“Dar libertad a tu hijo no te convierte en mal padre”
Gever Tulley
“Dar libertad a tu hijo no te convierte en mal padre”
Gever Tulley
Educador
Creando oportunidades
“Necesitamos niños y niñas valientes”
Gever Tulley Educador
Gever Tulley
¿Y si los niños, para crecer sanos, necesitan experimentar?
El educador estadounidense Gever Tulley está convencido de ello. Asegura que el riesgo, controlado, puede convertirse en una potente herramienta educativa: “Para obtener adultos competentes, debemos educar a niños capaces de enfrentarse a la adversidad, superándose a sí mismos”. Tulley cree firmemente que la educación sin sobreprotección es muy necesaria en el siglo XXI: “Necesitamos niños y niñas valientes, que estén preparados para afrontar los retos del mundo que viene”.
Escritor, educador, orador y científico, Gever Tulley es el fundador de ‘Brightworks School’ y ‘Tinkering School’, dos proyectos educativos basados en el aprendizaje a través de la experimentación, el riesgo y la creatividad. Su libro, ‘50 cosas peligrosas que deberías dejar hacer a tus hijos’, escrito junto a Julie Spiegler, es una compilación de actividades pensadas para realizar en familia. En él, propone experimentos controlados como pegarse los dedos con pegamento, o vendarse los ojos durante una hora. “Los niños son personas capaces de hacer cosas asombrosas mientras aprenden a evaluar los riesgos y sus consecuencias”. A los padres temerosos, Tulley les lanza un mensaje claro: “No permitas que entre tus hijos y su autonomía, se interponga tu miedo”.
Transcripción
Mi hermano y yo teníamos mucho tiempo para estar en la playa. De hecho, teníamos tanto tiempo que experimentábamos ese tipo de aburrimiento doloroso, en el que no puedes ni imaginar algo divertido, porque estás tan aburrido que ya lo has hecho todo. Y creo que esto es algo muy bueno para los niños, porque nos obliga a inventarnos algo que hacer.
Nos pasábamos la vida aburridos… Y luego inventando algo que hacer. Así que el tiempo pasa, aprendo a programar por mi cuenta. Empiezo a cobrar por programar. Y cuando llego a los 30 años, me convierto en gerente, gestiono a programadores. Y la gente con la que crecí, empieza a tener hijos. Cuando vuelvo a casa y visito a mis viejos amigos, veo a unos jóvenes adultos criando a sus hijos, y me doy cuenta de algo. Me doy cuenta de que no están dejando que sus hijos hagan el tipo de cosas que nosotros habíamos hecho cuando éramos niños. Y les pregunté. Le pregunté a un amigo: «¿Por qué tu hija no puede salir del patio?». «Porque, bueno, más allá del patio hay peligros». Y era cualquier cosa que la madre o el padre había decidido temer. Aunque no había ninguna prueba de ello. Era la comunidad más segura que os podáis imaginar. Prácticamente no había delincuencia. Era una comunidad muy pequeña y cercana, lo que significaba que cuando yo era niño, en los años 60, cuando podía correr con mi hermano, cada casa era de un amigo. Podíamos entrar y salir de las casas de los demás. Ahora, los hijos de mis amigos estaban creciendo sin conocer al vecino de al lado. Tenían amigos en la escuela, pero quizás vivían en diferentes partes de la ciudad, así que no iban a visitarlos a menos que mamá los llevara en coche. Nosotros no teníamos dinero para gasolina y nuestros padres trabajaban, así que teníamos que andar a todas partes. Y empecé a darme cuenta de que esto se estaba volviendo muy común. De alguna manera, los padres empezaron a pensar que el mundo era muy peligroso para los niños. Así que empecé a investigarlo y descubrí que esta generación de padres ve más noticias en los medios de comunicación que cualquier otra generación haya visto nunca.
Si hay un niño que cae en un pozo en Estambul, sale en las noticias de Estados Unidos. Esto es una locura porque crea una imagen de que el mundo es muy peligroso para los niños. Entonces, empecé a ponerme… Digamos que… Como loco. Perdí un poco la cabeza. Le daba mucho la tabarra a todo con el que hablaba sobre esta revelación que había tenido. Y una noche, durante la cena, en la mesa con unos amigos, empecé a hablar de ello. Y al hacerlo, me levantaba de la silla y señalaba con el dedo, dirigiéndome a los amigos que tenían hijos, y les decía: «¿Por qué tratáis a vuestros hijos de esta manera? ¿Cómo esperáis que crezcan y sean valientes, que sean adultos competentes, que sean ese tipo de personas que pueden enfrentarse a cualquier problema si nunca les dejáis relacionarse con el mundo, si no les dejáis enfrentarse a él?». Y ellos me decían: «Bueno, es que ahora el mundo es más peligroso que antes». Eso es mentira, es más seguro ahora que entonces. «No sabes lo que es ser padre. Te preocupas por ellos, te preocupas por todo». Dar libertad a tus hijos no te convierte en mal padre, eso os convierte en buenos padres. Así que la conversación continúa, y finalmente, se me enciende la bombilla. Durante la cena, se me ocurre que alguien debería hacer un campamento de verano para niños donde los padres nerviosos puedan dejar a sus hijos y recogerlos una o dos semanas más tarde, y tengamos aventuras locas: quemaremos cosas y aprenderemos a trepar a los árboles, tallaremos con un cuchillo, y haremos todas las cosas que esta generación de padres tiene demasiado miedo de hacer. Y ese alguien resultó ser yo. Y al final de la cena, tenía cinco niños inscritos en un campamento de verano que nunca había existido. Así que ese verano, invité a esas familias y a otros tres niños, una de ellas era mi sobrina, a algo que yo llamaba ‘Tinkering School’ o ‘Escuela del Bricolaje’.
Era muy confuso para los adultos y los niños durante los primeros años, y me preguntaban: «¿Es una escuela o un campamento?». Y yo decía: «Sí. Es una escuela». La gente siempre dice del campamento: «Es el campamento donde el loco ese da herramientas eléctricas a los niños». Es cierto. Les doy herramientas eléctricas a los niños. Pero, realmente, este campamento trata de darles a los niños la oportunidad de ser responsables de algo de lo que no suelen ser responsables, que es su propia seguridad y bienestar. Y la oportunidad que yo creo para ellos consiste en: «Construyamos algo un poco ridículo». El primer año, construimos una montaña rusa con 40 metros de pista en la que se podían montar los adultos y los niños. El segundo año, construimos una casa en el árbol que estaba a 30 metros de altura. Era una escalera, plataforma, escalera, plataforma, escalera, plataforma, escalera, plataforma. Y cuando estabas en la plataforma superior y soplaba el viento, el árbol hacía así. Era increíble. Era la cosa más emocionante del mundo. Esos niños y yo nos subíamos a esa cosa y estábamos en lo alto de ese árbol, sobre algo que habíamos construido nosotros. Y eso resultó ser algo importante. Al confiar nuestras vidas a algo que habíamos construido nosotros, los niños que lo construían prestaban mucha más atención.
Porque si os digo: «Tomad un problema de matemáticas complicado por el que os voy a puntuar». Tal vez os importe un poco. Tal vez penséis: «Esto me servirá para entrar en la universidad más adelante, así que prestaré atención y me esforzaré por resolverlo». Pero no prestaréis tanta atención como si os digo: «Vamos a construir un bote y vamos a llevarlo a las aguas infestadas de tiburones del océano Pacífico, todos juntos. Vamos a subir todos al bote y vamos a remar en el océano Pacífico». Creedme, cuando construyes ese barco, prestas atención a cada tornillo que pones en la madera, prestas atención a cada unión por la que puede entrar agua. Será un barco muy fuerte. Así que demostramos, a lo largo de los años, que a los niños, si les das una semana y tantas horas al día como quieran para trabajar, pueden construir cosas increíbles. Lo llevamos haciendo… ¡Madre mía, desde 2005! Así que 13 o 14 años. Adivinad cuántos viajes al hospital hemos tenido que hacer porque los niños usen herramientas eléctricas. Cero. Cero viajes al hospital. Es emocionante. Y ha empezado a demostrar a la gente que tal vez no confiamos lo suficiente en los niños. Tal vez tengan una capacidad de desenvolverse en el mundo, de evaluar el riesgo, que no apreciamos como sociedad en este momento. A veces, pienso que mi campamento existe para demostrarle al mundo que los niños son competentes y capaces de hacer cosas asombrosas.
“Para obtener adultos competentes, eduquemos a niños que sepan enfrentarse al mundo”
Abandoné mi carrera en tecnología para convertirme en educador. Empecé por el campamento. Luego tuve una experiencia, un momento increíble con una estudiante del campamento. Estábamos trabajando en un proyecto y estaba saliendo fatal. Era imposible que cumpliéramos con el plazo y no había manera de que funcionara. La idea era horrible, los materiales que teníamos no eran los correctos, no entendíamos la física, cada vez que lo probábamos se rompía… Aquello no iba a funcionar. Y trabajábamos 14 horas al día. Trabajábamos sin parar. Y un día, nos olvidamos de ir a cenar. Estábamos trabajando y, de repente, nos dimos cuenta de que estábamos demasiado cansados para manejar herramientas eléctricas, nos moríamos de hambre. «Volvamos a casa». Y nos volvimos al rancho. Una chica y yo estábamos haciendo la cena y todos los demás estaban sentados alrededor de la mesa, con la cabeza gacha, porque estaban muy cansados. Y yo y la chica estábamos en la cocina haciendo la cena. La vida, a veces, da un giro en estos momentos. La conversación en la fiesta fue el inicio del campamento y la conversación con esta chica… Ella estaba cortando verduras y oigo que se detiene. Me doy la vuelta y veo que me está mirando fijamente. Y le digo: «¿Qué pasa?». Por un momento pensé que tal vez se había cortado con un cuchillo. Y se detuvo, me miró a los ojos y me dijo: «Nunca he trabajado tan duro en mi vida. ¿Por qué la escuela no puede ser más así?». Este sencillo comentario contenía una sorprendente contradicción. ¿Está preguntando si la escuela podría ser más difícil? En aquel momento ella cursaba secundaria. Ahora está en una prestigiosa universidad en Estados Unidos. No es que el trabajo escolar no sea duro, es que es más interesante trabajar en algo que te apasiona y que es intrínsecamente motivador que trabajar en algo que te ha mandado otra persona.
Así que, durante unos años, cada vez que cerraba los ojos podía escuchar esta conversación. Esa pregunta se repetía en mi mente. «¿Por qué la escuela no puede ser más así?». Así que, unos años más tarde, abrí una escuela. Mi escuela se llamaba Brightworks, que es un antiguo término náutico, en inglés, de la época de los barcos de madera. Brightworks es la parte del barco que no se sella con pintura y que hay que mantener limpia y funcional frotándola con un paño. Y pensé que era una metáfora interesante de un estudiante: nunca protegeríamos al estudiante del mundo, era su responsabilidad aprender a mantenerse limpio y funcional. Nosotros los pulimos y luego ellos se hacen cargo. Así que si creéis que mi campamento es inusual, mi escuela lo es aún más. Desde el jardín de infancia, cuando los estudiantes tienen cinco años y medio, les enseñamos a usar herramientas eléctricas. Aprenden a usar todas las herramientas de nuestro taller. Pero cuando eres así de alto, hay muchas herramientas que no puedes alcanzar. Estiras la mano y no llegas al control de la sierra que corta así. ¿Y qué hacemos? ¿Manejamos la herramienta por ellos? No, construimos una pequeña plataforma para que se suban a ella, para que alcancen y puedan manejarla.
Ahora… ¿Conocéis a la persona sentada a vuestro lado? Porque quiero hablaros un poco sobre por qué no paro de hablar de herramientas. ¿Alguien conoce a la persona que tiene a su lado? Levantad la mano si conocéis a la persona que tenéis al lado. Si no, no pasa nada. Vosotros sí la conocéis. Quiero que os deis la vuelta y toquéis en el hombro a vuestro amigo. Tocadle con el dedo en el hombro. Y si no conocéis a la persona a vuestro lado, hacedlo igualmente. ¿Vale? ¿Ya? Hacedlo de nuevo y mirad a la persona que estáis tocando y que os está tocando a vosotros. A los ojos. Vale, perfecto. Gracias. ¿Sabéis lo que pasa en vuestro cerebro cuando hacéis esto? Cuando tocas a alguien o tocas algo en el mundo, cuando lo tocas, hay una pequeña parte de tu cerebro que se ilumina y dice: «Estoy tocando a alguien». Se enciende una lucecita aquí arriba que dice: «Estoy tocando algo». La luz está asociada con vuestro dedo. Esa área del cerebro está asociada con el dedo. Esa parte tiene sentido, ¿verdad? La otra parte que se ilumina es que es una persona a la que identificamos. Si los conoces, la parte que se ilumina, son ellos. Estamos activando nuestro conocimiento sobre esta persona. Si no los conoces, estás creando un pequeño grupo de células relacionadas con esa persona. Hay nueva información sobre esta persona. La información específica que obtuvisteis fue si sonrieron cuando los tocasteis, si su suéter era suave, si era calentito, como el mío, si era áspero… ¿Vale? Es solo un nuevo paquete de información. Ahora, ¿tenéis todos algo que podáis coger con la mano? ¿Tenéis algo que podáis coger?
Ahora quiero que extendáis la mano y los toquéis con el objeto que tengáis en la mano. Tocadlos con lo que tengáis en la mano. Perfecto. ¿Qué os ha parecido? ¿Raro? Lo interesante del cerebro es que lo que se ilumina en tu cerebro es ese pequeño contacto del «yo». Eso significa que «yo» estoy haciendo. Como cuando los tocamos con el dedo, se enciende la luz de: «Yo estoy haciendo algo». ¿Qué estoy haciendo? Estoy tocando a esta persona. Y luego, algo muy débil, como una voz muy tenue, por lo bajini, dice: «Con un objeto». Dice: «Con un objeto». El «estoy tocando a alguien» lo dice en voz alta: «Estoy tocando a alguien… con un objeto». Lo que podemos deducir de nuestros cerebros a partir de esta experiencia es que a nuestro cerebro lo que más le interesa es el hecho de tocar a la persona. Luego, que usáramos un objeto, es como: «Sí, con un objeto». Es como un comentario. ¿De acuerdo? No es la parte principal de la experiencia. Ahora supongamos que estoy construyendo un rascacielos y soy el operador sentado en mi grúa. Si le preguntamos a una persona que ha estado trabajando en una grúa durante 40 años: «¿A qué te dedicas?», dirá: «Soy operador de grúa». Pero si después de que recojan algo y lo coloquen en el edificio les preguntamos: «¿Qué acabas de hacer?», dirán: «He recogido los materiales del patio y los he puesto en la parte superior del edificio donde los obreros los necesitaban». Ni siquiera dicen «con una grúa». Porque la grúa es una extensión de su cuerpo. Así que cuando pongo una herramienta en las manos de un niño de cinco años, la herramienta se convierte en una extensión de su cuerpo. Ahora tiene un superpoder.
Estas son algunas herramientas que utilizáis todos los días para ejercitar esta habilidad: un lápiz, un tenedor, una cuchara, una mochila. Sí, todas estas son herramientas, pero no pensamos en ellas como herramientas porque son parte de nuestro mundo. He creado una escuela que no tiene libros de texto, donde el trabajo que hacemos consiste en proyectos e inventamos una nueva pedagogía, una nueva forma de funcionamiento de la escuela. Porque si no tienes libros de texto y no tienes exámenes, ¿qué es lo que tienes? Necesitas un nuevo marco de referencia.
Hubo otro momento que cambió mi vida. Desde que era pequeño, yo dibujo. Y no hago dibujos de personas, dibujo ideas en mis cuadernos. Diagramas. Yo estaba charlando con un amigo y él me decía: «¿Cómo va a funcionar la escuela?». Estaba colaborando conmigo, así que, con mi amigo, hice este dibujo. Puede que haya creado la primera escuela de la historia en la que en lugar de haber una página web a la que se puede entrar para saber más sobre la escuela, para que vuestros hijos puedan ir y recibir una educación, yo me presentaba en las casas de las familias y dibujaba esto en una gran hoja de papel en la mesa de la cocina, mientras conversaba con los dos padres y el niño. Utilizaba esto para explicarles cómo sería la vida en mi escuela. El año está dividido en tres partes, a cada una de las cuales llamamos «un arco». Este arco es como el arco narrativo de una historia. El viaje del héroe, qué es lo que les sucede a lo largo de la historia. Nosotros creemos que cada niño debe ser el héroe del viaje en su escuela. Tu vida es una película que vives como el héroe. Y las decisiones que tomas determinan lo que sucede en la historia. Y se nos ocurrió que así debería ser la vida en la escuela. Para nosotros, el niño es el coautor de su educación. Y usamos este marco de referencia. Cada vez que este marco se interpone en el camino del aprendizaje, dejamos el marco de lado. Es muy flexible. Me encantaría que esto fuera una conversación. ¿Alguien tiene alguna pregunta o quiere que explique algo con más detalle?
David, es una pregunta estupenda. Lo primero que les digo a los padres es que ellos también tienen que estar cómodos. No podemos pedirles a los padres que dejen a sus hijos hacer algo con lo que ellos no estén cómodos. Pero si miramos alrededor del mundo, vemos, en diferentes sociedades, ideas muy diferentes sobre la seguridad. De modo que si vamos a una pequeña aldea en el campo, tal vez encontremos familias que están enseñando a sus hijos a usar cuchillos en la cocina a los tres años de edad. Si vamos a Estados Unidos, nos encontramos con niños montando en motocicletas a los cinco años porque quieren convertirse en grandes corredores de BMX. En Suiza, los niños aprenden a esquiar desde muy pequeños, y luego, cuando tienen siete u ocho años, esquían en los terrenos más extremos y dan los saltos más grandes. Así que debe haber algo en nuestra cultura que establezca lo que nos parece cómodo, y eso afecta al concepto de lo que es peligroso y la cultura del peligro que se tiene en casa. Lo que yo les digo a los padres es que no se trata del peligro, se trata de enseñar a los niños cómo aprender a reconocer el riesgo y mitigarlo. ¿Cómo hacemos algo que podría ser considerado peligroso de una manera segura? Un niño que corre hacia un acantilado no entiende qué es el acantilado. De lo contrario, no lo haría.
O no está prestando atención y no es consciente de la consecuencia. Así que practicamos desde pequeños para ayudarles a aprender a entender el mundo y a ver el mundo como algo de lo que nunca van a saber todo, pero prestando atención podemos hacer cosas increíbles que pueden parecer arriesgadas y hacerlas de forma totalmente segura. Mitigamos el riesgo a través del conocimiento y la comprensión. No eliminamos el riesgo con miedo, porque entonces nuestros hijos crecen y nunca quieren salir al mundo. Se pasarán la vida en su apartamento jugando a videojuegos hasta los 60 años. No necesitamos eso. Necesitamos niños que sean valientes y estén preparados para afrontar los retos del mundo. Y eso empieza en casa, cuando empezamos a escuchar los intereses y deseos de los niños y nos planteamos: «¿Cómo abordamos esto con seguridad? Te fascina el fuego. Si no trabajo contigo para aprender sobre el fuego, entonces te vas a escabullir, vas a encender un fuego en tu habitación y vas a quemar la casa. Así que hagamos que el fuego forme parte de lo que hacemos en casa juntos». «¿Te fascinan las motocicletas? Bueno, pues tomemos algunas lecciones, no lo dejemos de lado». Yo siempre les digo a las familias: «Hablad de ello, apoyad a vuestro hijo, ayudadlo a entender el riesgo y cómo hacer la actividad de manera segura. Y si no os sentís seguros, aprended juntos. No os limitéis a decir que no, pensad en una forma de hacerlo». Ese es el consejo.
Pero lo que les digo a mis estudiantes y a las familias es que la tecnología es una herramienta. Tienes que hacer más de lo que consumes. ¿Te encanta sentarte y ver vídeos en YouTube? ¿Dónde está tu canal de YouTube? Contribuye y participa en el proceso. Esas plataformas están diseñadas para albergar tu contenido. Conviértete en un experto. Aprende cómo se hacen esos vídeos para que te resulten tan interesantes, de modo que te des cuenta de cuándo te están manipulando. Porque eso es lo que quieren hacer. Quieren captar tu atención porque eso les hace ganar dinero. Quieren venderte algo porque les da beneficios económicos. Creo que es interesante que estemos en este momento en el que tenemos más control creativo que nunca, en cuanto a los medios de comunicación que vemos. Porque en los años 60, si quería hacer una película, tenía que ir a trabajar a un estudio, tenía que ir a la universidad para obtener un título, tenía que ir ascendiendo hasta poder hacer la película de mis sueños. Algunos de los mejores contenidos de Internet en estos momentos están hechos por personas en sus dormitorios, frente a un teclado, contando una historia y tocando una canción escrita por ellos, que nos conmueve y nos hace llorar. Creo que esto va a transformar nuestro mundo. Pero, de alguna manera, tenemos que tratar esta tecnología como una herramienta. Si nos relajamos y permitimos que nos muestre lo que ella quiera, dejamos de tener el control. ¿Verdad? Y por una hora, no pasa nada, pero luego pásate seis horas haciendo un vídeo. Te ganas ese tiempo de visionado siendo también un creador.
La regla en nuestra escuela es que si vas a usar un ordenador, lo vas a usar como una herramienta. Para investigar, para escribir, para crear, para diseñar o para aprender. La mejor manera de aprender una nueva habilidad en la actualidad es en YouTube. No hay nada que no puedas aprender a hacer. Ese es un comienzo. Pero no es todo lo que hay, tenemos que buscar varias fuentes, tenemos que asegurarnos de que esa persona que hace esa cosa tan chula no sea en realidad un idiota, que no nos esté mintiendo, que no lo haga con efectos especiales. Así que buscamos a cinco o seis creadores que utilicen las herramientas que te interesan o que hacen el tipo de arte que te interesa. Y cuando lo hacemos, empezamos a darnos cuenta de que este es un nuevo mundo en el que los expertos están hablándoles directamente a las personas que están fascinadas por su trabajo. Yo conozco a dos artistas. Compartimos nuestro trabajo. Nunca los he visto en persona, solo a través de Instagram. Pero es una conexión real. Y en cuanto a las redes sociales, comparte lo que haces, no lo que eres. Que la gente te comprenda a través de tu trabajo. Si solo muestras tu cara, puede que no la estén mirando con buenas intenciones. ¿De acuerdo? Tu cara y quien eres como persona, especialmente cuando eres joven, es para tus amigos. Y ellos te ven todo el tiempo. Comparte tu trabajo. Inspira a tus amigos a través de tu trabajo. Sé la persona de tu grupo que dice: «¿Sabéis qué? Ya está bien. Se acabó. Pongámonos manos a la obra, démosle la vuelta a esta plataforma y utilicémosla como una herramienta, que nos haga mejores a nosotros y no más ricos a ellos. Esa es mi revolución.
Sí, tu concentración se reduce. Estás ansioso por si haces mal el problema. Y no te importa de qué color es el cielo, no estás mirando la pelota en el suelo, estás huyendo del tigre. Y esa es la misma mentalidad que tenemos cuando nos ponen delante un examen muy importante. «Este examen determina a qué universidad irás y qué pasa con el resto de tu vida. Si no obtienes una buena calificación en este examen, no podrás vivir en una casa y no podrás comprarte un teléfono nuevo…». Normal que no me acuerde de la respuesta. No voy a estar pensando de qué color es el cielo, voy a estar pensando en el tigre, en la puntuación. Si la escuela fuera como un juego, entonces aprenderíamos de forma mucho más eficiente. Esto es lo que intentamos hacer en mi escuela. La fase en la que aprendemos algo nuevo la llamamos «exploración». Tenemos la mentalidad del explorador, la persona que sabe que no lo sabe todo y que busca el misterio que se esconde detrás de cada esquina.
A veces, cuando entramos en esa cueva, encontramos un tigre. Sucede, ¿vale? Pero a veces entramos en esa cueva y encontramos joyas que han dejado unos piratas. Así que tratamos de averiguar de dónde vinieron los piratas. Y nos embarcamos en un nuevo viaje. Tal vez, en parte, sea una fantasía en nuestra mente. En parte, es una historia que nos inventamos, pero la llenamos con los hechos que aprendemos, no dejamos de añadir información. Y usamos estas nuevas habilidades de matemáticas, de lectura y escritura, usamos todas estas habilidades de una manera nueva, todas a la vez. Porque cuando estamos jugando, utilizamos todas las habilidades que tenemos en nuestro cerebro para jugar mejor. Y cuando aprendemos jugando, vemos que ocurre lo mismo. Los niños piensan en soluciones a problemas que son únicos, que son originales. Y la razón por la que se les ocurren es porque están despreocupados, están motivados, aprenden divirtiéndose. Aprender tiene que ser divertido. Nuestros cerebros están diseñados para funcionar jugando. El trabajo duro que inspiró la creación de esta escuela, la pregunta que hizo aquella chica: «Nunca he trabajado tan duro en mi vida. ¿Por qué la escuela no puede ser más como esto?». La respuesta es: porque el trabajo duro es divertido. Y parece que olvidamos que cuando el trabajo que hacemos es duro es porque siempre es para un examen.
Entonces, lo primero de lo que nos vamos a deshacer es de los exámenes. No son buenos para ti, no te ayudan. Los estudios demuestran que hacer exámenes no mejora tu educación. Los exámenes son para la escuela, no para los estudiantes. La escuela tiene que demostrar que estás aprendiendo y deciden hacerlo mediante exámenes. Es para ellos. Pero no hace falta que sigamos haciéndolo. Ya no hay exámenes. ¿Qué vamos a desechar después? Los libros de texto. El plan de estudios que siguen se diseñó hace años. Se diseñó hace un siglo. Lo más real e importante en el mundo ahora mismo es que no sabemos cómo va a ser el futuro. Y un libro de texto jamás lo admitirá. Para comprender el futuro, hay que comprender el pasado. Claro que sí. Y hay que saber leer y escribir, y matemáticas, y hablar idiomas… Todo eso está muy bien. Pero el motivo por lo que es perjudicial es porque lo estás aprendiendo porque te lo dicen. Lo que deberían hacer es ayudarte a comprender lo que aprender inglés te permite hacer, que saber otro idioma es otro superpoder.
Algo pasa en tu cerebro. Te hace más inteligente. ¿Vale? Te enseña una nueva forma de pensar, y, de repente, te das cuenta de que hay distintas formas de pensar. Lo mismo pasa con los libros de texto. Si nos deshacemos de los libros de texto y nos concentramos en mejorar tu capacidad de aprendizaje, en convertirte en alguien que pueda aprender cualquier cosa, eso es un superpoder, el más importante de todos.
Esos son los dos grandes cambios: hacemos que tengas voz en tu propia educación, que seas el coautor de tu educación. Dejamos de ponerte exámenes porque no nos dicen nada sobre ti, no son nada útiles. Y ya hemos demostrado que puede haber una escuela sin exámenes. Y puede parecerse bastante a una escuela tradicional. Resulta que aprendes igual si no te examinamos. Así que a lo mejor podemos cambiar la educación.
Cuando te encuentras algo que no funciona, ¿qué haces? ¿Te rindes? ¿O te creces ante el desafío? ¿Decides que vas a aprender lo que necesitas aprender para arreglar el problema y hacer el cambio que haga falta? Esa capacidad de ver un problema como una oportunidad resulta que hay que practicarla desde muy pequeños para crear el hábito de resolver problemas. En mi escuela, la forma en que decidimos abordar esto es construyendo cosas complicadas. La razón es que cuando construimos algo y no funciona, podemos simplemente mirarlo y tratar de entender por qué no funciona. De este modo, el problema se hace visible. Y al hacerlo, aprendemos a ver los problemas como sistemas de partes conectadas.
Necesitamos solucionadores de problemas y en la escuela tenemos una oportunidad única para darles a los niños la oportunidad de practicar la resolución de problemas que no sean solo problemas de matemáticas, que no sean solo problemas de lengua, sino problemas con múltiples partes móviles, metafóricamente hablando. Problemas que afectan a la sociedad. Resulta que cuando los estudiantes trabajan para tratar de encontrar una solución para un problema como el de los ‘sintecho’, aunque su solución surge de la ingenuidad porque no son expertos en el tema, resulta que al ejercer la empatía de entender el problema de otra persona y tratar de ayudarlos a encontrar una solución es una muy buena práctica para hacer eso mismo cuando son adultos.
Y luego nos damos cuenta de que si empiezan a una edad temprana, se vuelven tan buenos que pueden convertirse en solucionadores de problemas a los 12 años. Pueden salir al mundo y cambiarlo. Algunas de las voces más fuertes y poderosas de YouTube son los niños que han encontrado soluciones interesantes a los problemas del mundo. Hay un chico que está limpiando la gran mancha de basura del Pacífico, la isla flotante de plástico. Es la única persona del planeta que realmente está haciendo algo al respecto en este momento. Empezó a trabajar en el problema cuando tenía 14 años. No creo que deba ser algo único, yo creo que debería ser lo normal. Creo que no reconocemos suficientemente el valor de las ideas de los estudiantes y no creamos un lugar para esas ideas. Yo creo que en la escuela tenemos la oportunidad de hacerlo. Del mismo modo que hay un lugar para la lengua, que lo haya para expresaros, para vuestras historias, para vuestros análisis.
De hecho, cuando nos daban respuestas creativas a las preguntas, les poníamos malas notas. Les enseñábamos a no darlas. Por lo tanto, lo que deberíamos hacer, si vamos a utilizar exámenes, es medir la capacidad creativa de nuestros estudiantes. ¿No os parece? Entonces, tal vez empezarían a practicar cada año. Si no supieras cuál es la provocación, aportarías siempre algún aspecto creativo nuevo. Y empezaríamos a mostrarle a la escuela que, tal vez, medir simplemente si he dado la respuesta correcta en el examen, no mide lo que realmente importa. Si vamos a hacer exámenes, tenemos que tener mucho cuidado con lo que ponemos en esos exámenes. Solo porque nos digan que tenemos que hacer exámenes no significa que debamos dejar de intentar ser creativos.
La confianza es algo muy interesante. Es otro tipo de riesgo. ¿Puedo confiar en esta persona? ¿Es digna de confianza? ¿Puedo confiar en mi mejor amigo? Hay un experimento que me gustaría probar aquí mismo, en el escenario. Si os parece bien. Voy a traer una mesa y vamos a hacer un experimento sobre la confianza. ¿Os parece? Vale. ¿Me podéis traer la mesa?
¡Tachán! Tiene que ver con la confianza, así que para hacerlo necesito dos voluntarios del público que estén dispuestos a probar algo un poco peligroso. Te elijo a ti. Y a ti. Bajad aquí y poneos a mi lado. Bien, perfecto. ¿Cómo te llamas?
Ha sido fantástico estar aquí. Habéis sido un público increíble. Me ha encantado nuestra conversación y la oportunidad de compartir estas ideas con vosotros. Espero que todos y cada uno de vosotros vengáis a visitarme cuando vayáis a San Francisco. Os agradezco el regalo de vuestra atención y os deseo que paséis un día fantástico. Gracias a todos por venir. Gracias.