“Debemos repensar nuestra relación con el planeta y con el resto de las especies”
Jeremy Rifkin
“Debemos repensar nuestra relación con el planeta y con el resto de las especies”
Jeremy Rifkin
Sociólogo y economista
Creando oportunidades
La resiliencia, una clave importante para nuestro futuro
Jeremy Rifkin Sociólogo y economista
Jeremy Rifkin
“Nos enfrentamos a la sexta extinción masiva del planeta y ni siquiera ocupa titulares”, alerta el sociólogo y economista Jeremy Rifkin. Estudioso de la economía colaborativa y del impacto de la tecnología en la sociedad, la llamada de atención de Rifkin adjunta un elogio a las nuevas generaciones: “Es la primera vez que una generación al completo, los millenials y la generación Z, sale a las calles y se identifica como especie en peligro de extinción y ve al resto de seres vivos como parte de esa familia revolucionaria”.
Arquitecto de la teoría de la Tercera Revolución Industrial, en la que analiza minuciosamente el impacto económico, ambiental, social y cultural de las nuevas tecnologías en la economía mundial, Rifkin es uno de los divulgadores contemporáneos más influyentes. Licenciado en Economía en la Wharton School de la Universidad de Pensilvania, donde actualmente es docente, y en Asuntos Internacionales en la Fletchen School of Law and Diplomacy de la Tufts University, Jeremy Rifkin es también fundador y presidente de la Fundación para el estudio de Tendencias Económicas y ha ejercido de asesor y consejero para multitud de gobiernos así como para el Parlamento Europeo en materias de medio ambiente, tecnología y seguridad energética.
Autor prolífico, destacan sus obras ‘La Tercera Revolución Industrial’, ‘La civilización empática’ o ‘El Green New Deal global’. En su último trabajo, ‘La era de la resiliencia’, analiza las transformaciones sociales y económicas que debemos acoger para asegurar nuestra supervivencia en la Tierra.
Transcripción
Lo que ha sucedido en la era industrial es que hemos expulsado tantos gases de efecto invernadero a la atmósfera, el CO2, el metano o el óxido de nitrógeno, que están bloqueando el calor del Sol e impiden que salga de la Tierra. Lo que estamos viendo en tiempo real es un planeta que está cambiando radicalmente por el cambio climático. Por cada grado Celsius… Quiero que todos oigan esto. Por cada grado Celsius que aumenta en la temperatura de la Tierra, la atmósfera acumula un siete por ciento más de vapor de agua de la superficie porque el calor en la superficie está creando más evaporación y esta llega más rápidamente hacia las nubes. Más agua concentrada en las nubes. El número de catástrofes relacionadas con las precipitaciones aumenta exponencialmente. Le pondré un ejemplo. Los ríos atmosféricos de los que ahora se habla. Unos ríos atmosféricos enormes en invierno… Cuatro metros y medio de nieve en el sur de California durante meses este invierno. Eso es algo nunca visto, allí no suele haber nieve. Después de eso, meses de inundaciones. En primavera está habiendo inundaciones primaverales en todo el mundo. Se destruyen ecosistemas. Se pierden cosechas. Se pierden vidas humanas. Luego, en verano, tenemos sequías, olas de calor y tormentas ígneas que destruyen nuestros ecosistemas. En otoño nos encontramos con huracanes y tifones. Todo eso sucede por la hidrosfera. Tenemos… Tuvimos la soberbia de pensar durante los últimos 6.000 años, desde el comienzo de la civilización hidráulica, que podíamos hacernos dueños de toda la hidrosfera, de todo el agua del planeta, y controlarla con presas, ríos y embalses para el uso exclusivo de una sola especie. Ahora, la hidrosfera está volviendo a ser salvaje debido al cambio climático. Nuestros científicos nos dicen… Quiero que todos los jóvenes que pertenecen a la generación Z y los millenials oigan esto, pero sobre todo sus padres y abuelos. Nos encontramos en la sexta extinción masiva de este planeta. Eso ni siquiera ocupa titulares. Es el momento más importante y la noticia más importante desde que estamos aquí. Y recordad que somos la especie más joven. Somos unos bebés. Los Homo sapiens llevamos 200.000 o 250.000 años aquí. Nuestros científicos nos dicen que, probablemente, la generación que está naciendo ahora sea testigo de la extinción del 50 % o más de las especies clave. Nunca volveremos a verlas. Nunca volveremos a escucharlas.
Llevan aquí millones y millones de años. La última gran extinción fue hace 65 millones de años. Tenemos que entender que, por cada grado Celsius que aumente la temperatura, veremos estos sucesos con más frecuencia. La pregunta es cómo abordar esto. Es interesante ver la reacción de los jóvenes. De la generación Z y los millenials. Las manifestaciones de «Viernes por el futuro». Los jóvenes dejaron de ir a clase los viernes por la tarde y salieron a las calles. Millones. Semana tras semana. En 141 países. Pedían que se actuara frente a la emergencia climática. Lo interesante de estas protestas… Yo no lo comprendí hasta que estuve en Milán y me reuní con varios de estos jóvenes activistas. Entonces me di cuenta. Hemos tenido manifestaciones durante toda nuestra historia. A los humanos nos encanta manifestarnos. Nos manifestamos contra todo tipo de situaciones que necesitan nuestra acción. Esto es distinto. Es la primera vez que una generación al completo, los millenials y la generación Z, sale a las calles y se identifica como especie. Se identifican como una especie en peligro de extinción y ven al resto de seres vivos como parte de esa familia revolucionaria. Eso es extraordinario. El resto de divisiones sigue presente. Nuestras lealtades nacionales, nuestros vínculos religiosos, nuestros vínculos familiares, nuestros vínculos tribales… Pero han ido un paso más allá y han dicho que, por encima de todo eso, somos una misma especie. Eso me da esperanza. Lo segundo que me da esperanza, antes de entrar en detalle, es que durante mucho tiempo hemos pensado que podíamos dominar este planeta. Nuestra historia occidental se remonta al Génesis. Es nuestro primer archivo pseudohistórico, por así decirlo. En él, como todo joven estudiante recordará, Adán y Eva vivían en el jardín del Edén y el Señor les dijo: «No comáis la manzana del árbol del conocimiento del bien y del mal. Os expulsaré del jardín». Ellos no pudieron resistirse, comieron la manzana y él los expulsó del jardín, pero el Señor le dijo a Adán: «Os daré algo porque ahora tendréis que vivir por vuestros propios medios. Ya no tenéis el paraíso. Haré que vosotros y vuestros herederos tengáis el dominio sobre todas las especies que habitan la Tierra. Tendréis el dominio sobre todo lo que hay en este planeta». Las religiones orientales eran muy distintas. Veían a los seres humanos en armonía con la naturaleza y parte de ella.
Hemos conservado este mandato durante miles de años, durante toda la era de las civilizaciones hidráulicas hasta la era industrial y la crisis que vivimos ahora. Hemos abocado a toda nuestra especie y al resto de especies a la extinción por la idea del dominio. Ahora creo que empezamos a darnos cuenta… Este es un gran cambio en nuestra percepción, como el que se produce cuando la generación Z se identifica como miembros de la misma especie. Empezamos a darnos cuenta de que este planeta es mucho más grande y más poderoso de lo que pensábamos cuando creíamos que nosotros lo dominábamos. Y de que nuestra especie es mucho más pequeña, menos relevante y nada necesaria para el planeta. Estos son los dos grandes cambios en nuestra percepción que suponen una buena noticia, porque nos hacen ver que el modelo en el que nos hemos basado ya no sirve. No nos basta con cambiar alguna cosa. En nuestra conversación de hoy no hablaremos de cambiar alguna cosa. Lo que nos ha llevado a esta crisis no son solo los combustibles fósiles que impiden que el calor del Sol salga del planeta. Es la manera en la que hemos concebido nuestra gobernanza. Cómo organizamos nuestra vida económica. Nuestra relación con la naturaleza. Nuestro enfoque científico. Cómo educamos a nuestros hijos. Incluso cómo nos vemos a nosotros mismos. Las categorías básicas que hemos utilizado basándonos en el dominio de este planeta nos han llevado hacia la extinción. El problema es que las ideas en las que nos basamos para intentar solucionar esta crisis son las mismas que la originaron. No me importa que sea el Banco Mundial, Naciones Unidas, la OCDE o el FMI. Necesitamos una nueva estrategia. Y «La era de la resiliencia»… Durante estos nueve años intenté pensar cómo sería una nueva estrategia, no en la teoría, sino en la práctica. Porque lo que catalogo y narro en el libro es todo el trabajo que hemos realizado y que otros han realizado en Europa, en China, en Estados Unidos y en otras zonas del mundo para explicar que hay una nueva manera de aclarar nuestras dudas y de forjar un nuevo futuro.
“El modelo de eficiencia en el que nos hemos basado ya no sirve”
Cambian nuestra orientación temporal-espacial. Cambian nuestras nociones de gobierno, nuestra manera de organizar la economía, nuestra vida social, etc. Es importante que la gente oiga esto. Porque se piensa que la infraestructura son solo las carreteras por las que circulamos o los puentes. No. Los gobiernos no crean infraestructuras. Estas infraestructuras que se dan por la unión casual de nuevos hitos tecnológicos determinan los tipos de gobierno que pueden funcionar dentro de ellas. Hay margen de maniobra, pero no podemos escaparnos de ellas. Ocurre lo mismo con la orientación temporal-espacial, con el modo en el que organizamos nuestra vida económica, etc. Por ejemplo, todos los organismos operan del mismo modo. Todas las células de todos los organismos necesitan una manera de comunicarse, una fuente de energía para seguir vivas, algo de motilidad o movilidad para manejarse y agua. No es tan complicado. Nuestros organismos sociales son infraestructuras que nos permiten unirnos de modos mucho más complejos. Antes me ha preguntado sobre la orientación temporal-espacial. Veamos el concepto de eficiencia. Empecé a escribir sobre él hace 40 años. Creo que muy pocos le prestaron atención en aquella época porque se pensaba que la eficiencia era parte de la naturaleza. ¿Acaso no todas las especies intentan ser más eficientes? No. Este es un concepto completamente nuevo. Durante toda nuestra historia… Llevamos aquí… Los homínidos se desarrollaron hace unos 800.000 años. Los neandertales, hace 300.000 años. Nuestra especie, el Homo sapiens, hace 250.000 años. Tenemos mucha sangre neandertal y, si hiciéramos una prueba de ADN, veríamos mucho ADN común. Pero lo interesante es que, en toda nuestra historia, hicimos lo que hacía el resto de especies. Nos adaptamos temporalmente a los ritmos de la naturaleza. Cada organismo tiene un sinnúmero de relojes biológicos. Ahora mismo, dentro de mí hay relojes biológicos. En mi tejido, en mis órganos.
Y se adaptan en todo momento a los cambios que se producen cada hora en el metabolismo, a la rotación de la Tierra cada 24 horas, lo que se conoce como ritmo circadiano, o a los ritmos estacionales conforme rotamos, conforme este planeta gira alrededor del Sol. Así se adaptan todas las especies. Es la adaptación, no la eficiencia. Lo interesante es que, en la era moderna, empezamos a enamorarnos de la eficiencia. Empezó a aparecer con las civilizaciones hidráulicas, pero llegó a su culmen, y no quiero explayarme en esto, en la edad moderna. Y la eficiencia nos desconecta de la naturaleza. Se basa en las operaciones mecánicas de un sistema industrial. Cuando establecemos husos horarios en el mundo, por ejemplo, lo que hacemos es ajustar el planeta a nosotros en lugar de ajustarnos nosotros al planeta. La eficiencia consiste en extraer un volumen mayor del planeta. Eso significa extraer un volumen mayor de la hidrosfera, del agua. Extraer un volumen mayor de la litosfera, de la tierra, las plantas y los animales. De la atmósfera, del oxígeno. Y de la biosfera. Es extraer este volumen a una velocidad mayor y en unos intervalos cada vez más cortos para hacer crecer la opulencia de una sola especie de entre millones. La nuestra. Luego nos preguntamos por qué, siendo menos del uno por ciento de la biomasa terrestre, nuestra especie insignificante aprovecha el 24 % de toda la producción primaria neta de la Tierra y va camino de aprovechar el 44 % de esa producción primaria neta en 20 años, y no entendemos por qué se está produciendo esta extinción. La eficiencia es un valor extraño. No vemos eficiencia en la naturaleza. No existe. Lo que hay es adaptación basada en nuestros relojes biológicos. Y el gemelo de la eficiencia es la productividad. En la naturaleza no existe la productividad, sino la regeneratividad. En la naturaleza, no existe el crecimiento. Hay prosperidad en la naturaleza. Y la eficiencia… Verá, yo trabajo con la comunidad empresarial. Estudié Empresariales y Economía. En el mundo empresarial decimos que la eficiencia significa eliminar todo tipo de fricción. No queremos fricción. No queremos inventarios muy grandes. Producción sin desperdicios, para poder compartir parte de los beneficios con los inversores. Una logística sin desperdicios. No queremos muchos cambios en la logística para poder ofrecerles beneficios a los inversores. Una mano de obra no demasiado numerosa. Que no sea redundante. Pero la naturaleza prefiere la redundancia. La redundancia.
En lugar de escasez, hay que tener mucha redundancia. Hay que tener mucha diversidad. Si vemos cómo funciona todo en el mundo natural, del que formamos parte, y luego miramos cómo hemos organizado nuestro valor temporal, notaremos que no encajamos. También quiero hablar de nuestra orientación espacial. Durante la mayoría del tiempo que hemos pasado en este planeta, al igual que para el resto de especies, el espacio era la existencia animada en la que vivíamos y donde debíamos prosperar. La hidrosfera, la litosfera, la atmósfera y la biosfera. Nos pertenecía a todos. Eso no quería decir que no hubiera quien intentara arrebatarles la tierra a otros alguna vez, pero veíamos el agua y la tierra como algo comunitario. Eso empezó a cambiar hace mucho tiempo con las civilizaciones hidráulicas. Pero en la era preindustrial, John Locke , a quien leemos en el instituto, lo cambió todo. Dijo que la naturaleza era un desperdicio. Esas fueron sus palabras exactas. John Locke, el gran filósofo político. «La naturaleza es un desperdicio. Es pasiva. No hace nada hasta que añadimos el trabajo humano. Cuando lo añadimos, sacamos algo de ella, un valor, y se convierte en capital». Estaba completamente equivocado. Los fisiócratas, los primeros economistas de Francia, lo entendieron, pero fueron sustituidos por los británicos y los economistas escoceses. Los franceses decían: «Mirad, es la fotosíntesis la que crea la riqueza del planeta. Se llama producción primaria neta». Desaparecieron del mapa cuando pasamos de la era industrial agrícola a la era industrial industrial. Por eso, tenemos que reiniciarnos y transitar de la eficiencia a la adaptación. Y tenemos que empezar a comprender que el planeta está en movimiento. Este planeta se mueve por completo en cada momento. No es pasivo. La hidrosfera está cambiando constantemente. Las montañas están degradándose constantemente. La litosfera, la tierra, está cambiando constantemente. Es un flujo. Es una aventura muy complicada y muy emocionante que está evolucionando en el universo y nosotros no tenemos ni idea.
En torno a los dos o tres años, los niños empiezan a comprender que son individuos y, a los siete u ocho años, comprenden que la gente se muere. Ahí se vuelven verdaderamente conscientes de que la vida es valiosa. De que solo estamos aquí durante un momento. De que nuestra estancia es corta y la compartimos con el resto de humanos y, con suerte, con el resto de especies. Cuando empatizo con otro, estoy sintiendo de verdad su temor, su desesperanza o incluso su alegría. Lo siento en mi cuerpo. Sé que no es mío, pero lo siento como mío. Este es un valor extraordinario, pero puede potenciarse o hundirse dependiendo de nuestra cultura, de cómo nos criamos y de la sociedad en la que vivimos. La empatía es nuestro punto fuerte. Nos permite cooperar. Hay momentos en los que la empatía se expande. Por ejemplo, las sociedades de cazadores-recolectores tenían empatía, pero solo si había lazos familiares. Los miembros de otras tribus en el valle de al lado podían ser demonios. Cuando llegamos a las grandes civilizaciones hidráulicas, con sus grandes presas, diques y miles de personas en situaciones urbanas, se forman las grandes religiones. No es casualidad. Todas las grandes religiones axiales se formaron con el surgimiento de las grandes civilizaciones hidráulicas. En Mesopotamia. En el valle del Indo, en India. En el río Amarillo y en el Yangtsé, en China. En Mesoamérica. Esto sucedió porque, cuando se junta un gran número de personas sin lazos de sangre, ¿cómo se puede hacer que empaticen con los demás? Las grandes religiones fueron las figuras paternas. Por ejemplo, para un cristiano en la primera generación del imperio romano que hubiera venido del otro lado del imperio y se encontrara solo, sin lazos familiares y sin dioses locales, Jesucristo se convertiría en su figura paterna. La mayor figura empática de la historia. Por eso, cuando se encontraban dos cristianos con túnicas similares en las calles de Roma, se daban un beso en cada mejilla, algo que los europeos aún hacen. «Hola, hermano, hola, hermana». Y morirían por el otro. En los Estados nación de la edad moderna, la nueva figura paterna o materna era el Estado nación. Era una ficción. Cuando se creó Italia, el primer ministro de Piamonte dijo: «Ahora que hemos creado Italia, ¿cómo creamos italianos?». Porque había muchos grupos étnicos distintos. En Francia y en otros países, estas eran realidades ficticias, pero, poco a poco, gracias a las escuelas públicas, las celebraciones comunes y los calendarios en común, los franceses acabaron viéndose como una familia ficticia y todos morirían y darían su vida por los demás.
Ha habido momentos en los que la empatía se ha expandido y luego se ha destruido por completo. Ahora, estos jóvenes están llegando a una nueva fase de percepción empática. Es bastante extraordinario. Se identifican como una especie, ven al resto de especies como parte de su familia y están extendiendo la empatía hacia lo que llamamos percepción de biofilia. E. O. Wilson , el gran biólogo de Harvard, antes de fallecer escribió un libro sobre la biofilia. No fue el primero en hablar sobre ella, pero él afirmó que hay dos cosas que sabemos que se encuentran en el circuito neuronal de los seres humanos. Son el amor parental, que todos nuestros ancestros tenían, y la empatía, en nuestro circuito neuronal. Lo que pasa es que no ahondó en ello. Ahora, los jóvenes están empezando a sentir una relación de empatía, no solo entre ellos, sino con el resto de especies. Cuando vemos a una osa polar madre con un osezno polar sobre un casquete glaciar en el Ártico… Vimos esa imagen durante años, no pueden escapar del casquete de hielo, que se está derritiendo, y todos lloramos. Cuando sacaron a un koala de un árbol en llamas en Australia y vimos las pezuñas hace unos años, todos lloramos. Lo entendemos. Lo que tenemos que comprender es que Thomas Hobbes y el resto lo entendieron mal. No somos una criatura horrible que siempre vela por su propio interés. No. Eso puede pasar. Depende de la sociedad, pero nuestro circuito neuronal dice que ese no es un instinto básico. Es un instinto secundario. Por eso creo que los jóvenes están empezando a crear una percepción de biofilia. El problema es que el resto de tipos de percepción, aunque ya no van en aumento, siguen presentes. Van a defenderse porque quieren aferrarse a su noción de lo que es una comunidad.
26:26 Ahora mismo, mientras estoy hablando con usted, sigue habiendo guerras por ideologías. Hay guerras por religión ahora mismo por todo el mundo. Hay guerras tribales ahora mismo por todo el mundo en lugares donde estos tipos de percepción están amenazados. Y ahora los jóvenes dicen que somos una especie. Eso es un rayo de esperanza y una amenaza. Nada está garantizado. Depende de si nos encontramos en un momento de la historia en el que estamos preparados para unirnos como especie. Existe la posibilidad. La pregunta es si daremos la talla o si, cuando nos pongan a prueba, no seremos capaces de superar el desafío.
Cada vez que el agua de la hidrosfera entra en nuestro cuerpo en forma de moléculas… Hablamos del 60 % del cuerpo. Ese agua mantiene el metabolismo de cada célula. Luego, esas moléculas van a otra parte, no desaparecen. Todo el agua del planeta estuvo aquí desde el principio de los tiempos y seguirá hasta el final. No desaparece del planeta. Pero, además, los elementos de la litosfera entran en nuestro cuerpo constantemente. El fósforo de mis dientes vino de las montañas. El agua degradó esas montañas. El agua degrada las montañas hasta convertirlas en sedimentos y todos los elementos como el fósforo y el resto de metales del sedimento de la tierra van a las plantas y a los animales, llegan a mis dientes y, después, el fósforo va a otra parte. No desaparece. Nuestros cuerpos se mueven como una membrana semipermeable a cada momento. Es extraordinario. Luego, la cosa se pone aún más interesante. Los Institutos Nacionales de Salud nos dicen que no estamos solos en nuestro cuerpo. Hay millones de seres vivos en nuestro cuerpo que la ciencia está empezando a analizar ahora. Son los protistas, las arqueas, los hongos, las bacterias y los virus. Hay millones de ellos en este ecosistema, ¿y sabe qué? Los seres humanos solo suponemos el 44 % de todas las células de nuestro cuerpo. El 56 % restante de las células de nuestro cuerpo les pertenecen a esos otros seres vivos. Además, ¿creemos que nuestros genes son importantes? Solo tenemos 20.000 genes humanos en el cuerpo. Hay millones de otros genes que no nos pertenecen. Esta es una aventura impresionante. Estamos descubriendo que cada uno de nosotros es único y que, a la vez, somos un medio para que la hidrosfera, la litosfera, la atmósfera y la biosfera entren en nosotros en forma de átomos, moléculas, órganos y tejidos, y luego vayan a otra parte. Quizá a otro humano, quizá a otro animal o quizá a la tierra. Es un experimento increíble que realiza el universo. Esto es esperanzador, jóvenes. No tenemos que temer a la naturaleza porque somos naturaleza. No debemos escondernos en un mundo virtual, el metaverso, con miedo a salir. En Estados Unidos, las personas están el 90 % del día en espacios cerrados. Esto es así en la mayoría de países industrializados. Y, en la mayor parte del mundo, estamos frente a una pantalla siete horas al día. Ahora nos dan el metaverso. A ver, yo no tengo ningún problema con el mundo digital. Como sabe, la infraestructura de la Tercera Revolución Industrial es completamente digital, pero, cuando empezamos a escondernos y a tener miedo… El planeta está evolucionando de maneras muy extremas. Estaremos perdidos.
Debemos volver a aceptar el planeta. Debemos volver a aprender a adaptarnos al planeta. El problema al que nos enfrentamos es que, durante el 95 % de nuestra historia, nos hemos adaptado a la naturaleza como el resto de las especies. Hace 10.000 años, la última edad de hielo terminó. Empezamos a tener un clima agradable. Hacía buen tiempo. Era muy predecible. Así que nos asentamos. Abandonamos la vida nómada. Nos volvimos agricultores, luego pastores, después fundamos civilizaciones hidráulicas hasta llegar a la Revolución Industrial, la era del progreso y la extinción. Tenemos que empezar de cero. Este es el mayor reinicio de la historia. Ahora, en lugar de hacer que la naturaleza se adapte a nosotros, que es lo que nos ha llevado hasta aquí, tenemos que adaptarnos a la naturaleza. Si comprendemos el programa de los Institutos Nacionales de Salud, no cuesta mucho. Somos naturaleza. Somos un ecosistema. En lugar de intentar manipular al resto del planeta para nuestra propia opulencia, usemos nuestra fisiología para aprender, de una manera más sofisticada, cómo vivir en este planeta. No seremos cazadores-recolectores como antes. Somos demasiado sofisticados. Sin embargo, debemos cambiar nuestro enfoque científico. Nuestro enfoque científico es tan inmaduro que a veces me hace sonreír y a veces pienso: «Madre mía, ¿qué hemos hecho aquí?». ¿Recuerda a Francis Bacon (/Fráncis Béicon/) del instituto? Fue el fundador de la ciencia moderna y dijo: «El hombre no se hizo para la naturaleza. La naturaleza se hizo para el hombre». Fin de la cita. También dijo: «Cogeremos a esta meretriz común que es la tierra y haremos que tiemble hasta sus cimientos». Es el fundador de la ciencia moderna. La idea de la ciencia moderna era alejarnos de la naturaleza y volvernos observadores objetivos. Luego, usando la inducción y la deducción, sacar a la luz los secretos de la naturaleza para poder hacer de ellos un bien de consumo, poseerlos, extraerlos, utilizarlos y consumirlos. Toda la ciencia moderna se basa en la ciencia objetiva deductiva e inductiva. Hay que acabar con eso. Nos ha llevado a un período de extinción. Lo bueno es que hay un enfoque científico completamente nuevo que está empezando a cobrar fuerza en la comunidad científica y en la comunidad académica, y eso supone un gran paso adelante. Se trata del modelo de sistemas socioecológicos adaptables complejos. Suena muy complejo. Yo lo llamo CASES, por sus siglas en inglés. Estamos aprendiendo que nuestras disciplinas académicas están demasiado aisladas. Los químicos solo saben de química. Los físicos solo saben de física. Los economistas solo saben de economía. No hablan entre ellos. Pero el planeta es muy complejo. El planeta no es materia muerta y pasiva que hay que extraer. El planeta se mueve en todo momento. Permítame cambiar un poco de tema. Solemos pensar que el espacio consiste en estructuras, objetos y formas pasivas y atemporales que se pueden extraer, poseer y convertir en bienes de consumo. Pero hay un enfoque completamente distinto sobre la naturaleza que entiende que consiste en patrones y procesos. No son objetos y estructuras.
Todo se mueve en todo momento. No es real el concepto de un objeto en un momento. Alfred North Whitehead, el gran filósofo del siglo XX, lo entendió, al igual que dos personas más recientemente: Norbert Wiener, el creador de la cibernética, y Bertalanffy, de la teoría de los sistemas. Ambos dicen que todo es un proceso y un patrón que se mueve, evoluciona y cambia a cada momento en un planeta completamente vivo y animado. Nuestras antiguas sociedades de cazadores-recolectores entendían que la Tierra estaba viva. Eran animistas. Necesitamos ser animistas de un modo nuevo para entenderlo de manera sofisticada, así que las disciplinas académicas están empezando a eliminar fronteras. Los físicos trabajan con los antropólogos, que trabajan con los ecólogos, que trabajan con quienes hacen publicaciones. Así estamos empezando a entender que este mundo complejo requiere un enfoque sistémico multidisciplinario. Tenemos que comprender que el planeta está vivo, que consiste en patrones, procesos y flujos. Para adaptarnos a él, nuestras disciplinas deben poder trabajar juntas para anticiparnos y reaccionar a la naturaleza, que es parte de nosotros, en lugar de ser más rápidos que ella, tomarla y dominarla. Ese será nuestro reinicio. Tenemos que retroceder y entender la naturaleza de un modo más sofisticado. Ese es un nuevo enfoque científico, un nuevo enfoque de la vida académica, que nos hará bien y es un… Empecé a trabajar con un viejo amigo llamado Rusty Roy. Roy falleció hace años. Fue uno de los mejores científicos del país. Empezamos a estudiar esto en los años 70 y él creó el temario de la sociedad científico-tecnológica, el primer temario interdisciplinario. Ahora, las nuevas generaciones de académicos derriban los muros y ese enfoque de la academia debe ser clínico. No se puede aprender en un aula. Tenemos que aprender en el mundo natural. Tenemos que tener enseñanza clínica, aprender de manera práctica, para que los niños de Primaria no tengan una asignatura llamada Ecología, sino que tengan un marco ecológico para todas las asignaturas. Eso lo hacemos desde primero de Primaria. Alemania hace algo muy interesante. Tienen miles de escuelas bosque. En Estados Unidos, hay cientos. Durante la pandemia por el coronavirus, estas escuelas bosques ganaron popularidad porque los padres estaban desesperándose y sus hijos también. En esas escuelas bosque aceptan a niños de cuatro y cinco años, incluso de tres, y tienen un guía ecológico. Los 365 días del año, los sacan a la naturaleza. Da igual que llueva, que haga sol o que nieve. No hay refugios ni nada. Dejan que los niños exploren la vida. Es muy ilusionante. A los niños les encanta. Lo recuerdan durante toda su vida porque es… Ven la libertad en la inclusividad. Nuestra generación siempre ha visto la libertad en la exclusividad. En el derecho a ser autónomos, a que nadie nos someta, a ser dueños de nuestro destino siempre y cuando no perjudiquemos las oportunidades de los demás. Para las generaciones más jóvenes, la libertad en la exclusividad ha muerto porque todos están conectados en redes. Todos están conectados en redes. Los niños aprenden sobre redes. Entonces, de repente, salen a la naturaleza, ven un enjambre de abejas y pasan media hora mirándolo y pensando en él. Es ilusionante. Están creando percepción de biofilia. Los estudios sobre los sueños de los niños de cuatro, cinco y seis años, ¿sabes qué dicen que sueñan? Más del 60 % de los sueños son sobre animales. Animales pequeños. Se identifican con ellos. Tenemos a todos esos niños en las escuelas bosques y es ilusionante. Ese es el futuro. Hay que ampliar eso hasta la educación Primaria, la Secundaria, la Universidad, los másteres y la comunidad empresarial.
Lo hicimos durante diez años y crearon miles de proyectos. Con miles de personas involucradas. Miles de personas. Incluyeron a todas las cámaras de comercio en su plan para la Tercera Revolución Industrial. Y también sumaron a las universidades y los institutos. La Universidad Católica de Lille reunió a las otras 26 universidades. Empezaron a hacer la transición para que todas sus instalaciones fueran libres de emisiones. Introdujeron estudios interdisciplinarios y, después, incluyeron a los 230 institutos. La Universidad Católica de Lille tiene aprendizaje clínico. Todos los alumnos aprenden en equipos. En cada equipo, sus miembros deben enseñarse entre ellos. El profesor sigue haciendo de guía, pero ellos deben ser capaces de ayudarse porque el aprendizaje no es algo que se posee, sino algo que se comparte. La idea de que el conocimiento es poder es falsa. Francis Bacon, adiós. El conocimiento es la habilidad de tener experiencias de nuestra sociabilidad en el mundo. Así que hay aprendizaje en equipo. No han eliminado las notas, pero el equipo entero aprueba o suspende, y ahora tienen aprendizaje clínico. En Estados Unidos se llama «aprendizaje-servicio». Para empezar, tienen que salir a la calle y trabajar con el conocimiento de la comunidad. Trabajar con los ecosistemas dentro de ella. Si eso se puede hacer allí, en esa región… Y todo lo demás. Han creado parques tecnológicos, puestos de trabajo, empresas… No lo hicimos nosotros. Nosotros trabajamos con ellos. Lo hicieron ellos. Lo que estoy diciendo, y quiero que todos me escuchen, es que todas las regiones del mundo pueden hacerlo mañana por la mañana.
“La empatía es nuestro punto fuerte, nos permite cooperar”
Ese día, estuvimos hablando de la Tercera Revolución Industrial. Ya se está desarrollando rápidamente en la Unión Europea y le explicaré en qué consiste. La revolución en la comunicación es internet. Ya está en una fase muy avanzada. Hay 4.500 millones de personas conectadas que tienen, en la palma de la mano un pequeño smartphone con un ordenador más potente que el que llevó a los astronautas a la Luna. 4.500 millones. Ahora, esa revolución en la comunicación está confluyendo con un cambio energético. Hay millones y millones de personas que están produciendo su propia energía solar y eólica. Cuando escribí el libro «Entropía» en 1980, el primer libro que salió después de que la Academia Nacional de Ciencias avisara del cambio climático, y dije: «Debemos pasar a la energía solar. Ya lo estamos haciendo algunos», en esa época, un vatio de energía solar costaba 70 dólares. ¿Sabe cuánto cuesta a día de hoy? 33 céntimos. La energía solar y la eólica son las más baratas del mundo. Lo que ha pasado con las infraestructuras de la Tercera Revolución Industrial es que la revolución en la comunicación es internet y ahora estamos teniendo un internet de la energía. Hay millones de personas que están generando su propia energía solar y eólica. En sus hogares, sus despachos, sus barrios o sus granjas. En un período de 20 años, cientos de millones de personas. Estamos poniendo placas solares en la pintura y en el vidrio por todas partes. La energía solar y la eólica están en todas partes. Los combustibles fósiles están en muy pocos lugares, al igual que el uranio. Dentro de 25 o 30 años podremos compartir la energía solar y la eólica en un internet mundial, una red de la energía que ya está empezando. Usando los análisis y algoritmos del big data, podremos enviar energía solar y eólica a través de los océanos con cables que vayan bajo la superficie. Eso ya está empezando. Atravesarán todo el planeta y los husos horarios. Si hace sol en un huso horario, se almacena esa energía solar y se envía a otro huso horario. Si hay viento en esa parte del mundo durante la noche, se hace lo mismo para compartirlo. Energía solar y eólica compartida. Porque ninguna multinacional puede controlar todos los paisajes, ni ningún país. Ningún país ni ninguna empresa tiene la capacidad de capturar el sol y el viento de todo el mundo, así que estamos pasando a un internet de la energía, por así decirlo. Eso quiere decir que será una estructura distribuida. Tendremos infraestructuras a gran escala en granjas, pero todo el mundo tendrá energía solar y eólica. Pero eso nos obliga a compartir y une al mundo de un modo distinto. Luego, esos dos internets están confluyendo con un tercer internet, el internet de la movilidad y la logística. Los vehículos eléctricos y los de pilas de combustible. Usan la energía solar y eólica del internet de la energía. Cada vez serán más autónomos y funcionan gracias a los análisis y algoritmos del big data que estamos utilizando para gestionar la energía de todo el mundo y la comunicación. Los tres se unirán. Será un internet único. Y confluirán con un último internet que está empezando. Es muy incipiente. El internet del agua. El agua no es el problema. A la gente le cuesta entender esto. Se sorprenden de que haya inundaciones y, meses después, sequías. No ven la relación entre ambas. No nos estamos quedando sin agua. Quiero que todos escuchen esto. El agua que se encuentra en este planeta lleva aquí desde el principio y seguirá aquí hasta el final. El problema no es el agua. Es cuándo llega el agua, dónde y cuánta.
Durante 10.000 años hemos tenido un clima bastante predecible. Sabíamos que, cuando llegara el agua, cuando se derritiera la nieve, los campos se llenarían de agua y sería un buen momento para empezar a cultivar. Luego, en verano, habría menos agua y, cuando llegara el otoño, no habría nada de agua, pero ya tendríamos los cultivos. Y todo lo demás. Ahora, la hidrosfera está cambiando de idea. Por eso, estamos desarrollando un internet del agua. Estamos empezando a almacenar el agua cuando llega a nuestras casas. A nuestros tejados. A nuestra comunidad. En lo que llamamos ciudades esponja. Además, tendremos cisternas subterráneas. Eso está pasando ahora, cada vez más. Almacenaremos el agua allí y podremos moverla con el internet de la electricidad y las tuberías cuando nos haga falta. Para el consumo humano, para uso industrial e incluso esperamos que para el regadío. A eso se le suma la desalinización de los océanos. 340 millones de personas dependen de agua desalinizada. Tenemos todos estos proyectos prometedores que nos llevan a un nuevo mundo y ahí es donde están los puestos de trabajo, las empresas y las nuevas oportunidades. Por eso, cuando los padres o los abuelos me dicen: «¿Podemos hacerlo?», pienso que nuestro equipo internacional elaboró los proyectos con Europa, China y Estados Unidos. El plan que elaboramos en Estados Unidos se basó en la industria. No es teoría académica. Sabemos qué pueden hacer los mercados, qué puede hacer la tecnología, qué financiación hay disponible y qué beneficios se generarán. Todo está disponible. Cualquiera puede ir a nuestra página web y ver el plan de 500 páginas. Gran parte acabó en el plan de Schumer. Creemos que se puede hacer en 20 años, al menos en lo que respecta a los mercados y la tecnología. Lo que nos falta es la voluntad política. Necesitamos una nueva generación y voluntad política. Necesitamos a los millenials y a la generación Z porque los más mayores, y no les culpo, cuando los jóvenes les dicen: «Tenemos una emergencia. Esta es una emergencia climática y un proceso de extinción», los gobiernos locales o regionales responden: «Estamos de acuerdo con vosotros. Es un problema muy serio y es uno de los problemas más serios que estamos tratando». Cuando los jóvenes oyen que es uno de los problemas más serios piensan qué puede haber más serio que la extinción de la vida en la Tierra. Necesitamos una nueva generación de hombres y mujeres jóvenes que entren en política. Porque los viejos métodos, las viejas reglas, las viejas leyes y los viejos intereses relacionados con la industria de combustibles fósiles… Es hora de que haya una nueva generación de líderes políticos para poder hacer que esto avance. Hay oportunidades enormes. Recuerde que he dicho que las crisis crean oportunidades. Ya que hablamos de nuevos puestos de trabajo y empresas, le daré otro ejemplo. Toda la industria inmobiliaria mundial tiene que cambiar por completo. Hay que modernizar la industria inmobiliaria existente. Hay que rediseñarla. Tiene que ser resiliente ante terremotos y catástrofes climáticas. Hay que hacerlo cuanto antes. Piense en todos los puestos de trabajo en construcción y fabricación de materiales. Es enorme. Los robots y la IA no pueden hacerlo. Es absurdo. Yo estoy a favor de desarrollar toda la tecnología digital que podamos para la infraestructura de la Tercera Revolución Industrial, pero los robots y la IA no pueden colocar paneles solares en tejados y no pueden gestionar ecosistemas acuáticos. Es muy complicado. Necesita mucha destreza. Hay espacio para el metaverso, pero es infantil e ingenuo pensar que, de alguna manera, vamos a crear un segundo mundo y que nos distanciaremos por completo del planeta en el que vivimos. Tendría su gracia si no fuera tan triste. «Despertad. Madurad». Eso es lo que le diría al Gobierno. Dejemos que entren los jóvenes. Hay muchos jóvenes, especialmente mujeres, que están teniendo puestos de responsabilidad en gobiernos. Son el futuro. La generación Z y los millenials.
Empezaré… Empezaré diciendo cómo podemos usar el big data, ¿vale? Como sabe, la infraestructura de la Tercera Revolución Industrial que hemos desarrollado los últimos… Bueno, desde 1995, está toda digitalizada. El internet de la comunicación, el de la energía y el de la movilidad y la logística. Le pondré un ejemplo. Hay un sistema llamado GRACE.. Consiste en unos pocos satélites, no es nada caro. Es increíble. Lo que hace GRACE, con esos satélites, es monitorizar las variaciones en la gravedad de cada metro cuadrado del planeta en todo momento. Sabiendo cada variación en la gravedad, puede utilizar esa información para, con los datos disponibles, determinar exactamente qué está pasando. ¿Está disminuyendo la tierra? ¿Está habiendo pérdidas de agua en la hidrosfera? Puede mirar todo lo que está cambiando en el clima en todo momento. Es extraordinario. Luego, se pueden utilizar esos datos para crear un calendario nuevo. En lugar de saber cómo será el tiempo de la semana que viene, podemos saber qué está ocurriendo en todos los lugares del mundo con la hidrosfera, la litosfera, la atmósfera y la biosfera a cada momento. Es casi gratis. Es muy barato. Ese es un uso de los datos que tiene sentido en un mundo en el que tenemos que cuidar de este planeta. Uno de los problemas de depender de los datos, y, como sabe, hay una sección enorme en el libro sobre esto, es que el big data se basa en algo que ya ha pasado. No nos dice lo que va a pasar. Es absurdo e ingenuo pensar… A veces no sé si reír o llorar cuando pienso en lo que están haciendo en Palo Alto y en sus laboratorios tecnológicos. Nos dice lo que ha pasado, pero el problema, y ahí es donde están las oportunidades, es que este planeta está evolucionando de maneras que no hemos visto nunca en 65 millones de años y todo está pasando en un siglo. Y creemos que los datos del pasado podrán decirnos cómo actuar ante un planeta que está completamente vivo. Siempre lo ha estado. Se está moviendo en todo momento. La hidrosfera, la litosfera, la biosfera y la atmósfera se están transformando de modos muy distintos a cualquier cosa que hayamos visto. Los datos del pasado no nos ayudan mucho. Lo que necesitamos es pasarnos a una ciencia pragmática. Los científicos pragmáticos de principios del siglo XX, como Dewey, Mead y otros, entendían que, en lugar de intentar poseer la naturaleza y adelantarnos a ella para poder controlarla, necesitamos que la ciencia se base en anticiparse a la naturaleza para adaptarnos a lo que nos está pidiendo que hagamos. Porque somos naturaleza. Como somos un ecosistema, yo diría que tenemos esa responsabilidad. Nuestros relojes biológicos intentan adaptarse. Mentalmente, tenemos que ser capaces de usar un pensamiento y unos sistemas complejos para anticiparnos a lo que está pasando y, cuando pase, reaccionar. Anticipar nuestra reacción. No adelantarnos para controlarla. Eso nos ha llevado hacia la extinción.
Ahí puede ayudarnos el big data. Lo que pasa es que se olvidan de algo importante: que la parte más importante de nuestro circuito neuronal es el impulso empático que tenemos implantado. Eso nos permite ser capaces de entender qué es la vida para poder prosperar. El big data no puede ser empático. La empatía necesita la mortalidad. Necesita la vida y la muerte. Somos empáticos cuando nos damos cuenta de que… Si puedo sentir el sufrimiento de otra persona, su duelo, y puedo experimentarlo como si fuera mío en mi circuito neuronal, sabiendo que no es mío, pero experimentándolo así, o su alegría, lo que comprendo es que estamos compartiendo nuestra estancia en un momento determinado. Estamos en este planeta. Somos parte de la misma familia. Lo que siento en ellos, lo siento dentro de mí. La empatía surge… Los niños pueden sentirla, relativamente, y, cuando se miran en un espejo, saben que son seres humanos. A los ocho años, aprenden que existe la muerte. Eso es muy importante. Hace que la empatía madure, si los padres cumplen con su labor. Si los educan de una manera… Como diría Bowlby, con una actitud empática adecuada. Pero, para entender el mundo en el que vivimos, tenemos que entender que la mortalidad y la vida es lo que lo mueve todo. La IA no se basa en la vida. Decir que va a reemplazar a los seres humanos… La empatía es la manera en la que interactuamos con los demás, como miembros de la misma familia en este planeta. Ninguna IA puede hacerlo y retaría a todo el mundo a que me dijeran cómo se le puede enseñar empatía a una máquina, ya que depende del vínculo de los seres vivos con otros seres vivos. Ya sea al ver a un zorro herido al que tenemos que cuidar o al entender que todos nosotros solo tenemos una vida y la compartimos con el resto, como hermanos en este planeta. Cuando nos hacemos mayores… Le diré que lo que más recordamos son experiencias de empatía. Eso es lo que recordamos. No es cuánto dinero ganamos ni nada así. Son los momentos de empatía, ya sea cuando experimentamos la alegría y el júbilo de otras personas o cuando sentimos su duelo. Ahí entendemos que la vida es muy valiosa. El valor que tiene la vida. Lo mismo cuando lo sentimos con otros seres, como con nuestro perro. Así que, por Dios, abandonemos la idea de la singularidad y de la inmortalidad. A ver si maduramos. Hay espacio para la tecnología digital, para los datos y para los análisis. No cabe duda de que los usamos en las infraestructuras de la Tercera Revolución Industrial, pero la naturaleza es mucho más compleja que cualquier cosa que puedan hacer en Palo Alto. Y lo mejor será que aprendamos a ser humildes, a involucrarnos y a abrirnos a lo que el planeta nos ofrece para poder vivir y prosperar en él.
No en un mundo geopolítico, sino en un mundo biosférico. Los padres pueden hacer muchas cosas, pero también cada trabajador. Hay gente con todo tipo de trabajos. Deben hablar de sus ideas en sus puestos de trabajo, ya sean trabajos no cualificados, semicualificados, cualificados, o trabajos de profesionales técnicos . Se puede hacer cualquier día, en la pausa del café o cuando trabajan por internet con otros trabajadores. Podemos pensar de otra manera. Podemos pensar de otra manera en el trabajo que hacemos, en nuestra responsabilidad. Y diría que los servicios relacionados con ecosistemas generarán muchísimos puestos de trabajo porque requieren un gran número de trabajadores inteligentes y cualquiera puede aprender a hacerlo. Una mano de obra inteligente que cuide de los ecosistemas. Como he dicho, los robots y la IA no cuidan de los ecosistemas. Intente imaginarse a un robot o a una IA intentando entender cómo cuidar de toda la vida que existe en un pequeño ecosistema. Es simplemente imposible. Hay muchas cosas que los padres podemos hacer en nuestra vida privada. O los jóvenes en la escuela. O los trabajadores y los jefes en el lugar de trabajo. Debería regir nuestra vida.
No prosperarán igual que nosotros. No quiero engañar a nadie. Los viejos tiempos se han ido para no volver. El clima bueno y constante. Tendremos que prosperar de otra manera. Puede que sea una vida más austera, con más calidad, pero menos cantidad. Puede ser que tengamos más períodos de migración nómada y menos de vida sedentaria, pero hemos sido una especie nómada durante toda nuestra historia. Pensamos que somos una especie sedentaria, pero, de media, los estadounidenses cambian de casa nueve veces en toda su vida. Millones de personas emigran constantemente. La industria más poderosa es la de los viajes y el turismo. Quiero dejaros con esta idea. El Instituto Smithsoniano, que comprende todos los grandes museos antropológicos de Estados Unidos que tanta gente visita cuando viene al país, hizo un estudio recientemente. Es muy revelador y les dará esperanza a todos los que oigan esto. Hicieron un estudio en el que se preguntaron cómo han sobrevivido los humanos durante todo este tiempo. Los homínidos llevamos aquí 800.000 años, nuestros ancestros. Los neandertales, 300.000 años. Nuestra especie, cerca de 250.000 años. ¿Cómo hemos sobrevivido? Lo que siempre nos habían contado es que, hace 10.000 años, fue el fin de la última edad de hielo. No sabemos qué pasó antes de eso. Terminó la última edad de hielo. Tuvimos un clima agradable. Buen tiempo. Nos asentamos y fuimos agricultores, después pastores y luego fundamos civilizaciones hidráulicas hasta llegar a la Revolución Industrial. Sí, y ahora nos enfrentamos a la extinción. Pero el Smithsoniano preguntó: «¿Cómo consiguieron los seres humanos recorrer todo el planeta? ¿Cómo atravesaron los océanos?». Empezaron a estudiar los archivos geológicos y se dieron cuenta de que lo habíamos entendido todo mal. Le diré cómo sobrevivimos. Los homínidos emergieron hace unos 800.000 años, ¿no? En esa época, hubo un cambio en la órbita del planeta. La órbita de la Tierra está inclinada. Esa inclinación cambia, lo que acerca o aleja la Tierra al Sol. Pues hubo un cambio en la inclinación de la órbita hace 800.000 años y eso provocó que, desde entonces, el clima cambiara cada 100.000 años. Tenemos 100.000 años de edad de hielo. Después, 10.000 años de calentamiento. Después, otra edad de hielo que dura 100.000 años. Luego, 10.000 años de calentamiento, otra edad de hielo de 100.000 años y otros 10.000 años de calentamiento. Ha habido ocho ciclos como este hasta que se produjo el deshielo de la última edad de hielo hace 10.000 años. ¿Cómo nos hemos adaptado a esto? Hablamos de cambios climáticos extremos. Al final, llegaron a la conclusión de que nuestra especie es quizás la especie mamífera que mejor se adapta de todo el planeta. Me atrevería a decir que somos la especie que mejor se adapta, con la excepción de los virus. ¿Por qué? Por tener un cerebro desarrollado. Un neocórtex grande y el lenguaje. Podemos compartir lo que aprendemos durante toda la historia y legárselo a las generaciones futuras que aún no han nacido para que tengan un marco de referencia de hacia dónde quieren ir. Además, yo diría que es porque tenemos empatía en nuestro circuito neuronal. Estamos hechos para cooperar. Eso no quiere decir que a veces no nos matemos entre nosotros, pero eso no es lo normal en nuestro circuito neuronal. No estamos programados para eso.
Eso se nota en cómo atravesamos los océanos. Se preguntaron cómo se poblaron las naciones de las islas del Pacífico antes de la edad moderna. Pues resulta que los navegantes de la Polinesia, en las mil islas que hay en la Polinesia, aprendieron a salir en sus pequeñas barcas y mirar las estrellas. Miraban las estrellas porque siempre estaban en el mismo punto. Luego, empezaron a mirar las aves y a aprender las rutas migratorias que seguían sobre el océano. Luego volvían a una isla, las seguían y, lo más importante, miraban el movimiento del agua. El agua está en constante movimiento. Memorizaron esta increíble cantidad de información y fueron de isla en isla a través de todo el océano Pacífico. Esa es una especie que sabe adaptarse. Por eso le digo a todos los jóvenes que, si piensan que no podemos lograrlo, tienen que entender que somos una de las especies que mejor se adapta de todas las que han pisado el planeta Tierra. Tomamos un rumbo equivocado e intentamos obligar al planeta a adaptarse a nosotros. Eso solo representa el cinco por ciento de nuestra estancia aquí. Tenemos que empezar de cero y volver a adaptarnos al planeta con sofisticación, con pensamiento de sistemas complejos, con estudios interdisciplinarios, con biofilia en nuestros jóvenes y con la comprensión de que la vida en este universo es esta vida en este momento. Y tenemos que hacer eso cada momento de cada día. Viviremos la vida como una experiencia alegre aunque sea difícil. Prosperaremos de nuevos modos, que quizá sean más austeros y menos cuantitativos. Tendremos una vida mejor. Eso puede pasar. Tenemos que hacerlo. Hoy.