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Humboldt, el padre olvidado del ecologismo

Andrea Wulf

Humboldt, el padre olvidado del ecologismo

Andrea Wulf

Historiadora y escritora


Creando oportunidades

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Andrea Wulf

Heroínas silenciadas, idealistas, soñadores y visionarios olvidados son el objeto de estudio de la historiadora y escritora Andrea Wulf. Para conocerlos ha leído miles de cartas, recorrido medio mundo e incluso escalado montañas. La ensayista alemana es autora de la multipremiada ‘La invención de la naturaleza’, la excitante biografía de Alexander von Humboldt. “Él nos proporcionó el concepto de naturaleza que da forma a nuestra manera de pensar actual y fue el primero en hablar de cambio climático antropogénico hace más de doscientos años”, asegura Wulf sobre el botánico y polímata alemán.

Andrea Wulf estudió Historia del Diseño en el Royal College of Art de Londres, donde actualmente es profesora. Con su obra inspira y emociona a los lectores, mientras ofrece una comprensión más profunda del mundo que nos rodea. Entre los reconocimientos a su trabajo destacan el prestigioso Royal Society Science Book Award o el Costa Biography Award. La ensayista es también autora de 'Founding Gardeners' y ‘The Brother Gardeners’, ensayos sobre cómo los colonos americanos cambiaron la horticultura; o ‘En busca de Venus: el arte de medir los cielos’, un trabajo en el que indaga cómo los científicos se unieron para medir el universo.

Dotada de magia para la narración científica y con especial sensibilidad para la divulgación, Wulf acaba de publicar 'Magníficos rebeldes: los primeros románticos y la invención del yo'. Un ensayo protagonizado por un grupo de amigos, de hombres y mujeres, que cambiaron nuestra forma de ver el mundo. ”Los jóvenes del Círculo de Jena dieron lugar al Romanticismo y a nuestra comprensión moderna de la libertad”, sentencia.


Transcripción

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Andrea Wulf. Hola, soy Andrea Wulf. Soy escritora e historiadora. He escrito varios libros: uno sobre Alexander von Humboldt y otro sobre los jóvenes románticos en Alemania, titulado “Magníficos rebeldes”.

00:21
Susana Mañueco. Hola, Andrea.

00:22
AndreaWulf. Hola.

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Susana Mañueco. Me llamo Susana, trabajo en Innovación. En concreto, para que el conocimiento sea accesible para todos. En ese aspecto, os estoy muy agradecida a ti y a tu trabajo. Es un privilegio poder hablar contigo hoy. Me gustaría empezar por recalcar el hecho de que has revisitado muchos personajes históricos en tus libros. Compartes su vida de una manera muy sutil y atractiva: sus obras, sus puntos de vista y cómo estos han perdurado e influido en la actualidad. ¿Qué te hizo observar el presente a través de la lente del pasado?

01:04
Andrea Wulf. Soy historiadora. Siempre me han gustado las historias, y la propia palabra “historia” implica la narración de los hechos. Es la historia de nuestro pasado. Me interesa mucho la historia porque no considero que sean un mero montón de ideas anticuadas. Para mí, la historia es una ventana a nuestro presente. Me interesa la historia porque quiero entender por qué somos quienes somos. Por ejemplo, en mi libro sobre Alexander von Humboldt, indagué en la relación entre la especie humana y la naturaleza para entender por qué hemos destrozado tanto nuestro planeta. En mi nuevo libro, “Magníficos rebeldes”, pensé que tenía que mirar más allá. Vivimos en una sociedad que está tan obsesionada con el yo que quería plantear preguntas como: “¿Cuándo nos volvimos una especie tan egoísta?”, “¿Cuándo empezamos a pensar que tenemos derecho a decidir qué hacer con nuestra vida?”, “¿Cuándo pensamos por primera vez en ser libres?”.

02:08

Siempre me he servido de la historia para entender adónde hemos llegado. Y, para mí, la gente le da vida a la historia. No me interesan las grandes guerras ni las batallas importantes del pasado. Me interesa la historia de la gente: cómo vivieron sus vidas, pero también cómo sus vidas influyeron en su obra. Tenemos tendencia, al menos en Inglaterra y Alemania, a observar a los poetas a través de sus poemas. Yo opino que también hay que analizar su día a día, cómo vivían, cómo amaban, cómo cotilleaban, cómo se peleaban… En el caso de Humboldt, lo que más interesaba era cómo viajó por el mundo, por ejemplo. Cómo llegó hasta América del Sur y cómo trató con los pueblos indígenas. ¿Qué clase de persona era? ¿Cómo era su personalidad? ¿Intimidaba a la gente? ¿Los hacía reír? El nuevo libro es más como una biografía de grupo. Quería estudiar a ese grupo de poetas, pensadores y filósofos rebeldes, y cómo trabajaron juntos. Porque esa puesta en común fue muy importante. No se puede analizar a la gente por separado. Somos seres sociales. Formamos parte de nuestras familias, nuestros grupos de amigos, nuestra sociedad, nuestra comunidad… Había que estudiarlos en su contexto social y poner de relieve lo que pensaban y cómo impactaron en realidad en nuestro presente. Ellos, en concreto, idearon la revolución de la mente, que sigue muy presente hoy en día.

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Susana Mañueco. Has hablado de “La invención de la naturaleza”. Tengo que confesarte que leí tu libro hace cinco años y cambió por completo mi manera de entender la naturaleza, la sociedad y a Humboldt. Nos cuentas su vida, como decías, en su contexto histórico y social, pero también compartes cómo dio forma a su visión. Me gustaría que, por favor, nos iluminases sobre quién fue Alexander von Humboldt.

04:28
Andrea Wulf. Bueno, empiezo por algunos datos. Nació en mil setecientos sesenta y nueve, el mismo año que Napoleón. Era hijo de una familia aristócrata prusiana pudiente que vivía en Berlín, a las afueras de Berlín. Pero renunció a esa vida de privilegios y gastó toda su fortuna en una exploración por Latinoamérica de cinco años. Fue un viaje que le cambió la vida, pero también su forma de pensar. Y gracias a eso, se hizo famoso en el mundo entero. Tan famoso que sus contemporáneos decían que era la persona más famosa después de Napoleón y lo llamaban el Shakespeare de las ciencias. Inspiró a… muchos científicos, evidentemente, pero también a políticos, revolucionarios, poetas, artistas… Thomas Jefferson, por ejemplo, decía que era el mejor adorno del mundo. Simón Bolívar lo bautizó “el descubridor del Nuevo Mundo”. Goethe decía que un par de horas con Humboldt era como pasarte varios años leyendo. Charles Darwin dijo que nunca habría embarcado en el Beagle sin Humboldt. Henry David Thoreau dijo que “Walden” habría sido un libro muy distinto de no ser por él. Tuvo un impacto brutal. Pero, al menos en el mundo angloparlante, ha caído prácticamente en el olvido. Aunque su nombre perdura por todas partes. Humboldt da nombre a más sitios, plantas y animales que ningún otro personaje de la historia. Desde la corriente de Humboldt, que es la corriente oceánica fría que recorre la costa oeste de Sudamérica, hasta el pingüino Humboldt, pasando por cordilleras montañosas en China y Nueva Zelanda.

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Sigue muy presente en todas partes. Pero la cuestión es por qué es tan importante. A mí me parece importantísimo, si no, no habría escrito dos libros sobre él. Humboldt nos proporcionó el concepto de “naturaleza” que da forma a nuestra forma de pensar actual. A él le debemos la idea de que la naturaleza es un ente interconectado, un organismo vivo y una gran red de vida. También aunó las artes y las ciencias, que me parece importantísimo si pensamos en los debates actuales sobre el cambio climático. Podemos hablar un poco de eso luego. Más tarde, también democratizó el conocimiento. No era un científico apoltronado en su torre de marfil. Escribió libros para el público general. Fue el primero en describir las zonas climáticas y vegetales globales en una época en la que los demás científicos se ceñían a un enfoque estricto de la clasificación. Y avisó de los efectos devastadores del monocultivo, la irrigación y la deforestación. Es el padre olvidado del ecologismo. Avisó hace más de doscientos años sobre el efecto de algunas actividades humanas en el cambio climático. Fue un ser humano bastante extraordinario. No era el típico científico intelectual. Se entregó por completo a la ciencia. Experimentó con su propio cuerpo. Bebió curare, el veneno mortal que usaban los pueblos indígenas en sus dardos. Se frotó químicos en heridas autoinfligidas. Experimentó con anguilas eléctricas, que son unos peces que pueden soltar descargas eléctricas de hasta seiscientos voltios. Era el montañero más experimentado de la época. Su vida es como una historia de aventuras. Esa fue una de las cosas que me atrajo de él.

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Quería darles espacio a sus historias de aventuras a la vez que contaba sus logros científicos. Yo no soy científica, soy historiadora. Creo que mis profesores de ciencias se escandalizarían si supiesen que escribo sobre un científico porque se me daban fatal las ciencias en la escuela. Me enamoré de las ciencias a través de personajes como Humboldt, por ejemplo. Logró que me interesase por las ciencias como no lo consiguieron mis profesores. Uno de los motivos es que de pequeños nos meten ya en un cajón. “Eres muy científica, muy matemática, muy racional”. O: “Eres muy creativa, artística”. A mí a los seis años me metieron en el cajón de los artistas. Humboldt para mí fue una inspiración. Fue quien aunó las ciencias y las artes porque era un científico obsesionado con las mediciones. Llevaba cuarenta y dos instrumentos científicos subiendo y bajando los Andes y surcando el Orinoco. Lo medía todo. Pero no se ceñía solo a los datos empíricos. Decía que para entender la naturaleza de verdad hay que usar nuestra imaginación y nuestras emociones. Quería transmitir esa admiración por la naturaleza. Era un gran artista. Cuando volvió, trajo cientos de dibujos y bocetos maravillosos. Entendía la naturaleza también a través de sus dibujos. Y, para mí, fue alguien que abrió una puerta a la naturaleza y las ciencias que atrajo a mucha gente. No solo a los que se les daban bien los números y las fórmulas, sino a mucha gente que tenía un perfil más artístico. Eso me llamó mucho de él y me abrió las puertas al enorme mundo del pensamiento científico.

Humboldt, el padre olvidado del ecologismo - Andrea Wulf, historiadora y escritora
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“Somos parte de la naturaleza, aunque a veces parece que se nos olvida”

Andrea Wulf

10:03
Susana Mañueco. Has mencionado el viaje de Humboldt por tierras latinoamericanas durante un periodo de cinco años. De hecho, muchas de las cosas que dices que hizo Humboldt tuvieron lugar en ese viaje. Cuando escribiste el libro, descubriste que esa expedición fue un punto de inflexión en su vida y su carrera. ¿Qué pasó? ¿Cómo organizó Humboldt ese viaje tan importante?

10:28
Andrea Wulf. Se va en mil setecientos noventa y nueve. Se va de Europa, y llega a Sudamérica. Por aquel entonces, casi todas las expediciones las organizaban y sufragaban los gobiernos. Los exploradores tenían una ruta muy marcada de lo que tenían que hacer y lo que tenían que encontrar. A menudo, como iban en barco, solo exploraban la costa. En su caso, era una exploración privada, la pagó de su bolsillo. Viajaba con muy pocas personas. Iban él, Aimé Bonpland, que era un botánico francés, un par de sirvientes y un guía. Era muy ágil, decidía sobre la marcha hacia dónde ir. Llegaba a un sitio y le preguntaba a la gente para saber qué era lo interesante. Cambiaba mucho de opinión respecto a dónde ir. Llegó en mil setecientos noventa y nueve a lo que hoy en día es la costa norte de Venezuela. Se quedó allí un par de meses, haciendo pequeñas excursiones desde ahí. Y luego fue a explorar el Orinoco y su red de afluentes. Bonpland y él remaron dos mil quinientos kilómetros por ríos. Fue una expedición muy peligrosa porque se encontraron con animales peligrosos como cocodrilos, serpientes y una barbaridad de mosquitos. Les dio fiebre, casi se ahogan, tuvieron fiebres altísimas, pasaron hambre… En fin, de todo. Fue durísimo.

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Pero también se encontraron con uno de los ecosistemas más ricos del planeta: la selva tropical. A Humboldt le fascinaba todo, así que tomaba nota de animales, insectos, plantas, muchísimas plantas, pero también le fascinaban los pueblos indígenas. Y también tomó nota de sus idiomas. Al contrario que la mayor parte de los europeos, no los consideraba unos salvajes o unos bárbaros. Todo lo contrario. Los consideraba los mejores testigos de la naturaleza. Se comunicó con ellos. Aprendió de ellos. La idea de que la naturaleza es un organismo vivo… Parte de esas ideas ya las tenía cuando llegó a Sudamérica porque ya rondaban un poco en el aire en Alemania, pero creo que después de hablar con los pueblos indígenas que veían a la tierra como Pachamama, como un organismo vivo, todo encajó, y el conocimiento indígena pasó a formar parte de su propio pensamiento. Después de ese viaje tan largo por el Orinoco, que duró setenta y cinco días, volvieron a la costa norte de Venezuela. Cruzaron Venezuela y de ahí se fueron hacia el norte, a Cuba. Volvieron a Cartagena. De Cartagena se fueron a Bogotá, por los Andes hasta Quito, Lima… Y ese tramo del viaje fue muy importante para él. Mientras cruzaban los Andes, subió todos los volcanes accesibles. Estaba obsesionado con los volcanes. Y el colmo de su obsesión era el Chimborazo. Que en aquel momento se creía que era la cima más alta del mundo, con casi seis mil trescientos metros. Bueno, subieron.

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Creo que ahora no somos conscientes de lo que les supuso subir. Yo seguí sus pasos, aunque no hasta arriba. Llegué solo hasta los cinco mil metros, pero llevaba buenas botas, no iba cargada con un montón de aparejos científicos. Ellos subieron a través del hielo, la nieve y vientos gélidos con un calzado terrible sin ropa impermeable ni cortavientos. Humboldt paraba cada cien metros, sacaba todos los aparatejos y se ponía a medir cosas. Desde lo azul que era el cielo hasta los componentes químicos del aire, la altitud, la temperatura… Siguieron avanzando a rastras porque cada vez les costaba más respirar. A cinco mil metros de altitud, el oxígeno es muy escaso. Pero siguieron y, de repente, a los cinco mil setecientos metros, se toparon con una grieta enorme. Humboldt se dio cuenta de que no podían cruzarla, así que no lo coronaron, pero nadie había llegado tan arriba como ellos. Ostentaron el récord mundial muchísimos años. Mientras estaba en lo que él creía que era la cima del mundo, vio claramente su visión de la naturaleza. Tuvo una especie de epifanía en el Chimborazo. Se dio cuenta de que muchas de las plantas que había visto mientras pasaba del valle tropical al Chimborazo se parecían a plantas que había visto en otros lugares, en otras cordilleras como los Alpes en Suiza, en los Pirineos en España o en la isla de Tenerife. Y se dio cuenta de que había como un viaje botánico desde los polos al ecuador, o del ecuador a los polos. En ese momento comprendió que la naturaleza es un ente interconectado en el que hay una vegetación global y zonas climáticas. Ahí dibujó su famoso Naturgemälde, el primer borrador, a las faldas de los Andes.

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Ese viaje es importantísimo. Luego, de Quito se fue a Lima y durante el camino le fascinó la cultura inca. Volvió con unas ideas sobre esas civilizaciones antiguas muy distintas a las que conocían los europeos. Decía que eran civilizaciones sofisticadas, no bárbaros. Y ya, de Lima se fue a México y se tiró allí un año. Luego, cuando estaba en México, pensó que después de casi cinco años, ya era hora de volver a Europa. Dio un pequeño rodeo para conocer a Thomas Jefferson en Washington y ya volvió en mil ochocientos cuatro a Europa. Cuando Humboldt regresó a Europa, enseguida se convirtió en el centro científico de un montón de investigaciones científicas. Decidió vivir en París porque no había ciudad europea más volcada con la ciencia. Daba conferencias, escribía artículos, libros, iba a encuentros científicos… Empezó a escribir sus grandes publicaciones. En realidad, las escribía para el gran público porque lo importante para él era no escribir solo para los científicos y los especialistas, sino escribir para una audiencia general. Hacía una cosa extraordinaria, y que era muy novedosa entonces, creo que fue el primero en hacerlo: combinó observaciones científicas con descripciones paisajísticas poéticas. Así cautivó a sus lectores. Creo que ese es el anteproyecto de la escritura sobre naturaleza actual. Dedicó las siguientes décadas de su vida a escribir esos libros en los que recopilaba todo lo que había visto en Sudamérica. Hablaba con mucha franqueza del impacto de los seres humanos en la naturaleza porque mientras recorría Sudamérica se dio cuenta de que la humanidad estaba acabando con la naturaleza.

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Por ejemplo, en el lago Valencia, en Venezuela, que era una región muy rica y agrícola, vio que los agricultores se habían cargado el bosque. Al profundizar en esa destrucción, se dio cuenta de lo que pasaba y rápidamente describió las funciones de un bosque en un ecosistema. Sin usar la palabra “ecosistema” porque todavía no se había inventado. En sus libros detalla que el bosque tiene la capacidad de almacenar agua, enriquecer la atmósfera con humedad y ayudar a prevenir la erosión del suelo. Lo recalca una y otra vez en sus libros. Por ejemplo, habla de que la pesca incontrolada en Venezuela era tan despiadada que había acabado con la población de ostras. De que el sistema de irrigación en la meseta de Ciudad de México había secado los alrededores. Publicó esas ideas y sus libros se vendieron muchísimo. Se tradujeron a un montón de idiomas. Incluso inspiró a toda una generación de científicos. Eso me interesó mucho cuando escribí el libro sobre Humboldt, “La invención de la naturaleza”, porque no solo quería escribir sobre Humboldt. Nunca lo planteé como una biografía de Humboldt, sino como la biografía de una idea. La idea de la naturaleza como un ente interconectado. En el libro hay ocho minibiografías de gente a la que inspiró. Por ejemplo, John Moore, que en Estados Unidos es como el padre de los parques nacionales. Tomó las ideas de Humboldt sobre la destrucción de los bosques y el impacto que tenían y las convirtió en activismo político. Cosa que Humboldt nunca hizo. Se volvió el padre olvidado del ecologismo casi sin querer. Creo que ese es uno de los grandes impactos que ha tenido en nuestras vidas. Pero también me parece muy importante, como decía, que aunase las artes y las ciencias, y la imaginación. Eso se ve claramente en los libros que escribió en las décadas posteriores de su vida. Murió muy mayor, apenas unos meses antes de cumplir noventa años. Cuando se mudó de París a Berlín a finales de los años mil ochocientos veinte, todos los jóvenes científicos de Europa y América que podían permitírselo pasaban por París, y luego Berlín, para conocer al gran Alexander von Humboldt.

20:35
Susana Mañueco. Andrea, respecto al cambio climático, has dicho varias veces que Humboldt fue el padre del ecologismo. De hecho, en tu libro nos cuentas que fue uno de los primeros en percatarse de que los seres humanos causaban el cambio climático. Con la situación que estamos viviendo, en la que la voluntad política es a veces cuestionable y vemos que las políticas públicas y privadas avanzan despacio y no funcionan, ¿qué crees que deberíamos recuperar de la visión de Humboldt que pueda ayudarnos con el gran reto del cambio climático?

21:40
Andrea Wulf. En primer lugar, lo más importante es su concepto de naturaleza. Que la naturaleza es un gran ente interconectado y un organismo vivo. Nosotros somos parte de la naturaleza, aunque a veces parece que se nos olvida. No es que solo seamos físicamente parte de la naturaleza, sino también emocional y psicológicamente. Creo que eso es lo más destacado, la base de todo. Es un pensador sistémico. Encarna en una sola persona muchas disciplinas distintas. En sus tiempos, las ciencias no se habían especializado tanto. Y él dominaba muchas especialidades distintas que le permitían tener una visión más global del conocimiento y las ciencias. Su perspectiva del monte Chimborazo siguió presente en todo su trabajo. La idea de que todo está conectado, de que las plantas… Que no había que clasificar las plantas como habían hecho los científicos hasta entonces, sino que pertenecen a zonas vegetales globales. Creo que, que pensemos así ahora… Por ejemplo, las islas del Pacífico son naciones que han contribuido poquísimo al cambio climático, pero serán las que antes notarán sus consecuencias y de manera más extrema. Desaparecerán, literalmente. Si entiendes la naturaleza como un sistema global y a nosotros como partícipes de una comunidad global, con nuestra libertad individual y nuestra responsabilidad para con los demás, es nuestra responsabilidad acabar con el cambio climático, pero también compensar a los que más se ven afectados. Creo que es algo que, aunque Humboldt no lo dijese explícitamente, se puede extraer de su comprensión del mundo como un sistema. Estamos juntos en el planeta. En mis clases me gusta enseñar la foto “Salida de la Tierra” que tomaron en la misión del Apolo ocho en mil novecientos sesenta y ocho. Se ve la Tierra como un punto azul y blanco flotando en la inmensidad negra del espacio.

24:06

Esa foto se enarbola como el inicio del movimiento ecologista porque fue la primera vez que vimos que estamos juntos en este planeta diminuto. Creo que fue una comprensión fruto del asombro. El mismo asombro que motivó a Humboldt. Para mí, todo vuelve a lo que no paro de repetir: la imaginación forma parte de todo esto, ese asombro. Para mí, Humboldt es un héroe olvidado y merece mucho la pena revisitarlo e inspirarnos en él para la situación actual. No implica que tengamos que aplicar literalmente todo lo que dijo, pero sí considerar que la imaginación puede ser un gran aporte en la ciencia. Para mí, Humboldt es una especie de puente entre la Ilustración y el Romanticismo. Por un lado, tenemos a científicos como Isaac Newton que descubrió que los arcoíris son producto de la refracción de la luz en las gotas de lluvia. Y por el otro, tenemos a poetas románticos como John Keats, que decía que Newton había reducido los arcoíris a una cárcel. Humboldt conecta ambas partes. Es el que aúna las ciencias y las artes. Hoy en día hacemos una división muy clara entre las ciencias y las artes, entre los subjetivo y lo objetivo, entre lo emocional y lo racional… Creo que su enfoque de que también hay que usar la imaginación para entender la naturaleza es algo que falta en el debate actual sobre el cambio climático.

25:54

Y a él le viene de ese grupo de jóvenes pensadores rebeldes que viven en Jena. Todos ponen la imaginación en el centro de su pensamiento. No implica que renieguen de la razón, ojo. Esto es muy importante. No digo que todo tenga que depender de las emociones, pero creo que no se tienen en cuenta en el debate actual. Hay científicos y políticos que no paran de bombardearnos con estadísticas, proyecciones y cifras, que son muy importantes, no digo que no, pero echo en falta que se hable de la naturaleza. Porque lo que hicieron los y las jóvenes del Romanticismo fue darnos una explicación filosófica a algo que todos sabemos: la naturaleza puede curarnos, la naturaleza nos consuela, nos da felicidad, la naturaleza apela a algo que no es racional. Creo que necesitamos también poetas, artistas, músicos, escritores para ayudarnos a salir de este lío. Porque hay muchas maneras de convencer a alguien de que haga algo y las cifras y las proyecciones no están surtiendo efecto por su cuenta. Creo que hace falta algo más, y te pongo un par de ejemplos para que veas que no estoy fantaseando. Por ejemplo, hace unos años, en Inglaterra, la BBC produjo un documental llamado “El planeta azul” y, en uno de los episodios, hay una escena en la que un albatros da de comer plástico a su polluelo. Fue una imagen tan impactante que provocó un cambio de ley en Inglaterra. Los supermercados tienen prohibido darte bolsas de plástico, hay que pagarlas. Y ha reducido considerablemente el uso de las bolsas de plástico. Ya sabíamos que el plástico es malísimo, pero el impacto visual de la escena fue lo que más caló. Otro ejemplo es que todos sabemos lo perjudicial que es la producción de carburantes, los combustibles fósiles, para el medioambiente, pero, a veces, la imagen de un pájaro cubierto de petróleo es lo que hace que nos paremos a pensar. Creo que ese enfoque más artístico, creativo, emocional, imaginativo de abordar el tema es clave hoy en día. Para mí, está relacionado directamente con la forma que tenía Humboldt de hacer ciencia. A mí me inspiró mucho porque yo antes pensaba que las artes y las ciencias tenían que ser independientes y él me enseñó que no tienen por qué ir las emociones, la imaginación, las artes y las ciencias cada una por su lado, que pueden unirse. Y no por ello la ciencia pasa a ser esotérica ni errónea.

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“Debemos considerar que la imaginación puede ser un gran aporte en la ciencia”

Andrea Wulf

28:53
Susana Mañueco. Entiendo que gran parte de esto se debe al contexto de Humboldt. Creo que a ti te quedó claro cuando viajaste a Jena y estudiaste a ese grupo de gente del que Humboldt formaba parte. ¿Qué pasó en esa ciudad? ¿Qué encontraste en Jena que propició todo esto?

29:17
Andrea Wulf. Mientras me documentaba sobre Humboldt, escribí un capítulo sobre la amistad entre Humboldt y Goethe, el poeta más famoso de Alemania, que vivía en Wiemar y pasaba mucho tiempo en Jena. Están muy cerca las dos ciudades. Como decía, mientras me documentaba en Jena, paseaba por las calles y veía placas conmemorativas en las casas con nombres importantísimos del panorama filosófico y lírico alemán. Era como: “Madre mía, ¿vivían todos en esta ciudad diminuta?”. Tenía cuatro mil quinientos habitantes, era una ciudad universitaria muy pequeña. Y me percaté de que vivieron allí en la misma época, así que quería saber por qué. Y descubrí a un grupo de jóvenes rebeldes, hombres y mujeres, pensadores, poetas, filósofos, que cambiaron nuestra forma de entendernos a nosotros mismos, al mundo y a la naturale Pusieron el yo en el centro de su pensamiento, pero también redefinieron nuestra relación con la naturaleza. Hablaron del vínculo entre nosotros y la naturaleza. Lo extraordinario de ese lugar era que formaba parte del Sacro Imperio Romano Germánico. Alemania a finales del siglo dieciocho no era una nación unificada, sino un compendio de un montón de estados. Una ventaja inesperada de ello era que costaba mucho aplicar la censura en Alemania. Jena tenía la suerte de que la universidad dependía de cuatro ducados sajones distintos sin nadie realmente al mando y los catedráticos podían hacer lo que quisieran, básicamente. Este hecho atrajo a gente con una mente liberal como Friedrich Schiller, un famoso dramaturgo al que encarcelaron en su estado natal por su obra de teatro revolucionaria “Los bandidos”. La gente como Schiller fue como un imán para las generaciones más jóvenes y todos querían estar en aquella ciudad. Acabó siendo un sitio de paso donde la gente iba y venía. Un cuarto de los bebés nacidos en Jena en aquella época nació fuera del matrimonio. Era un grupo de gente joven rebelde al que se acabó conociendo como “los jóvenes románticos”. Cambiaron radicalmente nuestra forma de vernos a nosotros mismos y al mundo. Aunque creo que ahora no lo entendemos del todo así. Si fuésemos a un restaurante o una cafetería aquí fuera y le preguntásemos a la gente qué creen que es el Romanticismo, no habría dos respuestas iguales. Dirían que si eran gente solitaria en bosques a la luz de la luna, que hacían declaraciones de amor apasionadas, que si estaban en contra de la razón, que si cenas a la luz de las velas… Pero para los jóvenes románticos de Jena, el Romanticismo era algo muy radical, muy complejo y muy dinámico. Porque para ellos era como una frontera trascendente. Ellos, Humboldt incluido, fueron quienes aunaron las artes y las ciencias, unieron a la humanidad y la naturaleza y le dieron a la imaginación un lugar clave en su pensamiento. En cierto modo, debería haber escrito el libro nuevo antes que el de Humboldt porque fue lo que pasó antes de que Humboldt se marchase.

32:42
Susana Mañueco. Este grupo de jóvenes románticos entonces, tus “Magníficos rebeldes”, me encanta el título, por cierto; dices que nos aportaron esta visión de la naturaleza y la humanidad, pero si tuvieses que resumir las cinco ideas principales de estos magníficos rebeldes, ¿qué dirías?

33:03
Andrea Wulf. Qué difícil. Creo que lo primero es que pusieron el yo en el centro del pensamiento y el yo se ha quedado ahí, la libertad del yo. Para bien o para mal. Nos hemos convertido en una sociedad obsesionada con el yo y lo que nos rodea. Hay hasta una generación llamada la “generación yo”. Pero, y esto es muy importante, nunca contemplaron esa autoliberación como algo egoísta. Promovieron la autoliberación para crear una sociedad mejor donde la gente fuese libre. Y siempre defendieron que la libertad conlleva obligaciones morales. La libertad nos permite decidir cómo comportarnos y qué hacer. La libertad nos eleva por encima de los instintos básicos. Pero la libertad conlleva una obligación moral. La pandemia es un gran ejemplo de ello. Muchos de nosotros renunciamos a nuestros derechos básicos por el bien común. Otros no lo hicieron y antepusieron su libertad individual. La clave para mí aquí son dos cuestiones: “¿Quién soy como individuo?” y “¿Quién soy como miembro de la sociedad?”. Eso es algo muy importante en el libro. La tensión entre el libre albedrío y el egoísmo. Otro aspecto clave de esto creo que es la importancia del arte. Lo que hablábamos de que el arte puede cambiar muchas cosas. Y también quizá lo importante que es trabajar juntos. Era un grupo de jóvenes rebeldes que se reunía en una de las casas. Trabajaban juntos, reían juntos, comían juntos, discutían, estaban de acuerdo en que no tenían que estar de acuerdo… Había mucho jaleo, muchas argumentaciones. Pero, a la vez, me parece tremendamente importante que en la actualidad reunamos a gente de distintas disciplinas. Sé que lo interdisciplinar suena a cliché, pero cuando los investigué había científicos, poetas, dramaturgos, ensayistas, filósofos… Se reunieron y se replantearon muchas cosas y pusieron en duda muchas otras. No tenían por qué estar de acuerdo. Otra clave creo que es que los revolucionarios no necesitan armas. Con las palabras basta. Creo que, para mí, esto fue una de las grandes revelaciones mientras escribía el libro. La Revolución francesa fue la chispa de algo mucho más grande. No fue solo una revolución política, sino que, cuando la Revolución francesa declaró que todos somos iguales, prometió un nuevo orden social. Un orden social basado en… ideas, en la libertad.

36:03

Gracias a eso, la filosofía bajó de la torre de marfil del pensamiento elitista y llegó a las mentes de la gente corriente. Y la gente se dio cuenta de que las palabras tienen muchísimo más poder que los reyes y reinas y las armas. Creo que los filósofos se dieron cuenta de que podían cambiar el mundo porque vieron cómo en Francia estaba surgiendo un estado a partir de una idea. Seguro que fue un momento muy potente. Los amigos de Jena hablaban de ello. De cómo los animó a escribir y a pensar que el arte podría cambiar el mundo. Uno de los puntos claves para mí es la importancia del arte. Todos vivieron la Revolución francesa. Todos apoyaron la Revolución francesa. Pero bajo Robespierre, empezaron a rodar cabezas. A algunos de ellos, a muchos, les aterraban esos excesos de la Revolución francesa. Y Friedrich Schiller escribió un artículo en una de sus revistas literarias donde decía que pensaba que los franceses quizá no eran lo suficientemente maduros para la igualdad y la libertad. Lo explicó como que, si bien la Ilustración, que se había centrado en la razón, la racionalidad y el empirismo, había aportado mucho conocimiento; no había fomentado la capacidad de discernir entre el bien y el mal. Decía que eso solo podía hacerlo el arte. El arte, la estética y la belleza se convirtieron para ellos en la forma de hacer a la gente más madura moralmente. Cuando hablaban de moralidad no se referían a serle fiel a tu cónyuge o en temas de sexualidad, porque en ese aspecto eran todos un poco desmelenados. Para ellos, el arte, la estética y la belleza eran la clave para las sociedades moralmente inmaduras. No solo el arte. La belleza no era solo algo bonito y de adorno, era la clave para una sociedad mejor.

Humboldt, el padre olvidado del ecologismo - Andrea Wulf, historiadora y escritora
38:28
Susana Mañueco. Eso es lo increíble de tus libros. Se ve muy claramente que las ciencias, las humanidades y las artes se complementan. Si lo aplicamos a la situación actual, creo que hay consenso sobre la importancia de las ciencias, sobre todo tras la pandemia; pero no me parece tan evidente con respecto a las humanidades. Siento que las relegan a un segundo plano. ¿Cuál crees que es el papel de las humanidades y qué deberíamos aprender de los magníficos rebeldes?

39:00
Andrea Wulf. Es una muy buena pregunta porque, no sé aquí, pero en Inglaterra, los departamentos de Humanidades en las universidades están teniendo que cerrar. Los están reduciendo y me parece una catástrofe. Piensa en la vacunación durante la pandemia. Todo el mundo lo pintaba como el ejemplo perfecto de los científicos trabajando en equipo y de colaboración internacional. Ciencia. Ciencia. Ciencia. Pero entonces llegó el momento de debatir si se podía obligar a la gente a vacunarse por el bien común de la sociedad. Esa es una cuestión ética y para eso hacen falta filósofos y gente que sepa de principios éticos, moralidad y todas esas cosas. La ciencia por su cuenta no habría dado resultado, hacía falta recurrir a las humanidades para equilibrarlo. Necesitábamos que trabajasen juntos. Para mí, esa es la lección que podemos aprender de los jóvenes románticos. No solo eran unos jóvenes románticos que creían que las emociones eran importantes y le aullaban a la luna y demás. Aunaron la razón, la imaginación y las ideas morales. Esa es en mi opinión la base de nuestra sociedad, que podamos pensar libremente. Es algo a lo que ahora mismo prácticamente estamos renunciando de forma voluntaria. Hemos dado por hecho mucho tiempo que podemos pensar libremente, que tenemos libertad de expresión, que podemos decidir nuestras vidas; pero si miras a tu alrededor, no es del todo así. Tenemos ciberataques interfiriendo en las elecciones, un tsunami de bulos que no ayuda en absoluto a tener criterio… Hace poco, por ejemplo, en Estados Unidos, el Supremo anuló la sentencia Roe contra Wade y las mujeres ya no pueden ni decidir sobre el aborto y su propio cuerpo. Creo que estamos en un momento en el que las libertades que obtuvimos a finales del siglo dieciocho están en peligro y perdiendo fuerza. Nos corresponde a nosotros luchar por nuestra libertad individual.

41:30
Susana Mañueco. Me gustaría profundizar en el concepto de colaboración porque, cuando hablabas de Humboldt, has dicho que tenía interés en escribir para el público general y democratizar el conocimiento. Cuando has hablado de los magníficos rebeldes, has dicho que eran gente de distintas disciplinas y su colaboración era asombrosa. Creo que en la actualidad uno de los principales obstáculos es que la gente trabaja como en pequeñas islas, sobre todo en las ciencias, las humanidades y la investigación. ¿Cómo podemos aprender de ellos a colaborar y a crear grupos interdisciplinares?

42:13
Andrea Wulf. No sé cómo se podría aprender de ellos, pero sí creo que demuestran la importancia que tiene. Humboldt, por ejemplo, estaba en contacto con todo el mundo. Humboldt escribió cincuenta mil cartas y recibió cien mil. Siempre estaba debatiendo con otros científicos. Incluso antes, ya existía la República de las Letras en el siglo diecisiete durante la Revolución científica. Había científicos trabajando en equipo. Creo que ahora tenemos muchos ejemplos de colaboración entre científicos y de trabajo en equipo. Yo tengo un beca de investigación en el Instituto de las Ciencias de la Complejidad de Santa Fe y es un sitio increíble en el que hay científicos de todo el mundo, pero también hay politólogos, físicos cuánticos… Estoy yo, que soy escritora. Es un sitio fascinante donde la gente va a hablar y a intercambiar ideas. Creo que sí se está dando eso. Internet también nos ayuda a comunicarnos. Pero creo que el problema ahora mismo es que si no hacemos algo extremo pronto, nos quedaremos sin planeta en el que podamos colaborar juntos. Seremos muchos menos en un siglo si seguimos así.

43:38
Susana Mañueco. Tengo que confesar una cosa muy importante para mí. Tengo dos hijas, de catorce y nueve años. Y al criarlas, me he dado cuenta de lo importante que es para ellas tener referentes femeninos en la vida y en campos como las ciencias, la historia, el arte… Aunque las cosas están cambiando, es muy frustrante ver cómo se ha invisibilizado a las intelectuales a lo largo de la historia. En tu libro, redescubres algunas de estas mujeres. ¿Quiénes fueron?

44:16
Andrea Wulf. Gracias por hacer esta pregunta porque fue una de las grandes alegrías que me llevé mientras escribía el nuevo libro, “Magníficos rebeldes”, que había mujeres extraordinarias y fuertes en ese grupo de Jena. Permíteme que te hable de una de ellas. Caroline Böhmer, Caroline Michaelis Böhmer Schlegel Schelling. Llevaba el apellido de su padre y de sus tres maridos, pero se negaba a ceñirse al papel que la sociedad daba a las mujeres. Se casó joven. Nació en mil setecientos setenta y tres, se casó joven, quedó viuda con veinticuatro años. Luego se codeó con los revolucionarios alemanes y la encarcelaron los prusianos por apoyar la Revolución francesa. En la cárcel, descubrió que estaba embarazada después de tener un lío de una noche con un soldado francés de dieciocho años. Todo ello en una época en la que estar a solas en una sala con un hombre ya era un escándalo. Después se casó con August Schlegel, se la llevó a Jena y se convirtió en el corazón del panorama de Jena, de los jóvenes románticos. Mientras me documentaba para el libro, a veces se la menciona, pero solo como la musa. Se suele describir a las mujeres de finales del siglo dieciocho que se codeaban con estos hombres intelectuales como sus musas, pero eran mucho más. Era el núcleo intelectual del grupo, era la editora de la revista literaria, tradujo dieciséis obras de Shakespeare con su marido, que siguen siendo la edición de referencia en Alemania, escribía reseñas firmando como su marido… Generaba debate, pedía opiniones, perfiló el pensamiento de sus amigos y rompió las convenciones sociales. Fue una mujer extraordinaria. Y hay algunas más, a las que se las ha dejado fuera de la historia. Me lo pasé muy bien rescatándolas porque, cuando lees las cartas, y hay miles y miles de cartas, ahí descubres lo que hicieron en realidad. Porque sus nombres no aparecen en los libros que ayudaron a escribir. Por ejemplo, en la revista literaria no pone que Caroline Schelling contribuyese de ningún modo, pero en las cartas descubres que Friedrich Schelling, por ejemplo, se quejaba de que recortaba sus ensayos. Y entonces te das cuenta de que ella era la editora. Contribuía, solo que con el nombre de su marido. Hay que rascar mucho, pero acabas encontrando estas historias y devuelves a las mujeres al lugar que les corresponde en la historia.

46:55
Susana Mañueco. Andrea, has dicho que Humboldt era una enciclopedia y creo que tú también lo eres. Tienes un punto de vista muy especial, y has sido muy generosa al compartirlo con nosotros a través de tus libros. Ha sido un privilegio charlar contigo. Muchas gracias.

47:08
Andrea Wulf. Gracias por invitarme.