Cómo enseñar a tus hijos a comer sano
Carlos Casabona
Cómo enseñar a tus hijos a comer sano
Carlos Casabona
Pediatra
Creando oportunidades
Claves para una alimentación saludable
Carlos Casabona Pediatra
Carlos Casabona
El pediatra y divulgador Carlos Casabona se ha convertido en un referente en nutrición y prevención de la obesidad infantil. En su libro ‘Tú eliges lo que comes’ y en sus conferencias sobre pedagogía nutricional, Casabona aporta claves para una alimentación saludable. El pediatra explica que solo se puede luchar contra las elevadas tasas de obesidad infantil a través de la educación. El experto señala el papel fundamental que tienen las familias para revertir esta situación ofreciéndoles pautas para ayudarles a escoger alimentos saludables y anima a las escuelas a poner en marcha programas de educación nutricional que ya han funcionado en otros países. “En Japón existen leyes que incluyen a los dietistas-nutricionistas en los colegios, para diseñar los menús escolares y enseñar nutrición a los niños… pero sobre todo a los padres, que son la clave. Solo se puede enseñar a comer de forma saludable desde el ejemplo”, concluye Casabona.
Transcripción
¿Qué más opciones tenemos de desayuno, Gema? Pues mira, tenemos, además del pan integral, ¿por qué mejor pan integral? Pues porque tiene el germen que contiene más vitaminas y porque la semilla se conserva la piel, podríamos decir, la cáscara del grano la conservas, por eso se llama integral, porque conserva la cáscara del grano que también lleva fibra y el germen y lleva grasitas saludables y tal. ¿Qué hace la industria? El pan blanco. Claro, la harina se conserva más tiempo, sabe más dulce, y los niños prefieren el blanco al integral. Pero deberíamos hacer ese esfuerzo, y yo pienso que si damos el ejemplo y la familia come el pan integral, pues a los niños se lo podemos ofrecer y, al final, lo podrán comer. Más opciones: fruta. «Ah, pues le doy el zumo porque así se lo bebe rápido». Hemos quedado que no para el día a día, porque claro, un pequeño error, que lo cometas un domingo, de acuerdo. Pero el problema, como decíamos al principio, es que un pequeño error lo hagas cada día, se va a convertir en trescientos sesenta y cinco errores. Pues la fruta hay que intentar comerla cortada, ¿no? Yo sé que un niño de cuatro años no va a pelar una naranja y se la va a comer, pero para eso estamos nosotros si nos levantamos con tiempo, que ese es otro factor que ha influido en el sobrepeso y la obesidad. Los niños duermen menos de lo que tendrían que dormir, y entonces se ha visto que hay alteraciones tanto hormonales, como al estar menos tiempo durmiendo, sobre todo se acuestan tarde, hay más tiempo para que puedan tener una oportunidad para hacer una recena, que muchas veces no va a ser una recena saludable. Seguimos con el desayuno: tenemos fruta, sobre todo intentar que sea de temporada. Ahora estamos en verano; puede tomar cerezas, puede tomar melón, puede tomar papaya, puede tomar sandía, le puedes cortar una pera… Eso sí, nunca forzarlo, si no que él escoja y hacerlo fácil. Pues tenemos fruta cortada y con él, si tú comes fruta, tu hijo comerá fruta; tenemos pan, porque es nuestra cultura. Ojo, en China, en Oriente, no toman pan, se toman un bol de arroz, en el continente americano, es el continente del maíz, toman unas tortitas, que les llaman arepas, hechas con maíz. Por lo tanto, no hay nada imprescindible, porque, en el estudio ANIBES, que se hizo hace dos años, hemos visto que la primera fuente de energía en los niños y en los adultos es el pan. Pues no tendría que ser así, es decir, no es un elemento indispensable.
Entonces, tenemos la fruta, tenemos, si le apetece, algo también de cereales, cereales de verdad, no esas cajas que dice que son cereales. Han sido cereales, pero han sido tan transformados que se han convertido en «chucheales», en un producto no saludable del todo. Cereales, tenemos la avena, le puedes hacer tú un muesli casero, con avena, trocitos de plátano; puedes hacerle un yogur natural, cortar trocitos de fruta y meterlas en el yogur, y, sobre todo, no forzar a desayunar. Esa es una de las cosas que nos dicen muchas madres, muchos padres: «Entonces, no puede ir sin desayunar al colegio, que luego, yo he leído un estudio en Internet, que no rinden académicamente», pues lamentándolo, resulta que hay muchos estudios que dicen que esto no es verdad. Es decir, yo lo que hablo muchas veces es que el desayuno puede ser un desayuno diferido. No le va a pasar nada a este niño que no desayuna en casa porque no tiene ganas. E insistimos, preferimos que no desayune si no tiene ganas, a que le des un lácteo azucarado o un bollo u ocho galletas. Eso está pasando. ¿Qué hacemos? Que le ponemos en la mochila el bocadillo con hummus o con aguacate o con almendras y pimiento o queso. No embutido cada día, que seguimos siendo muy amigos de los embutidos. Y va a desayunar a las diez y media, a las once, a mitad de mañana del colegio. No le va a pasar nada ni le va a dar ninguna hipoglucemia, porque llevamos miles de años con el cuerpo a prueba de horas y horas de ayuno sin que tengamos ningún problema metabólico. Yo digo una frase que es la siguiente: «El niño occidental no conoce la sensación de hambre porque tiene un adulto que, cada dos horas, le anima, le empuja o le fuerza un poco a que coma. Tenemos, las madres y los padres, como una especie de miedo a que pasen tres o cuatro horas… «Ay, el niño, a ver si le va a pasar algo», no le va a pasar nada, incluso es mucho más fácil que cuando llegue a la una a casa a comer, o a las tres, le pongas un plato de garbanzos o de lentejas, y el niño te diga: «Qué ricas están hoy las lentejas», ¿por qué? Pues porque a mitad de mañana no le has dado el bollo o el zumo o el lácteo azucarado, o porque a desayunado relativamente poco. Meriendas. Hemos hablado del desayuno, pues lo mismo. Quizá la merienda es una toma que no es tan fácil de… No estás en casa, el niño sale del colegio con un hambre atroz, y entonces tienes que llevarle algo. No puedes… Puedes llevarle la fruta, el plátano es fácil de pelar, unas mandarinas, yo insisto en esto. La fruta se puede comer… Esta es otra, hay muchos que dicen: «No, es que si la fruta lleva fructosa…», «Si tomamos demasiada fruta, también es malo», «La fruta engorda». No, esto es un timo… Un timo no, un mito que hay que aclarar: la fruta no engorda, y eso, hay incluso especialistas y sanitarios que siguen teniendo este miedo. Hay que comerla, como hemos dicho, con toda su fibra. Insisto, en la merienda, el bocadillo de pan integral, un yogur, intentad que no sea azucarado, o fruta.
Pero, cuando analizabas los datos, ellos mismos lo reconocen en una hoja en el mismo estudio ALADINO del 2015, cuando analizas los datos, resulta que ha bajado a nivel global, pero ha subido en las familias más desfavorecidas, con menos ingresos, ¿por qué? Pues ahora, enlazando con el verano, resulta que muchos padres tienen que hacer trabajos muchas más horas de camarero, sector servicios; y las madres limpiando habitaciones, o limpiando hoteles o sirviendo o, también, en el servicio. Es decir, que estos padres jóvenes, que tienen que trabajar en verano, dejan a sus hijos con los abuelos. A veces, los abuelos no están en condiciones de llevarlos en bicicleta o acompañarlos. Y esto lo estamos viendo. El verano, que sería la oportunidad ideal para estar dos o tres meses el niño jugando, yendo en bicicleta, nadando, estando al exterior. Porque, además, el Sol es la principal fuente de vitamina D. El ochenta por ciento de nuestra vitamina D la adquirimos a través de la irradiación solar. Ojo, hay que también saber cuándo y cómo. Es decir, no todo es la alimentación. Entonces, es sano estar también al aire libre. Pero si la abuela, el abuelo tiene al niño el sábado y el domingo, mientras los padres trabajan, o entre semana en la tele o en el sofá, o lo que hacen es dar un paseo, pues no vamos a tener todos los beneficios del ejercicio físico, los beneficios de estar al aire libre y los beneficios de una alimentación saludable. Porque también, a veces, los abuelos bajan la guardia, dicen: «Pobrecitos», y hacen una alimentación un poco más laxa, y los helados, reconozcámoslo, van que vuelan. Un día sí y el otro también.
Y otro factor que también está sucediendo con las clases desfavorecidas, por eso tenemos una responsabilidad moral nosotros de luchar contra esta epidemia, no solo por profesionales, sino que es una exigencia social, y los políticos nos tendrían que ayudar más. Y uno de los problemas es que no van a tener dinero estas familias para apuntarlos a cursos, colonias, porque no son gratis. Y, entonces, este niño, que tendría que estar quince días con otros niños jugando y saltando y corriendo, no va a tener esas colonias, debido a que su familia no tiene el suficiente aporte económico. ¿Con qué enlazamos las clases desfavorecidas y el exceso de peso? Con el precio de los alimentos, Gema. Es una de las causas que también se están barajando para el sobrepeso, este aumento del sobrepeso y la obesidad. Las frutas, las verduras, los frutos secos, hace diez o quince años, no tenían el precio elevado que tienen ahora. Desde la llegada del euro, lo que es el intermediario, etcétera, etcétera, hace que la alimentación saludable sea más cara que la alimentación insana. La bollería, puedes ir al supermercado y por una bolsa, con un euro, tienes montones de cruasantitos pequeñitos. Una familia con problemas puede alimentar mal con calorías baratas a esos tres niños que tiene, porque si compra frutas y verduras, hay veces que las judías verdes, me encantan, yo las veo a cuatro y cinco euros. Tomates a tres y cuatro euros. Entonces, estamos con un problema serio, cuando las frutas y verduras ya hay estudios que dicen que se tendrían que subsidiar. Y esto creo que ya hay en algunos sitios que se ha hecho. Familias con poco aporte, yo doy unos vales para que cuando vaya al mercado puedan comprar frutas y verduras y frutos secos. Por tanto, es una exigencia que tenemos. Hay otros autores que también dicen: «Bueno, comer saludable no tiene por qué ser caro», tenemos las legumbres que son uno de los tesoros de nuestra nutrición mediterránea. Yo me acuerdo, de niño, de tomar lentejas y garbanzos día sí, día no. Y ahora parece que las legumbres son como de pobres, ¿no? Pues no, las legumbres son, a ti que hablabas antes de las proteínas, ricas en proteínas. «No, pero es que las vegetales no son de la misma calidad que las de animales», pues ese mito también se ha tumbado abajo. Combinándolas dentro de una alimentación saludable, podemos encontrar, y más ahora con la soja, con quinoa, sobre todo, también, no hace falta comer carne, no hace falta. Sino que con huevos, con pescado también las cubrimos. Pues las legumbres es un gran alimento que, a veces, no estamos pensando en él. A mí, madres o familias que te lo dicen, Dicen: «¿Cuántas veces por semana?», ¿me vas a contar las legumbres? No, no hay que contarlas, porque no están contando las galletas que, desgraciadamente, sí están consumiendo.
"Los hábitos saludables solo se aprenden a través de la educación y el ejemplo"
Entonces, la podemos combinar tipo ensalada. O si les apetece fría. O si les apetece como siempre, pues también. Entonces, esta alimentación con más frutas y verduras y hortalizas, sí es posible en invierno. Esta aumenta, por ejemplo, lo que es la cantidad de agua, que eso, tampoco hay que exagerar. «Hay que beber dos litros de agua», esto es un mito. Yo creo que hay estudios que los han promovido los que venden agua. No es necesario, es más que hacer caso a un mecanismo que lo tenemos a prueba durante miles y miles de años, que se llama sed. Tenemos que beber cuando tienes sed. Yo veo muchas personas, incluso a veces en el trabajo, que van con una botella de litro y medio para arriba, para abajo: «No, es que me han dicho que tengo que beber», hombre, si tienes sed sí, pero si no, no. Entonces, son mitos que, en relación con el verano, evidentemente… Dicen: «No, hay que beber antes de que tengas sed». Esto desde el punto de vista científico no se sostiene, pero, evidentemente en verano tendremos que beber más, y ¿por qué digo esto? Porque hay que beber agua. Es la bebida que lo niños y nosotros, dando ejemplo, deberíamos de ofrecer. «¿Y refrescos de vez en cuando?», el problema va a venir con el «de vez en cuando», que luego volveremos a sacar el tema, que no es en realidad de vez en cuando. Verano: frutas, verduras, gazpachos, ensaladas, pasta fría y movimiento. La Organización Mundial de la Salud aconseja que, mínimo, hagan los niños una hora de actividad física moderada o intensa. Eso no significa caminar, significa jugar y sudar. Entre el ejercicio físico, estar al aire libre y comer más saludablemente, y es un momento también, para que en campamento y en colonias los niños hagan socialización y aprendan buenas costumbres con buenos monitores, con buenos sitios en los que también se cuide la alimentación y se cuide el deporte y la convivencia.
Yo se lo digo a muchas madres, que el psicólogo, y padres y familias, que necesitamos la ayuda de un psicólogo para que podamos, sobre todo, cuando hay trastornos de la alimentación, tanto por defecto como por exceso. Porque hay hasta ciento ocho factores. Hay un estudio hecho en el Reino Unido que han tenido y están teniendo influencia en el sobrepeso y en la obesidad infantil. Uno de estos factores, que es muy frecuente y más en el entorno mediterráneo en el que vivimos, es comer fuera de casa. Es decir, nunca hemos comido tantas veces fuera de casa. Y, claro, cuando la familia va con sus hijos a comer fuera de casa, no te vas a pedir unas judías verdes con patata y una pera de postre, ¿sabes? Entonces, tendemos a comer cosas que son, en principio, más calóricas o más cantidad o no tan saludables. Por lo tanto, eso es una de las cosas que podíamos transmitir, que comer fuera de casa… Ojo, no significa que nos tengamos que encerrar siempre, pero que va a ser un factor que nos pueda ayudar a que la familia o el niño tenga más sobrepeso y obesidad. Y otro factor es el tamaño, el tamaño de las raciones. ¿Cuántas veces vamos ahora a los restaurantes y, en vez de un plato normal, te ponen una fuente? Yo lo veo a veces. Yo vivo cerca de Playa de Aro y ves un plato así todo lleno de patatas fritas, un filetaco grandísimo y al lado un trocito de tomate y dos trocitos de lechuga. Pues el tamaño de las raciones también ha crecido de una manera exponencial respecto a hace veinte años. Por lo tanto, al comer fuera de casa, el tamaño de las raciones hay que vigilarlo, y no costaría nada, por ejemplo, decirle al camarero cuando vas a celebrar algo, que tampoco hay que ser tan tristón, decirle: «Mire, en vez de patatas fritas, me pone el filete con una guarnición de guisantes o de judías verdes o unos trocitos de lechuga». Son factores que intervienen, y el tamaño también, no solo de los platos en los restaurantes, el tamaño de las cajas de producto, por ejemplo, lácteos azucarados antes los podías comprar de uno en uno. Si yo estoy por la tarde en Barcelona, aquí en Madrid, y me apetece tomarme un yogur no puedo, porque en el supermercado me van a vender ocho o catorce. Es decir, esto no se ha visto nunca. Son estrategias comerciales para consumir más, y, claro, no te venden packs de catorce manzanas ni de naranjas, las compras en bolsas, desde luego. Pero el que los packs de cereales, de lácteos azucarados, de croissants, de bollería sean muy grandes, también es otro factor que nos empuja a consumir más. Tendemos a consumir más si los envases son grandes. Tendemos a comer más si los platos son grandes. Te voy a contar un experimento que hizo un experto que se llama Wansink.
Pusieron a un señor un plato de sopa y le dijeron: «Ahora queremos que usted nos diga qué tal está esta sopa y cómo le sienta». Pues el experimento consistía en que el plato, por debajo de la mesa, tenía un mecanismo muy bien hecho, tipo NASA, por el cual, mientras el sujeto iba comiendo la cuchara, se le iba rellenando el plato, hablándole, sin que él se enterara. Él iba comiendo, y un mecanismo hacía que el plato se fuera rellenando poquito a poco para que no se notara. Y, al final, le preguntaron: «¿Qué le ha parecido nuestra sopa?», y dijo: «Estaba buenísima, y además llena, llena». Este señor se había tomado dos platos de sopa en vez de uno, sin enterarse. Es decir, que está más que demostrado que el tamaño de las raciones hace que comamos más. Yo veo muchas veces niños por la calle con una bolsa de patatas fritas, que también han aumentado los tamaños, y veo un niño de tres años con la bolsa, y digo: «Pero ¿por qué le dejas el envase?», «No, si el niño coge lo que quiere y luego él se cansa», digo: «Hombre, solo faltaría eso, que se tomara una bolsa de doscientos gramos de patatas fritas. Cuando en mis tiempos, las bolsas de patatas fritas eran más pequeñitas». Pues esto también es un factor que lo debemos de gestionar con cariño y con prudencia, el no ofrecerles a nuestros hijos, de los productos insanos, que coman lo que quieran, no. Que tomen lo que quieran, esto lo dice Julio Basulto, que es uno de los dietistas-nutricionistas más reputados de España, lo dice: «No hay que negar ni ofrecer en casa, y tampoco forzar, pero la oferta ha de ser de productos saludables, que coma lo que quiera de cosas saludables, pero no de productos insanos, y, sobre todo, no tenerlos en casa». Si lo tienes te lo comes, por lo tanto, lo mejor es: «No lo compres». A mí hay, por ejemplo, familias que me han dicho: «Yo le escondo las galletas…», pero bueno, un crío de siete u ocho años seguro que las va a acabar encontrando. «Es que, como me gustan a mí…», pues tenemos que esforzarnos si no queremos que nuestros hijos coman productos insanos, pues lo que tenemos que hacer es no comprarlos, porque, si lo compras, te lo comes. Y, sobre todo, también lo que es muy importante es eso, no negar. Si te viene porque el compañero del colegio le ha regalado una rosquilla de chocolate, pues en vez de decir: «Tú, ¿qué haces con esas rosquillas? No, no te la comas, que eso lleva un montón de azúcar…», eso tampoco va a ser positivo. Esto es muy importante, no negar. No ofrecer y no tener en casa lo que no quieras que coman, y dar ejemplo.
No sirve hablar, sirve actuar. Y tampoco con mucho teatro: «Cómete estas zanahorias, cómete este brócoli que lleva vitaminas por aquí, antioxidantes…», el niño va a decir: «Uy, qué rollo me está metiendo mi padre o mi madre». Tienes que comértelo con naturalidad y de manera diaria. Volviendo al estudio, tenemos que la dieta mediterránea se ha trasladado al norte de Europa, y nosotros estamos, como así atestigua el estudio este, ANIBES, comiendo mal. Pero el mensaje es esperanzador. Yo pienso que todos, desde profesores en los colegios, los educadores físicos, los sanitarios, los dietistas-nutricionistas, los psicólogos, todos vamos remando en favor de una infancia que, esperemos, viva más que nosotros. Y, fíjate, el último apunte que querría decirte es cómo hay países como Japón, que es uno de los países con menos incidencia de obesidad y sobrepeso infantil y también adulto, ya en el año 1954, tenían leyes en las que hacía que los dietistas-nutricionistas estaban apoyando en los colegios los menús, estamos hablando del año 54, y daban clases de nutrición a los niños. Esta ley se ha trasformado más recientemente, y es una ley muy ambiciosa, en la que los mismos dietistas-nutricionistas son profesores de agregados diariamente en el colegio, y no solo elaboran los menús, sino que ofrecen a los padres, porque esto es importante. Los niños son esponjas y saben ya lo que es saludable y lo que no, pues son los padres, los que toman las últimas decisiones, a los que se les ofrece cursos de pedagogía, de educación nutricional. Entonces, con estas dos cosas… Además, la nutrición aparece como una asignatura curricular en la que el niño no solo va a tener una charla esporádica, sino que se le van a preguntar y en la que va a asumir los conceptos y las materias que van a redundar en que, al final, pueda autorregularse y escoger por sí mismo las opciones saludables, a pesar de la presión publicitaria, a pesar de los problemas que pueda haber en casa, a pesar de las prisas, a pesar de las emociones, que habrá días que pueda tener o no en mayor o menor grado. Lo que me gustaría ahora, Gema, es que pudieras hacer tú de espejo. Es decir, poder transmitir todos los temas que hemos tratado hoy a todas las familias, amigos y amigas tuyas, vecinos, familiares… porque se trata de que la información se difunda, y que tú puedas explicar, y que llegue a la mayor cantidad de personas posibles todo lo que aquí hemos tratado.