COMPARTIR
Generated with Avocode. Path Generated with Avocode. Rectangle Copy Rectangle Icon : Pause Rectangle Rectangle Copy

El secreto para que tus hijos amen los libros

Miguel Salas

El secreto para que tus hijos amen los libros

Miguel Salas

Doctor en Literatura y profesor


Creando oportunidades

Más vídeos sobre

Miguel Salas

¿Cómo fomentar el hábito de la lectura en los niños? Miguel Salas, doctor en Literatura y profesor, responde contundente: “Buscamos un ocio muy fácil que nos evada a cambio de muy poco, viendo la tele, consultando el móvil o jugando con él”. Pero añade: “Si estamos dando este ejemplo a nuestros hijos, es muy difícil que ellos cojan un libro”.

En su último libro (‘En plan lector: Sobrevivir a la adolescencia sin dejar de leer’) Salas propone algunos consejos para ayudar a los padres en este sentido: buscar momentos de lectura en familia, escuchar audiolibros en el coche o colocar una estantería en la habitación de nuestros hijos, con el objetivo de que construyan su propia biblioteca desde pequeños. Para él, también existen causas sociales que afectan a la lectura, porque “exige de concentración, de profundización, de serenidad, de silencio… pero la sociedad en la que vivimos fomenta lo contrario: la dispersión, la multitarea y el cambio de foco en nuestra atención, sobre todo a causa de las pantallas”. Sin embargo, añade, “es importante recordar que la lectura mejora nuestra atención”, especialmente en los niños y adolescentes: “Estamos viendo serios problemas en nuestros alumnos para mantener la atención y la concentración, algo muy preocupante”, explica. Miguel Salas defiende que leer fomenta la imaginación, la evasión y la reflexión. Algo que considera indispensable en los tiempos que vivimos: “Cuando una persona está concentrada leyendo, el 99% de su interacción con el entorno se bloquea”. Por esto, “es una de las actividades más relajantes que existen”. Como apasionado de los libros, señala la necesidad de retirarnos de vez en cuando a un mundo de imaginación, aprendizaje y disfrute, para poder cargar pilas y volver con más energía a nuestras tareas diarias. “Algo fundamental que todos necesitamos hoy en día”, concluye.


Transcripción

00:07
Loli Pérez. Hola, Miguel. Mi nombre es Loli. Soy diseñadora de interiores y tengo dos hijos: una chica de 19 y un chico de 17. Es un placer entrevistarte.

00:14
Miguel Salas. Muchísimas gracias, Loli. Encantado de conocerte y encantado de estar aquí, claro.

00:19
Loli Pérez. Miguel, eres doctor de literatura y de literatura comparada. Has sido profesor y doctor en diferentes universidades del mundo y actualmente eres profesor de Lengua y Literatura en chicos adolescentes. Me gustaría que nos hablaras un poco de cómo inició el amor a los libros.

00:37
Miguel Salas. Bueno, pues el amor a los libros inició, como casi siempre, porque mi familia es muy lectora. Mis padres son muy lectores, mi padre estudió filología como estudié yo y en mi casa siempre ha habido muchos libros. Mis padres siempre han leído mucho, mis abuelos ya leían también, y, sobre todo, nos han dedicado mucho tiempo a mí y a mis hermanos. Nos han leído mucho desde que éramos pequeñitos. Todos los días. Nunca se han cansado de repetirnos los cuentos, a pesar de que se lo pedíamos muchísimas veces, y siempre han intentado llevarnos a las librerías, a las bibliotecas, a la Feria del Libro. Siempre han intentado fomentar ese amor por los libros en casa y en el caso de mis hermanos y en el mío, lo han conseguido. La verdad es que nos gusta bastante leer. Casi el 80 % de los niños reconocen que la gente que les ha animado a leer han sido sus familias, ¿no? Sus padres, sus hermanos mayores, sus abuelos… Y, por lo tanto, la clave de que los niños se conviertan en buenos lectores suele estar en una combinación, por supuesto, entre la escuela y la familia. Los libros en la infancia para mí son una oportunidad, igual que en la edad adulta, pero sobre todo en la infancia, una oportunidad de abrirse al mundo, de vivir otras vidas, de viajar a lugares que uno no sabe situar en el mapa todavía cuando es muy pequeñito. Me acuerdo de un libro estupendo que me leía mi padre que se llamaba «¡Qué bonito es Panamá!» y yo decía: «¿Dónde estará Panamá? ¿Será un sitio de verdad, será un sitio inventado?». Es una manera de abrirse a otras realidades, de conocer cómo es la vida de otras personas, de hacerte preguntas que por ti mismo no te vas a hacer, a lo mejor, y te incentivan a preguntarte cosas nuevas.

El secreto para que tus hijos amen los libros. Miguel Salas, doctor en Literatura y profesor
02:12

Entonces, al final, cuando estás rodeado de gente apasionada por la lectura, que busca un ratito todos los días para poderse poner delante de un libro y abrirlo, e irse a otro lado en el fondo, porque eso es la lectura, pues uno se pregunta qué es lo que ven en ello. Por qué de repente mi padre o mi madre están ese ratito leyendo, buscan ese momento. Y cuando los libros te empiezan a llegar, cuando esas historias empiezan a tocarte, es cuando lo entiendes. Porque a través de la imaginación se puede viajar a un montón de sitios, y eso cuando eres pequeño es muy importante. Viajar tanto en el tiempo como en el espacio, es decir, todas esas pasiones que tenía yo de pequeño por otras épocas, porque las leía en los libros y me entusiasmaba de repente, y cómo era la vida en Grecia, o como era la vida en Roma… Pues todo eso es lo que te permite la lectura en el fondo. Es una posibilidad, sin moverte de tu cama o de tu sillón, de viajar a otros lugares y otras épocas.

03:06
Miguel Salas. Tu último libro es como una defensa a la lectura en los adolescentes. ¿Qué les aporta? ¿Qué le puede aportar a un adolescente la lectura?

03:14
Miguel Salas. Les puede aportar infinidad de cosas. Si empecemos por lo más elemental, les aporta un desarrollo de la capacidad comunicativa importantísimo. Un niño que lee es un niño que se expresa mejor, es un niño que comprende mejor. En los colegios nos encontramos muchas veces, les pasa a mis compañeros de matemáticas o de física, niños que no son capaces de resolver un problema porque no han entendido el enunciado. Es decir, la capacidad de leer es la capacidad de comprender lo escrito, de comprender también lo que te están diciendo, lo que te están transmitiendo oralmente porque también la lectura afecta positivamente a la comprensión oral y a la expresión oral. Partiendo de eso y del evidente aumento de vocabulario, la lectura aporta muchas más cosas. Aporta, primero, un desarrollo importante de la imaginación, que es fundamental porque ahora somos mucho más audiovisuales. Pero cuando uno lee un libro necesita más de la imaginación que cuando ve una película, porque hay mucha más información que está por completar y por eso nos pasa lo que nos pasa cuando leemos un libro que nos gusta mucho y luego vamos a ver la versión cinematográfica y decimos: «Pero qué barbaridad, ¿cómo se imaginaba este personaje así o esta casa asá, si yo me lo había imaginado mejor?». Toda esa manera de enfrentarnos a la lectura, toda esa necesidad de completar una información que tenemos cuando estamos leyendo, estimula la imaginación muchísimo. Y la imaginación es fundamental para todo, no solamente para desarrollar una carrera en las artes, por ejemplo, para ser escritor o para ser pintor. Sin imaginación tampoco existiría la ciencia. Un buen científico es una persona imaginativa, es una persona capaz de concebir realidades nuevas, de plantear hipótesis nuevas, y para eso es fundamental. Pero además de todo eso, la lectura tiene una gran función social. Primero, una función igualadora, porque está más que demostrado por decenas de estudios o incluso por cientos de estudios, diría, que la lectura está directamente relacionada con la ejecución de los niños luego en el colegio. Hay estudios que relacionan directamente el número de libros que hay en una casa con el éxito escolar de los niños.

05:17
Loli Pérez. Interesante.

05:18
Miguel Salas. Es decir, que si están rodeados de libros y están acostumbrados a leer, si ven a otras personas leer, van a tener más oportunidades de estudiar carreras, y luego, evidentemente, de tener un éxito laboral mayor. Esto hace que la lectura sea fundamental incluso para acercar o para limitar la brecha social. Gente que viene de familias en las que el nivel cultural no es alto, en las que no… Por ejemplo, se me ocurre un ejemplo, familias de inmigrantes, ¿verdad? Que no dominan el idioma, que no están acostumbrados a manejarse con la literatura del idioma de acogida, ¿verdad? Si a esos niños en el colegio, conseguimos incentivar la lectura, si conseguimos que desarrollen una pasión por esos libros, van a tener muchas más facilidades el día de mañana para adaptarse a la sociedad a la que han migrado. Cuando vienen familias, por ejemplo, en las que no se lee, la relación del niño con el libro es muy diferente. Cuando ves un niño que está acostumbrado a manejar libros, al que le han leído desde pequeño, trata los libros con naturalidad, los coge, los deja, los abre, los consulta, porque es algo que forma parte de su entorno. Pero hay veces que vienen niños que no han visto un libro en su vida. Y esos niños van a los libros con recelo muchas veces. Van con un sentimiento de inseguridad e incluso de inferioridad, porque son niños normalmente que han tenido problemas de lectura y esos problemas de lectura, de lectoescritura les ha llevado a dificultades de aprendizaje en otras asignaturas. Claro, hay un momento muy delicado antes de la adolescencia, que es cuando los niños pasan de aprender a leer, a aprender a través de la lectura. Es decir, empiezas a estudiar biología, empiezas a estudiar geografía, empiezas a estudiar matemáticas y todos esos conocimientos vienen a través de la lectura.

07:04

Si esa lectura es deficiente, si yo no he conseguido un buen nivel de lectura, mi relación con el aprendizaje, con el colegio, con los libros, va a ser difícil. Gregorio Luri, que es un filósofo, un profesor, probablemente la mente más lúcida ahora mismo de la actualidad española en cuanto a estos temas, recuerda un dato que es muy llamativo, que es que a los 20 meses de edad, un niño de un entorno familiar cultural alto, domina unas 200 palabras. Y un niño de nivel sociocultural bajo domina 20. La diferencia es abismal. Un mundo de 20 palabras no es igual que un mundo de 200 palabras. Si tú llegas al colegio con un dominio de un vocabulario amplio y te empiezas a enfrentar al aprendizaje con un vocabulario del que tú te sientes seguro, evidentemente la autoestima, para empezar, el éxito académico y todo eso, va a ser mucho mayor. Entonces, hay niños a los que hay que quitar esos prejuicios. Lee lo que te dé la gana. Si te apetece leerte una cosa que parece para mucho más pequeños, léetela. Si no te gusta, déjala, cógete otra cosa. Y, sinceramente, si me tengo que ir al quiosco y comprar una revista de motos a un niño porque no se siente seguro enfrentándose a un libro, voy y se la compro. Lo importante es que le coja gusto a leer. Entonces, si tú consigues que ese niño, aunque sea en un nivel más bajo al que corresponde a su edad, coja gusto a la lectura, que vaya adquiriendo un hábito… Eso solo puede ir a mejor. Por eso a mí me parece fenomenal que lean tebeos, me parece fenomenal que lean revistas. Lo que sea que les interese, porque lo importante es que da igual el interés que tengas, va a haber un libro, va a haber una revista, va a haber un cómic que hable sobre eso, porque hay un montón de publicaciones.

08:50

Hacer que se sientan cómodos en la biblioteca, que lo conviertan en un lugar de paz, de tranquilidad, donde ellos están disfrutando. No en un sitio de examen, no en un sitio en el que se les está juzgando porque ellos no leen tan bien como los demás. Poquito a poco va a ir mejorando y esto es exponencial. La mejoría que se percibe en un alumno que ha cogido gusto a la lectura y que ha empezado a leer por placer es enorme. Y tenemos casos de esos todos los años. Este año me decía una madre: «Mi niño no se había leído un libro en la vida y, gracias al plan lector que habéis aplicado en el colegio, este año se ha leído ya seis». O un niño que no leía nunca y de repente, el plan lector es una vez a la semana, aparece en la biblioteca el jueves, que era el día de lectura, y me dice: «Miguel, tengo que coger otro libro porque me estaba gustando tanto el otro que me lo he comprado y me lo he leído en casa». Esos pequeños éxitos son los que van a permitir a estas personas desarrollar las habilidades que les hagan más fácil la enseñanza. Pero no solo eso, sino que creo que la lectura es capaz de fomentar la empatía bien dirigida. Es capaz de poner a los niños ante un espejo, de entenderse a sí mismos a través de lo que otros han escrito. Al fin y al cabo, y esto se lo digo mucho a mis alumnos, una biblioteca es una selección de las mejores mentes de toda la historia de la humanidad, de todos los países, incluso de países extranjeros de los que tú no conoces la lengua, que han sido traducidos a tu lengua para que los tengas ahí. Y les digo a los niños, a los que son muy futboleros: «¿Os imagináis una selección de fútbol en la que los mejores de toda la historia de la humanidad jugaran en un mismo equipo?». Pues eso es la literatura en una biblioteca.

El secreto para que tus hijos amen los libros. Miguel Salas, doctor en Literatura y profesor
10:29

Tú tienes millones de libros que han hablado de la existencia de lo que es ser una persona, del ser humano a lo largo de tantos siglos. Y, cuando accedes a ellos, eres capaz de emocionarte con ellos, de comprenderte a ti mismo, de ver en ellos, por ejemplo, se me ocurre en «La Ilíada», que es un texto griego antiquísimo. Cuando Héctor se va a enfrentar a Aquiles, que es el guerrero más temible de los griegos. Y sabe que va a morir porque a Aquiles es muy difícil matarlo, no es exactamente inmortal, pero es muy difícil matarlo. Es el guerrero más peligroso de la época, ¿verdad? Y le está llamando y lo va a matar. Y él se despide de su mujer y de su hijo. Él es un hombre joven. Es el mejor guerrero de los troyanos. Es un hombre valiente que tiene toda la vida por delante. Es el hijo del rey. Tiene una mujer maravillosa con la que se lleva estupendamente, un hijo recién nacido y se despide de ellos sabiendo que va a morir, que no va a volver a verlos. Es decir, la capacidad de un texto tan antiguo que te está hablando de una experiencia tan humana, de emocionar a una persona tantos siglos después, una persona que no ha tenido jamás esa experiencia. Te estoy hablando de un adolescente porque yo era adolescente cuando leí «La Ilíada», que no ha tenido hijos, que no se ha casado y sin embargo es capaz de entender la profundidad, la emoción del momento. Eso es algo que nada más que la literatura puede aportar. Entonces, te reconoces, te identificas con lo que lees, aprendes de ti mismo, te pones en el lugar de los demás. Entonces, socialmente, la literatura, tanto individual como socialmente, creo que tiene mucho más valor que el que le damos cuando hablamos de expresión oral, de aumento de vocabulario y de todo ese tipo de cosas.

12:08
Loli Pérez. También te he escuchado decir que es fundamental la lectura para ensimismarse y para evadirse.

12:13
Loli Pérez. Sí.

12:14
Loli Pérez. ¿Nos puedes hablar un poco más de ese punto?

12:16
Miguel Salas. Claro. El ensimismamiento es un concepto que utilizamos en español con mucha ligereza. Decimos: «Está ensimismado», como con desprecio, ¿verdad? Y, sin embargo, «ensimismarse» significa «meterse dentro de sí mismo», es decir, «acudir a la propia intimidad, al propio interior». Y eso es algo que favorece la lectura. Hay un concepto que es el concepto de «flow». El «flow» sería ese tipo de actividades… Las actividades con «flow» serían esas actividades que son capaces de ensimismarnos, de manera que el mundo, el entorno desaparece. Nuestras preocupaciones desaparecen y somos capaces de centrarnos en una actividad de manera tan perfecta que es casi como si estuviéramos meditando. Esto es algo, por ejemplo, que en la cultura japonesa es muy habitual, ¿verdad? Esa manera de preparar el té, la ceremonia del té o de cultivar un bonsái, de organizar las flores cuando hacen «ikebana». La idea de que la acción perfecta, en perfecto ensimismamiento, en perfecta concentración, es una acción de por sí buena, ¿no? Es decir, que más allá de lo que estés haciendo, lo importante es cómo lo hagas. Bueno, pues la actividad humana que contiene más «flow», digamos, este fluir, esta capacidad de arrastrarte hasta unos niveles psicológicos más profundos es la lectura. Está completamente demostrado que en el momento en que uno está concentrado leyendo, el 99 % de nuestra interacción con el entorno se bloquea. Es decir, la concentración que proporciona la lectura es muy superior a la que proporcionan otras actividades. ¿Eso que permite? Permite, primero, que las constantes vitales se relajen. Es decir, es una de las actividades más relajantes que existen. Esto también está estudiado. Leer un ratito en la cama antes de dormir hace mucho más fácil que luego podamos dormir.

13:59

Pero no solamente eso. Nos permite evadirnos. Y este es otro concepto que yo intento defender en el libro. ¿Por qué? Porque la evasión también tiene muy mala fama, como el ensimismamiento. Cuando uno habla de alguien que se ha evadido, es alguien que escapa de sus responsabilidades y no tiene nada que ver. Yo esto lo descubrí leyendo a Tolkien, el autor de «El señor de los anillos». Tiene un ensayo que se llama «Sobre los cuentos de hadas», en el que defiende el ensimismamiento y la evasión. Por qué no vamos a evadirnos si a veces la vida es difícil, a veces la vida es dura. Todos tenemos esta experiencia y el retirarnos de repente a un mundo de imaginación en el que podemos aislarnos por unos minutos, por unas horas al día, cargar pilas, recoger fuerzas, aprender, además, disfrutar en ese momento y luego volver con más energía a nuestras tareas diarias, a mí me parece que eso es fundamental. De hecho es algo que necesitamos todos y este mundo digital lo que nos ofrece es esa evasión, pero una evasión estéril. Una evasión que muchas veces no proporciona todas las ventajas que proporciona la lectura. Si yo estoy jugando a un jueguecito de estos que lo único que te va a hacer es un movimiento mecánico con el dedo en una pantalla, a mí eso no me da nada. Excepto la descompresión mental, que no es poco. Pero la lectura ofrece esa descompresión mental y da mucho más, muchísimo más de lo que puede dar una manera de evadirse tan rudimentaria como puede ser un jueguecito de esos. Siempre hay maneras, y esto tampoco está mal decirlo, que hay distracciones de mayor calidad, que ofrecen más cosas, el deporte o la lectura, por ejemplo.

15:35

Entonces, por un lado, el ensimismamiento es muy positivo porque nos enseña a concentrarnos. Y, ojo, que en este mundo de dispersión en el que vivimos, el reaprender a concentrarnos creo que es algo que debemos hacer todos, porque todos hemos visto estos últimos años de teléfonos móviles y de tabletas, hemos perdido capacidad de concentración. Entonces ese ensimismamiento ya es en sí bueno. Y por otro lado, esa capacidad de evasión que nos permite retirarnos a mundos imaginarios, que nos permite cargar las pilas, que nos permite disfrutar de mundos que han creado para nosotros, jolín, gente con una mente y con una imaginación muy poderosas.

16:19
Loli Pérez. Miguel, leer desarrolla la empatía y la identidad. ¿Nos puedes desarrollar un poco este punto?

16:24
Miguel Salas. Claro. Este es un punto delicado porque es verdad que también lo menciono en el libro. Esta idea de que la literatura nos va a salvar, nos va a convertir en excelentes personas. Es un topicazo hablar de este tema a estas alturas de la vida porque se ha dicho mucho, pero es verdad que, por ejemplo, había muchos nazis cultísimos, muy aficionados a la lectura, a la música y que sin embargo, hicieron barbaridades, ¿verdad? Entonces, la literatura puede desarrollar la empatía, porque ,al fin y al cabo, nos está poniendo en la piel de otras personas. Eso no es una fórmula mágica. Es decir, hay casos en los que no sucede. Pero, claro, cuando uno está leyendo una novela en la que a un protagonista le pasa una cosa determinada y casi la puede experimentar en su misma piel, porque la descripción de los sentimientos de ese protagonista es tan vívida, tan real, tan auténtica, que… Jolín, que a uno le arrastra y se siente dentro de ese personaje. Eso fomenta la empatía, con la ventaja de que además te puedes poner en la piel de un montón de situaciones que a lo mejor tú no vivirías. Está el caso famoso de Madame Bovary, ¿verdad? De cómo un hombre escribe una novela sobre una mujer. Y yo que soy un hombre, una mujer del siglo XIX, en unas circunstancias sociales que son diferentes a las mías y que, sin embargo, yo la leo y me puedo identificar con ese personaje. Puedo sentirme dentro de la piel de Safo, por ejemplo, de una poeta griega, de muchos siglos antes de Cristo, que está hablando del amor, de la frustración que le supone no ser amada por la persona a la que ama, que es además una mujer lesbiana.

18:00

Y yo leo esos poemas y me emociono con ellos y me pongo en el lugar de esa persona y veo que al fin y al cabo, que es lo importante, la experiencia humana es idéntica, ¿no? Es muy parecida. Da igual la raza, da igual el sexo, el género, da igual la época. Somos los mismos que, volviendo a «Troya», las mismas personas que lucharon en las playas de Troya, las mismas personas que pintaron las cuevas de Altamira. Fundamentalmente el material humano es igual y nos siguen pasando las mismas cosas. Cambia el entorno, los matices, las perspectivas, pero la experiencia es igual. Entonces, ¿cómo no va a aumentar la empatía, que nosotros podamos vivir en la piel de un personaje durante una semana, durante un mes, durante el tiempo que nos lleve una lectura? A veces es un poco como en la película «Avatar», que son unas personas que se meten en unos cuerpos sintéticos y son capaces de experimentar. Pues la literatura es un poco eso. Tú te levantas por la mañana, te duchas, desayunas, vas al trabajo y, cuando vuelves a casa, abres un libro y por un ratito puedes ser otra persona. Yo esto lo he visto con alumnos, es decir, alumnos que de repente terminan un libro y me dicen: «Jolín, nunca hubiera pensado que una persona en esta situación…». Por ejemplo, libros que hablan de acoso o que hablan… Hace poco me comentaba un alumno sobre un libro que estaba leyendo sobre «skinheads». «Nunca hubiera pensado que esta situación… que una persona pudiera pensar, tener estos pensamientos, estas ideas ¿no?». Y bueno, en fin, ayuda mucho a matizar la propia experiencia con la experiencia del autor a través de los personajes. Y, por supuesto, la literatura es una de las pocas cosas en la vida que sirve de catalejo, es decir, búsqueda de experiencias que tú no vas a tener, lejanas. Y a la vez de espejo, ¿no? Porque también es verdad que muchas veces abres un libro y lees algo y dices: «Jolín, esto me ha pasado a mí y yo ni siquiera le había puesto palabras». Y eso ayuda a conocerse a uno mismo. Ayuda a profundizar en la propia identidad.

19:56

Michèle Petit, que es una autora francesa muy interesante, cuenta una anécdota muy bonita de una niña que era adoptada y a la que le llevaban siempre libros sobre adopción, con una temática evidente, que hablaban de su problema, digamos. No de su problema, pero de su situación y cómo enfrentarlo y demás. Y ella rechazaba mucho esos libros porque quizás los veía demasiado evidentes. Y, sin embargo, se enganchó a «Tarzán». «Tarzán», que es la historia de un niño al que adoptan los monos. Sus padres mueren y lo adoptan unos monos, y ella vibraba con esa historia y pedía que se la contaran una y otra vez. A través de esa ficción, de una experiencia que ella no va a vivir nunca, que es la de que te adopten unos monos en una selva porque tus padres han muerto, ella se sentía identificada y, a través de esa experiencia tan lejana, vivía la suya propia, entendía su propia identidad, qué es lo que le estaba pasando. Es decir, que la ficción, incluso las historias inventadas, incluso las historias un poco extravagantes, como la historia de «Tarzán», que dices: «Bueno, eso es muy raro que pase», pueden aportar, por un lado, la capacidad de experimentar aventuras que tú no vas a vivir, es decir, de ponerte en la piel de otros, y por otro, ese conocimiento de tu propia situación, de tu propia alma, de tu propia mente, de tu propia identidad. Los adolescentes acuden a la literatura muchas veces buscando ese reflejo de su propia situación. «¿Qué me pasa? ¿Por qué estoy así? ¿Por qué de repente me siento extraño en mi propio mundo, en una identidad que hasta ahora me había resultado cómoda y ahora de repente como que me queda esta manga larga y esta otra manga corta y no sé qué hacer exactamente con mi vida?». Eso les viene muy bien porque les da respuestas.

21:41

Wittgenstein, el filósofo, decía que los límites de mi lenguaje son los límites de mi realidad. Y eso es así. Es decir, yo las realidades a las que no puedo poner palabras porque no tengo palabras, no las sé identificar bien. Entonces, cuando de repente viene un autor o una autora más capacitados que tú, con una habilidad literaria especial y ponen delante de ti esa situación, dices: «Jo, es que esto me ha pasado. Por fin puedo entender, por fin puedo comprender esta situación en la que he estado tan incómodo, que me ha hecho sentir tan fuera de mí mismo, tan poco comprendido». Y eso, por supuesto, es, aparte de que la literatura debe ser un gozo por sí misma, puede ser una herramienta educativa, que es lo que nos interesa en los colegios y en las casas muchas veces.

22:25
Loli Pérez. Sin duda, un buen profesor de literatura es el que a los adolescentes les cuenta historias que los enganchan. Yo sé que te gusta leerle en alto a tus alumnos.

22:35
Miguel Salas. Sí.

22:36
Loli Pérez. ¿Qué crees que les aportas con eso y cómo lo haces?

22:38
Miguel Salas. Pues a ver. Les permito estar relajados ante la literatura. Es decir, hay una ecuación que es una ecuación que explica muchos de nuestros comportamientos, que es la ecuación de Schramm, que dice que el interés que le ponemos a una actividad es igual al beneficio que nos reporta, dividido por el esfuerzo que nos cuesta hacerla. Los que tratamos con adolescentes sabemos lo que significa esto. Si hay un cine debajo de casa, es mucho más fácil que el niño baje al cine dos veces a la semana que si lo tiene a siete kilómetros y además quiere ir en bicicleta, ¿no? Entonces, los libros son exigentes. Exigen un nivel de concentración que muchas veces los niños no tienen. Exigen un nivel lingüístico, un vocabulario que a veces los niños no tienen. Se encuentran con pequeños retos. «Esta palabra no sé lo que significa. Entonces esta frase ya no sé… Pierde un poco el sentido lo que estoy leyendo». Hay que superar esos retos, hay que ir avanzando, y a veces eso les aburre. Y luego tienen al alcance de la mano alternativas de ocio que les exigen mucho menos. Por lo tanto, las posibilidades de que cojan un libro y se pongan a leerlo y no lo dejen a los diez minutos con esta cantilena que hemos oído tantas veces de: «Es que a mí no me gusta leer», pues son muy altas. Entonces, ¿qué hago yo leyéndoles? Demostrarles que uno puede estar atento dos horas, a lo mejor, puedo tardar dos horas de clase un día y al siguiente. Uno puede estar atento a una historia dos horas y estar perfectamente enganchado a ella y deseando que avance y muy dentro de la historia.

El secreto para que tus hijos amen los libros. Miguel Salas, doctor en Literatura y profesor
24:11

Es cierto que la efectividad es inferior. Por cada receptor auditivo que hay en el cerebro hay unos 30 receptores visuales, es decir, es mucho más fácil ampliar vocabulario, memorizar cosas y comprender estructuras gramaticales, leyendo que escuchando. Pero la escucha también está infravalorada. Es decir, se lo hacemos a los niños cuando son muy pequeñitos, les leemos y no hay ningún problema. Pero de repente con los adultos o con los adolescentes nos cortamos. Cuando la lectura en voz alta ha sido un entretenimiento muy habitual hasta que ha llegado la radio. Es decir, las familias se reunían en torno a una persona que leía y uno estaba bordando, el otro estaba tirado en el sofá escuchando, otro estaba… Y había una persona que leía para todos. La gran literatura del siglo XIX, de estas que salían por entregas, el mismo Alejandro Dumas o Arthur Conan Doyle, publicaban de esa manera. Las historias de Sherlock Holmes o de los tres mosqueteros se fundamentaban en eso, en que llegaba el periódico a casa y uno leía en voz alta y el resto de la familia escuchaba. Hay una anécdota muy bonita que a mí me gusta mucho, que es la de los puros Montecristo. Los cigarros puros Montecristo de Cuba, ¿verdad? Se llaman así por un personaje de Alejandro Dumas, que es El Conde de Montecristo, porque durante el siglo XIX, cogieron la costumbre en las fábricas de puros de tener un lector. Entonces, había una persona que les leía en voz alta y no les leía en voz alta articulitos. Les leía en voz alta «El Conde de Montecristo», que es una novela de mil y pico páginas. Entonces, mientras todos hacían cigarros, había una persona leyendo en voz alta. La novela de Dumas les emocionó tanto, y estamos hablando de muchos analfabetos, les emocionó tanto que escribieron al escritor para pedirle permiso para utilizar «Montecristo» como nombre de uno de los puros de la marca.

25:49

Entonces, cuando tú estás al borde del recreo, suena el timbre y los niños te dicen que no pares de leer, dices: «Es que esto funciona». El niño está deseando salir al campo a jugar al balón. Funciona. Funciona de verdad. Es decir, a un nivel… Es verdad que hay niños que desconectan, pero funciona. Lo ves en los ojos. Esto se nota mucho. Entonces, es verdad que les leo con mucha frecuencia en clase. He llegado a leer novelas enteras. Lo que más leo son… A veces les leo poemas también, algún artículo, pero lo que más leo son cuentos que entran muy bien porque duran justo una hora de clase o dos horas. Entonces, los puedes manejar. Siempre que vuelvo de vacaciones, por ejemplo, en vez de empezar directamente con la sintaxis o con…

26:28
Loli Pérez. Ya, lo pesado.

26:29
Miguel Salas. O con la tipología textual, les leo un cuento durante un par de clases. Después de Navidades, después de Semana Santa, después de los puentes largos y los niños lo piden. «Miguel, por qué no nos lees otro cuento?» Claro, les gustaría que estuvieras leyéndoles todo el rato, claro, en vez de estar estudiando. Pero bueno, hay que compaginar las dos cosas. Entonces, la lectura en voz alta, incluso en las familias. Yo se lo digo muchas veces a los padres. Digo: «Ya sé que da vergüenza a un tío que tiene bigote, ponerse a leerle, pero inténtalo». Y a veces funciona.

26:57
Loli Pérez. Los padres estamos preocupados por el desinterés que hay en la lectura. Sobre todo cuando los niños van teniendo más edad. ¿Qué es lo que proporciona ese desinterés? ¿Qué lo causa? Y, si nos pudieras dar algún «tip» o algo a los padres para…

27:10
Miguel Salas. Sí, a ver… Hay causas sociales y luego hay causas académicas. Y hay causas, desde luego, familiares. Las familiares ya las conocemos todos. No le podemos pedir a los niños que hagan cosas que nosotros no hacemos. Eso para empezar. Entonces, es verdad que nuestra vida es dura, llegamos a casa agotados y buscamos un ocio también que, digamos, no nos exija demasiado. Entonces, nos ponemos, a lo mejor la tele, e incluso estamos viendo la tele y a la vez estamos consultando el móvil o jugando con el móvil porque nos evade a cambio de muy poco. Es decir, nos distrae a cambio de muy poco. Entonces, si nosotros estamos dando ese ejemplo a los niños, es muy difícil que un niño coja un libro. ¿Qué propongo yo en este ensayo? Pues propongo, por ejemplo, que se busquen momentos de lectura. Es decir, parece un disparate, ¿verdad? Media hora de lectura al día, cada uno un libro. Pero igual que tenemos un momento para la cena, un momento para el deporte, un momento para los deberes, se puede buscar media hora al día, no hace falta más, en el que cada persona de la casa coja un libro y se ponga a leer. A los niños hay que leerles todos los días. Desde que nacen, prácticamente. Libros adaptados a su edad. Si nosotros no nos lo curramos como docentes y como padres, pues no se lo va a currar nadie y los niños lo necesitan. Primero, es evidente que los vínculos emocionales que crea eso entre los padres y el niño son muy fuertes. Pero también crea vínculos emocionales entre el niño y la lectura. Si la lectura para ti ha sido un refugio, un momento de felicidad, de intimidad con tu padre, con tu madre antes de dormir, un momento en el que sentirte seguro, en el que echar a volar la imaginación… La literatura va a ser siempre algo importante para ti.

28:44

Tenemos que acompañarles en esto, tenemos que leerles nosotros hasta que ellos mismos lleven las riendas del hábito, que esperemos que en este caso sea ya afición o pasión. Propongo que los teléfonos móviles estén muy controlados. De eso hablaremos ahora. Que cuando lleguen a casa, los metan en un cajón y nosotros lo metamos en un cajón, porque los adultos tenemos que dar ejemplo, ¿verdad? También nos viene bien, que la desconexión digital es fundamental y a veces estamos pendientes del trabajo a unas horas que no son razonables, ¿no? Propongo que haya libros en casa. Jim Trelease, que es un experto americano en lectura, que ha hecho libros fantásticos sobre este tema, dice que hay una serie de elementos que tienen que estar en la habitación de nuestros hijos. Uno es una mesilla con una lámpara para que lean y otro es una estantería con libros, con su propia biblioteca. Que la vayan haciendo suya, ¿verdad? También cuestiones muy físicas, que les dejemos leer boca arriba, boca abajo, tirados en un cojín, en el suelo, metidos en la cama, tapados con una linterna. Que les dejemos los libros que son más de su edad a su alcance, en las baldas más bajas, que a veces no ordenamos las estanterías pensando en eso, ¿no? Hay trucos que también son muy útiles. Por ejemplo, ponerles las películas y las series con subtítulos.

29:58
Loli Pérez. Para que lean.

30:00
Miguel Salas. La lectura de los subtítulos parece que no, pero ayuda a ampliar el vocabulario, ayuda a relacionar lo oído con lo escrito. En fin, tiene una serie de ventajas. O por ejemplo, los audiolibros. Mucho mejor en un viaje familiar de estos supertostón de cinco horas en el coche, poner un audiolibro y escucharlo toda la familia, que ponerles a cada uno con una pantallita, con una tableta viendo sus vídeos. Que les llevemos a las bibliotecas. En las bibliotecas están los mayores expertos en literatura que hay, que son bibliotecarios. Siempre te van a aconsejar. Han visto lo que ha funcionado una y otra vez. Además, hay actividades. Que los lleven a las librerías, que también los libreros saben un montonazo de libros y pueden recomendarles y saben lo que está funcionando y lo que no. Es decir, que los pongan en contacto con libros, en definitiva. Que les pregunten por lo que están leyendo, que les contemos nosotros lo que estamos leyendo. «Pues estoy leyendo un libro precioso que me está encantando». Yo eso lo hago en casa siempre… Pega la oreja mi hermana, pega la oreja mi madre y al final acabamos… Claro, porque todos queremos encontrar libros con los que disfrutar. Ese es el tema familiar fundamental. Y luego están las causas sociales que afectan a la lectura.

31:45

Tenemos que entender que la lectura, a pesar de que goza de un gran prestigio y de que hay un montón de campañas que hablan de la lectura y de sus beneficios, va un poco a contrapelo de lo que es la sociedad actual. Es decir, la lectura exige de concentración, de profundización en un tema concreto, de serenidad, de silencio. Y la sociedad en la que vivimos es una sociedad que fomenta justo lo contrario, ¿verdad? La dispersión, la multitarea, la dichosa multitarea que no lleva a ninguna parte, que lleva a hacer muchas cosas, todas mal, ¿verdad? Y luego el constante cambio de foco de nuestra atención, que es permanente y sobre todo a causa de las pantallas, ¿verdad? Entonces, tenemos que entender, yo muchas veces lo pienso, que si yo a la edad de mis alumnos hubiera tenido un móvil cerca, pues a lo mejor no hubiera leído. ¿Por qué? Pues por esa ecuación que decíamos antes. La lectura ofrece unos resultados increíbles. Ofrece un montón de beneficios y da, yo creo, bastante más placer que jugar a un juguetito de estos de dos movimientos. Pero exige un esfuerzo que muchas veces no estamos dispuestos a hacer. Entonces, los adolescentes tiran de pantallas y tenemos que intentar comprender que las pantallas no son un instrumento imparcial, sino que son un invento que está diseñado específicamente para que nuestra atención sea constantemente arrastrada por ellos, ¿no? Entonces, no es un instrumento de trabajo tampoco, ¿verdad? Dicen los niños: «Es que tengo que subir los deberes». Un instrumento de trabajo no te llama constantemente para que varíes de actividad. Una pala, un rastrillo no te llaman todo el rato para que vuelvas a ellos a distraerte. Un teléfono móvil sí lo hace. Y están de media entre las cinco y ocho horas diarias. Niños que tienen horas y horas de colegio que deberían dormir ocho horas, que deberían hacer deporte, que deberían hablar con sus padres. Gregorio Luri habla de un estudio americano en el que se decía que desde el año 79 hasta el año 2012, el tiempo que hablaba un adolescente de catorce años con sus padres había descendido desde los ochenta y nueve minutos al día a los nueve. Ochenta y nueve minutos al día son casi hora y media de conversación. Nueve minutos no es nada. Un adolescente de catorce años necesita mucho más hablar con sus padres que nueve minutos.

33:27

Entonces, se lo digo siempre a los niños. Digo: «El móvil ya no es que te trocee la atención, que te vuelva disperso. Es lo que dejas de hacer por estar mirando el móvil tanto rato». ¿Cuál es el problema de esta sociedad? Que se basa en la dispersión, que se basa en la celeridad, que se basa en los estímulos permanentes. Sobre todo audiovisuales porque juegan con esta necesidad humana de estar muy pendiente de lo que ve y de lo que oye, porque de eso depende nuestra supervivencia desde que existe el ser humano. De los estímulos audiovisuales. Entonces, lo que estamos encontrando en los colegios, y creo que más o menos todos los padres estarán de acuerdo, son niños con una capacidad de atención baja, muy baja y con una necesidad de estimulación permanente que es peligrosa porque les frustra si no hay una estimulación permanente. Es decir, ellos necesitan ya ese «input», digamos. Y, cuando no lo tienen, se irritan, se ponen nerviosos. Entonces, la tendencia es profundizar menos en las cosas. Me dicen: «No, Miguel, estoy estudiando historia con TikTok». Y digo: «Hombre, pues en un vídeo de 60 segundos, lo mismo no te cuentan todo lo que hicieron los Reyes Católicos». Entonces, ese tipo de tendencias van en contra de la lectura, porque es mucho más fácil hacer caso a un móvil que a un libro. También hay una buena noticia. Es decir, la mejor manera de reeducar la atención es la lectura, porque de todas las actividades humanas es la que más nos cierra al resto de los estímulos, la que más concentración nos exige y la que más «flow» tenía, como decíamos antes. Entonces, mediante la educación en la lectura, podemos hacer que los alumnos sean otra vez dueños de su capacidad de atención. Sin atención, la inteligencia no vale para nada. Einstein, si no hubiera sido capaz de concentrarse durante una serie de horas, no hubiera hecho la teoría de la relatividad.

35:09

Hay estudios que demuestran que cada vez que yo pierdo la atención, tardo 25 minutos en alcanzar otra vez la cuota máxima de atención, que es donde soy más eficaz, digamos, en la tarea que estoy desempeñando. Entonces, los niños están creciendo, desarrollando sus aptitudes ahora mismo sin alcanzar nunca su grado máximo de atención. Y eso puede ser a la larga un problema para ellos. Entonces, creo que hay que ser conscientes de este problema. Creo que los colegios deben de ser un espacio de resistencia a este problema y lo que tenemos que hacer es un espacio donde los niños reflexionen, se serenen, encuentren el silencio. Yo hay una cosa que hago siempre en 4.º de la ESO, el primer día de clase. Y es que llego y no hablo durante una hora. No me presento, solamente me siento y les miro. Y los niños reaccionan de las maneras más disparatadas. Un año, un niño gritó: «¿Qué está pasando?». Intentan hablar. Yo les digo… Les hago un gesto de que se callen. Algunos se tumban, les dejo relajarse. Y cuando acaba la clase les pregunto cuál ha sido la última vez que han estado así en su vida. En silencio, pero además sin escuchar música, sin mirar un móvil… «Sin música» quiero decir «sin oír», no «sin escuchar». Lo que hacemos cada vez más es oír, en vez de escuchar música. Entonces, la respuesta mayoritaria es que nunca han estado así. Nunca. Sin una pantalla, sin un sonido de fondo, sin una conversación. Y eso da un poco de miedo, porque esos momentos son los momentos de la fertilidad de la imaginación. Cuando te aburres pasan cosas.

36:39
Loli Pérez. Claro, se ha perdido.

36:39
Miguel Salas. El aburrimiento es otra cosa que tiene muy mala fama, pero cuando te aburres es cuando empiezas a pensar y cuando suceden cosas. ¿No? Hace poco leí una entrevista con un supercargo de no sé qué empresa tecnológica que decía que ya solo se le ocurrían ideas cuando salía a correr y cuando se duchaba. ¿Por qué? Porque son los dos momentos del día en los que no está delante de una pantalla distraído. Entonces, esos momentos los hemos perdido. En cuanto al ámbito académico, creo que las cosas no se hacen demasiado bien. Las programaciones académicas de Lengua son un desastre. La lengua y la literatura siempre han estado separadas en dos asignaturas diferentes. Cuando yo estudié, cuando yo hice selectividad, ahora que yo doy clases segundo de bachillerato y la hacen mis alumnos, lo que estudian para un solo examen, que es el de Lengua y Literatura, lo estudiamos nosotros para tres exámenes diferentes. Había comentario de texto, había Lengua Española y había Literatura Española. ¿Esto que quiere decir? Que el temario es infinito y se ha compactado de una manera absurda. Los contenidos que han salido perdiendo son los de literatura, que se ha convertido en un pie de página que se estudia de memorieta. Cuatro fechas, cuatro autores y cuatro títulos de libros que no valen absolutamente para nada, a no ser que quieras ser un gran jugador de Trivial. Se ha metido además dentro de esa asignatura, el plan lector, con lo cual se hace de mala manera. Se les obliga a los niños a leer un libro o dos libros, se les dan dos opciones, por evaluación. Y luego se les examina de ellos y encima no se les da tiempo en clase para leerlo. Entonces, todo eso habría que separarlo otra vez. Que hubiera una asignatura de lengua en la que aprendieran sobre todo a hablar y a escribir. Que hubiera una asignatura de fomento de la lectura en la que los niños leyeran, que es lo que hacemos ahora en mi colegio, en silencio, una hora a la semana o dos horas a la semana. Libros, que se les dan 30, 50, 100 opciones para que puedan encontrar uno que les guste.

38:26

Y que luego se enseñe literatura con la lectura en voz alta en clase. Es decir, la literatura no se puede perder. Los clásicos, como dice otra vez Gregorio Luri, se han vuelto difíciles, pero no ha sido por culpa suya. Es decir, lo que ha descendido ha sido el nivel social de comprensión. Entonces, ahora es muy difícil decirle a un niño: «Léete ‘El Lazarillo’» y mandárselo y que se lo lea en casa. No tiene ningún sentido porque ni va a aprender, ni lo va a leer, ni va a disfrutar. Entonces, ¿qué tiene que hacer el profesor? Fragmentos, cuentos, poemas, contextualizarlos mucho en clase, ofrecer una explicación de por qué en aquella época se pensaba así. Por qué ese personaje hace lo que hace. Porque «El Lazarillo» está movido por una serie de resortes que evidentemente son psicológicos, pero también sociales, históricos, y conseguir que el alumno relacione eso con su propia existencia. A mí me pasa, por ejemplo, cuando me toca un curso impar, 3.º de la ESO por ejemplo, que se estudia la literatura medieval, dices: «¿Cómo les cuento yo la literatura medieval?». Entonces, te vas a las albas, que son las primeras expresiones líricas que hay en español, que son poemillas. Con una voz femenina adolescente, una chica joven que se queja y que llora porque no está su amado cerca, porque lo echa de menos, porque no sabe cuándo lo volverá a ver. Y dices: «Pero, por el amor de Dios, si es que esto funcionaba igual en aquel siglo que ahora. ¿Cómo no van a poder conectar? Pero si muchas veces se dicen estas cosas por Whatsapp». ¿No? Entonces, hay que hacerles entender que todo eso que es su propia cultura, que es su tradición, que es su herencia, que tienen el derecho a conocerlos, jolín, porque es que ya no es una cuestión de obligación, es el derecho a conocerlo, que lo pueden relacionar siempre con su propia experiencia. Entonces, el trabajo del profesor ahí es agotador.

40:04
Loli Pérez. Claro.

40:05
Miguel Salas. Porque es coger un texto de «El Quijote», un texto de «El Lazarillo», un texto de «El conde Lucanor», acercárselo, explicárselo despacito, proponerles actividades de escritura que tengan que ver, por ejemplo, con eso. Bueno, y jugar con la época. Por ejemplo, en el libro de «El buen amor» hay un poema divertidísimo de… El libro de «El buen amor» lo escribió un fraile, teóricamente, sobre cómo elegir una mujer, por sus rasgos físicos y de carácter. «Debe ser así y asá. Mejor una mujer de este tipo no, porque…» Entonces, dices: «Bueno, entonces esto es un regalo para un profesor». Con todas las cuestiones que hay ahora del feminismo, del machismo, llegar a la clase con ese poema y decir: «¿Qué os parece cómo describe a la mujer en la Edad Media? ¿Cuáles son las virtudes y los defectos de la mujer según un hombre de la Edad Media? Vamos a darle la vuelta, venga, ahora las chicas. ¿Qué haríais? ¿Qué recomendaciones haríais para elegir a un chico?». Entonces, puedes hacer un montón de actividades que tengan que ver con eso, pero se lo tienes que acercar a su vida. Pero cuando lo haces, la verdad es que es muy gratificante.

41:06
Loli Pérez. Miguel, ¿nos podrías leer algo en alto?

41:08
Miguel Salas. Claro.

41:09
Loli Pérez. Como les lees a tus alumnos, para ver cómo…

41:12
Miguel Salas. Sí. Como ves, aquí he traído varias lecturas por si hacía falta y voy a leer un fragmentito, no lo puedo leer entero porque es muy largo, de un cuento precioso de Marguerite Yourcenar. Es un cuento de sus cuentos orientales. Este se llama «Cómo se salvó Wang-Fô». Es un libro que les leo. No tiene nada que ver… No es un cuento romántico, pero se lo leo cuando les explico la diferencia del realismo y el romanticismo, porque surge esta idea romántica de que la imaginación es más poderosa, digamos, y tiene más importancia que la propia capacidad de raciocinio, ¿no? Y entonces los alumnos me preguntan, me dicen: «Pero ¿cómo se va a cambiar el mundo con la imaginación? Es imposible a través del arte», que es una idea muy romántica. Entonces, yo les leo este cuento de Marguerite Yourcenar porque expresa muy bien esa idea.

41:52
Loli Pérez. Muy bien.

41:53
Miguel Salas. Es una historia de un maestro pintor chino y de su discípulo. Y de cómo a través del arte se puede transformar la realidad. Entonces, voy a leer el principio, que es una preciosidad. Dice así: «El anciano pintor Wang-Fô y su discípulo Ling erraban por los caminos del reino de los Han. El reino de los Han era el nombre que por aquellos tiempos se daba a la gran China. Nadie pintaba tan bien como Wang-Fô las montañas saliendo de la niebla, los lagos con vuelos de libélulas y las grandes olas del Pacífico vistas desde las costas. Decían que sus imágenes santas satisfacían de inmediato los deseos expresados en las oraciones. Cuando pintaba un caballo, siempre lo hacía atado a una estaca o sujeto de las riendas, sin lo cual el caballo escapaba del cuadro a galope para nunca más volver. Los ladrones no se atrevían a entrar en casa de aquellas personas para las que Wang-Fô había pintado un perro guardián. Wang-Fô hubiera podido ser rico, pero le gustaba más regalar que vender. Distribuía sus pinturas entre las personas que las apreciaban en su verdadero valor, o bien las cambiaba por un tazón de comida. Solo amaba a sus pinceles, sus rollos de seda o de papel de arroz y sus barritas de tinta de diversos colores, que él frotaba contra una piedra para mezclar después el polvo con un poco de agua. Ling, a cambio de sus lecciones, le prodigaba todos los cuidados que un discípulo debe a su maestro. Mendigaba arroz cuando Wang y él andaban escasos de moneditas de plata, y cuando las gentes eran demasiado avaras y no les daban nada, robaba. Por las noches, cuando el anciano estaba cansado, le daba un masaje en los pies y por las mañanas se levantaba muy temprano para mirar por los alrededores, con objeto de ver si había algún paisaje que pudiera gustarle al maestro para pintarlo. Una tarde, al ponerse el sol, llegaron a los arrabales de la capital y Ling buscó para Wang-Fô, una posada donde pasar la noche.

43:46

El viejo se envolvió en unos harapos y Ling se acostó a su lado para calentarlo, pues la primavera acababa apenas de llegar y el suelo de barro estaba todavía helado. Ling sufría al ver la suciedad de la posada, pero al anciano le encantaban las sombras temblorosas que una pobre lámpara proyectaba sobre las paredes y unos extraños dibujos que formaban en el techo las manchas de hollín». Esto es uno de los elementos recurrentes del cuento. Wang-Fô, a pesar de que es miserable, de que es pobre, de que no tiene nada, siempre encuentra la belleza en las cositas más pequeñas. Y su discípulo, que es más joven y que no lo entiende, se irrita. Dice: «Yo querría un sitio más bonito para mi maestro», pero él es feliz con lo que tiene. «Al llegar el alba, unos pesados pasos resonaron por los pasillos, así como gritos de mando proferidos en lengua bárbara. Ling se estremeció, recordando que el día anterior había robado un pastel para la comida del maestro. Como no le cabía duda alguna de que venían para arrestarlo, se preguntó quién ayudaría mañana al viejo a vadear el próximo río. Entraron los soldados con unos faroles. La llama que se filtraba a través del papel de colores ponía en sus rostros reflejos encarnados, amarillos y azules. Rugían como fieras y la cuerda de sus arcos vibraba a cada grito que daban. Uno de ellos puso la mano con brusquedad en la nuca de Wang-Fô, quien no pudo evitar fijarse con admiración en el bordado de sus mantos». Otra vez, ¿no? Le están deteniendo y él está disfrutando de ese manto precioso que tiene el guarda que viene a apresarlo.

45:13

«Sostenido por su discípulo, Wang-Fô lo siguió, tropezando por unos caminos desiguales. Los transeúntes agrupados se mofaban de aquellos ladrones, a quienes sin duda iban a ejecutar. A todas las preguntas de Wang, los soldados respondían con una mueca salvaje. Le dolían las manos que llevaba atadas, y Ling, desolado, miraba a su maestro sonriendo, lo que era para él una manera más tierna de llorar. Llegaron a la puerta del palacio imperial, cuyos muros color violeta ponían en pleno día un trozo de crepúsculo. Los soldados obligaron a Wang-Fô a franquear unas salas circulares o cuadradas, cuyas formas simbolizaban las estaciones del año, los puntos cardinales, la luna y el sol, la longevidad y las prerrogativas del poder. Las puertas giraban sobre sí mismas mientras emitían notas de música y su disposición era tal que podían recorrerse toda la gama al atravesar el palacio de Oriente a Poniente. Por fin se hizo tan grande el silencio que apenas se atrevía uno a respirar. Un esclavo levantó una cortina y el grupito entró en la estancia donde se hallaba el Hijo del Cielo sentado en su trono». El Hijo del Cielo es el emperador. «El Maestro Celeste se hallaba sentado en un trozo de jade y sus manos estaban tan arrugadas como las de un viejo, aunque apenas tuviera 20 años. Como sus cortesanos alineados al pie de la columna aguzaban el oído para recoger la más mínima palabra que saliera de sus labios, se había acostumbrado a hablar siempre en voz baja. ‘Dragón Celeste’ dijo Wang-Fô prosternándose. ‘Soy viejo, soy pobre y soy débil. Tú eres como el verano. Yo soy como el invierno. Tú tienes 10.000 vidas y yo solo tengo una que muy pronto acabará. ¿Qué te he hecho yo? Me han atado las manos que jamás te hicieron daño alguno’.

46:56

‘¿Y tú me preguntas qué es lo que me has hecho, viejo Wang-Fô?’, dijo el emperador. Su voz era tan dulce que daban ganas de llorar. Levantó la mano derecha que los reflejos del suelo de jade transformaban en verde como una planta submarina y Wang-Fô, maravillado por aquellos dedos tan largos y delgados, trató de recordar si alguna vez había hecho del emperador o de sus ascendientes un retrato mediocre que mereciese la muerte. Mas era poco probable, pues hasta aquel momento, Wang-Fô había frecuentado muy poco la corte de los emperadores, prefiriendo las chozas de los granjeros o, en las ciudades, las tabernas de los muelles donde riñen los estibadores. ‘¿Me preguntas lo que me has hecho, viejo Wang-Fô?’, repitió el emperador, inclinando su delgado cuello hacia el anciano que le escuchaba. ‘Voy a decírtelo’». Y ya no leo más. Porque quien quiera descubrir por qué el emperador quiere matar a Wang-Fô…

47:50
Loli Pérez. Que busque.

47:50
Miguel Salas. …se tiene que leer el libro. Es un cuento maravilloso en el que se expresa de una manera muy delicada, como se ha visto en el lenguaje del cuento, el amor al arte, el amor a la imaginación, el amor a la creación. Y cómo ese amor, esa pasión, puede llevarnos a vivir una vida perfectamente plena, aunque sea una vida humilde, sin ventajas materiales, a través de ese poder de transformación que tiene la propia creación. Me gusta mucho que Wang-Fô, que es este anciano sabio, siempre esté disfrutando de los mismos detalles, incluso en las situaciones más duras de la vida, y que Ling siempre esté preocupado por ayudarle, por hacérselo fácil, por llevarle comida, le masajea los pies para que no le duelan… Esa relación tan bonita que tienen, que luego da un giro muy interesante al final del libro. El cuento a los niños les encanta. Y no es un cuento fácil, es un libro que habla de la antigua China, de la China milenaria y sin embargo entran rapidísimamente y entienden muy bien la moraleja. Porque, claro, luego todos estos cuentos que leemos en clase los discutimos, hablábamos de cómo lo relacionan con su propia vida, que es lo interesante. Si conocen a alguien que tenga esas características que tienen los personajes, si hay algo de su vida que se parezca a lo que les pasa a los protagonistas y al final los resultados son muy bonitos. Durante la lectura están supercallados, aunque yo dejo que me interrumpan. Levantando la mano, que pregunten si tienen alguna inquietud, si hay algo que no han entendido y luego durante el debate suelen participar bastante.

49:19
Loli Pérez. Pues es maravilloso. Me gustaría que, a los que tenemos niños adolescentes, si nos podrías recomendar algunos libros.

49:27
Miguel Salas. Sí, bueno, mi primera recomendación de libros es la librería y la biblioteca. Allí están los verdaderos expertos. Yo no puedo leer mucha literatura juvenil porque tengo muchísimas cosas que hacer y entre otras cosas, leer literatura que me guste a mí más. Pero intento estar un poquito al día, leer los autores que ellos me recomiendan. Esa es una cosa que recomiendo también a los padres. Es decir, que si hay un libro que le está gustando a sus hijos, que le echen un ojo, aunque sea leérselo en diagonal, que busquen un poco de que habla. Y que le pregunten al niño por qué está interesado en ese tema o en ese autor. Porque ese tipo de conversaciones también acerca a los niños a la lectura. Que tus padres se preocupen, que pregunten. En cuanto a libros, yo en clase siempre leo clásicos y son infalibles. Es decir, hay una serie de libros, hay una literatura que funciona siempre. Por ejemplo, Arthur Conan Doyle, los cuentos de Sherlock Holmes funcionan siempre. Por ejemplo, en la literatura de folletín del XIX. Dumas, «Los tres mosqueteros», «El conde de Montecristo», que lo hemos mencionado antes. Stevenson. Por ejemplo, una autora que funciona maravillosamente bien en clase es Jane Austen, que es literatura del siglo XVIII, y además de tinte sentimental y les encanta. Y además, más allá de los tópicos, les encanta a las chicas, a los chicos y luego les pones encima «Orgullo y prejuicio», les pones «Sentido y sensibilidad» para que vean una película y les encanta verla también. Es decir, hay muchísimos autores del XVIII, del XIX y del siglo XX que funcionan. Por ejemplo, funciona muy bien con determinado tipo de alumnos «Nada», de Carmen Laforet, que es una novela clásica española de la segunda mitad… Vamos, de la posguerra, del siglo XX. Y hay un determinado tipo de lector al que le interesa de repente esa literatura de posguerra y hay novelas que les gustan. Delibes, ¿no? Entonces, te encuentras cosas que te sorprenden mucho.

51:17

Cuando a mí un alumno me pregunta una recomendación, me lo tomo muy en serio. Es decir, le dedico tiempo. No lo digo porque me ha gustado mucho esta novela. Le pregunto que le ha gustado a él, que no le ha gustado, que me diga dos o tres títulos que le hayan apasionado, por lo menos dos que no le hayan gustado nada. Qué series o qué películas le gustan, qué temas le gustan en la vida. Y después de hablar 20 o 25 minutos me atrevo a hacer una recomendación. ¿Por qué? Porque ese libro que nos cambia la vida, que nos hace seguir leyendo, no es el mismo para todos, ¿verdad? Entonces, hay que buscar el que pueda convertir a ese niño en un lector apasionado, no el que te haya gustado a ti. Esto es un defecto que también tenemos muchas veces los mayores. Que como te ha gustado muchísimo un libro, se lo quieres meter por los ojos a tu hijo y tu hijo está en esa edad en la que lo que venga de los padres es lo que menos le apetece y entonces ahí entras en un pulso que no tiene mucho sentido. Entonces, hay que buscar lecturas que les interesen a ellos. Otro libro que funciona fenomenal, por ejemplo, «Matar a un ruiseñor» de Harper Lee, que es una historia preciosa, que encima tiene una película igual de buena que el libro, que eso es raro, ¿verdad? Funcionan también muy bien las colecciones de cuentos, por ejemplo. Si un niño está interesado en la fantasía, en la ciencia ficción, hay muchas colecciones de cuentos. Se me ocurre, por ejemplo, ahora «Crónicas Marcianas», de Ray Bradbury, que es un clasicazo de la colonización de Marte, que ahora está tan de moda. Es un libro fascinante porque, al final, de lo que habla es de la esencia del ser humano, del amor, de la soledad, del miedo. Que parece que te va a hablar de marcianitos y de lo que te está hablando es de lo más profundo de tu personalidad. Y esa también les gusta mucho. En fin, hay una serie de lecturas que no falla. Hay que… Evidentemente un clásico del Siglo de Oro les va a costar leerlo solos, pero un clásico del siglo XX, del siglo XIX, lo pueden leer perfectamente y les encantan. Los cuentos de terror de Dumas, que son una maravilla. «La mujer del collar de terciopelo», «Capitán de lobos», hay auténticas gozadas.

El secreto para que tus hijos amen los libros. Miguel Salas, doctor en Literatura y profesor
53:08

Si les gusta el terror, tienen un montón de autores. Las novelas de Roald Dahl, que no fallan jamás. «Las brujas», «Matilda», que son clásicos ya eternos, ¿verdad? Que parece que todos los que los hemos leído nos hemos enamorado de ellos. Las novelas de Julio Verne con todos esos viajes al centro de la Tierra, a la luna… Ese tipo de cosas siempre les gustan. Un libro que les ha gustado mucho a mis alumnos, por ejemplo también, es «El mundo perdido», de Arthur Conan Doyle, que habla de dinosaurios que encuentran una plataforma, una meseta en medio de Centroamérica en la que todavía hay dinosaurios y es un libro de aventuras clásico y lo pasan fenomenal. Y darle importancia, darle importancia a eso. Cuando un niño se acerca y te pregunta: «Oye, ¿qué puedo leer?», tómatelo en serio porque es que le puede cambiar la vida. Bueno, pues si te parece, para despedirme me gustaría leerte dos textos muy breves que a veces les leo a mis alumnos de 2.º de bachillerato cuando veo que están muy obsesionados con la carrera, la media, la vocación, el sentido de la vida… Son dos textitos muy breves. Uno es un fragmentito de Juan Gil-Albert, que es un poeta fantástico español, también poco leído porque es de la Generación del 27, pero no es de los más importantes. El otro es un poema de Borges que se llama «Los justos», que me gusta mucho. ¿Te parece?

54:19
Loli Pérez. Sí, sí, perfecto.

54:21
Miguel Salas. Perfecto. Vamos a ello. Empiezo por el de Juan Gil-Albert, que tiene un libro precioso que se llama «Breviarium vitae», que es un conjunto de escolios, de fragmentos, de reflexiones suyas. Y dice así. Dice: «En realidad, las profesiones indican bien poco con respecto al hombre que las ejerce. Si se es solo hojalatero o general, se es muy poca cosa. Una profesión debe ser como un entretenimiento para la vida, aparte de una especialización de la cual todos salgamos beneficiados. Es también un punto de apoyo para no extraviarnos en el mar de las múltiples aptitudes que nos han sido dadas. Pero desde ese punto de apoyo debemos explorar los amplios confines de la vida, alimentando nuestras propias inquietudes con las más alejadas tareas de nuestro oficio. Y así, si un confitero os habla con entusiasmo de equitación o un perito agrónomo de poesía, es que estáis ante alguien lo bastante lozano de espíritu para romper las trabas que, como ciudadano, tenía que imponerle la existencia». Entonces, cuando les veo muy agobiados con esto de: «Es que yo quiero ser esto y si no soy esto, no voy a ser nadie, no voy a ser nada», les digo: «Mirad lo que dice este señor, que sabía bastante de la vida y que las pasó canutas, y que llegó a esta conclusión». La idea de que un hombre o una mujer son mucho más que su profesión, ¿verdad? Y, entonces, bueno, espero que les tranquilice un poquito.

55:39

Y el segundo de los textos es un poema de Borges muy famoso que se llama «Los justos», muy breve, que habla también del sentido de la vida y de que muchas veces ese sentido no está relacionado con las grandes acciones, ni con las grandes hazañas, ni con las grandes decisiones, sino con el pequeño discurrir del día a día. Y dice así: «Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire. El que agradece que en la tierra haya música. El que descubre con placer una etimología. Dos empleados que en un café del sur juegan un silencioso ajedrez. Un ceramista que premedita un color y una forma. El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada. Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto. El que acaricia un animal dormido. El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho. El que agradece que en la tierra haya Stevenson. El que prefiere que los otros tengan razón. Esas personas que se ignoran, están salvando el mundo».

56:46
Loli Pérez. Muy bonito. Pues, Miguel, me ha encantado entrevistarte. Gracias por transmitirnos con tanto interés tu amor por los libros. Me queda claro que el mejor regalo que le podemos hacer a un niño es regalarle un libro y que, aparte, eso le puede hacer viajar. Entonces, te lo agradezco. Muchísimas gracias.

57:04
Miguel Salas. Muchísimas gracias a ti. Encantado.