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“¿Tu hijo es una orquídea o un diente de león?”

Philippa Perry

“¿Tu hijo es una orquídea o un diente de león?”

Philippa Perry

Psicoterapeuta y escritora


Creando oportunidades

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Philippa Perry

Como un torbellino entra a la entrevista saludando a todos los presentes y se introduce con la humildad impropia de una de las psicoterapeutas más prestigiosas y reconocidas del Reino Unido. Revelaría más tarde que su disposición a la apertura es un particular truco de autonarrativa: “Yo me voy a sentir mejor si pienso que todo el mundo es agradable e interesante y que quiero conectar con ellos”.

Sus libros gobiernan las estanterías de destacados de las principales librerías de la capital británica. Perry es mundialmente conocida por ‘El libro que ojalá tus padres hubieran leído’, un manual básico para padres y madres que ha sido un éxito superventas traducido a más de 40 idiomas. Además, es autora de ‘Couch Fiction’, ‘El libro que necesitas leer para no perder la cabeza’ o, el más reciente, ‘El libro que ojalá todos tus seres queridos hubieran leído (y no tan queridos)’. La escritora estudió Bellas Artes pero acabó en la psicoterapia de manera orgánica. Tras 20 años de consulta privada encontró en la escritura un lugar para ayudar a los demás desde el autoconocimiento. Actualmente, es habitual encontrarla participando en programas de televisión o radio y sus columnas en ‘The Observer magazine’, en The Guardian, son un referente de los consultorios sentimentales.

"La mayoría de los padres y madres son bienintencionados pero no tienen las herramientas adecuadas", asegura. En su trabajo, Perry explora la complejidad de las relaciones humanas y aboga por la sensatez y el autoconocimiento como manera de enfrentarnos al mundo y, ojalá, ser más felices en el camino.


Transcripción

00:05
Philippa Perry. Me llamo Philippa Perry, soy psicoterapeuta y he escrito varios libros como ‘Couch Fiction’, ‘El libro que necesitas leer para no perder la cabeza’, ‘El libro que ojalá tus padres hubieran leído: (y que a tus hijos les encantará que leas)’ y ‘El libro que ojalá todos tus seres queridos hubieran leído (y no tan queridos)’. Además, los domingos escribo columnas para «The Guardian» en «Observer Magazine», donde abordo los problemas de los lectores. Y me alegro mucho de hacer esta entrevista.

00:37
Romina Peñate. Bienvenida a ‘Aprendemos juntos’, doctora Philippa Perry. Es un placer tenerte en el programa y que quieras compartir tu trabajo y tu conocimiento con nuestro público. Para poner a los espectadores en contexto, me gustaría que te presentaras. Eres artista, psicoterapeuta, escritora de éxito, y me gustaría que nos hablaras de tu trayectoria hasta llegar a la psicoterapia. 

01:04
Philippa Perry. «Mi trayectoria en la psicoterapia». Vale. ¡Hola a todos! ¿Qué tal? Pues, mira, fui psicoterapeuta desde los treinta y nueve años hasta los cincuenta y cinco años. Ya no tengo consulta privada, pero me dedico a escribir sobre psicoterapia. ¿Y cómo he llegado hasta aquí? Pues ¿quién sabe cómo llegamos a los sitios? Yo nunca seguí ningún plan. Tan solo me dediqué a pasármelo bien, entre la adolescencia y los treinta. Tuve todo tipo de trabajos y la verdad es que algunos de ellos me gustaban. Uno de mis primeros trabajos fue como secretaria en un despacho de abogados. Y mi labor consistía en cobrar pequeñas deudas a través de los juzgados municipales. Y, claro, los deudores huyen, se escapan. Entonces, tuve que contratar a alguien para que los persiguiera y lo hizo tan mal que decidí intentarlo yo misma. Después de mi jornada, me presentaba en casa de alguno de ellos… O igual es que vivían con su madre o lo que fuera. Los buscaba. Y como yo parecía una persona cualquiera, no tenía pinta de policía ni nada, pues podía hablar con ellos. Les decía que los buscaba por la deuda y tal y creo que ahí me di cuenta de lo útil que puede ser hablar. En lugar de decirles: «¡Debes tanto dinero!», les decía: «Oye, ¿pero qué ha pasado? Problemillas económicos, ¿eh? A ver qué podemos hacer». Me acercaba a ellos y recaudaba mucho más dinero acordando, por ejemplo, que pagaran tal cantidad a la semana o algo así que con una orden judicial dura. Eso no ayuda, no hace falta tratar a la gente así. Y puede que ahí me entrara el gusanillo de la psicoterapia. Dejé el despacho de abogados y durante dos años trabajé como investigadora, o detective privado, a tiempo completo.

03:26

Después me harté de eso y me quise ir a vivir a Londres. Porque por entonces vivía en Oxford y me llamaban las luces de la gran ciudad. Nunca me planteé a qué iba a dedicarme o cómo iba a labrarme una carrera. Y había un programa de gestión en McDonald’s, una cadena de hamburgueserías que acaba de empezar. Debían de ser principios o mediados de los ochenta, comer sin cubiertos me pareció una revolución y pensé: «Esta empresa es una pasada, voy a ver». Trabajé en el Oxford Circus, que estaba superconcurrido, y disfruté muchísimo gracias a la gente, gracias a las personas que pasaban por allí, personas de todas partes, con vidas totalmente diferentes… Y muchos estudiantes tienen un año para viajar por el mundo.  Yo me quedé en Londres, pero fue como un Erasmus en el que viajé por todo el mundo gracias a todas aquellas personas, con historias tan distintas y de países tan diferentes. Después, heredé dinero de una tía. No había fallecido, pero me dio el dinero. Me dio unas cincuenta mil libras, que es mucho dinero, y me permití tomarme un tiempo de descanso y estudio.  Siempre me había gustado dibujar y pintar, así que por qué no estudiar Bellas Artes. Monté mi porfolio y entré en Bellas Artes. Y, bueno, me convertí en artista. Fueron cinco años, era una carrera larga. Y trabajé como artista durante unos dos años después de graduarme. Pero me harté de estar sola, tomando leche en polvo en un estudio. Sí que vendía mis obras, pero se las vendía siempre a la misma persona y me estaba empezando a aburrir. Y encima luego me enteré de que el tipo utilizaba mis obras para…  O sea, vendía obras a coleccionistas y añadía una de regalo, y la mía era el regalo. Y me quedé un poco… No me gustó. Pero en todo momento mi trabajo iba derivando cada vez más hacia la psicología y yo leía cada vez más sobre psicología. Aunque siempre decía: «Uf, no, psicoterapeuta no quiero ser, es muy difícil…».   Fui voluntaria en un teléfono de asistencia contra el suicidio que se llama Samaritanos y trabajé ahí como voluntaria durante cuatro años, así que eso me dio tablas. Y dije: «Bueno, voy a hacer un cursillo de introducción, pero nada más, psicoterapeuta no voy a ser. Una introducción a la asistencia psicológica y ya». Y luego hice otro y luego otro y otro, y cuatro años después me dijeron que no podía seguir si no empezaba a tener pacientes, porque había que llevar el trabajo que hicieras. Y dije: «¡Madre mía, tengo que hacerlo!». Y entonces di el paso y me hice psicoterapeuta.

06:29
Romina Peñate.  Y desde entonces has escrito muchos libros.

06:33
Philippa Perry. Empecé a practicar y a cometer errores. De hecho, uno de los libros, que creo que no se ha traducido al español, se llama ‘Couch Fiction’ y es una novela gráfica, como un libro de dibujos, y lo que muestra es un caso práctico en el formato de novela gráfica. Cuando estaba escribiéndolo, me di cuenta de que, para transmitir verdad, tenía que reflejar los errores que cometía como terapeuta. No escribí sobre una terapia perfecta, sino sobre dos personajes, la terapeuta y el cliente, que tratan de llegar a alguna parte mediante el vínculo que crean y el trabajo que hacen con los conflictos del cliente. Y se muestran todos los errores que ella comete, porque, evidentemente, todo el mundo comete errores. En todas las relaciones hay roturas y la idea es no huir cuando ocurren, sino intentar repararlas. El libro habla mucho sobre romper y reparar, que es un tema que también abordo en otros libros y publicaciones.  Y este libro, ‘Couch Fiction’, va de eso, de cómo, a pesar de los errores de la terapeuta, el paciente hace el trabajo que debe hacer para ser quien necesita ser. Lo escribí con cincuenta años, ya tenía unos veinte años de experiencia antes de empezar a escribir. También escribí otro libro, ‘El libro que necesitas leer para no perder la cabeza’, para ‘The School of Life’. Di pequeños cursos de psicoterapia sobre cómo ser un ser humano y cómo vivir de la mejor manera.

08:29
Romina Peñate. En el libro que has mencionado, ‘El libro que necesitas leer para no perder la cabeza’, dices que hay cuatro piedras angulares para estar equilibrado. Me gustaría que nos describieras qué es el equilibrio mental…

08:41
Philippa Perry.  Qué interesante, sí.

08:42
Romina Peñate. …y cómo lograr esa salud mental.

08:44
Philippa Perry. Hay un libro, el ‘DSM’ , un manual diagnóstico y estadístico, que es un tocho y que contiene miles de formas de estar desequilibrado, miles de diagnósticos y trastornos, pero ni una sola definición de ‘equilibrio’, de cordura.  Nadie había definido el equilibrio, así que yo me propuse hacerlo. Y otra cosa de la que me di cuenta cuando hice gira hablando del libro es de que la gente confunde equilibrio y normalidad. Estar equilibrado no es necesariamente ser normal. De hecho, puede que sea ser diferente. Entonces, ¿qué es el equilibrio, la salud mental? Bueno, si te vas al ‘DSM’ , te encontrarás, como digo, con cientos de diagnósticos, y esos diagnósticos se pueden dividir entre los que implican rigidez e inflexibilidad, o caos. Y yo pensé que el equilibrio podría darse cuando no eres ni caótico ni totalmente rígido pero sí flexible. Eso quiere decir que puedes ser fiel a ti mismo y a la vez adaptarte a tu entorno, para poder conectar con los demás. El desequilibrio interrumpe esa conexión con los demás. Y, si en ningún caso puedes adaptarte a los demás y vives según unas reglas demasiado estrictas, tampoco quiere decir que seas autista, que es un diagnóstico bastante rígido, pero sí que te riges por unas normas muy estrictas porque… Si hemos pasado por algún tipo de trauma, lo que solemos hacer es intentar protegernos para evitar un nuevo trauma. Y eso lo hacemos imponiéndonos ciertas normas: «No hables con extraños, no mires a nadie, guárdate las cosas…». Toda una serie de normas que, si las sigues, no te permitirán crear conexiones. Pero si creas conexiones con absolutamente todo, porque eres caótico, y te vas por la tangente todo el rato, los demás no podrán seguirte el ritmo y tampoco conseguirás conectar. Cuando estás en medio, entre el caos y la rigidez, entre vivir sin normas o con demasiadas, ahí encuentras la flexibilidad. Y, si eres flexible, puedes ser fiel a ti mismo y, a la vez, estar lo suficientemente disponible como para conectar con los demás. Esa es mi definición de equilibrio mental: es estar entre la rigidez y el caos, es adaptabilidad, identificabilidad y flexibilidad. Algo así.

Quote

"El elemento más importante para el equilibrio mental puede que sean las historias que nos contamos a nosotros mismos"

Philippa Perry

11:46
Romina Peñate.  ¿Y hay alguna forma de conseguirlo?

11:49
Philippa Perry. Claro. Las cuatro piedras angulares de las que hablo en mi libro. A ver, no hay cuatro piedras angulares como tal, pero, si quieres escribir un libro, necesitas un poco de estructura, y aparte eso ayuda a organizar toda la información en la cabeza para poder salir del caos. Pero se podría decir que el equilibrio es, primero, autoconocimiento.  Si sabemos lo que estamos haciendo para generar los resultados que estamos obteniendo, podemos decidir si nos gustan o no dichos resultados. Y, si sabemos cómo estamos llegando a ellos y no nos gustan, tenemos ese autoconocimiento para decir: «Vale… Estoy aquí y esto es lo que estoy haciendo para estar aquí. Sé lo que estoy haciendo, así que voy a intentar otra cosa». El autoconocimiento es lo primero. Lo segundo es que nuestras relaciones interpersonales tienen que estar equilibradas. Hay un capítulo sobre las relaciones. Luego tuve que escribir un libro entero sobre ellas, pero en ‘El libro que necesitas leer para no perder la cabeza’ escribí una sección sobre eso, sobre cómo tener relaciones, cómo mantenerlas… Y, luego, el siguiente capítulo habla de… Porque la gente dice: «Uf, ¡qué estrés llevo, qué agobio todo!», y yo digo que no hay que descartar todo el estrés, necesitamos cierto nivel de estrés para mantener el cerebro ejercitado.  Si no tenemos el estrés de registrar información nueva, «No, ya no puedo con nada más», vamos mermando. Y, cuando abordo el estrés, hablo sobre el concepto de la «zona de confort». Todos tenemos cosas con las que nos sentimos cómodos, cosas con las que nos sentimos menos cómodos, cosas que nos asustan un poco y cosas que nos dan un miedo atroz. Si empujamos un poco esos límites de nuestra zona de confort, somos un poco valientes y nos atrevemos a hacer cosas sobre las que pensamos «Uy, no sé, esto no es para mí», y luego vemos que podemos con ello, eso nos da seguridad. Si nunca forzamos esos límites, nunca encontraremos esa seguridad. Creo que un poco de estrés es necesario para el equilibrio mental, el ser capaz de tolerar un poco de estrés. Sin estrés, ni nos levantaríamos de la cama y no tendríamos retos a los que enfrentarnos. Entonces, creo que es muy bueno hacer cosas que nos supongan un reto. Puede ser aprender francés, puede ser entrenar para correr una maratón, puede ser hablar en público, lo que sea. Y, seguramente, el elemento más importante para el equilibrio mental sean las historias que nos contamos a nosotros mismos. Nos estamos contando historias constantemente. Somos criaturas que construimos significado. Si esas historias están equilibradas, nosotros estaremos equilibrados y, si no, no. Por ejemplo, si tenemos un poco de neurosis y lo que nos repetimos es: «No, no puedo hacer eso, no soy suficiente», eso nos desequilibra un poco más que decir: «Venga, voy a intentarlo y a ver si soy suficiente», que es una mejor historia que contarnos.

15:40

Muchas veces no nos damos cuenta de cómo nos estamos hablando. A veces damos por hecha nuestra crítica interna, como si fuera real. No es real, nos es meramente conocida. Solemos confundir un relato conocido con un relato real, porque nos lo hemos repetido tanto que parece verdad, o nos lo han repetido tanto que parece verdad. Y no es real, solo nos es conocido. Algo que resulta muy útil es desembrollar todo eso que nos han repetido o que nos hemos repetido nosotros mismos y quedarnos solo con la verdad. Puede que te encuentres con que no te quedan historias. Algunas encontrarás. Esas historias que nos contamos probablemente sean la clave para mantener la mente equilibrada. Si entras en un sitio pensando «Nadie quiere hablar conmigo, todo el mundo piensa que soy un rollo, a mí todo el mundo me parece un rollo…» y te quedas mirando al suelo, sin establecer contacto visual con nadie… Al final será una profecía autorrealizada. Si entras y dices: «¡Hola!»… Por ejemplo, anoche fui a una fiesta donde no conocía a nadie. Entré y dije: «¡Hola, soy Phil!», fui con disposición de apertura y me lo pasé genial. Pero si hubiera entrado cabizbaja, la gente hubiera pensado: «Esta no mira a nadie, mejor no me acerco». Entonces, lo que hay que decirse es: «Todo el mundo es agradable e interesante y piensan que yo también lo soy». Puede que no sea verdad, pero da igual, y yo me voy a sentir mejor si pienso que todo el mundo es agradable e interesante y que quiero conectar con ellos.

17:31
Romina Peñate.  Me gustaría retomar el tema de las relaciones que comentábamos. En tu último libro, ‘El libro que ojalá todos tus seres queridos hubieran leído’…

17:38
Philippa Perry. ‘(y no tan queridos)’.

17:40
Romina Peñate. …dices que una de las partes más importantes de nuestra vida es la forma en que conectamos con los demás, justo lo mencionábamos. ¿Por qué necesitamos esas conexiones con los demás y cómo podemos crear esos vínculos?

17:55
Philippa Perry. Mira, una sola neurona no sirve para mucho. Necesita conectar con otra para crear un pensamiento, acción o idea. Pues nosotros somos un poco como las neuronas. Nos creemos independientes, pero estamos en sistemas, funcionamos en grupos. Mira lo que tenemos aquí montado. Estamos tú y yo hablando, pero hay varias personas con las cámaras, hay otra persona dirigiendo… Somos un equipo, somos un grupo, funcionamos en grupo. Nacemos en una familia, somos como animales de manada. Y no nacemos totalmente formados. Nacemos antes de poder caminar. Creo que somos los únicos… Debemos de ser los peores mamíferos, cuando nacemos estamos totalmente indefensos, dependemos completamente de nuestros cuidadores. Y nos formamos dentro de esa relación con nuestros cuidadores. Claro que nacemos con ciertos genes.  Algunos niños serán más sensibles por naturaleza, otros serán más difíciles de calmar, cada bebé es de una manera. Pero lo que absorban de los cuidadores determinará quiénes son.  Nos formamos en relación con otras personas y nunca dejamos de hacerlo. Sí, esos cinco primeros años son superformativos, nuestra familia es nuestro mundo. Luego empezamos a ir al colegio y nuestro mundo se expande un poco, y empezamos a ver la tele y a leer libros y nuestro mundo sigue creciendo. Y hoy en día, desafortunadamente, también tenemos una vida virtual, que no creo que le esté favoreciendo a nadie. Está robando parte de esas conexiones interpersonales, que son parte de la experiencia humana. Conectar, recibir la influencia de los demás e influir a los demás, formarnos y reformarnos con diferentes personas todo el tiempo. Creo que esa es una parte esencial de la vida.

20:26
Romina Peñate.  ¿Y hay alguna forma de mejorar nuestras relaciones? Porque a veces no son fáciles.

20:31
Philippa Perry. Tendría que partir de algún ejemplo para poder decirte. Porque lo que una persona tendría que hacer más igual otra persona tendría que hacerlo menos. Por ejemplo, cuando tenemos algún problema en el ámbito laboral… Claro, ahí hay una jerarquía: está el jefe, está el que empieza… Y, a veces, si hay un problema, nos quedamos callados en lugar de verbalizarlo. Y lo que nos pasa es que la relación que tenemos con la otra persona está dentro de nuestra cabeza, no es con ellos. Entonces, en lugar de verificar una suposición, nos la guardamos para nosotros. Y hay gente que muere por esa misma razón.  Lo que quiero decir con esto es que, por ejemplo, si hay un piloto en prácticas con un piloto jefe en un avión y el practicante se da cuenta de que se está acabando el combustible, pero no quiere decirle nada al jefe… O sea, tuvieron que cambiar las normas para que cualquiera pudiera dirigirse al capitán y decirle: «Nos estamos quedando sin combustible» o «Hay un motor en llamas», y que no se asumiera que el capitán lo sabía todo.   Tuvieron que cambiar las normas para que la persona que acaba de entrar pudiera decir: «Creo que se está acabando el combustible». Probablemente le digan: «Estás mirando el indicador que no es», pero no pasa nada, es mejor eso que estrellarse. Creo que tenemos que poder decir algo incómodo, y eso se consigue sin decirlo de forma ofensiva. Por ejemplo, digamos que toda esta gente asume que tú les vas a traer el café cada día. Dirás: «A ver, un momento, que no soy barista. Vamos a ir turnándonos». Es mejor eso que ofenderse. Si te ofendes…

22:47
Romina Peñate.  Comunicación, en definitiva.

22:48
Philipa Perry. Comunicación, sí. Lo has resumido en una palabra. Comunicarse. Creo que ese es el mayor problema, el tener una relación dentro de nuestra propia cabeza, ya sea con un cónyuge, un amigo, un compañero…, en vez de tenerla con la persona. Hay un ‘reality show’ que se llama ‘The Traitors’ , que es como de misterio y asesinatos.   Uno o dos de los participantes son los asesinos, los traidores, y el resto tiene que adivinar quiénes son y los traidores también tienen que fingir que están intentando adivinar. Y tienen conversaciones superintensas entre ellos y dicen: «Fulanito es el traidor porque tal» y se convencen de que llevan la razón, y luego no.  Y yo pienso: «Es que en la vida real también somos así». Suponemos algo, lo hablamos con alguien, nos reafirman en nuestra convicción y de ahí salen los rumores y los cotilleos. Ese programa demuestra cómo somos los seres humanos. Y ves que tú tampoco podrías adivinarlo. Nos causa mucho problema decir «No lo sé». Preferimos suponer y equivocarnos que decir que no sabemos algo.

24:11
Romina Peñate. Nos inventamos las historias.

24:13
Philippa Perry.  Sí, y en psicoterapia, si tienes una intuición… Como psicoterapeuta, le dices a tu cliente que quieres comprobar una intuición o corazonada que tienes, pero que podrías equivocarte. Y creo que eso deberíamos trasladarlo a la vida real.

24:32
Romina Peñate.  Y, en cuanto a las relaciones románticas, me encanta cómo entiendes el amor y cómo hablas sobre él y sobre cómo podemos cultivar nuestras relaciones románticas. Y me gustaría saber si podemos hacer que esas relaciones sean sostenibles.

24:51
Philippa Perry.  Claro que podemos.

24:53
Romina Peñate.  ¿Cómo?

24:54
Philippa Perry.  Bueno, hay que aceptar que las relaciones van por fases. Cuando dos personas se juntan y se enamoran perdidamente, una gran parte de ese enamoramiento es su propia fantasía y su proyección de cómo será su futuro con esa persona y cómo sueñan que será la relación. Cuando esas personas ya llevan juntas un tiempo, la realidad se impone. Es una maravilla si la realidad coincide con la fantasía, pero no siempre es así. De hecho, raramente es así. A veces pensamos que el amor es tan solo un sentimiento que un buen día te encuentra. Y no es tanto que el amor te encuentre, sino que tú mismo vas a encontronazos con tus propias fantasías. Y, para mí, el amor verdadero es sentirse bien con la otra persona de forma consistente. No es emocionante, no es «¡Guau!», sino es sentirse bien. Y el amor verdadero es más un verbo que algo que te ocurre.  El amor verdadero es vaciar el lavavajillas antes de que tu pareja llegue a casa. El amor verdadero es hacer cosas por el otro, escuchar e intentar comprender. El amor verdadero hace preguntas en vez de decir: «Es que tú siempre…». Y otra cosa sobre el amor verdadero es reconocer las diferencias. Una pareja no muta en un solo cuerpo, se tienen diferentes formas de ver el mundo y es más interesante compartir esas diferencias y conocerlas que fingir que se es igual. Se necesitan dos personas para que esas diferencias puedan unirse.  Creo que un buen modelo del amor es… Cuando hay dos personas que deciden estar juntas, lo primero es el compromiso. Porque, si te comprometes en una relación, no puedes solucionar los problemas huyendo. «Me siento solo, pues me voy a buscar un amante». No, si estás en una relación y te sientes solo, vas a tu pareja y le dices: «Me siento solo dentro de esta relación».

27:30

Y te podrán decir: «Ostras, vale, ¿qué parte de ti se siente invisible?». «No lo sé, tengo que descubrirlo». «Vale, pues yo te ayudo». Ese tipo de conversaciones difíciles. Si tu pareja te dice que se siente sola en la relación, no hay que tomárselo de forma personal, porque seguramente sea por algo que no te está diciendo o que no se ha dicho a sí misma. Y es algo que podéis trabajar entre los dos. Entonces, por un lado, el compromiso. Por otro, creo que es genial que cada uno salga y tenga su propia vida y sus propias experiencias y que luego las traiga a la relación. Eso enriquece, porque se está introduciendo información nueva del exterior.  Dos personas que piensan igual, que ven el mundo igual y que van paralelamente… Eso no aporta la diferencia suficiente para que sea interesante. La otra persona te gusta justamente porque es diferente. Pero si tú tienes a tus amigos, tienes tu trabajo… y tu pareja tiene los suyos, después podéis compartir eso, podéis integrar al otro en vuestros respectivos círculos, presentaros a vuestros amigos, etcétera. Todo eso crea interés. Y la diferencia hay que mantenerla, porque, si yo siento que mi marido y yo vamos así, paralelamente, lo que tengo que hacer es, por ejemplo, ir a verlo al trabajo, cuando está en otro ambiente, porque ahí vuelvo a verlo como persona independiente. Y digo: «Uy, qué tipo tan interesante». Pero si solo ves a la persona en casa, no hay suficiente diferencia. El confinamiento fue un reto para mucha gente porque muchas parejas podían llegar a asemejarse demasiado. Podías leer libros distintos o escuchar ‘podcasts’ diferentes y luego hablar de ello, o discutir sobre qué película ver y tal, pero fue difícil no poder traer nada de fuera. Porque incorporar cosas externas mantiene la frescura en una relación. Creo que, en pareja, es esencial recordar que somos un equipo, pero también que tenemos una vida aparte, que luego podemos compartir también con esa pareja. Eso da fuerzas para seguir. Yo llevo casada treinta y cinco años y sigo descubriendo cosas, y eso es lo que me gusta.

30:08
Romina Peñate.  Algo que me parece muy interesante es que dices que la atención también es un elemento clave para cuidar las relaciones románticas.

30:17
Philippa Perry. Sí, exactamente, gracias por recordármelo. Un colega psicólogo, John Gottman, fundó un instituto Estados Unidos porque era él un desastre con las relaciones y quería observar parejas para ver lo que funcionaba y lo que no.  Y uno de sus hallazgos fue que, si una pareja está todo el día junta, por ejemplo, pasando un fin de semana en una casa rural… Él los observaba con cámaras, raro pero con permiso, y se dio cuenta de que las parejas que respetaban siete de cada diez peticiones de atención tenían relaciones largas y felices.  Las que respetaban tres o menos terminaban rompiendo o teniendo una relación amarga. Una petición de atención es… Pongamos que estás leyendo un libro tan a gusto y tú marido te dice: «¡Mira, una ardilla!», por la ventana, eso es una petición de atención. Entonces, dejas el libro y dices: «¡Ostras, sí, una ardilla!». Y luego sigues leyendo. O lo que sea. Por ejemplo, a mi marido le encanta hablar de bicicletas y a mí no me interesan. Pero me interesa él cuando habla de las bicicletas, disfruto de ver su entusiasmo. Pero el otro día yo tenía como tres ollas al fuego, estaba enfrascada cocinando y él no paraba de hablar de la bicicleta y del tiempo… y le dije: «Creo que ya me has contado suficiente por hoy». Enseguida me di cuenta de que se me había escapado y él dijo: «¡¿Oye, y las peticiones de atención?!». Digo: «Bueno, mira, son siete de diez. Esta es una de las tres restantes, ahora mismo no estoy para bicis». Y al final nos lo tomamos a broma y nos echamos unas risas. Había llegado a mi tope de información sobre bicicletas.

32:26
Romina Peñate. Philippa, algo que me sorprende mucho… Me leí tu libro, que para mí es una guía básica de crianza, llena consejos básicos para madres y padres.

32:37
Philippa Perry .  Te refieres a ‘El libro que ojalá tus padres hubieran leído: (y que a tus hijos les encantará que leas)’.

32:43
Romina Peñate.  Es un libro fantástico y yo animo a todo el mundo a leerlo.

32:47
Philippa Perry.  Siempre había querido escribir ese libro para contarles a mis padres cómo ser padres. Un poco tarde, porque ya habían hecho lo que tenían que hacer, pero también quería escribirlo porque muchos de los clientes que venían a verme no tenían unos padres horribles. Tenían padres buenos y bienintencionados. Pero quizá eran padres que se sentían incómodos con algunas de las emociones de su hijo. Y el niño había crecido creyendo que no debe enfadarse ni ponerse triste. Cuando sienten rabia o tristeza, no aprenden a verbalizar todo eso ni a procesarlo. Saben estar felices y saben estar contentos, eso sí, pero no estar tristes o enfadados o tener alguna emoción negativa. Y esas emociones, al haberlas reprimido, se convierten en depresión. Es lo que ocurre al reprimir emociones: se convierten en depresión. Y yo digo: «¿De niño, qué pasaba si te enfadabas?». «Ah, no, no podía enfadarme. Me reñían. Si me enfadaba, me sentía mala persona». «¿Qué pasaba si estabas triste?». «Me iba a mi habitación porque mis padres no me aguantaban si estaba triste». No es que no lo aguantaran, es que no sabían cómo gestionar su propia tristeza, porque así los habían criado a ellos. Entonces, la tristeza de su hijo amenazaba con disparar sus propios sentimientos reprimidos. Entonces, «Si estás triste, aparta».  Y yo pienso que sería buenísimo romper ese ciclo. No permitirles a tus hijos estar tristes, no estar con ellos cuando están tristes porque tú mismo no sabes gestionar tu propia infelicidad… O sea, si uno se lee el libro, lo que saca es que lo más importante al criar a un hijo es nuestra relación con él.  Y, en esa relación, el niño tiene que poder acercarse a ti con cualquier cosa. Tú, como persona, eres ese hogar seguro. Y eso es lo que yo quería para los niños, que tuvieran a alguien a quien poder decir lo que no les gusta, lo que los tiene mal, y que se les tome en serio. No estoy diciendo que… El libro no habla de sobreproteger. El libro no habla de no poner límites. Los niños necesitan amor y límites. Y necesitamos esos límites porque… Como la historia que me estabas contando antes de empezar a grabar: que estabas en el parque pasando frío aburrida como una ostra mientras tu hijo jugaba feliz. En vez de decirle «Venga, ya has tenido suficiente, nos vamos», tienes que poner el límite con tu verdad. El límite es que hay que irse del parque, pero la razón es que te aburres y estás pasando frío. No tienes que aguantar hasta no poder más y pasar tanto frío que ya ni te puedes mover. Así que le dices: «Me aburro y tengo frío, cinco minutos más y nos vamos». No hay que decir: «Le dejo jugar todo el día hasta que ya no puedo más», no, porque si no pones límites al final te da algo.  Lo mismo si está haciendo demasiado ruido, gritando mucho en el jardín. No le dejas molestar a los vecinos todo el día. Dices: «O bajas el volumen o entras en casa». Y, si no lo baja, para adentro. Hay que poner límites, no estoy diciendo que haya que malcriar a los niños ni consentirlos.  Estoy hablando de tratarlos como seres humanos sintientes y de respetarlos con integridad y verdad, y permitirles transitar todas sus emociones. Entonces, si lo mandas a entrar y empieza a llorar y a decir: «¡No quiero entrar!», tú le dices: «Ya, ya sé que estás triste, te entiendo, no pasa nada, estás enfadado conmigo, ya lo veo». Contienes las emociones y le permites transitarlas. No le dices que es malo por estar enfadado o que no debería estarlo o que ya saldrá a jugar mañana. Hay que dejarles sentir y tú, como padre, debes comprender por qué eso te cuesta, y es por cómo te trataron a ti de pequeño. En el libro hago reflexionar a los lectores sobre cómo los criaron a ellos, lo que les vino bien y lo que no, y les invito a reproducir solo lo que les vino bien y a buscar otras maneras de criar a sus hijos. Se trata de maximizar tu relación con tu hijo.

38:03
Romina Peñate.  Eso requiere mucho trabajo de autoconocimiento.

38:05
Philippa Perry. Sí, es verdad, requiere un poco de trabajo. Leerse el libro es un poco como ir a terapia y, una vez has ido a terapia y te conoces mejor, estás más disponible para tu hijo, que es lo que tu hijo necesita.

Quote

“Los niños necesitan atención. Necesitan mucha atención. Porque solo te tienen a ti”

Philippa Perry

38:19
Romina Peñate. ¿Tienes algún otro consejo para intentar ser mejor como padres?

38:24
Philippa Perry.  Ser sincero. Hay que ser sincero a un nivel que el niño pueda entender y asimilar. Y no intentar fingir que todo es de color de rosa, porque no lo es y ellos se dan cuenta rápidamente. «¡No pasa nada, solo es un huracancito de nada!». No, «Esto da miedo, vamos al sótano». Es mejor decir eso que «¡Niños, no os preocupéis!». Porque, si estás nervioso o lo que sea, ellos te lo notan. Y, si finges lo contrario, estás trastocando su intuición. Si dices una cosa y sientes otra, estás trastocando la intuición de tu hijo. Y su intuición es lo que lo mantiene a salvo.

39:14
Romina Peñate. Nos estamos centrando mucho en los padres, pero ¿y los hijos? En términos de crianza, ¿hay alguna manera de fomentar su salud mental?

39:23
Philippa Perry. Sí. Necesitan atención. Necesitan mucha atención. Porque solo te tienen a ti. Tú tienes toda una vida, pero ellos solo te tienen a ti. Y necesitan un vínculo y un apego sobre los que sientan seguridad. Entonces, digamos que tienes mucho trabajo, facturas… Estás teletrabajando y tienes a tu hijo de tres años al lado. Y te pide jugar. Y le dices: «Jugaremos cuando termine de trabajar». «¿Has terminado de trabajar? ¿Has terminado? ¿Has terminado?». Así no vas a acabar nunca. Porque lo que el niño está diciendo en realidad es: «Quiero comprobar nuestra relación para ver si me siento a salvo contigo». Pero no te dicen eso, te dicen «¿Jugamos?». Entonces, lo más conveniente para poder terminar con las facturas es tirarte al suelo con tu hijo y jugar con los coches o con las muñecas o hacer teatro con los muñecos, o lo que sea. Y no hace falta que le hables muy bonito con las marionetas. «¡Qué buen día hace hoy!». «¡No, no ha dicho eso, dice esto!». Y, poco a poco, el niño se meterá en su propia imaginación, de la que tú no formas parte, y entrará en lo que yo llamaba el ‘piloto automático’. El niño se siente seguro porque tú estás ahí, en el suelo, jugando con él. Tiene la seguridad de que estás ahí. Y podrá seguir jugando con su propia imaginación mientras tú te vas retirando poco a poco hacia la mesa. Le sigues mirando y sonriendo hasta que se quede jugando tan absorto que tú podrás trabajar durante cuarenta minutos sin interrupción. Esto yo lo aprendí a las malas. Otro truco que va muy bien es: cuando tu hijo de dos años quiere participar en todas tus actividades, déjale que teclee las facturas por ti hasta que se aburra y luego ya las repetirás. Otra cosa que funciona: tú quieres que tu hijo ayude en casa y que se ocupe de las tareas que puede hacer.  Y, lo creas o no, ellos también, pero quieren hacerlo antes de ser capaces de hacerlo. Quieren vaciar el lavavajillas con catorce meses. O quieren lavar los platos cuando… Pues déjales. Súbelos a un taburete, llena el fregadero con agua tibia, saca los cuchillos afilados, o no, según qué tipo de padre seas, y déjalos jugar con el agua y lavar. O déjalos sacar los platos del lavavajillas, y que los pongan en el suelo. Ahí están asociando las tareas con tu aprobación y tu amor. ¿Por qué de adultos nos sigue gustando jugar a las cartas? Porque de pequeños jugábamos a las cartas con nuestros padres y las asociamos al amor, nos parece una bonita forma de conectar.  Y, como yo dejaba a mi hija vaciar el lavavajillas por el suelo bastante a menudo, ahora lo sigue haciendo. No voy a ir detrás de ella, coge y lo hace. Y más le vale con treinta y un años. Pero de adolescente no le importaba encargarse. Porque, si haces que cambiar las sábanas sea un juego y los incluyes en la tarea, tardarás cuatro o cinco veces más, pero te estarás ahorrando tiempo futuro porque ya estarán aprendiendo a cambiar las sábanas y estarán aprendiendo que es divertido, porque lo asociarán a algo divertido porque se divirtieron haciéndolo contigo.

43:22
Romina Peñate. Estoy tomando notas mentales de todo lo que estás diciendo.

43:26
Philippa Perry. La próxima vez que tengas que cambiar las sábanas, coge a tu hijo, mételo debajo de la sábana bajera y tal… Es divertido. Mira, una de cada cuatro o de cada cinco personas somos supersensibles. Si fuéramos flores, uno de cada cinco sería una orquídea y uno de cada cinco sería un diente de león. Si una orquídea tiene la tierra adecuada, la temperatura adecuada… será la flor más hermosa. Pero, si la tierra y el ambiente no le van bien, se muere, no sobrevive. Un diente de león puede florecer en prácticamente cualquier sitio. A ver, si le pasas con una apisonadora por encima, lo vas a matar, claro, pero puede florecer en una grieta del suelo nada más que con un poco de lluvia y un poco de sol. No necesita mucho. Algunos niños son dientes de león y algunos son orquídeas. ¿Qué pasa? Si a un diente de león le das todo lo que necesita, va a crecer y se va a poner precioso, pero, si le das solo un poco, aun así, sobrevivirá. Si la orquídea no tiene todo lo que necesita, se muere. No va a salir adelante.  Entonces, si tu hijo es supersensible, hay que darle lo que necesita. A un diente de león igual le puedes dar las buenas noches y ya está, y se irá a dormir, pero un niño supersensible quizá quiera que te tumbes con él hasta que se duerma. Y a ti puede parecerte un rollo, preferirías irte al piso de abajo con tus amigos o lo que sea, pero te ahorrarás mucho tiempo si el niño de verdad te necesita y dejas que te utilice de esa manera. Cuanto más te alejas de un niño, más inseguro se siente. Así no se hacen más fuertes. Pero, si te quedas con él hasta que está listo para alejarte, entonces siente seguridad, porque él decide cuánto de ti necesita y es bueno que sea él quien maneje eso porque él sabe qué necesita para su propio desarrollo. Hay trucos que se pueden usar, como decirles: «¿Quieres que me quede contigo? Pero sin cinta, porque no quiero escuchar el casete», el cuento o lo que sea. Cuando mi hija era pequeña teníamos cintas, ahora seguramente sean audiolibros. «¿Quieres escuchar el cuento que tenemos en esta máquina o quieres que me tumbe contigo?». Y que elija lo que quiere. Puedes darle opciones así si de verdad quieres irte para abajo a tomarte algo. En definitiva, si de verdad te necesita, quédate con él. Pero, claro, eso no siempre es posible. A veces tienes que irte a trabajar. «Te quedas con papá». «¡No quiero estar con papá, quiero estar contigo!». No pasa nada, mientras lo dejes con alguien que le guste. Puede ser papá, puedes ser tú, una tía, incluso una niñera a la que quiere como si fuera de la familia. No pasa nada si a veces no se quedan contentos. Pero por la noche sí que creo que es bueno que ellos decidan cuándo te vas y cuándo te quedas. Si te tienes que ir a trabajar, no hay elección, pero, si es posible, que ellos decidan. Porque así se sentirán más seguros y, si se sienten más seguros, tendrán mayor confianza. Y, a mayor confianza, mejor salud mental. Si ellos pueden confiar en el mundo, crecerán con más fuerza que si sienten que no pueden confiar.

47:44
Romina Peñate. Hablas del cambio.

47:46
Philippa Perry. Es difícil el cambio.

47:48
Romina Peñate.  Es muy difícil y aterrador y puede ser liberador, pero hay personas que se sienten estancadas e incapaces de cambiar. ¿Qué puede provocar un cambio?

48:00

El cambio es amplio. El cambio es una faceta inevitable de la vida. Es la única cosa de la que podemos tener la certeza de que va a ocurrir. Nos hacemos mayores. Fuimos bebés y, con un poco de suerte, llegaremos a ser ancianos. Ese es un cambio inevitable. Otros cambios tienen que ver con enamorarse y desenamorarse, con mudarse, con una guerra que nos lleva a ser refugiados… El cambio es inevitable. La única constante en la que podemos confiar es en el cambio. Poder adaptarse a él es otro de los aspectos de estar mentalmente equilibrado. Algunos cambios nos vienen dados y otros tenemos que propiciarlos nosotros para prosperar. Si de pequeños no nos dedicaron la atención suficiente, de adultos puede que seamos dependientes. Pero a la gente le suele molestar tener un amigo pegado como una lapa o una pareja celosa y posesiva. Lo que hay que hacer es: aun teniendo las emociones que nos llevan a pegarnos al otro, actuar diferente de manera intencional. Si tenemos un comportamiento que no nos está ayudando, tendremos las emociones que nos empujan a dicho comportamiento. El truco está en sentir la emoción y cambiar el comportamiento. La emoción no se puede cambiar, porque la emoción sigue al comportamiento. Si tienes una actitud nueva, las emociones la seguirán. Así que no hay que preocuparse, aunque dé un poco de miedo. Por ejemplo, cuando hablo sobre esto con mis clientes, muchas veces vienen con una metáfora sobre qué sienten ellos por cambio. Y una clienta me dijo que su antiguo mecanismo de supervivencia, que ya no le servía… Porque, a veces, lo que nos ayuda a sobrevivir en la infancia ya no nos sirve de adultos. Por ejemplo, mentir. Entonces, me decía que la antigua conducta era como estar colgada de una cuerda y que debajo hubiera un abismo enorme. Decía: «Sentía que, si no soltaba la cuerda, iba a morir, pero que, si la soltaba, iba a caer al abismo y morir. Pero no tenía opción, así que me solté y ¿sabes qué? El suelo estaba a cinco centímetros. Yo creía que iba a caer y caer, pero aterricé enseguida». Otro paciente me contó un sueño que había tenido, en el que había cambiado su conducta.

51:05

En el sueño, él estaba al borde del Gran Cañón y tenía que llegar al otro lado de un solo paso, pero pensaba que, si daba el paso, se iba a caer al abismo. Pero sacó el pie y el otro lado se movió hasta llegar a él, de forma que solo tuvo que dar un paso normal. Era una simple grieta, no el cañón. ¿No es increíble? Eso es lo difícil que es cambiar. Creemos que es soltar la cuerda o cruzar el Cañón de un paso, pero es mucho más fácil de lo que parece. Porque lo que queremos cambiar es normalmente un antiguo mecanismo de supervivencia. Puede ser, por ejemplo, guardárnoslo todo para nosotros mismos y encontrarnos solos porque no tenemos conexiones. Esa es una actitud que quizá queramos cambiar. O quizá queramos cambiar que nunca hacemos ejercicio, o que comemos mal, o que sentimos que todo el mundo está en nuestra contra y que debemos protegernos antes de que ataquen. Esa cuesta mucho atreverse a cambiarla, pero, cuando lo hacemos, el mundo se abre, se vuelve normal y más fácil. El cambio es difícil, pero a veces, muy necesario.

52:36
Philippa Perry. Pero a veces es muy difícil. Hay personas que están bloqueadas en una situación.

52:07
Philippa Perry. Te bloqueas cuando tienes un mecanismo de supervivencia que antes te servía, como por ejemplo no confiar en nadie, y que en su momento te ayudó a sobrevivir, pero que en el presente te está saboteando. Y parece dificilísimo cambiarlo porque te ha ayudado a sobrevivir durante mucho tiempo. Por eso es como soltarse de la cuerda.

52:07
Philippa Perry.  ¿Y hay alguna forma de hacerlo aparte de saltando?

53:10
Philippa Perry . La cosa es que las emociones no van a cambiar, vas a seguir sintiendo que, si te abres, te van a atacar. Que, si dices lo que sientes, te van a atacar por ello. Lo que hay que hacer es ser valiente y decir lo que sientes igualmente. Tantea el terreno. Antes hablábamos de la zona de confort. Hay que salir de ella, pero se puede hacer poco a poco. No siempre se trata de dar un salto de gigante o de soltarse completamente. También puedes soltar una mano y tocar el suelo con la otra.

53:47
Romina Peñate. Y, si tienes miedo, hazlo con miedo.

53:50
Philippa Perry. Sí, mira, había una psicóloga de autoayuda, Susan Jeffers, que decía: «Aunque tenga miedo, hágalo igual». El miedo no se va. Por eso a la gente le cuesta tanto cambiar, es como que está esperando a que el miedo desaparezca para hacerlo. Qué va, ten el miedo y hazlo igualmente. Lo curioso es que… Mira, cuando empecé a escribir libros, tenía que subirme a un escenario y hablarle al público sobre ellos, porque la editorial te obliga. Y yo pensaba: «¡Ay, no!». Pero ahora ya lo he hecho tantas veces que me apetece subirme a ese escenario porque «el público es agradable e interesante y está encantado de verme». Me invento una historia que me facilita las cosas. Esa es otra cosa que nos dificulta cambiar. Las historias que imaginamos sobre lo que ocurrirá si cambiamos. Pues cambia esa historia. Eso te lo hará todo más fácil.

54:47
Romina Peñate.  Philippa, esta sociedad está sufriendo mucho de estrés y de ansiedad. No sé si en tu experiencia clínica también lo has notado. Pero me da la sensación de que mucha gente siente estrés y ansiedad en algún momento de su vida. ¿Hay alguna forma de aliviar esas emociones?

53:15
Philippa Perry. Creo que mucha gente se encuentra en situaciones en las que no quiere estar. Tener dos trabajos porque la vida está carísima, por ejemplo. No tienen tiempo libre, no saben qué sentido tiene todo si solo viven para trabajar. Y creo que en ese sentido se pueden hacer dos cosas. Una es ver cómo puedes mejorar tu situación y hacerlo. Y otra es: «No puedo mejorar mi situación hasta que… Estoy atrapado aquí. ¿Cómo puedo, entonces, darle más sentido a mi vida?». Porque si aborreces y odias tu trabajo… Tuve una clienta que tenía título universitario y que estaba muy cualificada, pero que solo conseguía encontrar trabajo vendiendo perfume en un centro comercial. No veía ni el sol. Estaba en el centro comercial, en una tienda que solo vendía perfumes y le parecía el trabajo más absurdo y aburrido del mundo y se estaba deprimiendo porque no le veía el sentido a nada. Entonces, vino a terapia… Y, además, ella estaba estudiando otra cosa por las noches con la esperanza de que eso la ayudara, pero mientras tanto no podía soportar lo que había. Y yo le dije: «Vale, sientes que no tienes otra opción que vender perfumes. Entonces, ¿por qué no te conviertes en la mejor vendedora de perfumes que puedas ser? ¿Por qué no aprendes todo lo posible sobre las fragancias que vendes? ¿Por qué no aprendes todo eso y, cuando alguien venga a hablarte del tema, tú puedas tener esa conversación?». Y dijo: «Bueno, si tú lo dices». Volvió la semana siguiente, habiendo hecho los deberes de estudiar los perfumes, y me dijo: «La verdad es que es superinteresante. No sabía cómo se hacían los perfumes, cómo se creaban las fragancias y tal. Ahora entiendo por qué son tan caros. Sí, estoy disfrutando un poco más de mi trabajo». Y siguió aprendiendo más y más sobre el perfume y acabó dejando el curso que estaba haciendo porque el perfume le apasionó. No siguió trabajando en aquel centro comercial, aprendió a hacer perfume y empezó a trabajar para un perfumista. Podemos darle más sentido a la vida a través de la historia que nos contamos, aprendiendo más sobre algo. Yo trabajé en McDonald’s durante un año. Y puedes decir: «¿En serio?». ¡Pero la gente con la que trabajaba era interesantísima! Además, aprendí a computarizar existencias, por ejemplo. Se pueden aprender mil cosas. Hagas lo que hagas, siempre puedes aprender. Si estás en una cadena de producción y tienes que clasificar, no sé, muslos de pollo, por ejemplo: el sitio huele fatal, es un asco, es un horror… pero hay gente con la que puedes hablar y hacer buenas migas. También puedes averiguar cuál es la mejor manera de producir pollo, no sé.

58:34

Se trata de buscarle sentido a la vida. Hay un libro de Viktor Frankl que se titula ‘El hombre en busca de sentido’. Él estuvo en un campo de concentración, no era libre, a menudo tenía que caminar por la nieve sin zapatos… Era muy fácil que llegara a la conclusión de que, si ese era el sentido de su vida, no merecía la pena vivirla. Muchos de sus compañeros lo pensaron y murieron. Pero él dijo: «Mi mente es libre. Tienen mi cuerpo, pero a través de mi mente puedo ir a donde yo quiera». Y siguió adelante imaginando cómo pasaría el tiempo cuando saliera de allí, qué libros escribiría, que estaría con su mujer… Entonces no sabía que ya había fallecido, pero pensar en ella le ayudaba a seguir adelante. Y, cuando descubrió que darle sentido a tu vida marca la diferencia entre vivir una vida plena o una vida vacía, en el año… 1946, escribió ‘El hombre en busca de sentido’. Y luego volvió a ejercer como psicólogo. Y un hombre fue a verlo… Te pongo un ejemplo de encontrar el sentido. Un hombre fue a verlo porque ya no le veía el sentido a seguir viviendo tras la muerte de su esposa. Habían estado cincuenta años juntos. Y Viktor le dijo: «¿Cómo lo habría pasado tu mujer si tú te hubieras ido antes?». Y él respondió: «Uf, lo habría pasado fatal, no lo hubiera superado. Ella era muy frágil, me necesitaba físicamente y necesitaba poder hablar conmigo… Habría odiado vivir sin mí». Entonces, Viktor le dijo: «Sobreviviéndola, la has librado de ese dolor». De nuevo, su sufrimiento tenía sentido. Estoy sufriendo la pérdida de mi mujer, la echo de menos, para que ella no tenga que echarme de menos a mí. Y, así, su vida volvió a tener sentido y él se sintió un poco mejor. No podía revivir… Muchas veces no podemos cambiar las circunstancias, Viktor no podía devolverle a su mujer, pero él podía cambiar su forma de ver la situación. Cuando estamos encerrados en algún tipo de prisión, ya sea trabajar en una cadena de producción o lo que sea, nuestra mente sigue siendo libre y podemos darle un sentido a aquello que hacemos, a por qué lo hacemos. Y, para mí, un buen sentido que dar es el amor por otras personas. No hay que tener pareja necesariamente. El amor propio y el amor por los demás pueden darle sentido a tu vida. O te buscas tu propio sentido, o robas alguno de algún sitio. Los que creen en Dios y van a la iglesia han encontrado ese significado en la calle y les ha servido. Y suelen ser más felices que quienes no pertenecen a una iglesia. La pertenencia es una forma fantástica de darle sentido a la vida. Todos necesitamos sentirnos ligados a algo, ya sea a una familia, a un gato, a un coro, un grupo de ‘running’, un club de lectura… Pertenecer a algo o a unas cuantas cosas le da a nuestra vida un sentido y un propósito. Pertenecer y ayudar a otras personas a pertenecer es un buen sentido que darle a la vida.

Quote

“El cambio es inevitable. La única constante en la que podemos confiar es en el cambio”

Philippa Perry

1:02:32
Romina Peñate. Y, Philippa, me preguntaba… Cuando sentimos ansiedad, tenemos un ataque de pánico o algo, ¿tienes algún consejo…?

1:02:41
Philippa Perry.  ¿Para los ataques de pánico? Me encantan los ataques de pánico. Cuando me venía gente con ataques de pánico era de lo que más me gustaba tratar. Porque lo que suele significar un ataque de pánico es que la persona se está forzando a ponerse en situaciones incómodas y que su cuerpo está reaccionando. Una vez vino a verme una joven arquitecta. Ella sabía lo que quería hacer y lo que quería hacer era trabajar en viviendas sostenibles para campos de refugiados en África, para lo que, claramente, no se destinaba dinero. Su padre tenía grandes ambiciones para ella y quería que trabajara en una de las mejores empresas, en la que tenía que viajar por todo el mundo haciendo los cálculos de ingeniería y demás, que se le daba muy bien. Porque él quería poder decir: «Mi hija, la arquitecta que trabaja con Norman Foster». Quería poder presumir. Además, ella venía de una familia pudiente y el padre le había dado mucho dinero, y es difícil renunciar a eso. Antes de empezar a sufrir ataques de pánico, hacía cosas como ir a sacar dinero del cajero y olvidárselo allí. Para mí, eso es como decir: «Papá, no quiero tu dinero». Otra cosa que hizo fue meter el pasaporte en una bolsa de plástico mientras limpiaba su apartamento y dejarlo ahí tirado. «No quiero viajar por el mundo por este hombre y generar dinero para otra gente aunque me esté dando un buen sueldo». Ignoró todas esas señales y un día le dio un ataque de pánico en la sala VIP del aeropuerto. Pensaron que estaba enferma y que no podía volar. Luego siguieron dándole ataques de pánico en el trabajo y vino a verme para que la ayudara a dejar de tenerlos. Y nos pusimos a rascar un poco: «¿Qué quieres hacer con tu vida? ¿Qué estás haciendo? ¿Qué te impide hacer lo que quieres hacer? ¿Miedo? ¿Miedo a que te cierren el grifo? ¿Estás valorando el dinero por encima de tu tiempo en la Tierra?». «Sí». «¿Y quieres seguir haciéndolo?». «No». «Vale». Y lo que hizo fue decir: «No quiero trabajar más con esta gran empresa. Quiero trabajar con esta ‘startup’ que construye casas en África. Lo que quiero es irme allí y hacer eso». No volvió a tener más ataques de pánico, y estaba en una situación mucho más aterradora, pero estaba haciendo lo que quería. Y el final feliz es que su padre la admiró por ello y no le cerró el grifo. Podría haberlo hecho, pero no lo hizo. Igualmente, había llegado al punto de estar disfrutando de su vida al máximo y tampoco le hubiera importado que lo hubiera hecho. Estaba viviendo en una de las viviendas que construían, ayudaba con las obras, se ensuciaba las manos y tal. Creo que ese es un ejemplo constructivo sobre los ataques de pánico. Para curar los ataques de pánico, hay que hacer lo que realmente hay que hacer y no lo que crees que hay que hacer.  Porque cuando haces lo que crees que hay que hacer, puedes tener ataques de pánico.

1:06:06
Romina Peñate. Philippa, la entrevista está llegando a su fin. Es una pena porque me pasaría horas hablando contigo, pero mi última pregunta sería si le puedes contar a nuestro público cuál es el valor de la terapia, qué es la terapia y por qué tú, como psicoterapeuta, la recomendarías.

1:06:29
Philippa Perry.  Lo importante es que haya otro ser humano que te comprenda completamente. Lo importante es tener un vínculo fuerte con alguien. Y eso es importante porque te ayuda a tener un vínculo fuerte contigo mismo. No voy a decir que todo el mundo debería ir a terapia. Creo que, si tú te encuentras bien, perfecto. Pero, si no te encuentras bien y no consigues ver qué es lo que estás haciendo para no encontrarte bien, la terapia puede ayudarte mucho a abrir los ojos. Ahora, si te va bien, pero tienes curiosidad, también puede ser estupendo. El problema de ir a terapia es encontrar al terapeuta adecuado. Está a medio camino entre encontrar un médico y un novio, porque necesitas la conexión. El primer terapeuta al que vayas probablemente no sea el adecuado para ti. Puede serlo, pero… Es como comprarse unos zapatos. Cuando vas a la zapatería, te pruebas cuatro o cinco pares de zapatos hasta que encuentras los más cómodos y los que te quedan mejor. De la misma manera, yo iría a tres o cuatro terapeutas hasta encontrar al más cómodo. E ir a terapia es extraño porque… Digamos que tu problema es la confianza. El terapeuta parece confiable, tiene un montón de títulos, es profesor en no sé qué instituto y tal, pero tú no puedes confiar. Es algo muy curioso. La terapia es muy interesante por lo poco científica que es, siendo ciencia. Es un arte.  Y hay muchos estudios sobre lo que funciona y lo que no, pero es un arte. La gente dice que hay dos tipos de personas: las que van a terapia y las que deberían ir. Pero yo no estoy de acuerdo. Creo que es muy difícil encontrar un terapeuta que encaje contigo. Pero, cuando vayas, que la relación con el terapeuta esté en la sala, no en tu cabeza. Puedes experimentar y decir cosas que normalmente no dirías porque te parecen inapropiadas en otro contexto. Ahí puedes experimentar con expresar todos tus pensamientos. Es interesante hacerlo. No es egocentrismo ni es egoísmo, porque cuando conoces más cómo eres en el mundo, cuando aprendes a perdonarte y a quererte más, entonces puedes perdonar y querer más a los demás.  Cuando estás en mejor contacto contigo mismo, más te puedes poner en la piel de los demás. Cuando han tenido empatía contigo, entonces puedes ser más empático con los demás

1:09:12
Romina Peñate. Doctora Philippa Perry, muchas gracias por esta conversación. Ha sido fantástica.

1:09:57
Philippa Perry .  Gracias por invitarme.

1:09:59
Romina Peñate.  Y espero que todo el mundo vea esta entrevista porque podrán llevarse ideas con las que vivir una vida mejor, quizá.

1:10:07
Philippa Perry.  Y están en todos mis libros. ‘Couch Fiction’, ‘El libro que necesitas leer para no perder la cabeza’, ‘El libro que ojalá tus padres hubieran leído’ y ‘El libro que ojalá todos tus seres queridos hubieran leído’.