La importancia de la investigación en la escuela
Juan Fernández
La importancia de la investigación en la escuela
Juan Fernández
Profesor y biólogo
Creando oportunidades
Educar en la complejidad
Juan Fernández Profesor y biólogo
Juan Fernández
En la sociedad abundan mensajes que presentan soluciones simples a problemas complejos. Para el profesor y biólogo Juan Fernández, la educación no escapa a este desafío: “La complejidad de nuestro mundo conlleva necesariamente que las soluciones sean también complejas, también en el ámbito de la educación”. En su libro, ‘Educar en la complejidad’, repasa las simplificaciones más frecuentes en torno a la educación, sus matices, aristas y contradicciones. Dirigido a los profesionales del mundo educativo, en él anima a sus colegas de profesión a apoyarse en la investigación científica de las últimas décadas, para después llevar ese conocimiento a sus aulas. Juan Fernández también es el creador de la página web ‘Investigación docente’, donde divulga y explica algunas de las obras de autores y autoras de referencia en investigación educativa, neuroeducación, psicología educativa y técnicas de aprendizaje, entre otros campos.
Como biólogo reconvertido en profesor de ciencias, comenzó su andadura profesional trabajando como investigador y técnico en instituciones, como la Universidad Politécnica o el Real Jardín Botánico de Madrid. Desde hace más de diez años, es profesor de Secundaria y Bachillerato. Su interés científico se tradujo en una curiosidad por buscar formas de mejorar como docente: “Me di cuenta de que, más allá de mi intuición, el conocimiento científico me podía aportar muchísimo en mi práctica como profesor”, concluye.
Transcripción
Y es que cuando estamos tan vinculados a una cosa nos es muy difícil evaluarla objetivamente. Entonces, si yo llevo a cabo una metodología para, por ejemplo, evaluar la creatividad y es una metodología en la que yo llevo dos años formándome, leyendo un montón, he elaborado un montón de materiales, me he coordinado con compañeros en el centro y la he llevado a cabo, y resulta que el que evalúa la eficacia soy yo mismo, pues es muy probable que en esa evaluación influyan mis ganas de que salga bien. Y por eso la investigación también nos aporta claves para poder mirar desde fuera las cosas que pasan en el aula en el mejor de los sentidos. No se trata de aportar recetas. Muchas veces los docentes buscamos también: “Venga, dime exactamente lo que tengo que hacer”. La investigación no está para eso, está para decirte: “Primero define bien el constructo, define bien qué es lo que quieres, como en el caso de la creatividad. Define bien cómo lo vas a medir. Y luego utiliza unas estrategias que te permitan conocer de verdad si eso que has hecho, que te ha llevado tanto trabajo, ha funcionado para conseguir esos objetivos que te has marcado al principio”. Como vemos, esto es complejo. Es decir, implicar a la investigación en educación es también “vacunarnos”, ahora que está esto tan de moda, contra tendencias, contra modas, que vienen y nos ofrecen soluciones aparentemente muy sencillas a problemas muy complejos.
Entonces, cuando yo llego al mundo de la educación, cometo muchísimas meteduras de pata, porque esencialmente yo trato de extrapolar lo que yo viví de alumno a la educación. Que por eso yo quizás me explico que todo el mundo opina de educación, porque todos hemos sido sujetos de la educación alguna vez como parte activa. Entonces yo hago lo mismo. ¿Y qué pasa? Que hay cosas que funcionan, bueno, y hay otras cosas que no funcionan. Entonces, en una formación que, por cierto, me estaba dando Mariana Morales, sacó un libro y dijo: “Oye, si queréis leer sobre este tema, os recomiendo este libro”. Y yo pensé: “Jolín, llevo un montón de años dedicados a la docencia y nunca se me había ocurrido hacer lo mismo que yo empezaba haciendo cuando trabajaba en investigación, que era leer sobre un tema”. Y entonces leí ese libro y busqué “los mejores libros de educación”, pero en el mundo anglosajón, en asociaciones de profesores de Reino Unido, en la Asociación de Profesores de Ciencias de Estados Unidos. ¿Qué libros? Y entonces leí algunos y en un grupo de gente, el MEDAD, dijeron: “Oye, ¿por qué no compartes esto que estás leyendo?”. Y entonces fue muy bien. A la gente le gustó, le pareció interesante, pero claro, esos libros estaban en inglés y muchas veces el problema es que los textos de referencia o los mejores artículos están en inglés y no todo el mundo puede acceder a ellos. Y entonces decidí sintetizarlo, resumirlo y poner las ideas principales a modo de reseña en un blog. Yo espero que sea como un lugar donde la gente pueda leer y encontrar algo que le contraste y que le ayude también un poco como a encontrar otra voz. En el mundo educativo decimos: “La experiencia es un grado”, con razón, aunque hay veces que repetimos treinta años la misma experiencia, o nuestra experiencia de alumnos la repetimos, y eso también me ha pasado a mí.
¿Entonces a mí qué me ha ayudado? Hablar con Santiago, mi compañero de departamento, hablar con gente que lleva en el colegio mucho tiempo, que la gente me diga, que los propios alumnos me digan a veces: “Oye, de esto no me estoy enterando, esto no funciona”. Buscamos contrastes. Pues otro contraste muy bueno puede ser leer un libro, un libro de educación.
La próxima vez que vaya a hablar con alguien intentaré recordar que tengo que hacerlo más despacio, pero en el fondo no funcionará mucho porque será otra persona o el contexto será totalmente diferente. En cambio, una evaluación formativa es si ahora me dices: “Oye, perdona, ¿me puedes repetir la respuesta pero más despacio? Porque hay cosas que no me han quedado claras”. Entonces, hacer eso en clase mediante preguntas, generalmente lanzando buenas preguntas, preguntas que vayan al meollo de la cuestión, a las ideas nucleares, chequeando siempre la comprensión… Pues eso sabemos que funciona. A mí hay una cosa que dice Tom Sherrington, que es otro autor anglosajón que me gusta mucho: que tendríamos que cambiar la pregunta de “¿hay alguna duda?”. Deberíamos preguntarnos nosotros: “¿Hay alguien pensando con esta actividad? ¿Están pensando realmente? ¿Están pensando en mi asignatura? ¿Están pensando en Biología, en la estructura de la célula?”. Y esa es muy buena pregunta, porque yo me la hago y muchas veces descubro que están trabajando rutinariamente mientras hablan del partido de Nadal o de los premios… Y no están pensando en la actividad. Y nuestra tarea es ese pensamiento. Pensar sobre lo que uno está haciendo genera aprendizaje. Y eso, en general, podemos afirmar que es cierto.
Por ejemplo, yo digo: “La evocación funciona en general”. No es lo mismo hacerla a las once de la mañana que hacerla un martes, como ayer por la tarde, en una clase que tengo en tercero de la ESO a última hora. Porque el ambiente, digamos, lo que me encuentro, no es lo mismo y, por tanto, hay que ver a quién tienes delante, en qué momento están, en qué momento del día, en un montón de condicionantes o, incluso ahora, con la pandemia cambia mucho. Hemos vivido situaciones en las que había alumnos que estaban en casa. Y hemos tratado de hacer lo mismo con los de clase y los de casa. No siempre es posible. Yo me atrevería a decir que es difícilmente posible hacer lo mismo. Tenemos que coger los fundamentos teóricos, es decir, ¿qué nos dice la investigación de cosas que funcionan en general? Ahora, ¿cómo lo aplico en cada momento, en cada centro y en cada claustro? Pues eso sí que tiene que ser un ejercicio de adaptación muy grande. Por último, déjame que acabe con otro ejemplo, que a mí me llama la atención. Y es que parece que hay métodos que funcionan igual en infantil que en primaria, en secundaria… Se implantan igual con básicamente las mismas estrategias. Me resulta muy difícil pensar que algo que funciona bien con una clase de cuatro años va a funcionar bien con una clase de personas con 15, 16 años. Quizá el fundamento de fondo sea el mismo, pero hay que adaptar el lenguaje y hay que adaptar el nombre que le pones. Hay que adaptar los tiempos, hay que adaptar los ritmos y muchas cosas. Y, por tanto, eso es un poco… Lo que trato de desgranar en el libro es ampliar un poco la mirada, abrir ventanas y decir: “Bueno, vamos primero a conocer los fundamentos teóricos y las cosas que sí que sabemos que funcionan está claro que no funcionan en cualquier caso, si no que hay que llevarlo al aula mediante un proceso de reflexión y de adaptación”. Y para mí es clave el trabajo en equipo, que es que lo hagan eficaz en la situación, en el contexto concreto.
Es decir, formula algo y luego dice: “Voy a ver si consigo demostrar que esto es falso”. A mí me encanta esa forma de pensar. Me encanta decir: “No voy a buscar tener razón, voy a intentar buscar argumentos para no tener razón”. Y ese proceso me parece muy constructivo y me parecería muy constructivo también llevarlo a la escuela. Vamos a intentar buscar argumentos que desmonten lo que ya creemos, porque mucho de lo que he compartido y mucho de lo que he leído mientras hacía el blog realmente iba en contra de las cosas que estaba haciendo en el aula y no tengo problema en reconocerlo. Por ejemplo, yo soy mucho de hacer presentaciones. Tiene una parte buena porque sabemos que en la memoria aquello que es visual y auditivo a la vez, pues sabemos que la memoria engancha mejor. Memoria visual, memoria auditiva, y hacen como un buen tándem, pero eso tiene sus normas, no es tan fácil. Y entonces, por ejemplo, yo les puedo poner a hacer una presentación y, lo que decía antes, están muy ocupados elaborando el diseño, poniendo animaciones, ‘minions’ aplaudiendo y cosas así, pero no están pensando realmente en la actividad, no están pensando en las partes de la célula. Están pensando en cómo coloco las cosas. Y la parte importante, que es qué voy a comunicar, pues la copio y la pego de internet, y la copio y la pego de internet, además, de cualquier fuente, porque cualquier fuente es válida. Y entonces ahí tenemos mucho que trabajar. ¿De dónde has sacado esta información? ¿Cómo la referencias? Y me parece que esa construcción, digamos, de “busca primero refutar tus propios argumentos, busca referencias que apoyen, y luego decide o elabora una conclusión” me parece muy útil para los docentes.
Pero es que cualquier cosa que hiciéramos, que no fuera un disparate evidentemente, provocaría un aprendizaje. La cuestión no es si aprenden o no aprenden. La cuestión es si aprenden más, si aprenden mejor, si aprenden especialmente aquellas personas con más dificultades, si se aprenden más habilidades de relación de conceptos. Esa pregunta es válida pero, si lo comparas así a ojo, pues muchas veces te llevas una falsa impresión. Y me parece un ejemplo ilustrativo de lo que cierta mirada de médico nos podría aportar.
Digamos, rumores, por así decirlo. Es suficientemente importante saber qué ha pasado y en el confinamiento qué ha funcionado y qué no ha funcionado, porque si vuelve a haber otro confinamiento, Chile, Argentina, Estados Unidos, que yo haya leído, Francia… Tendrán estudios hechos de lo que mejor funcionó. Y podrán decir a la comunidad docente: “Haced esto porque la última vez lo que mejor funcionó fue esto y no hagáis esto, por favor, porque esto no funcionó”. Nosotros volveremos a hacer exactamente lo mismo, probablemente, en base a una reflexión que es totalmente personal. Lo que a mí me funcionó, lo haré y lo que no me funcionó, no lo haré. Sin embargo, nos falta entender la realidad concreta. ¿El covid ha afectado a la brecha educativa? No lo sabemos. No lo hemos medido. ¿El covid ha afectado al estado anímico, a la salud mental o al estrés de los docentes, de las familias, de los alumnos? ¿Qué problemas de salud mental nos estamos encontrando ahora a la vuelta del confinamiento?, que lo hablábamos. Nos estamos encontrando problemas de salud mental. Pues habrá que medirlo, medirlo simplemente para poder manejarlo, para poder conocer cuál es la realidad y tomar decisiones en base a una realidad medible, observable, para que podamos luego evitar fallos que al final perjudican a personas concretas.
Pero lo que intentamos es: “Mira, te voy a intentar dar un motorcito, un motorcito eléctrico pequeñín que se mueve solo. Vamos a ver a dónde llegas con ese motorcito eléctrico. Y si ese motorcito eléctrico funciona, luego ya te meto uno de gasolina y luego ya… Pero es importante que el logro sea la motivación, porque tú puedes aprender. Vamos a poner actividades que no sean chorradas pero en las que puedas sentir que has conseguido hacer algo”. Y cuando ves que alguien que en general ha fracasado tiene éxito en una cosa, ahí de repente engancha y dice: “Bueno, oye, esto… Aquí puedo”. Muchas veces pensamos que la desmotivación en nuestro alumnado viene porque a nuestras clases les falta dinamismo, porque… Pero muchas veces la desmotivación es porque lo han hecho mal muchas veces y es normal. Yo estoy desmotivado también. Yo no sé bailar. Si me pongo a bailar, me desmotiva. ¿Por qué? Porque sé que no lo hago bien y muchas veces en clase pasa eso. No necesito que nadie me ponga la música más alta. Lo que necesito a lo mejor es que me enseñen a dar cuatro pasos y tener la experiencia de que alguna vez hice bien eso y luego ya complicamos los pasos. Yo creo que eso nos lo encontramos en clase. La desmotivación ocurre muchas veces… “Es que no quiero intentarlo porque ya lo he intentado y no me sale bien. Lo intenté y no me salió bien”.
Cada vez te cuesta más porque es como algo que tratas de evitar por todos los medios. Entonces las metas son más eficaces cuando te has fijado metas que son de aproximación, es decir, quieres acercarte a algo, y ese algo, además, es un proceso y es como una cosa que se ve como un continuo. Esto es verdad que llevarlo al aula a veces es difícil porque depende más de nuestro lenguaje. Ahí importan mucho también las expectativas, saber que comunicamos expectativas todo el rato de forma verbal y de forma no verbal y que, por tanto, ahí el papel de la motivación siempre tiene que ser que tratamos de acercarnos a un objetivo. Y por eso también es importante saber fijar objetivos que sean específicos, que sean realistas. Cuando hablamos de fijar objetivos, si el objetivo está muy lejano, es muy difícil. Vamos a empezar con objetivos cortos, con objetivos realistas que nos permitan ir teniendo una sensación de logro, que nos permitan establecer cada vez más objetivos. Y muchas veces eso como docentes también lo vivimos. Nos ponemos unos objetivos, los famosos propósitos de inicio de año. “Yo este año voy a hacer…”. Bueno, pues a lo mejor empieza por un objetivo que sea asequible, que te permita hacer algo y de ahí… Es muy difícil motivarse, por ejemplo, para dejar de fumar, porque es una meta de evitación. Es mejor motivarse cuando piensas en los beneficios asociados a dejar de fumar. “Tengo claro que dejo de fumar porque voy a conseguir mejorar mi salud, porque voy a salir a correr y voy a notar que…”. Entonces eso en el aula muchas veces entra en juego de una forma muy mezclada y que realmente es muy complejo. Por lo tanto, ahí yo planteo la teoría como una forma de pensamiento para que alguna vez, que a mí me pasa, cuando le estás diciendo a alguien una cosa, cuando pones una observación y pones: “Muy bien, se te da muy bien la biología”. Y digo: “Uy, se te da muy en la biología, no. Espera, espera”. “Has trabajado muy bien este trimestre”, porque que se te dé bien la biología es una cosa estática que no se puede cambiar, ¿no? En cambio, “has trabajado bien este trimestre” en el fondo te está diciendo que tu resultado depende del trabajo y muchas veces yo me veo poniendo observaciones que son estáticas y que por lo tanto atacan o intentan una motivación que es por resultado puro y duro.
¿Estás frustrado? Es normal. ¿Estás aburrido? Es normal. El aburrimiento es desagradable y además no potencia el aprendizaje. Pero es que no hay otra. Si siempre estamos sintiendo emociones positivas es porque negamos una parte de la realidad o nos convertimos en personas insensibles. Porque a poco que reflexiones un poco sobre la sociedad o la situación actual, ahora que hacemos tantas actividades que tratan de concienciar sobre el cambio climático, por ejemplo, o sobre otros temas en los que es necesario trabajar… Necesitamos emociones negativas asociadas a eso. Cuando me encuentro una playa llena o cuando me encuentro un incendio y lo proyecto, lo que quiero, lo que deseo, no es que mi alumnado se sienta bien ni que sea indiferente a ese hecho. Lo que siento es que sientan tristeza o que sientan indignación o rabia porque ha pasado una cosa que no debería pasar o que al menos tendríamos que trabajar por evitarlo. Por lo tanto, paradójicamente, en el pensamiento crítico es inevitable incluir emociones negativas. Necesitamos emociones negativas también para aprender.
El objetivo no es que la gente acabe el libro pensando como yo. Si he conseguido ese objetivo me parece muy pobre. El objetivo es que la gente reflexione sobre lo que hace y piense qué parte de lo que digo es útil y aprovechable en positivo. Es decir, que se lo queda. Y qué parte le ha ayudado a clarificar más sus posturas o a decir: “Bueno, es que yo esto no lo vivo así y por tanto…”. Eso también ayuda. El pensamiento crítico a mí a veces me gusta imaginarlo como una piedra que se va puliendo a medida que va en el río. Para que la piedra se pula y al final en el río tengas ese canto que luego lanzas y bota, tiene que pulirse a base de choques. El pensamiento crítico se pule a base de chocar. Y muchas veces las dinámicas que tenemos a nivel social son contrarias, son polarizantes, donde todo el mundo está de acuerdo contigo, porque el medio que lees y la gente que te sigue y la gente a la que sigues… Todo el mundo dice lo mismo. Entonces, al final, es una piedra llena de aristas, bastante hiriente y cortante muchas veces. Y, sin embargo, los que nos vamos dando topetazos con los demás, al final desarrollamos una cierta suavidad, porque entiendes que, efectivamente, yo no estoy de acuerdo con muchas cosas, las voy cambiando, probablemente de aquí a cinco años, si puedo, seguiré leyendo y hay cosas que intuyo que no van a cambiar, porque están muy demostradas o porque forman parte de principios que para mí son importantes. Pero hay otras cosas de mi práctica docente que probablemente habré revisado y habré dicho: “¿Cómo podía estar haciendo esto?” o “¿Cómo hacía esto? y resulta que tenía al alcance de la mano una herramienta más sencilla o una herramienta más potente para realizar a una cuestión”.
Me parece inevitable, pero inevitable no quiere decir que deba ser inevitable la reflexión. La reflexión de algo inevitable es también inevitable. Es decir, es como pensar: “La guerra es inevitable”. No, no. Vamos a pensar bien qué aspectos de esto son inevitables y qué aspectos no son inevitables. Y ahí hay muchísimo que hacer. Hay asociaciones trabajando mucho en esto y creo que ahí tenemos que ser… Sí que nos van… La investigación nos va dando pistillas. Yo no soy un experto en esto, pero sí que en general los videojuegos no tienen un efecto en el temperamento. No favorecen agresividad ni demás. Hasta ahora, lo que he leído, casi todo apunta en esa dirección. Y también sabemos que, en principio, la comprensión lectora y la habilidad de escribir en papel y en bolígrafo fomenta, digamos, un poco, la expresión escrita y la comprensión lectora, más que el ordenador. Pero esto puede cambiar porque a medida que se incorporan herramientas y generaciones… Hay que tomarlo con cautela. Pero yo, por ejemplo, creo que hay habilidades que necesitamos practicar todavía en papel y en bolígrafo, porque son indispensables. Eso no quita que yo no haga uso de la tecnología, que la uso, pero siempre reflexionando sobre si esto que estoy haciendo supone una mejora respecto a lo que tenía antes. ¿Esto mejora su aprendizaje, mejora su aprendizaje teniendo en cuenta, por ejemplo, la atención? Pues probablemente tendré que diseñar unas estrategias para guiar la atención, que es fácilmente dispersable en una pantalla, hacia aquello que a mí me interesa. No puedo trabajarlo igual. Eso a mí me ha pasado en el confinamiento. He intentado hacer lo mismo que hacía en clase, hacerlo en casa. Entonces mandaba una hoja en PDF, pero se escriben mensajes, la copian, me mandan una cosa… Es decir, tengo que aprender a usarlo para el aprendizaje y no puedo directamente traspasar lo que hacía en un medio a otro.
Tengo que pensar bien cómo voy a usar este nuevo medio. Y ahí igual: las comunidades, los cursos que hay en muchas instituciones del INTEF y de otros, pues son claves, nos aportan claves de cómo integrar la tecnología. Si la integración de la tecnología es acrítica, pues probablemente generaremos consumidores de tecnología. Pienso, en mi humilde opinión, que la educación debe aspirar a algo más que eso y, por tanto, tenemos que educar en un uso responsable de la tecnología, no en una utilización acrítica de: “Esto lo uso y luego viene otra cosa y me la cambio”, y no sé qué. Y ahí tenemos que tener cuidado con que lo que hacemos no valide cualquier tipo de juego o cualquier tipo de aplicación, cualquier tipo de mensaje. Y luego, además, una última cosa referente a esto, que también me parece importante, es que sabemos que nuestra memoria de trabajo, nuestra memoria consciente, lo que está procesando lo que pasa en el presente, es limitada. Es limitada. Y tenemos una teoría superútil para los docentes que se llama “la teoría de la carga cognitiva”, que lo que nos viene a decir es que a veces sobrecargamos nuestra memoria de trabajo. Por ejemplo, si yo te pido que hagas 12 por dos lo puedes hacer. Si te pido que hagas 12 por 21, quizás hay que pensarlo más pero podrías hacerlo. Si te pido que hagas 374 por 588, es muy complicado porque hay demasiados elementos en tu memoria de trabajo. Cuando presentamos un material a un estudiante, muchas veces nos parece que cuanto más adorno, mejor. Pero la teoría de la cara cognitiva te dice: “Cuidado, que a veces mucho adorno es peor porque no sabe a qué prestar atención”. Entonces a veces desarrollamos estrategias educativas usando tecnología que contienen un noventa por ciento de florituras y un diez por ciento de idea. Y claro, es muy difícil que la memoria de trabajo, que es limitada, llegue a aprender, es decir, a asimilar, a relacionar, esa idea si lo que está es inmersa en una maraña de adornos, de actividades, muchas veces para fomentar la motivación precisamente, cuando resulta que estoy sobrecargando la memoria de trabajo y al final la chica que está mirando la pantalla lo único que ve son los colores, los botones y demás. Entonces, ojo, porque con la mejor de las intenciones, muchas veces generamos materiales que son tan complejos o tan profusos en el adorno, que es muy difícil que ahí se produzca aprendizaje.
Y en ese libro también nos propone una forma de trabajar, de aproximarnos al trabajo por borradores, al trabajo por proyectos. Y creo que ilumina mucho porque mezcla. A mí me parece muy interesante cómo mezcla, digamos, esa parte de aprendizaje guiado con más o menos guía al principio, con tareas… Me parece una propuesta realista y sensata, digamos, en la confluencia de muchos métodos. Y luego, por finalizar, a mí siempre me encanta leer, por ejemplo, a Dylan William o a Tom Sherrington. Me parece que son libros cargados de sensatez. Son autores de referencia. Y algunos de esos libros se empiezan a publicar en castellano a través de una de una organización que es chilena, que se llama Aptus, y tiene una página web donde esos libros están disponibles en versión digital. A veces también hay que inspirarse en esas editoriales que nos ofrecen esos libros en versión digital y, por tanto, vamos, yo creo que hay que apoyar su labor para que esos libros fundamentales lleguen también a cualquier docente que hay ahora mismo en nuestro país.