¿Hablamos más de la cuenta?
Dan Lyons
¿Hablamos más de la cuenta?
Dan Lyons
Periodista y escritor
Creando oportunidades
Historias de un hablador compulsivo
Dan Lyons Periodista y escritor
Dan Lyons
Existe un dicho que reza: “Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras”. Sin embargo, el periodista estadounidense Dan Lyons confiesa haber sido siempre un hablador compulsivo. Asegura que su “verborrea excesiva” le provocó problemas durante toda su vida, tanto en lo personal como en lo laboral. A pesar de ello, el título de su último libro lo dice todo: ‘Cállate: El poder de mantener la boca cerrada en un mundo de ruido incesante’. Toda una declaración de intenciones. Lyons asegura que aprender a hablar menos, escuchar más y tener conversaciones interesantes puede hacernos más felices, más sanos, más exitosos, mejores padres, e incluso, mejores parejas. En este libro, describe su propio viaje para superar su forma compulsiva de hablar, que implicó escarbar en montañas de investigación y entrevistar a innumerables expertos, incluidos científicos, historiadores, un ex oficial de la CIA y un investigador académico alemán. Según afirma: “Nuestro ruidoso mundo nos ha enseñado que los que dicen la última palabra son los que ganan. Que los que escriben y llaman la atención en las redes sociales son los que tienen éxito. Cuando, en realidad, los que saben cuándo guardar silencio son los que realmente tienen poder”. Dan Lyons combina la ciencia del comportamiento más avanzada con consejos prácticos sobre cómo comunicarse adecuadamente, pensar de forma crítica y abrir la mente y los oídos al mundo que nos rodea: “Habla menos, consigue más. Porque, al fin y al cabo, lo que dices es lo que eres”, concluye.
Dan Lyons fue editor senior de la revista ‘Forbes’ y escritor de la revista ‘Newsweek’, antes de convertirse en editor del blog de tecnología ‘ReadWrite’. Bajo el seudónimo de “Fake Steve Jobs", escribió ‘El diario secreto de Steve Jobs’, un blog muy popular en EE.UU. y parodia del CEO de Apple, Steve Jobs. Es autor de varios libros, entre los que destacan ‘Disrupción: mi desventura en la burbuja de las startups’ (2016) y ‘Cállate: el poder de mantener la boca cerrada en un mundo de ruido incesante’ (2023).
Transcripción
La segunda anécdota sucedió al mismo tiempo, cuando mi matrimonio estaba yendo a pique. Llevaba casado casi 20 años. Mi mujer y yo tenemos dos hijos. Ya están en la universidad. Nos habíamos separado. Yo sabía que no se debía solamente a que yo hablara demasiado, pero ese fue un factor determinante. Hubo muchos momentos en los que, si me hubiera callado, habría evitado crear roces en la relación que, con el tiempo, fueron a más. Ahí empecé a pensar que tenía que escribir un libro sobre cómo podemos aprender a callarnos. Primero, podía escribir sobre mis intentos de hacerlo y recuperar mi matrimonio. En cierta manera, este libro es la historia de cómo intento arreglar mis defectos para que mi mujer quiera volver conmigo. Y lo hizo. Al final, lo hizo. Iba a decir que mis palabras la convencieron para que volviera conmigo, pero no fue así. Fue precisamente mi ausencia de palabras. Tuve que pasar tiempo con ella y convencerla haciendo… ¿Sabes?
Pues, cuando Jobs presentó el iPhone, dijeron: «Señoras y señores, les presento a Steve Jobs». Entonces, apareció en un lado del escenario. Ni siquiera miraba al público. Miraba hacia adelante mientras caminaba. Se pueden contar los pasos. Dio ocho pasos. Izquierda, derecha, izquierda, derecha. Con la cabeza gacha. Como un monje absorto en sus pensamientos. Entonces, llegó a su posición. Dio ocho pasos, se giró hacia el público y dijo: «Este es el día que estaba esperando desde hacía tres años». Todos estaban pendientes de cada palabra. Estaban fascinados. No podían apartar la mirada. Él, al ser reservado, nos atrapaba. Eso me pareció una genialidad. Yo, a veces, doy charlas. Me parece muy complicado. Tres segundos de silencio son una pesadilla, así que imagínate ocho. Ocho segundos sin decir nada. Eso requiere mucho valor. No sé si yo podría hacerlo.
Escucharán las conversaciones que tenemos o medirán nuestras conversaciones y así podrán ver si tenemos algún problema. El paso siguiente, según él, será lo que él llama «Ten dos conversaciones y vuelve mañana». Usar las conversaciones como medicina. Instar a las personas a tener buenas conversaciones para que mejore su salud. Por ejemplo, él participa en un estudio en Harvard en el que han creado un reloj inteligente. Los relojes inteligentes ya pueden medir los pasos que damos al día o cómo dormimos. Este también puede registrar lo que decimos y lo están usando con pacientes que se recuperan de un ictus. Han descubierto que tener conversaciones es muy importante para recuperarse de un ictus. Pero muchos pacientes no quieren hacerlo porque tienen problemas de habla debido al ictus. En este caso, es un programa piloto que está utilizando las conversaciones para mejorar la salud de las personas. A mí me parece impresionante.
Después, dejé de escribir en Twitter. Lo usé solo para leer noticias. Y ahora es inútil hasta para eso porque va cada vez a peor. Ese es un consejo. Desinstalarlas del móvil y obligarnos a acceder a través del portátil hará que conectarnos sea un poco más complicado. Hay otro truco un poco raro. Podemos hacer que el móvil se vea de color gris para que, al abrir una aplicación, no veamos los colores. Al parecer, los colores, como todo en las redes sociales, están diseñados para ser atractivos. Probaron distintos colores para ofrecernos la combinación de colores más adictiva. Si las usamos sin colores, resultan un poco menos adictivas. Hay muchos más trucos y cosas que podemos hacer y que nos ayudarán a alejarnos un poco de ellas.
Veamos el ejemplo de las juezas del Tribunal Supremo de Estados Unidos. A las juezas del Tribunal Supremo las interrumpen más que a los hombres y las suelen interrumpir hombres. Imagínatelo: eres hombre, eres abogado, estás haciendo un alegato ante el Tribunal Supremo y puede que no te des cuenta, pero estás interrumpiéndolas. Cada vez que empieza a hablar una de las juezas, la interrumpes. Eso perjudica tu caso. Lo que quiero decir es que esto le pasa a las mujeres más poderosas y los hombres no nos damos cuenta. Por eso, creo que el título del capítulo hablaba de «mansplaining», que todos conocemos, «manterrupting» y «manálogos». Hombres que hacen «mansplaining», pero en forma de monólogo interminable. Mi familia lo llama «Dan-álogos». Mis hijos me escuchan y dicen: «Hemos oído este monólogo un millón de veces, cállate». Porque siempre repito lo mismo. Pero sí, el «manterrupting» es… De hecho, muchos se molestaron al leer eso en el libro y cuando escribí sobre ello en otros sitios. Hubo hombres que se enfadaron mucho. Me sorprendió que se sorprendieran al leerlo, pero, sí, los hombres en los ambientes profesionales deberíamos ir a reuniones o entablar conversaciones siendo especialmente consciente de cómo hablamos, y más a las mujeres.
Pero no, si no teníamos nada que decir, pues nos sentaríamos, cenaríamos y no hablaríamos mucho. Eso es lo que hicimos. Y empezamos a volver a gustarnos. Funcionó. Y ocurrió otra cosa interesante. Como yo había creado ese espacio, mi esposa pudo abrirse y hablar, y era una persona fascinante y muy interesante. Me di cuenta de que, durante todos esos años, yo la había apartado de ese espacio. Ahora habíamos creado ese espacio que le permitía brillar. Resulta muy obvio ahora, pero en su momento no lo era. Entonces, vi un estudio que decía que las parejas que pasan tiempo juntos en silencio afianzan el vínculo que tienen, aunque no estén separados. Incluso en las relaciones que van bien. El tiempo en silencio en presencia de la otra persona es un modo muy poderoso de reforzar las relaciones. ¿Puedo contarte otra anécdota? Porque ahora estoy hablando demasiado. Estás haciendo que vuelva a hablar más de la cuenta. Descubrí a una mujer que enseñaba a escuchar. Daba clases sobre cómo escuchar. Una tarea que les dio a sus alumnos era que fueran a su casa durante el fin de semana y tuvieran una conversación con alguien. Una conversación difícil con alguien con el que no hubiera una buena conexión. Una de las alumnas, una chica joven, dijo que lo haría con su novio porque era muy aburrido. Nunca tenía nada que decir. Según ella, era una persona muy sosa y aburrida. Pues volvió y dijo que ella no habló y él resultó ser una persona muy interesante. Dijo cosas increíbles. Y lo hizo porque ella no habló. Le dio espacio. Así que sí, creo que en las relaciones de pareja eso es muy importante.
Le pedí que me hablara durante media hora. Hicimos una videollamada. Tenía mi lista de preguntas preparada. Le dije: «Hola, Jerry, gracias por acceder a darme una entrevista». Empecé a teclear mientras le preguntaba. Él me miró por Zoom y me dijo que parara un poco, que dejara de teclear. Dije que vale, pero él siguió insistiendo en que parara. Yo empecé a temerme que iba a hacer conmigo lo que suele hacer y empezó a entrevistarme él a mí. Es una persona que sabe escuchar. Rápidamente, las preguntas se volvieron muy profundas y personales. Cada vez más. Por alguna razón, confié en él. Le dije algo que les había contado a muy pocas personas en toda mi vida. Algo muy profundo. Empecé a llorar. Odié a ese hombre. Me había tendido una trampa y me había destrozado. Al final, no pude hacerle ninguna pregunta, no lo entrevisté. Él dijo que buscáramos otro día para hacerlo, pero yo no quería volver a hablar con ese tipo en toda mi vida. Fue una experiencia aterradora. Pero después me di cuenta de que me estaba mostrando por qué es tan poderoso saber escuchar. El efecto que podemos tener en los demás. Fue un ejemplo muy extremo. Yo debería haber hecho lo mismo contigo. Deberíamos haber hablado de ti. Después de tu primera pregunta, debería haber empezado a hacerte preguntas.
Me dijo que no, que estaba mirando mi móvil. Le enseñé dónde había dejado el móvil. Me dijo que a mí me daba igual lo que le pasaba. Respondí que, si me diera igual, me habría ido y no seguiría ahí sentado. Ella dijo que entonces no sabía en qué estaba pensando. Le respondí que lo que pensaba era que la veía muy enfadada. No puedo decir aquí lo que me respondió exactamente, pero digamos que fue algo como «¡Pues claro!». Entonces, empezó a reírse. Gracias a que no dije nada, a que dejé que se martirizara hasta acabar agotada, tuvimos una conversación estupenda. Y resultaba que a ella no le preocupaba el trabajo que tenía que entregar, aunque lo que decía era que, si no entregaba el trabajo, tendría un cero, le bajaría la media y no podría ir a la universidad. Se estaba poniendo en lo peor. Lo que de verdad le preocupaba era que tenía 16 años, toda su vida había querido ser adulta y, ahora que casi lo era, no se veía preparada para ello. Creía que no podía hacerlo y eso la ponía muy nerviosa. Y lo único que yo tenía que hacer no era escribirle el trabajo. No tenía nada que ver con el trabajo. Solo tenía que decirle que todo el mundo tenía miedo, que le iba a ir bien y que yo estaría a su lado. Fue un momento muy emotivo entre los dos y marcó un punto de inflexión en nuestra relación, que siempre había sido bastante accidentada. Y lo hice al no solucionarle su problema ni decirle qué hacer. Fue con el silencio. Es una herramienta poderosa con nuestros hijos.