Lo mejor de las pasiones, es que se pueden estudiar
Pablo Alborán
Lo mejor de las pasiones, es que se pueden estudiar
Pablo Alborán
Músico y compositor
Creando oportunidades
“Hay cosas que solo se explican a través de la música”
Pablo Alborán Músico y compositor
Pablo Alborán
En su casa había un piano. Muy antiguo, desafinado y con las cuerdas gastadas. Pero, de niño, a Pablo Alborán le parecía “una nave espacial”. Lo miraba fascinado y se sentaba durante horas a aporrear sus teclas. Un día, su madre le dijo algo muy especial: “Lo mejor de las pasiones, es que se pueden estudiar”. Y así lo hizo, con una buena maestra que fomentó su pasión y dedicación por la música. “Sentado en el piano sentía que podía transmitir lo que quería, ser yo mismo, estar en mi mundo… La música me hacía feliz”, explica hoy Alborán.
Compuso sus primeras canciones con doce años, y ya entonces despuntaba en él un talento fuera de lo normal. En su Málaga natal, se formó también en el flamenco, la música acústica y la guitarra. Empezó su andadura subiendo sus propios temas a plataformas como MySpace o YouTube, hasta que un productor musical llamó a su puerta y así comenzó una carrera llena de éxitos y reconocimientos. 23 años después, con más de 30 premios musicales a sus espaldas, su pasión sigue intacta y la música sigue siendo su vida: “A mí me sigue fascinando lo que hago, me sigo emocionando cada día. Creo que, en realidad, ese es el verdadero éxito”, asegura. En 2021, Pablo Alborán fue nombrado embajador de Unicef para la infancia: “La educación es un puente directo a la libertad”, concluye.
Transcripción
Y empecé a dar conciertos en el conservatorio y en el Ateneo de Málaga. Y recuerdo que uno de los conciertos, que era una pieza clásica. No me acuerdo de lo que era, pero era una pieza clásica, superbarroca y muy complicada, y se me olvidó. En mitad del concierto. Yo tendría, pues… Ahí tendría nueve años. Y recuerdo que me senté ahí, empecé a tocar y me olvidé de todo. Entonces, automáticamente hubo algo aquí que hizo «clic», y empecé a inventarme toda la obra que venía después. Y cuando me la terminé de inventar, terminé el concierto, yo me levanté, saludé, miré a todos los padres, hice así, me fui muy contento… Me fui, bueno, a la habitación que había. Mi profesora estaba con una cara de mala leche que no os podéis ni imaginar. Y recuerdo que yo tenía algo como de presión porque dije: «Ostras, mi padre», que es un cinéfilo, melómano, ama la música, el arte. Sabía perfectamente que me lo había inventado todo. Entonces llega, y me dice: «Tú sabes lo que yo sé». Y le digo: «No…». Dice: «Sí, te has inventado la mitad de la obra». Y le digo: «Pues sí, papá, ¿qué quieres que te diga? Me la he inventado…». Y me dio un abrazo y me dijo: «Enhorabuena. ¡Enhorabuena! Que les den a todos. Enhorabuena». Y a partir de ahí dije: «Ostras, pues igual el crear también me mola, ¿no?». El inventarme un mundo que, bueno, en el que me sentía… Pues que resolvía un poquito el asunto, me hizo gracia.
Luego empecé con la guitarra, empecé a componer mis propias canciones. Y cuando vi que las letras y la música ya no eran de otra persona, dije: «Ostras, esto no sé si es bueno o es malo». Me daba igual, pero era mío. Es como el que pinta un cuadro o el que… No sé, era algo realmente especial para mí. Porque de pronto veía que, cuando cantaba algunas canciones, pues amigos, que era mi primer público, amigos y la familia… Algunos se sentían identificados con las letras, con la música o veía que entendían como yo el amor, el dolor, los celos, la envidia. Y cosas que a lo mejor con doce años, que fue la primera canción que escribí, a esa edad. Que uno no sabe ni lo que es el amor, ni lo que son los celos, ni lo que es nada, ni lo que es la vida. Pero veía que había una conexión con la gente. Y yo decía: «Ostras, me conecto mejor a través de la música que de cualquier otra forma». Subía mis vídeos a MySpace, que era una plataforma de música donde la gente escuchaba canciones desde cualquier parte del mundo. Luego estaba YouTube también y había críticas. Había críticas… opiniones, críticas constructivas. Veías que a lo mejor alguien que era de otro país o con otro idioma, tenía una opinión sobre lo que yo hacía y era… Ostras, muy muy útil para mí también, ¿no?
Después de eso, todas las redes sociales y, digamos, las plataformas hacen que empiece a llegar gente. Productores, editoriales, compañías de discos… que se interesan. Confían en mí. Llega un productor, manager, editor, me da la oportunidad de empezar a trabajar en un disco. Llega una compañía discográfica y se dispara todo. Y entonces ahí es cuando la música se vuelve oficio, se vuelve profesión. La música sí que es verdad que siempre creo que es importante que uno lo haga para sí mismo. Porque para mí ha sido un lenguaje, un desahogo, una necesidad. Y luego, si encima la gente se siente identificada y hay aceptación, ostras, pues tres veces más gratificante y motivador. Pero también el equilibrio está en que de repente, si no gusta o si, de repente, hay un objetivo y no se cumple el objetivo, a mí me sigue haciendo mucha ilusión lo que hago. A mí me sigue poniendo la piel de gallina y me sigue emocionando hablar de lo que hago y estar aquí y hablar de lo que más me apasiona. Que eso creo que realmente es lo que he conseguido gracias a la gente que me rodea. Y no hubiera sido posible sin un equipo honesto, sin un equipo que te diga la verdad. Y es importante también que tengas gente a tu alrededor que no te desmotive, ¿no? Porque en este trabajo, como en cualquier otro trabajo, compañeros de trabajo, un jefe, una jefa o un ambiente hostil. Puede hacer que de pronto digas: «Ostras, a mí esto no me gusta o ha dejado de emocionarme». O que llegues a casa tan cansado que digas: «A mí esto ya no me merece la pena».
Y yo he tenido mucha suerte también en ese sentido. En tener, sobre todo, una familia también que me ha acompañado, que me ha apoyado, en las buenas y en las malas. Porque si no hubiera tenido un padre que fuera arquitecto, que se dedicara al arte en cierto modo, que no le gustara la música, que no defendiera sus… Su humanismo, porque él es muy humanista. Es una persona a la que le encanta el saber. Si no hubiera tenido unos hermanos que se dedican también al arte, si no hubiera tenido una madre que defiende las pasiones de sus hijos y que los apoya, pues yo no podría haberme dedicado a esto o me hubiera costado mucho más. Así que, por encima de todo, está el tener gente a tu alrededor que te ayude a formarte, profesionalmente y, sobre todo personalmente. Que te haga seguir creyendo, en mi caso, sigo y seguiré creyendo en la magia que tiene el arte. Eso por encima de todo. Y me hace muy feliz estar aquí porque la pandemia nos ha separado mucho y necesitaba y me hace especial ilusión poder encontrarme con vosotros. Y, en muy resumidas cuentas, os he contado un poco lo que ha sido mi vida, pero me encantaría escucharos a vosotros y estoy aquí para responder lo que queráis.
Y luego también el compartirla. El enseñarla, el descubrir cosas que a lo mejor no conoce nadie y no está a lo mejor en las listas más escuchadas. Y eso va a hacer que de pronto la música vuelva a cobrar su sentido, que es el de compartirla, el de generar opinión… Aunque no te guste, da igual. Eso también genera opinión. ¿Y por qué no te gusta? Pues mira, por esto, por esto. ¿Y por qué te gusta esto? Pues mira, no te lo sé explicar, pero me gusta. Y lo escucha otro y dices: «Ostras, yo tampoco sé por qué me gusta esto, pero me gusta». Y ya creas una conexión con alguien. Eso es brutal, porque conectas con la gente. Pero el otro equilibrio está en que no hay que olvidarse… Pues lo que te decía, que al final el exceso de información también hace que nos podamos perder. Es un exceso también de información a veces, ¿no? Pero, otra vez lo mismo, el poder está en ti. Todo depende del esfuerzo que hagamos o de la importancia que le demos. A mí me gusta tomarme el tiempo en todo, en general. Menos en cocinar, que lo hace la Thermomix, yo en el resto me gusta… Me parece positivo el tener esa herramienta.
El saber por qué has tenido ese error y de saber que hay cosas que no se deben hacer y que no se… Que, bueno, que como cualquier profesión, hay cosas que están mal hechas. Pero la fama como tal y la humildad y tal. Yo es que llego a mi casa y lo único que me sigue apeteciendo es poner Netflix y verme una serie como cualquier otra persona. Cuando me subo al escenario, que hay mucha gente que dice eso de: «El artista, cuando esté encima del escenario; cuando esté abajo, no, eh». Sí, bueno, pero yo soy artista. Ser artista no está ligado automáticamente a ser idiota, ¿sabes? O a ser un divo, o a ser… No. O cuando dicen: «Bueno, yo le hablo al Pablo, al Pablito, y al Pablo Alborán no le estoy hablando ahora». ¿No? Que eso… Bueno, alguna vez he hecho esa broma con mis amigos y con gente con la que trabajo, pero que es algo que tampoco es cierto. Yo soy la misma persona. Soy la misma. En uno hay trabajo, donde para mí, subirme a un escenario o estar aquí haciendo una entrevista es parte de mi oficio, y parte si puedo ser útil hablando o diciendo lo que digo, pues genial. Todo eso resume un poco que sí, que hay que ser humilde, pero que la humildad es algo que creo que te enseñan y que vives desde casa, desde la cuna. Yo estoy harto de ver gente que no cree realmente en lo que hace y que lo hace por otra razón completamente diferente. Y la gente necesita gente que crea en lo que hace. Se nota cuando alguien lo hace de verdad.
Y hace falta (aplausos). A vosotros, a vosotros. Nada, daros las gracias. Me hace muy feliz poder escucharos, veros las bocas, porque con estas mascarillas que nos han estado tapando pues para mí es necesario, porque yo me nutro de esto, ¿no? Y de poder encontrarnos, charlar, hablar y es lo que realmente me hace feliz. Realmente os agradezco que estéis aquí, vuestras preguntas y el buen rollo que me habéis transmitido. Así que nos vemos pronto.