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Curiosidades meteorológicas de otros planetas

José Miguel Viñas

Curiosidades meteorológicas de otros planetas

José Miguel Viñas

Meteorólogo y divulgador científico


Creando oportunidades

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José Miguel Viñas

¿Por qué la nieve es blanca? ¿Cuántos tipos de nubes hay? ¿Cómo se forman las auroras boreales? ¿Es verdad que, a veces, llueven ranas? Para José Miguel Viñas, “la meteorología es mucho más que la predicción del tiempo, es una ciencia inspiradora y llena de curiosidades”. Viñas es físico del aire y comunicador científico, especialista en Meteorología, cambio climático y temas relacionados. Trabaja como meteorólogo en Meteored, en el portal www.tiempo.com, y es consultor de la OMM (Organización Meteorológica Mundial). Es uno de los fundadores de ACOMET (Asociación de Comunicadores de Meteorología). También es socio de la AME (Asociación Meteorológica Española), de la AEC (Asociación Española de Climatología) y de la AECC (Asociación Española de Comunicación Científica).

Como divulgador en medios de comunicación, destacan sus colaboraciones con RNE en los programas ‘No es un día cualquiera’ y ‘De Pe a Pa’, junto a Pepa Fernández. En televisión, trabajó durante cinco años en Antena 3, formando parte del equipo de Meteorología de los Servicios Informativos. En La 2 (TVE) inició en 2019 una serie de espacios sobre Meteorología en el programa ‘La aventura del saber’ y también es uno de los colaboradores del programa de divulgación científica ‘Órbita Laika’. Responsable de la página web www.divulgameteo.es, escribe regularmente artículos, imparte conferencias y cursos por toda España. Ha publicado hasta la fecha diez libros de divulgación científica y en 2022 recibió el ‘Premio Especial Ecólatras’ de Ecovidrio, por su labor de concienciación sobre los fenómenos meteorológicos y el cambio climático.


Transcripción

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José Miguel Viñas. Hola a todos, soy José Miguel Viñas, y contaba un meteorólogo de hace muchos años, que se llama Mariano Medina, que es uno de mis referentes, que él vivía del aire. Bueno, pues yo también vivo del aire, gracias sobre todo a la divulgación de la meteorología, que es mi principal trabajo, mi principal labor. Además, es un trabajo apasionante e inspirador, porque gracias a él he podido viajar por muchos lugares, no solo de España. He estado en un sitio como la Antártida. También conozco a muchísimas personas, y no solo de mi ámbito profesional, que serían los meteorólogos o presentadores del tiempo en televisión y otros medios de comunicación, sino también a personas que trabajan en medios de comunicación, a científicos que están investigando el clima y, en general, a un espectro muy amplio de todo tipo de personas. Y con muchas de ellas, además, al final tengo amistad, lo cual es superenriquecedor. Bueno, os voy a comentar un poco cómo he llegado yo hasta aquí. Vosotros estáis a punto, a lo mejor, de empezar una carrera profesional, y al final, aunque tengas las ideas claras, en un momento dado se te cruza en tu camino una circunstancia que hace que al final te dirijas en un sentido en el camino. Bueno, en mi caso, cuando yo era pequeño tenía un interés en general por la naturaleza y por la ciencia. Me fui haciendo un poco mayor y empecé a leer divulgación científica, por ejemplo, autores como Isaac Asimov. También me influyó bastante la serie ‘Cosmos’, de Carl Sagan, un enorme divulgador, y eso al final fue evolucionando. Y tomé la decisión de comenzar la carrera de Ciencias Físicas, con idea inicialmente de convertirme en astrónomo, en astrofísico, porque la astronomía era una de las ciencias que más me apasionaban y me siguen gustando mucho.

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A mitad de carrera, tenía que tomar ya decisiones y empecé a pensar que lo que realmente me llenaba era la atmósfera, la meteorología, y me especialicé en Física, se llamaba en mi época, de la Tierra y el Cosmos o Física del Aire. Y claro, yo sobre todo pensaba, pensando en trabajo, en la energía eólica, que estaba en aquellos momentos empezando a despuntar. Sin embargo, y esto es lo que os decía de las casualidades de la vida, estando ya en la especialidad, salió una oferta para estar de becario en una televisión privada, en Antena 3, en el área de meteorología. Nos presentamos allí casi todos los que estábamos en clase, y después de una entrevista y un casting, porque en televisión hay que hacer castings, pues tuve la suerte de poder disfrutar de esos cuatro meses que duró esa beca. Fue mi primer contacto con el mundo de la televisión, de los medios de comunicación. Empecé a saber cómo se cocina un espacio del tiempo en una televisión. Y ya una cosa fue llevando a otra, pues posteriormente empecé mi labor en la radio. Tuve también la inmensa fortuna de empezar a colaborar en un programa que todavía sigue en Radio Nacional, que es «No es un día cualquiera», con Pepa Fernández, y eso me permitió empezar a diversificar mi actividad, porque no únicamente en los medios de comunicación doy la previsión del tiempo, que es lo que uno espera de un meteorólogo o de un físico que está especializado en atmósfera, sino que inicié esa labor de divulgación que he continuado hasta ahora y es, como digo, apasionante, porque me permite conocer y establecer muchas relaciones, muchas veces insospechadas, con multitud de fenómenos meteorológicos y atmosféricos, en nuestra vida cotidiana.

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El tiempo nos influye. Ahora estamos hablando muchísimo de cambio climático, que cada vez creo que lo percibimos más de cerca. Vemos que es algo que nos está empezando a afectar ya muy directamente. Pero, al margen del cambio climático, hay multitud de fenómenos meteorológicos que nos influyen y que conocer su origen es apasionante, como os digo. Hay detrás una física, pero hay detrás muchísimas curiosidades. Y como sé que aquí, entre vosotros, hay muchas personas curiosas, yo os invito a que me podáis hacer algunas preguntas para intentar yo dar respuesta a esa curiosidad. Así que adelante, cuando queráis.

La curiosa relación entre la meteorología y la cultura. José Miguel Viñas, meteorólogo y divulgador científico
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Jimena. Hola, José Miguel. En una conferencia te escuché decir que hay mucha conexión entre los fenómenos meteorológicos, la cultura, el arte y la literatura. ¿Podrías darnos algún ejemplo?

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José Miguel Viñas. Claro que sí. Es un tema que además me apasiona, encontrar ese tipo de relaciones entre, como bien dices, el arte, la literatura, la pintura en general, con fenómenos meteorológicos. Mirad, os voy a contar así un par de historias, dos o tres historias, para que entendáis qué relaciones pueden darse. Vamos a viajar en el tiempo a 1815. En Indonesia se produjo una gigantesca y enorme erupción volcánica, la del volcán Tambora, una de las más grandes que se han producido en la Tierra en los últimos miles de años. Fue tal la cantidad de materiales que lanzó a la atmósfera y que después se dispersaron por toda la Tierra, que provocó al año siguiente lo que se conoce como “El año sin verano”. El año de 1816. Se llama así en climatología porque, en realidad, ese año, en Europa o en algunas zonas de Estados Unidos, el tiempo no fue veraniego. Estábamos en verano con nevadas en las montañas, con muchos días lloviendo, con temperaturas bajas. Y en ese contexto meteorológico generado por el propio volcán, aunque estábamos a miles de kilómetros de distancia en Europa, de donde se produjo, en Indonesia, nos vamos a un personaje muy famoso en la época, el poeta inglés Lord Byron, reconocido poeta ya en ese momento. Tenía un grupo de amigos, estaba allí en Inglaterra, con ese tiempo de perros, podemos llamarlo así, y decidió irse a su casa de verano en Suiza, en el lago de Ginebra, la Villa Diodati. Y se llevó allí a algunos de sus amigos más íntimos.

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Allí estaba Polidori, que le tenía como médico personal. Ahí estaban Mary Shelley y su marido. Claro, fueron a Suiza intentando escapar un poco de ese tiempo, de tanta lluvia, tan frío, tan horroroso, tan desapacible en Inglaterra. Y se encuentran el mismo tiempo en Suiza, en verano, en ese verano que no existió. Imaginaos a Lord Byron y sus amigos dentro de esa casa de verano, sin apenas poder salir a disfrutar del sol, de los paseos en verano. Y no se le ocurrió otra cosa a Lord Byron que decir a sus amigos que escribieran un relato ambientado un poco en ese ambiente tenebroso, un relato de terror. Y cada uno de ellos se puso a escribir. Y ahí surge el personaje de Frankenstein, de Mary Shelley, ahí surge el personaje del vampiro de Polidori, ahí surge la novela gótica, que tuvo luego un recorrido. Es decir, fijaos hasta qué punto un fenómeno volcánico en origen, meteorológico después, influyó en una serie de artistas o, en este caso, novelistas, poetas de esa época. La influencia del volcán Tambora.

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Os voy a contar otra pequeña historia de estas influencias también volcánicas. Vamos ahora a finales del siglo XIX, 1883, otra gigantesca erupción volcánica, la del volcán Krakatoa. Una erupción que generó un estruendo que se llegó a escuchar a miles de kilómetros de distancia. Lanzó cenizas hasta casi 80 kilómetros de altitud. Igual, las partículas se extendieron por todo el planeta. Y una de las cosas que provocó esa erupción es que durante los meses e incluso algún año después de ella, los cielos, sobre todo al amanecer y al atardecer, eran particularmente llamativos. Se producían lo que se conoce como «candilazos», cielos encendidos. Las nubes parecía que tenían como fuego, porque esas partículas en el aire hacen que la luz se disperse de diferente manera. El caso es que, hace ya unos cuantos años, unos cuantos científicos publicaron un artículo al hilo del famoso cuadro de Edvard Munch, ‘El grito’, y plantearon la siguiente hipótesis de trabajo: los cielos rojizos que aparecen en ‘El grito’ de Munch son los cielos que generó el volcán Krakatoa y que Edvard Munch vio allí en Noruega, donde él vivía. Es un cuadro que pintó en 1893, diez años después de la famosa erupción, pero Munch en su diario anotó cómo le impresionaron esos cielos sangrantes, llamaba él, en su época de juventud, y para estos científicos quedaron plasmados en ese cuadro icónico de nuestra cultura moderna, en ‘El grito’.

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Sin embargo, fijaos en lo que es la ciencia. Años después, en el año 2017, otros científicos plantearon otra hipótesis. Y es que esos cielos de ‘El grito’, esos cielos que aparte de rojos son ondulados, pudieron ser debidos a que Edvard Munch observó unas nubes muy espectaculares que se producen a veces en latitudes altas, en las regiones polares, que son las nubes Estratosféricas, las nubes Nacaradas o Madreperla, por la textura que tienen. Y efectivamente, estos científicos documentaron varios avistamientos de esas nubes, justamente allí en Cristianía, que era como se llamaba entonces Oslo, en la época en la que Munch vivió allí. Por lo tanto, posiblemente… A mí me gusta un poco mezclar las dos teorías científicas. Ese color rojizo de ‘El grito’ de Munch seguramente tiene ahí una influencia volcánica por la erupción del Krakatoa, pero también esa forma ondulada seguramente sea el recuerdo de Munch de ver esas espectaculares nubes Madreperla en los cielos de Noruega. Os acabo de hablar de un cuadro. Hay muchos cuadros que reflejan esa influencia de los cielos, del comportamiento meteorológico.

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Os voy a contar también una pequeña historia que está relacionada con el lapislázuli. Es un mineral que se convirtió en la época del Renacimiento en lo que llamaban el «oro azul», porque tenía un precio mayor que el oro. Con ese polvillo de ese mineral, los pintores de esa época generaban el pigmento con el que solían pintar los cielos, porque era un color azul que era realmente espectacular, o los ropajes de algunos nobles o monarcas, o los mantos de las vírgenes. Era el azul perfecto para hacer eso en los cuadros. Pero ¿qué pasaba? Que el lapislázuli únicamente se producía, y hoy en día sigue ocurriendo prácticamente, en unas minas que había únicamente en la zona de la antigua Persia, donde hoy en día se encuentra Irán. Venía por la Ruta de la Seda, llegaba a Italia, a puertos como el de Venecia, y se comercializaba y era carísimo. Los pintores únicamente podían acceder a un poco de ese mineral gracias a los mecenas para los que trabajaban, que les ponían dinero. Entonces, a mí, que me ha interesado desde hace muchos años esa influencia de los cielos en los pintores y cómo lo han reflejado en los cuadros… Me interesé hace años por los famosos cielos de Velázquez, los cielos velazqueños. En los cuadros de Velázquez que tienen cielo veréis que no son cielos totalmente azules, sino que hay muchísimos matices, muchísimos tipos de nubes, grisáceos, blancos, plateados, mezclados con el azul.

12:40

Y leí que algún experto en arte comentaba que Velázquez quizá plasmó esos cielos porque, como era tan caro el lapislázuli, no llenaba el cielo de color azul, sino que lo mezclaba con otros colores, con otros óleos, para de alguna manera economizar ese pigmento tan valioso. Bueno, al final, investigando este tema, me di cuenta de que esa hipótesis hacía un poco aguas, porque Velázquez es cierto que utilizó en algunos cuadros lapislázuli, pero también otros pigmentos para hacer el azul. Por lo tanto, la hipótesis que yo defiendo es que Velázquez y otros pintores reflejaron esos cielos en sus cuadros porque realmente los observaron. En la época en la que él pintó esos retratos o ese cuadro de ‘Las lanzas’, era habitual que en Madrid, donde estaba de pintor de la corte, pues viera y observara esos cielos que al final reflejó fielmente en su obra pictórica.

13:40
David. Hola, José Miguel. Me llamo David. Alguna vez he escuchado que en las tormentas eléctricas aparecen rayos durmientes. ¿Puedes explicarnos que es eso?

13:48
José Miguel Viñas. Sí, es una cosa muy curiosa lo de los rayos durmientes o latentes. También se llaman así. Bueno, en general, un rayo, como bien sabéis, es una descarga eléctrica muy potente y que muchas veces impacta en la superficie terrestre. Es muy normal que haya una tormenta en una zona donde hay árboles, en un bosque, en un monte y que algún rayo, por lo que se conoce como el efecto punta, pues justo incida en la parte alta del árbol. Y lo normal es que se produzca en ese momento una combustión y un incendio. Y, de hecho, así se inician muchos incendios forestales. Pero ¿qué ocurre muchas veces? Que previamente a que caigan los rayos llueve mucho, llueve con intensidad. Toda la cobertura vegetal se moja y el rayo, cuando impacta en el árbol, en ese momento, no genera una combustión instantánea, pero sí que se queda en su interior una especie de combustión lenta y se va como carbonizando por dentro. Se queda latente, de ahí lo de rayo durmiente. Y pasa la tormenta y esa parte interior del árbol se está quemando muy lentamente. Toda la parte exterior está mojada, no entra casi oxígeno y por lo tanto esa combustión apenas se manifiesta. Así que se queda una marca en el árbol justamente al caer el rayo. Pasa a lo mejor un día entero y la parte exterior se va secando y empieza a entrar oxígeno. Y, como sabéis, el oxígeno lo que hace es justamente provocar la combustión, y de repente el árbol se convierte en una tea y empieza a arder. Por eso, los agentes forestales, una de las cosas que hacen es, justamente cuando se produce una de esas tormentas, ver si hay árboles que tienen esa marca característica que deja como una especie de cicatriz, un rayo, y acotan esa zona porque saben que ahí dentro puede estar un rayo durmiente y que al paso de las horas, o incluso a veces días, puede dar lugar a un incendio. Incluso a través de las raíces, esa lenta combustión se transmite.

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Seguro que os habéis fijado en la forma ramificada que tienen los rayos en el cielo cuando hay una tormenta, lo que se suele llamar las culebrillas. Esas descargas eléctricas tan potentes lo que hacen es buscar, por el medio donde se transmitan, siempre la zona de menor resistencia eléctrica. En el aire, lo que observamos es la ramificación. Pero ¿qué pasa cuando el rayo impacta en el suelo? Pues que es tal la temperatura a la que se calienta el suelo, que suele estar formado por arena, que cristaliza de inmediato y se forma una estructura, inicialmente por debajo de la superficie, que se llama «fulgurita», que es como una especie de raíz. Y es una estructura que al final es pétrea, es sólida. Y también hay un fenómeno muy curioso que se conoce como las figuras de Lichtenberg. Espero que a ninguno de vosotros nunca… No voy a decir que os parta un rayo, sino que un rayo caiga cerca de vosotros, porque es muy peligroso. Pero, si cae a cierta distancia, a lo mejor tenéis la suerte de que salís vivos de esa situación, pero se os quedan en el cuerpo unas marcas muy parecidas a esa ramificación que ocurre en el suelo o que vemos en el aire. Son esas figuras. Al final es una quemadura que tiene esa forma ramificada también, porque en nuestro cuerpo, en nuestra piel también, la corriente eléctrica tiende a buscar una zona de menor resistencia eléctrica. Si al final un rayo te cae demasiado cerca o te cae justamente encima, las probabilidades de salir vivo son realmente muy pequeñas, porque lo normal es que se te pare el corazón, tengas un infarto inmediato y mueras fulminantemente, aparte de carbonizado.

17:34

Y por contar alguna otra cosa curiosa de las tormentas, os voy a hablar del relámpago del Catatumbo. En una zona de Venezuela, en el lago Maracaibo, se produce un fenómeno muy curioso, y es que es una de las zonas con mayor actividad tormentosa del mundo. Allí hay casi 200 y pico días al año en los que hay tormentas, y esos días con tormentas muchas horas seguidas están cayendo rayos y produciéndose relámpagos, el resplandor luminoso que generan esas descargas eléctricas. Es una de las zonas que más ozono genera en la Tierra. Porque los rayos… Una de las cosas que hacen esas descargas eléctricas es romper literalmente las moléculas de oxígeno que hay en la atmósfera. Sabéis que la atmósfera está formada sobre todo por nitrógeno y oxígeno. Pues las moléculas de oxígeno las rompe esa descarga eléctrica a miles de grados de temperatura y se libera oxígeno monoatómico que se junta con moléculas y forma ozono. Por eso las tormentas eléctricas tienen ese olor característico, un poco metálico. Ese es el olor del ozono. Bueno, pues en esa zona del lago Maracaibo hay una actividad frenética que se entiende por la manera en la que allí llega aire húmedo, hay metano por las ciénagas y los lagos que hay allí y se genera esa enorme actividad eléctrica.

18:54
Nacho. Hola, José Miguel. Mi nombre es Nacho y siempre me he preguntado por qué la nieve es blanca y cuando nieva por qué hay tanto silencio.

19:03
José Miguel Viñas. La nieve es uno de los fenómenos meteorológicos más fascinantes. Me preguntas por la blancura y por ese silencio característico. Para entenderlo, tenemos que primero saber qué es la nieve. La nieve es un conglomerado de pequeños cristales de hielo que se forman en el seno de la atmósfera. En las nubes que dejan las nevadas, se forman primero embriones de hielo microscópicos y, sobre esos embriones, si el ambiente está cargado de humedad dentro de la nube, se va incorporando hielo y se van formando esas estructuras con forma estrellada o no, que tienen los cristales de hielo que forman los copos de nieve que vemos caer en una nevada. Al final la nieve, cuando se deposita sobre el suelo y forma el manto blanco, está llena absolutamente de huecos, está toda llena de huecos de aire. Y esos cristales de hielo son como pequeños espejos, de manera que la luz, una vez que incide sobre la nieve, se refleja en esos espejitos de hielo y el resultado es una enorme reflectividad de hasta el 90 %. Por eso nos tenemos que poner unas gafas de sol si vamos a una zona que está con nieve, por ejemplo a la montaña o a una estación de esquí, porque es muy peligroso, porque nos refleja gran parte de la luz que llega ahí. La presencia de esos huecos dentro de la nieve es lo que al final hace que amortigüe los sonidos. Lo mismo que una pared de corcho en un estudio de grabación. Es un material poroso, es un material que cualquier sonido que incide sobre él, sobre la nieve, en este caso, queda absorbido y queda muy poco reflejado o rebotado. De manera que esa sensación, cuando hay una nevada, de que anula todo el sonido ambiente, es real, porque, al estar todo el suelo cubierto por la nieve, lo que ocurre es eso, que el sonido queda absorbido.

20:57

La forma de las estrellitas de nieve también tiene una historia muy curiosa. En la nieve se da una circunstancia, en el hielo que forma la nieve. El hielo, que como bien sabéis, es la forma o el estado sólido del agua, cristaliza en el sistema hexagonal. Si miráramos un cristal de hielo microscópico con un microscopio, porque no es visible a simple vista, veríamos que ya empiezan a formarse formas hexagonales, como un panal de abejas. Esa estructura, milagrosamente, a medida que va aumentando el tamaño del cristal de hielo, se va manteniendo hasta su forma final. Incluso a veces caen cristales estrellados y hexagonales macroscópicos que podemos llegar a ver. ¿De qué depende la forma final que tenga una estrellita de nieve? Pues principalmente de dos factores. De la temperatura que haya en el ambiente, y en particular donde se forma la nieve, en lo alto de la atmósfera, donde están las nubes, y también del contenido de humedad. Hubo un científico japonés de los años 30 del siglo pasado, es decir, hace casi un siglo, que estudió a fondo esta cuestión y, con un diagrama, llegó a comprender y dio a conocer a la comunidad científica cómo, en función de la humedad y la temperatura, al final lo que se forma es o una placa hexagonal o una estrellita que siempre tiene que tener seis puntas o un múltiplo de seis. Es decir, si veis representada una estrella de nieve con ocho puntas, eso no se da en la naturaleza. Puede darse una de seis o una de doce si se solapan dos, pero nunca ocho, porque la estructura es hexagonal. A veces tiene esa forma dendrítica, a veces tiene forma de placas hexagonales, a veces de columnas también hexagonales. Todo ese conglomerado de hielo se junta y da lugar al final a los copos de nieve. Y, como digo, es uno de los elementos más fascinantes que se pueden formar en la atmósfera, de todos los que pueden precipitar de una nube.

La curiosa relación entre la meteorología y la cultura. José Miguel Viñas, meteorólogo y divulgador científico
23:00
Ignacio. Hola, José Miguel, soy Ignacio. En un artículo tuyo hablas de las formas que tienen la nieve y el hielo. ¿Nos podrías hablar un poco sobre eso?

23:07
José Miguel Viñas. Claro que sí, Ignacio. La nieve, como he contado, es fascinante por su propia naturaleza y da lugar a formas realmente curiosas. Por ejemplo, a veces, forma sobre el manto de nieve rodillos. La nieve, una vez que se deposita sobre el suelo, a veces en una capa de bastante grosor, se estratifica. Se pueden diferenciar en ellas distintas capas con distintas características, porque puede haber una zona que sea de nieve más endurecida. Una parte de la superficie se puede fundir durante el día y se congela la parte inferior y vuelve a nevar. Al final se forma algo parecido a los estratos geológicos, una serie de capas. ¿Qué ocurre? Que muchas veces la capa superior está apoyada sobre una capa de nieve más endurecida, y, si hay viento o estamos en una ladera con pendiente a favor de la gravedad, esa capa superior se enrolla como un rodillo y el resultado es espectacular. Ver cómo la nieve es capaz de formar como una especie de rollo, realmente. Incluso a veces en el cristal delantero de un coche, después de una nevada, puede ocurrir, porque tiene esa pendiente, de manera que se forma la nieve encima del coche y se forma luego un rodillo que se desliza por encima del coche hasta la parte delantera. Es muy curioso.

24:27

Pero es que hay muchas más formas curiosas de la nieve. Por ejemplo, los llamados «penitentes». Estos son difíciles de ver porque no se forman en cualquier sitio. Se forman sobre todo en zonas de muy alta montaña y donde además las condiciones son muy extremas. Cuando digo alta montaña me refiero a cumbres por encima de los 4.000 metros. Estoy pensando en los Andes, por ejemplo. Estoy pensando en el Himalaya, zonas donde la temperatura suele ser muy baja y donde la humedad del aire también. En esas condiciones habitualmente no nieva, pero de vez en cuando hay nevadas. Se produce una nevada allí. ¿Qué ocurre? Que, a diferencia de una nevada en un sitio como puede ser una zona más baja de montaña o una ciudad, cuando a veces nieva, allí arriba, una vez que se forma la capa de nieve, por sí misma no hay un proceso natural en la atmósfera que vaya haciéndola desaparecer, como ocurre en otros sitios. Es la propia radiación solar la que va perforando de alguna manera, horadando esa nieve, formando huecos y finalmente sublimando algunas zonas y formando una especie de pináculos que se llaman «penitentes» porque nos recuerdan a estos nazarenos que van de procesión en Semana Santa con ese capirote, porque tienen esa forma. Fijaos qué curioso que el primer científico que documentó esa forma tan espectacular de la nieve fue nada menos que Charles Darwin, que os sonará. ¿Por qué? Porque Charles Darwin, en su viaje alrededor del mundo, hizo distintas paradas por distintas zonas de América e hizo una travesía andina, y en una zona muy alta se encontró con esos penitentes y lo documentó y lo dejó escrito en su cuaderno de viaje. Él no entendía en ese momento la razón. Posteriormente se ha podido entender. Además, tienen un tamaño variable, los hay que pueden tener hasta más de un metro de altura y otros son minipenitentes, pequeñitos.

26:28

Pero, si esto os parece sorprendente, ¿qué tal si os hablo de la nieve rosa o «nieve sandía»? Se llama así porque el aspecto es parecido a cuando abrís una sandía y ese rojizo muy intenso que a veces tiene la sandía con esa textura. Bueno, ¿cómo se forma la nieve rosa? Es una nieve que adquiere esa tonalidad por la presencia de un alga. En zonas también muy altas de montaña, por encima de 4.000 y pico metros, hay algas que consiguen sobrevivir en ese ambiente tan hostil gracias a que segregan un líquido que las protege de la radiación ultravioleta y que es de color rojo o rosa. De manera que, al final, cuando esa alga eclosiona y se extiende por todo el manto nuboso, tiñe la nieve de ese color. Y, como os podéis imaginar, es espectacular ver nieve de color rosa. Pero existe y es muy interesante. Y hay más formas curiosas de nieve. Se pueden formar bolas de nieve a la orilla del mar o de un lago. A veces en, por ejemplo, los grandes lagos de Estados Unidos, con una situación en la que ha nevado y toda la playa del lago está cubierta de nieve. Las temperaturas muy bajas y el efecto del oleaje, las subidas y bajadas de las olas, generan bolas de nieve que pueden llegar a cubrir una zona muy extensa de la playa. El resultado es espectacular. Imaginaos ir por una playa y todo lleno de bolas de nieve, pero que no ha sido una persona la encargada de hacerlas, sino un proceso natural de las olas y de un ambiente de temperaturas muy bajas.

28:07

Y otra forma que se me ocurre también muy curiosa, que puede llegar a formar el hielo en este caso, son una especie de flores. ¿Os imagináis ir por una zona y que todo esté lleno de flores de hielo? Pues es posible también, sobre todo en zonas como los lagos congelados, donde se forma una capa de hielo en el lago, o en el mar, en los mares polares que también en invierno están cubiertos por una capa de un cierto grosor de hielo. ¿Qué pasa? Que ese hielo tiene fisuras y por ahí escapa vapor de agua. Y, como el ambiente exterior es de muchos grados bajo cero, pueden estar a 30 o 40 bajo cero, el vapor de agua escapar por allí se congela de inmediato y se van formando estructuras similares al crecimiento de una estrellita de hielo que forma los copos de nieve. El resultado es espectacular. Una pradera, podemos llamar, encima de una capa de hielo, llena de flores de hielo.

29:03
Hugo. Hola, José Miguel. ¿Qué tal? Soy Hugo. A mí me gustaría saber si en otros planetas también existen nubes, tormentas y vientos como en la Tierra.

29:11
José Miguel Viñas. Hola, Hugo. Pues efectivamente hay planetas que tienen atmósfera y por lo tanto tienen también fenómenos meteorológicos o atmosféricos. Tenemos que pensar o irnos un poco lejos del Sol, a la parte exterior del sistema solar. Y ahí tenemos los grandes gigantes gaseosos, así se llaman Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno. Incluso Plutón tiene una pequeña atmósfera, pero sobre todo Júpiter y Saturno son los gigantes gaseosos por excelencia. Y, claro, esos planetas que son muy diferentes al nuestro presentan una meteorología bastante distinta. Por ejemplo, Júpiter. En Júpiter hay un elemento muy llamativo en su atmósfera, que es la gran mancha roja. La gran mancha roja es un sistema tormentoso con un giro anticiclónico que está algo al sur de la zona ecuatorial. ¿Y cuál es la principal diferencia entre un sistema tormentoso de Júpiter y un sistema tormentoso, aunque sea grande, de la Tierra? En la Tierra, por ejemplo, un huracán puede tener una, dos, tres semanas de vida como mucho, y al final ya pues evoluciona a una borrasca o desaparece. La gran mancha roja sabemos que existe desde que el científico inglés Hooke la observó por primera vez en el siglo XVII. Es decir, al menos tiene 350 años de existencia, porque seguramente antes de esa primera observación de Hook ya estaba la mancha roja. Es decir, es una atmósfera que permite que haya sistemas meteorológicos que permanecen en el tiempo, al menos no a una escala como en la Tierra. Esta es una diferencia fundamental entre lo que ocurre en la atmósfera terrestre y lo que ocurre en un planeta como Júpiter. Claro. ¿Por qué esa diferencia? Júpiter, gigante gaseoso, es casi en su totalidad una atmósfera. No tiene un núcleo amplio, rocoso, como ocurre en la Tierra, que la mayor parte es roca y luego la atmósfera es una fina capa que rodea a esa superficie. En Júpiter esto no es así.

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Aparte, la composición es distinta. Tiene en su mayor parte hidrógeno, helio, gases ligeros, no tanto nitrógeno y oxígeno como nuestro planeta. Y, además, Júpiter o Saturno están muy alejados del Sol, de manera que su principal fuente de calor no es externa, solar, sino interna. De hecho, a Júpiter, los astrónomos lo llaman una enana marrón. Se quedó casi al límite de ser una estrella. Por muy poquito no tenemos dos estrellas en el sistema solar, el Sol y Júpiter. Entonces, el centro de Júpiter, el núcleo de Júpiter, sometido a una presión enorme, genera un calor que calienta la atmósfera por debajo. Aquí en la Tierra no es así. Aquí en la Tierra es el Sol el que nos manda la mayor parte de la radiación, el calor. Se calienta la superficie terrestre y ese calor va calentando la atmósfera de abajo arriba. Pero no tenemos una fuente interna potente de calor, salvo el núcleo de la Tierra, pero ahí no llega a calentar la atmósfera. Otras singularidades de esas atmósferas planetarias. Saturno. En Saturno se producen los vientos más veloces de todo el sistema solar. Me diréis. ¿800 kilómetros por hora? ¿1.000 kilómetros por hora? ¿1.200? 2.000 kilómetros por hora. Para que os hagáis una idea, los vientos más intensos que se pueden llegar a registrar aquí en la Tierra son los que generan los tornados más potentes que pueden formarse. Son vientos tan fuertes que no hay instrumento capaz de registrar ese dato. Un tornado fuerte es capaz de lanzar trozos de madera de una valla como proyectiles, como balas. De hecho, en los países, sobre todo Estados Unidos, que tienen muchos tornados, cuando se avisa de que viene un tornado a una población, la gente se mete en un sótano y muchas casas quedan totalmente destruidas porque son de madera. Bueno, pues esos tornados de la Tierra pueden alcanzar rachas de 500 y pico kilómetros por hora, 600 y pico kilómetros por hora. Pero en Saturno, por observaciones de la atmósfera, hay vientos de hasta 2.000 kilómetros por hora.

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Y os voy a contar ya una cosa sorprendente de las atmósferas de Júpiter y de Saturno, porque ahí dentro, miles de kilómetros de grosor, se piensa, nadie lo ha podido comprobar ‘in situ’, que llueven diamantes. ¿Os imagináis un planeta donde llueven diamantes? Pues eso ocurre en Júpiter y en Saturno. ¿Por qué? Porque allí dentro las presiones son tan grandes, no son comparables a la presión que tiene la atmósfera terrestre, que el carbono que existe en esas atmósferas es capaz de comprimirse hasta convertirse en diamante, en la forma más dura que existe en la naturaleza. Y se piensa que hay lluvias de diamantes tanto en Júpiter como en Saturno. También hay otra curiosidad: una de las lunas de Saturno es Titán, y Titán es el único satélite natural de todo el sistema solar que también tiene una atmósfera, una atmósfera formada principalmente por nitrógeno y también por metano. Y os voy a dar un dato también muy curioso: el primer astrónomo que dedujo que la pequeña Titán, aunque es un satélite grande, tenía atmósfera, era un astrónomo de aquí, de España. José Comas Solá, hace un siglo, desde el Observatorio Fabra, que está a las faldas de la ciudad de Barcelona, en el Tibidabo, apuntando el telescopio a Saturno, comprobó que cuando una estrella pasaba por el borde de Titán disminuía su intensidad de la luz para volver a aumentar. Y por ese hecho dedujo que Titán, ese pequeño satélite, debía de tener una atmósfera, como finalmente se pudo comprobar.

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Así que, como veis, las atmósferas planetarias son una caja de sorpresas. Y tampoco me puedo olvidar de Venus. Es un planeta que en tamaño y en distancia al Sol es similar a la Tierra. Pero Venus, atentos a lo que tiene allí, tiene un efecto invernadero absolutamente brutal. La composición de la atmósfera de Venus tiene un 95 % de CO2. Nosotros en la Tierra estamos ahora empezando a ver los efectos del efecto invernadero, porque han aumentado las emisiones y estamos hablando de 415 o 20 partes por millón de CO2 en el aire. Sin embargo, en Venus, casi todo es CO2. ¿Cuál es el resultado? Que la temperatura en la superficie de Venus es del orden de los 450 o 500 grados Celsius. En tiempos, con una atmósfera muy densa además, se pensaba que, debido a ese efecto invernadero, la superficie de Venus estaba llena de vegetación. Y eso se llegó a especular hace ya muchos años, cuando se consiguió allí posar una primera sonda antes de achicharrarse, porque como podéis comprender, a 500 grados pocos dispositivos pueden resistir mucho tiempo. Se comprobó que era un mundo infernal, todo lo contrario a lo que se podía deducir de una capa gruesa de nubes. En la atmósfera de Venus, por ejemplo, llueve ácido sulfúrico, ácido nítrico. Imaginaos ese ambiente tan hostil que, afortunadamente, no tiene nada que ver con el ambiente que tenemos aquí en la Tierra.

36:30
Paula. Hola, José Miguel, soy Paula y me gustaría preguntarte acerca del cambio climático, ya que hoy en día hay mucha gente que está preocupada por ello. Entonces, desde el punto de vista de un meteorólogo, ¿cuáles son las principales evidencias de este cambio climático?

36:50
José Miguel Viñas. Bien. Me alegro mucho, Paula, de que me hagas esta pregunta. Yo creo que todos sois conscientes de que estamos ya viviendo un cambio climático. A mí me contaron hace ya bastantes años que el cambio climático estaba por llegar, pero ya ha llegado, ya estamos viendo sus impactos, ya no se puede discutir si hay o no cambio climático o si ese cambio climático, tal y como se está manifestando, es debido justamente a nuestras actividades, principalmente a las emisiones de gases invernadero, como el CO2 o como el metano, que hemos ido arrojando a la atmósfera. Estamos ahora mismo en el momento de la historia de la humanidad en el que más emisiones hemos lanzado de ese gas, y llevamos 30 y tantos años intentando mitigar el cambio climático. Los científicos llevan ya casi cuatro décadas diciendo que la temperatura podía subir y que los impactos del cambio climático podrían ir siendo cada vez mayores. Y estamos comprobando que eso ya está ocurriendo, y esto es una señal de alarma. De hecho, ahora ya no se habla de cambio climático, se habla de emergencia climática. Es urgente que cambiemos muchas cosas de nuestra sociedad. No podemos seguir emitiendo los gases de efecto invernadero como lo estamos haciendo, porque al final esos impactos, que se van a seguir produciendo, aumentarán demasiado de magnitud. Hoy en día, seguro que habéis oído hablar del IPCC, el panel de expertos de cambio climático de Naciones Unidas. El IPCC cada cinco, seis, siete años emite un informe donde de alguna manera resume el estado del conocimiento, de la ciencia del clima, del cambio climático, que constantemente está alimentándose de investigaciones de miles de científicos en todo el mundo.

38:34

En su último informe, en el 6.º, el IPCC plantea cinco posibles escenarios de emisiones de aquí a finales de siglo. ¿Cuál es nuestro objetivo como sociedad? Esquivar los escenarios peligrosos, esquivar los escenarios de altas o muy altas emisiones. Porque, si al final nos dirigimos a esos escenarios, a mitad de siglo o a final de siglo, no ya solo nosotros, los que estamos aquí ahora, sino los que vienen por detrás, las nuevas generaciones, van a tener que enfrentarse a un mundo hostil, a un mundo en el que los impactos nos van a hacer mucho daño, en el que no va a ser fácil adaptarse a esos cambios. Tenemos que aspirar con un cambio profundo de nuestra sociedad a ir evolucionando hacia los escenarios de bajas o muy bajas emisiones. Aun así, si no se alcanza ese famoso grado y medio a final de siglo, o dos grados, que ya se está planteando a nivel de la comunidad científica, va a seguir habiendo una evolución en el cambio climático, en el calentamiento global, van a seguir subiendo las temperaturas y los impactos van a seguir aumentando. Pero, en esos dos escenarios entre comillas ideales, nos podríamos más o menos ir adaptando sin demasiadas dificultades, aunque es un reto mayúsculo enfrentarnos al cambio climático. Desde luego, si no hacemos nada, si seguimos pasivos, si sigue la inacción climática, los escenarios a los que vamos de cabeza son los de altas o muy altas emisiones. Y a mí, desde luego, ese futuro no me gustaría verlo, porque es un futuro apocalíptico. Es un futuro en el que va a haber mucho sufrimiento. Mucha gente lo va a pasar mal. No todo el mundo igual, pero sobre todo los más vulnerables, países del tercer mundo. E incluso nosotros también vamos a sufrir esos impactos en Europa o en otras zonas del mundo.

40:20

El cambio climático tiene, además, el riesgo de que en un momento dado pueda haber, como yo a veces digo, tener una sorpresa, una sorpresa climática, porque cuando hablamos de clima no solamente tenemos que pensar en el comportamiento de la atmósfera, en el que sube la temperatura del aire. No, el clima es algo mucho más complejo, es el resultado de la interacción de distintos sistemas en la naturaleza. La atmósfera, por un lado, todo lo que ocurre en ella. Los océanos, las grandes masas de agua, los hielos, la criosfera, las grandes masas de hielo de la Tierra, la biosfera. A ella pertenecemos nosotros. Formamos parte de ella y el resto del planeta. Hay interacciones entre todos esos sistemas. El que la temperatura del aire esté subiendo y ahora estemos 1,2 grados por encima de la época, de la segunda mitad del siglo XIX no solamente lo vamos a notar o lo estamos notando en que está haciendo más calor en verano o hay más olas de calor. Esa subida de temperatura está provocando una acelerada fusión o derretimiento de los hielos, particularmente en el Ártico. El que haya menos hielo en el Ártico tiene a su vez una influencia en las corrientes oceánicas, los océanos, los mares. Es decir, al estar todo relacionado, al final los impactos se multiplican y pueden surgir sorpresas. Puede haber un momento en el que se cruce una línea y pueda haber un proceso irreversible, e incluso el comportamiento sea distinto al que plantean los modelos climáticos. Por eso es tan importante tomar conciencia de lo que nos jugamos como sociedad, intentar impulsar cada uno de nosotros un cambio en nuestro modo de vida hasta donde lleguemos, generar una presión social para que los gobernantes al final tomen las grandes decisiones necesarias para dirigirnos a un escenario de bajas o muy bajas emisiones. Y ese es el objetivo de cualquiera de nosotros, seamos más jóvenes o menos jóvenes, porque el cambio climático, como digo, está aquí.

42:24
Sara. Hola, José Miguel. Estás hablando sobre el cambio climático y todo este tema, pero ¿qué podemos hacer nosotros?

42:30
José Miguel Viñas. Pues me parece muy oportuna esa pregunta, porque yo creo que todos nos la hacemos. Bueno, está muy bien esto de que se junten en las cumbres del clima, que se intenten tomar decisiones. Pero yo, como ciudadano, ¿qué puedo hacer? En lo personal, ahí entraríamos en la mitigación del cambio climático. Y aquí es fundamental que todos tengamos claro que podemos ir cambiando pequeñas cosas de nuestro modo de vida, por ejemplo, al desplazarnos. Cada uno tenemos nuestras circunstancias, nuestra actividad profesional o no, tenemos todos los días que desplazarnos más o menos distancias. Hay personas que todos los días se mueven bastante distancia y otras pueden ir andando al lugar donde trabajan o estudian, pero siempre hay alternativas. Cada uno tenemos que hacer un ejercicio, esto es un tema de conciencia personal, de qué alternativas tengo para moverme, por ejemplo. Transporte público, ¿sí? ¿No? Bicicleta, puede ser una opción para muchas personas. Es difícil que yo no pueda moverme con mi coche particular, porque no lo tengo fácil, pues también. Es decir, hacer ese ejercicio. Hay muchas veces que tenemos dos o tres opciones para desplazarnos, pero no hacemos ese ejercicio y nos dejamos llevar por la inercia, lo que hacemos siempre, y en eso tenemos que cambiar un poco nuestra manera de pensar.

43:52

Lo que consumimos, alimentación, vestimenta, lo mismo. Todo lo que hacemos, aunque seamos perfectos, entre comillas, tiene una huella de carbono, pero cualquiera puede reducir esa huella con pequeñas acciones. La clave de todo esto es que al final seamos muchas personas haciendo esas pequeñas acciones en la dirección correcta, porque entonces sí, empezará a notarse cómo, de alguna manera, la evolución climática empieza a modularse, porque estamos siendo muchos los que estamos cambiando las formas de hacer las cosas. En nuestra sociedad, lamentablemente, hay muchas cosas que no están bien. Es un mundo que hemos construido, que es insostenible y ahora hay muchos problemas: las materias primas, los combustibles, las fuentes de energía. Todo esto al final no se puede estirar mucho más. Por lo tanto, tiene que empezar a salir de cada uno de nosotros ese pequeño cambio. Y, además, yo creo que va a haber un efecto contagio si somos muchos los que lo empezamos a hacer. Yo el primero. Yo, por mi trabajo, a veces tengo que coger un avión, tengo que ir a sitios lejanos, pero a veces tengo la opción del tren o la opción de ir por carretera y ya empiezo a valorar si me merece la pena coger el avión o no, porque el avión sé que tiene un mayor impacto y una mayor huella de carbono. Bueno, pues ese ejercicio es el que tendríamos que hacer todos en este momento.

45:12
Álvaro. Hola, José Miguel. Bueno, yo soy Álvaro y, como bien estábamos hablando antes, me parece interesante hablar un poco de las nubes porque no sé del todo si existen varios tipos o si es solo un tipo de nube, y también realmente hace cuánto o quién empezó a investigar sobre ello.

45:33
José Miguel Viñas. Gracias, Álvaro. Pues el mundo de las nubes es un mundo en sí mismo dentro de la meteorología. Da para mucho, se puede estirar muchísimo. Pero bueno, os voy a contar alguna cosa interesante de su historia. A diferencia de otros elementos, otras cosas de la naturaleza que ya desde hace mucho tiempo estaban bien clasificadas… Por ejemplo, a nivel geológico, los minerales, a nivel botánico, las plantas, los animales. El famoso Linneo, con su clasificación. Hasta principios del siglo XIX no hubo una clasificación satisfactoria de las nubes, porque la nube, a diferencia de un tipo de animal, un tipo de planta, no es un objeto que aparece de repente en el cielo y ahí se mantiene. Las nubes tenemos que interpretarlas como procesos físicos que se dan en la atmósfera. En la atmósfera hay un momento dado en el que se dan unas condiciones para que el vapor de agua que hay constantemente, como un gas más, formando parte de ese medio gaseoso, cambie de estado y pase a formarse o una gotita de agua o un cristalito de hielo. En cuanto eso ocurre, por las condiciones que se dan en la atmósfera, empezamos a observar una nube en el cielo. Y una de las cosas que nos llama más la atención es la gran variedad nubosa que hay. De hecho, no hay dos nubes exactamente iguales. Hay distintos tipos de nubes, pero nunca verás una nube exactamente igual a otra. Porque, como digo, son procesos, son objetos. Esa primera idea fue la que dio la clave para clasificar satisfactoriamente las nubes, y el personaje fue un farmacéutico inglés llamado Luke Howard.

47:14

Este personaje se interesó por muchas cosas de la naturaleza, y, a raíz de una erupción volcánica, volvemos a hablar de erupciones volcánicas, la del Laki, en el siglo XVIII, los cielos en Europa se volvieron muy raros, muy extraños. Las nubes tenían brillos extraños, colores extraños. Y a ese niño de 12 o 13 años en ese momento le llamó la atención el cielo y empezó a interesarse por las nubes. Empezó a estudiarlas. Intentó entender por qué vemos nubes a veces de una forma, de otra, más altas, más bajas. Y en una conferencia memorable, histórica, en diciembre de 1802, en una sociedad científica en Londres, presentó lo que hoy en día es la base, el armazón, de la Clasificación Internacional de las Nubes, con esos nombres en latín que se siguen manteniendo en su nomenclatura oficial, aunque hablamos de cúmulos, de cirrostratos, de cumulonimbos, en realidad son nombres en latín, aunque los castellanicemos. Pero la nomenclatura oficial de las nubes es en latín y tenemos diez géneros nubosos. No hay más géneros. Eso sí, esos géneros presentan a su vez variedades y especies, y eso hace que se abra en una llave y aparezca toda esa variedad que podemos observar en el cielo. Luke Howard ya definió en esa primera clasificación siete de los diez géneros nubosos. Posteriormente ya se incorporaron los otros tres.

48:44

Esos géneros nubosos se diferencian principalmente por la zona de la atmósfera donde se forman, la zona baja, la zona media o la zona alta. En la zona alta, tenemos tres géneros nubosos: los cirros, en latín ‘cirrus’, cirrocúmulos y cirrostratos. En la zona inmediatamente inferior, la intermedia, tenemos altoestratos, altocúmulos, y, a mitad de camino entre las nubes bajas y medias, los nimbostratos. Luego están los estratos y estratocúmulos y unas nubes que son capaces de, desde el nivel bajo, llegar al alto, que son los cúmulos y los cumulonimbos, o las nubes de tormenta. A partir de estos diez géneros nubosos ya pueden aparecer distintas variedades con formas curiosas que están perfectamente catalogadas. En el año 1896, se publica la primera edición del Atlas Internacional de Nubes de la Organización Meteorológica, entonces, Internacional, que es ahora la Organización Meteorológica Mundial, y a partir de ahí han ido saliendo distintas ediciones en las que se han ido incorporando formas nubosas que no estaban bien catalogadas o directamente no aparecían en el atlas. La última edición es del año 2017, y en esa edición ya se han incorporado algunas nubes que estaban bien documentadas observaciones de ellas, pero que sin embargo no aparecían tipificadas o catalogadas en el libro. Es un atlas, como os podéis imaginar, muy completo, porque tiene que abarcar cualquier tipo de nube, con cualquier tipo de causa que la origine y con una descripción precisa, científica, de la razón de ser de esa nube. De manera que, si tú ves una nube en el cielo, puedes ponerle nombres y apellidos a partir de la información que viene en el Atlas Internacional de la OMM.

50:41

De toda la variedad nubosa que podemos encontrar en el cielo, hay formas que son particularmente llamativas, que nos llama la atención en cuanto vemos esa nube. Una de ellas, por ejemplo, es una nube accesoria que se llama «mama», que directamente es una colgadura nubosa, de ahí su nombre. ¿Qué ocurre? Que a veces, en la parte alta de una nube de tormenta, de un cumulonimbo que está formado prácticamente de hielo en su totalidad, por los procesos que hay de corrientes ascendentes y descendentes, se llegan a descolgar unas formas redondeadas, que es lo que se llaman «mamas», o en nombre así un poco más formal «mammatus». Y, cuando se observan esas mamas, pues realmente eso nos está indicando que esa tormenta puede ser particularmente intensa. Otro tipo de nube muy llamativa tiene forma de oleaje. En la última edición del Atlas Internacional de Nubes es lo que se conoce como «fluctus». Pero es el resultado de un fenómeno físico bien conocido como inestabilidad de Kelvin-Helmholtz. Esa inestabilidad se produce entre dos fluidos con diferentes características que se desplazan uno con respecto a otro a distintas velocidades. Y eso ocurre muchas veces en la atmósfera, que tenemos dos capas de aire y una de ellas se mueve a una velocidad distinta con respecto a la que está por encima o por debajo, y el resultado de ese movimiento a distintas velocidades es la formación de unos pequeños rulos que dan lugar a una especie de oleaje nuboso, se podría llamar así, y que dura poco tiempo. Puede ser un minuto o dos, y puede a veces tener una forma muy espectacular que inmediatamente identificamos con las olas en la superficie del mar.

52:31

Y por fijarme también en alguna nube muy espectacular, las nubes rodillo. Las nubes rodillo son nubes que pueden tener hasta centenares de kilómetros de largo y que se llaman así porque justamente se forman como un rodillo giratorio que constantemente está haciendo el aire subir de abajo arriba, dando vueltas. Hay una nube particularmente llamativa de este tipo que se forma de vez en cuando en la primavera austral, en el norte de Australia, que se llama, o la llaman allí, «the morning glory», «la gloria matutina», y se forma justamente en esa zona porque allí a veces las brisas en esa época del año hacen que se acerque hacia la costa la humedad y se forme el rodillo. Y hasta tal punto es conocida esta nube que la gente que se dedica a hacer vuelo libre, ala delta, pues cuando llega a la época en la que hay posibilidades de que se forme la ‘morning glory’ viaja allí, a Australia, porque cuando la engancha, si se da la casualidad de que se forma, pues puede estar volando horas a merced de esas corrientes ascendentes y descendentes. Aprovechan justo el rodillo para subir, bajar, subir, bajar y desplazarse, a veces, centenares de kilómetros en ella.

53:48
Mario. Hola, José Miguel. A mí siempre me ha fascinado el tema de las auroras boreales. ¿Podrías hablarnos un poco sobre ellas y por qué se producen? Gracias.

53:56
José Miguel Viñas. Muchas gracias. Pues sí, las auroras boreales son un fenómeno podríamos decir que híbrido entre meteorológico y astronómico, porque tienen una causa astronómica, pero al final se producen en la atmósfera. Bien, el Sol nos envía constantemente una enorme cantidad de radiación solar, alguna muy energética. Es lo que se conoce como el viento solar, partículas eléctricas, fotones muy cargados a nivel energético. Y, afortunadamente, la Tierra tiene una especie de escudo protector que se llama la magnetosfera, a bastantes kilómetros de donde está el planeta, que cuando llega ese flujo de radiación muy intensa, como digo, desvía esa radiación hacia los dos polos terrestres, hacia las zonas polares. Todas esas partículas, cuando llegan a la parte alta de la atmósfera, empiezan a interaccionar con los átomos y moléculas que se encuentran allí, de gases como el hidrógeno y sobre todo el nitrógeno y el oxígeno, que son los gases que predominan en la atmósfera terrestre. Un 78 % son moléculas de nitrógeno, un 21 % oxígeno. Pero en la parte alta de la atmósfera, por encima de 100 kilómetros, están disociadas las moléculas. Encontramos átomos sueltos de oxígeno, átomos sueltos de nitrógeno. ¿Qué ocurre? Que cuando esas partículas muy energéticas interaccionan con esos átomos o con esas moléculas, se genera, entre otras cosas, una liberación de energía en forma de luz. Y es lo que da lugar a las auroras polares. Se llaman auroras polares porque se forman en las dos regiones polares de la Tierra, en los cielos del Polo Norte o del casquete ártico, y en los cielos del sur, en la Antártida.

55:37

Se suele distinguir entre auroras boreales, las del norte, y australes, las del sur, y tienen unos colores muy característicos, que van desde los verdosos hasta los rojizos, en ocasiones amarillentos, azulados. Eso depende del tipo de molécula o átomo con el que se haya encontrado la partícula en particular. Si las que van por encima a partir de los ciento y pico kilómetros se encuentran primero con átomos o moléculas de nitrógeno, aparece una coloración de tono rojizo. Sin embargo, si se va encontrando con oxígeno, las tonalidades pasan a ser de colores verdosos o amarillentos. Es decir, que esos colores de las auroras dependen fundamentalmente de los gases o de los átomos con los que se vaya encontrando ese viento solar. He contado que las auroras polares, por su propio nombre, se forman en los polos, pero no siempre es así, porque el Sol a veces tiene una actividad mayor. Se producen eyecciones de masa coronal, es decir, de la masa exterior a muy alta temperatura que rodea todo el Sol, y esas eyecciones, que podemos visualizar como un gran estornudo, las lanza el Sol en una determinada dirección. Si en esa dirección se encuentra la Tierra, se produce aquí lo que se conoce como una tormenta solar o una tormenta geomagnética, es decir, llega una mayor cantidad de energía y de partículas cargadas energéticamente a la magnetosfera y hay más interacciones en las regiones polares, y las auroras van ganando latitud y van acercándose a latitudes más bajas. Es decir, es posible ver, durante las tormentas geomagnéticas, auroras no solo en las regiones polares, sino también en las latitudes medias de la Tierra, incluso en las grandes tormentas solares.

57:27

Y hay un famoso episodio, el episodio Carrington, que ocurrió en el año 1859. Hay documentadas observaciones de auroras de gente que navegaba en barcos por la región ecuatorial, es decir, que se llegaron a ver auroras prácticamente por toda la superficie terrestre. Ese evento Carrington, que afortunadamente no ha vuelto a ocurrir algo parecido, en ese momento se cargó todas las comunicaciones radioeléctricas. Todas las líneas de telégrafos que había en esa época se vinieron abajo en muchas zonas de la Tierra. Si hoy en día ocurriera una tormenta geomagnética de esa magnitud, probablemente nos afectaría al tema de la seguridad energética o incluso al mundo digital, porque al final ya sabéis que todo está interconectado a través de los satélites también. Y todas esas señales radioeléctricas se verían afectadas por ese gran pulso de energía generado por el Sol.

La curiosa relación entre la meteorología y la cultura. José Miguel Viñas, meteorólogo y divulgador científico
58:23
José María. Hola, José Miguel, soy José María y te quería preguntar. Siempre se dice que el clima ha influido o influye en la evolución del ser humano. ¿Podrías hablarnos de algún ejemplo histórico?

58:39
José Miguel Viñas. Claro que sí, José María. Pues efectivamente, nuestra propia evolución ha ido en paralelo a la evolución climática y el hecho de que haya habido épocas muy frías o todo lo contrario ha condicionado a distintas culturas. A algunas las ha llevado al colapso y a otras al revés, a un florecimiento durante una determinada época. Por poner algún ejemplo de esto, por ejemplo, si ahora mismo pensamos en el gran desierto del Sáhara, el mayor desierto del mundo, es una zona hoy en día inhabitable. Se puede en un momento dado atravesar, pero allí no puede haber una población permanente de personas por las condiciones tan extremas que hay de sequedad y de alta temperatura. Pero eso no siempre ha sido así. Si nos fuéramos 10.000 años hacia atrás en la historia, veríamos que esa parte central del Sáhara era una sabana húmeda. Había cursos de ríos, había lagos, había fauna y había población humana, diseminada por lo que hoy en día es la zona donde se une Argelia con Libia, con Níger, toda esa zona del Sáhara. Pues bien, allí hubo un momento en el que empezaron a cambiar las condiciones climáticas, empezó a haber cada vez sequías más duraderas. ¿Y cómo sabemos esto? Porque esos antiguos habitantes o pobladores de esa zona dejaron un testimonio en las cuevas y abrigos rocosos que habitaban, pinturas rupestres. Y en esas pinturas, que se han podido datar y documentar en una zona que se conoce como Tassili n’Ajjer, una meseta que hay ahí, justo en el corazón del Sáhara, las que aparecen más antiguas, porque se han podido datar, nos muestran jirafas, elefantes, hipopótamos en el corazón del Sáhara. Es decir, esa era la fauna que había allí.

1:00:34

Pero, cuando se empiezan a observar las pinturas que dejaron varios miles de años después, antes de abandonar esa zona, empezamos a ver ya a esos antiguos habitantes con rebaños de ovejas, de vacas. Es decir, se convirtieron en nómadas. No pudieron ya mantenerse ahí porque las condiciones eran cada vez más insostenibles, más extremas. Ya les faltaba el agua para vivir. Y, curiosamente, esos pueblos, estamos hablando de hace 6.000 y pico años, se fueron dirigiendo hacia el este y se encontraron con un gran río, un gran río cuyas orillas eran muy fértiles y donde había inundaciones periódicas. Empezaron a poblar las orillas del río Nilo y allí crearon distintos reinos, hasta que finalmente se unificaron y comenzó la civilización egipcia. Es decir, que el origen de los egipcios, de esa fascinante civilización, fueron unos pueblos nómadas que, a lo largo de un periodo de varios miles de años, terminaron huyendo, alejándose de la zona central del Sáhara, porque se produjo un cambio climático que hizo inhabitable esa región del mundo.

1:01:47
Álvaro. Hola. Me llamo Álvaro. Por una parte siempre me he preguntado por qué se les pone nombre a los huracanes y quién pone estos nombres. Y por otra parte siempre he querido saber la diferencia que hay entre un huracán y un tifón.

1:02:02
José Miguel Viñas. Muy bien, Álvaro. Pues me alegro de que me hagas esta pregunta, porque en torno a los huracanes y a su nomenclatura hay mucha tela que cortar. De entrada, los huracanes son los colosos de la meteorología, el sistema meteorológico más grande que se forma en la Tierra y que tiene un mayor poder de devastación. Respecto a cómo se llaman: huracanes, tifones, ciclones… El fenómeno en sí es un ciclón tropical, es decir, un ciclón que se forma en la zona tropical de la Tierra. Ese ciclón puede ser una simple depresión tropical, es decir, todavía no un huracán, una tormenta tropical, que es el estadio inmediatamente anterior a la formación del huracán, o ya posteriormente el huracán. ¿Qué ocurre? Que si ese ciclón tropical evoluciona en aguas del Atlántico Norte o del Pacífico Norte pegado a América, se llama en general un huracán. Ese es el término que se emplea. Pero, si se forma en aguas del océano Índico tropical, se habla de un ciclón. Y, si se forma en aguas del Pacífico tropical, se habla de un tifón. Es decir, que estamos hablando del mismo fenómeno meteorológico, pero tres denominaciones genéricas distintas. Respecto a los nombres, habréis también observado que ahora las borrascas de alto impacto que nos afectan a España y a otros países de Europa también tienen nombres. Es una manera de captar la atención de los ciudadanos cuando un fenómeno meteorológico puede causar problemas. Es mejor hablar de la borrasca Filomena, y fijaos en que borrasca he elegido, por el impacto que tuvo, que simplemente en los medios de comunicación digamos: «Se va a acercar una borrasca por el golfo de Cádiz que dará lugar a una gran nevada». Pero ya la gente se quedó con la copla de «Filomena, Filomena», porque estamos refiriéndonos ya con un nombre en particular.

1:03:55

Respecto a los nombres de los huracanes o de los ciclones tropicales en general. Bueno, tiene una larga historia. Si nos remontamos muy atrás, al siglo XVIII o XIX, los huracanes que habitualmente se forman e impactan en el Caribe, en la región caribeña, por Cuba, Puerto Rico, las Antillas, cuando uno de esos huracanes generaba una gran catástrofe, incluso morían muchas personas, se le asignaba el nombre del santo del día, el huracán de san Matías, el huracán de san Carlos, porque era ese el día de la onomástica en el que había ocurrido el desastre. Hubo en la última parte del siglo XIX un meteorólogo inglés afincado en Australia, Clement Wragge se llamaba, que puso de moda poner el nombre de los políticos que le caían mal, australianos, a los huracanes. Y cuando aparecía, porque Australia se ve afectada por los huracanes, uno de esos ciclones, le decía «el huracán Williams» o «el tifón Williams». Y claro, imaginaos cómo se pusieron los políticos australianos cuando veían su nombre asignado a algo que iba a causar destrucción. Digamos que tuvo que recular el meteorólogo inglés, y tampoco se llevaba bien con las mujeres, vaya por Dios. Y entonces se decidió que se empezaran a poner nombres de mujeres a los huracanes. Y así se siguió durante varias décadas, aunque ya asignando un orden alfabético.

1:05:30

Pero hasta que no llegó el movimiento feminista en Estados Unidos en los años 70, la Organización Meteorológica Mundial no decidió que lo razonable era alternar nombres de hombre y de mujer. Pero en los años 40, 50, todos los huracanes tenían nombres de mujeres, por ese meteorólogo que estaba en Australia y que era misógino. Y bueno, pues cada año se confeccionan unas listas de nombres oficiales, 21 nombres. Estas listas las confecciona la Organización Meteorológica Mundial. Todos los huracanes de un año determinado ya están prefijados, y en función de que haya más o menos se va avanzando en la lista. Son nombres alternos de hombre y de mujer y por orden alfabético. Ha habido algunas temporadas con tanta actividad ciclónica en la zona tropical que se han superado los 21 sistemas con nombre, que pueden ser tormentas tropicales o huracanes, y se ha tenido que recurrir a una segunda lista. Durante unos años se usaban letras del alfabeto griego. Es decir, si se llegaba al último nombre de la lista de 21, el siguiente sistema se llamaba alfa, beta, gamma… Pero finalmente, la Organización Meteorológica Mundial lo que ha decidido muy recientemente es tener una segunda lista, también con nombres de hombre y de mujer, por si una temporada es muy activa y se alcanzan o superan los 21 nombres.

La curiosa relación entre la meteorología y la cultura. José Miguel Viñas, meteorólogo y divulgador científico
1:06:55
Juanjo. Hola, José Miguel, soy Juanjo. ¿Cuáles son los fenómenos meteorológicos más raros que existen?

1:07:01
José Migue Viñas. Bueno, tendríamos que definir la palabra «raro», eso de entrada. Hay muchos que son ciertamente extravagantes, quizá raros, porque no son comunes. Pues mira, vamos a ver. A mí así, a bote pronto, el primero que se me ocurre es el rayo verde. ¿Habéis oído hablar del rayo verde? El rayo verde es un destello de ese color que, en ocasiones, justo cuando el Sol se pone al atardecer, o a veces al salir al amanecer, es el último destello que nos llega a los ojos antes de que desaparece, en el caso del atardecer. Yo lo he visto solamente una vez. Lo vi en mayo de 2022, en el norte de la isla de Tenerife. Estaba en un hotel, en una terraza, viendo el atardecer, que es algo que hay que tener un poco de cuidado, con gafas de sol. Y no, no estaba allí para precisamente intentar ver el rayo verde. Pero bueno, estaba en una zona alta, que digamos que favorece la posible observación. Y la verdad es que es un momento inolvidable, porque todos seguramente habéis visto algún atardecer, que es muy bonito, cómo va cambiando la tonalidad del cielo, se va volviendo a veces naranja con colores vivos el propio disco solar, si hay nubes. Pero, claro, que en un momento dado te venga un ‘flash’, porque se llama así, el ‘flash’ de color verde es sorprendente, y todo se explica un poco por el tema de la refracción atmosférica, la manera en la que, en el último momento, se refractan y se reflejan los rayos y se dispersan en ese ambiente que hay justo en el limbo solar. Este fenómeno es tan extraño que durante mucho tiempo se pensaba que era un mito que contaban los marineros cuando venían de los viajes. «He visto un rayo verde», y nadie les creía, una leyenda. Pero finalmente, incluso a raíz de una novela que escribió Julio Verne, que se titula así, ‘El rayo verde’, varios científicos se pusieron a investigar el fenómeno y hoy en día la ciencia tiene una explicación perfectamente plausible de ese fenómeno.

1:08:58

Otro fenómeno raro. Por ejemplo, hemos hablado de rayos, rayos dormidos o rayos en general de las tormentas, pero en ocasiones se forman rayos globulares o rayos en bola. Así se llaman, porque se forma una especie de esfera de plasma que, a diferencia de un rayo, que puede impactar rápidamente contra el suelo, evoluciona por la atmósfera, se mueve de manera errática y en un momento dado puede llegar incluso a estallar. Sobre la teoría que sustenta la formación del rayo en bola, hay varias hipótesis más o menos sólidas, pero todavía no existe una teoría perfectamente robusta que explique todos los casos de avistamientos que hay documentados. En algunos de ellos sí que se explica un poco por cómo la electricidad en un momento, la corriente eléctrica, puede, con las líneas de campo eléctrico que hay en la atmósfera, generar una especie de nudos. Y ahí se forma esa bola de plasma que puede evolucionar a merced de las corrientes que haya. En algunos casos, como digo, sí, pero en otros casos que se han documentado bien, no hay una teoría física fuerte que digamos que respalde eso.

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Y ya por terminar con rarezas, podemos meter en un mismo saco lo que se conoce como lluvias raras. Las más conocidas o las menos raras dentro de que son raras son las de ranas y peces. Esto, así de entrada, os podrá sorprender, que de vez en cuando puedan llover ranas o peces, pero incluso hay documentadas lluvias… ¿Qué sé yo? De manzanas, de trozos de madera, mil cosas, monedas. Bueno, la causa más común que provoca una lluvia rara es un pequeño tornado o torbellino que en un momento dado se forma o en la superficie del mar o, sobre todo, en un lago o en un estanque, y que tiene la capacidad de succionar una parte importante del agua que hay allí, con toda la fauna que contiene esa agua. Ahí puede haber renacuajos, pequeños peces. El remolino, el tornado, lo succiona hacia arriba, se desplaza en ocasiones kilómetros y se produce a kilómetros de distancia una lluvia de esos pequeños seres vivos. Entonces, es sorprendente estar en un sitio y que de repente caigan pequeños peces o caigan pequeñas ranas. A esas lluvias raras también se las llama lluvias forteanas, porque hubo un personaje a caballo entre los siglos XIX y XX, llamado Charles Fort, que tuvo una obsesión a lo largo de su vida, que era recopilar información, datos de todas esas lluvias que aparecían publicadas en periódicos de la época, en revistas de todo el mundo. Y de ahí que se conozcan lluvias extrañísimas, que incluso no hay una explicación científica para ellas. Y que se puede llegar a pensar que se ha llegado un poco a inflar esa historia. O que la inventiva, digamos, que se dejó llevar un poco en esas crónicas.

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Bueno, pues hemos hablado de muchas cosas, de lluvias raras, de muchos fenómenos meteorológicos. No me queda más que daros a todos las gracias por estar aquí. Os invito a que descubráis la meteorología, que es mucho más que la predicción del tiempo que damos los meteorólogos. Hay muchísimas conexiones, cosas curiosas. Yo creo que es una ciencia inspiradora. Y desde aquí, pues lo dicho, os doy las gracias por participar y por haberme hecho estas preguntas tan interesantes. Muchas gracias.