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Boris Cyrulnik. La vida es apasionante y difícil. Suprimir la tragedia de la condición humana… Si cerramos las bibliotecas, suprimimos el cine, acabamos con el teatro… Todas las producciones artísticas están hechas para superar la tragedia. Las películas cuentan tragedias, cuentan historias emotivas de gente, de niños, que consiguen superar la tragedia. Y, para nosotros, son maneras de comprender pero para los dañados, los traumatizados, es también una forma de pedirle al artista que sea su portavoz. Si me ha pasado algo que no tengo fuerza o valor para contar, porque, si cuento lo que me ha pasado, para mí será duro y para ti, difícil de escuchar, y vas a querer que me calle. Eso es lo que pasó después de la guerra, la negación cultural francesa y en España puede que también hubiera, igual que en Alemania y en todos los países que han vivido tragedias en la historia. La negación es protectora porque nos permite evitar afrontar el problema. Pero esta negación que nos protege, obstaculiza la resiliencia porque no afrontamos el problema. Sin embargo, cuando damos la palabra a los artistas, a los poetas, los cantantes, escritores, cineastas, ahí las emociones están controladas. Porque podemos hacer del actor… El actor se convierte en nuestro portavoz y él dirá lo que yo no tengo fuerza para decir. El desvío, el alejamiento de la emoción, el control de la emoción, la representación de la tragedia de manera soportable ya sea con una película, una novela… Así los demás pueden intentar entender sin angustiarse ni sentirse incómodos por la tragedia. Si yo te cuento la tragedia que me ha ocurrido, vas a querer que me calle porque te incomodará. Y me dirás: «Bueno, ya pasó», pero no, no ha pasado. Está grabado en mi memoria. Puedo callarme: si me pides que me calle, yo me callo. Pero no ha pasado. Al revés, si me callo, le daré vueltas y lo reforzaré. Si te digo: «Yo no tengo fuerzas para decirlo, pero ve al cine a ver tal película que cuenta una historia de una violación, cuenta cómo consigue una mujer forcejear, defenderse, volver a la vida… Ve al cine a ver la historia de un exilio, para ver cómo se han adaptado a una nueva cultura, que no siempre fueron bien recibidos… Llorarás, te emocionarás y comprenderás, y, a partir de ahí, nos entenderemos mejor y podremos hablar, gracias a los artistas». El arte juega un papel muy importante en el proceso de resiliencia. Además, todos los niños se benefician de esto, estén o no traumatizados. Se benefician de la función artística y debemos informarles, debemos entrenarles para convertirse en pequeños artistas. Porque, como la madre está siempre ahí, el niño no necesita nada, es ella quien lo recibe todo en lugar del niño. Pero cuando la madre se va a trabajar o a ocuparse de ella misma, hacer la compra, el niño está solo. Y tiene que aprender a soportar la marcha de su madre haciendo dibujos y pensando: «Cuando vuelva mamá, le daré este dibujo y se pondrá contenta, me dará un abrazo y será una fiesta afectiva. Después, si mamá se va, si mis amigos se van, lo contaré, escribiré un relato». Lo comprenderán. Es verdad que necesitamos una carencia para volvernos creativos. La carencia invita a la creatividad. En un niño totalmente aislado, su cerebro estará dañado y no podrá ser creativo. Pero un niño demasiado protegido, tampoco invita a la creatividad. Entonces, la madre, el padre, tienen que estar ahí para darle seguridad y, de vez en cuando, considerarse a sí mismos como personas para dejar un espacio vacío al niño para que el niño dibuje, invente un cuento, una novelita, para esperar el retorno de la madre. Es la carencia lo que invita a la creatividad.