Dos pautas para entrenar tus capacidades
Xesco Espar
Dos pautas para entrenar tus capacidades
Xesco Espar
Entrenador de balonmano y profesor
Creando oportunidades
Los hábitos de la gente extraordinaria
Xesco Espar Entrenador de balonmano y profesor
“La motivación es un amplificador del talento”
Xesco Espar Entrenador de balonmano y profesor
Xesco Espar
Quería ser campeón de Europa de balonmano y, camino a su sueño, Xesco Espar mudó varias veces de piel. Su casa es el FC Barcelona. Bajo este techo ha sido jugador, preparador físico y entrenador.
Espar debutó en las categorías inferiores del club azulgrana y conquistó una Recopa de Europa y una Copa del Rey en las dos únicas temporadas que jugó en el primer equipo. “De los malos era el bueno, pero de los buenos era el malo”, reconoce con humor el exjugador. Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte en la Universidad de Barcelona y Máster en Psicología del Aprendizaje por la Universidad Autónoma de Barcelona pasó a entrenar al conjunto junior del club a principios de los noventa. Tras seis años dio el salto a la primera categoría del FC Barcelona como preparador físico y ayudante del entrenador Valero Rivera. Xesco Espar fue su sucesor en el banquillo barcelonista y, en su primera temporada al frente del equipo, conquistó —al fin— la Copa de Europa. “No cambié mi objetivo, cambié el vehículo”, asegura el entrenador.
Durante casi 30 años fue también profesor del INEFC Barcelona, pero la última piel de Xesco Espar es la de especialista en planificación y coaching deportivo, alto rendimiento, control emocional y motivación. Además, es autor de los libros superventas ‘Jugar con el corazón’ y ‘La libreta: Los 10 hábitos que construyen a la gente extraordinaria’. A sus lectores, como a sus alumnos, transmite la importancia de estos pilares: fe, respeto, pasión, determinación y familia. “Los valores son nuestra guía en la vida”, sentencia.
Transcripción
Y en vez de intentar ganarla como jugador, pensé: «voy a intentar ganarla como entrenador». Y por eso empecé a entrenar al equipo juvenil del Barça en el que estuve unos cuantos años entrenando hasta que tuve la oportunidad. Estuve como doce años entrenando al juvenil y al junior. Tuve la oportunidad de ser ayudante del primer equipo. Paco Seirul·lo era el preparador físico del equipo de balonmano y era el preparador físico del equipo de fútbol también, con Johan Cruyff. Ese año, en el 97, 1997, le ofrecieron ser solo preparador físico del equipo de fútbol y la posición de preparador físico en el equipo de balonmano quedó libre. Y él me comentó la posibilidad. Y yo acepté. Yo quería ser entrenador, pero sintiéndome entrenador, estuve unos años de preparador físico. Estuve siete años hasta que, por una serie de razones, el entrenador dejó el equipo y cuando el entrenador dejó el equipo empezaron a abrirse las posibilidades: A ver quién va a entrenar al equipo, qué entrenador van a traer… Y yo estaba ahí como la chica del WhatsApp, ¿sabes? Así como: «Eo, eo, quiero ser yo el entrenador». Pero a mí nadie me decía nada, ¿no? Entonces… Parece ser que querían fichar entrenadores extranjeros y yo, no es que me enfadase, pero pensé: «Oye, ¿por qué no me dan la oportunidad a mí?». Así que me armé de coraje y de preparación y pedí hora con el presidente. ¿Por qué? Porque de mí decían: «No, es que él es el preparador físico». Y yo pensaba: «No, yo hago de preparador físico, pero yo soy entrenador».
Entonces… Me costó pero conseguí hablar diez minutos con el presidente. Un jueves. El viernes venía un entrenador sueco a entrevistarse con el presidente y el club había hecho oferta a otros dos entrenadores y el presidente tenía que decidir entre los tres entrenadores quién era el entrenador y tenía que decirlo el lunes. Y yo el jueves consigo una reunión de diez minutos con el presidente, que no tiene en la cabeza decirme a mí de ser entrenador porque piensa que soy el preparador físico. Y yo estuve como, no te miento, seis horas preparando la reunión. Pensaba: «¿Cómo puedo hacerle cambiar su perspectiva sobre mí, que yo no soy preparador físico?». Y entonces se me encendió una bombilla. Y entré en la reunión y lo primero que le dije fue: «Presidente, gracias por recibirme. Vengo a presentarte al Xesco 4.1». Y le di la mano. Y se quedó como que no entendía nada. Dice: «¿Cómo?». Digo: «Es que creo que solo te han hablado del 3.2 y no tiene nada que ver». Dice: «¿Cómo?». Le dije: «¿Verdad que tienes…?». Él tenía el portátil abierto y le digo: «¿Verdad que tienes Windows ahí?». Dice: «Claro». Digo: «¿Verdad que lo actualizas cada año?». Dice: «Claro». Digo: «Yo también. Yo me actualizo cada año y que yo fuese preparador físico antes no significa que yo toda mi vida tenga que ser preparador físico». Y entonces le empecé a explicar un poco mi trayectoria, mi formación, no solo mi formación académica, mi formación extraacadémica, que es la que nos da nuestra personalidad. Y estuvimos hablando. Los diez minutos se convirtieron en una hora y al final de una hora me dijo: «Me he quedado impresionado por cómo me has explicado que el equipo puede volver a ganar la Copa de Europa. Vas a ser el entrenador del año que viene». Y salí de la reunión entrenador. Entonces quedó en mí esta idea de «cada reto pide un nosotros diferente». Cada vez que tenemos un reto nuevo, la persona que empieza el reto no puede ser la misma que la que acaba. Un alumno delante de un curso, un profesor ante una escuela, ante un nuevo curso, un entrenador con un nuevo equipo, una nueva temporada. Tenemos que tener en la cabeza la idea de crecer. ¿Por qué? Porque, si tenemos un reto, significa que no estamos preparados todavía para romperlo. Y nos falta crecer. De ahí viene mi necesidad imperiosa cada año de transformar mi personalidad y mis habilidades.
"Todos tenemos talento"
Ese es el valor del hábito. El hábito es tu red, la que te sostiene el día que estás tranquilo, neutro. O sea, conseguir un objetivo es cuestión de luchar y de trabajar duro y de pasión y de enfoque y de coraje, ¿no? Pero mantener ese éxito es una cuestión de hábitos y yo, de muchos hábitos, me gustó estudiar diez porque son diez fáciles de explicar con el libro de ‘La libreta’ a través de la historia de lo que más nos gusta, de un equipo de deporte, durante un año. Porque, ¿sabes qué pasa con el deporte? Hay una cosa muy bonita, es que el «feedback» es muy rápido. Es decir, nosotros cada fin de semana sabemos si lo hemos hecho bien o no porque nos vemos jugar y ganamos o perdemos. Y en ese sentido me di cuenta de que hay algunos hábitos clave. Por ejemplo, la ambición. La gente extraordinaria es ambiciosa, pero no es ambiciosa porque quiere tener más cosas. Es ambiciosa porque quiere ser más. Esa es la buena ambición. La buena ambición no es querer tener más, es querer ser más, poder dar más a la sociedad, ¿no? Es ambiciosa. Luego, otra cosa importante es que busca la excelencia. Es decir, procura dar lo mejor de sí misma cada vez. Que lo he dicho muy rápido, yo a la gente le digo: «Mira, ya que lo tienes que hacer, hazlo bien a la primera. Concéntrate en hacerlo bien siempre lo mejor que puedas». Es ambiciosa, busca la excelencia, tiene una fuerte carga de automotivación. Es decir, no espera que venga alguien de fuera y le dé ánimos. No, ya lleva interno ese fuego. Quizá porque cuando tú te dedicas a tus talentos y piensas en evolucionar tu talento, como tú tienes facilidad en ese ámbito, ya la motivación te viene.
Por eso es tan importante que todos nos dediquemos a aquello que más nos gusta. El siguiente hábito que analicé, este es muy bonito. Este es muy bonito. Muy bonito. Es entender el fracaso porque el fracaso hay veces que te bloquea y te desanima y hay veces que te impulsa. Todos los grandes extraordinarios, todas las personas extraordinarias que estudié, tuvieron un montón de fracasos y supieron sacar energía de ese fracaso para buscar el siguiente intento. Básicamente dándose cuenta de una cosa y es que lo contrario de ganar no es perder. Esto es muy bonito cuando se entiende. Lo contrario del éxito no es el fracaso, es no moverte, es no hacer nada. Mira, te lo voy a poner un poco visualmente, ¿no? Muchas veces incluso la sociedad nos tiende a llevar a este sitio. Esto es el éxito. Entonces nosotros estamos aquí y pensamos cómo me gustaría estar aquí, cómo me gustaría llegar aquí, tener esto, poder compartir esto, ¿no? Pero vemos el fracaso como lo contrario y pensamos: «Es que si lo intento y fallo, me voy a alejar. Entonces…». ¿Qué hacemos? Nos quedamos quietos. Nos paraliza. Pensamos: «No me muevo». ¿Por qué? Porque entonces pretendemos, fingimos, que algún día haremos algo, pero tendemos a quedarnos quietos. Y hay que actuar. Ese es el siguiente hábito, hay que actuar. ¿Y cuándo actuamos? Cuando nos damos cuenta de que el éxito y el fracaso no están así. Sergio, te prometo que no están así, están así. El fracaso está de camino al éxito. De manera que, si tú lo intentas y fallas, estás más cerca. Y cuando te das cuenta de este paradigma, que el fracaso, perder, está de camino a ganar, que lo contrario del éxito y de ganar es no moverte, entonces la motivación te viene. Aprendes a coger, a tomar, esos pequeños fracasos y usarlos como un impulso para el éxito. Entonces esto de entender que el fracaso no es definitivo es una de las cosas más bonitas que creo que puedo explicar. Actuar, otro hábito. Es gente de acción, es gente de… Yo a mis estudiantes en la universidad muchas veces les decía: «No hables, que tus hechos hablen por ti. No declares qué quieres. Declara ‘quiero hacer esto’. pero luego ya cállate». Es decir, el mejor mapa, la mejor planificación del mundo, nunca ha hecho ganar a un equipo. El mejor mapa no ha llevado a nadie a ningún sitio, a no ser que hayas andado sobre el mapa, sobre el terreno. Entonces, la acción y no la parálisis es otro hábito básico de la gente extraordinaria. Luego hay un hábito, que me di cuenta. Este es para los extraordinarios de los extraordinarios, ¿vale? Porque ¿qué es ser buena persona? Para mí, ser buena persona es muy importante. Entendiendo una cosa, que a veces hay gente como falsa, que finge, y que parece que tiene éxito. Y esto nos engaña un poco, ¿no? Decimos: «No, pero hay gente tramposa que llega al éxito». Mira, yo creo que es más difícil llegar al éxito con trampas que con tu trabajo diario.
Pero lo que sé es que es imposible mantener el éxito con trampas. Un hábito, si tú quieres mantenerte como una persona exitosa, es mucho mejor ser buena persona porque la gente te va a apoyar. Y cuidado, cuidado, porque esto también la gente no lo entiende bien a veces. Ser buena persona no es ser un bobo. Esto es lo bonito de ser buena persona. Ser buena persona… Hay una manera muy fácil de ser buena persona, que es ceder siempre. «Ah, mira, este es un buen tío». ¿Por qué? «Esta es una buena chica». ¿Por qué? «No, porque, bueno, todo le va bien». No, no, ser buena persona significa defender tu verdad, no dejarte pisar. No dejar que los demás se aprovechen de ti, que tiende a pasar con la gente que… Eso es malentender ser buena persona. Porque ser buena persona también es difícil. ¿Por qué? Porque tú tienes que defender tu verdad. El trabajo en equipo. Mira, el trabajo en equipo, uno de mis profesores favoritos, Zig Ziglar, decía: «Puedes conseguir lo que quieras en la vida si ayudas al número suficiente de gente a conseguir lo que ellos quieren porque ellos te apoyarán». Eso es lo bonito del trabajo en equipo. Tenemos muchos equipos, podemos hablar del trabajo en equipo mucho rato. Pero yo te diría que, si quieres algo grande, tienes que apoyarte en un equipo. Siempre te darán apoyo. Son líderes también. La gente extraordinaria son líderes en el sentido de liderazgo que me gusta a mí, que es ayudar a los demás a que crean más en sí mismos. El líder no está para ser aplaudido, observado, admirado. Eso es liderazgo falso. Es un liderazgo de imagen. No, no, el líder bueno es el que hace crecer a su gente. El que confía antes que la gente en ellos mismos, ¿no? El coraje. El coraje, creo que es el noveno hábito del que escribo. El coraje, mira, el coraje es el que te permite crecer. Coraje es tener miedo y, a pesar de eso, ponerte. El coraje es humildad porque, cuando yo quiero encarar un objetivo para el que creo que no estoy preparado, tengo que asumir que no estoy preparado y tengo que pensar, tengo que mejorar, tengo que ser sincero conmigo mismo. Necesito mejorar. Y esa mejora te la da el coraje. El coraje te permite abordar aspectos que hoy pienso que no puedo conseguir, pero que, si me pongo, durante el camino se abrirán puertas, ¿vale? Y luego a vivir el presente. Vivir el presente. Aquí, creo que la sociedad está dividida en tres grandes grupos de gente. De muchas maneras, pero en tres grandes grupos. Uno somos los soñadores, los que siempre estamos haciendo planes, los que sabemos lo que nos gusta. Pero vivir allí no te lleva a ningún sitio. Sí que es importante durante un rato pensar dónde quiero ir, pero la mayor parte del rato tengo que estar actuando en el presente. Hay otro grupo de gente, y yo creo que esta gente lo pasa un poco peor, que es que vive en el pasado. Vive en el pasado por sus fracasos y por su propia autocompasión o por sus éxitos, pero vive de esos éxitos. Pero lo que te trajo hasta aquí no te va a llevar más lejos, ¿no? Entonces, no sé, es como una pequeña ecuación, ¿no? De un 20 % de mirar al pasado o un 15 % de mirar al pasado para no repetir los mismos errores. Un 15 % de mirar al futuro para ilusionarme con lo que quiero. Pero un 70 % del tiempo tengo que estar actuando y viviendo en el único momento que puede cambiar el futuro y mejorar el pasado, que es el presente. Creo que estos diez hábitos, si la gente lo toma como un hábito, pueden ayudarnos a ser, a desarrollar nuestro talento a un nivel extraordinario y poder compartirlo con los demás.
Mira, recuerdo un caso de un entrenador precisamente, que lo tuve de alumno en un curso de entrenadores. Y al cabo de un mes o así, me llama y me dice: «Mira, Xesco, esta semana pasada he dado la mejor charla de motivación al equipo. Mira que me la preparé, como tú nos explicaste. Trata este tema, trata este tema, hazlos creer en ellos mismos, apréndetelo bien para después poder actuar y expresar con las pausas, los silencios. Di la mejor charla de motivación que he hecho en mi vida. Y perdimos, tío. Y perdimos. ¿Por qué perdimos? ¿Es que no lo hice bien?». Y se me ocurrió preguntarle: «Oye, una cosa, ya veo que preparaste muy bien la charla. ¿Preparaste igual de bien el partido que la charla?». Te prometo que me hace esto: «¿El partido?». Y hace: «Ostras». Chico, a ver, lo importante es jugar bien. Y después, es jugar bien todo el rato. Pero el talento, la preparación, no tiene sustituto. Es decir, querer es poder si tienes un buen plan. Pues sí. Si quieres, es más fácil poder que si no quieres. Pero, claro, si yo te digo: «Sergio, va, te invito a cenar. Vente a casa a cenar». Como no sepas dónde vivo, ya puedes ir echándole gasolina al coche, que no vas a llegar nunca. Es decir…¿que querer es poder? A la larga creo que sí. A la corta, necesitamos más cosas. ¿Qué papel juega la motivación? Mira, te he hablado de los dos grandes factores para mí que tiene el rendimiento personal. Deportivo, académico, docente… Yo creo que el rendimiento depende de dos factores. Yo al principio lo explicaba mal. Yo decía: El rendimiento es igual al talento más la motivación. Más la motivación o el estado emocional en el que estás. Pero con el tiempo me di cuenta de que los dos factores son correctos, pero la operación no. ¿Por qué? Porque si es una suma, parece que el día que yo no estoy motivado, pues… Mi rendimiento es igual a mi talento. No, mi rendimiento es cero si no estoy motivado. Es decir, la acción es un producto, es una multiplicación. Talento multiplicado por nuestro estado emocional o motivación. Es decir, la motivación es un amplificador del talento. Todos tenemos talento. Y todos tenemos… Imagínate, de cero a cien, todos tenemos un determinado punto de talento. Setenta, ponle. Entonces, ¿cómo actúa la motivación? Pues la motivación hace que des los setenta o des treinta.
¿Estás poco motivado? Tu talento encoge. ¿Estás motivado? ¿Tienes ganas? ¿Estás activo? Lo das todo. Es decir, que la motivación no explica el éxito de por sí. Lo único que explica, que no es poco, es que vas a dar todo lo que tienes, con lo cual es más fácil. Un poco como ser pesimista y optimista, ¿no? Hay dos tipos de optimistas. Los optimistas moderados que dicen: «Esto va a salir bien, me pongo». Y luego, hay unos que no me gustan, que son los optimistas exagerados, que dicen: «Ah, esto saldrá bien, no te preocupes». No, si no te preocupas no va a salir bien, ¿no? Y con los pesimistas pasa algo parecido. Está el pesimista moderado, que puede ser bueno ser pesimista moderado. ¿Por qué? Porque piensa: «Esto no va a salir bien, eh. Esto o me pongo ya, o esto no va a salir bien». Y entonces ese pesimista moderado, como actúa, como ese pesimismo le lleva a actuar, también está bien. Y luego está el peor de todos, que es el pesimista exagerado. Es el que en realidad es un miedoso. Es el que siempre busca una excusa para no empezar. El que: «No, uy, no, esto no va a salir, esto no, esto es imposible». Lo que están haciendo es como… pues esto, negándose la capacidad personal de generar motivación. Esa es mi visión. La motivación es una parte del rendimiento. En realidad, responsable de que todos tenemos días buenos y días malos. ¿Por qué? Pues porque nuestra motivación nos hace actuar en un sentido o en otro.
“Mantener el éxito es una cuestión de hábitos”
La libertad para mí está en decidir hasta dónde quieres llegar a ser. Porque en el camino hay obstáculos. En el camino hay obstáculos y hay algunos obstáculos muy sutiles que creo que la gente tiene que aprender a romper. Por ejemplo, tu propia comunidad. ¿Sabes? Esta frase de Marianne Williamson que decía: «Lo que más miedo nos da no es perder, es saber que, si ganamos, se nos va a volver a exigir». Estas son mis palabras, ¿no? Es el miedo al éxito. Mira, hay un película muy bonita que se llama ‘Coach Carter’, ‘Entrenador Carter’. En la que es un entrenador de baloncesto que llega a una escuela pública con unos niveles de éxito académico muy bajos, pero que tiene un equipo de baloncesto que no juega mal. Y él, a cambio de que los chicos aprueben las asignaturas, les entrena duro para llegar a la final del campeonato. Y trabajan duro, trabajan duro. A él le dicen que están aprobando, pero consiguen llegar a la final del campeonato y, cuando consiguen llegar a la final del campeonato, y él se da cuenta de que tanto los alumnos como los padres como los profesores le han estado engañando, de que los chicos no iban a clase, los chicos no aprendían, les castiga y les dice: «No vais al campeonato». Claro, la escuela se pone las manos a la cabeza. Los padres se ponen las manos a la cabeza. Hacen una reunión para echarlo. Y él, cuando se encuentra en esta tesitura, dice: «¿Pero cómo? Si los chicos no están aprovechando la escuela». Y los padres dicen: «Pero ya, pero no puedes negar a nuestros hijos lo único bueno que van a tener en la vida, que es este campeonato». Y él se les queda mirando diciendo: «Es que eso es lo que no puede ser. Que este campeonato, que es un juego, sea lo único bueno. Lo bueno de su vida tiene que ser todo lo demás». Y, al final, uno de los chicos les dice esto. Le dice al final de la película, dice: «Profesor, ¿sabe lo que nos da miedo? Lo que nos da miedo no es ganar o no ganar. Lo que nos da miedo es desencajar de nuestro entorno, sobresalir. Saber que podemos conseguir no solamente ganar, sino ser grandes estudiantes». Que es cuando se los encuentra estudiando. Es una película muy bonita para que vea la gente. Sobre lo que significa realmente este miedo a ser grande que a veces tenemos y que nos limita. Porque al final, si nosotros, y esto le pasa a mucha gente, eh, y muchos alumnos quizás. Si tu destacas en tu grupo, el primer paso de tus compañeros es reírse. «Ah, dónde vas, hombre, pero si tú no puedes». ¿Por qué se ríen de nosotros a veces cuando sobresalimos?
Por miedo a que los dejemos. Es una reacción, no tienen nada contra nosotros. Pero piensan: «Es que si sigue creciendo, nos va a dejar. Lo vamos a perder». Entonces, ¿cuál es la solución? Tirarlo para abajo. ¿Y qué hacemos muchas veces? Cedemos. Y nos encogemos y volvemos a tener el tamaño anterior. ¿Sabes qué ocurre? Que eso no le ayuda a nadie. Eso no es bueno. Ni para nosotros ni para ellos. Porque, si nosotros nos mantenemos y soportamos este tirón, ¿sabes lo que ocurre? Que al poco tiempo sale otro porque nuestra presencia en el grupo les inspira a ser mejores. Nos mantenemos y salen dos o tres. Y, con el tiempo, todo nuestro colectivo, todo nuestro grupo, todo nuestro equipo, toda la gente que queremos sube a nuestro nivel. Y eso es lo bonito. Eso es dar ejemplo. Eso es ser un líder, ¿no? No encogerte porque esto no ayude a los demás, sino mantenerte, liberarte del miedo de que los demás te rechacen. Porque, al liberarte tú, liberas a los demás de su propio miedo y eso es lo grande.
¿Y de qué somos culpables? De que hay algo importante que no estamos haciendo bien. Una cosa. Puede ser que no preparo bien el entrenamiento y no hay intensidad en el entrenamiento, puede ser que no haya compromiso. Normalmente es una o dos cositas, ¿vale? Y cambiar esas dos cositas, lo cambian todo, lo que tú has dicho. Entonces por el ejemplo este de la película americana siempre pienso: ¿Qué es lo que hay que tocar? ¿Qué es lo que hay que cambiar? Porque piensa una cosa, cambiar no es tan difícil. Hay que cambiar un día. Como vivimos un día, un día es nuestra vida en miniatura. Entonces, a veces vemos el cambio como muy grande y el cambio es solo un día. Hoy me levanto y hoy decido hacer las cosas diferentes. Y de hoy no pasa. Y cuando tú tomas esa decisión o ayudas a un alumno, a un jugador o a un equipo a tomar esa decisión y cambias y lo mantienes… Mira, te voy a explicar una historia. Hace años, hace muchos años ya, estuve invitado a dar clase en un curso para directores de campos de golf con la University of Coastal Carolina, una universidad americana. Y yo básicamente, aunque yo no sé jugar al golf, apenas le doy a la pelota justito. Pero mi trabajo en esa universidad era hablarles de la metodología. Yo les enseñaba metodología del aprendizaje y de la enseñanza. Y recuerdo un día hablando con los chicos que les decía: «Me fascina vuestra puntería, porque no es que tengáis puntería, es que tenéis potencia y precisión. O sea, a doscientos metros mandáis la pelota a un metro del hoyo». Digo: «Porque yo, yo ya le doy fuerte a la bola, pero la bola se va a trescientos metros de la vuestra».
¿Cuántos años tendría que estar jugando yo? Y Mark, uno de los buenos alumnos que había allí me dice: «Xesco, la diferencia no son trescientos metros». Digo: «¿Cómo que no? Doscientos». Dice: «No, no. La diferencia son unos milímetros». Digo: «Con unos milímetros ya me explicarás lo que puedo hacer para mandar la bola a un metro de la tuya». Dice: «Ya, Xesco, es que tú miras allí. ¿Sabes? Tú miras al final, pero el secreto no está allí. Está aquí. Está en la bola. Nosotros, yo le doy en el punto exacto y tú no le das muy lejos, ¿eh? Tú le das a dos milímetros. Pero ¿qué ocurre? Que dos milímetros diferente doscientos metros después son trescientos metros de distancia. Pero no pienses allí, piensa aquí. Si le das como yo, la mandarás al lado de la mía». Y pensé: «No es tan difícil cambiar». Tener resultados. No hay que hacer tanto esfuerzo más que dos cosas, cambiar dos cosas hoy y mantenerlas a lo largo de doscientos metros o 365 días. Entonces ese es el punto de apoyo para mí. Esa es la palanca del cambio. Tenemos un alumno que no funciona, tenemos un equipo que no funciona es: Vamos a ayudarle a buscar eso y que lo cambie un día. Y luego que lo cambie una semana, y luego que lo cambie un mes. Y ya lo tenemos. El cambio no es tan difícil.
“La buena ambición no es querer tener más, es querer ser más”
A veces pensamos: ¿qué es un equipo? Y, por ejemplo, los entrenadores tenemos nuestro grupo de entrenadores, ¿vale? Después los entrenadores tenemos los jugadores, pero después también tenemos, sinceramente, también trabajan con nosotros los directivos, el resto de miembros del club, y tenemos que verlos como un equipo. Y lo más bonito, lo más bonito, es cuando entendemos que el público es nuestro equipo también. El público, sobre todo en el balonmano, que en los deporte de cancha pequeña donde el público te ayuda, te anima… Y en lo deportes de campo grande, cuando el público anima al equipo, parece que sople el viento debajo de las alas de los jugadores y los lleva. Entonces hay que conseguir que el público se sienta involucrado con nosotros. Mira, te voy a contar un secreto. En los años que yo fui entrenador del equipo de balonmano, yo tenía… En esa época no había WhatsApp, no había. Íbamos con SMS. Tenía los teléfonos móviles de los cabecillas de los grupos de animación del estadio donde jugábamos.
Y, después de cada partido, yo les enviaba un SMS explicándoles, donde jugásemos de Europa, cómo había ido, si habíamos ganado, si habíamos perdido. Cómo había ido, alguna frase de equipo y alguna frase para el próximo partido: «Esto sigue, contamos con tu apoyo, tal, con nuestra lucha, que nos apoyéis» y tal. Entonces yo se lo mandaba a ellos y ellos se lo repartían a su grupo. De manera que, poco tiempo después de haber acabado un partido nuestro donde fuese, la mitad del estadio tenía un SMS mío, de mi móvil. Claro, esa gente que se sentía partícipe del equipo que iba a animar, ellos se sentían que jugaban. Y venían, nos animaban, hacían canciones para los jugadores… Era increíble. ¿Por qué? Por entender el concepto de equipo. La familia, otro gran equipo. Las familias. El equipo es realmente lo que te permite llegar lejos.
Fíjate, te voy a decir una cosa muy personal. Hace casi quince años, hace tiempo que la madre de mis hijos y yo nos divorciamos. Pero seguimos con contacto semanal. Es decir, un divorcio disuelve un matrimonio, pero no la familia. La familia sigue junta. Y, cuando mis hijas, que son deportistas de élite, van a un campeonato o a los Juegos Olímpicos, seguimos viajando juntos. Porque ese es el núcleo. Ese es el valor real de los valores. Recuerdo… Mira, te voy a poner un ejemplo del equipo que entrenaba en el Barça. Que uno de mis jugadores se retiraba ese año y estábamos jugándonos la Copa del Rey, el título que acabamos ganando. Y en uno de los partidos previos, nosotros ganamos. Fue un partido duro, también intenso. Cuando entramos en el vestuario y nos dieron las actas del partido vimos que este jugador había sido expulsado porque en el trayecto hacia el vestuario había discutido con el árbitro. Y yo pensaba: «No me lo puedo creer. ¿Qué…?». Entonces, fui a hablar con el chico: «Oye, ¿te han sacado tarjeta roja en el trayecto al vestuario? ¿No vas a poder jugar mañana la final? ¿Es eso verdad?». «No, Xesco, de verdad, que yo no les he dicho nada, solo les he hecho un comentario y tal». Nos fuimos a hablar con los árbitros al vestuario y les digo: «Oye, yo no he visto nada. ¿Me puedes explicar qué ha pasado?».
Y los árbitros muy correctamente me dijeron: «Oye, pues la verdad es que ha estado muy mal con nosotros». Ellos dieron su versión, el jugador daba su versión. No sé quién tenía realmente razón. No te puedo decir quién tenía razón. Pero te puedo decir lo que ocurrió. Casi me emociono con esto. Esa noche los jugadores le dijeron: «Vamos a ganar por ti. Porque es tu último partido, es tu última posibilidad de título y tenemos que ganarlo por ti». Y se pasó media noche hablando con su mejor amigo, que estaban juntos en la habitación, sobre cómo tenía que jugar. Y yo estuve un rato con ellos. Sobre cuáles eran sus jugadas, cuáles eran sus acciones. Porque este jugador iba a sustituirlo en su lugar. Y jugamos al día siguiente. Jugamos un partidazo. El jugador que sustituyó al pivote marcó cinco goles, jugó extraordinario. Ganamos el torneo y, cuando había que ir a buscar la copa, el capitán del equipo dijo: «No, yo no voy. Ve tú». Eso es el valor el equipo. Por eso ganábamos los títulos. ¿Por qué? Porque hay generosidad. Porque das más de lo que esperas. Hay humildad. Reconoces que a veces no lo haces bien y que a veces tienes que dejar ser protagonista a otro. Hay confianza entre la gente. Hay entusiasmo, entusiasmo ¿no? Y luego hay compromiso. El compromiso es muy bonito porque el compromiso aparece cuando la diversión se acaba. Cuando las cosas van bien, es muy fácil estar comprometido. El problema es como estos días, que te expulsan a un jugador, que hay un partido difícil. ¿Qué hacen los jugadores? ¿Se muestran o no se muestran? Y esos son los valores reales que creo que hay que transmitir.