Una teoría para comprender el mundo
Sonia Fernández-Vidal
Una teoría para comprender el mundo
Sonia Fernández-Vidal
Física cuántica y escritora
Creando oportunidades
La ciencia y la física cuántica nos ayudan a entender el universo
Sonia Fernández-Vidal Física cuántica y escritora
Cuando tienes las respuestas, la física cuántica te cambia las preguntas
Sonia Fernández-Vidal Física cuántica y escritora
Sonia Fernández-Vidal
Abrir la puerta a un mundo tan misterioso como desconocido. Un mundo que asusta a muchos, “pero que también fascina por su extrañeza”. Así habla Sonia Fernández-Vidal de aquello que más le apasiona: la física cuántica. Desde niña tuvo muy claro que quería ser científica “porque quería saber el porqué de todo”. Para ella, la ciencia y el mundo cuántico nos demuestran que la frontera entre lo imaginario y lo real es mucho más etérea de lo que pensamos: "Los científicos han dado respuesta a muchas de las grandes preguntas y sueños que la humanidad ha tenido desde la noche de los tiempos", explica.
Sonia Fernández-Vidal es también una profesora perspicaz e imaginativa, que insiste en que animemos a los jóvenes a convertirse en grandes exploradores: “Si llevamos a nuestros estudiantes más allá, y les enseñamos cual es el resultado de adentrarse en las grandes cuestiones científicas, descubriremos con ellos algo tan poético como que no somos más que polvo de estrellas”.
Doctora en Óptica e Información Cuántica y Física por la Universidad Autónoma de Barcelona, Sonia Fernández-Vidal es también conocida por su gran labor de divulgación científica con obras como 'La puerta de los tres cerrojos', 'El Universo en tus manos' o 'Desayuno con partículas'. Ha trabajado y colaborado en algunos de los centros científicos más prestigiosos del mundo, como el CERN, el ‘Laboratorio Nacional de Los Álamos’ (LANL) o el Instituto de Ciencias Fotónicas (ICFO). Méritos que le llevaron a ser seleccionada por la revista Forbes como una de las 100 personas más creativas del mundo.
Transcripción
Alejandría era la mayor ciudad que el mundo occidental había visto jamás. Gente de todas las naciones llegaban allí para vivir, comerciar, aprender… En un día cualquiera, sus puertos estaban atiborrados de mercaderes, estudiosos y turistas. Era una ciudad donde griegos, egipcios, árabes, sirios, hebreos, persas, fenicios, galos e íberos intercambiaban mercancías e ideas. Fue probablemente allí donde la palabra cosmopolita consiguió tener un sentido auténtico: ciudadano, no de una nación, sino del cosmos, ser un ciudadano del cosmos. Es evidente que allí estaban las semillas del mundo moderno. ¿Qué impidió que arraigaran y florecieran? ¿A qué se debe que Occidente se adormeciera durante mil años de tinieblas hasta que Copérnico, Galileo y sus contemporáneos redescubrieran la obra hecha en Alejandría? No puedo dar una respuesta sencilla, pero lo que sí sé es que no hay noticia en toda la historia de la biblioteca de que alguno de sus ilustres científicos y estudiosos llegara nunca a desafiar los supuestos políticos, económicos y religiosos de su sociedad. Se puso en duda la permanencia de las estrellas, no la justicia de la esclavitud. La ciencia y la cultura en general estaban reservadas para unos cuantos privilegiados. La vasta población de la ciudad no tenía la menor idea de los grandes descubrimientos que tenían lugar dentro de la biblioteca. Los nuevos descubrimientos no fueron explicados ni popularizados, la investigación les benefició poco. Los descubrimientos en mecánica y la tecnología del vapor se aplicaron principalmente a perfeccionar las armas, a estimular la superstición, a divertir a los reyes. Los científicos nunca captaron el potencial de las máquinas para liberar a la gente.
Los grandes logros intelectuales de la antigüedad tuvieron pocas aplicaciones prácticas inmediatas. La ciencia no fascinó nunca la imaginación de la multitud. No hubo contrapeso al estancamiento, al pesimismo, a la entrega más abyecta al misticismo. Cuando al final de todo, la chusma se presentó para quemar la biblioteca, no había nadie capaz de detenerla”. Para mí estas son palabras muy sabias. Mucho se perdió en Alejandría, de hecho tardamos años, tardamos siglos hasta que volvimos a poder acumular tanto conocimiento. Sin embargo, lo hicimos, al final, de la mano de las personas de ciencia, que nos han demostrado con su esfuerzo, su tenacidad y su disciplina, que las utopías del ayer son realidades de hoy. Han conseguido cosas inimaginables. Al fin y al cabo, lo que nos han demostrado es que todo aquello que hemos soñado podemos conseguirlo. De hecho, muchas veces pensamos que nuestros sueños forman más parte del mundo de la imaginación y de la fantasía que de nuestro mundo. Sin embargo, precisamente de la mano de estas personas que con tanta disciplina y esfuerzo nos han conseguido tantas cosas, también nos han demostrado que la frontera entre estos dos mundos es tan etérea como ilimitada la capacidad del ser humano. Por lo tanto, debemos atrevernos a soñar, a querer conseguir todo aquello que la humanidad ha soñado desde la noche de los tiempos. Y precisamente la ciencia, que a veces nos asusta tanto y nos aparta de esa área tan preciosa de conocimiento, nos ha conseguido muchos de estos sueños. Yo lo que quería era invitaros hoy a abrir esta otra puerta, esta puerta, no a la Biblioteca de Alejandría, pero sí a este mundo cuántico, y que pasemos un buen rato divirtiéndonos y, sobre todo, disfrutando del conocimiento.
Dejad que os ponga un ejemplo: un átomo. Todos habéis visto alguna vez una ilustración de un átomo en los cuadernos o en los libros, y probablemente os venga a la cabeza una imagen similar a la que vemos aquí detrás. Sin embargo, esta imagen no está ni mucho menos hecha a escala. Para poner un ejemplo, imaginaos que cojo el núcleo de un átomo y lo hago, tengo una máquina de hacer cosas grandes y hago el núcleo del átomo tan grande como una pelota de pimpón. ¿Habéis jugado alguna vez a pimpón? Pues imaginaos este núcleo de este átomo, de esa pelota de pimpón, el electrón, que aquí se ve relativamente cerquita, en realidad sería más pequeño que la punta de un alfiler y estaría dando vueltas… Imaginaos, para ver las longitudes, imaginad que este núcleo, la pelota de pimpón, lo pongo en el centro de Santiago Bernabéu, del campo de fútbol, los electrones que decíamos serían más pequeños que la punta de un alfiler y estarían dando vueltas por la última de las gradas del estadio. Todo el resto, los asientos, el césped, la portería… sería espacio completamente vacío. De hecho, un noventa y nueve coma nueve nueve nueve nueve nueve nueve nueve por ciento del átomo está totalmente vacío. A veces, los números noventa y nueve coma nueve nueve nueve por ciento no nos dicen mucho, dejadme que os pongo otro ejemplo. Imaginaos, ahora que hemos visto estas dimensiones de los átomos y lo alejadas que están y el espacio vacío que hay entre medio, pero ahora imaginaos que cojo los átomos de toda la humanidad, todas las personas que estamos sobre la Tierra, y cojo los electrones y los núcleos, y en vez de tenerlos tan separados los acerco, los agrupo todos. Agrupo todas las partículas de todas las personas que estamos sobre la Tierra. Todos nosotros, toda la humanidad, si quitamos el espacio vacío que hay en medio cabríamos en un simple terrón de azúcar.
Es decir, imaginaos la de espacio vacío que hay en todo lo que nos rodea. Es decir, por ejemplo, esta mesa, esta silla, donde estáis vosotros sentados también que estáis tan cómodamente sentados, pues pensad que está un noventa y nueve coma nueve nueve nueve nueve nueve nueve por ciento completamente vacía. Yo cuando pienso en estas cosas me parece fascinante, y las preguntas que se hacían también los científicos, o lo que se maravillaban cuando empezaban a descubrir los secretos que esconde la esencia de la materia. Por ejemplo, una de las cosas que me hace pensar a mí, también, es cómo nos engañan los sentidos. Esta percepción de que todo esto es sólido y puede aguantarme a mí. Pero mucho más nos engañan los sentidos de lo que sabemos hoy en día, por ejemplo, os voy a poner una prueba, ya que estáis vosotros aquí. Mira, voy a pedirte, Carla, si puedes venir, me acompañas y vamos a hacer contigo una prueba de cómo los sentidos nos engañan o incluso cómo nuestro cerebro es capaz de percibir que esta mesa es sólida, en vez de saber, ven, acércate, que te enseñaré un texto, en vez de, como sabemos, que está completamente vacía. Por ejemplo, si me podéis proyectar el texto que va a leer Carla ahora mismo en la pantalla, así el público podrá ver un texto que parece que sea un cifrado que no quiere decir absolutamente nada. Sin embargo, mira, Carla tiene un pequeño truco y es que tiene una primera línea traducida. Pero veamos si es capaz su cerebro de acabar de traducir todo este texto en palabras reales.
Otro de los postulados que regía, o de las grandes verdades que regía la física clásica, era precisamente el determinismo. ¿Qué significa el determinismo? Por ejemplo, las leyes de Newton nos decían que si conocíamos la posición y velocidad de una partícula en un momento determinado podíamos saber de dónde venía y adónde iba. Es decir, el pasado y el futuro. Por lo tanto, imagínate, un ojo que todo lo viese, que pudiese ver todas las partículas y analizarlas todas, podría saber con toda perfección cuál era el pasado el universo, del mismo modo que podría saber también cuál era el futuro. Por lo tanto, filosóficamente, vivíamos en un universo completamente determinado. Y, por último, la joya de la corona de la ciencia: la objetividad. El científico, desde el altar del conocimiento que le ofrecía la ciencia, podía describir de manera objetiva cómo era el cosmos, cómo era el universo que estaba intentando describir. Es decir, podía generar ciertas leyes con sus ecuaciones matemáticas y decir que esas eran las normas de cómo funcionaba esta gran máquina. Con el nacimiento, con la llegada de la física cuántica, uno a uno, todos estos postulados fueron desmontándose. De repente, con Albert Einstein, por ejemplo, y su teoría de la relatividad, él hizo uno de los grandes ejercicios de unificación, unificó el tiempo y el espacio. Y además, hoy en día sabemos que el tiempo no es algo absoluto, que fluye exactamente igual en todos los lados del cosmos, sino que si nosotros mismos nos movemos más rápido, el tiempo pasa más despacito para nosotros. Eso es lo que nos dice la teoría de la relatividad, por ejemplo. Por otro lado, otra de las teorías que se desmontó es cómo funciona la energía. Hoy en día sabemos que las ondas son partículas y las partículas también pueden ser ondas. Además, todo depende de cómo lo estemos observando.
Dependiendo del experimento que hacemos, se comportan de una manera o se comportan de otra. Es más, a veces antes de mirar las cosas están funcionando de manera completamente distinta que cuando las intentamos explicar. Parece que todo se volvía un caos. De repente, los científicos se encontraron completamente interrelacionados con el universo que estaban intentando explicar. De hacer un experimento a no hacerlo, las cosas cambiaban. ¿Cómo podían entonces decir cómo funcionaba el universo de una manera totalmente objetiva? De hecho, incluso el sistema de pensamiento filosófico quedó completamente desmontado con la llegada de la física cuántica. En vez del determinismo acabó siendo todo indeterminado, porque esas partículas de las que queríamos saber posición y velocidad para saber el pasado y el futuro, de medirlas a no medirlas, las estabas modificando, por lo tanto, ni sabíamos qué era el pasado ni sabemos qué será el futuro. Por lo tanto, fijaos como la física cuántica, no simplemente trajo un cambio en cómo comprendemos el universo, sino también en cómo nosotros lo vivimos y cómo pensamos sobre él, en cuál es nuestra visión filosófica y cosmológica de cómo funciona el universo.
Recuerdo una anécdota de un compañero físico que contaba, decía: “Mira, estaba yo haciendo dormir a mi hija pequeña y le estaba explicando la relatividad”, que digo yo: “Vaya cosas para intentar dormir a un niño”, pero bueno, él estaba hablando de cómo la velocidad de la luz es el límite cósmico, que no se puede ir más rápido que la velocidad de la luz y de repente, se levanta de la cama y me dice: “Entonces, papá, ¿la velocidad de la oscuridad cuál es?”. Dice: “Yo me quedé completamente parado, bloqueado y diciendo ‘Ostras, cómo le respondo ahora a esto?’”. Estas preguntas que hacen los niños son preguntas muchas veces que tocan la clave. Los adultos, a veces porque también estamos con nuestras cábalas diarias, nuestras preocupaciones o incluso a veces con nuestras propias frustraciones de no saber todas las respuestas, muchas veces optamos por decir: “Anda, vete a jugar y no molestes a los mayores”. No hay mejor manera de arrancar las alas de la pasión por el conocimiento que precisamente estas reacciones, cuando quizás lo mejor es decir, si viene un niño y te pregunta cosas como, una pregunta que me hicieron una vez: “Si la luna gira alrededor de la Tierra y la Tierra gira alrededor del Sol, ¿alrededor de qué gira el Sol?”, que sería una pregunta de estas que dices: “Tierra, trágame. ¿Ahora qué le respondo?”. Tenemos la opción que decíamos antes, ignorarla y escurrir un poquito el bulto. Sin embargo, si nos animamos y tomamos la decisión de decirle: “Mira, pues la verdad es que no sé la respuesta, pero vamos a investigarla juntos”.
Si tomamos ese camino, podemos llegar a descubrir que si viajamos 26.000 millones de años hasta el centro de la galaxia, hasta el centro de la Vía Láctea, en realidad, descubriríamos lo que algunos astrónomos han descubierto no hace mucho, que en el centro de la Vía Láctea hay un agujero negro supermasivo, que es precisamente aquello tan poderoso que es lo que hace que las estrellas de nuestra galaxia, incluso nuestro Sol y nosotros ahora mismo estemos dando vueltas alrededor de este centro de la galaxia. Es lo que ocurre con la educación, también. Muchas veces, cuando enseñamos ciencia ¿qué nos sucede? Nos quedamos atrapados en los detalles, resolvemos las partes de una célula, ayudamos o enseñamos a resolver una ecuación diferencial. De ese modo, la ciencia queda inerte, sin vida. En cambio, si llevamos a nuestros estudiantes y llevamos a nuestros niños más allá de las estrellas y les enseñamos cuál es el resultado de adentrarse en estas preguntas, en estas cuestiones, pues acaban… Y con cuestiones de interés, por ejemplo, que una ecuación diferencial es el motivo por el que el Sol está brillando y cómo, por ejemplo, con las explosiones de esas estrellas, precisamente como fruto de ese polvo estelar, llegan elementos como el hierro de nuestra sangre, el calcio de nuestros huesos y acabamos descubriendo algo tan poético como que somos no más que polvo de estrellas. Es entonces cuando la ciencia cobra vida, es entonces cuando podemos enamorar a nuestros niños para que sigan haciendo ciencia y conseguir que hagan lo que deben hacer, y que sean grandes exploradores ya desde pequeños.
Para poder explicar los agujeros negros, que allí ponen algunos ejemplos buenísimos también, tenemos que remontarnos, ni más ni menos que a las explicaciones, a las ecuaciones de Albert Einstein de la teoría de la relatividad general. Einstein, cuando postuló la teoría de la relatividad general, quería dar respuesta a una de las preguntas que habían quedado en el aire desde nada más y nada menos que Newton. Cuando Newton explicó la fuerza de la gravedad, que seguramente todos habéis estudiado en el instituto en Bachillerato, explicaba por qué, como decíamos antes, la Luna gira alrededor de la Tierra. Sin embargo, Einstein fue a tocar la llaga y ver cómo funciona la fuerza de la gravedad, algo que ni siquiera Newton había respondido. Einstein, para conseguir explicarlo, hizo un ejercicio de unificación extraordinaria, unificó el espacio y el tiempo, y lo unificó en lo que él llamaba un tejido espacio temporal. Y era precisamente ese tejido espacio temporal lo que hacía que existiese la fuerza de la gravedad. Para poner un ejemplo muy, muy gráfico, imaginaos que este tejido espacio temporal fuese un colchón, un colchón cósmico y pusiésemos el Sol en medio de este colchón. Lo que haría sería doblar este colchón cósmico, y es precisamente al doblarse el espacio-tiempo que la Tierra gira a su alrededor. Imaginaos que pasáis la noche con una persona más corpulenta que vosotros en uno de estos colchones viejos, también, si la persona que está más corpulenta está a vuestro lado, lo que haría sería doblar ese colchón y vosotros os pasaríais la noche evitando caer hacia él.
Del mismo modo, este colchón cósmico, cuando ponemos algo con masa, por ejemplo el Sol, lo que hace es deformar el espacio-tiempo y hace que los planetas, por ejemplo, en este caso la Tierra, giren alrededor del Sol, exactamente igual que nosotros giraríamos hacia la persona corpulenta que está a nuestro lado. Para poner el ejemplo de lo que sucede con un agujero negro, sería poner una cosa todavía más pesada en este colchón cósmico y se iría hundiendo, hundiendo, hundiendo. Vamos a hacerlo un poquito más gráfico. Álvaro, me aprovecho de que me has hecho la pregunta y mira, si nos podéis traer un pañuelo y algo para poner en medio… perfecto. Muchas gracias. Mira, simplemente ayúdame a extenderlo y vamos a simular que esto es el tejido espaciotemporal del que nos hablaba Albert Einstein. Fijaos que si no hay nada, el tejido del espacio-tiempo se queda inalterado, pero en el momento en el que ponemos un objeto, por ejemplo esta manzana, ¿qué sucede? Fijaos cómo se ha doblado el espacio-tiempo. Es precisamente al doblarse así que los planetas girarían alrededor del Sol, si fuese esta manzana de aquí. Si ponemos una cosa todavía más, más densa, más pesada en este espacio, ¿qué sucedería? Vamos a simularlo como que lo vamos haciendo… aflojando un poquito más. Fijaos cómo se va hundiendo más, y más, y más, y más en el espacio-tiempo.
Va doblándose, doblándose, doblándose, hasta que al final ¿qué sucede con un agujero negro? Es un punto tan, tan denso que lo que hace es hundir el espacio-tiempo hasta que hace un agujero. Entonces todo lo que cae dentro, absolutamente todo, queda ahí atrapado para siempre jamás. De hecho, absolutamente nada puede escapar de un agujero negro, ni siquiera la luz. Es por eso que les llamamos, precisamente, agujeros negros. Gracias por tu ayuda, Álvaro.
Los adultos, muchas veces, cuando les dices que una partícula, que nos forma a nosotros también puede estar en dos sitios a la vez, el adulto se queda bloqueado diciendo: “Esto es imposible. Esto no es lógico, no es racional”. Sin embargo, los niños, que están acostumbrados a la fantasía y dejarse fluir mucho más acostumbran a seguir ese concepto y consiguen profundizar mucho más. De hecho, uno de los de los objetivos de que en ‘La puerta de los tres cerrojos’, se use la fantasía, es precisamente dejar de lado la parte más racional de nuestro cerebro y utilizar el pensamiento lateral. También hago uso dentro del libro de algunos acertijos de pensamiento lateral y si os fijáis, no están puestos de manera aleatoria o para disfrute de los lectores, que también, sino que está un poco hecho con la intención de hacer una especie de desbloqueo neurológico, porque en el momento en el que estoy haciendo muchas veces una explicación sobre física, en que hablo de conceptos que son tan extraños y que rompen tanto con lo cotidiano, a veces introduzco uno de estos enigmas de pensamiento lateral y lo que hace es descolocar al lector, y en ese momento, ¡pum! Es cuando aprovecho para intentar colar estos conceptos tan antiintuitivos. Algo no muy sencillo, porque después, también, para explicar los conceptos de física, que me preguntabas: ¿cómo explicas todos estos conceptos de una manera tan sencilla? La verdad es que para un físico es un poco un reto, porque durante toda la carrera y el doctorado, por ejemplo, nos están enseñando a escribir de una manera muy precisa. De hecho, así es el lenguaje de los científicos, completamente preciso, para que si escribimos un artículo cualquier otro científico de otro grupo de investigación o incluso de otro continente, solo leyendo aquel artículo pueda reproducir el experimento que tú has hecho y de esa manera también la ciencia va avanzando, también se puede ir verificando.
Sin embargo, lo que tuve que hacer para escribir ‘La puerta de los tres cerrojos’ es olvidarme de ese lenguaje tan preciso y utilizar la magia, la fantasía, las metáforas y las historias para explicar estos conceptos tan antiintuitivos. Pero bueno, fue muy divertido, tanto, que no me quedé en uno, sino que acabó convirtiéndose en una trilogía.
Así, por ejemplo, como quizás la línea de pensamiento que atribuiría más a la física clásica, al mecanicismo, es la de Demócrito, la de pensar que las cosas existen allá afuera, esté yo observando o no, que está todo ordenado y se puede dividir todo en pequeños pedacitos, para mí la línea de pensamiento que se acerca más a la física cuántica es quizás la de Platón, y sobre todo, recordando el mito de la caverna. No sé si lo conocéis todos, pero bueno, os lo voy a recordar si no. El mito de la caverna de Platón decía ¿qué sucedería si cogiésemos a unas personas que nunca hubiesen visto absolutamente nada, las encerrásemos en una cueva y pura y simplemente su percepción de los objetos fuese a través de sombras?, es decir, los forzarían solo a ver las paredes de la cueva y las sombras de objetos reales que pasaban por detrás de ellos. Para esas personas la realidad sería en dos dimensiones. Sería una realidad de sombras. Eso suscitaba la cuestión de qué es la realidad. Los físicos clásicos, los físicos de antes del siglo XX pensaban que lo que estaban explicando del universo era la realidad última, que las cosas eran así y punto. Sin embargo, hoy en día los científicos sabemos que el mundo que estamos explicando es pura y simplemente unas sombras, igual que aquellas personas del mito de Platón que estaban condenadas a ver ese universo en dos dimensiones y a expresar solo las sombras y jeroglíficos de cómo funciona el universo. Por lo tanto, hoy en día, básicamente casi, casi sabemos que sabemos bien poco de aquello que estamos intentando estudiar.
A mí me parece un ejercicio de humildad, también, esperanzador y de pasión, ver que estamos simplemente a las orillas de un océano cósmico por explorar. Pero fijaos cómo la influencia de nuestra visión cosmológica, de cómo funciona el universo, de la filosofía que hay por detrás, cambia muchísimo, ya no solo hacia afuera, sino también hacia adentro, en cómo nos comportamos nosotros en nuestro día a día con todo aquello que nos rodea. Para mí, por ejemplo, uno de los ejemplos de la física que pone de manifiesto esta nueva manera de observar la realidad es la dualidad de una partícula que hablábamos antes. Fijaos cómo los científicos, los mecanicistas, pensaban que la luz, por ejemplo, era una onda, una onda similar al sonido. Vosotros sabéis que me estáis escuchando porque la voz se propaga como una onda hasta que llega a vuestros oídos, que hacen de detector, y podéis escucharme, pues la luz es una onda, no exactamente igual, pero una onda similar. Los físicos clásicos asumieron y aceptaron que la luz era una onda. Sin embargo, por ejemplo, en 1905, un joven trabajador de una oficina de patentes, de hecho era un oficial de tercera, llamado Albert Einstein, publicó unos artículos que cambiarían completamente la física. Uno de ellos era, precisamente, sobre la naturaleza de la luz y consiguió explicar el efecto fotoeléctrico, precisamente aceptando que la luz estaba formada por partículas, por pequeñas bolitas de billar. Con eso rompía completamente el concepto de que la luz era una onda.
Sin embargo, conseguía explicar un experimento, que era el experimento del efecto fotoeléctrico. Sin embargo, fijaos que los científicos, aunque consiguieron explicar el efecto fotoeléctrico gracias a la explicación de Einstein, quedaron un poco consternados porque decían: “Bueno, al final la luz ¿qué es? ¿Es una onda o es una partícula, como dice Albert Einstein y nos dice el efecto fotoeléctrico?”. Sin embargo, Einstein, que probablemente ya tenía bastante flexibilidad mental, dijo: “El problema no es si la luz es una onda o una partícula, no está en la respuesta, sino en la pregunta que nos estamos haciendo. La luz no es una onda o una partícula, sino que es las dos cosas simultáneamente”, pero todavía es más curioso con la luz, dependiendo de cómo miremos la luz o cómo le preguntemos a la luz lo que es, nos da una respuesta o nos da otra. Si hacemos, por ejemplo, el experimento de la doble ranura, en el que hay interferencias de luz, como las que podemos ver en efectos ópticos que hay aquí, en esta sala, la luz nos responderá que, efectivamente, es una onda como del sonido que decíamos antes. Sin embargo, si hacemos el experimento del efecto fotoeléctrico, la luz nos responde que es una partícula. Es decir, fijaos cómo dependiendo de la pregunta que hacemos, dependiendo de cómo la estamos mirando, la luz se comporta de una manera o se comporta de otra. Pues llega a ser incluso un poquito caótico. A mí me gusta mucho la imagen que veis aquí atrás, porque para mí ejemplifica muy bien el ejercicio que hizo Albert Einstein. Veis que la figura no deja de ser un cilindro, pero los que miran la proyección de esta figura desde este lado de aquí, lo que observan es un cuadrado. Sin embargo, los que lo miran desde la otra proyección lo que están observando es un círculo. Y uno diría que un círculo jamás puede ser un cuadrado.
Sin embargo, lo que hizo Albert Einstein, o lo que hay que hacer muchas veces en las situaciones que vivimos en nuestro día a día, es ponernos desde otra perspectiva y ver que efectivamente, un cilindro, dependiendo de cómo se mire, puede ser o bien un cuadrado o puede ser un círculo. Con la luz, o con las partículas, sucede lo mismo. Pueden comportarse como ondas o como pequeñas bolitas de billar de materia que nosotros conocíamos. Una de las cosas que me gustan mucho de la física es que incluso los que no somos científicos, o los que no sois científicos, es una invitación no solo para reflexionar en la filosofía y cómo funciona el cosmos que está ahí fuera, sino que también muchas veces nos invita a pensar y hacernos cuestiones tanto filosóficas como personales, y es cómo funciona también esta máquina, ya sea clásica o cuántica, que tenemos sobre nuestros propios hombros.
Pero hecha la ley, hecha la trampa: chips más pequeños empiezan a entrar en el régimen del mundo cuántico, y ahí empiezan las cosas clásicas a no funcionar, los electrones atravesarían las paredes de los circuitos y aquello se volvería absolutamente un caos. Pero bueno, tenemos la alternativa con los ordenadores cuánticos. Los ordenadores cuánticos, en vez de con bits, sabéis que los ordenadores clásicos funcionan con bits de información, unos y ceros, pasa corriente, tenemos un uno, no pasa corriente, tenemos un cero, y así generan sus algoritmos. Sin embargo, los ordenadores cuánticos funcionan con lo que llamamos cúbits. No es un cero o un uno, sino con ceros y unos simultáneamente. Con eso, lo que tenemos al final son ordenadores que podrían llegar a funcionar con una capacidad de cálculo más grande que si todos los ordenadores clásicos estuviesen computando simultáneamente. E incluso más allá, serían capaces de hacer cosas imposibles para los ordenadores normales. Fijaos que eso nos va a dar unos avances extraordinarios. Por ejemplo, en el campo de la medicina se podrán desarrollar medicamentos nuevos, porque podremos simular por primera vez la materia, pero a nivel de átomos o moléculas directamente fundamentales, cosas que hasta ahora no se pueden hacer, precisamente porque tienen comportamientos cuánticos. Un ordenador cuántico podría hacerlo. Esa es alguna, por poner un ejemplo, algunas de las tecnologías que nos deparan y ya tenemos a la vuelta de la esquina.
Cuando estuve allí, la verdad es que para mí era fascinante, porque el CERN, como decíamos, realmente cumplió su objetivo y se ha convertido hoy en día en la catedral del conocimiento en cuanto a física, del conocimiento y de la física moderna. Para mí es fascinante, no solo como experiencia, yo era una joven investigadora cuando estaba allí, era muy jovencita, no como experiencia simplemente académica, sino también a la hora de la convivencia. Fíjate cómo en ese centro, aunque es un centro europeo, actualmente hay colaboraciones de gente absolutamente de todo el mundo. Yo recuerdo como allí estábamos científicos de muchísimos países, de muchísimas razas, incluso de muchísimas religiones, todos trabajando con un objetivo en común, un objetivo muy fuerte, como es el comprender cómo se originó el universo. Yo recuerdo alguna anécdota de lo que llega a suponer trabajar en un ambiente internacional, pero con un propósito también tan fuerte. Recuerdo que, muchas veces, lo que hacíamos con algunos compañeros era que, a la hora de comer, la cafetería de la ONU, de las Naciones Unidas, que estaba allí en Ginebra, que estaba relativamente cerca, la verdad es que tenía un menú un poquito más bueno que el que teníamos los científicos en el CERN. Entonces, a veces nos metíamos unos cuantos en un coche y nos íbamos para allá. Normalmente coincidía que éramos gente, como decía, de distintas nacionalidades, razas, religiones o cualquier cosa. Tampoco nos fijábamos mucho.
Pero una cosa que sí que me llamó la atención es que cuando llegabas a la cafetería de las Naciones Unidas, acostumbrabas a ver, se supone que es Naciones Unidas, sí que es cierto que veías gente de muchas nacionalidades, pero los acostumbrabas a ver en grupos, comiendo cada uno en sus mesas. Sin embargo, éramos nosotros, los científicos, que íbamos gente de todas partes, realmente integrados, todos juntos. Y una de las cosas que a mí me fascinaba es cómo una de las cosas que tiene la ciencia, de las propiedades que tiene, es que cuando hay una meta tan fuerte, un propósito común como es el de investigación fundamental, desaparecen cuestiones de género, desaparecen cuestiones de razas, de nacionalidades y credos. Yo pienso, y de hecho ha sido estudiado, el CERN, como uno de los centros donde se establecen, aparentemente de manera natural, colaboraciones tan estrechas y precisamente donde se borran esas fronteras que, de manera ilusoria y tan absurda, tantas veces nos separan. El CERN también es fascinante porque, como decíamos, es un lugar donde se donde se juntan algunas de las personas más extraordinarias. De hecho, era bastante frecuente ir a desayunar y encontrarte en la cafetería un premio Nobel. Os he traído una fotografía, no sé si me la podéis poner, que a mí me gusta mucho, le tengo mucho cariño. Una fotografía en la que estábamos desayunando en la cafetería, precisamente, con este personaje, con Murray Gell-Man, uno de los premios Nobel. Precisamente, ganó el Premio Nobel por descubrir o teorizar sobre los quarks, las partículas que hay dentro de los núcleos atómicos.
Pues era bastante frecuente poder acercarte a ellos de manera normal y poder comentar tus dudas, tus inquietudes y que ellos te motivasen y estimulasen. Se rompían las fronteras, como decíamos antes, no solo de nacionalidades, sexos y religiones, sino también como de estatus de conocimiento, y para mí eso es una experiencia extraordinaria. En el laboratorio de Los Álamos, por otro lado, por ejemplo, que también tuve la suerte de hacer una colaboración allí, me interesó mucho ir, más que nada por motivos históricos. Sabéis que Los Álamos, ya como ciudad, de hecho, nació para albergar este laboratorio y fue precisamente en el transcurso de la segunda de la Segunda Guerra Mundial. Nació con el objetivo de albergar a un grupo de científicos que estaban desarrollando el “Proyecto Manhattan”. El Proyecto Manhattan nació a petición de algunos científicos, entre ellos Albert Einstein, cuando escribieron una carta al presidente Roosevelt, de aquella, en Estados Unidos, advirtiendo que los nazis estaban trabajando en lo que se llamaba la fisión atómica y ellos estaban preocupados por que pudiesen utilizar la energía resultante de separar los núcleos de los átomos, precisamente, para desarrollar bombas letales. El presidente Roosevelt hizo caso y puso a Oppenheimer delante del Proyecto Manhattan, del desarrollo de lo que acabaría siendo la primera bomba atómica. Pienso que precisamente estar en un lugar como este, como Los Álamos, donde se desarrolló y nació el Proyecto Manhattan, sirve también como lección para todos los científicos y para todos los jóvenes, también, de historia, para comprender que nuestras investigaciones pueden tener un resultado, al final tendrán una implicación ética muy importante.
Se pueden utilizar para objetivos como conocer el origen del universo, pero también para desarrollar una bomba atómica. Fueron unas doscientas cincuenta mil almas que se convirtieron en la moneda de cambio para poder obtener una bomba atómica. Por lo tanto, es un lugar que invita también a la reflexión y a los planteamientos éticos de cuáles serán los resultados de tus investigaciones científicas. Para mí, poder haber estado en estos dos grandes centros me ha nutrido, quizás más que como científico, como persona, como ser humano.
De hecho, ahí sí que es cierto que hay algunas candidatas a teorías, como es por ejemplo la teoría de cuerdas, no sé si alguna vez habéis oído hablar de ella. Básicamente, la teoría de cuerdas nos dice que incluso más allá de estas partículas fundamentales que nosotros decíamos, absolutamente todo en el cosmos está formado por pequeñas cuerdas, y dependiendo de cómo oscilan o vibran esas cuerdas, surgen unas partículas como el electrón u otras como los fotones o como los muones, etcétera, etcétera. Básicamente, sería como cuando coges un violín, no sé si sois músicos, dependiendo de dónde pones el dedo surge una nota o surge otra. Pues, de hecho, la teoría de cuerdas postula que es como si fuera una sinfonía cósmica, dependiendo de cómo vibran estas pequeñas cuerdas, surgen unas partículas o surgen otras, hasta generar el mundo, el universo que vemos hoy en día. Esta teoría de cuerdas, que de momento es más una hipótesis que una teoría, porque básicamente es una hipótesis matemática muy elegante, pero todavía no se ha podido falsear mediante un experimento, que es lo que hoy en día nos denota la buena ciencia, que las hipótesis pueden ser contrastadas con experimentos, sin embargo, sí que es cierto que es una teoría muy elegante. Aparte de conseguir explicar o unificar desde lo más pequeño a lo más grande, lo hace, sin embargo, a costa de otras cosas que también nos pueden resultar un poquito extrañas.
Y es que la teoría de cuerdas, para que pueda existir, nos dice que no vivimos en un universo de tres dimensiones espaciales y una temporal: alto, ancho y largo más el tiempo, sino que vivimos en un universo de catorce dimensiones, es decir, muchas más de las que incluso nuestro cerebro puede ser capaz de comprender. A mí me gusta mucho una analogía, no sé si conocéis la del mundo plano, “flatland”, que era de un autor, volviendo otra vez a unir humanismo y ciencia, que habíamos mencionado antes, un autor que narraba cómo sería un mundo en el que se vive en dos dimensiones, y como sería casi, casi imposible concebir el arriba y el abajo. Pues un poquito nos pasa lo mismo que a los ciudadanos que vivirían en este mundo de “flatland”, de simplemente dos dimensiones. Tenemos que abrir nuestra mente, por abstracto que nos parezca, a intentar aceptar que probablemente vivimos en un mundo con más dimensiones que aquellas que nuestros sentidos y nuestro cerebro y nuestra lógica nos permiten asumir e interiorizar.
Es decir, llevamos más de veinte mil millones de recortes en ciencia acumulados, invertimos menos hoy en investigación y en desarrollo que hace diez años. Estamos, hoy en día, y no paramos de verlo en las noticias, la fuga de talentos a la que estamos sometidos. En España estamos formando científicos extraordinarios, tenemos estudiantes brillantes, eso es dinero, es oro en estado puro y estamos dejando que se escape al extranjero. De hecho, sí que es cierto que en estos últimos años hemos estado pasando por crisis económicas muy fuertes, y en una sociedad en democracia como vivimos, somos nosotros, somos los ciudadanos los que deberíamos presionar a nuestros políticos, para que destinen los presupuestos a aquello que nosotros consideramos que es importante. Por eso también pienso que es importante que seamos conscientes, los ciudadanos, del impacto económico que tiene invertir, precisamente, en ciencia y en desarrollo, porque muchas veces pensamos, o tenemos la falsa creencia, de que esos presupuestos van a parar a un saco vacío y, sin embargo, nada más lejos de la realidad. De hecho, hay numerosos estudios que demuestran que no son los países más ricos los que invierten en ciencia, sino que esos países son más ricos, precisamente, porque invierten en ciencia, y aquí es donde lanzo una de las preguntas clave sobre la mesa, y es dónde están, precisamente, nuestros intereses y lo que vendría a ser el tercer punto de las barreras que tú me pedías.
Y era, precisamente, cuál es la cultura científica, y si debemos trabajar en la cultura científica en nuestro país. Pienso que era Ramón y Cajal quien dijo que al carro de la cultura en España le faltan las ruedas de la ciencia, y pienso que así es. Probablemente todos reconocemos cuando vemos las caras de los famosos en los periódicos, a todos nos interesa dónde han ido de vacaciones, qué coche se han comprado. Sin embargo, probablemente muchos de nosotros nos cruzaremos, por ejemplo, como la fotografía que he mostrado antes, un premio Nobel, y podrían cruzar Madrid en hora punta y pasar completamente desapercibidos. Son estos héroes anónimos, que nos han dado mucho más que entretenernos, como decíamos antes, nos han regalado la penicilina, luchan contra la malaria, nos han conectado a Internet y, en definitiva, permiten que vivamos hoy en día como vivimos. Cuenta una anécdota que me contaron hace tiempo, que en Nueva York había un club regentado por Todd Schorr, en el que una vez estaba el gerente hablando con Sir Alexander Fleming, premio Nobel y descubridor de la penicilina, estaba con él tomando café cuando, de repente, entró el entrenador de los Giants de Nueva York y él se levantó y dijo: “Perdone, doctor Fleming, pero tengo que dejarle que ha entrado alguien importante”. Yo pienso que eso es una anécdota que ejemplifica cómo de demasiado anónimos son los héroes que tenemos. Yo pienso que, precisamente, tendríamos que volver a plantearnos quiénes son nuestros héroes y nuestros modelos a seguir, y no solo eso, sino también los contenidos, los contenidos que, por ejemplo, estamos ingiriendo.
Yo pienso que deberíamos ser muy conscientes de que todos los contenidos que estamos absorbiendo, también a nivel mental, están haciendo un efecto. Por lo tanto, deberíamos vigilar un poquito nuestra dieta mental y replantearnos quiénes son, precisamente, nuestros héroes y nuestros modelos, nuestros roles a seguir para trabajar, precisamente, por esa esa cultura científica, también para reivindicar un poquito el conocimiento, porque… no solo nosotros a nivel personal, no, revindicar, como decíamos antes, a los científicos, exigirles que realmente inviertan unos presupuestos decentes a la ciencia. También a los medios de comunicación, pedir que realmente comuniquen la ciencia como debe ser comunicada, que dediquen un espacio en sus programaciones para transmitir el conocimiento. También a los profesores, a que nos los enseñen en las aulas para que podamos disfrutar, podamos seguir creciendo, formándonos y desarrollándonos como seres humanos. Pero ante todo, también, el derecho que tenemos todos y cada uno de nosotros de disfrutar del conocimiento, de disfrutar de la ciencia, para poder seguir desarrollándonos como civilización. Es, precisamente, el conocimiento, no solo que nos hará libres, sino seguir avanzando como civilización, y a parte, el conocimiento también, para mí es un ejercicio inevitablemente de humildad y no hay un área de conocimiento que refleje más el sentimiento de humildad, probablemente, que la astronomía.
Cuando nos damos cuenta de que nuestros sufrimientos diarios, de que nuestros miedos, insatisfacciones e incluso nuestras ambiciones, al fin y al cabo son diminutas, en la inmensidad del cosmos. Hay un texto de Carl Sagan, una reflexión que, a mi modo de ver es preciosa, que pone, precisamente, de relieve este ejercicio de humildad que os estaba comentando. Me gustaría, como cierre y como clausura, a modo de reflexión, dejaros con este texto que Carl Sagan escribió de manera preciosa, y además lo escribió, precisamente, a raíz de ver una fotografía, una fotografía de la Tierra que fue tomada por la sonda espacial Voyager 1 cuando estaban a distancia de unos seis mil millones de kilómetros de la Tierra. Fue, precisamente, tomada a petición de Carl Sagan. Sagan pidió al equipo de la NASA que girase la cámara, e hiciese una fotografía de la Tierra, de nuestro planeta, precisamente, desde esa distancia. La Tierra básicamente se ve en ese circulito, como si fuese una pequeñita mota de polvo, y Sagan, de aquella foto que fue tomada el catorce de febrero de 1990, escribió estas palabras como reflexión. Él dijo: “Desde este lejano punto de vista, la Tierra puede no parecer muy interesante, pero para nosotros es diferente. Considera de nuevo este punto. Eso es aquí. Eso es nuestra casa, eso somos nosotros. Todas las personas que has amado, conocido, de las que alguna vez oíste hablar, todos los seres humanos que han existido han vivido en él.
La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos. Miles de ideologías, doctrinas económicas y religiones seguras de sí mismas. Cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, cada niño esperanzado, cada inventor y explorador, cada profesor de moral, cada político corrupto, cada superestrella, cada líder supremo, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie ha vivido ahí, en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol. La Tierra es un escenario muy pequeño en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de una esquina de este píxel sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina. Cuán frecuentes los malentendidos. Cuán ávidos están de matarse los unos a los otros. Cómo de fervientes son sus odios. Nuestras posturas, nuestra importancia imaginaria, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el universo. Todo eso es desafiado por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es un solitario grano en la gran y envolvente penumbra cósmica. En nuestra oscuridad, en toda esta vastedad no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde ningún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos.
La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar: visitar, sí, colonizar, aún no. Nos guste o no, por el momento, la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad y formadora de carácter. Tal vez no haya mejor demostración de la locura de la soberbia humana que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tomarnos los unos a los otros más amable y compasivamente. De preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que siempre hemos conocido”. Muchas gracias.