Leer te hace diferente
Doug Lemov
Leer te hace diferente
Doug Lemov
Profesor y escritor
Creando oportunidades
Estrategias para mejorar la enseñanza
Doug Lemov Profesor y escritor
Doug Lemov
No llevaba libros ni lápices a la escuela. En un intento de encajar, el adolescente Doug Lemov se rebelaba de esta manera contra la cultura educativa estadounidense. Pero esos años de abstracción derivaron en un profundo interés por la educación y hoy Lemov es una referencia internacional de la enseñanza.
El reconocido educador se licenció en Lengua y Literatura en el Hamilton College, obtuvo un máster en la Universidad de Indiana y un MBA de la Escuela de Negocios de Harvard. Actualmente dirige Uncommon Schools, un proyecto que descansa en la igualdad, la diversidad y la inclusión. “Cultivamos el amor por el aprendizaje en cada niño”, asegura Lemov.
Es autor del superventas ‘Teach Like a Champion’ (Enseña como un campeón), que provee a los profesores de técnicas para mejorar la enseñanza. Doug Lemov está convencido de que la formación del profesorado es la clave para lograr la excelencia de los alumnos, y reivindica: “No solemos pensar en la enseñanza como algo científico, como una disciplina de investigación, pero lo es”.
El éxito de su libro ha transmutado en una plataforma de educación online para profesores, que permite a Lemov seguir investigando técnicas para mejorar la docencia. Entre sus publicaciones se encuentran los manuales ‘Practice Perfect’, ‘Reading Reconsidered’ o, su última guía, ‘Teaching in the Online Classroom’. Encontrar el equilibrio entre pasión y disciplina es, según Lemov, la clave del aprendizaje.
Transcripción
"La educación es una inversión a largo plazo en el desarrollo de las personas"
Tenemos que crear esa cultura, ese mirar a los demás, asentir y demostrar que las palabras del otro son importantes cuando alguien participa. Si no sufriremos todos, porque aprenderemos menos. Creo que una de las cosas interesantes de los colegios es que tienen que pedir esos pequeños sacrificios personales y esos comportamientos no verbales para que diez, veinte años después, esa persona se despierte siendo microbióloga, por ejemplo. Muy pocas instituciones hacen demandas así y la gente se encuentra cada vez más incómoda cuando le piden que haga un pequeño sacrificio. “¿Cómo puedes pedir que mi hijo haga tal cosa?”. Tengo una amiga que es directora de un colegio y tenía muchos problemas con el comportamiento en los autobuses: los niños eran crueles y se hacían “bullying”. Por eso, decidió instaurar un sistema de asientos preasignados en los autobuses. Se pasó el mes siguiente al completo sin hacer nada más que lidiar con los padres que iban a su despacho y le decían: “¿Cómo te atreves a decir a mi hijo dónde se tiene que sentar?”. Creo que los colegios son… No sé cómo responder a tu pregunta sobre dónde se encuentran los colegios en la relación entre padres y educadores, pero creo que es cada vez más difícil. Y creo que se habla poco de ello.
Por eso, creo que hay que equilibrar entre dar oportunidades a la gente para perseguir sus pasiones y hacer cosas que les gustan y que saben que les interesan, pero a la vez tener una disciplina que presione a la gente para encontrar cosas que les interesan pero con las que aún no han conectado. Y no asumir que un niño de doce años está listo para decir: “No me interesa la ciencia”. Parte de la responsabilidad del colegio es decir: “Bueno, dale unos años, haz lo que puedas y a lo mejor te das cuenta de que te encanta. Creo que verás que es así. Mi trabajo como profesor es ayudarte a encontrar ese amor por la ciencia que creo que tienes dentro”.
En la mayoría de los colegios de Estados Unidos podría proponerlo en una reunión del claustro y un profesor podría decir: “Es que no me gusta lo de escribir. No sé, no es para mí” y eso sería algo normal. Lo veríamos como una expresión de libertad intelectual o como algo protegido por la negociación colectiva, cualquier individuo de una organización puede negarse a aplicar una idea. Y creo que las implicaciones de eso son muy profundas. Además, es difícil ejecutar este tipo de medidas: no solo no podemos hacerlo en todo el colegio, sino que no podemos saber si funciona. Si tú estuvieras en un colegio con un enfoque distinto, y a mí como profesor también me gustara lo de escribir, y ambos aplicáramos ese método cada día a la perfección durante tres años y tuviéramos estudiantes similares, ambos sabríamos, al cabo de esos tres años, qué ha funcionado y qué no y por qué. Pero nunca podremos probar este tipo de ideas, porque carecemos de la perseverancia necesaria en nuestros colegios. Creo que es uno de los motivos fundamentales por los que nos cuesta aprender. La mayoría de los colegios de Estados Unidos son una mezcla de ideas implementadas a medias y con mal seguimiento. Hasta que lo arreglemos, me cuesta mucho imaginar que podamos aprender lo suficiente sobre un problema tan profundo y generalizado. Creo que los problemas de enseñanza van de la mano de los problemas de diseño de los colegios y de organización.
Es decir, tratando el proceso de sacar conclusiones como una habilidad. “Sacar conclusiones es combinar lo que nos dice el texto con algo que ya sabías”. “¿Qué es sacar conclusiones?”, “Combinar lo que nos dice el texto…”. Los profesores hacen exactamente esto, y luego dan la clase, como si sacar cien conclusiones de ‘El bosque mágico de Tuck’ pudiera ayudar a sacar conclusiones de ‘Oliver Twist’, cuando si no entiendo algo es porque no sé nada del Londres del siglo XVIII ni del vocabulario ni de los términos usados ni sobre cómo era estar en un orfanato. Y los estudiantes fracasan porque enseñamos mal, porque no aplicamos los resultados científicos y desperdiciamos horas y horas en las clases dándole vueltas a la cabeza buscando una estrategia que funcione. Y así no se aprende a leer, y creo que los datos lo dejan bastante claro. Y esto se multiplica por cien en niños pequeños, cuando están aprendiendo a decodificar: no se enseñan bien ni la fonética ni la fluidez, que son dos elementos que funcionan a corto plazo, y ese éxito a corto plazo es lo que lleva luego al éxito educativo a largo plazo. Los profesores salen de su formación sin saber nada sobre la ciencia de la lectura, nada. No solo eso, sino que salen con ideas muy equivocadas sobre cómo enseñar a leer. Primer problema: ¿por qué fracasan los niños en nuestros colegios? Porque no son capaces de leer correctamente. Eso provoca que tengan problemas para aprender otras cosas, se dan cuenta de que no están teniendo éxito en el aprendizaje y se rinden. Y eso es un fracaso en la aplicación de la ciencia, en coger los resultados científicos y trasladarlos con rapidez a los colegios, y tomárselo en serio. Esto es en parte porque no vemos la enseñanza como una disciplina científica, y deberíamos.
Puede haber una persona relativamente poco motivada en el colegio que tres, cinco o diez años después de graduarse encuentra algo que le fascina y se da cuenta de que es capaz de aprender. Creo que somos responsables de mantener esa idea viva en los estudiantes, seguir animándolos y recordarles la época en que se les daba bien, incluso si ahora les está costando, y ayudarlos a no perder la fe en sí mismos. “Te está costando, y no te pasa nada malo porque te cueste, sino porque no estás trabajando lo suficiente. Sé que cuando encuentres lo que te gusta, se te volverá a dar bien”. Creo que es un mensaje importante a largo plazo, sobre todo cuando tienen problemas. El lenguaje que usamos para hablar con ellos del tema, de lo que les pasa, y para aclarar que no es un problema de capacidad. Creo que siempre debemos expresar que creemos en sus capacidades, que sepan que creemos en ellos, aunque les cueste.
Durante el viaje en coche a casa, mientras intentamos recordar esas ocho cosas de la lasaña, tenemos muchas más posibilidades de sufrir un accidente, porque no juzgamos tan bien los riesgos de la carretera porque nuestra memoria de trabajo, que también utilizamos para la percepción, está centrada en recordar esos ingredientes. Lo que presume el aprendizaje por descubrimiento es que si estamos en un entorno en que percibimos cosas, las aprenderemos, y eso nos ayudará a entenderlas. Pero solo podemos percibir esas cosas si nuestra memoria está libre. Si la memoria de trabajo está llena de las cosas básicas necesarias para entender algo, no vamos a aprender mucho a partir de la percepción, o vamos a percibir cosas aleatorias, que es otra cosa que nos dice la ciencia: los expertos perciben señales y los novatos, al encontrarse con algo nuevo, perciben cosas aleatorias. Si tú fueras una experta en física y yo un novato en ciencias y alguien nos enseñara una serie de problemas de física, tú probablemente dirías: “Ese problema es de aceleración y ese de velocidad”, y yo probablemente diría que ambos tienen que ver con un objeto volador. Yo los vería como lo mismo y tú los diferenciarías. Ese sería un ejemplo de cómo un experto aprende por percepción de su entorno y un novato no. El fútbol es un gran ejemplo de esto: si yo no entiendo las jugadas y qué hacen los jugadores, no voy a aprender, si me tiras en medio del campo en un partido del Barcelona, no podría aprender tanto como lo haría Xavi, porque él entiende lo que está haciendo la gente a su alrededor y aprende de ello. La teoría de la carga cognitiva nos dice que los entornos de aprendizaje por descubrimiento son geniales para los expertos y malos para los novatos, y la instrucción directa es buena para los novatos y no tanto para los expertos. John Sweller, un científico cognitivo australiano, describe esto como un efecto de desvanecimiento progresivo de la guía: cuando alguien es nuevo en algo, es mejor guiarlo en todos los pasos,
pero con el tiempo, cuando se convierte en un experto, vamos guiando cada vez menos y dejamos espacio para que descubra por sí mismo. La mayoría de la gente, al hablar de este tema, o bien apoya el aprendizaje por descubrimiento, “el aprendizaje por descubrimiento es el mejor”, o defienden la instrucción directa. La mayoría de las veces, en los colegios, los estudiantes son novatos, así que personalmente diría que puede que debiéramos inclinar la balanza hacia la instrucción y, a medida que adquieren experiencia, crear un par de situaciones de aprendizaje por descubrimiento. Creo que es un caso típico en que hay un estudio científico muy útil, que puede resolver un debate que lleva generaciones activo en el mundo de la educación.
Necesitamos poner a la memoria de trabajo en situaciones que no le exijan retener tanta información de golpe, sino darle una dosis pequeña y dejar que la repose y la procese, y con suerte la registre en la memoria a largo plazo, para poder acceder a ella sin tener que recordarla activamente, y ya estaría libre para repetir el proceso. Si intentamos darle demasiada información a la vez, empezaremos a olvidarnos de cosas, como el nombre del chico de la fiesta. El cerebro no puede almacenar toda la información que conocemos. Una de las cosas que sabemos y que hacen los expertos es intentar dividir la información, es decir, lo que podría ser una única pieza de información para mí… Si por ejemplo intentas enseñarme historia de España, a lo mejor cogerías el reinado de cierta persona y tendrías una frase para describirlo, y eso sería un único paquete para ti, pero para mí la organización no sería la misma, no tendría una secuencia del reinado de esa persona y vería una serie de eventos inconexos. Por eso, sería mucho más exigente con mi memoria de trabajo que con la tuya, porque para ti es una única pieza y para mí son diez. Entonces, mi memoria de trabajo se podría sobrecargar mucho más fácilmente. Al desarrollar nuestro conocimiento, lo que hacemos es aprender a digerir y procesar la información en paquetes. Debemos pensar en esto al enseñar a los alumnos a hacer cosas.
"Leer a tu hijo es la mejor labor de crianza que puedes hacer"
Una de las cosas que recomendamos es, en cuanto empieza la clase, los primeros tres minutos, pedir a los estudiantes que hagan algún tipo de actividad que los mantenga activos. Si empezamos con pasividad, la gente desconecta y va a estar en TikTok a los cinco minutos. Esos tres primeros minutos: “Mirad esta línea de esta novela, ¿a qué os recuerda? Decidme una cosa a la que os recuerde esta novela”. Eso nada más empezar, así todo el mundo está activo, usando el chat, y presumen que podemos ver que están haciendo algo. Y podemos decir: “Genial, gracias por participar, David”. “Gracias por participar, Jose, qué buenas ideas, tengo ganas de explorarlas mejor”, “Carla, cuéntanos más sobre qué piensas sobre la palabra ‘mímica’ en la frase, qué te parece”. Así comunicamos a los estudiantes en cuanto empiezan a participar que los estamos viendo, que los valoramos, lo cual les hace querer participar más, y también que la responsabilidad es necesaria para el aprendizaje. Así que empezamos por la cámara y por decir a la gente que lo que hacen nos importa, que los vemos, nos comunicamos con positividad y les damos maneras de participar de manera productiva y activa desde el principio. Llamamos a esto la norma de la pasividad, y es que si se los deja a su aire, los participantes de la llamada asumirán que pueden apagar las cámaras si quieren y que su rol es sentarse, no decir nada y no interactuar. Y tenemos que combatir activamente esa percepción haciendo que interactúen con el profesor justo al empezar.
Entonces, lo que queremos son profesores más dinámicos, ¿tienes algún recurso para profesores para que puedan evaluar mejor el progreso de los estudiantes en este entorno online?
Sí, una de las cosas buenas del aprendizaje online es que a veces es más fácil recabar datos sobre si los estudiantes están progresando. Hay un montón de herramientas bastante simples, diseñar la clase teniendo en mente dos o tres cosas sobre las que quiera datos es una. La función de chat es un buen ejemplo de esto. Ponemos dos o tres preguntas para la clase y les decimos: “Vale, vamos a asegurarnos de que quede bien claro todo lo que hemos dicho, vamos a hablar del ciclo del agua: ¿cuáles son las tres fases principales del ciclo del agua? Quien lo sepa, que lo diga”. Y que nos lo digan por privado, en vez de por el grupo. Así conseguimos un montón de datos en pantalla, todos los estudiantes nos están respondiendo, y solo queda analizarlo y decir: “Vale, la mayoría lo ha pillado, pero no ha quedado muy claro el rol de la segunda fase, la precipitación. Vamos a hablar de eso un poco”. Irónicamente, si recordamos hacer esas preguntas, es bastante fácil recoger datos en un entorno online, sobre todo si los alumnos participan, porque podemos usar el chat, podemos usar Google Sheets y cosas similares. Lo que pasa es que cuesta acordarse de preguntar y es más difícil evaluar verbalmente. Tenemos que estar preparados para usar este chat informal para comprobar si lo han entendido.
Si intentamos establecer esa relación hablando de la vida en general sin tener un objetivo ni un tema común, es muy complicado conectar con los demás. Cuando establecemos conexiones en la vida suele ser por tareas que hacemos, nos acercamos a nuestros equipos de trabajo, porque tenemos un objetivo en común y nos perdemos en la consecución de este. Cuando intentamos establecer relaciones sin ese objetivo, sobre todo con jóvenes, es muy complicado. Si queremos conseguir esas relaciones como profesores debemos involucrarlos y tener toques humanos, como decir: “Anda, ¿eso te ha pasado a ti? Cuéntame”. Es una manera mucho más próspera de construir relaciones. Si dejamos aparte la enseñanza y nos centramos en las relaciones, irónicamente, es probable que no consigamos establecerlas en absoluto.