“Con herramientas básicas, se pueden hacer grandes cosas”
José Manuel Galán
“Con herramientas básicas, se pueden hacer grandes cosas”
José Manuel Galán
Egiptólogo
Creando oportunidades
Memorias de un viaje al Antiguo Egipto
José Manuel Galán Egiptólogo
“Ser valiente es no dejar que la comodidad te atrape”
José Manuel Galán Egiptólogo
José Manuel Galán
Hace casi veinte años, el egiptólogo José Manuel Galán recorría en bicicleta las ruinas de Luxor, en Egipto. Entre tumbas de faraones, templos y obeliscos, buscaba un proyecto arqueológico que le ayudase a desarrollar la Egiptología en España. En la actualidad, Galán dirige la excavación de la tumba de Djehuty, un ambicioso proyecto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que lleva en marcha desde el año 2002. Según explica, la Egiptología le enseñó a ser valiente: “Ser valiente es perseguir lo que te apasiona, a veces de un modo infantil, sin dejar que la comodidad o lo fácil te atrape”. Y añade: “La valentía también significa tener tus propias ideas y ser crítico”.
José Manuel Galán es profesor de Investigación del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC. Estudió Historia Antigua en la Universidad Complutense de Madrid y se doctoró en Egiptología en la Universidad Johns Hopkins, Estados Unidos. Años después, obtuvo una beca de investigación postdoctoral en el Instituto Egiptológico de la Universidad de Tübingen, Alemania. En los años 90 se incorporó al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Desde 2002 dirige la excavación e investigación del ‘Proyecto Djehuty’.
Transcripción
Llegó a las Pirámides de Guiza, pasó por la capital, por Menfis y fue avanzando hacia el delta oriental. Estuvo vagando hacia el norte, hacia Siria, atravesando toda Palestina y pasó todo tipo de penurias. Por fortuna, dio con un jeque palestino que se llamaba Amunensi que decidió acogerle en su tribu. Y con el tiempo, este Amunensi empezó a valorar las cualidades militares de Sinhué, ¿no? Le admiró su manejo del arco y su capacidad militar, le dio una tierra para él, una tierra en la frontera –claro, no le dio la mejor- una tierra en la frontera y ganado. Sinhué se asentó como un jefe, como un jeque de Siria y los años fueron pasando. Le fue yendo bien, efectivamente demostró sus capacidades políticas y militares y consiguió tener una tribu grande. Tuvo hijos, sus hijos, a su vez, consiguieron un terreno… Y era realmente un jeque asentado, hasta el punto que las noticias llegaron a oídos del nuevo faraón, y le escribió una carta.
Le escribió una carta diciéndole: «Sinhué, ¿por qué has huido? Nadie te ha acusado de asesinato. La reina tampoco ha sido acusada. Está aquí a mi lado, con las princesas, en palacio. ¿Qué haces ahí? Vuelve a casa. No esperes a ser demasiado viejo y que los cananeos te entierren envuelto en una piel de carnero. Si vienes a Egipto serás un cortesano y yo te proporcionaré una tumba en condiciones, arreglaré para ti un cortejo fúnebre de lujo. Tu ataúd será tirado por dos bueyes y cuando llegue tu funeral, a tu tumba te recibirán los danzarines Muhu para darte la bienvenida al más allá.» Eso es lo que mejor se le podía ofrecer a un egipcio de aquel entonces. Sinhué se puso la carta del faraón en el pecho, empezó a dar saltos de alegría, y no tardó mucho en volver a Egipto. Y, efectivamente, el rey cumplió su promesa.
Esto se escribió hace 4.000 años en Egipto, y esta historia fue uno de los motivos por el cual yo decidí que tenía que ser egiptólogo. Pensar que algo así, un cuento que se enmarca perfectamente en lo que se llama literatura de viajes, de ficción… Que incluye casi los ingredientes más fenomenales como en ‘La Odisea’, el viaje se convierte en un rito de pasaje en el que uno se hace adulto. Y con las experiencias y los problemas que se va encontrando, van madurando y es en el extranjero donde maduras y vuelves a casa como una persona capaz, ¿no? Esa es la Odisea y ese es Sinhué, ¿no? Pensar que eso se había escrito 4.000 años atrás en un papiro, en hierático… Yo pensé que yo tenía que hacer eso, que yo tenía que conseguir leer un papiro, eso se podía hacer. Así que decidí ser egiptólogo por el cuento de Sinhué. En España, en aquel entonces no había egiptología en la universidad y me tocó un poco vivir la historia de Sinhué, me tocó ir al extranjero para hacerme mayor. Me fui a hacer el doctorado a Estados Unidos, estuve seis años en Johns Hopkins, luego no fue suficiente, me tuve que ir con una beca Humboldt a Alemania un año más. Y cuando ya era padre de familia, y no tenía pelo, pues ya volví a casa y conseguí un puesto en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Curiosamente, mi paralelo con Sinhué, volvía a tocarse. Porque cuando volví a España, al Consejo, me incorporé a un proyecto de investigación de ugarítico, que es una lengua semítica que se habla en un lugar que se llama Ugarit en la costa de Siria. Así que yo también, me tocó vivir mi experiencia cananea durante cinco años, hasta que conseguí ganar la plaza de científico titular en el CSIC. En ese momento, funcionario, decidí no acomodarme a pesar de que todo invitaba a ello y aprovechar la oportunidad que el destino me daba para, no solo desarrollarme yo como egiptólogo sino también para ayudar a desarrollar la egiptología en España. Así que me embarqué, me fui a Egipto –no en un barco sino en un avión- en busca de un proyecto que por un lado cumpliera mis expectativas como científico, que tuviera algo de lengua, que es lo que a mí me gustaba, pero también que me ayudara a desarrollar un equipo de arqueología y tropecé con la tumba de Djehuty. La tumba de Djehuty estaba enteramente escrita, es un personaje que además tiene que ver algo con el imperio egipcio, que es lo que a mí me interesaba y eso pasó en el año 2000. Ahora, 18 años después, seguimos excavando en la tumba de Djehuty, alrededor de la tumba de Djehuty. La familia ha crecido, tenemos la tumba de Djehuty, la tumba de Hery, muchos más enterramientos. Nuestro yacimiento tiene enterramientos desde el año 2000 antes de Cristo hasta la época grecorromana.
“A veces es necesario dejar de buscar caminos fáciles y vivir con pasión”
¿Y para qué os cuento esto? Pues en realidad, hay otro cuento egipcio de la época de Sinhué que se llama Náufrago, que cuenta la historia de uno que ha naufragado y tiene que darle el report al faraón y está temblando de miedo, y hay otro que ha sufrido un naufragio y le dice: «Hombre, te voy a contar mi historia porque yo he naufragado y no me fue tan mal», y le cuenta la historia. Pero el otro le contesta: «Sí, macho, pero ahora a mí me toca enfrentarme al faraón y tu experiencia pues me sirve lo justito».
Y yo creo que tampoco yo soy quién para dar lecciones o consejos. Lo que sí puedo daros es una idea que yo me repito a mí mismo y es la importancia de ser valiente. Ser valiente no quiere decir ir muy rápido en moto o tirarte por una montaña o hacer puenting. Ser valiente muchas veces es perseguir tu sueño. Y no dejar que la comodidad o lo fácil te atrape. Si tú tienes un sueño no lo consideres imposible, vete a por él, lucha por él. No conformarte tampoco con lo fácil, con lo trillado. Sinhué se sale del camino, hay que salirse del camino. Ser valiente también es tener tus propias ideas, no creerte todo lo que te digan, ser crítico. Y hacer tu propia vida. Cuando uno acepta eso también está asumiendo la posibilidad de fracasar y el fracaso es algo que va muy unido al éxito y que va muy unido a ser valiente. Ser valiente no es el que no tiene miedo, ser valiente es el que tiene miedo y lo asume y lo supera. En todo lo que emprendemos siempre está el miedo al fracaso. So what?, dirían los ingleses, ¿no? Vete a por ello, vete a por ello. ¿Y si fracasas? Si fracasas pues has luchado por ello. Mejor fracasar que quedarte en el sofá viendo la tele, eso es una cosa que yo me la repito constantemente: «Sé valiente José Manuel, no te acomodes, no te apoltrones. Persigue tu sueño», todavía me lo sigo diciendo, ¿no? Y es un poco lo que yo os quería transmitir.
A mí también una de las cosas que me incitó a ser egiptólogo, es que no había egiptología en España. Si hubiera habido egiptología, a lo mejor hubiera hecho maya, o a lo mejor hubiera decidido ser astronauta. Entonces, también hacer cosas que se salen de lo normal es bonito. Y en todo este proceso hay muchos problemas y muchas dificultades de todo tipo. Pero en la dificultad esta lo bonito, si fuera fácil no tendría mérito. Así que yo os animo que luchéis por hacer vuestro sueño realidad y que no tengáis miedo al fracaso y yo creo que eso es un buen pasito hacia la felicidad.
Es decir, por un lado son enigmáticos, distantes y diferentes a nosotros, pero por otro lado les sentimos cercanos. Y yo creo que esa mezcla de todo ello hace que Egipto no pase de moda y que levante pasiones y lo bonito para nosotros egiptólogos es que Egipto no decepciona. Cuando investigas, cuando lees, cuando empiezas a saber más y más, en realidad es una historia que te va absorbiendo. Y yo creo que eso también es interesante, que es una civilización de la que tenemos tanta documentación, de todo tipo, escrita, visual… que es como inagotable. Son 3000 años de historia de personas hablándonos como locos contándonos mil historias de Sinhué, pero de la reina Hatshepsut, del rey Thutmose III, del médico Hapu. No conozco a nadie que le haya decepcionado Egipto.
Entonces, si bien la altura era igual, dieciocho cuadrículas, la anchura era distinta: los hombres tienen seis cuadrados de ancho mientras que las mujeres tienen cinco. Curiosamente, nuestro faraón representado de frente tiene cinco cuadrículas, con lo que se puede deducir que era un faraón femenino, un faraón mujer. Probablemente la reina Hatshepsut, bajo la cual ejerció de supervisor del tesoro nuestro protagonista Djehuty. Djehuty es el dueño de la tumba principal que excavamos en la orilla occidental de Tebas. Fue supervisor de la reina Hastshepsut, su tumba fue saqueada, los ladrones se llevaron probablemente los metales, las piedras semipreciosas, tiraron fuera aquello que para ellos no tenía valor, entre otras cosas el pizarrín de escuela que probablemente usara Djehuty cuando era pequeño para aprender a escribir. Eso lo encontramos nosotros y, para nosotros, tiene más valor que cualquier tesoro de oro que pudieran haberse llevado los ladrones.
En el antiguo Egipto, la educación era la catapulta hacia la élite social, y hay muchos textos que, precisamente porque igual que pasa hoy, a los alumnos les cuesta estudiar e ir a la escuela, pues en Egipto era exactamente igual, y hay algunos textos que se conservan que le dicen al escriba: no seas perezoso, no seas vago, ve a la escuela porque aprender a escribir es lo que te va a posibilitar ser jefe, ¿no? Y te ahorrarás las penurias de un soldado que tiene que ir a pelear a Siria y Palestina, te ahorrarás las penurias de un labrador que cultiva a la orilla del Nilo y le pueden comer los cocodrilos, te ahorrarás las penurias de un lavandero, estudia y eso te hará libre. Eso lo tenemos en el antiguo Egipto escrito. Y eso es muy claro: por un lado la idea de «qué poco apetece ir al colegio», pero por otro lado el maestro repitiéndole al alumno que es la educación lo que te va a hacer tener unas posibilidades mejores.
Otro aspecto interesante de la educación en el antiguo Egipto, es que efectivamente, la sociedad egipcia como hasta ahora o incluso todavía hoy lo sufrimos, la sociedad era machista. Y los que aprendían a escribir eran los hombres y la élite estaba ocupada por hombres, en principio, en general. Lo que pasa es, que siendo eso así, también es muy bonito que Egipto nos ofrece pequeños destellos de casos excepcionales. Tenemos noticia de mujeres que sí escribían, que aprendieron a escribir y que se intercambian cartas y documentos, ¿no? Incluso, por ejemplo, la hija de Akenatón y Nefertiti, una de las princesas de Akenatón, tenía su pequeño estuche de escriba, que se encuentra hoy en el museo Metropolitan de Nueva York y que se ve que ha sido utilizado. Tenemos por ejemplo la correspondencia diplomática de Amarna: las reinas intercambiándose cartas. O la mujer de Ramsés II, Nefertari, se intercambiaba cartas con la reina Hitita. Entonces, si bien la sociedad es machista, y la élite la ocupaban los hombres, es verdad que hay casos muy bonitos de mujeres brillantes que escribían y se intercambiaban correspondencia. Hasta en eso Egipto nos sorprende, ¿no?
Eso es un detalle que es cierto, efectivamente, aunque nosotros obviamente disfrutamos con el trabajo de campo y nuestro proyecto tiene mucho de Indiana Jones porque tiene pozos y tumbas que se conectan entre sí y subes, bajas y es verdad… pero el resto del tiempo, la mayor parte del tiempo la pasamos investigando, ¿no? Porque la excavación dura dos meses y luego, todo lo que encontramos hay que saberlo fechar, saberlo entender, si hay una inscripción, saberla leer, relacionarlo con hallazgos de otros equipos de arqueología que hayan encontrado cosas parecidas y publicar científicamente o de divulgación. Es decir, que bueno, que Indiana Jones ahí dio un toque de realismo.
Luego, La Momia, las películas de… hay una saga que se llama La Momia a mí me encantan y son fantasía total, pero bueno, yo creo que cumplen con su papel y acerca un poco la figura del egiptólogo a la sociedad. Luego las novelas, pues también cumplen su función. A mí, yo de joven leí Sinhué, el egipcio de Mika Waltari, que está inspirado en el papiro antiguo, aunque él cuenta otra historia: un médico que se llama Sinhué y que acaba viajando a las diferentes culturas del momento, del Próximo Oriente antiguo. Que viaja donde están los hititas, a Creta y al Minotauro, por Siria, Palestina. Pues, la novela de Sinhué, el egipcio de Mika Waltari, siendo ficción es fantástica, dioses, tumbas y sabios, novela fantástica. Entonces yo creo que la ficción juega un papel importante, ¿no? Luego, lo que es curioso también es que para los que estudiamos la historia, la literatura también juega un papel importante. Entonces, si tú quieres saber cómo era la sociedad en el año 2.000 antes de Cristo en Egipto, puedes ir, digamos, a la documentación oficial, las inscripciones de los reyes, y vaya, no está mal, pero los reyes nos cuentan la película que ellos quieren contarnos, por sus propios intereses. Sin embargo, la literatura, se deshace de esos intereses, ¿no?
Para contarnos una historia que, si bien es ficción, tiene que ser creíble al espectador y curiosamente en la literatura encontramos un camino que nos acerca más a la realidad que los documentos reales, entre comillas. Es lo mismo que si tú quieres saber sobre la Inglaterra del siglo XIX, es Dickens, porque en la ficción te refleja lo que está ocurriendo en la sociedad. Si no, el egipcio igual, nos cuenta la historia de un personaje vulgar que se hace importante fuera y luego le recibe el rey como héroe, pero no ha sido profeta en su tierra precisamente. Ha tenido que huir y exiliarse. Entonces la ficción, sea antigua o sea moderna, juega su papel y es bonito y hay que disfrutar. Y aprender también.
En otra tumba descubrimos momias de animales, de halcones, de ibis, de águilas, pero también de serpientes, de musarañas, entonces entran en el equipo los zooarqueólogos, ¿no? Luego, alrededor del jardín encontramos en el corte estratigráfico el registro de las lluvias que han ocurrido del año 2000 antes de Cristo al año 1500. Y el estudio de ese registro de lluvias nos va a permitir conocer cómo era el clima en la antigua Tebas, que es la actual Lúxor, en ese periodo de tiempo. Entonces, entran en juego los geólogos. Entonces la excavación acaba siendo como una orquesta con distintos instrumentos y que cada uno de ellos tiene su tarea y, a la vez, tenemos que coordinarnos para que suene bien. Y apoyarnos unos en otros. Es verdad, que si estás excavando un pozo, como es nuestro caso, pues bajas cinco, seis, siete u ocho metros y es como estar buceando. Te quedas aislado, no oyes nada, y estás excavando a lo mejor, ayudado con dos o tres personas y ahí estás como en una burbuja. Pero, en realidad, el trabajo, lo bonito de la arqueología es el compartir, y requiere mucha gente. Nosotros eso, el año que viene cuando vayamos a excavar, que será nuestra campaña número diecinueve, vamos un grupo de cuarenta y cuatro personas, y por ahora nos llevamos bien.
La reina Hatshepsut era un poco como la reina Isabel la Católica en nuestra historia, porque bajo su reinado Egipto sufre una transformación. En la época de Hatshepsut, Egipto se abre a los territorios circundantes y envía una expedición comercial por el mar Rojo al Cuerno de África que ellos llamaban el Punt, de donde Egipto se proveía de oro, de incienso, de mirra, pero también de rabos de jirafa, de pieles de pantera, de monos. La reina Hathsepsut nos lo dice en una inscripción, literalmente. Para evitar que los productos se encarecieran por los intermediarios, manda a una expedición al origen de lo que a ella le interesaba. Eso es entorno al año 1470 antes de Cristo. Cuando esa expedición vuelve a la capital que es Lúxor actual, que es la antigua Tebas, Djehuty que es el supervisor del tesoro de la reina, es el que se encarga de escribirlo todo por escrito, de registrarlo todo por escrito. O sea que ejerció un papel dentro del reinado de Hathsepsut importante.
Pero es que además, él además de ser el ministro de finanzas, él se veía a sí mismo, y quería que los demás le vieran, como un intelectual. Como el maestro de las letras. Y toda su tumba la decora con inscripciones, desde la fachada hasta la cámara sepulcral. En la época de Djehuty las tumbas no se decoraban por fuera, y Djehuty decora la fachada de su tumba con dos grandes inscripciones: una nos cuenta su vida al servicio de la reina y otra es un himno religioso al dios Amón. Pero incluso en la cámara sepulcral que tampoco se decoraba en la época de Djehuty, Djehuty cubre todas las paredes e incluso el techo con pasajes de El libro de los muertos, mejor llamado el Libro de la salida al día, es decir, toda su tumba es un monumento a las letras. Para mí también es un juego del destino, porque yo no era de formación arqueólogo, yo era filólogo. Empecé la arqueología por montar un equipo y desarrollar la egiptología y de repente voy a parar a un monumento a las letras escritas, a veces la vida juega contigo. Y ya, para rizar más el rizo del destino, es que hay muchos años después, en el siglo II, es decir, mil no sé cuántos años después de Djehuty, su tumba se reutiliza para depositar momias de animales, que os comentaba antes.
Y los sacerdotes que depositan las momias de animales en el siglo II antes de Cristo, no les da por otra cosa que llenar las paredes de grafitis. Entonces escriben todas las paredes de la tumba de Djehuty y de su vecino Hery, diciendo: «Yo soy padre de Himen, hijo de no sé quién, el encargado de depositar las momias». y tenemos cientos de grafitis en la tumba de Djehuty que, de nuevo, le dan más valor a la tumba de Djehuty, que realmente ya es el monumento a las letras escritas. Por lo que Djehuty escribió y por lo que los grafitis muchos años después nos cuentan de enterrar momias allí de animales.
Y yo creo que eso, tal vez, lo que mejor nos podría ayudar es a hacernos más humildes. Ha evolucionado la tecnología, cambia la moda, pero la esencia del ser humano no ha cambiado. Y el hombre sigue teniendo los mismos anhelos, las mismas necesidades, los mismos miedos… y de alguna forma te das cuenta que no somos mejores que los antiguos, ¿no? Que esa idea que también, a veces, nos venden de que: «¡No, ahora somos mejores!», ¿mejores en qué? La esencia es igual, ahora hay gente ambiciosa capaz de pasar por encima del vecino, o de robarle, o de engañarle, pero también hay gente solidaria y generosa como en la antigüedad también. Y también cuando uno estudia historia y tiene pasión por la historia, y trata de entender y abordar los temas con cierta objetividad, luego te das cuenta de lo fácil que es abusar de la historia y manipularla con fines políticos actuales. Pero eso no te hace perder el amor a la historia, es al revés, te confirma el deseo de ir directamente a las fuentes, de no tener intermediarios… y yo creo que al que le gusta la historia lo hace como algo personal, como es un viaje introspectivo, yo soy feliz estudiando historia, sea historia antigua, contemporánea o moderna. Y si uno lo que busca es la felicidad, pues ahí hay que tirarse, ¿no? Eso ayuda, sí, sí que ayuda. A mí me ayuda.
Para mí ser científico es como lo más, y es a lo que uno aspira a ser en algún momento. Y te das cuenta que no importa la rama de la ciencia que tu elijas, en realidad el denominador común es la curiosidad, y a veces una curiosidad un poco infantil. De querer saber más y no conformarte con lo que ves a simple vista. Pues un poco, es eso, ¿no? Y el proyecto de Djehuty empezó así, con un no-arqueólogo. Y lo bonito del proyecto de Djehuty es que hemos ido aprendiendo todos un montón. Según íbamos excavando íbamos descubriendo cosas nuevas, que nos abrían caminos insospechados. Por ejemplo, descubrimos el pizarrín de escuela, pues a investigar sobre la escuela y sobre los pizarrines de escuela. Sobre los pinceles, sobre los estuches de escriba… Descubrimos cincuenta ramos de flores que era, digamos, la basura de un funeral que tuvo lugar en el año 1000 antes de Cristo, y se tiran las flores y nosotros encontramos el agujero con las flores y las cerámicas… pues a investigar sobre las flores, ¿no? Y sobre el ritual funerario. Descubrimos arcos y flechas, pues a investigar sobre cómo era el juego de los arqueros, cómo se hacían los nudos, las flechas. Hemos descubierto recientemente un jardín, pues a investigar sobre jardines, sobre arqueobotánica. Y lo bonito del proyecto Djehuty es que no para de enseñarnos cosas y de aprender. Mi colega sevillano, José Miguel Serrano, que es todavía más sensiblero que yo, cuando se pone tierno y me abraza me dice: «José Manuel, lo que hemos aprendido y lo que nos queda». Pero bueno, eso es el proyecto Djehuty.
Otra cosa, ya que me he puesto tonto, es que normalmente uno ve a los científicos con una bata blanca, muy serios, y como que no se emocionan por nada. Pero no, no. Los científicos nos emocionamos mucho y la pasión, además de la valentía es otro ingrediente fundamental en la vida y en la ciencia. Las cosas hay que hacerlas con pasión. Si no, no merece la pena, seas lo que seas hagas lo que hagas, hazlo con pasión. Y yo creo que el proyecto Djehuty si tuviera que resumirlo de alguna forma, creo que es la pasión. Y aprender, ¿no? La vida se trata de aprender sin parar. Aprendemos de Djehuty, de su vecino Hery, de las mujeres en el antiguo Egipto… curiosamente nuestro proyecto, por azar, nos abre un campo insospechado. No solo en nuestro yacimiento encontramos más enterramientos de mujeres que en ningún otro lugar, sino que además nuestros protagonistas sirven bajo mujeres. Djehuty bajo la reina Hatshepsut, Hery bajo la reina madre Ahhotep. Luego encontramos el ataúd de la Dama Blanca, en esta última campaña hemos encontrado unas sandalias maravillosas de cuero, de hace 3.600 años, que probablemente usó una mujer. Es decir, que también nuestro yacimiento nos lleva a terrenos poco explorados. Y eso es una parte muy bonita del proyecto. No sé si he contestado a tu pregunta, pero me lo he pasado bien contestándotela.
La piedra de Rosetta es un documento de Ptolomeo V, de tipo legal, que como por aquel entonces, a principios del siglo II antes de Cristo, Egipto era un lugar multicultural donde convivían egipcios pero también griegos, macedonios, etc. Y las lenguas también. Entonces Ptolomeo V hace un edicto, y se escribe en tres formas de escritura: en griego, en demótico y en jeroglífico. Entonces, al tener el mismo texto escrito en tres escrituras distintas, Champollion se dio cuenta que el nombre de los reyes estaba escrito en lo que nosotros llamamos cartuchos: es una especie de óvalo así. Entonces él identifica los nombres de Ptolomeo y Cleopatra en el texto griego y se da cuenta que en el texto jeroglífico están metidos en los cartuchos. Y se da cuenta que los signos que componen esos nombres son fonemas. Que el cuadradito es la pe, que el semicírculo es la te, que el león es la ele, y así de repente lee «Ptolemaeus» y lee «Cleopatra». Y entonces dice: «Ostras, si los jeroglíficos se leen, si son fonemas». Y, entonces, ahí empieza a deducir el valor fonético de los signos. Y como si fuera la pólvora, en cuestión de muy poco tiempo, pasa a poder leer textos egipcios.
Y cuando viene a Dra Abu el-Naga, el tío, como un campeón, sin diccionario ni gramáticas, que todavía no existían, va con su cuadernillo, acompañado de un italiano que se llama Hipólito Rossellini y van entrando en las tumbas y ya son capaces de identificar el nombre de los propietarios: este se llama tal, tiene el cargo este… Y hay muchas veces que uno, digamos, usa como modelos personajes de su entorno, ¿no? Pero en el pasado encontramos vidas ejemplares y personajes realmente que te dejan boquiabierto. Champollion, Rossellini, el que os mencionaba antes, Karl Richard Lepsius… En Berlín también están, por ejemplo, los ficheros que se usaron para hacer el primer diccionario. Y ves de repente una sala gigantesca llena de fichitas escritas a mano, el diccionario que nosotros usamos jeroglífico-alemán, está escrito a mano y son varios tomos. Esas personas realmente son admirables, ¿no? Y tú dices: «Nosotros tenemos ordenadores, nos quejamos cuando el Photoshop no nos funciona bien… y es que ellos con nada, realmente lo que hacían».
Eso también pasa cuando estudias Egipto. Porque cuando dices: «¿Cómo se construyeron las pirámides? La tecnología, las herramientas que tenían…» Es que en realidad, con herramientas básicas se pueden hacer grandes cosas. A veces, nosotros confiamos demasiado en la tecnología y le damos demasiado valor. En realidad es el espíritu humano y nuestra fuerza de voluntad, y nuestra capacidad de trabajo lo que consigue grandes obras. La tecnología bien, ayuda un poco, pero en realidad nos está engañando. El mérito está dentro de nosotros, ¿no?
Pues en el antiguo Egipto tenemos el taller de un tal Djehuty-Mes, que además de Nefertiti tiene esos bustos de la familia real saliendo de las piedras. Están expuestos también en Berlín y son realmente impactantes, pero centrándome en la figura de Nefertiti, Nefertiti es claro, es la mujer de Akenatón. Akenatón hace una revolución, abandona el culto al clero Amón para adorar al disco solar Atón. Pero lo más importante es que abandona la capital, Tebas, para fundar una nueva ciudad en Amarna, en un sitio que como las propias inscripciones dicen, no había nada, la tierra no pertenecía a nadie, ni a ningún hombre ni a ningún dios, por lo tanto Akenatón la toma para sí y se la dedica al dios Atón. Y él va siempre seguido de Nefertiti, Nefertiti es, digamos, la contrapartida femenina a todo lo que hace Akenatón y siempre aparecen los dos en público.
Cuando Akenatón muere, todo se medio viene abajo y Akenatón y Nefertiti habían tenido solo niñas… ¿y quién heredaba el trono? Entonces Nefertiti tiene el coraje de escribirle una carta al rey hitita pidiéndole un marido. Y esto es una cosa fantástica porque años antes, en la correspondencia diplomática, las alianzas entre casas reales se hacían a través de matrimonios, como hasta hoy. No es nada sorprendente. En ese contexto, es curioso que Nefertiti escribiera al rey hitita para pedirle un marido para ella, eso era una mujer con visión de estado, capaz de tragarse su orgullo. La historia es más bonita, es de película claro, porque el rey hitita accede y manda a un príncipe. Y el príncipe es asesinado en el camino, como una historia de ficción, ¿no? Y el rey hitita le escribe a la corte egipcia diciendo: «Oye, os he mandado a mi príncipe, ¿qué ha pasado con él? ¿Así os portáis lo egipcios?». Y bueno, la historia queda así un poco diluida e inacabada. Pero la importancia de Nefertiti que, a lo mejor, era guapa en algún momento de su vida, es que es una mujer que en un contexto masculino supo jugar su papel y ser una mujer de estado, como lo fue Hatshetsup antes y como lo fue Cleopatra VII después.
Y unido a su idea de la muerte, un aspecto muy importante que llega hasta nuestra cultura es la idea del juicio final. Los egipcios conciben que la vida eterna hay que ganársela. Y uno se la gana con sus acciones en vida. Entonces existe un juicio con unos valores morales que uno ha tenido que cumplir, además de unos valores morales también en comportamiento religioso. Pero ellos conciben que cuando uno muere, digamos, se le juzga el corazón. Eso también es un aspecto bonito porque el corazón es donde los egipcios piensan que reside no solo la inteligencia sino también las intenciones. Y uno puede cometer pecados, o faltas, con la intención, ¿no? Si tú mandas cortar la cabeza a alguien, tú no se la cortas pero tú das la orden, tienes el deseo, parte de ti, entonces tú cometes una falta no por acción, sino por deseo. Entonces, para los egipcios el juicio final se concibe como una balanza: en un plato se pone el corazón, las intenciones del individuo, y en el otro la pluma. La pluma que encarna la diosa del orden, la verdad y la justicia, que es la diosa Maat. Que como es frágil el orden, la verdad y la justicia, se representa con una plumita. Entonces en el juicio final se pesa el corazón contra la pluma. Por supuesto, en las inscripciones, el difunto siempre acaba superando el juicio final y vive eternamente.
Pero esa es la idea, ¿no? Y la idea de juicio final que llega hasta nuestra cultura, está ya presente en Egipto. Y la idea de una serie de valores morales que hay que cumplir, está ya en Egipto. Luego, ese camino hacia la vida eterna se concibe como un camino de obstáculos que hay que superar, y por eso ellos escriben en papiro, o Djehuty en las paredes de su cámara sepulcral y en el techo, el Libro de la salida al día. El libro de la salida al día, conocido como El libro de los muertos, es como una ayuda para el difunto, para superar todos los obstáculos en su camino hacia la vida eterna en el más allá. Entonces, si tú eres capaz de superar la muerte física, de vivir eternamente, en realidad eres un dios. Entonces el individuo, si es enterrado adecuadamente, si hace los rituales, etc. Supera su muerte física y, entonces, de alguna forma, se convierte en un Dios. Y por eso las tumbas egipcias en el caso de Djehuty, tienen casi la apariencia de un santuario. Es una avenida hacia un sancta sanctorum al final donde incluso hay una tríada, que es Djehuty, su padre y su madre. Igual que en el templo de Karnak está Amón, Muti y Honsu, igual que nosotros tenemos a José, María y Jesús. Por eso, por la capacidad de vencer la muerte física, que es lo que te hace transcendente y es lo que te convierte en un dios o semidiós, pero eso es otra historia muy larga.
Eso es interesante darle la vuelta a la tortilla, si los dioses tienen cuerpo humano y cabeza de animal, los faraones cuando quieren mostrar su naturaleza sobrehumana, lo que hacen es conservar su cabeza humana y cuerpo de animal. Entonces eso es la esfinge, ¿no? El faraón adopta el cuerpo de león, pero mantiene su esencia humana en la cara. Pero en realidad, todo el arte egipcio es un juego que tiene mucho que ver con la escritura. Igual que la escritura tiene un elemento estético y forma parte de la decoración de los monumentos, de las estatuas, ¿no? El arte egipcio se compone de jeroglíficos y se lee. Entonces cuando tú ves una pared de una tumba o de un templo, si sabes cultura egipcia y, sobre todo, si sabes leer egipcio, entiendes muchos más mensajes, porque los egipcios componían sus escenas jugando con la escritura también.
Y en esa procesión era el momento perfecto para que el pueblo llano pudiera entrar en contacto con la divinidad y dirigirle oraciones. Eso se conserva en las inscripciones de Deir el-Medina, tenemos oraciones preciosas del año 1200 antes de Cristo, de los obreros que hacían las tumbas en el valle de los reyes que el dirigen una saeta al dios Amón cuando sale de Carnac hacia Deir el-Bahari, saetas como las que se pueden cantar hoy en día. Desde el punto de vista político, antes os he hablado así de pasada, de la correspondencia diplomática. Tenemos las cartas que se intercambiaba Akenatón con los reyes de las potencias del Próximo Oriente antiguo de aquella época. Pero él también con sus vasallos, las reinas entre sí, tenemos un documento maravilloso que es el tratado de paz entre Ramsés II y el rey hitita después de la batalla de Kadesh, un tratado de paz internacional con cláusulas como se habría hecho hoy en día.
En Egipto se conserva también, como he mencionado antes de pasada, papiros matemáticos, de cálculo de áreas. Tenemos textos astronómicos, médicos. Curiosamente hay congresos de historia de la medicina en que lo más antiguo que se expone en los congresos es la medicina griega, como si no existiera la medicina en Egipto, cuando los médicos egipcios eran famosos en todo el próximo oriente. Y al faraón le escribían cartas pidiéndole médicos. Y, probablemente, los médicos griegos aprendieron medicina en Egipto. Así un poco con todo: en arquitectura, el dominio de la ingeniería que tenían los arquitectos egipcios es sobresaliente. Lo que ocurre es que todo lo que nosotros pensamos que viene del mundo clásico, en realidad, se retrotrae un poco más atrás y viene de Egipto o de Mesopotamia y del mundo persa. Pero es cómo Europa ha creado una ficción eurocentrista, ¿no? Como si todo viniera de Europa. Y durante mucho tiempo, consciente o inconscientemente se ha resistido a pensar que las raíces de lo que nosotros llamamos cultura occidental, en realidad, están fuera de Europa. Están en Mesopotamia y están en África, que es Egipto. Pero eso es, para muchos europeos, difícil de tragar. Pero es así