Decide cómo quieres vivir
Nilda Chiaraviglio
Decide cómo quieres vivir
Nilda Chiaraviglio
Psicoterapeuta
Creando oportunidades
Volver a elegir. Esa es la única libertad que tenemos
Nilda Chiaraviglio Psicoterapeuta
Así transformas tu vida
Nilda Chiaraviglio Psicoterapeuta
Nilda Chiaraviglio
Con más de 30 años de experiencia en psicología clínica, Nilda Chiaraviglio se ha consolidado como una figura prominente en el ámbito de las relaciones de pareja y la sexología. Su enfoque contracultural y su propuesta de un amor a la medida de sus participantes han dejado una huella significativa en sus libros, talleres y conferencias.
Nacida en el campo, donde aprendió el arte de sembrar junto a su padre, su vida ha sido un viaje de transformación, pasando de cultivar la tierra a sembrar reflexiones profundas sobre la vida y el pensamiento humano. Nilda invita a las personas a redescubrir y elegir sus pensamientos, entendiendo que lo que pensamos influye en lo que sentimos y hacemos, moldeando así nuestra realidad. Nilda comparte anécdotas de su infancia, como la ingeniosa solución de su padre para proteger la cosecha de sorgo, un reflejo de su filosofía de vida: elegir y re-elegir hasta encontrar el camino adecuado.
Su enfoque en el autocuidado como un estilo de vida y su crítica al amor romántico tradicional desafían las normas culturales, promoviendo una vida basada en principios. Nilda es una voz que inspira a la autoexploración y al cambio consciente, recordando que la verdadera libertad reside en la capacidad de elegir nuestros pensamientos y acciones.
Transcripción
Entonces, luego hay que cuidarlas y luego hay que cultivarlas con mucho amor, sin prisa y sin pausa. Cada cosa tiene su tiempo. Y luego, entonces, viene el final feliz. La cosecha. Donde cada uno dice «a mí así es como me gusta vivir». Y todas son distintas. Les cuento una anécdota. En el campo que teníamos se sembraba sorgo, que es un cereal. Y venía una pavada muy, muy grande de loritos. Se asentaban en el sorgo y se llevaban todo el sorgo. Y dejaban el campo pelado. Y cada año era el problema que la cosecha la hacían los pajaritos, los loritos.
Entonces, a mi padre se le ocurrió sembrar una franja de girasol alrededor de todo el campo. Y entonces, a los loritos les gustó más el girasol. Se comieron el girasol, pero nos dejaron el sorgo. Esto es cultivar, elegir. Elegir lo que pensamos. Y seguir eligiendo. Si la primera elección no tuvo los resultados que queríamos, entonces volvamos a elegir. Eso es todo. Volver a elegir. Esa es la única libertad que tiene el ser humano. Elegir lo que piensa.
El autocuidado me tiene frita. ¿No? no es así. El autocuidado, el cuidado de la responsabilidad de tu bienestar, de tu calidad de vida, es una forma de vida. No es algo que hay que hacer. Es una manera de vivir. Ese cuidado se basa en principios. Asumir que la vida tiene que estar con cimientos fuertes, o sea, la semilla se planta al nivel de profundidad adecuado para que tenga posibilidad de desarrollarse. No es que la tiro por encima. No, se entierra a la profundidad adecuada. Entonces, cuando tengo ese principio, todas las semillas las voy a poder cultivar y cosechar. Si no más, «Ah, hoy hago yoga, hoy medito, hoy tengo que ir a Pilates, hoy…».
¿Alguien ha hecho eso? A ver. Ajá. A ver, quiero ver todas las manos. ¿Quién ha hecho algo de eso? Ok. ¿Y cómo les fue? Nos alivia, ¿no? Nos da un ratito de «Ay, qué rico». Y después de unos días, pues se me olvidó todo y entonces hago que cambio algo para que todo siga igual. Entonces, esas semillas, adentro nuestro, no crecen. Sí, se desperdició.
¿Cómo voy a elegir hoy? ¿Desde dónde voy a elegir hoy? Quiero repetir qué cosas del pasado y cuáles son las cosas que yo prefiero dejar de repetir del pasado. Y para eso yo tengo que saber cómo yo construí la vida que tengo. Es importante saber que la vida que tengo hoy lo logré con mis decisiones. «Ay, no, es que este tiene la culpa porque mi novio era un narcisista». «Ay, no, este, mi jefe es una persona horrible». «Ay, no, es que mi madre…». A ver, sí, bueno, todo eso nos pasa a todos, pero tú decides. «No, Nilda, es que no me dan mi lugar». ¡Qué barbaridad! ¿Y cuándo le regalaste tu lugar a otra persona?
¿No? ¿Por qué tú no ocupas tu lugar? Tú decidiste no ocupar tu lugar. Tú decidiste que tu vida está en manos del jefe, la mamá, el papá, el novio, el marido, los hijos, los vecinos, qué sé yo, cualquiera. Uno lo decide. Claro, echarle la culpa a los demás es una muy buena manera de hacernos irresponsables de nuestro bienestar y nos convertimos en víctimas. Ese camino no tiene salida. Entonces, ¿cómo vas a elegir? Dejar de repetir el pasado. Bueno, del pasado lo que te disgustó, no todo el pasado. Y hay muchos recursos, muchas habilidades, hay muchos métodos para hacer esto. No es que es un misterio y ahora voy a tener que hacer no sé qué cosa para enterarme de mi pasado.
O sea, cosas que tú decidiste hacer Y tú dices, «¡Guau! Eso no lo vuelvo a hacer». Y después está la tercera. ¿Cómo yo me destruyo a mí misma haciendo esto que hago? O sea, estos son los dolores de adentro para adentro. Por ejemplo, cuando me empiezo a vincular con una persona, me desdibujo. «No, querido, como tú quieras. Lo que a ti te guste». «No, yo voy donde tú me digas». «¿Qué comes?» «Pues lo que tú quieras». Si haces de eso, tu vida va a ser lo que a la otra persona le de su gana, no la tuya. Bueno, esto tiene muchas consecuencias, pero como esa no fue la pregunta, no me voy por allá.
Entonces, de estas tres grandes listas, vas a encontrar un denominador común. Por ejemplo, dependencia, dependencia, dependencia. Violencia, violencia, violencia. Celos, celos, celos. Va a haber elementos en esas tres grandes listas que se repiten. A eso le vamos a llamar «filtros gruesos». Entonces, eso es tu compromiso contigo, de que cualquier persona que incumpla esos filtros gruesos no pierde tu tiempo. «Next». Tus experiencias son las que te dicen qué al menos, que no vas a volver a elegir. Y ese ya es un compromiso de bienestar para ti. Si nos equivocamos más en distinto… Bueno, todos nos equivocamos en distinto, y eso está perfecto.
Hiciste otra cosa distinta y tampoco te gustó, bueno, vuelve a elegir, no pasa nada. Es tu vida. ¿A quién le importa tu vida? A ti, ¿no? Primero a ti, después, qué sé yo, a quién. Bueno, entonces, dejar de elegir más de lo mismo nos corresponde. «¿Sí, mi amor? ¿estuvo feo?». Y después, entonces, más autoconocimiento. No somos, vamos siendo. Y esto tiene que estar siempre en nuestra conciencia. Yo no soy, voy siendo.
Bueno, ah, no, otra así preciosa. Dependencia. También preciosa, ¿no? Estas son las consecuencias. ¿Se pueden cambiar? No, pues son consecuencias. Son resultados. Entonces, quedarme aquí en el loop de sufrir la infidelidad y la dependencia y las adicciones no resuelve absolutamente nada. Seguimos en lo mismo. ¿Entonces qué resuelve? Vuelvo a qué conducta originó este resultado. Y como la conducta yo la decido y yo la hago, entonces esto sí se puede modificar.
Y cuando yo modifico mi conducta, mis decisiones, por supuesto se van a modificar los resultados. qué vas a elegir, la responsabilidad que tienes sobre tus resultados. El cerebro tiene tres funciones de control de la conducta. Acá en el óvulo prefrontal es pura conciencia. La segunda se llama función de anticipación. Y la función de anticipación es tomarme el tiempo de saber qué consecuencias, o sea, de anticipar qué consecuencias va a tener esta decisión que voy a tomar. Y eso es algo que acá todos podemos desarrollar. Bueno, en realidad ya lo tenemos desarrollado. Nada más que hay que usarlo. Digo, a veces. ¿No? ¿Y de qué dependen las decisiones que estoy tomando?
¿Cómo hago para que estas decisiones sean diferentes a las anteriores? Como dije hace un rato, por ejemplo, pero reflexionando acerca de qué creencias me lleva a tomar estas decisiones. Por ejemplo, esto no les va a gustar nada. Por ejemplo, en una relación de pareja, ¿quieren sexualidad exclusiva? La mayoría va a decir que sí. Va a haber algunos que no. No lo pongas como condición en una relación de pareja. Va a fallar. Te lo firmo. Va a fallar. «Ah, Nilda, ¿entonces no sirve tener una sexualidad exclusiva?» No, sí, sí, a ti te gusta. Sí, sí, sí se puede.
Sí se puede. Gánatela. ¿Cómo? Construyendo todos los días una relación de pareja tan hermosa que, aunque se te antoje otra persona, vas a decidir por lo que tienes.
Las emociones nacen aquí. ¿De qué depende? Depende de tu historia de vida. Eso que pasa ahí afuera, entre tu cerebro, se meten el tálamo como bips eléctricos y se distribuyen dos grandes memorias que tenemos aquí adentro, en el centro del cerebro, que es el hipocampo, que es nuestra memoria de todos los eventos de nuestra vida. Algunos los van a anestesiar si no les encuentran significado. Entonces, no nos vamos a acordar de eso, pero ahí están todos. ¿No? Y hay otra memoria que está en la amígdala y es todo lo que sentimos en cada uno de esos eventos. Y acá no hay anestesia. Si tú eras chiquita y sufriste algún tipo de violencia y el hipocampo no supo darle significado a eso, lo va a anestesiar. Y si te sentiste terrible, abandonada, rechazada, violentada, atropellada, etc., el hipocampo no va a tener esa información disponible, pero la amígdala sí. Entonces, ¿qué va a pasar?
Hoy recibes un evento del tipo de aquel atropello. Estas dos memorias, la función que tienen aquí adentro es conectar con tu historia de vida. Asociar lo que pasa hoy con lo que ha pasado en toda tu vida. Hoy voló una mosca, ¿no? Pero a ti te recordó aquella emoción. Y tú crees que lo que pasó hoy lo estás sintiendo por lo que pasó hoy pero eso no es así. Esto que pasa hoy, lo que hace la amígdala es decirte «Mira, en tu vida pasó aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí». Entonces, lo que hoy sientes es lo que has sentido. Y si te sentiste muy mal en aquel entonces, hoy te vas a sentir muy mal. Y a veces tú misma vas a decir «Pero qué exagerada, qué berrinche hice, no era para tanto». ¿No? Y resulta que no sabes qué te pasó, no sabes por qué hiciste tamaño berrinche.
Pero tu amígdala sí lo sabe. Entonces, hay una cosa muy hermosa que se hace de esta manera. Cuando estás haciendo tu berrinche, te preguntas cuántos años tiene la Mayra que está haciendo este berrinche. Y tu amígdala te va a decir cuatro, ocho, doce. Te va a decir de dónde viene esta emoción. Entonces, te conectas con esa pequeña Mayra e intentas verla. Cuando intentas verla, el hipocampo es muy probable que suelte la información de aquel momento. Y entonces, tú ves a esa criatura, cómo estaba vestida, lo que estaba pasando a su alrededor. Y entonces le preguntas a esa criatura ¿Qué necesitaste? Y te va a decir «Mira, que me escuchen, que me comprendan, que me abracen, que me cuiden, que me acepten». Cosas. Una vez conectada a esa criatura, tú te miras hoy doña Mayra y miras si tienes todo eso que necesitó esa criatura.
¿Por qué te hace hacer esas cosas que te hace hacer? Porque eso es lo que le enseñaste, eso es lo que aprendiste. Entonces, el cerebro repite lo que aprendiste. Pero si tú hoy decides que ya no más de lo mismo, pregunta anterior, entonces tú puedes entrenar a tu cerebro para que desde ahora va a ser distinto, porque hay una adulta a cargo. ¿OK? A ver, quiero que todos pongan esta mano así y esta aquí. ¿Cómo aprende el cerebro y se forman los nuevos hábitos? Por repetición, por repetición, por repetición. No veo. Por repetición. ¿Sí? Cada vez que quieran parar al cerebro de hacer los berrinches de cuando tenían cuatro años, hagan esto.
¿OK? Y el cerebro va aprendiendo. Se dice 21 veces y se hace un hábito nuevo. Sí, pero después para que se consolide se necesita 66. Y eso, no sé, bueno, es ciencia y teoría, pero en mi experiencia a veces se necesita un poco más. Pero finalmente sí aprende el cerebro. A veces es un poco terco, pero sí aprende. Aún los más tercos sí aprenden. Esto es mientras tenemos conexión con el cuerpo. Lo que pasa aquí pasa a nivel emocional y pasa a nivel corporal. Somos una unidad. No es que pasa aquí, pero aquí no pasa.
O sea, pasa. Cuando te va a enojar o a doler algo mucho, el primero que se entera es el cuerpo. ¿Por qué? Bueno, porque del hipocampo y la amígdala van a pasar al hipotálamo y el hipotálamo va a generar los neurotransmisores. ¿Qué son las emociones? Son neurotransmisores que van corriendo por el torrente sanguíneo. Eso son. Dicho de una manera más coloquial, es un correo electrónico entre el inconsciente y el consciente. O sea, no son cosas raras las emociones. Son neurotransmisores en nuestro torrente sanguíneo que nos vienen a informar a la conciencia lo que tenemos aquí adentro que ni estamos enterados. ¿OK?
Es la escenografía que elegimos para vivir nuestro amor. Es ese sistema de creencias que te dice «Es que tú vas a hacer feliz al otro y el otro te va a hacer feliz a ti». Ajá. «Es que vamos a ser felices para siempre». Ajá. ¿Cómo les fue? «Es que yo solo voy a tener ojos para ti y tú para mí». Ajá. ¿Cómo les fue? Un montón de creencias de pensamiento mágico que, obvio, no son ciertas. Entonces, generan frustración y entonces generan rencores que se acumulan. Y entonces llegamos a esos estados donde la acumulación de frustraciones, decepciones, desilusiones, ira, dolores, incomodidades, miedos, todo eso se acumula.
Y entonces llega un día y qué tal tamaño de berrinche. Pero todo eso, primero, lo siente el cuerpo. Entonces, en el momento que el cuerpo empieza a sentir «¡Ay, es que te voy a matar!», cuando empieza todo eso, tú le puedes decir a tu emoción «Gracias por contarme que ahí tengo una herida. Me voy a ocupar de ella, pero en este momento hay una adulta a cargo que va a tomar las decisiones». Paras a lo que se llama secuestro amigdalino. Cuando tú haces un proceso suave, demora 400 milisegundos. Pero el secuestro amigdalino dura 7 segundos. Entonces hay que estar muy despierto y muy conectado con el cuerpo para en cuanto te das cuenta que viene el síntoma, que es el síntoma no de lo que está pasando ahora, sino con el síntoma de toda tu vida expresado hoy, entonces ahí hay un adulto que puede decidir. Hay muchos recursos, muchas habilidades que se desarrollan. Por eso siempre estamos aprendiendo, siempre estamos estudiando, siempre estamos practicando. Es muy importante saber que lo que tú decidas es lo que va a generar el resultado en tu vida. Nilda, es que es muy bueno desahogarse.
¿Se acuerdan? Bueno, no porque todos ustedes son muy jovencitos. Pero antes había cursos donde tú le pegabas a un cojín o ponías ahí las fotos de tu madre o de tu padre o de tu ex y entonces le pegabas y le gritabas. Y eso genera alivio. Y entonces hoy me alivio y mañana también me alivio y pasado también me alivio. Y entonces, ¿qué aprende el cerebro? Que se alivia agrediendo con violencia. No está simpático desahogarse adelante de la gente. Me desahogo en mi intimidad, en mi espacio personal y aprendo toda la información que está ahí. Eso de que hay emociones malas y negativas y todo eso, es todo una mentira. Son tonterías que se dicen. Todas las emociones valen oro.
¿Por qué? Porque son información de lo que tenemos aquí que ni estamos enterados. Entonces, puro autoconocimiento. Pero eso no quiere decir que lo tenemos que compartir con cualquier pobre cristiano que esté por ahí. No, es algo nuestro.
Vas a tener que pensar esto, sentir esto y hacer esto. Si abre las patitas y ve «pene», hombre, marca registrada. Vas a tener que pensar esto, sentir esto y hacer esto. Desde el momento del nacimiento, lo que llevamos entre las piernas condiciona nuestra conducta, porque condiciona la manera de pensar, de sentir y de actuar. ¿Cuál libertad? Si desde que nací ya me pusieron todas las reglas de lo que debía hacer y decir y sentir, pues no sé cuál libertad. Este es el pensamiento binario, que después se va a… No solamente nos dividen en dos, sino que además nos enfrentan. Una mujer que asume roles masculinos es una mujer machada. Y un hombre que asume roles femeninos es un afeminado, por decirlo en bonito, porque le dicen cosas más feas. Después se sigue repitiendo. ¿Obedeces?
Te toca un premio. ¿Eres desobediente a las reglas? Ah, entonces te castigo. ¿OK? Y vivimos entre el castigo y la obediencia, entre el sí y el no. Luz, oscuridad, todo pensamiento binario. Y nos persigue. ¿Hasta que qué? Hasta que aparecen todos los fulanos estos que vienen a decir cosas aquí y entonces a uno le empieza a girar la piedra y dice «Ah, pero se podría pensar de otra manera». ¿Cuál es mi propuesta? A ver, todos, todos, piensen. ¿Cómo sería su vida si fuesen más que mujeres? O más que hombres. ¿Cómo sería su vida si fuesen seres humanos? Si se relacionaran de ser humano a ser humano y no por lo que llevan entre las piernas. ¿Cómo sería su vida?
Porque nuestros valores son los que hicieron de este mundo un mundo hostil, casi invivible. Entonces, si ellos inventan valores nuevos, a mí me parece maravilloso. Entonces, tu pregunta es realmente profunda. ¿Cuál es el tamaño de nuestra libertad? Tanto como te gire la piedra. Y va a ser siempre contracultural. Los procesos de transformación nunca son varitas mágicas. Esas son tonterías. Momentos de alivio, nada más. Los procesos de transformación se hacen eligiendo modificar lo más chiquito y lo más fácil cada día. Si tú te levantaste todos los días frunciendo el ceño, prueba levantarte mañana, te miras en el espejo, te sonríes y dices «¡Bien por mí!». Chiquito, fácil, cada día, un poquito.
Y tu vida se va transformando, suavecito. No de un día… No digo esas palabras que ustedes pensaron. Este asunto de las libertades están siempre encajonados en jaulas. Está la jaula del género. Eres mujer, hombre. Hoy en día tal vez trans, poquito. Todos son jaulas. La jaula del género, la jaula de las religiones, la jaula de las instituciones, la jaula del tiempo. ¿Alguno alguna vez escuchó decir «es que no me alcanza el tiempo»? Ah, ¿verdad? Y resulta que el tiempo no existe.
El tiempo es un invento del ser humano. ¿Qué es lo que sí existe? Sale el sol, se pone el sol. Sale el sol, se pone el sol. Sale el sol, se pone el sol. Qué haces tú en ese tiempo, es tu cuento, es tu agenda. Si le pones más cosas de la que entra en ese tramo, pues te querrás frustrar. Estarás decidiendo frustrarte. Ah, bueno. Entonces, llega fin del día y… ¿Qué le dice el cerebro? «No pudimos». Y al día siguiente, «no pudimos». Y al otro día, «no pudimos». Cumplir con la agenda, ¿no? Entonces, ¿qué aprende el cerebro? «No puedes, hermano, no puedes». Entonces, la agenda se hace de tal manera que te sobra tiempo. Si te sobra mucho tiempo, tomas alguna tarea de otro día y la adelantas. No hay problema. Pero llega la noche y ¿qué dice el cerebro? «Sí pudimos». Y luego, «sí pudimos». Y luego, «ah, entonces sí puedo».
Cada vez que uno dice «sí puedo», se acaba en un cerebro que se llama el circuito de la recompensa, genera dopamina. Es como nuestro premio. Y cada vez nos sentimos más entusiasmados, más en la línea del «sí puedo». Y depende de cómo armes tu agenda. No es un misterio de los organizadores. No, no, sí es simple. ¿Sí? La jaula del tiempo es impresionante la cantidad de sufrimiento que causa. La jaula de los diagnósticos. «No, Nilda, es que… Mira, es que yo estoy deprimida». «¿Y qué haces?». «No, fui al psiquiatra y me dijo depresión ansiosa crónica». «¿Y te dio pastillas?». «Sí, sí, sí, estoy medicada». «OK. ¿Ya te la tomaste?». «Sí, claro, sí». «Entonces ya no estás deprimida». «¿No? Si ya te tomaste la pastilla». «¿No? ¿Qué me vienes a contar?». Echarle la culpa al diagnóstico es precioso para seguir siendo irresponsable. Así de fácil.
Culpa, inadecuación, que se vive generalmente como miedo, y vergüenza, desde la teoría gestalt, se consideran tres tipos de emociones que entorpecen o frenan cualquier proceso de desarrollo. ¿Por qué? Porque paralizan. «No, yo no hago esto porque tengo culpa». «Tampoco esto otro porque me da vergüenza». «No, eso tampoco lo hago porque tengo miedo». Sí, es claro que paraliza. Entonces, pongan atención a quién o a qué, la jaula del diagnóstico, a qué le echan la culpa. Que no puedo hacer nada hoy porque es que dormí mal. «Ah, pues ve a dormir, ¿no?». Y después hablamos. «No voy a hablar con uno que está durmiendo, tiene el cerebro dormido». «Mejor que duerma, ¿no?». ¿Cuántas jaulas más conocen? Yo hice una lista como de 20. ¿Cuántas jaulas la cultura nos ofrece? ¿Para qué? Para que el pajarito no vuele. Bueno, vamos a hacer un ejercicio. ¿Quieren? ¿Cómo vamos a ampliar las jaulas? Agregándole flexibilidad. Quiero que cada quien piense tres cosas donde ustedes dicen «yo soy». Tres cosas.
«Yo soy fuerte», «yo soy inteligente», «yo soy trabajador», «yo soy honesto», «yo soy…», yo qué sé, todas esas cosas que uno se dice que es. ¿OK? ¿Ya pensaron? ¿Todos pensaron? Bueno. Ahora se lo van a contar al compañero que tiene al lado. «Yo soy», y le van a decir las tres cosas. ¿Ya? ¿Ya? Bueno. ¿El compañero se acuerda de las tres cosas que le contaron? ¿Eh? Bueno. Entonces, ahora la van a repetir. ¿Sí? La persona A le dice a la otra persona «tú eres», y lo que la otra persona le dijo. ¿OK? Y la persona que recibe eso le contesta «sí, a veces”. Y después cambian, ¿no? De persona. Vamos, háganlo. OK. ¿Cómo se siente eso? OK.
Un día viene un señor y me dice, «Nilda, te odio». Y le digo, «¿Y ahora qué hice?». Y me dice, «Mi hijo de cinco años le dije, ‘Eres un desobediente'». Y me contestó, «Sí, a veces». ¿Qué se siente cuando uno es de eso «a veces»? ¿Qué se siente? «Nilda, eres una cabrona». «Pues sí, a veces». «Nilda, eres la persona más maravillosa de todo el universo». «Pues sí, a veces». «Nilda, eres una desfachatada». «Pues sí, a veces».
¿Cuál es la idea? La idea es que cuando nacemos, los que creen en Dios somos hijos de Dios. Y los que no, la vida no importa. Somos hijos de Dios. Se dice que el Dios o el universo tiene todo el poder, ¿verdad? Cuando nacemos, si somos hijos de Dios, pues tenemos el poder de Dios. Somos sus hijos, ¿no? Pero empieza la vida y tú eres inteligente, tú eres malo, tú eres desobediente, pero eres deportista, pero eres trabajador, pero eres flojo, pero eres un cabrón, pero eres… ¿no? Y nos quedamos presos en estas jaulitas que cada vez que decimos «sí, a veces», la jaulita se va ampliando. ¿OK? ¿Cuál es la idea de esto? Que vayamos haciendo conciencia de que no somos. Primero, vamos siendo. Segundo, son conductas. Son adjetivos calificativos a nuestra conducta. Y es nuestra conducta. Y si es nuestra, la puedo cambiar. Y dignificamos al Padre, nos unimos al poder infinito con el que nacemos, con el que somos todos, una unidad.
Entonces, flexibilizarnos es salir de las jaulas. ¿Se van a acordar de decir «a veces»? No se lo digan a un jefe. ¿No? Pero lo piensan. «Es que no cumpliste con tu responsabilidad, eres una irresponsable». Cuanto más flexibles seamos, más fácil es la vida. El «yo soy» es una jaula realmente asfixiante. ¿Cuál es mi sugerencia? Hagan una lista con todo lo que la gente dice que ustedes son, lo más larga posible, toda la gente. Y hagan otra lista con lo que ustedes creen que son, que no se repita, otra lista. Y después la leen y contestan «sí, a veces». «Sí, a veces». «Sí, a veces». ¿Quién lo va a hacer?
Así es. No es que yo lo diga, es la cotidianidad de todos. Mira, te voy a poner una más fea. El hombre le da el placer a la mujer. ¿Alguien cree eso? OK. ¿No le he dejado levantar la mano? Esa creencia, que es muy generalizada por hombres y mujeres, es una creencia terriblemente violenta. ¿Por qué? ¿Qué crees? Para poder decir eso, ¿qué crees? ¿Crees que la mujer es tan inferior, pero tan, pero tan inferior, que ni a placer llega? Se lo tiene que dar el hombre. Ese tamaño de violencia tiene. ¿Y entonces qué hace la mujer? Toma venganza. «Ah, soy inferior para ti». «¿Sacaste la basura hoy?». «Ah, no. Mira, me duele la cabeza». «La señora está acá, ¿no?». «A ver, así…». «No, no, esmérate. Esmérate otro poquito, ¿no?». «Ah, bueno, a ver, síguenle, síguenle». ¿No? Y allá el hombre, bueno, haciendo, deshaciendo, no sabe qué tocar, dónde besar, bueno, bueno, bueno. Y de pronto la mujer suspira. Y el pobre cristiano cae agotado, ahí al lado, y le dice con esa vocecita que apenas escucha él, «¿te gustó?». Y entonces la mujer dice, «Mira, pues sí, pero el problema es que tú no conectas». ¿Cómo va a conectar? Se la pasó todo el tiempo viendo cómo lograba que la otra suspire. ¿Cómo va a conectar? No puede conectar. Se desconecta de su propio placer. Esto destruye. Cualquier nivel de la relación, pero si hay un nivel que se hace trizas, es el erótico.
Entonces después viene la otra creencia, «No, pero con el tiempo ya nada es igual». «No, pues así no se puede». Pero sí se puede, y es hermoso. Salir de la jaula que condiciona a nuestro amor a través de la escenografía del amor romántico es uno de los grandes retos que tenemos los seres humanos. Ya los convencí. De amor romántico, nada. Ya está. ¿Y entonces qué sigue? A ver, ¿alguno de ustedes se alegra cuando un compañero, una amiga, un amigo, no sé, sus hijos, algún pariente que sirva, les va bien. ¿Ustedes se alegran? Sí, ¿verdad?
El ser humano es un ser amoroso. Biológicamente está demostrado que el ser humano es un ser amoroso. Al ser humano lo dejas actuar y lo primero que hace es compartir. Realmente el ser humano es un ser amoroso. Lo ha demostrado nuestro querido Maturana y otros grandes científicos. «Ah, pero con la pareja no, no, con la pareja no». «Esa yo no me alegro si es feliz, pero sin mí». «No». Sin embargo, podemos amar así también a la relación de pareja, a la persona con la cual nosotros decidimos compartir la vida. Podemos amarla siendo feliz porque esa persona es feliz. Puedo disfrutar su vuelo aunque no vuele conmigo. Y a eso le pusieron un nombre, medio rarito, pero se llama compersión, con P de pato.
Apostemos a amarnos en libertad. ¿Cuál libertad, Rosa? Bueno, sí, la que podemos, la que vayamos conquistando. A veces, a veces, a veces. Otra, a ver, en voz alta, digan «tú me gritas». ¿Qué se siente? ¿Cómo se siente eso? Del nabo, ¿no? ¿Verdad? Ahora, Dí, «tú gritas». ¿Y eso cómo se siente? ¿Verdad?
Si cada uno de ustedes le quitan a su narrativa, el «me gritas», «no me escuchas», «me rechazas», «me ignoras», «no me das mi lugar». Si tú les quitas todos los «me» a tu vida, tu vida se modifica. ¿Por qué? Porque si tú gritas y a mí me desagrada, pues yo me voy. Si tú eres impuntual y quedamos de ir a ver la película a las siete y tú no llegaste a las siete, pues te espero en el cine, no en la casa, para que cuando llegues te quieras romper la cabeza. Ocupar el lugar, tomar decisiones, amorosamente firmes. Si no hay límites, y esto hay que decirlo, cuando ustedes tratan de decirle a otra persona lo que tiene que hacer, ¿cómo les va? Mal, ¿verdad? ¿Por qué? No hace caso. Es que tú no tienes que gritar, es que tú no tienes que vestirte así, es que tú no puedes llegar a ese horario, es que tú no… Y el otro va a hacer lo que le da la gana. ¿Por?
Porque yo te elijo a ti todos los días. No un día, ese que me dijiste vamos a ser novios, no. Ese que firmaste el papelito, no. Te elijo todos los días para compartir mi vida contigo. Si te lo ganas. Las dos cosas. Se puede amar de esta manera. Y es re chido. No, chido no se dice mal. Es re lindo. Es muy lindo. Siempre hay alternativas.
Bueno, voy a decir otra cosa. Ya cállate, Nilda. Nuestro cerebro está formateado para protegernos de los peligros. Nuestro cerebro siempre nos protege del peligro. ¿Qué es lo peligroso? Cualquier cosa nueva. Cualquier cosa nueva el cerebro nos manda adrenalinas y neuroadrenalinas para que nosotros tengamos miedo y volvamos a pensar eso que íbamos a hacer. Tranquila. Y así funciona el cerebro. Así está formateado para protegernos. Tiene un nivel de evolución atrasado respecto a cómo se desarrolló nuestra cultura. El nivel de desarrollo de nuestra cultura ha sido tan rápido, en comunicación, en tecnología, en qué no, en todo, que el cerebro se quedó atrás. ¿De qué? De que no ve oportunidades.
Si nosotros pretendemos que nuestro cerebro, además de protegernos, entienda que en el mundo hay también oportunidades, lo vamos a tener que entrenar. ¿Cómo? ¿Cómo? No te estoy viendo. ¿OK? Sí, lo vamos a tener que entrenar. Cómo se entrena un deporte. El primer día te sale mal, al día siguiente un poquito mejor. Y si insistes, llega un momento que eres un gran deportista. Nadie corre el maratón si antes no practicó. Bueno, algunos sí, van al final, se ponen la medalla. Y nunca corrieron Siempre hay alternativas. Pero tenemos que educar a nuestro cerebro a que las vea.
O nos cuidan o nos morimos. ¿OK? Después aprendemos a caminar, a comer, a estudiar, a ir a la escuela, a trabajar, y nos vamos siendo independientes. Llega un momento que podemos sobrevivir solos, ¿no? ¿Qué propone la cultura? La interdependencia. Todo lo que yo no resolví aquí, lo voy a querer resolver en la relación de pareja. ¿Por qué? Porque es la relación más cercana después de la de los padres, o quien te haya criado, ¿no? Bueno, y así nos va. Entonces, ¿cuál es la propuesta? ¿En dónde tenemos que volver a pensar esto?
Dependencia, tu, tu, tu, tu, tu, independencia. Luego, inter-independencia. Y acá le va la frase que no les va a gustar. Construir una relación de pareja comprometidos totalmente con esa construcción, entregándose a la experiencia sin perder la soltería, sin perder la autonomía, sin perder la decisión de hacerme responsable al 100%. Y aquí les voy a hacer una reflexión acerca de cómo las palabras construyen realidades. Cuando vas a presentar a la bicharraco o al bicharraco que tienes al lado, tú no dices «Ah, es Rafael o Margarita». Tú dices «Es mi pareja», ¿verdad? Como si no tuviese nombre, ¿no? «Es tuyo, mi pareja». ¿Qué le pasa al cerebro? Tú tienes, no sé, mi teléfono, mi bicicleta, mi ropa, mi gato, todo lo tuyo, ¿no? ¿Y qué haces con lo tuyo?
Pues lo que tú quieres, ¿no? Entonces, cuando tú hablas de «mi pareja», es como si ese o esa tiene que pensar, sentir y hacer lo que a ti te parece, porque es tuyo, ¿no? Y si es tuyo, tú lo vas a entrenar para que te haga feliz. Bueno, si esta idea es la que tú tienes en tu vida, bueno, entonces mejor un perro. Una mascota te va a hacer más caso. Porque los seres humanos no somos ni controlables ni entrenables ¿por? Porque cada quien tiene su vida y tiene derecho a hacerla como quiere. ¿Sí? Sí, bueno, al principio, bueno, en medio nos vamos acomodando, ¿no? En medio ahí, pero… Pero no, no funciona.
¿Cuáles son tus proyectos personales? ¿Cuál es tu calidad de vida? ¿Cómo amas? ¿Cómo te gusta ser amado? Todo esto es absolutamente individual. ¿Tú cómo amas? ¿Se hicieron esa pregunta? ¿Tú cómo amas? Porque el amor es un verbo. ¿Sí? El amor es hacer cosas. ¿Qué? Yo amo, este, porque siento muchas maripositas acá en la panza. No, eso se llama diarrea. Eso no tiene nada que ver con el amor. Es que yo amo respetándolo. ¿Y cómo respetas? Entonces, dale, no me vendas el cuento chino. ¿Qué es eso de que lo respeto? ¿Qué haces para respetar a una persona? ¿Qué haces? Es conducta. Amar es conducta. Es lo mismo que ganar dinero. Lo mismo. Ustedes, me imagino, por las edades que estoy viendo, la mayoría debe trabajar, ¿no? Bueno. Van a trabajar, hacen lo que tienen que hacer para que les paguen a final de la quincena, ¿no? ¿Verdad? Bueno. ¿Qué pasa si dejan de ir a trabajar? ¿Le pagan? No, ¿verdad? No. Con el amor pasa lo mismo. Es un verbo.
Si tú amas todos los días, entonces vas a construir una relación de pareja. Pero si, como ya firmó o porque ya se fueron a vivir juntos, dejas de amar, de hacer eso que para ti significa amar, desaparece la relación de pareja. Se va convirtiendo primero en una mascota, después en el mueble preferido y después en ese cacharro que está ahí que ya ni me gusta. Entonces, para poder lograr que después de la firma o de la convivencia pueda existir algo que sigue, tengo que hacer un contrato entre tú y yo de cómo vamos a cultivar, haciendo qué, vamos a cultivar la relación de pareja. Y otro contrato muy distinto, que qué vamos a hacer para construir una familia. Acá vamos a tener creatividad, aventura, lujuria, incertidumbre, espontaneidad. Bueno, aquí nos construimos hacia adentro y nos compartimos. Aquí vamos a construir estabilidad, pertenencia, reglas, patrimonio, hijos, educación. Son dos contratos que tienen conductas totalmente diferentes y tenemos que cuidarlos dos. Lo que pasa en nuestra cultura es que se empieza a construir familia y ¿qué le va pasando a la construcción de la relación de pareja? ¿No? Desaparece.
Una señora un día me dice «No, Nilda, pero los hombres rompen los acuerdos». Y digo, “¿ah, sí?” «Sí, ¿cuál, cuál?» «No, nosotros quedamos que él nunca iba a llegar después de las diez». Fue un acuerdo, sí, yo le dije. ¿Y él qué te contestó? «Ajá», digo, «preciosa, eso no es acuerdo, eso es una imposición donde tú le dijiste a tu relación pareja, a la persona con la cual convives, le diste una orden, pero resulta que es un adulto y no le da la gana seguir tus órdenes. Eso no es un acuerdo». Hay que tener cuidado con la palabra acuerdo. ¿Ok? Es muy fácil confundirlo con una negociación que a veces son tan cansadas que alguno de los dos cede y ahí se pudrió todo, porque el día que tú cedes es el día que se lo vas a cobrar.
Ok. Lo más importante es saber cómo amamos, porque cada quien ama como lo amaron. Y voy a contar una anécdota. Estaba con un señor que me contó todas las miserias que sufrió en su niñez y en su adolescencia. Y en un momento me dice «yo sé que mis padres me aman». Y yo «¿eh? ¿Cómo?” “Pues sí, que mis padres me aman». «¿Por?» «Pues porque soy su hijo». «Wow». «A ver, te pegaban, te insultaban, te desconocían, te hacían cuidar por una monja que te ataba a la cama y a la cuna para que no molestes». Le pasé la lista de todo lo que me había contado. “¿Este es el concepto de amor que tú tienes? ¿Tus padres te amaron?” Y me dice «pues no». «Ah, ok». Ese es el primer paso. Todos se llevan de tarea. ¿Qué hacía mi mamá? ¿Qué hacía mi…? ¿Qué hacían? No qué decían, el rollo no sirve para nada. ¿Qué hacían? ¿Qué hacía mi mamá? ¿Qué hacía mi papá? ¿Cómo vivían entre ellos? ¿Qué hacían los dos conmigo? Lindo, feo, regular, todo. Tu cerebro, eso es lo que aprendió. Así te amaron.
Como eso que viviste, sea lo que sea lo que viviste, eso es lo que aprendió tu cerebro, que es el amor. Y así vas a amar tú. Por eso siempre, en psicología, decimos «Ah, está repitiendo el modelo materno-paterno, no eligió al padre, no el marido, no eligió la madre». No, este… ¿Sí? Hasta que sufres lo suficiente como para que te gire la piedra y entonces digas… «Pues yo voy a probar la compersión». Uno decide después qué nos nutre, qué nos inspira, qué nos motiva, cómo nos sentimos todos los días un mejor ser humano y mejor estar referenciado solo a mí mismo, no a la comparación con nadie. Lo más importante es distinguir cómo nos amaron y cómo nosotros elegimos amar.
Voy a poner un ejemplo. A mí me gusta regalar flores. ¿No? Entonces un día llego a la casa de mi amor y le doy las flores. Y yo veo que las pone en la cocina. Y yo dije, «Me parece que no le gusta las flores». Y caminando por la calle, ¿no?, donde era Marzo y entonces había bugambillas, no, las otras, las moradas, ¿cómo se llaman? Jacarandas, ¿no? Toda la calle llena de jacarandas y aquel “Qué hermosura las flores”, no sé qué, “Mira todo morado arriba, abajo,” y yo… Yo le digo, «¿Pero a ti te gustan las flores?» «Sí, me encantan». “A ver, sin reclamo, ¿no? El otro día te regalé flores y más o menos las tiraste a la basura. “Sí”, me dice, «Pero es que no me gustan las flores cortadas». «¿Por?» «Y porque me recuerdan el cementerio». «Ok». «¿Te puedo regalar flores en maceta?» Me dice, «Sí, en maceta sí». «Órale».
O imagínense que llega el Príncipe Azul y me dice, «Nilda, te amo tanto, tanto, tanto, tanto que te voy a sacar de trabajar». «No, mira, mejor no me ames». ¿Sí? A la señora ahí que vive en la otra esquina, a ella sí le gusta, así le gusta a ella. A mí no, gracias. Sin embargo, cuando en una película, en una serie, en lo que sea, escuchamos «Yo te amo», todos decimos, «¡Ay, lo, ama!». No tenemos la más remota idea de lo que quiere decir, pero se nos enternece el corazón… Sí, es que le pasó. Entonces, esto hay que saber del amor, ¿sí? Que el amor es un acto de cultivo, de construcción. ¿Qué quiero decir yo con lo elijo todos los días? ¿Sí? Que construyo el que el otro me elija todos los días. Elijo ser compatible con el otro, sin roles de género. Por supuesto, con talentos. Y muchas veces los talentos son complementarios y es maravilloso.
Pero el ser humano, varón, tiene sus talentos que desarrolló a lo largo de su vida. Puede ser chef, puede ser un gran cuidador de niños, puede ser un pediatra, o sea, gente que le encanta esto de los niños. Y la mujer, a lo mejor, le gusta estar en las plataformas petrolíferas y es su talento. Entonces, los talentos tienen que ser complementarios. Pero la oferta y la demanda tienen que ser compatibles Entonces, las parejas ni se buscan ni se encuentran. Se construyen en el tiempo y con el tiempo. Eso es importante del amor y de las relaciones de pareja. Yo tengo el 50% de lo que es hoy mi relación de pareja. No, no, Nilda, porque yo doy mucho más que el otro. No, mamita. Lo que tú das corresponde al 50%. Lo que el otro no da corresponde a su 50%. ¿Por qué? Y porque somos dos. La pareja no existe. Lo que existe son las relaciones de pareja. O sea, tú y yo vamos a construir una relación de pareja. Yo hago algo que te afecta a ti, tú a mí, yo a ti, tú a mí, yo a ti, tú a mí… La relación de pareja no eres ni tú ni yo. La relación de pareja es esto que tejemos entre ambos. ¿Sí? Y por lo tanto, como somos dos, nos toca la mitad cada uno. Lo que no hacemos es nuestra mitad, lo que no hacemos es nuestra mitad. lo que medio hacemos es nuestra mitad. Por lo tanto, yo soy responsable de la relación de pareja que estoy construyendo al 100% de mi 50%.
Por eso es que muchas veces hacemos terapia de pareja con uno solo. Porque cuando uno cambia, todo cambia. Si yo cambio mi 50%, el otro se va a modificar. ¿Por qué? Porque lo que va para allá es distinto. ¿Sí? Y lo va a afectar de una manera distinta que lo anterior. Y entonces lo que viene para acá va también a ser distinto. Esto es lo que hay que entender del amor y de las relaciones de pareja, que yo la construyo. Es un baile, un danzón, un tango, un bolero de cachetito. Si uno cambia el paso, el otro o cambia el paso o le piso los callos. Y si le piso los callos, entonces se va.
Es que tú antes no eras así. No, no, no. Era distinta. ¿Me eliges o no me eliges?
Después hay más. ¿Por qué? Porque si yo digo, «tengo que trabajar,” tengo que quererlo aunque me humille, no importa, porque es importante que la relación dure, ¿no? Tengo que aguantar. ¿A quién estoy obedeciendo? ¿Quién me dice lo que yo tengo que hacer? ¿Quién es que me dicta cuál debe de ser mi conducta? No sabemos ni quién la dijo, no sabemos para qué le sirvió, ni cuándo la dijo, ni en qué contexto, ni cuáles fueron los resultados. No sabemos nada. Pero obedecemos a algo que está, ¿no?, la cultura. Y tengo y no sé por qué tengo. O yo tendría, bueno, cualquier conjugación del verbo «tener». O «debo» debería lo mismo, ¿no? En cambio, si yo digo «elijo», «decido» porque puedo, entonces ahí inmediatamente dejo de poner mi vida en manos de quién sabe quién y la pongo en mis manos.
La única manera de resolver el problema que yo siento es que ese problema está en mis manos. Si ese problema no está en mis manos, entonces no lo puedo resolver. Entonces yo tengo que elegir y decidir acerca de cada una de las cosas que me incomodan porque si no, lo van a llevar otras personas, otra gente que muchas veces ni siquiera sé quiénes son. ¿Me explico Emma? Bueno, y ahora voy a poner uno que está peor todavía. «Quiero». La mayoría de los asuntos de autoayuda –cursos, libros, TikTok– la mayoría de todo esto que está ahí flotando, «¿Y tú qué quieres?” “¿Y tú qué quieres?” ¿A poco no se sienten perseguidos? “¿Tú qué quieres?” Es horrible, ¿no? Una sensación de malestar nos invade, ¿no? ¿Sí o no?
Sí, ¿verdad? ¿Por? Porque cuando yo pienso en lo que quiero, pienso en lo que me falta, pienso en lo que necesito. La respuesta que sea que salga sale desde la carencia. Yo voy a pedir eso que necesito porque no lo tengo. Y entonces voy a estar dispuesto a recibir lo que me den. ¿Verdad? Si yo te digo, «Mira, Emma, tengo un problema económico terrible, no puedo darle de comer a mis hijos, necesito 5.000 pesos». Y tú me dices, «Nilda, te quiero muchísimo, pero no tengo 5.000 pesos, tengo 1.000 que te puedo prestar». ¿Tú qué crees? ¿Yo lo recibo o no lo recibo? Sí.
Son formas de vivir. Tenemos que lograr fabricar la manera en que nosotros decidimos vivir la vida. Los griegos decían «el ser humano tiene que decidir entre Eros o Tánatos». Einstein decía «el ser humano tiene que decidir entre vivir en un mundo amable o vivir en un mundo hostil». Y estas son decisiones. Nosotros, ¿cómo decimos? Tienes que decidir si vas a disfrutar lo que hay o te vas a enfocar en lo que falta, si vas a enfocarte en las conductas o te vas a enfocar en los resultados. Y así vamos, digo, tenemos mil maneras de decir lo mismo. Entonces, tener la conciencia que empezar quitándole el «me», «me, me, me, me, me, me, me, me», la oveja del rebaño, diciendo “sí a veces”, quitando los «tengo» y los «debo» y los «quiero». Todo eso lo podemos hacer solitos, no necesitamos a nadie más. ¿Sí o no? ¿Verdad?
Bueno, con esas cosas y tu vida se transforma. Y sí se puede y es hermoso. Bueno, para mí fue un honor compartir esta conversación con ustedes. Las preguntas me parecieron maravillosas porque me dejaron hablar de lo que a mí me gusta. Pero si hoy sembré al menos una semillita en tu vida, para mí es un honor y es un regocijo y es mi pasión y es para lo que vivo. Lo que vivo, mí placer de vivir que cultivo todos los días, desde este lugar de disfrutar lo que hay, hace que un momento como este me llene de nutrición, de motivación, de inspiración. Gracias por estar aquí. Ha sido para mí el placer de vivir. Gracias.