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Dos palabras japonesas para vivir mejor

Francesc Miralles

Dos palabras japonesas para vivir mejor

Francesc Miralles

Escritor


Creando oportunidades

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Francesc Miralles

Escritor, ensayista, traductor y músico, Francesc Miralles es uno de los autores de desarrollo personal más influyentes del mundo. Creador de tendencias para el crecimiento personal y el autoconocimiento, ha escrito numerosos libros y es el responsable -junto a Héctor García- de dar a conocer en Occidente el concepto japonés ‘Ikigai’, un enfoque vital basado en la idea del “propósito vital”. Descubrir nuestro ‘Ikigai’ equivale a entender cuál es nuestra “razón de ser” en el mundo, averiguar qué nos apasiona y qué podemos aportar: “Todos tenemos nuestro ‘Ikigai’ y normalmente se relaciona con aquello que nos apasionaba cuando éramos niños”, explica Miralles.

En su acercamiento al mundo oriental, Francesc Miralles descubrió otro concepto que nos ayuda a vivir de forma más plena: el ‘Ichigo-Ichie’, que se basa en la idea de que cada momento que vivimos es único, y por tanto, no se repetirá jamás.

Francesc Miralles ha dado a conocer el concepto ‘Ikigai’ en todo el planeta, y está inspirando a centros educativos y empresas, que han comprobado cómo poner el propósito vital en primer lugar mejora la felicidad de alumnos y equipos de trabajo. Es aplicable a la educación y a la vida profesional, ya que defiende que mantener la pasión y no perder de vista los objetivos, ayuda a sobreponerse a las dificultades y a salir reforzados ante cualquier cambio o crisis.


Transcripción

00:03
Silvia Ávila. Hola, Francesc, ¿qué tal?

00:05
Francesc Miralles. Muy bien, contento de estar aquí contigo y con todos vosotros.

00:09
Silvia Ávila. Muy bien, me alegro porque es un placer hablar contigo, poder conversar sobre la transformación personal en la vida. Tengo entendido que en un momento de tu vida decides hacer unos viajes a Japón y allí sufres como una transformación y empiezas a ver la vida de otra manera. ¿Cómo fue ese proceso de transformación y qué encontraste allá en Japón que no encontrabas aquí?

00:31
Francesc Miralles. De hecho, cualquier viaje que hagamos que sea un poco largo, saliendo de las rutas turísticas, conociendo a personas del lugar, pues ya es un cambio en la vida de uno mismo. Pero yo siempre digo que cuando te subes al avión, o al tren, o al barco, o donde estés, empiezas a ver tu vida como en perspectiva y te das cuenta de que ciertas cosas que tú hacías o que tú haces normalmente, pues son fruto de la inercia y que no son elecciones que tú hayas decidido de manera consciente vivir de aquella forma. En el caso de Japón, a mí me había gustado siempre la filosofía zen, la cultura del té, los «haikus», directores de cine como Akira Kurosawa. Y empecé a viajar cada año. Me hice amigo de Héctor García, que había escrito un libro muy conocido que se llama «Un geek en Japón», y a partir de aquí trabamos una amistad en la que yo iba anualmente a Japón para documentarme para novelas, para libros, para reportajes. Y en una de ésas, pues Héctor me dijo: «Mi suegro, que es de Okinawa…», porque él está casado con una mujer de Okinawa, «…me ha dicho que al norte de la isla, allí en la selva, hay un pueblo de dos mil ochocientos habitantes que tiene el récord Guinnes de longevidad, ¿por qué no vamos allí e investigamos cuál es el secreto de ellos?». Y ese fue el inicio de una gran transformación, no solo en mi vida, sino también en los temas que luego me han ocupado en las conferencias, en los libros, en las charlas, en todo lo que es mi vida profesional.

02:03
Silvia Ávila. Y en estos viajes a Japón encontraste una filosofía de vida que luego has dado a conocer en todo el mundo, ¿qué es el «Ikigai»?

02:13
Francesc Miralles. Sí, el «Ikigai» es la palabra que descubrimos en nuestro trabajo de campo en Okinawa. De hecho, Héctor García y yo íbamos buscando cosas sobre alimentación, sobre estilo de vida, relaciones, ejercicio físico, que era lo que nosotros sabíamos, un poco, de la cultura de Okinawa, que ya es muy conocida porque es una zona azul muy potente, la número uno de hecho, «zona azul» es aquel lugar donde se vive mucho más que en el resto del mundo, porque se dan unas condiciones. Y nosotros no teníamos en mente la palabra «Ikigai» y, de hecho, la palabra «Ikigai» existe en japonés, pero no se usaba ni siquiera en Japón con el sentido que se usa hoy, que es una palabra que a partir de nuestro libro se ha introducido en todos los idiomas. Al empezar a entrevistar centenarios les preguntamos: «¿Qué es lo que te impulsa cada día para levantarte de la cama?», «¿Cómo es que puedes tener tanta energía?», «¿Por qué tienes tantas ganas de vivir?». Entonces, una de las palabras que más surgió en estas entrevistas era: «Yo tengo mi Ikigai», y el «Ikigai», que está formado por dos términos japoneses que «iki» es vida y «gai» es merecer la pena, de manera literal significa: una vida que merezca la pena. Pero cuando se ha traducido a otros idiomas, pues se traduce como razón de vivir, propósito de vida, misión.

03:36

Entonces, el «Ikigai» es aquello que da un sentido a nuestra vida, básicamente. Hay personas que nacen prácticamente con el «Ikigai» y que de muy pequeños te dirán: «Yo quiero ser médico», «Yo quiero ser sacerdote», y lo acaban haciendo, pero lo normal en el «Ikigai» es que sea un proceso de búsqueda y un proceso en el cual puedes tener más de uno a lo largo de la vida. Tú puedes tener un «Ikigai» hasta los dieciocho años y, de repente, entras en la universidad y te iluminas y ves que es otra cosa donde el mundo te necesita. Entonces, «Ikigai» básicamente sería esa pasión, ese talento que tú descubres dentro de ti, que es útil al mundo y que puede ser el motor de tu vida. Y en muchas personas acaba siendo incluso su profesión.

04:24
Silvia Ávila. O sea, que el «Ikigai» no es solo para los adultos, también puede ser para los niños, o también tienen que tener ellos un «Ikigai».

04:30
Francesc Miralles. Yo diría que el «Ikigai» es sobre todo muy importante en la adolescencia, porque los niños ya están naturalmente conectados a su «Ikigai» porque no tienen tantos filtros como tenemos los adultos. Nosotros siempre hacemos cosas en función de las expectativas de los demás y queremos agradar a nuestros jefes, a nuestra pareja, a nuestra familia, a nuestros vecinos. Los niños son mucho más espontáneos y están conectados al «Ikigai», porque cuando tú ves un niño o una niña ya ves exactamente cómo son: el que canta, el que es más físico, el que le gusta encerrarse con su libro, el que es más soñador, el que inventa historias, el que discute. Todos nacemos con una conexión muy fuerte con respecto a nuestras motivaciones, a nuestra pasión, a nuestro propósito vital. Y eso lo vamos perdiendo con el tiempo porque nos van adiestrando con objetivos académicos, con objetivos sociales, con presión por parte de la familia, de los amigos, querer ser como ellos. Entonces, la adolescencia es un punto muy delicado en todo lo que tiene que ver con el «Ikigai», porque tú te puedes encontrar con diecisiete o dieciocho años y tienes como un par de semanas, prácticamente, para decidir tu vida, porque vas a llenar una lista de posibles carreras, a ver si te aceptan y los «numerus clausus» y todo esto, sin saber muy bien. En un momento que hormonalmente vas superalterado, en el que es más propio estar enamorado o pensando en viajes o en otras cosas, o en la música, que en decidir aquello que vas a estudiar y aquello en lo que vas a trabajar y que va a marcar toda tu vida.

06:08

Muchos adolescentes tienen un estrés enorme, entonces yo creo que aquí como sociedad tendríamos que hacernos la reflexión de recuperar lo que antes eran ritos de paso. En otras épocas, por ejemplo, cuando hubo el servicio militar, que yo no lo hice porque era objetor de conciencia, pero bueno, tuve que trabajar un año y medio para el Estado haciendo otras cosas, pues eso hacía como de separador entre tu vida de niño y adolescente y la vida adulta. En las tribus aborígenes, pues hay ciertos rituales en los cuales, hay un enfoque machista en todo esto, al niño lo mandaban a la selva a que estuviera dos o tres días sobreviviendo por sus propios medios y cuando regresaba vencedor de esa prueba, pues ya era un hombre. Hoy en día creo que estamos en un flujo de vida en el que todo es muy inmediato y muchos jóvenes se sienten perdidos porque no han tenido tiempo de pensar qué quieren hacer con su vida.

07:10
Silvia Ávila. Estoy viendo que todo esto que nos estás comentando, Francesc, tiene mucha aplicación en el mundo de la educación.

07:16
Francesc Miralles. Totalmente.

07:17
Silvia Ávila. ¿Tú crees que actualmente se les da a los niños la formación o la educación como para que se descubran a ellos mismos, se valoren y encuentren su lugar en el mundo?

07:28
Francesc Miralles. Yo creo que no, porque tengo entendido que Canarias es la única comunidad autónoma donde la asignatura de Inteligencia emocional, que es básica en la vida para tener éxito en la pareja, con tu familia, con tus amigos, en una entrevista de trabajo, en tu carrera profesional, como comercial, como todo, para superar una muerte, para lidiar con conflictos… y creo que solo se hace en esa comunidad. Entonces nos enseñan muchas cosas técnicas que quizás algunas las utilizaremos y otras no, pero lo que necesitamos saber para vivir, como sería el sentido de la vida, a conocerse a uno mismo, ¿no?, tener un poco de psicología y de manejo de las situaciones difíciles. Eso debería incluirse en los planes educativos. Hay una carencia en el sistema educativo en el sentido que nos forman para pasar exámenes, para conseguir trabajos, pero no para ser felices ni para conocerte a ti mismo.

08:29
Silvia Ávila. Y como padres y educadores, ¿cómo podríamos hacer para ayudar a nuestros hijos o a nuestros alumnos para que encuentren sus talentos o los fomenten?

08:39
Francesc Miralles. Mira, como padres, educadores y amigos, la clave número uno es escuchar. Yo he tratado con muchos adolescentes rebeldes, de estos que los dan por perdidos y que los ven como personas marginales, y lo primero que te das cuenta es que a estos adolescentes no los ha escuchado nadie. Lo que ellos desean, sus frustraciones, lo que a ellos les cuesta, lo que ellos no entienden de la vida, lo que no entienden de ellos mismos, pues los padres, o el entorno educativo, o lo que sea, no han tenido la paciencia para sentarse con esta persona y decir: «Bueno, pero ¿qué es lo que quieres hacer con tu vida? ¿Qué has pensado?». Y también darles la oportunidad de fracasar, de fallar. Estamos en una sociedad en la que estamos sobreprotegiendo a nuestros hijos, los llevamos entre algodones porque tenemos miedo a que sufran y eso, de hecho, es una manera de garantizarles el sufrimiento, porque luego llegará un momento en que no estarán cobijados por los padres, ni por la universidad, ni por la escuela, y se van a enfrentar a un mundo que es muy duro y es muy competitivo. Con lo cual, quizás, uno de los mayores favores que podemos hacer a un chico o a una chica es dejarlos caer, dejarlos equivocarse, lógicamente sin incurrir en conductas peligrosas que tengan que ver con drogas, o con conducción, o cosas así.

09:59

Pero, por ejemplo, no hay nada malo en empezar unos estudios, darte cuenta que aquello no era lo tuyo, quizás necesitaste llegar aquí para poderlo saber, volver a cambiar, explorar, preguntarte cosas, porque al final la vida es como la ciencia que avanza por prueba y error. Si no dejamos que los chicos y chicas se equivoquen, nunca sabrán ni lo que son, ni lo que quieren en la vida.

Dos palabras japonesas para vivir mejor. Francesc Miralles, escritor
10:24
Silvia Ávila. Francesc, tenemos muchas veces la sensación de vivir en una sociedad de total incertidumbre y de muchísima inmediatez. Además, en la que va todo muy rápido. A veces ni siquiera podemos manejar esa rapidez, esa incertidumbre que nos resulta incluso difícil disfrutar desde ahí. ¿Qué podemos hacer para manejar esto?

10:42
Francesc Miralles. Sí que es cierto que nuestra sociedad se estresa sola ya, con todo el tema de lo que llaman «multitasking». Intentamos hacerlo todo al mismo tiempo y eso es lo más contrario que hay a vivir el presente, porque estás en muchos lugares, estás haciendo muchas cosas a la vez, pero ninguna bien, y no estás disfrutando con ninguna porque al final el placer de hacer las cosas, el fluir, depende de hacer una sola cosa muy bien hecha. Con lo cual, aquí los japoneses nuevamente tienen un concepto muy bonito que nos puede inspirar para salir de esa furia de hacer tantas cosas al mismo tiempo y de preocuparnos por el pasado y por el futuro, y por intentarlo hacer todo tan bien que es: «Ichigo-Ichie». «Ichigo-Ichie» significa, literalmente, «una vez, una oportunidad». Pero el sentido de esta frase es «Esto que estamos viviendo ahora mismo no se repetirá nunca más». Es darnos cuenta del carácter único de cada momento y que, por lo tanto, merece la pena que celebremos juntos este momento. Y esto lo introdujo uno de los primeros maestros de té, hace ya cuatro siglos, que escribió como un protocolo de cómo tenía que ser una ceremonia del té. Y ahí había muchos elementos. Por ejemplo, no poner temas polémicos sobre la mesa. Yo, por ejemplo, siempre intento en una reunión de amigos que no se hable de política jamás. Y si hay personas de equipos de fútbol muy diferentes, tampoco. O sea, buscar temas que nos unan.

12:13

Entonces, en la ceremonia del té justamente se recomienda hablar de la calidad del té, de la belleza de los utensilios, del tiempo que hace. Quizás en la sala hay una obra de arte y se comenta. Entonces, dentro de estos protocolos de la ceremonia del té, uno de los maestros dijo: «Trata a tus invitados con Ichigo-Ichie», es decir, como si no los volvieras a ver nunca más en tu vida y el recuerdo que se llevaran de ti fuera este. Entonces, yo creo que el ser humano a veces pecamos de pensar: «Bueno, hoy no he estado plenamente con mi madre porque estaba pendiente del fútbol, pero ya habrá otra oportunidad», y a veces no hay otra oportunidad. De hecho, nunca hay una oportunidad igual que esta, porque ya lo decía Heráclito: «No te puedes bañar dos veces en el mismo río». De hecho, nunca tienes a la misma persona dos veces delante, porque tú hoy eres esta, mañana habrás discutido con tus hijos y tendrás otro estado de ánimo y otra alma allí, y otro día cambiará tu «Ikigai», o cambiarán tus prioridades. Con lo cual el «Ichigo-Ichie» es una invitación a disfrutar de esta persona o estas personas que nos acompañan, y de este día como lo que es, algo único. A mí hay una viñeta de los ‘Peanuts’, que no sé cómo se llama en español, de Charlie Brown y amigos, que me gusta mucho y que es muy famosa en Estados Unidos, que se ve a Charlie Brown y a Snoopy en un embarcadero delante de un lago, y ya sabes que Charlie Brown es un niño así un poco existencial. Y Charlie Brown le dice a Snoopy: «Snoopy, ¿eres consciente de que algún día moriremos, verdad?». «Sí», dice, «pero el resto de días no». Ese resto de días es la esencia del «Ichigo-Ichie». Saber que tenemos esto y que tenemos este momento y que de nosotros depende hacerlo memorable.

14:02
Silvia Ávila. Francesc, ¿y qué nos podrías comentar sobre la relación entre el «Ichigo-Ichie» y los niños?, porque ellos son perfectos disfrutadores del momento presente y ellos son como expertos en esto, somos nosotros los que como adultos no dejamos de sacarles de ahí, de vivir el presente y de imprimirles nuestro ritmo, además de llenarles la agenda de actividades.

14:24
Francesc Miralles. Exacto. Los niños igual que están conectados naturalmente a su «Ikigai» porque no tienen todos los filtros que tenemos los adultos, también viven en modo «Ichigo-Ichie» de manera natural, porque un niño de manera espontánea ya hace lo que quiere, disfruta de cada cosa, es explorador, lo vive todo con enorme intensidad. El problema es que… dos problemas veo yo respecto a los adultos, que por un lado nos conviene que hagan muchas cosas, no siempre les conviene a ellos. O sea, que los niños vuelvan a casa cada día a las siete u ocho de la tarde a veces es para que cuadre con los horarios de trabajo de los padres, no porque sea bueno para el niño estar hiperocupado. Y por otro lado, somos una mala influencia para los niños en muchos sentidos, porque veo muchos padres que se quejan de que el niño está pegado a la pantalla. Entonces, yo me pregunto, ¿la persona que se queja, el padre o la madre, cuánta pantalla utiliza el día? Si el niño está viendo que estamos en la comida, ahí, trasteando, mandando este «mail», viendo este «post», esto otro, consultando el periódico. Si ven que los padres están todo el día pegados al móvil, a la tablet, a la televisión, a las series, a las noticias, a los mensajes, van a hacer lo mismo porque quieren ser como nosotros. Por lo tanto, lo mejor que podemos hacer si queremos crear unos niños que en el futuro sean personas libres, creativas y felices, es revisar nuestros propios hábitos, porque estos hábitos que tenemos los adultos y la falta de tiempo que a veces hace que los apuntemos a tantas cosas o que le demos la tablet y le dices: «Mira, pues entretente con esto». Ahí está el origen de que estos niños se desconecten del «Ichigo-Ichie», de disfrutar el momento, que es natural en todos ellos.

16:15

Por lo tanto, quizás lo que tendríamos que hacer los adultos, los padres, es recuperar nuestro espíritu infantil. Hay una conferencia muy bonita que quedó grabada en YouTube y que, junto con el discurso de Stanford de Steve Jobs, yo diría que es el segundo más visto, que se llama «La última lección», donde hay un profesor de la universidad Carnegie Mellon, Randy Pausch, que le habían diagnosticado un cáncer terminal ya, de muy pocos meses de vida. Entonces, él decidió dar una charla a todos los alumnos de su universidad para darles un mensaje que les sirviera para el resto de su vida. Y el título de la conferencia era «La importancia de recuperar los sueños infantiles». Entonces, yo siempre digo que cuando una persona va perdida en la vida, un adulto, y ya no sabe cuál es su «Ikigai», ya no sabe qué es lo que le gusta, qué quiere hacer con su vida, que vaya al pasado y que recuerde como niño qué sueños tenía, qué quería ser de mayor, qué le gustaba hacer, qué cosas dejó en el camino porque entró en esta vía estrecha de los currículums, la educación, los objetivos. Entonces, si volvemos a recordar cómo éramos de niños o si tenemos la suerte de tener personas que son testigos de nuestra infancia, pues ahí podemos recuperar una esencia que nos puede devolver ese espíritu espontáneo que quizás hayamos perdido ahora.

17:43
Silvia Ávila. Es como retomar un poco nuestro «Ikigai» de referencia o inicial.

17:47
Francesc Miralles. Exacto. O sea, porque de hecho, los niños, si crecen en circunstancias mínimamente saludables, ya son felices, y conectados, y creativos, y saben vivir el momento. El problema es que vamos acumulando toda una serie de compromisos, obligaciones y presiones que quizás, en cierto momento de la vida, lo que habrá que hacer es desaprender y decir: «Bueno, ¿cómo puedo recuperar un poco de mi alma de niño?». Y de hecho, las personas que admiramos, grandes artistas como Dalí, como Picasso, como Miró, pintaban como niños porque nunca habían perdido ese alma de curiosidad, de explorar, de ser un poco gamberro, de provocar la realidad y de provocar a la gente de tu alrededor, que es lo que hacen los niños constantemente, ¿no?, que nos están desafiando. Y los adultos muy creativos, incluso los que hacen presentaciones de nuevos productos, también tienen ese sentido lúdico de juego, de no dar las cosas por hechas, de usar el pensamiento lateral, que es el pensamiento no lógico, que sueltas un disparate y quizás en ese disparate que hace reír a todo el mundo, hay una gran verdad que va a mostrar un camino nuevo. Por lo tanto, ser niños en el aspecto creativo de la vida nos puede aportar muchísimo a nosotros y a los demás.

19:07
Silvia Ávila. Y, durante toda tu investigación para conocer y dar a conocer el «Ikigai», seguro que conociste a personas e historias apasionantes. Cuéntanos qué aprendiste de los ancianos centenarios japoneses y, ¿cuál era su filosofía? ¿Cuál era su forma de vida?

19:28
Francesc Miralles. Fue fascinante conocer a los ancianos de Ogimi, que de hecho es un pueblo que por el hecho de estar en el récord Guinnes de longevidad, en el puesto número uno, ya se conoce como la aldea de los centenarios. Entonces, cuando fuimos allí con la intención de entrevistar a los cien más ancianos, nos dijeron: «Al profesor de tenis no lo entrevistéis, que tiene solo setenta y ocho», y ese es el que entrena todo el pueblo, era un señor que corría mucho más que Héctor y que yo, pero un montón. Entonces nos dimos cuenta, claro, has de pensar que es un pueblo rural, agrícola, que podría hacernos pensar, por ejemplo, en la costa valenciana, porque cultivan muchos cítricos, hay algunos cítricos que solo son de allí. Entonces, la vida allí es, vista por alguien de ciudad, muy rutinaria. Aparentemente siempre hacen lo mismo, se levantan con el sol, cultivan su huerto, hacen sus ejercicios de «radio taiso», que son como una tabla de ejercicios que antes era por la radio solo y hoy en día también lo siguen por la televisión…

20:32
Silvia Ávila. Parecido al taichí.

20:33
Francesc Miralles. Sí, un poquito, un poco más activo. Luego se encuentran con los amigos para celebrar, para comer, para cantar, etcétera. Entonces, cada día es igual al anterior y dices: «¿Es aburrido?», pues no. Para ellos es maravilloso tener el privilegio, cada día, de poder hacer lo mismo. Hay una cita de Milan Kundera que dice que la felicidad es el deseo de repetir. Entonces, cuando a ti te gusta la vida que haces, cuando tú estás en paz con tus rutinas porque sabes que estás cuidando tu cuerpo, cuidando tu mente, cuidando a tus vecinos… quieres vivir mil años de esta forma. Entonces, lo primero que aprendimos de los ancianos japoneses fue que una vida simple no tiene por qué ser una vida pobre, ni una vida vacía, ni una vida poco interesante, sino que quizás la profundidad de la existencia se comprende con ese tipo de actividades muy sencillas. Y de hecho, si algún día ingresamos en un monasterio zen, lo que nos va a decir el Roshi, el maestro, es: «Medita mientras peles o laves una patata, como si fuera lo más importante del mundo». Por lo tanto, ellos hacen cada una de las cosas que hacen con enorme amor, dedicación y «mindfulness», como diríamos hoy en día. Entonces nos dimos cuenta de que eran muy alegres, muy energéticos y muy optimistas, porque siempre están ocupados y siempre están en comunión con los demás. Es una vida muy gregaria y eso les da muchísima energía, mucha confianza y mucha seguridad.

Dos palabras japonesas para vivir mejor. Francesc Miralles, escritor
22:06
Silvia Ávila. Y de todas las conversaciones que mantuviste con los ancianos es de donde extraes las diez leyes del «Ikigai».

22:12
Francesc Miralles. Sí. Mira, la primera, justamente sería: «Mantente activo, no te retires», porque ya en sí el pueblo japonés es un pueblo muy proactivo, en el sentido que aunque se jubilen de su trabajo oficial, de alguien que puede trabajar en un banco, en una tienda, en una escuela, ellos ya tienen pensado cuál será su siguiente vida y no les gusta estar parados en casa o jugando a las cartas todo el día, sino que ya se buscan una nueva tarea, una nueva vida, un nuevo «Ikigai», para ellos sentirse útiles para la comunidad. Yo, lo que he comprobado trabajando con adolescentes y trabajando con personas que estaban en momentos de apatía en su vida, es que la depresión, la falta de autoestima, viene cuando te sientes inútil, cuando sientes que da igual que tú estés en el mundo o no, que no marca ninguna diferencia que tú estés aquí. Por lo tanto, el primer secreto, la primera ley que nosotros aprendimos de estos ancianos fantásticos, es mantente siempre activo, no te retires porque eso te mantiene conectado a la vida. En el momento en que dejas de hacer lo que te gusta, en que te apartas del primer plano de la vida, pues ya estás en la antesala de la muerte. La segunda ley o principio sería: «Tómatelo con calma». Claro, en este pueblo, igual que sucedería en un pueblo del centro de España, rural, pues aún la vida es muy analógica. Aún tienes esa vida tan dinámica y natural de nuestros abuelos de ir a la casa del otro, si llamas a alguien llamas por teléfono de cable aún, ¿no? Entonces, no tienen estrés tecnológico, que eso es superimportante para tener paz mental. Entonces, viven en calma porque están en armonía con la naturaleza y no tienen que contestar a quinientos mensajes por hora, como hacemos nosotros. Por lo tanto, es un tipo de vida lenta y, al mismo tiempo, muy activa.

24:02

El tercer principio es: «No comas hasta llenarte». Es una ley que es común no solo de Okinawa, sino en todo Japón, que dicen: «Tienes que llenarte hasta aquí, no hasta aquí». Porque, ¿qué sucede?, sobre todo en los países mediterráneos que nos gusta mucho comer, y estar en la mesa, y celebrar, pues a veces comemos mucho más o un poco más del hambre que tenemos y eso lo que hace es que obliga al sistema digestivo a trabajar a mucha más intensidad. Es como si tuviéramos un coche que siempre fuéramos a ciento cuarenta por hora, forzando las posibilidades del motor.

24:42
Silvia Ávila. De hecho, nos solemos encontrar mejor cuando no nos llenamos tanto que cuando nos saturamos.

24:46
Francesc Miralles. La ley del ochenta por ciento, como también lo llaman, es que ellos comen siempre un poquito menos del hambre que tienen. Por ejemplo, si les ponen cinco platitos sobre la mesa, que de hecho la cocina japonesa ya se reparte en pequeños platos para que visualmente pienses que comes más, pero en realidad estás comiendo menos, pues si se comerían cinco, comen cuatro y se reservan un poco de hambre para la comida o si es en la comida, para la cena, con lo cual eso les da una ligereza, funciona mejor su sistema digestivo, se oxidan menos las células y tienen más energía para hacer sus cosas sin tampoco pasar hambre, pero nunca llegar al punto de atiborrarte. Esta sería la tercera ley. Luego la cuarta ley o principio: «Cuida de tus amigos», porque se ha comprobado que mantener relaciones fuertes más allá de la familia, porque puedes no tener familia según cómo haya ido tu vida, con las personas de tu entorno, te procura un sentimiento de pertenencia, de seguridad, de amor, de sentido también, porque si tú tienes algo importante que has hecho hoy o, por ejemplo, has recogido en tu huerto, pues una verdura majísima y no tienes con quién compartirla, no tienes quien invitar a comer, o has tenido un sueño y quieres contarlo a alguien, es muy importante cuidar los amigos a lo largo de la vida. Ellos lo hacen de manera muy consciente. No hay día en que no se sienten juntos a comer, a cenar, a celebrar. Siempre están celebrando cumpleaños de hecho, y los amigos son una red de protección que si los cuidas, da igual la adversidad a la que tengas que enfrentarte nunca vas a caer del todo porque te van a sostener emocionalmente.

26:32

La quinta ley sería: «Entrénate para tu próximo cumpleaños». Algo que nos sorprendió muchísimo del mundo de Ogimi, de Okinawa, de Japón, en general, es hasta qué punto les hace ilusión cumplir años a la gente de allí. En nuestra cultura, a veces, a partir de cierta edad, hay quien se ofende si le preguntas qué edad tienen, te dicen: «Esto no se pregunta».

26:54
Silvia Ávila. Ya no nos hace tanta gracia.

26:54
Francesc Miralles. Pero yo me remito a un dicho irlandés que me gustó mucho el día que lo leí que dice: «Nadie tiene derecho a quejarse porque está envejeciendo, porque a muchos les ha sido negado este privilegio».

27:08
Silvia Ávila. Totalmente.

27:08
Francesc Miralles. Entonces, para un japonés, sobre todo, llegar a los cien años es un hito en su vida, es como doctorarse en el arte de vivir. Y, de hecho, el gobierno japonés les entrega un diploma que ellos enseñan de manera muy feliz y con muchísimo orgullo a todo el pueblo. En el mes de enero volvimos a Ogimi con National Geographic y fuimos a visitar a un señor de ciento ocho años que aún estaba plenamente activo, regando el jardín y todo. Él nos enseñaba su diploma de cuando había cumplido cien años, porque él vive con su hijo, un hijo jovencito que debe tener ochenta y cinco ahora mismo.

27:47
Silvia Ávila. Un chavalín.

27:47
Francesc Miralles. Y su hijo le hizo prometer que el día que cumpliera cien años sería el último día que iría en moto, porque este hombre tenía el «Ikigai» de ir en moto por todo el pueblo y le conocían como el viejo de la moto. Entonces, a los cien años, cuando recibió su diploma, fue con la moto enseñando el diploma por todo Ogimi, luego ya la guardó en el garaje y ahí se quedó. Por lo tanto, entrenarte para tu próximo cumpleaños es una celebración de la vida y ellos, a medida que se hacen más mayores, les hace más ilusión cumplir un año más. Por lo tanto, cuidan más su cuerpo, cuidan más su alimentación, sus relaciones, sus hábitos, las horas de sueño, todo lo que un buen médico nos diría. Luego, sonreír. Esta sería la sexta ley del «Ikigai», que es algo muy propio de Okinawa, porque si viajamos a Tokio, Kioto, Osaka, las grandes ciudades que se conocen de Japón, poca gente veremos sonriendo. Tampoco quiere decir que estén tristes, simplemente están estresados. La gente va de un lado para otro, trabaja muchísimas horas, hay mucha competición ya desde las escuelas. Los niños hacen mil extraescolares porque quieren ir a los mejores institutos que les llevarán a las mejores universidades que te captarán para la mejor empresa.

29:01

Entonces, lo que vemos en un metro o en un autobús, en la calle, en una gran ciudad japonesa, es mucha tensión. En cambio, en Okinawa la gente es muy risueña, sonríen y hacen bromas todo el tiempo. Y eso fue interesante porque hay que ver un poco la historia de Okinawa, que es… primero, es la prefectura más pobre de todo Japón. Tiene un nivel de vida muy inferior a lo que es Tokio, por ejemplo. Entonces, cuando tú llegas ya al aeropuerto y entras en la ciudad de Naha, te das cuenta que es como retroceder cuarenta años en el tiempo, ¿no? Y fueron los que más sufrieron en la guerra, porque la batalla de Okinawa que fue por tierra, en la Segunda Guerra Mundial, tuvo una mortandad brutal. Y curiosamente, habiendo sufrido todo esto, hoy en día es un lugar donde viven muchísimos americanos que han ido Okinawa. Quizás algunos fueron por el surf porque es un lugar muy famoso por sus playas, pero se han casado con personas de allí, han aprendido el japonés, son más defensores de la cultura autóctona que los mismos okinawenses y un americano que conocí allí cuando estábamos rodando con National me dijo: «He leído vuestro libro y me encanta, pero os habéis olvidado de poner una cosa, que un ingrediente esencial para la longevidad que tienen los okinawenses es la cultura del perdón», dice: «Ellos saben perdonar».

30:28

Entonces, ellos han olvidado totalmente lo que han hecho los padres, los abuelos de los que están aquí y los tratan como a vecinos, los tratan como a amigos. Y no, los okinawenses no son de tener rencillas, de guardar rencores, de tener una lista de agravios, sino que pasan página y saben perdonar. Eso sería una base para poder sonreír y para poder celebrar la vida. La séptima ley del «Ikigai» sería: «Conecta con la naturaleza», que los japoneses tienen una palabra muy bonita para esto que se llama «shinrin yoku», que son los baños de bosque, y que hay muchísimos estudios hechos por equipos médicos, por universidades, por sociólogos, de qué pasa cuando la gente que somos urbanitas dedicamos al menos un día por semana a ir al campo, a ir a bosques potentes de estos con árboles centenarios. Entonces estos baños de bosque que se llaman «shinrin yoku», se ha estudiado que las personas que dedican al menos cuatro o cinco horas a la semana a pasear por el bosque, pues hay beneficios inmediatos para la salud en la tensión arterial, cosas psicológicas como el estrés, como la ansiedad, dormir mejor. Incluso se ha comprobado en estudios médicos que aumentamos las células anticáncer, las «natural killers», que se llaman, con lo cual ir a la naturaleza aunque sea una vez por semana sería otro requisito, otro consejo, para tener una vida larga y energética, de hecho, las mutuas médicas en Japón, que están muy organizadas y que trabajan con empresas, han empezado a fletar autobuses para llevar a sus trabajadores, al menos han empezado yendo una vez al mes, a bosques para que pasen todo el día allí porque han descubierto que les sale más a cuenta eso que pagar bajas laborales, pagar tratamientos médicos, etcétera.

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La octava llave o principio del «Ikigai» sería dar las gracias. Hay personas que siempre se están quejando, que siempre se están lamentando, que siempre están criticando, acusando y viendo el lado sombrío de la realidad. Hay personas que tienen la gratitud incorporada en su vida y eso les ayuda a vivir mucho mejor. Y es una pena tener que darnos cuenta de lo que tenemos cuando lo perdemos: cuando un gran amigo se va, cuando la salud que hasta ahora la habíamos mantenido de repente empieza a flaquear, entonces echamos de menos aquello que podíamos hacer. Tengo una amiga escritora que me dice: «Yo cada noche grabo todo lo que hay en el ordenador, porque cuando lo apago nadie me dice que eso se vuelva a encender». Yo digo: «Lo mismo sucede con un cuerpo humano». Cuánta gente se ha ido a dormir y a mitad de la noche le ha pasado algo, ha tenido alguna condición médica determinada y ya no ha seguido. Por lo tanto, gratitud para vivir este día. Y al final de la jornada quizás la gratitud de decir: «Bueno, dentro de todo lo que ha pasado hoy qué dos, tres hitos puedo destacar aquí», incluso si no eres muy dado al pensamiento positivo, pues puedes apuntar tres cosas de hoy que te han hecho feliz. Pues eso puede ser algo tan sencillo como una llamada con un amigo, que has leído un capítulo de un libro que te ha gustado, que te ha inspirado y te ha hecho pensar en algo diferente, que has iniciado un plan y que por fin vas a viajar a aquel lugar que te hace ilusión. Porque pensar en futuro a veces también es una manera de alimentar la ilusión de la vida.

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Silvia Ávila. Es estimulante.

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Francesc Miralles. Es estimulante, sí. Por lo tanto, dar las gracias es un gran antídoto a la negatividad. Todo el mundo, incluso en las peores condiciones, tienen cosas por las que agradecer. La novena ley del «Ikigai» es vive el momento, que es algo muy sencillo de decir, que nos suena obvio, pero es difícil de hacer porque la mente humana tiende mucho a proyectarse al pasado y al futuro. Al pasado, porque siempre, o a menudo, pensamos en clave de pérdida. En clave de cosas que deberían haber sucedido de otra manera, nos enfadamos con personas porque nos gustaría que nos hubieran tratado de determinado modo. Y entonces decimos esta dichosa frase de: «Yo en su lugar habría hecho…», que es imposible, porque cada cual se encuentra en un lugar diferente. Yo siempre digo que la evolución de una persona es como una diagonal que partiera ahora este espacio, y hay personas que en su momento evolutivo están aquí abajo y reaccionan desde allí. Otros están aquí en el medio, otros están aquí arriba y cada cual según su experiencia, según su familia, según lo que les ha tocado vivir, según cómo han nacido también, hay personas que son naturalmente más empáticas que otras, pues van reaccionando como pueden. Cada cual, aunque cueste de creer, hace lo mejor que puede con su vida.

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Entonces, intentar evitar… usando un lenguaje del mundo de las publicaciones, el pasado es absurdo porque lo que sucedió ya no se puede cambiar, como mucho podemos comprenderlo y extraer alguna lección. Tampoco sirve mucho proyectarse al futuro, porque lo que se ha demostrado con las situaciones que hemos vivido sanitaria, económica, etcétera, es que nadie había previsto lo que pasaría con el coronavirus. Hablábamos de cambio climático, hablábamos de sobrepoblación, hablábamos de muchas otras cosas, menos esta. Con lo cual, cuando el ser humano hace pronósticos no suele suceder lo que pronostica. A veces sucede algo peor y el futuro es un campo que es imposible de definir, porque lo estamos haciendo todos y cada uno de nosotros, sumados desde el presente justamente, y el presente es dónde estamos tú y yo aquí, ahora. Por lo tanto, las personas que son sabias en su arte de vivir lo apuestan todo en el momento presente, en lo que están haciendo, en lo que están hablando. Si tienes tu huerto, pues estas cuidando ese huerto, haciendo aquello como si nada más existiera. Si lees un libro, lo lees como si el mundo fuera a derrumbarse después de cada página, ¿no? Con lo cual, si somos capaces de vivir con frugalidad, de vivir al día, al momento, pues será mucho más fácil que estemos satisfechos y que queramos sumar muchos más días a todo esto que si nos estamos siempre angustiado por el futuro o lamentando por cosas del pasado que no nos gustaron.

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Y la décima ley del «Ikigai», es muy simple porque dice: «Sigue tu Ikigai», ¿vale? Que el «Ikigai», la pasión, el talento, tu misión en la vida… creo que a partir de cierta edad todo el mundo intuye cuál puede ser la suya, a veces no, hay momentos en que se pierde de vista porque cambia la vida. Entonces nos suceden cosas, por ejemplo, un cambio de país, una separación sentimental que es fuerte, una enfermedad. Frida Kahlo, por ejemplo, descubre su «Ikigai», que es pintar, después de un gravísimo accidente de tranvía, creo, que la tiene postrada en una cama. Ahí empieza a dibujar y descubre que tiene un don para eso. Por lo tanto, una vez sepamos cuál es nuestro «Ikigai», nuestro propósito vital, yo diría que nuestra tarea como seres humanos es ponerlo en el centro como motor de nuestra vida, o como mínimo, si hemos de compartirlo con una actividad que no es nuestra pasión, pues darle un lugar importante para que cada día haya merecido la pena vivirlo porque hemos vivido nuestro «Ikigai». Entonces, yo creo que merece la pena seguir tu «Ikigai», aunque sea solo una afición, porque allí está contenida tu esencia como persona, lo que te hace diferente y único como ser humano.

Dos palabras japonesas para vivir mejor. Francesc Miralles, escritor
38:07
Silvia Ávila. A veces en la vida nos encontramos con situaciones difíciles que muchas veces son incluso imprevisibles. ¿Qué tipo de aprendizaje o qué aprendizajes fundamentales nos dirías que deberíamos extraer de estas situaciones imprevisibles como, por ejemplo, la que estamos viviendo actualmente?

38:26
Francesc Miralles. Las situaciones de gran dificultad son siempre las de gran aprendizaje. Lo que realmente nos pone a prueba y nos enseña algo es cuando salimos de la zona de confort y cualquier gran descubrimiento se ha hecho a partir de la dificultad siempre. Siempre se cita a Edison y sus famosos mil filamentos para conseguir encender la bombilla, pero, por ejemplo, al mismo Edison le pasaron muchísimas cosas más. Cuando ya tenía su negocio en marcha, se le quemó el taller con todas las máquinas que tenía que entregar y él lo celebró. Fue a buscar a su mujer y a su hijo y dijo: «Mira, quiero que vengáis aquí, primero porque nunca veréis un incendio como este. Y segundo, porque con este incendio se queman todos nuestros errores». Con lo cual, los momentos como este son de dolor, lógicamente, son de pérdida porque se pierde una comodidad, hay quien pierde un estatus económico, se pierden familiares, si tenemos esa desgracia, pero también son momentos de profunda reflexión. Hay un proverbio indio que dice que uno solo tiene aquello que no puede perder en un naufragio. Entonces, cuando estamos en medio del caos, ¿qué es lo que no puedes perder? Pues tu esencia como persona, tu propósito vital, tus prioridades en la vida, el amor que procesas a los otros, ¿no?

39:46

Con lo cual, este es un momento de gran aprendizaje. Y la gran duda es: una vez vuelva todo a la normalidad, ¿habremos aprendido o quedará como algo del pasado? Entonces, yo creo que aquí habrá una criba entre personas que se habrán transformado profundamente y que dirán: «Por aquí ya no paso más», porque en estos confinamientos y todo lo que venía después ha habido conquistas también. Personas que jamás tenían tiempo, han empezado a tener tiempo de leer, de estar con sus hijos, algunos han conocido a sus hijos. Otras han descubierto que, en realidad, el mundo del que venían y aquello que hacían de manera tan maquinal, siguiendo la inercia, no les gustaba tanto y no lo echan de menos y, por lo tanto, se plantean hacer un cambio arriesgado. Entonces, claro, todo gran aprendizaje supone un riesgo, supone una salida de la zona de control, de la zona de confort, y eso Joe Dispenza, que es un autor de libros sobre las creencias, recuerdo que un día tomando una paella en Barcelona, decía: «Cada vez que te encuentras en una situación difícil o que vas a emprender algo totalmente nuevo, es como tirarte a un río helado», me decía, ¿no?: «porque cuando tú te tires al río del cambio te van a pasar dos cosas, van a haber dos peligros que pueden poner en jaque aquello que tú quieres hacer.

41:11

El primero, es que la gente que se ha quedado en la orilla te va a gritar: ‘¿Adónde vas, loco?’, porque para ellos también es mucho más cómodo que tú sigas siempre en el lugar donde estabas, porque si tú cambias y tu entorno no cambia, los pones un poco en evidencia y ya no se sienten tan a gusto. Quizás aquí ven a alguien que está creciendo y el otro que está anquilosado, pues es una comparación que no gusta. Y luego, el segundo enemigo eres tú mismo, que te puede pasar al llegar a la mitad del río que digas: ‘El agua está helada, voy a volver donde estaba'». Entonces, Dispenza sobre esto decía: «Tú, cuando te encuentres cruzando el río del cambio, sigue nadando. Vete a la otra orilla y ahí vemos si estamos mejor o peor que antes».

41:54
Silvia Ávila. Y estamos en tiempo de cambio, lo cual nos estresa bastante. ¿Cómo podemos sobrellevar mejor estos cambios?

42:06
Francesc Miralles. Bueno, los cambios son inherentes a la vida y, de hecho, nuestro cuerpo está cambiando ya desde el momento en que nacemos. Y también cambia todo nuestro entorno, aunque a veces somos más conscientes, como ahora. Yo te diría que para el cambio hay dos estrategias, básicamente, y las dos que yo conozco son de las empresas japonesas y nos pueden servir para nuestra vida cotidiana. Uno es el llamado «Kaizen», que es lo que se aplicó en la fábrica Toyota en su momento para conseguir tener los coches con menos fallos del mundo, que es un pequeño paso cada día en la misma dirección, logra mucho más progreso que un enorme esfuerzo en el cual nos vaciamos. Por lo tanto, si tú cada día haces algo por ese plan, por ese sueño, por ese cambio que tú quieres ver en el mundo y en ti mismo, eso tiene muchísimo poder porque es acumulativo, ¿no?, y eso sería el «Kaizen». Y el otro, que es más curioso y menos conocido, es lo que con Héctor llamamos el «efecto Shinkansen». El «Shinkansen» es el tren bala. ¿Y cómo se descubrió el tren bala? Es interesante porque fue un momento en el que no se necesitaba un cambio acumulativo, sino un cambio radical. Hay momentos en la vida, por ejemplo, cuando te encuentras que todo lo que había sido tu existencia hasta entonces ha terminado porque ya no te gusta lo que haces, porque las personas que te acompañaban ya no están. Y eso es lo que sucedió en las Olimpiadas primeras de Tokio, en Japón, que ellos se encontraron en que para poder mover a todos los periodistas y a los deportistas entre las diferentes sedes, el tren no era lo suficientemente rápido porque en aquel momento el tren más rápido iba a 100 o 110 kilómetros por hora, y ellos calcularon que con la orografía de Japón y los diferentes lugares donde se iban a hacer las pruebas, eso iba a ser un fracaso.

43:49

Con lo cual, se convocó una reunión entre el Gobierno y los ingenieros de JR, que es Japan Railways, para ver cómo se podía mejorar eso. Los ingenieros pensaron que les pedirían un diez por ciento de mejora, un tren que fuera a ciento diez o ciento veinte por hora. Y cuál fue su sorpresa cuando les dijeron: «Necesitamos un tren que vaya a doscientos kilómetros por hora». O sea, sería el tren bala. Claro, ellos quedaron en shock y dijeron: «Bueno, una propuesta de este tipo no es una mejora. Esto es un cambio radical que hay que repensarlo todo». Pidieron un tiempo para hacer sus diseños, sus planes y sus conclusiones, y cuando regresaron dijeron: «Si nos hubieran dicho un tren que vaya a ciento diez por hora, habríamos propuesto mejoras en la potencia del motor, etcétera, pero cuando hablamos de un tren que va a doscientos kilómetros por hora, hablamos de otro concepto de tren y hay que repensar el objeto en sí. El vehículo en sí. Por lo tanto, las vías no podrán ser como las que tenemos hoy en día, tendrán que ser más anchas y más altas porque si no descarrilaría, los materiales con los que se fabrica el tren ya no pueden ser los mismos porque pesaría demasiado, vamos a utilizar el aluminio o materiales muy ligeros. La forma que conocemos como tren, que en ese momento eran como cajas, un poco, ¿no?, no nos sirven porque tiene demasiada resistencia contra el aire, tendrá que tener forma de pájaro.

Dos palabras japonesas para vivir mejor. Francesc Miralles, escritor
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Y así fue como surgió el tren bala que luego se imitó en todo el mundo, en Alemania, en Francia, en otros países… Y cuando llegaron las Olimpiadas de Japón, aquellas primeras olimpiadas de la era moderna allí, pues los periodistas y todos los participantes se sorprendieron yendo en un tren que al mismo tiempo no era un tren, e iba a doscientos por hora y fue como el asombro del mundo entero. Eso sucede en nuestra vida, cuando podemos tener una pequeña crisis que nos obliga a hacer un cambio «Kaizen», un cambio incremental, pero hay momentos en los que hay que hacer borrón y cuenta nueva, donde ya nada de lo que teníamos nos sirve y donde no hay donde agarrarse. Eso es una mala noticia y es una buena noticia en el sentido de que te libera de todo lo que has sido. De la misma manera que estos ingenieros se liberaron de la idea antigua de tren, pues puedes decir: «Bueno, si yo no hubiera sido todo lo que soy y no hubiera vivido todo lo que he vivido, ¿qué es lo que querría ser a partir de ahora?». Y en ese «a partir de ahora» y en decidir lo que vas a hacer en el resto de tu vida, pues ahí está toda tu libertad.

46:21
Silvia Ávila. Muy bien. Muchísimas gracias, Francesc, por habernos inspirado y por haber compartido con nosotros este espacio que ha sido todo un placer.

46:28
Francesc Miralles. Muchas gracias a ti, me he sentido muy a gusto. Ha sido muy agradable, ha sido realmente una conversación «Ichigo-Ichie», que la voy a recordar por los tiempos de los tiempos.

46:38
Silvia Ávila. Igualmente.

46:40
Francesc Miralles. Encantado.