“Es el momento más importante de la historia de la humanidad”
Rosa Castizo
“Es el momento más importante de la historia de la humanidad”
Rosa Castizo
Divulgadora ambiental
Creando oportunidades
Desarrollo regenerativo, más allá de la sostenibilidad
Rosa Castizo Divulgadora ambiental
Rosa Castizo
Como el colibrí que acarrea agua con su pico para apagar un incendio, Rosa Castizo predica con el ejemplo: vive sin generar residuos y, a pesar de su trabajo internacional, hace años que no viaja en avión. Esta “ciudadana consciente”, como le gusta describirse a sí misma, es un referente internacional del desarrollo regenerativo y de la divulgación sobre el cambio climático.
Castizo coordina el Observatorio ‘La Rábida’ desde donde impulsa la transformación de políticas de los 22 países iberoamericanos a través de alianzas de desarrollo sostenible y cambio climático. Licenciada en Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad de Granada, se ha formado también en la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad de Sussex o la prestigiosa Singularity University, orientando su trabajo en la intersección entre sostenibilidad, cooperación internacional, impacto social e innovación. Ha liderado proyectos en UNICEF, en la administración pública y en el tercer sector. Actualmente, Castizo acompaña a organizaciones y personas a tener soluciones más regenerativas para su día a día y está inmersa en el proyecto 'Wakaya' trabajando en la transformación de los sistemas alimentarios.
Sus referentes: la naturaleza y las personas mayores. “La naturaleza lleva 3.600 millones de años siendo circular. No existe la basura en la naturaleza, tiene resiliencia para actuar y eso nos sirve muchísimo para aprender”, apunta. La fuerza contagiosa de Rosa Castizo es capaz de movilizar a instituciones e individuos, así como hiciera el colibrí de la fábula con los animales del bosque. “Tenemos que pensar más en colectivo, porque somos más resilientes como grupo que como individuos de manera concreta”, sentencia.
Transcripción
El presupuesto ambiental de todo el año, en mi caso, yo me lo gastaba en abril. Y decía: «Bueno, ¿y el resto del año? ¿Qué pasa el resto del año? ¿A costa de qué presupuesto ambiental estoy viviendo, si es limitado?». Cuando me paré a pensar eso, decidí que tenía que cambiar la manera en la que vivía, porque estaba trabajando en temas ambientales desde hacía 15 años y, en cambio mi presupuesto ambiental era… Y vivía a costa de otras personas, otras especies u otras generaciones que vendrían. En ese momento decidí vivir sin generar residuos. Hace ya muchísimos años que no genero ningún tipo de basura, y la orgánica la composto. También decidí, hace unos cuantos menos años, dejar de volar, y entro ya en el cuarto año sin volar. Y empecé a decidir bajar mi huella en todo lo que hacía. Incluso creo que soy la única persona, quizá, que ha recorrido las 28 provincias de España con mayor riesgo de despoblación en un vehículo eléctrico de los antiguos, de esos que hay que ir a 25 km/h para no comerte toda la batería. Y eso me permitió, ir a esa poca velocidad me permitió poder aprender y ver más de cerca a muchísimas personas mayores y mucha naturaleza de esa «España vaciada», que llaman, y que está llena de tanto. Ante todo, muchísimas gracias por estar acá, por darnos lo más preciado que tenéis, que es vuestro tiempo, y me encantaría que conversáramos y que, si se os ocurre alguna pregunta por el camino, pues que también la dijerais. Muchas gracias.
O todos los envases de charcutería y todas estas cosas, el papel film del queso… Todo eso al final no se reciclaba, no tenía ningún valor. Y les preguntaba cuánto les pagaban, y apenas les pagaban unos céntimos por recoger toda esa basura. Entonces me di cuenta de que realmente estaba… Simplemente por no ir a un mercado de barrio en sábado ―que es lo más maravilloso del mundo y que os invito de verdad a que vayáis a hablar con el frutero, la frutera, a comprar las cosas locales― e ir a una gran superficie por, supuestamente, ahorrarme algo que al final no me ahorraba, estaba contribuyendo a simplemente ensuciar más el planeta. Cuando me paré a pensar que realmente qué… O sea, todos esos envases que tenemos, si os fijáis, requieren energía y agua para ser fabricados, transporte para ser transportados… y luego, en el proceso de reciclaje, necesitamos también energía y agua y mucho más esfuerzo humano para ser reciclado. Una cantidad de recursos… ¿para qué? ¿Para al final tener yo algo envasado en vez de llevar mi propio envase y comprarlo así? Simplemente por esa razón decidí comenzar a reducir residuos. Y además, te das cuenta, en América Latina precisamente… Te encuentras bolsas de plástico volando desde la Guajira colombiana hasta la superficie del Amazonas.
Te encuentras, en todos los lugares… basura, porque no hay muchas veces esa capacidad de gestión que aquí nos creemos que sí tenemos. El tema es que, cuando empezaron los envases de un solo uso, quizás teníamos capacidad para gestionarlos. Pero ahora mismo hay tantos, hay ya tantos envases, que no hay capacidad material de poder gestionarlos a la velocidad que se necesita. Entonces necesitamos pensar en reducir esa cantidad. Así fue como comencé. Y, si os fijáis, el plástico… Nos enfocamos muchas veces en el plástico, ¿no? El plástico, de por sí, no es que sea malo. El plástico es un estupendo invento de la humanidad, que puede tener un montón de formas, un montón de colores, y servir y durar muchísimos años, puede durar 700 años. El problema es cuando algo que puede durar para siempre lo utilizamos para menos de un minuto, que es la media en la que se utilizan los envases de un solo uso. Así que ¿por qué iba a…? No tenía razón generar esa cantidad de envases para simplemente unos pocos minutos. En todos estos años, desde 2012, la verdad es que no me he encontrado en ninguna situación en la cual no tuviera una solución para evitar ese envase de un solo uso. Así que bueno, esta es un poco la historia, que en realidad tampoco la veo muy meritoria. Porque, si pensáis en vuestros abuelos y abuelas, llevaron décadas y décadas y décadas, y muchos de nosotros los veíamos también cuando éramos muy pequeños, sin utilizar envases de un solo uso. Y, como a mí me dicen cuando hablo con ellos y con ellas, los tomates sabían a tomate y las cosas que estaban realmente en un estado natural conservaban el sabor muchísimo mejor.
“El problema es cuando el plástico, que puede durar para siempre, lo utilizamos menos de un minuto”
Bueno, pues te diría que a lo mejor probaras a, en una semana o dos semanas, intentar acumular toda esa basura inorgánica que tienes. La orgánica, si no tienes compostera, te dejo que la eches fuera. Que la acumularas y luego te preguntaras, de toda esa basura que tienes, realmente, cuál tiene un fácil sustitutivo por materiales, o por llevarlo a granel, o por comprar otra serie de cosas que no necesiten ese envase. Ahí vas a reducir muchísimo esa huella material. Por una parte, eso, pensando si todo eso que he acumulado o todo eso que he comprado realmente es necesario o puedo tener sustitutivos fáciles. Eso primero. Luego, en cuanto a la huella, al resto de la huella que tenemos, la huella ecológica, la huella de agua y de energía. En mi caso, por ejemplo, yo he llegado a reducir muchísimo el agua y la energía que necesito. Y ahora, además, estamos mucho con este tema. Y yo te diría que, en la parte del agua, pensáramos como muchas de nuestras abuelas. En mi caso era mi abuela la que necesitaba acarrear todos los días, ir a recoger al pozo el agua que necesitaba para el resto del día. ¿Y si no fuera tan fácil como abrir el grifo? Porque tenemos ese… es un cambio de paradigma, de base. Tenemos ese síndrome de… Lo que conocemos como base es lo que realmente está establecido, y pensamos que eso siempre ha sido así.
Tenemos la facilidad de darle al interruptor y se abre la luz, abrir el grifo y sale agua. Pero imaginaos que esa agua la tuviéramos que acarrear. Entonces quizás no abriríamos el grifo con tanta facilidad. O quizás si con la energía no fuera tan sencillo como simplemente pagar la factura, aunque sea elevada, sino que realmente supiéramos el valor que tiene esa energía, y pensáramos que viene, ahora mismo, casi toda de una energía fósil de hace millones de años, de los dinosaurios, bla, bla, bla. Si sintiéramos todo ese peso, todo el esfuerzo hasta llegar a ese punto, si realmente sintiéramos ese esfuerzo, quizá cambiaríamos esa manera de consumir. Pero aunque reduzcamos mucho el agua y la energía más inmediata, la que pagamos con la factura en casa, realmente lo que más huella puede llegar a tener es esa agua y esa energía que no llegamos a ver. En todo lo que tienes en casa hay mucha agua invisible. Por ejemplo, una cerveza. Para una cerveza necesitamos 70 litros de agua. Para fabricar esa cerveza. ¿Por qué? Porque no solamente es el proceso de fabricación, que además ahora mismo es mucho más eficiente, sino es el cultivar la cebada, es el transporte… La energía que se necesita para el transporte tiene una huella brutal. Una taza de café necesita el doble que una cerveza. Imaginaos también, por ejemplo… un kilo de aguacates. Ahora mismo sabéis que la huella, por ejemplo, de la carne es muy, muy alta. Pero un kilo de aguacates, cuando no se produce en sitios donde hay bastante agua… Un kilo de aguacates en España está necesitando 700 litros de agua. Es increíble.
Y todo esto también porque quizás estamos acostumbrados a esa… a ese tener de todo, en todo momento, en todas partes y en todas las épocas del año. No hay esa sensación de comer de temporada y comer local, que siempre la energía y la huella es menor. Eso en cuanto a la huella de energía y de agua, que creo que es superimportante. Básicamente, yo te diría que, para la huella ecológica, es muy importante: uno, reducir muchísimo tu huella material, toda la cantidad de envases, a lo mejor, que podríamos reducir; dos, huella de energía y de agua, tanto de esa agua y energía que vemos como la de los productos que compramos; tres, también, muy importante, las finanzas: adónde van nuestras inversiones, qué pasa con nuestro dinero. No tenemos que olvidar nunca que no somos… O sea, la ciudadanía no votamos solamente cada cuatro años. Votamos cada vez que consumimos y votamos cada vez que decidimos abrir el grifo, comprar de una manera o comprar de otra. Cada vez que tomamos decisiones diarias.
Pero en realidad, sobre estos límites de la energía y del crecimiento y demás, ya estaban los estudios hechos de hace muchísimos años. Ahora se han cumplido, este año, los 50 años del informe Meadows. Donella Meadows fue una de las que coordinó el informe, hace 50 años, dentro del marco del Club de Roma. Imaginaos, ya habló de los límites que tenía ese modelo que se había inventado. Porque parece que el modelo económico que tenemos es de siempre, pero no. Realmente es de hace dos telediarios. Si el ser humano llegó hace pocos segundos, como decíamos antes, imaginaos el modelo que tenemos. Bueno, pues este informe Meadows planteaba esos límites del crecimiento, y esos límites ya lo hemos sobrepasado. Entonces estamos en ese momento de decidir qué podemos hacer y qué tenemos que hacer. A la misma vez tenemos la gran ventaja de que sabemos las soluciones que puede haber. Eso en cuanto a los límites de la energía. Pero mucha gente, en cuanto a esas soluciones, dirá: «Bueno, pues lo que nos dicen siempre, ¿no? Energías renovables, coches eléctricos y con eso lo vamos a solucionar todo». Pero están también los límites materiales, todo lo que se necesita para fabricar los molinos de viento, las placas solares, esas baterías de los coches eléctricos, también tiene sus límites. Esos materiales no son infinitos, porque la Tierra tiene límites, como bien sabía ese astronauta del principio de la historia.
Y esos límites de los materiales afectan a esas soluciones que decimos de los coches eléctricos, las energías renovables… con lo cual tampoco eso va a ser infinito. Eso por otro lado. Y ahí os recomiendo muchísimo a Alicia Valero, que lleva estudiando esto durante bastante tiempo. Y por otro lado tenemos los límites de los ecosistemas. Cuando yo me doy cuenta, hace… Pues mira, en la primera charla que yo vi, de Johan Rockström, que si no me equivoco fue en 2010, un año después de que publicara su libro y su estudio sobre límites de los ecosistemas… que, por cierto, él sacó una bola del mundo como esta. En esos límites de los ecosistemas se plantea que realmente hay, por una parte, una serie de presiones para la Tierra, y él lo grafica muy bien en su charla. Y, por otro lado, hay una serie de límites. Del que ahora mismo hablamos más es del cambio climático, pero fijaos que no es en el que estamos peor. Estamos muchísimo peor en biodiversidad. En biodiversidad estamos explotando muchísimos puntos de inflexión. Y estamos abriendo la capacidad que tiene la Tierra hasta deshincharla poco a poco. Tenemos la pérdida de biodiversidad, tenemos los ciclos del nitrógeno y del fósforo, que estamos peor incluso que en cambio climático. Este año ya sabemos que hemos sobrepasado también el límite del agua dulce. Y poco a poco la vamos deshinchando. Y la seguimos aplastando porque, además, está silenciosa. Los océanos, en silencio, van capturando nuestro CO2 y no dicen nada ni cobran nada por ello.
Los árboles también, los bosques, el Amazonas, esos puntos de inflexión. Johan Rockström tiene otro estudio sobre esos puntos, que están relacionados. Y el problema que ahora mismo estamos teniendo, y por eso creo que es el momento más importante de la historia humana, es que sabemos la relación que existe entre ellos, sabemos y tenemos cuantificados esos límites, pero lo que no sabemos es, si tocas un botón, hasta qué punto el resto de los procesos se van a desencadenar. Es un poco como la salud humana. Es un poco eso. La Tierra es un organismo vivo. Y la seguimos aplastando. El límite de biodiversidad, de ciclos de nitrógeno y fósforo y el de acidificación de los océanos, además del de cambio climático están muy relacionados con la agricultura, muy relacionados con la manera en la que comemos. Entonces, realmente estamos en ese punto en el cual sabemos las soluciones, sabemos los síntomas, y tenemos cada vez menos tiempo, porque sabemos que algo puede llegar a acelerar otra cosa, que es el momento en el que estamos viviendo. Se están acelerando demasiado todos esos límites que pensábamos que iban a llegar más poco a poco. Firmamos esa Agenda 2030 en 2015, pero me di cuenta de que esos objetivos… Están muy bien para la forma de trabajar. Es lo bonito de la Agenda 2030, que trae una manera diferente de trabajar. Pero ¿hasta qué punto todos esos objetivos son suficiente? Entonces sí que tenemos la llave en nuestras manos para transformar ese momento de supervivencia de nuestra especie en algo realmente factible.
“El desarrollo regenerativo no es solamente trabajar en la naturaleza, sino también en la sociedad, en la economía, en la ética y en la política”
No olvidemos que la tercera parte de lo que producimos, más de 30 veces la superficie de España, se desperdicia al año en comida que no se va a llegar nunca a comer. Mientras, cada cinco segundos se está muriendo un niño de hambre, de desnutrición. Tenemos ese balance tan… Por eso cuando la gente me dice: «Yo me dedico a lo social, no a lo ambiental». Es que estamos todos relacionados al mismo nivel. Entonces, como solución mágica… no hay una solución mágica, pero es verdad que trabajar en la transformación de los sistemas alimentarios puede llegar a tener un efecto de impacto positivo en muchísimos temas. Por ejemplo, en la pérdida de biodiversidad. La mayor causa de pérdida de biodiversidad es la forma en la que producimos alimentos. Igual con los ciclos de nitrógeno, igual con la acidificación. Trabajar en los sistemas alimentarios puede ayudar a hinchar un poquito más esta pelota. A hinchar, a poder restaurar y regenerar mucho más allá la Tierra. Y, sobre todo, algunas soluciones dentro de esos sistemas alimentarios. La agricultura regenerativa. Ya tenemos que llegar a pensar que no podemos sostener este sistema que tenemos degradado. Cuando hablamos de sostenibilidad, parece que es sostener lo que ya tenemos. No queremos sostener una pelota así, un planeta así, con los servicios que nos puede dar y que además se va deshinchando cada vez más.
No queremos sostener esto, necesitamos regenerarlo, necesitamos pasar a otro estadio diferente. No vamos a poder recuperar lo que hemos perdido, pero podemos regenerarlo y transitar hacia otro modelo distinto. Y en esa lógica de regeneración, por ejemplo, está la agricultura regenerativa. La agricultura regenerativa ya no solamente cultiva alimentos mejores, sino que también lo que hace es capturar, hacer que el suelo capture CO2 y, de esa manera, capturando ese CO2, se convierte ese suelo en más rico en materia orgánica, por un lado, y segundo, menos dependiente de fertilizantes. Ahora mismo estamos viendo cómo la alimentación es completamente dependiente de energías fósiles. Primero, para el transporte. Segundo, por los fertilizantes. Tenemos todos los fertilizantes químicos que lo que hacen es matar poco a poco el suelo, matar esa materia orgánica, con lo cual dependemos todo el rato de insumos externos, en vez de hacer la agricultura que hacían nuestros abuelos y abuelas, hacerla completamente autónoma y no dependiente de insumos externos. Eso es lo que necesitamos, ese tipo de soluciones son las que necesitamos para estos cambios y esos momentos de transición socioecológica que tenemos. Porque realmente, y eso lo hemos visto también en momentos de pandemia, tenemos que pensar cada vez más en local, intentar dar soluciones que se adapten a cada uno de los territorios y que respondan a las necesidades de los distintos territorios.
En esta parte de soluciones a mí me gustaría muchísimo mencionar, si no lo conocéis, el enfoque de Kate Raworth, que saca este modelo de «economía dónut» o «economía rosquilla», como le decimos también en América Latina. Aunque el primer estudio lo publicó en 2011, luego ha estado perfeccionándolo más y ahora mismo, además está muy conectado con un laboratorio que hace que esa economía rosquilla pueda estar en distintos territorios del mundo. Y hacen análisis en cada uno de los territorios. Básicamente lo que dice es que tenemos una serie de límites ecosistémicos, que ya habíamos visto antes por Rockström, una serie de límites de los ecosistemas que estamos sobrepasando, pero también tenemos una base social que necesitamos garantizar. Entonces, al final tenemos unos límites y, por otra parte, una base social. Y dentro de ese espacio, entre los límites, por un lado, y la base social tenemos un espacio que es como un dónut, en el cual podemos desarrollarnos de manera justa y segura. Podemos tener una economía regenerativa y redistributiva y pensar en ese sentido, que si nuestras vidas están dentro de ese dónut, si nuestros proyectos están dentro de ese dónut, si nuestras instituciones están dentro de ese dónut, puede ser un marco muy bueno para ver si tenemos esa capacidad de resolver de manera regenerativa el reto en el cual nos encontramos, que es vivir dentro de los ecosistemas, garantizar un mínimo social para todos y todas y pensar qué es lo que consideramos como bienestar.
Al final, la sostenibilidad era mantener esa pelota en el estado en el que estaba, deshinchada. Eso es mantener el statu quo. Cuando hablas de regeneración o desarrollo regenerativo, al final es trabajar para volver a un estado diferente, transformar el estado actual en sus seis componentes. Y para desarrollo regenerativo os aconsejo muchísimo que leáis o veáis a Eduard Müller y a Christian Wahl, a ambos. A Christian Wahl porque define muy bien lo que son culturas regenerativas y cómo podemos hacer un diseño regenerativo de todo lo que tenemos. Eso por un lado. Y a Eduard Müller porque descompone muy bien los seis componentes del desarrollo regenerativo, que no es solamente trabajar en la naturaleza: es trabajar en la sociedad, en la economía, es trabajar en la ética, es trabajar en la política. Y el hecho de trabajar de manera tan holística en comprender que, como bien os decía antes, esa economía dónut, esa economía rosquilla, ese rosco, ese estado que está entre los límites de los ecosistemas y la base social, esa parte es economía regenerativa y esa parte es desarrollo regenerativo. Es trabajar más allá de la sostenibilidad, es volver a un estado de… ya no solamente de compensación, porque esa es otra cuestión.
A veces volamos y le damos al check de «compensar emisiones». ¿Y quién planta ese árbol? ¿Se mantendrá ese árbol? ¿Realmente llegará a capturar lo que se dice, o morirá en un incendio? ¿Quién estará regándolo? ¿Hay alguien que habrá comprado el mismo árbol que yo? Nos acuden tantas dudas en esa parte de compensación, que ya no solamente tenemos que compensar, tenemos que ir más allá. Tenemos que regenerar el estado de degradación al que hemos llegado. Porque quizás, si preguntara aquí qué es lo que consideráis vosotros como bienestar, o qué es lo más importante en la vida… Y yo creo que en esto hemos pensado mucho durante la época del confinamiento, en la pandemia. ¿Qué es lo más importante para nosotros? Algunos podrán decir que la salud. Otros podrán decir irse por ahí con los amigos a pasárselo bien. Otros podrán decir… no sé. Pero seguro que no entra dentro de esas prioridades tener el último modelo de algo. Y eso es lo que realmente está desestabilizando esos límites. Tenemos que redefinir nuestro bienestar. Puede ser que, a corto plazo, nuestra definición de bienestar subjetivo sea diferente y a alguna gente le incomode comprar un vuelo por 20 dólares al otro lado del mundo. Cuando comprendemos que, muchas veces, el valor de las cosas no es igual que el precio, cuando vemos que valor no es igual a precio y que esas externalidades las están pagando otras especies u otras generaciones, ahí te das cuenta, o al menos yo, en su momento, me di cuenta de que tenía que cambiar el chip. De que, si producía unas externalidades que otra gente estaba pagando… ¿por qué tenían que pagarlo por mí, si realmente eso no era imprescindible en mi vida ni en mi definición de bienestar? Entonces, en ese sentido, como soluciones mágicas, hay muchísimas que se están exponiendo. Hemos visto antes las limitaciones que tiene la energía renovable y el vehículo eléctrico, pero a la misma vez sabemos que tenemos enfoques, como este de la economía dónut, que nos puede ayudar a revertir esa situación de manera muchísimo más rápida.
Y aprendo de las personas mayores, te diría, porque… Mi abuelo nunca habló de sostenibilidad. Nunca habló de sostenibilidad. En sus más de 90 años, yo nunca le escuché la palabra «sostenibilidad», y menos «regeneración». Pero en cambio, con su manera de vivir día tras día, enseñaba muchísimo más de la sostenibilidad que muchísimas personas que a lo mejor lo pueden saber, porque nos lo explican en las escuelas, pero que en cambio no tienen esa experiencia ni esa conciencia vital. Y creo que, de todas maneras, el hecho de vivir de esa forma, mirando hacia el pasado, muchas veces nos hace pensar que la solución no está hacia adelante sino hacia atrás. Mirando muchas veces hacia atrás. Durante la pandemia, no sé, ustedes, por ejemplo… Vosotros, por ejemplo, que estáis ahí. ¿Cómo os sentíais en el confinamiento? Horrible. Aburridos. Imagínate las personas, las… miles de personas que han estado durante toda su vida viviendo para sacarnos adelante, imaginaos lo aburridos que estaban en una residencia de ancianos. Y ahí, en una residencia de ancianos, nadie pensó que estaban en muchísimo riesgo. Y nosotros, por ejemplo, empezamos un proyecto, dentro de Somos Memoria, que era un proyecto que pretendía precisamente poder recuperar historias de las personas mayores que estaban viviendo en soledad, o en compañía, pero que quizás si no se recuperaban esas historias, esas historias y ese conocimiento se iban a perder.
Con SomosMemoria.com intentamos empezar a recuperar… Que, además, podéis entrar cualquiera y podéis subir historias ahí. Intentamos ver que se estaba perdiendo muchísima biodiversidad humana y se estaba perdiendo muchísima capacidad de respuesta a los nuevos retos que íbamos a ir teniendo. Durante la pandemia descolgué el teléfono de personas que pudieran ayudar a llevar material que necesitaban esas residencias de ancianos. Y ahí te das cuenta de cómo, en momentos cruciales, solemos sacar nuestra carta, que parece que nos han dado nuestros TDR, nuestros términos de referencia. «No, es que a mí no me corresponde». Y en cambio no sacamos nuestra carta de habilidades, que son esas habilidades que podemos poner al servicio de la humanidad o al servicio de la sociedad para poder revertir una situación que era compleja. Y ahí, en realidad, se necesitaban personas llevando material a las residencias. Llamamos a más de 4500 residencias, y llevamos muchísimo material, y rescatamos ahí también muchísimas historias. Creo, además, que esas personas mayores que resisten en los pueblos… Ahí he tenido la suerte, hace ya muchos años, cuando compartía una gran etapa de mi vida con un físico extraordinario, que además me abrió la puerta de la casa de su abuela, que vivía en un pueblo en el que apenas había cuatro personas, en Castilla-La Mancha. Creo que como como ella había muchísimas personas y he visto que hay muchísimas personas mayores que resisten en esa España vaciada y que, si no recuperamos sus historias, su manera de entender la vida, esa forma de poder ser resilientes ante los cambios, la vamos a perder. Lo que queremos es rescatar esos saberes de las personas mayores que se están perdiendo a lo largo del tiempo, esa biodiversidad humana que perdemos a pasos acelerados. Y esto es en todo, en nuestros pueblos rurales, en la selva, en comunidades indígenas, porque al final podemos llegar a tener bancos de semillas pero, si no sabemos cómo cultivarlas, si no tenemos respuestas a la emergencia social y ambiental, imaginaos.
Si os fijáis, nos hemos hiperespecializado tanto que, como os decía antes, sacamos nuestros términos de referencia, «esto no nos corresponde», en vez de pensar qué es lo que realmente nos conecta con el momento actual y cuáles son nuestras habilidades reales. En ese sentido, pensar más en el «ikigai», en ese punto en el cual confluye lo que sabemos hacer mejor, lo que nos gusta y lo que amamos hacer, lo que incluso nos retribuye y nos permite vivir, y aquello que el mundo necesita. En ese punto confluye realmente lo que podemos aportar más y además lo que disfrutamos más. Y quizás conectamos muy poco con ese «ikigai». Y, en ese sentido, tenemos unas habilidades que puede que no respondan tanto al momento actual. Y esto de la hiperespecialización también lo vi mucho el tiempo que estuve en Silicon Valley, dentro de Singularity University, que estábamos ahí en el campus de la NASA, 90 personas de 47 países que íbamos a utilizar las tecnologías exponenciales para aplicar soluciones concretas y frenar el cambio climático. Fijaos. Tremendo reto. Y ahí, quizás, el sacar la hiperespecialización que cada uno de nosotros y nosotras teníamos pudo ser un limitante para pensar de manera orgánica, como grupo, plantear soluciones de manera orgánica como grupo. Ahí vimos también esa limitación de las tecnologías, porque en ese momento se pensaba un poco que podíamos crecer, que las tecnologías podían crecer de manera indefinida, y tenemos ese límite material que teníamos antes. Así que creo que sí, respondiendo a tu pregunta, hay muchísimas habilidades que deberíamos de poder potenciar y además, vosotros y vosotras, como profesores y profesoras, tenéis el privilegio de poder formar y poder acompañar a la generación que, en este momento, tiene la llave de todo, porque dependemos de ustedes, en parte. Y creo que esa responsabilidad que tenemos es brutalmente bonita, a la misma vez que brutalmente complicada si no lo hacemos de manera conjunta.
“Somos más resilientes como grupo que como individuos”
Y en ese sentido, también os recomiendo muchísimo a Yayo Herrero, soluciones que se dan en plataformas también educativas como FUHEM. Y ahí enlazo con lo que comentabas antes, porque creo que el conectarnos, uno, conectarnos como grupo, saber que tenemos, como colectivo, que organizarnos cada vez más para poder dar soluciones que, como colectivo, nos puedan llegar a aportar un cambio. Eso en primer lugar. Segundo, definir muy bien cuál es nuestro bienestar, saber decir «me basta, hasta aquí llego y esto realmente no es necesario, no necesito llegar más allá». Y ese saber decir «me basta», ese saber hasta dónde llegan mis límites personales también nos puede llegar a dar soluciones concretas en las que podernos mover. Organizarnos, superimportante. Hacer una reflexión individual de qué es para mí el bienestar y hasta dónde puedo llegar a reducir, digamos, mis cuotas de consumo. Y que al final el consumo es energía y es todo esto. Y ahí lo que más consumimos, vuelvo a decir, es la comida. A todos y todas nosotros nos gusta comer cada día, al menos tres veces, y lo necesitamos, ¿no? Y las personas que no lo hacen, pues tienen serios problemas.
El poder, quizás, enfrentar el momento actual desde ese ángulo también puede ser realmente inspirador y a la misma vez plantear una solución que nos quite esa sensación de estar bloqueados. Hay muchísimos… Bueno, no sé si es vuestro caso. Si estáis ahí dando vueltas a qué hacer de manera práctica, hay muchos proyectos de impacto, de impacto social y ambiental positivo, que no solamente buscan el ser, al menos, sostenibles económicamente, sino que su núcleo de acción es generar un impacto ambiental y social positivo. Y en ese sentido hay muchos alrededor del «cero residuos» y de la reducción de huella. Hay infinidad de buenos ejemplos y eso nos hace tener esperanza, a la vez que nos hace que sea mucho más sencillo podernos adaptar a ese contexto de cambio. Eso por un lado. Creo que es importante que eso lo tengamos en cuenta. Y en parte todos esos emprendimientos, y cada uno de nosotros y nosotras, somos como pequeños colibríes. No sé si habréis escuchado el cuento del colibrí en medio del incendio. Muchas veces la gente me pregunta que para qué me quiebro tanto la cabeza y estoy reduciendo huella y tal, si solamente soy una persona en medio de tantas. ¿Para qué tanto esfuerzo?
Y en mi caso os diría que por dos razones. Primero, siempre menciono lo del cuento del colibrí. Cuentan que un colibrí estaba llevando agua a un incendio enorme que había. Con su pequeño pico, llevaba una gota de agua cada vez. Y claro, llevaba una gota de agua y el elefante le decía: «¿Para qué haces ese esfuerzo, si no vas a poder apagar el incendio?». Y el colibrí le dijo: «Bueno, al menos yo hago mi parte». Así, normalmente, termina el cuento, pero la gente no sabe que el cuento realmente sigue. Y cuando el elefante escuchó eso, se dio media vuelta y llevó una gran cantidad de agua al incendio. Y cuando la gente vio que el elefante llevaba esa cantidad de agua al incendio, hubo más personas y más animales que se unieron a llevar agua a ese incendio y al final se apagó. Bien es verdad que perecieron muchísimos árboles en ese incendio, pero al final se logró apagar y muchos otros sobrevivieron. Así que un pequeño colibrí sí que puede generar un gran cambio cuando hay otros seres que lo ven. Eso en primer lugar. Y luego, en segundo lugar, creo que el hacer ese esfuerzo y el mirar las cosas de manera diferente también me ayuda a poder acompañar a instituciones, a personas, a organizaciones, a que piensen las cosas de otra manera, porque si llevaba trabajando…
Yo no estudié Medioambientales, estudié Políticas. Mi razón de ser… Porque no olvidemos que tenemos dos días más importantes en nuestra vida: el día que nacemos, obviamente, y el día que sabemos para qué hemos nacido. Y yo creía realmente que había nacido para acabar con la pobreza en el mundo, o al menos contribuir a algo. Y esto del medioambiente me parecía que era algo que no tenía nada que ver. Y hasta los 23 años no me di cuenta, cuando empecé a trabajar, precisamente, en cooperación al desarrollo, de que estaba tan relacionado, de que estaban tan conectados, de que no podíamos acabar con ninguna pobreza de ningún tipo, ni siquiera con nuestra pobreza espiritual, si no trabajábamos en la naturaleza y si no comprendíamos que realmente teníamos que vivir en conexión con esa naturaleza y saber hasta dónde llegaban nuestros límites, de que la economía era simplemente un invento que habíamos hecho relativamente hace poco tiempo. En fin, que no me di cuenta hasta bastante tarde. Y cuando estuve tantos años después, a partir de los 23, trabajando en medio ambiente, sin tener la coherencia del colibrí, porque decía una cosa y luego en mi vida diaria decía: «Bueno, ¿qué más da una persona?». Pues sí, da mucho. Y cuando trabajas con y te esfuerzas acompañando a organizaciones e individuos, incluso de manera voluntaria, a poder vivir mucho más… a tener soluciones más regenerativas para su día a día, cuando las acompañas en ese camino y a la misma vez estás viviendo ese camino, resulta más coherente y a la vez muchísimo más sencillo.
Muchísimas gracias por haber venido hoy aquí. Muchas gracias por vuestro tiempo, por vuestra sonrisa, por vuestra complicidad. Porque estoy completamente segura, o al menos espero que salgáis de aquí con otra sensación, con pensar las cosas de otra manera y con al menos la idea de llegar a pensar, de cada cosa que pasa por nuestra vida, de dónde viene y adónde va. ¿Realmente la necesito? ¿Realmente la puedo sustituir? ¿La energía y el agua que se necesita para esto que estoy haciendo realmente es necesaria? En fin, creo que, como decíamos, tenemos dos días más importantes en nuestra vida, el día que nacemos y el día que sabemos para qué hemos nacido. Y ojalá que sintáis que ese efecto perspectiva de ver ese pálido punto azul en medio del vacío, y sentir que esa es nuestra casa, y que estamos en el momento de poder hacer y contribuir a que esta humanidad persista, es algo de todos y todas nosotras. No sé los años que tengo. Sé los años que he vivido, no los años que me quedan. Pero los años que me queden estoy aquí para lo que queráis. Muchas gracias.