¿Qué tienen en común ‘El gallo Kirico’ y ‘La guerra de las galaxias’?
Antonio R. Almodóvar
¿Qué tienen en común ‘El gallo Kirico’ y ‘La guerra de las galaxias’?
Antonio R. Almodóvar
Escritor y profesor
Creando oportunidades
Tradición oral para contarnos el mundo
Antonio R. Almodóvar Escritor y profesor
Antonio R. Almodóvar
Había una vez un Bello Durmiente, un Ceniciento y una Caperucita que se salvó a sí misma. El detective y alquimista de esta historia es Antonio Rodríguez Almodóvar, que relata: “Los cuentos sufren mucho en su adaptación a lo que podía soportar la sociedad burguesa del siglo XIX”.
El filólogo e investigador es un referente de la tradición oral en España. Licenciado y doctorado en Filología Moderna por la Universidad de Sevilla, comenzó sus pesquisas, grabadora al hombro, en los años 70. Recorrió toda la geografía española para rescatar los cuentos populares de boca de los que él llama “últimos narradores”.
Gracias a su trabajo varias generaciones se introdujeron en el mundo de la lectura. A mediados de los años 80 publicó la colección ‘Cuentos de la media lunita’, en la que reconstruía más de 60 historias del folclore oral. ‘El gallo Kirico’, ‘La niña del zurrón’ o ‘Blancaflor’ son algunos de los cuentos que volvieron a la vida y Rodríguez Almodóvar es el responsable de que muchos de ellos se utilicen ahora como material didáctico. “Esto hay que rehabilitarlo, no se puede perder —señala el escritor— porque los niños de hoy tienen derecho a saber cómo era el entretenimiento de sus padres, de sus abuelos, de sus bisabuelos”. Y sin duda ha conseguido su objetivo: solo de esta colección ha vendido más de 4 millones de ejemplares.
Antonio R. Almodóvar —como acostumbra a firmar— es ensayista, novelista, poeta y dramaturgo. Autor de más de medio centenar de títulos, en su labor científico-literaria de recuperación destacan: ‘Cuentos al amor de la lumbre’, ‘El bosque de los sueños’ —por el que recibió el prestigioso Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil— o ‘La verdadera historia de caperucita’. Este investigador y académico correspondiente de la RAE en Andalucía cree en el poder universal de la narración oral: "Nadie escapa de la magia de un cuento”. Y colorín colorado, merced a su labor, los cuentos han continuado.
Transcripción
De manera que: tesis doctoral, mis recuerdos de infancia, el ansia de libertad, que no lo he citado… En los años setenta ya se veía venir el final de la dictadura, y Vladimir Propp y todos los estudios que se van haciendo en Francia, en Inglaterra, sobre esta cosa maravillosamente enigmática que es el cuento popular. Pero no uno o dos, ni quince, ni veinte, como yo barruntaba o creía, de mi propia infancia, claro, no eran tantos cuentos, sino que cuando empiezas a investigar, pues ves que es un mundo apasionante y enorme. Y son, no cientos, son miles de cuentos en todo el mundo. Con una peculiaridad más: estos cuentos, la mayoría de ellos, están en todas las partes del mundo, por lo menos en lo que sería el cuento paneuropeo con anclajes en el Bajo Neolítico en Indoeuropa, es decir, en el mapa que deriva de la antigua lengua indoeuropea. Las grandes lenguas, resulta que soportaban también, durante mucho tiempo, los grandes cuentos, sobre todo los cuentos maravillosos. El cuento maravilloso es el cuento por antonomasia, diríamos, porque es el más antiguo, es el más complejo y el que está repartido prácticamente por todo ese mundo al que yo me refería antes. En el antiguo solar del indoeuropeo e incluso más allá de Indoeuropa. Es una de las tres clases de cuentos que hay. La clasificación que sigo es la de Afanásiev, en Rusia, también, que es un gran escritor y recopilador de cuentos del siglo XIX, que eran cuentos maravillosos, cuentos de costumbres rurales y cuentos de animales. El orden no quiere decir nada, pero sí es verdad que la mayor complejidad y lo que se presta a un mayor número de estudios es el cuento maravilloso que, por decirlo de manera muy resumida, sería el cuento antecesor del cuento de hadas. Para que nos entienda todo el mundo. El cuento de hadas viene después, casi como una adaptación de los cuentos maravillosos. Por lo tanto, son ya, en gran parte, cuentos que están adaptados y acomodados a una ideología que no es la original, es una ideología ya más tardía, más del asentamiento de las sociedades divididas que surgen de la salida del bosque después del Neolítico, del Bajo Neolítico y la sociedad agraria. La sociedad agraria es una sociedad dividida y es ahí donde se cultiva y donde se desarrolla extraordinariamente el cuento maravilloso. Es muy importante no perder de vista que un cuento como ‘Blancanieves’, ‘Cenicienta’, ‘La Bella Durmiente’, etc., proceden de formas anteriores mucho más antiguas, más arcaicas, de esos mismos cuentos, que es a lo que dedicamos la investigación. Bueno, alguna gente como yo, que está un poco empeñada en que el cuento maravilloso salga a flote como la forma más arcaica y completa de ciertos cuentos, por lo menos. En España, casi te podría decir que nadie sabía nada, porque todo se había quedado anclado en los estudios de Machado y Álvarez. El padre de los Machado, en Sevilla, a finales del siglo XIX, creó una cosa que se llamaba el Folclore Andaluz y que apuntaba a la ciencia del folclore.
Decían que todo el saber de la humanidad había que pasarlo de nuevo por la mirada del folclore, por el punto de vista del folclore. Es decir, que no era al revés, como se suele pensar, que el folclore es como una deriva de la cultura letrada, lo que queda, “Vamos a dejar unas virutillas para la gente, para que se entretenga, de lo que opinan y escriben los grandes escritores”. Nada de eso. Es todo lo contrario. Los cuentos de tradición oral, Vladimir Propp lo dice con toda rotundidad: “El comienzo de todas las literaturas escritas es folclore traducido a signos gráficos”.
“Sin literatura oral no habría literatura”
Luego lo que se va a formatear en su mente es la capacidad de captar lo simbólico. Es decir, estamos asistiendo a la formación de la mente simbólica en cada niño. De manera que mucho cuidado, no os saltéis nada, no cambiéis la estructura del cuento, porque en la estructura significativa está el sentido. En la estructura está el sentido, y por eso los cuentos de tradición oral, los más antiguos desde luego, están tan bien estructurados: porque además se confiaban a la memoria. Claro, no estaban escritos, esos cuentos nunca se escribieron. Bueno, en algunas tablillas de Mesopotamia, en Egipto, en los jeroglíficos y poco más, y la tradición oral. La versión de ‘Cenicienta’ que yo recuperé para un libro mío es del siglo XI. Está escrita en la China imperial en el siglo XI, pero el recopilador dice que era de un criado suyo, que a su vez la había escuchado en la familia hacía mucho tiempo. Es decir, que estamos hablando de umbrales de… Bueno, muy anteriores a la era nuestra y cuentos como por ejemplo, ahora el último descubrimiento, de lo que hablaremos también, pues pueden tener entre cinco y seis mil años. ‘Pulgarcito’, por ejemplo, ya te adelanto, por ejemplo, ‘Pulgarcito’, o ‘Los animales miedosos’ o ‘El herrero y el demonio’. Son cuentos que andan entre los cuatro y los seis mil años. Por lo tanto, estos cuentos que van emigrando de un sitio para otro, ‘El gallo Kirico’ está en todas partes y ‘El medio pollito’, del que ya te hablaré, también. Es curioso, ¿no?
Pues, estos cuentos que van emigrando de un sitio para otro van ayudando a configurar no solo la mente del niño, sino el imaginario colectivo. Es decir, que cuando el niño se interesa por uno de estos cuentos, en realidad está repitiendo la historia de la humanidad. El cuento de tradición oral se contaba, bien en el seno de la familia, bien en el seno de la tertulia campesina. Yo he conocido las dos tertulias, me acuerdo, en mi propia infancia, en la familia y la tertulia campesina también la vi funcionando, porque tuve la suerte de ir un día a un cortijo en Sevilla, donde en la época de la aceituna la gente se reunía y vivía en el campo, porque entonces la temporada de la aceituna se pasaba entera en el cortijo, pero padres, hijos y todo el mundo, y los vecinos del mismo pueblo, que venían. Mi primera salida al campo con magnetófono al hombro, que era un aparato entonces, es a Carmona, un pueblo de la provincia de Sevilla. Esto fue en el setenta y siete, y entrevisté a una señora que era como la líder de un grupo de campesinos, lo que allí llaman “el banco”. “El banco” es el grupo de personas que van juntas a este olivo, luego al otro y luego al otro. Forman una especie de comunidad pequeña dentro de la recolección de aceituna, que es un mundo muy amplio. Pero esta pequeña comunidad está liderada muchas veces por una mujer, es frecuente, que es la que hace la comida para todos, la que entretiene al grupo, la que cuenta los cuentos, la que… Tuve la suerte de entrevistar a esta mujer y el primer cuento que me contó ya me dejó completamente K.O. Porque me contó ‘Juan el oso’, que es uno de los cuentos más antiguos del mundo. Y esta mujer no lo había conocido de otra manera, sencillamente no podía haberlo leído, porque no sabía leer. Y en su mundo nadie sabía cuentos, nada más que de pura tradición oral. Esto me encendió a mí una idea, que era también nueva para mí. Es decir, que los grandes narradores de cuentos orales, todavía, si yo iba rápidamente con mi grabadora a buscarlos, los iba a encontrar. Y, efectivamente, hoy en día ya es muy difícil encontrar buenos narradores, no profesionales. Eso es otra cosa. La narración oral ha pasado un poco al dominio de los profesionales.
Y también estaba en las aldeas vascas, estaba contando el cuento que da pie a ‘King Lear’, de Shakespeare. La tragedia de Shakespeare se basa en el cuento ‘Como la vianda quiere la sal’. Pero eso ocurre en muchísimos otros casos. Una ópera de Prokófiev que se llama ‘El amor de las tres naranjas’ está basado en un cuento popular también, un cuento maravilloso. Que, por cierto, nos lo contó en Menorca otro señor que contaba cuentos ‘L’amor de les tres taronges’, el amor de las tres naranjas. Es un cuento ruso, que está en la colección de Afanásiev, que por supuesto, está en Alemania, en España, en todas partes. Y Prokófiev hizo una ópera sobre ‘El amor de las tres naranjas’. Otra anécdota muy importante en esto de la recogida de cuentos: me pasó en Tetuán, donde estuve contando cuentos. Y curiosamente yo conté el cuento de ‘La niña que riega las albahacas’, que es un cuento magistral. Y cuando termino el cuento, también en traducción simultánea, claro, yo lo contaba en castellano y otra persona lo contaba en árabe. La gente se reía muchísimo, porque es un cuento muy divertido. Pues se me acercó un señor, me dijo: “Oiga usted, yo ese cuento se lo escuchaba a mi abuela”. Y le digo: “No me diga”, y me dice: “Sí, ese cuento me lo contaba mi abuela” y digo: “¿Y su abuela, vive?”. “No, no, ya murió hace mucho tiempo”. Y digo: “¿Y de dónde era?”. Y dice: “Era de una aldea de las montañas en el Atlas. Era bereber”. Estaba hablando de una señora que habría vivido, pues habría nacido, yo calculo que a comienzos del siglo XX o antes. Y contaba el mismo cuento. En árabe. Yo me quedé estremecido, como siempre me pasa en estos casos y digo: “¿Y cómo demonios? ¿Cómo demonios se explica esto?”. No tiene explicación más que que esas grandes migraciones a las que ya he aludido, que se producen en esa época tan convulsa de la historia de la humanidad, pues llevan los cuentos por todas partes. Se disemina la información de los cuentos de una forma que es imposible averiguar cómo, cuándo y por qué. Esto es un misterio total. Todo esto es maravilloso. Configuran un mundo que al niño le tiene fascinado, como a cualquiera que se le cuente por primera vez. Porque todos nos hacemos niños cuando nos cuentan un cuento por primera vez, o por segunda o por enésima. Nadie escapa de la magia de un cuento.
“Todos nos hacemos niños cuando nos cuentan un cuento por primera vez”
Pues entonces ya, que se echen a contarlo, sin ningún problema. Y sin ponerle muletillas. “No, no leas tal, ahora…”. Cuidado, que él vaya contando y que los propios compañeros, su compañero o compañera le diga: “Te ha faltado esto, te ha faltado lo otro”. “No”. Entonces tú ya vas poniendo un poco de orden y tal. Alguien se propone para contarlo completo. Pues: “Lo dejamos para mañana”. Entonces, crear alrededor del cuento un discurso de aprendizaje que en realidad es de autoaprendizaje solamente propiciado por el maestro o la maestra. Los docentes somos, o deberíamos ser, inductores. Nunca transmisores de conocimientos que creemos que van a entrar en la mente del niño o del adolescente como entra una piedra en un saco. Bueno, y otra cosa que yo recomiendo porque soy hombre de teatro también, es que hagáis versiones dramatizadas del cuento. Esto da un resultado fantástico. Cuando tú pones a todo el profesorado a sacar una historia para llevarla a un escenario, con cualquier cuento, se pone en marcha un proyecto de dinamización cultural y educativa prodigioso. Todo el mundo está empeñado y todo el mundo quiere hacer algo. El que hace los decorados, el que hace los trajes, el vestuario… Se pide la ayuda a las asociaciones de padres de alumnos, todos colaboran a gustísimo. Uno que dice: “Pues yo manejo la proyección y voy a proyectar al mismo tiempo, no sé qué”. “Pues yo voy a ir a hacer la iluminación”. “Pues yo…”, todo el mundo. Se crea un equipo de colaboración maravilloso. Y esa es la verdadera educación, creo yo.
“Los docentes deberíamos ser inductores no simple transmisores de conocimientos”
No sé si sabes que en 1812, cuando aparece la primera edición de los hermanos Grimm, se forma un escándalo tremendo en Alemania, pero tremendo. La burguesía no está dispuesta de ninguna manera a que sus hijos lean esos cuentos tan morbosos, tan horribles, tan vulgares, que eso es propio de campesinos iletrados. “¡Por favor! ¿Hasta dónde vamos a llegar?”. Y la historia triste de esto es que los propios hermanos Grimm van adaptando poquito a poco, poquito a poco, van quitando este cuento, quitando el otro, no sé qué… Y ellos mismos caen en, digamos, suavizar algunos cuentos. Pero aun así es una recopilación imprescindible, como es en España la de Espinosa. Pero lo que normalmente se entiende como tradición oral, desgraciadamente es deudora de los arquetipos derivados de los hermanos Grimm o de Charles Perrault. Claro, incluida ‘Caperucita’. Todo eso tiene muchísimo trasfondo. Ten en cuenta que hasta adaptarlos a lo que podía soportar la sociedad burguesa, los cuentos sufren muchísimo, pierden por el camino… Bueno, montones de… Fíjate que ya te he dicho que se perdió ‘Medio pollito’, por Dios, porque aparecía la palabra “culito”. Y se perdió ‘La niña que riega las albahacas’, porque la niña, la chica se burla del príncipe, que es un príncipe acosador de doncellas. Cuidado. El cuento es absolutamente extraordinario y se burla de él, pues administrándole a guisa de supositorio un rábano por semejante sitio. Pero yo siempre aconsejo, digo, si vais a contar ‘Caperucita’, contad el cuento tal como era, que para eso lo han recuperado los etnógrafos franceses a mediados del siglo pasado. Si vais a contar ‘Cenicienta’, contad la versión popular, si vais a contar cuentos de lobos, poned siempre en relación al lobo con la zorrita. Porque en la relación del lobo con la zorrita siempre gana a la zorrita, que es la más inteligente. ¿Por qué gana? Porque es astuta, porque vence al lobo con la inteligencia. Es un tratamiento mucho más amable que el del lobo feroz. Es el lobo presuntuoso, en la tradición oral, es el lobo presuntuoso que es vencido por la zorrita, que es más inteligente. Y hay montones de cuentos de lobos y de zorras, montones. Y en todos pasa lo mismo y todos son muy divertidos. De manera que ahí tenéis otro repertorio que se escapa un poco del estereotipo. Todo esto es así. Los cuentos de heroínas son tan abundantes como los cuentos de héroes. Pero claro, en la tradición oral auténtica. Si te vas a los repertorios banalizados, y no digamos ya tergiversados y edulcorados, pues entonces claro, tienes razón, que las mujeres de los cuentos…, sí, claro. Pero ¿en qué versiones?
Se fue un momento al cuarto, salió vestido de príncipe rico y al padre le dio tal ataque de risa que se murió de risa, como era tradición familiar. Y ya los pobres se quedaron allí desconsolados. “Mira, no os preocupéis”, había dicho el padre. Bueno, a todo esto, ¿qué pasa? Que en el reino de enfrente había un rey avaricioso que se entera de que los príncipes del rey pobre tienen esas tres cosas. El rey avaricioso solo tenía una hija, que le llamaban “la princesa cuentadineros”, porque solo sabía contar dinero. Lo único que sabía. No había salido nunca de una habitación donde su padres la tenía recluida. No le daba ni el sol. Y dijo: “Pues ahora mismo voy a apoderarme de esos tres objetos maravillosos, que no sé por dónde le han llegado a los tres príncipes estúpidos”. Al primero que captura el rey es al más pequeño y le dice: “Ya me estás sacando oro de esa bolsa toda la noche”. Y el pobre no tiene más remedio que ponerse a sacar monedas de oro y a la mañana siguiente estaba la habitación llena de monedas de oro. Cuando abren la puerta los guardianes se les cae encima y los tapa, y él aprovecha para saltar por encima y se va a su casa. Y el hermano le dice: “Ya te has gastado una de las cosas más importantes que teníamos, ¿ahora qué vas a hacer?”. Dice: “Hombre, préstame tu sombrero de ‘póntelo y no te ven’. Voy a rescatar la bolsita de oro”. Y dice: “Bueno, pero ten mucho cuidado, que en ese palacio, ese rey es muy malo”. Se pone el sombrero, se vuelve invisible, se cuela por el palacio, llega hasta donde está la princesa, contando dinero, contando las monedas y le dice, sin quitarse el sombrero: “Me vas a devolver mi bolsita de oro o aquí va a pasar algo”. Y dice la princesa: “¿Y cómo es que te oigo y no te veo?”. Y el pobre se quita el sombrero para que lo viera y en ese momento los guardianes se dan cuenta y van a por él. Pero él sale corriendo y se escapa por la ventana y llega otra vez a su castillo. Y dice: “Pues he perdido también el sombrero de ‘Póntelo y no te ven’”. Y dice el mayor: “Pues ya solo nos queda el barquito y yo no quiero quedarme sin él”. “Bueno, dejádmelo un momento que yo voy a ver si consigo con el barquito rescatarlo todo”. Efectivamente, va con el barquito. Se pone delante del palacio del rey, dice: “La princesa cuentadinero, aunque no la quiero, si da conmigo una vueltecita por el mundo, por el mundo tiene que ser por el mundo entero, yo me caso con ella”. Y el rey dice: “Uy, tonta, venga, al barco con él, venga, que ahora vamos a quedarnos también con el barco”. Y en la primera vuelta alrededor del mundo se mareó. Y a la segunda se desmayó. Y el rey que estaba arriba en la torre diciéndole: “Ay, que me la vas a matar, que es la única que tengo”. Y le dice: “Bueno, yo te la devuelvo si tú me devuelves el sombrero de ‘Póntelo y no te ven’ y la bolsita de oro que nunca acabaré”. Y el rey dijo: “Vale, vale, pero por favor, devuélveme a mi hija, que es la única que tengo. Por favor”. “Toma, ahí la tienes”. Sacaron del barco aquella pobre princesa y se la devolvieron al padre. Y el padre devolvió todas las cosas al príncipe chico, que volvió a su casa con sus hermanos y siguieron divirtiéndose horrores y no han dejado de pasarlo bien. Y colorín colorete, por la chimenea sale un cohete.