De Yellowstone a Colombia: el poder de la naturaleza
Gunter Pauli
De Yellowstone a Colombia: el poder de la naturaleza
Gunter Pauli
Emprendedor y economista
Creando oportunidades
Las ideas del creador de la economía azul
Gunter Pauli Emprendedor y economista
Gunter Pauli
El emprendedor, economista y autor belga Gunter Pauli, reconocido mundialmente como el creador del concepto de la llamada "Economía Azul", propone una visión revolucionaria que imita los procesos naturales y el funcionamiento del ecosistema para resolver los principales desafíos económicos, sociales y medioambientales que afronta el planeta. "Economía azul es el diseño de la economía donde vamos a intentar responder a todas las necesidades de todo el mundo, no solamente de los seres vivos humanos, sino de todos los seres vivos. Y responder a sus necesidades básicas con lo que tenemos, no con tecnología, conocimiento o nueva ciencia, sino con lo que ya existe y funciona en la naturaleza", plantea.
A lo largo de su carrera, Pauli ha liderado proyectos pioneros que han demostrado cómo la innovación "sostenible" puede ser rentable y transformadora. En la década de 1990 fundó Ecover, una empresa pionera en la elaboración de productos de limpieza biodegradables en una fábrica completamente ecológica, con cero emisiones. Casi dos décadas y 100 casos de éxito y emprendimiento después, Pauli publicó 'La Economía Azul', donde presentó estas 100 innovaciones, al que siguió 'Seamos tan inteligentes como la naturaleza'.
Su trabajo ha influido en gobiernos, empresas y universidades de todo el mundo, de Brasil a China, pasando por Europa. Pauli ha impulsado proyectos tan sorprendentes como la creación de hongos comestibles a partir de residuos del café o el cultivo de algas en el mar Índico, en la costa de Zanzíbar, para evitar la pesca indiscriminada con dinamita que destruía los corales y ofrecer un empleo en el cultivo de algas a más de 23.000 mujeres. Más allá de su faceta como emprendedor, Pauli es un apasionado educador que busca inspirar a las nuevas generaciones a pensar de manera creativa y regenerativa. Su enfoque disruptivo y su compromiso con un mundo más equilibrado se han convertido en un legado inspirador en el ámbito de la innovación, la educación y la sostenibilidad.
Transcripción
No vamos a ser personas que deciden que así es la vida y así vamos. No, vamos siempre a encontrar nuevas olas y, encontrando olas como un buen surfista, vamos a encontrar el momento en que nos metemos en esta ola porque nos parece la mejor del momento. Y así avanzamos. Y, cuando pasa otra ola, cambiamos de ola, porque la misma ola nunca nos dará para el resto de la vida. Y, así, me convertí en un oportunista muy bien organizado. Es decir, siempre veía otras oportunidades y, cuando veía una oportunidad que realmente podía tener un impacto, un impacto real, decidía cambiar. Y, después de unos cincuenta años de emprendimiento, tengo más de doscientos proyectos realizados. Y este es el mensaje que quiero daros a todos. No vamos a planear demasiado, no vamos a fijar la idea. Vamos a disfrutar de esta vida y a encontrar la posibilidad de realmente contribuir al bien común. Y, si vivimos así, viviremos felices. Esta es mi vida. ¿Y su vida? ¿Qué quieren preguntarme sobre su vida?
“No vamos a planear demasiado; vamos a disfrutar de esta vida y a encontrar la posibilidad de contribuir al bien común”
Lo hago con las leyes de la naturaleza, porque todo lo que es una fibra se degrada con un hongo. Como nosotros estamos viviendo en una Tierra donde mucha gente sufre hambre, podemos cambiar la realidad. Porque hay veinticinco millones de cafeteros que hoy en día no tienen suficiente para comer ni para ganar dinero para mandar a sus niños al colegio. Y, con esta estrategia de la economía azul, tienen mucho más de lo que pensaban que tenían. Eso es la economía azul.
Es decir, el agua sale de la fábrica y teníamos un sistema natural con plantas, con bacterias, con el sol, con purificación, con filtraje… y el agua residual resultante, con una bomba eólica, la bombeamos en el techo. En verano, con el calor, hay una evaporación. Cuando el agua se evapora en el techo, se refresca el interior. En invierno se congela y tienes el efecto iglú. Esto quiere decir que la producción de calor en el interior está aislada, no tiene forma de salir, porque tienes el efecto iglú al tener una capa de hielo en el exterior de la fábrica. Este es para mí el primer ejemplo con que yo pude imaginar cómo vamos a hacer un cambio. No lo llamamos, en esa época, ‘economía azul’. Lo llamamos simplemente ‘cero emisiones’. Cero misiones fue una lógica muy extrema. Y el resultado de esto es que, en el 92, cuando la gran reunión en Río de Janeiro de la sostenibilidad, la primera gran reunión, fui invitado como una persona muy especial. Y, gracias a esto, pude mostrar que, cuando tú decides, como empresario, que sí es posible llegar a cero emisiones, tú llegas a cero emisiones. Tú decides. Y había solamente un problema en el cálculo del CO2, de las emisiones de CO2. Eran mis empleados.
Porque, claro, tienen que venir la fábrica a trabajar. Y, entonces, un día, pensé que esto lo tenía que resolver. Si tú dices cero, es cero. Tú no puedes decir que es casi cero. No, no, cero es cero. La ventaja de la cifra cero es que no hay debate, es cero. Y, por eso, tuve que ofrecer un subsidio a mis empleados. Les ofrecí medio euro por venir en bicicleta. Medio euro por kilómetro por venir en bicicleta al trabajo. ¿Sabéis qué? En Bélgica, por media euro, todo el mundo en bicicleta. Todo el mundo en bicicleta. Y, así, tuve, de una, una fábrica con su personal cero emisiones. «¿Y la distribución?», me dijeron. No, la distribución la hice con biodiesel. Biodiesel en el 92. Toda la flota de distribución de nuestra fábrica trabajaba con biodiesel. ¿Biodiesel de dónde? Bueno, somos belgas. Comemos muchas papas fritas, ustedes saben. Y, como hay mucho aceite de las papas fritas, pues nosotros recolectamos todo el aceite de papas fritas de todos los restaurantes y de todas las familias y, así, tuvimos suficiente aceite para hacer funcionar todo el flete de la distribución de nuestros camiones con biodiesel. Tú sabes, tú decides, tú haces. Tú decides. Es gracias a estas experiencias acumuladas por lo que, en 2009, tuve más de cien casos concretos realizados. Cien. Yo no sabía, no estaba contando. Pero una vez que estás en una ola y que disfrutas el emprendimiento, no hay nada por hacer. Tú sigues.
Y siempre llegan nuevas ideas. Por ejemplo, a mí me dijeron: «Ay, el problema que tú tienes con tus productos es el plástico. El empaque es plástico». Bueno, yo dije: «Vamos a lanzar bioplásticos». Y, así, creamos otra empresa de bioplásticos. Pero ¿el bioplástico viene de dónde? Había ya una patente americana de un bioplástico hecho con maíz. Y, por eso, yo puse a pensar a toda mi red de científicos cuál es la fuente de aceite que yo necesito para poder hacer bioplásticos. Y encontramos, después de seis años, el cardo. ¿Ustedes conocen el cardo? El cardo. El cardo es una flor. Una flor que crece en una tierra que es mala. Es una maleza el cardo. Y nosotros encontramos veinte millones de hectáreas, veinte millones de hectáreas, de maleza que, hoy en día, por ley europea, tienes que tratar con glifosato. Dije: «¿Por qué no lo recolectamos y exprimimos el aceite? Y, con el palo, que es celulosa, la celulosa se convierte en un azúcar, el azúcar se convierte en un alcohol y, cuando tú tienes alcohol y tú tienes un aceite, tú tienes plásticos». Y, así, yo encontré en una flor, que es la flor nacional de Escocia… Encontré, en una flor, la solución de los bioplásticos.
Bueno, no pasó muy rápido, ¿eh? Me costó seis años encontrar la flor. Y después me costó otros diez años desarrollar la técnica. Pero el año pasado ya llegamos a quinientos millones de euros de ventas en bioplásticos. Y yo pienso que es importante. El emprendedor de hoy, cuando piensa, como lo pidieron, cuando piensa en el ecosistema… Tú vas a tener un dinamismo que te da resultados totalmente inesperados. Yo nunca pensé, al iniciar el producto de detergentes, que iba a ser un líder en bioplásticos. Pero fui surfista. Pasé de uno a otro. Y, una vez que estuve en eso, me di cuenta de que no solamente necesitábamos bioplásticos, sino que también necesitamos papel. ¿Y cómo hacemos papel? Pues el papel lo hacemos cortando árboles. ¿Cómo yo voy a hacer…? Yo, el ecologista, ¿cómo voy a cortar árboles para tener un papel que utilizamos dos o tres veces y después lo echamos? Con mil toneladas de agua por una tonelada de papel. No, hay escasez de agua. Y así yo me pongo a pensar. Y, así, el otro proyecto que se desarrolló de la economía azul es un proyecto de papel piedra. Sí, nosotros hacemos papel de piedras. Los Picapiedra, ¿recuerdan? Sí, bueno, nosotros adoramos a los Picapiedra y nosotros hacemos, con el polvo de la minería… el polvo lo convertimos en papel. Y el papel es cien por cien mineral. Y yo detesto todo lo que es petrolero. Yo soy ecologista, yo no quiero saber del petróleo.
Pero, de una, me doy cuenta de que un polímero hecho de petróleo puede darte servicio para toda la vida. Y, cuando tienes un mineral, el polvo de piedra, y el polímero de petróleo, tú tienes un papel que no necesita ni una gota de agua, que se puede reciclar para siempre, que reduce el consumo de energía un setenta y siete por ciento. Y ahora tengo un empaque para mis detergentes con bioplásticos y papel de piedra. Así, seguí acumulando casos y casos. Y esto resultó en el concepto de la economía azul. Todavía no había hablado del mar. Eso vino después. Porque, primero, lo que siempre necesito es el marco. Porque un texto sin contexto es un pretexto. Yo necesito conocer el marco. El marco es cambiar el modelo económico. El cambiar no es decidir que tú eres malo, tú eres bueno, que ese producto tiene mi aprobación o no. El objetivo es mejorar todo. Y eso es lo que necesitamos hacer con nuestra economía. Y, así, llegamos a acumular caso tras caso tras caso tras caso. Y, así, me encontré con tantos casos positivos que me dije que tenía que darle un nombre. Y el nombre es sencillo. El cielo es azul. El mar es azul. Esto se llama ‘economía azul’.
Y, además, el año pasado le dimos el premio de medio ambiente porque redujo la polución un ochenta por ciento». Y el niño dice: «¿Y por qué yo voy al infierno si robo solamente los fines de semana si mi papá recibe premios por contaminar un ochenta por ciento menos? Sigue contaminando». Lo que necesitamos es acabar con la doble moral. Acabar. Esto no se puede. Hacer menos mal es hacer mal, ¿estamos de acuerdo? Y, si prometo hacer menos mal, hago mal. Y esto, en todas las éticas y todas las religiones, no está permitido. Nosotros tenemos que transformar en hacer bien. Por eso, yo no utilizo más la palabra ‘sostenible’. Yo no la utilizo más. Yo hablo más de la regeneración del ecosistema. ¿Cómo vamos a regenerar? Porque hicimos tanto daño… Y es normal también en la lógica de hacer mal. Pues ¿cómo compensamos el mal que hicimos en el pasado? Haciendo bien, haciendo mucho bien y combinando nuestra capacidad de hacer no menos mal, sino de hacer bien y de compensar los errores del pasado con iniciativas que demuestren que queremos que nuestra sociedad avance. Esto quiere decir que tenemos que promover la regeneración, la regeneración del ecosistema. Mira, cuando yo tengo discusiones con mis amigos verdes y me dicen: «Mira, intentamos durante cincuenta años parar la destrucción de la biodiversidad».
Dije: «Bueno, en este caso, llegamos a la conclusión de que el trabajo que hicimos no fue bueno. Porque el resultado es un desastre». Y, cuando tú tienes un mal resultado, ¿qué haces? ¿Más de lo mismo? ¿Un poco más rápido? No, más de lo mismo no nos dará mejores resultados. Por eso, necesitamos cambiar de estrategia. Y es por eso por lo que la economía azul es tan central, porque nos permite mirar una economía donde hoy en día todo es sostenible, pero tiene que ser barato. Nos enseñaron que lo más barato es lo que permite a la economía funcionar. Qué pena con ustedes. Cuando yo tengo que ser el más barato en la Tierra, yo no tengo otra manera de ser más barato que pagando poco a mis obreros, explotándolos un poquito. Yo no puedo regenerar el ecosistema a un costo alto para compensar mis errores del pasado porque me costaría demasiado y no sería el más barato. El resultado es que nosotros tenemos que darnos cuenta de que el modelo de sostenibilidad a un precio bajo no existe. Al contrario, la razón por la cual no tenemos sostenibilidad es porque nuestro modelo económico nos obliga a ser baratos. Y por eso cambiamos. Generar más valor. Y, cuando tú generas mucho más valor, tú puedes ser generoso, porque tú tienes acceso a la totalidad del valor agregado. Y esto es un gran cambio. Y yo puedo, a través de toda la cadena de valor, decidir cuál es el precio y cuál es mi generosidad. Y no puedo ser generoso cuando mi único objetivo es ser el más barato del mercado. Y eso no nos permite más utilizar la palabra ‘sostenibilidad’ y nos obliga a cambiar el vocabulario, y el vocabulario tiene que ser una reflexión de la verdad de lo que estamos haciendo. Y lo que estamos haciendo es regenerar.
“¿Cómo podemos generar abundancia donde pensamos que hay solamente pobreza?”
«Tenemos que explicarles que necesitan un hilo, una alguita, fijarla, ponerla en el agua y cuatro, cinco o seis semanas después, tienen un alga así». «¿Es tan sencillo?». «Sí». «Bueno, en este caso, hagámoslo». Hoy en día tenemos veintitrés mil empleadas, veintitrés mil, cultivando algas. Y lo importante es que ya no hay ninguna niña más que se imagine tener que ir a Dar es Salaam para vivir situaciones de explotación, porque tienen un alga que les crece rápido, en seis semanas. Cuando tú tienes una solución en seis semanas, tú tienes confianza en la solución. Cuando nosotros proponemos un plan a cinco años, o para ‘net zero’, un plan para 2050, ¿quién tiene confianza? Nadie. Es normal, porque nosotros necesitamos… En una vida tan corta, de sesenta, setenta u ochenta años, ¿quién quiere esperar veinticinco años para ver un resultado? Nadie. Y ahí yo pienso que nosotros tenemos que tener realmente esta visión. ¿Cómo podemos generar abundancia donde pensamos que hay solamente pobreza? Y hacerlo con lo rápido. No puede hacerse con un árbol, porque el árbol requiere veinte años para crecer. Por eso, las soluciones que yo veo no son tan fáciles en la tierra como en el mar. Un bambú. Un bambú crece a veinticinco metros en tres años. Las algas, los bosques de algas del sur de África, crecen veinticinco metros en seis meses.
Cuando tú ves, tú observas la dinámica de la vida y te das cuenta de que, en un bosque de algas, tienes toda la vida, pues tú tienes que decidir no solamente regenerar bosques de tierra, como la amazónica, sino que tienes que regenerar bosques del mar. Y, cuando tienes bosques del mar, tienes que tomar algunas decisiones de gestión, y las decisiones de gestión para llegar a la abundancia son no seguir pescando como estamos pescando hoy. Ustedes saben que un pez hembra de cinco años puede tener cinco mil huevos al año. El mismo pez hembra de treinta y cinco años tiene cincuenta millones de huevos. ¿Cuál es el pez que tú te quieres comer? Esto a mí me dice que hay un gran chance de mejorar nuestra ‘performance’. ¿Y si no pescamos más a las hembras y solamente a los machos, a los chiquitos machos, que son inútiles y que se pueden comer sin problema? Pero, si nosotros no nos comemos más a la hembra con huevos, ¿qué pasa con la densidad de los mares? Se resuelve en cinco años. Y esto es lo que nos falta para poder entrar en este mundo donde transformamos la escasez en abundancia. Necesitamos aprender mucho y necesitamos cambiar lo que nos pareció tan lógico, tan evidente. Porque nosotros vivimos no con evidencias, vivimos con muchos dogmas.
Nosotros transformamos el conocimiento en dogma y, así, tenemos la resistencia de la ciencia y de la política y de los negocios y de muchos a cambiar. Y resulta que, si nosotros no cambiamos, mientras todo está cambiando alrededor de nosotros, vivimos en pobreza y en escasez. Pero los que somos capaces de hacer este ajuste importante y darnos cuenta de que tal vez es mejor solamente pescar con línea y no más con redes, vamos no solamente a salvar el mar, no vamos a repoblar el mar. Pero, si el alevín, el pez chiquito, no sabe dónde esconderse, pues tampoco va a sobrevivir. Y por eso necesitamos bosques de algas. Y, cuando tenemos los bosques de algas, tenemos un espacio entre tierra y mar que se llama ‘manglar’. Y, entonces, tenemos que poner los manglares y repoblar el bosque de manglares. Y, cuando tenemos los bosques de manglares y los bosques de algas, detrás hay un aumento del nivel del mar que nos permite cultivar un arroz resistente al agua del mar, como ya lo tenemos. ¿Y qué tenemos? Abundancia. Abundancia es aquí. Yo pienso que eso es lo que nos falta. No hay suficiente información que nos llegue de los tiktoks ni de las redes sociales que nos permita imaginar la abundancia. Y ahí es donde necesitamos realmente una nueva iniciativa educativa, educativa, donde no vamos a decirte lo que tú tienes que saber, sino que vamos a darte el espacio para descubrir lo que ni siquiera yo sé. Y este es el paso más importante para llegar a la abundancia.
Sembramos ochenta millones de árboles. Y lo logramos. Logramos regenerar la biodiversidad. Y hoy en día es un bosque biodiverso con más de doscientas cincuenta especies de plantas. Y nosotros todos pensamos: «Wow, we did it». No. Juan Mayr, un amigo mío exministro de Medioambiente, me dijo: «Pero ¿por qué no vas a visitar a los koguis, en la Sierra Nevada de Santa Marta? Porque cuando nosotros les reentregamos los terrenos que los colonos les habían robado, en poco tiempo otra vez era bosque». Bosque. Yo pensaba que nosotros teníamos el mejor ejemplo, pero ellos tenían un ejemplo mucho mejor. Y, claro, tenía que visitarlos. Y los koguis… Lo primero que aprendí de los koguis fue que me dijeron: «Gunter, tú necesitas un parcero». ‘A partner’. «Tú necesitas un parcero de la naturaleza». Dije; «¿Un parcero de la naturaleza?». «Sí, porque el mejor jardinero que conocemos en la naturaleza es el tapir». Dije: «¿El tapir? Este animal con……». «Claro, porque el tapir es muy inteligente». Porque él quiere comer trescientas variedades de frutas y hortalizas. Esa es su dieta. Lo único que no come es el aguacate, porque la pepa es demasiado grande y no pasa. Y por eso aprendió que es mejor no comerse la pepa. Pero todas las otras pepas se las come y las distribuye en la región donde no hay la misma densidad de frutales. ¡Qué inteligencia! Imagínese un animal que es tan inteligente que va a sembrar donde no hay fruta y no hay hortalizas.
Y yo quería entender cómo es posible que los koguis sean tan eficientes y es porque tienen un parcero, el tapir. ¡Guau! Entonces, me puse a pensar si esta cultura de los koguis, y también de los arahuacos, al lado, tiene este conocimiento y es lo único que compartieron conmigo, tiene mucho más. Y por eso decidí que tengo que estar más cerca de ellos para aprender, aprender de su conocimiento eterno, su inteligencia. Ellos, en quinientos años, han debido repensar su vida en entornos completamente diferentes. Es la única cultura en la Tierra que se ha adaptado, en quinientos años, dos veces. Y la inteligencia eterna es adivinar no cómo cae la manzana del árbol, sino cómo subió la manzana al árbol. Cómo subió el agua al coco. No cómo cae en el coco. Eso Newton lo descubrió hace muchos años. Eso son los dogmas y eso es la inteligencia eterna de los koguis, porque ellos sí entendieron cómo subió la manzana o cómo sube el agua al coco.
Eso es realmente la inteligencia que nosotros tenemos que adoptar y por eso necesitamos observar culturas indígenas que tienen esa proximidad con la naturaleza, que entienden cómo palpita el corazón de una ballena, con seis voltios, corriente directa, durante ochenta años y sin mantenimiento. Y no hay ni un caso conocido de una ballena con crisis cardiaca, aunque su corazón esté bañado en grasa. Si nuestro corazón está bañado en grasa como el de la ballena… ¿Cómo es posible? Esa es la inteligencia. Allí tenemos que llegar y por eso podemos cambiar la realidad de la vida de todos hoy en día, con la condición de que no nos enfoquemos demasiado en esos dogmas que nos enseñaron hace cincuenta o sesenta años. Y por eso nosotros, los adultos, no podemos enseñar solamente a los niños todo lo que sabemos. Porque, si nosotros enseñamos solamente todo lo que sabemos, nunca podrán ser mejores que nosotros. Necesitamos una nueva generación que lo haga mucho mejor. Inteligencia eterna de las culturas que tienen esta proximidad. Para mí, es una precondición. Y por eso no tenemos que salvarles de la modernidad y evitar la conexión. No, nosotros tenemos que tomarnos el tiempo de aprender no sobre estas culturas, sino de estas culturas. Es entender el entorno en el cual ellos son capaces de transformar toda su vida para que el ecosistema crezca mejor que nosotros con nuestra genética, con nuestra química, con toda la informática, gestión de datos, inteligencia artificial. Ellos no tienen nada de eso, pero todos viven en abundancia.
Si está presente un lobo, ningún venado se atreve a pasar por el río porque se expone y se presenta como el desayuno del lobo. Resulta que los venados no pasan más por el río, el pasto crece más alto, el pasto da una sombra al lado de los ríos donde los pequeños peces pueden esconderse. Y el resultado es que el río está más limpio, no tiene el polvito y, gracias al lobo, nos devuelve los peces al río. Esta es una presentación del lobo que nunca me habían explicado a mí. Yo tengo historias de lobos terribles, pues lo que nos contaron de los lobos es para no dormir. Y, ahora, gracias a los lobos, puedo dormir bien porque me gusta la trucha arcoíris, me gusta pescarla y me gusta mucho que nosotros aprendamos cómo funciona el ecosistema. Yo no estoy muy fascinado con un animal o una planta, aunque hay especies extraordinarias, sino que lo que más me fascina, cuando digo que estoy inspirado por la naturaleza, es el ecosistema, cómo es posible que nosotros tengamos soluciones mirando la interacción entre un animal, una planta, un lobo, un venado, un pez. Y este dinamismo nos permite hacer un biomimetismo. El negocio no es tanto un negocio que es para ganar dinero, no, es un negocio donde tenemos que trabajar como en un ecosistema.
Y la invención, el invento, de nuevas técnicas también siempre la encuentro, cuando tengo un problema, en la naturaleza. Segundo ejemplo. Conoces el mar. El mar no es agua. El mar es una sopa de bacterias. Porque, en una gotica de agua del mar, tú tienes un millón de bacterias. Lo bello es que la primera vida era una vida unicelular, la bacteria. Y de una nace una planta, que es el alga, y el alga crece, pero la bacteria hace como una invasión y vive encima. Y la bacteria genera lo que se llama una ‘biopelícula’, es decir, una película que controla todo. Las bacterias tienen una forma de comunicación entre ellas que se llama ‘quorum sensing’. Saben si hay otros de la misma familia en el mismo ambiente y se comunican y coordinan. ¿Ustedes sabían que las bacterias se comunican entre ellas? Y se comunican muy bien. Y la pobre alga que finalmente nace en el mar es invadida por bacterias. Pues imagínense que se inventó un bactericida. Bueno, hay que poner tanto bactericida que todo se muere y, la primera, la misma alga. Es un poco el problema que tenemos hoy en día. Hoy en día tenemos un problema de sobredosis de ‘antibacterium’. Es decir que nosotros sabemos que el sistema inmunológico está sufriendo porque estamos expuestos demasiado a estos bactericidas. Ahora, si yo soy alga, tengo que inventarme algo distinto a un bactericida.
Y se inventó una técnica para tapar el oído de la bacteria. Es verdad, no es un chiste, ¿eh? Es decir, que el alga desarrolló furanona, una molécula superchiquita, que tiene que ser chiquita porque tiene que tapar el oído de la bacteria. No puede ser grande porque, si no, no cabe. Se inventó eso y hoy en día es tal vez el más grande invento que tenemos para controlar la salud en la tierra. Aprender a tapar el oído de la bacteria, gracias a un alga que ya lo inventó hace cuatrocientos millones de años. Por eso, ¿cómo podemos no estar fascinados con la naturaleza? ¿Cómo podemos no estar inspirados? Y nosotros captamos la delicia pulcra, se llama el alga. Es un alga roja. Captamos todo este conocimiento y unas veinte patentes fueron registradas. Y, hoy en día, una empresa multinacional de alimentos compró el paquete de patentes para eliminar los bactericidas. Claro, va a costar unos veinte años obtener la aprobación. Es otro asunto. Pero la inspiración… Cuando nosotros nos enfrentamos a un problema para el cual no encontramos ninguna solución técnica humana, yo siempre les pregunto a mis tres mil científicos con quienes trabajo qué especie en la naturaleza tiene la solución. Y siempre encontramos una solución ya hecha. La belleza de la naturaleza es que todo tiene siempre soluciones, porque las especies que no encontraron soluciones hoy en día son fósiles. Pues con lo que está vivo alrededor de nosotros tenemos una riqueza de inventos que funcionan, que han sido comprobados y que nosotros tendríamos que descubrir, no inventar.
Y eso requiere que los primeros diez minutos, veinte minutos, primeras horas, sean en comunicación y no incomunicados. Esta tecnología de hoy en día de transmitir datos en el agua me permite… ¿Quién hace buceo? Buceadores, PADI, PADI. Bueno, perfecto. Muchas gracias. Yo soy PADI. Yo tengo mi certificado desde hace treinta y cinco años. Tú estás en el agua y tú ves un tiburón. «Hey, guys! Sharks!». No, no hay forma de gritar. No hay forma de decir que aquí hay… «¡Oh! Ay, qué lindo. Estoy enamorado de esta belleza de coral. Mira esto. Y los pececitos». Quiero decir que nosotros no nos podemos comunicar. Hoy en día, nos podemos comunicar buceando y hablando. Tenemos una antorcha, una luz, con la cual podemos hacer SMS. Los famosos SMS. Es un poco como el WhatsApp en el agua y ya podemos hacer WhatsApp en el agua. «Mira a la derecha». «Oh, sí, qué bien». Pero estamos grabando en video. Hoy en día están hablando de 4K. Nosotros hacemos videos en el agua en 8K. Lamentablemente, la tarjetica de memoria se llena en diez minutos y, cuando estás en el agua, no puedes abrirlo y cambiar la tarjeta, eso no funciona. Yo soy muy práctico. Yo quiero una solución para eso. Y hoy en día hacemos la filmación en el agua en 8K en ‘video streaming’ con transmisión de datos por luz al barco.
En el barco recibimos de veinte personas todos sus videos y, con verdadera inteligencia artificial, hacemos una unificación de todos los videos y hacemos una filmación panorámica de nuestra visita al fondo del mar. ¿Qué les parece? ¿Vamos? Cambia, ¿no? Y esto es lo que necesitamos nosotros. Necesitamos tecnologías que den envidia, que den placer, que den el gusto de hacer algo. Y no la reflexión de que, ay, la inteligencia artificial va a dominar el mundo, el ser humano no tiene futuro, los robots nos van a robar nuestros puestos de trabajo. No, por favor. Vamos a enfocarnos en tecnologías y en economía azul. Y por eso lo que necesitamos es tener las tecnologías que realmente son revolucionarias, que son promotoras sorprendentes de vida. Yo prefiero enfocarme en la vida que no conocemos. Así, en todos los barcos que nosotros estamos construyendo tenemos un salón especial para captar el ADN de todas las gotas de agua que podemos captar. Bueno, vamos a separar todos los unicelulares, las bacterias, los virus, y solamente vamos a enfocarnos en los multicelulares. Nosotros podemos encontrar, en el agua, las secuencias de ADN que no conocemos. Es decir, podemos reconocer la vida que está en el entorno y podemos descubrir vida que nunca vimos.
¿Cuál es mi interés en la tecnología? Mi interés en la tecnología es quién va a facilitarme la búsqueda de ADN de forma continua todo el tiempo que tengo un barco en el mar. ¿Y sabes cuál es el privilegio cuando tú encuentras un nuevo ADN? Tú puedes darle un nombre. Lo que pasa es que tuvimos que cambiar el dogma, porque hoy en día para tener ADN tú tienes que tener una especie, tú tienes que tener el pajarito o matar al pajarito, sacar su sangre, tener la muestra, mandarlo al laboratorio, hacerle estudios y tres meses después te dicen: «Ah, no, de este pajarito solamente había tres en la Tierra». «Ay, madre mía. Lo maté». «Sí, claro. Y ahora tenemos confirmado que usted mató a uno de los tres que nos quedaban». Yo no quiero esta vía. Yo quiero que nosotros descubramos la vida donde hoy en día no tenemos idea de la vida. Y, así, cambiamos la realidad y así vamos a buscar nuevas tecnologías.
Y el plástico grande, gordo, de una botella no es el problema. El problema son los nano. Yo estuve en Saint-Tropez. Me reuní con el alcalde. Él me contó que había hecho un análisis de los microplásticos en el agua del mar en Saint-Tropez. Me confirmó que, según las investigaciones, hay unos ciento ochenta microplásticos por litro. Bueno, ya no nadamos en una sopa de bacterias, estamos en una sopa de mezcla de bacterias y plástico. Dije: «No, deme sus muestras y yo voy a hacer una segunda investigación de cuántas partículas de plásticos tenemos en el agua». Porque la medida de la Unión Europea es trescientas micras, pero el plástico que entra en las células de nuestro cuerpo es de un nano. Y cuando yo analizo en un litro cuántas partículas nano tengo, son entre nueve mil y doce mil. ¿Te imaginas? La diferencia con ciento ochenta. Ahora, la solución. Yo tengo que buscar una solución para los ciento ochenta porque es todo lo que la Unión Europea está midiendo o yo tengo que encontrar una solución para los nano, que nadie está midiendo. Y ahí es donde necesitamos la creatividad, la innovación, la ciencia y nuevas técnicas de medir, nuevas técnicas de identificar.
Hoy en día, los microplásticos y los nanoplásticos entran en la placenta. Por primera vez, la barrera natural de la mamá contra todo, incluso virus o bacterias, se rompió con plásticos. ¡Por favor! Este es un error fundamental y nosotros necesitamos de urgencia que todos los ingenieros químicos aprendan a hacer polímeros que se degraden en el mar, en el aire y en la tierra. ¿Cómo es posible que haya solamente una empresa que sea capaz de hacerlo? ¿Cómo es posible? Por eso hoy en día tenemos lluvias de microplásticos. Imagínense, microplásticos que nos llegan de allá. Yo no estoy en contra de los plásticos, yo estoy a favor de un plástico que se degrade. Por favor, es un derecho, ¿no? ¿O todos queremos tener bebés que nazcan ya llenos de microplásticos? Yo pienso que la idea es alucinante, pero es la verdad. Y, ahora, ¿cómo solucionamos? Buscamos soluciones en la naturaleza. Nos dimos cuenta de que el alga del mar absorbe microplásticos. Ah, qué buena noticia. Es decir que tenemos que limpiar el alga del microplástico antes de venderla, lo primero. Pero, segundo, quiere decir que, cuando yo tengo una cortina alrededor de mi playa con algas, yo tengo un bloqueo de la llegada de los microplásticos. Quiere decir que yo puedo tener cultivo de conchas, de peces… Yo puedo cultivar.
La acuicultura podría hacerse sin microplásticos, en una zona, gracias a las algas. Buena solución. Pero ¿qué hacemos con estas algas? Porque estas algas están llenas llenas de microplásticos. Como no se puede separar de fácilmente, nosotros decidimos hacer un biogás. Sacamos las algas, las cortamos dos veces al año, sacamos toda la biomasa y la metemos en un biodigestor. Mezclamos con estiércol de caballo, estiércol de vaca, cerdo… y, con esta mezcla, nosotros producimos biogás. Y con el lodo que sale, lleno de microplásticos, hacemos un centrifugado, separamos los plásticos y tenemos fertilizantes. Estas son las soluciones. ¿Por qué necesito esta solución? Porque hoy en día todo lo que se imagina para recoger los plásticos del mar cuesta mucho dinero. Y por eso necesitamos imaginar un modelo de negocio que nos genere ingresos. Es decir, responder a necesidades básicas. Cuando buscamos soluciones para las comunidades de pescadores que hoy en día no tienen más peces… Si tú no tienes más peces, ¿cuál es tu futuro? Hoy en día estamos trabajando con diez comunidades y, en estas comunidades, hacemos una reintroducción de bosques de algas del mar. Hay plástico hasta las narices y nosotros estamos bloqueando los plásticos y poniendo, en cada comunidad, biodigestores.
Y el problema de los plásticos tiene una solución incipiente porque va a demorar cinco, diez, veinte años. El problema se ha acumulado durante cincuenta años. Por favor, no podemos esperar una solución. Pero la gran pregunta que tenemos hoy es qué hacemos con estos plásticos. Y la única solución es quemarlos a mil trescientos grados. Son tan tóxicos, es una mezcla de tanto, que no se puede hacer nada más que una pirólisis, se llama. Y por eso estoy todavía esperando que la primera universidad europea decida que todos los ingenieros químicos van a aprender cómo hacer moléculas de polímeros que se degraden en el aire, en la tierra y en el agua.
¿Eso es innovador? Sí, claro que es mucho mejor que lo que tenemos. Pero si no cambiamos la educación… Y, por eso, lo más fascinante para mí ha sido el privilegio de trabajar con muchos niños en muchos colegios, en muchos países, porque cuando un país está dispuesto a recibir a un loco como yo, un molestador, un revolucionario, bueno, es porque los países se dan cuenta de que es necesario cambiar. Y, lamentablemente, yo no veo suficiente disponibilidad, voluntad política, para hacer la transición en la educación que necesitamos para otra vez tener a niños entusiastas y que el niño se mantenga vivo toda la vida. Siempre dicen que el aprendizaje es toda la vida. No, no, no, no, no, que el niño creativo esté vivo en ti. Esto es lo más importante en la vida. No es el aprendizaje todo el tiempo, es el niño vivo en nosotros. Yo no sé por qué, pero estuve en Brasil y a un gran político brasileño que ya murió… Jaime Lerner. Él fue el alcalde de la ciudad de Curitiba. Curitiba fue declarada la ciudad más sostenible en los años noventa, cuando la palabra ‘sostenibilidad’ tenía todavía un peso. Y Jaime Lerner sabía que yo había escrito fábulas para mis hijos.
Y él dedicó una sesión de su consejo del municipio, una ciudad de tres millones de habitantes… Dedicó una sesión a seis fábulas mías. Y al final los consejeros y el alcalde decidieron que iban a introducir las fábulas en la ciudad de Curitiba. Pero había un problema, porque en Brasil tú no introduces nada nuevo sin la aprobación de los sindicatos. Y así tuve que hacer una presentación de mi pedagogía de fábulas a seis mil profesores de colegio. Seis mil. Yo estudié día y noche portugués. Yo estudié portugués para poder ‘falar português’ y presentar mis fábulas. Y obtuve un noventa y dos por ciento de aprobación. No sé si fue por la pedagogía o el ‘charm’, no sé. De todas formas, me aprobaron y me dieron la primera oportunidad. Imagínense la oportunidad de formar a seis mil maestros y presentar doce fábulas a ciento veinte mil niños. En favelas, más de la mitad. Imagínense. Y así conocí a un gran pedagogo, Paulo Freire. Y aprendí de él cómo podemos identificar la necesidad, el deseo, la urgencia, el placer, el interés de alguien para poder escribirlo y leerlo. Y él logró en dos semanas… Yo me quedé dos semanas pegado a estas favelas para aprender cómo. Y esta es la pedagogía que adopté.
Adopté la pedagogía de Paulo Freire. Encontrar el entusiasmo. ‘Entusiasmo’ quiere decir el dios en ti, lo que tú tienes, la iluminación que tienes porque quieres una solución. Porque, cuando tu niña está llorando, tú quieres una solución. Y, si escribir y leer es una solución para llegar a la solución, tú la adoptas inmediatamente. Y, así, yo tuve la oportunidad durante tres años de trabajar con ciento veinte mil niños. Y una de mis experiencias favoritas, tal vez la más favorita, fue… ¿Recuerdan la ballena? ¿El corazón que funciona con seis voltios? Pues me dijeron: «¿Cómo podemos hacer un ejercicio en el colegio simulando el corazón de la ballena?». Bueno, eso no fue fácil. Necesité hacer muchas consultas a muchos amigos, porque… Finalmente, encontramos que, en todas las favelas, hay cáscara de huevo y cáscara de banano. ¿Sí? No es difícil encontrar eso. Y, cuando tú mezclas cáscara de huevo, cortada, triturada, con cáscara de banano y le echas un poco de jugo de limón y tú metes un positivo y un negativo, tú tienes una lamparita LED que brilla. Y nosotros lanzamos el concurso en las favelas de Curitiba de quién puede tener la lamparita prendida por más tiempo. Veintidós segundos. Los niños se convirtieron en héroes. Héroes. Porque, ¿quién se imaginaba que la electrificación de las favelas se haría con cáscara de banano y de huevo. Pero el niño que entendió la importancia del calcio y del fosfato y el sodio en el residuo de la comida entendió la necesidad de nutrirse bien. Y, así, nosotros nos pusimos en una cadena de descubrimiento. De una fábula, hoy en día tengo trescientas sesenta y cinco. Y recibí una invitación para hacer lo mismo en China. Y hoy en día tengo mis fábulas en todos los colegios chinos. Ni siquiera les pedí hacerlo. Ellos decidieron hacerlo. Para mí, la experiencia más rica, más extraordinaria, es realmente poder descubrir que muchas de nuestras soluciones son con los niños.
Si lo cambiamos a «Yo voy a hacer todo lo posible»… Y lo posible no es lo que conozco. Es también una búsqueda permanente de soluciones del momento. No hay soluciones permanentes para todo. Siempre tenemos que buscar. Pues el optimismo necesita este contexto, porque, sin esto, nosotros estamos viviendo con estrés y, en el estrés, no tenemos lógica, estamos viviendo con emociones. Y, cuando vivimos con estas emociones que toman el control de todo, nosotros tomamos decisiones que no son las mejores. Pues el optimismo es importante. Para que el optimismo tenga un chance, hay que ensuciarse las manos y hay que fracasar de vez en cuando. Fracasar en el contexto de que todavía no es el buen momento para lograr eso, pero de que mi fracaso es un aprendizaje. Y, si yo tengo algo que no me funcionó muy bien, por lo menos aprendemos de lo que no funcionó y, así, no perdemos nada. Y no es un fracaso porque tenemos el aprendizaje. Aprender. Nos permite aprender de los errores, aprender de las dificultades, nos permite encontrar nuevas soluciones. Nosotros necesitamos aprender de nuevo a mirar a la gente a los ojos. Mirar a los ojos. Y sonreír. No preguntar qué haces. No, la sonrisa.
Y dejemos que este optimismo, el entusiasmo, la sonrisa… Todo esto es muy contagioso. Porque, cuando tú tienes a alguien que te sonríe, que es optimista, que es entusiasta y que te habla de lo que ha hecho, tú quieres hacer al tanto. Y así podemos crear una nueva cultura de acción y no una cultura de protesta. Le explico: mi hermano, que lamentablemente ya murió. Mi hermano fue el producto del año 68. Protesta. No quería saber nada de la sociedad. Se convirtió en el más conformista de toda la familia. Yo soy de la época del 78. Yo me imaginaba el emprendimiento, tomar iniciativa. Nunca venderse a una multinacional. Nunca trabajar con un jefe. Ser independiente, creativo, de acción. Y yo fui presidente de la asociación de los estudiantes de mi país. Yo fui el primer elegido con una retórica no en contra, sino por una retórica de que nosotros somos la futura generación de emprendedores. Pero emprendedores del bien común. No emprendedores para acumular dinero. Emprendedores del bien común. Y, cuando tú formas parte de la generación de los emprendedores del bien común, tú tienes garantizado el optimismo. Gracias. Gracias y hasta la próxima.