El explorador que navegó entre islas de plástico
Antonio de la Rosa
El explorador que navegó entre islas de plástico
Antonio de la Rosa
Deportista, aventurero y explorador
Creando oportunidades
“La diferencia entre lo posible y lo imposible está en nuestras manos”
Antonio de la Rosa Deportista, aventurero y explorador
Antonio de la Rosa
Antonio de la Rosa se define como deportista, aventurero y explorador. Pero en realidad es el hombre que ha puesto a prueba su resistencia física y mental y superado retos contra las fuerzas de la naturaleza. Con 19 años se convirtió en el bombero más joven de la Comunidad de Madrid (España). Después de competir en triatlón, cuadratlón, raids y pruebas multiaventura en equipo, empezó a buscar sus propios límites en solitario. Ha atravesado los océanos Atlántico y Pacífico a remo, cruzado Alaska en esquís y convertido el paddle surf en su forma de recorrer miles de kilómetros. Fue el pionero en realizar la primera navegación en el círculo polar ártico, casi 800 kilómetros, remando por la costa oeste de Groenlandia. El último de sus propósitos supera todos los anteriores: intentará ser la primera persona que cruce el mar de Hoces, el estrecho de Drake, desde el sur de la Patagonia hasta la Antártida, a remo y en solitario. El Reto Antártico es una travesía de mil kilómetros a temperaturas bajo cero, entre fuertes vientos, corrientes y bloques de hielo. Cuando alcance la Antártida emulará la expedición de Ernest Shackleton: recorrer los dos mil kilómetros que separan la Isla Elefante de Georgia del Sur, a remo y vela, y una vez toque tierra, cruzar de lado a lado esta isla con esquís. “La aventura no es llegar a los sitios, sino cómo llegar a esos lugares. Yo he decidido hacerlo de una manera completamente sostenible y ayudado simplemente por mis brazos, mi cuerpo y las condiciones que me encuentro en la naturaleza de vientos y corrientes”, concluye el explorador.
Transcripción
Hola, mi nombre es Antonio de la Rosa Suárez. Soy deportista, aventurero y explorador. Soy hijo de una familia humilde. Mis padres se conocieron en Alemania. Eran emigrantes en aquella época, en los años 60. Yo tuve la suerte de que volvieron a España y pude nacer en España. Desde pequeño siempre he sido una persona muy inquieta. Recuerdo que a mi madre un día la llamaron del colegio y le dijeron que era muy inquieto, que tenía que hacer algo, y me metieron a hacer deporte y hasta hoy no he parado. Creo que algunas vivencias de mi juventud me han servido para llegar a ser la persona que soy hoy día. Me acuerdo de pequeño que en la casa tan solo había una pequeña estufa en el salón y en las habitaciones donde dormíamos hacía muchísimo frío. Y yo me acuerdo en invierno de levantarme, ver las paredes con hielo y tener que raspar el hielo de las paredes. Con tan solo 18 años me vine a vivir a Madrid y la verdad es que un año más tarde pude ser el bombero más joven de la comunidad de Madrid. Aprobé la oposición y a partir de ahí me dediqué a lo que realmente me gustaba, que era el deporte y la aventura. Poco más tarde empecé a hacer triatlón. Yo había hecho muchos años de piragüismo de pequeño y siempre soñaba con ser olímpico. Pero, al final, cuando no vales para ser olímpico, pues no vales. Continué haciendo deporte. Triatlón cuadratlón o pruebas multiaventura, pero donde realmente me he sentido a gusto como deportista ha sido corriendo raids de aventura. Las raids de aventura son pruebas de aventura que se hacen en equipo, en equipos de cuatro, y he podido recorrer todo el mundo.
Durante 12 años fui capitán de uno de los mejores equipos de deporte de aventura del mundo. Recorrimos los cinco continentes y ganamos muchísimas competiciones y allí realmente me sentí importante. Me sentí que era un buen deportista. Ya he llegado a una edad de los 40 años que ya… Siempre he sido muy competitivo y ya no conseguía ganar, pues me decanté por hacer expediciones en solitario. He hecho un total de 12 expediciones en solitario εn los últimos 12 años. Ηe estado en los lugares más remotos del planeta. Igual he atravesado el océano Atlántico y Pacifico a remo y en solitario, he cruzado Alaska con esquís por la ruta Iditarod o he dado la vuelta a la península ibérica, y siempre en solitario. Calculo que he estado aproximadamente, en estos 12 últimos años, más de 400 días en la más absoluta soledad y no he echado de menos nada. En esos 400 días me he sentido tan a gusto con la naturaleza, con el entorno y conmigo mismo que no he echado nada de menos. Posiblemente, muchas personas en un centro comercial, rodeadas de muchísima gente, se sientan más solos que yo en el centro del océano.
En esta competición salimos de Dakar, salimos un total de 18 embarcaciones y yo era, con diferencia, el que menos posibilidades tenía de llegar a la otra orilla porque yo siempre he sido muy buen deportista, pero yo he sido piragüista de momento y esa embarcación es banco móvil, es esta embarcación scull de remo, que es una embarcación que vas remando de espaldas. Yo no había practicado ese deporte, pero estaba bien entrenado, bien motivado, pero tampoco tenía ningún conocimiento de navegación oceánica. Yo apenas había remado en el Pisuerga o en el lago de la Casa de Campo. Entrenaba en los embalses de la sierra de Madrid con mi embarcación, pero desconocía completamente la navegación. Pensé que solo sería remar, pero, claro, hay que tener conocimientos de navegación, hay que saber de corrientes, de vientos. Y, bueno, empezamos aquella regata en Dakar y había que llegar a la orilla de enfrente, que es Guayana Francesa y está a casi 5000 kilómetros. Hay que intentar seguir los vientos alisios porque lógicamente mover una embarcación más de 800 kilómetros a remo es muy complicado y tienes que buscar la ayuda también de corrientes y vientos. Yo con mucha determinación y pasión fui haciendo la competición cometiendo muchos errores de navegación y aproximadamente el día 50 de travesía llegaron unas corrientes muy complicadas y todas las embarcaciones derivaron hacia el sur más de 200 kilómetros en esas corrientes. Yo lo que hice fue, por desconocimiento posiblemente, cruzar esas corrientes, unas corrientes que decían que era imposible cruzar. Pues yo conseguí cruzar y conseguí ganar la competición y llegar a Guayana Francesa en 64 días, dos días por delante del siguiente competidor.
En esta prueba me pasaron muchísimas cosas. Lógicamente, por esa falta de experiencia, tuve una avería de la desalinizadora. Imaginad que la única herramienta que tienes para poder beber agua potable se te rompe. Y, como casi siempre en mi vida, tiré de recursos. Llamé a un amigo que sabía que tenía un barco. Este amigo conocía a un pastelero al que una vez se le había averiado una desalinizadora, y entre el pastelero, mi amigo veterinario y yo por teléfono satelital, en 12 horas conseguimos reparar esa desalinizadora. A pesar de esto, todo el material que va en una embarcación de este tipo y en la mía en concreto, en esta de la travesía a remo del océano, va en doble, menos lógicamente la embarcación y yo mismo. Pero, por ejemplo, además de esa desalinizadora eléctrica llevo una desalinizadora manual que simplemente le das a una palanca y consigues desalinizar agua. Lo que pasa es que, claro, esa palanca tiene muchísimo esfuerzo y necesitas una hora para hacer apenas un litro y medio de agua. A lo mejor terminas sudando más de ese litro y medio de agua. Es mejor que no se te averíe. Pero todo lo demás… En esa embarcación llevo dispositivos de comunicación satelital, llevo teléfono satelital también para poder hablar con la familia o con los amigos. La comida es toda comida deshidratada. Llevo unos cartuchos de gas con una pequeña cocinita y lo que hago es calentar agua y añadir a esos sobres que todos ya conocemos, esos sobres que los abres, echas el agua caliente y en dos o tres minutos tienes una comida. Llevaba las raciones de comida distribuidas. Llevaba aproximadamente 4000 calorías diarias, pero yo llevaba un cálculo de 50 días de comida.
La expedición se fue a 64 días. Había previsto que se tardara menos, pero las condiciones fueron muy desfavorables y tardé más. Entonces tuve que pescar algunos días para poder comer y tuve además que alargar esas raciones de comida de 4000 calorías diarias a comer muchísimo menos. El único problema de todo esto es que perdí bastante peso. Perdí aproximadamente diez kilos en esos dos meses. Esta expedición de cruce a remo del océano Atlántico se hace prácticamente por la línea del Ecuador. Imaginad, son 40 grados, una humedad brutal. La embarcación es muy bajita. Llevo unas placas solares encima que generan muchísima temperatura en la cabina. Llevo una cabina para poder dormir dentro y poder comer o cuando hay un temporal poderte meter dentro y cerrar la escotilla, y, claro, las condiciones ahí realmente son prácticamente insalubres. El colchón sobre el que dormía terminó cogiendo moho. Dormía siempre húmedo y la verdad es que se hacía realmente duro, pero la pasión, la ilusión y la determinación por intentar hacer esa travesía que había soñado podía con esa humedad, con esos calores y con esos vientos y oleaje.
Este sistema te sirve para que te detecten. A pesar de todo, puede resultar que la persona que va llevando ese barco, ese velero o esa embarcación grande se haya quedado dormido. Entonces yo llevo un dispositivo acústico que me avisa a cinco millas. Son aproximadamente nueve kilómetros de distancia. Me avisa de que hay un barco y yo lo que hago es coger la radio VHF y hablar con esa embarcación y confirmar que realmente esa embarcación me ha visto, porque puede que se haya distraído y no me haya visto. Yo además le aviso de que soy una embarcación pequeña, que tengo poca maniobrabilidad y es muy difícil para mí evitar una colisión con ese barco, con lo cual, si él tiene un motor que le empuja, mi único motor son mis brazos. Yo no puedo mover la embarcación a más de tres kilómetros por hora porque pesa 800 kilos. Entonces lo que le aviso es de que debe de variar un poco el rumbo para no colisionar, y es la manera de evitar estos accidentes. De hecho, una vez me encontré con un barco japonés y yo veía que el barco japonés venía en mi misma trayectoria. Yo le llamaba por radio y me decía: “Sí, sí, te hemos visto”. Pero yo seguía viendo que el barco venía a mi misma trayectoria.
El problema es que yo tengo un radar pequeñito y ellos tienen una pantalla grande de televisión delante. Ellos ven perfectamente que van a pasar cerca de mí, pero sin colisionar, pero yo, por mucho que amplíe el zoom, me parece que va a colisionar. Entonces yo pensé que los japoneses estaban pasando de mí y que no me estaban haciendo caso. Por suerte, realmente tenían claro dónde estaba y ellos lo que querían era variar la menor trayectoria posible. Hay que pensar que en una embarcación de 250 metros, un petrolero o un buque de carga, cualquier pequeña variación de su rumbo tiene un coste elevadísimo en combustible. A lo mejor, si ellos varían diez grados, iban a variar un kilómetro. Ese kilómetro supone cientos de euros. Lógicamente, ellos lo que no querían era hacer un gasto extra e iban a pasar lo más cerca posible de mí. Claro, imaginad que además esto era de noche y ese barco japonés pasó apenas a menos de 200 metros de mí y te pasa una montaña de 250 metros de largo por casi 100 metros de alto con las luces. Ahí pasas miedo. Te sujetas, pero pasas realmente miedo.
Llevo también una radio baliza, llevo una pequeña balsa de autorrescate y sobre todo en las travesías oceánicas tradicionales como es el Atlántico y el Pacífico, si tú necesitas un rescate, necesitas abandonar, hayas tenido un accidente grave, como vas solo, una rotura o incluso se te ha podido partir el barco, pides un rescate con esta radio VHF o con cualquiera de los dispositivos que llevo de comunicación. Eso sí, el rescate no es inmediato. Lógicamente, un rescate en el océano, depende del lugar en el que estés, puede tardar entre 12 y 72 horas. Lo único que tienes que hacer ese tiempo es mantenerte vivo y esperar a ese rescate. Cuando haces estas travesías oceánicas, aunque la visibilidad la llevas en los dispositivos de navegación satelitales, por la noche siempre cualquier ruido te sorprende más. Sobre todo cuando tienes una tormenta. Cuando tienes una tormenta, por suerte, gracias a los equipos que llevo de comunicación satelital, puedo prever esas condiciones adversas que voy a tener y si los vientos van a ser muy complicados, porque hay muchas veces que incluso en la noche tengo que salir fuera y tengo que remar porque a lo mejor han cambiado los vientos, tengo que variar el timón, la dirección de la embarcación… Bueno, para mí muchas veces la noche es lo más bonito, porque estar a 2500 kilómetros del lugar iluminado más cercano, imaginad esas noches de estrellas, ese panorama que sientes, esa tranquilidad y esa soledad de la que antes os hablaba que es una soledad auténtica, es estar contigo mismo y disfrutar de otra manera.
También he hecho la primera navegación en el círculo polar ártico, casi 800 kilómetros remando por la costa oeste de Groenlandia. Y lo más reciente ha sido en el 2019, que he sido la primera persona que consigue remar de pie en una embarcación tipo paddle surf… Lógicamente, no es un paddle surf tradicional. Ha sido un prototipo, una embarcación grande, de siete metros con todos los sistemas de navegación que necesitas, pero en verdad yo he ido desde San Francisco, la costa de California, remando de pie, en esa embarcación de paddle surf, los 4.700 kilómetros que separan la costa de California de las islas de Hawái. Igualmente, es una embarcación que se desplaza muy despacito. Es muy parecida a la embarcación con la que hice el océano Atlántico y lleva todos los sistemas que llevaría cualquier gran barco o gran velero. Lleva sistemas de posicionamiento, lleva unas placas solares, que cargan unas baterías y esas baterías alimentan los equipos electrónicos de comunicación, alimentan una desalinizadora y todo lo necesario para poder sobrevivir los 76 días, cinco horas y 22 minutos que necesité para ser la primera persona que cruza el océano Pacífico a remo de pie.
Siempre, lógicamente, con unas pautas mínimas. No puedes al día siguiente de una fractura ponerte a correr. Pero, si el cuerpo y los resultados médicos te dicen que puedes empezar a meterle caña, pues lo haces. Otro accidente importante que casi me cuesta la vida, posiblemente el más cercano a la muerte, fue cruzando el lago Baikal. Yo crucé los 700 kilómetros del lago Baikal en invierno tirando de un trineo. Era una competición que consistía en cruzar el lago Baikal, los 700 kilómetros, en esa superficie completamente congelada. Es el lago más grande del planeta. El 10 % del agua dulce de este planeta está en el lago Baikal y está muy cerca de los Himalayas. Imaginad las temperaturas en invierno. Las temperaturas podían rondar los 30 o 40 grados bajo cero. Pues atravesando ese lago Baikal iba tirando de mi trineo donde llevaba la comida, donde llevaba todo lo necesario para poder sobrevivir unos 12 o 14 días que iba a tardar en cruzar ese lago Baikal con esquís. Era una noche muy fría. Había más de 30 grados bajo cero. Yo iba muy abrigado y en este tipo de superficies heladas a veces se provocan dilataciones y contracciones del hielo y a veces te encuentras pequeñas fisuras. Bueno, pues no vi una fisura y no era pequeña, era una fisura de dos metros, con lo cual yo iba de noche, me caí al agua, imaginaos, rompí una pequeña capa de hielo que había y me caí al agua. Intenté salir del borde del agua y era imposible, llevaba muchísima ropa y claro, intentaba salir del rollo “chulo piscina” y me resbalaba en el hielo. El grosor de hielo es muy grande, es casi medio metro. Al final, tirando de recursos y, por suerte llevaba los bastones en la mano, cogí las puntas de estos bastones, los clavé en el borde del hielo y a rastras pude salir del lago a arrastrar el trineo, irme corriendo hasta la orilla y ya en la orilla, en ese trineo llevaba ropa de repuesto, hice un fuego y ya pude calentarme. Fue una situación que a día de hoy me doy cuenta de que, a pesar de que estuve muy cerca de la muerte, me sirvió y fue un gran aprendizaje para mí, ya que en las siguientes expediciones polares he ido con mucho más cuidado y sobre todo en los sitios fríos como Noruega o Suecia, venden unos puñales que sirven para clavarlos en el borde del hielo y me compré dos juegos de puñales y los llevo siempre colgados encima de mí cuando hago expediciones invernales.
Esas corrientes, lo que hacen es generar una acumulación de plásticos en el centro de esa corriente muy grande. Incluso puede llegar la corriente del Pacífico, que es la que más acumulación de residuos tiene, puede llegar a tener el tamaño de la península ibérica. El gran problema de estos plásticos, no es la botella que tú ves. Esa botella que ves prácticamente está contaminando, pero esa botella se va degradando y se va convirtiendo en pequeños plásticos, en microplásticos. Y esos microplásticos, los ven los peces, como son de colorcitos, y se los comen. Al final, esos plásticos terminan en la cadena trófica y, lógicamente, las personas terminamos comiendo los pescados que llevan en su interior plásticos. Y, a pesar de que a día de hoy no se ha demostrado si ese plástico es perjudicial o no para la salud, no sé qué pensáis vosotros, pero yo creo que no tiene que ser nada bueno. Para que os hagáis una idea, imaginad que os habéis planteado el mayor viaje de vuestra vida, vais a ir con vuestra pareja o con amigos y decís: “Vamos a intentar ir a una isla desierta y a una playa en la cual no haya pisado el ser humano”. Vais a llegar a esa playa y, en esa playa que no ha llegado a pisar el ser humano, lo primero que vais a ver entre cocoteros y una arena preciosa van a ser restos de plástico, lo aseguro. Hay restos de plástico en todos los lugares del planeta. Seguro que no nos gustaría a nadie tener esta experiencia, ¿verdad? Evitemos los plásticos de un solo uso e intentemos conseguir y concienciar a todos de que el plástico en el océano no es una buena herramienta.
Ese día estaba tan cansado que me metí en el saco de dormir con las botas puestas de esquí con algo de hielo en las botas y me quedé dormido y dormí como nueve o diez horas seguidas. Me levanté por la mañana con los pies fríos. Dije: “Bueno, no pasa nada, empezaré a caminar y se irán calentando y entrarán en calor”. Pues en todo el día no entraron en calor los pies. Llegó la noche y tuve la suerte de llegar a una cabaña de unos reneros, unos cuidadores de renos que hay en Finlandia en algunos lugares, y les pedí poderme quedar con ellos a dormir. Me dejaron quedarme a dormir y allí ya me quité los calcetines, me quité las botas y vi que tenía tres dedos morados. Pensé que no sería mucho más que un poco de frío y realmente tenía tres congelaciones importantes en los dedos. Por suerte, en ese momento decidí que no debía continuar para conservar los dedos e hice muy bien porque a poco más del mes tenía los dedos completamente negros y tuve que hacer varios tratamientos para conseguir que no me cortaran esos dedos, con lo cual imaginad la dificultad que tiene el frío y la dificultad que tienen las expediciones polares. La gran diferencia con las expediciones oceánicas es que en el océano no tienes esas condiciones climáticas. Eso sí, tanto en las expediciones polares como en las expediciones oceánicas, tienes que llevar siempre la máxima seguridad en cada movimiento. En el océano tienes que ir siempre atado, porque si tú te caes al agua, estás muerto, porque el barco se te va a ir y nunca te van a encontrar. Igual que en las expediciones polares, si tú te caes al agua y no consigues salir, morirás en pocos minutos porque te vas a quedar congelado. Cada clima tiene su dificultad, pero sin duda el frío es algo que no ves venir.
Tú ves venir un temporal de 150 kilómetros por hora y sabes cómo resguardarte de ese temporal y esos vientos huracanados. Pero el frío es algo que solo lo puedes curar con ropa y teniendo mucho cuidado. Lo que me he dado cuenta, sobre todo en los lugares fríos, los lugares como Alaska o Laponia, es que son lugares muy aislados en los cuales apenas hay población, casi no te encuentras a personas, pero las pocas personas que te encuentras son realmente cercanas, son muy sociales, intentan ayudarte en lo posible, darte cobijo y realmente es una gente muy muy sana. Tuve la suerte, para él, de encontrarme un día cruzando Alaska… Iba con mi trineo y estaba aproximadamente a 50 kilómetros de la población más cercana. Llegué a un inuit que iba con su moto. Los inuits son las personas que viven en estas zonas polares. Lógicamente, hace años iban con trineos de perros y con pieles, y hoy día van con motos de nieve y abrigados con otro tipo de indumentaria, pero siguen siendo inuits. Me lo encontré y había tenido la mala suerte de averiar su moto de nieve y no tenía nada más que una botella de alcohol debajo del asiento que se iba a beber para entrar en calor. Posiblemente esa noche iba a beber ese alcohol y a la mañana siguiente tal vez estaría congelado y estaría muerto ahí al lado de su moto. Por suerte yo llevaba mi teléfono satelital y pude llamar para que vinieran a rescatarle. Lógicamente, me lo agradeció como ellos lo hacen. En el pueblo siguiente era donde vivía él y me recibieron cuando llegué allí. La verdad es que me invitaron a comer y fue muy bonito. Pienso que le salvé la vida, pero bueno, nunca lo puedes saber.
Yo, sin embargo, tengo esa posibilidad de poder pedir un rescate. Espero no necesitarlo. Llevo una embarcación construida entera de carbono. Es un prototipo fabricado en España. Es la misma embarcación con la que hice el océano Pacífico a remo de pie, pero con unas importantes modificaciones. Las modificaciones, fundamentalmente, son a nivel de seguridad y resistencia. Yo lo que he tenido que hacer es endurecer la proa, la parte delantera de esa embarcación, porque puede que, tanto remando como navegando a vela en ese tramo desde la isla Elefante hasta Georgia del Sur, puedo impactar con bloques de hielo y esos bloques de hielo me podían llegar a hacer una vía de agua. Esto es que te entre agua a una temperatura muy baja dentro de la embarcación y te pudiera llegar a hundir. Entonces, he fortalecido esas partes, he creado una serie de apartados estancos, de tal manera que, aunque tenga una vía de agua en la embarcación, el resto de la embarcación esté estanca y consiga que esa embarcación flote. Una serie de medidas que, ayudados lógicamente por las nuevas tecnologías que son muy diferentes, las de hoy, de las de hace ciento y pico años, he conseguido que la embarcación tenga más probabilidades de éxito de las que ellos hubieran tenido, a pesar de que ellos consiguieron hacer esa expedición. Y finalmente, una vez que toque la isla de Georgia del Sur, al igual que tuvieron que hacer ellos, llegaron a la costa oeste. La costa oeste de la isla de Georgia del Sur está llena de acantilados prácticamente inaccesibles. Ellos tuvieron que cruzar toda la isla desde el oeste hasta el este, con… Imaginaos bloques de hielo, montañas de más de mil metros. Para llegar hasta la costa este, tuvieron que atornillar clavos en sus zapatillas y poder pedir auxilio porque habían dejado al resto de tripulación en una isla que estaba a más de 2000 kilómetros.
La costa este estaba llena de bases balleneras y ahí era donde estaba toda la población. Yo, lógicamente voy con otros sistemas. Llevo un dispositivo satelital en tierra también por si necesito un rescate. Voy con unos esquís de montaña con pieles de foca para poderme desplazar más rápido. Voy solo, pero creo que tengo más probabilidades de conseguir una expedición así que las que tuvieron ellos, a pesar de que lo consiguieron hace más de 100 años. La motivación de intentar llegar a la Antártida a remo y en solitario es fundamentalmente que no lo ha hecho nadie. Mis motivaciones normales, y cuando hago las expediciones intento hacer una expedición en un medio diferente. Hoy día la aventura no es llegar a un lugar. Llegar a un lugar se puede llegar. Si tienes dinero, contratas un avión y te vas al Polo Sur. Te cuesta medio millón de euros. El tema es que la aventura hoy día no es llegar a los sitios. Es cómo llegar a esos lugares. La manera de progresar y de alcanzar esos lugares. Yo he decidido hacerlo de una manera completamente sostenible y ayudado simplemente por mis brazos, mi cuerpo y las condiciones que me encuentro en la naturaleza de vientos y corrientes. Ese es mi objetivo y es lo que más me ilusiona en esta vida.
Yo ya llevo unos sobres preparados con comida y aproximadamente 4000 calorías diarias. También en esa embarcación, además de los sistemas para desalinizar agua, puedo tener problemas con el frío. Se me pueden llegar a congelar las tuberías de captación del agua, con lo cual llevo extra más de 150 litros de agua dulce para poder beber y también tengo que llevar muchísimos sistemas de autorrescate. Llevo una pequeña balsa y llevo algo muy curioso que se llama ancla de capa. Lógicamente, yo para ir desde el sur de la Patagonia hasta la Antártida tengo que intentar tener los vientos favorables, pero casi nunca voy a tener vientos favorables. Yo voy a tener algunos días que sople el viento del norte y que me empujen hacia la Antártida, pero va a haber muchísimos días que yo tenga vientos del oeste y me desplacen hacia otro lugar diferente. Esos días en los cuales… Y a lo mejor esos vientos van a ser de 100 o 150 kilómetros por hora y las olas pueden superar los diez metros, imaginad, un tercer piso. Esos días en los cuales nunca voy a poder avanzar hacia donde yo quiero porque las condiciones meteorológicas no me lo permiten y yo no voy a poder estar remando en esas condiciones, echaré esta ancla de capa que lo que hace es sujetarme prácticamente en el sitio. Es como un paraguas gigante, como un parapente que lo que hace es bloquear un poco la deriva de la embarcación. En vez de que el viento me arrastre a cinco o seis kilómetros por hora que me podría arrastrar, me va a arrastrar a un kilómetro. Una vez que pase el temporal y esas malas condiciones que las voy a tener prácticamente… Cada tres o cuatro días voy a tener mínimo 24 horas de condiciones muy malas y de muchísimos vientos. Una vez que pasen esas malas condiciones, yo recojo mi ancla de capa, la guardo y continúo remando.
Todo este tipo de cosas van sumando kilos, pero son kilos necesarios en esa embarcación. La embarcación está diseñada para que sea autoadrizante, que se dice en navegación. Esto es, haceros a la idea de un tentetieso. Estos bolígrafos que los colocas boca abajo, que abajo tienen muchísimo peso y por mucho que tú le golpees, él siempre se va a quedar boca arriba. La embarcación está diseñada igual. Es prácticamente imposible que la embarcación se quede boca abajo. Lleva además una orza. Lleva un lastre en la parte de abajo de la embarcación de 50 kilos de plomo que evitan que, aunque yo tenga un vuelco, rápidamente se va a volver a poner de pie. Aun así, tengo que llevar siempre la escotilla guardada y hay una cosa muy importante que en una expedición como la Antártida tengo que llevar y es un traje de abandono puesto durante las 24 horas del día. ¿Qué es un traje de abandono? Como su propio nombre indica, es un traje que te sirve para si yo en algún momento tuviera un accidente importante en la embarcación y tuviera que abandonar esa embarcación. Ese traje de abandono lo que hace es que mantiene mi temperatura corporal, a pesar de que la temperatura del agua esté a cero grados, mantiene mi temperatura corporal durante al menos 24 horas y me puede ayudar a sobrevivir esperando a ese posible rescate que tendría que tener. Ese traje no me lo quito nunca, prácticamente. Solo si las condiciones son muy buenas, pero como no van a ser buenas casi nunca tendré que ir siempre con ese traje de rescate o de abandono.