“Nunca ha sido un buen momento para la filosofía”
Víctor Gómez Pin
“Nunca ha sido un buen momento para la filosofía”
Víctor Gómez Pin
Doctor en Filosofía y profesor
Creando oportunidades
La filosofía es un patrimonio de la humanidad
Víctor Gómez Pin Doctor en Filosofía y profesor
Víctor Gómez Pin
Sócrates, Servet, Hipatia o Tomás Moro… Para Víctor Gómez Pin, la historia de la filosofía“ es la historia de un combate por la lucidez”. “Nunca ha habido un buen tiempo para la filosofía”, sentencia este filósofo y profesor de reconocimiento internacional. Y añade: “El pensamiento ha habido que defenderlo siempre”. Para él, “la filosofía es un patrimonio de la entera humanidad” que responde a las preguntas de todos los tiempos y de todas las disciplinas. Víctor Gómez Pin explica que ciencia y filosofía siempre han ido de la mano, y afirma que “el destino de la ciencia es la filosofía”. Algo que en la actualidad se manifiesta en la participación de la filosofía en el desarrollo de la Inteligencia Artificial.
Victor Gómez Pin estudió Filosofía en la Sorbona, donde obtuvo el grado de ‘Docteur d’État’ con una tesis sobre el orden aristotélico. Actualmente es Catedrático Emérito de la Universidad Autónoma de Barcelona. En los años ochenta se vinculó al proyecto de creación de una facultad interdisciplinar en la Universidad del País Vasco, siendo el primer director del departamento de Filosofía. Victor Gómez Pin también es el fundador del ‘Congreso Internacional de Ontología’, patrocinado por la UNESCO, y vicepresidente de la Sociedad Ibérica de Filosofía Griega. Autor de más de una veintena de libros, su obra ‘Filosofía: el saber del esclavo’ obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1989. En 2006 fue galardonado con el Premio Espasa Ensayo por ‘Entre lobos y autómatas’. Recientemente ha publicado ‘El honor de los filósofos’ (2020) y ‘Tras la Física: arranque jónico y renacer cuántico de la Filosofía’ (2018).
Transcripción
Es decir, allí conseguimos crear una Facultad de Filosofía internacional en la cual había científicos y filósofos y artistas. Es decir, de alguna manera intentábamos responder a algo que ha sido central en la filosofía. O sea, que la filosofía no es una disciplina especializada, pero se nutre de todas las disciplinas especializadas. No es una disciplina científica porque no es una ciencia, pero sí se nutre de todas las disciplinas científicas. No es una disciplina artística, pero no puede pasar de la historia del arte. Es decir, la filosofía es intersección. Tiene con la física una particular… vamos, casi diría que una exigencia de fidelidad por una razón: popularmente a veces se dice que de la palabra «filosofía» se identifica la metafísica. Y efectivamente, con toda la razón. La palabra metafísica no significa una reflexión sobre cosas que estarían en el aire más allá de que no serían físicas. La metafísica dice: «Una disciplina que viene después de la física». De hecho, cuando en el bachillerato a los estudiantes se les habla, a veces, como si fuera la lista de los reyes godos, pues Tales de Mileto, Anaximandro, Anaxímenes, etcétera, etcétera. Pues bien, Aristóteles llamaba a todos ellos «to fysikó», los filósofos, perdón, los físicos, los físicos.
Entonces, ¿por qué te exponías a la pira? Pues por la exigencia, lo que Aristóteles dice en el arranque de su ‘Metafísica’: todos los humanos por genuina disposición, es decir, por su propia naturaleza, desean la lucidez. Esa exigencia de lucidez te llevaba a enfrentarte a veces con la autoridad, cuando menos académica. Hay mujeres que tras apoyar la Revolución Francesa acaban en el cadalso. Es el caso de Olympe de Gouges, que dice aquella frase tremenda: «Si la mujer puede subir al patíbulo…», que es el caso de ella, «…también ha de tener derecho a subir a la tribuna». Entonces, en síntesis, he intentado expresar que el pensamiento se abre camino, en ocasiones, sin libertad e incluso sin esperanza. Si hay que esperar a que haya libertad y esperanza para el trabajo del concepto y el trabajo del pensamiento, es muy posible que grandes de las obras del espíritu humano no hubiéramos contado con ellas.
Ya me dirás qué esperanza podía tener Tomás Moro en la Torre de Londres esperando la muerte. Y sin embargo, escribe allí algunas de sus joyas, dijéramos. Es una tesis, es una tesis. El pensamiento de alguna manera satisface por sí mismo. Y aunque es verdad que la lucha por la libertad es una exigencia de la filosofía, los filósofos no han esperado a la libertad en acto para, entre otras cosas, mostrar que la libertad es necesaria para la dignidad humana. Hay un caso, que además a los españoles nos concierne muy particularmente, el caso heroico de Servet, porque Servet había sido ya condenado por la Inquisición, la Inquisición católica, y había sido quemado en efigie, en Valence, en Francia. Pero después, claro, sale de Málaga para entrar en Malagón. Cae en la Inquisición de Calvino y ahí ya le queman en presencia. Pero tuvo osadía y dignidad para enfrentarse a Calvino. Es decir, él dijo que efectivamente, que Calvino si se enfrentaba a él, que argumentara y que si se le daba la razón, que fuera Calvino el que fuera el reo. Es decir, es gente que ha dado una prueba de entereza absoluta haciendo funcionar el pensamiento en circunstancias en los cuales otros simplemente buscamos consuelo.
Y no la dejaron sus compañeros porque su condición de judía y, además, su fragilidad física y su condición de judía, sabían que como la cogieran en la resistencia estaba perdida. Entonces no la dejaron. Y eso la debilitó. Pero murió prácticamente escribiendo su último libro que después publicó, que se llama ‘El desarraigo’. Y es una reflexión sobre la necesidad de arraigo que tenemos los humanos, que es muy curioso que escribiera esta necesidad de arraigo ella que era una internacionalista. El internacionalismo consistía en decir que uno encontraba su hogar en cualquier patria. Sin embargo, tuvo una reflexión extraordinaria que publicó Albert Camus, otro que también sabe del desarraigo. Y escribiendo su libro sobre el desarraigo, se muere en condiciones… en todo caso, en una gran melancolía, en el exilio. Y en gran parte también deprimida porque sus compañeros no la dejaron asumir su papel en la resistencia.
Entonces, quiero decir que la propia formación filosófica ha de tener en cuenta la necesidad, no digo de la interdisciplinariedad, porque no se puede ser especialista en muchas cosas, pero sí del conocimiento de esos lugares en los cuales hay intersección y en la cual, además, la filosofía se nutre de muchos de ellos. Pero a mí realmente me gustaría luchar o convencer, dijéramos, al legislador de la necesidad de que un equipo interdisciplinar pensara un concepto propio para la filosofía y después viera qué papel podría jugar en la educación, no solo de los estudiantes de bachillerato, que efectivamente, sino a lo mejor podía estar presente en las universidades en facultades de ciencias, o en facultades de arte. Por supuesto, en los conservatorios. Es decir, cómo entender la filosofía para que formara parte de la formación general de los ciudadanos. Pero eso creo que tendría que empezar por una especie de reflexión sobre sí misma. Y no es tan difícil. Es fijarnos en los en los grandes del verbo, en los grandes del pensamiento filosófico, fijarnos en lo que hacían ellos, inspirarnos un poco de lo que hacían ellos, tener en cuenta a este Descartes que intenta mostrar la unidad de la razón y escribe ese prólogo extraordinario que es un discurso del método, pero que no olvidemos que es un prólogo a sus tratados científicos. Ese libro que, por otra parte, también forma parte de la literatura francesa. No olvidemos que ‘El discurso del método’ es una de las grandes obras de la literatura francesa, porque yo aprovecho para decir no hay cosa más divertida que ‘El discurso del método’. Es decir, es que realmente, literariamente hablando, es decir, es un verdadero viaje en el sentido de un señor que efectivamente hace una ficción extraordinaria.
Entonces, fijándonos en los grandes de la filosofía, creo que sería necesario que nosotros mismos, antes de insistir tanto a que el legislador nos ayude, presentarle un proyecto que fuera bueno para la inserción de la filosofía en todos los lugares donde se enseñan cosas que interesan al ser humano.
Por ejemplo, uno de los problemas que tengo yo y por eso, vamos, teníamos mis colegas de San Sebastián que estamos haciendo el Congreso Internacional de Ontología, el que va a tener lugar en octubre, que se inaugura el 28 de septiembre en Chillida-Leku. El tema es «Determinismo natural y libre albedrío». Lo preside un Premio Nobel de Física. Es el tema más filosófico clásico que hay, determinismo natural y libre albedrío, pero para presidente de honor hemos buscado a un físico. Entonces, hemos invitado a ese señor, se llama Kochen, a que venga a exponerlo, etcétera, etcétera. Es decir, yo soy una persona que, en un momento dado, mi condición de profesor de Filosofía me lleva a preguntarme la cuestión del libre albedrío y como no la sé, pues quiero que haya los que tienen algo a decir sobre esto y monto un congreso sobre esto. ¿Es que esta máquina va a estar alguna vez en la situación que estoy yo? En el sentido de decir: «Esto del libre albedrío no está resuelto» o «No sé si soy libre, voy a llamar al señor Kochen a ver si tal y voy a montar un congreso». Si es así, entonces habrá una máquina, por así decirlo, que funcionará como el sujeto kantiano. Y si es así esa máquina tendrá derechos humanos. Soy muy escéptico.
El día que yo encuentre una máquina tan preocupada como Kochen por el libre albedrío, entonces yo le invitaré a esa máquina en vez de invitar a Kochen. ¿Qué quiero decir con todo esto? Que la razón humana tiene una complejidad de tal calibre… el hecho mismo de que los juicios estén disociados entre juicios estéticos, juicios éticos y juicios cognoscitivos, esta máquina compleja, eso es lo que es inteligente.
Si tenemos esta concepción de la función del profesor, entonces sí que habrá partes en los cuales la máquina nos podrá sustituir. Por ejemplo, evidentemente, hoy, cuidado que ahora ya empiezan a cobrar por ello, pero durante un tiempo en internet se encontraban cosas, ahora ya empiezan a encontrarse menos, cada vez menos, pero yo les decía a mis alumnos: «Mira, yo no te voy a juzgar ahora por la información, porque la información está disponible, te voy a juzgar por la capacidad que tienes de elaborar esa información con vistas a recrear lo que tú llevas dentro en ella, a usar esa información como peldaño». Yo pienso que esa es la función del profesor. Entonces, ¿en la parte informativa nos ayudan las máquinas? Bueno, pues que nos ayuden. También con un cuidado. Las máquinas nos ayudan. Ahora, cuidado, hay ayudas y ayudas. Hace dos semanas, menos, en el diario La Vanguardia de Barcelona había una estremecedora entrevista con una persona ayudada por una máquina a la cual le decía: «Que maca que estàs!» «¡Qué guapa estás hoy!». Y la máquina le respondía: «Ay, que me harás poner colorada», y tal y cual.
Es decir, bien, un especialista de inteligencia artificial de las almas del Instituto de Valencia llegó a decir en un coloquio, yo también formé parte hace años en el Palau Macaya de Barcelona, «Humanos moriremos abrazados a máquinas». Se estaba refiriendo, efectivamente, a las personas que necesitan máquinas que les cuidarán. Pero cuidado, esto puede ir muy lejos. Puede estarse refiriendo a la persona que simplemente la soledad les ha llevado a estar abrazados por máquinas. Bien, no aceptemos que la máquina suplante aquello que es cabalmente humano. La máquina no debería ser más que un instrumento de los proyectos humanos, nunca un sustituto. Salvo, te decía, que encontremos esa máquina que resulta que se dice: «¿Seré yo libre?». Con esa máquina podríamos hablar y digo hablar con intención. Yo no he visto en lo que se me dice que la inteligencia artificial produce, ni una sombra de palabra. Es decir, es muy probable que muchas de las cosas que los humanos hacemos puedan encontrarse una similitud con lo que hace una máquina. De tal manera que el comportamiento pueda parecer igual y los resultados de ese comportamiento puedan parecer iguales.
Pero creo que la diferencia es que en ese comportamiento no hay lenguaje, lenguaje humano. Es decir, el lenguaje apareció un día, pero apareció una cosa muy rara, porque el lenguaje es un código de señales que a veces sirve para la vida, obviamente. El lenguaje humano está lleno de equívocos, sobre todo en cuestión, cuando se habla de cosas afectivas y tal, que dices: «Es que tenemos que hablar». Y yo digo: «No, mejor no hablar, porque el lenguaje está lleno de equívocos y, a lo mejor, en vez de resolverlo, la lías». Pero cuidado, esos equívocos del lenguaje que son muy malos para usar el lenguaje humano como un código, son condición de posibilidad de que exista, por ejemplo, la poesía. Vamos, siempre se dice que si enriqueces a la poesía, estás enriqueciendo el lenguaje. Es como yo siempre he tenido la idea de que la poesía solo sirve al lenguaje. De hecho, como sistema de información no vale para nada. Pues yo te digo a ti: «La piedra es una espalda para llevar al tiempo». Pues ya me dirás qué información te he dado. Y si añado: «Con árboles de lágrimas, y cintas, y planetas», pues te da una información nula. Tú, como ser vivo que necesita de la información para sobrevivir, con eso no parece que hayas… Y sin embargo, los humanos sabemos que estos versos del ‘Llanto’ de Lorca son conmovedores y forman parte de nuestra alma.
Porque códigos de señales, animales, los hay magníficos. Siempre se cita al de la abeja, pero hay otros. Que, desde el punto de vista del funcionamiento como un código, son mucho mejor que el nuestro. Pero claro, la abeja no baila por bailar. Nosotros hablamos por hablar y pensamos por pensar. Pensamos, aunque no queramos y, a veces, pensamos sin posibilidad de mentira. Por ejemplo, los sueños. Entonces, yo no sé, pueden estar haciendo máquinas que desde el punto de vista de lo que realizan es admirable. Te puede dejar estupefacto. Pero para eso no creo que sea imprescindible que haya lenguaje humano. ¿Y entonces qué quiero decir? Que cuando esta señora de Barcelona estaba tan contenta porque había estado separada de su máquina y estaba tan contenta porque la había recuperado, no sé si porque había estado hospitalizada o algo así, había recuperado su máquina y decía que hablaba con ella, a mí la verdad es que me parecía desolador. Esa señora debería hablar con personas.
De momento, que las máquinas hagan lo que puedan. Y desde luego, si van aprendiendo, que aprendan y que sean lo más útiles posible a las necesidades humanas. Obviamente, para ciertos trabajos embrutecedores y alienantes está muy bien que las máquinas nos sustituyan. Pero cuidado que no sea un puro pretexto para mandar a la gente al paro. Como es el caso. Es decir, que el trabajo que pueda hacer una máquina, que lo haga la máquina, pero que entonces a esta persona se le dé la oportunidad de leer a Descartes y aprender a tocar el violín. Y leer a Homero y aprender algo de matemáticas. Que nos permitan tener un tiempo no de ocio, sino de enriquecimiento. Es decir, yo diría un tiempo festivo de enriquecimiento de lo que llevamos dentro. Ahora, si el trabajo embrutecedor tiene como complemento un ocio más embrutecedor que el propio trabajo, entonces la hemos liado.
Había un poema de Jaques Prévert que decía que qué triste era la condición, era cuando se trabajaba todavía los sábados. Decía que qué triste era la condición del obrero el domingo por la tarde, porque sabía que llegaría el lunes, y el martes, y el miércoles, y el jueves, y el viernes, y el sábado, y el domingo por la tarde. Pues bien, si a este trabajador de Jaques Prévert el domingo por la tarde le haces estar pendiente como si le fuera algo en ello, de las vicisitudes de un juego deportivo del cual no es protagonista, pues la condición humana no se está realizando.
La filosofía pone sobre la mesa las interrogaciones que el espíritu humano lleva dentro y que se están manifestando en su quehacer ordinario y en su quehacer científico. Y además, en la medida en la cual la filosofía sí que tiene una tendencia a no disimular. Es decir, la disposición del filósofo es que donde hay un problema no se le tapa. En ese sentido, no puede haber una filosofía que no interese a todo el género humano, y esto lo digo con cierto retintín con respecto a determinadas actitudes filosóficas en occidente. Una gran filosofía de nuestro tiempo ha tendido mucho a identificar la disposición filosófica, no solo al mundo occidental, sino incluso a privilegiar unas lenguas sobre otras en lo relativo a la filosofía, concretamente a privilegiar el griego y el alemán. Como si hubiera unas lenguas potencialmente más filosóficas que otras. Creo que es una forma de supremacismo lingüístico que va en contra de que la filosofía, precisamente puede ser asumida por toda la humanidad. Quiero decir con ello que en lengua bantú, cabe hacer filosofía en lengua bantú exactamente de la misma manera que se hace en alemán. Cualquier lengua no indoeuropea puede estar perfectamente impregnada por la filosofía en cuanto las condiciones sociales lo permitan.
En este sentido, la filosofía es un patrimonio de la humanidad. Es decir, susceptible de ser acogida por cualquier lengua si las circunstancias naturalmente lo permiten. No olvidemos una cosa que cuando Descartes escribe ‘El discurso del método’ en francés está haciendo un acto subversivo porque la lengua de cultura no era el francés. Entonces estaban fuera de la cultura los que solo conocían el francés. Cuando Galileo escribe su diálogo en italiano está realizando exactamente lo mismo, es decir, está mostrando que el espíritu humano no está segregado por lenguas. Es uno de los sentidos primordiales en el cual digo que la filosofía es patrimonio de la humanidad en potencia. Y será patrimonio de la humanidad en acto, cuando las instituciones de todos los países y que gestionan las lenguas de esos países, hagan lo posible porque efectivamente se construyan los medios sociales para ello.