COMPARTIR
Generated with Avocode. Path Generated with Avocode. Rectangle Copy Rectangle Icon : Pause Rectangle Rectangle Copy

¿Puede caerte mal tu propio hijo?

Sara Tarrés

¿Puede caerte mal tu propio hijo?

Sara Tarrés

Psicóloga y divulgadora


Creando oportunidades

Más vídeos sobre

Sara Tarrés

El papel lo aguanta todo, pero la práctica es muy diferente. Para la psicóloga Sara Tarrés, la crianza tiene asperezas que solo se aprecian una vez que se ejerce. Hasta ese momento el discurso que impera está enmascarado de expectativas e ilusiones sobre quiénes seremos como progenitores y cómo deberían de ser nuestros hijos. Ante ese caldo de cultivo, la realidad se impone y destapa un tema tabú: ¿Puede caerte mal tu propio hijo? Su respuesta es clara: “Ocurre y se da con mucha más frecuencia de la que nos creemos, pero se habla poco de ello porque tenemos miedo a expresarlo porque se nos juzga”.

Una de las claves para llegar al origen de estos sentimientos es conocerse, cuestionarse y comunicarse desde el amor para no ir en piloto automático y hacer una gestión emocional más natural, liviana y realista: “Una cosa es sentir la emoción y otra cosa es qué hacemos con esta emoción. Vamos a sentir, escuchar, mirar más allá de las palabras y conectar con nuestra esencia sin juicios ni comparaciones”, añade. Solo así se es referente.

Sara Tarrés es psicóloga especializada en Psicopatología Infantojuvenil, miembro del Grupo de Trabajo en Inteligencia Emocional del Colegio Oficial de Psicología de Catalunya desde 2018. Además de asesora y directora en sesiones de reeducación para padres, maestros y profesores. Desde 2012 divulga contenidos sobre psicología, crianza y educación en su blog ‘Mamá Psicóloga Infantil’, y es autora de los libros ‘Mi hijo me cae mal’ y ‘Mis emociones al descubierto’.


Transcripción

00:05
Sara Tarrés. Soy Sara Tarrés, psicóloga infantojuvenil, madre de dos hijos y autora de ‘Mi hijo me cae mal’ y ‘Mis emociones al descubierto’.

00:17
Melania Montano . ¿Qué tal, Sara? ¿Cómo estás? Mi nombre es Melania y soy periodista. Estoy encantada de estar aquí hoy contigo para hablar sobre psicología y crianza.

00:25
Sara Tarrés. Hola, Melania. Un placer estar aquí contigo y hablar de estos temas tan interesantes y tan bonitos.

00:31
Melania Montano . Sara, en la introducción de tu libro explicas cómo muchas mujeres desde niñas sueñan con ser madres y esto a veces puede causar mucha presión. Me gustaría que nos contaras por qué se ha romantizado este concepto y si crees que es una de las principales causas que generan esta frustración en la maternidad.

00:50
Sara Tarrés. Sí, la verdad es que sí. Hay muchas mujeres que desde niñas sueñan con ser madres y luchan por serlo a toda costa. Pase lo que pase, ellas quieren ser madres. Para otras mujeres este no es su objetivo principal en la vida, pero todas nosotras sí que tenemos una idea de esa madre perfecta, ideal, que está en nuestras mentes. Una madre ideal que se ha ido gestando, ha ido entrando en nuestras mentes a través de nuestra infancia cuando jugábamos con nuestros muñecos o a través de las expresiones que nos decían nuestros padres o incluso nuestros familiares. Pero no solo eso, también se ha ido gestando a lo largo de la historia. No solo viene de nuestra infancia, sino que históricamente tenemos una idea de madre ideal, de perfección. Si nos fijamos en los cuadros, en las esculturas, en los textos religiosos, tenemos una idea de madre abnegada cuidando de su bebé y siempre vemos imágenes más bien románticas, dulces. No vemos dolor, no vemos frustración. Y así es como va entrando poco a poco en nuestras mentes esa idea de madre. Más recientemente en la historia, esta idea ha entrado a través de la publicidad, a través de las revistas. Todos podemos recordar revistas con una portada con una madre sonriente y un niño de ojos azules, sonrosado.

02:31

Y ya más recientemente, en la actualidad, este bombardeo de imágenes y de idea de madre perfecta es algo que se está volviendo casi insostenible a raíz de tener tanto acceso a información a través de internet y las redes sociales. ¿Qué nos pasa? Que la realidad, nuestra realidad, no es esa, no es la que nos muestran las imágenes ni de la publicidad ni de las redes sociales, es otra. La maternidad es cansada, es muy absorbente y eso empieza a generar frustración, frustración hacia nosotros, o nosotras, como madres, y pensamos que al niño le ocurre algo. Y empezamos ahí a entrar en unas emociones desagradables. Lo que nos ocurre es que tenemos la idea de que con nuestro hijo va a pasar lo mismo que vemos en las imágenes que hemos estado absorbiendo tanto en redes sociales como en las publicidades. Y resulta que nuestra realidad no es la misma. Ese bebé no se agarra al pecho tal y como habíamos pensado. Ese bebé no duerme por las noches plácidamente como nos habían contado. Ese bebé no come las papillas trituradas como nos ha explicado la amiga del parque. Ese niño sí tiene rabietas, y no como la amiga del parque, que te dice: «No, mi hijo no tiene rabietas».

04:13

Nuestros hijos empiezan a crecer, empiezan a contestarnos mal y nos creíamos que a nuestros hijos, porque eran nuestros hijos y los sabríamos cuidar mejor que nadie, los haríamos mejores que ningún otro padre. Nos contestan igualmente mal y nos frustramos y no acabamos de entender. Y resulta que claro, con ese ideal que teníamos formado en nuestra mente y nuestra realidad, en ese hueco, se va colando toda esa serie de emociones desagradables: la rabia, la frustración, la culpa, la vergüenza, la tristeza… Y aquí es donde se ha creado ese perfecto caldo de cultivo para que luego nuestro hijo nos caiga quizás no muy bien.

05:01
Melania Montano . Sumado a ese caldo de cultivo, están las sensaciones que cada una luego tiene a la hora de afrontar la maternidad, porque ya no solo tienes que lidiar con el niño o la niña que acaba de nacer, con ese bebé, sino con cómo te sientes tú en tu cuerpo, con tus nuevas emociones… Entiendo que ahí también hay mucho trabajo.

05:21
Sara Tarrés. Sí, porque es cierto que muchas de nosotras no nos sentimos bien. Incluso cuando estamos embarazadas no sentimos esa felicidad que se supone que tenemos que sentir y al igual estamos asustadas, al igual estamos tristes. Tenemos que lidiar también, más allá del parto y del posparto, con. que estamos muy cansadas y no estamos para mucho más. Nos sentimos culpables también por no recuperar el peso que hemos ganado. Algunas de estas mujeres se sienten mal porque se ven en un cuerpo que no reconocen. Hay muchas mujeres también que han perdido las ganas de mantener relaciones sexuales con sus maridos y, si no hay un buen acompañamiento por parte de la pareja, eso lo viven muy mal y aquí es una lucha de esta persona que tiene que hacer, y también es cierto que se acaba culpando mucho por no ser esa mujer que observa en las redes sociales, en las revistas y se siente francamente mal.

06:40
Melania Montano . ¿Cómo viven ellos también la paternidad?

06:43
Sara Tarrés. A ver, esta es la gran pregunta, Melania. Muchas veces a mí lo que me sucede es que no acabo de llegar a saber cómo lo viven, porque no lo expresan, porque no les hemos permitido, socialmente no han sido educados para que puedan expresar esas emociones. Y esa frustración existe igualmente, pero la expresan de otro modo. De otro modo los vemos que sí que están enfadados, pero no acaban de explicárnoslo muy bien en consulta y las frustraciones quizás las externalizan más y dicen «La culpa es del niño. El problema está en el niño. El niño tiene un problema». Porque es muy difícil. Es más difícil conectar con lo que les está pasando a ellos interiormente por esta negación, por esta dificultad en hacer este ejercicio de introspección y saber exactamente qué es lo que están sintiendo, les es más fácil verlo en el otro. Entonces, cuando vienen a consulta, vienen acompañando, cuando vienen, porque normalmente vienen las mamás. Vienen las mamás y vienen pocos padres, más bien pocos, y vienen y hablan menos, también es cierto, porque les cuesta más. Les cuesta más hablar de cómo se sienten. Y aquí es una cuestión de educación.

08:13
Melania Montano . ¿Qué se puede hacer desde la pareja, desde el otro lado de la pareja, para facilitar esa comunicación y, como sociedad, para esta gestión emocional por parte de todos?

08:23
Sara Tarrés. Ay, ¿qué podemos hacer? Melania, qué gran pregunta me haces, qué gran pregunta, porque esto es un trabajo individual y que cada uno primero tiene que ser consciente de que tiene esa dificultad. Si tú no eres consciente de que tienes esta dificultad, poca cosa puedes hacer. Entonces hay que hacer mucho acompañamiento y validar y decir «Bueno, siento, o te veo, siento que estás frustrado o siento que estás enfadado. Te veo triste ante esta situación». Y, a partir de aquí, dejar espacios para que hablen. Tampoco vamos a apropiarnos de su emoción y poner emociones donde no sabemos si son esas o no. Entonces la educación emocional y hacer un trabajo terapéutico nos vendría muy bien a todos. No hace falta que haya un gran problema para acudir a un profesional de la salud mental o un psicólogo.

09:23
Melania Montano . En tu libro hablas con naturalidad de muchos de los sentimientos encontrados que se dan en la crianza, en la educación de los hijos y el título es ‘Mi hijo me cae mal’. ¿Realmente nos pueden caer mal nuestros hijos?

09:36
Sara Tarrés. Sí, Melania, al final sí, la respuesta es que nuestros hijos nos pueden caer mal, porque no dejan de ser personas con las que nos relacionamos a diario. Y, aunque sorprenda esta respuesta de decir: «Sí, mi hijo me cae mal», aunque cueste mucho decirlo, porque cuesta, no es fácil, es doloroso sentir que no tienes ganas de estar al lado de tu hijo, que tienes ganas de evitarlo. Ocurre y se siente y se da con mucha más frecuencia de la que nos creemos, pero se habla poco de ello porque tenemos miedo a expresarlo. ¿Por qué? Porque se nos juzga. Se nos juzga y se nos etiqueta como malas madres o malos padres por tener estos sentimientos que no deberíamos tener. Pero, al fin y al cabo, somos personas y tenemos estos sentimientos. Los motivos por los cuales ocurre esto son muchos. Algunos se inician en esa idealización de la maternidad de la que acabamos de hablar. De esta idealización se desprenden expectativas, expectativas hacia nosotros, cómo vamos a ser como padres esos: «Yo nunca voy…», «Yo siempre voy a…», y expectativas de cómo creemos o idealizamos a nuestros hijos, cómo queremos que sean.

11:06

«Mi hijo nunca me va a contestar mal. Mi hijo nunca va a llegar borracho a casa». Que también. Y de esas expectativas que generamos, llega otra situación y es que no entendemos estos comportamientos, no entendemos las rabietas, no entendemos las malas contestaciones, no entendemos su baja tolerancia a la frustración. Y aquí empezamos a sentir todas estas emociones tan intensas y desagradables. A veces, los comportamientos que nos causan rechazo son parte del propio proceso evolutivo de nuestro hijo. Pero otras veces nos ocurre que tenemos que lidiar con niños que, bajo nuestro estilo educativo, poco adecuado a veces, han llegado a ser pequeños dictadores. Porque los hemos educado bajo un estilo educativo demasiado permisivo, les hemos dejado pasar todo, los hemos sobreprotegido en exceso, se lo hemos hecho todo o hemos sido extremadamente autoritarios y ellos han copiado de nuestro comportamiento, se lo han hecho suyo. Porque también nos ponen enfrente al espejo.

12:29
Melania Montano. Efectivamente.

12:30
Sara Tarrés. Y este es otro de los puntos. Nuestros hijos reflejan todo aquello que estamos haciendo porque somos sus principales referentes y absorben y aprenden de nosotros.

12:42
Melania Montano . Una de las ideas que más recalcas en tu libro creo que es esta de que ellos están reflejando no un malestar que tienen ellos en sí mismos, sino algo que el adulto no está gestionando.

12:54
Sara Tarrés. Efectivamente, al final ellos no dejan de ser un síntoma, ellos son quienes exteriorizan aquello en lo que nosotros tenemos alguna dificultad en gestionar. Lo que digo, y repito, es más fácil señalar al exterior que mirarnos hacia adentro. Entonces, cuando lo vemos reflejado aquí sentimos una profunda rabia, sentimos rabia, pero también culpa y vergüenza. Pero es más fácil decir: «Es que a mi hijo no lo soporto», en lugar de decir: «Es que yo a quien no soporto es a mí». Luego nos ocurre otra cosa y son los duelos que pasamos en toda la crianza. A veces también nos quedamos encallados. Tenemos que permitir que nuestros hijos vayan avanzando, tenemos que permitir que deje de ser un bebé, que se haga un niño, se haga adolescente, que se haga joven, que sea adulto y que finalmente vuele. Pero en todas estas etapas nosotros hacemos un duelo, ellos también, sobre todo en la adolescencia. Pero nosotros como padres hacemos un duelo y si nos quedamos atrapados en alguna de las fases de duelo, como puede ser la negociación, aquello de: «No, no, aún no, aún es demasiado pequeño. Estas cosas todavía no las puede hacer»; en la tristeza, porque vemos que deja atrás la infancia y nos da mucha pena porque cada vez nos necesitan menos y esa pena se convierte en «Ostras, qué rabia me da no ser tan importante para él»; empieza a generarse también todo este sentimiento de malestar y de frustración y de desagrado ante conductas, intereses que ya no son los que teníamos antes y ya no compartimos. Y aquí nos quedamos un poquito encallados.

14:49
Melania Montano . Creo que es el momento de la historia en el que más información, material, libros, vídeos tienen los padres, las familias, los progenitores para poder transitar la crianza y la educación de los hijos de la manera más completa posible o más humana, más consciente. ¿Hay algo que esté fallando? ¿Qué crees que son los puntos claves que se puedan mejorar, que para ti, desde tu experiencia como psicóloga, puedas poner sobre la mesa?

15:21
Sara Tarrés. Yo lo que observo, es cierto, tenemos mucha información, yo diría que tenemos un exceso de información. Tener información no significa tener formación. Tenemos mucha información que nos hace mucho ruido en la cabeza y eso nos impide gestionarnos bien. Esta información muchas veces es contradictoria. Unos profesionales dicen A y el otro te dice B. Entonces, es muy difícil saber por dónde llevar tu gestión como madre, como padre, cómo actuar. Es muy difícil. Por otro lado, también queremos ser perfectos, queremos seguir los diez mandamientos de cómo ser el padre o madre perfecto. Y resulta que no llegamos, no llegamos a hacerlo todo así porque esos diez mandamientos funcionan para esa persona, pero no para mí, que soy una persona totalmente distinta. Y aquí es donde yo creo que deberíamos dejar de mirar tanto, a veces, y sentir mucho más, sentir mucho más qué es aquello que va con nosotros y no tanto en seguir esas recomendaciones, que pones «¿Cómo hacer a mi hijo feliz?» en internet, por ejemplo, te saldrán mil entradas. Y, bueno, ¿ realmente eso es lo que le va a hacer feliz a tu hijo? ¿No le va a hacer feliz a tu hijo, más feliz a tu hijo, que tú estés a su lado y que lo escuches, más que seguir todas aquellas recomendaciones? ¿Tú qué sientes como madre o como padre? ¿Cuándo lo ves tú a él que es feliz, cuando sigues todas esas recomendaciones o cuando te sigues a ti? Porque hemos perdido esa capacidad de conexión con nosotros. Estamos buscando siempre fuera cuando donde tenemos que buscar es dentro y buscarlos a ellos.

¿Puede caerte mal tu propio hijo? Sara Tarrés
17:28
Melania Montano . Otra de las cuestiones sobre las que reflexionas en el libro, lo comentabas antes, es la apatía, pero también es el rechazo y son los sentimientos más desagradables que se sienten cuando los hijos te hacen sentir incompetente. ¿Cómo se gestiona esto?

17:44
Sara Tarrés. Nos cuesta llegar a él porque tiene una base emocional todo esto, todo recae en nuestra base emocional. Porque, si te fijas bien, solemos acercarnos a aquello que nos gusta, a aquello conocido, a aquello que nos proporciona placer y seguridad. En cambio, huimos de aquello que consideramos peligroso, aquello novedoso con lo que no sabemos muy bien cómo tenemos que actuar, aquello que nos pone en riesgo. Entonces, cuando tenemos un niño con el que no sabemos muy bien qué hacer porque todo lo que hacemos parece que no funciona, porque tiene muchas más rabietas de lo que habíamos esperado, porque nos… Sigo en esto porque aquí está la clave, en las rabietas, las malas contestaciones. Todo esto es lo que nos enerva normalmente a los padres. Y nos hace sentir todas estas sensaciones de desagrado, de apatía y de rechazo. La rabieta en el parque, la rabieta en el supermercado, la rabieta delante de los amigos, las malas contestaciones delante de los abuelos. Claro que nos avergüenza y nos hace sentir mal. Entonces, claro, empezamos a colocarles toda esta serie de etiquetas de «Es que es muy rebelde, es que no sé ya qué hacer con él». Y todo esto se lo decimos delante, todo esto le va calando y le va calando a él y nos va calando a nosotros porque cada vez creamos más distancia y cada vez lo vemos más difícil de llevar. ¿Eso qué tenemos que hacer? Eliminar estas etiquetas, buscar otras, que sí que son etiquetas que también pesan, pero, para evitar el rechazo o para desactivar ese rechazo, quizás deberíamos buscar otro tipo de etiquetas. Es un niño movido, es un niño explorador. Es un niño que se plantea cosas y por eso nos hace preguntas incómodas a veces. Y no se queda con lo primero que oye y qué lejos le va a llevar todo esto en un futuro.

20:11
Melania Montano . Al hilo de lo que estás contando, ¿cómo se puede recuperar el vínculo en el caso en el que esté dañado o crear relaciones saludables con los hijos?

20:20
Sara Tarrés. Sí. A ver, lo primero que tenemos que hacer siempre es darnos cuenta de que tenemos este problema, de que el vínculo está erosionado o dañado, y ver que por ahí, ese camino que habíamos cogido, no es por donde tenemos que ir. Una vez somos conscientes de esto, de que tenemos un problema o de que hay una dificultad, tenemos que parar. Parar y tomar consciencia. Parar para observarnos. Y ahí, desde ahí, empezar a trabajar. Pensar también de qué manera nos llevamos nosotras con nosotras mismas, de qué manera gestionamos determinadas situaciones, cómo llevamos nuestras heridas, nuestras carencias, y cómo nos relacionamos ante estas situaciones, cómo nos relacionamos ante un rechazo, cómo nos relacionamos ante los gritos. Y, a partir de ahí, trabajar primero nosotros, nuestra persona, nuestro individuo, nuestra relación con nosotros mismos. Y a partir de aquí podremos establecer vínculos más sanos con los demás. Cuando uno no está bien consigo mismo, no puede estar bien con los demás, porque siempre habrá alguna fractura por donde vamos a sangrar y vamos a crear inestabilidad.

21:55

Y eso es muy importante para establecer buenas relaciones con los niños. Porque, fíjate, si nosotras siempre estamos enfadadas, siempre estamos en un modo irritable y reactivo, todo esto nuestros hijos lo captan, se lanza directamente a su cerebro como si fuese un bumerán. Y ese bumerán nos devuelve. Si nosotras siempre estamos muy enfadadas, lo que vamos a tener al lado van a ser niños crispados, niños de mal humor. Y así, en esta situación, en este clima de malestar, es muy difícil crear vínculos sanos, porque se instala y reina la rabia, la frustración y todo este sinfín de emociones que no nos gusta tanto sentir pero que están ahí para para alguna cosa, pero lo primero que tenemos que hacer es mirarnos también hacia adentro y ver cómo poder trabajarnos nosotros mismos como individuos.

23:01
Melania Montano . ¿Qué le dirías a esos padres y madres, a esas familias, que se sienten mal, que se sienten malas personas por tener este tipo de sensaciones?

23:09
Sara Tarrés. Es importante diferenciar. Una cosa es sentir, y estas emociones que tenemos están ahí para algo. Son como pequeños programas de acción rápida que nos alertan de que está sucediendo algo dentro o fuera de nosotros. Es información. Sea la que sea, sea agradable o sea desagradable lo que sintamos a través de esta información. Eso está ahí y lo que tenemos que hacer es sentirlo. Repito, sentir. Una cosa es sentir la emoción y otra cosa es qué hacemos con esta emoción. Sentir es natural y es humano, nos hace ser humanos. Qué hacemos con esta emoción es otra cosa. Sentir rabia es natural. Si esta rabia nos hace agredir al otro, no es correcto. Y desde luego no genera buenas relaciones en ningún caso, pero decirles por qué se sienten culpables, pues porque son seres humanos y la culpa está ahí para informarles de alguna cosa, de que algo está sucediendo. Prestemos atención a qué es lo que nos está diciendo esta culpa. ¿Por qué nos sentimos culpables? ¿De qué nos sentimos culpables? ¿Por no ser esas madres que habíamos imaginado que queríamos ser? ¿Nos sentimos culpables porque no podemos estar tanto tiempo como desearíamos estar con nuestros hijos?

24:44

¿Nos sentimos culpables porque hemos tenido que abandonar a nuestros hijos? Digo abandonar en la guardería. ¿Porque los hemos tenido que dejar con los abuelos? ¿Porque no hemos podido hacerle aquel cumpleaños tan magnífico que al amigo de cole le ha hecho su madre? Bueno, no sé, al igual aquí podemos empezar a trabajar también y rebajar todas estas expectativas. ¿Nos sentimos culpables por qué primero de todo? ¿Qué nos está diciendo esta culpa?

25:19
Melania Montano . Siempre se ha dicho que las comparaciones son odiosas y acabas de hacer y de enumerar varias de ellas. ¿Qué se puede hacer cuando uno entra en este bucle de comparaciones, de culpabilidad? ¿Qué consejos darías al respecto?

25:34
Sara Tarrés. Es que es complejo desactivar el compararse, porque es algo que hacemos constantemente. ¿Constantemente nos estamos comparando con el otro porque nos han enseñado a ser así? Pregunto. Yo lanzo más preguntas siempre, que no tips, porque los tips, al fin y al cabo, yo he llegado a la conclusión de que generan también más culpa, que no soluciones. Entonces, dejar de intentar ser tan perfectos. El que tienes enfrente es otra persona igual que tú, que hace las cosas como puede y sabe en ese momento y tú haces las cosas como puedes y sabes en ese momento con las herramientas que tienes y hemos de rebajar esta comparación, como mucho compárate contigo misma y siéntete satisfecha de haber llegado hasta donde has llegado, que ya es mucho. Y aquí muchas veces fallamos todos, suspendemos bastante en esta asignatura, sí.

26:46
Melania Montano . Es un viaje interesante, ¿verdad?

26:49
Sara Tarrés. Un viaje de gran valor y de gran valentía. De gran valentía porque no todo el mundo suele hacer estos estos viajes, que pasamos por la vida como con el piloto automático. Y desactivarlo nos cuesta mucho, prestar atención a todo lo que estamos haciendo, porque siempre buscamos un referente, un alguien a donde llegar y eso está bien por una parte, está bien por una parte si te impulsa. Pero si eso lo que hace es frenarte porque te menoscaba y te infravalora, porque nunca te sientes capaz.

27:27
Melania Montano . Y que no se produzca una imitación, sino que tú llegues a conectar con lo que tú tienes dentro.

27:31
Sara Tarrés. Sí, evidentemente. Si tú lo que estás haciendo es compararte para tratar de ser esa persona, te estás anulando tu esencia. Entonces pierdes todo tu yo, pierdes tu espontaneidad, dejas de ser tú. Al igual eres una perfecta concha, como digo yo. Pero ¿dentro qué hay? ¿Eres tú? Entonces debemos de ser también conscientes de esto. Si las comparaciones y esos referentes son impulsores, perfecto. Pero, si esos referentes no van a ir por esa vía, dejémoslos un poquito aparte.

28:11
Melania Montano . Sara, otra de las cuestiones que más conflictos generan en las familias son los hijos favoritos. Cuando hablas con familias y los escuchas, percibes que destacan más a un hijo o una hija sobre otro. De hecho, incluso entre hermanos, hermanas, ellos también lo perciben. ¿Qué se puede hacer para que los padres, las madres tomen conciencia de esto, para evitarlo? Y ¿qué consecuencias tienen ellos en los niños?

28:39
Sara Tarrés. Sí, fíjate. Muchos padres son conscientes porque los mismos niños lo dicen. A veces, como padre, tú crees que estás haciendo lo mismo por uno o por el otro, o intentas hacerlo y, si no haces lo mismo, intentas ser equitativo porque cada niño tiene sus propias necesidades. No puedes estar haciendo lo mismo por un niño de dos años que por otro de 12. En esta diferencia de edad los tratas distinto. Hay padres que son conscientes. Otros padres no son tan conscientes de que están haciendo estas diferencias y de que los niños lo perciben. Lo notamos en la manera en la que se dirigen a ellos, en los tonos, en cómo les hablan, en las etiquetas que colocan a unos y al otro, en las esperanzas que depositan en uno o en el otro. Y todo esto que a veces son preferencias puntuales o favoritismos también temporales porque se dan, o quizás es en ese momento determinado ese niño, ese hijo, te necesita más por algún motivo y estás más volcado en él porque necesita más atención, más cariño, más cuidado, porque ha estado enfermo por equis motivos. Aquí todos somos conscientes de que no debería ocurrir mucho para que afecte mucho a la convivencia familiar. Afecta cuando esto se convierte en algo habitual, en algo permanente, y afecta al bienestar de la familia. ¿Por qué? Pues porque son el origen de muchas rencillas, de muchos de celos, de rivalidades, y que van más allá de la infancia.

30:29
Sara Tarrés. En muchos casos se llega a una adultez con muchos celos y mucha rivalidad entre hermanos derivada de esos favoritismos que han ejercido los padres sin darse cuenta, muchas veces de forma totalmente inconsciente. Porque muchas veces esto es un proceso inconsciente. Esto menoscaba la relación en la familia, por un lado, pero es que también afecta mucho al desarrollo emocional, social y personal de cada uno de los niños, no solo de este que estamos favoreciendo, también al que desfavorecemos puede llegar a pensar que no es digno, que no merece nuestra atención, que no merece nuestro amor. Entonces, aquí tenemos que poner conciencia todo el tiempo, poner conciencia, es que es muy importante saber que esos tonos o desprecios a veces solo son unos gestos. Pero ¿cuánto comunica ese gesto? ¿Qué valor tiene ese gesto para ese niño que lo está observando? Tenemos que ser conscientes de cómo nos dirigimos a nuestros hijos, de cómo hablamos de ellos a los demás, evitar comparaciones. Estas comparaciones que son tan odiosas. «¿Por qué no estudias como tu hermano? Tu hermano ha sacado un diez». Porque las notas son el gran qué. «¿Por qué no eres tan obediente como tu hermano? ¿Así vas? ¿Así vas a salir vestido? ¿No te has fijado en tu hermano, qué bien se viste y se peina?».

32:13

Esto es habitual, muy habitual en las familias. Y todo esto va entrando en el individuo, en esa persona que se está formando a nuestro lado. ¿Qué tenemos que hacer? Evitar todo esto. Tenemos que fijarnos en nuestros hijos, en la cara que nos ponen cuando les decimos: «¿Por qué no eres como tu hermano?», y te va a contestar: «Porque yo soy yo. ¿Por qué tengo que ser como mi hermano? Si soy un…». Pues eso, escúchale, escucha lo que te está diciendo. No solo con las palabras porque a veces lo más difícil de hacer es escuchar todo aquello que no nos están diciendo. Te están diciendo «Es que no me estás viendo. Es que no me estás reconociendo. Es que no me estás valorando». Entonces, claro, para hacer todo esto tenemos que desconectar la parte automática y mirar más allá. Mirar y escuchar más allá. Ver a esa persona. Darnos cuenta de que nuestro hijo también siente. Y que al igual siente rabia cuando le estamos diciendo esto. Y quizás decir «Veo que esto te ha hecho daño. Siento que esto te causa tristeza». Aquí empezamos a reconocer esas emociones que tiene nuestra criatura, a la vez que nos damos cuenta de que hemos sido nosotros quienes han provocado quizás esa herida.

33:50

Y a partir de aquí podemos reconducir nuestro diálogo, el nuestro interno y el diálogo que mantendremos después con ellos. Todo este proceso emocional que empieza con este estímulo y ese sentir, esa percepción del estímulo, que antes decía, si una cosa es sentir la emoción, otra cosa es qué pensamos, otra cosa es qué hacemos en esa tríada del sentir, pensar y actuar. Aquí entre el sentir y el actuar, tenemos que colocar el pensar qué voy a decir, qué es lo que el otro también está sintiendo, pensar cómo me voy a dirigir a él, pensar cómo me estoy sintiendo ante esa reacción de mi hijo.

¿Puede caerte mal tu propio hijo? Sara Tarrés
34:42
Melania Montano . Sí, porque muchas veces entras en la conversación o en la respuesta rápida, simplemente desde el impulso, no desde el sentir y desde el pensar y desde la no escucha activa.

34:56
Sara Tarrés. No, no escuchamos. Yo siempre digo: «Vamos a escuchar más para entender y menos para responder». Porque cuando escuchamos para entender estoy prestándote atención a ti. Cuando estoy escuchando para responder, te quito la atención, me la presto a mí. Porque estoy buscando la respuesta para llevarme la razón a mí. No para saber qué te pasa. No para buscar cómo puedo ayudarte en caso de que sea esa la situación. Entonces debemos parar y escuchar para entender al otro, no para responderle. Y eso también es complicado, no es algo fácil. Tenemos que practicar. Y practicar conlleva tiempo. Y por más que se nos diga «sí», parar. Tenemos que parar. Vivimos demasiado rápido. Y con los niños vamos demasiado acelerados. Y entramos en el modo automático, porque vamos… Llegamos de trabajar, vienen las cenas, las duchas y empezamos con el discurso habitual: «Come, cena, rápido, a acostarse». Es como mucho. Da un gracias. Entonces tenemos que poner conciencia en el momento que estamos ahí relacionándonos con el otro. No estamos con una máquina, no estamos en el trabajo relacionándonos con una máquina, estamos con otro ser humano. Y todo lo que estoy haciendo le impacta.

36:38

Somos seres transaccionales, todo lo que yo hago te afecta a ti, todo lo que haces tú me afecta a mí. Entonces tenemos que ser conscientes de esto y sé que me repito, pero es que es muy importante. Es muy importante porque, si no, dejamos que el piloto automático funcione y volamos ahí donde nos quiera llevar y a veces el lugar donde nos lleva este piloto automático es muy oscuro. Son lugares donde después nos arrepentimos porque hemos dicho cosas que no queríamos decir, porque hemos hecho cosas que no queríamos hacer.

37:13
Melania Montano . Hay un tema clave, que es el vehículo, que nos lleva hasta esas situaciones que describes y lo explicas muy bien en tu libro. Esa comunicación no verbal, esa comunicación verbal y esa comunicación desde el amor. Es un tema que me gusta mucho y me gustaría que nos hablaras un poquito más de este concepto.

37:33
Sara Tarrés. Sí, fíjate, qué importante es la comunicación, porque sin comunicación no hay relación. Sin esa comunicación, que es la que nos tiende el puente para llegar al otro, para explicarle cómo nos sentimos, no hay relación. Es imposible relacionarte sin comunicación. Entonces, fíjate que la palabra «comunicar», si la buscamos en sus orígenes, que viene del latín comunicare, significa precisamente eso: ‘hacer partícipe al otro de un sentir’. Pues fíjate lo importante que es comunicar, hacer partícipe al otro de cómo me siento. Vamos mucho más allá. Entonces, si lo que queremos es que nuestra comunicación sea nutritiva, realmente, que aporte, que haga crecer, que haga desarrollarse, que permita a nuestros hijos florecer. Que eso es lo que queremos, al fin y al cabo, todos los padres. Tenemos que huir de otro tipo de comunicación hiriente, negativa, destructiva. Ese tipo de comunicación que, a veces, entramos en ese piloto automático lleno de sarcasmos, de ironía, de burlas nada graciosas, que lo hacemos con prepotencia, con soberbia. Todo este tipo de comunicación lo que hace es cerrar. Cerrar. No nos deja. La otra persona se cierra en banda. Ya no entramos. Estamos otra vez enfocados en nosotros.

39:09

Porque nos ha molestado algo y soltamos la ironía o hablamos con ese sarcasmo, con esos tonos, ese retintín. Eso no nutre, en absoluto. No, eso hace aparecer y florecer otras cosas. Rabia, sobre todo. Y, desde la rabia, nadie florece. Entonces, hemos de buscar otra emoción desde la que comunicar. Desde el amor, desde el afecto, desde el cariño. Y buscar formas de conectar con nuestro hijo a través de la escucha activa. Qué bonito, ¿qué es la escucha activa? Yo escucho y escucho, pero ¿cómo escuchamos? Muchos padres me dicen: «Yo me paso todo el día escuchando a mi hijo». Sí, y yo les pregunto: «¿Cómo lo haces?». «Bueno, mientras voy preparando la cena o voy mirando el móvil…». No le estás prestando atención. Tenemos que mirarnos para comunicarnos. Tenemos que mirarnos a los ojos, tenemos que mirar todo el cuerpo. Porque, más allá de las palabras, comunicamos con todo nuestro ser. Por eso es tan importante escuchar con los oídos. Igual de importante es escuchar con los oídos que con los ojos. Porque vemos y observamos otras cosas que las palabras no nos están diciendo. Muchas veces decimos: «Sí, estoy muy bien», pero lo decimos con una actitud que indica todo lo contrario. Por tanto, escucha activa, atendiendo a ese niño, a esa persona que nos está hablando. Mirándole, haciendo validación de lo que está diciendo, no hace falta tener grandes discursos, simplemente con un «veo», «entiendo».

41:00

«He entendido que con esto que me has dicho estabas queriéndome decir: a, be, ce…». El repetirle un poquito, no como loros, sino con nuestras propias palabras, así se siente atendido, se siente visto, se siente reconocido el otro. Estamos dándole algo muy importante, le estamos dando tiempo. Es un regalo maravilloso, tiempo. El tiempo que prestamos al otro es amor. Si es un tiempo bien invertido, de esta calidad. Es un tiempo en el que escuchamos atentamente. Tenemos que comunicarnos, también, de forma clara y sencilla. No estamos dando una conferencia. Tenemos que ser cercanos con nuestros hijos. No vamos a crear distancia, si no, otra vez cerramos las puertas. A veces los padres me dicen: «Es que mi hijo no me cuenta nada. Y yo le pregunto todo el tiempo». Claro. «¿Qué le preguntas?». «Qué ha hecho en el cole, qué ha comido, qué ha hecho después de la extraescolar». Bueno, claro, cada día lo mismo, tu hijo está cansado de estas preguntas. «¿Qué te contesta?». «Pues bien. Vale, sí. Lo mismo que ayer». Tu hijo no te habla porque espera… Piensa que te interesa solo qué ha hecho en el cole, qué es lo que ha comido en el comedor y qué ha hecho después de la clase extraescolar. Piensa que no le interesa cómo se siente o qué dificultades tiene o qué miedo siente ante ese examen. Es que no los escuchamos en realidad.

42:53

Y para escucharlos, muchas veces, porque es que ponemos otras barreras, apaguemos por favor todas las pantallas. Esto que decimos hasta la saciedad. Porque, al final, el tiempo que tenemos, que son las cenas en la gran mayoría de familias, ¿qué hacemos? Colocamos a unos señores que entran en nuestras casas, que acaban siendo más importantes que los miembros que conformamos nuestra familia y los escuchamos a ellos mirando las noticias o mirando cualquier otro programa. Y les decimos a nuestros hijos que se callen, que queremos escuchar al de las noticias. ¿Cómo nos van a hablar? Si les decimos que no son importantes, que el importante es aquel señor y no ellos. No les damos la oportunidad. No les abrimos las puertas. Yo les digo: «Bueno, cerremos las pantallas y cenemos en familia todos juntos». A veces es difícil, hay unos silencios… No hace falta que sean todos los días de toda la semana. Podemos establecer un día a la semana para comer en familia y hablar. ¿Cómo les dices a los hijos o a la pareja? Bueno, tenemos límites, tenemos que establecer límites. Y ellos han de saber también que los padres están cansados y que hay momentos en los que necesitamos este espacio de silencio para recuperarnos porque hemos tenido un día muy cansado y que igual ese no es el mejor momento para hablar porque vamos a enfadarnos.

44:29

Entonces, bueno, tenemos que explicarles el por qué no es el momento para hablar, pero también buscar esos momentos para sí hablar, para poder comunicarnos, para conocernos, porque, si no, no nos conocemos. Y qué difícil es relacionarte con una persona que no conoces, al final, porque hay muchas barreras. Y qué fácil es con alguien con quien has empezado a crear un vínculo y te sientes bien, poderle explicar estas cosas más interiores, estos miedos, estas dificultades. Qué bonito es, al final, conocer al otro, pero no podemos conocernos si no nos comunicamos. Entonces, busquemos estos espacios una vez por semana, si no tenemos tanto tiempo. Pero dediquemos ese espacio para estar nosotros, solos, hablando, explicándonos las cosas. Es muy importante, es que es fundamental para tener lazos afectivos en la familia y generar bienestar. Si nos vamos a hablar, pero vamos a estar enfadados, mejor nos callamos. Mejor en ese momento no hablar, porque, si no, vamos a estar erosionando todo el tiempo estos vínculos y vamos a entrar otra vez en esas dinámicas familiares que son tan nocivas, donde impera el grito, los castigos, el «Cállate», «Déjame en paz»…

46:04

Claro, eso no es beneficioso para ninguno de nosotros. Establezcamos límites. Los lunes, miércoles, jueves, me lo invento, que vengo de una reunión muy pesada, voy a cenar sola o necesito un espacio para recuperarme. Cuando me haya recuperado, estamos juntos, pero necesito ese espacio de llegar a casa y despresurizarme. Porque, si llegamos a casa con toda la presión y empiezan que si: «Mi hermano me ha dicho no sé qué», las peleas, «Fíjate, no sé qué me ha dicho mi padre». Claro, ya llegas a la defensiva, lo más fácil es que te salte un grito, un bufido y todo aquello que al final te acabas por arrepentir de haber dicho y hecho. Por tanto, busquemos espacios para esta desconexión propia y espacios para conectar con el otro, hablando, comunicándonos desde el afecto.

47:10
Melania Montano . Sara, como experta en asesoramiento educativo, te habrás encontrado con muchas situaciones que requieren de un tratamiento mucho más complejo. ¿Cómo pueden saber los padres y madres que tienen que pedir o que es momento para pedir ayuda a un profesional de cara a resolver esos conflictos familiares?

47:30
Sara Tarrés. Sí, fíjate que esa es una de las preguntas que me suelen hacer mucho. Porque nunca sabemos muy bien si tenemos que ir en ese momento a un profesional para que nos ayude a resolver sea cual sea el problema que tenemos en ese momento en casa. Muchas veces no lo sabemos por puro desconocimiento, porque pensamos: «Bueno, son cosas de niños o yo que estoy muy preocupada». Y no le damos importancia. A veces, por falta de tiempo. No nos paramos a pensar y vamos dejando que pase, que pase, que pase, y la bola se va haciendo más grande, más grande, más grande, hasta que se hace un problema mucho más grande y más difícil de resolver. Por desconocimiento, por falta de tiempo, por dejarlo que se resuelva solo. A veces por vergüenza, por el estigma que todavía queda en nosotros en el hecho de buscar ayuda profesional y decir: «Bueno, es que vamos al psicólogo o al terapeuta familiar». Todavía existe este estigma. Afortunadamente, cada vez menos, afortunadamente. ¿Cuándo es buen momento para acudir? Yo siempre digo: «Siempre que sientas que no estás bien. Siempre que tengas dificultad en gestionar aquel problema que tienes delante. Cuando te has encallado una y mil veces en ese problema y te está generando malestar. Cuando ves que buscas una solución, tú y tu pareja, o ambos conjuntamente, y no hay manera de salir de ahí». Eso es como un motor de un coche, lo intentamos reparar, pero al final tiene que pasar por el mecánico sí o sí.

49:24

Pues lo mismo ocurre con la familia. Desde una ayuda externa, y digo externa, no pueden ser amigos, no puede ser familia. Experta, un psicólogo, preferiblemente, y especialista en familias, porque ese es el tema que estamos tratando. Entonces, desde ahí, este profesional podrá detectar qué es lo que está ocurriendo y dónde se ha encallado ese motor que mueve nuestra familia. Y desde ahí podrá hacer el diagnóstico y el tratamiento adecuado. Cada familia tendrá sus particularidades. Ese es un primer momento. Pero hay otras situaciones que requieren pedir ayuda. Por ejemplo, pueden aparecer desavenencias con tu pareja y suelen aparecer, sobre todo, aparecen en muchas ocasiones, pero sobre todo se dan en la adolescencia. En la adolescencia es cuando aparecen las desavenencias más importantes. Si ya teníamos estilos educativos distintos durante los primeros años de crianza, cuando llega la adolescencia, que nos pone a todos en crisis, aquí se palpa más. Y son muchas las parejas que acaban rompiéndose si no han hecho un buen trabajo. Porque vemos cómo los estilos educativos de uno, quizás muy permisivo, y el otro, al igual, en el otro extremo, muy autoritario, chocan frontalmente y no hay manera de llegar a acuerdos y la pareja se rompe.

51:00

Esto es otro motivo por el que consultar antes de llegar. Antes de llegar al límite, deberíamos consultar. Antes de rompernos, tendríamos que buscar ayuda. Cuando ya vamos observando que llegamos al abismo, tenemos que buscar esta ayuda. Si vemos que hay alguna patología también en nuestra pareja, porque lo podemos ver, hay algún signo que nos pone en alerta de que hay algo en esa estructura de esa persona que no está yendo correctamente. Podemos ver que está bebiendo más de la cuenta, por ejemplo. Lo que llamamos «el síndrome del cuidador quemado». Vemos cómo el estar tanto tiempo al cuidado de estas personas, al fin y al cabo, son nuestros hijos, y dedicarnos en exclusiva acaba teniendo una repercusión en estas personas y acaba afectándoles y tiene toda una sintomatología recogida. Igual que hablamos del burnout laboral, ocurre el burnout del cuidador. Y vemos mucha irritabilidad, depresión, vemos apatía, personas que dejan de tener interés en actividades que antes les proporcionaban placer, se empiezan a aislar y empiezan a beber más de la cuenta para rebajar esos estados nerviosos, esa ansiedad, ese malestar, recurren al alcohol o a la medicación. Ahí también tenemos que buscar ayuda. Si lo vemos en nuestra pareja, pues recomendarle y ayudarle y llevarlo conjuntamente.

52:41

¿Qué otros motivos podemos consultar? Cuando estamos con niños complicados, niños que bajo ese paraguas que yo decía anteriormente, el paraguas del autoritarismo, la permisividad, la sobreprotección. Ese mar o ese triángulo de las Bermudas educativo, fíjate, porque nos perdemos, al fin y al cabo, los padres intentando educar de la mejor manera posible y con la mejor de las intenciones. Pero nos perdemos y acabamos por generar niños con unos comportamientos dictatoriales. Niños que nos piden todo sin dar nada a cambio. Se creen merecedores de todo, con muy baja empatía y que siempre nos están culpando de sus problemas porque su locus de control es totalmente externo. Ellos sí se creen merecedores de aquello que tienen, pero la culpa o los errores siempre son del otro. Antes de llegar aquí también, quizás necesitamos unas pautas familiares para que nos proporcionen mejores habilidades parentales y que no sobreprotegemos tanto. Hemos pasado de ese sistema autoritario y nos hemos ido a la sobreprotección, queriendo evitar tanto esa autoridad malentendida y rígida e inflexible que tanto daño causaba, nos hemos pasado al otro extremo, a solucionarles todo, creando niños de cristal, también frágiles, al fin y al cabo.

54:32

Pero también que se creen merecedores de todo. «¿Qué quieres? Aquí tienes». «Mamá, quiero». «Aquí tienes». Al final acabamos teniendo delante un dictador. Y ese dictador, pequeñito dictador, empieza, quizás, con una rabieta que no hemos sabido gestionar bien porque qué vergüenza que estábamos pasando en ese supermercado ante la pataleta que nos estaba formando y el lío que estaba formando, le hemos comprado la chuche que nos pedía. Y eso de forma ocasional no pasa nada. Pero si esa es la tónica habitual y el modo en el que consigue, al final, todo lo que quiere y nosotros se lo vamos dando al final nos vamos a encontrar con este niño más mayor, dictador. Pero estos niños existen y estos niños han crecido a nuestro lado a base de estas pequeñas cosas que se nos han ido de las manos, las que con toda nuestra buena intención hemos hecho y les hemos educado de esta manera. Y cuando hemos llegado allí ya ha sido demasiado tarde. Por eso digo, antes de llegar al límite, tenemos que buscar ayuda profesional. Cuando no sabemos gestionar esa rabieta, cuando vemos a ese niño, e insisto en las rabietas, que son un proceso natural, pero, insisto en las rabietas porque mal gestionadas acabamos pudiendo crear este tipo de situaciones en un futuro. Cuando no tenemos herramientas, los padres, para poder sobrellevar esa pataleta normal, tenemos que buscar ayuda. Tenemos que buscar asesoramiento. Unas herramientas básicas. Y, a partir de ahí, ir reconduciendo la situación.

56:29
Melania Montano . Escuchándote, Sara, me surgía una pregunta. ¿Qué pasa si aparentemente se ha intentado hacer todo bien o conscientemente desde casa, pero en algún punto del camino los hijos empiezan a actuar de una manera que no reconoces, que probablemente venga del entorno, del grupo de amigos o de algo que a ti, como padre y madre, se te ha escapado y no lo puedes asociar a algo que hayáis vivido en casa?

56:58
Sara Tarrés. Obviamente no toda la responsabilidad recae en los padres. Somos sus principales referentes durante un tiempo, pero después aparecen otros referentes de los cuales van absorbiendo comportamientos, formas de pensar e intereses. Del grupo de amigos, de las redes sociales… Principalmente, ahora lo que nos está ocurriendo es que estamos perdiendo los referentes reales y se están mirando mucho en los referentes de redes sociales, que son personajes y, entonces, imitan esos comportamientos, como decíamos, absorben. Están buscando también su lugar en el mundo y buscar su lugar en el mundo es ver de qué manera se sienten ellos cómodos o con quién encajan más o con quién encajan menos. En un momento de la adolescencia, ellos se separan un poco de nosotros porque es lo que deben hacer también y buscan modos distintos de actuar, a veces muy distintos a los nuestros, tan distintos que pueden totalmente ponernos en alerta y decir: «No reconozco a mi hijo». Bueno, tendremos que averiguar qué es lo que está mirando nuestro hijo, con quién se está relacionando. No porque se haya hecho mayor tenemos que dejar y cortar el lazo. Muchas veces, bajo la creencia de que está en la adolescencia y esto ya les toca, no prestamos tanta atención a con quién se relaciona. A no ser que seamos muy conscientes de que todavía tenemos que estar ahí y tenemos que poner límites, porque a veces dejamos ir. Sí, ve, es lo que te toca, has de salir, tienes que hacer amigos.

58:45

Pero no todo vale. ¿Qué amigos? ¿De qué manera? Tenemos que hablar, tenemos que, vuelvo a insistir, tener ese diálogo. Tener conversaciones incómodas también es amar, poner límites es amar, poner normas es amar. No nos confundamos, tenemos que movernos en un entorno que te proteja también, no te encorsete, obviamente, pero tenemos que hablar y tenemos que poner normas y las tienes que cumplir. Y esas normas tienen unas consecuencias cuando no se cumplen. Y tenemos que observarles, tenemos que observar qué es lo que pasa. Si no observamos, no detectamos y, si detectamos algo que se nos escapa, tenemos que consultar fuera y volver, insisto, a buscar ayuda externa. El adolescente no va a querer ir, ya aviso, difícilmente van a venir de buena gana. Normalmente se van a sentar y decir: «Esto es mi madre, que está fatal». «Esto es mi padre, que se raya». «A mí no me pasa nada». Y te vas a estar una hora frente a aquel adolescente que, al igual, te dice: «Si yo estoy bien». Y no le sacas nada más. Ese es el trabajo, después, de terapeuta de «puedo hacer una buena alianza con él y buscar sus recursos para acceder», pero, de entrada, el adolescente no va a venir con ganas de nada, de hablarte de él y asumir que él tiene un problema, mucho menos.

¿Puede caerte mal tu propio hijo? Sara Tarrés
1:00:28
Melania Montano . En este sentido, tú has escrito, precisamente, un libro o una guía, que se llama ‘Mis emociones al descubierto’, para trabajar en familia o desde casa esos desencuentros y buscar ese punto de encuentro.

1:00:42
Sara Tarrés. Sí.

1:00:42
Melania Montano . Cuéntanos un poquito más cuál era tu objetivo principal con este libro y algunos consejos para recapitular.

1:00:51
Sara Tarrés. Fíjate, Mis emociones al descubierto es un manual de descubrimiento emocional de cuatro emociones básicas: la alegría, la tristeza, el miedo y la rabia. Y lo tenía ideado, básicamente, para niños pequeños a partir de los seis años, para que trabajasen con sus padres esas cuatro fundamentales, que en esas edades pueden reconocer, pueden identificar y pueden empezar a hacer mucho trabajo. El primer bloque está dirigido a los padres, porque mi idea es que esto se trabaje en familia y que el trabajo no solo lo haga el niño, sino que lo haga el adulto, que es quien menos trabajada tiene toda su inteligencia emocional. Entonces, la excusa es precisamente: «Acompaño a mi hijo y me educo yo a mí misma». La primera parte es una guía de educación emocional para padres, donde se les explica la importancia que tienen las emociones y por qué es importante educarlas, es decir, no solo sentirlas, sino ponerle esta parte más cognitiva a la emoción. Y los dos últimos bloques están dirigidos a los niños. Uno lleva una guía, también, más teórica, donde se les explica qué son, para qué sirven, por qué no hablamos de emociones buenas ni malas. En todo caso, algunas veces pueden no ser funcionales.

1:02:20

Esta es la parte más teórica y luego hay una parte más práctica, donde hay como unos diez ejercicios por cada emoción, ejercicios y actividades en las cuales van a identificar en ellos mismos y en los demás, se les pide que hagan diferentes actividades, que recorten, que peguen, que dibujen esa emoción, que piensen, por ejemplo: «La rabia, si fuese un animal para ti, ¿cuál sería?». «La tristeza, si fuese un olor, ¿a qué olería?». Tipo eso, un poquito, también, son actividades lúdicas para que se diviertan, pero que empiecen a pensar en todo esto. Y además les pido que pidan ayuda a sus padres o pido a los padres que ayuden a sus hijos, siempre y cuando los hijos la quieran, pero que siempre estén un poquito accesibles y que los observen y que hablen sobre todo esto, porque vamos a descubrir cosas maravillosas de estos niños que tenemos enfrente. Pido también a los padres, los más atrevidos, si quieren hacerlo y los que tengan tiempo, que hagan lo mismo, que hagan los mismos ejercicios que planteo a los niños y que los hagan ellos.

1:03:39

Y que busquen ese momento de conversación para ponerlo en común, que hablen: «Bueno, pues para mí la rabia olería a… Y para ti, ¿a qué olería? ¿Qué animal sería?». O: «Yo me siento muy, muy, muy feliz ante tal situación. ¿Y a ti qué es lo que te ha hecho feliz?». Eso nos permite pasar tiempo de calidad. Para mí el tiempo de calidad no es aquel que compramos, no es aquel que tenemos con actividades maravillosas, grandes viajes, nos vamos a al cine a ver… Eso también está bien, pero no es eso exclusivamente. Para mí, el tiempo de calidad es aquel que pasamos con nuestros hijos escuchándolos. Haciendo las cosas cotidianas podemos tener tiempo de calidad muy bueno, siempre y cuando estemos presentes. Si no estamos presentes, no tenemos tiempo ni tenemos nada, estamos funcionando en ese archiconocido piloto automático. Entonces, para mí es muy importante, si queremos conocernos más, que hablemos de estas emociones. Qué es lo que nos hace sentir rabia, qué es lo que nos hace tener miedo, qué situaciones nos angustian, cuáles nos hacen sentir tristes. Porque a veces nuestros hijos nos ven como que solo o estamos enfadados o, por el contrario, hay madres que se esfuerzan, madres y padres, que se esfuerzan por estar siempre contentas y que se esconden si tienen un momento de dificultad y lloran. ¿Por qué? ¿Por qué es malo expresar nuestras emociones?

1:05:32

Nuestros hijos aprenden de nosotros y aprenden también si está bien o está mal expresar emociones. ¿Qué dificultades tenemos actualmente nosotros los adultos en esta expresión emocional, por esta privación de nuestros padres? Conectarnos con nuestra esencia, en realidad, porque nos hemos puesto este traje de adulto que parece que tengamos que estar impertérritos ante las cosas, que no nos tienen que afectar, que nuestros hijos no tienen que vernos estar tristes o llorar. ¿Por qué no? Si estas emociones son mi base, si a través de estas emociones yo me estoy construyendo y, cuando me las niego o las maquillo, aquí es donde empiezan las dificultades. Entonces, que nos permitamos conectar con nosotros, con ese niño que fuimos, con la persona que somos, porque, al fin y al cabo, somos personas sintientes. Afortunadamente, más allá de sentir, pensamos sobre esto y podemos aprender a responder ante la emoción y no tanto a reaccionar. Y aquí está la clave.

1:06:55
Melania Montano . Es esa responsabilidad, esa habilidad para estar y para responder.

1:07:01
Sara Tarrés. Sí, ahí está.

1:07:03
Melania Montano. Sara, muchísimas gracias por compartir todos estos ejemplos, estas pautas que son realistas y que se pueden poner en práctica en el día a día naturalizando las situaciones que se van dando. Ha sido un placer.

1:07:17
Sara Tarrés. Igualmente Melania, de verdad. Gracias a vosotros por la oportunidad, por darme este tiempo para poder explicarme y por estar aquí. Muchas gracias.

1:07:26
Melania Montano . Gracias.