Un mensaje de sabiduría
Ramón Bayés
Un mensaje de sabiduría
Ramón Bayés
Psicólogo y escritor
Creando oportunidades
Mi largo viaje por la vida
Ramón Bayés Psicólogo y escritor
Ramón Bayés
“Cada persona es un viaje, que el viaje sea único”, dice a los 91 años el psicólogo Ramón Bayés. Y añade: “Que la vida sea un viaje consciente. La vida es búsqueda, la vida es camino”. Sabias palabras de un hombre que ha dedicado toda su vida a investigar el alma humana, indagando en cuestiones como el paso del tiempo, el afrontamiento de la muerte, la identidad, la felicidad, el duelo o la pérdida.
Ramón Bayés ha dedicado más de seis décadas a ayudar a las personas a afrontar la enfermedad, a despedirse de la vida con sosiego y a soportar las pérdidas. A finales de los 70 se especializó en el campo de la Psicología de la Salud, trabajando con pacientes de cáncer, VIH y unidades de cuidados paliativos. Es doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona y diplomado en Psicología Clínica por la misma universidad. Desde el año 2002 ejerce como profesor emérito en la Universidad Autónoma de Barcelona. En 1995 recibió el ‘Premio Pavlov’ de la Sociedad Catalana de Análisis y Terapia del Comportamiento por el conjunto de su obra. Es autor de más de 700 publicaciones especializadas y de divulgación. También ha escrito numerosos libros, entre los que destacan ‘Afrontando la vida, esperando la muerte (2006), ‘Vivir: guía para una jubilación activa’ (2009), ‘El psicólogo que buscaba la serenidad’ (2010), ‘El reloj emocional: sobre el tiempo y la vida (2018) y ‘Un largo viaje por la vida (2019). Todos ellos editados por Plataforma Editorial.
Transcripción
De hecho, el estar en esta fábrica para mí fue una suerte enorme, porque era una fábrica inglesa y empezaba aquí con capital español. Y esto me permitió algo que era imposible en aquella época: una persona, de alguna forma, en edad militar, obtener un pasaporte y realmente viajar a Inglaterra y viajar a Suiza. Esto me permitió ir al extranjero en un momento en el cual no había permisos en personas jóvenes para salir de España. Esto fue una experiencia para mí ya distinta. Entonces, como no me gustaba, hubo algo que fue trascendental en mi vida. Es que mis amigos, muchos de ellos eran médicos, otros eran psicólogos, y me movía en este mundo. Yo mismo escribí para revistas de sociología e hice de los primeros trabajos de sociología que se publicaron en España.
Mira, mi vida cambió en 10 minutos. Empezaba la Universidad Autónoma de Barcelona y algunos de mis compañeros ya eran profesores de esta primera etapa de la universidad en Psicología. Había un catedrático de la otra universidad que funcionaba, la antigua, la Universidad de Barcelona, que se fijó en un escrito mío y les dijo a mis compañeros: “¿Y por qué Ramón Bayés podría ser un profesor?”, y tal. Y dijeron: “Sí, pero es que Ramón no tiene la titulación necesaria. Él tiene una titulación de grado medio y se necesita una titulación universitaria”. Y dijo: “Decid que venga a verme”. Yo fui a verle, no lo conocía de nada, y me dijo: “Mira, he hablado con tus compañeros, he leído cosas tuyas que has publicado y está clarísimo: tú tienes que ser profesor de universidad”. Dice: “Ahora acaba de salir el plan Maluquer, y el plan Maluquer permite seguir la carrera de Psicología con solo tres asignaturas que no son de Psicología”. Era un hombre maravilloso. Se llamaba Francesc Gomà. Yo me asusté. En aquel momento tenía dos hijos pequeños, tenía una suegra imposibilitada, todo eran problemas, pero se lo consulté a mi mujer. Digo: “Mira, hay esto y me han dicho esto”. Y mi mujer me dijo: “Hazlo”.
Entonces, me metí en la carrera, que tenía cinco años, y en aquel momento vi la posibilidad de hacerlo como alumno libre, que no era obligatorio ir a clase. Y lo hice como alumno libre y fui a hablar con los profesores. A veces sí iba a clase, a veces no, hice los trabajos que se hacían. Y cuando pasaron los cinco años, ya titulado, llamé a Francesc Gomà y le digo: “No sé si se acordará usted de mí. Yo fui la persona a la que usted recomendó que hiciera el plan Maluquer y que hiciera esto. Ya soy psicólogo”. Y entonces le invité a comer. Hicimos una comida de aquellas impresionantes, lo llevé al mejor restaurante y nos hicimos amigos. Yo le debo mucho a esto. Entonces, yo una cosa que recomiendo a la gente, a los alumnos, es que estén atentos, que estén atentos a lo que está pasando, porque hay momentos que son momentos extraordinarios. Y tú no te das cuenta. Cuando ya llevas unos años de profesor… Yo me he encontrado con ello alguna vez. Saliendo del cine, viene una señora detrás y me dice: “¿Usted es Ramón Bayés?”. Y digo: “Sí”. Y ella me dice: “Pues hace 10 años usted cambió mi vida”. Y esto es algo que no tiene precio, pero es cuando se encuentra una necesidad concreta en un momento con una oferta concreta.
Yo no recordaba ni a la señora, ni, bueno, una chica mayor, ni recordaba de qué había hablado ni recordaba nada, pero a ella una frase mía le hizo cambiar la vida, igual que a mí me la cambió Francesc Gomà. Pero esto no se sabe cuándo. O sea, por eso, el profesor siempre tiene que sembrar, porque no sabe si su grano o el grano que intenta dar caerá en buena tierra o no, y a veces puedes cambiar la vida de una persona en 10 minutos. Y esto es factible, pero hay que estar atento.
Hay que valorar las cosas y hay que tener un punto de vista original, un punto de vista que intente ser… No siempre se consigue, pero que busques la verdad a través de la crítica, a través de la autocrítica, a través de lo que tú puedas aportar. La verdad no existe en absoluto como absoluto: existen verdades subjetivas. Y hay un punto que para mí es muy importante, y es el punto de qué es la persona. Para mí fue un descubrimiento cuando, en una mesa redonda, una oncóloga al final de los años 80 habló de Eric Cassell y dijo que realmente el sufrimiento… Me habló del sufrimiento y habló de que los que sufren no son los cuerpos. Las que sufren son las personas. Y esto cambió mi vida y esto me hizo penetrar en… Bueno, hay que trabajar en el campo del sufrimiento y tratar de aligerar y limitar o ir a favor de la paz y la ausencia de sufrimiento.
Luego me pregunté al cabo de unos años: “Bien, pero ¿qué es una persona?”. Encontré muchas definiciones de persona, pero la que a mí me ha satisfecho hasta el momento es una de un inglés, un filósofo inglés llamado Gilbert Ryle. Gilbert Ryle cuenta una anécdota. Dice: “Hay un amigo que un día me dijo: ‘Mira, tú eres profesor en Oxford. Me gustaría conocer la universidad’. Van a la universidad, se van a oír una clase, le presenta a diferentes profesores, van a verlos los campos de deporte, van a ver dónde trabajan los investigadores, van a las bibliotecas, van… Recorren, se pasan el día en Oxford y le enseña todo lo que es visible. Y cuando termina el día, el amigo le dice: ‘¿Y dónde está la universidad?’”. Porque la universidad no son ni los alumnos, ni son los profesores, ni son los campus, ni es esto. La universidad es otro nivel. La universidad no se ve. La universidad es un concepto. Entonces, hay que entrar en el concepto para saber lo que es la universidad. No son los edificios, no es… Con otra metáfora, no es… Si es una metáfora de un coche, no es el motor, no es el chasis, no son los compañeros de viaje, no es el lugar, la carretera por donde vamos, no es el paisaje… Todo es lo que es…La persona es el viaje.
La persona es un viaje y cada viaje es distinto. Empieza en el momento en que nacemos. Y morimos… Muere cuando, ya una vez muertos, dejamos de pensar en esta persona. Es decir, la persona es única, es compleja, es insustituible. Si algo cada uno de nosotros no lo hace, queda por hacer por toda la eternidad. Nadie puede sustituir a otra persona. Entonces, esto es importante. Tenemos unas posibilidades, tenemos unos conocimientos, tenemos unas formas… No podemos despreciarlos. Estamos en el mundo para que sea mejor desde el momento en que podamos, en la medida que podamos, como sepamos. Y esta es nuestra misión. Y ser independientes y procurar que los jóvenes sean independientes.
Nos fuimos en una canoa a la selva y vimos los tepuy y estuvimos comiendo en plena selva. Bueno, son cosas que quedan para toda la vida. Es de lo más bonito que he visto y que me ha impactado, junto con Kenia y otros lugares. Siempre los viajes enriquecen y el contacto con la gente… Siempre he encontrado amigos. Tengo amigos por todo mundo, y esto no tiene precio. Por ejemplo, recuerdo en Costa Rica… En Costa Rica hubo dos acontecimientos preciosos, uno de ellos es físico. Viví un eclipse total de Sol en la playa. Esto es una maravilla. Nada que ver con los libros de geografía, nada que ver con lo que enseñan en televisión. Es algo maravilloso. Durante seis minutos en la playa hubo como un diamante en el cielo y podías mirarlo directamente, no necesitabas nada. Seis minutos mirando a un diamante enorme, a la Luna. Pero es algo extraordinario. Es de lo más extraordinario que he visto.
Y desde el punto de vista intelectual, un taxista… Con el taxista que me llevaba al hotel empezamos a hablar y me recomendó un poeta que yo no conocía, Jorge Debravo, que está considerado uno de los mejores poetas costarricenses. Aquí es poco conocido, pero es una persona… Murió joven, atropellado por un “jeep” americano. Yo fui al día siguiente a la librería y me compré todos los libros que encontré de Jorge Debravo y tiene cosas preciosas. Y así he ido pasando un poco por muchos países y me he enriquecido, me han enriquecido de muchas maneras. Y esto, pasando una página, diría que es lo que es el conocimiento tácito. Tenemos un conocimiento que es el de las universidades, que es el de los colegios, y tenemos otro conocimiento que vamos adquiriendo a medida que tenemos experiencias, a medida que conocemos gente, que conocemos países, que conocemos culturas. Y esto lo tenemos, y en un momento determinado valen los dos. Yo diría que son interesantes los dos. Es decir, este es un programa de aprendizaje. Yo recomendaría el cine, el teatro, la poesía. Aunque uno haga Ingeniería o aunque uno haga Medicina, necesita realmente de los libros, necesita la savia que proporcionan las experiencias de otras personas.
Pero es importante la riqueza interior, y esta se adquiere a través de la experiencia, por una parte, a través, también, de los colegios, las universidades o el Bachillerato o lo que sea. Pero esto no es suficiente. Hay que abrir los ojos, hay que realmente abrir los oídos y conservar, si es posible, hasta el final del pensamiento, la curiosidad. Lo importante no es llegar a Ítaca, lo importante es el viaje. El viaje es lo que depende de nosotros. Que sea un viaje consciente, que sea un viaje lleno de aventuras, que sea un viaje rico en experiencias de todo tipo. Esto es lo que hay que pedir. Estamos en un mundo injusto, esto lo dijo Dostoievski. Un mundo en el cual hay niños que mueren pequeños, que hay discapacitados que parece que no van a seguir, que hay que… Este es el gran misterio. ¿Para qué estamos aquí? ¿Para qué somos? ¿Por qué somos como somos? ¿Por qué? Es decir… Bien, esto es importante. He dicho: “Somos únicos”. Y somos únicos como lo decía Ortega: somos únicos con mi entorno, yo y mi circunstancia. Las circunstancias también son únicas, están cambiando continuamente.
Lo que yo era o lo que soy ahora en este momento no es lo que era hace una semana ni hace un mes ni hace 10 años. Algo permanece en el interior, pero la vida es cambio. La vida es búsqueda, la vida es camino. Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Esto es esencial. Con esto ya puedes…
En una carta preciosa en el ‘The New York Times’ él expone su despedida de la vida, y es muy interesante su vida porque él estuvo estudiando Medicina en Inglaterra, luego marchó a Estados Unidos, donde fue famoso, pero cuando tenía, me parece 18 años… Él era de una familia ortodoxa, de judíos ortodoxos muy rígidos, y él era homosexual. Entonces, él quería decírselo a su madre, pero temía la reacción. Y la reacción fue terrible, porque la madre lo echó de casa. Entonces, pasan los años y a punto de morir él quiere volver a los suyos, y vuelve a Inglaterra y lo reciben de una manera muy diferente. No solamente esto, sino que lo acogen a él y a su pareja masculina. Los acogen a los dos en un “sabbat”, digamos el día sagrado que no se dedica… Esto es muy bonito. No se dedica a nadie, se dedica a Dios y es un día que no se hace nada y se dedica simplemente a la amistad. Incluso si no eres médico, no tomas el teléfono. Es interesante y es bonito dedicar, es decir, dejar algo vacío para reflexionar, para meditar, para pensar. Y esto para mí, seas creyente o no creyente, es igual. Es un día que te regalas a ti mismo y a los demás. Esta es una idea preciosa para mí.