“Roma somos nosotros”
Juan Eslava Galán
“Roma somos nosotros”
Juan Eslava Galán
Escritor
Creando oportunidades
Personajes con historia
Juan Eslava Galán Escritor
Juan Eslava Galán
El escritor Juan Eslava Galán, reconocido por su extensa obra donde combina rigor histórico, grandes dosis de humor y una narrativa intrigante, ha convertido los grandes hitos de la historia en best-seller. Licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Granada y doctorado en Letras, Eslava Galán ha compaginado su Cátedra de Inglés de Educación Secundaria con su pasión por la escritura y la historia. Faraones, aventureros, templarios, griegos o romanos son solo algunos de los protagonistas de sus libros, donde describe las claves del pasado para entender nuestro presente.
Además de ensayos divulgativos, Eslava Galán también escribe novelas de ficción histórica con el pseudónimo Nicholas Wilcox, ha traducido al castellano la poesía de T.S. Elliot y ha sido reconocido con galardones como el Premio Planeta 1987 por 'En busca del unicornio', Premio Ateneo de Sevilla, Fernando Lara, Premio de la Crítica Andaluza y Medalla de Plata de Andalucía. Desde 'En busca del unicornio' hasta su reciente libro 'Historia de Roma contada para escépticos', el escritor ofrece a los lectores una visión cercana y comprensible de los acontecimientos que han construido nuestro mundo. "Quizá buscamos en la historia, leemos historia, porque buscamos en la historia soluciones del pasado para nuestro presente, lo cual no deja de ser falso porque la historia se repite siempre porque nunca aprendemos. El hombre es el único ser que no aprende. Los animales aprenden de sus errores, nosotros no. Nosotros repetimos nuestros errores", concluye el autor.
Transcripción
Pero, en fin, hablando en serio, escogí inglés porque yo viajaba mucho al extranjero y la gente de mi generación estudiaba francés, no inglés. Ahora, los jóvenes que veo aquí, muchos jóvenes habéis estudiado inglés y yo siempre eché de menos el inglés. Así que cuando me matriculé dije: «Bueno, Historia y Literatura casi que puedo estudiarlo por mi cuenta, pero el inglés es más complicado». Y, bueno, eso fue quizá el error de mi vida porque después he estado toda la vida dando clases de inglés y, finalmente, he terminado en ser escritor. Me imagino que desde el principio ya era escritor. Empecé a ser escritor con 13 años. Incluso cuando estaba en Bachillerato publicaba en el periódico local y, en fin, hacía mis pinitos. Muchas veces me he planteado si lo que me gustaba era la historia… Yo hice mi doctorado, lo hice en Historia, si lo que me gustaba era la historia o me gustaba más la literatura. De hecho, cuando estaba escribiendo… He escrito 105 libros, 110 libros, algo así, y cuando estaba escribiendo un ensayo, siempre me apetecía escribir novela y cuando escribía novela, me apetecía escribir ensayo. Así que un buen día llegué a un acuerdo conmigo mismo y escribo desde entonces, quizá de hace 10, 12 o 15 años, escribo novelas ensayadas o ensayos novelados.
Ustedes habrán visto que mis libros, que incluso son ensayos últimamente porque en la novela hay demasiada competencia, en mis ensayos, de vez en cuando, salen personajes inventados por mí. Esa es la parte, digamos, novelada, pero que yo procuro que lo que dicen y lo que hagan sea consecuente con la historia. No me invento nada. Lo que hago es agrupar en un mismo personaje inventado por mí cosas que les pasaban a personajes de mi historia, de la historia que estoy contando. Estoy felizmente casado, tengo dos hijas y tres nietas, es decir, en esta familia ya no se producen hombres. En eso me estoy adelantando al futuro. Y nada, soy relativamente feliz, como cada cual en su casa. Y nada más, con esto lo que quiero es abrir el turno de preguntas y que ustedes me pregunten sobre lo divino y lo humano lo que les parezca. Muchas gracias. Muchas gracias.
Por cierto, capa roja, el color rojo prácticamente eso era de ser muy, muy rico. Vemos siempre a los romanos con capa roja. Eso jamás. Eso hubiera sido un lujo oriental entonces. Porque los colores se han desarrollado, los colorantes químicos se han desarrollado, los han desarrollado los alemanes a partir de finales del siglo XIX. Antes los colores eran muy difíciles de hacer y los romanos que vemos que visten toga blanca, a veces la toga tiene un filito rojo. El filito rojo lo sacaban de las cañaíllas. Creo que como soy andaluz yo le llamo cañaíllas a ese «pescaíto» que hay que cogerlo con un alfiler para sacar el molusco. Pues de ahí sacaban eso y era un procedimiento muy caro. Por lo tanto, solo llegaba a la aristocracia más aristocrática ponerle un filo rojo a la toga. Para que veáis cómo Hollywood lo desencaja todo. Hay otro detalle que lo he visto ahora recientemente… No he visto todavía la película «Gladiator», la veré inevitablemente, pero he visto el tráiler y veo que el emperador hace así, en el circo, cuando tienen que matar a alguien. En realidad, los romanos nunca hacían así. Eso es cosa de las películas. En realidad, la gente más sensata lo que hacía era así. Y al hacer así, decían: «iugula, iugula», es decir, «degüéllalo». Era mucho más sensato. Es decir, hay muchísimas cosas que vemos en los romanos, en las películas, que no las hacían en la realidad.
Las vemos en esos banquetes impresionantes. Los banquetes existieron en la última época de Roma, porque en la primera época de Roma, que son unos cuantos siglos, lo que comen los romanos es «puls», el «puls» son gachas de harina de cebada, de centeno o de trigo. Con leche, si eras rico. Y nada, eso era prácticamente la comida. Y carne, de higos a brevas. Es decir, la historia de Roma, con ser tan contradictoria, tiene poco que ver con la Roma que nos dice Hollywood. Roma ocupa mil años de historia, que se dice pronto, mil años. Y si tenemos en cuenta la segunda Roma que fue Constantinopla, porque el Imperio se dividió en dos partes: Occidente, que hablaba latín, y Oriente, que hablaba griego. Esa otra duró hasta 1453. Es decir, Roma ocupa un dilatadísimo espacio de tiempo, pero lo que más nos interesa es su decadencia. Las películas, muchas veces las novelas, todo eso tiene que ver con la decadencia de Roma. ¿Por qué? Quizá, por hacer el paralelismo, porque nosotros vivimos nuestra propia decadencia. En la decadencia de Roma, los romanos dejaron de tener hijos.
Decía Augusto, todavía un gran emperador antes de la más negra decadencia, decía: «Roma no son las columnas, son sus gentes». Y animaba a la gente a que tuvieran hijos. Dejaron de tener hijos, dejaron también un poquito al margen las antiguas virtudes romanas, que eran la laboriosidad, la decencia, en términos generales… Todo eso se había quedado un poquito al margen y empezaron a darse a la buena vida, a querer vivir de las rentas, por decirlo así. Un poquito lo que nos está pasando a nosotros ahora. Y, entonces, ese paralelismo también nos resulta fascinante. Nos fascina esa decadencia porque nos fascina también vivir la nuestra. Ya saben que nosotros estamos en el siglo XVIII, Europa, que si os fijáis en un mapamundi es solo un pequeño apéndice en el mapa del mundo. Europa dominaba al mundo. Y, después, a lo largo del siglo XX, Europa se ha suicidado en dos guerras mundiales. ¿Y ahora qué tenemos? Europa intentando recomponerse con la Comunidad Europea, intentando recomponerse a pesar de las muchas rencillas y odios históricos que se han heredado, pero frente a las potencias emergentes. Entonces, nosotros ante esa gente vamos a ser simples enanos, porque encima no tenemos materias primas. Las materias primas las tienen estos y ya nosotros no podemos explotarlas. Así es que eso es también una causa de la decadencia de Europa.
Era un país occidental metido en el corazón del islam. Entonces, para mantener aquello, como no había voluntarios suficientes en Europa, se inventaron las órdenes militares, que fueron principalmente los templarios y los hospitalarios. Eran frailes, pero frailes que combatían, frailes guerreros. Pero para mantenerse, como eran pocos, pocos centenares, 300 y pico templarios solo, y sargentos, que eran auxiliares, habría quizá mil, tenían que sacar dinero de Europa para pagar mercenarios turcos, los turcópolos, para mantener aquellos castillos y todo aquello. Pero el dinero que sacaban de Europa se gastaba en eso. Sin embargo, ahí vienen todas las leyendas de que donde estará el tesoro de los templarios, etc. No hay tal tesoro porque se lo gastaban todo en buscar. Bueno, pues esos son los temas que a mí me han interesado mucho. Algunos más también como los misterios de Colón, etc. Es decir, la historia está llena de misterios, algunos de los cuales investigando se pueden averiguar, se pueden disipar y otros no porque no tenemos documentos y si alguna vez los tenemos, pues a lo mejor se sabe sobre ellos.
Entonces, los países europeos más espabilados pensaron: «Ya que no pueden venir las especias desde allí, podemos ir a buscarlas nosotros dándole la vuelta a África y llegando a la India por la otra parte». Eso era lo que estaban haciendo los portugueses. Entonces, se presenta Colón ante el rey de Portugal y le dice: «Yo tengo un camino para ir a las especias que es más corto». «¿Y qué camino es ese?». Dice: «Pues en lugar de darle la vuelta a África, yo puedo ir a las especias atravesando el océano Atlántico». Nadie se planteaba que se pudiera atravesar el océano Atlántico porque un barco en el mar dependía del agua que pudiera llevar. Si se acaba el agua, el agua potable, los marineros mueren y, entonces, el barco no llega a ninguna parte. Y los cosmógrafos habían calculado que con la potencia de los barcos de vela de entonces no se podía nunca salir de España o de Portugal y llegar a Japón o China, que era lo que creían que estaba enfrente. Entonces, se ignoraba la existencia de América. Pero Colón le plantea al rey de Portugal: «Yo sé el camino para ir sin que nos pase nada y teniendo agua». Entonces, el rey de Portugal se lo planteó a los cosmógrafos de la Universidad de Lisboa y dijeron: «Este hombre está equivocado. Este hombre cree que la Tierra es más pequeña de lo que es». En lo cual estaban completamente acertados.
Como le dieron con la puerta en las narices, fue con el proyecto a Castilla. España entonces no existía todavía, era Castilla. Fue a Castilla y la Reina Católica acabó dándole cierto predicamento a eso. ¿Por qué? Porque un fraile de La Rábida, que había sido confesor de la reina, le tomó cariño a Colón y le explicó a la reina, dice el documento, en poridad, en secreto, el secreto de Colón y el secreto de Colón era que él sabía que a 750 leguas de la isla del Hierro, él sabía que había islas donde había agua. Él creía que esas islas eran las islas de Japón porque América no se conocía obviamente. Entonces, la reina creyó en él. Le dio, ya sabéis, todos sabemos, lo de las tres carabelas, que en realidad era una nao más grande y dos carabelas. Y él encontró esas islas. Encontró un nuevo continente. ¿Cómo llegó allí? Bajando a la isla del Hierro. Daos cuenta de una cosa. Primero, él sabía a qué distancia había islas. Y él sabía también por dónde tenía que ir. Tenía que bajar a la isla del Hierro para luego subir y para regresar a Europa tenía que subir a la altura de la Florida para regresar. Hay una corriente que es la corriente del Golfo, «Gulf Stream» en inglés, una corriente del Golfo que es como si hubiera ríos dentro del mar que impulsan las naves. Debido al movimiento de rotación de la Tierra existe esa corriente del Golfo. Entonces es una corriente que discurre así en el océano.
Así que el tipo sabía aprovechar la corriente para ir y aprovechar la corriente para venir. Ese conocimiento bien establecido solo se ha tenido en el siglo XIX. Colón lo conocía ya. Entonces, se deduce que Colón tenía que saber que existía América. Evidentemente, él creía que eran las islas de Japón, Cipango y Catay, Japón y China. Él creía que era lo que iba a encontrar, pero encontró América. En un principio fue decepcionante porque él esperaba encontrar… Marco Polo, un posible viajero del siglo XIII occidental que había estado en Japón y China, había escrito que había abundancia de oro, abundancia de todo. Y Colón era muy ambicioso. Era un genovés ambiciosísimo y lo que quería era hacerse rico. Y allí oro poquito. Eso fue lo que encontraron. Entonces, él pensó: «¿Qué negocio se puede hacer con esto? Pues como los indios son muy mansos los puedo esclavizar». Y, de hecho, mandó un par de barcos de indios esclavos a Castilla. Y la Reina Católica dijo: «De eso nada. Son súbditos, súbditos de Castilla. Se devuelven porque son hombres libres». No se podían esclavizar. La Reina Católica en ese sentido fue muy importante. El secreto de Colón evidentemente es ese, alguien lo sabía. ¿Qué alguien? Se dice, son leyendas, se dice que él había encontrado… Él se casó con una portuguesa en una islita del Atlántico en Porto Santo. Se dice que encontró una vez un náufrago en la playa y atendió a ese náufrago.
Y el náufrago le contó ese secreto de cómo se llegaba a aquella tierra, pero eso son leyendas. No sabemos exactamente por qué. Así es que eso está… Y luego en América, no se han encontrado datos fehacientes de que hubiera europeos que llegaran antes de Colón. Excepto en el año mil, llegaron los vikingos a Terranova. Eso sí, llegaron allí. Se establecieron durante un tiempo. Después ya se perdieron en el año mil, pero nunca conquistaron más tierras ni exploraron más tierras. Pero fue Colón el descubridor de América para los europeos. Pero lo importante era que quería ir a la Especiería y América era un obstáculo. Si os fijáis, América ocupa de norte a sur, ocupa de polo a polo. Entonces, el empeño durante el siglo siguiente de los españoles fue atravesar eso porque donde querían llegar era a la Especiería, es decir, a la India y a Ceilán y a toda la parte donde estaban las especias, que era donde te ibas a hacer rico. Porque a todo esto, los portugueses le habían dado la vuelta a África, habían llegado a Calcuta, a la Especiería y estaban haciéndose riquísimos. Todos los grandes monasterios y todo eso que hay en Portugal, casi todo es con el dinero que les sacaron a las especias. Así que los españoles se empeñaron en encontrar la ruta y, finalmente, la encontraron al sur, el único sitio donde se puede atravesar, al sur de Chile. Que fue lo que hizo el famoso viaje de Magallanes y Elcano, ya en la época de Carlos V.
Era una mujer muy culta y muy inteligente. Y entonces Egipto venía a ser, después de haber sido una gran potencia en Oriente, Egipto ya en esta época venía a ser una especie de protectorado de Roma. La importante era Roma militarmente. Entonces, Egipto tenía que estar ahí un poquito a la sombra de Roma. Ella con idea de gran estadista se puso a la sombra de los romanos más importantes. Podríamos destacar que Cleopatra tuvo varios hijos con Marco Antonio. Hijos que después cuando la cosa fue a mal desaparecieron de la historia. Tuvo también un hijo con Julio César, Cesarión. Aquí hay que decir un paralelo con la historia de Roma. En Roma, había habido míticamente unos reyes al principio de Roma, los Tarquinos. Es posible que todo eso sea leyenda porque no hay documentos escritos sobre ello, pero míticamente. Y los Tarquinos fallaron tanto que los romanos eran acendradamente republicanos y la palabra «rex», la palabra «rey», era tabú en latín. Entonces, cuando llega el momento en que el Imperio no se puede sostener porque ya ha crecido demasiado y hace falta, ya no lo pueden sostener dos cónsules anuales, que es una especie de ayuntamiento de pueblo, sino que hace falta una voluntad más firme para sostener el Imperio. Entonces, en la época de César, César siente que tiene que ser rey, pero no puede ser rey porque «rex» es una palabra tabú.
Entonces los emperadores, a partir de César, se inventan que la palabra «césar» sea el equivalente a rey. Y entonces son los césares y cada uno es césar, se llame como se llame cada uno es el césar. Incluso esto informa la palabra del alemán «kaiser» viene de César y «zar» del ruso viene también de César para que veáis la importancia de la impronta romana. Bien, pues a lo mejor si a César no lo hubiesen asesinado, a lo mejor su sucesor no hubiese sido Octavio, sino a lo mejor Cesarión. Entonces, le habría salido la faena maravillosamente a Cleopatra. Cleopatra vivía en una villa fuera de Roma en el lujo. En el momento en que matan a Julio César, entonces, ella discretamente hizo mutis por el foro, volvió a Egipto y ya pasó después todo lo que tenía que pasar.
Eso es lo que a mí me hubiese gustado ver. Siempre cuando a uno le dicen: ¿a ti en qué época te hubiera gustado vivir? Siempre unos piensan en Roma, otros en la Edad Media, pero siempre se sitúan como el jefe del castillo o algo de eso. No piensan que casi todo lo que había era miseria, esclavos y unas chozas inmundas donde no se podía vivir. Entonces, digamos que estamos viviendo en el mejor de los mundos posibles, sobre todo nuestra generación. Y lo digo sobre todo por la gente que tiene mi edad. Es la única en dos mil años que no ha tenido una guerra en España. Entonces, es importante. Hemos disfrutado de una generación de paz y de gran progreso. Desgraciadamente, no podemos decir que nuestros hijos vayan a tener la misma suerte. Y nuestros nietos. Desafortunadamente, no. Pero quiero decir, siempre se dice: «Cualquier tiempo pasado fue mejor». No, cualquier tiempo pasado fue peor.
Por ejemplo, la imposición de una dinastía medieval en Castilla, los Trastámara, depende de que un mercenario francés, Bertrand du Guesclin, en un momento en que los dos hermanos Trastámara se están peleando, está ganando Pedro y le da la vuelta para que Enrique lo apuñale y le dice: «Ni quito ni pongo rey, sirvo a mi señor». Con esa acción altera por completo la historia de Castilla, que luego va a ser la historia de España. Así que muchas veces los secundarios son así de importantes. Las mujeres normalmente han estado muy preteridas en la historia. Eso es lo lamentable. Si os fijáis, en la historia siempre se focalizan las clases dirigentes, raramente las clases trabajadoras o las clases humildes. Y se focaliza al hombre mucho más que a la mujer. Es un hecho histórico, el 50% de la población siempre han sido mujeres. Pero siempre se han tenido así un poquito preteridas, como digo. Y cuando alguna destaca, como esta Livia de la que he hablado antes en el Imperio romano, pues a lo mejor destaca por cosas negativas más que positivas.
Pero dejadme que piense en una mujer que ha tenido poco protagonismo en la historia, por ejemplo, Juana la Beltraneja. Juana la Beltraneja era la hija del rey Enrique IV, el Impotente. Juana hubiese sido reina de Castilla. Y, de hecho, se había casado con el rey de Portugal, con Alfonso V de Portugal. Si ese matrimonio hubiese encañado bien, ahora Castilla estaría unida a Portugal. Del mismo modo que tenemos España y Portugal distinto, España sería Portugal y Castilla y Aragón sería distinto. Probablemente, históricamente nos habría ido mejor porque las instituciones de Castilla se parecían más a las de Portugal que a las de Aragón. Pero, ya saben, hubo una guerra, la ganó Isabel la Católica, que era una usurpadora, y, por lo tanto, esta, Juana la Beltraneja, que era una mujer bellísima y muy buena persona, de pronto de ser reina de Castilla y a lo mejor de Portugal, se vio preterida. La metieron en un convento los portugueses. La llamaron «A Excelente Senhora». La metieron en un convento, no como monja, sino como residencia, digámoslo así. Y la usaron durante toda la vida de Isabel la Católica cada vez que había un tema delicado entre Portugal y Castilla, ellos decían: «Mira que la sacamos otra vez para que reclame el reino de Castilla, que en realidad es suyo». Así es que este es un personaje así medio desaparecido en la historia. Y, sin embargo, fijaos si era importante la Excelente Señora.
Guerrear con los partos era peligroso. Pero, bueno, de pronto estoy escribiendo eso y se me ocurre: «Ni siquiera le dieron tiempo a darse las tres sacudidas de rigor», cuando se orina. Claro, y lo pongo. Ahora, me escriben muchos lectores diciendo que eso les provoca una carcajada. A mí me la provocó cuando lo escribí. Estos son los pequeños detalles de aproximación al lector porque la historia no tiene que ser esa cosa solemne y de mírame y no me toques y tal, sino que puede ser así de comunicación con el lector. Yo, en fin, lo procuro y creo que lo procuro con aplauso casi siempre, no siempre del lector.
Bueno, creo que hemos llegado ya al final de nuestro encuentro. Debo deciros que me he sentido muy cómodo con vosotros y que estoy encantado de conocer a este grupo de posibles lectores míos porque siempre el trabajo de un escritor es muy solitario y muy aislado. Y entonces, de vez en cuando, te apetece encontrarte con la gente que te lee. Mi único contacto con la gente también, os lo recuerdo, yo tengo una página web, que prácticamente no la toco, pero ahí hay una solapita que dice «Contacto» y entonces yo respondo a todos los «e-mail» que se me dirigen e incluso los insultantes, sin problema. Muchas gracias.