De Sócrates a Marco Aurelio a golpe de tuit
Eduardo Infante
De Sócrates a Marco Aurelio a golpe de tuit
Eduardo Infante
Profesor de Filosofía
Creando oportunidades
“¿Qué haría Sócrates hoy con un móvil?”
Eduardo Infante Profesor de Filosofía
La filosofía sale a la calle
Eduardo Infante Profesor de Filosofía
Eduardo Infante
Al comienzo de su carrera como profesor de Filosofía, Eduardo Infante descubrió que una de sus alumnas de Bachillerato no atendía la pizarra y miraba por la ventana. “¿Qué es eso tan interesante al otro lado de la ventana? Imagino que será más importante que el examen de la semana que viene”, preguntó irónicamente. “La vida”, respondió su alumna. Dos palabras que derrumbaron su mundo. Se dio cuenta de que había convertido su aula en una “caverna”, con los alumnos como prisioneros.
Al día siguiente borró la pizarra y empezó a impartir sus clases en el parque y las calles, donde preguntaba a los estudiantes qué problemas existenciales tenían y qué respuestas querían encontrar en la Filosofía. Sobre la vida, la muerte, el amor o la libertad abrieron debates que siguen desarrollando a través de los #filoretos, que el profesor les lanza a través de las redes sociales. Ese fue el germen del libro ‘Filosofía en la calle’, donde Eduardo Infante reúne las grandes preguntas universales que han inspirado a los pensadores de todos los tiempos y las acerca al día a día. “La filosofía no nació en un aula, sino en las calles de una ciudad por las que Sócrates deambulaba. Y Sócrates no era un profesor de Filosofía; era un trabajador de la construcción, un vecino normal y corriente, pero implicado profundamente con el proyecto democrático y con la libertad. A Sócrates le encantaba hacer filosofía en plena calle, en los mercados, con los vecinos… dialogando y debatiendo acerca de lo justo y lo injusto y del bien común. Creo que se trata de recuperar esa práctica de la filosofía”, concluye el autor.
Transcripción
Levinas nos invita a buscar otras formas de relacionarnos que no sea la aniquilación del otro. Hay una metáfora muy bonita que me gusta mucho que él utiliza, que es la caricia. En la caricia respetamos al otro. Es muy diferente, por ejemplo, al abrazo, que parece que es como una posesión, no como una integración, como un te quiero para mí. En cambio, la caricia mantiene una cierta distancia. Deberíamos aprender a acariciarnos más.
No me la pongo mucho porque el problema es ese, que la palabra corromper hoy en día y sobre todo, a corromper a la juventud, tiene otro significado. Pero tiene que ver con eso. Es decir, la corrupción a la que sometía a los jóvenes Sócrates era a través de preguntas, sobre todo preguntas que iban a que se cuestionasen toda la educación y toda la tradición y todos los valores que ellos tenían, con la intención de que fueran hombres realmente justos y hombres reflexivos. La cosa fue que al final tocó las narices demasiado y lo acusaron injustamente. Le dieron la oportunidad de salvar la vida, lo único que tenía que hacer era reconocer que se había equivocado y pedir perdón. Pero bueno, una persona tan íntegra y honrada como Sócrates no lo iba a hacer. De hecho, decidió pasar el resto del tiempo que le quedaba haciendo lo que más le gustaba, que era dialogar con sus amigos, con sus alumnos acerca de la justicia, del bien y de la vida.
Recuerdo una vez enfrentándonos a este tema, que uno de mis alumnos favoritos al que le tengo un enorme cariño, leyó un ensayo en el que reconocía que había sufrido un caso de acoso y cómo la lectura de Hegel le había dado luz a las preguntas que él se había ido haciendo cuando recibía ese acoso por parte de otro compañero. Él siempre se preguntó: «¿Por qué yo? ¿Qué he hecho? ¿Qué culpa tengo?» La lectura de su ensayo delante de toda la clase fue un momento para él de epifanía, pero también un momento de catarsis. Hegel, como él nos decía, le ayudó a cerrar una puerta.
Lo que quería intentar hacer reflexionar Viktor Frankl a sus pacientes es que los seres humanos necesitamos encontrarle un sentido a la vida. Esa pregunta nos fuerza a obligarnos a construirnos a nosotros mismos un sentido para la vida. Viktor Frankl versiona a Nietzsche y nos advierte que quien tiene un porqué para vivir es capaz de soportar cualquier cómo. Por eso es tan importante que cada uno de nosotros nos enfrentemos a encontrar un porqué a nuestra existencia.