“El cambio climático existe y nosotros lo amplificamos”
Mario Picazo
“El cambio climático existe y nosotros lo amplificamos”
Mario Picazo
Meteorólogo y profesor
Creando oportunidades
La educación es clave para salvar el planeta
Mario Picazo Meteorólogo y profesor
Mario Picazo
¿Qué tiempo hará hoy? Mario Picazo tiene la respuesta. Durante casi dos décadas informó, a través de los televisores de los españoles, de si había que coger el paraguas o la toalla de playa. Ahora, reconvertido en hombre del tiempo 2.0, trabaja como meteorólogo de Eltiempo.es.
El también presentador, descubrió su pasión siendo niño. Cuando los chicos de su edad rodaban en patinete, él le quitó las ruedas y clavó unas pelotas de pimpón para construir un anemómetro. Desde entonces ha perseguido tornados, caminado por el pueblo más seco del mundo o viajado al lugar más frío del planeta. Su amor por los fenómenos meteorológicos y por la sabiduría popular, han quedado patentes en la serie de televisión ‘Climas extremos’ o en su libro ‘Los grillos son un termómetro: curso práctico de meteorología’.
Picazo reviste su profesión con una pátina de aventura, pero advierte de que la meteorología requiere “lidiar con las matemáticas y con la física, porque son las ecuaciones las que predicen el tiempo”. Por eso estudió Física en la Universidad de Barcelona, Matemáticas y Geografía en la Universidad de Nuevo México y se doctoró en Ciencias de la Atmósfera en la Universidad de California en Los Ángeles, donde actualmente es profesor de Meteorología y Cambio Climático. “Ya podemos empezar a relacionar con bastante precisión sequías, olas de calor, inundaciones y fuertes episodios de lluvia con el cambio climático”, afirma el experto.
¿Qué clima tendremos mañana? Mario Picazo también puede darnos respuesta a esta cuestión. Habla de crisis climática, aunque está convencido de que “si educamos a las nuevas generaciones estamos a tiempo de desacelerar el cambio climático”. Y sentencia: “La profesión del futuro es esta: intentar buscar soluciones”.
Transcripción
Me encontré con una profesora en el colegio y yo estaba entonces en segundo de BUP, profesora de Ciencias Naturales, que por primera vez me expuso este tema de la meteorología. Y yo era una aficionado a la ciencia, me gustaba la geología, me gustaba la biología, pero no tenía esa pasión por la meteorología. Y un día esta profesora se cruzó por mi camino y me dijo: «Mira, pues esto son las nubes, así sopla el viento…». Los ojos se me abrieron y dije: «Esta es mi pasión», y a partir de ese momento, 12 años, ya sabía lo que quería hacer. Me podía haber desviado por el camino, haber hecho otra cosa y alguna cosa ha hecho por ahí fuera de la meteorología, pero en general he seguido esa recta porque tengo una pasión por esta ciencia que creo que es comparable con otras, pero tiene unas cosas muy especiales. A los 12 años me construí mi propia estación meteorológica. Entonces a mis padres les decía: «Yo quiero ser meteorólogo», ellos decían: «Venga va». Una estación meteorológica en aquellos años costaba un dineral. Hoy en día tenemos estaciones meteorológicas mucho más asequibles económicamente hablando sin que sean muy, muy técnicas. Entonces, dije: «Me voy a construir mi propia estación meteorológica, ¿qué me hace falta? Un anemómetro. Bueno, ¿pues anemómetro cómo lo hago? Pues vi que en un libro de meteorología americano había un chico que se había hecho un anemómetro utilizando un patinete y unas pelotas de ping pong. Yo hice lo mismo, cogí un patinete y le quité las ruedas, le clavé unas pelotas de ping pong, me fui en el Dyane 6 de mi madre por el paseo marítimo de donde vivía, lo sacaba por el techo a distintas velocidades, conducía mi madre, iba haciendo anotaciones porque cada vez que daba la vuelta el anemómetro se encendía una bombillita, y ese fue mi primer anemómetro.
Me hacía falta un higrómetro para medir la humedad relativa: «¿Cómo hago un higrómetro?». Bueno pues fui a mi hermana y le arranqué tres o cuatro pelos de la cabeza y me hice un higrómetro porque el pelo se extiende y se contrae con cambios de humedad, e hice un pequeño higrómetro que no me daba la humedad relativa perfecta, pero me decía si subía o bajaba. Yo estaba emocionado y así fui haciéndome una estación meteorológica hasta el día que dije: «Oye, pues esto tiene su mérito, lo voy a presentar a un premio». Entonces había un premio de científicos, jóvenes científicos e inventores se llamaba, que se llamaba el premio Holanda y la gente que lo vio dijo: «Esto es una maravilla. A las finales del premio Holanda». No gané el premio, pero estuve aquí en Madrid emocionado con mi estación meteorológica. O sea que al final todo esto me ha llevado por un camino de pasión por una ciencia que, luego aparte de mediática, ha sido muy educacional. Llevo años vinculado a la universidad, hoy en día más al tema del cambio climático que es un tema que creo que nos preocupa mucho y que seguro que vamos a poder hablar largo y tendido sobre él aquí hoy, sobre algunos aspectos que son realmente importantes. Pero al final, lo más importante de todo es que cuando tienes pasión por una cosa, como yo la he tenido desde un principio, vas desarrollando facetas que te van haciendo escalar cada vez más en este mundo que, como os digo, para mí es apasionante y yo sé que todos en general tenemos esa pequeña espinita de meteorólogos porque todos nos preocupamos por la meteorología de una forma o de otra. Creo que hoy mucho más y por eso, lo que en el pasado parecía una profesión un poquito más extraña, hoy se ha convertido en una profesión mucho más habitual. Ya no solo por ser meteorólogos, sino porque hay gente que trabaja en medioambiente, gente que se dedica a la predicción meteorológica, a la predicción del clima, y hay gente que trabaja directamente con todo el impacto que esas ciencias tienen sobre el medioambiente en general. O sea que esta es una ciencia apasionante.
Ese ha sido mi camino, pero yo no quiero hablar… Me voy a poner de pie como hacen los hombres del tiempo porque estoy acostumbrado a trabajar de pie, pero lo voy a hacer solamente para deciros que esa es una pasión que he desarrollado, pero hoy espero que aquí hablando con vosotros podamos intercambiar, me podéis preguntar cosas tanto de la faceta quizás más conocida mediática que tengo aquí en España, como la faceta que creo que muchos desconocéis que es la de profesor. Hoy sigo trabajando mediáticamente en temas de meteorología a través de «eltiempo.es» y vinculado a la tele, pero mi faceta también ha sido… otra vez he ido más hacia lo académico, ¿por qué? Porque he visto que en estos años en los que el cambio climático se ha convertido en una cosa fundamental que necesita ser investigado y necesita ser solucionado, me ha vuelto esta pasión académica por la docencia y la investigación, y por eso, aunque lo he hecho toda mi vida, he vuelto a ella y estoy otra vez más vinculado a esa faceta. Pero yo espero que todos vosotros que estáis aquí ahora podáis lanzar vuestras preguntas y podamos intercambiar información, y seguro que tenéis dudas que yo espero poder resolver, y espero poder contaros cosas importantes de lo que estamos haciendo hoy en meteorología, que es al final lo que realmente creo que os interesa a los que estáis aquí. O sea que abro esa rueda de preguntas y espero poder daros una respuesta lo más didáctica y educacional posible porque es lo que realmente al final llega a todos.
Luego ya, poco a poco, fueron entrando los babilonios, que los babilonios observaban mucho el sol, los planetas. Y fueron haciendo predicciones mucho más exactas de cómo cambiaba el tiempo con estaciones y demás. Y así fue evolucionando todo hasta que llegamos a un tiempo en el que empieza a aparecer más la instrumentación. Los primeros instrumentos también eran complicados de diseñar. Por ejemplo, tenemos a Galileo Galilei que inventó el primer termómetro, o incluso a Torricelli que inventó el barómetro, pero que inventó un barómetro más refinado porque previamente había tenido otro predecesor y decidió utilizar agua, que era un líquido obviamente menos denso que el mercurio. Entonces, para hacer un barómetro tuvo que hacer un barómetro de diez metros de longitud. Imagínate toda la planta de un edificio con un barómetro. Finalmente llegó Torricelli y le dijo: «Mira esto está muy bien, pero yo voy a hacer un barómetro con mercurio, de forma que sea de un tamaño más razonable», el que a veces hemos visto en la pared de las casas, aunque ahora casi todos los barómetros ya no son de mercurio porque son muy caros y son metálicos. O sea que la meteorología ha tenido mucho recorrido y por eso con la poca tecnología que había, el hacer una predicción meteorológica era de alto riesgo. Pero bueno, hoy en día tenemos tecnología mucho más avanzada: han aparecido los satélites, ha aparecido instrumentación mucho más precisa, y por lo tanto sin buscar excusas, los meteorólogos siempre decimos: «Esto es una ciencia inexacta, no tenemos tantas excusas porque tenemos tecnología mucho más precisa que nos permite hacer predicciones mucho mejores que las que hicieron nuestros antepasados hace ya miles de años».
Hace años los ordenadores eran muy lentos, para calcular cómo evoluciona la atmósfera había que esperar horas, y horas, y horas, hoy lo podemos hacer mucho más rápidamente y con mucha más precisión. Y luego, otra cosa que también influye es que nosotros antes de echar a andar un modelo de estos con muchas ecuaciones, necesitamos hacer, lo que llamamos los meteorólogos, una inicialización. Es decir, un punto de partida, y ese punto de partida requiere que tengamos muchas observaciones. La malla de observaciones hace un siglo era muy escasa, teníamos puntitos por aquí y por allá. Imaginaos observatorios meteorológicos repartidos por todo el mundo. Hoy en día esa red es mucho, mucho más densa. Entonces, ¿qué pasa? Que a la hora de empezar un modelo de cálculo, es decir, para poder calcular qué tiempo va a hacer mañana o dentro de siete días, necesitamos empezar con lo que hay ahora mismo, en este momento, y a partir de ahí calculamos. Si lo que tenemos ahora mismo no es preciso, el error se amplía. Entonces, hoy en día tenemos una red de observaciones mucho más precisa que nos permite que nuestros modelos de ecuaciones sofisticadas funcionen mucho mejor y así calculamos el tiempo grosso modo, lo hacemos con muchas matemáticas, con mucha física, con mucha investigación, porque hay gente que está estudiando cómo funciona una nube y cómo puedo parametrizar esa nube con ecuaciones. Eso requiere horas de investigación y eso, hoy en día, es gracias a que muchos gobiernos del mundo están apostando por esa investigación, aunque otros recortan, otros aportan, es como calculamos y hacemos la predicción del tiempo día a día.
El caso es que las aves, que son los animales que se mueven por el entorno atmosférico más libremente, también cambian mucho de comportamiento. Si las vemos volar más arriba o más abajo en la atmósfera es una indicación de que puede haber un presagio de cambio de tiempo, de lluvia, porque la atmósfera se calienta, hay corrientes térmicas, y esas corrientes térmicas… si ves a un ave volando en círculos quiere decir que hay una corriente térmica que, a lo mejor, puede provocar la formación de una tormenta y que pueda haber lluvia. Y luego incluso hay insectos, por ejemplo, las abejas, muchos odiamos las abejas porque nos pican y son molestas, pero son fundamentales en nuestra vida y luego, meteorológicamente hablando, son muy sabias. Cuando acaba el verano y llega el otoño empezamos a ver mucha actividad, las abejas empiezan a ser muy activas. O empezamos a ver que sus panales están más arriba de lo habitual. Puede ser un indicativo de que el invierno que llega va a ser muy crudo, y puede ser de nieves porque cuanto más arriba el panal, dependiendo de la zona, a lo mejor hay más nieve. Y luego están los grillos. A mí me encantan los grillos, ya sé que algunos diréis: «Jolín, la serenata de grillos no me deja dormir», pero los grillos son un termómetro, los grillos son insectos cuyo metabolismo depende de la temperatura: cuanto más calor hace, más chirridos. Hay una forma de calcular la temperatura con los grillos, no sé si lo sabíais, pero unos científicos, hay científicos para todo en este mundo, se dedicaron a estudiar concretamente grillos y a relacionar la temperatura del aire con el chirrido de grillo. Cuanto más chirrido hay, más temperatura, eso ya lo sabemos, pero ¿se puede calcular? Pues sí, si tienes la paciencia y cuentas cuántos chirridos emite un grillo por minuto puedes saber la temperatura del aire.
Imagínate que cuento 200 chirridos, ¿qué temperatura tendría el aire? Pues hay una fórmula que dice: divide ese número de chirridos por minuto por cinco y le restas nueve. La relación matemática es porque es una fórmula en Fahrenheit para convertirla en grados centígrados. Si yo tengo 200 chirridos divido por cinco y resto nueve, quiere decir que la temperatura del aire son 31 grados centígrados, más o menos, porque cada grillo tendrá su metabolismo. Pero puedes decir: «Pues qué calor hace», o: «Qué temperatura más agradable». Y eso es una curiosidad de los animales, de los insectos, y de todo lo que nos enseñan y nos siguen enseñando aunque, seguramente, hoy en día muchos animales andan un poco despistados con todo lo que está pasando con el clima.
Entonces, al final, la sabiduría popular es precisamente lo que has comentado antes. Una especie de relación climática de todo lo que está ocurriendo en una zona y, luego, que si el viento gira en una dirección y en el árbol se mueven las ramas de arriba más abajo, pues resulta que va a llover por la tarde. Eso no lo sabríamos, a veces, nosotros con tecnología, hoy en día tenemos más y podemos saber cómo ha evolucionado la atmósfera, pero la sabiduría popular sigue siendo fundamental. Yo creo que todos los que estamos en el gremio de la meteorología la seguimos consultando y la seguimos utilizando. Yo soy del refranero popular, algunos ya no los uso porque no encajan, pero sigo sacando mis refranes populares siempre que puedo.
"El clima del futuro está en nuestras manos"
Pero luego hay nubes un poquito menos habituales que a mí me gustan particularmente, por ejemplo, una nube que se llama la nube lenticular. No sé si la habéis visto en el cielo, pero seguramente si la habéis visto en el cielo la primera impresión que tendréis es que nos van a invadir de otro planeta, porque parecen platillos volantes y no son tan habituales. Ocurren cuando, por ejemplo, el viento sopla con mucha intensidad en altura y se encuentran con algún tipo de obstáculo. Por ejemplo, aquí en España, como es un país muy orográfico tenemos muchas nubes lenticulares igual que en cualquier otro país donde hay orografía importante porque el viento sopla fuerte, tiene que pasar por encima de una montañita y al pasar justo por encima de la montaña ahí se genera una nube que es esa nube lenticular, como dice el nombre, tiene forma de lente. Yo las llamo platillos volantes porque me recuerdan más a una invasión de otro planeta. Y luego están las nubes, unas que son más complejas, que se llaman las nubes Kelvin-Helmholtz, que son nubes que si las ves aparecen como pequeñas crestecitas, como olas de mar. Esas son muy poco habituales porque además cuando se forman, aunque son espectaculares, y de repente parece que estás viendo un océano dibujado en el cielo son nubes que rápidamente se deshacen. O sea, que o las ves o rápidamente desaparecen y ya no las ves. O sea que tienes que captarlas en el momento. Y esas nubes también se forman por una situación atmosférica muy concreta y muy poco habitual, que es cuando hay en un entorno estable cizalladura de viento en altura. La cizalladura de viento simplemente quiere decir, para no ser tan técnico, que el viento sopla en distintas direcciones a medida que subes en la atmósfera. Esas nubes son espectaculares. O sea, que para mí esas tres están en mi lista del top ten. Luego hay muchas otras, te volverías loco si te dijera toda la clasificación de nubes que hay. Yo no me la sé.
Soy meteorólogo, fíjate que llevo años con esto y hay nubes que digo: «¿Está como se llama?». Y empiezan: «Pues esto es un cúmulo fractus». O sea, dentro de cada categoría de nube que puedes aprender en un curso de meteorología normal, hay una serie de subdivisiones y, a veces, hay como 300 tipos de nubes, es imposible saber cada nombre exacto, pero hay nubes apasionantes. Yo creo que las nubes son el espectáculo del cielo y una de las razones por la que muchos nos aficionamos a esto de la meteorología porque al final es espectacular.
Es que en la Fórmula 1 hay mucho dinero, ¿verdad? Creo que tienen 10 meteorólogos mirando una nube. Los meteorólogos somos capaces de hacer predicciones cada vez más exactas. La Fórmula 1 depende mucho de la meteorología porque el saber cuándo va a llover, en qué momento de una carrera que dura un par de horas, es fundamental para ese cambio de neumáticos que tú has comentado, e incluso para ganar la carrera. Y al final eso se traduce en mucho dinero. O sea, que la inversión al final es rentable, pero nosotros los meteorólogos que trabajamos a diario en predicciones meteorológicas tenemos los medios suficientes para hacer predicciones cada vez más fiables. Hemos hablado de la importancia que tiene la predicción y los modelos numéricos, esos modelos numéricos cada vez son más exactos. Primero, por sus observaciones. Segundo, porque las ecuaciones son cada vez más representativas de la situación que está ocurriendo. Y tercero, porque tenemos ordenadores cada vez más precisos. O sea que ya no tenemos la excusa de que esto es una ciencia inexacta. Hoy en día las predicciones a 24 horas si no se acercan al cien por cien, se acercan bastante. Hay que puntualizar una cosa, España, por ejemplo, y otros países del mundo que son muy orográficos lo tienen más complicado porque la meteorología aquí es muy complicada y yo no quiero decir: «Bueno, como yo trabajo aquí tengo la excusa de que me puedo equivocar», pero la orografía de un país condiciona mucho la fiabilidad de una predicción meteorológica. Hay gente que dice: «Bueno, he ido a Londres y me han dicho que a las cuatro iba a llover y a las cuatro en punto ha empezado a llover». Londres es una cosa plana. En Inglaterra no hay montañas, llega un frente del Atlántico, cruza y es como un coche que va a 40 por hora y atraviesa una zona, y sabes exactamente cuándo va a atravesar esa zona.
En España la meteorología se complica mucho, pero aun así hoy en día podemos hacer predicciones a tres días con un alto grado de fiabilidad. Tenemos la capacidad de dar un pronóstico de tres días con más de un 85 por ciento de probabilidad. ¿Qué pasa con predicciones a más plazo? Se complica la cosa. A medida que nos vamos a cinco, seis, siete días, ¿qué es lo que todos queréis? Queréis saber qué va a pasar la semana que viene, puede haber más grado de incertidumbre, pero aun así hemos mejorado bastante. Todavía estamos por encima del 60 por ciento. Y, hoy en día, más que la predicción de la semana, lo que interesa es qué va a pasar dentro de tres meses. Y no porque vayamos a tomar el sol o nos vayamos a ir de vacaciones a algún lugar, sino porque hay gente que depende de la agricultura, y del campo, y de otras facetas al aire libre. Entonces, interesa mucho saber si va a ser un verano más lluvioso, más seco, más caluroso, cómo llega la primavera. Eso es importante. Y hacia ahí van nuestras predicciones del futuro, a mejorar la predicción a medio-largo plazo. El de hoy en día ha mejorado muchísimo. Tenemos deberes que hacer. Nos vais a seguir riñendo, pero cada vez tenemos métodos, tecnología más precisa que nos permite dar predicciones mucho más puntuales. Hoy en día cuando consultáis el tiempo ya no miráis qué va a hacer el jueves, miráis qué va a hacer mañana a las tres de la tarde porque todas vuestras aplicaciones… lo que trabajamos, por ejemplo, en «eltiempo.es» es muy concreto. Te dicen mañana a las cuatro va a empezar a llover y, seguramente, diréis: «Bueno, pues seguramente no es a las cuatro, pero es entre las tres y las seis, me vale». Y ya puedo planificar: en lugar de llevar al niño a baloncesto, como va a llover y no va a poder jugar, pues me voy a hacer otra cosa y vamos a planificar la tarde de otra manera. Eso pasa en nuestras vidas hoy en día, ya no es tanto solamente la gente de la mar o del campo, sino nosotros mismos que tenemos una vida tan complicada, tan, tan, tan comprimida, dependemos, cada vez más, de información más precisa y más fiable.
Y lo sabemos ya no solo por experiencias propias, sino porque tenemos tanta tecnología que no teníamos antes para medir exactamente qué está pasando, que tenemos una buena forma de comparar cómo está evolucionando el clima de la Tierra respecto a años pasados. No lo hemos podido hacer… hace 20 años, a lo mejor, no podíamos hablar de cambio climático o como yo lo llamo, y muchos ya empezamos a llamarlo, de crisis climática, porque no teníamos una referencia observacional lo suficientemente larga. Tened en cuenta que para hacer una comparación climática que sea realmente, digamos, rigurosa, por lo menos hay que tener unos 30 años de datos de un determinado instrumento. Hemos tenido termómetros muchos años, se ha cuestionado mucho el hecho de que las temperaturas se han medido de distintas formas porque los observatorios han cambiado de lugar, o porque las ciudades han crecido y, por lo tanto, el efecto ciudad ha influido en esas temperaturas, pero hace 30 años empezamos a lanzar satélites a la atmósfera a medir cosas con más precisión. Y esos datos, 30 años después, porque ya han pasado 30 años, nos permiten hacer una comparación bastante, bastante, exhaustiva de cómo ha evolucionado el clima en estos últimos 30 años. Entonces, hoy en día ya sabemos que el cambio climático existe, el antropogénico.
¿A qué velocidad está cambiando? También lo sabemos. Y empezamos a saber con bastante, bastante, certidumbre qué fenómenos meteorológicos que están ocurriendo que afectan e impactan sobre la población humana están relacionados a esa señal de amplificación climática, porque quizá no podamos relacionar un huracán o un tornado con ese cambio climático antropogénico, pero ya podemos empezar a relacionar con bastante precisión, estoy hablando de una precisión y de una probabilidad muy alta: sequías, olas de calor, inundaciones, fuertes episodios de lluvia. Esas señales están muy ligadas al cambio climático, y lo sabemos porque tenemos la tecnología, y porque detrás hay un rigor científico. O sea, no se trata de entrar en Google y poner «cambio climático». Estamos hablando, y te lo dice un profesor de universidad que trabaja con personas que están en el frente de la investigación en este sector, que realmente están haciendo cosas que demuestran claramente que hay una señal muy evidente. Todavía tenemos muchos interrogantes y no se trata de meter todo en un saco que pone «cambio climático»: una ola de calor, un episodio de frío, una inundación, no podemos decir eso. Antes hay que investigar, hay que relacionar, y luego podemos decir: «Esto ha sido debido a una señal de energía extra que tiene el planeta, ya sea por temperatura del mar, por temperatura del aire, o por un cambio en la circulación atmosférica».
Todas esas cosas que, poco a poco, vamos mejorando necesitan extenderse a toda la población mundial. Y sé que es muy difícil porque hay países donde la gente tiene otras preocupaciones mucho más importantes, como tiene que ser el simple hecho de comer cada día. Pero aun así, se trata de hacer lo que estamos haciendo aquí que es, al final, educar y si educas desde unas generaciones tempranas es mucho más fácil que consigamos esos retos que, hoy en día, pueden solucionar muchos problemas que vamos a tener en un futuro. Por lo tanto, yo apuesto por nosotros y, por supuesto, que nosotros también presionemos a los que toman las decisiones importantes porque al final, hoy en día el cambio climático no debería llevar una etiqueta política debería ser una gestión global y no individual, aunque al final tenemos que partir de algún punto, pero… Por lo tanto, política aparte, somos nosotros los que tenemos más peso en esta decisión de cómo queremos que sea el clima del futuro y cómo queremos que sea el clima de los que nos van a seguir, nuestros hijos, nuestros nietos, etcétera, etcétera.
Sí, sí, no hemos hablado, por ejemplo, de la geoingeniería que es un tema que está muy de moda porque hay gente que dice: «Bueno, ya que no vamos a poder parar el cambio climático a base de reducir emisiones…», porque podemos conseguir una reducción, pero va a ser difícil que no sigan emitiendo productos derivados del carbono, metano, etcétera. Entonces, una forma es decir: «Bueno, pues vamos a atenuar la energía que nos llega del sol y así nos calentamos menos. Hay muchos experimentos que se están haciendo hoy en día para hacer que aumente la nubosidad, o para meter en las nubes ciertos productos que de alguna forma reflejen más radiación solar, o hay distintas técnicas que se están proponiendo. De hecho se están haciendo experimentos. O sea, que una forma sería… Lo ideal para que hubiera un enfriamiento global sería que hubiera una gran erupción volcánica como la de Pinatubo en 1991 y que esa nube tapara el sol y se enfriara el planeta como ocurrió entonces. Eso lo podríamos hacer artificialmente, pero no va a ocurrir porque muchos dirían: «A mí se me ha enfriado mucho la zona y se me han muerto todos los plátanos». No todos vamos a estar contentos con eso, entonces las soluciones que tenemos pasan no tanto por la geoingeniería que tienen mucha, mucha…
Es un tema muy sensible para muchos y no va a llegar tan rápidamente aunque, a lo mejor, al final tenemos que tirar de ella porque va a ser tan extremo el cambio que tendremos que buscar una solución urgente, pero sí que podemos empezar a pensar en tecnologías que nos permitan reducir el posible calentamiento. Empezando por las ciudades, que son los grandes núcleos de aumento térmico. Ya estamos viendo muchas ciudades mucho más sostenibles en sus métodos de construcción, en sus métodos de utilización de energía, edificios que tienen métodos de refrigeración mucho más eficientes, o tienen más placas solares, o tienen más zonas verdes que eviten las islas de calor urbano que contribuyen también al calentamiento global, o sea que por ahí va la cosa un poco. Pero desde el punto de vista tecnológico también tenemos soluciones pues, por ejemplo, hemos hablado de los incendios. Ahora se está planteando ya empezar a utilizar drones para los incendios. ¿Por qué? Porque mientras un hidroavión pasa por una zona y te tira agua o cualquier producto químico mezclado que te apaga el fuego, los drones ya se pueden controlar con mucha más precisión e ir a lugares mucho más críticos. Entonces empezamos a introducir herramientas para buscar soluciones a nuestros problemas que ya están ocurriendo como consecuencia de ese calentamiento o cambio climático. Pero desde luego la geoingeniería… yo no diría que va a ser una cosa que aparezca inmediatamente, pero te aseguro que en 20 o 30 años la vamos a empezar a utilizar con más frecuencia, por desgracia, porque necesitamos soluciones mucho más tajantes para evitar que la temperatura suba tanto en el planeta.
Entonces, España por ejemplo es uno de los países más vulnerables a esa desertización de la que hablamos a veces. ¿Por qué? Porque hay entornos de la península ibérica que cada vez se están convirtiendo en entornos más desérticos. Y eso también implica un cambio importante en lo que se refiere a biodiversidad de la zona, pero también a otras prácticas que hay en esa zona ahora mismo, como es la agricultura. Entonces los desiertos preocupan mucho no sólo porque se está perdiendo el entorno en el desierto en sí: si son áridos están haciéndose más áridos, con temperaturas más extremas, lo poco que hay está desapareciendo. Y, a la vez, nos preocupa, en torno al tema de desiertos que has sacado tú, el hecho de que los desiertos también se extienden. España es un caso, pero hay países, por ejemplo, de África, que están en una situación mucho más precaria como es el Sahel africano. Es una zona al sur del Sahara, una banda que se extiende prácticamente desde el Índico hasta el Atlántico. Países como Senegal, como Chad, como Burkina Faso, hasta Sudán, están viviendo una sequía tremenda donde hay una devastación brutal, y donde hay una epidemia de gente que no tiene ningún tipo de alimento. En esos países ya no preocupa tanto el que puedan cultivar para comercializar, preocupa el que puedan cultivar para comer día a día. Entonces, la expansión desértica es otro problema a tener en cuenta en este entorno nuevo que nos está tocando vivir. Cuanto más empieza a ser un entorno semiárido más árido, más empezamos a ver esa invasión desértica en zonas donde antes había mucha más biodiversidad. Eso es una realidad, es un hecho hoy en día. De la misma forma que hay otras zonas que en lugar de ser desérticas están viviendo situaciones de precipitación mucho más intensa. Así es el cambio climático, es un cambio de extremos. Mucha más sequía, mucho más calor en unos sitios, mucha más lluvia, mucha más meteorología extrema, en ese sentido que en otros, y es lo que estamos viendo.
Nunca sabes cómo el cuerpo te va a responder y llegan momentos en los que realmente te preocupas porque aparte de que estábamos rodando un programa de televisión, y me tuve que tirar en un río helado a 60 bajo cero en el aire y demás… siempre piensas: «Bueno, ¿me voy a morir aquí, se me va a parar el corazón o voy a salir de este río?». Entonces, los extremos en ese sentido han sido esos: fríos y tornados, pero hay muchos otros fenómenos meteorológicos, que a lo mejor sin darme cuenta, han sido extremos, preocupantes y quizás no los he visto tanto. Y sé que muchos de vosotros sin daros cuenta habréis vivido situaciones meteorológicas extremas. Si empezáramos a hablar seguro que más de uno saldría con su propia situación, un rayo que ha caído ahí y se le han puesto los pelos de punta, que a mí me ha pasado también. Todo eso es extremo también, y al final hay que intentar evitarlo. No os metáis en ningún fenómeno meteorológico extremo si podéis.
Hoy en día, Siberia cada vez registra temperaturas más altas. La nieve ya no es tan frecuente durante meses periféricos de las estaciones, por ejemplo, a partir de mayo o junio desde luego ya no hay nieve en el suelo, luego no empieza a nevar hasta a lo mejor octubre, antes nevaba ya en septiembre. Entonces, todo eso ha ido cambiando y va a ser muy distinto. De hecho, el otro día yo, precisamente, tuve la ocasión de escribir un artículo sobre Siberia y su futuro, porque Siberia a finales de este siglo será un lugar muy atractivo para los viajeros. Hoy en día salvo algún friki como yo que ha ido allí u otros que han visto el programa que hicimos de Oimiakón y han dicho: «Ay, yo quiero ir allí porque me encantaría ir al sitio más frío», pero en un futuro la gente que hoy en día no va porque el frío es extremo y muy, muy, incómodo, irá porque será un entorno natural precioso, es un entorno salvaje, muy extenso, y será un lugar de vacaciones precioso donde habrá menos frío, seguramente te podrás tomar un vino siberiano, y comer verduras que no existen allí. Cuando yo fui no había verduras, o sea que imagínate todas las cosas que podrás hacer en una Siberia del futuro debido, precisamente, al clima cambiante. Nosotros nos quejamos aquí de que las temperaturas pasan de 40 grados y decimos: «¡Qué calor!», los siberianos están encantados. Es decir, están encantados con el cambio climático, van a tener un clima que no va a tener nada que ver con el que tienen actualmente y va a ser un lugar mucho más agradable de visitar y de vivir en un futuro.
Y hablando con gente que se dedica, precisamente, a sofocarlo, la gente que trabaja en los incendios, me comentan muchas personas que llevan 40 años haciendo esto de apagar incendios me dicen: «Los incendios no tienen nada que ver hoy en día con cómo eran en el pasado. No sabemos cómo controlarlos. Son incontrolables, tienen una velocidad tal que no hemos visto nunca en el pasado». ¿Por qué? Porque no había esa combinación de elementos que tenemos hoy en día muchos de los cuales surgen a raíz de nuestro comportamiento climático. Esas precipitaciones intensas, esas olas de calor tan devastadoras… Entonces, es un tema que preocupa, preocupa en California como tú has dicho, y preocupa mucho en otros países. España es un país donde, por desgracia, también el riesgo de incendios es elevado. Afortunadamente muchos de nosotros estamos haciendo los deberes, hemos aprendido qué debemos y qué no debemos hacer en días en los que hay un alto riesgo de incendios, y eso ayuda mucho. Difundir esa información para que la gente sea consciente de que hay días que hay que dejar de hacer y practicar ciertas actividades. Y que luego tenemos que ser mucho más cuidadosos cuando vamos a entornos donde potencialmente pueda haber incendios. O sea que, de nuevo, la educación, de la misma forma que estamos educando en el cambio climático, la educación sobre temas como incendios ayuda mucho a prevenir. Por desgracia, todavía hay gente que por una razón o por otra sigue provocándolos, o sigue sin intención haciendo que aparezcan. Pero, desde luego, es un problema importante.
Y precisamente hablando de esto, como para cerrar nuestra charla de hoy que me ha parecido apasionante. Habéis tenido unas preguntas estupendas, se han quedado muchísimas cosas en el tintero, pero mi reflexión, sobre todo, es que la meteorología es una ciencia que tiene una importancia tremenda porque todos dependemos de ella. Hoy en día mucho más, porque va muy ligada al tema que hemos estado desarrollando aquí, y tratando, que es el del cambio climático. Y por eso yo animo a mucha gente. Ya sé que aquí no tengo chavales, pero animo a los que tenéis y a los que creáis que puedan tener una pasión por esta ciencia, que vayan en esa dirección. Yo siempre digo, y lo dije hace diez años: la profesión del futuro es esta, es intentar buscar soluciones. Pero no: «Vamos a dramatizar la situación del cambio climático y dar todas las noticias negativas». Eso hay que hacerlo para que la gente se conciencie, no os creáis que lo hacemos porque nos gusta. Ya sé que vosotros, muchos, pensaréis que en los medios de comunicación lo que más vende son los sucesos y el sensacionalismo. No, lo hacemos para concienciar. Yo siempre he sido, como científico, siempre he sido partidario si tengo que dramatizar algo o no dramatizarlo, prefiero dramatizarlo, prefiero ser riguroso en mi información, pero si tuviera que ser un lado u otro y no tengo otra opción, prefiero dramatizarlo porque es la única forma de que la gente perciba esa señal y que actuemos en consecuencia. Hoy en día, todas las futuras generaciones que lleguen van a saber mucho más sobre este problema que los que hemos pasado ya por esto, porque no hemos vivido tan intensamente el cambio climático.
Y por eso creo que es importante que los que tengáis esas futuras generaciones lo inculquéis, que eduquéis desde vuestro lugar, que les enseñéis las cosas importantes que hay que hacer para intentar que, no vamos a poder frenar ya el cambio climático antropogénico, pero sí que tenemos una oportunidad de desacelerarlo algo, de buscar soluciones, de adaptarnos a él, porque aparte de que empecemos a apagar las luces y emitir menos gases efecto invernadero, a reducir la huella de carbono, también tenemos que empezar a pensar en cómo voy a evitar que mi casa se llene de agua dentro de 20 años cuando suba el nivel del mar medio metro. O sea, eso también tenemos que hacerlo. Luchar, pero más que luchar, luchemos también contra el cambio climático, que la señal que estamos ahora mismo pronosticando sea tan, tan intensa como está contemplado. Y, por desgracia, todavía no sabemos cuál será el desencadenante de algunas de estas señales que están empezando a ocurrir. Podría haber un… así, que desencadenara una aceleración más incluso de lo que estamos pronosticando hoy en día los científicos. Y, por lo tanto, todo lo que podamos hacer a partir de hoy mismo va a sumar. Y es lo que os pido, os lo pido de la forma que podáis, pero sobretodo inculcando, yo creo que las nuevas generaciones que llegan tienen que saber, realmente, cuáles son los puntos más importantes en los que tenemos que concentrarnos y cómo llegar a ellos. Muchísimas gracias a todos.