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El poder transformador de un clown

Wendy Ramos

El poder transformador de un clown

Wendy Ramos

Actriz y clown


Creando oportunidades

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Wendy Ramos

Algo tan sencillo como una nariz de payaso cambió por completo la vida de Wendy Ramos. Acudió a su primer taller de clown y descubrió algo sorprendente: que ser payaso significaba mirar a los demás de una forma más humana. Lo comprobó años después, visitando hospitales y cárceles con su grupo de clowns: “El payaso no solo se viste como en el circo, no solo hace chistes. El payaso se desviste por dentro, debe quitarse todas las etiquetas y prejuicios que todos tenemos”, explica. Para ella, esta es la única forma de ayudar al otro, desde la aceptación de la propia fragilidad: “Gracias a eso puedes ver la verdadera belleza que hay en cada persona”, concluye.

Wendy Ramos estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Lima y fue una de las fundadoras de la compañía teatral ‘Patacláun’, cuyo espectáculo de comedia ácida dio el salto a la televisión peruana a finales de los 90. En 2001 creó la ‘Fundación Bolaroja’, un proyecto educativo y de transformación social a través del clown. Con él puso en marcha el proyecto de clowns hospitalarios ‘Doctores Bolaroja’, con el que realizó numerosas intervenciones culturales y sanitarias en Perú, Nicaragua, Rusia, Isla de Pascua y España. También en cárceles, áreas marginales y poblaciones afectadas por desastres naturales. Fruto de su labor social, el Ministerio de Salud peruano la nombró promotora de salud, embajadora de la lucha contra la tuberculosis y embajadora de la ‘Marca Perú’ en 2011. Ramos es además actriz, guionista, conferenciante y autora del libro inspirado en su blog, ‘Diario de una vaca descarriada’. En 2018 formó parte del elenco de la película ‘Padre no hay más que uno’, del director español Santiago Segura, y en 2020 de su secuela 'Padre no hay más que uno 2'.


Transcripción

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Wendy Ramos. Muchas gracias. Mi nombre es Wendy Ramos. Soy payasa, soy comunicadora. Hago un montón de cositas, doy talleres para empresas de creatividad, de integración, de trabajo en equipo. Doy muchas conferencias en Perú. Ahora estoy acá porque vine a hacer una película: ‘Padre no hay más que uno 2’. Acabo de terminar el rodaje y estoy muy contenta de estar acá. Quería contarles que una de las cosas que más me gustan de mí es mi curiosidad. Yo soy muy, muy, muy curiosa desde niña. No sé si han visto esa foto de un carrusel, que hay un caballo que se sale de esos carruseles que van dando vueltas así, y yo siempre siento que la vida es un poco estar en un carrusel y vas dando vueltas. Y como que siempre estás viendo lo mismo, lo mismo, lo mismo, y cada vez que yo aprendo algo, estudio algo, siento como que me salgo de ese carrusel y veo cosas que nadie más está viendo. Y luego vuelvo a mi carrusel y están todos que no saben nada. Y yo estoy como llena, con todo lo que he visto, con lo que he vivido y como que entiendo mucho más el mundo. Cuando era niña, mi papá trabajaba en la FAP, mi papá enseñaba mantenimiento de helicópteros en la Fuerza Aérea Peruana y le gustaba mucho llevarme a hacer test psicológicos y me llevó a hacer un test cuando terminé el colegio, y salió que yo debía ser comunicadora. Y yo, como había pasado mucho tiempo sola en mi casa, porque era la más pequeña y no había control remoto en esa época, ¿no? Televisión blanco y negro sin control remoto significaba que el televisor estaba prendido todo el día en mi casa y nadie quería pararse a cambiar de canal o apagarlo. Y entonces estudiar Ciencias de la Comunicación era enterarte de cómo funcionaba eso que había visto toda mi vida. Entonces, de pronto, estar detrás y viendo cómo funciona era… hay alguien que elige qué cosa es lo que tú vas a ver, cómo lo vas a ver y qué vas a sentir al respecto.

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Porque te ponen una música, editan lo que la persona que está ahí va a decir, te ponen lo que ellos quieren que tú escuches. Y estábamos todos estudiando para el desarrollo, para la educación, entonces cada programa que hacíamos dentro de la universidad era como: “Ya, y ¿para qué público es? ¿Y qué necesita ese público? ¿Cómo le vamos a dar para que sean mejores personas, para que el Perú cambie y mejore?”. Y a la hora que entré a trabajar en lo que se suponía que tenía que trabajar, que era un canal de televisión, me topé con la triste realidad: que nadie quería ningún desarrollo ni ninguna educación, y que todo lo que yo quería hacer no lo iba a poder hacer ahí. Y empecé a trabajar en el peor lugar, era la parte internacional del noticiero, se llamaba “El departamento de Satélite”. Entonces, mi trabajo era entrar a una oficina y pasarme ocho horas del día viendo noticieros. Y al final del día llegaba a mi jefe y me decía: “Oye, el atentado, ¿dónde está mejor?”, y eso significaba dónde hay más sangre, dónde hay más muertos, dónde se ve peor la situación. Hasta que un día reaccionas y dices: “¿Qué estoy haciendo con mi tiempo, con mi inteligencia, con mi energía? Todo esto, lo que estudié, ¿para esto?”. Entonces, en esa misma época en la universidad, con un grupo de amigos, habíamos empezado a estudiar, a llevar talleres de teatro y apareció la oportunidad de hacer un taller de “clown”. El “clown” llegó para cambiar mi vida completamente. Era un taller de “clown”, pero nos hablaba mucho de vulnerabilidad, no era como ese “clown” que yo había visto del circo, todo pintado, con los zapatos grandes. Era otra cosa totalmente distinta, hablaba mucho del ser humano. Y no entendimos nada los que fuimos a esa reunión para que nos explicaran de qué se trataba ese taller, pero aún así entramos y empezó a este grupo que se llamaba ‘Patacláun’ y estuvimos haciendo teatro por un montón de tiempo.

Tu vida es tu fiesta, no la de tus invitados. Wendy Ramos, actriz y clown
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En esa época en el Perú había terrorismo y estábamos todos muy asustados. En las calles era difícil, porque salías y había muchas calles cerradas y había letreros que decían: “No te detengas, hay orden de disparar”, y si alguien se iba al cine te quedabas angustiado esperando que volviera porque podían poner una bomba en el cine. E hicimos un espectáculo que se llamaba ‘Patacláun en la ciudad’. Y ahí así como pasaba en la calle, pusimos una circulina, entonces cuando entrabas al teatro casi no se veía nada y una voz te decía: “Siéntate rápido, que hay orden de disparar, siéntense rápido, que hay orden de disparar”, y la gente entraba al teatro y se sentaban donde podían, y era medio angustiante porque era lo mismo que se vivía afuera, y era un espectáculo de humor. Y de pronto la gente se comenzaba a reír de todo lo que nos hacía llorar afuera. Hablábamos de todo: de los cortes de luz, del sonido de las bombas, de tener que bañarnos con tazas de agua porque no había agua, de estudiar con velas. Casi todos estudiamos con velas en una época porque cortaban la luz todo el tiempo. Entonces descubrí en el payaso que ahí podría ser una gran comunicadora, que todo lo que había aprendido en la universidad lo podíamos hacer ahí y que la gente se moría por entrar al teatro. Las entradas se acababan en dos horas y hacían estas colas enormes para ver lo que estábamos haciendo ahí y reírnos de lo que pasaba afuera. Pero claro, para mí era raro pensar en la posibilidad de dedicar mi vida al “clown”. Era como: el arte, no es una forma de vida. O sea, para mi papá no era, a mi papá le importaba cuánto me sacaba en matemáticas, cuánto me sacaba en historia, no le importaba nada cuánto me sacaba en arte o pintando o inglés, o todas esas cosas que eran como menores. “Baile, teatro, no me importa cuánto te has sacado ahí, me importa cuánto te has sacado en historia”. Y entonces yo crecí pensando que eso era importante y que el arte no era importante.

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Entonces no entraba en mi cabeza que yo pudiera dedicarme a eso. Tenía que seguir en mi mazmorra horrorosa donde trabajaba viendo a mis muertos y me iba a hacer teatro cuando podía, los fines de semana. Y entonces llegó un momento donde tuve que elegir, porque nos llamaron para hacer un programa de televisión, y opté por irme por el “clown”. Dije: “Esto me da vida. Es el único lugar donde respiro, donde me siento feliz, donde siento que estoy haciendo algo importante, que estoy diciendo cosas que sirven, que valen la pena y no esto otro”. E hicimos dos años de un programa de televisión que se llamaba ‘Patacláun’, que fue muy exitoso, y ahí hablamos de muchos temas. Hablamos de racismo, de discriminación, de machismo, de todo lo que se nos podía ocurrir. Yo escribía los guiones, entonces también volábamos hacia donde queríamos y yo me sentía dichosa de tener millones de personas viendo ese programa y pudiendo decir algo que importara, que fuera valioso. Cuando se acabó el programa fue muy difícil para mí especialmente, porque yo no era actriz. Todos los demás que estaban en el programa eran actores y cada uno volvió a sus novelas, a sus programas de televisión y yo me quedé medio: “Y ahora ¿yo dónde voy? No quiero volver ahí”. No quería volver al programa en el que estaba. Entonces dije: “Bueno, si no hay nada para mí en ninguna parte, nada me gusta, entonces voy a tener que inventarme mi mundo como yo lo quiero”. Y me enteré que existía algo que se llama “el clown hospitalario”, que de hecho me enteré porque en España había mucho de eso y justo se reunían todos los “clowns” hospitalarios de España en Murcia. Y estaban todos los grupos y yo estaba mirándolos a todos. Los acompañé al hospital con mi cuadernito y les iba preguntando todas las cosas. Y cuando volví a Perú dije: “Ya, esto es lo que quiero hacer, quiero ser “clown” hospitalario”.

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Y fundé una cosa que se llamaba ‘Bolaroja’, una organización, y luego terminamos siendo una escuela con más de mil doscientos alumnos al año y teníamos proyectos muy grandes, el proyecto “Doctores Bolaroja”, que íbamos a hospitales dos veces por semana, durante quince años hemos hecho ese trabajo, un proyecto de “clown” comunitario en la selva peruana que también llegamos a ir ciento veinte payasos de diecisiete países a trabajar por una comunidad que tiene muchísimas problemáticas de todo tipo. Íbamos a hospitales psiquiátricos, a cárceles, a zonas de desastre cuando había un terremoto ahí llegábamos con todos los payasos. Y luego cuando terminó ‘Bolaroja’ otra vez me quedé así como: ¿Y ahora? ¿Y ahora qué hago?”, y dije: “Voy a transformar otra vez el ‘clown’”. Una de las cosas importantes que aprendí con el “clown” que me sirve mucho es que el “clown” siempre está con el motor encendido. Entonces sabe que ganar o perder, esos dos caminos te pueden llevar al éxito. Entonces el payaso va, por ejemplo, quiere abrir una puerta, quiere entrar a un sitio, entonces va a ir a tocar la puerta y es como… ¿No? Porque quiere entrar, está con todas las ganas de entrar y si no se abre la puerta dice: “Me voy por la ventana”, entonces se va por la ventana y dice: “Uy, no abren la ventana, ya sé, me voy a trepar por el techo y voy a entrar por la chimenea”. En Lima no hay chimeneas porque no llueve, ni tenemos… ¿cómo se llama eso? Fogones, cosas. Entonces dice: “¿Qué hago? ¿Qué hago? Ya sé, me voy a pasar por debajo de la puerta”, entonces se va a meter en un sobre y va a pasar por debajo de la puerta. Pero va a entrar como sea. Una persona normal a veces va y dice: “A ver…”. No le abrieron y se va, porque no tiene tantas ganas o no quiere que se vea que tienen tantas ganas. El payaso, lo que hace, lo hace con muchas ganas y a mí me ha pasado muchas veces eso y yo he agradecido que la puerta estuviera cerrada, porque si no estaba cerrada yo no iba a hacer todas esas cosas que hice para poder entrar.

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Muchas veces me ha pasado que la primera puerta que toco, o lo más fácil, el camino más fácil, no estaba habilitado y he tenido que hacer cosas muy creativas para poder llegar a donde yo quería llegar. Entonces es ganar o perder, las dos cosas me pueden llevar al éxito dependiendo de cómo afronte yo eso, porque si voy así, claro, pierdo y me salgo del juego. Pero si voy con ganas, si pierdo, voy a decir: “No, yo quiero eso y a ver cómo lo logro. Voy a probar por acá, por acá, por acá, por acá, por todos los caminos”. Otra cosa que tiene importante el “clown” es su contacto con el placer. El payaso, uno de los trabajos que tiene es contarle al público constantemente qué siente. Entonces, si yo lo veo a él y me enamoro… “Me está mirando”. Entonces me enamoro de él, pero le cuento al público qué cosa siento. Si veo una araña ahí, entonces le digo: “Me asusté con esto que estoy viendo acá”. Cualquier cosa que yo sienta todo el tiempo le tengo que contar al público y eso es bien raro, porque no lo hacemos. Eso significa que tú tienes que saber qué sientes. Todo el tiempo tienes que saber qué cosa estás sintiendo, porque se lo tienes que contar al público. Entonces ese ejercicio constante de: “Me pasa esto, ¿qué siento? Se lo muestro al público”, bueno, es un cliché, o sea, no es que alguien me trae una flor y yo me voy a enamorar. O sea, es que a veces al comienzo uno hace eso, pero de repente a mí no me gusta que me regalen flores o no me gusta la persona. Entonces me da una flor y… Lo que sea que yo sienta de verdad sinceramente, se lo cuento al público. Ese ejercicio hace que luego tú te vayas a tu casa y de repente te despiertas y dices: “¿Quién es este hombre acá? ¿A quién le comento que no…?”, o vas a un trabajo y un día te comienzas a dar cuenta que no te gusta, en verdad no te gusta.

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O sea, que has estado años y años ahí solamente porque se supone que eso era lo que tenías que hacer, pero al tener que estar constantemente en contacto con tu placer, te das cuenta: “Esto no me da placer. Eso sí me da placer, esto me gusta, esto no me gusta” y la gente comienza a tomar decisiones bien radicales con respecto a sus vidas. Me he pasado con muchos alumnos, o que se van a vivir lejos, o que se divorcian, o que se casan, que estaban mucho tiempo ahí sin decidirse. Entonces, comienzan a decidirse por cosas con respecto a lo que sienten por eso o el placer que les da. Otra cosa también es el tema de la mirada. O sea, cuando uno mira, toda la información que tú necesitas está al frente tuyo siempre, está en el otro. Y a veces nos cuesta mirar, hay mucha gente, acá no se qué tanto, pero en Perú la mayoría de gente tiene miedo de exponer, por ejemplo, en los colegios, cuando tienen que hablar frente al público, les da como: “Uf, voy a tener que hablar, voy a tener que mirar…”, entonces tienen trucos, como que miran a un punto, entonces miran todo el tiempo ahí, o hacen los que miran, por ejemplo, yo ahí no los estoy viendo, estoy mirando, pero no los estoy viendo, que hay diferentes como tal, tal. Entonces, cuando tú miras a la gente, la conectas contigo y entonces eso hay que ejercitarlo, entonces al comienzo hago mucho trabajo de mirada con los alumnos para que le pierdan el miedo al otro, y cuando le pierdes el miedo al otro puedes ver. Y ese ejercicio me gustaría hacerlo con ustedes, ¿quieren hacer un poquito de ejercicio de mirada? Hay varios, vamos a hacer uno que lo uso para que la gente le pierda miedo al público. Entonces, van a escoger con quién se van a mirar. Están pares, así que dos, dos, dos, dos, dos, dos, ¿ya están listos? Okay.

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Entonces, se ponen frente a frente y van a seguir mis indicaciones, ¿ya? Se tienen que mirar a los ojos, van a estar con los brazos a los costados, que a veces nos ponemos así para hacer una barrerita ahí, o con las manos atrás, estamos así como… Entonces brazos a los costados para que se den cuenta ustedes qué cosa sienten cuando se miran con el otro, de si se ponen nerviosos, si se les mueve la pierna, les hace acá. Otra cosa que les voy a pedir es que respiren mientras se miran, porque a veces, cuando nos da miedo mirar al otro, no respiramos. ¿Han visto cuando nos asustamos que hacemos…, y no respiran, no respiran, no respiran? Les voy a recordar que respiren para que nadie se me desmaye. Entonces, van a respirar, brazos en los costados y todo el tiempo se miran. Si les da risa, se pueden reír, pero mirándose, no vale… Okay, se miran y yo les voy a ir dando indicaciones y ustedes siguen mis indicaciones. Brazos a los costados. Okay. Silencio, silencio, no hablen, que si hablan se están escapando del ejercicio. Y se van a imaginar a la otra persona cómo sería cuando era niño o niña. Sin hablar. Ahora imagínense a ese persona cómo será cuando está muy, muy, muy, muy feliz.

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Cómo será cuando está muy enamorada o enamorado. Ahora imaginen que están viendo a su mejor amigo o a su mejor amiga, ¿cómo miras a tu mejor amigo? ¿Cómo miras a tu mejor amiga? Y ahora imagínense que se están mirando en un espejo y que esa imagen que ven es la suya. ¿Cómo sería la vida si fueras esa otra persona? ¿Que sería diferente si fueras ese otro? Okay. Muchas gracias. Gracias. No es tan fácil como suena, sí, suena fácil, pero a veces es como: “Uh, me está mirando”, porque además queremos parecer siempre que estamos bien y ponernos en una situación de fragilidad o de… incomoda un poquito. “¿Cómo hago para que crea que estoy bien?”. Ahora con las redes también tenemos esta manía por parecer que somos perfectos y que estamos muy bien. A mí me escribe mucha gente por mis redes y yo me sorprendo a veces porque me cuentan historias devastadoras, y cuando entro a ver esos perfiles están felices, y no parece. Y eso nos pasa a muchos, porque cada vez todo el mundo está poniendo su vida en modo feliz. Y digo: “¿Y ahora qué hago? ¿Qué hago con el rollo? ¿Qué hago con el grano? ¿Qué hago con mi pena? ¿Qué hago con mi rabia? ¿A quién le cuento que estoy triste, que estoy molesto, si estoy poniendo en mi vitrina que estoy muy feliz?”.

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Estos ejercicios nos sirven para relajarnos frente al otro, para poder mirarnos, para poder mirar al público. Entonces yo cuando entro a un sitio que hay, no sé, gente, ahora también me dio un poquito de nervios, pero cuando entré y los miré, dije: “A ver, Wendy Ramos, vamos a mirarlos, todos estos han sido niños, todos tienen problemas. Seguramente a la mayoría les han roto el corazón. Todos tienen un secreto horrible que nadie sabe”. Y entonces, pum, ya no son el público de: “Qué miedo”, sino que son personas igual que yo. Entonces no tendría por qué tener miedo de estar aquí. Entonces me baja bastante la ansiedad. Y ese trabajar también con la vulnerabilidad es uno de los principales obstáculos para llegar al “clown”, porque no nos gusta estar en ese estado vulnerable y el obstáculo es que cuando empiezan a jugar se nos va a notar todo lo que somos y a veces hay cosas que no queremos que se vean. Entonces, cuando juegan están con el pie en el freno porque apenas se empieza a notar que son egoístas, pum, paran de jugar. Y entonces mi tarea es ayudarlos a verse, porque mientras más nos veamos hacia adentro y más contentos estemos con quiénes somos, estamos menos en peligro, porque si alguien lo descubre está todo bien, porque yo ya lo sé y me conozco. Entonces creo que el “clown” a mí me ha ayudado muchísimo a conocer lo que está fuera de mí, a conocer la problemática humana, porque he visto cosas muy, muy difíciles muchas veces. Entonces estoy todo el tiempo usando todo lo que me dio el payaso de conocerme a mí y no tener miedo de lo que yo tengo adentro para ayudar a otros a que hagan eso también. Y siento que el “clown” es una herramienta poderosa para todos. Yo lo usaría para todos. Tenía idea de querer meterlo en colegios para… siento que el “bullying” desaparecería si hiciéramos eso, porque cuando yo doy talleres de “clown”, la gente que toma los talleres se aman, o sea terminan todos amándose porque se ven en ese momento de fragilidad, de vulnerabilidad, de juego.

Tu vida es tu fiesta, no la de tus invitados - Wendy Ramos
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A veces lo explicaba como una película, cuando uno llega a una película, si llegas, no sé, empezó la película hace cuarenta y cinco minutos y tú llegas, no puedes juzgar al personaje que estás viendo por algo que hace, porque tú no sabes cómo empezó esa película, que si hubieras visto el comienzo, entenderías. Entonces digo: “Nosotros somos como películas. Entonces lo que yo hago hoy día, que te guste o no te guste, viene de una escena de mi vida que tú no has visto pero que yo sí sé”. Entonces, cuando yo encuentro alguna cosa que no me gusta de mí, digo: “A ver, ¿en qué escena empezó esto? ¿Qué pasó, qué pasó, por qué soy así, por qué tengo esto que no me gusta?”, entonces, digo: “Claro, eso lo tuve que hacer en un momento para defenderme, para sobrevivir, para protegerme”. Y hay cosas que te siguen acompañando que ahorita ya no las necesitas y que podrías quitarlas, pero me ayuda hacer ese ejercicio de buscar en qué escena empezó esto y digo: “Ya”. Entonces es cuando me hago así, digo: “Ay, está bien. Ese defecto que tengo vino de algo que me sirvió en su momento, que fue bueno para mí en algún momento·, y entonces abrazo eso y digo: “Ya está, muy bien, Wendita, ahora vamos a seguir y vamos a tratar de quitarlo”, pero entonces yo ya no tengo miedo de eso mío. Entonces, si tú lo ves, no me molesta porque te digo: “Sí, te lo puedo explicar”. “¿Por qué eres así?”, “¿Quieres que te explique? Siéntate, que te cuento por qué es todo eso”, pero eso es porque yo ya lo acepté. Entonces siento que el “clown” a mí me ha ayudado a ver todo eso como más ligero, con más juego, con más alegría, aceptándome más, porque para pararte con una nariz frente a un público te tienes que querer. Y luego, ahora que lo estoy usando como una herramienta para la vida, tengo un taller que se llama “Mondo”, que es “Mondo, herramientas de ‘clown’ para la vida”, voy directamente a lo que siento que la gente le sirve de todo este trabajo de “clown”. Cómo transforma, cómo cambia a las personas, cómo hace que el mundo sea mejor. Muchas gracias.

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Lorena. Hola Wendy. Muchas veces cuando la gente habla del “clown”, del circo y del teatro, quizás no les damos la importancia que se merecen. ¿Qué valor tienen para ti estas artes para la sociedad?

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Wendy Ramos. Yo creo que es importantísimo. Como les contaba, cuando estaba en el colegio estaban los cursos importantes y los cursos que no eran importantes, y creo que para muchos artistas ha sido como bien difícil encontrar nuestro lugar y valorar, y que la familia acepte que estudies este tipo de carrera. Da igual en qué carrera estés o sea, si estás en arte y de verdad estás interesado y amas eso vas a hacer lo posible por llegar lo más lejos, porque cuando amas lo que haces estás bien interesado en aprender todo el tiempo, como cuando estás enamorado de alguien, que lo “stalkeas” y entras a su Facebook a ver qué le gusta. Y cuando te gusta tu carrera, también, ves dónde está el mejor que enseña esto y vas donde tienes que ir y estudias lo que tienes que estudiar. O sea, es difícil competir con alguien que ama lo que hace, y eso da igual en las artes, o da igual en una carrera formal normal, digamos, las ingenierías, abogados. Es como… vas a ser bueno donde ames lo que haces y le pongas todo tu corazón. Creo que ya está cambiando un poco, al menos en Perú, me imagino que acá más, esa concepción de que eso no es importante. Y creo que como trabajo sí se ha vuelto importante y tiene un gran lugar ahora, y también como personas, creo que aunque no vivas de eso, tener siempre un lugar donde respirar arte, donde estar en contacto con la belleza, donde poder entender otras vidas, o sea ir al teatro, por ejemplo, que te haga entender cómo viven otras personas, cómo piensan otras personas, empatizar con el otro… Como viajar, como ver una obra de arte, que también te llenan los sentidos, creo que es buenísimo y creo que debería empezar desde chiquitos, con los niños, o sea tenerlos en contacto con el arte todo el tiempo para que seamos más humanos, más empáticos, mejores personas.

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Rocío. Hola Wendy, soy Rocío, soy psicóloga, peruana también, así que estoy muy contenta, muy emocionada de verte aquí con todo el recorrido que nos has contado. Sé, y por lo que nos has contado también, que con tu grupo de “clowns” de la fundación que has tenido has hecho todo un recorrido social muy importante en hospitales, cárceles, lugares muy pobres. Y en relación a eso, ¿cómo uno puede utilizar el “clown” para ayudar a las personas? Y también ¿cuál crees tú que ha sido tu el aprendizaje más importante con toda esta experiencia?

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Wendy Ramos. Es bien curioso, porque mucha gente piensa que cuando íbamos con los “clowns” al hospital se trataba de hacer reír a la gente, de hacerlas olvidar lo que les estaba pasando. Al comienzo yo también pensé que era una cosa así, que la meta era que se rieran, cuando íbamos especialmente a hospitales, que fue por ahí donde empezamos. Y cuando un paciente se reía era… Yo sentía que… Pim, punto y salíamos y era: “Bien, se rio”. Pero eso me parecía tan egoísta, tan egocéntrico, tan “yo gané” y además me molestaba mucho que fuera tan fácil, además, porque decía: “Bueno, para hacer reír también puedo ponerles un vídeo de algo que da risa y se van a reír”, o sea no es necesario que vaya un payaso. O sea, decía: “¿Para qué estoy entrenando tanto para buscar risa?”. Me parecía como algo así y me molestaba. Comencé a investigar más y a fijarme más en lo que estaba pasando, a leer más sobre el trabajo y llegamos a la conclusión que lo que hacíamos no era eso, que lo que hacíamos era quitarnos nosotros todas las cosas que teníamos, a la hora de estudiar el “clown”, de la manera en que yo lo enseño y que a mí me gusta más, era buscar cuál es tu esencia. Entonces, lo contrario a lo que uno piensa, de que un payaso se pone, se pone, se pone vestuario, se pone la nariz, chistes. Era como: no, más bien te quito, te quito, te quito, te quito, te quito todas tus barreras, todas tus cosas, las apariencias, te quito, te quito, te quito y al final quedas tú ahí. Y eso para mí es el payaso. Y es bien complicado, porque nos cuesta quitarnos todo lo que hemos construido para demostrarle al mundo lo valioso que somos. Entonces, de pronto, a ver, quítate, quítate tu comunicadora, ‘Patacláun’, mi casa, todo lo que he estudiado, todo lo que he viajado… O sea, chau a todo eso y de pronto… Auxilio, soy solamente esto, no tengo mi tarjeta, se borra todo lo que dice ahí y quedas tú, solamente tú con lo que tú eres en ese momento.

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Entonces el payaso para mí es eso, y cuando estás ahí es una situación de tal fragilidad que estás igual que el otro. Entonces, cuando vas a visitar a un paciente estás exactamente igual, los dos están en fragilidad, porque él también ha perdido su ropa, que es lo que le da identidad, está con el mismo pijama que usan todos en el hospital, en los hospitales, en Perú a la mayoría no los llaman por sus nombres, lo llaman por el número de cama: “El 28 tiene sed”. Entonces desaparece tu nombre, desapareces tú, porque la gente comienza a mirar tu herida y vienen y te preguntan por tu herida y todos vienen a mirar tu herida y tú comienzas a desaparecer, y eres solamente una enfermedad. Entonces desaparece todo y quedas como nada. Y el payaso también está igual, entonces están los dos en una fragilidad y ahí se encuentran. Entonces, cuando yo no estoy cargando nada ni quiero demostrarle nada a nadie, estoy limpia de todo eso, y entonces mi mirada también cambia, porque a la hora que te veo, te veo a ti, no veo lo que está a tu alrededor porque no me interesa, porque no estoy compitiendo contigo. Entonces no me interesa si tienes plata, si no tienes plata, si eres el presidente o no, no me interesa nada, ni bueno, ni malo, ni nada, o solamente me interesa tú. Entonces, a la hora que yo te miro, te miro a ti. De verdad, y en mis ojos te vas a ver a ti misma, no vas a ver tu enfermedad, porque la mayoría de gente cuando estás enfermo vienen y tú sientes que te están mirando por tu enfermedad: “¿cómo estás? ¿Estás bien? ¿Quieres que te ayude en algo?”, y entonces ya me puse arriba, yo estoy bien y tú estás mal, ¿quieres que te ayude en algo? Te puedo dar la mano. El payaso viene y dice: “¡Hola!”, porque no estoy viendo eso, estoy viéndote a ti, y por eso es que la gente que está con un paciente terminal, que tú lo miras ahí, lo estás mirando donde está sano, no estás mirando donde está enfermo, y le recuerdas que está vivo, que no se está muriendo.

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Y entonces la persona comienza a verse en tus ojos de otra manera. El que está en la cárcel se siente libre, porque lo estás mirando libre, no lo estás mirando como: “Uy, qué miedo”, que es la mirada que siempre recibe, alguien que está en la cárcel recibe esa mirada de rechazo, de miedo. Lo ves y te vas por otro lado y se sorprenden cuando alguien viene y los mira: “¡Hola!”. El tipo se abre también, porque como no soy peligrosa, como no lo estoy comparando, como no lo estoy midiendo, estoy mirando en un lugar humano. Pero para eso tengo que hacer yo ese trabajo de quitarme todo para poder de verdad, mirar al otro y ver la belleza dentro de él, porque yo también estoy así. Entonces no es tan simple como: “Me pongo una nariz y voy a un hospital”. Yo siento que el trabajo que hacíamos nosotros era ese, hacer que tú te veas hermoso. Y el payaso hace eso también, te ayuda a sorprenderte. Nos sorprendemos tan poco… Conforme más pasa la vida a mí me cuesta mucho, yo viajo mucho y cada vez me sorprendo menos. “Miren, para que vean la ruina tal…”, “Bueno, ya vi el Machupichu”. “El mausoleo no sé qué…”, “Ya fui al Taj Majal”. O sea, ¿qué me vas a enseñar que no haya visto? Me cuesta mucho sorprenderme y el payaso está en ese estado, está todo el tiempo… Todo lo que mira es “Guau”, y es un milagro que estemos todos acá, es un milagro despertarte. Es sorprendente que abras tu refri y que haya comida dentro de la refrigeradora. No todo el mundo tiene una refri con comida adentro. Es sorprendente que vayas y que tengas una cama cómoda donde dormir tranquila, con una puerta con llave que nadie va a entrar en la noche. Y todos los que están acá, todos ustedes han sobrevivido muchas cosas para estar aquí hoy día y yo también. Podía no haberme despertado hoy día, y estoy aquí, y no me sorprende. Entonces, el payaso también te pone en contacto con esa sorpresa. Y entonces cuando vas a un hospital vas con todo eso y vas y: “Guau. Qué suerte tengo yo, que tú me permites estar acá contigo”.

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En ese lugar es que puedes ayudar al otro a verse así y haces que se pare en otro sitio, porque se comienza a ver a sí mismo como una posibilidad y no solo como un problema o como una circunstancia. Creo que ese es el punto donde a mí me gusta trabajar el “clown” hospitalario y en general, la ayuda social, de ver en el otro la posibilidad y no problemas. No como: “Ah, ven, te voy a ayudar”, si no como: “Desde acá vamos los dos y nos elevamos”.

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Indira. Hola, Wendy, te quería hacer una pregunta: muchas veces nos frenamos a la hora de hacer algo, de emprender algo así como todo lo que tú nos has contado a través de tu carrera, ¿qué consejo nos daría para atrevernos, para vencer esos miedos y llevarlo a cabo?

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Wendy Ramos. Es que hay miedos y miedos. Hay unos miedos que no sirven para nada, y hay miedos que sirven. Yo soy muy miedosa, yo todas las cosas que hago las hago con miedo. Pero lo que produce en mí el miedo es que tengo que hacerlo mejor. Me da miedo, entonces me preparo más, estudio más, llamo a gente para que me ayude, para hacerlo lo mejor posible, porque me da miedo. Entonces a mí me sirve ese miedo. A veces hay otros miedos que no sirven, que te impiden hacer cosas, que te frenan, a mucha gente, como les decía he trabajado con muchas personas y el principal freno es ese, el miedo a que van a pensar los demás, especialmente en Perú. Acá creo que, menos mal, no sufren tanto de eso, pero en Perú es bien fuerte. “¿Qué van a pensar los demás de mí? ¿Se van a burlar de mí?”, y toma mucho tiempo en un taller de “clown”, por ejemplo, llegar hasta el punto de ponerles nariz, porque tienen mucho miedo. Allá yo hago un ejercicio en que pongo dos filas de gente, así, ahí al fondo escogemos a tres personas que nos den confianza y tú te pones acá y te paras, y te pongo un antifaz, y lo que tienes que hacer es correr hasta el fondo y que te detengan las personas que están ahí al fondo. Y les digo: “Mira, mira el piso, no hay nada, no hay nada en el piso, el piso es liso, no hay un hueco, no hay un cable, no te vas a tropezar con nada. Si te vas de costadito, hay personas que te van a sostener acá. Si llegas hasta el fondo, hay gente que te va a sostener. Tú corre. Corre, y si en algún momento sientes miedo en el camino, tienes que parar”. Entonces comienzan a correr. En ese taller lo hacen veintiocho personas. De las veintiocho ha habido veces en que solo dos han llegado, a veces más, a veces diez. Nunca llegan todos. Y la mayoría paran por la mitad. Y ahí luego les hago quitar el antifaz y les digo: “Bueno, ¿qué fue lo que te dio miedo? ¿Por qué paraste?”, “Sentí que había un precipicio, pensé que había un abismo delante de mí, pensé que me iba a caer”. “Me dio miedo golpear a los del fondo”.

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O algunos que dicen, ha pasado un par de veces: “Pensé que todos se habían ido y que me estaban dejando que corra sola y que me choque con la pared”. Es muy loco, porque eso está en tu cabeza. O sea, que te inventes eso, que todos se han ido, o sea, hay un complot del mundo contra ti todo el tiempo. Entonces, metí ese ejercicio en el taller y la tercera vez que hice el taller pregunto, no?, ya habían terminado de correr todos, digo: “Oye, ¿pasaron todos?”, y me dicen: “No, faltas tú”. Chau. Ese ejercicio no lo hacía. Eso lo aprendí en un taller que llevé acá, que se llamaba “Taller Vivencial de Integración de la propia muerte”, que era un taller que llevaban personas que trabajaban con pacientes terminales, y como yo iba a empezar a trabajar con ese tema, me metí al taller y ahí trabajábamos mucho con el miedo y había ese tipo de cosas de correr y de ojos vendados o tirarse de sitios. Y yo no lo había vuelto a hacer desde esa época, que fue el 2000, 2001, por ahí. Entonces, cuando me dicen mis alumnos: “Faltas tú”, me paré así y me ponía y pensaba: “Todos estos de acá están esperando que yo llegue”. porque soy la profesora, y tenía la expectativa de todo el mundo. Yo iba caminando así, dije “Sí, claro”, y dije: “No, tengo que llegar como sea” y me puse y lo que me salió del cuerpo fue gritar. Entonces yo grité, grité, grité y mi cabeza decía: “Corre, corre, corre, corre, corre, corre, corre, corre, corre, corre”. Y eso es lo que hice y llegué hasta el final y después me quedé pensando y les digo: “Mira, lo que yo hice fue esto, porque yo necesitaba callar la voz que me iba a decir que había un hueco, la voz que me iba a decir que había un precipicio, la voz que me iba a decir: ‘Para, porque te vas a caer, te vas a golpear’, todas esas cosas que te aparecen en la cabeza”. O sea, yo tengo que gritar más fuerte que esa voz, porque si no la voy a escuchar y voy a parar igual que todos.

32:57

Entonces ahí cambió un poquito el ejercicio. Le dije: “Bueno, y entonces ¿ustedes qué necesitan para llegar al fondo?”, tú sabes qué te da felicidad, o sea, nadie mejor que ustedes para saber qué cosa les da felicidad a ustedes. Y digo: “Bueno, si yo sé qué cosa me puede hacer feliz, también puedo saber qué cosa hago para vencer mi miedo”. Entonces, si tengo miedo de hacer esto, ¿qué necesitan? ¿Qué necesitas tú? Yo necesité gritar y decirme: “Corre, corre, corre”, ¿tú qué necesitas? “Ah, bueno, yo quiero que me pongan música”, ya, te pongo música. Entonces les ponía música y llegaban hasta el final. “¿Tú qué necesitas?”, “Yo necesito que me hagan barra”. ¿Barra? ¿Cómo se dice? Que me animen, que me digan mi nombre. Había gente que decía: “Necesito que me digan que yo sí puedo”. Y digo: “¿Cuántas veces te han dicho que no puedes que necesitas que te digan que sí puedes?”, y lo hacíamos todos: “¡Sí puedes, tú so puedes, vamos!”, y le decíamos el nombre y la gente llegaba. Y llegaban, llegaban, y de pronto los veintiocho llegaban porque te piden lo que necesitan. ¿Qué necesitas para hacerlo? Entonces: “¿Tienes miedo? ¿Qué necesitas?”. No te voy a decir que no tengas miedo, porque lo tienes. Tampoco es: “Ah, ya, okay, ya no voy a tener miedo”. O sea, hazlo con miedo, pero ¿qué necesitas para pasar eso que te hace…? Pídelo y hazlo.

Tu vida es tu fiesta, no la de tus invitados - Wendy Ramos
34:15
Francisco. Hola, Wendy, soy maestro de primaria y veo todos los días lo importante que es para los niños aprender a expresarse, ¿crees que es muy útil la expresión corporal para los niños y las niñas?

34:25
Wendy Ramos. Yo creo que sí, sí, y ahora más que nunca. Creo que para niños y para adultos es importantísimo conocer tu cuerpo, manejarlo, no tenerle miedo a tu voz. A veces la voz también es como… se vuelve como un freno. Yo el “clown” lo metería obligatorio en todos los colegios, porque me parece que ayuda mucho a la gente a integrarse con otros. Les decía, estoy casi segura de que si metemos “clown” en los colegios se acabaría el “bullying”, porque lo veo yo siempre. O sea, hago talleres a veces de dos días y la gente me dice: “No puedo creer que quiero tanto a estas personas que las he conocido dos días”. Además, en mis talleres yo les prohíbo que hablen de trabajo, les mando un mail antes de que vayan al taller y les digo: “Está prohibido que hablen de qué cosa hacen, qué cosa estudian. No hablan de sus profesiones, no hablen nada de eso”, y entonces la gente como que va más libre y si le cae alguien bien, le cae bien. Le cae porque le cae bien y no porque es gerente o porque es algo afín a mí o porque, comunicadora, comunicadora, vamos a ser amigas, no, contadora, contigo no. Claro, porque te ponen en un lugar. En cambio, ahí es como que todos somos iguales y la gente se termina queriendo mucho. Y para la expresión corporal también, manejar tu cuerpo, conocer tu cuerpo y cada vez, conforme va avanzando la educación, de niños se trabaja mucho con el cuerpo, pero después ya no. Y después se va perdiendo, cada vez más, cada vez más y al final terminamos solo dándole al cerebro y nada del cuerpo. Yo he visto alumnos, así que no pueden ni gritar, les digo: “A ver, grita”, le digo: “No, grita, grita, grita con todo”. Y me pongo a gritar como una loca y le digo: “Grita igual que yo, grita, grita”, y los agarro y gritan y se rompen a llorar porque no pueden soltar su voz, les cuesta mucho.

36:09

Entonces, sí, tienes muchos adultos así, que están amarrados, que les cuesta abrazar, que no saben bailar, me pasa, que a veces abrazo gente y los siento que: “Ya, ya, ya, ya”. Y eso hay que llevarlo desde niñitos, desde chicos, acostumbrarse a mirar a los ojos, a que no les de vergüenza hablar frente a un público. Y eso se tiene que generar una cosa entre ellos. Y ahora, como te digo, más que nunca, es necesario. Hay mucha gente muy talentosa que porque no puede hablar no puede decir todo lo que sabe y terminan encerrados en oficinas con jefes que saben menos que ellos, pero que como sí pueden hablar y sí pueden pararse frente a un público y convencer con sus ideas, terminan siendo el jefe de alguien que sabe mucho más pero que como no puede hablar… y pasa con muchos niños que se empiezan a callar, que se encapsulan, que les cuesta cada vez más soltar la voz, pararse al frente, decir lo que piensan, lo que sienten y creo que hay que tratar de que no pase eso, de que siempre estén abiertos como son.

37:11
Ana. Hola Wendy, soy Ana, soy comunicadora social como tú. Soy muy fan, de pequeña te imitaba en el colegio en las actuaciones, hacía de ti en ‘Patacláun’. Y bueno, me gustaría que nos contaras la faceta que has tenido como maestra.

37:30
Wendy Ramos. Enseñar es una de las cosas que más me gusta, porque el “clown” provoca tantas cosas bonitas en la gente que es como una maravilla para mí tener esa herramienta en la mano y ver los cambios que se ejecutan en las personas. Y además, sin darse cuenta, porque no sé, cuando vas a terapia a hablar de tus cosas, igual te sientes como observada. Y, “¿Qué cosa estoy diciendo? ¿Qué estará pensando el otro de lo que estoy diciendo?”, pero el otro lado, como es todo a través del juego, como que no te das cuenta. Hay mucha gente que dice: “Me voy a mi terapia”, y se van a sus talleres de “clown”. O sea, no es una terapia porque quien lleva un taller de “clown” no es un terapeuta ni está queriendo solucionarte los problemas, pero a través del juego los va solucionando sin querer y sin darte cuenta. Entonces, como tienes que arreglar los problemas de tu payasa, si tú eres controladora, tu payasa va a ser controladora. Entonces comienzas a decirle: “Oye, tu payasa, está controlando mucho, sal más suelta, confía en que te van a salir las alas cuando caigas al precipicio, date ese espacio, escucha más al otro”, entonces tu payasa comienza a controlar menos, comienza escuchar más y, por lo tanto, tú también. Entonces por eso es que pasa esto. Entonces, enseñar, tener la posibilidad de enseñar algo así para mí es maravilloso. Me llena totalmente. Adoro a mis alumnos, me los llevaría todos a mi casa y además le he dado talleres a mucha gente muy diferente y en muchas partes del mundo también, cosa que me ha servido para comparar las formas de ver la vida, los miedos de un país o de otro, cuáles son sus obstáculos. A mí me ha encantado, he dado talleres a médicos, enfermeras, promotoras de salud, maestros, a prostitutas, una vez tuve un taller y la señora que iba a organizar esto me dice: “No conseguí la cantidad de gente, pero he puesto otro grupo, entonces son diez promotores de salud y otras diez mujeres más”.

39:29

Y llego y había mezclado a las diez promotoras de salud, que eran unas señoras superreligiosas, promotoras voluntarias, y diez prostitutas. Y estaban todas ahí… y las señoras… Escúchame, pasaron tres horas del taller y ya estaban todas muertas de la risa porque estas de acá se afanaban además, porque las otras señoras eran así, entonces más se ponían y más cosas decían, y era… Y ya llegó un momento que se aguantaron todo lo que pudieron la risa y en un momento ya se rieron las de acá y estas de acá también y se comenzaron a conocer y darse cuenta que no eran tan terribles, las otras. Y por eso yo confío en el payaso para crear relaciones y vínculos entre la gente. Y siempre pasa lo mismo. El juego nos hermana a todos, el juego nos pone en democracia, el juego nos pone a todos en el mismo nivel, porque todos la pasan mal en algún momento. Entonces, ser maestra de enseñarle a la gente a jugar otra vez es increíble. A mí me gusta mucho el poder del juego y todo lo que puede pasar con las personas en un taller así. Me encanta ser maestra.

40:35
Laura. Hola Wendy, me encantaría ser “clown” como tú. Me ha encantado lo que has dicho, muchas gracias. Has hablado de tu faceta como profesora y me gustaría saber quiénes han sido tus maestros y maestras y qué aprendiste de ellos.

40:50
Wendy Ramos. Mi gran maestro creo que fue mi papá, que era maestro, enseñaba mantenimiento de helicópteros y él sin querer, porque no fue algo que me dijera, cuando iba a ir a su trabajo, por ejemplo, lustraba sus zapatos, se levantaba bien tempranito y dejaba sus zapatos lustrados y su uniforme y dejaba todo listo para ir a trabajar. Y yo también hacía eso, entonces cuando ya venía el colegio faltaban tres semanas y yo ya había lustrado mis zapatos y los ponía y ponía mi uniforme y era como que miraba su uniforme, miraba mi uniforme y era: “Ya, ¿cuánto falta? ¿Cuánto falta?”. Todos los días preguntaba cuánto faltaba para ir al colegio porque quería ponerme todo eso para ir. Y cuando llegaba a casa tenía sus exámenes que le tomaba los alumnos y entonces me hacía papelitos igualitos para marcar y me los ponía ahí, y entonces yo corregía, hacía, lo mismo que él hacía, él corregía y yo también corregía los exámenes al costado, y eso hizo que yo sintiera que el trabajo era algo lindo. Que el trabajo era algo bonito. Que te tenías que preparar para ir a tu trabajo, que era un juego, que era algo que te hacía sentir bien. Y cuando tuve trabajos horribles, algo en mí me decía que eso estaba mal, que yo no tenía que estar ahí, que no era así como tenía que ser, que tenía que buscar otra cosa. Y siempre pienso qué hubiera pasado si mi papá hubiera ido a su trabajo renegando todos los días, que tal vez eso hubiera hecho que yo sintiera que el trabajo era un lugar horrible, donde yo tenía que ir y sacrificarme para poder vivir tranquila las horas que quedaban del día. Entonces yo a mi papá le agradezco muchísimo eso, porque siempre me estaba moviendo hacia otros lados. Esa curiosidad también, ese sentir que estudiar era un premio, que no era un castigo. Yo tenía amigas que para ellas estudiar era un castigo, porque sus papás les hacían tareas que en el colegio no les habían dado para que no fueran a fiestas. Entonces: “¿Vamos a la fiesta?”, “ya no puedo porque mi mamá me ha hecho tarea”, “¿Tu mamá te ha hecho tarea?”, “Sí, mi mamá me ha hecho tarea”.

42:44

La mamá le hacía ejercicios para que no saliera, obviamente toda su vida ha sentido que estudiar era horrible. En cambio, yo no sentía eso, sentía como que: “Uy, estudiar es lindo. Voy a sentarme. Además, antes no había internet. Entonces cuando tenía que hacer una tarea era abrir ochenta libros encima de la mesa y sacar un pedacito de aquí. Y eso para mí era un juego divertidísimo, cómo hacer que todos eso calce con libros viejos que ya estaban totalmente desactualizados, de mis primas, que me prestaban, más los míos, enciclopedias, o sea había mil y era como: “Cómo hago para que todo…”. Y era… Cuando había exposición, era: “¡Bien”. “Tienen exposición el lunes”, pero no podía decir: “Bien”, pues no, tenía que poner cara como todo el mundo de: “Ay, no, ¿por qué?”, y por adentro era: “¡Bien, exposición!”. Porque una exposición era que iba a estar con mi papá encima de la mesa, con una cartulina haciendo dibujitos para la exposición. Entonces para mí exponer era eso, todo eso. Era eso, más los ochenta libros y armar y ver cómo hago para armar una cosa que se entienda y entenderlo yo, entonces siempre era como lindo estudiar, aprender, trabajar y eso es una de las cosas, como les dije al comienzo, que mi curiosidad es una de las cosas que más me gustan de mí, que siento que son las que me han llevado más lejos, de ir por esos lugares con los ojos bien abiertos y mirando todo lo que pasa y las ganas de estudiar. Este mes pasado, en enero, he llevado un curso de Vitro Fusión, un curso para hacer una taza de cerámica, un curso de “storytelling”. ¿Qué más he estudiado? Un curso que se llamaba Primeros auxilios emocionales. Llegué acá y me enteré de que había un taller de “clown” y dije: “¿Me puedo escapar el fin de semana?”, “Sí”, “Chau”, me fui a Barcelona a tomar un taller de “clown” con Virginia Imaz, que la amo, es una payasa vasca increíble. Me fui a tomar un taller, o sea, todo eso hecho desde que empezó el año. Y eso viene de mi papá. Entonces él ha sido mi gran maestro, porque eso es lo mejor que me ha podido enseñar.

44:39
Liliana. Hola Wendy, estoy feliz de verte. Quería hacerte una pregunta. Tú llevas muchos años, bueno, has hecho “clown” durante muchos años, más de veinte años. ¿Nos podrías explicar qué significa para ti el humor y si crees que es un ingrediente importante para la vida?

44:56
Wendy Ramos. Yo creo que es básico. No me imagino una vida sin humor. Nos ayuda a entender las cosas, a quitarle drama también a la vida. Si les pido que piensen ahora en alguna historia graciosa de sus vidas, de lo que les haya pasado, puede ser ayer o puede ser cuando eran niños, piensen algo que siempre cuentan y que todo mundo se ríe, o que ustedes cuentan y les da mucha risa ahora. Y algunos, ¿ya la tienen? ¿Sí? La mayoría de esas historias tienen que ver con cosas terribles, con vergüenzas inauditas, con cosas que tú no querías que pasaran, pero pasaron y que en el momento es horrible. Pero después, cuando ya las puedes contar y te puedes reír de eso es porque ya sanaste y creo que el humor nos ayuda a eso, a darle la vuelta, habrán visto, con los memes, pasa algo y al toque comienzan a salir los memes y ya nos reímos. Como que te ayudan a sobrellevarlo, a mirarlo desde otra óptica, igual con nuestras propias vidas. Creo que es importantísimo que todos estemos en contacto y que nos rodeemos de gente también que tenga un buen sentido del humor. Eso yo siempre lo hago, o sea, cuando siento que viene alguien que es como muy víctima, que siempre está en negativo. Tiendo a… O sea, si puedo, te ayudo, pero no es lo que yo necesito a mi alrededor, siempre tengo gente que tiene buen humor, que quieren salir adelante, que traten de ver la vida de otra manera y no tan negativo, tan victimizada.

46:32
Raquel. Hola, Wendy. Como madre de dos niñas a las que les encanta el teatro y bailar, me gustaría saber qué consejo le darías a esos niños y jóvenes que quieren estudiar teatro, danza, “clown” o cualquier otra arte escénica y tienen miedo o dudas porque la gente y muchas veces los propios padres les recomendamos que hagan otra cosa, porque es muy difícil vivir de ello.

46:53
Wendy Ramos. Bueno, no es… Creo que ya los tiempos cambiaron, antes había una idea de las carreras que sí y las cosas que no. En Perú era mucho eso: “Te vas a morir de hambre si estudias cualquiera de estas carreras más relacionadas al arte”, yo creo que debe estar o como complemento, o sea, creo que tiene que estar siempre el arte, o como complemento de otra cosa que vayas a estudiar, especialmente si van a llevar una carrera de números me parece importantísimo tener alguna conexión con el arte para todas estas cosas que hablábamos, de darte más herramientas sociales. Pero si encuentras que el niño tiene talento para el baile o para el teatro, o para el “clown”, o para la improvisación, es como… sí, apoyo y buscar buenos maestros y que siga su camino. Hay que encontrar el elemento de cada uno. Hay un libro que se llama ‘El elemento’ que te lo recomiendo. Es eso, cada uno tiene su elemento y a veces terminas estudiando cosas que no te gustan o porque tus papás te obligaron o porque tú creíste que por ahí iba a ser mejor y dejas de lado tu amor. Yo siempre he pensado que en mi vida quiero ir por el camino menos transitado. Una vez encontré una medallita que decía eso: “Ir por el camino menos transitado”, y yo siempre he hecho eso. O sea, todos están haciendo eso, digo: “A ver por acá”, y voy encontrando lugares nuevos y lugares que nadie he tocado antes. A veces me pongo a hacer cosas que no sé ni cómo describirlas, porque nunca las he visto, pero vienen así y digo: “Uy”, y comienzas a mezclar cosas. Entonces todo lo que sabes de pronto tiene sentido y todo encaja. Pero a veces no hacemos la tarea de: “A ver, pon encima de tu mesa todo lo que sabes hacer, todo lo que te gusta y todo para lo que eres bueno, ¿para qué te buscan tus amigos?”, a preguntarte qué cosas. A veces uno sabe hacer cosas que le parece que tiene poco valor, porque te han enseñado que tienen poco valor, y de pronto la gente te busca por eso. Y es como, oye, sí tiene un valor, que para ti sea fácil no quiere decir que no tenga valor. Si todos los demás están llamando para preguntarte sobre eso, de pronto tiene mucho valor.

48:52

Entonces, cómo ponerle, a mí me ha costado muchísimo ponerle valor a mi trabajo, porque a veces me decían: “Necesitamos que vengas diez minutos a hablar de esto” y yo decía: “Ya, tanto”, y me decían: “Ay, pero son diez minutos”. Porque ven y dicen ah, es fácil para ella pararse ahí, y digo: “No, aguanta. Son diez minutos, pero no son diez minutos, son treinta años de carrera”. Y he pasado muchas cosas y he caído muchas veces y he llorado mucho para aprender lo que les estoy contando. Ahora se los cuento así, pero a mí me ha dolido aprender muchas de las cosas que les he contado. Entonces, no son diez minutos, son treinta años de vida y de esfuerzo y de darme cuenta y de elaborar los pensamientos para darte diez minutos que valgan la pena. Y eso a veces no lo hacemos, no le damos valor a todo eso que hemos aprendido. Y de hecho también otro tipo de conocimientos también, para combinarlos. Yo no sé si haría tan bien mi trabajo como actriz si no hubiera estudiado comunicaciones, porque eso le da también un peso a lo que yo hago, porque lo elaboro mucho más allá que solo con el arte, el entender las cosas que he entendido estudiando para construir mis personajes me sirve mucho, el vivir mucho, salir, viajar, hablar con gente, todo eso me da a mí información que me sirve para hacer mi trabajo. Entonces, es todo un mundo de estudiar y aprender todo lo que te sirva. Y como te digo, al final todo encaja y todo sirve.

50:15
Noé. Hola Wendy, mi nombre es Noé, quisiera que me compartas en qué momento de tu vida dijiste: “A esto me quiero dedicar, esto va a ser mi pasión” y posteriormente lo trasladaste a tu trabajo, que hoy en día lo haces.

50:29
Wendy Ramos. Yo el “clown” conocí de casualidad, porque en esa curiosidad de llevar taller de esto, taller de esto y de lo otro, uno de los talleres que llevé fue el de “clown”. Y ahí me enamoré perdidamente, sentí que me llenaba la vida y luego, cuando tuve que decidir entre el “clown” y otra cosa, opté por este camino, al comienzo, con un poco de miedo de qué pasaría si no funcionaba. Pero yo tengo abierto mi corazón siempre. Entonces, cada vez que estudio algo digo: “De repente me voy a enamorar otra vez. De repente, en esto que hago ahora va a salir algo nuevo”. Cuando llevé el taller de cuentos dije: “¡Guau! De repente puedo contar cuentos también”, y lo hice un par de veces, me encantó la experiencia y ahora que llevé “storytelling” dije: “Uy, eso también me gusta” y quiero llevar un taller de “stand up comedy”. O sea, yo estoy abierta a que me puedo enamorar en cualquier momento de algo, tanto como para ponerlo primero en mi lista. He aprendido a soltar también las cosas que hacía, porque a veces dices: “Ya encontré lo que me gusta”. Y ahí, ahí, ahí. ‘Bolaroja’, por ejemplo. Soltar ‘Bolaroja’ fue supercomplicado porque yo decidí terminar ese proyecto que estaba muy bien, que estaba en su mejor momento y sin embargo, era como la sensación de que ya tengo esto gigante, pero quiero más, quiero irme más allá, y no tener miedo de soltar. A veces nos da miedo partir de cero, como que dejas algo y ahora tengo que empezar de cero. Y yo creo que eso no existe. Ahorita yo no puedo hablar de partir de cero, no tengo dos meses de edad, me han pasado muchas cosas. Entonces, cuando empiezo algo nuevo empiezo con cada vez más, cada vez voy más acompañada de más cosas y siento que siempre puedo encajarlo todo, o sea, todo lo que sé más esto nuevo hace que sea más poderoso, más grande.

52:13

Cuando era chiquita tenía en el techo, acá creo que no hay eso porque acá llueve, allá no llueve, entonces hay muchos techos que tienen un montón de pedazos de alfombra, mesas viejas, cartones, cajas, cosas. Y mi juego cuando era niña era subir esos techos y armar casas. Y mi diversión era que todos los días yo iba a subir e iba a armar una casa diferente. Entonces yo subía, desarmaba todo y otra vez ponía la caja acá y ahora pongo la alfombra encima de los cordeles de ropa y ahora pongo… y pum, saco todo y ahora voy a dejar este sofá acá y voy a hacer esto… Todos los días armaba cosas distintas y es lo mismo que hago ahora. Entonces, ahora esas cosas son el “clown”, las comunicaciones, escribir guiones, todo lo que sé hacer y me gusta, todo lo voy mezclando y cada vez más ya no hago cosas que no me gustan. Porque tengo tantas herramientas que puedo mezclar de tantas formas distintas y hacer productos nuevos, cosas que no existen que estoy siempre como adelante y apenas empieza gente a hacer lo mismo que yo, hago: “Chau, tomen”, y me voy y me hago una cosa nueva, estudio algo más. Si estudias algo nuevo ya está, ya tienes otra herramienta más y algo cambia, y entonces comienzas a armar cosas distintas. Entonces siempre estoy solita. Siempre estoy así, yendo por caminos poco transitados.

Tu vida es tu fiesta, no la de tus invitados - Wendy Ramos
53:32
Ivonne. Hola Wendy, mi nombre es Ivonne, soy fan tuya y seguidora. Hemos vivido la misma época. Me parece muy importante que cuando iniciaste tu carrera como “clown” rompiste esquemas en el Perú y eso como mujer lo veo que es muy valioso. Quería preguntarte qué mensaje le darías tú a las mujeres y a las niñas de hoy. Gracias por tu respuesta.

53:58
Wendy Ramos. Complicado, porque estamos ahorita en un momento de un cambio bien fuerte. Creo que el feminismo está siendo la revolución de esta época, de muchos cambios. Yo creo que acá nos llevan un poco la delantera a Perú, que en su momento en el programa ‘Patacláun’ se trataba de llevar ese tema, porque esa mujer del personaje que yo hacía era una mujer sufrida y sumisa y que estaba dispuesta a todo por el esposo, que era un maltratador y medio… Todo en broma, pero iba por ahí y yo creo que si vemos el programa hoy día a mí me hace mucho ruido. Porque ya hay cosas de las que yo ya no me río. El otro día me apareció esas cosas que te aparecen en Facebook de: “Hace diez años, publicaste no sé qué”, y me salió un chiste y decía: “¿Cómo hacer que una mujer se enamore de ti? Llévala al cine, cómprale flores”, y la más grande, que era el ochenta por ciento, decía: “Ignórala”. Y hace diez años a mí ese chiste me dio risa, lo puse y nos reímos todos con mis amigos y ahora lo vi y me sonó como… Creo que es un momento ahora donde tenemos que estar muy atentas todas las mujeres, porque hay cosas que toda la vida hemos escuchado o hemos creído, hemos pensado o hemos actuado de ciertas maneras que ahorita son inconcebibles, y son tantas y muchas tan naturalizadas que a veces te descubres siendo muy feminista y muy todo, haciendo cosas que no, eso ya no. “Esto no, no estoy machista”, sí estás machista. De decir: “Sírvele a tu hermano la comida, que él es el que tiene que estudiar porque él es el que va a mantener una familia, tú no, así que tú estudia una carrera técnica”. O sea, eso sigue pasando allá de “A ti te van a mantener y tú vas a mantener”, “Al hombre sírvele más y a la mujer le sirves menos”, ella lava el plato de él…

55:45

Y creo que es complicado para todos, para nosotras estar atentas a eso y para ellos también, porque han tenido un lugar muy fácil, de: “Yo voy a estudiar y voy a viajar y voy a hacer todo lo que yo quiero hacer con mi vida, porque tengo a alguien que se queda en la casa cuidando a mis hijos y cocinando”. Y esa situación es bien cómoda y bien difícil también de quitársela de un momento a otro, porque es como: “Ay, ¿qué pasó? No, ven, ven, tú vas acá. ¿Cómo que me tengo que quedar yo?”. Y además para ellos, de ser el fuerte, el que nunca llora. O sea, también nos han dado como dos roles superdifíciles de llevar. Entonces, para un hombre aprender que puede mostrar sus emociones, a que puede llorar, a que no se va a morir si lava un plato, a que también puede cambiar pañales del hijo y que no está ayudando, que es parte de ser padre también. Y esta cosa de las obligaciones que tenemos las mujeres. Un periodista hace poco me dijo: “Y dime, ¿no has tenido hijos? ¿Se te pasó el tren?”. Y le dije: “No, no se me pasó”, le dije. “Yo no me quise subir a ese tren”, y me escribieron muchas mujeres, la mayoría de mis seguidoras, casi el ochenta por ciento son mujeres que me siguen en Instagram, en Facebook y para muchas era como: “Gracias por haber dicho eso, porque no me atrevía yo a decirlo o a pensarlo”. Claro, cuando yo era chica había un jueguito que era como un papelito, que hacías así, así y así, y adentro había números, como un cucuruchito, y los números era cuántos hijos ibas a tener. Y no había ninguno que dijera cero. O sea, era uno, dos, entonces hacías, y: “¡Voy a tener tres hijos!”. ¿A los cuántos años te vas a casar? O sea, todos los juegos eran eso, no había ninguno de qué profesión voy a tener, todos eran de cuántos hijos vas a tener y qué cosa vas a estudiar mientras te casas. Y yo me casé la primera vez, porque me he casado dos veces, me casé la primera vez y dije: “Ya, ahora sí”, pero le decía: “Espérate, que tengo que llevar un curso y el curso dura tres meses y no voy a poder si estoy embarazada, ¿después, ya? Ya.

57:43

Terminaba el curso. “¿Ya?”, “No, espérate, espérate, vístete, vístete, no, no, espérate, que me ha salido un viaje a Rusia y ¿cómo voy a viajar embarazada a Rusia? Ni hablar. Entonces después, ¿ya?”, “Ya”. “No, no, espera, espera, espera”. Y me lo pasé así todo el tiempo, hasta que un día dije: “Aguanta, ¿tú quieres tener hijos?”. Y me parecía rarísimo hacerme esa pregunta porque se supone que iba, o sea toda la vida pensando que iba a tener hijos cuando me casara, y entonces preguntarme: “¿De verdad quiero tener hijos?” fue como bien… Entonces dije: “La verdad que no, yo quiero viajar, quiero estudiar o sea, eso me entusiasma mil veces más que tener un hijo”, pero me sonaba hasta a mí mal, o sea, ¿qué clase de mujer eres, que no quieres tener hijos? Como hay mujeres que hablan de sus hijos y les brillan los ojos, a mí me brillan los ojos cuando hablo de mi trabajo y esas mujeres que le brillan los ojos al hablar de sus hijos digo: “Si, tú sí, tú ten, tú ten hijos, porque quieres tenerlos”, o sea, cada uno creo que tiene que pensar de verdad fríamente cuál es la vida que quiere, no lo que se espera de ti, no lo que tú esperas de ti, no: “Porque estudié esto, entonces tengo que hacer esto”. ¿Qué quieres de verdad? De pronto no quieres nada de eso, de pronto no quieres ser millonario. De pronto quieres irte a vivir al campo y sembrar tu comida. Entonces, mi consejo a las mujeres es eso: mira qué cosa quieres tú. Tú eres dueña de tu vida. En «Cuerda», hace un rato había una foto ahí de «Cuerda», de un espectáculo que hice. Y estaba esta payasa atada a una cuerda que salía del escenario y tú no sabías a dónde estaba amarrada. Pero estaba todo el tiempo amarrada a esa cuerda y hacía toda la obra, ya llegaba un momento que el público se olvidaba que yo estaba amarrada. Al comienzo es como: “¿Por qué está amarrada?”, pero como yo no hablaba de eso… Y en un momento me quiero salir del escenario y la cuerda no me deja, entonces comienzo a jalar y: “Déjame”, y comienzo a pelear y pum! Y se cae la cuerda al piso y es como…

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Entonces se entiende que toda mi vida he estado atada a eso y ahora se cayó y yo entro en desesperación de: “No, ¿qué hago con esto?”, y jalo la cuerda y me quedo con la punta y es como: “Auxilio, ¿a qué me ato?”. Entonces voy donde alguien del público, donde un hombre del público, y le daba la cuerda y le decía: “Tú vas a ser mi esposo ya, y yo voy a girar en torno a ti. Cuando tú estés feliz, yo voy a estar muy feliz y cuando tú estés triste yo voy a estar peor. Y siempre te voy a decir que si tú te vas, yo no voy a saber qué hacer, te voy a dar esa responsabilidad”, y de ahí me iba donde una mujer y le daba y le decía: “Tú vas a ser mi madre, y yo siempre te voy a ir a visitar, pero si un día no voy, tú lloras, me manipulas y me haces sentir horrible. Y yo te voy a contar todos mis problemas y mis secretos y tú vas a ir corriendo y se los vas a contar a tus amigas”, me iba donde otra y le decía: “Tú vas a ser mi hija y yo voy a hacer todo por ti, hasta cosas que no quiero hacer. Y cuando mis amigos me digan: ‘Oye, ¿por qué has hecho eso?’, yo les voy a decir: ‘Es que tengo una hija’, tú vas a ser mi gran excusa”. Y de ahí iba donde otro y le decía: “Tú vas a ser mi jefe, mándame mucho trabajo, que no te importe nada. Mándamelo de mi cumpleaños, en Navidad, en las madrugadas, en mis vacaciones. Yo siempre te voy a responder. Voy a renegar un poco, voy a decir: ‘Ay, qué pesado este hombre, lo odio. ¿A qué hora son las cinco para largarme a mi casa? ¿Cuándo llegan mis vacaciones? Ya no soporto más’. Pero no te preocupes que no voy a renunciar”. Y entonces, al día siguiente me escribió una mujer que había ido a ver el espectáculo con su hija y me dice: “Oye, mi hija me dijo: ‘Mamá, tú siempre dices eso. Tú siempre dice que odias a tu trabajo, que odias a tu jefe, que ya no quieres ir, pero sigues yendo, ¿por qué no renuncias?’”, y la madre me escribe y me dice: “No puedo renunciar porque soy madre soltera, porque no tengo cómo, es el único trabajo que tengo, no puedo hacerlo”, me dice. “Pero lo que me ha pasado…”, es que el día siguiente la mujer se fue a trabajar y me dice: “Y nunca se me había pasado por la mente que yo podía renunciar.

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Siempre he pensado: ‘Ojalá que no me boten’, pero nunca se me pasó por la cabeza que existía una posibilidad de que yo renunciara al trabajo”. Entonces al día siguiente la mujer llegó a su trabajo: “Cuidado, eh, que me voy”. Y me dice: “No sabes cómo me he sentido, con un poder… No voy a renunciar, pero solo saber que si me da la gana, renuncio…”. O sea, ese agarrar la sartén por el mango. Entonces, si ese sartén es tu vida, ¿quién está agarrando el mango de tu sartén? ¿Lo tienes tú? ¿O alguien lo tiene y tú estás esperando que ese alguien decida qué cosa vas a hacer y qué no? Agarrar la sartén del mango de tu vida y decidir qué cosa quieres hacer tú, o no, es tu fiesta. Cuando era chiquita también hacía mi fiesta de cumpleaños, había una mesa llena de sanguchitos, y mis hermanas habían limpiado toda la casa y todo estaba perfecto, y yo estaba en mi cuarto y salí y dice: “Ay, sanguchitos”, y pisé el piso que habían encerado y fue como: “¡Sal! ¡Estás ensuciando!”. “Quiero un sanguchito”, “No, porque todavía no han venido los invitados”. Y yo crecí pensando que mi fiesta era de los invitados. Y mi fiesta no es de los invitados. De eso me he dado cuenta de grande, dije: “Oye, mi fiesta es mía, qué lindo que sean los invitados, pero mi fiesta es mía y yo no puedo estar todo el tiempo haciendo lo que los invitados de mi fiesta quieren”. Agarren por favor el mango de sus sartenes. Agarra el mango de tu vida y toma tus decisiones de lo que tú quieres hacer, especialmente si eres mujer, porque nos han negado esa posibilidad por mucho tiempo. Y ahora ya la tenemos. Entonces hay que ver qué queremos y cómo lo queremos, e ir, y hacerlo. Muchas gracias.