿Cómo es posible? Parece inconcebible. Es por la magnitud de nuestra adicción al plástico de un solo uso. Es por eso por lo que están las cosas así. Entonces, vemos que tenemos una sociedad adicta a usar y tirar, que ya es malo, pero, además, a usar y tirar recipientes de plástico y cosas de plástico, que es un material que el planeta no puede digerir, que es tóxico, con componentes desconocidos, que se fragmenta… Que lo hacemos a una escala bestial e incomprensible y que cuando lo hemos exportado a otros países pobres… Muchas veces vamos a esos países más pobres y decimos: «Pero ¡mira qué gente! Está todo lleno de plástico. No saben que no hay que hacerlo ahí, que hay que poner el plástico en la basura». Nos damos cuenta de que, en el fondo, es ese modelo de negocio de envasar todo en plástico, porque cuanto más se envasa y más pequeño es, sabes que más caro es, ¿no? El café en cápsulas, por ejemplo, es como 50 euros el kilo. Es una genialidad. El agua embotellada es el negocio más genial. ¿Sabéis que el agua embotellada cuesta mil veces más cara que el agua del grifo? Tú imagínate que te fueses a tomar un menú o un bocata y te pidiesen 5.000 euros. Y dices: «¿Qué?». Pero eso es lo que hacemos cada vez que tomamos una botellita. Bueno, pues todo ese modelo de negocio fantástico genera todos estos residuos. ¿Quién paga la gestión de ese residuo? Nosotros, las comunidades, los países ricos nos lo podemos permitir, pero en los países pobres no se lo pueden permitir. Si no tienen buenas escuelas, ni carreteras, ni infraestructuras, ¿van a tener que concentrarse en estos maravillosos sistemas de gestión de residuos? No funciona así.

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No es solamente eso. Mucho del plástico que se pone en contenedores de reciclaje con buena fe aquí, en Europa, o en Estados Unidos termina siendo enviado a países en vías de desarrollo, donde se quema muchas veces o termina en el medioambiente. Y, globalmente, se recupera, no se recicla, se recupera un 14 % del plástico. Y no digo reciclar muy a propósito, porque ahí viene un engaño. Mucha gente dice: «El porcentaje de reciclaje es el 20 %». No. El 20 % termina en un contenedor. Es el primer paso. Reciclaje es cuando se ha convertido eso en otra cosa, si no, no hay reciclaje. Entonces, globalmente se recupera, no se recicla, el 14 % del plástico. Después de tantos años. Y nos dicen ahora que esa va a ser la solución. Bueno, hay porcentajes que se pierden directamente. Hay un 8 % de todo eso que directamente se convierte en cosas no reciclables de nuevo. Por ejemplo, la Copa del Mundo de fútbol. Dicen: «Los jugadores de la Selección de Alemania van con camisetas hechas con plástico reciclado». ¿Qué va a pasar al final de la vida de esas camisetas? Van a ir a la basura. Con ese tipo de reciclaje que no es en un ciclo, que no fabricas de un yogur otro yogur, etcétera, sino que fabricas una camiseta y la camiseta, al final de su vida, va a la basura, lo único que haces es retrasar la llegada al basurero. No es un reciclaje en ciclo cerrado. Solamente un 2 % se incorpora a objetos parecidos a los que teníamos al principio, a otras botellas, recipientes… Y digo «se incorpora», no «se convierte en». ¿Por qué? Porque el plástico pierde mucha pureza. Como está hecho de tantos aditivos… Y está hecho con química, no está hecho con física. Si estuviera hecho con física, como el vidrio… El vidrio lo fundes. Le das calor, se funde, vidrio fundido, fabricas una nueva botella. El metal, igual. El plástico, no. Si tú fundes plástico, tienes plástico fundido. Tienes un amasijo que no es de muy buena calidad. Va perdiendo calidad. Tienes que ponerle plástico nuevo. Es un proceso muy caro, muy ineficaz, mucho más complicado que usar plástico nuevo, plástico virgen. Entonces, hay razones económicas y técnicas, aparte de la logística, que hacen que el reciclaje de plástico no sea una solución sostenible ni eficaz, y no lo ha sido nunca. Y ese es un problema grande. ¿Cuál es la solución entonces? Pues tenemos que reservar el plástico para objetos duraderos y dejar de fabricar cosas diseñadas para convertirse en basura con plástico. Tenemos que pasar a materiales más saludables, materiales que se puedan reciclar de verdad. Y, si hay plásticos, además tienen que homogeneizarse, ser del mismo tipo de resina, con ingredientes conocidos, etcétera. Y sanos, saber que podemos poner ahí comida, bebida, nuestros cosméticos o lo que sea, y ahora mismo no existen esas garantías.

La historia de un error que amenaza a nuestra civilización - Manuel Maqueda, profesor de economía circular
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"El plástico es un material que la Tierra no puede digerir y se fragmenta en millones y billones de partículas que lo contaminan todo"

Manuel Maqueda

52:56
Fernando. Hola, Manuel. Tengo entendido que llevas años sin consumir plástico, pero ¿crees que realmente se puede vivir sin él? Es decir, ¿podrías contarnos un poco tu experiencia?

53:05
Manuel Maqueda. Sí. Bueno, quien te diga que… Cuando dicen que algo es cero emisiones, normalmente es cero verdad. Si alguien te dice que vive sin plástico, ponlo en duda. Es muy difícil, muy difícil, pero sí es posible y relativamente fácil, y además una experiencia muy buena por muchas razones, educativa, enriquecedora eliminar los plásticos de un solo uso en tu vida lo más posible. Es algo que hay que hacer de forma gradual. Por ejemplo, empezando con las bebidas. Intentar no beber nada que venga en plásticos. Eso es relativamente fácil. El agua. Yo he viajado por todo el mundo sin botellas de plástico. Siempre he encontrado alternativas y me he encontrado… Incluso he ido por la selva y sitios así y me he llevado un filtro y he filtrado mi agua. Me he buscado la vida. Relativamente fácil, y en nuestro día a día en ciudades es facilísimo. Además, te ahorras un montón de dinero, por ejemplo, poniendo un filtro en tu agua del grifo en lugar de comprar botellas o garrafas. Es más sano, cuidas tu salud… Bebidas. Luego, la alimentación también. Intentar evitar todos los embalajes de un solo uso y los embalajes, en general, de plástico. Vas a proteger tu salud. Vas a comer cosas mejores, porque, normalmente, los alimentos más embalados suelen ser los más procesados y no de tan buena calidad. Y también las bolsas para comprar… Todo eso es muy fácil de eliminar. Una vez que has hecho eso en beber y comer, digamos, el siguiente paso pueden ser los cosméticos: el cepillo de dientes, la pasta dentífrica, el champú, lo que sea, y eso puede llevar un poquito más, pero, de nuevo, son pasos. Si has dado el primer paso, ya estás eliminando, a lo mejor, el 80 % de tu huella plástica. Vas poco a poco. Y, según te vas metiendo, vamos a por los cosméticos, vamos a por los productos de limpieza, y así lo vas extendiendo. 100 % va a ser difícil, porque un día, yo qué sé, vas a necesitar comprarte… Tuve que comprar hace poco unos auriculares. Se me habían estropeado y no había manera de arreglarlos. Venían en plástico. O sea, te vas a encontrar el plástico por sitios insospechados. La experiencia es educativa y es como un portal para empezar a ver también cómo funciona nuestra economía, cómo funcionan estos modelos de negocio del embalaje y el hiperembalaje, lo innecesario y lo absurdo. Y también mucha gente que a lo largo de los años he conocido y lo han intentado, me han venido y me han contado que se han transformado, porque han empezado a poner más atención a qué comían o a qué cosméticos: han pasado a cosmética natural, han aprendido a fabricar su propia mahonesa, por ejemplo… Otros me decían que era la primera vez que ellos iban a un supermercado y pedían lo que querían, porque decían: «Por favor, no me ponga la bolsa de plástico». Era como hasta la primera participación en sociedad o en democracia de personas. Me llamó la atención.Es, desde luego, una cosa fácil de hacer si vas gradualmente, si tienes paciencia y tienes también compasión por los demás yo caes en la ira, en la rabia. Porque, claro, cuando sabes esto, vas al supermercado, ves a la gente y, con la mejor voluntad, dicen: «Le voy a poner una bolsita para que no se le estropee». «No, no, no, muchas gracias». Es duro, ¿no? O ves los globos, una fiesta con globos. Sabes que esos globos van a terminar en el medioambiente. Es difícil. Entonces, cuando tienes la visión, tienes el conocimiento, tienes también la obligación de tener mucha compasión. Primero por ti mismo, porque no lo sabías, porque vas a seguir metiendo la pata, lo que sea, y por los que están a tu alrededor. Y desde ahí viene mucho crecimiento personal también, y mucha conexión con otros a través de eliminar el plástico en tu vida. Es algo que todos podemos hacer y que recomiendo como experiencia.

57:05
Lucas. Hola, Manuel. ¿Qué importancia crees que tiene la educación a la hora de afrontar los retos medioambientales que tenemos?

57:14
Manuel Maqueda. Pues la importancia es fundamental. Es decir, el nivel de ignorancia que tenemos, y lo digo no con arrogancia, sino con tristeza, con compasión y con el reconocimiento de que yo he sido parte de esa ignorancia, y yo aprendo enseñando, yo sigo aprendiendo un montón… Pero desde ahí hay que decir que nuestra sociedad, en general, sabe muy poquito sobre cómo funciona el mundo, la naturaleza, los sistemas vivos; sobre la cantidad y el calado de los cambios que tenemos que hacer. Y es necesario incorporar el pensamiento regenerativo, el pensamiento que imita la naturaleza, que se inspira en la naturaleza en todos los niveles de la educación y del diseño. Todas las escuelas de arquitectura, de ingeniería, de diseño de producto, de diseño industrial, de negocios… Todos los estamentos de la sociedad deberían tener como principios de diseño fundamentales el reconocimiento de que vivimos en esta realidad de un planeta y unos sistemas vivos interconectados y delicados. Sabemos muy poquito.Por ejemplo, el suelo fértil. Nosotros dependemos de una cosa que se llama el suelo. El suelo no es la tierra. El suelo es una capita que hay en el suelo, en un bosque o en las huertas, si son huertas que se han cuidado, huertas ecológicas, que está viva. En un puñado de tierra, de suelo fértil, hay más microorganismos que seres humanos en el planeta. Hay miles de millones de ellos. Todos son esenciales para la función de las plantas, de las cuales nosotros dependemos. La ciencia conoce apenas el 10 %, y ahí hay una de las mayores capturas de carbono del mundo. De hecho, desde el espacio, desde los satélites, se ve con sensores de CO2 cuando se aran los campos en cada hemisferio, porque toda esa captura que hay en el suelo, al arar, se desprende y sale todo el carbono. Por esta agricultura industrial que hacemos, que lo que hace es destruir el suelo y destruir la capacidad del suelo para capturar carbono. Esto es solo un ejemplo. No sabemos nada de biología del suelo, y dependemos de ello. De los océanos, que sabemos muy poquito. Los océanos están absorbiendo el 90 % del shock térmico por el cambio climático. Cada vez que respiras, dos de cada cuatro respiraciones… El oxígeno viene del fitoplancton marino. Es imprescindible educarnos unos a otros a todos los niveles de la sociedad, empezando por los líderes. Colectivamente, estamos en una fase de nuestra cultura, en nuestra sociedad, en la que sabemos lo suficiente como para creer que sabemos, pero no lo suficiente para darnos cuenta de que estamos completamente equivocados sobre sostenibilidad y sobre asuntos esenciales para nuestra supervivencia. Hemos llegado a ese punto. Sabemos crear los problemas, pero no sabemos solucionarlos. Entonces, la educación es algo fundamental y soy un apasionado de ella. Pero tiene que ser una educación transformativa. Pensad esto: todo lo que yo os he contado en esta charla, datos sobre el plástico, no sé qué…, todo esto está disponible por ahí, en YouTube, en libros… La cantidad de información que hay ahora mismo en el mundo es exponencial. Desde que hemos empezado esta reunión hoy, hay n nuevos vídeos de YouTube, libros… A ver, esto es básico de económicas: cuando hay muchísimo de algo, ¿qué pasa con el valor de ese algo? Va a cero. Es decir, que en el mundo en el que estamos y al que vamos, el valor de la información tiende a cero. Y si el valor de la información tiende a cero, os pregunto: ¿El valor de qué tiende a infinito? Si el valor de la información es cero, si está disponible y la tienes en el móvil, ¿qué vale infinito? Lo que vale infinito es saber las preguntas que tienes que hacer. Entonces, esa es la buena educación, la que te deja con las preguntas correctas, porque, si no haces las preguntas correctas, nunca vas a llegar a las conclusiones correctas. Y muchos de los problemas que hay con los malentendidos en sostenibilidad y en cómo transicionar hacia una forma de vida justa, abundante, sostenible, regenerativa, vienen de ahí, de que no estamos haciendo las preguntas correctas. La pregunta no puede ser: ¿Cómo hacemos menos daño al planeta? Es como si vas en un avión y te vas a estrellar, la pregunta no es: ¿Cómo tengo la pista de aterrizaje más larga para, en lugar de estrellarme ya, estrellarme dentro de un minuto? ¡No! Esa no es la pregunta adecuada. ¿Cómo causo menos daño a los sistemas vivos de los cuales mi vida depende, mi vida y mi salud? La pregunta tiene que ser: ¿Cómo regeneramos la biosfera de forma constante para que nos dé abundantes servicios por los cuales no pagamos, son gratis?

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¿Cómo podemos meter eso en nuestra economía, en nuestras acciones, cada día, para que esté en el ADN de nuestra economía y de nuestra forma de ser y de habitar este planeta? Esa regeneración. No es el cuidado, no es el respeto, es el ser un aliado activo de los seres vivos. Firmar una alianza con ellos, con los sistemas vivos de los cuales somos parte. Pero hay algo que a mí me da esperanza y que yo he visto y comprobado una vez y otra vez. Y es que cambiar las creencias es difícil, pero se pueden cambiar los comportamientos, y si tú cambias los comportamientos, cambias tus creencias. Hay una relación bidireccional. Entonces, si empezamos a hacerlo, si empezamos a implementar estas soluciones en nuestra vida cotidiana, empezando por nuestros hogares, cambia nuestro sistema operativo. Si empezamos a ir a la naturaleza, empezamos a cultivar la tierra, empezamos a interesarnos por qué comemos, de dónde viene nuestra comida, cómo funciona el suelo, cómo funcionan los ciclos hídricos, cuáles son las plantas nativas del lugar donde vivimos… Ese tipo de cosas va a cambiar nuestras creencias, más que estudiarlas en un libro. Por eso toda mi enseñanza es siempre aplicada. ¿Cosas que me dan esperanza? Ayer, justo ayer, tuve la penúltima clase de mi curso de economía regenerativa en Harvard, que es la primera vez que lo enseño. Yo hace años que propuse en Berkeley un curso de economía circular. Me dijeron: «¿Eso qué es», y lo tuve que explicar. Bueno, vamos a ver… Y así terminamos sabiendo ellos y yo lo que era, y los estudiantes también. Y ahora estamos empezando una economía regenerativa, que es también un reto definir eso. Y es algo que también yo abordo con mucha humildad, porque tengo que aprenderlo yo primero. Esa es otra. ¿Quién sabe de estas cosas? Pues nadie. Estamos todos aprendiendo. Lo que os quería contar es que vinieron dos personas ayer a mi clase. Traigo a mucha gente de fuera a que venga a contar sus experiencias. Uno de ellos se llama Doug Tallamy. Ha escrito un montón de libros. Es un entomólogo experto en insectos. Y él se dio cuenta del papel que tenían, por ejemplo, las orugas. Las orugas dan un poquito de asco. ¿Os dan asco? A la mayoría de gente… También nos han educado nuestros padres con sus reacciones. A veces, ves a los padres con niños y la mamá hace: «¡Ah», y el niño aprende eso. Pues Doug Tallamy ha estudiado a las orugas. Una pareja de pajaritos anidando puede consumir fácilmente entre 6.000 y 9.000 orugas para sacar adelante un nido de pollitos. ¿Qué ocurre con los jardines, con los ajardinamientos que hacemos, en los que ponemos césped? Matamos las plantas nativas de los lugares. No es que las orugas puedan comer cualquier planta. Cada oruga, muchas de ellas tienen una sola planta que pueden comer. Entonces, colapsan las orugas, colapsan los pájaros, colapsan los ecosistemas. Y este hombre tuvo una idea: ya que la naturaleza está tan destruida y solo sobrevive en parques nacionales, ¿qué podemos hacer? Y a él se le ocurrió la idea de llevar los parques nacionales a los jardines de cada persona y crear un parque nacional que está hecho por millones de jardines. Y él te da herramientas para que en tu jardín pongas plantas nativas, vienen las orugas… Y él cuenta las especies. Él compró una finca y empezó a hacer esto, y ha traído miles y miles de especies a vivir ahí, en su casa. Increíble. Esa visión nueva de: «Si no podemos restaurar la naturaleza…». Pero ¿cómo podemos ser creativos para aumentar la biodiversidad y la biomasa de esa manera? El siguiente que vino a hablar se llama Ralph Chami. Esta persona fue director adjunto del Fondo Monetario Internacional. ¡Guau! Es como un gran organismo financiero. Es un economista financiero. Ni siquiera es un economista medioambiental, es economista financiero. Pero él tuvo una idea brillante con otros científicos. Él estaba de vacaciones en Baja California y estaba viendo ballenas. El típico barco con el que sales a ver las ballenas, qué bonito, haces una foto, te haces un selfi con la ballena, le dices a todo mundo que has estado con una ballena… Pero estaba él con unos científicos y empezó a hacerles preguntas sobre el ciclo de vida de las ballenas. Y les preguntó: «¿Las ballenas capturan carbono?». «Sí, claro, muchísimo». «¿Cómo que muchísimo?». «Sí, claro. La ballena, cuando come el plancton, luego se sumerge y, cada vez que se sumerge, hace caca. Y eso es imprescindible para que aparezca nuevo plancton, ese fitoplancton…». Empezaron a explicar los científicos cómo las ballenas capturan carbono. Y luego, ese cuerpo enorme de la ballena, cuando muere la ballena, se hunde. Cualquier cosa que se hunde en el mar más de mil metros queda capturada a perpetuidad. Es carbono capturado a perpetuidad. Entonces, dijo: «¿Y cuánto carbono es?». «No lo sé. Vamos a calcularlo». Entonces, se pusieron a hacer los cálculos. Y una vez que lo tuvieron, dijeron: «¿Cuál es el valor del carbono ahora mismo en los mercados?». Sabes que hay bonos de carbono. Una empresa que contamina un montón y no lo puede evitar puede comprar bonos de carbono. Se supone que alguien planta un arbolito o lo que sea para compensar ese carbono. Compras por tonelada de CO2. ¿Cuánto vale la tonelada de CO2 ahora mismo en el mercado? 60 dólares, lo que sea. Lo multiplicó y le salió tres millones y medio de valor de una ballena de media. Tres millones y medio de dólares. «Esto tiene que estar mal. Vamos a hacerlo otra vez». Repitieron varias veces los cálculos y ese era el valor correcto de una ballena en términos solo de carbono, no de los demás servicios que da al ecosistema.Le llamaron de África. «Oye, ¿y qué pasa con los elefantes?». Lo hizo para el elefante. Dos millones y medio por un elefante. Se dieron cuenta de que se podía hacer un mercado de carbono para salvar la naturaleza. Ahora están calculando el valor que tienen las praderas oceánicas. ¿Habéis oído hablar de las hierbas oceánicas, la posidonia? No son algas, son hierbas. El mayor experto del mundo es español. Se llama Carlos Duarte. Empezó a trabajar con Carlos Duarte. Se están dando cuenta de que, por ejemplo, Bahamas tenía más dinero y más posibilidad de ingresos económicos por el carbono de sus hierbas oceánicas que por el turismo. Y que, en lugar de construir más puertos deportivos y hoteles, lo que tenía que hacer era cuidar sus praderas oceánicas y empezar a recibir esos fondos. Fijaos en lo que pasa cuando metes en la economía un servicio de ecosistema, en este caso, uno nada más, que es la captura de carbono. Tuvieron el problema de cómo lo iban a medir, y se les ocurrió una idea genial. Las praderas oceánicas están visitadas por el tiburón tigre. El tiburón tigre va allí a cazar. Pusieron cámaras y sensores en los tiburones tigre y descubrieron más del doble de las praderas oceánicas que creían que tenían.

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Hay mucho que se está haciendo. Lo que hay que hacer es conectar, crear masa crítica y poner esto como una prioridad encima de la mesa. Yo me acabo de mudar a España después de 25 años en Estados Unidos. Os voy a decir una cosa. Me apetecía mucho volver a mi país, me encanta, estoy aquí feliz, pero una cosa que me llevó a irme fueron los incendios forestales por el cambio climático. Yo vivía en una región en California con muchos bosques, y desde marzo hasta noviembre tenía que tener las maletas al lado de la puerta. En el coche llevaba extintores, una sierra mecánica, un cortador, una cizalla para cortar cadenas y candados, por si me tenía que meter con el coche por el campo escapando de incendios forestales. Llevaba varias radios profesionales. Me saqué el permiso para operar radio. Y vivía como en el apocalipsis zombi cada vez más. Estos incendios forestales, impulsados por el cambio climático de California, se extendían a 100 campos de fútbol por minuto, algunos de ellos. Las nubes se ven desde el espacio. Entonces, eso es lo que me impulsó a venir aquí, a España. Nuestro mundo está cambiando. Está cambiando, además, de forma exponencial. Y esto es algo de lo que no hemos hablado hasta ahora para nada en esta conversación. Hemos hablado del qué, cuál es el estado A, el estado B y el estado C del cambio, pero no cómo cambian. Y quería simplemente invitaros a que pensemos un momento en cómo es el cambio, cómo es el cambio ambiental, porque no es lineal, es exponencial. Os voy a explicar qué significa esto. Es un poquito más abstracto, pero me vais a seguir. Hay un tío fantástico en Estados Unidos. Se llama Albert Allen Barlett. Ya falleció, desgraciadamente. Este hombre era profesor de matemáticas, era físico. Descubrió que los seres humanos no entendíamos la función exponencial, y pensó que nos íbamos a extinguir por ese motivo. Se convenció. «No, no, de todos problemas que hay en el mundo, el problema es la función exponencial». Y dedicó su vida a dar charlas sobre esto. Y diréis: «¿Qué me estás contando?». A ver si lo pilláis conmigo. Yo también… A todos nos cuesta. A mí también. Os voy a explicar cómo es una función exponencial. Imaginemos dos piscinas, del tamaño que sean. Piscina olímpica… iguales, piscina A y piscina B. La vamos a llenar de agua, están vacías. Queremos darnos un bañito. Vamos a llenarlas. La piscina A la vamos a llenar con un tubo de agua que echa una cantidad de agua constante. Lo que sea, 100 litros al minuto, me da igual. Un chorro de agua, os lo imagináis, y se va llenando poquito a poco. Eso es una función lineal. La piscina A. La piscina B, que es igual de tamaño, vamos a llenarla con un gotero de esos que echan una gotita. Pero lo que vamos a echar es una sola gota. Pero con nuestra varita mágica le ponemos una función: que esa gota se duplique cada minuto. Primero tienes una gota, luego tienes dos gotas, luego tienes una cucharita, luego, dos cucharitas… ¿Sí? ¿Me estáis siguiendo? Entonces, os pregunto: ¿Cuál se va a llenar antes? Uf, ya son unas buenas matemáticas calcular cuál se va a llenar antes. Pero eso no es lo importante. Lo importante es cómo se van a llenar. Cuando quedan dos minutos para que esté llena la piscina A, ¿cuánta agua hay en la piscina A, más o menos? Está casi llena, ¿no? Voy a ir a cerrar el grifo de mi tubo, que me la ha estado llenando. Quedan dos minutos para que esté llena, pues está casi llena. Estoy esperando a que se llene un poquito más. Si yo me tiro, no me doy el cabezazo en el fondo, está llena de agua. Cuando quedan dos minutos para que se llene la piscina B, ¿cuánta agua tiene? Tiene la cuarta parte, porque se va a duplicar. Vamos a tener media, se va a duplicar y se va a llenar. O sea, que cuando faltaban dos minutos para que estuviese llena, no te puedes tirar porque te abres la cabeza. Parece que no está pasando nada en esa piscina, que no va a estar llena nunca, y te quedan dos minutos. A los dos minutos está llena y al minuto siguiente tienes dos piscinas. Te has inundado. Eso es una función exponencial. En principio, parece que no ocurre nada y, de repente, catapún. Casi todas las funciones que tienen que ver con lo que está ocurriendo en el mundo ahora: cambio climático, pérdida de biodiversidad… Todas las alteraciones que hay en los ecosistemas son funciones exponenciales. Cuando hay un cambio exponencial, tú no lo puedes cambiar con una mentalidad lineal. Necesitas una herramienta exponencial. La única herramienta exponencial que tenemos es la naturaleza. Esa es la herramienta exponencial. Por ejemplo, las praderas oceánicas, las hierbas oceánicas, crecen de forma exponencial. Muchas especies de insectos, de micelio, de bacterias crecen de forma exponencial, y al tiempo crece su capacidad de captura de carbono y de proveer servicios de ecosistema. Esto ya es para nota, pero creo que es muy importante cómo es el cambio, la naturaleza del cambio. Y ahora parece que no están cambiando las cosas, que no están tan mal, que tenemos tiempo. Y ese es otro de los grandes errores, también, de la gente que trabaja en la sostenibilidad. Decir: «Bueno, vamos paso a paso. Ahora sí, vamos a cambiar la bombillita y ya el año que viene…». No tenemos tiempo. No tenemos tiempo. Y, si no lo hacemos nosotros, nuestra madre nos va a obligar a que lo hagamos, de la cual dependemos cada día. Y eso va a ser un poco más difícil de digerir que si lo hacemos nosotros y hacemos una alianza radical y regenerativa con esos sistemas vivos.

1:16:33
Laura. Hola, Manuel. Tengo entendido que tú eres el fundador de una empresa que utiliza inteligencia artificial. ¿Cómo se puede utilizar esta tecnología para combatir el cambio climático?

1:16:46
Manuel Maqueda. Es una buena pregunta. Y de hacerme esa pregunta viene el haber montado una ONG hace ya unos años, antes de ChatGPT y toda la que se ha liado, sobre cómo puede la inteligencia artificial ayudarnos en el tema de… Bueno, en general, en la transición tan profunda que tenemos que hacer a una economía regenerativa. Mi fundador y yo identificamos un lugar en el que se podía intervenir, que es un lugar que causa mucho sufrimiento humano, que es la meteorología extrema. O sea, dentro de todos los problemas que tenemos, tenemos nueve áreas de límites planetarios, de capacidad de carga de nuestro planeta. Una de ellas es el clima, pero también tenemos el agua, tenemos la biodiversidad, tenemos el ozono, tenemos los ciclos geobiológicos del suelo, por ejemplo, fósforo, nitrógeno… De todo eso dependemos. Muchísimas cosas. Es mucho más tenue nuestra existencia. Pero de todo eso identificamos cambio climático, y dentro del cambio climático, fenómeno meteorológico extremo, como un lugar de posible intervención con la inteligencia artificial. Pensamos que, a lo mejor, sería posible predecir estos fenómenos meteorológicos que causan tantísimo daño: fuertes tormentas convectivas, huracanes, olas de calor, lluvias torrenciales… Todo esto. Prevenirlo con más anticipación, y también prevenir el tiempo con mucha granularidad. Y, si somos capaces de eso, si fuéramos capaces de eso, en teoría, con una pequeña intervención, como ala de mariposa en el sistema climático, podríamos hacer que perdiesen energía esos fenómenos meteorológicos extremos o desviarlos a un lugar donde no causen daño. Es una visión muy futurista. Muchos de los científicos con los que hablamos pensaban que era imposible. Y una de las primeras cosas que hicimos fue crear un taller en la Universidad de Maryland con los mayores expertos en modelado numérico, teoría de caos, básicamente, y expertos en climatología extrema, gente experta en tornados y cosas así. Y la idea es que rompiesen nuestra idea, que dijesen: «Esta idea vuestra es una locura». Pasamos todo el día allí en distintas ponencias y se vio que sí, es una locura, pero se podría hacer. Y ahí empezó esta organización, que es más de investigación que de otra cosa. Investigación «in silico», es decir, con modelos de ordenador primero, para luego llevarlo a la práctica. Es una buena pregunta, pero lo que es interesante es poner sobre la mesa el concepto de seguridad climática y de seguridad meteorológica. Nosotros, en el fondo, la agricultura y el desarrollo humano es cosa de 10.000 años desde que el clima se estabilizó lo suficiente como para que pudiéramos tener agricultura. Quizá hubo civilizaciones anteriores, hay gente que lo está revisitando ahora, pero llevamos con cierta estabilidad climática un buen tiempo, y eso nos ha permitido como sociedad llegar adonde estamos. Si perdemos la seguridad climática, perdemos las demás seguridades. Perdemos la seguridad de nuestras fronteras, la seguridad nacional, la seguridad hídrica e incluso dentro de las fronteras puede haber movimientos de gente o problemas graves. Se calcula que cada año hay 20 millones de refugiados climáticos en el mundo. No voy a decir que yo fui un refugiado climático porque sería un insulto a los que de verdad son refugiados climáticos, pero sí es verdad que me tuve que mudar de un sitio que estaba totalmente acosado por los incendios forestales. Entonces, es muy importante entender ese concepto que nosotros damos por hecho. Desde que empecé este trabajo, la inteligencia artificial ha avanzado de modo exponencial. Hablábamos de la realidad exponencial. De repente, parece que no pasaba nada y ChatGPT aprueba el examen para ser médico. Hace poco parecía que le podríamos preguntar de qué color era el caballo blanco de Santiago y te lo contestaba medio bien, y ahora resulta que es mucho más capaz de lo que pensamos. Es un ejemplo típico de crecimiento exponencial la inteligencia artificial. Entonces, la inteligencia artificial tiene un enorme poder, por ejemplo, para hacer posible una economía circular. ¿Por qué? Estamos hablando de metabolización. Como en la naturaleza se metabolizan o en nuestro cuerpo se metabolizan todos los átomos, moléculas, compuestos que hay de forma óptima, si nosotros quisiésemos hacer esto en una ciudad, por ejemplo, no tenemos ahora mismo información ni capacidad de entender de dónde se está generando un residuo que puede ser un insumo para otra empresa, de dónde se va a romper algo… Es decir, podría ser fantástica la inteligencia artificial para optimizar la economía hasta el punto de llegar a una circularidad, y también para promover esa economía regenerativa, entender cómo funcionan los suelos mejor, las corrientes oceánicas… Es decir, la inteligencia artificial puesta al servicio de la regeneración planetaria sería una herramienta poderosísima. Pero, de nuevo, volvemos al plástico. El plástico de un material maravilloso. Lo vimos en la revista de 1955: «Mirad, plástico, nuevo material». Pero habría que saber usarlo. No era el plástico, era cómo lo usamos. Lo hemos usado fatal. Pudimos haberlo usado bien, no tendríamos todos los ecosistemas del mundo contaminados y este problema exponencial. Con la inteligencia artificial, tenemos unos problemas todavía más graves en potencia, y por ahora, por lo que estoy viendo, no se están cuidando. Hay un problema de alineación de la inteligencia artificial con los intereses humanos que se desconoce y que no se está trabajando lo suficiente en él. Entonces, yo soy partidario de echar el freno en la inteligencia artificial hasta que desarrollemos los mecanismos por los cuales nos podemos asegurar de que la inteligencia artificial… Primero, que programamos los intereses de forma correcta, que esa es una de las grandes dificultades, y que la alineamos con los valores humanos, porque, si no, son muchos los que piensan, muchos líderes, autores, Elon Musk, Eliezer Yudkowsky, Nick Bostrom, muchísima gente que piensa que tenemos un riesgo existencial y que la inteligencia artificial se puede volver contra nosotros.

1:23:42

Hace unos años hice un ejercicio con una de mis mentoras. Se llama Johanna Macy. Ella tiene 94 años ahora y sigue enseñando. Ha sido una de mis profesoras. El ejercicio era una meditación con una persona que no conocíamos. Es como si yo me pusiera delante de uno de vosotros, sentados uno frente al otro, en silencio, meditación con los ojos abiertos, mirándonos. Es un poco extraño. Te puede dar la risa, te puede dar vergüenza, pero una vez que lo superas y conectas con la otra persona, te relajas, ves que es un ser humano. Entonces, empieza a ser: «¡Guau! Aquí hay un ser humano». Entonces, Johanna Macy iba dando las instrucciones y dijo: «Bueno, todos los que estáis mirando para allá ahora vamos a imaginar que sois seres del ahora, gente que está viviendo ahora, y los que estáis mirando al revés sois personas de dentro de siete generaciones en el futuro. Descendientes vuestros». Entonces, facilitaba una conversación. Nos metíamos en esos personajes. En el personaje de quiénes somos ahora es fácil meterse, pero en el de dentro de siete generaciones… Y era esa conversación. Y era impactante, porque tenías delante a tu descendiente y te decía: «Oye, y tú, cuando supiste todas esas cosas, ¿qué hiciste?». Y esa es una de las preguntas para las cuales yo me preparo cada día. Si alguien del futuro me preguntase: «¿Qué hiciste?», quiero tener una respuesta. Nosotros hemos transformado el mundo, estamos transformando el mundo. El mundo es un mundo transformado. Ya no es el mundo de antes, es un mundo transformado, herido, que se deshace, que pierde su biodiversidad… Es lo que es. Nos rompe el corazón verlo. Tenemos que ver, no podemos escondernos. Hay que tener valor. Ese mundo transformado puede transformarnos. Si dejamos que nos transforme, evolucionaremos, sobreviviremos. Si lo negamos, por miedo, por lo que sea, si lo negamos y no dejamos que nos transforme, nos extinguiremos. O, si no nos extinguimos y la persona del futuro nos pregunta: «Oye, cando lo supiste, ¿tú qué hiciste?», pues nos echaremos a llorar. Y eso es algo que no quiero que me ocurra, y de ahí sale un poco mi trabajo. Mi trabajo, tanto si es de educación como de ONG, del plástico o lo que sea, tiene ese objetivo: ser un buen ancestro y hacer honor a este tiempo tan especial y tan importante que nos ha tocado vivir. Espero que os llevéis de hoy algunas pinceladas, algunas ideas, y que tengáis la voluntad y el honor de dejaros transformar. Muchas gracias.