“La cultura nos pone en contacto con nuestro potencial”
Rafael Álvarez 'El Brujo'
“La cultura nos pone en contacto con nuestro potencial”
Rafael Álvarez 'El Brujo'
Actor
Creando oportunidades
50 años sobre el escenario y una historia que contar
Rafael Álvarez 'El Brujo' Actor
Rafael Álvarez 'El Brujo'
Lleva más de 50 años subido a los escenarios y se define a sí mismo como “un juglar”. Un orador y un contador de historias que cree en el poder de la palabra. Rafael Álvarez, conocido como ‘El Brujo’, asegura que ha tenido que inventar "su propia forma de hacer teatro” para poder transmitir al público aquello que le importa. Actor de teatro, cine y televisión, se ha caracterizado siempre por su peculiar interpretación y puesta en escena de grandes personajes del teatro clásico español, como el Lazarillo de Tormes o El Quijote. Místico y profundo, pero también lleno de humor, desde hace unos años produce y representa la obra ‘Autobiografía de un yogui’. Una adaptación del libro de quien considera su maestro, el yogui hindú Paramahasanda Yogananda. Rafael Álvarez ha recibido numerosos premios por su trayectoria e interpretación teatral.
Entre ellos destacan el ‘Premio Nacional de Teatro Pepe Isbert’ en 2009 y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2002, máximo galardón que concede el Ministerio de Cultura español.
Transcripción
Y este es el papel sagrado de la cultura, el poner al hombre en contacto con su potencial, despertar en nosotros esa autoestima profunda, ¿no?, que te haga pensar que tú eres un ser valioso y que puedes realmente enfocar la vida y tus relaciones con los demás desde los valores de la solidaridad, la generosidad, la superación, todos esos valores positivos. Esa es la gran utilidad de la cultura y, finalmente, conectarte contigo mismo y con el misterio del universo, ¿no? Mi vida no sería la misma, ni en el teatro ni en mi vida personal, sin la meditación. La técnica es el control de la respiración que te lleva al control de la mente. Un gran yogui logra llegar a no tener respiración en 20 minutos. Y el silencio de la mente es total. Entonces, la mente, como dijo el Buda, se convierte en un espejo limpio y quieto que refleja con claridad la realidad, con nitidez, la realidad. El silencio es la palabra, la verdadera palabra.
El público a veces está oyendo eso y está entregado al milagro musical del sonido, ¿sabes lo que es? Por aquí me entra y por aquí me sale. En cambio, si tu vibración interior es poderosa y tú disfrutas con lo que haces como un niño cuando juega, que no está pendiente de si le miran o no le miran, y si le miran lo incorpora en el juego, el público acaba atrapado. Porque todos queremos ser niños, porque queremos disfrutar, gozar. Y ese es el estado súper creativo. Otro gran maestro, Fernán Gómez: «Era la hostia». Era un verdadero maestro porque tenía el sentido de la integridad. No era que hacía una cosa, pensaba otra y decía otra, no, no. Era coherente, era un hombre antiguo coherente, coherente. Y jugaba, era grande y era generoso, generosísimo de mente, de pensamiento, de corazón porque tenía talento. La gente con talento suele ser generosa. En este país el talento… hay que ayudar al talento porque la mediocridad se ayuda sola. Otro gran maestro, Paco Rabal, en otra clave completamente distinta, era un hombre intuitivo. Era un desenfreno distinto y tal, pero también tenía su grandeza, su generosidad y su corazón.
“La cultura produce una autoestima profunda”
De ellos aprendí, aprendí de alguien al que quiero hoy rendir homenaje porque en mis primeros pasos en técnica teatral y el abecé del teatro lo aprendí con él, que es José Luis Alonso de Santos, un autor, pedagogo, escritor, vallisoletano. Se crió en el hambre de la transición, hambre estética, de cultura y de tal, ¿no? Y aprendí mucho con él. Otro maestro mío fue el abad de Silos, con el que yo he echado paseos por ahí maravillosos. Ahora está recluido, está en un proceso así, tiene alguna enfermedad ya tan mayor y alguna limitación, pero yo he caminado con él hablando de todo lo divino y de todo lo humano. Y una vez vimos un cometa y me dijo: «Mira, mira», y el cometa era inmenso. Creíamos que era un planeta que se iba a estrellar contra la Tierra. Yo le dije: «Padre, el fin del mundo, confiéseme». Y se descojonó. Dijo: «Vamos a mear, anda». Y debajo de un arbolito meé junto a un santo. Era maravilloso. El abad de Silos había estado en el Vaticano mucho tiempo, tenía un despacho allí porque fue el jefe de todos los benedictinos del mundo en una época, pero él eso lo dejó, no quería Vaticano. Y le dije: «¿Por qué, padre?». Me dijo en latín: «Corruptio optimum maxima corrupti», y luego me dijo: «Rosa rosae».
Y por último, un gran maestro mío es mi maestro de meditación, mi gran gurú Paramahansa Yogananda, cuyo libro: Autobiografía de un yogui, es un regalo al mundo que yo he tenido el privilegio de llevar al teatro y que todavía lo estoy representando los lunes en el Alcázar Cofidis.
El caso es que me va más la improvisación, el romper la obra, conectar con la energía directa del público, eso me parece más antiguo y más moderno a la vez. Mi pasión por la interpretación viene relacionada con mi pasión por el dinero. Cuando yo era muy pequeñito, pues en mi casa, que era una pensión, vino un prestidigitador, un mago. Un mago de esos que trabajaban en el casino, en el casino, ni siquiera en el teatro, y se hospedaba en mi pensión, y hacía sacar una paloma de una chistera, el bastón que se convertía en un pañuelo. Cuatro trucos baratos que tal. Y algún truco con las cartas y tal. Y necesitaba un ayudante para que le sujetara el pañuelo, un pañuelo que hacía así yo, él hacía así y salía una paloma y tal. Yo tenía seis años y me dijo: «¿Tú quieres ser mi ayudante?». Le dije: «Sí». «Pues vente mañana…». Y actué con él. Entonces dijo: «Y ahora, Rafaelito, el hijo de doña Ana, la dueña de la pensión, me va a ayudar». Y todo el mundo aplaudió. Yo subí allí, al escenario. «Rafaelito, sujeta el pañuelo». Y yo hice así con el pañuelo. «¿Ya?». «Sí». «Cierra los ojos» y yo solo oí… Y salió la paloma. Todo el mundo aplaudió y dijo: «Y ahora, para Rafaelito, un duro, cinco pesetas en un billete». Y yo dije: «Mi primer salario».
Y con aquellas cinco pesetas y el aplauso dije: «De aquí a Hollywood». Me falta un tramo para ir a Hollywood, pero ya han ido dos grandes actores españoles que son Bardem y Banderas, y es como si yo hubiera ido.
Yo cuando estuve en Valencia hace tiempo haciendo El Lazarillo, un día curiosamente me bajé del tren, creo que no era ni el AVE todavía, para que veas que hace tiempo, y una señora vino y me dijo: «Yo creo que usted tiene algo que decir con relación a los clásicos que es lo que le toca decir a usted, que nadie más lo va a hacer. Tiene ese don, tiene que hacer eso». Y yo y durante mucho tiempo pensé: «¿Qué coño será eso?», porque yo todavía no había descubierto esa gema, esa perla, de los clásicos. Y con el tiempo, con el trabajo, con los kilómetros, con las repeticiones de funciones y con el misterio de la vida que se va desgranando, he visto lo que era y era hablar de esto. Los clásicos son el tesoro espiritual de Occidente y en España, concretamente, el Siglo de Oro español: Cervantes, Quevedo, Lope, Góngora, Calderón, los místicos del Siglo de Oro, Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz. Son un grandísimo tesoro vergonzosamente desconocido. Vergonzosamente porque hay tal difusión de cosas banales que impiden el espacio de ese silencio del que yo hablaba antes, pero lo lamentable es que sea la tragedia, un acontecimiento funesto, o el dolor, el que nos haga recapacitar y volver al silencio. Volvamos lúdicamente al silencio en la alegría, no sólo en el momento ya de haber perdido la batalla, o de tener una desgracia que te hace callar, ¿no?
Y de esto los políticos tendrían que aprender. Pero es la compulsión la que nos hace que no podamos callar. La compulsión. Esa misma que te hace mirar en el móvil con rapidez, fumar un cigarrillo, o tomarte un café. Esa servidumbre, esa compulsión, esa dependencia. La meditación combate eso.
¿Qué es lo que dicen los grandes aficionados al flamenco? «Vamos a escuchar», vamos a callar, que es una manifestación de la literatura oral. Las letras del flamenco, los trovadores del flamenco, la tradición oral, ¿no? La presencia viva, el magnetismo de la palabra. Hay un momento de La Odisea maravilloso que es cuando Ulises llega al país de los feacios, ¿recuerdas? Y entonces, Ulises que viene de todas esas aventuras que está pasando en el mar y tal, cuenta su historia. Cuenta su historia y los feacios le escuchan. Dice: «Yo, Ulises, mi nombre, tal. Mi padre, Ítaca, tal». Lo cuenta muy bonito, ¿no? Es un momento donde Ulises se convierte en contador, en rapsoda de sí mismo. Y lo más bonito de esa historia es que Ulises está dimensionando su propia historia de una manera hiperbólica, con unas exageraciones… Y ya él se emborracha del acto de contar y se inventa a Ulises. ¿Cuánta conexión tiene esto con El Quijote? Siempre lo mismo. A mí muchos críticos me dicen que me repito y yo digo: «Afortunadamente», porque toco siempre el mismo punto, el único punto que me interesa es el centro de la circunferencia.
Dicen que en sánscrito hay una palabra que es «Chitta» que es el corazón. Pero el corazón es el que recuerda. Fíjate qué curioso. Yo me acuerdo de cuando yo pregunté a alguien que sabía mucho de esto me dijo: «Sí, es como la memoria de un perro. Un perro ve al amo y mueve el rabito inmediatamente porque recuerda su corazón», recuerda con el afecto. Y la memoria esencial es el recuerdo de ti mismo. En sánscrito tienes esa palabra «Chitta», pero otra que se llama «Nivritti» que es el recuerdo de tu verdadera naturaleza. Que traducido a la tradición cristiana occidental sería: recordar que tú eres un alma inmortal, no el cuerpo». Recordar que eres algo más que aquello que va a perecer con tu cuerpo, que aquello que se va a extinguir en ti. Y ese es el Quijote cuando dice: «Yo sé que voy a morir, pero tengo que vivir como si fuera un ser inmortal». Esa es la dimensión heroica de los grandes protagonistas de los relatos de los clásicos, de las epopeyas, enfrentar la vida con esa conciencia. En el yoga hay una palabra que se llama «Chekitana». «Chekitana» es el recuerdo permanente de tu condición espiritual que es la que hace que un héroe sea un héroe. Esa es la que hace que, de repente, cinco hombres en el Japón digan yo sé que voy a morir probablemente por las radiaciones, pero cinco voluntarios van allí para liberar al resto de la población. Ese tipo de actos heroicos vienen del recuerdo, del recuerdo de la memoria esencial.
La técnica es lo que hace que la meditación sea efectiva, sea real, sea prolongada, cada vez más duradera. Pueden meditar empezando por cinco o diez minutos, veinte minutos. Y así desarrollas mucho esa habilidad o esa capacidad de concentración en la meditación mucho más tiempo. La meditación es lo que te conecta con el recuerdo esencial, la que te conecta con tu naturaleza profunda, la que te conecta con el gozo de existir y la alegría de ser, y eso es real. Eso es posible. No es una cosa que yo diga aquí para quedar bien. Es real que hay dentro de ti un poder que puede con todo. Que es lo que dicen los grandes yoguis. Es real que está dentro de ti la naturaleza esencial que es gozo y alegría. Y si conectas con eso tienes una disposición impresionante para enfrentar los retos de la vida, y tienes un sentido del humor maravilloso y se va desarrollando, no es «santo el lunes», «santo subito». Mi maestro, Yogananda, a esa fuerza, a ese manantial, le llama Dios, que es una palabra tradicional. Dice Yogananda que es muy difícil hablar de Dios si no le percibes en tu interior, si no le percibes en tu interior es una abstracción a la que tú no puedes dirigirte, ni te motiva, ni puedes amarlo, ni puedes buscarlo, porque no lo percibes en tu interior. Pero si empiezas a percibirlo en el silencio interior, no podrás dejar de quererlo buscar aunque no quieras como un amante que está colgado no puede dejar de buscar a aquella persona a la que ama, está enganchado.
Por eso decía Santa Teresa de Jesús: «Estoy engolfada en el Señor». Los teólogos de aquella época se escandalizaron, pero ella lo expresó en ese sentido porque era una mística. La historia de la mística es la historia de esa relación de amor, de magnetismo. Entonces, ¿qué es antes el huevo o la gallina? No puedo percibirlo y no puedo llegar ahí porque no puedo… ¿Cómo empiezo? Con la técnica. La mente no para, y si quieres que pare, para menos. Un maestro de yoga le dijo una vez a un discípulo: «No pienses en monos mientras meditas». Y cuando terminó la meditación le dijo el discípulo: «Maestro, todo el rato pensando en monos», porque la mente es así, pero si controlas la respiración la mente se doblega.
Un culebrón. Y salgo, yo tenía que decir: «¿Esto qué es?», yo quería decirlo en Sancho Gracia: «¿Esto qué es?», que hablaba así, ¿no? «¿Esto qué es?». Sancho Gracia, Paco Rabal, Juan Luis Galiardo, yo quería eso, quería eso, y de repente salí y dije: «¿Ezto qué é?». Y la gente se partió el pecho de risa. Me mosqueé, dije: «Se están riendo de mí, se están riendo de Sancho Gracia, no me jodas. O se están riendo de alguien que quiere ser Juan Luis Galiardo, que quiere ser actor, se está riendo de mí el público». Y cuando salí de escena, salí acongojado, y José Luis Alonso me dijo: «No te preocupes, eres un cómico. Tienes la vis cómica, tienes humor, vas a ganar dinero». Y yo ya me acordé del durito aquel, no sé qué. Y el sentido del humor va contigo, es filosófico. El sentido del humor es una actitud ante la vida, el sentido del humor viene de saber que tú, en realidad, no eres lo que el mundo trata de decirte que eres, ni lo que tú a veces quieres aparentar que eres. Cuando tú aceptas que por ese camino eres un pringado, tienes sentido del humor. El sentido del humor te viene de no creerte el papel, de no creerte el papel, esa es una dimensión de la conciencia, ¿verdad? Los grandes maestros tenían sentido del humor, formamos parte de una naturaleza perecedera que cambia, que todo en la naturaleza tiene los seis defectos del engaño cósmico dicen los yoguis, todo nace, existe, crece, cambia, decae, y lo aniquila la muerte. Entonces, el que ama la belleza, ¿qué es lo que ama? El humor es la perspectiva.
Ha sido un placer estar aquí con ustedes. Todas las preguntas han sido oportunas para poder reflexionar sobre cosas. Esto que estamos haciendo creo que es muy importante porque la gente, hoy en día, habla poco. Son monólogos. Habéis sido maravillosos. Cada uno de vosotros que me ha hecho una pregunta, he notado que detrás de la pregunta había afecto. Creo que lo más hermoso de la vida es ese magnetismo que es el amor. Eso es lo que decía Yogananda: «Si lo percibes en tu interior, no podrás dejar de buscarlo». Amor, no te llame amor el que no te corresponde, pues no hay materia donde imprima forma el favor. Naturaleza, en rigor, conservó tantas edades correspondiendo amistades; que no hay animal perfecto si no asiste a su concepto la unión de dos voluntades. Gracias, muchas gracias.