“El movimiento más humano es cuidarnos”
Josep Maria Esquirol
“El movimiento más humano es cuidarnos”
Josep Maria Esquirol
Filósofo y escritor
Creando oportunidades
Filosofía de la proximidad
Josep Maria Esquirol Filósofo y escritor
Josep Maria Esquirol
Vivir, pensar y amar son, según Josep Maria Esquirol, los “infinitivos esenciales”. La obra de este filósofo, escritor y profesor responde a preguntas aparentemente sencillas para ahondar en la condición humana. “Amar y pensar son los verbos que hacen que la vida humana sea todavía más humana”, reflexiona.
Esquirol es uno de los referentes de la filosofía en España. Este catedrático de Filosofía de la Universitat de Barcelona —donde ha impartido filosofía política y pensamiento contemporáneo— también es el director del grupo de investigación Aporía, dedicado al análisis del pensamiento contemporáneo para elaborar un discurso antropológico, ético y político. El pensador ha publicado más de una decena de libros y ha participado en más de setenta trabajos colectivos y en numerosas revistas. En su propuesta filosófica, la “filosofía de la proximidad”, reivindica lo cotidiano, la diferencia o la resistencia. Un pensamiento lleno de ricos matices que, con lenguaje comprensible y evocador, podemos explorar en obras como ‘La resistencia íntima: Ensayo de una filosofía de la proximidad’ y en su más reciente ‘Humano, más humano: Una antropología de la herida infinita’. El trabajo de Esquirol ha sido merecedor de prestigiosos galardones como la Distinción a la Investigación otorgada por la Generalitat de Catalunya o el Premio Nacional de Ensayo. “La educación debe tener como finalidad principal ayudar a que las personas jóvenes sean cada vez más reflexivas y eliminar todo atisbo de frialdad”, concluye el pensador.
Transcripción
Y también entender mejor qué es aquello que realmente vale la pena, aquello que merece la pena. Entonces, la idea es que cuando se piensa, cuando se reflexiona, en cierto modo nos acercamos o podemos acercarnos a las cosas más sensatas. Es decir, a las cosas que tienen sentido. Y también podemos acercarnos, que es otra manera de decir lo mismo, a aquello que es más bello, a aquello que es más precioso. Y esta cercanía con lo más precioso, con lo más bello, incluso podríamos decir con lo más verdadero, es algo que, en cierto modo, se degusta, se puede degustar. Y que nos alimenta. Alimenta nuestra vida. Nuestra vida personal, nuestra vida anímica. Este es el motivo por el cual, no por casualidad, el sabio es el que sabe degustar. Es decir, el sabio es aquella persona, a veces anónima, que incluso puede no tener ningún estudio académico, pero sin embargo sabe acercarse a lo valioso para degustarlo y de esta manera dar mayor sentido a su vida y a sus experiencias.
Hubo unas personas que querían conocerle personalmente. No vivían en su ciudad y fueron de viaje para conocerle. Cuando llegaron ahí donde vivía Heráclito, preguntaron por su casa y unos vecinos les dijeron: «Id por ahí y encontraréis la casa de Heráclito». Y cuando se acercaron al portal vieron cómo Heráclito, en el fondo, se estaba calentando al lado de una estufa. En sus rostros se reflejó no una decepción, porque quizá esperaban ver a Heráclito de una manera mucho más especial, mucho más espectacular, y se encontraron con un hombre ya mayor, sentado sencillamente al lado de una estufa. Heráclito, que realmente era muy sabio, al darse cuenta de esa significación en los rostros de sus visitantes, inmediatamente les dijo: «Pasad, pasad, que aquí también están presentes los dioses». Claro, eso es lo que significa que en algo tan sencillo como estar viviendo y calentándose junto a una estufa es ya una maravilla. Prestar atención a eso es darse cuenta de esta hondura que reside, que anida, en la vida cotidiana.
"La cotidianidad nos ayuda y nos ampara"
En el caso de la escuela, ¿la resistencia qué forma adquiere? Pues yo creo que adquiere la forma de una especie de marginalidad. De marginalidad en el sentido siguiente: Hoy hablamos de lo que ocurre debido a una sociedad tan tremendamente consumista. El consumismo también nos desgasta. Eso es lo que domina. Bien. ¿Qué es lo que tiene sentido? Lo que tiene sentido es resistir ante lo que domina. ¿Eso domina? Sí, sin duda domina. ¿Pero qué tiene sentido? Lo que tiene sentido es que haya espacios, haya instituciones, en donde eso que domina no domine. Uno puede darse cuenta de que hay otros valores muy distintos de estos que se juegan en eso que domina. Hay otros valores que son muy preciosos y que tienen que ver con, como decía antes, por ejemplo, con la compañía, que tienen que ver con la colaboración, que tienen que ver con el amor, que tienen que ver con la admiración, que tienen que ver con la pasión por lo bello. Eso que tiene todo el sentido puede ocupar un lugar marginal. Lo marginal es como un lugar en donde se preserva, se guarda… Se guarda no en un cajón, sino se guarda vitalmente, se guarda apasionadamente, se guarda algo valioso, esperando momentos oportunos en los cuales eso marginal pueda incidir mayormente en el conjunto de la sociedad. Yo creo que la escuela en este sentido es como uno de estos lugares marginales. Marginales. Es decir, es un lugar que debe mantener su especificidad, es un lugar que no debe ser una mímesis de lo central, no debe asimilarse a lo que domina. Cuando oigo a algunos, digamos, responsables políticos hablar de educación y dicen que la universidad o que las escuelas y los institutos tienen que estar al servicio de la sociedad, pues a mí me parece que no han pensado bien eso, no. No están bien orientados, están desorientados. ¿Por qué? Porque cuando dicen eso, primero, imaginan la sociedad como una especie de cosa independiente de lo que son las escuelas, por ejemplo. Y respecto a lo cual la escuela tiene que asimilarse. Tú tienes que parecerte, tienes que copiar lo que domina. No, eso no va por ahí. Porque, precisamente, si se va por ahí, se produce una especie de homogeneización de la sociedad, que es lo peor. Lo peor es la falta de diferencia, porque lo que nos fecunda, lo que nos enriquece, es la diferencia. Y sin embargo, no es que esté en contra de la idea de que la escuela tenga que estar al servicio de la sociedad. Lo que cuestiono es que este estar al servicio consista precisamente en copiar. No, estar al servicio significa mantener la diferencia, mantener la singularidad de este espacio, saber que cuando uno entra en la escuela respira un aire diferente. O sea, la escuela y la universidad son como espacios sagrados. Es decir, es algo que no se asimila a lo demás. Es algo en donde ha de verse otra manera de vivir. Se ha de vivir de otra manera. El umbral tiene que ser realmente revelador. El umbral de la puerta de una escuela o de una universidad. Y en este sentido, me parece que la palabra «resistencia» es muy oportuna. Es decir, son lugares de resistencia, son lugares preciosos de resistencia, en donde merece mucho la pena no perder esta pasión por lo diferente, que es valioso.
"La escuela debe ser un espacio de resistencia"
Lo verdadero, lo bello, lo bueno, son siempre como una especie de formas. Formas muy flexibles que nos nutren y que ayudan a que nosotros mismos, a través de este contacto, con estas formas bellas, verdaderas, buenas, nos vayamos formando. La formación de uno mismo, la palabra también es muy reveladora, es decir, la adquisición de forma por parte de uno mismo se produce gracias a esta especie de cercanía, de vecindad, con esas buenas formas que, en el mejor de los casos, la escuela ofrece, que la escuela facilita, que la escuela regala. A mí me parece que lo que realmente constituye la fuente de riqueza de una comunidad, de un nosotros, de una sociedad, es la diferencia. Es la diferencia. Y esa diferencia es un enriquecimiento. Es algo que hace que la vida sea mejor. ¿Por qué? Porque, efectivamente, la riqueza está en la diferencia. Mientras que, cuando las cosas se tienden a homogeneizar, cuando todo se convierte en lo mismo o en casi lo mismo, se incrementa la inquietud, se incrementa, digamos, el malestar. Yo diría que uno de los problemas de la sociedad nuestra es de un malestar latente debido a este proceso de progresiva homogeneización. En las escuelas ha de notarse, ha de sentirse, algo diferente. Es decir, la forma de vivir, de respirar, de mirar, en casa debe ser una. La forma de vivir, de respirar, de mirar, en la escuela debe ser algo diferente, sin duda. Y esa diferencia es un enriquecimiento. Cuando me preguntan: «¿Tú qué crees que debe ser la universidad?». Y lo mismo diría para la escuela, pero más o menos haciendo esta proyección. Pues les respondo con una definición que daba un autor de finales de la Edad Media, Alberto Magno. Decía… Es una definición muy preciosa. «¿Qué es la universidad?». Dice: «Es la dulzura de la vida en común de maestros y discípulos en la búsqueda de la verdad». Yo pienso: «Ostras, es que es eso». Es decir, se habla de la dulzura de la vida en común, de maestros y discípulos en un mismo movimiento. No hace falta utilizar la palabra «verdad» si a uno le parece demasiado mayúscula, es igual. El caso es que no se habla de la competitividad, no se habla del individualismo, no se habla de los beneficios, no se habla de los resultados. Se habla de la dulzura de la vida en común. La dulzura de la vida en común. Esto es una maravilla, porque esto significa que es una manera de vivir. Que luego en el mundo del trabajo tal como está estructurado hoy te encuentres con otras cosas, de acuerdo. Incluso uno puede aceptar que en un momento dado no puede ser de otro modo o es difícil que se cambie de forma muy rápida. Pero, por lo menos, eso sí que está en nuestras manos, preservar esta forma diferente de vida.
Esta diferencia no es algo reñido con la juntura, digamos, la unión, sino lo contrario. Es decir, ¿cuál es la condición de posibilidad de que se establezcan lazos, de que se establezcan relaciones muy fuertes? La diferencia. Pero son, efectivamente, relaciones. Es decir, son uniones, son lazos, son junturas. A mí esta palabra también me gusta muchísimo, la de «juntar». Juntar no es confundir, juntar es unir. La confusión es algo que no nos va bien. Confundir es fundir como si todo pudiese formar parte de un mismo todo, valga la redundancia, como si todo fuese un todo. No, eso no refleja la situación humana. La situación humana queda reflejada cuando no se insiste en totalidades del tipo que sea, sino cuando se insiste en las junturas, en los ayuntamientos. Los ayuntamientos entre las personas, entre las casas, entre los pueblos. Cuando se tiene en mente algo así como una totalidad, en realidad ahí no se pueden dar relaciones, porque a lo sumo, en el seno de una totalidad solo hay partes, y las partes son simples partes. No son, digámoslo así, entidades diferentes. No son seres diferentes entre los cuales se puede establecer un vínculo. La parte al final es una mera parte y por lo tanto es algo en donde propiamente ya no cabe hablar de relación. Solo cuando hay diferencia, hay posibilidad de relacionarse y, por tanto, cuando no hay diferencia, todo es un todo y el ser y la nada coinciden.
"Prestar atención es cultivar una actitud"
La significación de «mundo», en este sentido, se parece a la de «cosmos» en griego. ¿»Cosmos» qué era? Lo armonioso, lo bello, lo justo en el sentido de lo ajustado. Es decir, la justicia tiene que ver con lo que está ajustado, lo que está bien unido. Y resulta que los romanos, cuando utilizaron la palabra «mundus», añadieron, respecto a los griegos, el sentido de lo limpio. ¿No? Y este es el motivo por el cual, nosotros en el lenguaje normal, conservamos una palabra que indica precisamente esto. Es decir, que indica lo contrario de esto, que es la palabra «inmundo». «Inmundo» significa precisamente «lo no mundo». Por lo tanto… ¿Y a qué asociamos lo inmundo, es decir, la inmundicia? A los desechos, a la degeneración, a cargárnoslo todo de la peor manera posible… Entonces, si inmundicia es esto, ¿qué es lo contrario de la inmundicia? Pues el crear mundo, el generar mundo. Es decir, el procurar que el mundo, es decir, esta especie de belleza, de armonía, de cosmicidad, de juntura, de justicia, sea todavía más mundo. Hacer de un mundo más mundo es generar, a partir de lo que nos admira, a partir de las bellezas que nos encontramos, a partir de las armonías que nos encontramos, generar todavía más, crear más mundo. Es como crear más casa, hacer que el mundo sea más casa. Porque, por hablar un poco mitológicamente, las fuerzas entrópicas, las fuerzas de la disgregación, continúan siempre siendo eficaces. Es decir, las cosas que hacemos, las cosas bellas que hacemos, las cosas bellas que construimos, todas ellas están sometidas al desgaste. Si tú no las cuidas, es como si uno no se cuida a sí mismo, pues mal andará. Si nosotros no cuidamos lo que construimos, pues eso tiende a petrificarse. Tiende a tomar movimientos inerciales ya muy, muy fríos. Entonces todo lo que hacemos, las escuelas… Si uno crea una escuela o ayuda a crear una escuela, eso es una institución. Entonces, uno puede decir: «Qué escuela más bonita que hemos creado, qué equipo docente más bien compenetrado, qué bien que se respira en esta escuela, qué ambiente tan amable…». Muy bien, si eso no se cuida, va a tender a desaparecer. No solo lo material, sino que ese ambiente humano va a decaer sin ninguna duda. ¿Qué es hacer más mundo? Es evidentemente construir más, construir más de todo lo que valga la pena. Pero es también saber mantener lo valioso. Mantener. «Mantener» significa tener entre manos, no dejar de tener entre manos lo valioso. La escuela es también un ejemplo privilegiado de eso. No podemos vivir de lo constituido, hemos de vivificar lo constituido, y eso es un reto permanente. Uno no puede simplemente ir a trabajar de forma más o menos fría en una institución, pensando que esa institución ya tiene su sentido, ¿no? El sentido de esa institución depende de tu capacidad de construir mundo, de generar mundo. Y eso, esa manera de hablar, yo creo que nos interpela muchísimo más. Interpela nuestra responsabilidad. No nos evadamos en el futuro, no huyamos hacia esta especie de cosa indomable, sino vayamos a lo que es muy concreto y está ahora aquí mismo, porque tiene que ver con nuestros oficios, nuestras dedicaciones, nuestras vocaciones, nuestro día a día. Eso es concreto y eso es lo que realmente pide nuestra respuesta, es decir, nuestra responsabilidad. Hacer escuela es construir mundo.
"Hacer escuela es construir mundo"
Algo viene, algo nos toca, y de este estar tocado, de este estar conmovido, surge… Conmovido, que es un movimiento, de este movimiento de la conmoción, surge otro movimiento, que es el de la pasión. Nosotros somos seres apasionados porque, en primer lugar, somos seres conmovidos. Entonces esta pasión, este movimiento, que es el movimiento de vivir, es el movimiento anímico, es la vitalidad de la vida misma, esta vitalidad, ¿cómo se cultiva? ¿Cómo se hace más humana, como intento definir en el libro? ¿Cómo se hace más humano todavía lo humano? Pues la respuesta es bastante sencilla. Hay dos acciones, dos verbos principales de este incremento de la vibración, de este incremento de la pasión, que son los verbos amar y pensar. Amar y pensar. Es decir, quien ama, vive más, y quien piensa, también vive más. No es que se viva más largamente, sino que se vive más intensamente. Hay un… Como siempre, aquí la inspiración poética es insuperable y a la vez envidiable. Hay un verso de Hölderlin en donde, hablando de Sócrates, pone en boca de este sabio las siguientes palabras. Dice: «Quien piensa lo más profundo, ama lo más vivo». Pues eso, es decir. «Quien piensa lo más profundo, ama lo más vivo». Ahí están los dos verbos principales, «amar» y «pensar», que son los que hacen que la vida humana sea todavía más humana.