Si somos inteligentes, ¿por qué cometemos tantos errores?
Manuel Martín-Loeches
Si somos inteligentes, ¿por qué cometemos tantos errores?
Manuel Martín-Loeches
Catedrático de Psicobiología
Creando oportunidades
Enigmas del cerebro: ¿qué nos hace únicos?
Manuel Martín-Loeches Catedrático de Psicobiología
Manuel Martín-Loeches
¿Por qué se dice que la inteligencia es "esclava" de las emociones? ¿Es posible que los neandertales fueran tan inteligentes como el homo sapiens? ¿Qué hay de cierto en las expresiones "tener dos dedos de frente" o "las personas inteligentes son menos felices"? El catedrático de Psicobiología Manuel Martín-Loeches desvela algunos enigmas de la mente humana.
De niño, Martín-Loeches soñaba con diseñar algún tipo de tecnología que permitiera leer la mente de las personas porque quería resolver los misterios de la cognición humana. Su vocación le llevó a convertirse en catedrático de Psicobiología en la Universidad Complutense de Madrid y responsable de la Sección de Neurociencia Cognitiva del Centro Mixto de la Universidad Complutense y del Instituto de Salud Carlos III sobre Evolución y Comportamiento Humanos. A su tarea como profesor e investigador se suma la divulgación científica, con presencia habitual en prensa, radio y televisión. Su investigación sobre la neurociencia del lenguaje, de las emociones sociales y la cognición le han llevado a profundizar en el estudio de la evolución de la mente humana y a publicar los libros. entre otros, ‘¿Qué es la actividad cerebral? Técnicas para su estudio’, ‘La mente del Homo sapiens. El cerebro y la evolución humana’ y recientemente ‘De qué nos sirve ser tan listos’, donde responde a algunas de las grandes preguntas sobre el ser humano.
“Aunque tú a un chimpancé le intentes enseñar a hablar, no va a hablar como nosotros. No encontramos ningún chimpancé en las aulas, afortunadamente, sino solo seres humanos, que son los únicos que tienen los genes que les permiten construir un cerebro capaz de ser educado como un ser humano. ¿Los neandertales fueron tan inteligentes como nosotros? Pensamos que sí. La cuestión es que a ellos les falló o les faltó algo que la especie humana actual, la que ha sobrevivido, ha desarrollado bastante bien, que es una cultura, un aprendizaje, una acumulación de conocimientos, que es lo que, al final, ha hecho que realmente seamos más inteligentes de lo que podíamos ser sin todo ese conocimiento acumulado”, concluye el autor.
Transcripción
Entonces, bueno, pues parece que la psicología cumplía mi sueño y la estudié con muchas ganas de saber lo que era la mente. Además, es curioso porque todos mis compañeros estudiaban psicología con la idea de poner una clínica. Yo no. Yo era para saber qué es eso de la mente. Y, bueno, con el tiempo, estudiando psicología me di cuenta de que una buena parte de la respuesta a qué es la mente me lo daba la biología. Y entré en el mundo de la psicobiología, que no es otra cosa sino explicar la conducta, el comportamiento humano, incluyendo la mente. La mente hay que entenderla como parte del comportamiento humano a través de la biología. Y eso es la psicobiología.
Bueno, pues al final me especialicé. He hecho muchísimos experimentos acerca de la biología de la mente. He estudiado de todo. De hecho, a mí me interesan muchísimas cosas: la consciencia, la memoria, las emociones me interesan muchísimo. Sobre todo, las emociones sociales como el orgullo, la vergüenza, la culpa… El lenguaje. Al lenguaje le he dedicado muchísimos experimentos. Es una cosa que me fascina, además. Y todo eso con una herramienta que, además de estudiar la conducta en sí, me permite estudiar la actividad cerebral. Entonces yo estudio qué subyace en el cerebro a todos esos comportamientos mentales y no mentales que tienen mucho que ver con lo que es el ser humano. De hecho, también, para que entendáis de dónde vengo y quién soy, soy responsable de una sección de neurociencia cognitiva, se llama así, como psicobiólogo, neurociencia y psicobiología son muy similares, en un centro de la Universidad Complutense y del Instituto de Salud Carlos III sobre Evolución y Comportamiento Humanos.
¿Por qué digo esto? Porque también me interesa mucho la evolución. De hecho, si os fijáis, los temas que me han parecido más relevantes para estudiar con respecto al comportamiento humano no son los reflejos o no son cosas muy sencillas, muy básicas, sino lo que nos hace más humanos. El lenguaje, las emociones sociales, la consciencia… Son todos esos temas los que me resultan fascinantes y que tienen que ver mucho con la evolución humana. Entonces, también desde hace tiempo, me dedico a pensar, a meditar, a reflexionar sobre la evolución de la mente y de dónde vienen muchas cosas. De hecho, entre mis disquisiciones de mi propia mente, llegué a algunas conclusiones con respecto a cuál podía ser el origen del arte. Fijaos qué cosa más curiosa. Al arte también le dediqué algunas investigaciones y algunas, en fin, elucubraciones mentales acerca de cómo es posible que nuestra especie haga arte y las especies más cercanas a nosotros no lo hagan o tengan tantos problemas para hacerlo, incluso para interpretar una obra pictórica, ¿no?
Llegué a unas conclusiones muy interesantes acerca de los movimientos de las manos, que es algo de lo que luego podemos hablar, con respecto al origen del arte, y elaboré todo un curso que, a lo que quiero llegar, es que ahora también soy profesor en la Universidad de Colorado de un curso sobre los orígenes del arte en el ser humano, sobre neurocognición del arte. Entonces, también a eso me dedico. Al estudiar la evolución humana, también me planteo muchas cosas. La especie que tenemos ahora, la especie humana, el Homo sapiens moderno, así lo llaman, ¿ha sido o es la única especie inteligente de este planeta? No, veremos que no. ¿Es la más inteligente? Puede que sí. Depende de lo que entendamos por inteligencia, pero, ¿ha sido siempre así? Yo y algunos otros autores, pero no todo el mundo está de acuerdo porque en esto hay mucha discusión, pensamos que hubo un momento en que hubo otra especie… Esto debió ser algo parecido a si ahora llegaran unos extraterrestres y hablaran con nosotros. Hubo un momento en que hubo al menos dos especies muy inteligentes y que muy probablemente eran las más inteligentes de este planeta, que eran los neandertales y nosotros. Ellos, muy probablemente, fueran tan inteligentes como nosotros. ¿Por qué? Porque tenían un cerebro tan grande como el nuestro y, además, un cerebro con un mismo origen, un mismo origen que eran grandes simios, como nosotros.
Con un cerebro de ese tamaño, pues muy probablemente hablaran, tuvieran las mismas creencias que nosotros, tuvieran una inteligencia como la nuestra… Pero hay algo que a ellos les falló, que es una cosa también que yo he perseguido durante mi carrera científica. Realmente, la inteligencia, cómo somos, ¿se debe a nuestra herencia genética? Es decir, ¿que uno sea más o menos inteligente se debe a que sus padres o sus abuelos eran muy inteligentes o es una cosa del ambiente de la educación? Este es un tema muy interesante, muy importante, porque dentro de mi presentación me ha faltado comentar una cosa, y es que yo llevo más de 20 años dando clases en una facultad de Educación a futuros maestros y pedagogos acerca de la psicobiología de la educación. Entonces, es una pregunta que nos planteamos continuamente. Que uno sea más o menos inteligente, o más o menos listo, ¿es consecuencia de sus genes o es consecuencia de su educación, de su cultura? Y la respuesta es que son las dos cosas. Es verdad que hay mucha discusión. De hecho, ya cuando yo estudiaba hace muchísimos años, se hablaba de que el 80 % se debe a la genética, el 20 % al ambiente, y puede que las cifras anden por ahí, pero una no sería nada sin la otra. No habría genes si no hubiera ambiente que permitiera que se expresaran esos genes. Es decir, si no hay un aprendizaje, una cultura y unos alimentos, unos ladrillos que permitan al cerebro construirse a sí mismo. Y tampoco habría efectos de la cultura ni del aprendizaje si no hubiera unos genes que lo permiten.
Yo siempre digo que la diferencia entre un chimpancé y un ser humano es muy grande, y aunque tú a un chimpancé le intentes enseñar a hablar, no va a hablar como nosotros. No encontramos ningún chimpancé en las aulas, afortunadamente, sino solo seres humanos, que son los únicos que tienen los genes que les permiten construir un cerebro capaz de ser educado como un ser humano. Entonces, esa es la idea. Los neandertales… Por esto venía todo esto. ¿Los neandertales fueron tan inteligentes como nosotros? Pues yo y algunos autores pensamos que sí. La cuestión es que a ellos les falló o les faltó algo que la especie humana actual, la que ha sobrevivido, ha desarrollado bastante bien, que es una cultura, un aprendizaje, una acumulación de conocimientos, que es lo que, al final, ha hecho que realmente seamos más inteligentes de lo que podíamos ser sin todo ese conocimiento acumulado. Bueno, yo creo que ya me he presentado con bastantes cosas. Psicólogo, psicobiólogo, profesor de psicobiología, neurocientífico cognitivo… Y ahora estoy abierto a las preguntas que me queráis hacer, y aquí estoy a vuestra disposición. Gracias.
Entre otras cosas, porque somos muy inteligentes. Hemos sabido reconocer el origen de muchos problemas y solucionarlos. Si miras las cifras, a nivel mundial, del acceso al agua potable, del acceso a la educación, al conocimiento, ahora con Internet, esto es bestial, el acceso a la sanidad, el acceso al alimento está aumentando paulatinamente desde hace décadas, desde hace mucho tiempo, en la población a nivel mundial. De eso nos sirve ser tan listos. Para realmente tener un bienestar que, aunque todavía no llega a toda la población, sí que nos hemos dado cuenta de que es lo mejor, lo que más nos conviene como especie. Y ese es nuestro objetivo, ir mejorando este bienestar, esta calidad de vida, y lo estamos consiguiendo gracias a nuestra inteligencia. ¿Dónde está una situación que hay que solucionar? Pues allí vamos y la solucionamos. Parece ser, es verdad que todo tiene su parte negativa, que, aunque seamos tan listos, algunas cosas, las hemos propiciado nosotros y no son muy buenas. Y una que, según los expertos, es prácticamente la que aún nos queda por solucionar, es la contaminación que, a su vez, puede provocar un cambio climático. Esa situación climática que puede tener un origen en la actividad humana es la que, si somos tan listos, ya nos vale haber llegado a ese punto. Y ojalá encontremos pronto soluciones o tomemos medidas, que yo creo que se están haciendo, pero eso nos ha pillado un poco a trasmano. Es decir, nos hemos dado cuenta un poco tarde de que las consecuencias de nuestros actos podían llevar a ello. Había voces que lo alertaban, pero no hemos sido capaces de oírlas bien. Ahora yo creo que retomaremos la cosa, pero nos está sirviendo, el ser tan listos, para mejorarnos a nosotros mismos e incluso para poder evitar errores de este tipo. Yo creo que nos sirve para mucho ser tan listos.
Y luego, con respecto a… Desgranando un poco esta respuesta, a qué llamamos inteligente, a qué llamamos gente inteligente, es aquella que muestra altas puntuaciones, altas capacidades, altas posibilidades en lo que llaman las distintas aptitudes de la inteligencia. Inteligencia es la inteligencia, pero luego la podemos desgranar en varias posibilidades, varias capacidades, que podemos agrupar en capacidades perceptivas. Es decir, hay gente que percibe mejor las cosas que otras, que soluciona problemas perceptivos con más facilidad o con más éxito que otras. Por ejemplo, un sumiller que tiene que probar vinos es capaz de percibir algo que yo no. Y eso que a mí me gusta el vino, por ejemplo, no soy capaz de percibir los sabores, los olores, los tonos, a no ser que se lo inventen. Pero bueno, en principio tiene una percepción superior a otras personas. Eso es inteligencia perceptiva. También hay inteligencia motora, hay capacidades motoras, para poder hacer trabajos finos con mayor o menor capacidad para resolver problemas motores con mayor destreza. Hay esa inteligencia que tiene que ver con las capacidades motoras. Y luego hay otros dos tipos de capacidades que tienen que ver con la cognición, la toma de decisiones, la abstracción, el extraer patrones de lo que uno percibe. No es solo percibir, sino ir más allá y extraer un patrón que se puede aplicar a varias cosas distintas. Por ejemplo, entender el concepto de belleza y saber que es algo que no solo viene de una imagen visual, sino que hay muchas imágenes. Puede ser de un paisaje, de un rostro o de unas flores a las que se le aplica un término abstracto que va más allá de la percepción.
Y también está la capacidad de aprender, la memoria, el almacenar conocimientos. Eso también forma parte de la inteligencia. En la medida en que una persona… Este es, además, el modelo actual más académicamente aceptable de la inteligencia, que es el modelo CHC, que son las siglas de los tres autores que lo han trabajado y es, digámoslo así, el más actual y elaborado de los modelos de la inteligencia, que son Cattell, Horn y Carroll, los tres autores que se han dedicado a la inteligencia, o más conocidos, en las últimas décadas. Todo eso hace a una persona inteligente. Pero, y esto es importante, y por eso, si os fijáis, he tenido cuidado en no hablar de inteligencias memorísticas o de inteligencias perceptivas. Son aptitudes o capacidades, porque inteligencia se entiende que sería una, en este caso, ¿no? Al menos, eso es lo que dice este modelo. En el sentido de que, además, casi todas estas aptitudes o capacidades, y esto es muy importante y lo podéis comprobar luego entre vosotros, se correlacionan o se relacionan entre sí. Dicho con otras palabras, el que es muy listo en matemáticas también lo va a ser en lenguaje o en geografía o en capacidades perceptivas o en capacidades motoras. Normalmente se relacionan. Uno es muy inteligente en unas cosas y también en todas las demás. O uno es poco inteligente en unas cosas y también en todas las demás. Hay relación. Y esto viene al hecho de que la inteligencia al final se mide como un solo número, el cociente intelectual, y tiene que ver con que la inteligencia impregna todas las capacidades.
Entonces, se inventó hace tiempo, y más estos autores, lo que llaman el factor G de la inteligencia, el factor general de la inteligencia, que es muy curioso. Algunos autores piensan que es un artefacto estadístico el hecho de que todas las pruebas que componen un test de inteligencia se relacionen entre sí, y otros piensan que no, que realmente hay un factor intrínseco que es el que hace que unas personas sean más inteligentes que otras. Y se ha buscado su base biológica. Que sea convincente o no, no lo sé, pero fijaos que se ha encontrado… Hay varias zonas del cerebro que tienen que ver con esta capacidad general de la inteligencia, este factor G, y una zona, que a mí me resulta muy curioso, que se ha encontrado que tiene que ver con este factor G está justo detrás de la frente. Lo que es el polo del lóbulo frontal. Fijaos en el dicho popular de «tener dos dedos de frente» relacionado con la inteligencia, con la inteligencia general, resulta que al final se comprueba que tiene parte de razón. Porque, efectivamente, el factor G de la inteligencia le debe mucho a esta parte del cerebro que tenemos aquí, que integra, coordina y tiene en cuenta todo lo que hace el resto del cerebro. Esa sería la inteligencia, y una persona con una alta capacidad en ese factor G es una persona muy inteligente.
Entonces, dos autores, Sperry y Gazzaniga, especialmente Gazzaniga es el que más ha dedicado tiempo a esta cuestión, decidió estudiar el comportamiento de estas personas, qué les pasaba, y sacar algunas conclusiones respecto a cómo funciona su cerebro. Es muy curioso porque les presentaban estímulos independientes por cada hemisferio. Si yo presento dos estímulos rápidamente, pum, y los quito, el estímulo que aparece en mi lado derecho va al hemisferio izquierdo, y el del lado izquierdo va a mi hemisferio derecho. La mano derecha yo la manejo con el hemisferio izquierdo, y la izquierda, con el hemisferio derecho. Es un poco lío, pero bueno, está todo cruzado en el cerebro, tanto a la hora de actuar como a la hora de percibir. Si se presentaban estos estímulos y le preguntaba al paciente que hiciera algo, le presentaba, por ejemplo, un estímulo, qué sé yo, un paisaje nevado aquí a la izquierda, llegaba el hemisferio derecho. Le decía: «Con tu mano izquierda, coge una imagen que tenga que ver con lo que acabas de ver». El paciente, curiosamente, cuando hablaba con los experimentadores, solo hablaba con el hemisferio izquierdo, porque es donde está el lenguaje. El derecho es mudo, ¿vale?
Cuando le presentaba los dos estímulos, pum, el paciente solo era consciente o solo podía relatar que había visto lo que había aparecido aquí, y era, por ejemplo, la pata de una gallina. Y aquí un paisaje nevado. Y si le decía: «Ahora coge con tu mano izquierda la imagen que tienes ahí delante que te parezca la más adecuada». Había un gallo dibujado, pero, con su mano izquierda, él había visto el paisaje nevado. Entonces, la mano izquierda lo que cogía era una pala para quitar nieve. Entonces, cuando le preguntabas al hemisferio izquierdo: «¿Y cómo has cogido esa pala para quitar nieve? ¿Qué es lo que has visto?». Y decía: «He visto la pata de una gallina. ¿Y por qué has cogido una pala para quitar nieve?». En ese momento, se ponía en marcha el intérprete, que eso lo vais a notar porque todos lo hacemos todos los días. En ese momento, explicamos por qué hacemos las cosas, incluso sin saber por qué las hemos hecho. Esto es muy típico humano, y de ahí vienen los errores, porque, además, esto es inconsciente. En ese momento, cogía la pala y: «Oye, hay que quedar bien. Yo no puedo coger la pala sin ninguna razón. Yo la he cogido porque hay que quitar los excrementos de las gallinas». Esa era la razón. Además, lo curioso, que esto se llama «confabulación», lo curioso es que el paciente estaba absolutamente convencido de que era esa la razón. Los investigadores sabían que no, que había sido que se le había presentado rápidamente, había desaparecido, no había llegado a su conciencia, por lo menos a la del hemisferio izquierdo, ese paisaje nevado, pero él daba esa explicación.
Y el intérprete está tirando del hilo en todo lo que hacemos en nuestra vida, y consiste básicamente en esto: muchas de las cosas que hacemos, las decisiones que tomamos, las tomamos de manera inconsciente. No sabemos por qué hacemos las cosas, ¿vale? Esto es propio de un cerebro que vive en sociedad y tiene que dar respuestas rápidas. El cerebro baraja mucha información, da una respuesta que cree que es más o menos correcta, se agarra a ella, esta es mi respuesta y esta es mi posición, esta es mi postura. Se da un premio cuando llega a esa explicación y ya no hay quien se la quite, aunque le puedas demostrar o le demuestres que es falsa su decisión, que está basada en información errónea. Aunque le digas o le demuestres que realmente la explicación era por esto. Aun así, él se agarra. Por eso cometemos muchos errores, porque muchos de nuestros actos, de nuestras decisiones, se toman sin saber por qué, se toman de manera inconsciente, y encima, además, y esto es para mejorar nuestra autoestima, que es para lo que sirve el intérprete, para dejarnos en buen lugar, encima, cuando hemos llegado a una decisión, nos aferramos a ella, es nuestra decisión y lo siento mucho, pero es mi decisión. ¿Por qué? Me puedo inventar una serie de razones de por qué lo he decidido, pero a lo mejor no acierto con la verdadera razón. Y esto ocurre con mucha frecuencia, y de ahí viene el que nos equivoquemos. Tenemos que llegar a respuestas rápidas a todos los problemas, porque en sociedad tenemos que hacerlo así. De hecho, algunos de los primeros ejemplos que suelo poner es que, muchas veces, como padre, les dices a tus hijos: «No hagas esto, no hagas no sé qué, no salgas con tal persona».
Y cuando te preguntan por qué es cuando sale el intérprete, porque no sabes por qué. Es eso que llamamos intuición, que te ha llevado a decirle que no haga esto o que haga lo otro, que va a ser lo mejor para él, pero a ver por qué. Ignoras que tu cerebro ha hecho cientos de computaciones, de cálculos, para llegar a esa respuesta, que muchas veces puede ser correcta o no, no lo sé, pero no está bien razonada. Y es, entre otras cosas también, no solo porque tenemos un cerebro muy social, sino porque tenemos normalmente poco tiempo. Nos falta tiempo para tener todos los datos, sacar todas las cosas a relucir, escribirlas en un papel y llegar a una decisión. Si tuviéramos ese tiempo, a lo mejor no cometeríamos errores, pero nos falta ese tiempo, normalmente. De ahí vienen los errores.
Cuando yo hablo con alguien, como estamos haciendo ahora, por ejemplo, yo tengo en mi mente un contenido, pero tengo que tener también en mi mente tu contenido, lo que tú puedes tener, incluso también cómo voy manejando o modificando ese contenido en tu mente en función de lo que yo te estoy respondiendo para saber si me estás entendiendo o no. Todo eso es complejo, y el primer ancestro común entre el chimpancé y los humanos tenía que tener algún rudimento en este sentido, porque los chimpancés han mostrado tener no tan buena capacidad como nosotros, pero sí un mínimo. El siguiente hito yo lo establecería en los Australopithecus, seres que ya hablaban hace al menos tres millones de años, que ya andaban a dos piernas, ya eran bípedos, prácticamente como nosotros. Y eso permitió algo muy importante, que es liberar las manos. Los chimpancés no son bípedos, son cuadrúpedos, y necesitan de las manos, de los miembros anteriores, con mucha frecuencia, y eso no les permite trabajar como nosotros trabajamos con las manos. De hecho, liberar las manos es, en gran parte, lo que nos ha hecho humanos. Por ejemplo, el elefante tiene un cerebro, en relación con su cuerpo, muy parecido al nuestro. Tiene un cerebro enorme, pero no han desarrollado tanto su inteligencia, aunque son muy inteligentes, porque les faltan las manos. Solo tienen una trompa como herramienta. Es una buena herramienta, pero no tan buena como las manos. Ese sería el siguiente hito, el de los Australopithecus, que, además, dio lugar a los primeros Homo. Homo habilis, por ejemplo, hay algunos autores que piensan que podía haber sido un erectus, pero bueno, fue ya el camino hacia el ser humano, el ser humano actual.
El siguiente hito yo creo que estaría con erectus ergaster, que es una especie de hace 1.800.000 años, más o menos, que ya fabricaba herramientas más complejas, porque los anteriores, incluso los Australopithecus, las herramientas que hacían eran muy toscas. «Necesito algo que corte, pum, pum, le doy unos golpes a la piedra y ya tengo algo que corta». Mientras que erectus ergaster lo que hacía era algo mucho más elaborado. Tiene una forma como de lágrima su herramienta típica. Y había como un plan premeditado. «Quiero que sea simétrica por aquí, por allá, por arriba, por abajo». Y eso requiere mucha complejidad. Ahí ya prácticamente eran seres humanos, con un cerebro algo menos de la mitad que el nuestro, pero ya estábamos en el camino, ¿no? Y el camino acabó, aunque esto no acaba nunca, con neandertales y humanos modernos. La fuerza de lo social, el intentar que cada uno interprete o sea capaz de entender a los demás, y también que no entiendan todo lo que yo tengo en mi cabeza. Es decir, saber dosificar la información que uno da para que no descubran muchas veces una posible trampa que yo esté pergeñando, digámoslo así, pues eso hizo que los cerebros fueran cada vez más grandes, porque el cerebro más grande era más capaz de descubrir lo oculto de otras personas. Y, al final, se llegó a este Homo sapiens, a este Homo neanderthalensis, con ese cerebro tan grande como el que tenemos ahora. Y ese, para mí, sería el último hito.
A partir de ahí, ya con ese cerebro que no puede ser más grande por diversas razones técnicas, entre otras cosas porque el parto sería más difícil con una cabeza más grande. Somos una especie bípeda que anda con dos piernas, y el parto ya está al límite. Está el límite de lo posible. De hecho, necesitamos asistencia en la gran mayoría de los casos. Más luego en el cerebro como lo tenemos, las comunicaciones entre una parte y otra del cerebro serían a más larga distancia si fuera más grande. Entonces hemos llegado prácticamente al límite, porque si fueran más largas las distancias, el tiempo empleado sería mayor, y entonces la eficacia de los procesos sería peor. De hecho, fijaos, hay una cosa muy curiosa. El lenguaje está en el hemisferio izquierdo. Las funciones lingüísticas, lo semántico, lo sintáctico, lo fonológico, están, sobre todo, en el hemisferio izquierdo. Y esto es consecuencia de que, si estuviera repartido entre los dos hemisferios, la eficacia de nuestro lenguaje sería peor, porque tendríamos que estar transmitiendo información entre un hemisferio y otro. Eso lleva tiempo. Entonces, mejor lo dejamos todo en un hemisferio y es todo más eficiente, más eficaz. Entonces, ahí está, el último hito fue ese cerebro neandertal, ese cerebro Homo sapiens, a partir del cual, gracias a la cultura que se ha ido acumulando, a nuestros conocimientos, hemos llegado a los avances que tenemos hoy día. Ese fue el último hito y, desde luego, fue muy importante en la evolución de nuestro cerebro.
Si yo me voy al ratúnculo, que es parecido al homúnculo, pero en un ratón, por ejemplo, y miro cómo está su corteza somatosensorial, la que tiene que ver con el tacto, lo que veo que tiene hiperrepresentados son los bigotes, ¿vale? Porque, en su mundo, para explorar el mundo, utiliza los bigotes. Nosotros son las manos. Por eso yo siempre digo que, en educación, las cosas que no hagamos no se aprenden igual. Nos puede llegar la información e irla tragando, pero, si no manipulamos, no manejamos, no nos movemos, porque, aparte de las manos, va todo el cuerpo detrás, no aprendemos las cosas igual. Aprender a ver, necesita aprender a actuar, a moverse y a manipular las cosas. ¿Cómo sabemos que un objeto, cuando está lejos, es más pequeño sin haber cambiado de tamaño? Porque lo cogemos, lo traemos, lo acercamos, lo tiramos, ¿vale? Las manos son con lo que exploramos el mundo.
Entonces, las manos son muy importantes. Y fijaos, en el movimiento de las manos participa un sistema nervioso, el «sistema piramidal» que le llaman, que es algo que en el ser humano está muy desarrollado. Salen unas neuronas que están en la corteza motora, van directamente a la médula espinal y, de aquí, directamente controlan los movimientos de las manos. Esto lo tienen también otros primates, pero en el caso del ser humano, esto a partir del movimiento de las manos, movimiento fino, se ha llevado a todo el cuerpo. Todo el cuerpo humano… Y esto nació del control de las manos. Todo el cuerpo humano se controla también con este sistema piramidal, y esto es único humano. Otros primates lo tienen solo en las manos. Nosotros, en todo el cuerpo. Y eso hace que nuestra especie tenga algunas particularidades, como, por ejemplo, es la única que es capaz de esquivar objetos que le vienen de manera precisa, o de arrojar objetos también con precisión.
Si habéis visto alguna vez a algún chimpancé o algún mono lanzar un objeto, lo hacen de manera muy tosca. Nosotros lo hacemos con precisión, y esto es por este sistema piramidal que nos hace muy humanos. Bien, ese sistema piramidal está adscrito en la corteza cerebral a un sistema que secuencia movimientos. Es decir, determina qué movimiento o qué acción ocurre en cada momento, cuál va primero, cuál va después y en qué momento preciso tiene que ocurrir cada una de estas acciones. A partir de ese control de secuenciación, pudo haber surgido eso que antes hemos mencionado y que llaman «sintaxis del lenguaje», porque la sintaxis no es otra cosa, sino también organizar y secuenciar la información lingüística, y eso pudo haber nacido también de los sistemas para secuenciar y organizar los movimientos de la mano. Es decir, que la mano realmente tiene mucha importancia en la evolución humana. Y luego también pudo tener su origen, o la razón de ser, para que los seres humanos tuviéramos arte, porque parece que somos la única especie, esto en comparación con neandertales, que tienen los movimientos de la mano lo suficientemente finos y consistentes como para generar arte que los demás seres entiendan. El arte es un comportamiento social. Con una mano un poquito más tosca podía hacerse arte, pero con mayor esfuerzo, y entonces no lo hubiéramos visto como lo vemos ya en el ser humano. Algo de origen en el arte tiene que tener también la mano humana.
Entonces, eso es lo peligroso de la tecnología. Pero, si eso lo sabemos controlar, yo creo que los beneficios de la tecnología pueden ser muchos y muy grandes. De hecho, el acceso a la información es muy grande gracias a la tecnología, o sea que por ahí podemos ir. Independientemente de esta tecnología, sí que es verdad, respondiendo a tu pregunta, que parece ser que cada generación somos un poquito más inteligentes que la generación anterior. De hecho, hay lo que se conoce como «efecto Flynn», por un autor que descubrió este efecto, esta tendencia, según la cual cada diez años más o menos, el cociente intelectual aumenta unos dos o tres puntos. Hay que ajustar las medidas para calcular el cociente intelectual cada diez años, porque la gente resulta que es más inteligente. Y esto no es fruto sino de la escolarización, la alfabetización, la educación, en definitiva. ¿Vale? Los cerebros son los mismos. No ha habido tiempo como para que, desde luego, desde que se llevan haciendo test de inteligencia, no ha habido tiempo para que se modifique genéticamente nuestra especie hasta el punto de que nos hagamos más inteligentes. Este aumento de la inteligencia es fruto, sin duda, de la educación, de los recursos que hay en el medio. Y, desde luego, la tecnología nos da acceso a mucha información, y esto nos hará más inteligentes también.
Si lo tomamos por el lado bueno, si sabemos controlarlo, porque cuidado que la tecnología, el acceso a grandísima cantidad de información, también tiene sus peligros, porque podemos acceder a información falsa, a información incorrecta, no basada en evidencias, y por ahí también pueden venir errores del pensamiento. Entonces, es como un arma de doble filo. Es verdad que cada vez somos más inteligentes. Es este efecto Flynn, que, curiosamente, además, en las sociedades más avanzadas está empezando a frenarse. ¿Por qué? Porque ya hace tiempo tenemos todos un nivel alto de educación, un nivel alto de escolarización, un nivel alto de lectura y escritura. Entonces ya no podemos mejorar mucho más. Esto se nota, sobre todo, el efecto Flynn es muy grande en sociedades, en países, donde todavía la educación no había llegado a todos los rincones. Esto, en España, hace unas décadas era así. Había mucha gente que no sabía leer y escribir. Había mucha gente que no había ido al colegio o no había estudiado el bachillerato. Había mucha gente que no había estudiado ni tan siquiera más allá de los tres primeros años. Es decir, que eso ya ha cambiado. Ya estamos un poco en el límite. El efecto Flynn se va minimizando, pero en otros países es todavía muy grande. En cualquier caso, la tecnología ha llegado y puede mejorar este efecto Flynn a partir de ahora, porque tenemos más acceso a la información. Pero, cuidado, tenemos que saber… A ver, yo creo, y esta es una idea mía de hace tiempo. La especie humana va un poco sobre la marcha. Cuando descubre algo nuevo, como pueden ser estas tecnologías que facilitan el acceso a la información, primero se entusiasma, ahora todo va muy bien, pero luego se da cuenta de posibles peligros. Se da cuenta un poco tarde, pero se da cuenta y toma las medidas necesarias. Habrá que poner, yo no digo un filtro o una censura, pero sí una clasificación de páginas en función de su calidad o de lo que nos transmiten. Eso todavía no ha llegado o está medio llegando, pero llegará. Yo creo que la tecnología puede potenciar ese efecto Flynn, ¿por qué no?
Además, lo bueno que tiene la inteligencia artificial es que, a diferencia del ser humano, no se cansa, no se fatiga, y puede recibir miles de datos de información en pocas horas, en pocos días, que es algo que a nosotros nos llevaría muchos años. Entonces, puede recibir todo el conocimiento que a nosotros nos lleva diez años, lo puede recibir en cuestión de días. Y eso es una gran ventaja porque, como digo, no se fatiga, no necesita descansar. Entonces, la inteligencia artificial está llegando a unas cotas muy grandes. La gente le tiene mucho miedo, pero antes de pasar a por qué no tendríamos que tenerle miedo, me gustaría contestar también, o me gustaría comentar, que nos está ayudando muchísimo la inteligencia artificial en muchas cosas, y no nos damos cuenta muchas veces. Desde luego, en ciencia está permitiendo descubrir patrones de proteínas o galaxias, planetas, porque los identifica en la realidad ahorrándonos horas, días o incluso años de trabajo a los científicos, porque, como es un sistema inteligente, va descubriendo cosas que descubriría un ser humano, pero con su fatiga, con su cansancio o con sus días buenos y sus días malos. En la inteligencia artificial, son todos buenos, y entonces, pues en poco tiempo ayuda a descubrir cosas que a los científicos nos vienen muy bien. Entonces, en ese sentido, es muy bueno. Y, si ayudan a la ciencia, ayudan a la humanidad, no nos quepa duda, porque todos esos avances se pueden usar luego en nuestra vida cotidiana y ser muy útiles, como han sido siempre los avances científicos.
Porque lo que tenemos en un móvil es fruto de avances científicos anteriores, de exploraciones como la de la Luna, por ejemplo, o el espacio, que ahora los tenemos en nuestra vida cotidiana. La inteligencia artificial, en ese sentido, está siendo y es muy útil. La inteligencia artificial nos está permitiendo estas ventajas, y mucha gente, sin embargo, se lleva las manos a la cabeza. «Cuidado con la inteligencia artificial. Es un peligro porque puede acabar», esto lo he oído alguna vez, «supliendo a los humanos, tomando decisiones por nosotros». A ver, la inteligencia artificial, de momento por lo menos, no va a llegar a eso, porque carece de algo que tenemos los seres humanos y que es lo que nos mueve a tener esas intenciones. No tienen emociones. La inteligencia artificial no tiene emociones y, por lo tanto, nada le mueve. No tiene iniciativa. Por sí misma, no va a hacer nada. Solo va a hacer lo que le pida a un ser humano. Si generan imágenes que no existen de personas haciendo cosas es porque alguien se lo ha pedido, no porque ella, de manera espontánea, como haría un ser humano, se le ha ocurrido hacer una escena. Entonces, eso, de momento, nos puede mantener tranquilos, que no va a dominar el mundo, porque ninguna inteligencia artificial tiene ganas de dominar el mundo. ¿Para qué? En los seres humanos tampoco es que tenga mucho sentido dominar el mundo, porque, ¿para qué? Pero bueno, vale, se le puede ocurrir a algún malvado, pero a la inteligencia artificial no, porque no es ni mala ni buena, no tiene maldad, no tiene emociones, ¿vale?
La inteligencia artificial, al final, es un poco, yo creo, como un cuchillo. Puede ser peligrosa mal utilizada. La cosa depende de quién utilice la herramienta. La inteligencia artificial es superútil, superbuena. Ha llegado para quedarse y para ayudarnos a la humanidad y avanzar muchísimo. Fijaos, esto es un poco… Todas estas tecnologías de la comunicación y la inteligencia artificial es como cuando se descubrió la escritura, que mucha gente, y esto es verdad, dijo: «Bueno, es que ahora ya no se va a ejercitar la memoria». Porque, hasta entonces, toda la tradición era oral y era memorística. Entonces ya la gente no va a ejercitar la memoria porque, como está escrito, no hace falta. Yo creo que, desde que se inventó la escritura, hemos avanzado mucho gracias a la escritura, no precisamente a costa de ella. Entonces, con la inteligencia artificial y las tecnologías de la comunicación y de la información va a ocurrir lo mismo. Estamos acudiendo, estamos asistiendo, a un grandísimo salto en la humanidad de cuyas consecuencias todavía no sabemos. Por supuesto, habrá que estar alerta de los posibles peligros, porque la inteligencia artificial todavía no tiene emociones, pero a alguien se le puede ocurrir, a algún programador, meterle algún deseo o alguna necesidad que tenga que ver con algo parecido a los de los humanos, y entonces ahí no lo sé, pero en principio es una herramienta y depende de quién la utilice.
En cualquier caso, conocerla mejor, porque sería conocernos a nosotros mismos, ya que, como especie, somos muy creativos porque somos muy inteligentes. Es decir, todo lo que vemos que no es natural es fruto de la creatividad humana. Pero, por ejemplo, en los laboratorios, cuando se ha estudiado esta creatividad, se ha usado mucho lo que llaman «pensamiento divergente», que consiste, básicamente, en que tú le pones un problema a la persona, al participante, y le dices: «Esto, por ejemplo, es una lata de refresco. Búscame otras aplicaciones, otros usos para esta lata de refresco». Entonces, respuestas creativas aceptables serían pues, yo qué sé, una maceta, un soporte para los lápices… Eso es creatividad. Pero, curiosamente, tampoco… Ahí estamos fallando un poco quizás, o al menos hasta donde yo sé. Tampoco realmente refleja la auténtica creatividad. Parece que hay algo más, pero en cualquier caso está relacionado con la inteligencia. Luego estaría lo que llaman la creatividad más artística. Eso es otro tipo de creatividad. Ahí sí que no tiene nada que ver, al menos hasta donde llegamos, con la creatividad científica o técnica porque, en realidad, no soluciona problemas. Es decir, crear un cuadro, generar un cuadro, una obra de arte, una escultura, que provoque la admiración de la gente, que genere emociones, provoque emociones y reacciones en las personas, eso no es necesariamente inteligencia, porque no es un problema que haya que solucionar. Es la generación de emociones en otras personas. Si eso ayuda algo a nivel intelectual en sí, sería de manera muy secundaria. Entonces, ese tipo de creatividad es diferente, y ese también se nos escapa. Parece que tiene mucho que ver con algunas zonas del cerebro cercanas a las de la inteligencia en general, esto de los dos dedos de frente que mencionábamos antes, pero también se nos escapa. No queda claro que tenga esa relación. Entonces, ya digo, la relación entre inteligencia y creatividad es, por un lado, toda, que es la creatividad técnica o científica, y, por otro lado, nada, que es la creatividad artística. Son dos creatividades.
Cuando la gente estudia una carrera, por ejemplo, es por lo que va a conseguir dentro de unos años. Por eso están ahí, aguantando en clase el rollo del profesor aunque haga un tiempo estupendo ahí fuera. Es porque saben que, en un futuro, van a obtener un título que les va a llevar a una vida mejor. Entonces, eso también conlleva que la vida va a llevar a un final, vamos a decirlo así. Y eso, de alguna manera, nos hace infelices como especie humana, aunque tenemos muchos trucos, muchas maneras de paliar esto. Eso a nivel de especie, pero, a nivel individual, ¿que seamos tan inteligentes nos hace ser más infelices? Es verdad que hay un mito, un mito urbano. Las personas más inteligentes, como se dan más cuenta de las cosas, pues se dan cuenta de las miserias humanas y entonces son más infelices. Cuando se ha estudiado esto a nivel empírico, resulta que no es verdad. No hay esa relación. Son dos fenómenos independientes. Que uno sea infeliz o no, depresivo o no, tenga depresión o no, es más bien un rasgo de personalidad que no tiene nada que ver con la inteligencia, ¿vale? Entonces, nos vamos a encontrar gente muy inteligente o muy lista que es muy feliz, y gente muy inteligente, muy lista, que también es infeliz. Y viceversa, ¿vale? Es decir, no hay una relación.
La inteligencia está al servicio de las emociones. La inteligencia está para conseguir que tengamos emociones positivas y para evitar que tengamos emociones negativas. Además, curiosamente, en el ser humano, las emociones positivas que más perseguimos son las sociales. Nos gusta sentirnos orgullosos, nos gusta tener prestigio y nos gusta evitar emociones sociales negativas. Nos gusta evitar la vergüenza o la culpa. Es decir, la inteligencia está para eso.
De hecho yo, en mi libro ‘¿De qué nos sirve ser tan listos?’, pongo en la introducción un ejemplo de esto, que creo que es muy ilustrativo. El ser humano llegó a la Luna gracias a las emociones. Había una emoción que estaba detrás del viaje a la Luna, que es la del orgullo nacional. Era una lucha, una pelea entre los soviéticos y los estadounidenses. ¿Quién llegaba antes a la Luna para demostrar al resto del mundo que era una nación superior? Y, si no llega a ser por esta carrera, no hubiéramos llegado a la Luna nunca, porque, ¿para qué queríamos ir a la Luna? Vale que luego se sacan sus beneficios, que si hay materiales, que si hay más conocimiento científico, pero la inversión económica y humana que se hizo, porque, además, se perdieron muchas vidas en el camino para poder llegar a la Luna, era impresionante, y lo que movía eso no era la obtención de datos, era ser los primeros en llegar a la Luna.
Efectivamente. De hecho, cuando miras en el cerebro donde están las emociones y donde está la cognición, la inteligencia, el trabajo intelectual, la toma de decisiones, el razonamiento, resulta que están muy imbricadas, muy relacionados el uno con el otro. Hasta el punto de que, según algunos autores, no hay ninguna zona del cerebro que sea emocional, puramente emocional, sin ser cognitiva. Y no hay ninguna zona del cerebro… Fijaos, la corteza cerebral es la parte más cognitiva, la superficie del cerebro. La corteza cerebral, incluso la parte supuestamente más cognitiva, que es la corteza prefrontal, también está impregnada y bañada de emociones.
También las emociones tienen mucho que ver con el trabajo de esta corteza dorsolateral prefrontal que está en el lateral. Y es verdad. Y si, aun así, admitiéramos que la corteza prefrontal es muy cognitiva y la amígdala, por ejemplo, es una parte del sistema emocional, es muy emocional y muy poco de lo otro, aun así están conectadas por una sola sinapsis. O sea, que enseguida lo que ocurre en un mundo, el emocional, afecta al mundo cognitivo. Entonces, hay muchos autores que piensan que el cerebro, el cerebro en general, y el cerebro humano en particular, su trabajo es cognitivo emocional. Lo que mejor lo describe es cognitivo emocional.
Luego, aparte, si vamos un poquito más lejos, es decir, yo estoy dispuesto a admitirlo, y de hecho lo he comprobado, que mucho del trabajo intelectual, lejos de ser frío y maquinal, tiene algo de emociones en el fondo. Como decía un poco antes, si no es para obtenerlas ahora, es para obtenerlas dentro de unos años, por muy frío y maquinal que quiera parecer. Y, si estoy razonando y aunque parezca frío, ha habido alguna emoción de fondo que está provocando este pensamiento. Pero luego, como digo, yendo un poco más allá, fijaos en muchas operaciones cognitivas, supuestamente aritméticas, maquinales, del cerebro, como puede ser, por ejemplo, la sintaxis del lenguaje. Habéis estudiado todos, seguramente, sintaxis, estudiado el lenguaje en la escuela, en el instituto, según la cual esto son normas o reglas de combinación de las palabras y de los morfemas, y que son reglas muy estrictas, en fin, muy complejas. Suele ser una asignatura arisca. Bueno, pues hasta eso se ve afectado por las emociones. El cálculo sintáctico, los procesamientos, el procesamiento sintáctico, se ve afectado por las emociones. Si estamos alegres o si estamos tristes, la forma de procesar la sintaxis de las oraciones, hasta eso, es distinto. Porque cuando estamos tristes o enfadados, el análisis sintáctico es mucho más estricto, pero, cuando estamos alegres, el análisis sintáctico es mucho más laxo. Incluso a veces cometemos errores, y esto es verdad. No desmenuzamos la información de la misma manera.
Se conoce que hay la sensación de que no hay ningún peligro, y entonces no prestamos tanta atención, incluso de manera inconsciente, porque el análisis sintáctico es inconsciente. No prestamos tanta atención a lo que está ocurriendo y por ahí se nos meten muchos errores. Ser, estar alegres, estar, como estado, no como rasgo. Estar alegres o felices nos lleva a cometer ciertos errores, sobre todo cuando la información que hay que analizar es minuciosa, tipo matemática o sintáctica, pero también es verdad que nos potencia, este es el lado bueno de la situación, nos potencia lo que se llama la «cognición social», el intercambio de información y el conocer lo que otros están pensando, etcétera, que también son problemas difíciles y que hay que resolver en el día a día. Las reuniones de trabajo son esto, al fin y al cabo. O sea que hay mucha relación entre lo cognitivo y lo emocional.
Entonces, memoria e inteligencia, en ese sentido, podrían ir muy unidas. De hecho, hay un tipo de memoria… Hay varios tipos de memoria, ahora puedo comentarlos, pero hay un tipo de memoria al que llaman «memoria operativa o de trabajo», aunque es verdad que también podríamos identificarla con atención o conciencia, que es esta capacidad que tenemos de guardar unas cifras en nuestra cabeza, por ejemplo, un número de teléfono, repetírnoslo hasta que lo apuntamos. A eso lo llaman memoria operativa o de trabajo, que cuanta más capacidad tenemos, resulta que somos más inteligentes.
Correlaciona muy bien. Es decir, el número medio habitual, y fijaos que esta memoria operativa puesta a prueba significa guardarse unos números y darles la vuelta en orden, invertir el orden. Pues cuantos más podemos guardar, más inteligentes somos. Suele estar la media, lo podéis comprobar ahora o cuando queráis, en unos siete elementos. Entre cinco y siete la mayoría de la gente se mueve. Es decir, siete números, qué se yo, 657 390 426. Si a eso le dais la vuelta, sois capaces de hacerlo sin mirarlo, sin apuntarlo, eso es que sois inteligentes, suficientemente inteligentes. Si yo puedo hacer esto con números más grandes, más largos, unas secuencias mayores, resulta que correlaciona muy bien con la inteligencia en general, con ese factor G que hemos mencionado antes, que tiene que ver con la inteligencia. Fijaos como memoria e inteligencia tienen mucho que ver.
Entonces, estos mundos imaginarios, estos mundos míticos, han surgido porque tienen una importancia muy grande para tranquilizarnos. Todo tiene que tener una causa, todo tiene que tener un final, todo tiene que tener una explicación. Esto es muy propio del mundo social. Como resulta que no tenemos respuestas para todas estas preguntas, el universo, de dónde viene, la vida, de dónde viene y adónde va, o por qué está ahí. Buscamos los porqués, los cómos, los quién y no tenemos respuestas, lo que ha hecho el ser humano ha sido inventarse historias. Una vez que encuentra la respuesta que le parece satisfactoria, es suficiente. Y la agarra y la defiende, si hace falta con las armas. Y así ha ocurrido a lo largo de nuestra historia. Porque muchas de estas narrativas que nos tranquilizan, dan explicación, nos dan sentido a nuestra vida, tienen que ver con los nacionalismos, tienen que ver con las religiones y tantas otras creencias que nos dan sentido y que dan sentido a nuestro grupo, a nuestra vida, a nuestra existencia, que nos marcan unos objetivos que, sin ellos, no existirían. Pero nos satisfacen y nos agarramos a ellos, como digo, si hace falta cogiendo las armas. Las Cruzadas fueron un ejemplo, en el fondo, de que esto es así. Como dice algún autor, Daniel Dennett, que a mí me gustaba mucho, las Cruzadas eran la lucha entre dos personas para ver quién tenía el mejor amigo invisible.
Una vez que somos conscientes, y para eso nos sirve ser tan listos, nos damos cuenta de que muchas de estas explicaciones no se sostienen y no tenemos por qué agarrarnos a ellas. Somos lo suficientemente listos como para decir: «Bueno, vamos a ir un poco más allá y vamos a reconocer que, para algunas cosas, no tenemos respuesta». Hay que ser honestos e intentar dejarlo ahí, como aparcado. No sentir esa inquietud de: «Como no sé cuál es el origen del universo, voy a poner algo ahí que me lo explique y me deje tranquilo». Eso es un poco lo que yo defiendo, es mi punto de vista personal. Y pienso que la narrativa, a día de hoy, que más nos beneficia en este sentido y que es la más honesta, es la ciencia. La ciencia también es una narrativa, porque, en el fondo, si os dais cuenta, es una historia acerca de cómo es el mundo, cómo se originó el mundo, qué es lo que lo describe, qué mecanismos tiene. Y es una historia, una narrativa, que puede cambiar con el tiempo. Pero lo bueno que tiene esta narrativa es que admite que hay vacíos en nuestro conocimiento, y busca llenarlos. Y, si no tiene el conocimiento, pues no lo tiene, y se admite. Para mí, es una narrativa que nos permitiría avanzar a todos mucho más y mucho mejor que esas otras narrativas que, en el fondo, llevan muchas veces a un comportamiento violento, a una lucha de unos grupos frente a otros en función de las ideologías. A eso que también es muy social y muy humano, pero que la inteligencia humana tiene que ir erradicando, que es la de ellos frente a nosotros, ¿vale?
Mi grupo por delante de los otros grupos. Y esto, que lo va comprobando y lo va mostrando la ciencia cómo es exactamente, tendríamos que intentar ir superándolo y hacer que toda la humanidad en sí fuera un solo grupo por el beneficio de todos. Porque, cuando ponemos esto en marcha, y más con la sofisticación y el conocimiento que tenemos ahora, vienen las guerras y sus peligros, a nivel, además, cada vez más mundial y global. Entonces, yo creo que la inteligencia humana deberíamos de utilizarla en nuestro beneficio, no en nuestro perjuicio. Así que muchas gracias por vuestra presencia y hasta otra que nos veamos. Gracias a todos.