¿Qué significa tener una buena autoestima?
Silvia Congost
¿Qué significa tener una buena autoestima?
Silvia Congost
Psicóloga
Creando oportunidades
Claves para evitar la dependencia emocional
Silvia Congost Psicóloga
¿Qué son las relaciones dependientes y cómo podemos detectarlas?
Silvia Congost Psicóloga
Silvia Congost
La psicóloga Silvia Congost se especializó en autoestima y dependencia emocional gracias a la relación tóxica que vivió en primera persona: “No lograba salir de aquella espiral tan destructiva. Me di cuenta de que ni mis estudios, ni mi experiencia podían ayudarme a salir de allí. Lo que viví me enseñó mi verdadero propósito en la vida: ayudar a todas las personas que necesiten recuperar su autoestima, dejar de sufrir en relaciones tóxicas, y conseguir independencia emocional”. Congost sostiene que una relación dependiente es cualquier relación en la que no nos sintamos libres de ser nosotros mismos, cuando nuestra autorrealización personal se ve obstaculizada: “La dependencia emocional es la incapacidad de cortar una relación en aquellos casos en los que deberíamos de cortarla”. Y añade: “Lo que no debemos hacer con las personas tóxicas es intentar cambiarlas”.
Además, Silvia Congost es autora de los libros ‘Si duele, no es amor’, ‘Cuando amar demasiado es depender’, 'A solas' y ‘Autoestima automática’, entre otros, en los que reflexiona sobre el concepto de amor mal entendido que tenemos en la actualidad: “Estar en una relación de pareja es estar en una perpetua incertidumbre, no hay garantías nunca en ninguna relación de pareja”.
Transcripción
Por ejemplo, si siento que soy una persona fuerte y capaz, eso me llevará a resolver las dificultades que haya en mi vida, los retos que yo me ponga, conseguir los objetivos que yo me marque, con más facilidad que si yo siento o pienso o tengo la seguridad de que soy una persona que no soy capaz, que soy débil o que no estoy a la altura o que no soy suficiente, que es lo que creen muchas personas con baja autoestima. Después también, claro, si yo pienso que soy una persona poco importante o poco valiosa, eso probablemente me va a llevar a tener miedo de que nadie me elija, ¿no? Y por ejemplo, en las relaciones de pareja, si yo siento que no valgo y siento que nadie me va a elegir, voy a conectar con el miedo a quedarme sola, a quedarme soltera toda mi vida, a no poder ser madre, a no poder tener hijos, por ejemplo, a verme desvalida.Entonces, eso me puede llevar a una serie de consecuencias como, pues, que me aferre a una persona, a una relación que tal vez es tóxica. Pero antes que quedarme sola prefiero seguir ahí. O me puede llevar a situaciones como dejar pasar oportunidades importantes en mi vida. Evitar promociones dentro del trabajo, que me están ofreciendo la oportunidad de promocionarme. Y ir dejando pasar esas oportunidades porque me siento insegura y siento que no estoy a la altura. Y, claro, eso me generará ansiedad, me generará muchos síntomas que también pueden ser depresivos, y tendrá consecuencias negativas en mi vida.
Después hay otro pilar que es la aceptación de uno mismo, la auto aceptación. Aceptarnos significa abrazarnos por ser como somos. Eso no lo podemos hacer sin conectar con algo que para mí es muy importante, que es nuestro niño interior. Hacer un viaje para descubrir cómo ha sido ese niño que todos llevamos dentro, qué es lo que vivimos en la etapa de nuestra infancia, cómo nos trataron nuestros padres, qué es lo que nos dieron, qué es lo que nos faltó durante esa etapa, qué carencias tuvimos, nos ayuda muchísimo a entender por qué hoy somos el adulto que somos y tenemos la autoestima que tenemos. Cada uno llevamos unas mochilas en nuestra espalda con unas experiencias emocionales. Y en función de lo que hemos tenido o nos ha faltado, sobre todo a nivel de reconocimiento o desaprobación, y a nivel de afecto o de carencias afectivas. Esos son los dos pilares que construirán una autoestima sólida. Entonces, conectar con ese niño nos permite conectar también con la compasión, que es otro ingrediente muy importante para fortalecer la autoestima. La compasión es la capacidad de empatizar con el dolor de otra persona, de sentir su dolor. Pero hay algo en nosotros que nos mueve para tratar de suavizarlo, de evitarlo, de que esa persona sufra menos.
Entonces, eso es lo que nos lleva a poder aceptarnos por ser como somos y aun así abrazarnos. Pero eso no deja de que después tenemos que ir al tercer paso, que es tomar responsabilidad, responsabilizarnos. Es decir, una vez yo soy capaz de mirarme a mí mismo y me acepto por ser como soy, debo darme cuenta de que es responsabilidad mía hacer algo para mejorar en aquellos aspectos en los que yo pueda mejorar. Entonces, tomar responsabilidades. Pues, pedir ayuda si a veces necesitamos hacerlo. Aceptar que hay ciertos aspectos en los que deberíamos cambiar. Fíjate que hay muchas personas, seguro que conoces a alguien que no tiene esa capacidad de autoanálisis o de asumir esa parte que debería cambiar. Cuando no tenemos esa capacidad, no mejoramos ni cambiamos nada. Entonces, ese punto también es muy importante.
Entonces, fijarnos unos propósitos, tener unas metas, para después poder ir evaluando si los pasos que vamos dando nos van acercando hacia esa dirección o no. Y si tenemos que reajustarnos, también es muy importante. Y el último pilar sería vivir de forma íntegra, ser personas íntegras. Ese punto él a veces lo explica diciendo que deberíamos ser personas que tratemos de promover la autoestima en los demás. Eso significa, pues, ser un ejemplo también. Es decir, tratar a todos por igual, tratar a todo el mundo con respeto, no juzgar, no etiquetar a las otras personas, ser claros con lo que queremos, dejar espacio, aceptar a los demás como son, pero poner límites también, saber decir no. Entonces, cuanto más vivamos como personas íntegras, fortaleciendo esos seis pilares, más vamos a crear también en nuestro entorno personas con nuestro ejemplo con una buena autoestima.
Pues mira, el primero es cuando no se es correspondido en el amor. Es decir, cuando estás con alguien que ya no te quiere. Eso se puede dar de dos maneras. Puede ser que esa persona venga y te diga: “Mira, Águeda, ya no te quiero, no quiero estar más contigo, quiero dejar la relación”. Ahí, claro, si tú tienes dependencia, tu reacción va a ser “no, no, no, por favor, por favor”. Empezamos a arrastrarnos. Empezamos incluso a denigrarnos. “No me dejes. Voy a cambiar esto. Voy a hacer lo otro. Ya voy a ser más así como a ti te gusta”. Puede que empecemos a ceder en cosas que no encajan con nuestros propios valores. Entonces, ahí, fíjate que entramos en una dinámica de perder la dignidad cuando en realidad la otra persona nos está diciendo que no nos quiere. No hay nada más que hablar, en realidad. Pero estamos ahí porque hay dependencia, porque no queremos cortarlo. O puede ser también que esa persona no nos ame, pero no nos lo diga. Y son esas personas muy manipuladoras que vienen y te regalan los oídos y te dicen: “Eres maravillosa, no sé lo que haría sin ti, eres lo más importante que tienes”. Bla, bla, bla, bla, bla. “Que tengo”. Pero después por otro lado ves que te engaña, que te oculta cosas, que se comporta de una manera, que con los actos te está demostrando que no te quiere.
Yo siempre, a mis pacientes… Hay una frase que ellos conocen, que es “tápate los oídos y mira”. Cuando lo que te dice y lo que hace no encaja, siempre tienes que quedarte con su conducta, con lo que te está demostrando con los actos, porque eso es lo que no miente. Ahí está la realidad. Entonces, ese sería un caso, cuando la otra persona ya no te ama. Otra circunstancia en la que siempre tendríamos que cortar la relación, y cuando hay dependencia no lo hacemos, es cuando nuestra autorrealización personal se ve obstaculizada. Es decir, cuando yo no puedo ser yo misma, no puedo expandirme, no puedo crecer, no puedo hacer las cosas que a mí me gustaría hacer, ir con las personas con las que a mí me gustaría ir. A lo mejor puede que deje mi trabajo, mis proyectos, etcétera. Y me voy perdiendo poco a poco a mí misma. Para gustarte a ti, para que tú no me dejes, yo me voy convirtiendo en lo que creo que tú quieres que sea.
Y claro, y yo les digo a veces: “Ya, pero ¿y qué ocurre si cuando está nervioso o nerviosa…?”. Porque el maltrato está tanto en hombres como en mujeres, ¿eh? “¿…si un día está muy nervioso o nerviosa te pega un puñetazo?”. Y luego me dicen: “No, no, claro. Entonces, si te pega, esto ya no. Aquí ya pondría un límite”. Claro, pero es que una cosa es maltrato físico y otra es maltrato psicológico. ¿Cuál es peor? ¿Por qué pensamos que el físico es peor que el psicológico? Porque el psicológico te puede destruir hasta el fondo. Incluso hay personas que las lleva a su propia destrucción física real. Entonces, claro, debemos ser capaces de identificar estas situaciones para que podamos decidir qué es lo que queremos hacer y enfrentarnos hacia salir de esa relación, aunque nos cueste.
Habla con esa persona y le explicas: “Mira, me siento así cuando me tratas de esa forma, cuando actúas así, cuando me dices eso, cuando haces lo otro. Por lo tanto, voy a tomar distancia. A partir de ahora voy a venir a verte menos, ya no voy a quedar más contigo, voy a tomar esa decisión”. Y el tercer paso evidentemente es distanciarnos. Hacerlo. Porque a veces hay gente que se queja mucho pero no pasa a la acción. Y lo que no debemos hacer con esas personas que son tóxicas es quedar atrapadas, sino intentar cambiarlas. O intentar que se den cuenta de que no deberían actuar así, ¿no? A mí me dicen muchas veces: “Es que he intentado hacérselo ver por activa y por pasiva, a mi padre o a mi madre, que me hace daño que me trate de esa forma, o que reaccione de aquella otra”. Es que no se trata de eso porque la otra persona probablemente no está preparada para hacer ese cambio, para verlo. Somos nosotros los que debemos cambiar.
Y luego, respecto a lo que podemos hacer, yo siempre con este tema lo tengo muy claro. Lo mejor que podemos hacer es tratar de ser buenos ejemplos para ellos. Es decir, ellos al final acaban copiando patrones que nosotros les hemos enseñado. Mira, ahora me estoy acordando de un caso que tuve en la consulta, de una chica que vino porque llevaba ocho años en una relación. Ella tenía como unos 27 años y desde hacía ocho años estaba con un chico que, aparentemente… Ella lo explicaba como que había estado siempre muy bien, vivían juntos, tenían buenos trabajos los dos, pero él conoció a otra chica, la engañó, la estuvo engañando mucho tiempo. Que si “No, que eres una paranoica, que eres tú que te lo haces todo”. Eso es muy frecuente también cuando uno de los dos miente al otro. Es como, haces ahí una manipulación que uno acaba creyendo que se está volviendo loco o loca. Entonces ella, bueno, vino a verme, hicimos todo un trabajo. Le costó mucho salir, pero al final lo consiguió, se liberó. Y, curiosamente, al cabo de un año o así, apareció la madre en la consulta. Vino a verme su madre. Que yo no sabía que era su madre y me lo explicó: “Mira, soy la madre de tal”.
Y vino porque estaba… No conseguía superar una relación que, teóricamente, ya había dejado hacía un año, con un señor con el que había estado, creo que fueron 20. O sea, su hija había crecido también con ese señor. Y el señor… Ella me explicaba que había conocido a otra mujer, pero que no tenía claro si quería estar con la otra mujer o con ella. Ella estaba ahí esperando a ver si se decidía. Y le decía: “No, es que tú eres muy importante, no quiero cortar el contacto contigo, pero, claro, es que ella…”. Y quedó atrapada ahí y ese atasco duró como un año. Como un año o dos años o más, ¿no? Duró muchísimo. Entonces, claro, yo le dije a ella: “¿Conoces a alguien que ha tenido una relación muy parecida a esta que tú me estás explicando?”. Y, claro, ya ahí ella se puso a llorar. Y dijo: “Ostras, mi hija”. ¿No? Es exactamente la misma relación. Claro, no nos damos cuenta, pero somos los modelos de los que nuestros hijos aprenden. Claro, somos sus referentes.
Entonces, muchas personas a mí me dicen a menudo: “Es que, Silvia, si no fuera por mis hijos, yo ya me habría separado”. Esta frase la he escuchado infinidad de veces. Pero no nos damos cuenta del gran error que cometemos cuando quedamos ahí atrapados. Yo sé que un padre o una madre lo hace como un sacrificio, como un acto de generosidad enorme, pero lo que estamos haciendo es enseñándoles a nuestros hijos que esa forma de relacionarnos, ese modelo de relación, es lo normal, es lo correcto. Entonces, ellos, con muchas probabilidades, van a buscar personas con las que reproducir ese mismo modelo. Y eso es algo que tendríamos que verlo para poder empezarlo a cambiar, ¿no? Empezar a cambiarlo. Cuando un padre le demuestra a sus hijos que, si no está bien o la relación es tóxica y no es sana, puede separarse para empezar de nuevo su vida, liberado, feliz, recuperándose a sí mismo, ahí es donde estamos siendo verdaderamente un buen ejemplo para ellos. Y eso es lo que les deberíamos enseñar siempre. Enseñarles, en definitiva, también a pensar en el amor de una forma sana, de una forma racional, de una forma mucho más coherente y que no les lleve nunca a perder la autoestima o, lo peor que hay, perder la dignidad.
Y es verdad. No hay garantías nunca en ninguna relación de pareja. Y eso… No tenemos que estar levantándonos cada día pensando y repitiéndonos que se puede acabar la relación. No hace falta. Pero tener asumido que no hay garantías y que es verdad que puede acabar en cualquier momento, igual nos llevaría a que si la relación acaba, no se hunda nuestra vida de la manera que se hunde muchas veces, que ya todo pierde sentido, uno incluso puede que piense en el suicidio, que su vida ya no vale la pena. Eso lo que demuestra es que tenemos un concepto del amor que es completamente malentendido, ¿no? Está malentendido.
Claro, para poder estar bien ahí necesitas que esa persona cambie todo eso. Y eso no va a ocurrir. Todos tenemos los valores que tenemos, no los podemos cambiar porque sí. Y no nos vamos a sentir cómodos, ¿no? Porque las cosas importantes las veremos diferente y entonces no miramos hacia la misma dirección. Y siempre que ocurre algo que choca con alguno de nuestros valores, ahí deberíamos poner un límite.
O también hay otra cosa, otro aspecto, tú que tienes hijos, que te puede ayudar y a otras personas también. Es, cuando vives una situación determinada en la relación que te hace sufrir, pero no estás segura de si deberías poner un límite o no, pregúntate: “Si yo viera que mi hijo o mi hija vive una situación igual con su pareja, ¿yo qué le diría? ¿Que lo deje pasar o que eso no lo puede tolerar bajo ningún concepto?”. Porque cuando piensas en un hijo, normalmente ves los límites, dónde tienen que ir, con una claridad total y absoluta.
El tema de los celos.
Tienen miedo de que su pareja les deje por esas personas. Entonces, ven peligro en cada esquina. Y eso les hace sentirse muy mal y ponerse agresivos o agresivas, controlar, querer controlar el móvil, querer controlar las redes, etcétera. Y, claro, eso es un… No se puede vivir al lado de alguien así. Es un sinvivir. Entonces, esas personas, si son conscientes de eso, volvemos a lo mismo, pueden pedir ayuda para fortalecer su autoestima. Y pueden hacer cambios importantes. Y luego… Claro, pero lo que pasa es que muchas veces no lo son. O a veces dicen: “Vale, voy a pedir ayuda porque tú me estás amenazando de que si no pido ayuda me vas a dejar porque ya no aguantas más esa situación”.
Te lo crees.
La parte sexual, que a veces hay parejas que la descuidan. Hay muchas parejas que no tienen vida sexual. Claro, entonces, yo no creo que sean pareja. Son amigos, comparten piso, hacen de padres, pero no tienen una relación de pareja como tal. Porque la parte sexual es uno de los pilares más importantes de los tres pilares esenciales en la relación. Entonces, esa parte también. Si hay problemas, deberíamos pedir ayuda. Cuando hay problemas a nivel sexual, es cierto que, por lo general, y más a los hombres, tal vez, les cuesta mucho pedir ayuda. Es como… Bueno. Pero cuando piden ayuda, también son problemas que, por lo general, se solucionan con bastante rapidez. Entonces, yo creo que vale la pena. Después hay problemas a nivel de comunicación, que no sabemos comunicarnos bien o no nos comunicamos de una manera respetuosa. Pensamos que la otra persona ya tiene que saber qué es lo que nos está pasando, ya tiene que intuir qué es lo que nos pasa por la cabeza porque, claro, ya nos conoce, ya debería saberlo, ¿no? O la típica situación de una mujer que llega de la peluquería y da por sentado que el hombre ya tiene que ver que te has cambiado el peinado, que te has hecho mechas, y como no te dice nada, ya empiezas a molestarte. En vez de entrar y decir: “Oye, mira, he ido a la peluquería. ¿Te gusta cómo me ha quedado?”. Y entonces te dirá: “Pues te veo muy guapa”. Todo perfecto, todos contentos. Pero no. Vamos ahí.
Y luego, para mí, un error que creo que es de los más extendidos y los más graves, el error por excelencia, es tratar de cambiar al otro. Es como “elijo a esta persona, ¿no?”. Te elijo a ti por algún motivo, probablemente porque tú te has fijado en mí, y luego “ya le iré poniendo yo los atributos que a mí me vengan bien, ya iré haciendo yo que se convierta en la persona que yo quiero que sea”. Y entonces es como que empezamos a exigirle. “Es que no eres cariñoso, es que no eres detallista, es que no me tienes en cuenta, es que no haces eso, no haces lo otro”. Y, claro, entonces deberíamos preguntarnos… Porque probablemente esa persona siempre ha sido igual. ¿Por qué hemos elegido a esa persona así? Y seguro… A veces hay alguien que, cuando yo digo eso, dice: “No, Silvia, pero es que al principio no era así”. Y yo les digo: “Ya, pero ¿qué principio?”. Estamos hablando del enamoramiento. El primer año, año y medio, no cuenta. O sea, no puedes tomar la etapa de enamoramiento como referencia porque ahí no estás viendo la realidad porque estamos enamorados. Hay una serie de cambios químicos en el cerebro que hacen que tú no veas la realidad como es, que todo lo ves más bonito, como que nada te preocupa, lo pasas todo por alto, tus manías desaparecen, y luego cae la realidad, pero siempre ha estado ahí. Entonces, deberíamos plantearnos por qué hemos elegido esa persona y si realmente esa persona nos gusta. Yo a veces les digo también: “Si a ti te dijeran…”. Que esa es una pregunta que yo creo que da mucho que pensar. “Si a ti te dijeran que tu pareja, dentro de diez años, va a seguir siendo exactamente igual de lo que es hoy, ¿la elegirías?”.
Porque ante esta pregunta, cuando alguien está en una relación que es tóxica, su respuesta automática es no. “No, no, no, no”. Entonces ahí ya conecta con “no, no, no, necesito que cambie esto, que cambio lo otro”. Y ahí es cuando ya vamos mal otra vez. Para estar en una relación bien, debemos sentir que hay respeto y aceptación total de lo que es la otra persona, de quién es la otra persona. Evidentemente, puede tener características que me van a gustar menos, ¿no? Todo el mundo… Nadie es perfecto y todo el mundo tendrá algo que no me gustará o que no nos gustará. Pero se trata de sentir que esos aspectos que no nos gustan tanto no necesitamos que los cambien. Somos capaces de aceptarlos y no nos afectan, no nos dañan la dignidad, no nos daña la autoestima, no nos hace sentir mal, no nos hace acabar llorando esos aspectos que no nos gustan. Podemos tolerarlos. Entonces, cuando hay aceptación y respeto, normalmente también hay otro ingrediente que es básico, que es la admiración. Debemos sentir que admiramos a nuestra pareja. Cuando dejamos de admirarle o admirarla es cuando aparece la decepción. Y la decepción mata el amor. Cuando esa persona nos decepciona, ha hecho algo que dices: “¿Con quién estoy? ¿Pero cómo es posible que haya hecho esto? No me lo esperaba, no lo hubiera dicho nunca”. Ahí es como que se cae de ahí donde le teníamos y ya no le vemos nunca más igual. Es muy difícil superar eso.
Por ejemplo, cuando hay un engaño, ¿no? Cuando hay una infidelidad. Hay personas que, si es una infidelidad puntual, tal vez lo superan porque ambos se dan cuenta de que han tenido algo que ver. Igual uno ha dejado bastante al otro de lado y el otro, pues, se ha acercado a un compañero de trabajo y han acabado teniendo una historia, pero se arrepiente, se siente muy mal. Igual con una terapia de pareja pueden incluso fortalecer más su vínculo. Pero, claro, ¿qué pasa con esos casos en los que lleva cinco años de relación paralela con alguien más? Eso no se puede tolerar, ¿no? Entonces, cuando uno descubre eso, ahí hay una decepción tan grande que es imposible, imposible, por mucha terapia que se haga, de superar eso. Porque tú ya no quieres a esa persona, ya no la amas. Cuando uno vive algo así te dirá: “No, pero yo quiero solucionarlo porque yo aún le quiero o la quiero”. Pero no es verdad. Amar es algo que se da cuando hay un dar y recibir a partes iguales. Debe ser recíproco. Y cuando tú sientes que has dado, pero no has recibido, o que lo que has recibido es algo que te ha dañado, tú no te sientes amado ahí. Y si no te sientes amado por tu pareja, no puedes amarle o amarla tampoco. Entonces, plantearnos si aceptamos nuestra pareja como es. Y si la admiramos a esa persona. Es básico. Cuando no es así es cuando entramos en esa dinámica de intentar cambiar a la otra persona.
“Es que… No, no, es que a ti no te quiero perder. Es que esto ya lo he dejado”. Y luego te enteras que sigue en contacto. O “Vamos a hacer terapia para superarlo”, pero después te enteras de que sigue en contacto. O empieza a tratarte de una manera que encima parece que tú le tengas que pedir perdón a él, encima que es la otra persona la que te ha engañado. Entonces, entramos en un juego en el que es la persona que ha sido engañada la que tiene que despertar y tomar conciencia de qué es lo que está ocurriendo. O sea, su pareja le ha demostrado con los actos que hace años que ni la ama ni la respeta. Al contrario, la desprecia, la menosprecia, la humilla, porque es muy humillante para una persona sentir que tu pareja ha actuado de esa forma. Y ahí, por supuestísimo, no hay amor. Yo me acuerdo ahora… El otro día, en uno de los viajes que hago en tren, que voy mucho en AVE, que vi una película de Ricardo Darín.
Y le dicen: “Ah, pero ¿no estás con…?”. “No, no. Nos hemos dado tiempo”. Por eso hago lo que quiero, lo que me da la gana. Y el otro está ahí… “No, es que le he dado tiempo…”. De celibato. Claro. No puede ser esto. Y aparte, ¿después qué, nos ponemos una fecha? “A partir de tal día”. Porque eso también lo hacen. “Nos hemos dado hasta el 15 de octubre”. Claro. ¿Y el 15 de octubre qué va a pasar? ¿Te vas a iluminar y lo vas a ver todo claro? Esto no tiene sentido, ¿no? O cuando una persona, por ejemplo… Otra traducción es… Te dicen: “Me encantas, pero ahora en este momento tengo problemas, tengo que resolver cosas, tal”. Pues no. Yo digo siempre: “Cuando hay un pero, ese pero se carga todo lo anterior”. Es como que pusieras un “no” delante. “No me encantas, no me gustas y no nada”. Porque si no, de nuevo, nos auto engañamos. El traductor de Silvia es una herramienta creada para evitar el autoengaño. Porque tendemos a creer lo que nos gustaría que nos estuvieran diciendo. Entonces, cuando dicen: “Me gustas mucho, pero…” a ti el “pero”… Te da igual lo que venga después. “Es que me ha dicho que le gusto, entonces no está todo perdido. Hay posibilidades”. Ya. Pero resulta que se ha ido. ¿Esa persona dónde está? Yo no la veo. Entonces no está a tu lado. Se acabó la relación. Y cuanto antes lo asumas, antes podrás seguir con tu vida. Igual que con las personas que dicen que tienen miedo al compromiso. O esas cosas de “No eres tú, soy yo”. También. Hay muchísimos. De hecho, la gente por Instagram últimamente nos manda muchísimos. “Quiero que tu traductor me traduzca tal situación”. Y nos va muy bien porque vamos utilizándolas cada semana. De hecho, en Instagram vamos sacando una traducción. Y crea mucha polémica también porque ahí se ve que hay mucha gente que no quiere aceptar eso. Cuando tú le dices a alguien: “Es que si te dice eso es que no te quiere”, se rebotan, se rebelan, no lo soportan. No lo quieren, no quieren. Ellos quieren seguir con su autoengaño aunque están sufriendo. Entonces, si nos genera esa reacción, precisamente es porque tenemos algo que reflexionar sobre el tema y valdría la pena que lo pensáramos.