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“El individualismo nos había llevado a olvidar al otro”

David Pastor Vico

“El individualismo nos había llevado a olvidar al otro”

David Pastor Vico

Filósofo y profesor


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David Pastor Vico

“El hombre contemporáneo, el hombre moderno, no quería ver al otro como un igual. Hemos vivido en una espiral de individualismo que nos había llevado a un tipo de vida que, con la cuarentena y el confinamiento, se ha visto modificado. Nos sorprende la solidaridad, la empatía y el reconocimiento del vecino: saber que hay un tejido social en el que se puede confiar”. El filósofo y profesor David Pastor Vico reflexiona sobre las lecciones de humildad y humanidad que nos ha dado el virus.

Como sus homólogos de la antigua Grecia, Vico es un filósofo totalmente inmerso en la sociedad de su tiempo. Ha cambiado la túnica por el look metalero y le preocupan cuestiones como la pérdida de confianza interpersonal o el individualismo. Actualmente es profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México. En ‘Filosofía para desconfiados’, su último libro, utiliza el humor satírico y la cotidianidad para analizar la sociedad y fomentar el pensamiento crítico. “¿Conoces el nombre de los hijos de tus vecinos?”, planteaba, señalando que “la desconfianza es el rasgo principal de una sociedad profundamente individualista”. La pandemia ha dado respuesta a su pregunta.


Transcripción

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David Pastor Vico. Me llamo David Pastor Vico y soy filósofo y profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México.

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Creo que esta situación de crisis mundial nos está enseñando muchísimas cosas, en muchos aspectos diferentes. En el más cercano, en el aspecto humano, nos está dando una lección, una lección de humildad. Los estoicos ya nos hablaban de esto y nos decían que, ante la naturaleza, no podemos hacer nada más que someternos y entender que, si no nos sometemos, vamos a ser profundamente infelices, vamos a pasarlo mal.

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En este caso, un virus, algo tan pequeño, algo tan microscópico como un virus, nos ha dado una lección de humildad tremenda. Poco podemos hacer contra él más que quedarnos encerrados en casa mientras nuestros científicos trabajan e intentan desarrollar una vacuna y una cura para la enfermedad. La primera lección, entonces, que hemos aprendido es la humildad, pero hay muchas más lecciones.

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Otra lección que hemos aprendido es la de asumir nuestra responsabilidad. Creo que ha sido un ejercicio de mucha fuerza de voluntad. Ha sido un ejercicio de concienciación social, de ser consciente del papel que juega, que jugamos cada uno dentro de la sociedad, el quedarnos en nuestra casa, el quedarnos confinados, el no jugar a la trampa, el no jugar al engaño, sino el de asumir que debemos de quedarnos y no solo quedarnos nosotros, sino confiar en que el vecino también se queda en su casa, que todos se quedan en su casa. De hecho, hablar de confianza y hablar de responsabilidad, es casi hablar de la cara y la cruz de la misma moneda, porque confiar es saber que el otro hará lo que se espera que haga y responsabilidad es hacer aquello que los demás esperan que hagas. De tal manera que son dos palabras que se encuentran en una misma situación. Hemos redescubierto a nuestros vecinos también, esto es otro efecto positivo del confinamiento. Y cuando hablo de redescubrir, es porque hemos vivido durante muchos años de espaldas al otro, de espaldas al vecino, ni siquiera nos hablábamos en el ascensor cuando subíamos, adoptábamos una postura de indiferencia o de indolencia y nos hemos encontrado en los balcones aplaudiendo, nos hemos encontrado en las redes sociales, hemos descubierto cómo uno canta, cómo otro es capaz de bailar o hacer deporte y de animar al resto de los vecinos a que lo hagan.

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O sea, nos hemos dado cuenta de que tenemos las herramientas suficientes, los elementos suficientes en nuestro entorno más cercano, para volver a restañar el tejido social que ha estado tan dañado durante mucho tiempo. Nos hemos dado cuenta de que somos vulnerables, de que somos unos seres frágiles, de que, a pesar de nuestra fortaleza económica, en menos de cuarenta días se puede tambalear toda la estructura social o toda la estructura económica. Y nos hemos redescubierto siendo solidarios, haciendo mascarillas. Nos hemos redescubierto donando alimento, todos esos negocios que iban a ver cómo todo lo que habían comprado iba a perecer, lo han donado a los bancos de alimentos, lo han donado a la gente que está más necesitada. Hemos visto estructuras, hemos visto iniciativas de la sociedad civil, que antes eran impensables, como gente que se ha dedicado a llamar a abuelos de la tercera edad que estaban solos en sus casas por el mero hecho de compartir tiempo con ellos. Esto hace dos meses habría sido impensable, así que parece que se abre una pequeña ventana para que la humanidad, el sentimiento solidario y empático, empiece a renacer, empiece a rebrotar.

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También hemos abierto una ventana a la ecología. Nos hemos dado cuenta de que, en tan solo cincuenta días de confinamiento, muchas de esas cosas que parecían imposibles, como revertir el cambio climático, como revertir las emisiones de CO2 a la atmósfera, se han conseguido. Hemos visto imágenes maravillosas de los delfines y de las medusas en los canales de Venecia. Hemos visto a los jabalís acercándose a las ciudades y paseando por las calles. Hemos visto a corzos jugando en las playas. Hemos visto ballenas donde antes solo se veía suciedad. Resulta que sí, que sí se puede, que sí se puede dar un giro a la realidad. Hemos visto como el reguetón ha quedado relegado de las listas de Spotify para aparecer los éxitos de los años setenta, ochenta y noventa, porque hemos pasado tiempo juntos y les hemos puesto a nuestros hijos la música que a nosotros nos gustaba. Hemos descubierto las posibilidades de ser humanos, que no necesitamos demostrar que lo estamos haciendo, no tenemos que subir fotos a Instagram constantemente y simplemente tenemos que vivir.

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Y el ser humano no vive solo. El ser humano, para ser humano, lo que necesita es a otros seres humanos y a pesar de que nuestros vecinos no han podido compartir espacio físico con nosotros porque teníamos que estar apartados de ellos, hemos descubierto que sí es posible una sociedad bien tejida, una sociedad que admita la disparidad de criterios y de pensamiento, que admita la pluralidad de formas de vida simplemente bajo la estructura básica de ser vecino, de poder convivir y de ser mejores personas.

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Está claro que una eventualidad de este tipo puede trastocar todos los esquemas preestablecidos. Obviamente la regularización de la educación era algo muy bien trazado que no respondía tanto a las necesidades de los niños como a las necesidades de los adultos. No hay que olvidar que las horas y los programas de las escuelas responden a la necesidad del adulto de trabajar y de tener al hijo entretenido en la institución. Claro, con el confinamiento todo esto se ha disipado y hemos tenido que encontrar la posibilidad de trabajar juntos dentro de un mismo espacio. Los niños haciendo tareas de manera virtual o con clase de manera virtual y los padres haciendo teletrabajo. Pero esto solo ha sucedido en la parte más favorecida del mundo. Yo, lamentablemente, tengo otro tipo de experiencia. Sé que en España se han hecho muchísimos esfuerzos por parte de la docencia y me parece algo maravilloso que ojalá se pueda seguir implementando en el futuro, pero no hay que olvidar que el mundo es mucho más amplio. En México tan solo el sesenta y uno por ciento de la población tiene conectividad a Internet y eso no significa que ese sesenta y uno por ciento de la población tenga un ordenador o una computadora para poder conectarse. Significa que tiene, si acaso, un teléfono móvil con conexión de datos.

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La posibilidad del teletrabajo, la posibilidad de la teleescuela se ve muy limitada. Sin embargo, no todo tiene que ser negativo. El hecho de que los alumnos no estén en la escuela también ha obligado a reingeniárselas un poco y a que los padres se esfuercen un poquito más, ya sabemos que los padres siempre nos esforzamos todo lo que sea posible, pero en este caso ha habido que dar una pequeña vuelta de tuerca y esa vuelta de tuerca no es más que saber realmente qué es lo que hacen nuestros hijos. Hemos descubierto que las jornadas laborales de nuestros hijos o las jornadas estudiantiles de nuestros hijos son eternas, son infinitas, que las tareas que tienen son eternas e infinitas también, y que su mundo es un mundo cargado de responsabilidades a los que pocas veces echamos cuenta. El tenerlos cerca de nosotros, el ver cómo trabajan, cómo se afanan, cómo reciben clases por la computadora también nos ha sensibilizado y también se han dado otro tipo de enseñanzas que creo que son muy importantes, que son las enseñanzas del hogar, las enseñanzas de los valores y las enseñanzas mutuas. Porque no solo es el padre el que enseña, es también el hijo el que enseña al padre. Muchos son los hijos que desde su computadora han tenido que enseñar a sus padres cómo se hace el teletrabajo, cómo se hace una videoconferencia, un Skype, un Zoom… Todas estas plataformas que se han puesto tan de moda y que seguramente seguiremos sacando jugo.

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Hay muchas cosas que aprender de esto, una quizás sea la sobrecarga de horas que tienen los alumnos en las escuelas. Es difícil, en un sistema económico como el que tenemos, liberar de esa carga de horas lectivas a nuestros hijos. ¿Por qué? Fundamentalmente responden a la carga de horas de trabajo que nosotros tenemos, pero creo que sería interesante darnos cuenta de que habría que primar unas cosas sobre otras. Lo que más echan de menos nuestros hijos no son las clases, sino estar con sus compañeros, estar con sus amigos, estar jugando y pudiendo pasar tiempo con ellos.

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Realmente, que nuestros alumnos pierdan un mes o dos meses de escuela, que haya atrasos en los exámenes, que haya problemas a la hora de las calificaciones o incluso que se tenga que hacer, en algunos sitios, una especie de aprobado general, no es tan dramático, no es tan traumático, no es algo que tengamos que rasgarnos las vestiduras. Hemos hecho que el mundo de nuestros hijos sea un mundo competitivo, un mundo un poco inhumano, un mundo cargado de responsabilidades que no les son propias. Seguramente los alumnos que están en niveles más altos, ya en bachillerato o universidad, estos no tienen ningún problema, hay otras formas de evaluación y otras formas de hacer las cosas. En el caso de los niños, de los alumnos más pequeños, no nos comamos tanto el talento, que no nos entre tanto el miedo. Ellos han aprendido muchísimo en este período de cuarentena. Han aprendido a convivir con sus padres, a aprender de sus padres. Han aprendido muchísimas más cosas que, a lo mejor para nosotros son la cotidianidad, y que para ellos ha sido una novedad, que es ver qué es lo que hacemos los adultos durante todo el día y darse cuenta de que eso puede ser positivo o negativo, o incluso cambiarnos nuestros hábitos. Así que debemos de buscar siempre, en este caso, el lado positivo, que lo hay, y no centramos solo en que resulta que al compañero de mi hijo lo van a aprobar igual que al mío cuando no se lo merece. Eso creo que es una estupidez y no, ni siquiera entra el caso.

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Durante el período de confinamiento, muchísimos han sido los medios de comunicación que se han puesto en contacto conmigo y con otros tantos filósofos y divulgadores preguntándonos por lecturas. Resulta que ha habido un repunte de la lectura, sobre todo en digital, durante este tiempo de confinamiento que hemos tenido que pasar obligatoriamente en casa y se ha pedido a los filósofos que desempolvemos algunos libros para dar, un poco, la pauta de cómo sobrellevar el encierro y, sobre todo, cómo volver a la normalidad. Pero esto es muy relativo. Esto es muy relativo porque realmente si volviéramos a la normalidad tal cual, pues poco sería el aprendizaje que habríamos adquirido durante este período de confinamiento. Este período de confinamiento tiene que servir para algo, no simplemente para no contagiarnos o no contagiar a otro. Así que la búsqueda de la normalidad como tal no me parece el término correcto. No me gustaría pensar que hubiese una normalidad, que volviéramos a estar exactamente igual. Seguramente en muchísimos casos sí. Seguramente habrá muchísimas personas que estén deseando volver a la vida que tenían antes, en los mismos parámetros, pero creo que eso sería pobre.

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Y si se me pregunta por autores para volver a la normalidad, pues yo diría que no, me voy a negar a dar autores para volver a la normalidad y voy a dar autores para generar algo nuevo, para aprovechar esto como una catapulta para que nos sirva para algo más y no precisamente me voy a ir a filósofos sesudos, que hay muchos y que nos pueden abrir buenos caminos, como por ejemplo Edgar Morin, que a pesar de su edad, tiene un cerebro privilegiado y que nos puede dar trazas sobre hacia dónde debería de ir en el mundo, Edgar Morin puede ser una ayuda. Pero hay otros libros que nos pueden ayudar muchísimo y que creo que serían interesantes. Yo quiero recomendar un par de libros del mismo autor, que suelen ser una recomendación siempre muy recurrente. El autor es Alan Moore y los libros son, fundamentalmente, dos: ‘V de Vendetta’ y ‘The Watchmen’. Para mí creo que son dos libros muy importantes.

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En uno, en ‘The Watchmen’, se nos plantea la necesidad de un enemigo común contra el que luchar para que el mundo no se destruya. Supongo que eso te sonará, un enemigo común para que el mundo no se destruya, es justo lo que hemos pasado, hemos tenido todos los habitantes del planeta un enemigo común y lo deseable habría sido estar absolutamente unidos. Y hemos descubierto que no estamos tan unidos, que estructuras como la Comunidad Europea ha flaqueado, que se han tomado decisiones unilateralmente. Bueno, pues este libro nos puede enseñar mucho sobre eso del enemigo común y el otro es ‘V de Vendetta’. ‘V de Vendetta’ es un libro profundamente anarquista, pero un anarquismo intelectual, un anarquismo sosegado donde intenta empoderar al pueblo, intenta que sea el pueblo el que rompa con las estructuras preestablecidas y sea el motor de la hegemonía de esa situación. Creo que es importante revalorizar la acción de la ciudadanía, revalorizar la función de cada uno de nosotros y ‘V de Vendetta’ es un libro que nos puede ayudar y mucho, no ya por el uso de las máscaras de Guy Fawkes, sino por el mensaje que nos da.

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Todos somos responsables de los cambios, si es que queremos que estos cambios se produzcan. Si no queremos cambios, con quedarnos en casa encerrados está hecho, con estar posteando en las redes sociales y en cualquier otra situación igual de banal o igual de fútil, está arreglado.

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‘Watchmen’, ‘V de Vendetta’ creo que son dos libros muy importantes, no para volver a la normalidad, sino para que la ciudadanía tome las riendas de su vida e intente cambiar un poco este mundo, que tanta falta le hace.