“Para educar bien a un niño hace falta una buena tribu”
Nélida Zaitegi
“Para educar bien a un niño hace falta una buena tribu”
Nélida Zaitegi
Maestra y pedagoga
Creando oportunidades
Educación para la convivencia y resolución de conflictos
Nélida Zaitegi Maestra y pedagoga
Seis claves para aprender a convivir
Nélida Zaitegi Maestra y pedagoga
Nélida Zaitegi
“No permitas que nadie te quite las ganas de ser el maestro estupendo que llevas dentro. No olvides al servicio de quién y para qué estás. Debes recordar que eres una persona importantísima en la sociedad, porque los maestros somos “facilitadores de humanización” y nadie nos puede quitar eso. Enseñamos a ser críticos, a pensar, a gestionarse bien, contagiamos valores y ganas de vivir a los alumnos: esa es la grandísima labor del profesorado”.
La maestra y pedagoga Nélida Zaitegi, hoy presidenta del Consejo Escolar de Euskadi, lleva más de cuatro décadas investigando y desarrollando programas de innovación educativa, basados en la convivencia positiva y la resolución de conflictos. Conflictos que se puede transformar en aprendizajes después de una reflexión consciente y pausada.
Algunas de las claves de su pensamiento pedagógico incluyen la educación en valores, la coeducación y la participación del alumnado. ¿Cómo aprende un niño a convivir? Conviviendo. Como si la escuela fuera una sociedad a pequeña escala, donde el profesorado ayuda a desarrollar la inteligencia interpersonal e intrapersonal. “Entre el mono de Darwin y el hombre o la mujer autorrealizados de Maslow, ¿qué tenemos en medio? Un profesor. Nosotros debemos ayudar a que los jóvenes sigan subiendo escalones en la humanización para conseguir una sociedad mejor”, concluye Zaitegi.
Transcripción
Siguiente definición. ¿Qué es la convivencia? ¿Qué entendemos por convivencia? La convivencia es que no haya conflictos, alumnado obediente, niños calladitos y quietos, paz para dar clase. Usted perdone, eso no es la convivencia. ¿Vale? Eso se puede llamar de otra manera. Hay veces que la gente se equivoca, cuando hablamos de convivencia estamos hablando de desarrollar en nuestro alumnado, primero, el respeto a la dignidad de otras personas, a los derechos y deberes propios y ajenos. Es decir, a interactuar con otras personas desde el reconocimiento de su dignidad, de sus derechos y de sus deberes.
También, hacerlo estableciendo relaciones de igualdad y de respeto mutuo y evitando todo tipo de violencia. Esto sería enseñar la convivencia. ¿En qué se fundamenta esto? En Galtung, que fue un Premio Nobel de la Paz, ¿recuerdas? Entonces, Galtung hablaba de la paz positiva como contraposición a la paz negativa. Y en la paz positiva él insistía, y en eso nos fundamentamos para hablar de convivencia positiva, en las relaciones en las que no existe ningún tipo de violencia. No solo la directa, porque la directa es la manifestación, pero hay que hablar de lo que hay debajo de la directa que son las relaciones. O sea, la violencia, por una parte cultural y por otra parte estructural. Podríamos hablar mucho de eso, pero bueno en principio lo vamos a dejar ahí.
“¿Cómo se aprende a convivir? Conviviendo, pero de manera consciente”
¿Cómo se aprende a convivir? Conviviendo, pero conviviendo de manera consciente. Es decir, sabiendo qué tipo de relaciones establecemos, cómo me siento, cómo te sientes en ese tipo de relaciones. Si existe el gusto por estar juntos, si nos produce malestar… ¿Qué está pasando ahí en esa convivencia, en esas relaciones en que tú y yo interactuamos? Es tu dignidad y es la mía, son tus intereses y son los míos, son tus deseos, tus necesidades y son las mías. Sobre eso, pensando de una manera consciente y reflexionando sobre ello es como se aprende a convivir.
Podemos hablar más adelante, si quieres, de todas las claves de la convivencia, pero en principio se aprende esto. Ahora me preguntas: ¿Qué hace falta, qué competencias hacen falta para aprender a convivir? Bueno, pues yo te diría que aprender a convivir, la convivencia, la gente que sabe convivir y además lo hace bien, es un tema de inteligencia, es gente inteligente. ¿Por qué? El psicólogo Howard Gardner, norteamericano, ¿lo conoces? Howard Gardner, en su teoría de las inteligencias múltiples que está muy en boga, y de hecho hay centros que trabajan todo, habla de dos tipos de inteligencias, dos, que son la inteligencia intrapersonal: el yo, mí, me, conmigo. Es decir, cómo me gestiono a mí mismo. Cómo, primero, me conozco: cuáles son mis intereses, lo que quiero, yo sé de mí. Siguiente, me quiero y me acepto y yo sé que soy una buena persona, que intento, me equivoco, arreglo, soluciono, voy creciendo. Yo tengo una autoestima ajustada, no me creo no sé qué, pero también me valoro y sé mis posibilidades.
La autoestima, que soy capaz de… cuando algo no me sale bien, cuando me equivoco, reconducir y aprender de mis propios errores y también ir haciéndome resiliente, que no cualquier cosa me hace caer. No, no, no. Yo ante esto me levanto, desarrollo nuevas estrategias, me convierto… resiliente. Me hago autónomo porque tengo pensamiento propio, porque sé dilucidar las cosas. Además, soy capaz de tomar decisiones, me arriesgo, sé dónde voy, tengo mis metas y me esfuerzo por conseguirlas. Eso es gestionarme bien a mí mismo, regulo mis emociones. Yo me gestiono bien a mí mismo. Es una inteligencia fundamental para vivir en la vida.
Siguiente inteligencia, la interpersonal. Es tú y yo, cómo me relaciono entre personas, ¿no? Con otras personas. Entonces, en la inteligencia interpersonal, primero, soy capaz de expresar bien lo que pienso, lo que siento. Por eso es tan importante que los niños y niñas, tanto en casa como en la escuela, hablen mucho de lo que sienten, de lo que piensan porque tienen que aprender. El problema, a veces, es un tema de comunicación porque no nos explicamos bien. Aprender a comunicarse, pero también a escuchar, que tenemos una boca y dos orejas.
Entonces, escucha y escucha activamente. Mírame, esto que intento… intenta entenderme, ponte en mis zapatos, intenta entender mis emociones, mis necesidades. Eso que se llama empatía, la capacidad de abordar conflictos. Nos vamos a encontrar muchas veces en la vida en situaciones en que no vamos a coincidir y va a haber un conflicto de intereses, de necesidades, de lo que fuera, pero cómo lo gestionamos. Si aprendemos a gestionar eso y los dos salimos bien parados sin relaciones de dominio y sumisión, yo puedo más, tú te aguantas, ganadores y perdedores. Y empezamos a funcionar de otra manera. Fíjate si es importante esa competencia interpersonal, ¿de acuerdo? Pero si nos quedáramos solo con las dos competencias, con los dos tipos de inteligencias, estaría muy bien, pero nos faltaría una tercera cosa fundamental y transversal que son los valores.
Yo puedo ser una persona encantadora, seductora, estupenda… puedo ser todo lo que quieras, y me sé comunicar fenomenal. Pero todo eso lo hago para robarte…
¿Sabes cómo se educan los valores? Viviéndolos. No hay otra forma. Se pegan, se contagian por ósmosis. Lo que yo vivo, lo que siento, volvemos a lo de antes, es sentir. Ahora, tengo que reflexionar sobre eso que hemos sentido y entonces vamos haciendo constructos de lo que es un valor. Y pasa una cosa, que los valores se van haciendo cada vez más finos y lo que vamos a necesitar de aquí en adelante es transformación, porque educamos, me dices: «¿Cómo los educamos?». Desde pequeños los niños hacen preguntas, siempre, desde infantil. Los niños, las niñas, se preguntan cosas. Si son unos filósofos de miedo.
«¿Esto por qué? ¿Esto para qué?». Fíjate, la gente de infantil, los de primaria, ¿por qué no respondemos? ¿Por qué no nos paramos? El tema de Lipman, de la filosofía para niños. ¿Cómo se trabaja todo eso? ¿Por qué no trabajamos y enseñamos a pensar? Mira, Vygotski decía: «Ponte al alumnado, ponles a pensar juntos y les vas a dar herramientas para que encuentren muchas respuestas y vayan construyendo un pensamiento autónomo». Eso hay que hacerlo con los valores, pararse, dar tiempo y hablar de todo eso.
Momento fundamental en la educación en valores: la preadolescencia y la adolescencia. Tú trabajas con adolescentes.
Yo he trabajado con adolescentes, también. Con un libro de Brunet y Negro, no sé si recuerdas aquello, que se llamaba Tutoría con adolescentes, de hace 40 años, pero que a mí me ayudó muchísimo cuando yo trabajaba con adolescentes.
Entonces, el adolescente quiere conocerse. Se pregunta muchísimas cosas sobre él, sobre el mundo, sobre las demás personas. Mira, simplemente trabajando los dilemas morales que los rodean: ¿Qué pasa con las armas y qué pasa con el petróleo en no sé dónde? ¿Cuál es el motivo de las guerras? ¿Qué está pasando con la inmigración? ¿Cómo acogemos, no acogemos? ¿Qué está pasando con el consumo? Si preguntamos las cosas que estamos viviendo todos los días, que no hay que ir a no sé qué cosas raras. Hablemos de lo que nos pasa cada día, cada minuto. Pensemos sobre eso y dejemos que lo hagan en grupos, y que lo definan, y que encuentren el sentido, el porqué y el para qué. Ahí estamos educando en valores. ¿Cómo respondemos a eso? Y si resulta que de todo lo que vale para vivir… Yo no sé las veces que van a utilizar ninguno de esos conocimientos y algunos sí, más que otros evidentemente, pero es una cuestión de convivir cada día y cada minuto con la gente que tiene al lado, consigo mismo.
La autoimagen, mis posibilidades de arriesgar, de ser valiente, de tomar decisiones. Eso para toda la vida. Mira, hoy en día se dice que para entrar en un trabajo vas a entrar por la titulación que tengas, ¿no? Todavía, aquí, que cada vez menos, porque en otros sitios es menos, es más la entrevista, las competencias… Bueno, bien. Pero tú puedes entrar aquí porque eres ingeniero, vale, pero te vas a mantener en el trabajo si tienes lo que se llama las competencias blandas. ¿Qué son las competencias blandas? Las dos inteligencias, lo que hemos dicho, la capacidad de autorregularse: yo soy puntual, trabajo… Y, además, soy capaz de trabajar en equipo, me relaciono bien con la gente, porque de lo contrario, tres meses de prueba y te vas a la calle.
Lo que mantiene, eso las familias lo tenían que tener clarísimo y el profesorado también, las competencias realmente importantes son éstas, que les llaman blandas y yo creo que son las más duras. La gente dice: «La competencia dura es que sepan matemáticas…». Sí, sí, hay que saber matemáticas, hay que saber inglés, manejar todo tipo de herramientas informáticas, todo lo que quieras, pero ojo, estas son las claves fundamentales y que valen para vivir, para la felicidad, para generar una sociedad más justa, y para que además profesionalmente seas un buen profesional. Yo siempre insisto que la educación, por sintetizar y cambiamos, es hacer buenas personas. Esa persona que se conoce, de verdad, que tiene valores, que sabe dónde va, que es capaz de anteponer las necesidades de otros, las mías.
¿Cómo compaginamos en esto que todos estemos bien? Y la ética del cuidado, que me parece muy importante. Buenos ciudadanos y ciudadanas, es que es la corresponsabilidad. Este mundo en el que vivimos es responsabilidad de todos y de todas. De la escuela, de las familias, y no hemos hablado de los agentes sociales, que luego hablamos de ellos. Entonces, evidentemente, esa gente que va a transformar esto y que va a avanzar hacia sociedades más justas, más solidarias, más humanas, a la medida de las personas, que además humanizan, porque hacen que los que vivimos dentro seamos también más humanos.
Evidentemente, por ahí es por donde tenemos que ir. Esto es, por decirlo de alguna manera, lo que entiendo por educar en la convivencia, y lo que entiendo que tendríamos que tener todos presente. Y que esto nos vale para ser buenos profesionales, porque ser buen profesional hoy requiere todas estas competencias: trabajar en equipo, ser flexible, ser capaz de comunicarse, de escuchar a otras personas, de trabajar juntos en un mismo proyecto que nos lleva a no sé qué… para ser un buen ciudadano y una buena ciudadana que transforma y hace esto mejor. Y para ser feliz, y para ser buena persona. Entonces, si educar es acompañar para que sean seres autónomos que hagan un proyecto propio de vida, todo esto va unido en eso.
No es la enseñanza lo que importa, lo que importa es el aprendizaje. Si recuerdas Freinet, que fue uno de mis referentes en educación, este maestro francés recuerda al de la Escuela Nueva de los años veinte, veinte del siglo pasado. Entendámonos. Este decía: «Si un niño o una niña no aprende como tú le enseñas, preocúpate de enseñarle como él o ella aprende», ¿vale? Entonces, claro, eso lo decía… Fíjate desde cuándo viene eso. Entonces, aprender a convivir. ¿Qué ocurre en la escuela? Es el aprendizaje por excelencia. Aprendemos, todo eso lo vivimos y aprendemos dentro de la escuela.
¿Qué cuestiones hay que tener… cuáles son las variables? Bueno, en mi humilde opinión, seis, seis variables. Primera, ¿qué entendemos por convivencia? Si la comunidad educativa, las familias, el alumnado y el profesorado no se ponen de acuerdo en lo que entienden por convivencia, difícil será avanzar porque tendremos metas diferentes, uno irá para acá, otro irá para acá y otro por el otro lado. Afinemos la brújula, ¿hacia dónde vamos? ¿Qué entendemos por educar en convivencia? Hay que definir, que no es que el alumnado esté calladito y quieto, que no es que cumplan las normas, que no es lo que dice alguno: «Es que no puedo dar clase».
El problema no está en: «Vamos a parar aquí» porque no puedes dar clase, pero el tema no es la paz del cementerio. La escuela es un sitio vivo donde la gente vive, donde va a haber conflictos, donde va a haber situaciones. El tema es cómo manejamos eso. Primera cuestión, determinemos qué entendemos por convivencia. Toda la comunidad educativa: entendemos que convivir es esto. Una. Siguiente, ¿qué hacemos con los conflictos? ¿Qué vamos a hacer con los conflictos? ¿Meterlos bajo la alfombra? Como vamos tan corriendo y queda tanta materia… Aquí no pasa nada, no pasa nada: «Venga, tú, cállate que no ha pasado…». No, no, ha pasado.
Y no perder toda la oportunidad que tiene de aprendizaje y de madurez para todo el mundo el abordar un conflicto es importante. Cómo lo hagamos, de una manera u otra, fundamental.
Siguiente historia: las normas y la educación moral. Fíjate en la escuela, ¿qué pasa con las normas? Tiene que haber normas en la escuela: a qué hora entramos, a qué acuerdos llegamos… pero, ¿quién pone esas normas? Claro, si queremos avanzar y hacer que nuestro alumnado madure y le acompañamos en su proceso de convertirse en persona autónoma, que hemos dicho que era educar, entonces nos vamos a encontrar con que lo que tenemos que hacer es decir: «Oiga, ¿cómo nos lo montamos aquí para estar bien todo el mundo y haciendo lo que tenemos que hacer? Porque aquí venimos a algo.
Dos cosas. Yo con mis alumnos y mis alumnas en aquel octavo de EGB del que tú serás producto de aquella época, yo me iba a un fin de semana antes de comenzar el curso a un caserío que nos prestaban en el monte, y nos íbamos un fin de semana con mis todos mis alumnos. Y allí teníamos que hacer la comida, la cena, los desayunos, los turnos para organizarnos. Y después, por la noche, los juegos con el libro de Brunet y Negro y hacíamos las técnicas del paraguas, las no sé qué de autoconocimiento del grupo. Nos pasábamos un fin de semana allí. Yo sabía indefectiblemente que cuando me fuera a meter a la cama me habían hecho la petaca.
Evidentemente, todas las noches. Era su manera de decir: «¿Quieres ser como nosotros? Pues te vas a enterar». Bueno, jugábamos a eso, pero salíamos de aquel fin de semana con las normas de clase, salíamos con la lista que ellos creaban de sus necesidades, con la programación… Yo, como profe, les decía: «Tenemos que trabajar aquí, aquí, y aquí. Entonces, ¿cómo lo conseguimos?». Y hablábamos clarito. Entonces claro, si el alumnado no participa en la elaboración de las normas siempre serán normas de otros, y entonces dirán: «Que el profe lo arregle».
Y les estamos educando desde un poder que… No, no, no, queremos educar en la democracia, queremos que nuestro alumnado empiece a participar en la elaboración de las normas para que haya una norma y una educación democrática. Vamos a trabajarlo. La cuarta clave es la participación. ¿Cuánto participa el alumnado? ¿Cuánta voz tiene? Yo les suelo decir: «¿Qué hacemos todo para el pueblo, pero sin el pueblo? Si quieres, igual pasa con los hijos. O sea, todo para ellos, pero sin ellos.
Hombre, quieres que sean maduros, ¿por qué les ocultas la realidad? ¿Por qué no hablamos del conflicto? ¿Por qué no hablamos de lo que nos preocupa? Si quiero que maduren y que sean realmente personas capaces, autónomas, y puedan gestionarse. Es un estilo de estar y de vivir. Entonces, lógicamente, que participen en la elaboración de las normas, pero ante cualquier situación, que participen, que se sientan… ¿Cómo vamos a tener gente participativa luego, en la sociedad, si en la escuela no les dejamos participar? Hay que planteárselo. Y es en las asambleas de clase y es en lo que quieras, pero cuando hay que tomar decisiones… Es como considerar a la sociedad madura, es como si no fueran maduros, es que les infantilizamos. Pero si son muy capaces, y desde bien pequeños, de decir lo que quieren y cómo lo quieren. ¿Por qué no lo negociamos, en todo caso?
La quinta, que tiene que ver con la eliminación de todo tipo de violencia. Vivimos en una sociedad tremendamente violenta, y encima hace alarde de esa violencia. A mí me parece que es muy sana la discrepancia. Si todos pensáramos igual no avanzaríamos como sociedad, y es muy buena la discrepancia, pero por favor, por favor… Gandhi decía: «Hay que ser duro con los problemas, pero delicado con las personas». Vamos a ver, si yo entiendo… yo te puedo dar argumentos: por qué lo creo. Además, argumentos cuanto más finos mejor, cuanto más sopesados mejor.
Pero yo no me meto contigo como persona porque eso es muy violento, y eso es lo que nuestros niños y niñas están viendo cada día, es como para quitar la televisión en muchas ocasiones. Y es lo que los medios sacan. No solo somos violentos, es que además, encima, toma, ahí lo tenéis para que quede bien explícito. Hombre, por favor, por favor, eso es pornografía pura. Entonces, claro, todo eso… Estamos enseñando a pensar con frases hechas, con lugares comunes, con estereotipos. No estamos enseñando a nuestro alumnado un pensamiento fino, reflexivo, eso es muy grave como sociedad.
El modelaje que se está dando para las nuevas generaciones lo vamos a pagar. Eso es muy serio, y realmente hay una responsabilidad, que no sé si la gente se está dando cuenta de eso. La responsabilidad que tenemos. Mira, un ejemplo que a mí me tiene preocupadísima es el tema… Antes el tabaco se fumaba hasta en las clases, pero el profesor y los alumnos, ¿te acuerdas? Aquello era una cosa loca. Hemos avanzado y decimos: «No, no, no, por favor, ahora ya sabemos lo peligroso que es». Ya no fumamos en lugares públicos, que se agradece infinito, hasta en los bares ya no sales con la ropa que te huele. Es estupendo, me parece genial. Muy bien. Ya no se anuncia, pero se anuncian los juegos en línea que generan unas ludopatías…
Dicho por profesores y profesoras, sobre todo de centros determinados, con un alumnado determinado que dicen: «No te imaginas la que tenemos aquí con el alumnado». Y te dan 80 euros, y personajes públicos y famosos anunciándolo, y que eso no esté prohibido.
Porque yo no te voy a poner un castigo. Mira, los castigos, claro, también depende el paradigma en que nos estemos moviendo. Si yo me muevo en un paradigma proactivo en la escuela donde pongo las condiciones para que no pasen cosas, es decir evito, pongo buenas condiciones. Cuando pasa algo, las normas las hacemos colaborativamente, cuando no se cumplen aprendemos sobre esto, ¿por qué no se cumplen y esto ahora cómo se soluciona? Porque igual tienes que hacer algo para que esto se solucione, que no es simplemente me ponen un castigo, me voy para casa.
Estamos viendo un desarrollo moral. Ahora, si yo parto de un paradigma reactivo donde hay un control interno, en el anterior es el propio individuo el que se controla, y el propio grupo el que se autorregula. Pero si yo utilizo lo que es un paradigma reactivo: la haces, la pagas. Esto, castigo. Claro, no entro. Eso no genera autonomía moral, eso genera gente sumisa y, sobre todo, muchas veces con un cinismo que te mueres. ¿Por qué? Porque no lo haré si me ves, pero cuando no me ves, ya lo veremos. Claro, por eso los castigos no sirven educativamente y nosotros tenemos que tener claro que nosotros no somos ningún órgano de castigo, ni represor.
Nosotros somos educadores, y si somos personas educadoras tenemos que pensar: ¿qué hago yo para que se desarrollen como personas autónomas con un criterio moral? Que sea una persona que la voy a poner ahí, estupenda, «Hala, transforma el mundo, hijo. Sal a vivir». ¿Pero eso desde donde lo hago? Claro, si yo no tengo claro eso, pues es posible que repita muchas cosas y haga lo que muchas veces ocurre. Tú lo conoces mejor que yo. Entonces, dices: «¿Desde donde actuamos?». «¿Desde dónde?». «¿Desde un paradigma proactivo o desde un paradigma reactivo?». «¿Voy a avanzar o voy a repetir?». Porque nos llegan a la escuela y nosotros hacemos en la escuela todo, ¿vale? Valores, convivencia.
Bueno, yo qué sé, creo que somos gente, además, que nos creemos nuestras cosas y que las hacemos y luego en la calle: «Oiga, no me haga trampas».
El alumnado de hoy no aprende así, y sin embargo nosotros seguimos haciendo eso. Cuando seguimos poniendo unas normas o tenemos un currículum que hay que ver, como dice Ángel Pérez de la Universidad de Málaga: «Tenemos un currículum de kilómetros de extensión y milímetros de profundidad». Hay que hacer muchísimas cosas para un examen. Y todavía, aunque parezca mentira, hay centros que todavía funcionan así.
Perdona, perdona un momento. ¿Dónde está el aprendizaje significativo que tenga sentido para mí? El aprendizaje profundo. Porque los chavales y chavalas de hoy tienen que saber resolver problemas, que es lo que van a tener que hacer en su vida. Trabajo por proyectos, trabajo por retos. Vamos a pensar en una metodología que implique al alumnado con su cabeza, su corazón y sus manos, pero lo que no vale es que el alumnado de hoy no tiene nada que ver con aquellas cosas que nos enseñó la sociedad industrial: todos quietos en un aula. Tú mira hoy cómo son las empresas, espacios abiertos, distintas, la gente es multitarea, que igual mantienen menos atención, es cierto.
Ahora, ¿esto como lo abordo? Vamos a ver. Los médicos se han encontrado con una cantidad de enfermedades nuevas increíble. El sida en su momento, bueno, miles de alergias, enfermedades nuevas que en la carrera no aprendieron, que no les enseñaron. Ahora, cuando yo voy a un médico no me importa si le enseñaron o no: «Oiga usted, a mí cúreme». Congresos, aprendizaje continuo, intercambio de conocimiento, de buenas prácticas, de no sé qué. Pues es que claro, es que esto no existía, pero es que ahora existe.
Y nosotros tenemos que decir lo mismo: «Es que nos han cambiado el escenario y yo estaba preparada para hacer una obra de Shakespeare y resulta que ahora me cambian el escenario y me tengo que vestir de intergaláctico o de la Guerra de las Galaxias». Porque es que esta es la realidad, y yo no puedo pasarme la vida quejándome de «antes era» porque aquello fue y desapareció, y ahora estamos aquí. Y ahí hay una cosa que también habrás oído muchas veces. Cuando Pablo Freire decía: «Tenemos que pasar de la cultura de la queja a la cultura de la transformación». Y decimos: «Esto es lo que está pasando, cierto. Pasa esto, y nos lo han cambiado. ¿Ahora con esto cómo lo hago?».
Tengo que enseñar otra manera, buscar unas estrategias diferentes porque son así, son así y serán de otra manera, porque irán cambiando. Con lo cual, a mí no me queda otra que un continuo reciclaje y un continuo situarme.
Esta sería la última. ¿Qué enseñamos? ¿Qué sentido tiene lo que enseñamos? ¿Para qué vale? Porque un alumno que te pregunta, o una alumna que te pregunta: «¿Esto para qué vale?». Como no tengas respuesta lo tienes mal.
Por ejemplo, Josep Ramoneda, lo conocerás. Es un escritor, profesor de la Universidad Barcelona, decía que en la sociedad todo está montado para educar en las tres «C» y decía: «Hagamos personas competitivas, personas contribuyentes y personas consumidoras». A toda la sociedad le importa que sean personas competitivas: «Tú gánate la vida y vamos a ver», competitiva.
Siguiente, tienes que ser consumidora. Consume porque si no esto… La economía, fíjate tú, no hablamos de desarrollo sostenible. O si tenemos que hablar de lo contrario, ¿no? No solamente el desarrollo, sino al revés. Bueno, pero bien, decimos: «Consuma», y siguiente: «Contribuya», porque esto hay que mantenerlo, hay que contribuir para mantener esto. Luego ya habrá quien haga ingeniería financiera y se lo monte bien, pero son las tres «C». Eso decía.
Claro, yo digo que no, ni hablar, ni hablar. Una educación consciente, una educación que quiere ayudar, acompañar al alumnado en su proceso de construcción como persona autónoma capaz de transformar esto, requiere cinco, cinco «C». En primer lugar, conscientes. Seamos gente consciente. ¿Dónde está? ¿Dónde vive? Vivir con consciencia, con los ojos abiertos. Siguiente, tiene que ser gente colaboradora, que es capaz de trabajar con otras personas. Colaboramos en la construcción de esto. Corresponsable, que se sienta responsable de las cosas que ocurren a nuestro alrededor. «También, de mí depende, tengo que ser corresponsable de esto». Siguiente, tengo que ser tremendamente crítico y tremendamente creativo. Son las cinco «C» que yo creo que es por donde tendría que ir la educación. En función de si nos movemos en unas «C» o nos movemos en otras, evidentemente eso lleva valores, lleva rutinas escolares, maneras de trabajar, pero tiene que ver con el concepto que tengamos de educación.
Segundo, no en el momento, ¿eh?, porque en caliente no. O sea, en el momento que ha habido un conflicto, que aquello ha explotado, hay que dejar que aquello…
Y me da igual que sea entre profes, porque de eso nunca hablamos, cuando hablamos de conflictos todo mundo piensa en los conflictos que genera el alumnado. Perdona, conflictos en el claustro, conflictos con las familias, conflictos entre el alumnado, entre los otros. Los conflictos pueden ser múltiples y variados. ¿Cómo atajamos eso? Fíjate, a mí no me gusta hablar de resolución de conflictos, porque la palabra resolución es como que ya está resuelto y se acabó.
Claro, yo lo que tengo que pensar es por qué tengo fiebre. ¿Qué hay debajo o detrás de la fiebre? La fiebre es un síntoma de que algo no va. Tengo que ir al médico y me mirará la garganta, no sé qué y me dirá: «Tiene usted esto. Tómese esto o haga no sé qué». Y entonces la fiebre remite y aquello se soluciona, ¿vale? Con los conflictos, el esquema para entenderlos es el mismo. Ahora hay que ir a las causas, ¿por qué? La causa de la fiebre era las anginas, ¿vale?, pero la causa de un conflicto, sobre todo si es de esos conflictos que se repiten, o conflictos que están latentes, que están ahí todo el rato así, que tú lo conoces.
Entonces, ¿dónde están las causas? Hay que ir a la causa para intentar sanar eso. Unas veces se resuelven y otras no. ¿Por qué? Porque si es un conflicto de intereses, siempre vamos a tener intereses diferentes. De valores, si tenemos valores diferentes. De necesidades, si tenemos necesidades diferentes. Tenemos que aprender a negociar y tendremos que aprender a gestionarlo, pero no van a desaparecer del todo porque yo no voy a dejar de ser yo, ni tú vas a dejar de ser tú.
¿Cómo hacemos para conseguir que esto funcione? Pero no significa… los conflictos en las parejas, por ejemplo. Yo este año hago las bodas de oro, te imaginas, ¿no? Llevo 50, más 5 de novios, que ya la cosa se las trae, evidentemente. Y seguimos teniendo conflictos porque a mí me apetece, y yo quiero, hoy tengo este interés, mañana… Y eso hay que negociarlo, porque como no lo negocies… así pasa lo de ahora, que duran seis meses. Dices: «No, no, espera. Hay que aprender a negociar y a vivir». ¿Los conflictos se resuelven? No siempre. Cuestiones de justicia normativa, que no sé qué, ahí no tienes mucho que resolver. El tema es cómo bailamos con eso.
Y en ese proceso de desarrollo autónomo que es la educación de acompañamiento, les pongamos en situación de que resuelvan mañana todo lo que se les presente. Entonces, yo creo que los conflictos sí se aprenden, y es un aprendizaje efectivo. No sé las veces que van a utilizar muchas de las cosas que les enseñamos, pero los conflictos, cada día y cada hora de su vida.
Yo recuerdo cuando fui a Chicago, estuve visitando centros en Chicago porque estuve en la Universidad de Illinois, y recuerdo que fui a ver un instituto y eran todo negros, y vivían en un barrio de negros. Y luego fui a ver una escuela de primaria y era un barrio de hispanos, y eran todos hispanos. Hablaba castellano estupendamente con los niños, con el alumnado, con el profesorado, tranquilamente. Entonces claro, allí había una multiculturalidad terrible, pero la interculturalidad poca. Solo cuando ibas a un supermercado y veías que una se llamaba Lupe, el otro se llamaba Alejandro, el otro no sé cómo, y decías: «Este será mexicano, el otro…». Pero conozco un pueblo en la Rioja Alavesa, en Oyón, donde hay una colonia de paquistaníes que, como me decía a la directora de la escuela, es que viven en Pakistán porque vienen las cinco horas a la escuela y cuando salen, vuelven y tienen sus tiendas, su manera de vivir, de entender.
Ahí su gran pelea, porque es una mujer estupendísima, era: «¿Cómo hacemos que estos chicos y chicas interactúen con el resto de la gente del pueblo y lleguemos a tener una cultura intercultural? Porque la tendencia es a ser multicultural, pero cada uno es su agujero, claro. Entonces, ¿qué ocurre? Ese es el reto grande de la escuela: transformar la multiculturalidad en interculturalidad. Es verdad que no sabemos, pero también nos ha pasado, como te decía antes, esto es nuevo. Esto es nuevo y es nuevo para el sistema, es nuevo para los centros, es nuevo para cada profesor y profesora individualmente. Claro, riqueza toda, porque eso nos pone en cuestión la relatividad. Mira, cuando los niños y niñas se conocen, de repente pierden… En primer lugar, ellos no tienen los estereotipos.
Te cuento historias bonitas de infantil. Recuerdo, no sé dónde lo oí, preguntarle a un niño o a una niña de infantil: «Oye, ¿en tu clase hay muchos inmigrantes?». Y la niña contesta: «En mi clase no, en mi clase sólo hay niños y niñas».
Y dije yo: «¿Ves? Esta niña no tiene estereotipos». No es: «Es esto o es lo otro». Era guapísima y le parecía de chocolate, le parecía bonita. Es verdad que era una niña preciosa. Pero el tema de los estereotipos y de esas cosas homofóbicas, eso es de los adultos, no es de los niños y niñas. Esas son historias que nosotros les metemos. Los niños de por sí no tienen este problema. Entonces claro, yo creo que es bueno, que es bueno. Ahora bien, ya sé que habrá profesorado que diga: «A ti te querría ver yo en mi clase, con seis de estos». Habrá gente que lo estará pensando y yo digo: «Evidentemente». Evidentemente esto es un reto, porque no sabemos hacerlo, porque nunca nos hemos encontrado ante esto. Y es otro motivo de tener que aprender, porque nosotros, o nos reciclamos y seguimos adecuándonos a las demandas y a los problemas que nos van llegando, o nos quedamos también obsoletos.
Y eso lo tenemos que pensar. En todos los años de actividad hay que estar al día y hay que seguir. Ahora, ¿con esto qué ocurre? Son retos de cómo entran a la escuela, deben entrar en todas las escuelas porque son una riqueza. Yo, en algún centro que ponían pegas decía: «Pero estáis quitándoles a vuestros hijos una experiencia estupenda». Sí, es una riqueza que necesitan para aprender a vivir y ayudarles en ese proceso de acompañamiento. Eso es fundamental, vivir con los diferentes: de distinto color, distinta manera de entender, de distinta lengua. Ahora, claro, evidentemente, ahora incorporarlos al sistema educativo: lengua, costumbres, normas, lo demás… Requieren una atención determinada, unas estrategias determinadas y también unos recursos determinados. No creo que el problema más grande sean los recursos, pero sí que hay que tenerlos en cuenta dentro de otros muchos.
Hay una cosa que la escuela no puede olvidar y es el tema de la justicia social. Que la escuela tiene que ser un modelo de justicia social, que no es ni más ni menos que dar, no el café para todos, sino dar a cada uno aquello que necesita para ayudarle a crecer, a desarrollarse, a tener más oportunidades. Y ahí, hay un amigo mío, Javier Murillo, que habla de liderazgo para la justicia social. Me parece importantísimo para las escuelas que lo tengamos presente. Entonces, yo creo que es una riqueza, que hay que aprender cómo hacerlo, buscar nuevas estrategias y también necesitaremos que las normas se adapten y que la normativa nos permita hacer experiencias diferentes, porque igual está todo tan cerrado, tan determinado… Si vienen y hay que mandarlos a una FP básica sin que hayan hecho la secundaria, pues habrá que dejar que lo hagan. Y habrá que posibilitar cómo lo hacemos. Pero claro, si seguimos la normativa tal y como está, pues también nos está pasando que la normativa es un vestido que se nos está quedando pequeño, y que hay que cortarlo y hacer un vestido nuevo.
Cuando la gente dice… porque te habrás fijado que cada vez que sale un problema aparece alguien diciendo: «Esto es un tema de educación». Lo habrás oído. Accidentes de tráfico: hay que educar a los niños y a las niñas en esto. Obesidad: hay que educar a los niños y a las niñas en esto. Adicciones: hay que educar a los niños y a las niñas en esto. Todo va. Y yo digo: «Sí, sí, es verdad. Estoy totalmente de acuerdo, es cierto». Pero vamos a ver quién educa a los niños y a las niñas en todo eso. Que yo sepa, un niño o una niña, los problemas de tráfico, fundamentalmente, los aprende en su casa cuando va con su mamá y su papá en el coche, y se conduce, y se hace… Cuando se saltan el semáforo y van con su madre. Fundamentalmente, eso se aprende por ósmosis, lo que ves hacer.
En los temas de obesidad hay que decir que en el comedor escolar hay que regular, pero por favor, que el niño o niña aprenda a comer en la nevera y en la cocina de su mamá y de su papá, en casa. ¿Qué ocurre? Cuando decimos: «Esto es un tema de educación», es cierto, es de educación, ¿pero de quién? Porque resulta que hemos cogido… por eso es bueno definir las cosas. Por eso es bueno que definamos qué entendemos, porque entonces la gente cuando oye hablar de educación inmediatamente piensa educación, escuela.
Nosotros somos la educación formal, la escuela es una educación formal donde hay objetivos, está todo sistematizado, se planifica, se hace… Bien, pero luego hay una educación no formal en dónde va el niño o niña cuando hace extraescolares, a qué cosas va, qué campamentos de verano… También tienen una educación que no es una educación formal, no es formal, pero es una educación. Pero luego hay una educación informal. Esa educación que nadie se plantea con objetivos. La cajera del supermercado, el policía municipal, no se plantea: «Yo educo», pero es que aquí educa todo el mundo. Educamos siempre y en todo lugar, todo el mundo. ¿Por qué? Porque el niño o la niña nos miran y somos el modelo, lo que ven hacer.
Claro, y la educación informal es en casa, porque yo puedo decir: «No fumes», pero yo me estoy fumando un puro. O: «No se hace no sé qué». Vamos a ver, la coherencia entre lo que vemos y lo que luego queremos que otros hagan, tenemos que plantearnos eso cómo se hace porque claro, o les llevamos a ser unos cínicos, a decir una cosa, que es lo que hacemos muchas veces, y luego a hacer la contraria… Porque tú pide un discurso: ¿Cómo hay que educar? Te salen… Ahora, luego, míralo. Pero si usted me dice que… ¿Cómo es posible? Entonces, con lo que decimos, o hacemos unos cínicos o hacemos una doble moral. Una cosa es lo que digo y otra la que hago. Con lo cual tamaño favor y educación moral que estoy dando a mis niños, a mis hijos, o a mis ciudadanos y ciudadanas.
Por eso yo creo que en esto, y quiero ser absolutamente rotunda, que no nos hagan trampas, que cada palo aguante su vela. Y que cada uno eduque desde lo que le toca, que nos toca a todos, que educamos todos siempre y en todo lugar estamos educando. Desde la escuela y desde la familia, y desde la sociedad tenemos que pensar que la responsabilidad de la educación de la ciudadanía es de todos y de todas. Cuando hablamos de la educación decimos: «Es la mejor inversión». Se está invirtiendo, se está sembrando algo ahora que son los frutos que se van a recoger mañana. Ese no es un gasto, es la mejor inversión que podemos hacer. ¿Inversión para qué? ¿Qué árboles estamos plantando? ¿Quiero un bosque o quiero un desierto? Por eso la sociedad tiene que plantearse qué tipo de sociedad quiere, qué tipo de personas son necesarias para eso.
Porque el futuro no sale porque sí, lo estamos construyendo cada día con lo que hacemos. Por lo tanto, ojo, la sociedad como tal tiene que plantearse: ¿Quiero un desierto, quiero un árbol de un pinar de no sé qué, quiero un bosque con árboles autóctonos, quiero una selva? ¿Qué quiero al final de eso? Entonces yo ahora empiezo a plantar las semillas para eso que voy a recibir mañana y eso es algo que como aquí las cosas funcionan a cuatro años, perdemos la profundidad de saber dónde vamos, y el norte en más de una ocasión.
Y yo creo que como soy mayor y he vivido muchas cosas, por favor, miren ustedes un poco más allá, más en profundidad, en profundidad. Díganme qué quieren encontrar dentro de 20 años y siémbrenlo ahora, porque la cosecha va a ser la que siembren ahora. Y el que siembra vientos, recoge tempestades.
Si el profesorado no quiere, lo tenemos muy mal. Si el profesor no toma conciencia de los nuevos paradigmas, de la necesidad del cambio, del porqué y del para qué, también del sentido, lo tenemos mal. Claro, ¿qué ocurre para eso? Primero, porque es verdad que no puedo cargar todo sobre el profesorado, siendo consciente de que es fundamental. Y no hablo de un profesor francotirador, heroico, que hace no sé qué. No, no, yo hablo del profesorado como colectivo que reflexiona, como dice Elena Martín: «La mejor formación es reflexionar sobre tu práctica», sobre la reflexión sobre su práctica. Que analiza el entorno, conoce la vida, es consciente y dice: «Espera, que estos críos y crías van a necesitar…», ¿qué? Y ahora comenzamos con un currículum significativo, valioso, que haga que nuestro alumnado que es multitarea, que obtiene poca atención, que lo quiere todo aquí y ahora, que no sé cuántas cosas. Es el que es. Yo no me puedo quejar porque es lo que hay. ¿Qué ocurre? Si yo tengo que hacer eso, si tengo que acompañar a mi alumnado, supone que me tengo que preparar para eso. Imagina, cuando tu hija que tiene… ¿cuántos años?
Primero, ¿qué siembro? Siguiente, ¿cómo preparó a la gente para ese escenario? Y, evidentemente, fíjate, todos los teóricos, ya no es Bauman cuando habla de la sociedad líquida, es que casi ya es volátil. Si esto casi ya es… Los cambios van a ser tan acelerados, que una cosa que nuestro alumnado va a necesitar mucho, ¿sabes qué es? Desaprender. Es lo que a los adultos nos cuesta terriblemente.
Evidentemente, todo eso hay que pertrecharlo y eso es fundamental hoy en la educación. ¿En qué tiempos? ¿En qué momento? ¿Cuándo se hace eso? Cuando la gente cree que eso son pájaros y flores, que lo que importa son las áreas. Esas son las competencias blandas, que son las competencias más duras que va a necesitar nuestro alumnado para ese mundo que viene. Entonces, lógicamente, la escuela necesita un cambio total, y el profesorado necesita pasar de la cultura de la queja a la de la transformación. Y vuelvo a insistir, que eso es importante, de las protestas elaborar propuestas, proyectos compartidos y hacerlo en equipo. No es un tema de aula, eso lo dice Enguita cuando dice: «Menos aula y más centro». Necesitamos, por ejemplo, aparte es el grupo el que tiene que funcionar. Líderes escolares, un líder pedagógico que sabe que todo lo que se hace en la escuela tiene que ser para que el alumnado aprenda, y aprenda a ser mejor persona, mejor ciudadano, o mejor profesional, que tenga éxito, ¿vale? Pero aprendiendo desde ahí, que aprenda. El liderazgo distribuido, donde tenemos que hacerlo entre todos. No vale que uno vaya por delante, no, no. Toda la escuela, todo el profesorado tiene que participar. Y tiene que haber un liderazgo distribuido porque lo hacemos entre toda la colectividad. El liderazgo de la justicia social que es importantísimo, del que habla Javier Murillo, y un liderazgo transformacional porque, ¿cómo hago yo la transformación de esto que estamos a esto que queremos? Hace falta equipos directivos muy potentes, muy bien preparados, muy bien cuidados. Y luego hay que cuidar al profesorado terriblemente, y a las direcciones, y hay que apoyar. ¿Qué le pido yo a la administración en estos casos? Por favor, haz una normativa que permita esto, porque resulta que nos piden que cambien y tenemos una normativa que nos lo impide. Es como una piedra al cuello y de eso nunca habla nadie. No nos vale. Hay que cambiar la normativa. Ahora han hecho un intento, por lo menos, de quitar lo más gordo. Vamos a ver si vamos un poco más adelante y lo quitamos de verdad y empezamos a construir. Entonces, evidentemente, hace falta una nueva normativa. Hace falta un apoyo fundamental al profesorado, apoyo que es, por una parte, en la formación inicial. ¿Qué formación les estamos dando? ¿Para qué les estamos formando, para hace 20 años o para lo que les va a tocar? Y aquí entran sus competencias blandas, las del profesorado, que no las va a poder trabajar si no las tiene, y la inicial tendría que dedicar mucho a eso. ¿Cómo los formamos? ¿Cómo los seleccionamos? ¿Cómo seleccionamos al profesor para entrar en la pública, por ejemplo? Con un sistema de oposiciones que viene de los 60, que es fundamentalmente memorístico, legislativo.
Pero que no quiero eso, que hoy necesitamos… Yo puse un ejemplo en el Parlamento y ya me he quedado con esa frase, entonces ya no tengo problemas, cuando dije que eso era de la época del 600 y que con eso elegíamos 600. Y que hoy necesitamos coches eléctricos que casi vuelen, aunque elijamos 600 nos entran coches eléctricos también, algunos, de vez en cuando, pero no todos los que tendrían que entrar. Porque claro, tengo que poner un sistema que me permita elegir coches eléctricos, gente con unas competencias blandas fortísimas, con un compromiso docente increíble, con una profesionalidad, un conocimiento tecnológico y moral, y social, y afectivo increíble. Porque necesitamos otro tipo de entrenador para este partido que vamos a jugar, que es diferente al jugábamos antes. Entonces, lógicamente, la selección del profesorado, la formación inicial, la formación continua, y el prestigio y el apoyo, por favor. Pero por favor, o sea, si no apoyas a tus maestros, a tus profesores, a tus profesoras, ¿a quién vas a apoyar? Pero si son los que están educando a las nuevas generaciones para esa sociedad mejor que queremos construir. Evidentemente hay que transformar mucho y hay que ir a innovaciones radicales, pero de verdad, el profesorado tiene un papel fundamental. Por eso yo digo, profesorado: cuidarte, quererte, curra, innova, busca, comprométete, fórmate, porque esto es una labor de todos, de la sociedad, de la administración, que a veces decimos: «La administración, no», la administración tiene que hacer cosas, claro que sí, pero yo también porque o remamos juntos, o vamos mal.
Cuidado. Cuando cosificamos, cuando no enseñamos a pensar, cuando no enseñamos a ser críticos, cuando no llegamos a gestionarnos bien, a pensar en los otros, cuando no desarrollamos, cuando no hacemos… contagiamos valores, ganas de vivir, cuando no contagiamos todo eso, porque eso es lo que contagiamos, estamos haciendo que la gente baje escalones. Cuidado con eso. Y esa es la grandísima labor, preciosa, preciosa, del profesorado. Por eso no me extraña que te sientas tan bien de ser profe. Yo también he dicho: «Yo, maestra. Se me nota mucho, pero yo soy maestra». Así que encantados de ser maestros y de saber el papel que tenemos y de no instalarnos, que nadie nos quite las ganas, ni instalarnos en las quejas. ¡Venga a por soluciones! Que somos parte de la solución, no somos parte del problema.