Un decálogo para cuidar la salud mental de los adolescentes
Montserrat Dolz
Un decálogo para cuidar la salud mental de los adolescentes
Montserrat Dolz
Psiquiatra infantil y juvenil
Creando oportunidades
Una mirada a la salud mental de los jóvenes
Montserrat Dolz Psiquiatra infantil y juvenil
Montserrat Dolz
¿Cuáles son las primeras señales que indican algún problema de salud mental en la infancia o adolescencia? ¿Sabemos diferenciar ansiedad, miedo y depresión, cuando los síntomas varían en niños, adolescentes y adultos? Montserrat Dolz es psiquiatra infantil y juvenil y jefa del área de Salud Mental del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, donde ha trabajado en el área clínica y de investigación, para después especializarse en atención temprana y prevención.
Afirma que una observación precoz del malestar psicológico de los más jóvenes permitiría una mejora de su salud y calidad de vida en el futuro. “Según datos de la Organización Mundial de la Salud, un 10 o 20% de los adolescentes presentan o presentarán un problema de salud mental. Muchos trastornos mentales empiezan antes de los 18 años, en la infancia y adolescencia. Es importante estar atentos cuando observamos cambios notables y persistentes en el comportamiento de los chicos”, apunta la psiquiatra.
En los últimos años, la doctora Dolz ha desarrollado una línea de investigación innovadora sobre las fases previas al desarrollo de los trastornos mentales. Forma parte del proyecto FAROS del Hospital Sant Joan de Déu, que tiene como objetivo la promoción de la salud mental y el bienestar infantil y juvenil, y es co-autora del libro ‘Una mirada a la salud mental de los adolescentes’.
Transcripción
Porque es verdad que, si realmente no tratamos… Lo que sí sabemos de los trastornos mentales es que muchos de los tratamientos que tenemos ayudan, algunos ayudan mucho, pero hay otros que tienen una eficacia moderada, y que los trastornos mentales generan discapacidad en la vida adulta. Generan muchos problemas. Por lo tanto, cuanto antes los tratemos, va a ser muchísimo mejor para la evolución de los casos. Esta mirada atenta en la adolescencia, desde las familias, desde las escuelas, es fundamental para prevenir que no se clarifiquen y que no se hagan más graves.
No creo que debáis tener un papel sanitario en absoluto. Tenemos una red de salud que tiene capacidad de dar respuesta y es la que la tiene que dar. Pero ese punto, creo que sería muy pertinente.
Y en los adolescentes, es un intermedio entre una cosa y la otra. En la adolescencia, a veces, sí que hay más manifestación de la tristeza. Pero también hay ese componente de irritabilidad, de estar irritables, enfadados, como a la que salta, también un poco desganados… Tiene su punto difícil, porque la adolescencia, con todos los cambios que tiene, también tiene esa fase, a veces, de pasar por pequeñas tormentas emocionales. De estar épocas más animado, otras épocas que parece que todo es un rollo, y dices: “Ay, Dios mío”. Quizá, la señal sería esa. Una irritabilidad persistente, una desgana persistente por las cosas, un desinterés… Estar con una alteración del ritmo del sueño. El ritmo del sueño es siempre una señal de alarma bastante… a la que hay que estar atentos. Y también, evidentemente, ya hay adolescentes con depresión que también manifiestan síntomas como estar tristes y pueden manifestar más la calidad del estado de ánimo deprimido y los pensamientos negativos. Pero quizá, la gran diferencia es esa: la irritabilidad y toda esta fase más de desgana, que puede pasar inadvertida.
Esto ha cambiado, y en los últimos diez, quince años, hay mucha más literatura que nos hace que tengamos más herramientas, pero por eso el autismo, para acabar el ejemplo, que tiene una dificultad particular en la socialización, en las habilidades interpersonales, en la comprensión del otro… Esto, que en chicos está bastante afectado, en las chicas está menos afectado y, por tanto, cuesta más de diagnosticar, pero igualmente tienen su autismo y tienen sus dificultades. Pero podríamos decir que, si miramos un libro así, rapidito, diríamos: “Ah, no. A esta nena no le pasa eso”, porque está muy orientado a los chicos.
Pero es que el bienestar es lo que llega cuando eres capaz de tolerar y manejar el malestar, porque si no, solo podemos estar permanentemente en un estado como de bienestar continuado, que acaba generando patología, porque no estamos dando estrategias de afrontamiento correctas, que son las que nos permiten tolerar todo lo que sucede. Hay que estar siempre contentos. No se puede, es imposible. Cuando esa ansiedad persiste mucho, nos bloquea, cuando en lugar de conseguir un mejor rendimiento, hace que ese rendimiento, al revés, acabe siendo poco productivo, ahí es cuando nos debemos preocupar. Quizá, la clave es decir: “La ansiedad es normal, forma parte de la vida”. Es un reto, porque la vida está llena de retos y los tenemos que acostumbrar a que los vayan superando. Por lo tanto, no tenemos que pretender una vida sin ansiedad y sin retos. Sería muy poco educativo. Tiene que haber retos. Nos tienen que costar. Tienen que representar un esfuerzo y asumirlos. Pero es verdad que si eso se transforma en algo como que bloquea, que preocupa en exceso, que quita horas de sueño y que, al final, incluso, el resultado no acaba siendo bueno, ahí es cuando nos tenemos que preocupar.
A todas las generaciones les han pasado cosas. A los que vivían en el 1800, pasaban cosas, y a los del 1900, 1930, 1940… A todas las generaciones les han pasado cosas también, sin menospreciar el impacto que pueda tener toda esta restricción, que insisto, es verdad que es clave para ellos. También es el momento de decir: “Oye, a partir de ahora vamos a recuperar toda la socialización, todas las actividades extraescolares, todas las actividades de grupo, todas las excursiones a la montaña y todo aquello que nos hace ser competentes y tener una vida sana, saludable y normal”.
Asumir el reto. Decíamos que otro punto es asumirlo como una oportunidad. Asumir el reto de que realmente es una etapa que puede ser divertida. Es verdad que hay un cambio, que dices: “¿Que ha pasado aquí? Mi niño, ¿qué le han hecho?”. No, pero bueno, es un reto. Y eso, al final, nos llevará a ese adulto sano. Por tanto, no vivirlo como una carga, sino como una oportunidad. Es una oportunidad para el adolescente y también es una oportunidad para todos los que conviven con el adolescente. Es decir, que en el fondo, sus criterios diferentes, sus visiones sobre el mundo, sobre lo que antes hacíamos o sobre lo que hace el adulto, también es una oportunidad para el adulto que está cerca. Otro punto clave es promover una vida sana. Es decir, es verdad que no hay que olvidarnos. A veces, de pequeños, estamos… De pequeños, todos tenemos bastante claro cómo hay que alimentar a los niños, el ritmo del sueño… Todo el mundo ¿no? Además, está muy trabajado también desde la pediatría. A veces, nos desenfocamos cuando llegamos a la adolescencia. Error. Hay que continuar promoviendo una vida sana. A veces, sin que ellos quieran tanto. Es decir: los niños obedecen más fácil, los adolescentes menos. Hay que insistir en la alimentación, en el sueño, en el deporte. Es importantísimo estructurar el hábito de deporte, el que a cada cual le encaje. Tampoco hay que ser marciales en eso. Hay que buscar los que también le encajan. Cada cual tiene sus aptitudes físicas, pero es también una época para eso. Otro punto clave es gestionar las tecnologías, porque es un tema que ha venido para quedarse. Es un tema complejo en el que podríamos hablar largo y tendido, pero para gestionar las tecnologías hay una frase que es muy importante, que es predicar con el ejemplo.
Es decir: tú no puedes decir que deje el móvil y estar tú con el móvil cenando. Es un error impresionante porque generas una mala vinculación con las tecnologías y además, dinamitas un espacio fundamental del día a día, que es la comida en familia. Por tanto, tenemos que predicar con el ejemplo, tenemos que ser capaces de hacer un uso razonable, moderado, y dar y modelar. Volvemos al punto dos: los chicos se modelan con nuestro ejemplo, con cómo nosotros vivimos, cómo afrontamos… Otro punto importante es entender que en la adolescencia vamos a tener que negociar. Negociar no quiere decir “ceder”, pero quiere decir “escuchar”, quiere decir “entender”. Escuchar a pesar de que, a lo mejor, eso que te están diciendo ya te lo han dicho muchas veces y claramente no estás de acuerdo, pero hay que estar ahí, y a veces hay que aceptar cosas que se puedan aceptar, que dentro de la estructura de cada cual, de su familia, de cada entorno, de cada sistema de valores… esté en el perímetro correcto. Pero a veces, hay que aceptar algo que para el adolescente sea muy importante y a lo mejor, para ese adulto, pues no tanto. Y para negociar, hay que comunicar con calidad. Hay que buscar espacios para comunicarnos. El adolescente nos manda una señal o nos dice algo que le está preocupando. Quizás en ese momento no podemos. No hay tiempo, pero hay que quedarse, decir: “Hay algo que preocupa”. Hay que buscar, o a lo mejor, decir: “Oye, esto que me has dicho, ya veo que hay un problema. Busquemos un rato, a la noche o mañana”. Hay que escuchar de verdad. Hay que estar atentos de verdad a lo que nos dicen.
Hay momentos en los que, a veces, los adolescentes tienen unas ideas o unos intereses que a veces nos parecen superlejanos a lo que a nosotros nos parecería adecuado. Pero hay que poder tener esta escucha cálida y cercana, porque eso es lo que va a hacer que realmente sientan que han hablado de verdad. Por otra parte, hay que ser capaces, como padres y como educadores, de pedir ayuda. Hay cosas que quizás: “Bueno, esto no me cuadra. Creo que quizá hay un problema”, pues hay que ser capaces de pedir ayuda. Hay una red que es capaz de comprender, hay que buscar ayuda profesionalizada, hay que intentar huir del alarmismo, pero hay que ser capaces de dar ese paso porque es lo que toca. Porque, como decíamos al principio, los trastornos mentales son frecuentes y, por tanto, puede ser que eso que esté pasando no sea nada, que es lo más frecuente, pero puede ser que sea algo y no se nos debe pasar por alto. Tenemos también que crear red, es decir, estamos en un sistema. Hay un sistema educativo que ofrece muchos recursos, hay un sistema sanitario que ofrece recursos, están también todos los recursos de tiempo libre, que también existen. Por tanto, tenemos que ser capaces de darnos cuenta de que solos no lo conseguiremos y tenemos que crear red. Tenemos que estar atentos a la red y ser capaces de ser partícipes de ella.
Y hay que acompañar, hay que acompañar en los aciertos y en los errores, hay que poder estar ahí en esos aspectos en los que nos sentimos más cercanos y en los que nos sentimos… en los que somos más capaces de dar aprobación, y también hay que estar ahí en los que quizá no damos tanta aprobación, pero que pueden ser coherentes con su línea de vida. Y cuando las cosas no van bien, también hay que estar cerca, porque ahí vamos a construir un sistema seguro, un adolescente seguro, porque se siente acompañado en los momentos en los que algo ha ido mal. Son una serie de puntos, en el fondo bastante, podríamos decir, intuitivos, pero que nos ha parecido interesante poderlos recoger y poder reflexionar sobre ellos.