“El humanismo es una actitud de resistencia”
Pedro Olalla
“El humanismo es una actitud de resistencia”
Pedro Olalla
Helenista y escritor
Creando oportunidades
Viaje al pensamiento de la Antigua Grecia
Pedro Olalla Helenista y escritor
Pedro Olalla
Aguas turquesas y cristalinas, pueblos blancos, grandes acantilados y ruinas milenarias. Para Pedro Olalla, “Grecia es un país para la evocación”. Hace casi 30 años, este filólogo, escritor, cineasta y traductor de origen asturiano decidió fijar su residencia en el país heleno. Guiado por su pasión por la lengua y la civilización griegas, su objetivo durante décadas ha sido estudiar ‘in situ’ el inmenso legado de la Antigua Grecia y su impacto en las sociedades contemporáneas. Como helenista experto, explica: “Lo griego está presente en cualquier campo del conocimiento y constituye parte de un acervo universal que atañe a la humanidad en su conjunto”. Pedro Olalla nos invita a estudiar la historia y recuperar la actitud de cuestionamiento de los antiguos filósofos griegos: “En la actualidad, está en peligro el sentido crítico y la capacidad de reflexión, porque vivimos muy amenazados por los dogmas”, afirma. Para él, la actitud humanista -heredada de los griegos- es “una actitud de resistencia en nombre de la dignidad humana”. Una resistencia que, asegura, “debemos seguir ejerciendo frente al egoísmo, el abuso, la indiferencia y la barbarie”.
Pedro Olalla es autor de más de treinta obras originales de contenido literario y cultural en distintas lenguas, especializándose en literatura, arqueología, historia y humanidades. Por su labor en la promoción de la cultura griega ha recibido los títulos de Embajador del Helenismo (Estado griego), Caballero de la Orden del Mérito Civil (Estado español) y Miembro Asociado del Centro de Estudios Helénicos de la Universidad de Harvard. Entre sus obras destacan la serie documental ‘Los lugares del mito’ para la televisión pública griega y los libros ‘Historia menor de Grecia: una mirada humanista sobre la agenda histórica de los griegos’ (2012) y ‘Grecia en el aire: herencias y desafíos de la antigua democracia ateniense vistos desde la Atenas actual’ (2015). En 2022 ha publicado su última obra, un bello ensayo titulado ‘Palabras desde el Egeo: el mar, la lengua griega y los albores de la civilización’.
Transcripción
Ahí hemos heredado realmente las raíces de nuestro logos, de nuestro pensamiento, de nuestro lenguaje, nuestra manera de expresarnos. En ese sentido, a medida que vamos avanzando en el conocimiento de nuestro lenguaje, vamos cobrando conciencia de que somos muchísimo más deudores de esa tradición de lo que nos puede parecer a partir de una serie de préstamos lingüísticos, por ejemplo, o de vocabulario científico generado a partir de esas mismas nociones o raíces. Y luego cosas que vienen de mucho más atrás de la época ya neolítica, cuando las poblaciones de ese entorno, que después reconoceremos como Grecia, de ese entorno del Egeo, del Oriente del Mediterráneo, de la Península Anatolia, de la Península de Emo, pues constituyen un núcleo a partir del cual se seguirá expandiendo la civilización neolítica propiamente dicha. La agricultura, la ganadería, el comercio y la navegación, sobre todo, y muchos rasgos de nuestra identidad, que tienen sus raíces más profundas en ese entorno. Es decir, que somos herederos de lo griego en un sentido que va mucho más allá de ese momento de esplendor que siempre solemos reconocer como el momento clásico, pero que también sabemos que podemos hacerlo retroceder mucho en el tiempo, así como también podemos hacerlo avanzar en el tiempo, porque también somos herederos de todas las relecturas y de todas las… El replanteamiento de esa materia, como te decía en la primera pregunta, que ha habido a lo largo de la historia en todos los renacimientos, por así decirlo, de ese interés por la tradición griega antigua.
Todos los lugares son, en gran medida, aquello que nosotros podemos proyectar sobre ellos y el retorno que tomamos de esa proyección. Entonces, en el caso de Grecia, pues todo está impregnado de esas connotaciones. Cuando yo empecé a trabajar este tema allí in situ, la primera obra grande que llevé a cabo en este sentido era precisamente un atlas de la mitología. Es decir, un intento de llevar todo ese corpus, toda esa materia que ha sobrevivido en las fuentes y en las cerámicas y en la historia, en general, de los mitos, intentar aproximarla al terreno, intentar referenciarla nuevamente al terreno, siendo consciente de que esas historias de alguna forma habían emanado de ese terreno. Es decir, que no eran historias que se habían concebido en el vacío o en una dimensión, digamos, intelectual simplemente, sino que eran historias que estaban todas referenciadas a un elemento físico geográfico. Todos los nacimientos de los dioses están relacionados con una cumbre, con una fuente, con una cueva. Todos los episodios de los mitos están relacionados con un camino, con un bosque, con una costa… Es decir, nada está situado en el vacío. Entonces la idea de compendiar, de servir esa información después sobre el terreno fue la que generó esta obra.
Y después, a partir de ello, hicimos curiosamente también una serie de televisión sobre los lugares de los mitos para la televisión griega, como ocasión de las Olimpiadas del 2004, que consistía en una versión, digamos, audiovisual de esa misma obra de 12 episodios recorriendo toda Grecia y mostrando estos lugares en relación con los mitos. A mí me atraen más las distintas versiones que ha habido y que sigue habiendo de algún modo de los mitos más relacionados con el ciclo de la naturaleza, por ejemplo. Con ese eterno retorno de la vida, la muerte y el triunfo de la vida sobre la muerte. Es el paso del ciclo del año, de las estaciones… El mito, por ejemplo, de Deméter y Perséfone y Hades, que da origen a todos los cultos de Eleusis panhelénicos, que luego tendrán una vigencia tan larga en el tiempo como el propio cristianismo tendrá después. Es decir, que han sido realmente elementos muy constitutivos de nuestra cultura y que han pervivido después a través de otras manifestaciones. Ese tipo de mitos, por ejemplo, pues siempre me han interesado mucho. Y el encontrar lugares concretos que aparecen referidos en las fuentes y que de repente cobran una presencia real, como por ejemplo la cueva de Deméter Melena, de la que habla Pausanias en el río Neda, en Arcadia, pues es un episodio del mito paralelo al de Eleusis, pero en unos lugares mucho más desconocidos, quizás mucho más antiguos de lo que era la versión panhelénica. En fin, todas estas cosas para mí era lo que más fascinación me daba en toda esta indagación sobre los mitos. El ver cómo eran pequeñas semillas que acababan germinando y que acababan cohesionado a todo ese mundo griego y que, de repente, podían encontrar su lugar en el espacio. Así que casi creo que lo que más me emociona es el conjunto, precisamente.
Estos otros legados, que también son importantes, pero a veces menos reconocibles o menos inmediatos a la hora de pensar en el legado griego, como es la idea de la armonía del hombre con la naturaleza, la idea de la justicia social y la idea de la reconsideración del progreso en nombre de una moderación que hoy día podríamos traducir como sostenibilidad, quizás, son legados muy vinculados al motivo poético de Arcadia. En este sentido, pues esta idea, este motivo, este «mito», lo vamos a decir entre comillas, porque hemos dicho que no es un mito en el mismo sentido que los otros ancestrales, es un mito literario generado dentro de nuestra cultura, pues le debe mucho a Virgilio, por ejemplo, a sus ‘Bucólicas’, a toda la materia poética de Virgilio, pero que a su vez es deudor de Teócrito y deudor de Hesíodo y del ‘Mito de las edades’ y de una tradición muy anterior. Pero quizás se aquilata de una forma primera en Virgilio. Después lo encontramos en Ovidio, en Horacio, en todos los autores clásicos. Es un mito que también ayuda al cristianismo, de alguna manera, a expresarse en sus primeros intentos literarios frente a la enorme tradición clásica. En los primeros intentos de construir una literatura puramente cristiana, pues se ven abocados a tomar elementos y a conferir, digamos, cierta gracia literaria, a veces a base de elementos que venían de esta tradición. Lo relacionan mucho con la idea del paraíso terrenal.
La idea, digamos hebrea, del paraíso. Luego, durante la Edad Media, estos motivos se perpetuarán también a través de la obra de Ovidio, que es el gran referente medieval. Luego, en el Renacimiento, lo volveremos a encontrar en la corte de los Medici, lo volveremos a encontrar, por supuesto, con la obra de Sannazaro, de Jacopo Sannazaro, de ‘Arcadia’, que será la que inspire toda esa tradición que decíamos antes, pues en Cervantes, en Garcilaso, en Lope, en el Jorge de Montemayor, en todos estos autores nuestros que nos han acercado a lo griego también a través de esas imágenes. Y a través de eso, este motivo, por ejemplo, va a estar presente en el nacimiento de las literaturas romances, como la nuestra en su momento, la italiana, también la francesa, la inglesa, la polaca, la alemana ya más tarde. Estará también… Tendrá una influencia importante en el nacimiento, por ejemplo, de la pintura de paisaje, también en ese momento, digamos, del Renacimiento y algo después, y también en el nacimiento de la ópera de ese momento, en la pintura de desnudo, por ejemplo. Otro de los motivos que la tradición de pintura, digamos, religiosa, bíblica, no permitía con tanta facilidad por estar vinculado a la historia sagrada, que eran los mitos, digamos… Los mitos hebreos, pero que eran interpretados como historia sagrada y tenían que tener un respeto mayor que los mitos «paganos», digamos, entre comillas, de la tradición grecolatina. Entonces la pintura de desnudo es un tema que comienza muy vinculado también a la idea de la Arcadia. Y después esto lo volvemos a encontrar en el pensamiento filosófico. Por ejemplo, cuando autores como Rousseau se preguntan por la naturaleza humana, por la bondad natural del ser humano frente a la influencia de la sociedad, etcétera. Es como una especie de eso, de replanteamiento, de reseteo de la historia y de intentar ver cuáles son las pulsiones fundamentales que tenemos que respetar. Esa visión de la Arcadia, por ejemplo, ayuda o se proyecta sobre el Nuevo Mundo, las tierras de América. Se vuelve a proyectar hacia el Oriente, cuando ya en el XVII y XVIII empieza a conquistar territorios de la Polinesia, de Oceanía, etcétera. En fin, es como una constante. Se fundan en el mundo más de 80 ciudades con el nombre de Arcadia. Es como una especie de constante universal que arranca ya dentro de nuestra cultura y que es una de esas herencias de lo griego vinculada a la idea de la armonía del hombre con la naturaleza y a la idea de una felicidad posible en la moderación y en la justicia.
«Política» es una palabra… Tiene la forma de un adjetivo. Esa terminación, «politiké», igual que «física», que «música», que «retórica», que «gramática». Son adjetivos que complementan a un sustantivo elíptico que es «techne», «arte». «Ars politika», «politiké techne». Es decir, es un arte, el arte de gobernar la polis, siendo la «polis» también un concepto que habría que resematizar, porque no es propiamente la ciudad en el sentido de las casas o de las infraestructuras, sino la polis como un proyecto… Un espacio artificial, humano, un pacto entre ciudadanos, precisamente para ser los rectores de su propio destino y para que pueda darse la justicia y la igualdad que no se da fuera de ese espacio de manera espontánea y natural. Es, digamos, un intento vocacional y voluntario de gestionar lo común, definir ese interés común, defenderlo, revisarlo constantemente y hacer un esfuerzo por combatir los egoísmos particulares para buscar precisamente ese interés común. Entonces, todos estos conceptos que van unidos a esas palabras están siendo constantemente pervertidos a lo largo de la historia y utilizados de una manera alejada ya de todo eso. Por ejemplo, el propio concepto de «ciudadano», que decíamos también, de «polites», está íntimamente vinculado al de «polis», al de «politia», como gobierno virtuoso de la Ciudad del Estado, pues es un concepto también muy vacío de contenidos. Si nos fijamos en cómo lo definía Aristóteles en la época clásica, que definía al ciudadano como «aquel que comparte en común la potestad de gobernar y de juzgar», pues entendemos que el concepto de ciudadano en estos momentos no se parece en nada a eso. Más bien entendemos la ciudadanía pues eso, como un status o como una condición que nos confiere ciertos derechos políticos o ciertos derechos civiles, vamos a decirlo más bien, pero que no deja de ser, en la mayoría de los casos, una ciudadanía pasiva. Sin embargo, la ciudadanía, la «politia» y el concepto de «polites» en su origen era una prerrogativa activa de los ciudadanos, una prerrogativa que les hacía partícipes de la gestión de la ciudad, y que les instaba y les obligaba a una formación, a una alerta, a una conciencia, a una participación y que hacía que el conjunto de los ciudadanos, la «politia», fuera realmente la portadora de la soberanía. En fin, todas estas cosas, podríamos seguir hablando de la propia… Del concepto de justicia, de libertad, de ley, de educación, etcétera. Son conceptos que, aunque evidentemente están sujetos al devenir del tiempo, no estaría de más que revisáramos en sus fuentes originales, en sus principios, en el momento en que fueron concebidos, al menos para orientarnos en nuestro uso de esos conceptos y para saber si estamos siendo… Estamos tergiversándolo o estamos convirtiéndolos en una especie de categorías vacías o de etiquetas bajo las cuales se nos puede vender cualquier cosa.