COMPARTIR
Generated with Avocode. Path Generated with Avocode. Rectangle Copy Rectangle Icon : Pause Rectangle Rectangle Copy

Tres señales para elegir bien en el amor

Luis Muiño

Tres señales para elegir bien en el amor

Luis Muiño

Psicólogo


Creando oportunidades

Más vídeos sobre

Luis Muiño

El mito de la media naranja, las relaciones tóxicas o el síndrome de Wendy y Peter pan. Son algunos de los temas que aborda el psicólogo Luis Muiño para “dejar de romantizar” el amor romántico: “El amor romántico es como un hechizo. Nos engaña con una visión idealizada del otro”. Y añade: “Cuando el hechizo se rompe, a menudo descubrimos que nuestra pareja es alguien diferente al que creíamos ver”. Según afirma, el 90% de las personas que acuden a terapia, lo hacen a causa del amor. O, matiza, "a causa de una visión distorsionada de lo que es el amor”. Muiño nos anima a renovar la manera en que concebimos la pareja y aboga por aprender a construir amores que no estén basados en la idealización y en la posesión, sino en "un amor más libre y más sano: un amor posromántico”, concluye.

Luis Muiño es un psicoterapeuta y divulgador español dedicado a promover la salud mental y el bienestar emocional. Su trabajo combina la divulgación científica con acciones de impacto social. Sus ideas se caracterizan por su pragmatismo, profundo conocimiento de las conductas humanas y una forma original de comunicar, cualidades por las que obtuvo el premio de periodismo del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. A lo largo de su carrera, ha colaborado en diversos programas, como ‘El factor humano’ en Radio Nacional de España, y ha escrito en publicaciones como ‘Muy Interesante’, ‘El País’ y ‘La Vanguardia’. Además, es autor de varios libros, entre los que destacan ‘La trampa del amor’ y ‘Entiende tu mente’, este último inspirado en su popular podcast del mismo nombre, uno de los más buscados en español.


Transcripción

0:18
Luis Muiño. Hola. Yo soy psicólogo, pero realmente lo que quise ser siempre fue cuentacuentos. Vamos a situarnos a mediados del siglo pasado, 1950, una cosa así, norte de Italia. Os voy a hablar de Luigi, es un personaje real, podéis buscar la historia. Luigi y sus amigos se entretenían y, sobre todo, se emocionaban leyendo las cartas que él escribía a su novia, unas cartas que todavía se conservan, muy bonitas, en las que con firmeza le hablaba de sus sentimientos amorosos, de las ganas que tenía de que se conocieran, incluso había momentos de pelea, había momentos en los que discutían, pero poco a poco lo iban arreglando. Y también Luigi les enseñaba las cartas de ella. Las cartas de ella eran, bueno, con otra letra, con otro estilo, más sensibles, más poéticas, pero también muy bonitas. Se conservan. Accidentalmente, uno de los amigos de Luigi, mirando el buzón, descubre que llevaba años escribiéndose cartas a sí mismo y respondiéndose en nombre de ella.

01:41

Todo era absolutamente falso. No existía su novia y las cartas las fabricaba él mismo, como se fabrica en realidad el amor: a base de idealizaciones, a base de clichés románticos, que son los que usamos continuamente. El amor es muy fácil de fingir porque, desgraciadamente, nos han enseñado una forma de amar tan encorsetada que cualquier historia de amor se parece a otra. Por ejemplo, hace unos años, un ciudadano de Corea del Norte se casó con su almohada. Y, si oís sus declaraciones, que también las tenéis en la red, os daréis cuenta de que hablaba exactamente de las mismas cosas que hablamos todos cuando hablamos de amor romántico. Idealizaba a su almohada, la trataba sabiendo que esa almohada satisfacía todos sus deseos y sus expectativas y tenía muchos celos de su almohada. No le gustaba que su almohada durmiera con otros. ¿Cierto? Exactamente igual a todos los demás. Hay gente que se ha casado con la Torre Eiffel.

03:10

Esa también la tenéis. Hay personas que se han casado con una estación de ferrocarril. Esa me pareció curiosa. Y en todas esas historias vais a encontrar lo que se encuentra siempre en el amor romántico: adicción, posesión e idealización. Ese es el amor que nos han vendido desde finales del siglo XIX, como si fuera bonito, y ese es el amor que llevamos haciendo desde hace 300.000 años. Es decir, desde que somos «homo sapiens» como especie. Soy Luis Muiño, soy psicólogo, soy divulgador, soy escritor, y soy, sobre todo, reparador de corazones rotos. Soy mecánico cardiólogo. Porque, ¿sabéis cuál es el problema mayor de salud mental? ¿Sabéis cuál es la peor enfermedad en terapia, la que más tratamos? ¿El estrés, quizás, del mundo moderno? ¿La ansiedad que nos aqueja a la mitad de las personas? ¿La depresión que les viene a otras? No, el amor. El 90 % de personas que yo tengo en terapia están por problemas amorosos. Incluso en casos en los que parece que vienen por un jefe psicópata, o porque no se llevan bien con sus padres, en realidad acaba saliendo el amor.

05:04

Y es por esto, es porque somos ciudadanos del siglo XXI, tratando de manejar hormonas que están ahí desde el Paleolítico, y con instituciones que se crearon en el imperio romano, como el matrimonio. Y esa mezcla casi siempre sale mal. Yo he escrito «La trampa del amor», mi libro, para tratar de, primero, destruir todos estos prototipos del amor romántico y, segundo, dar ideas, por lo menos hacernos preguntas, para tratar de construir otro amor que no esté tan basado en adicción, idealización y posesión. Un amor más libre, un amor más sano, un amor posromántico. Un amor en el que nos nutramos a la vez que nutrimos a nuestra pareja, en el que podamos crecer juntos sin olvidarnos de nosotros mismos. Porque, ¿no estáis ya un poco hartos de repetir la historia durante 300.000 años? Venga, dadme un estribillo de canción en español que haya sonado en los últimos meses. Por ejemplo, os puedo contar uno. No sé si tenéis algunos en la cabeza, pero os puedo contar: «No puedo vivir sin ti, no hay manera». Y esto no es reguetón, eh, que siempre le echamos la culpa a las nuevas generaciones. «Oye, que el «trap», que el reguetón, que repite prototipos», etcétera. No, no, esto es de hace unos meses, y es rock. ¿Vale?

07:02

Seguimos repitiendo exactamente los mismos tópicos y los mismos clichés. Vengo, un poquito, a destruirlos, a decir que esa narrativa viene en realidad de la necesidad de crear emociones, no sé si estáis de acuerdo. Cuando Shakespeare intenta que, en medio del Globe, en Londres, alguien escuche las obras de teatro que él ha escrito, dice: «Pues venga, vamos a meterle aquí sangre, vamos a meterle un poquito de drama». Entonces dice: «Oye, Romeo y Julieta, tres días, seis muertos». ¡Seis muertos en tres días! ¿Y qué? Pues consigue que en un teatro en el que la gente está hablando, está tirándose cosas… Así funcionaban los teatros en esa época. Está completamente perdida la atención. Consigue que le sigan. Lo que quizás no se le ocurrió a Shakespeare es que, en pleno siglo XXI, tratemos de repetir Romeo y Julieta y creamos que eso es una bella historia de amor. Insisto, seis muertos en tres días. Esos son el tipo de clichés, la idea de que el amor hay que sufrirlo, la idea de que los celos tienen que existir y si no, no hay pasión. Esos son los tipos de tópicos a los que quiero dar una vuelta hoy.

Tres señales para elegir bien en el amor. Luis Muiño, psicólogo
08:59
Byron. Hola, Luis, encantado. Me llamo Byron. Comentabas que uno de tus libros tiene un título un poco inquietante. ¿Para ti, cuál es la trampa más grande del amor?

09:09
Luis Muiño. Vale, voy a resumirlo en una, y es que nos entontecemos. Nuestras hormonas están hechas para atontarnos, para inhibir el córtex cerebral, para dejar de pensar. Y el corazón, cuando no está bien informado, no funciona. Por eso insisto tanto en esa frase, «El corazón bien informado». Bien, ¿por qué nos entontecemos? Porque esas hormonas ponen en marcha varios mecanismos que nos hacen ver al otro no como es, sino como queremos que sea. Y esto es importante. Por ejemplo, ponemos en marcha una cosa que se llama «efecto halo». ¿Qué es? Que a partir de una característica que nos gusta, deducimos una serie de características de la otra persona que no tiene por qué tener. Por ejemplo, si es guapo, entonces tendemos a creer que es una persona más exitosa de lo que es. Esto es una investigación reciente. Si creemos que esa persona es atractiva, deducimos que tiene mejor trabajo del que tiene. Os pongo un ejemplo de efecto halo sencillo. Como ese, os puedo decir unos cuantos. Ese es uno. A partir de ahí funciona un efecto de todo o nada. O la persona es perfecta, y ahí viene el efecto halo, o si no, es un desastre. En el momento en que nuestras hormonas empiezan a decir «vale para nosotros», entonces no vemos sus imperfecciones.

10:57

No nos autoengañamos, ¿eh? Muchos pacientes me dicen: «¿Cómo no me di cuenta de esto?». Cuando terminas una relación tóxica pasa mucho, ¿verdad? Pero yo les pregunto. Estas cosas de las preguntas socráticas insidiosas que hacemos los psicólogos. Y van pensando y se van dando cuenta de que, efectivamente, desde el principio sabían aquello que falló luego. Lo que pasa es que no quisieron mirar hacia ahí. El amor hace que pongas un foco solo en lo que te gusta de la otra persona, por lo otro no preguntas. Eso es el efecto todo o nada. Y luego viene un último efecto, que este es tremendo para deshacer como terapeuta, que es el coste hundido. ¿Qué es esto? Una vez que hemos invertido mucho esfuerzo en algo, seguimos y seguimos y seguimos, simplemente por justificar el esfuerzo que hemos metido. «No puede ser que mi esposo descubra 20 años después que es gay. No puede ser, llevo 20 años con él. Esto no puede estar ocurriendo». Así que sigues adelante, aunque sabes perfectamente que es gay. Así con un montón de cosas.

12:25

El coste hundido es ese tipo de fenomenología que hace que, por ejemplo, sigamos viendo una serie en la que llevamos tres temporadas, sigue siendo muy mala, pero tenemos muchas esperanzas de que por fin arranque. Eso es el coste hundido. Pues lo mismo pasa en pareja. «Oye, llevo 20 años, con un poco de suerte, este año ya remontamos». Eso vuelve a ser otro sesgo cognitivo que activan nuestras hormonas. Eso es la trampa del amor, que nos entontecemos.

13:13
Hombre. ¿Cómo estás, Luis? Estoy recordando en este momento la estrofa de un merengue que dice: «Tu amor es como un tóxico, es un efecto narcótico que te amarra». ¿Exageran las canciones? Por favor, ¿nos puedes contar qué nos produce el efecto del enamoramiento?

13:30
Luis Muiño. Sí. Qué buena esa letra. En el libro rescato otras cuantas. No, no, no exageran. De hecho, se quedan cortas. O sea, el amor es el mayor narcótico que existe, por supuesto. Está compuesto de un montón de sustancias. Lo que pasa es que, encima, están dentro, con lo cual es difícil sacárselas. ¿Habéis pensado alguna vez que hoy en día se podría conseguir con una pastilla quitaros el enamoramiento? Más o menos, lo empezamos a tener de alguna manera controlado. ¿La tomaríais? Por ahí hay unos cuantos sí, ¿verdad? ¿Cierto? Fijaos hasta qué punto es una droga interna, depende de qué momento de vuestra relación, pero, efectivamente, la tomaríamos, ¿no? Iríamos al médico, diríamos «que me he vuelto a enamorar». «No, otra vez. Que llevas una racha tú». «No, es que este año, yo qué sé, debe estar en el ambiente, ¿no? Que hay canciones por ahí». El amor nos llena de dopamina, que es la gran culpable de la fiesta, es la gran culpable de ese sentimiento de alegría, de ese sentimiento eufórico cada vez que vemos a la otra persona, aunque la otra persona esté mirándonos con una absoluta frialdad. Da completamente igual. «Ah, me ha visto, me ha visto». «No, no te ha visto, es que pasaba por ahí. Te ha quitado para seguir andando». Esa es la dopamina. El amor también está compuesto de oxitocina. La oxitocina es la del afecto, la que hace que una persona, de alguna manera, resulte casa. Ya, a partir de la oxitocina, tenemos un hogar en esa persona.

15:28

No podemos hacer nada para cambiar esas hormonas que están ahí desde el Paleolítico y que tuvieron su sentido adaptativo. En el Paleolítico, si estamos viviendo en una cueva con nuestra pareja, hace frío fuera, hay tigres de dientes de sable, estamos dentro, calentitos, nuestra pareja es inaguantable, ronca, no tiene conversación… Bueno, en el Paleolítico casi nadie la tenía, pero este especialmente menos. Es tóxico, que le llamaríamos ahora, no se comunica bien, no es un hombre deconstruido, lo que queráis. ¿De acuerdo? Pero estamos en el Paleolítico. Si sales fuera, te comen los tigres de dientes de sable. Somos descendientes de aquellos que no salieron fuera porque tenían un pequeño problema amoroso con su pareja. Los que se quedaron, fuera como fuera, es decir, los que tenían mucha oxitocina y que les daba mucha dopamina ver a su pareja. Hoy en día nuestras hormonas siguen diciéndonos lo mismo: «Sigue ahí, porque fuera hay tigres de dientes de sable». Las hormonas no se han enterado de que ya no. ¿Qué propongo yo? Acepta que las tienes, pero trata de canalizar eso para una historia de amor que no sea una historia de adicción, de posesión o de idealización naíf.

17:03
Julia. Hola, Luis. Soy Julia, encantada. Dicen que el amor entra por los ojos. Aparte de la belleza, ¿qué otras cosas entran en juego en la etapa del enamoramiento?

17:16
Luis Muiño. ¿Qué hay, Julia? Pues muchísimas más. Pensar que el amor entra por los ojos es como pensar que el vino entra por la vista. De hecho, entra mucho más por otros sitios. Estas son, por ejemplo, las investigaciones más recientes de bioquímica del amor. Helen Fisher tiene muy buenos libros sobre esto. Entra por el olfato. Y eso lo primero, curiosamente. A través del olfato sabemos si la otra persona tiene los anticuerpos necesarios para poder procrear buenos retoños que tengan una posible muy buena salud. Por ejemplo, a través del olfato sabemos si la otra persona tiene anticuerpos para la viruela. Cuéntale tú a tus hormonas que ahora mismo no te hace falta que tus hijos tengan porque ya hay vacuna. Incluso cuéntale que tienes, yo qué sé, 60 años y que, total, no ibas a procrear. Pero da igual, tus hormonas están buscando que la otra persona tenga esos anticuerpos porque tú no los tienes, para complementarte. ¿Cómo sabemos esto del olor? Pues a través de muchos actos que se consideran muy amorosos. Venga, pensad algunos.

18:45

No vamos a entrar en intimidades, no os preocupéis, ¿vale? Pero, no sé, una novela romántica, vamos a irnos ahí, siempre hablaría de ese maravilloso gesto en que hueles el cabello de la persona amada, ¿verdad? Ese olor del cabello de la persona amada. Ahí estamos detectando anticuerpos. Ahí es donde vamos. Luego, entra por el gusto, que se nos suele olvidar. Es decir, catamos a la otra persona. «¿Catamos? ¿Cómo catamos?». Pues con el beso, que no deja de ser un mordisco que aprendió educación. Ya está. Es una forma de morder al otro. Un beso profundo es lo que enamora.

19:38

De hecho, Helen Fisher dice que enamora más que el sexo. Que probablemente te enamoras, yo qué sé, al décimo beso profundo. A lo mejor te acostarías con una persona, pero si no la besaras, no te enamorarías. Lo que ocurre es que no besar a una persona con la que te acuestas es ser un poco animal, la verdad. Pero, en realidad, entra por el beso. Ahí volvemos otra vez a lo mismo, a catar a la otra persona, a saber qué tiene. Esa la tenemos, ¿verdad? ¿A que vamos identificando? Olor, gusto… Entran todos los sentidos. Por supuesto, la vista también. Pero la vista, vuelvo a lo mismo, sirve para tratar de detectar características de la otra persona que tienen que ver con el éxito reproductivo. Por ejemplo, la mandíbula cuadrada en los hombres se asocia a una mayor cantidad de testosterona. Y por eso, cuando se hacen experimentos sobre esto, para una aventura casual, se suele preferir ese tipo de rostro, no para pareja. Curioso, ¿verdad? Tremendo, ¿no? Así, como veis, vamos desarrollando todos nuestros sentidos para poder decidir si esta persona entra o no en nuestro catálogo reproductivo, si nos asegura el éxito de nuestros retoños. Y vuelvo a recordaros, da completamente igual que ya no tengáis ninguna intención de tener retoños, ¿vale? O que a esos retoños les dé igual la cantidad de testosterona que tenga el tipo. Somos descendientes de los que tuvieron eso en cuenta.

21:46
Daniel. Hola, Luis. Me llamo Daniel. Tú, como profesional, después de tantos años de experiencia, habrás visto de todo en consulta, pero ¿tú crees todavía en el amor romántico?

21:55
Luis Muiño. Sí, sí, claro. Claro que creo. Existir, existe, por desgracia, claro, me temo. Esto, ¿sabéis qué dicen en Galicia, no? «Eu non creo nas meigas, mais habelas, hainas», ¿no? «Yo no creo en las brujas, pero haberlas, claro que las hay». Pues eso. O sea, claro que existe el amor romántico, guau. Está completamente presente en todo. En cualquier tipo de narrativa. Vosotros pensáis en las comedias románticas de Jennifer Aniston y tal… Bueno, son las obvias, pero no, da igual: en cualquier película, el amor es con todos los mitos del amor romántico. Y sí, me temo que sigue existiendo, por supuesto. Y es un amor en el que se fomentan ciertas cosas negativas, para mí, ¿vale? Y se las ha maquillado. Por ejemplo, los celos, ¿vale? La posesión, la necesidad de que el otro sea feliz solo contigo. Pocas veces en el amor se escucha esto de: «Oye, qué bien que te lo hayas pasado genial durante ese mes de vacaciones que no has estado conmigo». ¿Verdad? O sea, los celos siguen existiendo y siguen formando parte de nuestras relaciones.

23:21

Y, de hecho, en las comedias románticas, si lo pensáis, lo que suele ocurrir es que hay un enredo en el que una de las dos personas, por cierto, casi siempre la mujer, tiene problemas porque la otra persona, casi siempre el hombre, entiende que ha habido un fallo en el tema de celos o que no ha estado ahí para él, es decir, la adicción, o que no ha cumplido el ideal que él pretendía, es decir, la idealización romántica. Y el argumento de la novela consiste básicamente… De la novela, o de la película, o de la serie. Consiste en que ella va deshaciendo todos esos equívocos hasta que hay un final feliz en el que ella muestra que «Sí, tranquilo, que soy tuya. Tranquilo, que sí, que voy a estar ahí siempre que me necesites. Tranquilo, que voy a cumplir con todos esos ideales y esas expectativas que tú tienes». Y ese es el final feliz, que desde el punto de vista de un psicólogo es como «¡Guau!, en qué lío acaban de meterse estos dos». O sea, ahí debería empezar la película, ¿no?

Tres señales para elegir bien en el amor. Luis Muiño, psicólogo
24:41

O sea, el amor romántico, si os fijáis, cuenta como una primera muy buena página, ¿no?, con mucho espíritu y tal, pero luego no nos cuenta el resto, que era donde debería empezar realmente la historia, ¿no? Así que sí, existe. Está mantenido, yo creo, por muchos ideales, por mucha pátina cultural. Son las historias que tenemos en la cabeza, son las músicas que escuchamos, y creo que está presente en casi toda la terapia que yo hago. El no ser fiel a las expectativas que tiene el otro de nosotros, me refiero a nuestra pareja, creo que al final acaba siendo el mayor problema terapéutico que yo trato. «Oye, he decepcionado a mi pareja, en cualquiera de los sentidos». Fijaos en esa frase: «He decepcionado a mi pareja». Eso probablemente sea el mayor problema que yo tengo en terapia. Y mi respuesta debería ser: «Bien, ¿no? Empezamos correctamente. Esa es la parte buena, ahora cuéntame lo malo». Y no, parece ser que para la persona es malo decepcionar a su pareja.

26:19
Carla. Hola, Luis. Mi nombre es Carla y quería preguntarte ¿qué propones entonces para que funcione esto del amor?

26:26
Luis Muiño. Muy buena pregunta, me alegro de que me la hagas, porque así puedo dejar de ser destructivo y empezar a intentar construir algo. De verdad, creedme, yo soy un fiel amante del amor, a mí me gusta. Me gusta mucho la libido como fuerza vital, creo que hay mucho de aprovechable ahí, y creo que la pareja todavía tiene sitio en el mundo actual. Lo que pasa es que pienso que, como no la renovemos, como no le demos otro formato, nos quedamos sin parejas. En el libro hago muchas estadísticas sobre cómo, progresivamente, en el mundo cada vez hay más «singles», cada vez compensa menos la pareja. Como dicen los jóvenes: «Ya no nos renta». ¿Bien? Y desde luego, si la pareja es lo que hemos contado: adicción, idealización, sufrimiento, celos… pues claro que no les renta, ni a mí. Entonces, ¿qué propongo yo? Un amor consciente, un amor sano, ¿cómo puede ser eso? Bueno, voy dando ideas. Estamos en un momento de liminalidad, que se llama, es un limbo, «vamos a intentar construir algo diferente». Parto, por ejemplo, del triángulo de Stemberg, que no sé si lo conocéis. Stemberg es un psicólogo que hace investigaciones a lo largo de casi una década con un montón de parejas y trata de ver cómo funcionan las que funcionan.

27:58

¿Qué pasa? ¿Qué hay de común en las parejas que tienen, de alguna manera, bueno, una calidad de vida juntos? Y llega la conclusión de que hay tres cosas, de ahí el triángulo, en esas parejas, y son independientes, son factores que puede estar uno y no estar otro. El primero sería la intimidad. La intimidad tiene que ver con la comunicación, con esta cosa de que tu pareja sea tu mejor amigo o tu mejor amiga, con esta historia de que tú puedas estar en silencio con esa persona y sentirte bien. No es solo comunicarse. A veces hablar está sobrevalorado, ¿no creéis? O sea, a veces lo mejor que podemos hacer con nuestra pareja precisamente es poder estar callados y que no sea tenso. Todo eso es intimidad. Es ese sentimiento de que con mi pareja no poso, con el resto de gente sí. ¿Vale? La segunda es pasión, es decir, atractivo, erotismo, no solo sexo. También tiene que ver con los abrazos, también tiene que ver con tocarse continuamente y tiene que ver con que la otra persona te siga resultando muy atractiva a su estilo. Esa sería la segunda pata.

29:21

Y la tercera sería el compromiso. Es decir, la idea de que tenemos planes conjuntos, de que vamos hacia el mismo sitio, de que nos gusta mirar en las mismas direcciones. Queremos ser lo mismo de mayores, tengamos la edad que tengamos. Esto pasa en las buenas parejas, ¿cierto? Esa cuestión de que ya no es que estemos mirándonos el uno al otro todo el rato, sino que miramos juntos hacia el mismo lado. Eso es el compromiso. ¿Qué dice Stenberg? Que tienen que estar las tres. Si lo pensáis, dos patas de la pareja llevan hacia otro tipo de relaciones. Yo no le llamaría pareja. ¿Bien? Pues de ahí podéis sacar un punto de partida para construir un amor sano y consciente. ¿Y para eso qué recomiendo en el libro? Y quizás sea de lo más polémico que recomiendo yo. Entonces, vale que me rebatáis, ¿eh? O sea, ahora voy con lo polémico. Yo recomiendo hacer un «casting» emocional. Yo creo que antes de que nos inunden esas hormonas de las que he hablado, todavía conservamos racionalidad. Antes de entrar en la piscina esta del enamoramiento, todavía podemos conocer al otro.

30:48

Después ya no, porque no vamos a mirar las cosas malas, lo que os dije en la otra pregunta, pero antes sí. Y «antes» quiere decir en las tres o cuatro primeras citas, depende de lo veloces que vayamos. Pero ahí todavía nos da tiempo a hacer un «casting». ¿Cómo se hace un «casting»? Pues igual que lo hacen los directores de cine. Tienen claras cinco o seis características que sí o sí tiene que cumplir el actor o la actriz que buscan y van haciendo pruebas para saber si las cumple. Cuidado, haciendo pruebas, no preguntándole. Es decir, una directora no le pregunta a un actor: «Oye, ¿tú eres bueno en esto de interpretar?». «Yo sí, buenísimo». «Venga, ya está, protagonista». No funciona así. Sin embargo, cuando hacemos esas primeras citas sí hacemos eso. «Oye, ¿tú crees en la honestidad en las relaciones?». «Sí, yo sí, yo creo. Absolutamente, vamos. Para mí es esencial en la pareja». Pero, hombre, ¿qué crees que te va a decir un estafador? Que cree en la honestidad en las relaciones. ¿Quién va a contestar de otra manera a esa pregunta? Preguntar es inútil. Lo que hay que hacer es buscar pruebas. Por ejemplo, preguntarle: «Oye, ¿cómo terminó tu última relación?». Esa sí que es buena. Porque ahí nos dicen conductas.

32:13

¿Y a que esa casi nunca la hacemos? Eso es un «casting». Pensad en cinco o seis cosas que para vosotros sean esenciales, que tiene que tener vuestra pareja sí o sí, porque si no, seguramente no os merece la pena arriesgaros. Oye, que un amor dura a veces cinco o diez años, y a veces treinta, en liquidarse. Así que, ¿por qué no hacer un pequeño «casting» antes? Os digo que es polémica, porque cada vez que cuento esto en psicoterapia, el paciente me mira con cara de «Tú eres un verdugo del amor, tú eres un antirromántico, tú tal…». Qué va, todo lo contrario. Si yo creo en el amor, por eso no me embarco con cualquiera.

33:07
Sara. Hola, Luis. Soy Sara. Tengo curiosidad sobre el mito de la media naranja. ¿Tú crees que hay que buscarla o llega sola?

33:19
Luis Muiño. Gracias, gracias por la pregunta. Me alegro. Te voy a… Lo siento, pero te voy a destrozar el enunciado, porque yo creo que ni hay que buscarla ni llega sola. Lo que hay que hacer es huir de ella. O sea… Si existiera semejante cosa, sal por piernas, o sea… Sería terrorífico. Esto viene de Aristófanes, que luego lo recoge Platón, creo, si no me equivoco, y es como de los mitos más difundidos en la historia de la cultura occidental. Es un mito terrorífico, pero de película de terror. Es la idea de que los seres humanos antes estábamos completos, estábamos juntos, estábamos con nuestra pareja. En un momento dado, los dioses se enfadan o lo que sea. Los dioses, seguro, porque siempre se estaban enfadando en los mitos griegos. Eran unos dioses muy iracundos. Y entonces desgajan la naranja. Entonces hay otra media naranja por ahí. Y dices: «Guau», da un poco de miedo, ¿no os parece? Es como una cosa de: «Ahí va, mi media naranja». Yo, ya te digo, yo saldría corriendo si me la encontrara. Yo creo que no hay que encontrar la media naranja. O sea, no estamos incompletos. Lo que hay que hacer es compartir el zumo con otra persona, eso sí. O sea, déjate tú de medias naranjas.

34:46

Yo creo que la otra persona no tiene que ser complementaria porque eso significaría, de alguna manera, que se acogiera a nuestras expectativas. Fijaos que el mito de la media naranja va con esa idea de que entonces yo sé lo que necesito en la otra persona para que me complemente. Entonces voy a buscar a alguien que me complemente de esa manera y solo de esa manera. Es decir, no estoy abierto a la otra persona. Y creo que es parte de esta idealización del amor romántico. Si os fijáis, por ejemplo, en todas las novelas románticas, a la otra persona se la describe prácticamente igual, son clones. O sea, a mí me resultaría dificilísimo distinguir a la protagonista de una novela romántica de otra porque son clones. Están buscando esa media naranja. Y yo creo que el amor no nos tiene que complementar. Al revés, nos tiene que fracturar, nos tiene que hacer un pequeño agujerito por donde puede entrar la otra persona. Tenemos que, de alguna manera, abrirnos a eso. Ya os dije, previo «casting». Es decir, hay cinco o seis cosas que tiene que cumplir, ¿vale? Bien. No sé, por ejemplo, ser una persona con capacidad de diálogo. Ahora, ¿hacia dónde llevamos ese diálogo? Ya veremos. Eso es abrirte al otro. Y, además, para mí, el mito de la media naranja destruye algo que es esencial en el amor consciente, en el amor posromántico que yo, de alguna manera, promuevo.

36:27

Yo creo mucho en una frase de Simone Weil, una filósofa a la que tengo mucho cariño, que decía que somos aquello a los que atendemos. Y somos aquellos a los que atendemos, también. Creo que el amor tiene que ver mucho con la atención plena. Tiene que ver con realmente enterarte de quién es el otro. Tiene que ver con abrirte de verdad a la otra persona, no ponerle un corsé, que son tus propias ideas. Si buscas la media naranja, lo que estás haciendo es encorsetar al otro, no abrirte con atención plena a él.

37:13
Clayderman. Hola, Luis. Soy Clayderman. Una de las cosas que he aprendido escuchándote es que los personajes de fantasías le hacen bien a la imaginación, pero no tanto a las relaciones de pareja. ¿Podrías hablarnos un poco del síndrome de Wendy y Peter Pan?

37:27
Luis Muiño. Claro, claro. Es de mis preferidos, o sea que… Sí, hablo a menudo de ello. Vale. Toda la ficción amorosa está compuesta de personajes así que, curiosamente, mitificamos. ¿Cómo funciona Peter Pan? Yo no sé si alguno habéis leído el libro. El libro es fascinante porque está escrito por un Peter Pan, por James Barry, que era un escritor de principios del siglo XX. Su mujer le echó a los dos años de casa y le mandó otra vez con su mamá porque no le aguantaba, era un Peter Pan. Entonces, yo creo que la escribió como para justificarse, para decir lo majos que eran los Peter Pan, es decir, los hombres que no querían crecer. ¿OK? Y en el libro, y luego en la película de Disney, está estupendamente reflejado. ¿Qué es? Pues un tipo que no quiere crecer, que no acepta responsabilidades, que prefiere que no haya tensión en su vida, que va funcionando a base de ser muy majo, muy divertido. Los síndromes de Peter Pan caen muy bien siempre. De hecho, tener amigos Peter Pan es fantástico. Lo que no tenéis que hacer es tener parejas Peter Pan, pero vamos, como amigos, fantásticos. Lo que pasa es que hay una tendencia en ciertas mujeres… Y fijaos aquí en el sesgo sexista, ¿vale?

39:01

Nunca he tenido una Peter Pan. Nunca he tenido un Wendy. ¿OK? Bien. Entonces, esas mujeres creen que el amor es sufrimiento, sacrificio. Su autoestima viene precisamente a partir de esa idea de que han cuidado hasta un extremo a la otra persona, de que no se sienten culpables porque los últimos 30 años se han esforzado por el otro todo lo posible, y eso se acaba creando como una simbiosis. Si lo veis, terrible, ¿no?, visto desde fuera. Sobre todo terrible para ella, como podéis suponer. Esa es la persona que es víctima del síndrome de Wendy.

39:48

Yo creo que, por suerte, a partir del libro, alguien le da el primer nombre. Yo creo que se usa como personaje de ficción para definir una cuestión de salud mental, que es el síndrome de Peter Pan. A partir del libro, yo creo que muchos nos damos cuenta de esto, ¿no? Muchos y muchas. Pero aún así, no sabéis la cantidad de Peter Pan y Wendy que yo he tenido en terapia. Peter Pan no tantos porque no suelen venir por aquello de no afrontar la responsabilidad y la tensión. Wendys, muchas. Porque se sufre y se sufre mal. Wendy le cosía la sombra a Peter Pan cada vez que él la perdía, cada vez que él, jugando, divirtiéndose, pasándola bien. Ya os digo, es que son muy majos. Cada vez que él se dejaba atrás su sombra. Pero, claro, ¿quién hace que Wendy no esté llena de sombra mientras tanto? Es un poco difícil, ¿verdad? Pues este es otro de los mitos del amor romántico. Fijaos, es como que «qué bonito que tu chico es tan divertido. Qué bien nos cae a todas». Y tú: «Ya, pero ¿no has pensado que es divertido precisamente porque no tiene responsabilidades y así cualquiera es alegre, juguetón y buena gente? ¿Has pensado que es muy generoso con sus amigos, con tu dinero? ¿Has pensado que tiene tiempo siempre para echar una mano y echar unas risas porque la que está muy ocupada eres tú?». Eso es el síndrome de Peter Pan y el síndrome de Wendy, otro terrible mito del amor romántico.

41:49
Nicole. Hola Luis, mi nombre es Nicole. De curiosidad, pensamos que para bien o para mal hay atributos en nuestras parejas que suelen ser contagiosos. ¿Es verdad que hay personas que toman características físicas o comportamientos de su pareja?

42:05
Luis Muiño. Sí, por supuesto. ¿Lo notáis? Las parejas se parecen a lo largo del tiempo. ¿A que sí? Bueno, también pasa con los animales de compañía, ¿no? Hay fotos de estas geniales de cómo se parece esta mujer a su perra, ¿no? O sea que es genial, ¿no? Es muy divertido. Pero en las parejas pasa más aún, efectivamente. Hay mucha investigación sobre esto. Tiene sentido, ¿eh? Por ahí decían que el amor es este experimento mental que junta dos personas hasta que ya no recuerdan quién era el que roncaba primero. Y es un poco eso lo que ocurre. Y está bien, ¿eh? O sea, yo no lo veo mal. Efectivamente, tomamos rasgos de nuestras parejas, entre otras cosas porque nos acompasamos a un ritmo común. Yo qué sé, si tu pareja es más diurna, tú eres un poco más vespertina, pues acabáis encontrando un ritmo común y eso hace que a las 3 de la tarde os parezcáis, que de otra manera no os pareceríais, ¿no? Uno estaría muy dormido, el otro muy despierto, lo que sea. Que si tu pareja tiende a hacer un poquito más de deporte, pues haces más deporte o al revés. Casi siempre, por cierto, que lo sepáis como psicólogo, mi observación es que las parejas funcionan a la baja, ¿eh? Que si hay uno más vago y otro más trabajador, gana el vago. No falla. No sé si estáis de acuerdo, pero funcionan… La tendencia es a la baja.

43:39

Si uno come mucho y el otro no come tanto, el que no come tanto acaba comiendo muchísimo. No sé, esta es mi observación desde fuera. Nos relajamos muy rápidamente en pareja, ¿no? Pero ya os digo, no lo veo mal. La pareja transforma y eso es fabuloso. O sea, los seres humanos no tenemos por qué ser estáticos. Lo que ocurre es que esa transformación puede ser para bien o para mal. La pareja transforma hacia cualquier lado. Entonces, efectivamente, en un amor sano en el que hemos hecho un casting previo, la pareja nos va a ayudar a encontrar la mejor versión de nosotros. Y eso creo que lo habréis notado los que habéis tenido la suerte de disfrutar de una buena pareja por lo menos durante un tiempo. Que, de alguna manera, no solo os estabais trabajando como pareja, sino que os estabais trabajando a vosotros mismos y fueron de vuestros años mejores. Pero también, por el otro lado, una pareja tóxica acaba por parecerse mucho. Yo noto muchísimo, por ejemplo, cómo empeora el lenguaje en personas que están en una pareja tóxica. Cómo cada vez insultan más, se acostumbran más a la tensión, se acostumbran a, de alguna manera, humillar al otro, etc., como parte de su vida. Es inevitable. Si te quedas en una pareja tóxica, te vas a transformar hacia la toxicidad. Es parte. Por eso es tan importante el casting emocional este del que habla Luis Muiño.

45:28
Omar. Hola Luis, mi nombre es Omar. ¿Por qué la gente tiende a engancharse en relaciones que no tienen futuro? ¿Tiene sentido seguir en algo que no funciona?

45:38
Luis Muiño. Muy buena pregunta. La segunda, obviamente, os hacéis a la idea de que voy a decir que no. No tiene ningún sentido. ¿Sabéis a lo que se parece desde fuera, como terapeuta, una pareja de este tipo? De las que llevan a años y años funcionando fatal y la otra persona sigue ahí por si acaso, a ver si esto mejora. Es como cuando hay yogures caducados y entonces uno los abre a ver si… «Ay, a lo mejor no huele tan mal». Tira el yogur. Tira el yogur. ¿No? ¿Por qué no? Ya está. Entonces, no, obviamente, no tiene ningún sentido. En psicoterapia decimos que el mejor predictor de la conducta futura de alguien es su conducta pasada. Si una persona lleva treinta y cinco años bebiendo, lo más seguro es que este año siga bebiendo. Lo más seguro. O sea, por supuesto que existe el cambio. Yo me dedico a eso, trabajo de psicólogo, creo en ello. Pero para eso se necesita una apertura al cambio que normalmente no se da. Muchas de estas parejas siguen y la otra persona no ha dado muestras de apertura al cambio de ningún tipo. Simplemente ha dicho: «Voy a cambiar». Bueno, eso no es apertura al cambio. ¿De acuerdo? Bien. Entonces, ¿por qué siguen? Yo creo que mucho por miedo a la soledad. Nuestra oxitocina, como os dije, está hecha para hacernos creer que fuera hace muchísimo frío, que fuera no hay nada, que una vez que dejas una relación tóxica te vas a quedar sola el resto de tu vida.

47:29

¿Vale? Y que todo el tiempo que has invertido en esa relación va a quedar tirado porque vas a estar condenado o condenada a la total soledad. Esto, con esta frase me lo acaba de decir una paciente. Con estas frases que os cuento, con este dramatismo. Es decir: «¿cómo voy a dejar todo lo que he invertido en esta relación? Detrás de esto tengo la sensación de que no hay nada». ¿Bien, no? ¿Os suena esta frase? ¿La habéis dicho alguna vez? ¿O por lo menos os ha resonado dentro en algún momento? Vale, lo que pasa es que la paciente tiene 16 años y lleva en esa relación 3 meses. Pero da igual. Da igual, ¿eh? Que lo sepáis, se vive con exactamente el mismo dramatismo y la misma historia de que detrás de esto no hay nada. Aunque tengas 16 años. ¿Por qué? Por la oxitocina, que para eso está. Para recordarte que, cuidadito, que fuera hace frío y hay tigres de dientes de sable. Por eso siguen muchas de estas parejas. Por una especie de esperanza que en realidad no tienen. Por una especie de miedo irracional a la soledad que no tiene ningún sentido. ¿Por qué? Hace poco el CIS, el Instituto de Estadística de aquí, hizo una encuesta para averiguar sobre soledad no deseada.

Tres señales para elegir bien en el amor. Luis Muiño, psicólogo
49:10

¿Ok? Qué gente está en una sensación de soledad que no quieren tener. Y descubrió que había más gente en pareja que se sentía sola que gente «single». Y os recuerdo que la soledad en pareja es la peor soledad que se puede vivir. Os lo digo como terapeuta.

49:41
Marta. Hola, Luis. Soy Marta. Tengo una amiga que dejó su relación hace unos meses y está pensando ahora en volver con él, a pesar de que no le hace bien. Entonces, ¿tú crees que es posible mantener el contacto cero con una expareja?

49:55
Luis Muiño. Me alegro de que me hagas esa pregunta. Siempre se dice, ¿no? En estos casos. Y me alegro que sea una amiga. A ver. No es que sea posible. Es que es la única forma. O sea, yo soy un firme fanático del contacto cero. Esto es cuestión de hormonas. Hay que pasar el mono. No más. No hay otra forma. No podemos dejar atrás a nadie sin dejar de verle, olerle, oírle y saber de él durante al menos 40 días. No os pido más. ¿Verdad? Es pasar un mono como el de cualquier sustancia. 40 días. Y si no podemos, es que algo falla, ¿verdad? Porque se supone que es un o una ex. Y esta es la forma. Desengancharse. ¿Por qué? Porque hasta ahora en la historia de la humanidad nosotros solo hacíamos duelos cuando la otra persona se había muerto. Porque vivíamos una media de 35, 40 años. No más. No daba tiempo a tener dos, tres relaciones. Entonces, ¿por qué ocurría un duelo? Porque la otra persona se había muerto.

51:20

Y se acabó. Y era la única que iba a haber en nuestra vida. ¿Sabéis cuál es el cálculo de cuántas parejas…? Parejas, no digo rollos «casual». ¿Cuántas parejas va a tener un europeo que empiece a desarrollar su vida amorosa ahora? En torno a seis. Y eso es la media, ¿eh? Ya sabéis que esto de las medias, habrá quien tenga 15, ¿no? Siempre hay quien tiene 15. En esto tampoco hay clase media. Casi siempre hay clase alta y clase baja, ¿verdad? Sí. Claro, tenemos que aprender a hacer duelos. Y tenemos que dejar atrás para poder seguir. Y tenemos que curar las heridas. Fijaos que es la metáfora que más se usa. ¿Cómo curas una herida que te está picando, que te está haciendo…? ¿Sigues rascándote? No, ¿verdad? Primero dejas de rascarte y luego curas la herida. Pues eso, dejemos de rascar. Es decir, dejemos de ver, oír a la otra persona. Dejemos de saber de ella.

52:32

Esto además se ha complicado en tiempos de las redes sociales. Es algo que como terapeuta noto un montón. El duelo virtual se ha convertido en un temazo, hasta el punto de que en Estados Unidos hay empresas ya que te borran a la otra persona de tu vida virtual. Si quieres, les pagas y esa persona no aparece ya nunca. Pero no es que aparezca porque le bloquean en Instagram o en Twitter o en lo que uséis. No, no. Es que además consiguen que no aparezcan las publicaciones de los amigos comunes, que esas son las que siempre traicionan. ¿Verdad? Os ha pasado, ¿no? Os ha pasado. Claro. Bueno, pues estas empresas te dicen, no te preocupes, yo me encargo. Fantástico. El duelo virtual. El mono. El contacto cero. Absolutamente necesario. De hecho, aquí voy a presumir de técnica. No tengo ningún paciente que haya pasado por el contacto cero que haya tenido problemas dos, tres meses después para olvidar a su ex. Nadie. Lo que sí tengo son muchos pacientes que me dicen: «Oye Luis, pues es que no consigo olvidarle, tal, y mira que hacemos contacto cero». Digo: «Vaya. Debes tener una bioquímica especial. O sea, ¿no? Tu oxitocina debe tener una huella, así, potente de la otra persona. Qué curioso. Pero ¿contacto cero?». «Sí, sí, sí. De verdad, yo nada.

54:06

Yo nunca hablo con él. Por ejemplo, claro, como tenemos un perro en común, cuando él viene, yo se lo doy, pero apenas hablamos nada y…». Pero vamos a ver, ¿qué no has entendido del contacto cero? A ver, ¿no hay forma de que el perro se lo dé un intermediario? ¿De verdad que no hay forma? Fíjate que nos ponemos un montón de excusas a nosotros mismos para no hacer contacto cero. Muchísimas. Todos lo hemos hecho alguna vez. «No, vale, claro, pero ¿cómo voy a dejar de hablar con él? Esos discos que había tirado a la basura, pero yo creo que los quiere igual, así que tengo que regresárselos». No, no hay que regresar los discos. Es la única técnica y eso sí, es infalible. Igual que el mono de cualquier sustancia, con el tiempo se cura. Lo pasamos muy mal durante una semana, dos semanas, luego un poquito mejor, al cabo de un mes, la otra persona se ha olvidado y es lo mejor que nos puede ocurrir.

55:25
Ros. Hola Luis, te saluda Ros. Primero que nada, quiero darte las gracias por estar hoy aquí con todos nosotros compartiéndonos tus conocimientos sobre el amor. Mi pregunta es: ¿cómo crees que está cambiando la tecnología al momento de relacionarnos?

55:41
Luis Muiño. Bueno, la tecnología ha cambiado radicalmente el mundo. Hay una frase de Aldous Huxley que me gusta mucho, que dice que el mundo no lo cambian las ideologías, lo cambian las tecnologías. Hoy en día es obviamente internet, las redes sociales, las «app» de citas… El amor hoy en día se hace a una velocidad determinada y es curiosísimo cómo vamos cambiando de aplicación. Esto como terapeuta me hace muchísima gracia. Hace cinco años la mayoría de mis pacientes ligaban en «app» de citas, que para eso están, se supone. ¿Cierto? Tinder, etc. Luego se empezó a ligar mucho más en «apps» que se supone que no eran de citas, tipo Badoo. Luego, claro, ahí ya le vas cogiendo el truco. Entonces la gente empieza a ligar en Instagram, que tiene la ventaja de que sabes todo el histórico de las personas. Pero, claro, aún así es bastante maleable. Ahora la gente liga en Wallapop comprándole cualquier tontería a otras personas. Os lo juro, tengo un montón de gente que ha ligado en Wallapop. Es increíble. Wallapop, que en principio es una aplicación destinada a vender cosas que te sobran, así, digamos de una manera «sui géneris», ha acabado convirtiéndose en una especie de aplicación de citas. Curiosamente, a partir de lo que venden otras personas, acabamos por intentar descubrir quiénes son y si nos interesan como objeto amatorio.

57:26

Por supuesto que el mundo lo cambian las tecnologías, no las ideologías. Le damos muchas vueltas a un montón de cosas y, de repente viene una tecnología como la inteligencia artificial y nos cambia todo. Yo tengo un montón de pacientes que sus mensajes amorosos se los escribe Chat GPT. Muchísimos. Indistinguibles, os lo aseguro. Absolutamente indistinguibles, por desgracia. Creo que hemos pillado alguien. ¿Vale? Es absolutamente cliché. Y vuelvo al principio, fijaos. El amor romántico era tan obvio, tan fácilmente maleable que Chat GPT lo puede hacer muchísimo mejor que nosotros. Lo que no podría hacer es un amor consciente, un amor distinto, porque no está dentro de su estructura algorítmica. Y por eso, os propongo una forma de hacer las cosas y de utilizar la tecnología que tenga más que ver con ese amor sano del que os hablo, que tenga más que ver con la libertad en vez de con la vigilancia, que es para lo que servían las tecnologías en el amor romántico, para vigilar al otro. ¿Vale? Que tenga más que ver con que yo no necesito estar viendo todo lo que publica la otra persona.

59:01

No necesito ser adicto. Lo que publica la otra persona es su espacio de libertad y, en todo caso, me puede hasta estimular, pero ya, punto. Es lo que hace sin mí. Y eso es muy bonito porque en el amor sano que yo os propongo, la otra persona es algo más que lo que es cuando está contigo y eso es importante. Sería usar las tecnologías de una manera completamente diferente a cómo lo hemos hecho bajo la capa del amor romántico.

59:43
Claudia. Hola, Luis, soy Claudia. Después de todo lo que hemos escuchado, me gustaría saber por qué crees que seguimos cayendo en las trampas del amor.

59:53
Luis Muiño. Vale. Te puedo contar incluso por qué he caído yo. Porque creo que detrás de este concepto hay una energía muy poderosa, muy potente y que realmente podemos seguir utilizando. El tema con el amor es que nos da una fuerza y una vitalidad increíbles. Si lo pensáis, muchas de las grandes obras que ha hecho el ser humano tienen que ver con el amor. Y no solo literarias y no solo culturales. Quiero decir, hay obras de ingeniería o arquitectónicas como el Taj Mahal, que están hechas por amor. Yo creo que es una energía que puede ser muy creativa y por eso todavía sigue seduciéndonos. El amor es como el chocolate, puede que tenga sus peligros pero nos sigue pareciendo apetitoso. Es algo así. Lo que yo propongo es tratar de conseguir canalizar esa energía de una manera mucho más positiva, más creativa, que sirva para algo más que para sufrir, que para estar pendientes del otro, que para dedicar la vida a una historia en la que ni siquiera cabemos en el siglo XXI. Porque cuando uno lee este tipo de historias, de trampas amorosas, se da cuenta de que ya no tienen ningún sentido.

1:01:32

O sea, es como que… «Yo no quiero esto». No queremos ser Romeo y Julieta. ¿A qué no? Para nada. Entonces, yo creo que seguimos cayendo por esta adictividad que tiene el amor, pero una vez que hemos caído, repensarlo. Es difícil, ¿eh? Os estoy hablando de un concepto, creo, muy complicado porque no es seguir las pautas de toda la vida. No es hacer las cosas como se han hecho siempre. No tenemos modelos. Aquellos que no queremos caer en la trampa del amor así, ¡guau! No los tenemos. Entonces, tenemos que pensar formas nuevas de hacerlo. Pero bueno, esa es parte de la gracia del reto, ¿no? A mí me gusta mucho una definición de pareja que dice que son dos personas que se juntan para resolver problemas que no tendrían si no estuvieran juntos. Eso es el amor. Y a mí me encanta.

1:02:47
Ángeles. Soy Ángeles. Me gustaría saber su opinión sobre esas renuncias personales que se dicen que se hacen por amor.

1:02:57
Luis Muiño. Vale. Pues, es una opinión conflictiva la que te voy a dar porque en una cultura individualista no está ya de moda el ceder un poco. ¿Vale? Y yo, sin embargo, sí que creo que por amor no está mal hacer ciertas renuncias. Lo que deberíamos, pienso, es saber a qué queremos renunciar. Es decir, para mí no es una cuestión digamos de cantidad sino de calidad. Yo creo que se pueden hacer renuncias que no supongan dejarte atrás a ti misma, que no supongan de alguna manera entrar en conflicto con ese cogollo central de personalidad que te define. Esas cosas tienen que estar necesariamente ahí sí o sí. Y no creo que por amor haya nunca que hacer nada que tú previamente no estarías dispuesta a negociar. Esa es mi opinión. Pero sí que se pueden hacer renuncias que supongan simplemente un «win-win», que dicen los estadounidenses. Es decir, los dos ganamos.

1:04:16

Yo creo en los acuerdos en la pareja. Creo que ese amor consciente, sano del que os hablo se basa en acuerdos. ¿Cómo se nota que un acuerdo lo es? ¿Que es una negociación? Que no es una imposición. Pues para mí es fácil como terapeuta desde fuera. ¿A qué has renunciado tú? ¿A qué ha renunciado la otra persona? Si los dos habéis renunciado a algo, eso es un acuerdo. Si uno de los dos no ha renunciado a nada, eso en mi pueblo se llama de otra manera.

1:05:00
Maite. Hola Luis, soy Maite. Encantada de conocerte. Mi pregunta es: ¿qué es el amor en su forma más pura, por un lado para el hombre y por el otro lado para la mujer por si hay una diferencia?

1:05:13
Luis Muiño. Guau. Vale. Yo creo que en su forma más pura, en su esencia, no hay diferencia. Es decir, para mí el amor tiene que ver con esa pulsión para juntarte con otra persona y construir juntos algo. Es una cosa revolucionaria, una cosa que tiene que alterar tu vida, tiene que marcar un antes y un después. Eso sí que lo creo. Esa es la fuerza de la libido. Y, bueno todos buscamos que la marque para bien. Ahora, probablemente todavía sigue habiendo diferencias en cómo se manifiesta en hombres y en mujeres. No sé si esas diferencias son solo culturales o tienen que ver con estas hormonas que os decía. Por ejemplo, hay antropólogos que hablan de que en todas las culturas del mundo, los celos de las mujeres tienden a ser más emocionales y los celos de los hombres más sexuales. Quizás esté ahí. Quizás esa diferencia todavía siga habitándonos. Puede ser. No lo sé. La idea sería algo como que una mujer lo que más teme es que la otra persona esté, digamos, intimando con alguien que tenga muy buena química que emocionalmente esté muy cerca de la otra persona y que eso la haga sentirse alejada de su pareja.

1:07:07

Mientras que a los hombres, pues probablemente, lo que nos sigue descolocando es la cuestión sexual. Es decir si mi pareja me cuenta que se ha enamorado de un amigo pero este amigo es gay, pues bueno, va, no pasa nada chiquilla, ya se te pasará. Algo así. Estoy exagerando pero por ahí iría un poquito la cuestión. En las mujeres lo que podría ser un detonante o una señal de alarma es que tal cosa que no me la has contado a mí sí se la has contado a tu mejor amiga. Por ejemplo. ¿Cómo lo veis? ¿Os resuena? Fijaos que son como cosas de fondo. Es este murmullo que todavía hace la naturaleza por una parte y el que seguimos en una cultura sexista en muchos sentidos por otra. Entonces, hay un murmullo de fondo que nos separa. Pero vaya, para mí son matices. En realidad en lo esencial seguimos siendo personas que buscan la comunión de almas y de cuerpos para crear algo distinto que no es uno más uno, sino que es mucho más.

1:08:42

No suelo contar historias de pacientes por aquello de la discreción profesional, pero a este hombre le pedí permiso para contar la suya y la voy a relatar así rápidamente. Este hombre tenía un trabajillo bien, pero bueno, de estos esforzados y muy poco remunerado. Y entonces, un día un amigo le pidió su perro, un perro muy bonito que tiene, un husky precioso, para hacerse fotos para el Tinder porque resulta que las mejores fotos, las que más triunfan son o surfeando, de esas fantásticas, pero para eso tienes que tener un buen cuerpo atlético o con un perrito. Son las dos fotos que triunfan en las «apps» de citas. El amigo se hace las fotos y otro amigo descubre el truco y también le pide el perrito. Mi paciente ya empieza a alquilarlo. Empieza a pedir dinero por ello. Y seguimos, y seguimos. Mi paciente, al cabo de un tiempo, dedica su vida alquilar su perrito y deja su trabajo poco remunerado y muy esforzado porque se da cuenta de que lo mejor que puede hacer en la vida es vivir de su perrito.

Tres señales para elegir bien en el amor. Luis Muiño, psicólogo
1:10:17

¿Cómo funcionaba lo del perrito? Pues nada, yo me hago las fotos, ligo, consigo que la chica suba a mi casa a conocer a mi perrito Trotsky, que es un nombre muy típico de perro. Entonces, Trotsky… Y claro, ella me pregunta: «Pero ¿y Trotsky?». «No, Trotsky está en el campo con mis abuelos, con mis padres porque él está ahí muy libre, le gusta corretear, le encanta. Pero para mí es un sufrimiento no tener a Trotsky». Por cierto, ¿se llamaba Trotsky? Sí, Trotsky. «Es un sufrimiento no tener a Trotsky y así iban engañando. Esto, gente, es una muestra de que seguimos ligando con las hormonas. De que nos siguen atrayendo las fotos de tipos con perrito porque nos parece que van a ser grandes cuidadores de hijos aunque nos dé completamente igual y efectivamente esto sea un rollo «casual» y no vamos a tener un hijo con él. Pero da igual. Seguimos en un amor que lo único que hace es maquillar las pulsiones hormonales. Seguimos creyendo en estos mitos que para lo único que nos sirven es para enfatizar cosas como los celos, como la idealización estúpida de la otra persona sin conocerla, como la adicción al otro y la necesidad de que esté ahí siempre en nuestras vidas.

1:11:50

Seguimos funcionando exactamente igual que en el Paleolítico. Lo que yo espero con estas conversaciones es que por lo menos le demos una vuelta. Estamos en un momento en el que lo importante no son tanto las respuestas como las preguntas. Es decir, vamos a darle una vuelta a esto. Vamos a intentar hacer el amor. Me encanta la expresión porque el amor no se encuentra, se hace. El amor hay que trabajarlo. Vamos a hacer el amor de otra manera. Vamos a intentar empezar a ver cómo podríamos funcionar. Cómo podría ser la expresión de Rilke de que una pareja son dos identidades que se encuentran, se protegen, se tocan y se miman una a otra a pesar de que están solos. Eso es el amor sano el amor posromántico que yo he intentado, en este diálogo, promocionar. Gracias por acompañarme en el viaje, de verdad. Habéis sido unas personas estupendas para el diálogo y eso es lo que más se agradece en momentos así. Muchas gracias.