Eduardo Sáenz de Cabezón. ¿Qué capacidades desarrollan las matemáticas, qué capacidades deberían desarrollar las matemáticas, verdad? Porque a veces lo que desarrollan es un odio… pero ¿por qué se enseñan las matemáticas? La culpa de todo la tiene Platón. Platón, o sea, id a buscarle luego. Platón y Sócrates… Las matemáticas se enseñan desde la Grecia Antigua y tienen mucha importancia en los sistemas de enseñanza desde la época antigua y ¿por qué? Algo tendrán para que las metan en todos los lugares. Y básicamente yo creo que hay tres cosas fundamentales por las que se enseñan matemáticas y por las que se dedica tanto tiempo y tanto esfuerzo a las matemáticas y por la que, pese a que todo el mundo desarrolla, todo el mundo, hay tanta gente que desarrolla este odio así casi visceral a las matemáticas, seguimos diciendo: «No, pero es que merece la pena, gente». Y una es el desarrollo del pensamiento abstracto. El pensamiento abstracto se desarrolla con las matemáticas. Quizá podríamos usar otro tipo de matemáticas de las que enseñamos en la escuela para desarrollar el pensamiento abstracto, quizá podríamos desarrollar otro. Pero ese es muy bueno. El pensamiento abstracto que se desarrolla al aprender matemáticas es muy bueno. El saber analizar problemas, extraer los… iba a decir los factores comunes, pero no quiero que se confunda con la división, sino las características comunes a distintos problemas. Ese tipo de cosas. Saber analizar cuál es la parte de un procedimiento. Eso es muy importante en matemáticas y es algo que las matemáticas aportan a todo el mundo. Luego hay otra cosa, y es muy curioso, que Platón decía, Platón y Sócrates, Platón en La República dice que enseñan tantas horas de matemáticas porque las matemáticas nos ayudan a buscar el bien, a buscar aquello que es correcto, aquello que está bien, a buscar, a través de la verdad, buscar el bien. Y, pese a que esto no está de moda, hablar así, de alguna forma, también las matemáticas nos meten en eso, ¿no? El salir de uno mismo, el salir de los condicionantes que tenemos para buscar otras cosas que están un pelín más allá. Son el lenguaje de la ciencia. Esto se lo debemos a Descartes. Descartes, como decimos nosotros, ¿no? Descartes. A Descartes se lo debemos y a otros, por supuesto. Pero las matemáticas son el lenguaje de la ciencia. Toda aquella persona que vaya a estudiar con un método científico cualquier cosa, y cuando hablo de ciencias no hablo solamente de biología, de física… hablo también del método científico en historia, en sociología, en todas las humanidades. Cualquiera que quiera tener un método cuantitativo, un método de evaluación científico de cualquier disciplina, va a necesitar matemáticas. Va a necesitar estadística o va necesitar modelización. Las matemáticas están ahí presentes en cualquier acercamiento científico a cualquier disciplina. Entonces, el lenguaje de las ciencias es matemático. Y luego hay otra cosa que pasamos muchas veces por alto y que quizá en la escuela está menos presente, y es que las matemáticas son un instrumento poderosísimo para ejercer la ciudadanía de una forma crítica. O sea, para ejercer la libertad como ciudadanos necesitamos las matemáticas. Y eso… uno dirá: «¿Me está sonando un poquito raro eso, no?». No, pero es verdad que cuanto uno es más capaz de analizar con rigor las situaciones, de analizar con rigor, de tener ese rigor que te aportan las matemáticas, ese aislamiento de los problemas, uno es más difícil de engañar. Y también si sabe interpretar los datos, y también si sabe interpretar los argumentos. Y ahí está la lógica, ahí está la estadística. Todos los días, y no sé si os sorprende o no, todos los días hay alguien que está intentando manipularnos. Y todos los días hay alguien que está intentando, que está utilizando fallos lógicos para tratar de manipularnos. Y todos los días hay alguien que nos está disfrazando los datos para tratar de manipularnos. Y si uno tiene el rigor de las matemáticas y tiene la capacidad de entender eso, es más difícil de manipular, es más libre, es un ciudadano crítico, es una ciudadana crítica. Entonces, esas tres cosas: esa búsqueda de la verdad, el lenguaje del pensamiento abstracto, el lenguaje de la ciencia, y el tener una herramienta para ejercer la ciudadanía de forma crítica son tres cosas que, aunque no lo parezca, las matemáticas nos están dando. Hay muchas, muchísimas cosas que las matemáticas nos dan. Hay una que a mí me encanta y es esa capacidad de atreverse con todo. Quería contaros aquí el caso de un problema muy famoso, bueno me voy a entretener un poquito en este punto. Hay un teorema muy famoso que se llama el teorema de Fermat, el último teorema de Fermat. La palabra «teorema» en nuestra vida cotidiana solamente aparece una vez en la vida que es el teorema de Pitágoras. El teorema de Pitágoras ya lo conocéis, que dice que la suma de los cuadrados de los catetos de cualquier triángulo rectángulo es igual al cuadrado de la hipotenusa. « Hipotenusa», que es otra palabra que solamente se utiliza ahí. En vuestra vida la palabra «hipotenusa» ya está, ya no la volvéis a oír jamás. «Me siento hipotenusa esta tarde», no lo decís. Solamente sale en ese teorema. Bueno pues el teorema de Pitágoras se cumple para muchos números. Por ejemplo, tres, cuatro y cinco cumplen eso. Tres al cuadrado que es nueve, más cuatro al cuadrado que es dieciséis es igual a cinco al cuadrado, que es veinticinco. Vale, pues Fermat estaba una tarde, el tío ahí hace unos cuantos cientos de años, estaba una tarde… Fermat era abogado y aficionado a las matemáticas. O sea, peor persona no se podía ser, pues estaba ahí Fermat el tío en su casa diciendo: «Voy a inventar nuevas formas de tortura». Dice: «¿Qué voy a hacer? Pues estaba pensando en el teorema de Pitágoras». Y dice: «Vamos a ver, si en lugar de elevar los números al cuadrado, los elevo al cubo, ¿qué? A ver, ¿tres al cubo más cuatro al cubo es igual a cinco al cubo?» No. Y entonces empezó: «Y seis y ocho y diecinueve…». Y empezó a intentar tríos de números y no le salía ninguno. No encontró tres números tal que uno elevado al cubo más otro elevado al cubo sea igual a otro elevado al cubo. Dijo: «Pues voy a intentar a la cuarta». Y elevando a la cuarta tampoco, elevando a la quinta tampoco. Entonces el tío dijo: «Vamos a ver, pues si yo no lo he encontrado que soy el más listo, es que no hay. Eso es que no hay». Y entonces, dijo: «Conjetura: no existen tres números enteros positivos a, b y c y otro n, tal que a elevado a n, más b elevado a n sea igual que c elevado a n. Solo cuando n es al cuadrado y eso es Pitágoras eso lo sabe todo el mundo, eso no tiene mérito». Digo: «No hay, no existe a, b, c y n que cumpla eso. No existen, ya está, y no lo demuestro aquí porque no me apetece. Ya a la tarde lo demuestro». Y se fue el hombre, pues yo que sé, a casa echar… a ver Netflix o lo que fuera y… se murió el tío. O sea se muere, coge el tío y se muere. No esa tarde, pero se muere sin demostrarlo y entonces los matemáticos dijeron: «Pues ya lo demuestro yo». Y empezaron todos a intentar demostrarlo. Gente con mucha cabeza, Gauss, todos, o sea los grandes. Y nadie lo consiguió. Hasta trescientos años y pico después que un hombre con gaficas y poco pelo llamado Andrew Wiles, coge el tío y lo demuestra, trescientos años después. Así que, para la gente que estáis viendo esto, que estáis aquí conmigo: ya podéis dormir tranquilos. Podéis dormir tranquilos, o sea, no existen tres números a, b y c… te veo inquieto. A ver, no existen, no existen. Podéis vivir tranquilos, no existen a, b, c y n, tal que a elevado a n más b elevado a n sea igual a c elevado a n. Y yo le decía: «¿A mí qué más me da, Andrew Wiles, Fermat, qué más me da eso a mí?». No, pues a mí tampoco, me da igual. O sea, es que, de verdad, es guay y eso, pues muy bien, perfecto, ole, trescientos años, fantástico, me da igual. Pero, ¿sabes qué pasa? No, el resultado es bonito, eh. El resultado es bonito, tiene muchas implicaciones en matemáticas. Estoy aquí como haciendo broma pero es un resultado muy bonito porque conecta dos campos de las matemáticas muy distantes. Pero lo más importante de eso es que durante esos trescientos años en que la gente lo intentó y falló, todos esos intentos fallidos son el origen de la teoría algebraica de números, de gran parte de las matemáticas modernas. Sin esos intentos fallidos, no el intento que acertó, sin los intentos fallidos hoy no tendríamos la tecnología que tenemos, la tendríamos de otra forma mucho peor, hoy no tendríamos gran parte de las matemáticas que tenemos. Hoy tendríamos, probablemente, el mundo sería más difícil de lo que es hoy sin esos intentos fallidos. Entonces, mensaje de los matemáticos para los mortales: intentadlo. Yo hago eso todos los días. Todos los días me enfrento a problemas matemáticos que no sé si voy a resolver o no. Pero sé que si camino firme, que si mis intentos son sólidos por el camino me voy a encontrar cosas que van a valer tanto o más, probablemente más, que la propia solución a lo que estoy buscando. Eso vale un poco para la vida, me pongo un poco zen si queréis, ¿no? O sea, cualquier problema que tengas, si tú puedes intentarlo de forma sólida, si por el camino caminas bien, inténtalo porque vas a encontrar cosas probablemente más valiosas que la solución, aunque falles. Así que ese es otro mensaje que las matemáticas nos dan. ¿Para qué sirven las matemáticas? ¿Qué nos aportan? Nos aportan tanto que yo diría, o sea la humanidad hoy día estaríamos muchísimos pasos más atrás si no tuviéramos aquello que nos aportan las matemáticas.