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El sesgo optimista

Tali Sharot

El sesgo optimista

Tali Sharot

Neurocientífica y profesora


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Tali Sharot

La neurociencia dice que las ‘gafas de color rosa’ nos acompañan desde que nacemos. Según la neurocientífica y profesora Tali Sharot “tenemos la creencia de que el futuro será mejor, mucho mejor que el pasado o el presente”. Doctorada en Psicología y Neurociencia en la Universidad de Nueva York, actualmente es profesora asociada de Neurociencia Cognitiva en el departamento de Psicología Experimental del University College de Londres, donde también dirige el Laboratorio del Cerebro Afectivo.
Las innovadoras investigaciones de Sharot integran la neurociencia, la economía del comportamiento y la psicología para estudiar cómo la emoción influye en las creencias, en las decisiones que tomamos e incluso en las interacciones sociales de las personas. En sus estudios ha descubierto que nuestra tendencia es ser optimistas: “el sesgo optimista está presente en casi el 80 por ciento de la población”, asegura. Y esto puede ser muy positivo: “reduce nuestro estrés y ansiedad, por lo que es excelente para nuestra salud mental y física”, asegura Sharot. Pero la investigadora también advierte: “si subestimamos los riesgos, podríamos no tomar suficientes precauciones”.
Tali Sharot es autora de las obras ‘The Optimism Bias’ y ‘The Science of Optimism’, por los que ha recibido varios galardones como el Premio de la Sociedad Británica de Psicología. Sus experimentos y los hallazgos en la ciencia cognitiva han contribuido a una mayor comprensión de la base biológica del optimismo. Y la conclusión es clara: somos optimistas por naturaleza.


Transcripción

00:02
Tali Sharot. Soy Tali Sharot, profesora de Neurociencia cognitiva en el University College de Londres y autora de ‘The Influential Mind’ y ‘The Optimism Bias’. El sesgo optimista es nuestra tendencia a ver el futuro como algo mejor que el pasado y el presente, y nuestra tendencia a subestimar la posibilidad de que nos pasen cosas negativas, como enfermedades, accidentes de coche, desempleo… Y sobrevalorar, normalmente, la posibilidad de que nos pasen cosas buenas, como conseguir éxito profesional, tener hijos con talento y matrimonios duraderos. Vemos un sesgo optimista en un ochenta por ciento de la población, tanto en Occidente como en Oriente, en mujeres y hombres de todas las edades. Es algo muy generalizado. Y creemos que es algo parcialmente genético. Y el motivo por el que lo pensamos es, primero, que al analizar entre gemelos idénticos y mellizos hemos podido comparar ambas categorías, lo cual nos ayuda a saber si hay un componente genético. Y sugieren que sí, que el sesgo optimista sí tiene un componente genético. El otro motivo por el que pensamos que es algo que viene de la naturaleza es porque hemos podido verlo en animales no humanos. En todo tipo de especies, ya sean ratas, pájaros, caballos o cerdos, hemos visto un sesgo optimista. Puede sonar raro decir que un animal es optimista, pero existen tareas de comportamiento muy sofisticadas que se utilizan para medir esto, y se ha visto en todo tipo de animales.

01:30
Tali Sharot. Pensamos que el sesgo optimista normalmente es adaptativo y tiene lados positivos y negativos. En el lado positivo, si tenemos expectativas positivas para nuestro futuro se reduce nuestro estrés y ansiedad, por lo que es muy bueno para nuestra salud mental y física.
Y hemos comprobado que, en igualdad de condiciones, los optimistas tienden a vivir más tiempo y suelen curarse más rápido de sus enfermedades. Además, si tienes expectativas positivas, por ejemplo, si crees que tu empresa va a triunfar, si crees que te van a ascender o que vas a encontrar el amor, por ejemplo, te esforzarás más por lograr que eso suceda. Así, se convierten en una profecía autocumplida. De nuevo, en igualdad de condiciones, los optimistas tienden a triunfar más en varios ámbitos, incluyendo negocios, deportes, educación… Ahora, el lado negativo es que si subestimamos los riesgos, podríamos no tomar suficientes precauciones: podríamos, por ejemplo, no contratar un seguro cuando es necesario, no ponernos el casco al montar en bici o no estar preparados para una pandemia, porque subestimamos los riesgos. Ese es el lado negativo.

02:37
Tali Sharot. Por un lado, pensamos que probablemente, en general, las ventajas compensan los inconvenientes, y por eso los humanos han evolucionado teniendo este sesgo optimista. Sin embargo, lo interesante es que este sesgo optimista se adapta al entorno. Lo que hemos visto es que si pones a alguien en un entorno muy peligroso y amenazador, el sesgo optimista desaparece temporalmente. Por eso, podría ser adaptativo, porque en un entorno tan peligroso no queremos subestimar los riesgos. Al poner a la gente de nuevo en un entorno seguro, el sesgo optimista vuelve enseguida. Lo hemos comprobado de varias maneras: una fue trayendo a gente al laboratorio, quisimos asustarles, y teníamos bastantes limitaciones para hacerlo, pero les dijimos que tendrían que hablar delante de mucha gente, que les grabaríamos y lo subiríamos a YouTube. Sus niveles de estrés subieron muchísimo. Después de esto les dimos nuestras tareas, y vimos que el sesgo optimista había desaparecido temporalmente. Estudiamos a bomberos, por ejemplo, en el estado de Colorado, y vimos que tenían días muy distintos, algunos muy calmados, en la estación, y en esos días el sesgo estaba más presente. Pero cuando se estresaban, quizás por haber tenido que realizar alguna actividad peligrosa, el optimismo desaparecía. Parece que es un mecanismo bastante adaptativo, cambia, va y viene, dependiendo del entorno en que estés. Ahora, la mayoría del tiempo estamos en entornos seguros, por eso casi siempre el sesgo optimista está presente.

04:16
Tali Sharot. Lo que vemos es que la gente es optimista sobre su propio futuro, quizás de su familia e hijos, pero no suelen ser muy optimistas sobre el mundo en general. De hecho, tienden más bien al pesimismo al pensar hacia dónde se dirige su país, al pensar en sus líderes y todo este tipo de asuntos globales. A esto lo llamamos “optimismo privado y desesperanza pública”. Y lo vemos incluso durante la pandemia actual, hemos hecho estudios entrevistando a más de mil personas en Estados Unidos, y hemos visto que la gente era optimista al pensar en la posibilidad de contraer personalmente el virus, es decir, decían que tenían menos posibilidades de sufrir el coronavirus que otra gente de su edad y género. Decían que la posibilidad de que ellos mismos se infectaran era relativamente baja, pero la posibilidad de que “una” persona, alguien en general, se infectara, era relativamente alta, y que la pandemia era un gran peligro para la sociedad. Vimos optimismo privado, y desesperanza pública. Una de las razones es el sentimiento de control. La gente siente que controla su propio futuro: que pueden dirigir el timón en la dirección correcta. Por eso son optimistas sobre sus riesgos y sus posibilidades. Pero no sienten que puedan controlar lo que pasa en el mundo en general, y por eso no son optimistas en ese sentido.

05:38
Tali Sharot. Algunos estudios muestran que se pueden cambiar los niveles de optimismo. Por ejemplo, los estudios de Martin Seligman, que ya tienen un tiempo, en los que intentó aumentar el optimismo de personas generalmente pesimistas. Y lo hizo enseñando a la gente a reinterpretar eventos de manera optimista. Lo que suelen hacer los optimistas es, cuando les pasa algo positivo, interpretan ese acontecimiento positivo. Imaginemos que soy ingeniera y mi proyecto ha ido genial, pues yo interpretaría que ha ido bien gracias a mis aptitudes, es decir, desde un punto de vista personal, y también generalizaría este evento, diría: “Vale, ha ido muy bien porque soy buena jefa, porque pienso racionalmente, etcétera”. Por eso, no solo me irá bien en este proyecto en específico, sino en otros similares en el futuro, y quizás en otras cosas que se beneficien de mis cualidades. Cuando pasa algo negativo suelen ver esos acontecimientos negativos como algo temporal y no relacionado con sus aptitudes. Digamos que el proyecto falla, diría: “Ha ido mal porque esta vez no me he esforzado lo suficiente”, o “Esta vez le ha ido mejor a la competencia, pero puedo aprender de ello y a la próxima irá mejor”. No interpretan el acontecimiento negativo como algo personal ni lo generalizan. Lo que hizo Martin Seligman fue enseñar a la gente a interpretar eventos de esta manera optimista y vio que, con el tiempo, esos individuos se hicieron más optimistas y estaban más sanos física y mentalmente.

07:13
Tali Sharot. El sesgo de confirmación es nuestra tendencia a buscar información que vaya a confirmar lo que creemos, que información que contradiga lo que creemos, y cómo solemos asimilar mejor la información que confirma lo que pensamos. Digamos que tengo una ideología política en concreto, tenderé a leer más a otras personas que tengan la misma ideología que yo, y cuando vea cualquier tipo de prueba que apoye mi ideología, digamos que soy proinmigración, asimilaré esa información y me hará confiar más en lo que creo. Pero si me cruzo con algún tipo de prueba o artículo contra esto, no creeré que sean pruebas lo suficientemente sólidas ni cambiarán lo que pienso. El sesgo de confirmación también está presente en muchos asuntos científicos. El cambio climático, por ejemplo, hay muchas pruebas que sugieren que el cambio climático es real y que es provocado por el hombre, pero un porcentaje muy grande de la población no cree que sea nuestra culpa, y al mostrarles las pruebas no cambian mucho su opinión. Hicimos estudios con gente que no creía mucho en el cambio climático y les dimos pruebas de que es real y de que está provocado por el hombre, y no cambiaron mucho de opinión. Pero si les dábamos alguna prueba que sugiriera que no era real, sí que se mostraban más confiados.

08:42
Tali Sharot. ¿Qué hacemos en estos casos, cuando intentamos convencer a alguien que tiene una visión distinta a la nuestra? Lo que hemos visto es que si una persona cree que la otra persona tiene una ideología similar a la suya, o son similares de alguna manera, tenderá a escucharla más y a tener en cuenta lo que diga. Esto significa que hay que empezar presentando los puntos en común con la otra persona, en vez de llegar y decir: “Oye, te equivocas, yo tengo razón y estas son las pruebas que tengo”. Eso no funciona, porque la otra persona piensa de inmediato: “Vale, no estamos de acuerdo”, y el cerebro no asimila la información igual de bien. Pero si empezamos con algo que tengamos en común, tenderán a escucharte más. Siempre tenemos alguna creencia o motivación en común. Creo que lo que realmente hace que alguien cambie de opinión son sus experiencias. A los científicos nos gusta mostrar datos y números, pero no son muy efectivos a la hora de hacer que alguien cambie de opinión. Los datos son importantes, hay que tenerlos y enseñarlos, pero las experiencias personales son las que hacen que alguien cambie de opinión, junto a las anécdotas. Si no es tu experiencia personal, a lo mejor conoces a alguien que tuvo cierta vivencia, y su experiencia hace que cambies de opinión, esa anécdota personal.

10:06
Tali Sharot. Necesitamos centrarnos en el individuo y en su historia, esto es más efectivo que los datos y los números. Otra cosa que ayuda es el saber que otras personas que son similares a ti tienen una cierta visión que, quizás, en esa ocasión es distinta a la tuya pero que en general sois parecidos. Por ejemplo, si sabes que otra gente de tu misma nacionalidad, misma ideología política, puede que mismo género, etcétera, “tu grupo”, digamos, tiene una visión distinta a la tuya en cierto asunto, tenderás a escucharles más. La conformidad social puede cambiar opiniones, pero tiene que ser gente a la que tiendes a escuchar más, y no gente a la que sientas demasiado distinta a ti y no quieras escuchar. Si pensamos en cómo la gente puede cambiar su opinión sobre la gente de otros grupos, otra raza, por ejemplo, hay estudios que muestran que si tienes una relación personal con alguien de otro grupo, por ejemplo, sales o has salido en el pasado con alguien de otro grupo racial, esa experiencia cambia cómo ves la igualdad racial, la injusticia, etcétera. Esas experiencias solo pueden ocurrir si hay algún tipo de integración: si tenemos colegios donde haya integración, si hay muchas situaciones en universidades, lugares de trabajo, etcétera, donde haya integración, tendremos más experiencias con gente de otra raza y esas vivencias, normalmente, tienden a hacer que la gente esté más a favor de la igualdad, y a que no vean a la gente como distinta por su raza, por ejemplo.

11:54
Tali Sharot. Eso es lo primero. Por supuesto, el problema es que los grupos que tienden a creer menos en la desigualdad en general y la desigualdad racial, tienden a ser los que están segregados de todas maneras. Tienden a vivir en lugares donde no tienen oportunidad de mezclarse tanto. Eso es un obstáculo en este caso. Lo que vemos es que los niños y adolescentes suelen empezar siendo bastante felices, y esta felicidad desciende más, y más, y más, y tocamos fondo al llegar a la mediana edad, sobre los cuarenta o cincuenta años, y luego la felicidad empieza a subir, y subir, y sigue subiendo hasta los últimos años de nuestra vida. Es decir, la gente es especialmente feliz en los extremos, digamos, los niños y la gente de setenta u ochenta años. Esa es la curva en forma de U de la felicidad. Lo que descubrimos fue que el sesgo optimista tiene una forma similar. Es decir, es bastante alto en niños, es muy pequeño a los cuarenta, el sesgo optimista es casi inexistente en esta época, y luego vuelve a aumentar. Vimos que esto está relacionado con cómo asimilamos la información. Los niños y adolescentes no son muy buenos procesando información negativa, y su habilidad para hacerlo, de hecho, crece al mismo tiempo que ellos, por lo que durante la mediana edad absorbemos más la información negativa, pero luego esta capacidad empieza a bajar de nuevo. Por eso, durante la última etapa de sus vidas, las personas absorben menos la información negativa y más la positiva. Supongo que es más o menos algo opuesto a la imagen que tenemos del anciano gruñón. Los datos no apoyan esa imagen.

13:53
Tali Sharot. Tanto nuestra felicidad como nuestro optimismo y sesgo optimista son consecuencias tanto de la naturaleza, es decir nuestra genética, como de nuestra crianza, nuestro entorno. Además, nuestra biología como humanos es muy importante. Las diferentes cosas que ocurren en nuestra mente, la neuroquímica y todo eso, también cambia. Cambia con la edad, con el entorno y con la genética. No estamos seguros, pero yo pienso que la genética es la que causa diferencias individuales, por lo que tú puedes ser más optimista que yo y serás más optimista que yo durante toda tu vida. Pero tanto tú como yo seguiremos la curva de la U del optimismo y la felicidad, aunque la tuya esté por encima de la mía. Siempre estarás por encima, yo estaré aquí abajo, pero por tu genética, tú siempre estarás arriba. Y no sabemos qué hace que los dos sigamos esa forma de U, pero una posibilidad es el estrés. Ya hemos hablado de cómo, al estresarse, la gente pierde su optimismo, ¿verdad? Hasta cierto punto, sobre todo bajo mucho estrés.

15:03
Tali Sharot. Y durante la mediana edad es cuando más estresados estamos. Es el momento en que la gente suele estar más centrada en su carrera, a la vez que tienen hijos pequeños y puede que tengan que hacerse cargo de sus padres ancianos. Es un momento muy estresante, por lo que ese podría ser el motivo. Otra posibilidad relacionada con esto son los cambios que ocurren en nuestro cuerpo y en nuestra mente con la edad. Cambian muchas cosas: los niveles de dopamina, algunos receptores neuronales mueren, etcétera. No es seguro, pero es otra posibilidad, y no conocemos el mecanismo específico aún. Lo más emocionante en que estoy trabajando ahora mismo es que estoy intentando averiguar cómo la gente decide qué información quiere conocer. Es decir, es algo que ocurre cada día, me estás preguntando algo ahora mismo, ¿cómo decides preguntarme a mí? ¿Cómo seleccionas las preguntas? Cuando vas a Google, ¿cómo decides qué quieres saber, qué quieres leer, a qué web entrar? Estamos trabajando en eso, creemos que hay factores específicos que te empujan a buscar un conocimiento en concreto, y son factores distintos para cada persona. Podemos categorizar a la gente en lo que llamamos “tipos de búsqueda de información” basándonos en el motivo principal por el que buscan esa información.

16:19
Tali Sharot. Lo más interesante es que la gente no suele pensar en todo esto. Puedes pensar: “Me interesa la política, me interesa tal cosa”, pero no piensas en el motivo que te lleva a buscar un tipo de información y no otro. Esto es lo que queremos averiguar. Por ahora, hemos visto que es algo importante, porque tiende a estar relacionado con cosas como la salud mental. Al observar qué determina el conocimiento que quieres adquirir, podemos determinar la posibilidad de que tengas algún problema de salud mental, y se relaciona con la salud en general, porque alguna gente, por ejemplo, decide que no quiere saber si tiene riesgo de padecer cáncer, no entra en determinados lugares. Hay gente que sí, y envía su material genético a webs, por ejemplo, para que lo analicen y así conseguir información sobre su linaje, pero otros no. Queremos poder categorizar a las personas para saber por qué.