“El estrés no enseña el valor de la puntualidad”
Maribel Martínez
“El estrés no enseña el valor de la puntualidad”
Maribel Martínez
Psicóloga
Creando oportunidades
Cómo educar a los hijos para que sean más responsables
Maribel Martínez Psicóloga
Grupos de WhatsApp del colegio: ¿a favor o en contra?
Maribel Martínez Psicóloga
Maribel Martínez
Psicóloga especializada en Terapia Breve Estratégica, filóloga y educadora social, Maribel Martínez ha dedicado su amplia trayectoria profesional al apoyo de familias, niños y adolescentes. Cuando fue madre, sin embargo, comprobó que sus conocimientos se veían sobrepasados por la maternidad y las enseñanzas de su hija. ¿Cómo establecer normas y límites? ¿Nos consideramos amigos de nuestros hijos?
En su libro ‘¿Cuántas veces te lo tengo que decir?’ resuelve estas y otras preguntas que afectan directamente a la crianza y la educación de los niños. Maribel Martínez analiza las dificultades comunes que afrontan los padres: rabietas, frustraciones y miedos, trucos para enseñar autonomía y responsabilidad. La psicóloga señala también las consecuencias negativas de la sobreprotección. “Si el camino es liso, los niños se acostumbran a que no hay peligro, no hay problemas, no hay frustración y esto no es la realidad. Si te están sobreprotegiendo constantemente, la autoestima baja. Son niños más inseguros, que después desarrollan más sensibilidad a la ansiedad, que se presentan a un examen y tienen miedo a quedarse en blanco por esa presión y por esa sensación de que no son capaces de realizarlo. Lo que tenemos que hacer, en realidad, sería ponerles pequeñas piedrecitas en el camino y que vayan superando esas dificultades”, concluye.
Transcripción
Tenemos unas parejas que forman sus familias y que en su proyecto de formar esa familia y tener hijos, antes de tener los hijos, ya se están formando como padres. Estamos profesionalizando de alguna manera la paternidad y hacen cursos de alimentación para los hijos, de pedagogía… Son padres que luego forman parte de todas las cosas que tienen que ver con los hijos: del AMPA, de los clubes deportivos, les apuntan a mil actividades extraescolares… Y son padres que están muy pendientes de la educación de los hijos. Y, a pesar de eso, no es un modelo de familia que esté funcionando porque el resultado es que los niños no son más educados, o no tienen realmente eso que los padres están buscando, unos chavales con más autonomía, con unos valores… Estamos viendo una generación de niños, y ya algunos adolescentes, que no tienen límites, que son más miedosos. Y ahí tenemos que ver qué es lo que está pasando, qué es lo que ha pasado. Y es que en esa manera de educar en la actualidad que está muy basada en ese hiperpermisivismo, en esa hiperprotección, está ahora hablándose de hiperpaternidad, que ya hace años que se está hablando: Levine, Honoré, más recientemente Eva Millet. Tenemos unos estudios y una experiencia a nivel de colegios, de terapias, donde estamos viendo pues eso, muchos problemas dentro del entorno familiar y han cambiado mucho las cosas.
“Estamos 'profesionalizando' la paternidad con cursos para aprender a educar a los hijos”
Ese allanar el camino. Tenemos que entender cómo funciona este problema. Los padres intentando que el niño no lo pasé mal le sustituyen, le ayudan, el niño no aprende y sigue haciendo más de lo mismo y, por lo tanto, deja que le ayuden y tiene ese mensaje cada vez más claro de que yo solo no puedo, de que me tienen que ayudar, me siento incapaz. Los padres viendo que el chaval se siente incapaz le siguen ayudando, y se sigue sintiendo incapaz. Y entonces tenemos ahí ese círculo vicioso, la causalidad circular, que tenemos que estar muy atentos porque es ese pez que se muerde la cola y que si no lo cortamos es infinito.
Y si no se responde, ese silencio, como decía Paul Watzlawick en su primer axioma de la comunicación humana, decía: «Es imposible no comunicar, y ese silencio lo que está comunicando es que no pasa nada porque me hables así». Y el niño lo entiende perfectamente y va creciendo, y va creciendo, y ya no digamos un adolescente que además se piensa que los padres son iguales porque en la adolescencia el adolescente, todo lo contrario, intenta ponerse por encima. Y entonces ahí están los padres absolutamente perdidos. Pero es mucho antes, desde pequeños que tenemos que ir poniendo esos límites y marcando ese concepto de respeto bien entendido dentro de la familia.
Por lo tanto, los niños que tienen la gran suerte de tener un hermano, o dos como en tu caso… que se peleen. El conflicto no es el problema, el problema es no resolver el conflicto: eso sí que es un problema. Y constantemente interrumpimos la resolución del problema, con lo cual ahí se quedan enquistados y empeorando la situación. Nuevamente la causalidad circular, aquello que hacemos para intentar conseguir el objetivo: que tengan una buena relación, justo lo que conseguimos es que empeore. Tenemos que tener una actitud diferente ante el conflicto y, por lo tanto, si vemos a los hijos discutir, nuestra opción más saludable sería acercarnos y decirles: «Veo que tenéis alguna diferencia, pues nada ya la resolveréis», y darles ese mensaje una y otra vez. Y si siguen peleando decirles: «Bueno, estáis tardando hoy en resolverlo, pero confío en que podréis hacerlo». Y cuando una y otra vez ven que no estamos interviniendo, y que realmente o lo resuelven ellos o nadie va a hacer nada, esa es la manera en la que finalmente no les queda otra que resolverlo.
El niño no se siente comprendido y necesita demostrar todavía más su enfado. Y, por lo tanto, tener esa capacidad para alejarnos y confiar, y tener ahí un ojo, por supuesto, pero que él se va a calmar y que va a venir es fantástico. Luego están los niños que con el tiempo van adquiriendo grandes capacidades de actores y actrices y que, claro, con esos 6, 7, 8 años siguen haciendo esas pataletas, tenemos que desmontarles esto que les ha funcionado y que ya no va a funcionar. Yo les propongo a los padres que entiendan que sus hijos son grandes actores y que vamos a connotar esta pataleta de «una gran actuación» y que se lo digan a su hijo: «Oye, de verdad que lo haces bien, que se nota la experiencia».
Tenemos que enseñarles ya desde pequeños a que el tiempo pasa constantemente aunque ellos no estén pendientes de ese tiempo. Los niños no están pendientes de cómo pasa el tiempo, los niños viven en el aquí y el ahora, lo cual es maravilloso, pero claro, cuando hay unos tiempos y hay que llegar al colegio a las 9.00 eso no puede gestionarse de cualquier manera. Yo les digo a los padres: «Tenemos que inventarnos, hacer una manualidad o un reloj de cartulina y hacerle unas agujas de cartón y dibujar: de las 8:00 a las 8:10 te tienes que vestir. Y ahí dibujamos la camiseta y los pantalones. Aquí, hasta las 8:20 tienes que desayunar. Y dibujamos el vasito de leche. Aquí, lavarte los dientes. Venga, cepillito. Aquí a peinarte, aquí coges el abrigo, y aquí salimos por la puerta. Y si sobra tiempo, hasta puedes ver los dibujos». Podría ser el caso, pero vamos a aprender a gestionar esos tiempos. Podemos poner alarmas con el móvil, que vayan sonando, o los relojes estos de cocina rápidos, ningún problema. El caso es que haya algo, y no nosotros, que vaya marcando los tiempos. ¡Ring! Primer sonido. «Venga, ahora a desayunar», «Venga, ahora a lavar los dientes», y tienen que ir con esos tiempos. Y si no te has vestido, ¿qué tal si llevamos al niño en pijama al colegio? No pasaría nada. Se lo explicamos al profesor: «No, es que estamos aprendiendo a gestionar el tiempo, él está aprendiendo a vestirse. Todavía hay alguna dificultad, pero no pasa nada», siempre podemos llevarle la bolsita con la ropa y se acaba de vestir en el colegio. Pero él tiene que entender que ese es el tiempo para vestirse y mañana lo hará mejor. Y pasado muchísimo mejor.
Tenemos que confiar en los hijos, tenemos que darles sus tiempos y tenemos que ser coherentes, también, con una cosa y es que a veces ajustamos tanto el tiempo: «Venga va, nos levantamos a esta hora y una y otra vez vemos que no llegamos a la hora al colegio», es que llegamos tarde tres minutos, pero es que es llegar tarde. No les estamos enseñando el valor de la puntualidad a pesar de que eso es lo que quisiéramos. Y no valoramos que a lo mejor lo que tendríamos que hacer es que se vayan a dormir diez minutos antes y levantarnos 10 minutos antes, porque esos diez minutos que necesitan de sueño, por lo tanto no se los quitemos, nos acostamos antes, a lo mejor es la gran diferencia. Vamos a levantarnos 10 minutos antes, vamos a ir un poquito más relajados porque sí, dormir es salud, pero es que el estrés que les está generando después se lo quitas con creces. Por lo tanto, no compensa y hay que, finalmente, entender que lo que estamos haciendo es educar y ahí, en esa mañana, les estamos enseñando muchas cosas.
«Y mañana tenemos examen de matemáticas, y el sábado partido de básquet». Y no lo tenemos los padres, lo tienen los hijos. Y nosotros lo único que tenemos que hacer es enseñarles a gestionar todo eso, acompañarles hasta que lo hagan de una forma autónoma. Y ese es el norte y lo perdemos. Y nos ponemos con ellos sin darnos cuenta que eso los invalida. Es ese exceso de ayuda que no ayuda. Y los niños van creciendo con esa sensación de: «Menos mal que ayer mi madre se puso conmigo a estudiar porque si no yo no hubiera podido hacer este examen». Son niños que van creciendo con miedo a los exámenes, son niños que llegan a tener ataques de ansiedad ante un examen. Y eso lo estamos viendo cada vez más, dramáticamente, ¿por qué? Porque crecen con esa constante sensación de que ellos no pueden, y se lo acaban creyendo, claro. Y los padres, no es que deseen eso, esa es la consecuencia. Eso es lo que nos encontramos. Entonces, tenemos que valorar mucho, ¿qué es lo que queremos, que sean independientes, autónomos, capaces? ¿Eso que hago yo va en esa dirección, consigue eso? Sí, estupendo, adelante, sigue por ahí. No, deja de hacerlo. Eso es fundamental, porque si seguimos haciendo más de lo mismo el resultado es más de lo mismo. Decía Einstein que la verdadera locura es hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes. Gran verdad, pero lo hacemos constantemente, constantemente. Y en estos grupos de WhatsApp es la locura absoluta. Porque los padres constatan: «¿Ves? Mi hijo ya no ha apuntado esto, ya está. Yo tengo que seguir estando encima.
Esta es otra de las misiones de los papás. «Veo que tienes miedo, veo que estás triste, veo que estás enfadado». Y es muy potente, además, para los niños ver cómo: «¡Otras! No sé ni lo que siento y mi mamá ya sabe que estoy enfadado». Entonces con el tema del miedo es muy interesante entender que no vale cualquier cosa. Finalmente se trata de gestionar ese miedo. ¿Cómo? Con juegos fáciles, sencillos, en casa. Nos ponemos a jugar al escondite. Niños que no pueden estar solos en una habitación y que están siempre en compañía de alguien y si puede ser adulto, mejor, es algo muy habitual. Y, por lo tanto, si jugando ya tienen esa experiencia emocional correctiva de: «Ostras, he estado aquí y…». Y un día y otro, aprenden finalmente a quedarse en su habitación jugando sin que eso sea un problema. Luego podemos incrementar la dificultad y hacer que la casa no esté toda con las luces encendidas, en lo que vamos a apagar alguna y habrá algunas zonas oscuras, y es más divertido, y vamos afrontando poco a poco ese miedo. Y el niño inicialmente claro que tendrá miedo y no se esconderá en esa habitación oscura, pero ha pasado por ese pasillo que estaba a oscuras, pero estamos jugando, es divertido, y es mucho más fácil. Seguramente empezará a tener esa experiencia. A veces el miedo ya es con unos límites que los juegos o estas maniobras no son suficientes y tenemos que hacer algo un poco más terapéutico, digamos. Es donde recomendamos hacer una maniobra que, en realidad, le decimos «El juego de las películas», que está basado en una técnica terapéutica para los adultos que hemos adaptado a los niños y que vestimos de juego, pero en realidad lo que están haciendo es, se podría decir terapia.
Consiste en saber muy bien, para empezar, cuáles son los miedos de los niños. Porque nosotros podemos pensar que son los monstruos, pero en según qué edades ya son unos miedos más realistas y, a lo mejor, tienen miedo a los ladrones. Este es un miedo muy habitual en los niños. Y nosotros pensamos que es a la oscuridad, pero no, es a que entren ladrones a casa, que yo esté despierto y que todos los demás estén durmiendo y, entonces, se sienten como los responsables de la familia y es algo insoportable para ellos. Y no duermen por la noche, y van corriendo a la habitación de los padres en busca de esa seudoseguridad. Tenemos que enseñarles a afrontar esas situaciones. Finalmente, piénsalo cuando tú has tenido algún miedo, y seguramente recuerdas tu miedo a la oscuridad de pequeña, que todos hemos pasado, ¿cómo la superaste?
Y hacemos ese guion de la película en la que el niño va afrontando con la imaginación sus peores pesadillas, fantasías, monstruos, y nosotros lo que hacemos siempre es empujarles a: «¿Y cómo sería peor todavía?». «Han entrado los ladrones, están en casa, ¿peor?». «Sí, peor». «Y entran en tu habitación, vale, ¿y peor?». «Pues, no sé, que vienen a pegarme». «Vale, ¿y cómo te pegan?». «Pues empiezan a levantar la mano…». Y, entonces, nos encontramos con la maravilla de que los niños dicen: «Y hago el salto ninja, y le bloqueo, y le tiró al suelo no sé qué, voy corriendo a buscar el teléfono, y llamo a la policía, y llamo al papá». Y están salvando a la familia, de repente son los héroes. «No, no, que estamos haciendo una película de terror. Vuelve para atrás, que no, esto no puede acabar bien, que esto es una película de terror». «Ah, vale. Bueno, pues entonces…». Y seguimos haciendo esa película. El niño está viviendo en primera persona lo que no se atreve ni a imaginar un segundo. Si tú piensas en algo que te da miedo, lo que sea, no le dedicas ni un segundo. Automáticamente retiramos eso. No quiero ni pensar en eso que me horroriza tanto. Y los niños también. Y, por lo tanto, saben que tienen miedo a que entren los ladrones a casa, pero no le dedican ni un segundo. No lo afronta ni siquiera con la imaginación. Nosotros ayudándole de esa manera, lo que hacemos es como ir inmunizándoles al miedo. Y eso que inicialmente es un monstruo muy grande, al final lo llegan a tocar y se desvanece.
Y, realmente, lo vamos viendo porque esas películas de terror inicialmente sí que les puede asustar, pero las hacemos un día y otro, 15 días después es casi hasta divertido. Y están ya preparando cuál será la estrategia cuando vengan los monstruos, o los ladrones, y de esa manera es como ellos pueden percibir esa situación que les asustaba de una manera mucho más valiente. Y eso no significa que no les dé miedo y no tengan que tener miedo a que entren los ladrones a casa, pero no de una manera que les invalide. Y mucho menos que nosotros seamos cómplices de esa situación en donde no les hemos ayudado, todo lo contrario, les hemos dicho: «No, no, la seguridad te la doy yo, si tú estás conmigo estarás bien», eso no les ayuda a crecer.
Y ahí estamos nosotros creando un problema donde no lo había. «Ah, ¿no quieres cenar? Ningún problema, mañana para comer tendrás esta verdura y tendrás tanta hambre que te la comerás muy bien. Venga, buenas noches». No hay problema, pero tenemos que confiar, finalmente, en que eso pueda ser posible y que no pasa nada, que hay margen de maniobra, pero no lo hacemos. Y, por lo tanto, el problema continúa.