El poder de valorar a los demás
Mara Jiménez
El poder de valorar a los demás
Mara Jiménez
Actriz y divulgadora
Creando oportunidades
“La diferencia es lo normal”
Mara Jiménez Actriz y divulgadora
Mara Jiménez
Empoderada, de alegría contagiosa y sonrisa amplia, la actriz y artista multidisciplinar Mara Jiménez irrumpió hace unos años en las redes sociales para poner sobre la mesa temas como la gordofobia, la autoestima, la salud mental o los trastornos de alimentación. Abrió su perfil, Croquetamente, para compartir su experiencia con un TCA (trastorno de la conducta alimentaria) y sus problemas de autoestima y bullying. Al poco tiempo creó un formato en clave de humor, se viralizó y hoy es referente del movimiento ‘body positive’. “Siento que el humor es una herramienta muy poderosa que nos ayuda muchas veces a comunicar cosas que, de otra forma, no somos capaces de comunicar”, reconoce Jiménez.
Formada en Teatro Musical en la Escuela Coco Comin de Barcelona y estudiante de Integración Social, Mara Jiménez está inmersa en dos producciones teatrales: ‘Gordas’ y ‘Like, el musical' e imparte charlas y talleres de divulgación. En su primer libro, 'Acepta y vuela. De odiarme a amarme sin medida', describe su experiencia con un trastorno de conducta alimentaria y su lucha contra la violencia, el 'bullying' y la gordofobia.
Crítica con las interacciones maliciosas en las redes y consciente del poder y la responsabilidad que tiene como creadora de contenido, Mara Jiménez se empeña en mostrar también las sombras de lo que irradia Instagram o Tiktok.“Me esfuerzo mucho en mostrar las dos caras para que la gente entienda que lo que vemos en un ‘story’, o en un ‘post’ o en una cuenta de Instagram no es la realidad”, sentencia.
Transcripción
Y se creó el formato “gente gorda haciendo cosas”, que es un formato que yo traduje de una creadora de contenido británica, y ese vídeo se hizo viral, tanto en TikTok como en Instagram, y el resto pues es un poco historia, es lo que me ha llevado hasta espacios como este, incluso. La cuenta fue creciendo a lo largo de los meses. En menos de seis meses éramos ya cien mil personas en Instagram y también en TikTok. Y, poco a poco, ese contenido ha ido llegando a más partes del mundo, a más personas, hasta la actualidad, en que somos casi medio millón en Instagram. Y, como te digo, es un espacio seguro. Creo que es lo que más me enorgullece de mi cuenta, que no es un perfil en el que simplemente yo cuente mis cosas, sino que hay una interacción muy potente y hay una sensación de hogar también. Aunque suene un poco raro decirlo, porque es una plataforma que ves a través de un móvil, pero sí se siente esa calidez, ese abrazo, ese apoyo, ante todas las personas que llegan a mi cuenta también buscando refugio donde poder amarse, donde poder aprender a amarse, donde poder compartir experiencias dolorosas que no se han podido compartir a otra persona, o incluso jóvenes que a lo mejor quieren ir empezando a hablar de esos temas y escuchar a alguien más mayor, aunque tampoco mucho más, nos penséis, hablar sobre temas que también os preocupan. Cuando empecé en redes sociales, yo quería compartir cómo había sido no solamente mi trastorno de conducta alimentaria, sino también mi experiencia como persona gorda. Veréis que uso esa palabra con facilidad en el día de hoy, porque es algo de lo que por fin me he podido reapropiar. Es una palabra que comúnmente estamos acostumbrados a utilizar de forma hiriente, de forma negativa, como un insulto. Y durante muchos años a mí me ha perseguido también de esa forma. Desde muy pequeña se me decía como un insulto y es algo que hizo que rechazara mi cuerpo desde muy pronto. Yo siempre he tenido un cuerpo no normativo.
La explicación a esto es: sabemos que la sociedad impone un tipo de cuerpo, de corporalidad, como la correcta, la bonita, la válida. Siempre es el cuerpo delgado. Y la corporalidad gorda o que se sale un poco de esa normatividad impuesta es lo que se considera no normativo, ¿sí? Cuando empecé en redes sociales, al poco tiempo fui descubriendo otros perfiles que hablaban de estos temas. Había mujeres gordas que hablaban del ‘body positivity’, de este movimiento que habla de la reapropiación de nuestro cuerpo y de amar nuestro cuerpo. Veía a mujeres con cuerpos no normativos, con cuerpos diversos, salir en bikini en fotos, hablar de cómo había sido su proceso, y descubrí el activismo contra la gordofobia. Seguro que el término “gordofobia” es algo que habéis escuchado últimamente, porque estamos un poco en auge y haciendo un poquito de presión. La gordofobia es el rechazo y el sesgo que existe hacia una persona o hacia una corporalidad gorda por el mero hecho de tener esa corporalidad. Es decir, el rechazo que sentimos hacia una persona gorda solo por el hecho de estar gorda sin ningún tipo de explicación más. Es una violencia sistémica porque está en muchos aspectos de la sociedad que nos influyen, no solamente en el insulto o en el ‘bullying’ o en el acoso hacia la persona, sino en distintos niveles de la sociedad, en distintas capas. Entonces es un activismo que estamos haciendo para derribar todos esos muros que, como os digo, están en distintas áreas. Cuando descubrí este activismo y descubrí a mis compañeras, que han sido mi refugio gordo, podemos decir, en el que yo me he apoyado para sanar muchísimas heridas, fue cuando realmente pude reapropiarme ese término. La palabra “gorda” me acompaña como un sello identitario y es algo a lo que ya no le temo. No me da vergüenza autodenominarme como una persona gorda o verme en el espejo y describirme como una persona gorda, porque entiendo que esa connotación negativa no es algo que yo naciera dándole, sino que aprendí, igual que aprendemos todos, que la tiene. Y es bonito darle esa vuelta y poderte identificar con ella sin ningún tipo de connotación.
Por poneros algún ejemplo sencillo de qué es la gordofobia: el hecho de que, por ejemplo, esta sociedad no nos vista en muchísimas de las tiendas, por no decir la gran mayoría. Saber que nosotras no podemos acceder a la misma tienda que la mayoría de personas o las de cuerpo normativo. Que haya tiendas a las que pueda entrar solamente a comprarme carteritas o pañuelos para el cuello porque sepa que nada más me va a caber. O el hecho de no caber en la mayoría de sillas. Quizá es algo que nunca nos planteamos, pero muchas personas gordas no cabemos en las sillas de los recintos o de los sitios a los que vamos y tenemos que pasar esa vergüenza de saber que me voy a tener que sentar en un sitio en el que no voy a caber y voy a incomodar a la persona de al lado. El hecho de que se juzgue constantemente nuestra salud o nuestros hábitos. Muy probablemente en algún momento habéis visto a una persona gorda y habéis pensado: “Seguro que come fatal”. O la habéis visto en determinadas cadenas alimenticias o comiendo determinados alimentos y habéis pensado: “Claro, así está”. Esas asunciones, ese presuponer cómo actúa una persona o cómo es una persona, en este caso una persona gorda, es lo que llamamos “gordofobia”. Son esos pequeños ejemplos. Porque las personas con cuerpos normativos no salen tanto a debate en ese tipo de términos, lo cual no quiere decir que las personas delgadas no tengan complejos o no sufran, porque la tiranía de la belleza nos acompaña a todos y a todas en esta sociedad. Pero sí que hay una clara diferencia en cómo tratamos un tipo de corporalidad y cómo tratamos la otra.
“La autoestima es algo que construimos día a día”
Porque que una persona de mi clase, que un compañero, una compañera me insulte, me diga equis o me diga y, le caiga mejor o le caiga peor, no puede determinar quién soy yo. Yo tengo que tener muy claro quién soy yo, porque soy la persona que más se conoce del mundo. Al final, vosotros y vosotras vais a saber siempre mejor que nadie cuáles son nuestras virtudes, vuestros defectos, vuestros puntos fuertes, vuestros puntos débiles, en qué sois buenos, en qué sois malos… Entonces, cuando ponemos nuestra valía… A mí siempre me gusta explicar esto como si nuestra valía personal fuera un tesoro. Yo me lo imagino como una piedra muy brillante, pero cada uno y cada una puede poner el ejemplo que quiera. Me lo imagino como algo muy bonito, muy bello, muy brillante, que es lo que determina quién soy. Es mi capa uno como persona. Es vuestra esencia. Quiénes somos cuando no hay nadie mirando, lo que más nos gusta hacer, lo que menos, todo. Lo más puro. La versión más pura de vosotros y vosotras. Cuando esa valía se la damos a otra persona y dependemos de lo que esa persona opine de nosotros, ahí es donde realmente tenemos el error, porque es donde caemos en sentirnos insuficientes, en tener una baja autoestima, en sentir que no merecemos las cosas buenas que nos pasen, que no merecemos amor del resto. Y tened en cuenta que una situación concreta de ‘bullying’, por ejemplo, se puede traducir en muchísimas más cosas, es decir, puede desencadenar situaciones muy violentas que no tengan nada que ver con esa situación de ‘bullying’ y se puede traducir en una baja autoestima, en sentirme que no soy suficiente, y que eso limite y determine cómo van a ser mis relaciones después. Entonces, el consejo que os daría a vosotros y a vosotras es, primero, que, por favor, pidáis ayuda cuando esto se esté dando. Hay una tendencia como de vivirlo en silencio por la vergüenza que genera muchas veces estar sufriendo una situación así o estar viéndola… Sé que muchas veces también tenemos mucho miedo a meternos entre medio de una situación de ‘bullying’, porque tenemos miedo a las represalias por lo que decimos, por ese sentido de pertenencia. “No quiero ser el discriminado”, es normal, pero a veces hay que romper un poco ese miedo porque tenéis que pensar qué tipo de persona queréis ser, cómo queréis que se os recuerde, qué valores queréis que se recuerden de vosotros y vosotras.
Si veis una situación injusta y vais a defenderla, bueno, es posible que haya alguna repercusión o alguna represalia hacia vosotros y vosotras, pero habréis hecho lo que realmente os pedía vuestro corazón, ese valor por encima de todo. O quizá no, y está igual de bien. Pero, sobre todo, pedid ayuda cuando sea necesario a los adultos de referencia que tengáis, a algún adulto que sepáis que os puede ayudar y os puede escuchar, porque sabemos que no en todos los casos es así, pero buscad ese adulto de referencia que creáis que puede echaros una mano. Eso sería lo primero. Apoyaos en personas que os quieran bien, personas que os puedan ayudar, que os puedan sostener en esa situación que es muy complicada. Y ese tercer punto del que hablaba al principio, aunque lo pongamos en la cola de estos puntos: tened muy claro quiénes sois y no dejéis que los demás os definan. Al final la gente va a opinar. Os lo digo desde ya, esto no va a acabar nunca. Somos opinólogos y opinólogas por naturaleza. Entonces, perdedle el miedo a no caerle bien a alguien. No pasa nada por no caerle bien a alguien, no le vais a caer bien a todo el mundo. No sois una croqueta, como dice la frase, y eso está bien. Vais a poder ir creando vuestro grupo de amigos, vuestro grupo de iguales, y eso está bien. Entonces, que lo más importante, lo que os acompañe siempre, sea la idea de ser vosotros mismos y ser vosotras mismas, sea lo que sea que signifique eso. Sois diferentes y eso está bien. Es lo normal. Ser diferente es lo normal. A los padres, a los adultos, a los educadores, el consejo que les doy es escuchar y atender. Sé que muchas veces es muy complicado porque yo misma me rodeo de gente más joven, incluso cuando vengo a espacios o a centros educativos a dar charlas a jóvenes. Te cuentan que a lo mejor hay una situación de ‘bullying’ y te entra como esa rabia de: “¿Cómo podría ayudar en esto? Quiero salvar a esa persona de ahí y que todo esté bien”.
Pero muchas veces lo que necesitamos es un adulto que nos tienda una mano y nos diga: “Estoy aquí para ayudarte”. No necesito a lo mejor que soluciones esto porque quizás es complicado, pero sí saber que estás ahí, saber que vas a estar pendiente de mí, más allá de mis calificaciones o más allá de lo que estoy estudiando, que vas a saber mirar y vas a saber identificar si estoy triste, si estoy enfadada, si me está pasando algo violento en clase, vas a saber parar una situación de ‘bullying’ en una clase, o vas a poder hablar con mis padres si yo no me siento con fuerzas, por ejemplo. Eso es como superimportante. Entonces, a los adultos el consejo que os daría es que entiendo que es muy frustrante porque, como os digo, incluso para mí lo es y no tengo como ese cariño que puede coger un profesor o una profesora que al final está todos los días, pero escuchad y nunca neguéis la vivencia de una persona, siempre escuchad con muchísima empatía y, en la medida que podáis, ayudar a esa persona sería lo óptimo, siempre que se pueda. De hecho, si os parece, vamos a hacer una dinámica que hago siempre en las charlas y que es muy visual para que nos demos cuenta de cómo nos cuesta a veces relacionarnos con el decir cosas positivas en vez de negativas. Así que, ¿hay algún voluntario o voluntaria que quiera acompañarme un momentito aquí? ‘Okay’. ¿Cómo te llamas?
“El humor es una herramienta muy poderosa”
Es cierto que hay una mayor predisposición en las mujeres por todo lo que se entiende a nivel social como “la cultura de la belleza”, que es una tiranía mucho más concreta hacia nosotras o más violenta hacia nosotras. Pero esto no está del todo claro en los estudios, puesto que los hombres tienen infradiagnóstico, lo cual quiere decir que cuesta más que pidan ayuda y que se reconozcan como pacientes de TCA. Cuando tengo una persona en mi entorno que tiene un TCA, pues es muy parecido a lo que hablábamos antes con el ‘bullying’. Lo que necesita una persona con un TCA es que la escuchen y la entiendan o la sostengan, porque muchas veces no vamos a poder entender lo que vive una persona con TCA, muchas veces no vamos a podernos poner en la piel de una persona que no se quiere quitar una camiseta en un vestuario del colegio para una clase de educación física o que no va a querer comer delante de nosotros, no lo vamos a poder entender, pero sí necesitamos ese sostén. Una persona con TCA te voy a decir lo que no necesita, para esclarecer un poco más lo que sí necesita. No necesita que la culpemos por lo que está pasando. La típica frase de: “¿Por qué me haces esto? Deberías entender cómo está sufriendo tu familia por lo que estás haciendo”. Un trastorno mental no te permite ver ese tipo de cosas. Es una pena porque nadie quiere hacerle daño a su familia ni a sus amigos, pero te nubla la vista. Eres incapaz de ver más allá de lo que tu mente te está contando sobre tu cuerpo, sobre tu vida, sobre lo que estás pasando en ese momento. Entonces, no necesitamos que se nos culpe. No necesitamos que se nos obligue a comer. Esta cosa… Esto tiene que siempre venir de profesionales, que sería como el primer paso, pedir ayuda. Esto es superimportante que lo tengáis en cuenta: que lo primero es buscar ayuda profesional, porque para eso los profesionales se forman específicamente en trastornos de conducta alimentaria, para poder orientarnos, para poder ayudar a esas personas con herramientas útiles… Sé que muchas veces da mucha vergüenza pedir ayuda porque “Yo no estoy enferma, yo solo quiero adelgazar” o “Yo solo quiero comer menos” o “Yo solo quiero castigar a mi cuerpo porque no me gusta cómo se ve”. ¿Sí?
“Yo no tengo ningún problema, solo es que estoy triste o solo es que tengo ansiedad o solo es que estoy muy apenada porque…” el motivo que haya detonado ese TCA. Después de pedir esa ayuda, si yo quiero ser un punto de apoyo para esa persona que tiene un TCA, lo primero es entender esto, que no la voy a poder rescatar de donde está a menos que escuche y comprenda cómo es su camino, porque los TCA son algo que es distinto en cada persona, es decir, cómo yo viví mi TCA será superdiferente de cómo lo habrá vivido otra persona, porque tiene esa característica, esa personificación vamos a decir. En cada mente se vive de una manera, en cada persona se vive de una manera. Entonces no obligar a comer, no culpar a la persona, no regañarla por lo que me está haciendo, no hacerle sentir culpable, buscar planes, por ejemplo, que no tengan nada que ver con la comida y con el cuerpo. Véase ir al cine, véase jugar a un juego de mesa, ir a algún sitio que sepáis que os gusta mucho, hacer una actividad que os gusta mucho, pero que no tenga que ver con algo que pueda detonar a esa persona una conducta determinada para con el cuerpo o con la comida, ¿no? Entonces parece como muy simple, ¿no? Escuchar y comprender. Pero luego es muy complicado de hacer. Muchas veces nos puede esa sensación de querer salvar a las personas y no entendemos que, aunque nos cueste y aunque esa persona esté sufriendo, tenemos que acompañarla y dejar que camine ese proceso, dejar que haga ese proceso a su ritmo. Quizás hoy necesitas que te escuche o no, que te hable yo de mis cosas y así tú evadirte. “¿O quieres que hagamos algún plan juntas? ¿Quieres que pida ayuda a tus padres, que busquemos juntas un profesional al que puedas acudir?”. Entonces quizás esa parte como de entender que no vamos a poder salvar siempre a las personas, pero sí vamos a poder resultar una muleta enorme en el acompañamiento, en que cada vez que esa persona sienta que va a caer, tú estés ahí para recordarle que no, para recordarle todo lo bueno que tiene en su vida, todos los motivos que tiene por los que luchar o por los que seguir en ese camino. Los TCA muchas veces nos hacen creer que no tienen cura.
Esa voz interna que te dice: “No, esto es para toda la vida, siempre vas a estar así”. No, para todo aquel que lo necesite saber: los TCA tienen cura, se puede, hay una recuperación total y existe y se puede conseguir. No significa que sea fácil, pero bueno, muchas cosas en esta vida no lo son. Entonces, si sentís en algún momento que tenéis una mala relación con la comida, no estamos hablando ya de una conducta concreta. Si sentís que vuestra relación con vuestro cuerpo y con la comida no es funcional, es decir, en el día a día os es un poco laboriosa, más de la cuenta, diríamos, ya es motivo suficiente para que pidáis ayuda. No tenéis que tener un diagnóstico escrito para ir a un psicólogo, a un psiquiatra o a un nutricionista y decir: “Oye, creo que algo anda mal”. O ir a mis padres, a mis profesores, a mis adultos de referencia, a decirles: “Necesitaría que alguien me ayude”. Porque muchas veces creemos que tenemos que estar en un estado supergrave para pedir ayuda. Entonces, a modo de clausura, para resumir un poco esto: ¿cómo puedo acompañar? Escucha, comprensión, planes que no tengan que ver con la comida o con el cuerpo, preguntar “¿Qué necesitas? ¿Cómo te puedo ayudar?”. Ser ese sostén, esa mano que vaya a acompañar en el camino y en el proceso a esa persona para que, cuando sienta que no puede más, que pierde las fuerzas, tú puedas estar ahí para recordarle todo lo bueno que hay en ella o en él, todas las cosas bonitas por las que luchar y por las que seguir adelante y, sobre todo, no juzgar. Los TCA son muy complejos. Ojalá se pudieran explicar en una frase así célebre, pero son muy complejos de entender y de vivir y, por tanto, tenemos que ser buenos acompañantes en ese camino, intentar siempre ser lo más comprensivos y comprensivas posible. Y, sobre todo, lo más, más, más importante, como ya os he dicho, es pedir ayuda profesional. Esto es importantísimo, que no intentéis haceros un diagnóstico a vosotros mismos, que no intentéis salir de donde estéis de forma autodidacta. No hace falta que lo hagáis solos y solas. Hay profesionales especializados en aquello que os esté pasando y es superimportante que lo primero, el primer paso, sea siempre pedir ayuda.
Te vas a mantener anclada a: “No, venga, pero yo tengo que seguir en mi camino, tengo que entender que mi camino es propio”. Esto es algo superimportante: dejar de compararnos, que al final parece que vivimos siempre en forma de espejo. Tengo que ser tan delgada como… Tan guapa como… Tener el pelo como… Ser una misma es lo más, más, más importante y lo más valioso que tenemos. Entonces, al final creo que en mi caso y en el de muchísimas otras personas, lo que me ha hecho… Y, de hecho, mi terapeuta incluso me lo decía un día, es que yo creo que al final lo que me ha mantenido fuerte en ese camino de mejorar mi autoestima y lo que me ha hecho avanzar, realmente rápido, porque yo empecé mi terapia demasiado tarde, diría yo, pero bueno, por lo menos la empecé, es esa fuerza interna de decir: “No, no, no, no me voy a rendir hasta que yo no sea capaz de mirarme al espejo y sentir que valgo”. Ya no que me vea guapa, ya no que me quiera muchísimo, ya no que ame mi cuerpo y cada rincón de su ser, sino que yo sepa que soy valiosa. Entonces convencernos de esto es superimportante, porque ese primer paso es el que nos va a llevar a no compararnos, a entender que la persona que tengo al lado y la que tengo enfrente son distintas a mí y es lo normal, porque como os decía antes, ser diferente es lo normal, aunque nos vendan lo contrario. Y, cuando dejo de compararme y sé que soy valiosa, lo que hago es empeñarme en que yo tengo que encontrar mi propio camino y no tenerle miedo a que mi camino sea distinto al del de al lado, no tenerle miedo a que haya momentos débiles o momentos más flojos porque siempre los va a haber. La vida no es lineal. Olvidémonos ya de la idea de que cuando cumplas una cierta edad, cuando te saques según qué carrera, cuando hagas según qué, la vida se va a volver lineal, absolutamente perfecta, una balsa de aceite y que no se va a mover nada, ni una pieza. Olvidaos de esto ya. Lamento deciros que en mi corta experiencia ya he podido comprobar que esto no es así y es la magia de la vida. O sea que nunca vaya a ser lineal, que siempre vaya a haber subidas y bajadas. Y con la autoestima, igual. Al final va a haber momentos que van a impactar negativamente o que pueden impactar negativamente nuestra autoestima.
Lo importante es que estemos fuertes en saber que no somos eso que nos pasa, sino qué hacemos con lo que nos pasa, cómo es nuestra fuerza interior, cómo de valiosas nos reconocemos, cómo sabemos lo capaces que somos, cómo nos reflejamos en los demás, cómo actuamos hacia los demás… Entonces, ese autoconocimiento, ese saber quiénes sois, el no tener miedo a ser diferentes, no tener miedo a ser quienes sois, eso es lo que os va a permitir forjar una buena autoestima y que los impactos, los momentos que puedan impactar negativamente, hagan alguna grieta, pero sepáis sanarla. Yo tengo días en los que me cuesta mirarme al espejo porque vivo en el mundo en que vivo, pero tengo una autoestima bien forjada que lo que hace es que, aunque yo tenga un problema al verme en el espejo y diga: “Hoy no estoy yo para verme bien”, sé que soy válida, sé lo capaz de hacer cosas que soy, sé mis puntos fuertes, sé que soy muy válida para muchísimas cosas, sé que tengo muchísimas virtudes, sé que tengo muchísima gente que me quiere. Entonces todo eso es como mi estructura, como los cimientos. Luego el resto de cosas se van sumando y a veces se caen, se vuelven a poner… La imagen corporal, el cómo me veo en el espejo, es como una pieza más. A veces la imagen corporal se va a ir y voy a decir: “Ay, qué mal me veo hoy, que me ha salido un grano, que no puedo verme en el espejo porque me veo feísima”. Bueno, pero tengo todo el resto de piezas que son las bases, que son cómo yo me siento y cómo yo me veo y cómo yo me conozco, que es lo que me permite estar fuerte. Entonces hay que seguir trabajando en eso, contad con que es algo que vais a tener que seguir trabajando todos, todos los días y es lo bonito, también os digo.
¿Por qué? Porque si yo siento que no valgo para nada, que soy feísima, que nadie me va a querer con este cuerpo, que no merezco la pena, que no tengo nada bueno que aportar, no le voy a exigir o no le voy a pedir nada de lo que realmente merezco al resto. Entonces me voy a conformar con lo que muchas veces llamamos “migajas de amor”, que es cualquier persona que me mire con cierto cariño, cualquier persona que demuestre cualquier tipo de acercamiento hacia mí o atracción hacia mí… “Ya está, esto es lo que yo tengo que tener, esto es a lo que tengo que aferrarme, y esto es lo máximo a lo que puedo aspirar”. Pensad que enseñamos a amarnos a los demás. Enseñamos a los demás cómo amarnos en base a cómo nos amamos a nosotros mismos. Si yo no me quiero bien, pues muy probablemente no voy a poder identificar que otra persona no me está queriendo bien. Y esto es tan importante porque una relación de maltrato o una relación tóxica deja heridas que no os puedo contar lo mucho que te acompañan en el tiempo, porque al final cuesta mucho deshacerte de algo que te crea incluso dependencia, ese sentir que este es el amor que yo merezco, no puedo soltarlo porque, si esta persona se va, ¿quién me va a querer? Esto es lo que yo pensé. Yo tuve una relación con dieciocho años en la que mi pareja al principio era un auténtico príncipe de cualquier película de Navidad de amor. Todo era precioso, todo eran detalles, todo era romántico, todo era ensalzarme. Claro, él me decía cosas que yo en mí misma no podía identificar. “Qué guapa eres, cuánto me gustas, qué bien haces las cosas, eres maravillosa”. Y yo decía: “Guau, si esta persona se ha fijado en mí, yo pensando que soy todo lo contrario, no puedo soltar esto”. ¿Qué pasa? Que, cuando entras en esa dinámica, es mucho más difícil identificar la violencia. Porque la violencia, la escala de la violencia en una relación, no empieza con una bofetada, no empieza con una violencia física. Empieza con muchísimos otros peldaños.
Empieza con un control, por ejemplo, en redes sociales, en el móvil, en las contraseñas. El tengo que estar sabiendo en todo momento dónde estás. Empieza con: “Esta amiga no me gusta, esta compañera tampoco, este plan que haces no me gusta”. Empieza con esa sensación de que dependes de esa persona, esa persona te hace creer que la necesitas para respirar. Entonces eso te aísla de ti. Entonces llega un momento en el que es muy difícil identificar que estás en una relación de violencia, porque ya estás dentro, ya estás dentro, ya estás pensando que esto es lo mejor que puedes tener, que todo es por amor. Los celos son por amor. “Claro, es que no me quiere compartir con nadie”. Entonces es normal que tenga celos. Que controle mi móvil, que controle mis contraseñas, que controle mis redes sociales es porque se preocupa por mí, porque no quiere que nada malo me pase. Si no le cae bien una amiga mía o un amigo mío y no quiere que me junte con él o con ella, no son celos, no es posesión, es porque esa persona a lo mejor le da una mala vibra. No. No, esto no funciona así y esto también pasa mucho en las amistades y es también complicado. Chicos, tened superclaro, porque sé que en esta edad es muy difícil de identificar, que un amor nunca os va a limitar. Nunca, jamás. O sea, el amor es libertad, es ser libre. Nunca es coartar a una persona, nunca es reducirla. El amor es un lazo, no es una cuerda. El amor nunca es una prisión. Es sentirte libre, es poder crecer, es poder evolucionar. El amor no es castigo, no es rechazo, no es odio, no es dejar indiferente a la otra persona o dejar de hablarle o ignorarla. Ese ‘ghosting’ del que ya habláis en esta generación, esa luz de gas, ese ‘gaslighting’… Todas esas conductas son, como también decís esta generación, ‘red flags’ así de grandes. O sea, dejad de pensar que eso es amor, porque un amor nunca os va a limitar.
Una persona que os quiera siempre va a querer veros crecer. ¿Sabéis este dicho de: “Quien bien te quiere te hará llorar”?. ¿Lo habéis escuchado alguna vez? ¿Sí? A mí me gusta mucho cambiarlo. Y digo: “Quien bien te quiere, te hará brillar”. Quien os quiera os va a querer ver evolucionar, os va a querer ver viajar si os apetece viajar. Os va a esperar cuando queráis iros una temporada a estudiar fuera. Va a querer veros en vuestra mejor versión, os va a apoyar en los momentos malos, va a sostener los momentos difíciles. Va a querer que salgáis con las amigas o con los amigos, que hagáis relaciones sociales buenas, sanas. Va a querer que os queráis, valga la redundancia, lo máximo posible. Va a alimentar siempre ese afán de superación, os va a querer siempre mejores personas, más brillantes, más felices, más soñadoras. Nunca os va a limitar. Id siempre con esa idea. El amor nunca te limita. El amor nunca puede ser cadena, nunca. Creo que he podido más o menos resumirte qué es para mí el amor y, sobre todo, qué no es, porque ojalá alguien me lo hubiera dicho a mí, ojalá alguien me hubiera dicho que alguien que me quiera nunca me va a hacer sentir pequeña. Ojalá. Ojalá esto se os quede y nunca, jamás, permitáis que cualquier persona… Amor, pareja, familia, cuidado, relaciones de amistad, os limiten. Nunca. Y en el momento en que eso pase, sed conscientes de que tenéis todo el derecho a poner límites. Esa palabra que también es muy de la era actual y que menos mal que estamos pronunciando. Si algo no me está haciendo sentir bien, si esos celos, si esa rabia que muestras ante mí, ese golpe en la mesa que das de repente, esa violencia con la que me tratas no me está gustando, tengo que poder decirte: “Eh, esto no”. Y, si esa persona se enfada, hay otra frase que me gusta muchísimo decir y que es que no puede ser más certera que es: “Las personas que no respeten vuestros límites serán aquellas que se beneficiaban cuando no teníais límites”. Porque cuando una persona te quiere bien, acepta que le digas: “Oye, esto no me lo hagas”. “¿Por qué?”. “No, no hay por qué. No quiero que me lo hagas. No me hace sentir bien”. Te va a respetar. Entonces, cuando necesitéis poner un límite, cuando necesitéis decir alto y claro: “Esto no, por aquí no voy a pasar, esto no me hace bien”, hacedlo. Ya sé que muchas veces da miedo porque queremos pertenecer, como decíamos antes, porque queremos sentirnos amados y amadas, porque esa es la sensación más maravillosa del mundo, pero cualquier persona o relación que os limite no es una relación sana y tenéis todo el derecho a salir de ella.
“El autoconocimiento, saber quiénes sois, no tener miedo a ser diferentes... es lo que os va a permitir forjar una buena autoestima”
Todo esto que está a la orden del día, que no es algo que ya haya pasado y que, jo, quizá, si todo hubiese diferente y el trato que me hubieran dado hubiera sido distinto en todos los ámbitos de mi vida, no lo sabremos nunca, pero quizá me hubiera ahorrado bastantes cosas, ¿no? Sin duda, lo que más me gusta de las charlas es la interacción. Es el poder tenerles cerca, que se sientan un poco en casa, que puedan compartir también cosas con sus compañeros que de normal no hacen, porque supongo que en clase no hay tanto tiempo o tanto margen para estar todos juntos hablando de algo que les inquieta o de cosas que les duelen, que les mueven, básicamente. Y lo cierto es que en las charlas me encuentro historias muy conmovedoras, ¿no? Como decía antes, historias que te acompañan y que… A veces he salido de centros educativos diciendo: “Dios mío, ojalá pudiera tener una varita mágica, tío, y tocar a esa persona y que todo pasara”, porque como sé lo que es, pues claro, cuando te explican que tienen un TCA, que sufren ‘bullying’ o que no le encuentran sentido a nada… Me he encontrado alumnos muy pequeños que sentían que su vida no tenía ningún propósito o nada bueno que aportar. Y es muy triste porque al final la sociedad y las personas adultas también somos parte de ese cambio que les tenemos que ofrecer a los jóvenes. Entonces, sobre todo lo que me encuentro es eso. Es mucha verdad y muchas ganas de contar cosas. Porque lo típico… Esto seguro que, si os ha pasado y os dará rabia, porque a mí me daba mucha rabia. Esta cosa de que los adultos estamos en esta cosa como tan adultocentrista de: “No, es que los niños no se enteran, los jóvenes no tienen por qué opinar sobre según qué temas”. Bueno, es que los jóvenes tienen mucho que decir sobre muchísimas cosas y muy interesantes, además. A veces cuando les pones el micro en la mano, a veces literalmente, que en las charlas solemos tener un micro… A veces les das el micro y empiezan a hablar y dices: “Guau, ¿por qué no te había escuchado antes?”. Incluso el profesorado muchas veces me dice: “Qué interesante este debate que se ha creado”.
Claro, eso es lo bonito: que tienen ya inquietudes, que tienen cosas que aportar, que tienen miedos, que tienen inquietudes, que tienen cosas que les preocupan, que tienen cosas que les hacen felices, que tienen ya un propósito, que empiezan a notar qué se les mueve aquí dentro, qué quieren hacer en su vida adulta. Y los adultos tenemos la posibilidad de ofrecerles un espacio seguro en el que compartir todo eso. Entonces, sin duda, me quedo no solamente con lo que yo puedo aportar, que al final eso, pues bueno, lo que sea que pueda aportar, sino con lo que yo me llevo. Yo me llevo ese aprendizaje de que la gente joven tiene mucho que decir, de que la gente joven necesita ser escuchada, de intentar ser yo un espacio en el que lo puedan hacer y, sobre todo, que queda mucho por hacer. Estamos avanzando, afortunadamente, porque estos espacios, por ejemplo, son un espacio maravilloso que hace… No, tampoco tanto, hace diez o doce años, que es cuando yo iba a instituto, no se abrían. Y, sin embargo, aquí estamos. Pero tenemos que seguir avanzando. Y tenemos que seguir avanzando, sobre todo, pensando en esas generaciones, en los futuros adultos, en los futuros adultos que necesitan que seamos referencia para ellos y para ellas.
Entonces, te puedes acercar a la realidad, pero tampoco puedes entenderla al cien por cien. Entonces tener un grupo en el que tú puedas decir: “Jo, mirad, chicas, hoy me siento así porque me ha pasado esto en el médico, porque me ha pasado esto otro allá o acá, o he recibido este insulto por internet o este comentario” y sabes que te van a entender y que te van a sostener. Esto es muy, muy importante. Afortunadamente, ahora que ya estoy en un punto de salud mental y autoestima y recuperada de mi TCA… Hablábamos antes un poco de las relaciones, ¿no? Al final todas las personas que me rodean ahora son mis referentes: mis amigos, mi pareja. Son personas que al final ya van en consonancia con quién soy, que es lo que no me pasaba antes. Como antes no sabía poner límites, antes no sabía quién era, quién quería ser, al final te embarcas un poco en relaciones que no sabes muy bien para dónde van y que son bastante disfuncionales, ¿no? En cambio, ahora que tengo muy claro quién soy, esa pregunta que nos tenemos que hacer todos y todas: quién soy, quién quiero ser, cuáles son mis valores, qué no quiero en mi vida, sobre todo, que esto es superimportante… Todas las personas que me rodean actúan un poco de referente porque son personas que al final van en consonancia, como digo, con quien tú eres, con tus valores, sabes que les vas a poder poner un límite cuando algo no te gusta, ¿no? Y que lo van a respetar, como os decía antes, que esto es superimportante. Es que de verdad que nos parece una obviedad, pero es necesario poder decir a una persona: “Oye, esto que has hecho o que has dicho, mira, me ha molestado o, mira, me ha detonado una situación que viví hace diez años, que a lo mejor no viene mucho a cuento pero que a mí personalmente me ha hecho daño”. Y que esa otra persona pueda ejercer ese: “Oye, perdona, no me había dado cuenta, vamos a hablar sobre ello”. Ese es apoyo. Entonces vuelvo a recalcaros lo de los límites, porque de verdad que es muy importante y es muy gratificante cuando te das cuenta de que te rodean personas que te respetan y que te quieren por quien eres y que no quieren una versión impostada de ti y que no quieren una versión perfecta de ti. Que muchas veces pensamos que, para llevarnos bien con alguien, o para tener una pareja, o para tener una buena amistad o una mejor amiga o mejor amigo, tenemos que ser una versión impoluta, perfecta, de diez. No equivocarnos nunca, no meter nunca la pata. No, vamos a meter la pata porque somos seres humanos, ¿no?
Pero lo bonito cuando tú tengas un círculo que te entienda, que te sirva de referente, que te sirva como espejo… Jo, a las personas que me rodean yo las admiro muchísimo y no hay nada más bonito que admirar a las personas que te rodean. Que no haya envidias, que no haya rencillas, que no haya: “Ah, tú te has comprado ese pantalón y a mí me queda mal”. Yo tenía amigas así, ¿eh? Que, si a mí me quedaba mejor la ropa que a ellas, me hacían cambiarme de ropa. ¡Pero bueno! ¿Esto qué es? Esto no es amistad ni es nada. Y, sin embargo, lo normalizamos. Y, sin embargo, ahora tengo la grandeza de que tengo tan claro lo que quiero y quién soy y lo que proyecto al mundo también que las personas que me rodean… No tengo un círculo tampoco muy amplio de personas que considero yo mi familia o mi casa… Van muy en consonancia con quien soy y puedo en todo momento ser yo misma, sin máscaras, sin filtros, sin ningún tipo de disfraz. Puedo ser yo misma en mi máximo esplendor, ¿no? Así que, sobre todo, no tengáis miedo a poner esos límites de los que hablábamos antes y los que he vuelto a retomar ahora. No tengáis miedo, de verdad, porque es muy bonito poder decir que mis referentes son la gente que me rodea hoy en día. Es muy bonito poder decir que mi pareja, que mi familia, que mis amigos, que mi entorno, que mi tribu, son mis referentes, porque eso significa que he sabido seleccionar y, si sé seleccionar, es porque sé quién soy y me tengo en estima y me tengo en valor y me pongo en valor. Así que tened esto muy presente también y vedlo como algo bonito para construir vuestra identidad también.
Que esto lo tengamos muy claro. Ahora bien, precisamente de esa comparación nace muchas veces el ‘hate’. Cuando empezáis a ver a los ‘haters’ con la compasión con que ves a tus agresores, por ejemplo… Yo veo a mis ‘haters’ con la misma compasión con que veo a los chicos y las chicas que me hacían ‘bullying’ en el instituto, con la misma. Porque entiendo que, para que te tomes un minuto en dejar un comentario negativo a alguien en redes sociales, tienes que tener mucho dentro que no estás sabiendo procesar y que te está doliendo y que te está haciendo daño. Entonces quizás ese es el primer paso para aprender a lidiar con ello. Entender que una persona que es capaz de decirte, como me han dicho a mí, cosas sobre mi muerte… “Ya verás cuando te mueras, ya verás cuando te pase esto”. Desear esas cosas tan horribles a otra persona… Cuando aprendes a pensar que, para decirme eso a mí tienes que estar muy mal tú por dentro, te ayuda a separarte y a no hacerte tuyo eso. Entonces entiendo que, cuando eres más joven, quizá eso es más complicado. Por lo que hablábamos, el sentido de pertenencia, de pertenecer al grupo, de caerle bien a todo el mundo… A mí me ha costado mucho entender, precisamente, en redes sociales, que no le voy a caer bien a todo el mundo, porque aparece un poco también esa Marita, esa versión de mi niña interior, que también quiere ser amada y quiere ser aceptada por el resto. Y muchas veces hay esa ansiedad porque no le caigo bien a esa persona, no le gusta lo que hago. Bueno, puede pasar y va a pasar. O sea, es así. Entonces entiendo que, cuando eres más joven, puede pasar que esto sea más complicado y que os cueste más entender que: “Esta persona que me pone este comentario me ataca, me siento vulnerada, me siento mal, me siento inferior por lo que me ha dicho”. Pero es muy importante el trabajo previo. O sea, pensad que al final cómo nos relacionamos con las redes sociales es un reflejo de cómo nos relacionamos en la vida general. Entonces, si yo en la vida en general soy una persona con buena autoestima, con una buena relación social, tengo una vida más o menos satisfactoria, no voy a ir a redes sociales a comentarle nada negativo a otra persona.
Al final voy a seguir cuentas que me hagan bien, que me hagan reír, que me entretengan… Lo que sea que busque en redes sociales, que cada persona busca una cosa, y voy a comentar siempre de una forma proactiva o incluso a veces se generan debates interesantes. Pues debatir desde el respeto. “Mira, pues yo opino esto. ¿Tú cómo lo ves? ¿Y a ti qué te parece?”. Pero desde ese respeto. No voy a ir a ser un ‘hater’ más, a insultar a esa persona, porque voy a entender que esa persona que veo a través de la pantalla, por muchos millones de seguidores que tenga y por mucho dinero que gane al mes, es una persona. El problema de las redes sociales muchas veces, chicos, es que despersonalizamos y despersonificamos a las personas. Es como que de repente la ‘influencer’ que estoy viendo en la pantalla no es una persona, es una pantalla, ya está, no existe en la realidad, pero sí existe. Y a lo mejor un comentario que le hagamos le puede detonar algo muy chungo, le puede hacer muchísimo daño, y quizás si nos planteáramos por un momento el impacto negativo que puede tener eso en la vida de esa persona, no lo haríamos. Todos los días lo veis, estoy segurísima. Os movéis en plataformas en las que el ‘hate’ está supernormalizado y veis los comentarios que se dejan. No sé si alguno de vosotros o de vosotras alguna vez lo ha dejado, pero lo veis, por lo menos lo veis, sois espectadores. Es el mismo ‘bullying’ que pasa en el aula, pero masificado, porque encima en redes sociales me creo un perfil falso en el que no me pongo foto, me pongo @user54141… muchísimos números, y puedo decir lo que sea. Hay total libertad para decir lo que sea. Y esto, hablando de libertad, es muy importante que lo tengáis en cuenta. No es libertad de expresión. Cuidado, un momento aquí. La libertad expresión termina donde empieza la integridad de una persona. Si yo voy a atentar contra la integridad de una persona, dejaos de pensar y de escudar en que eso es libertad de expresión, porque no lo es. Y ya, si no queremos ir a tecnicismos, solamente que yo me pare un segundo antes de comentar a pensar cómo le puede afectar eso a esta persona. Yo recibo comentarios hoy en día en redes sociales que, si me los hubieran hecho con dieciséis, diecisiete, quince años, os prometo que no estaría aquí. Os lo puedo asegurar, no estaría aquí. Me hubieran afectado muchísimo.
Y al final todos sabemos cómo de a la orden del día está este tema. No solamente la salud mental. Entonces esto es muy importante porque todos tenemos una responsabilidad con cómo nos relacionamos con el resto. No vamos a poder salvar a nadie, lo hemos dicho, no vamos a poder evitar el mal en el mundo, pero sí podemos intentar dejar una huella positiva. Y más digital, que la huella digital no se pierde nunca, aunque todavía haya impunidad o un castigo o una represalia por las cosas que decimos. La huella digital se queda ahí, pero esa huella digital para mí, por ejemplo, que lo recibo, no es digital, chicos, no es un comentario que yo leo y hago: “Bueno, borrar”. Hay días en que, a lo mejor sí, pero escuece un poquito, ¿no? Y te genera un malestar y piensas: “Jo, ¿por qué tengo que recibir un comentario así en una plataforma en la que intento, en mi caso, aportar algo positivo?”. Entonces, para relacionarnos con las redes, no nos comparemos, entendamos que somos personas distintas, sigamos cuentas que nos aporten algo positivo. Dejemos ya de seguir a la ‘influencer’ que está de moda si me hace daño. O sea, si me hace daño, no tengo por qué seguirla. No pasa nada. Podéis seguir bicheándola de vez en cuando sin seguirla o ver el contenido diariamente o interactuar todo el rato. Pero estas cuentas que a veces siguen a una persona y solamente se dedican a mandarle mensajes de odio. Eso habla de vosotros. Hablo de “vosotros” no presuponiendo que lo hacéis, entendedme. Si yo dejo un comentario de odio, me lo voy a llevar a mí, ese comentario de odio que yo dejo habla de mí. Tened esto superclaro, habla de mí, no habla de la persona que lo recibe. Igual que hablábamos en el ‘bullying’: el ‘bullying’ que yo hago no habla de la otra persona. A mí me llamaban “vaca”, “foca”, “ballena”. ‘Okay’, eso no habla de mí, que también, por mi corporalidad, pero esa maldad o esa ira con la que yo lo lanzo, eso no habla de mí, que lo recibo, habla del que lo lanza. Y en redes pasa exactamente lo mismo. Entonces, tened criterio, desarrollad ese criterio de “¿A quién estoy siguiendo?”. A veces, de vez en cuando la limpieza de redes sociales viene superbién. “A ver, ¿esa persona que sigo me hace sentir bien, me hace sentir mal? Pues la dejo de seguir”. Y paraos siempre… Ese ímpetu que nos entra cuando vamos a comentar o a dejar un mensaje negativo.
Diez segunditos, cinco, si queréis, de una revisión de qué voy a decir. ¿Esto que voy a decir va aportar algo? Porque algo muy importante también, como cierre de esta pregunta, es que no somos tan importantes, nuestra opinión no es tan importante. Realmente veces es guay que nos recordemos esto, porque a veces que yo le diga a tal ‘influencer’ “Me parece fatal cómo te queda esta falda o me parece fatal esto que has dicho” no es tan importante y a veces sabernos como algo menos importante también es guay para decir: “Bueno, no voy a poder aportar nada con esto. ¿Puedo seguir con mi día, puedo seguir con mi vida sin decirle esto a esta persona, que no le va a aportar nada y tampoco me va a aportar nada a mí? Solo me voy a quedar ahí retroalimentando mi rabia”. Pues sigamos. Chicos, la vida es muy corta, la vida es mucho más sencilla como para complicárnosla estando ahí en debates de odio y en esa maldad de las redes sociales. Aprovechémoslas, son una herramienta maravillosa para hacer cosas preciosas, para hablar de cosas que os interesen, para haceros fotos chulísimas y subirlas, para interactuar con vuestros iguales, para conocer gente… ¿Es necesario que lo utilicemos con esa maldad? Pues probablemente no.