¿Una persona inteligente nace o se hace?
María José Mas
¿Una persona inteligente nace o se hace?
María José Mas
Neuropediatra
Creando oportunidades
Consejos de una neuropediatra para entender el cerebro de los niños
María José Mas Neuropediatra
María José Mas
“¿Qué hay detrás de los primeros pasos de un niño? ¿Qué estructuras cerebrales se están desarrollando? ¿Cómo se forman las primeras palabras? Entender el neurodesarrollo nos permite no solo acompañar al niño en sus primeras etapas de la vida, sino observar de forma precoz si algo no va bien en ese desarrollo cerebral”.
María José Mas es pediatra y neuropediatra con décadas de experiencia, que combina el ejercicio médico con la divulgación científica. Fue la responsable de la puesta en marcha de la primera unidad de Neuropediatría en la provincia de Tarragona, y la impulsora de esta consulta especializada en el Hospital Universitario de Tarragona Joan XXIII, en el Pius Hospital de Valls y la Xarxa Sanitaria i Social de Santa Tecla, al mismo tiempo que ejerce como docente universitaria de grado y posgrado.
Plantea una observación del desarrollo cerebral, no solo como etapas de aprendizaje, sino como preludio de las habilidades que el ser humano necesitará utilizar el resto de su vida. “Podemos estimular la inteligencia del niño, facilitándole en cada momento estímulos para que aprenda. En realidad, solo se trata de favorecer la supervivencia de la persona en cada momento de su desarrollo, algo más interesante que pensar que el neurodesarrollo solo es una etapa de la vida que tiene como finalidad ser un adulto”, afirma la neuropediatra, que comparte su amplia experiencia en el blog de divulgación ‘Neuronas en crecimiento’ y en los libros ‘La aventura de tu cerebro’ y ‘El cerebro en su laberinto’.
Transcripción
Además de eso, pues los que los que sois padres y tenéis hijos, pues yo creo que también es muy bonito entender qué es lo que hay detrás de ese momento en el que ves a tu hijo caminar por primera vez. ¿Qué estructuras están desarrollando? ¿Por qué empieza a caminar al año y no antes o después? O también es muy bonito entender ese momento mágico de: «Entiende lo que significa la palabra agua». Entonces eso es una cosa muy importante por la que creo que hay que saber neurodesarrollo. Y la otra cosa desde un punto de vista más médico, que a lo mejor no es tan bonito. Pero también nos permite saber que todo va bien. Entonces, hay una serie de, quizá, momentos del neurodesarrollo que son, podríamos decir, clave, que nos tienen que alertar un poco si nos suceden. No quiere decir que tenga que ser que pase algo de verdad y sea una cosa mala, pero sí quiere decir que, a lo mejor, si aparece eso o si no aparece, tengamos que estar un poquito alerta y consultar con alguien. Un niño que no camina más allá de los 14 o 15 meses, a lo mejor hay que empezar a ver qué pasa. Tú como profesional también lo sabes eso. O un niño que a esa edad, pues con 12 o 13 meses no responde a su nombre, no entiende que le estás llamando. También llama un poco la atención. O un niño que incluso un poquito antes, entre los nueve y los 12 meses, cuando le miras y le hablas, no te sigue con la mirada, no mira dónde miras tú, lo que se llama mirada compartida. Pues también habría que ver qué pasa.
O que tiene 18 meses y no dice ninguna palabra, te empieza a preocupar. Otra cosa muy importante, tiene entre 18 y dos años, 18 meses y dos años, y no juega de una forma imaginativa. Utilizan los juguetes simplemente como instrumentos. No los utiliza como como una cosa más imaginativa, ¿no? Pues coge un peine y hace ver que es un teléfono, o coge dos muñecas y hace ver que hablan, lo que se conoce como juego simbólico. Pues si eso no pasa a esas edades, no es que necesariamente tenga que haber un problema, pero sí son signos que nos indican que quizá haya que ver por qué está pasando eso, de que algo no va bien del todo.
Lo mismo sucede con las habilidades motoras. Entonces, a la par que se van desarrollando los sentidos, se va desarrollando la capacidad motora. Y lo que vemos es que el recién nacido, pues ya se puede sentar… poco a poco, ¿no? Aguanta la cabeza, luego se sienta, luego se pone de pie y luego gatea y luego anda, ¿no? ¿Y qué sucede mientras pasa esto en el cerebro, a nivel celular? Pues que esas neuronas que son 86.000 millones, se tienen que conectar entre sí. Y eso, claro, esto sucede los tres primeros años de vida. Tiene tres años para hacer esto. Dos lo hace a una velocidad de entre 700 y 1000 nuevas conexiones cada segundo. Y para que esas conexiones sucedan tenemos que darle cosas que hacer, porque si no nos suceden. Y esto es un poco lo que pasaría en esta etapa sensoriomotora que sucede de los cero a los tres años. Y lo que observamos desde un punto de vista biológico, por fuera, es que crece la cabeza. La cabeza crece muchísimo en estos tres primeros años de vida. De hecho, el perímetro craneal de un recién nacido, el perímetro craneal, sería más o menos entre 33 y 33 centímetros de media. No importa si eres chico o chica. Y cuando llegas a los 3 años tienes 50 centímetros de media de perímetro craneal. Son 16 centímetros de diferencia, más o menos de media. Y ha crecido por eso, porque hemos hecho un cableado, un cableado nuevo que no estaba y que es muy importante, porque este cableado es el que va a sustentar todo lo que va a pasar en los aprendizajes posteriores. Si este cableado no se hace bien, después es mucho más difícil que las cosas se sustenten bien.
Entonces, por eso se dice que esos tres primeros años, los 1.000 días primeros de vida, son tan importantes porque es cuando este cableado se tiene que hacer bien para que después ahí puedan hacer más cosas. Y, después, las otras dos etapas que nos quedan sería la etapa que podríamos equiparar a lo que sería la escolarización preescolar y toda la primaria, de los 3 hasta los 12 años, 10 u 11 años, en la que el crecimiento del niño físicamente es mucho, pero la cabeza es muy poco, es mucho menos, es una media de unos cinco centímetros. Y aquí suceden muchas cosas, pero de una forma muy tranquila. Lo que hace el niño es aprender a dominar el lenguaje para incluir en este lenguaje conocimientos de su entorno cultural que necesitará para después cuando sea un adulto independiente, pues conocer su geografía de su sitio, su historia, su idioma y todo lo que conocemos en un niño de primaria, las matemáticas, por supuesto. Después, cuando ya ha adquirido estos conocimientos culturales y de lenguaje, sucede la adolescencia. Que la adolescencia es un momento de crecimiento brutal. La persona da un estirón físico y, además, de repente, ¿dónde está mi niño dócil que quería agradar? Que es lo que hace un niño de primaria, que era bueno, que obedecía porque no discutía, de repente discute todo. Ya no se cree nada de lo que le dices. Analiza en vez de memorizar. Cuestiona. Busca un poco su identidad. Primero es muy grupal, hace lo mismo que todos sus amigos. Luego, poco a poco, va eligiendo lo que él o ella quiere mostrarse como individuo. Y a eso le llamo yo, porque es lo más característico, pues la etapa de la personalidad o de la o de la individualidad. ¿Y qué es lo que pasa en el cerebro? Pues crecer, crecer, todavía crece menos, una media de unos tres centímetros de perímetro craneal. ¿Cómo es que ese cambio tan brutal sucede con tan poco cambio de volumen? Pues porque lo que pasa es que se reorganiza todo, todo. Todos esos conocimientos, toda esa forma de aprendizaje que el pobre niño de primaria que todos hemos sido con tanto esfuerzo se ha generado, de pronto cambia totalmente su estructura anatómica porque vienen las hormonas sexuales, entre otras cosas. Y esto lo que hace es que te cambia el cerebro.
Y, por un lado, empiezan a aparecer las emociones que es lo primero que se termina de formar pero, en cambio, el pensamiento analítico todavía no es maduro. Entonces, ¿qué pasa? Que los impulsos, lo emocional puede. Es el momento de los grandes amores, enamoramientos. Y entonces, hasta que no se acaba de estabilizar lo que llamamos la corteza prefrontal, que es lo último que madura en el cerebro, no alcanzamos un poco el equilibrio de entre lo que sería las emociones y la razón o la forma más analítica de pensamiento. De manera que podríamos decir que el adolescente es como un eterno enamorado. Porque cuando uno está enamorado, la razón no sirve para nada. Y eso es lo que lo que pasaría. Esas serían las cuatro etapas. En la primera, pues dominaría lo anatómico, la formación de las estructuras. En la segunda etapa, del nacimiento a los tres años, predominaría lo sensorial y lo motor. En la tercera etapa desarrollamos nuestras habilidades lingüísticas y con ello los conocimientos científicos de historia y demás. Y en la última etapa desarrollamos nuestra identidad y ya estamos preparados para cuando nuestras hormonas sexuales y nuestro cambio corporal lo permita, entonces ya estamos preparados para ser adultos independientes y procrear si lo deseamos.
Entonces hay que dar un espacio con las cosas bien organizadas y que dé tiempo a que aprenda, cada uno a su ritmo, porque si yo te pongo una cosa, luego otra y otra, no aprendes nada porque no te da tiempo a aprenderlo. Y una vez hacemos eso, pues cuando ha aprendido una cosa le enseñamos la siguiente. Es un poquito de lo que podemos decir de cómo estimular, entre comillas, la inteligencia. Que en realidad lo que estamos haciendo es favorecer la supervivencia de la persona en cada momento de su desarrollo. Y esto me parece una forma mucho más interesante y mucho más real de entender el neurodesarrollo, que si el neurodesarrollo fuese solamente una etapa de tu vida que tiene como finalidad ser adulto. No, el neurodesarrollo, como cualquier momento de la vida, el cerebro lo que hace es adaptarse al entorno. Si lo entendemos así, nos va a resultar mucho más fácil acompañar a ese niño y olvidarnos un poco de si tiene cuatro años o tres o si ha aprendido a escribir antes o después, porque en realidad no tiene más importancia. Y lo que sí que hay que hacer es intentar evitar que el momento perfecto de aprender algo, pase.
Esto surge de un estudio muy anecdótico que se publicó en ‘Nature’, porque a veces las revistas muy prestigiosas ponen cosas muy llamativas, pero que son anecdóticas. ¿Y por qué es anecdótico? Porque solo incluía a 36 adolescentes, no incluía otras edades, a 36 personas les ponían música de Mozart mientras hacían una tarea un poco compleja. Y, según este estudio sobre 36 personas, respondían mejor si escuchaban a Mozart que cuando no lo hacían. Pero es que, además, ese efecto Mozart no era perdurable, después de un tiempo desaparecía. Es decir, tenemos 36 personas, adolescentes, y que el efecto no es perdurable. Eso es lo que comenta siempre José Ramón. Y a partir de ahí nos hemos inventado un montón de cosas que no son ciertas. Viene aquí gente que se lee ‘Nature’, sin más fundamento y dice: «Bueno, pues mira, como esto es así, pues… ¿y si se lo ponemos al feto, qué pasa?».
Y la cosa empezó poniéndose música fuera de… la mujer embarazada se ponía unos auriculares y le ponía Mozart al niño. Que dices: «Pero, a ver, en qué cabeza cabe que, si la naturaleza, vale que es modificable, pero si el feto está envuelto en líquido, envuelto en membranas, envuelto en músculo, en grasa y en piel de la madre. ¿Por qué pensamos que es bueno romper todas esas barreras al sonido para facilitarle que oiga algo que quizá no deba de oír?».
¿Y por qué no lo debe oír? Porque la formación de sus huesecillos no está suficientemente fuerte para resistir según qué volúmenes de ruido. Entonces, el volumen de la voz de su madre es necesario que lo oiga, entre otras cosas porque le facilita comprender que eso que oye es voz. Es una experiencia que ya tiene y la reconoce como muy cercana a él. Porque lo que más oye un recién nacido, aparte de los intestinos y demás funcionamiento del organismo de su madre, es la voz de su madre, ¿vale?
Y cuando nace, una de las cosas que reconoce de su madre es la voz. También reconoce el gusto y también reconoce los olores, que es lo que ha estado obteniendo dentro. Son las tres principales cosas que nota de su madre, pero el resto de ruidos, al feto le pueden perjudicar por esto que estoy diciendo. Ese oído interno, no solo los huesos, sino que los nervios no están suficientemente maduros como para recibir ese volumen, de ruido o de música. Da igual, ¿vale? ¿Y qué pasa? Pues que se ha visto que, cuando esto sucede, se altera la formación de las vías auditivas y causa perjuicio. Perjudica, no solamente a la audición, sino también a situaciones emocionales. Aumenta el estrés, aumenta la tensión arterial. Tal es así que hace 20 años que en las UCIs neonatales, cuando se atiende a niños que han nacido antes de término, los niños prematuros, se llaman así, se procura hacer un lugar que auditivamente sea neutro, los menos ruidos posibles.
Antes, cuando tú entrabas en una UCI neonatal, todo eran ruidos: «Pi, pi, pi», porque los monitores, la gente hablando… Ahora se intenta que el ambiente acústico sea muy silencioso. Y lo mismo pasa con las luces, ¿no? Porque se ha visto, después de 20 años de investigación en neonatología, como dice José Ramón, que esto perjudica la audición y el estado de confort del recién nacido prematuro. Y además es mentira que esos niños que han recibido esa estimulación auditiva sean después más inteligentes. De hecho, la estimulación auditiva se utiliza en casos de sospecha de malestar fetal, cuando se piensa que el feto, por cualquier causa, no está bien y se piensa que se está enfermando, una de las cosas que hace el ginecólogo es poner un estímulo auditivo para ver si reacciona.
Y el efecto reacciona con molestia, con un gesto de molestia y de estoy mal, ¿no? Con lo cual está clarísimo, desde mi punto de vista y desde el punto de vista de la ciencia, que sabemos hoy en día, que esto no es para nada aconsejable.
Y ella cuenta que, de pronto, la maestra la llevó a beber agua y le puso el signo agua en la mano. Y ella explica que en ese momento fue cuando se dio cuenta, al tocar el agua, y asociar la idea de agua con aquel gesto, que las cosas tenían un nombre. Y ella dice: «Comprendí que cada cosa tenía un nombre y con cada palabra se abría un mundo de pensamientos nuevos para mí». Y eso es una cosa extraordinaria, porque no es lo mismo hablar que entender que eso que dices significa una cosa, ¿no?
El lenguaje podemos dividirlo en etapas para que nos sea más fácil comprender cómo va surgiendo. Una primera etapa sería prelingüística, que es aquella en la que no hay palabras, pero sí hay comunicación. Una segunda etapa, que quizás sea la más evidente, es en la que aparecen las primeras palabras; son palabras sueltas, sería la etapa de: «digo sólo una palabra». Después de eso, el niño empieza a unir palabras y las une de dos en dos al principio. La etapa de las dos palabras. Y, después de eso, empieza a hacer como un habla telegráfica, en la que no hay elementos de nexo. Para, al final, ya entrar en la etapa del dominio del lenguaje, en el que aparecen todos los elementos del lenguaje bien estructurados. Entonces, inicialmente, en la etapa pre lingüística lo que predomina es la gestualidad, la referencia de su madre, ver adónde mira su madre, qué emociones tiene… Su madre, digo, porque suele ser el cuidador principal, pero puede ser también su padre, u otra persona que el niño sea de su referencia.
Y eso empieza a aparecer hacia los nueve meses de edad. Anteriormente ha habido sonrisa, pero una sonrisa que es a cualquier persona que aparece, y que es muy positivo que esté. Aparece sobre los dos meses de edad. Y esa sonrisa tiene que estar porque es indicativa de salud.
Pero hay más gestos que van apareciendo luego. Entonces, hacia los nueve meses. ya empieza a entender gestos como «dame», «toma». Se empiezan a hacer los «cinco lobitos»; empiezan a hacer las palmitas y, después, cuando aparecen las primeras palabras, ese es un momento espectacular. Es un momento mágico, el de la primera palabra.
Una cosa es que aparezca la palabra y otra cosa es que el niño entienda que esa palabra nombra una idea. Y hasta que no alcanza más o menos las 50 palabras, no empieza a unirlas de dos en dos. Y eso también aparece sobre los 18 o los 20 meses, que es cuando ya esas palabras empiezan a tener otro sentido. Y es cuando se pueden formar frases de dos palabras. Y, poco a poco, el niño va haciendo frases cada vez mejor estructuradas. Después aparece la frase en el habla telegráfica, en el que ya no solo son dos palabras, sino que son unas cuantas más. Pues puede decir, por ejemplo: «Nene quiere agua». Después de esto empiezan a aparecer los pronombres. Y esto también lo explica Helen Keller con una frase que dice: «En el momento en el que entendí lo que era yo, comprendí todo un mundo de sentimientos y de referencias personales que no podía tener de otra forma». ¿No? Porque si entiendes el «yo», entiendes el «tú», entiendes el «él»… Pero primero necesitas entender el «yo». Y después de eso vienen ya los detalles. Los detalles que son extraordinariamente importantes, pero ya si hemos llegado aquí, la cosa cambia totalmente, ¿no? ¿Y qué pasa? Pues que cuando el niño más o menos tiene unas 300 o 500 palabras, pues ya empieza a hablar de una forma mucho más estructurada y empieza a aparecer lo que se llama: «la fase del dominio del lenguaje». De manera que a los seis años, un niño que no tenga ninguna dificultad y que haya estado en un ambiente natural en el que se le ha hablado mucho, en el que mientras hacía todas esas conexiones a mil nuevas por segundo, le estábamos haciendo caso, y no estábamos usando el móvil o haciendo cualquier otra cosa, pues ese niño va a tener un lenguaje superestructurado y prácticamente igual al de un adulto de su misma competencia cultural. Lo que le faltará es vocabulario, y eso lo vamos adquiriendo a lo largo de toda nuestra vida. De manera que siempre se ha dicho que un adulto maneja entre 5 y 10 mil palabras, pero si lo contamos de verdad, son muchas más. Es decir, nunca dejamos de aprender vocabulario, pero sí la estructura del lenguaje se tiene que haber adquirido bien a los seis años de edad.
Entonces, ¿qué pasa? Que el recién nacido o el niño hasta una cierta edad, más o menos hasta el primer año de vida, se despierta muchísimo. Y eso, claro, para un adulto que tiene que hacer el otro ciclo de sueño es horroroso, especialmente en la etapa más pequeño, ¿no? Entonces lo que tenemos que hacer es ayudar al niño a educarlo en las horas de actividad nuestras. Pero con un recién nacido no podemos educar mucho, tenemos que seguir un poco su ritmo. ¿Pero qué podemos hacer? Pues podemos indicarle cuándo es de día y cuándo no. Cuando tiene que estar activo y cuándo no. Entonces, aunque hay que dejarle dormir igual sus ciclos, no conviene nunca despertar a un niño a menos que lo indique el médico por alguna razón, hay que dejarle que siga sus ritmos normales, ¿vale? Entonces lo que tenemos que hacer es que se distinga muy bien por el ambiente, cuando es el ambiente diurno y cuando es el ambiente nocturno. Por ejemplo, pues tú cuando te levantas y te haces tu aseo matinal o las costumbres que uno tenga, el desayuno, pues el niño ya que esté… ya no esté en su cunita a oscuras, sino que tú lo llevas al salón contigo o a la cocina contigo, que él vea que hay movimiento o ella vea que nos movemos. Lo dejamos en un sitio tranquilo, no estamos ahí atosigando, pero ya el ambiente es otro. Y en cambio cuando queremos que llegue la noche, pues le hacemos un ritual que sea siempre el mismo. Pues el baño, el pijama, el darle de mamar si es el caso y ya acostarlo, y dejarlo en silencio, en penumbra. Y él ya ve, y ella ya ve, que no es lo mismo. Y si vamos haciendo eso desde el día que nace… puede haber problemas, pero en general la mayoría de niños van a entender ese ritmo y van a acomodar su reloj interno a este ritmo de sueño y vigilia.
Si somos caóticos, como en cualquier otro aprendizaje, pues el niño no va a poder descansar las horas que le conviene. Y un recién nacido tiene que dormir entre 12 y 16 horas al día, sumando siestas. Progresivamente, ese número de horas que tiene que estar dormido va disminuyendo a lo largo de los primeros años de vida, de manera que un niño de dos, tres años duerme unas 11 o 12 horas. Y luego me preguntabas por el niño que no se quiere a dormir, que es ese niño de 3 o 4, porque ya se «cosca» de todo y ya tiene buen lenguaje. Entiende las conversaciones. ¿Y qué le pasa? Pues que imita, aprende por imitación. ¿Por qué no se quiere ir a dormir? Porque en la casa hay cosas que pasan interesantes y las quiere saber. Y el niño de primaria, en cambio, lo que quiere es agradar y cuando ya hemos superado esas etapas, normalmente también puede haber algún problema, suele haber pesadillas, malos sueños, pero tienen más que ver con ese despertar de la comprensión de pasar un pensamiento muy imaginativo a un pensamiento más lógico de la primaria. Y eso, pues genera otro tipo de problemas de sueño que no son exactamente enfermedades, pero son pequeños problemas, como las pesadillas. Y en la adolescencia nos vuelve a pasar otra vez que necesitamos dormir mucho. Vuelve a haber un cambio de organización cerebral tan grande que necesita, el cerebro, descansar mucho, dormir mucho para reponer energía y comer mucho para reponer energía. El adolescente, además, tiene el componente de que empieza a segregar hormonas sexuales, que tienen la mala costumbre de segregarse de madrugada. Y las hormonas sexuales sirven para lo que sirven. Te ponen en alerta, no te quedas tranquilo, y te desvelan. Y entonces, cuando se quiere acostar a las dos de la mañana, le decimos que esas no son las de acostarse. Y sí que es verdad y nos vuelve a pasar que tenemos que acomodar la naturaleza del adolescente a nuestra cultura que estamos viviendo. Pero hay que entenderlo también, porque si no, esto es una bronca continua, absolutamente innecesaria.
¿Y por qué leer y no contarlos de viva voz? Lo que suele pasar es que tú entiendes mejor de lo que te expresas. Porque, por muy buen vocabulario que tengas, no siempre lo tienes accesible en el momento en que estás hablando. Hablamos tan deprisa que, aunque tengamos mucho vocabulario, si no es el que más usamos, esa palabra se nos puede perder entre todo lo que queremos decir, ¿no?
Entonces, cuando tú cuentas un cuento inventado, está muy bien, pero seguramente no vas a ayudar a aumentar, a acrecentar el vocabulario. En cambio, si está escrito son palabras que, a lo mejor, a ti no se te habrían ocurrido en ese momento y entonces te permiten ampliar el vocabulario de esa persona. Yo me acuerdo, con mi sobrina, que en una ocasión… no sabía leer, tenía dos años o tres. Le gustaba mucho que le leyera ‘El Rey León’ y se lo llegó a aprender de memoria. O sea, no sabía leer, pero ella veía la página, sabía de qué iba el cuento y lo decía. Y era muy gracioso porque había un momento del cuento que decía que Simba se convirtió en “un joven y vigoroso león”.
Lo que quiero decir es que lo expones a un vocabulario mucho más rico del que… Yo no usaría esa palabra para contársela en un cuento a niño de tres años. Pero, en cambio, como está en el cuento, la uso, y ella la oye. Y parece una cosa absurda, pero al final eso acrecienta su vocabulario y permite que sea mucho más amplio que si no lo usamos así. O sea que hay muchas razones. Una sería puramente, dijéramos, académica o de conocimiento cultural como es el vocabulario, otra sería la ternura, el momento de tranquilidad con tu madre, ¿no? Y otro sería permitir y facilitar la relajación y evitar la excitación previa para dormir con tranquilidad y no estar activo en el momento de irte a la cama.
Pero en cambio, pocas veces vas a leer una novela, una poesía, o incluso un libro, yo qué sé, si te gusta la filosofía, algo que te induzca a la reflexión, normalmente no lo lees en voz alta, lo lees en voz baja porque lo que estás haciendo es reflexionar sobre lo que lees. Normalmente leemos en voz alta para comprender y para rememorar, porque si estudias… si te quieres estudiar algo, también lo sueles decir en voz alta. Incluso lo teatralizas porque te ayuda, ¿no? Por ejemplo, en la Edad Media los juglares se tenían que aprender ‘El cantar del Mio Cid’, que tiene no sé cuántas miles de palabras, ¿y cómo se lo aprendían? Porque no había papel para imprimirlo y leerlo. Entonces, ¿cómo se lo aprendían? Pues se lo aprendían cantando, representándolo y así se aprendían los versos. Y de hecho, ‘El cantar de Mio Cid’ tiene tantas versiones porque no es fiel a lo que fue inicialmente. Entonces, es distinto leer en voz alta por eso, porque estás comprendiendo, haciendo tuya la historia y una vez la haces tuya, lo que quieres es profundizar, reflexionar, pararte a ver aquello, disfrutar con aquella lectura. Entonces, aunque las dos sirven para aprender. Si dijéramos que pueden ser formas de aprendizaje un poco diferentes.