La danza de las abejas
Gerardo Pérez
La danza de las abejas
Gerardo Pérez
Apicultor y maestro
Creando oportunidades
Las abejas, una sociedad fascinante por descubrir
Gerardo Pérez Apicultor y maestro
“Conocer la naturaleza es amarla”
Gerardo Pérez Apicultor y maestro
Gerardo Pérez
El apicultor y maestro Gerardo Pérez lo tiene claro: el amor a la naturaleza viene por el conocimiento. “Todos los animales son maravillosos, hasta el gusano más asqueroso. Todos son increíbles... si les conoces”, afirma. Él empezó a trabajar con las abejas hace más de 30 años, pero continúa fascinándose cada día con ellas: “Las abejas son grandes desconocidas. Forman sociedades complejas y perfectamente organizadas, de las que los seres humanos podríamos aprender mucho”, explica.
“La desaparición de las abejas es un problema muy grave para la humanidad”, añade. Y es que se calcula que estos pequeños insectos son los responsables de la polinización de un tercio de la alimentación mundial: “Es muy probable que los productos químicos hayan debilitado el sistema inmunológico de las abejas. Los científicos están muy preocupados porque las consecuencias podrían ser graves para el planeta”.
Tras estudiar Magisterio en Madrid, Gerardo Pérez metió en la maleta su vocación de maestro y puso rumbo a una vida rural, alejado del ruido urbanita. Llegó al espectacular paraje de la Sierra de Gredos y allí creó algo único: el ‘Aula Museo de las Abejas’, un centro de educación medioambiental donde niños y mayores pueden descubrir el apasionante mundo de estos insectos: “Creo que el amor a la naturaleza viene por el conocimiento. Solo la podremos amar y respetar si la conocemos”, concluye.
Transcripción
Nosotros acabamos magisterio y nos fuimos para allá sin nada, no teníamos nada. Pero bueno, éramos un poco hippies, hippies sin dinero, no los de California, los de aquí, de España. Había una moda en ese momento, un poco de vuelta a la naturaleza, de gente joven que quería marcharse otra vez a la naturaleza a vivir en el campo y del campo. Y nosotros éramos unos de ellos.
Intentamos vivir lo más alejados posible de la sociedad. Buscamos fincas por allí, en Gredos. No sé si lo conocéis, es una montaña muy bonita y queríamos irnos lo más lejos posible de los pueblos y de la gente, allí, a vivir lo más lejos posible. Pues mi padre tenía allí una finquita pequeñita, donde estamos actualmente, muy pequeñita, llena de bancales, a media ladera de Gredos. Un sitio muy bonito. Y bueno, yo me atreví a plantearle que queríamos vivir allí, en la finca, ¿no? Bueno, al final accedió y ahí había una casita de meter ganado, para meter los cerdos, las gallinas y tal, una cosa muy rústica. Él era albañil, estaba ya a punto de jubilarse, y accedió a hacerlo., él ponía los ladrillos y nosotros hacíamos el material.
Llevábamos los ladrillos para allá y para acá, mi mujer y yo. La cosa es que vivir en el campo es muy bonito, pero sobre todo si no tienes recursos, es difícil. Entonces, en principio, pues hicimos de todo. Todos los trabajos que os podéis imaginar, de peón de albañil, a hacer picón de encina, ¿conocéis lo que es el picón de encina? Para calentar los braseros. No habíamos visto hacerlo nunca, pues lo hicimos nosotros y vendíamos luego por los pueblos. Trabajé de limpieza en el monte, en la conservación del monte, vigilando el monte también, de todo tipo de trabajos que podéis imaginar, a coger higos, a coger aceitunas. Quiero decir que fue duro, pero bueno, una de las posibilidades que había, de los recursos que había allí en ese momento y que atraía bastante, eran las cabras.
Las cabras ocupan mucho tiempo. Tienes que estar todo el día con ellas. Huelen un poquito, también, las cabras. Ocupaban mucho tiempo y no me dejaban hacer otras cosas y al final se nos ocurrió el tema de las colmenas. Las colmenas, las abejas, son muy diferentes, en principio, porque la colmena no necesita que estés todo el día con ellas. Las abejas son bastante más inteligentes que las cabras, aunque son más pequeñitas. Entonces ellas van y vienen solas. No hace falta ir por la mañana a soltarlas ni a cerrarlas por la noche ni nada de todo eso, ellas solas se cuidan, ellas solitas. Y eso es una ventaja.
Me permitía hacer otras cosas. Nosotros somos autodidactas. He aprendido a base de picotazos, que se aprende mucho cuando pican las abejas, no os podéis imaginar. Y luego, a base de estudiar y de leer. Eso es muy importante también. Nosotros, cuando fuimos allí, en el valle del Tiétar, y tuvimos las primeras abejas, compramos unas colmenas, nos sentábamos en la puerta. No os podéis imaginar. ¡Qué sorpresa! ¡Qué cosa más extraordinaria! Sentarte en la puerta, con las abejas allí, tranquilamente, viendo cómo vienen miles de abejas, algunas con el polen rojo en las patitas, otras con el amarillo, el otro azul, el otro marrón, el otro gris, otras diferentes plantas, se alejan más de cinco kilómetros, vienen, trabajando para su colmena, en el bien de ellas y de su colmena. Y, bueno, una colmena verdaderamente es un jardín allí concentrado, todo ahí metido. Millones de flores están ahí.
En ese tiempo tuvimos dos niños, ya son mayores, ya soy abuelo, y la cosa fue mejorando, compramos más colmenas después y luego ya unos años después, en el año noventa y siete, hicimos un aula museo de abejas, un centro de naturaleza que sigue funcionando todavía. Lleva ya veintitrés años abierto, está allí, en Poyales del Hoyo, y os invito a que vayáis a verlo cuando queráis, porque es una auténtica maravilla, ya lo vais a ver. Y bueno, pues el aula ha funcionado muy bien. La verdad es que han pasado por ahí miles de personas, y siguen pasando y estamos muy contentos porque hacemos un trabajo extraordinario que nos gusta, que es muy gratificante y además nos permite comer, que no es poco, que no está mal. Y por eso estoy aquí hoy con vosotros en este momento.
Las plantas con flores necesitan un vector que introduzca el polen, que es el elemento masculino fecundante que está en las anteras y vaya al estigma, para que dé fruto y dé semillas, para existir. Y ese trabajo lo hacen las abejas como nadie. Entonces, en ese sentido, son importantísimas porque ellas permiten la diversidad botánica que hay y que se debe en gran parte a las abejas y, además, en este momento se considera que las abejas son responsables de más de un tercio de la producción mundial de alimentos. Imaginaos lo que es eso. Más de la tercera parte de la alimentación mundial se debe a las veinte mil especies de abejas que existen. Además, ellas son creadoras de paisaje y mantenedoras del paisaje, son unos seres extraordinarios, las abejas, vais a ver.
Pero hay algunas que son solitarias, abejas solitarias. Vive una abejita solo, tiene un nido y pone dos o tres huevos y ya está. Y esa abeja, muchas de ellas, viven exclusivamente de una planta, de un tipo de planta, de una especie. Y esa planta depende de ellas. Si esa abeja desaparece, desaparece la planta. Y si desaparece la planta, desaparece la abeja.
Imaginaos qué importante, ¿verdad? Mirad, una cosa curiosa que podéis ver en YouTube, entráis en YouTube, vosotros hacéis eso muy bien, ¿verdad? Y ponéis “el silencio de las abejas”. Está grabado en China. En una comarca de China, se dedican al monocultivo de peras. Tienen miles y miles de hectáreas de perales. Todos son peras. ¿Sabéis que los monocultivos son propensos a la proliferación de las plagas? Bueno, ellos, para combatir las plagas de las peras, echan plaguicidas, o sea, productos químicos. Han matado a las abejas, las moscas, las mariposas, las avispas. Bueno, ahora no tienen polinizadores naturales. ¿Sabéis cómo lo hacen? A mano.
El problema es que no funciona, no es eficiente. Si funcionara, pues sería estupendo. Pero es que no funciona. Ese es el problema. Mirad, otra cosa curiosa, ya se están construyendo drones para polinizar las flores. Tal vez dentro de poquito, cuando vayamos al campo, en lugar de ver abejitas, vamos a ver los drones. Va a ser más divertido… No va a ser más divertido, ¿verdad? Va a ser muy triste si eso llega a ocurrir, esperemos que no.
Las abejas son importantísimas, son únicas. Hacen un trabajo increíble en la naturaleza. Vais a ver cómo lo hacen, ahora veremos vídeos de cómo polinizan, cómo trabajan y vais a comprender que merecen todo nuestro respeto. Son unos seres extraordinarios.
Pues igual, se sigue haciendo todavía, fijaos qué curioso, ¿eh? Pues España tiene la suerte de tener el documento más antiguo que se conoce de la recolección de las abejas. Bien, en este momento, las abejas, habéis oído que están desapareciendo o que desaparecen, que lo están pasando mal. Y es cierto, desgraciadamente, es cierto.
En el año ochenta y cinco, hace ya treinta y cinco años, llegó a España una garrapata, un ácaro diminuto que se llama varroa. Eran parásitos, estos animalitos, de una especie de abeja melífera que habita en el sudeste asiático, o sea, era una enfermedad de una abeja de Asia. Estas abejas nuestras no le conocían, pero fruto de la globalización de los humanos, sabéis lo que es la globalización, ¿verdad? Pues bueno, el hombre lleva abejas para allá y para acá, y se pusieron en contacto aquellas abejas con las nuestras. Bueno, pues en estos años, a mediados del siglo pasado, más o menos, ese parásito entró en contacto con nuestra especie y ya están en todo el mundo.
En estos años, han destruido millones y millones de colmenas en todo el mundo a los apicultores. Lo siguen haciendo y cada vez más. Y además se les combate con acaricidas, con productos químicos sistémicos y es muy probable que, a las abejas, les hayamos debilitado el sistema inmunológico, que es lo peor que les podía ocurrir a las abejas. Tratamientos químicos masivos en la agricultura. Cada vez más y más potentes. El estrés del apicultor también para explotarlas todo lo que puede. Transgénicos, monocultivos a gran escala. El cambio climático. El avispón asiático, ¿habéis oído hablar del avispón?
Estos animalitos también son altamente sociales, son muy inteligentes y cazan abejas. Aquí, en España tenemos otro también, el avispón europeo, el vespa crabro, que también caza abejas. Comen moscas, avispas, mariposas, arañas y todo tipo de insectos. Hacen un trabajo extraordinario en la naturaleza, controlan plagas bien, mantienen el control, el equilibrio ecológico, pero comen abejas y se van a las colmenas porque es más fácil, claro, toda la comida aquí concentrada, pues allí las matan. Bueno, estos animalitos han llegado hace dieciséis años exactamente al puerto de Burdeos, en Francia, en algún contenedor de madera o de cerámica, no se sabe exactamente bien. Ya están por toda Francia. Han pasado a Inglaterra en estos quince años, han llegado a Alemania, Suiza, Francia, bueno, Francia ya estaba ocupada, Italia y aquí en España, desde el Sistema Central para arriba, ya está todo ocupado.
Bueno, todo esto y algunas cosas más hacen que ahora al apicultor se le mueren el treinta, el setenta o el cien por ciento de las colmenas. No sabemos de qué ni qué hacer. Las colmenas están aparentemente bien, tú las ves bien, pero bueno, vuelves por ahí a los dos meses y resulta que no hay abejas, ni una. Allí están los panales con la miel, ni una abeja, como si no hubieran habitado. No había ocurrido nunca eso. En otras enfermedades, que hay otras enfermedades, tú ves restos de cadáveres, aquí no hay. No hay testigos. Ni una abeja. Qué curioso.
España tiene entre dos millones y medio y tres millones de colmenas censadas, es el país que más tiene de toda la comunidad y se mueren de media más de treinta por ciento cada año. Imaginaos, setecientas cincuenta mil colmenas. Una pasada, una pasada. Esta enfermedad se llama síndrome de despoblamiento de las colmenas. No hay una enfermedad concreta, son varias que interactúan. Es eso, el sistema inmunológico debilitado, la varroa, que es fundamental, claro, es importantísimo, los tratamientos químicos en agricultura. Todo eso interactúa, se potencian entre sí, no sabemos cómo y se te mueren todas las colmenas sin saber de qué ni qué hacer. Cada vez peor, además. La cosa está verdaderamente muy seria.
Se investiga, todo esto se está investigando, claro, pero yo creo que no suficientemente, como ocurre con todas las cosas, ¿verdad? Ahí está la solución, en la investigación. Tenemos que confiar en la ciencia, no hay otra. Y esperemos que pronto se encuentre una solución a este tema. Porque, si no, las consecuencias van a ser muy graves. Este tema que estoy contando, la desaparición de las abejas, es otro problema grave que tiene la humanidad. Los científicos están preocupadísimos con este tema. No es una cosa banal, es muy serio. Otro problema más que tiene la humanidad. Bueno, ¿qué podemos hacer nosotros? Pues está claro, respetar a las abejas. Evidentemente, no contaminar, no echar productos químicos en el campo, respetarlas, si las vemos, no matarlas, por supuesto, no acercarse a las colmenas y destruirlas, tirar piedras ni cosas de esas, porque nos van a picar, además, y les molestas.
Pero, sobre todo, conocerlas. El amor a las cosas, a la naturaleza, a las abejas, viene por el conocimiento. No hay otra. Si conocemos una cosa, la podemos amar y respetarla. Si no, no la vamos a respetar.
Esto es un panal móvil, porque puede moverse, ¿verdad? Bien, hasta que se descubrió el panal móvil, que fue a mediados del siglo XIX, pues todas las abejas que había en el mundo, las que trabajaba el apicultor, eran exactamente el mismo tipo de explotación, el mismo tipo de cultivo en todo el mundo, solamente variaba la vasija que las contenía, como la vasija para las abejas se la proporcionaba el humano, cada uno hacía su vasija del material que disponía. Por ejemplo, de corcho, aquí en España, que había alcornoques, de cuerda en otros sitios, de barro, de esparto, de paja. Pero lo que había en todas las colmenas era siempre lo mismo. Eran panales naturales, como esas colmenas que hemos visto anteriormente, panales naturales que ellas construían dentro de la vasija, los pegaban a las paredes y al techo y cuando el apicultor quería coger la miel, ¿sabéis lo que tenía que hacer? Pues metía el cuchillo, cortaba una parte de los panales, los aplastaba y sacaba la miel.
Pero claro, destruía los panales, sacaba poca miel, mataba abejas, mataba larvas, era fatal todo eso, pero no era lo peor. Lo peor era que el apicultor no podía mirar en el interior, o sea que no conocía a las abejas, no sabía qué pasaba, qué hacían, si estaban sanas, enfermas. Pero cuando a mediados del siglo pasado se descubrió el panal móvil, pues ya lo veis, el apicultor va a su colmena y saca uno por uno todos los panales. Y aquí vemos todo, quién es la reina, las larvas, si están sanas, enfermas, qué hacen…
Esto permite estudiarlas y conocerlas, y además permite extraer la miel sin tener que destruirlos, porque estos van a la centrifugadora, unos bidones donde se introducen los panales, se da a la manivela o se pone el motor en marcha. Bueno, eso gira rapidísimamente dentro del tambor y la fuerza centrífuga expulsa la miel contra las paredes. Poquito a poco escurre al fondo y, por el grifo, al bote y el panal vacío vuelve a la colmena para que las abejas lo utilicen una vez más. Esto ha revolucionado la apicultura.
En el mismo panal podemos encontrar que hay miel y larvas. Puede haber miel y larvas, pero si tiene larvas, les devolvemos a la colmena, porque las larvas en la centrifugadora, os podéis imaginar, ¿verdad? Se morirían, pero se las reconoce, no hay problema. Ahora, si tienen miel solamente y la queremos extraer, también tiene abejas, las tenemos que quitar de aquí, porque si no, claro, nos van a atacar, nos van a picar, nos van a molestar y además van a morir. Sabéis que mueren, ¿verdad? Cuando nos pican. Luego lo veremos.
Así que para eso el apicultor hace lo siguiente. Para eso, pues tenemos esta herramienta sencillísima, elemental, es el ahumador, el fuelle del apicultor. Se trata de producir humo frío para no quemarlas. Bueno, como estamos en el campo, generalmente aquí metemos paja, hoja seca, se prende, les damos un poquito de humo a las abejas. El humo, a las abejas, no creas que las pone tontas, ni las mata, ni las duerme. Esto es un repelente que les molesta muchísimo, como a nosotros, permite manejarlas entre muchísimas comillas. Pero esta herramienta es la más importante del apicultor. Elemental, si no hay humo, os aseguro que no hay apicultura. Te atacarían miles, mueren miles y las abejas antes o después te matan. Puedes ir vestido como quieras, que te matan. No os podéis imaginar. La herramienta más importante.
Bueno, una vez que hemos dado el humo, si aún queda alguna abeja encima del panal, encima de su colmena, con un cepillito elemental que hay por ahí, se va a rascar las que hay aquí y las otras por aquí, encima de su colmena y está listo. Pero cuando las abejas llenan las celdillas de miel, la tapan, la operculan. Hay que quitarlo con unos cuchillos, cortar la capita de cera, para que salga en la centrifugadora. Se corta, se introduce en la centrifugadora y ya está.
Mirad, las abejas utilizan las celdillas tanto para criar como para almacenar. O sea, eso significa que esta celdilla hoy puede tener miel, pero dentro de quince días volvemos, han sacado la miel y la reina pone un huevo y se cría una abeja. Y, al contrario, nace la abeja y ponen miel otra vez, lo que haga falta. Sin embargo, las celdillas son la cuna de las abejas. Aquí se crían todas, las han diseñado y construido según la forma de su cuerpo. Pero si esto se ha hecho según la forma de su cuerpo, las abejas se han equivocado, ¿no? Sabéis que son hexágonos perfectos. Si son hexágonos, ¿habéis encontrado alguna abeja por ahí que tenga el cuerpo hexagonal? No, ¿verdad? El cuerpo de las abejas es cilíndrico. O sea, que tendrían que ser círculos. ¿Cómo es que han hecho hexágonos?
Si observamos el panal a simple vista, o lo mismo es, aquí, la foto, observamos rápidamente que todo el espacio del panal está perfectamente aprovechado por los hexágonos, ¿verdad? Encaja a la perfección. Si fueran círculos, pues no. Al aproximar tres círculos en medio hay un espacio vacío desaprovechado, hay miles de celdillas en la colmena, habría miles de espacios desaprovechados, o sea, se perdería bastante más espacio de lo que parece. Pero hay más. Vemos como siempre, cada lado del hexágono, cada lado es compartido siempre por dos celdillas. Todos los lados valen para dos. O sea que son adosados perfectos. Se están ahorrando la mitad de la cera, ¿no? Cada pared vale para dos edificios y la mitad del trabajo y del tiempo y de la energía en la construcción. ¿Cuánto ahorrarían si fueran círculos? ¿Mucho o nada? Nada. El punto de contacto, la tangente, es insignificante. Pero las abejas podrían haber elegido otros polígonos que encajan perfectamente, por ejemplo, cuadrados, triángulos equiláteros, rombos, rectángulos, pero cualquiera de ellos, como la larva, es redonda, los ángulos internos se quedarían vacíos, desocupados. Otra vez, una enorme pérdida de espacio. Y como la larva debe mantener treinta y cinco grados constantes, más o menos, como ahora veremos, por aquí por este ángulo vacío, se les escaparía el calor, les entraría el frío. Habría una enorme pérdida de energía.
En los hexágonos, no. Están unas junto a las otras, conservan la temperatura, no pierden espacio, ahorran material. Pero hay otra razón más para hacer esto y no los otros, porque el perímetro más cercano de todos ellos con respecto al círculo es el hexágono. O sea que esto no parece fruto de error y de la casualidad, ¿verdad? Además, fijaos, las abejas habitan en la tierra hace al menos ya cien millones de años. Se encontró un fósil hace dieciséis años, más o menos, en Birmania. Una mina de ámbar con la abejita más antigua que conocemos. Cien millones de años. Pero las abejas no pudieron empezar haciendo esta maravilla, ¿verdad? Ellas empezarían haciendo círculos. Claro, ¿qué iban a hacer? La forma de su cuerpo. Pero ¿qué han hecho? Han mejorado, han cambiado, han optimizado, o sea, han evolucionado como todos los seres vivos, ¿verdad? Hasta que han conseguido esta maravilla que no es nada más que la arquitectura perfecta. Esto el hombre lo puede copiar. No hay quien lo haga mejor. Fijaos si está tan bien construido que, probablemente, es la obra más perfecta que ha construido la vida en la Tierra. Esta maravilla, y está construido por un cerebro colectivo de miles de individuos, sin jefes, sin ordenadores.
Hay un poeta belga que se llama Maurice Maeterlinck. Este señor recibió el premio Nobel de literatura y tiene un libro muy bonito, que yo os recomiendo, que se llama “La vida de las abejas”. Es muy bonito, es un canto a la vida de las abejas. Decía este señor que si a la Tierra viniera un extraterrestre y nos preguntara cuál es la obra más perfecta construida por la vida en la Tierra, tendríamos que enseñarle el humilde panal de las abejas. Pero es que además hay otra cosa curiosa, las abejas remataron un buen día su obra haciendo una cosa que vosotros ahora vais a ver. Voy a dejar los panales, los podéis tocar suavemente, son frágiles. Hay que olerlos, ver la forma que tienen y los vais a poner así, a contraluz. Y en el fondo de cualquier celdilla que miréis, hay un secreto curioso que tenemos que observar.
Vamos a ver. Os lo paso por aquí. A ver por aquí… ¿Quién sabe decirme qué es lo que hay en el fondo de cualquier celdilla?
Estamos viendo celdillas por una cara y hay celdillas por la otra, pero ¿cómo están las celdillas de una cara y las de la otra? Están todas cruzadas, contrapuestas, contrapeadas, porque las abejas han hecho exactamente lo que hace el albañil, porque el albañil no coloca los ladrillos o las piedras enfrente del muro. ¿Qué le pasaría al muro? Se cae solo. Las abejas han cruzado las celdillas, han multiplicado la resistencia de las paredes. Ese es el remate de la obra. Una maravilla. Además, podéis observar otra cosa curiosa. Todas las celdillas tienen una ligera inclinación hacia arriba de unos cuatro grados para evitar, para facilitar que no se salga la miel, las larvas. Construido por un cerebro colectivo, sin jefes, sin ordenadores. ¡Qué maravilla! ¿Verdad?
Bueno, la colmena está compuesta, en principio, por tres tipos de individuos diferentes, que son diferentes según el sexo, sea macho o hembra o según los trabajos que hacen en la colmena. Siempre, en la colmena hay una reina, una, no puede haber más, se la distingue por el abdomen, lo tiene un poquito más desarrollado. Es la única hembra que pone huevos. La madre de todos.
En la colmena habitan también los zánganos. Son los machos, los papás. Hay no uno, sino trescientos, cuatrocientos en cada colmena, solamente, durante la primavera y el verano. Están en ese momento por si nace una nueva reina a la que hay que fecundar. O sea, su misión es reproductora también, junto con la colmena. Pero la inmensa mayoría, hasta los setenta, ochenta mil, cien mil o más que pueda haber en una colmena, son obreras. Que son hembras, exactamente igual que la reina, pero tienen ya los ovarios, los genitales, en una fase de atrofia bastante avanzada y en principio no se reproducen, ellas lo que hacen es trabajar. La reina no tiene una celdilla especial en la colmena para vivir, no tiene un sitio aparte, como tiene, por ejemplo, la reina de las hormigas o de las termitas, un sitio especial. Cuando nacen las abejas viven todas encima, sobre los panales, pero ella recorre constantemente los panales del centro de la colmena. El centro es la zona calentita, la zona cálida donde está generalmente la cría.
Buscan las celdillas que, previamente, preparan las obreras, que son las que dirigen todos los procesos que hay en la colmena. O sea, que, si alguien dirige la colmena, olvidaos de la reina como directora, son las obreras porque son las que manejan la información, o sea, las únicas que saben todo lo que está pasando dentro y fuera de la colmena. Ellas buscan celdillas para depositar los huevos. Siempre está rodeado de obreras jóvenes, que son las que se encargan de cuidar y alimentar a ella y también a las larvas. Cuando necesita comer, una obrera joven le pone jalea real directamente a la boca de la reina. No toma otra cosa en toda su vida más que jalea real, que es el superalimento de la colmena.
Y lo producen las obreras jóvenes con una glándula interna de la cabeza, es una glándula hipofaringea, está situada entre la cabeza y el cuello, conectada con la boca, así que directamente, jalea real a la boca de la reina. Cuando la reina expulsa los excrementos como todos los seres vivos, otras obreras lo limpian y lo retiran. Las abejas son higiénicas, limpísimas, jamás una obrera, un zángano, hacen eso en el interior, siempre en la calle. Pero ella es importantísima, es única y la calle es peligroso y además una pérdida de tiempo. O sea que ella es la única que lo hace dentro. Bueno, si corre peligro para su vida y lo intuyen las obreras, se echan encima y la tapan, la ocultan, la protegen y pone huevos constantemente. Poquitos en invierno, ahora veremos, muchísimos en primavera y, además, constantemente, la reina segrega una sustancia que huele de una manera diferente en cada reina, una feromona.
Sabes que las feromonas son sustancias químicas, ¿verdad? Nosotros también las producimos. A ellas le sirven para comunicarse entre sí. Bueno, pues esta feromona de la reina, que ella produce en una glándula de su mandíbula, de la boca, por trofalaxia, o sea, de boca a boca, pasa a las otras, se lo pasan a la boca de otras hermanas y aquellas a la boca de otras y a la boca de otras, y a través del alimento y de boca en boca, la feromona real, el olor, llega a las ochenta mil de la colmena.
O sea, que en cada colmena todo el mundo huele igual que la reina, su madre, diferente a cualquier otra colmena. Ese es su carnet de identidad. Así es como se reconocen todas entre sí. Cada colmena tiene su propia personalidad, como nosotros, exactamente igual. Además, les sirve para reconocerse. Fijaos que en otoño e invierno es época de escasez, hay pocas flores. Ellas son muy activas, son muy trabajadoras, ¿verdad? Cuando van al campo y no saben qué hacer, se dedican a visitar las colmenas vecinas a las suyas con la intención de robarles la miel. Cuando no tienen nada que hacer, a casa de la vecina. Pero claro, todas hacen lo mismo, todas saben lo que pasa. En las épocas de escasez, en la puerta de cada colmena, que generalmente es un agujerito pequeño, se colocan ocho, diez obreras guardianas, soldados y a todo el mundo que entra, le piden el carnet de identidad, las feromonas, con las antenas, donde tiene los sentidos, las tocan, las huelen y las identifican.
Pero en cuanto llega una extraña, la que la detecta, la sujeta con las mandíbulas de las patas sobre las alas. Enseguida viene otra compañera si es necesario, y si no hace intención de irse, la pican y la matan. Bueno, la reina es única, es importantísima, vive cuatro o cinco años, es la más longeva y no sale de la colmena nada más que dos o tres veces en toda su vida. Siempre poniendo huevos.
Ahí la tenéis. En este momento, está quietecita, se la distingue, como veis, perfectamente por el abdomen, un poquito mayor. Está descansando, rodeada de obreras jóvenes que son las que ahora la cuidan y alimentan. Lo que hace es tocarle con las antenas, la huelen, la lamen, la limpian, le retiran feromonas y además la alimentan. Cuando ella necesita comer, pide el alimento. Introduce la trompa en la boca de la obrera para que le dé jalea, directamente de boca a boca. Trofalaxia se llama ese tipo de alimentación.
Como decía, la reina vive cuatro o cinco años, es la más longeva y no sale de la colmena nada más que dos o tres veces en toda su vida. Siempre poniendo huevos. Vamos a ver ahora un poquito de la vida de los zánganos. Bueno, los zánganos son los machos. Hay varios centenares en la colmena, trescientos, cuatrocientos en cada colmena, solamente en primavera y verano y están en ese momento por si nace una nueva reina a la que hay que fecundar. Pero fijaos, en la colmena, que hay cuatrocientos zánganos, habita una sola reina, vive cinco años y esta reina es fecundada exclusivamente las semanas siguientes después del nacimiento, a la semana de nacer, más o menos, siete u ocho días, sale a la calle, se aparea volando con una docena de zánganos aproximadamente y regresa fecundada a su colmena para toda la vida. O sea, que en el otoño los zánganos han cumplido la misión para la que están aquí.
La reserva de miel que hay en este momento es con la que ellas cuentan para sobrevivir al próximo invierno y de ella comen todos. Los zánganos son grandes, ¿verdad? Deben comer bastante, no trabajan, no son necesarios para la reproducción, están estorbando. Un buen día del otoño, las treinta o cuarenta mil obreras que hay en ese momento en cada colmena y todas las abejas obreras de un colmenar a apicultar, imaginaos que tenemos, a veces, hasta cien colmenas juntas, o sea, varios millones de abejas, pues el mismo día, las cien colmenas cogen a los zánganos y los arrojan, los expulsan de las colmenas. Pues en la puerta de la colmena al día siguiente, en el suelo, nos encontramos a todos muertos. Ni uno vivo en todo el colmenar.
Fijaos que los zánganos son expulsados y muertos y no se defienden. No es por vagos, que no lo son, claro, y menos porque se resignen a morir, ¿sabéis qué les pasa? No tienen aguijón, no pueden picar. Son los únicos de la colmena que no tienen aparato defensivo. Seguramente que, si lo tuvieran, esta historia ocurriría de otra manera. Se defenderían o les dejarían en paz tranquilamente. Ellos viven cuatro o cinco meses nada más, aunque no los maten, a los cinco meses, mueren. Es su ciclo biológico. La reina dura cuatro o cinco años, ellos cuatro o cinco meses.
Las obreras son hembras, exactamente igual que la reina, pero tienen ya los genitales en una fase de atrofia bastante avanzada y ellas, en principio, ya no se reproducen, lo que hacen es trabajar. Trabajan con todos los órganos del cuerpo, trabajan con los ojos, la boca, con las patas, las antenas, la cabeza, el abdomen, instintivamente, según la edad y la necesidad que hay en la colmena, en principio. O sea, eso quiere decir que una obrera, cuando nace, no hace cualquier oficio, toma un oficio de su edad y se especializa en él. A los pocos días deja su oficio, toma otro y se especializa en él y luego deja ese, hace otro. Y así hasta que muere. Eso es importantísimo para ellas, porque eso les proporciona una eficiencia extraordinaria.
Las obreras tienen dos etapas muy diferentes de su vida. En los primeros veinte días, no salen de la colmena. Son jóvenes, hacen oficios de interior, trabajan dentro. En ese momento, hasta los doce o catorce días primeros, a ellas les funciona la glándula de producir jalea real que tienen en su cabeza. La reina no toma otra cosa. Uno de sus trabajos de juventud es cuidar y alimentar a la reina. Todas las obreras que están alrededor de la reina siempre son obreras jóvenes, de esa edad, para poderla atender.
La reina es una hembra y las obreras son hembras también. La reina pone huevos y se olvida de sus hijos. Son las obreras las que producen el alimento, la leche, la jalea real, las que se lo dan, le dan calor, las limpian, las cuidan. Maternidad compartida. Son también a esa edad las que construyen los panales, esa maravilla que hemos visto anteriormente son construidos por obreras jóvenes de entre diez, veinte días de vida, porque en ese momento, les funcionan ocho glándulas que tienen en la tripita, en el abdomen, por fuera, externas, que son las que producen la cera, o sea, son constructoras. En esa edad, son un servicio de higiene también, limpian celdillas, arrojan cadáveres, vigilan la puerta, son los soldados. Son, por ejemplo, ellas también las que colocan el polen en la colmena. Cuando una abeja trae polen del campo, en sus patitas, en cestitos. Sabéis que las abejas tienen dos cestitos en las patitas de atrás. En el lado de atrás tienen un cestito que le sirven para transportar el polen a la colmena, entre otras cosas. Bueno, vienen las obreras del campo con el polen, entran y lo primero que hacen es comunicar a sus hermanas de la colmena mediante la danza del ocho.
En ese lenguaje especial y único de las abejas que luego veremos, les comunica el lugar, la dirección, la distancia exacta a la que está el polen para que vayan a buscarlo.
Pero enseguida que lo deja allí, acude una obrera joven, que como es joven y trabaja en el interior en este momento y uno de sus oficios es colocar polen, inmediatamente introduce la cabeza y empuja con la cabeza una y otra vez, hasta que lo deja perfectamente aplastado y colocado. Se dividen las tareas. División de tareas, es fundamental en la vida de la colmena. Unas hacen una cosa y otras, otra, todo según la edad y la necesidad que hay en la colmena. Otro trabajo curioso que hacen las abejas cuando son jóvenes es colaborar para que en el interior de la colmena haya unos treinta y cuatro, treinta y cinco grados. Fijaos que son insectos de sangre fría y tienen temperatura de mamíferos, como nosotros. Porque si no, en el nido de crías, si hay menos temperatura o más, las larvas pueden morir por enfermedad y se mueren. ¿Cómo hacen las abejas en invierno, cero grados en la calle, treinta y cinco dentro de la colmena, insectos de sangre fría como son?
Las poquitas del invierno, quince o veinte mil, se meten en el interior de los panales con la reina y las larvas tapaditas en el centro. Cuanto más frío hace, más se agrupan. Se pasan el invierno consumiendo energía, miel y polen, que para eso almacenan y se pasan el invierno tiritando. Siempre que las miras, tiritan, mueven los músculos y las alas para generar calor y además todas rotan, claro, esa piña, entran y salen menos una que no debe constiparse, ¿verdad? La reina. ¿Sube la temperatura? El grupo se separa. ¿Baja? Se junta. Tiritan, comen hasta que llega el calor.
Un grupo de obreras jóvenes corriendo a la calle, a la puerta de la colmena, clavan las uñas en la puerta, miran hacia el interior, agitan las alas fuerte, un ventilador. Introducen aire más fresco de la calle. Pero se sitúan otras estratégicamente en el interior, moviendo las alas igualmente en un circuito de aire acondicionado. Unas introducen aire, otras lo mueven dentro y otras expulsan el aire húmedo y cálido. Pero claro, hay momentos que no basta, hace mucho calor, cuando ocurre eso, las obreras viejas recolectoras van al campo y traen su estómago social lleno de agua.
Las abejas tienen dos estómagos, uno personal para ellas, equivalente al nuestro para nosotros, pero luego tienen uno muy grande que no es para ellas, les sirve para acarrear el alimento del campo y entregarlo a la colmena para todos, para compartir con todos. Es una maravilla de las abejas.
Traen agua, entran en la colmena y regurgitan, vomitan agua, colocan miles y miles de gotitas encima de los panales. Lo que hacen es regar con la manguera, echar agua. Cuanto más calor hace, más individuos van a por agua. El agua se evapora, arranca mucho calor, mucha energía y el circuito de aire acondicionado sistemáticamente, a la calle. Así es como lo hacen las abejas, perfectamente sincronizadas y colaborando.
Ellas no tienen muchos problemas. Bueno, en esos trabajos pasan su juventud, pero a los veinte días de su vida, a las obreras ya se les secan las glándulas de jalea de la cabeza, las ocho de la cera se les secan también, dejan estos oficios y pasan ya a recolectar en el campo hasta que mueren. Recolectan, en principio, cuatro cosas. De las flores, néctar para elaborar la miel, polen para alimentarse ellas y sus larvas. El polen no interviene en la composición de la miel, es como alimento para ellas, solamente el néctar. Además, recolectan agua, como veis, para refrigerar la colmena y hacer papillas alimenticias y, además, recolectan propóleo. ¿Sabéis que el propóleo es resina? Lo producen las plantas, las abejas lo recolectan, le añaden un poquito de cera de sus glándulas y lo utilizan, entre otras cosas, como antibiótico, como medicina natural.
Con ello eliminan hongos, virus y bacterias de su colmena, entre otras cosas. Vais a ver el potente antibiótico que descubrieron las abejas hace ya unos cuantos millones de años. Así trabajan hasta que mueren, igual que los zánganos, cuatro o cinco meses, más o menos, obreras y zánganos. Pero fijaos qué curioso, pero viven cuatro o cinco meses las que nacen en otoño e invierno, porque en ese momento, trabajan poquito, comen mucho polen y se cuidan, pero las que nacen en primavera, por exceso de trabajo, agotadas, en treinta y cinco, cuarenta, cuarenta y cinco días, mueren.
La abeja recolecta néctar, que es agua azucarada, agua con azúcares naturales, y lo que hace, mientras lo está recolectando y lo introduce al estómago social, a este, le añade productos químicos del tórax y lo va transformando. Pero cuando llega a la colmena, eso no es miel ni muchísimo menos, ya lo ha empezado a transformar y lo va rebajando de humedad. Porque la miel, perdón, el néctar, tiene muchísima agua, fundamentalmente es agua. Y le añade productos químicos, lo va transformando. Pero cuando llega a la colmena, no lo deposita en una celdilla, se estropearía, eso no es miel, fermentaría, tiene exceso de humedad. Se lo pasa al estómago social de otra abeja. Esa se lo pasa al estómago social de otra y esa, al de otra y cada una lo va elaborando poquito a poco. Es un trabajo colectivo. Y cuando la miel está prácticamente ya elaborada, tiene todavía un poquito de exceso de humedad, lo depositan en la celdilla y con la ventilación que establecen, las corrientes de aire que establecen, evaporan el exceso de humedad y cuando está en el punto exacto de conservación, la tapan, le ponen una capita de cera para que no se estropee, porque es higroscópica, se apoderaría de la humedad ambiental de la colmena.
Entonces lo tapan y luego ya destapan para comérselo. Eso es la miel. Así es como lo hacen las abejas. Fijaos que curioso que la miel es un producto curioso. No necesita que nosotros hagamos digestión para asimilarlo. La digestión la hacen las abejas.
Otro producto que recolectan las abejas es el polen. El polen lo utilizan las abejas para alimentarse ellas y sus larvas, fundamentalmente. Para las abejas, la miel es la energía, son los movimientos, la marcha que tienen, el calor, eso es lo que proporciona la miel. También les alimenta, pero no tanto. El verdadero alimento de las abejas es el polen. Es un producto proteico, tiene muchas proteínas, vitaminas, aminoácidos, minerales, grasas. Está considerado el polen como el alimento más completo que existe en la naturaleza. Es así de fuerte, y se utiliza en la alimentación humana. Se recolecta así. Vamos a ver, lo tengo por aquí.
Este aparatito se llama cazapolen, le llamamos los apicultores. Esto se coloca, bueno, vamos a ver. Se coloca aquí en la entrada de las colmenas. Las colmenas suelen tener una entrada únicamente, por aquí, se les obliga a pasar por aquí. Pues cuando queremos coger el polen, que generalmente coincide con la floración de la jara, ponemos esto aquí. Las abejas, ahora, si quieren entrar en su colmena, y van a entrar, claro, y quieren, tienen que pasar por aquí, pero aquí hemos colocado una rejilla de plástico que tiene unos agujeritos con el diámetro exacto del cuerpo de la abeja.
Claro, al pasar por cada agujerito de estos, como el polen sobresale de sus patitas, pega en esta rejilla, cae aquí a esta otra rejilla y directamente, al cajoncito este que hay aquí. Somos listos los humanos, ¿eh? Al cajón, ya está recolectado el polen. Porque habéis visto que, si lo introducen en la colmena, lo aplastan y ya no se lo podemos recolectar. Tendríamos que romper los panales. Eso no tendría sentido. Así se hace. Y, como digo, se utiliza en alimentación humana. Es extraordinario para la alimentación humana.
Pero, además, las abejas recolectan propóleo. Ahí tenéis una abeja recolectando propóleo. Ella lo coge con la boca, con la mandíbula. La pata delantera lo coge, lo pone en la del medio y la del medio, al cestito. Así es como lo hacen las abejas. Mirad, estáis viendo que esta rejilla está llena de rajitas. Por aquí, según ellas, puede entrar frío o humedad en invierno, ¿verdad? Antes de que venga el frío, en verano, otoño, se dedican a tapar todo esto, corriendo, con propóleo, con resina, lo van tapando poquito a poco. Esto se introduce en la colmena y cuando se lo pones, pues lo van tapando tranquilamente. Se retira de la colmena, se lleva al congelador, la resina con el frío cristaliza, o sea, como cubitos de hielo. Se hace cuatro veces así y el propóleo está recolectado. Se utiliza en medicina humana, el propóleo se utiliza para desinfección de la boca, llagas, anginas, catarros, vías respiratorias, asma… Y mirad, este es el resultado, aquí tenéis el propóleo, tal como lo han recolectado las abejas. Huele todavía muy bien. Huele a resinas naturales. Estupendo. El propóleo. Bueno, habéis visto además que también recolectan agua para refrigerar la colmena, habéis visto cómo lo hacen. Con su estómago social, lo llevan a la colmena, regurgitan, lo utilizan para hacer papillas para sus larvas y tal. Y fundamentalmente son las cuatro cosas que recolectan las abejas.
Mirad, las abejas se comunican, básicamente, con feromonas, se comunican también tocándose con las antenas dentro de la colmena, al tacto, hacen sonidos con las alas y el tórax, con el abdomen y además tienen otras formas de comunicación, pero además tienen esta maravilla que es la danza del ocho. Siempre que las abejas trabajan, por ejemplo, cuando van al campo, utilizan esa ley universal que utilizamos todos los seres vivos: trabajar lo mínimo para conseguir lo máximo. La ley del mínimo esfuerzo.
Bueno, eso significa, entre otras cosas, para ellas, pues que no se marchan las ochenta mil alegremente a buscar por ahí. Porque si no hay nada, ¿qué estarían haciendo las abejas? Gastar mucha energía a cambio de nada. Eso no puede ocurrir. Para evitarlo, utilizan la información, unas cuantas exploradoras, obreras viejas, van al campo y buscan y traen a la colmena. “Mirad de lo que os traigo, en este momento, en aquel lugar, allí donde sea, pues hay mucho de esto”, y muchas abejas van allí. “Mirad, esto en aquel sitio, hay poco”, pocas van. ¿No hay nada? Pues no va nadie.
Viene, por ejemplo, una exploradora con el néctar del cerezo que ha descubierto flor, ella está buscando, descubre un cerezo, carga y a la colmena. Esta, nada más entrar, regurgita una gotita del néctar de cerezo que trae y rápidamente le da a probar a cuatro, a ocho o a dieciséis. “Prueba”. Está iniciada la comunicación, le está pasando información. “Toma, prueba, sal a buscar este olor y este sabor”. En este caso, néctar de cerezo.
Ya saben, las que han probado, qué tienen que buscar. Inmediatamente, ella, seguida de las que han probado, camina sobre el panal una y otra vez y hace un ocho, la danza del ocho. Caminando, no volando. Las otras la siguen. Vemos que las abejas siempre construyen los panales verticales, todos sus panales son verticales, como esto lo hace la abeja encima del panal, en cualquier punto que lo haga, lo hace sobre la vertical, sobre la gravedad que está aquí implícita. Esta línea recta, como veis, corta a la gravedad en un punto, se forma un ángulo con respecto a la gravedad, más o menos, amplio, y ese ángulo es medido por las catorce abejas que van detrás y rápidamente lo trasladan al sol, el punto que ellas utilizan como referencia.
¿Qué está ocurriendo? “Toma, prueba, sal a buscar este olor y este sabor, néctar de cerezo, mira, vas a la calle, ahora, en el punto en el que está el sol en este momento”, puesto que ella no hecho más que entrar, claro, y esto es un ejemplo, “pues mira, cuarenta grados, por ejemplo, a la derecha del sol y en línea recta, ese es el camino que tienes que seguir. Allí encontrarás el cerezo”. Las abejas no ven el sol en su colmena porque está oscuro. Lo están viendo porque para ellas la vertical es equivalente, tantos grados a la izquierda o tantos a la derecha. Pero claro, el cerezo puede estar cerquita de la colmena, o a varios kilómetros, hay que decirle a la distancia. Cada vez que ella pasa por el tramo recto, baila, mueve el abdomen con una determinada intensidad. Las otras quieren saber cómo es esto, cada vez que mueve, con sus antenas, corriendo, le tocan el cuerpo y le miden la intensidad, la amplitud de los movimientos y le miden, además, la velocidad, el número de veces que mueve el abdomen en cada recorrido central y el tiempo que utiliza en el recorrido y les dice la distancia exacta a la que está el cerezo.
Se lo ha dicho todo. Lo que tienen que buscar, la dirección a seguir y la distancia, un GPS perfecto, ¿verdad?
Ahí tenéis. La abeja da a probar a otras para que sepan lo que tiene que buscar y baila. Y las otras, corriendo detrás de ella, a tocarle con las antenas para ver qué cuenta. Y ella, en cada viaje, exactamente, marcando el mismo ángulo una y otra vez.
Con la danza del ocho se marchan las abejas, si es necesario, más de cinco kilómetros. Si hay cerca, ellas no van lejos, pero como no haya cerca, a más de cinco kilómetros, es una superficie tremenda para una abeja pequeña. ¿Está considerado esto estructuralmente? ¿Sintácticamente, cómo está elaborado? Como el lenguaje más parecido que se conoce hoy por hoy con respecto al lenguaje humano. Es el único lenguaje rezado con símbolos que construye un animal que no sea el chimpancé, el gorila o los humanos. Lo conocemos gracias a un científico austríaco, era un etólogo, se llamaba Karl von Frisch. Hizo un trabajo de investigación en Alemania por los años veinte y treinta del siglo pasado. Le llevó más de diez años de investigación y fue premiado con el Nobel de Medicina y Fisiología en el año mil novecientos setenta y tres. Premio Nobel por esta maravilla.
Pero no está todo dicho todavía. Hay mucho que investigar todavía. Falta mucho. Yo tengo cosas… Mirad, un detalle curioso, por ejemplo. Las he visto bailar en la oscuridad de la noche, en la colmena, dos veces ya. ¿Qué están contando? De noche no salen. Y esta información la hacen para pasar información de la calle. Acaban de venir de la calle, informan en tal sitio, tal, cual, hay esto o lo otro. Por la noche, bailando en la colmena, yo las he observado. Dos veces, ya. ¿Qué comunican? ¿Están comunicando del día anterior o del próximo día de lo que va a haber o lo que van a hacer? Y muchas más cosas. Muchísimo para investigar las abejas. Es una sociedad muy, muy, muy compleja.
Ponte aquí, por favor. Así. El apicultor utiliza este traje que se llama careta de apicultor con blusón, está preparado al efecto, ¿no? Entonces esto lo que tenemos que hacer es ponérnoslo muy bien. Metemos aquí, mete por aquí ahora la manita. Te está pequeño, ¿no? Vamos por aquí. Bien. Bueno, en principio por aquí, bueno, todo lo que ocupa el blusón este, estamos protegidos. Aparentemente. Pero tenemos las manos al aire. Hay que protegerse también con unos guantes de apicultor, hechos expresamente para eso. Por ejemplo, como estos que tenemos aquí.
Bueno, además de todo esto, tenemos que proteger las piernas. Habría que ponerse un pantalón, un mono encima, otras cosas porque atraviesan el mono e incluso el pantalón. Y unas botas perfectamente adaptadas para que no se metan la abeja por abajo, porque se pueden meter por ahí. Bueno, aparentemente, vamos protegidos, ¿verdad? Sí, ¿no? Pues no lo creáis. Las abejas pican, así, incluso así. Mirad, a mí me ha ocurrido muchas veces trabajar con abejas y estar sacando la miel y tal y te agachas y tocas con la nariz en la rejilla. Rápidamente, viene una abejita por aquí, y a través de la rejilla, te pica en la punta de la nariz.
Pero es que no solamente es que te ha picado esta, si sigues allí, esta abeja, cuando pica, libera una feromona, una feromona de alarma y les dice a las otras que hay peligro para la colmena y las pone agresivas y les dice el lugar por donde hay que venir a picar.
O sea, que como tú no te separes la rejilla de la nariz, la nariz se va a salir de la rejilla. ¿Comprendéis? Hay muchos imprevistos, hay que protegerse, evidentemente, pero es muy difícil. Bueno, también ocurre una cosa curiosa cuando estás trabajando con las abejas, pues tienes muchas colmenas allí, cien colmenas, cuarenta, ochenta, y estás toda la mañana sacando miel, por ejemplo, con un calor tremendo. El mono, haces así, bueno, el blusón, y sale el agua del sudor, del calor que hace. Se pasa mucho calor trabajando con las abejas. ¿Qué ocurre? Pues que tú ya tienes que irte a comer en algún momento, y tienes ahí el coche, por ejemplo, a doscientos metros allí, al sol también, y tú llegas al coche y el coche está que arde, pero te tienes que marchar, te metes en el coche y se meten contigo cuarenta abejas y te tienes que quitar esto porque es que, si no, te vas a asfixiar ahí. Y, entonces, las abejas ven que ahora es el momento, tracatrá. ¿Comprendéis? O sea, que aparentemente no te tendrían que picar abejas, pero eso es imposible. Es un oficio muy bonito, pero también tiene sus inconvenientes. Las abejas pican. ¿Qué tal?
Mirad, las abejas atacan, claro, se defienden, pero no creáis que las abejas atacan en masa, o sea, miles de abejas. Eso que habéis visto en las películas de dibujos animados, de trescientas mil abejas detrás de una persona, no, no, eso no ocurre así. Las abejas atacan y, cuando atacan, lo hacen exactamente igual que cuando trabajan. Siempre es proporcional a la amenaza que sienten. O sea, que, si sienten más peligro, atacan más abejas, menos, menos. ¿No hay ningún peligro? No ataca a nadie. ¿Para qué es eso? Para no malgastar energía inútilmente. Cuando nos pican a nosotros, a los humanos, ¿sabéis qué les pasa a las abejas? Mueren. Mirad, las abejas tienen su aguijón, que es este, al final del abdomen, pero están diseñadas de una manera muy especial. No es liso. Observad que es arponado, está hecho en forma de punta de flecha. O sea, a propósito, para que entre, pero para que no salga.
La abeja clava su aguijón, ha hecho su trabajo y se quiere marchar, no puede irse, se le queda enganchado en nuestro tejido, ¿verdad? No puede irse, tira, empieza a girar sobre sí misma y consigue marcharse, pero claro, se marcha sin todo esto. Allí abandona el aguijón, pierde además la bolsa donde almacena el veneno, pierde glándulas, músculo, materia intestinal, o sea, se deja la vida. Esto pasa por algo. Resulta que la abeja se va y se muere, nos quedamos con el aguijón, pero él no está muerto, él sigue activo, hace movimientos de contracción, hace movimientos peristálticos, se contrae con un músculo que lleva y cada vez que hace esto, la bolsita se contrae y bombea veneno. Como está hecho en forma arponada, en cada movimiento se introduce y bombea y durante bastante tiempo, diez minutos y mucho más, a veces, él sigue allí, introduciéndose, bombeando, para hacernos el máximo daño con el mínimo gasto de energía. Se sacrifica por sus hermanas, pero va a por todas. Es una maravilla que, si alguno quiere comprobarlo, viene un día a mi casa y allí lo comprueba perfectamente.
¿Veis? Esa es mi mano acompañada de una abejita. Duele, sí. Podéis comprender que, si no duele, la abeja moriría por nada, no tendría sentido.
Bueno, es una cosa muy pequeñita, como veis, pero está bien hecha, ¿verdad? Muy bien diseñada, lo primero que hay que hacer si nos pica una abeja rápidamente, es quitarse el aguijón. Eso es lo primero, por supuesto. Y rápidamente nos ponemos amoníaco en la herida. Lo mejor es amoníaco, barro o hielo, si no hay otra cosa, pero lo mejor, amoníaco. Eso si no somos alérgicos porque si somos alérgicos, tenemos que ir a ver al médico. En España mueren estadísticamente unas cuatro personas cada año por abejas. Eso es una desgracia como otra cualquiera, la inmensa mayoría sabéis que no somos alérgicos. Tenéis que estar tranquilos, que no pasa nada. Se hincha un poco más, un poco menos. Te duele más o menos y punto. Si somos alérgicos, al médico, cuando nos pica la primera abeja en nuestra vida, o avispa, que es parecido, la primera, si eres el máximo de alergia, la primera nunca te mata, esa desencadena el proceso, te pones muy mal, muy mal, pero no mueres.
La segunda, un shock anafiláctico, se hincha la garganta y mueres asfixiado en dos minutos. Si no eres el máximo de alergia, supongamos que esto es el máximo de alergia, y somos así, eso la primera vez, pero cuando te pica otra, eres así y a la siguiente, así, y a la otra… ¿Comprendéis el mecanismo? Bueno, lo contrario le ocurre al apicultor, persona que se supone que no es alérgica. ¿Pues qué hace el apicultor? Como no es alérgico o poco alérgico, su cuerpo, como le pican habitualmente, crea anticuerpos, se protege y se inmuniza. Cualquier apicultor.
Bueno, yo durante todo el año me pican habitualmente muchas abejas, durante todo el año, y no pasa absolutamente nada. Pero en invierno damos vacaciones a las abejas en el mes de enero, las dejamos ahí solitas o por ahí, y resulta que no me pican abejas. Pasa un tiempo sin que me piquen. ¿Y sabéis lo que ocurre? Que mi cuerpo se relaja y cuando vuelvo en febrero a trabajar con ellas, me pica una, pero no ahora mismo me pongo mal, sino que a la semana siguiente empiezo a llenarme de granos todo, me sale un hematoma tremendo, desde los pies hasta el cuello, todo el cuerpo, no os podéis imaginar.
Pues pasaron por allí un día por mi casa unos médicos, y me dijeron: “¿Sabes lo que te ocurre? Pues te ocurre que tú, muy bien, estás todo el año cuidando las abejas y tu cuerpo crea defensas. Está protegido, no hay ningún problema, pero cuando dejan de picarte, el cuerpo, para no malgastar energía, se relaja, bajan las defensas y cuando te pican las primeras, reaccionas”. Me tienen que picar abejas de vez en cuando para que mi sistema inmunitario esté fuerte, alto y no le pase nada.
Desde que me lo dijeron me quedé tranquilísimo. Ahora, en invierno, cuando trabajo y me voy a casa, como las tengo allí en casita, vivo con ellas, cojo una, me la pongo aquí y otra por aquí, solucionado el problema.
Ahí tenéis un enjambre saliendo de una colmena de apicultor, una colmena nuestra. Esto no está grabado allí en el trópico africano ni en Asia, está grabado en Poyales del Hoyo. Es una colmena de apicultor, están saliendo. Lo primero que hacen ahora cuando salen es reorganizarse, rápidamente que salen, las tenéis volando allí, ahora rápidamente se posan en la rama de un árbol que haya por allí cerca, un arbusto, y forman el racimo, la típica piña de abejas que vamos a ver.
Ahí tenemos tres enjambres, han salido de tres colmenas diferentes. Tenemos ahí un colmenar, ahí encima de casa, hay dos enjambres diferentes, cada uno tiene su reina. Bueno, en este momento y aunque no lo parece, claro, cada grupo está celebrando asamblea. En este momento, están decidiendo dónde van a vivir. Ahora, abejas viejas exploradoras, ya han estado buscando lugares para este momento, vienen y se lo cuentan a las otras bailando. Hacen la danza del ocho en la piña, bailan y comunican a unas pocas: “En tal lugar, hay un sitio estupendo para ir”. Y van unas cuantas a visitarlo, lo comprueban, vienen y se lo cuentan a otras pocas que van a visitarlo y vienen y se lo cuentan. Y van y vienen, comprueban. Bueno, una vez que han elegido el lugar que sea, levantan el vuelo, guiadas por las exploradoras y se marchan a fundar una nueva colonia al lugar que sea. Que en este caso podría ser el tambor de la persiana de una casa, pero claro, el apicultor sabe, si tiene un poquito de experiencia, que va a ocurrir eso, procura estar ahí para recogerlas. Yo las recojo para no perderlas, claro, porque si no, el apicultor las pierde.
Facilito, cortamos la ramita donde están, el roble, y yo ahora les voy a ofrecer una caja de apicultor exactamente igual que en la que vivían anteriormente, pero está vacía, limpia, desinfectada para ellas. No hay nada en el interior. Bueno, lo habitual es que el apicultor, cualquier apicultor, las introduzca dentro de la caja, eso es lo normal, pero yo ahora no voy a hacer eso. La vamos a poner en la puerta para ver qué es lo que ocurre. Vamos a dejarlas ahí.
Mirad, ahora observad cómo muchas caminan con el abdomen levantado, veis que van de punta, pues al final del abdomen veis que les brilla un puntito, están mostrando una glándula, produce una feromona, un olor, mueven intensamente las alas y expanden esa feromona alrededor para que todo el mundo sepa que esta es la casa elegida. Se están llamando, se están comunicando, es una forma, una de las formas de comunicación de las abejas.
Lo que tenemos que hacer es estudiar mucho, investigar, investigar, hacernos científicos, porque si salvamos la naturaleza, nos salvaremos nosotros, si no, vamos a ir todos… ¿Dónde vamos a ir? Amigos, ha sido un placer. Muchísimas gracias.