COMPARTIR
Generated with Avocode. Path Generated with Avocode. Rectangle Copy Rectangle Icon : Pause Rectangle Rectangle Copy

Las seis cosas que tus hijos esperan de ti

Milena González

Las seis cosas que tus hijos esperan de ti

Milena González

Psicóloga y psicoterapeuta


Creando oportunidades

Más vídeos
Más vídeos sobre

Milena González

“Que los niños sean más bajitos no significa que sean inferiores a nosotros y que no sean dignos de ser tratados con amor y con respeto”, sostiene con abrumadora claridad la psicóloga Milena González. Conocida en redes sociales como 'Una mamá psicóloga', la divulgadora combina con habilidad la ternura maternal con la rigurosidad científica.

Licenciada en Psicología en la Universidad de Manizales, González obtuvo el Máster en Inteligencia Emocional por la Universidad de Valencia y es especialista en trauma, apego, sistemas familiares y psicoterapia infantil y juvenil por la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia. Lleva casi dos décadas trabajando con pequeños, adolescentes y familias en España y en Latinoamérica. Además, es autora de las obras ‘Guía familiar para abordar el duelo en la infancia’ y del reconocido libro ‘Crianza Asertiva’, en el que aborda las claves para construir un apego seguro y ofrece pautas para cuidar la salud mental infantil y adolescente.

“Vivimos en una sociedad adultocéntrica”, recuerda la psicoterapeuta, que invita a padres y madres a reflexionar sobre su papel en la crianza. Y concluye: “Tenemos que asegurarnos de haber conquistado en nosotros mismos todo aquello que queremos que nuestros hijos aprendan”.


Transcripción

00:05
Milena González. Soy Milena González, psicóloga y psicoterapeuta. Fomento los buenos tratos a la infancia a través de libros en los que abordo temas como el apego, las emociones, el cerebro y la conexión emocional con tus hijos. 

00:19
Valentina Ganem . Hola, Milena, soy Valentina Ganem, soy psicóloga y madre de dos niños y estoy en esta gran aventura de la crianza. Estoy feliz de compartir estos minutos contigo porque sé que somos muchas las familias que buscamos, que anhelamos, acompañar a nuestros hijos en esta aventura desde una mirada de respeto. Sé que parte de tu trabajo se basa en la disciplina positiva y me gustaría que empezáramos con que nos expliques qué es la disciplina positiva. 

00:52
Milena González. Hola, Valentina. Encantada de estar aquí contigo y de poder hablar de este tema tan apasionante que nos compete a las dos y con que las dos resonamos. Bueno, la disciplina positiva es un modelo educativo, incluso podríamos decir que es una filosofía de vida, que promueve relaciones de respeto, creando entornos de conexión, entornos de bienestar, ojo, no solo dentro del aula, sino también dentro de la familia. La disciplina positiva, además, fomenta el aprendizaje de habilidades socioemocionales en el que nuestros niños y niñas son partícipes. Es decir, el niño no solamente está como un receptor que está allí para hacer lo que el adulto dice, sino que es protagonista de ese propio guion que papá, mamá o esos cuidadores primarios, como entrenadores de vida, están allí para enseñarle. Y una cosa que a mí me ha encantado de la disciplina positiva y que yo digo que es como ese punto que marca la diferencia, quizá, con otras corrientes, sobre todo, más tradicionales es que la disciplina positiva nos permite a nosotros, los adultos, ver el comportamiento de ese niño o de esa niña más allá de esa conducta visible que vemos y que, generalmente, queremos cambiar. Entonces, la disciplina positiva, de hecho, nos viene a decir que ese comportamiento visible que nosotros estamos viendo en ese niño es, en realidad, el síntoma de algo más profundo. De hecho, usa una metáfora que a mí me encanta: la metáfora del iceberg, que dice que el comportamiento visible corresponde exclusivamente a un veinte por ciento, pero lo que está sosteniendo ese comportamiento en realidad es algo no visible, que está allí abajo, que es lo que está alimentando ese comportamiento que nosotros estamos viendo y que corresponde al ochenta por ciento, imagínate.

02:41

Entonces, claro, ese veinte por ciento, o esa punta del iceberg que nosotros estamos viendo, en realidad suele ser ese mordisco, esas malas contestaciones, que les llamamos, esas peleas entre hermanos… Claro, y cuando solamente nos quedamos viendo ese comportamiento y cuando solamente vemos a ese niño que está en medio de una rabieta y nos olvidamos de que lo que está sosteniendo esa conducta puede ser ese otro ochenta por ciento que puede ser: «Oye, mamá, papá, tía, abuela, necesito pasar más tiempo contigo»… Eso es en realidad lo que nosotros debemos mirar. Entonces, la disciplina positiva nos recuerda eso. No te quedes solamente viendo al niño con ese comportamiento, sino ve más allá, a lo profundo. Es como si nos tuviéramos que convertir en buceadores, ¿no? Y vamos a ver eso, que ese comportamiento de repente de este chiquito o esta chiquita de cuatro años son celos porque acaba de nacer su hermanito. Es una falta de habilidad, ¿vale? Quizá una falta de habilidad emocional, una falta de habilidad social, y necesita aprender a usar sus palabras en lugar de usar sus manos o sus dientes para pedir algo. No sé si te parece que pongamos un ejemplo aquí como para que las familias podamos comprender un poco más esto. Imaginémonos a Sofía, ¿vale? Sofía tiene tres años y de repente Sofía está jugando con su pelota, llega su hermanito de un año y se la quita.

04:05
Valentina Ganem .  Ya, el caos.

04:06
Milena González.  

Estamos hablando de que son signos psicocorporales, es decir, reaccionan precisamente desde su cuerpo, ¿vale? Claro, Sofía no va a usar sus palabras para decirle: «Iker, me has quitado mi pelota. Por favor, entrégamela». No, lo más esperado y lo más normal en una niña de tres años es que Sofía se enfade mucho, le pegue a Iker o lo muerda y que Iker se quede también llorando. Entonces, claro, desde un enfoque netamente conductual donde tenemos simplemente la mirada puesta en esa conducta o en ese mal comportamiento de Sofía, ¿qué podrían decirnos? «Oye, no, no, no, no, o sea, ¡muy mal lo que ha hecho Sofía! Hay que castigarla y no solo castigarla, hay que mandarla un tiempo fuera a que reflexione». Ojo. Entonces, a Sofía, en medio de un enfado, la vamos a mandar allí a una silla de pensar, a un rincón de pensar, a reflexionar, esperando que allí ella pueda decir: «Oh, mamá, papá, te doy gracias por haberme mandado a este rincón de pensar, porque aquí voy a poder recuperar y darme cuenta de que lo que mi hermano ha hecho realmente ha sido querer pedirme el balón». No, por favor. O sea, es completamente una barbaridad esperar esto, pero sé que muchas veces creemos esto precisamente por esas corrientes o paradigmas que nos llevan  a poner la mirada en ese comportamiento de esa chiquita. Entonces, ¿qué decimos? «Oye, no, es que Sofía, como tiene su cerebro inmaduro y reacciona desde su cuerpo y no con sus palabras… ¿Entonces la dejamos?». No, por supuesto que no, somos sus entrenadores de vida por excelencia. ¿Ese comportamiento de Sofía qué nos está mostrando? Que en ese ochenta por ciento que está debajo, que no estamos viendo, hay una falta habilidad. Sofía necesita aprender una habilidad social, una habilidad emocional. Sofía necesita aprender a usar sus palabras en lugar de usar sus manos, en lugar de usar sus dientes.

06:02

Yo, como entrenador de vida, como ese mentor de vida que soy, como tutor de resiliencia, yo me voy a acercar a Sofía, por supuesto, y le voy a decir: «Sofía, no pegamos, cariño. La próxima vez tú le dices: “Iker, para. No quiero que me quites la pelota. Si la quieres, dime ‘Préstamela’”». Pero al mismo tiempo vemos a Iker. Iker necesita también aprender que las cosas no se arrebatan y que tiene que aprender a pedirlas prestadas. Ni Sofía es mala ni Iker es malo. Son dos niños en proceso de aprendizaje que necesitan aprender habilidades socioemocionales. Ojo, pero es que a los adultos se nos dificulta mucho entender esto. ¿Sabes por qué? Porque venimos, nuevamente lo digo, de una sociedad o de una historia en la que penalizamos siempre el comportamiento, pero nos olvidamos de que tanto cuando los niños están aprendiendo habilidades motoras, como aprender bici… Cuando necesitan aprender a montar bici, claro, eso requiere un tiempo. Entonces, claro, muchos padres dicen: «No, pero yo le voy a decir eso y es que…». O sea, claro, es que tiene tres años, tiene un año. Y esto hay que ir practicándolo siempre, todos los días, hasta que adquiera esa habilidad. Cuando tú saliste con tu hijo, que estaba aprendiendo a montar bici o patines, ¿a que no aprendió la primera vez que salieron?

07:17
Valentina Ganem .  Qué va.

07:18
Milena González.  ¿No? O sea, requirió de práctica, requirió de aliento. «Venga, cariño». Requirió de acompañamiento. Quizá algunos necesitaron primero unos ruedines. Poco a poco fuimos soltando esos ruedines y lo dejamos ir un poco más solito en su bici. Bueno, aquello fue el aprendizaje de una habilidad motora. Aquí, en este caso, sería el aprendizaje de una habilidad socioemocional. Entonces, son dos niños en proceso de aprendizaje, son dos adultos o un adulto también que está haciendo ese acompañamiento como tutor de resiliencia. Y aquí también quiero hacer énfasis en algo que… Bueno, ahora se dice mucho que estas nuevas teorías en realidad están formando como niños de cristal, se escucha mucho, y que esto es algo muy nuevo. Y no, en realidad, la disciplina positiva se viene trabajando desde 1920 con el psicólogo Alfred Adler y el psiquiatra Rudolf Dreikurs. Pero es verdad que el concepto como tal de ‘disciplina positiva’ lo introdujo Jane Nelsen con un libro muy conocido que se llama ‘Cómo educar con firmeza y cariño’, que yo recomiendo mucho a los padres, a las familias, a los cuidadores, que lo lean, porque realmente es una joya, es no quedarnos únicamente mirando esa fiebre, que es el síntoma, sino ir un poco más allá. Entonces nuestra labor como tal, cuando nosotros educamos desde el paradigma de los buenos tratos, de la disciplina positiva específicamente, es ser esos entrenadores de vida que nuestros hijos necesitan. ¿Y eso cómo se aterriza en la vida real? Pues generando esa conexión emocional con nuestros hijos antes que cualquier corrección. Siempre decimos, desde disciplina positiva: conexión antes que corrección, una validación emocional.

09:00

Por ejemplo, en el caso de Sofía, antes de decirle: «¿Por qué has mordido a tu hermano?», yo me puedo acercar, me pongo a su altura, la miro, establezco ese contacto visual compasivo tan importante, esa mirada incondicional donde yo la estoy viendo como un ser humano que está en ese proceso de aprendizaje, y yo le voy a decir: «Estás enfadada porque tu hermano te ha quitado la pelota, que tú la querías», ¿verdad? Entonces, a esto nosotros lo llamamos ese ‘pareo emocional’, donde yo la estoy mirando, estoy entendiendo que su comportamiento no simplemente es haberle pegado a su hermano, sino que dentro de ella hay algo que le impulsó a eso y al mismo tiempo yo estoy cambiando, estoy viéndola compasivamente y estoy enseñándole, ahora sí, qué es lo que tiene que hacer. «Cariño, la próxima vez…», ahí le voy a dar la alternativa, porque muchas veces nos quedamos o en el decir «No se hace» o en el «Entiendo que estés enfadada». No, vamos a darle una alternativa. Y ahí es cuando yo le digo: «La próxima vez, en lugar de usar tus manos, usa tu voz. Tú tienes una gran voz, y tú le dices: “Para, no quiero que me quites mi balón. No quiero. Pídemelo”». Entonces ahí le estoy enseñando esa habilidad. ¿Cuál? La de usar sus palabras en lugar de usar sus manos. Cuando nosotros hacemos este cambio de mirada hacia ese niño al que estamos criando, hacia esa niña a la que estamos criando, allí cambia también nuestra forma de comportarnos con ellos, de actuar hacia ellos. 

¿Qué podemos aprender de los niños? - Milena González, psicóloga y psicoterapeuta
Quote

“Somos los entrenadores de vida de nuestros hijos”

Milena González

10:32
Valentina Ganem . Milena, parece que se está hablando un poco más sobre la salud mental, lo cual me parece fantástico, pero poco se está hablando sobre la salud mental infantil, porque los niños también pasan ansiedad, angustia… Y me gustaría que nos pudieras contar un poquito más sobre la técnica CUIDAR para prevenir esa angustia infantil o esa ansiedad infantil. 

10:56
Milena González. Sí, bueno, la técnica CUIDAR en realidad es un acrónimo que introduje en mi libro ‘Crianza asertiva’ para explicar la importancia de cuidar no solo la salud física de nuestros hijos, que por supuesto es fundamental, sino también su salud mental y su salud emocional, que son una gran base para su éxito en la vida. Pero, Valentina, antes de que hablemos de esta técnica CUIDAR, yo creo que es importante también que hablemos del porqué, de cuál es la raíz. De hecho, esta técnica surgió a raíz de todo el estrés infantil que estamos viendo y que es desconocido. Y yo creo que es importante porque… Mira, vamos a pensar: cuando escuchamos la palabra ‘estrés’, generalmente se nos viene un adulto corriendo de un lado para otro en esta sociedad en la que estamos, tan hiperocupada, pagando la hipoteca, pagando facturas, llevando a niños para acá, para allá y raramente se nos viene a la mente un niño. Incluso, es fácil pensar en un adolescente con estrés, con exámenes, bueno, con todas las vivencias que está viviendo ahora en esta nueva etapa. Pero cuando hablamos de estrés en realidad no damos cabida al estrés infantil porque lo que tenemos dentro de nuestra mente adulta es que los niños no tienen razones para sentirse preocupados y con eso en realidad estamos invalidando una experiencia emocional tan importante que es tan válido que la vivan tanto unos como otros. Que sea más chiquito no significa que no tenga la capacidad también de sentir. Todos tenemos emociones. Y mira que esto lo vemos por ejemplo en comentarios muy coloquiales: «¿Pero de qué te vas a preocupar, hijo mío?».

12:34
Valentina Ganem . «Si tienes todo».

12:35
Milena González. «Tienes todo. Tu única preocupación es responder en el cole. Esta es tu única preocupación. ¿Por qué está preocupado? ¿Porque compramos manzanas y no plátanos? Venga ya, hombre. Cuando crezcas vas a saber lo que es la vida». Imagínate. Claro, es una sociedad adultocéntrica donde tenemos puesta sobre todo la mirada más en el adulto que en el niño. Desde esta perspectiva, ¿qué podría estresar a un niño? Porque, entonces, claro, hay padres, madres, cuidadores que se preguntan qué puede estresar a un niño. Bueno, hay razones que yo creo que no son de discusión para nadie. Y un niño se puede estresar por discusiones constantes entre sus progenitores. Esta es una causa de estrés. También un niño se puede estresar por la muerte de un ser querido. Cuando entra a un nuevo cole. Son razones que pueden generar ese estrés. Pero también hay unas que quizá no son consideradas tan legítimas y es, por ejemplo, cuando un niño tiene problemas en el cole con un compañero. Es una causa de estrés. La carga académica es una causa de estrés, ¿vale? El exceso de deberes. Ojo, es impensable que un adulto se tenga que llevar trabajo a su casa. De hecho, cuando lo hacemos decimos: «¿Pero esto? ¿O sea, de verdad?».

13:46
Valentina Ganem . ¡Es que es verdad!

13:47
Milena González.  «Es que no puede ser. ¿Yo por qué me tengo que traer trabajo para mi casa? ¿Pero qué está pasando?». Pero no cuestionamos el hecho de que un niño, después de estar desde las siete de la mañana, muchos, en su cole hasta las siete de la tarde, luego tenga que llegar a casa a hacer deberes. No, eso no, porque hay que desarrollar la responsabilidad, porque… Claro, entonces no es equiparable una cosa con la otra. O sea, a un adulto sí le reclamamos el derecho de llegar a casa y desconectar, pero con un niño nos es más difícil ver eso. Las extraescolares, que estoy a favor… Como mamá de tres, estoy a favor de las extraescolares, pero de lo que no estoy a favor es de cuando esa extraescolar ya se convierte como en un peso y en un obstáculo para un niño que termina su jornada académica a las cuatro de la tarde y de ahí tiene que salir corriendo para chino, para italiano o para francés, para un montón de cosas,y muchas veces estos chiquitos están en muchas extraescolares que llenan más las expectativas de sus cuidadores, quienes quieren hacer todo lo que está a su alcance para ayudar a ese niño a prosperar a nivel cognitivo o a nivel académico, pero en realidad muchas veces se convierte en una carga. Entonces, claro, todo esto se convierte en un caldo de cultivo para ese chiquito que está viviendo una vida hiperagitada, hiperestimulada, y que puede terminar generando ese estrés. Vale, y ahora la pregunta es cómo sé entonces si mi hijo está estresado. Bueno, esto no es un test, ¿vale? Ni mucho menos. Porque a veces decimos: «Bueno, yo hago aquí ‘check, check’». No, pero sí es verdad que tenemos que observar desde diferentes esferas o desde diferentes niveles, digamos, cuáles son esas manifestaciones más visibles, ¿no? 

15:30
Valentina Ganem. O señales que nos pueden indicar… 

15:31
Milena González. O señales. Eso es. Entonces, a nivel psicológico podemos notar que el niño empieza a mostrar mucha más irritabilidad, se empieza a mostrar más irritable, más de lo normal. También podríamos ver a un niño al que las actividades que antes le entusiasmaban ya no,  pierde el interés por ellas. Esa es la habilidad emocional donde vemos como esos subibajas, que de repente está aquí a tope y ya luego lo vemos plof completamente, ¿verdad? A nivel psicológico, pero también a nivel de comportamiento, a nivel de conducta. Podemos notar retrocesos en el comportamiento. Por ejemplo, un niño que ya no mordía, no pegaba, de repente empieza a morder, a pegar. O que ya había hecho el control de esfínteres y de repente empieza nuevamente a hacerse pis y caca encima, a tener rechazo hacia sus compañeros, rechazo hacia sus profesores, rechazo incluso constante hacia sus propios cuidadores. A nivel físico también lo podemos notar, por ejemplo, con dolor de tripa, con dolor de estómago,  si pierden peso, pierden el apetito. Incluso muchos de ellos nos dicen que tienen pesadillas recurrentes. Entonces, claro… Ahora bien, un solo factor de esto no nos puede llevar a decir: «Mi hijo está estresado». O sea, siempre también es bueno contactar con un profesional si vemos que ya nos estamos quedando sin recursos para ayudar a nuestro hijo, pero sí hay que tener en cuenta como estos factores que estamos hablando para poder empezar a acompañar a nuestro hijo de otra forma.  Y aquí, ahora, podríamos entonces entrar a un punto y a una pregunta y es: «Vale, Milena, ¿y yo qué hago si la sociedad en la que estamos es la que es? O sea, hay que rendir en el cole, hay que…». Claro, y yo lo entiendo completamente. ¿Qué podemos hacer? O sea, no podemos hacer el mundo ideal para nuestros hijos, pero lo que sí podemos hacer es amortiguar esos efectos que pueden generar todas estas situaciones en nuestros hijos, desencadenando en estrés, en depresión y en ansiedad.

17:31

Y aquí es cuando nace entonces la técnica CUIDAR. A raíz de todo esto, a raíz de lo que me encuentro en consulta, a raíz de lo que me encuentro en los coles en los que acompaño a los niños y niñas. La técnica  CUIDAR, en realidad, además de cuidar la salud mental infantil, también busca promover la relación entre padres e hijos, esa conexión. Y, entonces, como decíamos, es un acrónimo. Esa C, esa primera C, es la C de concentración y conexión. ¿Por qué concentración? Porque a lo que nos va a instar es a llevar a que generemos los espacios de toda la vida donde los cuidadores, papá, mamá, esos cuidadores primarios, jueguen con su hijo al parchís, al bingo, al memory, a actividades donde no haya una pantalla de por medio separándonos. Y, además, con actividades de ese tipo lo que estamos haciendo, además de generando esa conexión con nuestro hijo cuando estamos ahí jugando al parchís, jugando a estos juegos de mesa, estamos también ayudando a nuestro hijo a que ponga en marcha el entrenamiento de funciones ejecutivas como es pensar, planificar, esperar. ¿Sabes?

18:46
Valentina Ganem .  Eso es muy difícil.

18:47
Milena González. Exactamente, o sea, ese control de impulsos que empiezas y lo vamos a terminar. Incluso hay juegos de mesa que le toma varios días. Un puzle, un puzle. Yo invito a las familias, de verdad, a que hagan este tipo de cosas, porque, claro, cuando tenemos esto muchas veces los niños tienen que esperar días a terminar de completar ese puzle, sobre todo cuando son de muchas piezas. Entonces, qué importante es poder fomentar en nuestros hijos también, en la medida que conectamos con ellos, y poder fortalecer en nuestros hijos sus funciones ejecutivas y esta parte tan importante de nuestro cerebro que es esa corteza prefrontal, que es precisamente la que nos va a ayudar a ponernos en el lugar del otro, a poder tener esa autogestión emocional y todas esas capacidades y funciones ejecutivas que tan importantes son. La U. La U, que es la siguiente que sigue, es de usar las manos. O sea, literalmente «manos a la obra». Mira, todo lo que son manualidades y actividades llevadas a cabo con las manos lo que hacen es fomentar la materia gris de nuestro cerebro. Además, cuando nuestros niños están llevando a cabo manualidades, están poniendo su creatividad en marcha, están poniendo su imaginación en marcha. Qué bueno que no tengan que simplemente estar frente a una pantalla, sino que en realidad puedan usar sus manos incluso para relajarse. Por ejemplo, ¿qué cosas podrían hacer? Modelar arcilla, pelar patatas. Oye, qué bueno fomentar un espacio con mi hijo, con mi hija, mientras estamos en la cocina, inventándonos cosas, poniéndonos a pelar patatas, sembrando semillas… Todo en lo que se usen las manos es fundamental.  La I de inactividad. Aquí muchas familias podemos pensar: «¿Inactividad? ¿Vamos a perder el tiempo? ¡Porque el tiempo es oro!». ¿Sabes?

20:38

Y qué importante es poder frenar, poder parar, poder decirle a nuestro cuerpo: «Oye, no, es que hoy vamos a estar “sin hacer nada”», pero a la vez haciendo mucho, activando nuestro sistema parasimpático, esa parte de nuestro sistema nervioso tan importante. Es donde realmente vamos a bajar las revoluciones para descansar, para estar en casa simplemente. Oye, nos podemos tumbar, ¿sabes? Claro, pero ahí es donde nos viene una cuestión a nosotros, los que estamos con los niños, y es: «Claro, pero me va a decir a los cinco minutos “Estoy aburrido”». Y los que somos padres, madres, cuidadores, le tememos muchísimo a esta frase: «Mamá, estoy aburrido». E inmediatamente, como si fuéramos los animadores infantiles de nuestros hijos, tenemos que buscar un montón de cosas para hacer. No, tenemos que permitir que nuestros hijos se aburran. Tenemos que permitir que en esos momentos donde sientan que no tienen nada que hacer, que empiecen a lidiar con esa frustración. Obvio, ahí mi actitud también tiene que ser importante, no le voy a decir: «Pues abúrrete». No.  «Cariño, ¿qué se te ocurre? ¿Qué se te ocurre?». ¿Sabes? Y ahí fomentar esos espacios en los que esté sin hacer nada. Tenemos la D de deporte.  Vamos ahí completando nuestro acrónimo. Pero cuando pensamos en deporte que no se nos venga exclusivamente: «Bueno, lo apunto a fútbol, lo apunto a natación». O sea, no, porque recordemos que la técnica busca eso, busca promover esos espacios de conexión con nuestros hijos. Deporte se refiere a movimiento. Yo puedo salir con mi hijo, con mi hija, a dar una vuelta por el barrio. Ir al parque, bailar en casa. Todo esto, lo que implica ese movimiento, es sano no solamente a nivel físico, sino a nivel de salud mental también para nuestros hijos.

22:31

 

La A de amigos. Por favor, que las nuevas tecnologías no nos roben lo realmente importante y son las conexiones presenciales. Esto, ¿no? Poder estar ahí, poder verte, poder olerte, saber que hay otra persona allí. Somos seres biopsicosociales, somos sociales por naturaleza. El compartir con amigos no es un lujo, o sea, en realidad es una necesidad innata, es una necesidad básica que necesitamos fomentar intencionalmente. En la crianza, la intencionalidad es fundamental. Entonces, buscar propiciar espacios donde compartimos con nuestros propios amigos que también tienen hijos o buscar espacios donde hacemos, no sé, fiesta de pijamas o buscar espacios…  Una merienda. Invitamos a los amigos de nuestro hijo. Espacios donde se comparta con el otro. Y, por último, la R de reposo. Reposo, que se parece a inactividad, pero no. Reposo aquí tiene que ver con el dormir. Ojo, cuando reposamos no únicamente cesa toda actividad, sino que realmente estamos alimentando a nuestro cerebro. De hecho, los expertos hablan de la importancia del descanso. ¿Cómo te sientes tú cuando no has dormido? Al día siguiente, cuando no has dormido la cantidad de horas necesarias. Pues mira que cada vez nuestros adolescentes y nuestros niños están durmiendo menos. Por muchísimas razones, entre ellas los videojuegos, que hacen que muchas veces se acuesten muchísimo más tarde de lo que necesitan y, de hecho, hay unas horas específicas que se recomiendan para tener un sueño reparador. Hasta los dos años, se recomienda dormir entre dieciséis y dieciocho horas. De tres a cinco años, se recomienda dormir entre diez y doce horas, incluida la siesta. También hasta los dos años son entre dieciséis y dieciocho horas incluida la siesta. Entre los seis y los doce años, entre nueve y diez horas y ya de doce a dieciocho años se recomienda un promedio de ocho a diez horas al día. 

24:32
Valentina Ganem . ¿Tú qué dirías que nosotros, como adultos, podemos aprender de los niños? 

24:38
Milena González.  Sí, qué bonita pregunta. Mira que como mamá de tres y como psicóloga, que vengo acompañando a familias durante un poco más de veinte años, he aprendido que, cada vez que me acerco a trabajar con nuestros niños y niñas, en realidad me acerco con la intención de enseñarles, pero termino dándome cuenta de que me terminó convirtiendo yo en alumna y ellos en maestros. Fíjate en que siempre que nos acercamos a un niño generalmente vamos con la intención de enseñarle, de ser su referente y por supuesto que es así, somos sus referentes, somos un modelo para ellos, pero también tenemos que tener en mente: que ese chiquitín que tenemos frente a nosotros sea más bajito que nosotros no significa que sea inferior a nosotros y que no podamos aprender de él. Entonces, hay muchas cosas que podemos aprender de nuestros niños y niñas. Muchas, pero hay unas en las que yo quisiera hacer especial énfasis y una de ellas es aprender a pedir ayuda. Mira, algo tan sencillo como eso, ¿no? Aprender a pedir ayuda. A medida que nosotros crecemos, tenemos tantos prejuicios e ideas sobre pedir ayuda que lo vemos ya como signo de debilidad. 

25:47
Valentina Ganem . Exactamente, sí. 

25:48
Milena González. ¿Cómo voy a pedir ayuda? Y yo entiendo que mucho de eso también viene incluso de nuestra propia historia. ¿Cómo reaccionaban nuestros cuidadores primarios cuando pedíamos ayuda? Muchas veces era como: «Búscate la vida tú, ya estás grande, hazlo tú solo, ya yo te he dicho mil veces». Es verdad. Es verdad también que puede venir de nuestras propias vivencias cuando hemos pedido ayuda, efectivamente, y no nos la han dado. Entonces decimos: «Yo esto lo hago sola». Pero, oye, ¿qué entendemos por pedir ayuda? Pedir ayudas es muchas veces preguntarle a alguien… Porque a veces quizás entendemos pedir ayuda como «Haz esto por mí». Pero también pedir ayuda puede ser «Cuéntame cómo lo hago». Por ejemplo, hablando de la crianza, buscar ayuda si sientes que te está superando: «Valentina, cuéntame tú cómo lo has hecho». Esa es una forma de buscar ayuda. «¿Qué libro me puedes recomendar?». Eso es una forma de buscar ayuda. «¿Hay algún cuento que me recomiendes?». Hay diferentes formas de buscar ayuda y creo que nuestros niños, nuestras niñas, nos invitan a eso, a salir de ese síndrome del solomillo. ¿Conoces el síndrome del solomillo? Pues esto lo hago solo, mí y yo. Punto. Entonces, nuestros niños nos están invitando a salir de ese síndrome del solomillo, para que realmente podamos reconocer que necesitamos del otro para crecer, para aprender, para superarnos a nosotros mismos. Otra de las cosas que podemos aprender de ellos es a preguntar cuando no sabemos. Se parecen, ¿no? A preguntar cuando nosotros tenemos una duda respecto a algo. Mira, tenía un profe en mi cole que decía que no hay preguntas tontas, sino tontos que no preguntan.

27:26
Valentina Ganem .  Es verdad.

27:27
Milena González . Sí, y claro, nos cuesta mucho preguntar. Y también tiene que ver con nuestra historia. Muchas veces cuando estábamos en el cole hacíamos una pregunta, por fin nos atrevíamos, ahí frente a todos nuestros compañeros, como con la manito así, y preguntabas con el corazón así y de repente te miraban tus compis como: «¿De verdad? O sea, de verdad se te ocurre preguntar eso?». Y claro, mira, hay una emoción básica que traemos todos los seres humanos, independientemente de la cultura en la que estemos, que es la curiosidad. Entonces aquí también invito a las familias a que no silenciemos esta emoción tan importante y que tanto nos ha dejado, que es la curiosidad, cuando nuestros niños nos bombardean a preguntas, nos hacen una y otra pregunta: «¿Y por qué?». En lugar de decirle: «Ay, no sé, ya. Ya, mi amor, no preguntes tanto». No. Y no tenemos que darles respuestas a todo. Preguntémosle: «¿Tú qué piensas, cariño?». Fomentemos esa curiosidad, ni siquiera desde la respuesta del adulto, sino devolviéndole la pregunta y al mismo tiempo fomentando en ellos ese punto de reflexión de: «Ah, vale». De pensamiento crítico, ¿no? Porque esas son oportunidades, cuando ellos nos hacen preguntas, precisamente para esto, para generar ese diálogo donde el adulto no tiene que estar aquí respondiendo lo todo. Si no sabes, le puedes decir: «Cariño, no lo sé, pero lo podemos investigar. No sabía. Interesante pregunta. Pues, mira, me has dado una oportunidad para saber más sobre ello». ¿Vale? Un tercer punto que me parece muy bonito también que podemos aprender nuestros niños es a mantener la ilusión y la esperanza en lo que hacemos. Qué importante es mantener ilusión y esperanza, porque también pasa que a medida que crecemos como que…

Se pierde, ¿no? Muchas veces. 

29:07
Milena González.  Muchas veces se pierde y qué importantes son la ilusión y la esperanza para mantener el foco, el foco en aquello en lo que estamos trabajando, en aquello que queremos alcanzar. Qué importante es poner foco en ello. Mira que… De hecho, los expertos hablan de la importancia de poner foco y atención, porque cuando tú no tienes ilusión y esperanza, estás poniendo foco de atención en alguna parte. O sea, siempre tenemos foco y atención en un punto específico. Y el otro día le escuchaba a Daniel Siegel, y también algún día a Marian Rojas, un ejemplo que creo que ilustra muy bien esto, donde dicen que nuestro cerebro es experto en hacer selección de información de aquella que quiere escuchar, de aquella en la que quiere centrar precisamente esa atención. Y hay una parte de nuestro cerebro, que es el sistema reticular activador ascendente, que se encarga de esto. Entonces, mira el ejemplo que ellos ponen, ellos dicen que cuando una mujer está embarazada, de repente empieza a ver mujeres embarazadas por todas partes. 

30:08
Valentina Ganem . Embarazadas por todos lados.

30:09
Milena González. ¿A que te pasó? A mí me pasó, en mis tres embarazos. Y era como: «Esa también está embarazada y esa también está embarazada», y de repente yo veía a todas embarazadas. Pero no significa eso que entonces de repente a todas nos dio ahí la locura y todas nos quedamos embarazadas, sino que efectivamente mi cerebro está seleccionando la información que a mí me interesa en ese momento vital de mi vida. Yo pongo atención y pongo foco en aquello que es importante para mí. Qué importante entonces escoger dónde queremos poner el foco, porque allí donde ponemos foco, de eso vamos a recibir más. O sea, es importante eso. El otro punto. Cosas que podemos aprender de nuestros niños y niñas. A aceptar que todas las emociones se pueden vivir y las podemos sentir. Cuando somos mayores… Un niño llora y un niño no dice: «Perdón, mamá no quería llorar en este momento». No, un niño llora y llora porque siente que tiene que llorar. Los adultos, a medida que crecemos, cuando nos emocionamos: «Perdón, de verdad…». Y pedimos perdón. ¿Cuántas veces por sentir una emoción tan legítima como es las ganas de llorar, la tristeza, pedimos perdón? Porque solamente tenemos como válidas la alegría, el amor, la curiosidad. Pero emociones como la vergüenza, el miedo, la tristeza no son tan bien vistas. Entonces, qué importante es que nosotros podamos aprender de nuestros niños que todas las emociones son válidas y romper ese paradigma de que hay emociones negativas y emociones positivas. Por supuesto que nosotros como adultos, cuando sentimos rabia, obviamente no vamos a reaccionar como un niño de dos años, porque nosotros ya tenemos una corteza prefrontal madura que nos va a ayudar…

31:48
Valentina Ganem . Supuestamente.

31:49
Milena González. Supuestamente. Porque ya bien dicen los expertos que no termina de madurar incluso algunos se atreven a decir hasta la tercera década. Imagínate.Entonces, claro, pero nosotros por lo menos tenemos la capacidad de poder gestionar ese enfado de otra forma. Pero siempre todas las emociones… Siempre digo que todas las emociones tienen su talento, todas. La rabia a mí me empuja a buscar justicia, la tristeza a mí me lleva a elaborar mis duelos. El miedo a mí me lleva a ponerme a salvo. Entonces, cada una… Ese tema de que las emociones son negativas, no. Son realmente adaptativas y funcionales y nos ayudan realmente a adaptarnos al momento y situación que estamos viviendo. Y, por último, hay también algo que podemos aprender de nuestros niños y niñas que me parece muy bonito y que alguna vez leía y es que para ellos la felicidad está por encima del orgullo. ¿Sabes por qué, si dos niños se pelean, después se van a jugar como si nada hubiera pasado?

32:45
Valentina Ganem . Mis hijos, sí. 

32:47
Milena González. Porque para ellos es más importante la felicidad que el orgullo. No estoy diciendo con esto que entonces tú tienes que permitir que todos te hagan lo que quieran, no. O sea, si tenemos un conflicto con alguien y hay que hablar, pues se habla con esa persona con la que haya que hablar. Pero sí es verdad que nosotros tenemos que saber escoger, y saber poner foco, dónde quiero realmente invertir, sobre todo cuando estamos hablando de que queremos cuidar nuestra salud mental. Y muchas veces cuando tenemos esas dificultades con otras personas, nos enfocamos tanto en lo que nos hizo, nos enfocamos tanto en lo que pasó que caemos en un bucle y no salimos de ahí. Entonces qué importante poder priorizar nuestra salud mental, hablar lo que haya que hablar y tomar las decisiones que haya que tomar, pero priorizando también siempre esa gestión de esas emociones y esa gestión de: «Oye, para mí mi felicidad es importante y voy a trabajar en ello». 

¿Qué podemos aprender de los niños? - Milena González, psicóloga y psicoterapeuta
Quote

“La forma correcta de tratar a un niño es exactamente la forma correcta de tratar a cualquier ser humano”

Milena González

33:35
Valentina Ganem .  Milena, ¿qué esperan nuestros hijos de nosotros? 

33:39
Milena González .  Guau, qué pregunta. Pues, mira, yo creo que esta es una pregunta que nos solemos hacer muchas veces los que tenemos hijos, incluso también los educadores. O sea, ¿qué espera mi estudiante de mí? Y una vez, en uno de los talleres… Acompaño a niños desde los tres años hasta los dieciséis años. Estaba haciendo un taller con unos chiquitines y hablábamos de qué son las cosas que más nos gustan de mamá, de papá, de esas personas significativas de nuestra vida. Y entonces un chiquito dijo: «Yo quiero que mamá no me regañe delante de mis amigos». Y entonces ahí cada uno empezó a decir. Yo dije: «Anda, qué interesante esto. Venga chicos, vamos a hacer…». Estos chiquiticos tienen cinco años, ¿eh? Y había habido una situación y dijo esto. Y entonces yo dije: «¿Qué tal si hacemos entre todos como una lluvia de ideas?». Y entre esa lluvia de ideas yo recogí seis que quiero compartir también aquí porque creo que es muy importante que tengamos en cuenta para saber qué es eso que nuestros niños y niñas esperan de nosotros. Y una de esas primeras cosas que nuestros niños esperan de nosotros es que cuando los corrijamos, lo hagamos en privado y sin avergonzarlos. Claro, muchas veces escuchamos que eso de la crianza basada en los buenos tratos, de una crianza asertiva, tenemos la idea equivocada de que es dejar que el niño haga lo que quiera y no ponerle límites. No, nada más lejos de la realidad. En realidad, una crianza basada en los buenos tratos, una crianza asertiva, se basa en ser amable y firme a la vez en el momento de educar a mi hijo. Entonces, por supuesto que yo como entrenador de vida, como tutor de resiliencia, le voy a indicar lo que no es correcto de forma firme, pero esa firmeza tiene que ir arropada también de amabilidad a la vez. No es amabilidad o firmeza, no. Es amabilidad y firmeza a la vez. Entonces yo le voy a hacer ver a mi hijo, a mi hija, que lo que ha hecho no es correcto.

Gangaji dice que no tienes que herir para enseñar ni ser herido para aprender. Y de eso se trata, de aprender, o sea, de corregir lo que haya que corregir, pero hacerlo en privado, no frente a sus amigos, no frente a sus profesores, en privado y siendo amable con él en ese momento. Una segunda cosa también que nuestros niños y niñas esperan de nosotros es que les enseñemos desde nuestra calma cómo se ve estar calmado cuando ellos están desregulados. Qué difícil esto, ¿no?

36:03
Valentina Ganem . Muy difícil.

36:04
Milena González. Yo creo que es una de las cosas más difíciles. A eso lo llamamos ‘heterorregulación’, ‘corregulación’. Y es un lenguaje muy nuevo para nosotros, porque nosotros venimos de… Quizá muchos venimos de generaciones en las que cuando llorábamos o nos sentíamos mal nos decían: «Cállate ya o, si no, te voy a dar una buena razón para que llores». Eso nos lo decían. 

36:24
Valentina Ganem .  La chancla. 

36:25
Milena González.  La chancla voladora, o sea, tantos memes y cosas que sacan ahora respecto a eso. Entonces, claro, de repente nos encontramos con que vamos a validar la emoción de ese chiquito y vamos a mostrarle además cómo es estar calmado. Entonces, claro, lo cierto es que ese niño solamente va a tener la capacidad de regularse, de aprender qué es eso de controlar mis emociones… Bueno, más que de controlar, no me gusta usar la palabra ‘controlar’, de gestionar mis emociones, cuando primero sintió que estuvo acompañado, porque se lo vamos a enseñar, porque todo se enseña. Esto es como un lenguaje, o sea, un idioma. Tú y yo hablamos español porque hubo alguien que primero nos habló en español y nos mostró y nos hablaba y nos trataba en español y nosotros aprendimos estea lengua. Pues nosotros vamos a aprender el lenguaje de la heterorregulación. Digamos que la heterorregulación tiene unos pasos. Es que tú me heterorregulas ese pareo emocional. Yo me acerco a ti, valido tu emoción, te muestro lo que debes hacer, voy a aprender a hacerlo yo solo con el tiempo, con la práctica y luego yo, que ya lo he aprendido, puedo acompañar a otro. Entonces, empiezo recibiéndolo para luego llevarlo a cabo yo y para luego poder hacerlo con alguien más. Ese es el proceso de heterorregulación, pero yo no le puedo enseñar calma a mi hijo si cada vez que se desrregula yo me regulo más que él mismo, ¿vale? Otra de las cosas que nuestros niños y niñas esperan de nosotros es que, cuando nos enfademos, no les gritemos ni les digamos palabras malsonantes. Qué difícil esto. Por eso este punto lo acompañó de un cuarto punto y es que, como vamos a gritar, como va a salir el grito, entonces, aprendamos a reparar.

38:18

 Es decir, somos seres humanos, enteramente humanos. Va a salir muchas veces el grito por muchas razones, pero saber que podemos reparar, que yo me puedo acercar y decirle: «Cariño, lo siento muchísimo. Hoy estaba cansada y te había dicho ya varias veces esto, pero de verdad tú no mereces que nadie te hable así, cariño, lo siento mucho». Reparar, porque cuando yo estoy reparando yo no estoy mostrándome débil, yo estoy mostrándome humana y le estoy enseñando con mi propio ejemplo a mi hijo, a mi hija, que cuando le hacemos daño al otro, podemos y debemos reparar la relación con esa persona, sobre todo cuando es importante. No es una opción. Entonces, claro, nosotros muchas veces decimos: «Pídeme perdón». No sé, padres que dicen: «Tienes que pedirle perdón». Claro, ese niño va a aprender a hacerlo cuando primero alguien lo ha hecho con él. Una quinta cosa que esperan nuestros niños y niñas de nosotros es que los tratemos con el mismo respeto y dignidad con el que tratamos a otra persona. Mira, si va alguien a tu casa, una amiga que tú invitas, y le sirves un vaso de zumo y de repente tu amiga sin quererlo, tropezó y se le derrama, ¿tú qué le dirías? 

39:25
Valentina Ganem . «No te preocupes, te ayudo. Mira, a ver, vamos a limpiar rápido. ¿Quieres más?». 

39:31
Milena González.  Eso es. Tú sales seguramente corriendo y buscas un trapo. 

39:36
Valentina Ganem . Algo Para limpiar.

39:37
Milena González. No ha pasado nada y ella te va a decir: «Disculpa». Y tú: «No, tranquila, tal, lo secamos». A nuestro hijo se le derrama su vasito de leche y muchas veces armamos un drama, armamos un drama. Sé que es por varias razones, pero armamos un drama y empezamos a usar palabras hacia ese niño que realmente… Muchas veces cuando esto se repite, no solamente con el vaso de leche que se le derrama, sino porque se demora en esa actividad,  empezamos a poner palabras y etiquetas sobre ellos que terminan marcando su vida. Entonces, nuevamente insisto: que ese chiquito que tengo enfrente sea más bajito que yo no significa que sea inferior a mí y que no sea digno de ser tratado con respeto, con amor. Rudolf Dreikurs decía precisamente eso, que la forma correcta de tratar a un niño es idéntica a la forma correcta de tratar a cualquier ser humano. El sexto punto sería que no les digamos únicamente lo que no pueden hacer, sino que les enseñemos lo que sí pueden y deben hacer. Muchas veces les decimos: «¡Que no se salta el sofá, que no se rayan las paredes, que no hables así, que no comas con la boca abierta!». Simon Sinek es el autor de un libro que se llama ‘El círculo de oro’. Me encanta. Y él dice que el cerebro no comprende las frases expresadas en negativo. El cerebro no tiene la capacidad de responder lo que expresamos en negativo. Yo quiero que lo probemos aquí, ¿vale? Te voy a decir: «No pienses en un elefante»

41:06
Valentina Ganem .  Estoy pensando en un elefante. 

41:09
Milena González. O sea, el cerebro no es capaz de no pensar en ese elefante cuando ya…

41:15
Valentina Ganem . Lo has dicho.

42:16
Milena González.  Exactamente. Nuevamente, lo que hablamos ahora. El sistema reticular activador ascendente pone foco inmediatamente y selecciona esa información que a mí me están dando en ese momento. Pues igual pasa con nuestros niños. «No corras» versus «camina despacio». «No saltes en el sofá» versus «salta aquí, en el suelo. El sofá es para poner el culete, cariño. Mira, en el suelo puedes saltar, o en esta colchoneta». ¿Vale? «¡No pases la cebra así! ¡Me vas a matar de un infarto de repente!». «Cariño, cuando pasemos la cebra, yo te tomo de la mano. Una vez la pasemos, ya puedes correr. Aquí es seguro». Y siempre mostrarle que mi labor es mantenerlo seguro y a salvo. De hecho, Simon Sinek, me encanta, pone un ejemplo cuando dice: «Cuando un esquiador está en la montaña y va a bajar una montaña de nieve… Claro, tiene árboles y ahí… Ese esquiador no va a decir: «No me puedo dar contra un árbol, no me puedo chocar contra un árbol, no me puedo chocar contra un árbol, no me puedo chocar contra un árbol», porque si ese esquiador va así con esa mentalidad… 

42:19
Valentina Ganem . Va a chocar. 

42:20
Milena González.  Va a chocar con el árbol, porque él está viendo árboles por todas partes y se va a terminar estampando en un árbol. En cambio, ese esquiador, cuando se pone ahí, lo que va a decir es: «Pon tu mirada en el camino, mira la nieve, mira la nieve, mira la nieve». Su cerebro se va a enfocar en mirar la nieve. Igual pasa con nuestros hijos. Cuando nosotros, sin darnos cuenta, estamos enfocándonos en que pongan el foco, la redundancia, en lo que no queremos, estamos fomentando más y haciendo que crezca más ese comportamiento que no quiero. Entonces, cuando mis palabras se convierten en esos obstáculos, en esos árboles que yo le estoy mostrando, yo voy a mirar la forma en la que estoy hablando, la forma en la que me estoy comunicando y ver si mi mensaje es efectivo o no. Entonces, enfoquémonos en aquello que queremos que nuestros hijos realmente hagan y no solamente en lo que no tienen que hacer. 

43:15
Valentina Ganem . Como madre de dos niños, ¿qué puedo hacer yo para fortalecer la autoestima de mis pequeños? 

43:23
Milena González. Qué pregunta tan importante y tan necesaria en esos tiempos, sobre todo cuando más se está hablando de autoestima, ¿pero qué estamos entendiendo por ‘autoestima’? Primero, lo primero que podemos hacer como familias para fomentar la autoestima de nuestros hijos es saber que la autoestima no es algo que se hereda, ¿vale? Ningún bebé nace con una autoestima sana o herida, con una autoestima alta o baja, y tampoco la autoestima se refuerza o se empodera en un cursito al que mandamos a nuestros hijos. ¿Vale? No. «Ay, vamos a mandarlo este fin de semana porque van a trabajar la autoestima». No, no es así. La autoestima es un constructo, se construye en la relación… En el caso de los niños, en la relación que ese niño establece con esos cuidadores primarios, con papá, con mamá, con las personas más significativas de su vida. ¿Cómo? A través de la forma en la que ese niño es tratado, a través de las palabras que usa ese adulto para referirse a él. Te hago una pregunta: ¿cómo les hablas a tus hijos cuando otros están presentes? Cómo les hablamos a nuestros hijos, ¿no? Delante de sus profes, delante de nuestros familiares, delante de sus propios amigos. Cuáles son las palabras que usamos, que están convirtiéndose al mismo tiempo en la plataforma a través de la cual ese niño va a ver el mundo y se va a definir a sí mismo. Entonces, la autoestima es un constructo que hace este chiquito tomando como base y como referencia lo que esos cuidadores primarios más significativos, esas figuras de apego, le dicen y cómo lo tratan. O sea, según lo que él escucha sobre él y la forma en la que se siente tratado, empieza a construir como ese rompecabezas de lo que es la autoestima, el autoconcepto, la autoimagen, ese amor propio del que tanto hablamos, ¿no? ¡Qué importante es eso! ¿Qué podemos hacer, entonces, para fomentarla?

45:12

Yo te diría que podemos hacer varias cosas, pero yo quiero que hablemos de tres cosas que son fundamentales para esto. Y una de las primeras cosas es enseñarle que cada error es una oportunidad para el aprendizaje. Educamos a nuestros hijos e hijas para que eviten el fracaso, cuando en realidad tenemos que educarlos para que atraviesen el fracaso, porque lo cierto es que todos vamos a fracasar. Lo cierto es que todos nos vamos a equivocar, porque el error es de humanos y somos enteramente humanos. Entonces, qué importante es permitirles a nuestros hijos darles oportunidades donde prueben, se equivoquen, se frustren, se caigan, se levanten y que tengan la certeza, sobre todo, de que cuando han cometido un error es eso, es un error y hay que reparar y aprender. Pero que no crezcan con la idea de que el error son ellos, sino que eso es un error que han cometido. Un segundo punto también superimportante es que alentemos sus procesos, por muy despacio que lo hagan. Estamos obsesionados con el resultado. Estamos obsesionados con que ante una tarea determinada… Digamos que tienen una meta por delante, miramos el resultado. «Lo hiciste bien, lo hiciste mal, muy bien, muy mal». Dedito arriba, dedito abajo. Carita feliz porque hoy te portaste bien, carita triste porque hoy no lo hiciste como yo, adulto, esperaba que lo hicieras, que te comportaras. Entonces, claro, estamos llevando a nuestros niños y a nuestras niñas a que se comporten de forma tal que terminan más actuando para complacer al que está ahí afuera que en realidad encontrando desde dentro esa motivación intrínseca que lo ayuda a actuar como tal. Entonces, claro, muchas veces decimos: «Es que yo no quiero que mi hijo sea una persona complaciente».

47:01

Pero, claro, cuando expone su punto de vista en casa, tú le dices: «No, no, no, te callas porque aquí se dice como yo lo hago». Entonces, cuando nosotros ponemos el foco en ese «muy bien», en ese «muy mal», estamos llevando a nuestros hijos a que se estanquen en una mentalidad fija en lugar de hacerlo en una mentalidad de crecimiento. Cuando nosotros ponemos más el foco en el resultado que en el proceso… El proceso deja grandes aprendizajes. Puede ser que yo no obtenga el resultado que quería, pero todo lo que aprendí en ese proceso es supersignificativo. Y aquí quiero citar un estudio maravilloso de una doctora en psicología social que se llama Carol Dweck, y ella habla del poder del «todavía». Me reencanta porque ella dice cómo podemos pasar de una mentalidad fija donde decimos «No soy bueno en esto» a pasar a una mentalidad de crecimiento donde digo «No soy bueno en esto todavía». O sea, la mentalidad fija a mí me hace estrellar, golpear, con la crudeza del ahora. La mentalidad de crecimiento a mí me lleva a poner foco en «Estoy creciendo mientras hago esto». E hizo un estudio con niños de diez años, niños y niñas de diez años, en los que ella les entregaba una prueba con unos ejercicios un poco difíciles para medir cómo reaccionaban los niños ante los retos y las dificultades. Y se encontró dos grupos de niños, dos grupos de niños y niñas. En un grupo, cuando les pusieron la prueba, dijeron: «Guau, esto está complicado, ¡pero qué bien! A ver, vamos a ver cómo logro superarlo». Y esos niños estaban entusiasmados desde el inicio. Pero había otro grupo de chiquitos que, apenas vieron la prueba, se desmotivaron completamente y dijeron: «No quiero esto, esto no me gusta. ¿Pero por qué esto?». Y esos niños empezaron a tener una actitud de fracaso desde el principio y el resultado al final fue también un fracaso en lo que consiguieron.

49:00

Entonces, ¿ella qué decía? Decía que los niños… Al final, el estudio lo que mostraba era que los niños que tienen una mentalidad fija, donde ven el error como lo peor, van a actuar de tres formas fundamentalmente: una, haciendo trampa, porque dicen: «No, si a mí me sale mal esto… No, yo voy a hacer trampa, pero esto lo tengo que superar porque tengo que tener el “muy bien” ahora». Otra: pues se acercaban más a los otros niños que más o menos estaban como ellos también como para sentirse mejor consigo mismos. «¿A ti cómo te fue?». No quería saber nada de los otros, de los que estaban motivados, sino que «¿Mal? Ah, bueno». Mal de todos, ¿no? Y tercero: huían constantemente del error y huían constantemente de retos. O sea, ante un reto, huyen. Mientras que un niño, digamos, con una mentalidad de crecimiento se compromete, ¿sabes? O sea, muestra compromiso, muestra deseos de seguir aprendiendo y ve cada error como una oportunidad de aprendizaje. «Vale, esto lo tengo que corregir, esto no me salió». Y se frustra, ¿eh? No quiere decir que no se frustre. No es un niño que está ‘happy’. No, no, no, es un niño que se frustra, pero dice: «Vale, mañana me despierto y lo hago mejor». Pero no es que un niño haya nacido con una mentalidad fija y otro niño haya nacido con una mentalidad de crecimiento. No, no, son las palabras, es la actitud de aquellos que están acompañando a estos niños, las que alimentan una cosa y la otra. Entonces aquí la pregunta es, como padres, como cuidadores, ¿a dónde estamos llevando a nuestros hijos? ¿A que se obsesionan con el resultado de si esto está bien o está mal, de si te gusta a ti cómo lo hice? ¿O los estamos llevando a una actitud o a una mentalidad más de crecimiento donde en los procesos yo, en lugar de decirle el típico «Muy bien, cariño, me ha encantado cómo lo has hecho», le voy a preguntar «¿Te ha gustado a ti? ¿A ti te ha gustado?»?

Es normal que nuestros niños nos pregunten: «Mami, ¿te gusta? ». Tú le puedes devolver la pregunta diciéndole: «Mi amor, sí me gusta, ¿pero te gusta a ti? ¿Te gusta a ti? ¿Cuál fue la parte más difícil? Cuéntame, ¿cuál ha sido la parte más difícil, qué aprendiste allí?». 

51:11
Valentina Ganem .  Guau, y eso conecta contigo. O sea, hace que el niño se sienta identificado y mirado hacia adentro. 

51:19
Milena González.  Exactamente. Sobre todo se siente escuchado, porque muchas veces cuando nuestros hijos llegan… Lo típico, que llega con un dibujo: «Mamá, ¿te gusta así? ». «Ah, sí, mi amor, ¡qué lindo, qué bonito, mi amor! Ay, sí, entonces, como te venía contando…». Yo lo he escuchado. O sea, simplemente le he dicho lo que creo que quería escuchar, pero no me detuve. Cuando nosotros nos detenemos y le decimos: «Oye, ¿por qué decidiste poner aquí verde y no rojo? Cuéntame. Cuéntame más de este color, cuéntame más de esta figura». Entonces allí… Y por último, otra de las cosas que también podemos hacer para fomentar esa autoestima de nuestros niños y niñas es permitirles participar en aquello en que quieren y pueden. No hagamos por nuestros hijos lo que ellos ya son capaces de hacer por sí mismos. Aunque se tarden un poquito más. ¿Vale? Y aquí… Digamos como que va dentro del mismo círculo y es que no le tiene que quedar perfecta la cama cuando la hace. La tiene que hacer, punto, así le queden arruguitas, ¿vale? Pero no hagamos por ellos lo que son capaces de hacer. Además, cuando nosotros fomentamos esto, el que pueda hacer esas tareas de acuerdo a su edad, también estamos fomentando ese sentido de pertenencia. Y es: «Guau, me siento importante en mi familia, soy tenido en cuenta, me siento visto». Incluyámoslos en esas actividades en las que nos pueden ayudar, ¿sabes? Y démosles las gracias. Reconozcamos su esfuerzo. «Guau, cariño, he visto tu gran esfuerzo al hacer esto. He visto cómo al principio te costaba, pero te he visto…». Nombrar ese proceso, nombrar eso, aunque el resultado de la patata haya sido cuando la peló… Da igual, pero se esforzó, el entusiasmo que puso… Eso es lo que en realidad cuenta y eso va a repercutir también en esa estima propia que él va a tener sobre sí mismo. 

53:04
Valentina Ganem .  Milena, ¿qué puedo hacer para que mis hijos… para que yo pueda tener una relación cercana y fuerte con mis hijos? Para que pueda haber confianza, que puedan contarme en cada momento si se han equivocado, si no se han equivocado. Que no importe, que puedan acercarse a mí y a su padre y que puedan tener esa libertad. 

53:26
Milena González. Mira que la respuesta es supersencilla, pero nos cuesta mucho muchas veces procesarla y es: para que nuestros hijos nos tengan confianza, lo básico es que seamos personas confiables. O sea, digamos, respondiéndolo así a nivel general. Si quieres que te tengan confianza, tienes que ser un papá, una mamá, un cuidador confiable. Tú no te vas a acercar a alguien en quien no confías, no le vas a confiar tus cosas más importantes. De hecho, la confiabilidad es uno de los parámetros, de los seis parámetros, que tenemos para hacer base segura, para establecer ese contacto, ese apego seguro con nuestros hijos e hijas. El primero de estos parámetros que tenemos en cuenta es la coherencia. ¿Vale? O sea, que mis palabras sean coherentes con lo que yo le digo. Si yo le digo «Confía en mí», pues mis actos tienen que ser coherentes con lo que digo. Y, claro, muchas veces digamos que nuestras palabras dicen más como «Haz lo que te digo, pero no hagas lo que yo hago». ¿Sabes? Tenemos que ser coherentes y, sobre todo, tener claro que todo aquello que nosotros queremos que nuestros hijos aprendan debemos asegurarnos de haberlo conquistado primero en nosotros. Otro de estos parámetros es la fiabilidad, como hablábamos, o sea, la importancia de ser confiables para nuestros hijos. Ellos  realmente cuando se acercan a nosotros ¿a quién se encuentran, a un juez o alguien con quien pueden hablar? Otro de esos parámetros es la responsividad, que es esta palabra tan rara. Esa responsividad significa cubrir suficientemente bien las necesidades emocionales, físicas, cognitivas, sociales, de mis hijos. Suficientemente bien, no de forma perfecta. Winnicott decía que los padres y madres no tenemos que ser perfectos, tenemos que ser padres y madres suficientemente buenos. Otra es tener unos límites claros. Los límites son fundamentales.

55:16

Yo a través del establecimiento de límites sanos voy a enseñarles a mis hijos que ellos también tienen derecho a ponerles límites a los demás, incluido a mí, como papá, como mamá. Un quinto punto para generar también, en estos seis parámetros de los que están hablando, es una aproximación no intrusiva. Y aquí hablamos como de ese equilibrio que tiene que haber entre esa protección que yo le brindo a mi hijo y a la vez de esa autonomía que yo le doy, ¿no? Raíces y alas, que se dice mucho. O sea, durante la infancia, digamos, como que tejemos esas raíces, pero llega un momento en el que yo también tengo que dejar que vuele, que experimente, que salga y que pueda volver aquí, a su lugar seguro, ¿no? Y el otro parámetro, que es el sexto parámetro para un apego seguro, y vamos a hablar más de la confianza, pero creo que es importante que tengamos claros estos seis parámetros, es una mirada incondicional, ¿sabes? Digamos que esta es la base de esos cinco anteriores de los que ya hablamos, de la coherencia, de la fiabilidad, de la responsividad, de los límites claros, de esa aproximación no intrusiva. La mirada incondicional. Cómo miramos a nuestro hijo cuando se equivoca. ¿Esa mirada cómo lo está definiendo? Entonces, una vez yo tengo esto claro, cuáles son esos parámetros para un apego seguro, que son también la base para una confianza sólida en la relación con mi hijo, voy a tener claro que muchas veces va a llegar una situación con nuestros hijos, va a llegar a todas las familias, que es la mentira. Porque los niños mienten, porque es así.

56:48
Valentina Ganem .  Y nosotros.

56:49
Milena González.  Y nosotros mentimos. Claro. Muchas veces decimos: «¿Pero tan chiquitito?». No, sí, ¿por qué? Un niño empieza a mentir aproximadamente a los tres añitos de edad, cuando se da cuenta de que es una persona diferente de mamá y de papá y que, por tanto, nadie puede leer su mente. Entonces, sabe que puede decir algo y, como nadie lee su mente, pues no se van a dar cuenta de si es verdad o es mentira. Y básicamente los niños mienten por diferentes razones. Una de ellas es porque hace parte de su proceso evolutivo. Es normal y esperado que mienta, normal y esperado. Los niños también pueden mentir para evitar un castigo. Digamos que es una de las principales razones, para evitar un castigo, para evitar una consecuencia. Mienten porque a lo mejor cuando dimos la instrucción no estaban escuchando. Porque muchas veces nosotros decimos: «¡Que te vayas a lavar los dientes ya!». No establecemos contacto visual. Claro, de repente le decimos: «¿Te lavaste los dientes?». «No. Ah, bueno, sí». «Cariño, no, o sea, no me tomes el pelo, que he visto…». Claro, cuando nosotros damos una instrucción a nuestro hijo, tenemos que establecer ese contacto visual en lo posible. Claro. O porque el mensaje fue bastante confuso. Hay varias razones, pero principalmente los niños mienten por estas dos razones de las que hablábamos, porque hace parte de su proceso normal, evolutivo y de desarrollo, pero además porque quieren evitar un castigo. Entonces, ¿cómo reaccionamos cuando nuestros hijos hacen algo con lo que nosotros no estamos de acuerdo? Y aquí es fundamental, para generar esa confianza que tú nos preguntabas, generar esa fiabilidad a través de preguntas de curiosidad. Si nosotros nos estamos dando cuenta de que nuestro hijo nos ha mentido… Ojo, escuchemos, cuando nuestro hijo miente ya él de por si siente vergüenza. Pero una cosa es sentir vergüenza y otra cosa es que alguien te haga sentir avergonzado. 

58:48
Valentina Ganem . Sí, es totalmente diferente. 

58:44
Milena González.  Claro, es diferente. Yo me puedo acercar con curiosidad y decirle: «Cariño, yo sé que cuando te pregunté que si te habías lavado las manos no lo habías hecho, cariño. Dime. Mira, puedes hablar con la verdad, no te vas a meter en problemas». Y asegurémonos de que en realidad no se va a meter en problemas, con nosotros por lo menos. ¿Vale? Y entonces, claro, ahí, cuando yo muestro esa curiosidad, cuando yo le digo: «Tú me puedes decir “Mamá, me demoré”». Claro, pero que mis actos, en realidad, apoyen eso, apoyen que cuando se equivoca, puede venir a mí y no salga huyendo de mí. Entonces, claro, cierro la pregunta diciéndote: ¿cómo podemos ser personas confiables o tener esa relación de confianza con nuestros hijos? Pues siendo personas fiables que inspiran esa confianza en ellos. 

¿Qué podemos aprender de los niños? - Milena González, psicóloga y psicoterapeuta
Quote

“Hemos de educar a nuestros hijos para que cada error es una oportunidad para el aprendizaje”

Milena González

59:36
Valentina Ganem .  Milena, tenemos como un chip ahí integrado, nuestra historia, nuestra mochila, que siempre decimos: «Uf, yo jamás voy a decirle esto a mis hijos, jamás…». Y de repente empezaron a salir tantas frases como, por ejemplo, si uno de nuestros hijos tiene un día malo y está rabieta tras rabieta y estás ya superado, y de repente sale el «¡No llores más, me tienes cansada, no soporto más esto! ¡Qué llorón!». Millones de frases que juramos y perjuramos que no las íbamos a decir y de repente salen. Y hablando contigo… La importancia de darle ese valor a cada una de las emociones para que puedan transitarlas con amor y acompañamiento. ¿Qué nos puedes decir? ¿Cómo podemos abordar estos momentos en que ya no podemos más? ¿Cómo podemos acompañar a nuestros hijos desde esa mirada? 

1:00:38
Milena González. En lugar del típico «Cálmate ya».

1:00:38
Valentina Ganem .  Sí, «¡Cálmate ya! ».

1:00:40
Milena González. «¡Cálmate ya! ». Claro, que es  lo más fácil y lo más rápido y lo más automático que nos sale. Y es que hay emociones que son muy difíciles de sostener, muy difíciles, porque nosotros no solamente somos madres, somos padres, no solamente cuidamos niños, tenemos un montón de cosas en nuestra vida por las cuales responder, que, claro, de repente es como que «Por favor, ya, cállate, ya».  Es normal que eso salga y la tristeza y la rabia es una de las cosas que más nos cuesta sostener en nuestros niños y niñas. De hecho, una mamá una vez me decía: «Milena, si yo tengo que ser la calma de mi hijo, entonces nunca lo voy a poder ayudar, porque cuando él está enfadado yo posiblemente estoy más enfadada que él». Y por supuesto que es así. O sea, cuando hablamos de ser su calma no nos referimos a no sentir. Es imposible tener a un niño enfrente desregulado y tú estar ‘happy’: «Ah, sí, es que yo, disciplina positiva, valido…». No, no, no, no, no. O sea, transmitir calma significa escoger intencionalmente, hablamos de intencionalidad. Es decir, yo por dentro estoy mal, pero voy a escoger intencionalmente convertirme en esa calma que quiero ver en mi hijo. Entonces, hay un ejemplo que a mí me encanta y que me parece muy oportuno para citarlo acá. Es como que yo me voy a convertir en el espejo en el que quiero que se vea mi hijo y voy a actuar de acuerdo con el estado emocional al que quiero llevar a mi hijo. Entonces, si él está gritando, yo voy a escoger intencionalmente hablarle bajito. Esto no solamente lo va a ayudar a él, sino que me va a ayudar a regularme a mí. Si yo le digo: «¡Que te calles ya!», eso no me va a ayudar. 

1:02:26

De hecho, dicen que las emociones… Por ejemplo, la ira tarda en el cuerpo unos noventa segundos. Lo que yo me digo en el momento en que estoy enfadada es lo que hace que esa rabia dure más en mi cuerpo. Entonces, cuando yo le digo: «Vamos a hablar así. Sé que me puedes decir lo mismo de esta forma». Y tú vas a modelar el tono de voz y la intensidad de la voz que quieres en ese momento. ¿Por qué? Porque estás siendo como un espejo en el que tu hijo se está mirando en ese momento. Si él está golpeando, entonces yo voy a tomar sus manos y lo voy a poner a salvo y seguro. Si él está llorando, entonces yo intencionalmente, aunque a mí me parezca una tontería por lo que está llorando, yo voy a intencionalmente a validar su experiencia y a empatizar con ella. Si está llorando porque se le cayó, no sé… porque el plátano se le partió por la mitad y lo quería completo, no le digo «¡Coge otro plátano y ya!». Valido esa experiencia: «Qué rabia, es que, de verdad, cuando a uno no le salen las cosas como uno quiere, ¿verdad, cariño? Claro, yo te entiendo, mi amor. Ese es el plátano que tenemos, mi amor». Porque ya no hay más plátano. Oye, ¿y si hay otro plátano? A veces yo digo: «¿De verdad?». O sea, escojamos nuestras propias batallas. ¿Qué más da? Pues cojamos otro plátano y punto. Escojamos… Sobre todo si son las nueve de la noche y nosotros nos enfocamos en que tiene que ser ese plátano. Entonces sale el niño nuestro rebelde a ponerse a pelear con el niño que tenemos ahí enfrente. Escojamos nuestras propias batallas. Si le puedes dar otro plátano, dáselo. Y acá yo quiero hablar… Porque tú empezaste diciendo: «Oye, Milena, que traemos en nuestra mochila cosas…». Y es verdad. O sea, es que traemos en nuestra mochila…

1:04:08

Este es uno de los temas que más choca con quizá los paradigmas que traemos de crianza y es: «¿Esto de validación a mí me suena blandito». Y no, la crianza asertiva no es hablar bonito, ¿vale? La crianza asertiva es mantener con firmeza y amabilidad los límites que les ponemos a nuestros hijos también. Pero mira que muchas veces traemos como esas creencias arraigadas a nosotros, pero que no vienen de la nada. Yo quiero contar… Siempre cuento esto: es una metáfora, de alguna forma, que nos ayuda a entender cómo traemos esos paradigmas y muchas veces ni nos los cuestionamos. «Es que mi mamá lo hacía así, mi abuela lo hacía así y pues ya está, yo aquí crecí, a mí nunca me validaron y esas tonterías ahora de “Te entiendo” y yo aquí estoy bien». Qué importante es que cuando queremos cuidar la salud mental de nuestros niños y niñas nos cuestionemos, que pongamos en marcha ese pensamiento crítico de: «Oye, así lo hicieron conmigo, pero ¿qué tal si yo lo hago diferente? ¿Qué tal si yo rompo este ciclo acá?». Y hay una metáfora que es la metáfora de la pata de cerdo. No sé si la has escuchado. Dice que está la mujer con su marido y le dice: «Cariño, quiero que vayas a la carnicería y me compres una pata de cerdo. Eso sí, la pata cuando te la vaya a dar dile que la parta aquí. No puede ser un centímetro… Tiene que partir el hueso por aquí, no puede ser menos de eso, ¿vale?». «¿Y por qué?”. «Porque sí. Porque así lo hacía mi madre. Así que quiero que me la traigas así». Bueno, pues el hombre va a la carnicería, compra la pata de cerdo y cuando llega, no, no la cortó los centímetros que tenía que haberla cortado. Entonces la mujer se enfada y le dice: «Pero si te dije. O sea, de verdad, te dije que tenía que ser por ahí, esto no va a quedar igual. Le dice: «¿Pero por qué tiene que ser así?». Dice ella: «No sé. Pues pregúntaselo a mi madre, que ella fue la que me dijo que tiene que ser así. En casa siempre lo hemos hecho así».

Y entonces ella llama a su madre y le dice: «Mamá, que aquí estoy con Jose y me está diciendo que por qué la pata tiene que estar cortada por ahí». «Hija, porque siempre lo hemos hecho así. A ver, cuando estabais pequeños yo lo hacía así. ¿Qué más da? Pregúntale a tu abuela. En casa de mi madre era que lo hacíamos así». Venga, cogen y llaman a la abuela. «¿Tú por qué lo hacías así?». Dice la abuela: «Ah, la pata de cerdo. Ah, no, hija, lo que pasa es que yo la hacía así porque en mi época los hornos eran más pequeños y para que me cupiera la pata de cerdo pues me tocaba cortarlo por ahí, pero no por nada más». Imagínate. 

1:06:44
Valentina Ganem . Tenemos como una idea, nuestra historia, de que tiene que ser así. 

1:06:50
Milena González.  Exactamente, esto tiene que ser así porque mi abuela lo hizo así, mi mamá lo hizo así, yo lo tengo que hacer así y no nos cuestionamos muchas veces. Qué importante es cuestionarnos para crecer. Qué importante es cuestionarnos para aprender y más cuando lo que tenemos en nuestras manos es un niño o una niña en pleno crecimiento y eso va a repercutir en su salud mental. Entonces cuando yo hago todo este pareo emocional, cuando yo hago esta validación emocional, cuando yo entiendo que aquello por lo que está llorando no es una tontería, que yo voy a brindar un ambiente de seguridad, de conexión y de confianza en casa donde se pueden expresar esas emociones… Recordemos que la infancia es corta. Entonces, hay mayor probabilidad de que ese adolescente, cuando lo esté pasando mal, pueda venir acá donde sabe que cuando llega va a ser bien recibido. ¿Acá dónde? A ese lugar seguro, que son normalmente un papá, una mamá, un abuelo, un tío. Tiene un refugio seguro al cual volver, ¿no? Entonces, es fundamental que nosotros gestemos esto desde casa, esa validación emocional a través de ese llanto, y en lugar de decirle por ejemplo: «Deja de llorar ya, me estás volviendo loca». Entonces, mira, por ejemplo, uno de mis hijos… Claro, aquí también hay un punto en el que algunas familias dicen: «Ya, pero cuando el niño está enfadado es que no le puedo ni hablar». Y es verdad, ahí es donde uno dice: «Bueno, la teoría se queda corta». Uno de mis hijos, cuando se enfada, cuando está en plena rabieta, es que yo no lo puedo ni mirar. O sea, no me deja ni mirarlo, ¿sabes? Entonces aquí el tema este de «Mi amor, yo entiendo lo que te pasa», no, se queda corto. ¿Qué voy a mostrar yo en ese momento? Una actitud de disponibilidad. Va a haber una aproximación no intrusiva donde yo le digo: «Cariño, sé que estás enfadado, mi amor, porque tú querías otro chocolate, pero no hay más chocolate ahora y se acabó el chocolate por hoy. Aquí estoy. Quiero que sepas que, si me necesitas, aquí estoy».

1:08:47

Yo le voy a permitir atravesar su frustración. Yo no lo voy a rescatar de su frustración. Yo no voy a silenciar su llanto. No es nuestra labor silenciar el llanto de nuestros hijos. Que lloren, lloran. Es válido que lloren. Yo no voy a ceder a mi límite en ese momento solamente para que no llore. Entonces, yo le voy a decir: «Aquí estoy. Si quieres un abracito, aquí estoy». A otro niño no le gustan los abrazos. Bueno, palabras de afirmación. «Aquí estoy contigo. No estás solo. ¿No quieres bañarte? Nos tenemos que duchar, mi amor. Nos tenemos que luchar». Y otra de las cosas es que cuando están enfadados, muchas veces, cuando quieren golpear, pegar, porque están en medio del llanto, yo le voy a proveer otras formas de descargar toda esa rabia que tiene, ¿no? Por ejemplo, le puedo decir: «Oye, mira, en lugar de pegarle a tu hermana, coge este… fidget se llama, ¿no? Y lo aprietas». Pero eso no lo voy a hacer en ese momento. Eso yo lo voy a hacer con anticipación porque nadie aprende a nadar cuando se está ahogando. ¿Vale? Yo entreno. Cuando yo llevo a mi hijo a la playa o a la piscina o donde sea, ya yo le he entrenado para luego soltarlo. Pero no vamos… Porque muchas veces queremos llevar a la práctica todo eso. «Muerde, agarra aquí». O sea, no, nos tenemos que anticipar y conectar en ese momento. Y conectar no significa hacer todo lo que esté a mi alcance para que no llore, no. Conectar significa poder entender, no juzgar ese momento que él está viviendo o que ella está viviendo, no juzgarlo, sino poderlo acompañar, aunque ese acompañamiento no signifique que voy a cambiar su situación. Yo no voy a cambiar su situación muchas veces, pero que sepa que aunque posiblemente no me gusta lo que estoy viendo, pues mi amor por él o ella permanece intacto. «Yo te voy a acompañar. La situación es la que es. Estoy aquí, puedes llorar, es seguro que llores en este entorno». Entonces, ahí va a haber una conexión que está, digamos, poniendo esa plataforma en ese niño que sabe que va a haber un momento de su vida en el que por sí mismo va a poder aprender a gestionar, pero ya porque hubo un entrenador que lo hizo con él. 

1:10:48
Valentina Ganem . Milena, te tengo que confesar: hay veces que estoy tan cansada, con presión, estrés, y hay veces que estoy a punto de explotar. Cualquier cosa, cualquier situación que en otros momentos podría a lo mejor bajar y mirar a mis hijos y pedirles las cosas que necesito, pues hay momentos en que no, que no puedo, no puedo y ya sé que estoy así, ese volcán que está a punto de… ¿Cómo puedo abordar esos momentos? ¿Cómo puedo acompañarme a mí para luego yo poder acompañar a mis hijos? 

1:11:26

Primero decirte que te entiendo profundamente y que es completamente legítimo y válido todo lo que tú has sentido como mamá, lo que yo he sentido como mamá y lo que… Muchas madres y padres cuando nos escuchan dicen: «Yo también he sentido eso mismo». Es legítimo, es válido porque cuando nosotros… Cuando sale ese grito, cuando sale ese «¡Por favor, ya no más!». O salen, lo que hablábamos hace un momento, muchas veces desafortunadamente palabras malsonantes, detrás de ese grito no solamente está el cansancio, detrás de ese grito hay una historia. Detrás de ese grito hay unos porqués, detrás de ese grito hay muchas cosas. Y en realidad cuando gritamos es nuestro sistema nervioso, que está desregulado, y el grito es como esa forma de buscar el equilibrio, como de compensar, es como la forma de canalizar todo ese enfado. Lo que pasa es que el grito no es la forma idónea de gestionar precisamente ese enfado o esa frustración que podemos estar teniendo. Ese cansancio viene porque… Como lo decíamos hace un momento, nosotros no solamente educamos, no solamente estamos criando, tenemos otras responsabilidades, pero muchas veces nuestros hijos terminan pagando el hecho de que necesitamos vacaciones, el hecho de que no hemos dormido bien… A veces… Has vivido situaciones seguramente en las que ha pasado exactamente lo mismo y no te has desregulado porque quizás has dormido mejor, porque estás más descansada… Entonces, el problema no está en nuestro hijo, sino en una falta de gestión o de cansancio que tenemos en nuestro interior. Entonces, mira, hay frase que me repito muchas veces en esos momentos y es: «Esto no es una emergencia». Y te voy a contar por qué. Nuestro cerebro, cuando nosotros somos niños, es experto como en seleccionar cuáles son esas acciones o esos eventos que han ocurrido que son una emergencia real. Entonces, mientras somos niños, por ejemplo, podemos considerar como una emergencia las peleas, los gritos, el que avergüencen a alguien… y nuestro cerebro va registrando. «Esto no es seguro, esto no es seguro, esto no es seguro». Y empieza a registrar todos esos gritos, esas peleas, ese llanto. «Eso no es seguro. Eso no es seguro. Esto no es seguro». Entonces, claro, eso pasa en nuestra infancia. Pero cuando nosotros crecemos, nuestro cerebro ha registrado todo eso en forma de sensaciones, en forma de pensamiento, en forma de emoción. Y cuando estamos criando, claro, cuando escuchamos un grito, cuando escuchamos peleas entre ellos, cuando vemos resistencia, nuestro cerebro dice: «Anda, esto me suena familiar». 

1:14:08

Se activa. 

1:14:09
Milena González.  Se activa. Porque, claro, nuestro cerebro es como es. Es una maravilla, pero dice: «Aquí nos tenemos que poner todos a salvo», como en la peli ‘Del revés’, ‘Inside Out’, en que vemos que está todo el cerebro trabajando: «¡Emergencia, emergencia, emergencia!». Entonces, claro, ¿el grito de mi hijo qué va a hacer? Va a activar y me va a detonar por dentro algo que ahí está sin hablar. Entonces cuando yo digo en la pelea de mis hijos: «Esto no es una emergencia». Puede parecer una tontería de verdad, pero, mira, hay teorías maravillosas que hablan de la relación tan estrecha que hay entre el cuerpo y la mente. O sea, muchas veces mis pensamientos, como lo hablamos hace un momento, van a alimentar esa rabia que yo estoy experimentando en ese momento. Entonces, lo que yo escojo decirme en ese momento en que estoy viendo que la casa está en caos, que uno está por allá llorando, que el otro no quiere cooperar… Pararnos y decirle: «Esto no es una emergencia», ¿vale? Otro acto tan sencillo como parar un momento y decir: «Voy a pensar, voy a escoger intencionalmente pensar en ese momento en un momento que haya vivido, el último momento que haya vivido agradable con mi hijo». Todo esto son ejercicios que quizá tú dices: «Venga ya, hombre. O sea, a mí me parece una chorrada, de verdad. O sea, ¿cómo me vas a decir que entonces me detenga a pensar que esto no es una emergencia o que me detenga a pensar en el último momento agradable que tengo con mis hijos». Pero mira, no sé si has visto tú un experimento social que hay de cuando están montadas en un tren unas personas y de repente alguien empieza intencionalmente a reírse. Y entonces… Y cómo todo ese tren, todo ese vagón de las personas que están ahí se contagia con la risa del otro. Las emociones se contagian. Y yo me contagio con mi propio diálogo interno.

1:16:09

Cuando yo digo: «Es que esto, de verdad, es que esto es lo peor, es que es ya lo que me faltaba, es que de verdad…». ¿Qué palabras estoy escogiendo en ese momento? Por eso digo intencionalidad, porque yo en ese momento voy a escoger hablarme de una forma más compasiva, validando mi propio enfado en ese momento. Es válido que esté enfada, por supuesto que es válido que esté enfada, ¿pero qué voy a escoger decirme yo en este momento? De hecho, hay una teoría de Porges, no sé si la has escuchado, que habla de la teoría polivagal, donde habla de esa relación que hay entre nuestro nervio vago y gran parte de las reacciones automáticas que nosotros tenemos, pero al mismo tiempo provee una cantidad de ejercicios que nosotros podemos hacer en esos momentos. Y ese sería, digamos, como un segundo punto de las cosas que podemos hacer en esos momentos. Y es que el acto de echarte agua en tu cara, fría, agua fría, imagínate, en tu cara en ese momento dice que activa la rama parasimpática de nuestro sistema nervioso, generando que el cortisol disminuya, el cortisol es la hormona del estrés, y por supuesto tengas una experiencia de bienestar ahí en ese momento, con cosas tan sencillas como esa, ¿verdad? Otra de las cosas que podemos hacer que también… De hecho, los podólogos cada vez hablan más de esto y dicen que te descalces, que te quites los zapatos y pongas el pie sobre la tierra, sobre el césped. Porque dicen que la planta del pie tiene terminaciones nerviosas que cuando tienen ese contacto con el suelo bajan los niveles de cortisol y, por supuesto, vas a sentir mayor bienestar en ese momento. O sea, por lo menos vas a empezar de alguna forma a atraer esa calma que necesitas en ese momento. Entonces, hemos hablado de recordarnos que eso no es una emergencia, ¿verdad?

1:18:03

Hemos hablado de que me puedo descalzar, quitarme los zapatos y volver ahí a tierra. Hemos hablado de poder ponernos agua sobre nuestra cara de forma intencional. ¿Para qué? Para activar nuestro sistema parasimpático, que va a poner freno y voy a parar, voy a poder pensar, voy a poder meditar incluso más de la situación de lo que está ocurriendo. Hemos hablado de recordar ese momento agradable que hemos vivido con nuestros hijos. Pero hay un quinto punto en que también quiero hacer énfasis aquí y que me parece tan dulce, tan tierno, que yo lo he puesto en práctica y muchas de las mamás y familias con las que trabajo me dicen que de verdad es lindo: mira tu estatura en comparación con tu hijo, sobre todo cuando estamos hablando de infancia. Decía: cuando nosotros nos miramos en perspectiva hacia nuestros hijos… Por ejemplo, cuando yo veo que mi mano frente a la mano de mi niño de cuatro años es chiquita, eso me va a recordar que ese niño que tengo frente a mí simplemente es un niño que está necesitado de ayuda, que cuando me está diciendo «¡No, no, no!», no es porque tenga algo contra mí, no me lo debo tomar personal. Es un niño en constante aprendizaje y está siendo difícil porque su cerebro en este momento tiene esas dos plantas bajas completamente desarrolladas ¿y esas dos plantas bajas lo van a llevar a qué? A gritar, lo van a llevar a oponerse, porque con esas dos plantas bajas estamos hablando de su tronco encefálico o cerebro reptiliano y estamos hablando de su sistema límbico o cerebro emocional que no tiene la capacidad de planificar o de decir: «Es que voy a hacer esto porque mi intención es hacer enfadar a mamá». No, no es su intención. Y que yo como adulto lo que voy a hacer es como prestarle mi corteza prefrontal. Eso es lo que yo voy a hacer.

Es como: «Te presto mi corteza prefrontal en ese momento para llevarte a la calma que tanto tú como yo necesitamos, pero desde la empatía y comprensión y compasión hacia nosotros mismos». Entonces, cuando yo me miro a mí, mi estatura, en comparación con mi hijo, voy a recordar que quien tengo enfrente es un niño en pleno proceso de aprendizaje y que necesita más mi acompañamiento que mi dedo señalador. 

¿Qué podemos aprender de los niños? - Milena González, psicóloga y psicoterapeuta
Quote

“Es importante cuestionarnos a nosotros mismos para crecer y para cuidar la salud mental de nuestros niños y niñas”

Milena González

1:20:23
Valentina Ganem . Milena, ya para terminar: hemos estado hablando, me has estado diciendo cómo generar esa conexión con nuestros hijos, pero en el día a día, con las rutinas, ¿qué podemos hacer para generar esa conexión? 

1:20:39
Milena González.  Sí, mira, la ciencia demuestra que hay cuatro ingredientes, por decirlo de alguna forma, que son fundamentales para generar ese apego seguro, desde la mañana, desde por la mañana, desde que nos levantamos. Y es el contacto físico afectuoso. El contacto visual. La presencia plena, no solamente estar presente, sino estar presente. A veces estamos ahí, pero nuestros pensamientos están en otra parte. Y una actitud de juego es importante para empezar bien el día. ¿Y qué podemos hacer para generar esa conexión? Mira, algo tan importante como de qué forma despertamos a nuestros hijos. «¡Venga, ya, hombre, otra vez hoy!» . O sea, ¿cómo es ese primer momento de contacto con ellos? Con la locura, despertándolos, o, oye, primer punto, démosle los buenos días todos los días. Nos dedicamos realmente a darle los buenos días: «Cariño, buenos días», ¿sabes? «Buenos días». No despertarlos… Yo recuerdo que un adulto alguna vez me decía: «Mira, los despertares eran horrorosos. Ya sabía yo cómo iba a ir el día. Me encendían la luz, me ponían un radio aquí como para que yo…». O sea, ahí está generando cortisol. Y luego nos quejamos y decimos: «¿Pero este niño por qué está tan movido?». Entonces, vamos a generar ese contacto físico, ese contacto visual, vamos a generar esa presencia plena, ¿dándole qué? Los buenos días todos los días. Los buenos días todos los días.

1:22:11

Lo segundo también que podemos hacer… Qué importante es, ante las tecnologías en las que estamos, establecer esa presencia plena de la que estamos hablando. ¿Qué acto podemos hacer para generar esto? Apaga la tele o cualquier dispositivo móvil o ponlo a un lado cuando estén comiendo. Cuando tu hijo llega del cole o cuando están desayunando, o en los momentos en los que se sientan en la mesa, si tienen la oportunidad, ya sea por la noche, por la mañana, en el momento que sea, disponte para estar en ese momento con tu hijo mirándolo, escuchándolo. «Ah, Milena, pero es que yo le pregunto qué tal le fue en el cole y me dice “Bien, mal”, o no me dice mucha cosa». Entonces empieza tú contándole cómo ha ido tu día. «Mira, hoy hice esto. Oye, imagínate, ¿te acuerdas que te conté…?». Pero aprovechar esos espacios para estar conectados a nuestros hijos, pero desconectados del resto. Si vamos a hablar de conexión, qué importante es conectarnos a ellos en esos momentos importantes, cuando los recogemos del cole, cuando nos despedimos de ellos en el cole, ¿no? Pero estar estableciendo… Qué importante ese contacto visual con ellos, ¿no? Otra de las cosas que podemos hacer para generar esa conexión con ellos es tener un lema o frase familiar. Y hacer uso de él, sobre todo, cuando alguno de los miembros de la familia lo está pasando mal. ¿Qué lema? ¿Cómo así? ¿Y esto qué es? Sí, mira: por ejemplo, hay una familia que en verdad me parecía como… De hecho, alguien una vez me dijo: «Me suena como muy raro». Pero, bueno, hay familias que tienen su lema y su frase familiar y es, por ejemplo… Tienen un lema que es: «La familia unida…». El típico, «la familia unida jamás será vencida». Y entonces el otro día su niño estaba pasando en el cole por una situación dolorosa y tal, y le contaba la profe que ese pequeñito se decía a sí mismo: «Quiero llegar a casa porque la familia unida jamás será vencida». Imagínate. O sea, algo que nos puede parecer que quizá no puede tener una repercusión se termina convirtiendo en su diálogo interno y va a recordar las palabras que esa mamá, que ese papá, le dijo en algún momento. Le dijo: «Mira, si tú estás pasando por esta situación en el cole, con esta situación, recuerda que no estás solo, estamos unidos, podemos con esto». Otro, un lema que tenemos por ejemplo en mi casa es que todo error es una oportunidad de aprendizaje. Porque nos vamos a equivocar, ¿no? Y entonces recordarnos cuando vemos que uno de los hermanitos lo está pasando mal… Incluso, lo más sorprendente es que muchas veces nos lo dicen ellos a nosotros.

1:24:45
Valentina Ganem .  Es verdad.

1:24:46
Milena González.  «Mamá, ha sido un error. Es una oportunidad de aprendizaje». Si vemos a papá pasándolo mal: «Papá, la familia unida jamás será vencido». Eso está creando aparte recuerdos tan memorables en nuestros hijos que incluso pasan a veces de una generación a otra. «En casa hacíamos esto». «Ah, pues mira, hagámoslo aquí también». Entonces es importante eso. Otro punto que es muy importante y fundamental es hacer explícito, decir el amor que sentimos por nuestros hijos. A mí no me cabe duda alguna, Valentina, de que tú amas a tus hijos, ¿pero tus hijos lo saben? O sea, ¿ellos escuchan diariamente «Te amo. Te quiero»? Porque muchas veces nosotros decimos: «¿Pero qué le voy a decir? Si tú sabes que te amo, cariño». No, no, no. Y, ojo, aquí también vamos a expresar ese amor no solamente a través de palabras, porque hay muchos niños, aquí ya hablaríamos de los lenguajes del amor, que  reciben más quizá su jarra de amor a través de los actos de servicio. Entonces, ese niño puede escuchar un «Te amo» a través de un desayunito especial que tú le preparas, porque quizá el canal receptivo de ese niño es a través de los actos de servicio. Pero para otro a lo mejor un «Te amo» es darle un abrazo, un achuchón bien grande. Esa es la forma en la que recibe. Entonces, cuando nosotros conocemos esto y sabemos que no es suficiente con que nosotros sepamos que lo amamos, sino que tenemos que hacer explícito ese amor día a día… Es fundamental, es como gasolina, es como energía, oxígeno, para ellos, para poder vivir. Porque un niño lo que necesita durante toda su infancia es amor incondicional.

1:26:28

Y el último punto es que tengan frases de afirmación. Esto es diferente al lema familiar. Son frases de afirmación donde, por ejemplo, cuando llega del cole yo le digo: «Cariño, hoy mientras estuviste en el cole estuve pensando en ti y decía “¿Qué estará haciendo en este momento?”». Claro, cuando tienes ese tipo de acciones, es como: «Guau, mi mamá piensa en mí, mi papá piensa en mí, cuando yo no estoy aquí». Frases de afirmaciones que no solamente sean palabras que se lleva el viento, sino que en realidad ese niño siente que esas palabras que está diciendo ese cuidador están respaldadas por sus propios actos. Que yo le diga: «Te eché de menos hoy cuando nos despedimos. Qué bueno que ya estás en casa». Que se sienta bienvenido, que se sienta bienvenida, sobre todo eso, cuando está en casa. Y hay personas que dicen: «Bueno, pero tanta palabrería… Al final esto parece como “Dile esto cuando no sé qué, dile esto…” y se convierte en un montón de palabrería». Pero si ya sabemos que las palabras se terminan convirtiendo en el diálogo interno de nuestros hijos, ¿entonces por qué no? Si ya las hemos aprendido a usar muchas veces mal por todos los paradigmas de crianza que tenemos, ¿por qué, ahora que sabemos esto, ahora que sabemos que las palabras impactan la vida de nuestros hijos, no las usamos a favor? Yo animo a las familias, de verdad, a que hagan esto, a que les expresen a sus hijos, a que les expresen ese amor profundo que sienten por ellos todos los días y que esto se convierta en una plataforma. Cuando ese niño esté pasando por una situación difícil, decirle: «Cariño, tú puedes con esto, estamos juntos contigo».

1:27:59

Cuando ese niño sea un adulto, eso se convertirá en ese guion de vida de ese chiquito y, cuando sea un adulto y esté pasando por una situación difícil, no va a decir: «Es que yo sabía, es que ya me lo habían dicho, es que soy un desastre», sino que puede decir: «Es difícil, yo puedo con esto. No soy bueno en esto todavía. Es más importante el proceso que resultado». Y todo eso que sembramos durante esa infancia, ahora, en esa adultez, veinte años después, cuando ese adulto toque a la puerta de mi casa, allí es donde yo voy a ver que todo eso que yo he sembrado ahora ha dado fruto. Porque, claro, mientras estamos criando, que tú no veas el fruto no significa que no estés sembrando una semilla. Yo sé que la crianza basada en los buenos tratos puede parecer ilusoria, porque quizá no cambias el comportamiento como lo haría un castigo. No cambias el comportamiento inmediatamente como lo haría un castigo o como lo harían otros paradigmas de crianza. Pero estás sembrando algo más profundo y es que estás sembrando y regando en salud mental. Y tu hijo merece la vida. Tu hijo merece todo el esfuerzo del mundo hacerlo.

1:29:09
Valentina Ganem . Milena, muchísimas gracias por estos minutos, ha sido muy enriquecedor, muy bonito escucharte. Me llevo herramientas, me llevo tantas cosas a casa. Muchísimas gracias por este tiempo. 

1:29:23
Milena González. Gracias a ti, Valentina. Ha sido un placer real estar aquí contigo hoy y hablar de lo que tanto nos apasiona a las dos.