“La música es una gran maestra”
Daniel Levy
“La música es una gran maestra”
Daniel Levy
Pianista
Creando oportunidades
La vida en las notas de un piano
Daniel Levy Pianista
Daniel Levy
Daniel Levy nació en Buenos Aires en 1947, desde muy pequeño mostró una gran sensibilidad hacia la música, a los seis años empezó a tocar el piano, y con tan solo dieciséis debutó interpretando obras de Bach, Chopin o Schumann.
Durante su extensa carrera, el pianista argentino ha grabado más de 50 discos, colaborado con renombrados artistas y actuado en algunas de las salas de conciertos más importantes del mundo, como el Royal Festival Hall de Londres, el Teatro Colón de Buenos Aires o el teatro La Fenice de Venecia.
Aclamado por la crítica como uno de los principales pianistas de nuestro tiempo, Levy invita al público a establecer una relación directa con la música, con una interpretación llena de belleza y profundidad.
Considera la música un lenguaje universal que todos somos capaces de entender, por eso, nos invita a cerrar los ojos y dejar que las notas del piano nos emocionen, al tiempo que reflexiona sobre la música como maestra de vida “Me gustaría muchísimo vivir en un mundo armónico ¿Y qué es armonía? – señala – Es una relación justa entre los sonidos. Es una relación justa entre los seres humanos. No creo que ninguna ciencia nos enseñe como la música este arte”
Su visión humanista y optimista de la música han llevado a Daniel Levy a publicar varios libros en los que explora los efectos físicos, emocionales, intelectuales y espirituales de la música, así como a fundar la “International Academy of Euphony”, un organismo cuyo objetivo es indagar en el significado de la cultura y el arte, así como su rol y servicio en los procesos de crecimiento individual.
Transcripción
Me presento de este modo porque, aparte de decir lo que hago en este momento, que es música, trato de sentirme, fundamentalmente, un músico. Un músico que, desde muy pequeño, estudió y, en el momento de estudiar, algunas cosas que, cuando era muy pequeño, estaban y, al momento, desaparecieron. Por ejemplo, el hecho de improvisar. Antes de los seis años, yo improvisaba. Improvisaba cosas que no eran magníficas, pero que sí tenían un sentido, en el sentido de querer dedicarlas a alguien. Y siempre las repetía del mismo modo. Algo sucedió después, cuando empecé a estudiar. El estudio puso como de lado esta parte de creatividad y de improvisación, porque tenía que dedicarme a ver algo que estaba escrito. Después, con el tiempo, pude recuperar esta idea creativa, que creo que es algo que todos nosotros traemos. Realmente, lo que quiero fundamentalmente comunicar en este momento y en este encuentro, es que la música no es algo que se encuentra solo en los teatros, solo en los conservatorios, solo en las salas de concierto.
Es algo que se encuentra dentro de nosotros. Y cuando reflexionaba sobre «aprendemos», esta idea de «aprender», me venía una hermosa frase de Platón, filósofo griego, que todos podemos llegar a entender sin tener temor de esto que decía: «Aprender es recordar». Y eso siempre me impresionó, porque cuando decía «recordar», extrañamente, me estaba refiriendo a las cuerdas. «Recordar». La palabra «recordar» tiene que ver, primeramente, con el corazón, «cor». Y la cuerda es «corda», tiene que ver con las cuerdas. Es como si nosotros tuviéramos cuerdas dentro de nosotros. «Recordar». Es increíble la frase. Pero ese «recordar» no quiere decir que debo tener memoria. Es una memoria que llevamos dentro. En inglés, por ejemplo, te dicen cuando aprendes algo de memoria: «by heart». «Algo que viene del corazón». O en francés también: «par coeur». «Algo que viene del corazón» para decir «lo estudio de memoria».
O, más interesante todavía, «es algo que viene de la memoria». Algo que tú conservas en tu memoria y lo expresas. Eso es recordar. Y si aprender es recordar, trataremos de recordarnos algunas cosas de lo que somos. Estas cuerdas, más de 235 cuerdas aquí adentro, un mecanismo complicado que está teniendo, evidentemente, toneladas de peso de presión para sostener todas estas cuerdas, crean un mundo que no es solamente imaginario, sino un mundo real, donde estas siete notas que todos conocemos se multiplican en una especie de gran teclado de 88 teclas donde miles, millones de combinaciones pueden surgir. Presento también otra cosa breve de mi experiencia. Cuando empecé a estudiar, me decían: «La música es el arte de combinar los sonidos». No me gustó. «El arte de combinar los sonidos». Me faltaba todavía algo a eso. ¿Es solo el arte de combinar los sonidos? Combino un sonido con otro y es música. Otra cosa que tampoco me convenció demasiado es cuando empecé a estudiar la teoría de la música.
En solo una frase decían: «La música proviene de un término griego que es ‘de las musas'». Punto. Para después, empezar con la teoría musical. Pero sobre ese tema, de qué pensaban en Grecia, qué pensaban en la antigüedad, cero. Y dije: «¿Cómo es posible esto?». Por lo cual, esa curiosidad, de la cual les hablé, de pequeño, me siguió hasta hoy y me sigue todavía, porque nunca terminas de aprender. Me siguió hasta hoy para saber qué quería decir esa primera parte, porque la música no empezó con la música antigua. La música empezó mucho antes, pero nadie lo enseñaba. Estas dos cosas fueron las que motivaron un camino que me hizo convertir, por así llamar, en pianista, que no es un término que me gusta porque creo que no es solo ser pianista, sino ser músico, lo importante y poder transmitir, en el modo más simple posible, el modo más simple posible, o sea, que sea entendible, por qué nosotros también tenemos cuerdas interiores y por qué la música, entonces, nos emociona, aunque no conozcamos nada.
No debemos conocer la música para emocionarnos. La música puede tocarnos. Y puede tocarnos el corazón.Vamos a escuchar algo. Lo que hemos escuchado es una transcripción hecha por Bach de una melodía de un italiano, Marcello, que la transcribe, en ese momento, para clave, no para piano. Pasamos, seguramente, a alguna pregunta de parte de ustedes.
Y ahí se crea, más que un triángulo, un círculo. Donde ¿qué sucede? Que cuando termina esto, y es un augurio, cada uno se siente con la curiosidad de ir a ver un poco más sobre este tema, de no dejarlo ahí. Por una cosa muy simple. Nosotros decimos que la música se transmite en el aire, y es verdad, pero la música no es aire. El aire la lleva. Pero ¿qué es? ¿Es algo más? Evidentemente, sí, porque el aire solo… Se transmite en el aire para que la escuchemos, pero tiene un contenido. Es un lenguaje. Es una forma de decirme algo, en otro idioma, con otra lengua. Que después, aparte, y ahí está el misterio, si esta tenía 300 años, ¿cómo me dice hoy algo así? Quiere decir que me está hablando de algo que no tiene que ver solo con ese momento. Tiene que ver con hoy. De eso tratan los conciertos-diálogo. Y crean una curiosidad, sí. No es más fácil hacer un concierto-diálogo que un concierto tradicional. Digo que no es más fácil en el sentido de que debes no solamente estar en el instrumento, sino también comunicar verbalmente.
Pero me parece útil, fundamentalmente, cuando se corta el hielo existente, o sea, no hay más filtro, y puede haber una comunicación directa. ¿Por qué? Simplemente porque todos estamos dentro de la misma categoría humana, en donde podemos comunicarnos la experiencia. Si hay alguien que sabía de comunicación es algo como lo que vamos a escuchar ahora. Escúchenlo, pero después decimos qué es, no antes.
Chopin, como comunicador, evidentemente de sentimientos, fue un grande. Pero de sentimientos muy refinados. Se dice que esto lo escribió en Mallorca, ya en los últimos años de vida, escuchando primeramente la lluvia, y sintiendo parte de su vida pasada. Pero todavía hoy nos dice muchas cosas. Esta primera y última parte, que es directamente un canto, y una parte intermedia, que es misteriosa, llena de… energía, de visiones. Que es parte de lo que nos comunica directamente la música como impresión, como sensaciones. Estos preludios… ¿Un preludio qué quiere decir? Está preanunciando algo, no viene nada después del preludio, y, sin embargo, ya el preludio es algo en sí. Es un juego, «ludio», algo de «juego». Pero es de juego con una parte interna de nosotros. Que, gracias a esta combinación, produce melodías.
Yo creo que si hay algo importante para que todos tengamos cuenta del poder de la música es el poder de la melodía. La melodía, en todos los casos, habla a nuestra parte emocional. Sea cual sea la parte emocional. Pero la melodía siempre crea una respuesta emotiva de distintos tipos. Mientras que la armonía… crea otro tipo de sensación que es, a lo mejor, un poco más mental. La melodía es algo que transporta, que nos transporta. Nos transporta a una parte de nosotros mismos que no siempre escuchamos y que creemos que está dormida, pero que despierta algo.
Por eso, estas músicas, más allá del tiempo que tienen cada una, o sea, más allá de la época de los compositores, nos dice hoy algo, no todavía, nos sigue diciendo algo después de siglos. Y es algo en lo cual debemos reflexionar bastante. ¿Por qué? Aparte de lo que es la moda, hay músicas que son de la moda que también nos dicen algo, pero ¿por qué estas, que eran de una época, a lo mejor, completamente distinta a la nuestra, no reflejan la época, sino reflejan algo que tiene que ver con el ser humano? Hay una definición que a mí me gusta mucho de música, que no es parecida a música, el arte de combinar los sonidos, que dice «música es todo aquello que resuena en ti cuando los instrumentos o las voces te lo recuerdan». O sea, la música que se produce no es la que viene de afuera, sino la que viene de afuera te toca y tú la escuchas como música. En ese momento es música, cuando tú la escuchás.
Pero hay una cosa, y eso tuve que traerlo, que siempre me llamó la atención, pero absolutamente, que es una pequeña carta que escribe a los 11 años, once años, y la dirige a una persona a la cual no le está solicitando algo, pero le dice qué es lo que siente. Y es breve y se la leo. Y dice así. «A partir de los cuatro años», palabras de Beethoven, «la música comenzó a ser lo más importante de mis ocupaciones juveniles». Cuatro años. «Adquirida tan rápidamente familiaridad con la dulce musa que disponía mi alma a las puras armonías, aprendí a amarla y también ella, así me pareció a menudo, comenzó a amarme. Ahora tengo 11 años. Desde tal momento, en las sagradas horas de inspiración, mi musa me ha susurrado insistentemente: ‘Prueba a escribir sobre el papel las armonías de tu alma’. ‘¡Once años!’, pensaba, ‘que figuraré como compositor’. ¿Qué me dirían los adultos expertos en el arte? Pero mi musa insistía y, así, obedecí y compuse».
Una de las características fundamentales de Beethoven es que es un educador de conciencia.
Es una carta de él a los 11 años. Ya, a los 11 años, en donde hay una serie de composiciones para nada indiferentes, de importancia, a los 12, 13 años, 14 años, para después empezar con toda una serie de obras que son hoy consideradas ciertamente trascendentes. Las sinfonías, los cuartetos, la famosa sinfonía, la «Novena sinfonía», la «Oda a la alegría», entendida una alegría… que nos pone en contacto con el universo, con esta gran idea que es la de mejorar el ser humano, la de convertirlo no en un religioso, de convertirlo a la música y, sobre todo, al poder de la música. Una de las características fundamentales de Beethoven es que es un educador de conciencia. Cuando él habla del hombre nuevo está buscando transmitir lo que pueda ser, verdaderamente, una nueva ética de comportamiento del ser humano. En efecto, cuando nosotros vemos que el «Himno a la alegría» incluso ha sido, y es todavía, usado en la Comunidad Europea para las celebraciones, en un momento en donde hay tanta deshumanización como el actual, creemos que este llamado a una fraternidad universal no sea simplemente un himno o una música, sino prácticamente una especie de deber que, gracias a la música, podemos reconquistar.
O sea, Beethoven es, en ese sentido, un forjador de espíritus. O sea, es alguien que, gracias al propio, diría, sufrimiento, porque atravesó sufrimientos y alegrías también, pudo recomendar al ser humano cómo comportarse, cómo ser. O sea, es un ejemplo. Ejemplo que puede servirnos en cualquier momento, en cualquier edad. No se trata de adultos, se trata de niños, como él mismo, cuando dice algo, y se trata de la maravilla que la música crea y puede transmitir. También como ideas, en el mejor sentido de esta palabra. O sea, es un gran educador. Con él se aprende. Pero no se aprende solo la así llamada música. Se aprende lo que es verdaderamente la música, que es cómo ser nosotros. Música, entonces, ya no será más un momento con instrumentos, sino una forma de conciencia, una forma de vida. Ese es el mensaje de Beethoven.
Yo, lo que me parece como anecdótico de Schumann es el hecho de que, aparte también, había fundado una revista para difundir sus ideas sobre la música y sobre lo que sucedía en la música como idea para el futuro. Y hay una serie de escritos, o sea, de él, que dejó, sobre lo que pasaba con los compositores de la época, la amistad con los compositores de la época, la idea de no tener batalla con ellos. También una cosa muy importante, poder hacer cosas juntos. O sea, no había nada contrario entre Chopin y Schumann, entre Liszt y entre todos los compositores de ese momento, como una especie de fila. Por eso, en un principio, muy joven, lo llama «La liga de David contra los filisteos», pero en el sentido de dar batalla, pero dar batalla por la cultura. Me parece muy inspirador. Y hay un «lead» muy breve que refleja la idea… un canto que refleja la idea de la devoción y, al mismo tiempo, del amor.
Porque no puedes decir: «No nos gusta», sino que es como algo que no… no fue madurado o que no fue acostumbrado. Muchas veces, el ir a un concierto parece ser una cosa de adultos o de otro tipo de gente o de una «élite» o de alguien que entiende. No es así. Cuando te pones en contacto con la música, muy lejanos estaban Beethoven y todos los que hemos citado de pensar que, justamente, fueran excluidos los jóvenes. Hoy no es que son excluidos, pero, a lo mejor, se alejan porque no tienen contacto, porque no tienen idea. Por lo cual, ¿a qué le lleva esta pregunta? La necesidad de una educación musical que ha sido dejada de lado mucho. No digo completamente porque hay todavía idealistas que hacen todo lo posible por una educación musical. ¿Qué quiere decir educación musical? Que puedas apreciar el contenido de la música para formar tu carácter. O sea, no era una idea estúpida la de Platón cuando decía: «En nuestra república sería necesaria la música y la gimnasia. Gimnasia, para el cuerpo, y la música, entendida como las artes, para todo lo que sea el espíritu y el alma». ¿Y cómo podemos, entonces, pensar en una educación musical distinta? Son los jóvenes que tienen que, también, reaccionar a esto y decir: «Voy a ponerme a escuchar.
Pero no como una cosa forzada. Voy a descubrir tesoros que no conozco». Es, prácticamente, una necesidad de nuestro tiempo hacer que se pueda escuchar más música de un determinado tipo. Cuando digo de un determinado tipo no me refiero solo a la clásica, pero sí a esta especie de abandono existente sobre algunas músicas que pueden darnos más de lo que nosotros pensamos. ¿Y por qué a la juventud? Del mismo modo que Schumann escribía esas máximas en el «Álbum para la juventud» y otras obras hechas con inspiración en los niños, sobre todo, estaba siempre la idea de la potencialidad creativa enorme que tiene un niño y que tiene, todavía, también un joven y que no debe ser en ningún modo obturada, que no debe ser aplacada, sino que debe poder surgir y expresarse. Y no hay nada mejor, que una escucha atenta de parte de grupos jóvenes, de músicas que puedan ser un descubrimiento. Pero ¿por qué? Porque va a mejorar las relaciones humanas. La música y las relaciones humanas tienen una directa referencia.
Cuando nosotros en música hablamos de intervalos estamos hablando de distancias entre los sonidos. Del do al sol hay una distancia, un espacio. Del mismo modo que hay un espacio entre nosotros. En una orquesta, no todos somos primer violín, no todos somos clarinete, pero hay un espacio que es el que crea el puente de relación. Del mismo modo que hay una relación, entonces, en la música y en la armonía hay una relación entre los seres humanos. Y nada mejor que pueda ser expresada por los jóvenes. ¿Por qué nada mejor? Porque, de algún modo, son los que van a transmitir lo que debería suceder posteriormente, poder ser, también, un ejemplo de armonía. Todos hablamos de la armonía. Me gustaría muchísimo vivir en un mundo armónico. ¿Y qué es armonía? Es una relación justa entre los sonidos. Es una relación justa entre los seres humanos. Es una relación justa entre los jóvenes. Es una relación justa. Y queda siendo armónica. No creo que ninguna ciencia nos enseñe como la música este arte. Porque en la música vemos algo que no puede ser discutible. ¿En qué sentido discutible?
Yo puedo discutir sobre mi gusto o disgusto, pero no puedo discutir sobre la vibración de una cuerda. Tengo una cuerda, divido la cuerda por la mitad y me da otro sonido. Primero tenía un do, me da otro do cuando la divido por la mitad. Y ahí nadie me puede discutir en qué sentido. Es medida, es una medida. Lo mismo sucede con las relaciones. Si nosotros tenemos un tipo de relación armónica, o no armónica o disonante, se va a escuchar en el mundo. Se escucha en un tiempo como el actual, nosotros podemos decir que hay una crisis de la escucha. Sin ningún temor, porque si no, no estaría sucediendo todo lo que sucede de terrible. ¿Por qué? Simplemente, porque nos habríamos escuchado más. Escuchar no quiere decir solo ceder y conceder. Quiere decir escucharse empáticamente, también un poco empáticamente, para estar en el lugar del otro, ponernos en el lugar del otro. Y aquí tengo, sí, una prueba de que es muy simple. Es una prueba de tres sonidos. Do, mi, sol. Forman un acorde.
Ahora, la pregunta que hago a cada uno de ustedes que los escucha. Estos son los sonidos juntos. Estos son los sonidos separados. Y mi pregunta va a ustedes en este momento, ¿el do deja de ser do cuando se une al mi? ¿Dejó de ser do? ¿Y el sol deja de ser sol porque se unió al mi y al do? ¿O suenan así? Suenan armónicamente juntos. Juntos no quiere decir uno sobre otro, sino en justa relación. Esto crea armonía. Y ninguno de los sonidos dejó de ser el que era, sino que se potenció. Esto mismo, llevado a las relaciones humanas, parece ser utópico, ¿no? Y, sin embargo, es realístico porque es la enseñanza que la música nos deja. A menos que digamos: «Basta de hablar nosotros de armonía. Todos queremos la armonía. Pero ¿qué armonía? ¿Es la armonía que me queda bien a mí? ¿Una armonía hecha a mi medida, o la armonía?». La armonía, en este caso, es esta. U otra. Son sonidos conjuntos que vibran armónicamente y pueden coexistir.
Ustedes dense una idea de qué sucedería si estas 88 teclas se levantan y empiezan a pelear unas contra otras. Es lo que nosotros hacemos. Sin embargo, están ahí, a nuestra disposición para enseñarnos. Eso sería enseñarnos música. Eso sería, a mi entender también, aprender juntos. Siempre aprendiendo porque no se deja jamás de aprender. Pero, sobre todo, buscando armonía, buscando entendimiento. Y hay un entendimiento entre estos sonidos. Claro que, y aquí aclaro otra cosa más, si yo tengo la cuerda débil o floja, no va a sonar así. Ahora no quiero destruir el piano, pero si yo la aflojo, con el mismo instrumento con el que se afina, aflojo, la cuerda va a sonar como un ruido. También sucede que, si yo llego a forzar la cuerda, la rompo. Este sonido surge solamente porque está en una tensión exacta. Si no, no sonaría. La justa tensión da tal sonido. La otra justa tensión de tal sonido. Si no, se rompe. No sucede lo mismo. O está la cuerda floja o se rompe o está vibrando como debe vibrar justamente.
¿Qué es justamente? ¿Y está relajada la cuerda? No, no está relajada, está con la justa tensión. Y la justa tensión es la que te hace pensar, la que te hace emocionarte. Justa tensión, no tensión extrema para romper el nervio, sino para poder pensar, para poder hablar, para poder comunicar. Es maravilloso. Es realmente tan fascinante que nos lo pueda enseñar la música, un instrumento. Es un llamado de atención a todos nosotros porque es realmente como una gran maestra. Sin obligación de nada, pero te dice claramente cómo están las cosas. Si está así, también me lo hace oír. Aquí hay un… una serie de disonancias y de tensiones. O peores. Y tendemos a pretender querer más, por algún motivo. Debe haber algún motivo que nos hace pensar que esto es más armónico que esto. ¿Y cuál es el motivo? ¿Por qué yo tengo que saber dentro de mí qué es más armónico? Quiere decir que nosotros ya lo sabemos. Dentro de nosotros, ya lo sabemos, cuando lo percibimos y decimos: «No, esto no. Ahí».
Esa es la música. Pero justamente en relación a esto quise traer algo que compuso alguien con 17 años. Porque los compositores no es que todos nacieron viejos. Más, no vivieron mucho tampoco, 32 años Schubert, 39. Qué jóvenes. Pero, aparte, compusieron mucho siendo adolescentes. Esta es una obra de Chopin de 17 años.
Deseo hacer una prueba, pero esta solamente, sin música, que creo puede ser de interés para todos ustedes, porque es una prueba con el piano y con la acústica. ¿Escuchan esto? ¿Les gusta? ¿Sí o no? No. ¿Qué pasa con la cuerda que estoy…? Estoy bloqueándola. Así suena la cuerda bloqueada. Así suena libre. Amplificada la misma. Y sigue. Sigue, sigue, sigue. Y nosotros decimos: «Bueno, pero ¿y esto qué quiere decir?». Quiere decir algo en relación a nosotros. ¿Nadie hace nada? ¿Qué pasó aquí? ¿Cuál es la diferencia? En una, estaba bloqueada. Ruido. En otra, está libre, pero no resuena. Comienza a dar un sonido. Pero cuando liberamos todas las cuerdas, vibra a más no poder. Y sigue. No tenemos casi tiempo para seguir hasta donde este sonido sigue con una sola…
¿Cuál es la diferencia? La misma que sucede en nosotros. Nosotros tenemos cuerdas dentro. Las bloqueo, no suena. Las bloqueo, no escucho. En el punto intermedio, me doy cuenta de que hay una cuerda que vibra, pero no dura, porque todavía no está libre. Solo en el momento en que está completamente libre, ¿qué cosa sucede aquí, en el piano? Se levanta todo y la cuerda vibra. Lo mismo pasa en nosotros, idéntico. Idéntico. Si la liberamos, algo resuena en nosotros. Y dura. Si la bloqueamos, va a hacer ruido y no nos llega nada. Esa es la comunicación. Y otra cosa, para terminar con esta muestra de qué pasa con las cuerdas. Escuchen bien esto. Yo ahora no estoy, lógicamente, tocando, más que apretando ciertas teclas. Pero escuchen qué sucede cuando toco una de estas.
No he puesto el pedal. Pero ¿qué es lo que pasa? Sigue. No puse el pedal. No está resonando el pedal. ¿Qué está sucediendo en esta? Algo interesantísimo para todos. Están vibrando por simpatía. ¿Qué es vibrar por simpatía? Tengo dos cuerdas. Toco una y la otra vibra simpáticamente sola. Yo no estoy tocando esas cuerdas. Estoy, simplemente, dejando que vibren simpáticamente. «Simpáticamente», en física, quiere decir «una cuerda no toca y la otra vibra sola». Porque es igual. Esto nos quiere decir muchas cosas a nosotros. O sea, también nosotros vibramos por simpatía, que no es simplemente ser simpáticos.
Es simpatía, de vibrar en resonancia, en consonancia. Quiero decir, algo vibra en mí, sin que haya sido tocado. Es que otro lo está haciendo y toca en mí la cuerda. Es increíble. Sin embargo, es un fenómeno físico. Que es lo que he tratado, justamente, de reflejar, no tocando ninguna cuerda, si no… Y no estoy poniendo ningún pedal. Estas cuerdas están vibrando por simpatía porque dejé libres, sin tocarlas, cuatro. No las estoy tocando. Las dejé libres. Del mismo modo que quedan libres cuando hicimos… Pero el otro caso es distinto. No las toco y vibran. Parece física. No es física, es música. Si es verdad lo que habíamos dicho anteriormente, que la música resuena en nosotros, es porque despierta estas vibraciones que no escuchamos, pero que son sentimientos, que son pensamientos, que son intuiciones. Porque algo nos la hace vibrar. Este pequeño «Nocturno» de Chopin, con 17 años, evidentemente, algo nos hace vibrar. Es una melodía que algo comunica. ¿Por qué? Porque toca algo similar en nosotros. Cuerdas que se parecen y despiertan resonancias. Esto es parte de la música y es parte muy importante de la escucha.
¿Para qué mejorar la escucha? ¿Cuál es el objetivo de mejorar la escucha? ¿Solamente percibir más sonidos? ¿Solamente percibir algo muy sutil? No. Uno de los fines es entender. Yo, después de escuchar, lo único que me queda eventualmente es comprender. La finalidad de la escucha en sí, la escucha magnífica en sí, está muy buena, pero ¿adónde lleva? A comprender, y comprender es una materia muy grande que tiene que ver con la mente, que tiene que ver con el corazón, que tiene que ver con nuestro modo de obrar en la vida. O sea, hay una relación muy estrecha entre la ética, llamémosla el comportamiento, la conducta, la idea psicológica de cómo siento que los otros seres son, qué tipo de emoción siento, si siento amor realmente por la humanidad o me parece una linda palabra, etcétera. Todas una serie de medidas con nosotros mismos que hacen lo que un afinador hace con el instrumento musical. O sea, todos tendríamos que ir idealmente con una llave de afinación, ver cuáles son nuestras cuerdas y poner una mejor que otra. No romperlas nunca.
No dejarlas flojas tampoco, esas que traen depresión, traen enfermedad. Ponerla al punto justo. Lógicamente, es un arte el de la afinación. Pero también es un arte el de la propia afinación, la afinación con nosotros mismos. No es una idea bellísima, no, es una idea posible. Puedo afinarme. Al menos, eso era lo que pensaban los antiguos griegos cuando daban la imagen de la lira. ¿Tienen presente ustedes la lira de siete cuerdas? Mostraban la lira, ¿y quién era el que estaba detrás de la lira? Apolo. ¿Y quién era Apolo? Extrañamente, dios de la música y de la medicina, al mismo tiempo. ¿Y que decían? Que debemos ser como la lira, con las cuerdas bien tendidas, fuertes, pero bien tendidas, no romperlas, no aflojarlas si queremos hacer música de nosotros mismos. Es una imagen muy bella, ciertamente, pero tenemos que declarar ¿es posible o es un imposible? ¿Es posible en el arte? ¿No es posible en la convivencia, no es posible en la sociedad? Eso es un problema nuestro.
Podemos hacerlo, empezando también con nuestra afinación. Ser capaces de tener una llave que no rompa, esto es muy importante, la cuerda no debe nunca romperse. Puedes estar más floja, pero no romperse, hasta que se alcance la afinación justa. Por último, ¿cómo hacen los orquestales cuando van a ensayar en una orquesta? Afinan juntos todos, pero, primero, llevan el instrumento limpio, han estudiado en casa, ninguna cuerda o ninguna parte del instrumento está rota. Llegan y, después, hay un señor en la orquesta que, generalmente, es un primer violín. Hace un… y todos, de acuerdo a ese sonido, afinan el instrumento. Decimos: «Qué bonito, qué lindo esto». Porque ¿qué pasa si quieren tocar algo juntos y uno afina así, y el otro afina así y el otro afina así y otro afina así y otro… cada uno afina como se le da la gana, no tocan nada. Tan simple. No pueden llegar a tocar nada juntos.
Y si tocan algo juntos es porque afinaron. Y porque, aparte de todo, por el momento, tienen la misma partitura. Porque uno que le dice: «El primer violín no, yo quiero hacer otra cosa hoy», y el otro quiere hacer otra cosa hoy y todos quieren hacer una cosa distinta, aparte de estar afinados. Tampoco pueden tocar. O sea que una vez cada determinado período, todos hacen algo en conjunto. Esto que estoy diciendo en algunos momentos parece algo imposible de conquistar y, sin embargo, es la enseñanza que nos trae una sinfonía. Que no sería sinfonía, no podría ser sinfonía, si no fuera así. La enseñanza que nos trae un cuarteto, por ejemplo, un cuarteto, cuatro señores que tocan instrumentos distintos, pero uno escucha al otro. Y nosotros decimos: » ¿Qué tiene que ver esto con la vida? ¿Y cómo puedo trasladar eso a la vida?». Del mismo modo que es perfecto como suena, ¿por qué no podemos hacerlo con nuestras vidas, entre nosotros? Es un trabajo que la música nos tiene prometido. Y que este símbolo de la lira, o de otros instrumentos, hay otros instrumentos en otras civilizaciones que muestran lo mismo. Yo tengo una flauta. Tengo agujeros en la flauta.
La flauta está obturada en una parte, no suena la flauta. Simplemente, no suena. Y así con muchos de los otros instrumentos. Tengo un tambor, está todo flojo, no suena el tambor. Tiene que estar afinado justamente. Y así, nosotros. O sea que hay una correlación tan fuerte con la vida que, posiblemente, es la música la que nació con la vida. En efecto, cuando se habla del famoso Big Bang en la ciencia, ¿qué es lo que sucedió? Hubo un gran sonido primordial que creó un poco todo lo que nosotros vimos y estamos viendo. Lleno de sonidos. Nosotros somos sonido, ese es el asunto. Estamos conformados por sonidos. O sea que la música es algo que nos pertenece, nos extraña a nosotros. Nunca la consideren extraña.
Es alguien que está esperándote ahí para que la consideres y te pongas en relación. Hay una última pequeña obra, que con esta quiero despedirme, que tiene que ver con, justamente, algo que es…. que tiene que ver con este ideal, llamémoslo así. Y se llama «Rêverie». «Rêverie» es como un ensueño, pero no un ensueño imposible, sino un sueño de algo que es maravilloso, que es posible, que es ideal, y que es una pequeña, pero gran melodía. Concluyo con una frase, con un pensamiento del mismo compositor de esta increíble «Rêverie», que es Schumann, que decía algo así: «Arrojar luz sobre las profundidades del corazón humano. Esa es la misión del artista». «Arrojar luz sobre las profundidades del corazón humano. Esa es la misión del artista». Y con esto, los saludo, me despido y espero que lleven con ustedes algo de lo que hemos visto.