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«Kem Kang Noi»: la lección de un tsunami

María Belón

«Kem Kang Noi»: la lección de un tsunami

María Belón

Médico y psicoterapeuta


Creando oportunidades

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María Belón

María Belón disfrutaba con su marido y sus hijos de unas vacaciones paradisíacas en Khao Lak, Tailandia, el 26 de diciembre de 2004, en un día de sol, juegos y lectura tranquila junto a la piscina. Cuando los pájaros comenzaron a volar despavoridos y se empezó a escuchar un ruido atronador supo que algo iba mal. Un “monstruo negro”, tan alto como un edificio, se alzó ante sus ojos, mientras los turistas y trabajadores del hotel corrían y las palmeras caían a su paso. No sabía que se convertirían en la familia española que sobrevivió al terrible maremoto de Sumatra-Andamán, con más de 280.000 víctimas mortales y cerca de un millón de personas sin hogar.

Su historia fue inmortalizada en la multipremiada película ‘Lo imposible’, dirigida por J.A. Bayona. A pesar de las heridas físicas y psicológicas que su familia ha ido sobrellevando con el paso del tiempo, María Belón describe aquella experiencia como un “regalo” de la vida: “Hay un momento donde tú tienes que decidir si ese dolor complicado, situaciones que no has vivido nunca, el shock postraumático… Hay un momento, como una "Y" en tu vida, donde dices: '¿Qué hago? ¿Me quedo como víctima? ¿Me victimizo el resto de mi vida? ¿O escojo la otra vía?'. No hay medios caminos. Y esta otra vía es decir: '¿Qué hago para aprender lo que la vida me quiere enseñar?'".


Transcripción

00:01
María Belón. Empecé a escuchar gritos, los animales, sumamente agitados, y ahí fue cuando me di cuenta de que sí que estaba pasando algo. Y lo siguiente que vi fue… Pues palmeras cayendo. El muro ese negro era un monstruo. Yo no podía entender que eso era el océano, que venía hacia nosotros. Y en ese momento me cogió el profundo dolor de no poder despedirme de mis hijos.

00:31
Ignacio Grimá. Hola, María. Mi nombre es Ignacio. Soy responsable de centros educativos y profesor universitario, pero sobre todas las cosas, padre de dos niñas maravillosas.

00:40
María Belón. Pues encantada, Ignacio. Es un placer estar un ratito aquí para que charlemos juntos.

00:46
Ignacio Grimá. Muchísimas gracias. Bueno, María. Sobreviviste al terrible tsunami que asoló el sureste asiático en 2004, en esas Navidades tan fatídicas. Yo creo que millones y millones de personas en todo el mundo han vivido y se han conmovido con tu experiencia a través de la película ‘Lo imposible’. Cuéntame un poquito cómo fue aquella situación que vivisteis toda tu familia.

“El sentido de la vida es amar”. María Belón
Quote

“Ante el tsunami sentí el profundo dolor de no poder despedirme de mis hijos”

María Belón

01:06
María Belón. Casi te diría que surrealista, ¿no? O sea, estábamos en una piscina de un hotel idílico, en un espacio paradisíaco, tomando decisiones un poco como cotidianas, de esas que uno cree que controla, ¿no? Curiosamente, teníamos que hacer lavandería, porque llevábamos ya doce días viajando. Teníamos mucha ropa sucia de los niños. Y tomando decisiones, ¿no? «¿Qué hacemos? ¿Nos vamos a la lavandería tú y yo? ¿Dejamos a los niños aquí en la piscina?». Y, ¿quién sabe por qué?, en ese momento dijimos: «Oye, no, nos damos un baño, un chapuzón, y ya nos vamos». Y ahí estábamos, tomando un chapuzón para hacer lo que creíamos que estaba en nuestras manos luego. Hasta que… Bueno, cada quien en su lugar: Los niños jugando con su papá en el agua, tirándose la pelota; yo leyendo un libro que estaba muy apasionante, el libro de Zafón. Y, bueno, simplemente diciendo: «Pues nada, de aquí a media hora nos vamos». Y de repente empezamos a escuchar… Bueno, yo digo «empezamos», pero yo empecé a escuchar un sonido atronador, irreproducible, absolutamente paralizante. Y empecé a mirar a toda la gente a mi alrededor. Era como, si yo lo oigo ahora, pues yo te miraría a ti como diciendo: «Ignacio, ¿tú estás escuchando lo mismo que yo? No, seguro que lo estoy escuchando yo sola».

02:31

Porque era definitivamente como la sensación de que se estaba acabando el mundo. «Entonces debe de ser algo que está en mi cabeza, que no lo tengo registrado». Y, poco a poco, empecé a escuchar gritos. Todo el mundo medio paralizado, medio sin saber qué hacer. Los animales, sumamente agitados. Y ahí fue cuando me di cuenta de que sí que estaba pasando algo, porque los animales no pierden el tiempo. Y lo siguiente que vi fue… Pues palmeras cayendo y justo lo que ves en la película, ¿no? Una señora con su toalla corriendo, que yo pensé: «Bueno, debe de ser que hay una ola un poco más grande de lo normal». Y cuando vi lo que vi detrás, ¿en ese momento sabes lo que pensé? «Qué absurdos somos los seres humanos». O sea, lo que venía detrás era un muro negro. Un muro negro de unos diez o doce metros. Era de una dimensión como un edificio y esa mujer se preocupaba por salvar su toalla, por que no se le mojara la toalla. Claro, que acto seguido, lo que yo hice fue coger mi libro, para que ese muro negro no se lo llevara. Y ahí fue cuando dije: «Pues nadie me lo había dicho. Nadie me había contado que la muerte era física, era un muro negro. Y hasta aquí llegó la función, esto se acabó». Son milésimas de segundo, pero de repente el tiempo se para, es largo y es corto a la vez. Y en ese momento me cogió el profundo dolor de no poder despedirme de mis hijos. Yo grité…

04:03
Ignacio Grimá. Viste la muerte.

04:04
María Belón. Sí. El muro ese negro era un monstruo. O sea, yo no podía entender que eso era el océano, que venía hacia nosotros. Grité el nombre a mis hijos, les grité. Yo creí que me oían, pero no me oían, porque ya ese sonido tomaba todo. Y grité a Quique: «Los niños, los niños». Y lo último que vi fue a mi hijo Lucas con diez años sumergirse en la piscina. Pasan muchas cosas debajo del agua. Pasan muchas, muchas cosas. A cada quien lo suyo. Y el momento más duro es cuando… Personalmente mío, cuando yo emerjo. Cuando yo emerjo literalmente al otro lado del hotel, a la altura del techo, en una situación supercomplicada de shock, donde también tienes que seguir reaccionando. Y donde de repente, me veo sola. Me veo sola y, de repente, dices: «¿Y por qué?. Y, sobre todo, ¿para qué? ¿Para qué la vida me ha dejado sola?». En ese momento, me acordé de esa pregunta que yo tantas veces me había hecho en la vida de: «¿Para qué? ¿Cuál es el sentido de la vida?». Leyendo tantos libros, buscándolo en tantos lugares. Y en un lugar tan extraño y complejo, la vida te responde. La vida te responde: «Pues el sentido de la vida es amar». Entonces para mí fue un momento brutal, brutalmente duro. Darme cuenta de que ya, pues… Quique, mi compañero de vida, mis tres hijos: Lucas, Tomás y Simón, se habían ido. Y se habían ido para siempre, en un segundo. Entonces era como un coraje tremendo, tremendo. Decir: «¿Y yo cómo hago para aferrarme a la vida? Como hago para querer seguir viviendo si no tengo a quien querer?». Luego con el tiempo… Pues bueno, pasó lo que pasó, y también descubrí que hay tanta gente a la que querer. Tanta gente a la que querer…

“El sentido de la vida es amar”. María Belón
06:13
Ignacio Grimá. El amor, ¿verdad? Me imagino que en ese momento sería una mezcla de amor, una mezcla de miedo. ¿Cómo conseguiste reaccionar ante algo tan paralizante?

06:21
María Belón. Es difícil. Es lo que te comentaba. Que la situación de trauma es una situación muy compleja, donde el shock postraumático te mantiene entre dos aguas. Te mantiene entre creer que eso sí te está pasando y, sobre todo, te vas a un espacio paralizante donde crees que eso es el sueño que siempre has tenido, la pesadilla, y que eso no está pasando. Y eso es brutalmente paralizante. De hecho, lo vemos en las escenas de cualquier situación traumática, que hay tantas en la vida, donde ves gente deambulando como fantasmas. En nuestro caso no podíamos deambular, porque tenías que seguir flotando como pudieras. Pero durante mucho tiempo, mucho tiempo. En el hospital, en cualquier sitio, lo que yo veía en los ojos de la gente era lo que me había ocurrido a mí. Eran como muertos vivientes. Porque cuesta mucho volver a aferrarse a la vida. Cuesta mucho.

07:15
Ignacio Grimá. Ha habido una parte de la película que se repite. Aparece al principio y después al final. Los golpes. Todos esos… Ese trayecto por el río. No puedes ni respirar, estás recibiendo permanentemente arañazos, rasguños. Hay un momento incluso muy duro, en el que después, ya cuando estás andando, se te ve cómo está tu cuerpo lacerado. Y, sin embargo, alguna vez te he oído una expresión de que esa experiencia tan dura y, en ese momento imagino, tan aterradora, ha sido algo que te ha sido de mucha utilidad, incluso hasta bonito. ¿Cómo es posible eso? ¿Cómo podemos comprender los demás algo que no se nos puede pasar ni por la cabeza?

07:47
María Belón. Claro. Bueno, a ver, esto toma su tiempo. Sería de locos y sería absurdo decir que esa reacción y esa experiencia mía, o nuestra, fue inmediata. Claro que hay mucho tiempo de dolor, de superación, de… De pasarlo muy mal. Pero luego llega una segunda fase donde, efectivamente, vas, yo creo, que tomando la decisión, Ignacio. Y creo verdaderamente que es una decisión personal. Hay un momento donde tú tienes que decidir si ese dolor complicado, complejo, extraño, situaciones que no has vivido nunca, el shock postraumático, etcétera… Hay un momento que es como una «Y» en tu vida, donde dices: «¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Me quedo como víctima? ¿Me victimizo el resto de mi vida? ¿Tengo la excusa de decir: ‘Estoy mal y me he quedado mal por esto’, o escojo la otra vía?». No hay terceras vías. No hay medios caminos. Y esta otra vía es decir: «¿Qué hago para aprender lo que la vida me quiere enseñar?». Y esta vía, afortunadamente, mis hijos la escogieron. Quique la escogió y yo la escogí. Los tres chavales… Es brutal, cómo dijeron: «De esto hay que aprender y hay que tirar para adelante». Pasando previamente, y algunos todavía, por situaciones difíciles de sanación. Pero hay un: «Esto me lo ha puesto ahí la vida para aprender, para sacar más recursos, para entender, para conocerme, para despertar a la vida». Por eso es un regalo. Por eso esta experiencia es un regalo. Es que además no lo digo yo, no lo decimos las millones de personas que estuvimos ahí.

09:42

Es que es algo muy muy común. Hay mucha gente que ha pasado por situaciones mucho más difíciles que la nuestra. No hay comparación en situaciones difíciles, ni más ni menos, pero situaciones muy difíciles. Yo tengo la suerte de poder compartir experiencias con mucha gente y prácticamente todo el mundo que escoge esta vía de «quiero aprender de esto» te dice: «Es que es lo mejor que me ha pasado en la vida». ¿Sabes por qué, Ignacio? Porque te permite despertarte. Despertarte. O sea… Yo leí una vez una frase sufí que… No la entendí. Esa frase decía: «La humanidad vive durmiendo». Y yo dije: «Estos sufís son un poco raros». Y luego la entendí. Claro, es que se pueden vivir diez, veinte, treinta, cincuenta, setenta años. Se puede vivir durmiendo o se puede despertar. Entonces este es el regalo que te da esta experiencia. Te da la oportunidad de despertar en la vida.

10:48
Ignacio Grimá. Hay un momento que me pareció realmente impactante: El reencuentro con Lucas, con tu hijo. ¿Cómo fue eso? ¿Qué ocurrió en vuestras cabezas, en vuestros corazones? ¿Cómo se expresó todo eso?

10:58
María Belón. Bueno, el momento fue un poco movidito, con lo cual fue difícil de alguna manera dedicarse a eso. Ahí lo que había que hacer era sobrevivir, agarrarse, desligarse de todo lo que te volvía a ahorcar, a hundir, a bajar. Pero fue un momento maravilloso. Yo te diría que cuando ya llegó un poquito la calma, un poquito la calma, que fue en ese tronco donde nos agarramos, fue un momento maravilloso. Un momento de una… Es que no sé cómo decirlo para que no suene cursi, complejo o desviado, pero fue un momento de una espiritualidad inmensa. Inmensa. Donde los dos ahí, como desnudos, tuvimos una conversación preciosa, preciosa, sobre el miedo, maravillosa. A mí me gustan mucho los cuentos y yo les había contado muchos cuentos a mis hijos y a Lucas le gustaba mucho el cuento de ‘Juan sin miedo’. A mí también me gustaba mucho el cuento de ‘Juan sin miedo’, porque yo era una persona muy miedosa y me daba mucha envidia ese personaje que no tenía nunca miedo. Y ese cuento también era el favorito de Lucas. Y ahí Lucas me dijo: «Mamá, yo pensé que era un niño valiente, pero tengo mucho miedo». Y ahí me di cuenta de que los valientes necesariamente tienen mucho miedo. Y así se lo dije a Lucas en ese momento. Imagínate: En ese tronco, con la resaca, con todo a punto de… Le dije: «Lucas, gracias». Le agradecí, porque una de las cosas más bonitas de poderme reencontrar con mis hijos y lo que me enfadó tanto con la vida cuando me di cuenta de que mi sentido de vida se había diluido, fue sobre todo poder volver a agradecer. Me di cuenta de que yo agradecía muy poco. Y todo se puede agradecer. Cada cosa es gratuita y no te la mereces y la vida te la da. Y le di las gracias a Lucas. Por muchas cosas, pero entre otras por enseñarme que los valientes son la gente que tiene mucho miedo y decide seguir adelante.

13:12
Ignacio Grimá. Me choca mucho. Ya viste la muerte en ese momento, también imagino que sería un miedo paralizante. ¿Qué sensación se tiene en ese momento?

13:20
María Belón. Bueno, el miedo que sientes es un miedo que en la vida normal no experimentas. Afortunadamente no lo experimentas muchas veces. Yo lo llamo el miedo de supervivencia. Es un miedo real. En la vida muchas veces la gente tenemos miedos, pero son miedos inventados, imaginados, ilusionados, porque a los humanos nos gusta complicarnos un poquito la vida y para eso utilizamos el miedo. Realmente el sentido del miedo cuando los antropólogos hablan es… Y te lo cuentan, el miedo es un sentimiento absolutamente necesario para la supervivencia, porque si no, no estaríamos aquí como especie humana. Si el neandertal no hubiera dicho: «Yo no me fío mucho de ese tigre» y no hubiera huido, como raza hoy no estaríamos aquí. El miedo que sientes es un miedo de supervivencia. Es un miedo atronador, terrible, paralizante. Mira, te voy a contar una anécdota divertida que no he contado nunca y es que un mes antes de irnos a Tailandia, vivíamos en Japón. A mi hijo Lucas, con diez años, le hicieron hacer un trabajo en el colegio sobre los desastres naturales y él escogió los tsunamis. Entonces empezamos a investigar los dos juntos. Y un día le hice la pregunta. Le dije: «Oye, Lucas, ¿cuál ha sido el tsunami más devastador de la historia?» Y me dijo: «Mira, mamá, uno en Indonesia que parece ser que mató a 36 000 personas». Y yo le dije: «Lucas, ¿qué me estás contando? ¿Cómo va un tsunami a matar a 36 000 personas?». No puedes educar a un niño para ese miedo. Claro, luego este tsunami se llevó a 290 000 personas por delante. Sí puedes, y yo con Quique, con mi marido, sí hemos intentado educar a los hijos mucho, y no sé si esto es educarlos para afrontar miedos, pero sí para que sean conscientes y poseedores de su fuerza interior.

15:19

Lo primero para mí fue darles un espacio de seguridad. Una seguridad controlada y que ellos pudieran sentir que de alguna manera su vida no estaba en peligro. El siguiente paso, yo te diría que es ayudarles y acompañarles, sobre todo. Acompañarles a que ellos encuentren sus propios recursos de fuerza, porque muchas veces por suplirle una dificultad, un dolor, tú se lo quieres solucionar. Pero si tú le solucionas, no le ayudas a que él encuentre sus propios recursos. Y otro paso que yo también he hecho mucho con mis hijos ha sido ser sincera en compartir mis sentimientos con ellos. Una vez está establecida esa seguridad donde saben que mamá y papá me van a cuidar, cuando ya es el momento, tú les puedes compartir: «Yo también tengo miedo. Yo también he tenido miedo». Lo dejas en el cole el primer día, en la guardería, y llora. Está bien que tú le digas: «Yo también tuve miedo el primer día, ¿pero sabes qué? Encontré una amiga maravillosa que me ayudó. Encontré…». Entonces, ir compartiendo la sinceridad de tus emociones. Así el niño consigue no sentirse un extraño frente a ti, ¿no? «Yo tengo miedo a la oscuridad, pero mi mamá no la tiene». Porque entonces el niño esconde sus miedos. Y yo he sido una persona muy miedosa. No me ha sido difícil compartir los miedos con mis hijos.

“El sentido de la vida es amar”. María Belón
Quote

“Hemos intentado educar a los hijos para que sean conscientes de su fuerza interior”

María Belón

16:55
Ignacio Grimá. Tú viviste una situación aterradora y después has tenido que vivir un post situación y con los hijos, que me imagino que también tendrían muchísimo miedo después. Sobrevivisteis. Tuvisteis la inmensa fortuna de seguir adelante. Pero, claro, ahí quedarían seguro muchísimas secuelas. ¿Cómo afrontarte después toda esa etapa posterior?

17:14
María Belón. Bueno, la etapa que viene después es una etapa que no es sencilla, que no es fácil. De vez en cuando en la vida nos pasa, ¿no? Nos pone ante situaciones más fáciles, más disfrutables y más difíciles. En ese caso, la situación no fue fácil. Primero porque, ante todo, porque la vida sigue. La vida sigue y tú tienes que cargar con ese lastre, no tuyo físico, emocional, sino el de tres chavales, el de un marido… El trauma es algo que deja una huella. «Trauma» en griego quiere decir «herida». Entonces la herida tiene su momento. La herida… Pues, bueno, como todas las que yo tengo en mi cuerpo, que son preciosas marcas y tatuajes. La herida tiene un momento inicial complicado, doloroso, donde duele, donde imposibilita, donde invalida. Y ese espacio hay que dedicarlo a sanar. A darle un espacio y un tiempo a sanar. Luego ese trauma, esa herida, tiene una cicatriz. Y la cicatriz lo que hace físicamente metafóricamente es muy claro, ¿no? La cicatriz no crece contigo. Mis hijos siempre dicen: «Mamá, ¿te acuerdas de aquella cicatriz tan grande que yo tenía aquí? Se quedó pequeñita». Bueno, pero al no crecer la cicatriz, metafóricamente también te está diciendo que no te permite crecer. Te deja restringido en un espacio donde lo importante es que esa cicatriz quede como pasado. De alguna manera, el trabajo que afrontamos todos como familia, como individuos, fue conseguir que esa cicatriz forme parte del pasado, que no sea algo que todavía se despierta en el día a día. Porque el trauma es lo que hace. La experiencia traumática es tan complicada, es tan difícil, es tan compleja en la vida, porque muchísima gente tiene experiencias traumáticas que arrastra de veinte, treinta años, que todavía son presente. Entonces eso es lo que es importante, ¿no? El proceso de sanación todavía dura.

19:31
Ignacio Grimá. Todavía dura, claro.

19:31
María Belón. Todavía dura. No… No es fácil decir: «Eso se acabó». Hay una pregunta que me hacen muchas veces: «¿Y cómo lo superaste?». Y digo: «No, nosotros…».

19:41
Ignacio Grimá. No se supera.

19:41
María Belón. «Nosotros no lo hemos superado. Nosotros lo sobrellevamos». Creo que superarlo habla de super… No sé, de superhombres, de supermujeres que no lo somos. Los seres humanos sobrellevamos esa experiencia y, si tienes la suerte de pasar al lado ya de la sanación y del aprendizaje, es una bendición en tu vida.

20:05
Ignacio Grimá. María, has hablado de una decisión, de una elección, que tienes que tomar en ese momento, que eligen tus hijos en ese momento y de un aprendizaje en ese momento. ¿Cómo llevas después ese aprendizaje al resto de tu vida? Afrontando situaciones realmente complicadas, con unos recuerdos que, imagino, serían durísimos. ¿Cómo lo has conseguido y cómo lo habéis conseguido como familia?

20:25
María Belón. Bueno, aquí es donde mucha gente cree que cuando una persona pasa por experiencias de este tipo, yo a veces hago la broma de que creen como que estás tocado por un polvo mágico que te hace que aprendas y que esto permanezca en tu vida. Nada más lejos de la realidad. Es decir, tú aprendes un montón de cosas, pero la opción es diaria. La opción es diaria. Es elección con elección, decisión con decisión. ¿Qué hago? ¿Me vuelvo a olvidar de lo aprendido? Porque es tan fácil olvidarse de lo que has aprendido, es tan fácil, ante una situación difícil, catastrófica, complicada, llenarse de aprendizaje, de propósitos y luego poco a poco ir cayendo en las trampas. Porque la vida, estarás conmigo, Ignacio, que te lanza una cantidad de trampas y de despistes brutales. Y ahí puedes irte perdiendo de nuevo. Y es una elección. Es que es una lección de cada día de: ¿Qué hago? ¿Quiero seguir siendo coherente con quien he aprendido a ser o quiero hacerme la tonta? También es cierto que la vida, que siempre digo yo que es muy generosa, porque es muy generosa, no te da un tsunami en la vida. Te da unos cuantos. Te da unos cuantos tuyos, de gente cercana… Y eso te permite siempre volver a recordar, volver a quedarte en ese espacio de aprendizaje, de despertar a la vida de verdad.

22:02
Ignacio Grimá. Vuestra historia como familia fue una historia de miedo. Fue una historia de superación ante el miedo. También me impactó ver que es una historia llena de momentos de generosidad. ¿Cómo es posible? Hasta en el peor de los escenarios, de ser generoso, de compartir y de ayudar.

22:17
María Belón. Bueno, esta solidaridad que yo recibí, esta solidaridad en forma de gente ayudándonos, pues en mi caso fue la persona que me vino a buscar a mí, ese al que yo llamo «mi papá tailandés». Mi papá tailandés, es esa persona tan delgadita, tan flaquita, que tuvo que cargar con este montón de peso muerto de arrastrarme durante casi tres kilómetros en una situación muy difícil y donde a ratitos yo también me quería rendir. ¿Y sabes qué regalo me hacía, Ignacio? ¿Sabes qué regalo tan bonito me hacía? Me pegaba un cachetón. Me pegaba un cachetón para despertarme.

22:56
Ignacio Grimá. Para reaccionar.

22:57
María Belón. Y me decía, pegando sus ojos a los míos, me decía: «Kem Kang Noi». Significa: «Sé fuerte, aguanta un poquito más». Y, efectivamente, buscamos la traducción de la frase, que yo entendía. Porque yo la entendía y yo no hablo el dialecto tailandés que hablaba mi papá tailandés. Pero en ese momento, los idiomas no hacen falta. Hay un lenguaje universal donde mi papá tailandés me estaba pidiendo, igual que mi papá español: «María, la vida es dura, hay que aguantar y, si puedes, un poquito más. Y yo, para ayudarte, necesito que tú me ayudes a mí». Y me pedía que mirara a Lucas. Me decía: «Mira a tu hijo. Mira a tu hijo». Me lo dijo un montón de veces. Y eso despierta a cualquiera. Yo miraba a Lucas, veía esa cara de pavor y de terror, porque yo entraba en proceso de muerte, y decía: «María, un poquito más, un poquito más». Y seguíamos. Y ahí seguimos. Como seres humanos, estamos aquí porque hemos sido ayudados. No hay de otra. O sea, la solidaridad, que además es una palabra preciosa que viene de «sólido». Viene de «sólido». Es algo que nos hace a los seres sólidos. La definición es tremenda, porque dice «hacer tuya la causa del otro». Y realmente fue brutal la experiencia en Tailandia. Fue brutal ser ayudado por la gente de las aldeas, por gente anónima. Todos fuimos ayudados. Todos nos sentimos hijos, hijas, hermanos y hermanas de esos que nos venían a ayudar. Porque el cuidado era brutal, era brutal.

24:44

Y lo más fuerte, Ignacio, es que esa gente no nos venía a buscar a nosotros. Estaban en búsqueda de sus hijas, de sus madres, de sus hijos, y cada vez que nos veían a uno de nosotros, hacían suya la causa de nuestra vida. Y fue brutalmente conmovedor, emocionante, gratificante. Y ahí… A mí, ahí la vida me dio vueltas completamente. Yo no tenía ni idea de que la solidaridad es hacer tuya la causa del otro. También es verdad que, cuando despiertas, a todo esto, la vida es un poquito más difícil. Es un poquito más difícil, porque hacer tuya la causa del otro te hace que sea muy difícil ver un telediario. Muy difícil. No abarcas a todo, no lo puedes hacer todo, pero… Creo que a cada quien nos toca poner nuestro granito de arena para ayudar a la persona que te está pidiendo ayuda. Cuando sientes ese llamado es… Es que sin ti no van a poder seguir adelante. Y somos algunos tan privilegiados, tan privilegiados. Y hay gente que tiene vidas tan difíciles y tan duras, que si no estamos ahí los demás, pues nada, ¿no? Y luego es tan bonito sentir cómo alguien es capaz de hacer suya tu vida. Una vida tan desconocida, tan insignificante, tan… Que, además, no te preguntaban nada. No les daba… No les importaba nada. No les importaba si coincidías en ideas políticas, en sexo, en religión… No les importaba nada. Eras un ser humano e iban a darlo todo para ayudarte. ¿No? ¿Cuánto discurso escuchas hoy en día? Que me duele en el alma, me duele en el alma. De si vale la pena ayudar o no ayudar porque no tienen determinado pasaporte, determinado… Cuando tú te encuentras ahí y recibes la solidaridad del otro, te das cuenta de que ser egoísta es tener demasiado miedo a la vida.

“El sentido de la vida es amar”. María Belón
26:59
Ignacio Grimá. Vosotros habéis logrado transformar ese dolor, como hablabas, de sobrellevarlo. No superarlo, pero sí sobrellevarlo. ¿Cuánto tiempo duró toda esa situación posterior? ¿Cómo lo afrontasteis? ¿Qué cosas os funcionaron como familia a la hora de tener que afrontar ese día después de una situación así?

27:16
María Belón. Me dices: «¿Cuánto tiempo duró?». Todavía dura, Ignacio. Todavía dura. La sanación y el ponernos bien todavía dura. Y está muy bien que todavía dure. Está muy bien porque los traumas marcan en la vida. Son una manera de poder enfrentarte a la vida de una manera diferente, pero hay que darles espacio, hay que darles paciencia a estas heridas tan profundas. Esto me viene a referencia que muchas veces escucho a gente que dice, impacientemente, a una persona que ha pasado por una situación difícil: «Pero, oye, ya, tú. Es que ya… Esta persona me pone nerviosa. Hace ya tres años de su accidente». Y yo siempre le contesto: «Hace solo tres años de su accidente». El proceso de ponerse bueno yo creo que dura mucho tiempo y probablemente nunca… Bueno, seguro. Probablemente, no. Seguro que nunca volveremos a ser los que fuimos afortunadamente. Afortunadamente. Pero sí es verdad que hay que ponerle mucha atención. Hay que ponerle mucha atención, porque la situación no es fácil. En nuestro caso, además, toda la familia estuvo implicada, con lo cual todos pasaban su duelo, su curación física, mental. Y eso es complejo. Es complejo porque cuando una situación traumática golpea a una familia, todos están golpeados. Todos los individuos están golpeados. Entonces es muy fácil despistarse, ¿no? Y con el que hace menos ruido decir: «Bueno, pues este va bien». No, no. Porque el que hace menos ruido a lo mejor lo que está es cuidando y respetando el momento del que hay que ocuparse de más. La situación del shock postraumático es compleja. Es complicada. La situación traumática es complicada. De hecho, yo tengo la fortuna de estar formándome ahora en esto. Creo que, si en algo puedo ser un poquito útil en lo que me queda de vida, es en echar una mano para que la gente que ha pasado situaciones traumáticas, que es mucha.

29:15

Es mucha, porque un trauma no es un tsunami. Esto es algo excepcional y difícil. Son inundaciones, son actos terroristas, son agresiones sexuales, son maltratos familiares, son privaciones en la infancia. Todo esto deja una herida en el cuerpo, la deja en el alma, la deja en la mente. Hay estudios recientes importantísimos de cómo el trauma deja un daño cerebral y esto hay que cuidarlo. Hay que cuidarlo, hay que darle su tiempo, darle su atención profesional, su atención familiar, su atención de amor, su atención de paciencia. Pero todo se cura. Todo se cura. Esto también es una experiencia tan bonita. El ser testigo de cómo vi a mis hijos, de cómo estuve yo en algunos momentos y de cómo estoy ahora, a mí me genera mucha esperanza de decir: «Es que todo se cura si tienes ganas de curarte». Por ejemplo, en nuestro caso, la manera de ir superando la situación complicada… Bueno, de irla sobrellevando, de irla sanando, de irla curando, de irla cicatrizando, fue muy individual. Fue… Cada uno tuvo sus ritmos. Para mí fue importantísimo que se respetaran nuestros ritmos. Cada quien tiene un ritmo. Y es muy importante respetarlo. Porque si una persona quiere hablar de esa situación es porque ya está lista. Si una persona o un niño dice: «Yo no quiero hablar». En mi caso, uno de mis hijos, que dijo: «Yo no quiero hablar más de esto».

30:54

Por algo sería. Habló. Diez años después, habló. Pero necesitó esos diez años de respeto y de entendimiento para que le ocurrieran cosas dentro. Entonces, tener muy claro que no hay recetas generales. Cada persona es distinta, cada ritmo es distinto, cada pasado es distinto, los recursos son distintos. Yo tengo un hijo que… Pues mira, doce años después, ha sacado situaciones de estas, las hemos podido hablar, le hemos podido poner nombre, porque esto es importantísimo. Saber lo que te está pasando, poderlo comunicar, poder ponerle nombre, darle la importancia que corresponde. Muchas veces, por miedo a tocar el dolor, mucha… «Mamá, papá…». «Ah, déjate, esto es una tontería, no pasa nada». A veces hace que obvies cosas que son signos muy importantes. Entonces, hay que ponerle nombre, hay que buscar ayuda y hay que respetar los tiempos. Y hay que probar, porque a veces un tipo de ayuda te sirve, hay que seguir adelante. A lo mejor un tipo de ayuda tiene un tiempo y sientes que hasta aquí has llegado y hay que dejarlo y hay que probar otra cosa. Es como que hay que ser muy respetuoso con lo que tú te sientes a gusto, lo que te ofrece. Pero el punto fundamental es ponerle nombre a lo que te está pasando, darle importancia y pedir ayuda.

32:28
Ignacio Grimá. Hay una última pregunta que te quiero hacer. Hemos hablado de miedos. Nos has hablado de cómo afrontar esos miedos, de cómo sobrellevarlos. Estamos hablando del miedo más insuperable, una ola enorme que te viene. ¿Cómo has sobrellevado después tú a afrontar ese miedo al agua? Como una hasta metáfora de lo desconocido, pero también lo abismal que te viene encima.

32:49
María Belón. Pues es una pregunta muy bonita, porque de alguna manera, cuando uno pasa una situación traumática, hay una reacción inicial, lógica y buena que hay que respetar. Lo que hablábamos antes, que hay que respetar. Que es «aléjate, evita», que se llama, «de evitación». Evita pasar por esa calle donde te asaltaron, evita pasar por la curva donde tuviste el accidente, evita regresar al mar… Y está bien. Pero creo que hay una parte y una fase del proceso de sanación en la que está muy bien volverte a reconciliar con ese lugar, con ese espacio, con esa persona, con esa fuerza de la naturaleza. En nuestro caso fue el mar. Fue… Pues bueno volver al mar sabíamos que era un símbolo importantísimo. A nosotros Tailandia, no me preguntes cómo, Ignacio, consiguieron localizarnos a todas las víctimas ahí donde habíamos ido a parar. Así que un mes de noviembre nos llega a nuestra casa de Alcobendas una carta del consulado tailandés, invitándonos a toda la familia a volver el 26 de diciembre a la playa de Kaho Lak para hacer un ritual. Nosotros no podíamos volver. Por circunstancias médicas, yo no tenía la posibilidad de volar un viaje tan largo. Pero entonces sí tomamos una decisión en equipo, una decisión en equipo. A pesar de que había miembros familiares que querían haberse acercado antes al mar, dijimos: «Aquí salimos todos y todos volvemos juntos». Es muy importante que los que ya están listos solamente tienen que tener un poquito de paciencia para esperar a los demás.

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Entonces pensamos que era el momento adecuado. El 26 de diciembre de 2005 decidimos, a la misma hora en que se hacía la ceremonia en Tailandia, volver al mar. Volver al mar no de cualquier manera, era un 26 de diciembre, hace frío en España. Entonces volvimos a una playa donde Quique y yo habíamos sido sumamente felices, donde habíamos pasado largos ratos de nuestro noviazgo, donde habíamos llevado a Lucas como bebé. Y dijimos: «Bueno, pues como el mar es el mismo mar, porque el mar es el mismo mar, pues vamos a hacer un ritual». Entonces lo preparamos entre todos. Todos pusimos ideas, todos quitamos. Y lo que decidimos fue comprar un poquito de barro… Poner dos trozos de barro en nuestras manos. En la mano derecha y en la mano izquierda. Y apretar fuerte esas dos figuras, muy fuerte. Y la idea era que en esas figuras quedara la fuerza que nos había regalado la experiencia. La fuerza y los regalos que nos había dado la experiencia.

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Una se la devolvimos al mar. Nos metimos al mar todos y le devolvimos una de las figuras como agradecimiento al mar y también para reconciliarnos con él. Y la otra la secamos y la guardamos. Y la tengo en casa, en una cajita, y a veces, cuando algunos de nosotros, por las circunstancias que sean, flaquea un poquito, que todos flaqueamos de vez en cuando en la vida o vuelven, regresan, tsunamis complicados, yo siempre abro esa caja. Y la enseño. Y yo miro muchas veces esa caja. Porque ahí simbólicamente están la fuerza y el aprendizaje que en estas experiencias se dan. Y yo desde aquí invito mucho a que la gente vuelva a recuperar los rituales. Chiquititos, sencillos, pero que lo que te dejan es un símbolo al que volver y que te rememore de nuevo esa tentación de olvidar los aprendizajes. Que haya un recuerdo. Que digas: «No, yo esto ya lo aprendí. Lo tengo que seguir usando». Así que esa fue la vuelta al mar. Hoy en día, bueno, qué te cuento yo, lo forofos que somos, porque nos fascina el mar. Nos fascina el mar. El mar es un lugar maravilloso. Maravilloso. Al que regresamos continuamente. Mis tres hijos son surferos tremendos. Yo lo intenté, pero me dijeron: «Mamá, por favor, ya no queremos pasar más vergüenza en la playa». Pero, bueno, nadamos en el mar, visitamos el mar. Nos encanta el mar en verano, en invierno, en primavera. Y ahí están los tres chavales acercándose continuamente al mar, siendo mis maestros de vida y tirando adelante con sus travesías.

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Ignacio Grimá. María, la verdad es que me ha encantado tu ejemplo. Me ha encantado tu sonrisa. Me han encantado los ejemplos que yo me llevo como padre. La verdad es que ha sido un auténtico placer estar contigo hoy y, sobre todo, tan enriquecedor.

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María Belón. Pues el placer ha sido mutuo. A mí me ha encantado esta charla entre tú y yo y me han encantado las preguntas que me has hecho y lo que hemos podido compartir.

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Ignacio Grimá. Muchísimas gracias, María.

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María Belón. Gracias a ti, Ignacio.